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XXI publicado por el Fondo de Cultura Económica en español y en inglés Capital in the Twenty-
First Century publicado en 2014) en el que expone cómo se produce la concentración de la
riqueza y su distribución durante los últimos 250 años. En el libro Piketty sostiene que cuando
la tasa de acumulación de capital crece más rápido que la economía, entonces la desigualdad
aumenta. El autor propone, para evitar lo que denomina un capitalismo patrimonial, los
impuestos progresivos y un impuesto mundial sobre la riqueza con el fin de ayudar a resolver
el problema actual del aumento de la desigualdad.Sus trabajos cuestionan de manera radical la
hipótesis optimista del economista ruso Simon Kuznets quien establecía un vínculo directo
entre el desarrollo económico y la redistribución de ingresos, resaltando la importancia de las
instituciones políticas y fiscales en la instauración de impuestos e ingresos públicosy por tanto
en la evolución económica histórica de la distribución de la riqueza.
Éstas son las preguntas a las que intento dar respuesta en este libro. Digámoslo de
entrada: las respuestas presentadas son imperfectas e incompletas, pero se basan en
datos históricos y comparativos mucho más extensos que todos los trabajos anteriores –
abarcando tres siglos y más de veinte países–, y en un marco teórico renovado que
permite comprender mejor las tendencias y los mecanismos subyacentes.
Por ello, el asunto de la distribución también merece ser estudiado de modo sistemático
y metódico. A falta de fuentes, de métodos, de conceptos definidos con precisión, es
posible decir todo y su contrario. Para algunos las desigualdades son siempre crecientes,
y el mundo cada vez más injusto, por definición. Para otros las desigualdades son
naturalmente decrecientes, o bien se armonizan de manera espontánea, y ante todo no
debe hacerse nada que pudiera perturbar ese feliz equilibrio. Frente a este diálogo de
sordos, en el que a menudo cada campo justifica su propia pereza intelectual mediante
la del campo contrario, existe un cometido para un procedimiento de investigación
sistemática y metódica, aun cuando no sea plenamente científica.
El análisis erudito jamás pondrá fin a los violentos conflictos políticos suscitados por la
desigualdad. La investigación en ciencias sociales es y será siempre balbuceante e
imperfecta; no tiene la pretensión de transformar la economía, la sociología ni la historia
en ciencias exactas, sino que al establecer con paciencia hechos y regularidades, y al
analizar con serenidad los mecanismos económicos, sociales, políticos, que sean
capaces de dar cuenta de estos puede procurar que el debate democrático esté mejor
informado y se centre en las preguntas correctas; además puede contribuir a redefinir
siempre los términos del debate, revelar las certezas estereotipadas y las imposturas,
acusar y cuestionarlo todo siempre. Éste es, a mi entender, el papel que pueden y deben
desempeñar los intelectuales y, entre ellos, los investigadores en ciencias sociales,
ciudadanos como todos, pero que tienen la suerte de disponer de más tiempo que otros
para consagrarse al estudio (y al mismo tiempo recibir un pago por ello, un privilegio
considerable).
Ahora bien, debemos advertir que durante mucho tiempo las investigaciones eruditas
consagradas a la distribución de la riqueza se basaron en relativamente escasos hechos
establecidos con solidez, y en muchas especulaciones puramente teóricas. Antes de
exponer con más precisión las fuentes de las que partí y que intenté reunir en el marco
de este libro, es útil elaborar un rápido historial de las reflexiones sobre estos temas.
El libro “El Capital en el siglo XXI” del economista francés Thomas Piketty, se ha convertido en
todo un fenómeno editorial en Estados Unidos, un éxito de ventas sin precedentes que pocos
libros de investigación económica han logrado.
Desde hace 15 años Thomas Piketty ha trabajado en construir bases de datos acerca de la
distribución del ingreso y la riqueza a partir de registros fiscales. Es conocido en Francia por ser
uno de los asesores del partido socialista. Desde 2006, su trabajo se convirtió en un tema
mediático en Estados Unidos debido a su postulado de la desigualdad como el problema
fundamental del capitalismo y el reto económico a enfrentar (Schettino 2014).
A pesar de que hace ya más de un año se publicó su versión original en francés, en Francia el
libro no tuvo un impacto mayor al de cualquier otra obra económica, ya que la idea central que
presenta fue considerada poco innovadora en aquel país. Sin embargo, a partir de marzo de
2014, cuando la versión del libro en inglés fue publicada en Estados Unidos, la obra ha generado
un controversial debate entre economistas y políticos, en torno a la tesis central y a las soluciones
que plantea su autor.
La tesis principal que plantea Piketty en “El Capital en el Siglo XXI”, hace referencia a que las
desigualdades de riqueza y de renta han aumentado desde la década de los setentas, y que ese
aumento es el problema fundamental del capitalismo.
Según Piketty, como el retorno del capital (r) es superior a la tasa de crecimiento de la economía
(g), quienes poseen el capital concentran una porción cada vez mayor del ingreso nacional
provocando que la desigualdad se incremente. En palabras de Piketty, “cuando la tasa de retorno
del capital es superior a la tasa de crecimiento de la economía, la lógica dicta que la riqueza
heredada crece más que el PIB y el ingreso de las personas” (Piketty 2014), y así las dinastías
de ricos son cada vez más ricas en relación a los trabajadores y el capital que poseen es cada
vez más grande en relación al resto de la economía.
Al ser la riqueza de los capitalistas cada vez mayor, estos la pasan en herencia a sus hijos,
quienes nacen ricos y pueden vivir de las rentas del capital sin necesidad de trabajar, lo que hace
que la brecha entre capital y PIB vaya aumentando y la desigualdad se perpetúe.
Sin embargo, esta tesis no es nueva. Marx, en su obra "El capital" de 1867, ya expuso que los
ricos se vuelven cada vez más ricos en el capitalismo y que la incompatibilidad de intereses entre
los capitalistas y los asalariados incuban su destrucción (Kaiser 2014).
Si la tesis que plantea en su libro es polémica, las soluciones que Piketty se atreve proponer a
los políticos para resolver el problema de la creciente desigualdad, le han valido innumerables
críticas.
Piketty expresa que el problema de la desigualdad se resuelve por medio de la intervención del
Estado a través de la creación de altas tasas de impuestos sobre la riqueza (herencia y capital),
lo que evitaría que las dinastías de supermillonarios hereden la riqueza de padres a hijos y se
perpetúen en el poder, dominando la economía (Sala-i-Martín 2014).
Las críticas realizadas al trabajo de Picketty pueden clasificarse en dos sentidos: las que hace
referencia al carácter técnico de su trabajo, respecto a las dudas sobre la confiabilidad de las
bases de datos que recopila y analiza en su obra, y las referentes a su filosofía.
En cuanto a las críticas de carácter técnico, fuentes como The Financial Times y The Wall Street
Journal han puesto en tela de juicio los datos numéricos compilados en la obra de Piketty, incluso
el segundo advirtió que los números presentados en el libro respecto al crecimiento en la
desigualdad del ingreso, no coinciden (Figueroa 2014), sin mencionar que a menudo la lectura
que realiza de los datos es sesgada e incorrecta, tendiente más a una opinión de un ideólogo
que a argumentos lógicos respaldados objetivamente propios de un economista.
Es importante señalar la existencia de fallas técnicas respecto a los datos que el mismo Piketty
aporta y en los que basa sus conclusiones; sin embargo, es en la filosofía de Piketty donde
debemos prestar especial atención y cuidado, pues es a través de ella que el autor se liga a la
mente y las emociones de las personas, influyendo en la toma de decisiones políticas que afectan
directamente en la vida del individuo en sociedad.
A pesar de que Piketty señala a la desigualdad como el problema fundamental del capitalismo,
nunca explica de manera convincente por qué las desigualdades son importantes y por qué
contienen la semilla de la destrucción del sistema capitalista, más allá de una eventual rebelión
social preconizada desde 1867 por Marx y llevada a sus últimas consecuencias por George
Orwell en su obra “La rebelión en la granja” de 1945.
Es indiscutible que una persona de clase media del siglo XXI vive mejor que una persona de
clase media de hace diez, cien o doscientos años, lo mismo ocurre con las pertenecientes a la
clase baja. Esta notable mejoría en los niveles de vida de la población se ha hecho posible
gracias al capitalismo. A pesar de que algunos logren hacerse ricos más rápido que otros, lo que
en realidad importa es que en general todos mejoran su calidad de vida. Lo anterior nos lleva a
cuestionar si en una sociedad las desigualdades constituyen realmente un problema.
El hombre por naturaleza busca su felicidad, este logro sólo es posible a través de ejercicio pleno
de su libertad, entendida como la expresión y condición fundamental de la naturaleza racional
del ser humano, y como el valor máximo que permite su supervivencia, en una sociedad de
hombres libres, el capitalismo es el único sistema económico moralmente aceptable (Rand
1967).
Un sistema del tipo que Piketty sugiere, sólo convierte a los hombres en parásitos que piden al
Gobierno que solucione su existencia, pues estos consideran que es justo y moral quitar al que
más tiene para dar al más pobre, que es correcto satanizar al rico sólo por ser rico, que el
bienestar social está por encima del individual y que la necesidad justifica recibir lo no ganado.
Implantar, o siquiera sugerir la adopción de medidas como las que Piketty menciona en su obra,
plantea la visión de hombres dispuestos a ceder su libertad, su vida y su propiedad. Con esta
clase de medidas no sólo se castiga la herencia, también se castiga la productividad y el éxito
merecido. Se castiga también a los generadores de empleo, a los innovadores, a todo aquel que
gracias a su inteligencia y esfuerzo sea capaz de generar riqueza.
¿Bajo qué argumentos legítimos y morales Piketty se atreve a sugerir que la solución a la
desigualdad que engendra el capitalismo es imponer medidas tendientes a quitar a los hombres
el producto de su trabajo?
¿Cuánto tiempo se podría mantener un sistema a costa de arrebatar la riqueza a las clases altas
para repartirla entre los menos afortunados?
Sería interesante preguntarnos si Piketty considera que bajo un sistema impositivo de la índole
que sugiere, los poseedores de capital a los que pretende arrancar sus ganancias, estén
dispuesto a seguir generando riqueza para entregarla a un Estado benefactor, o cómo pretende
realizar el reparto del capital una vez que se lo haya arrebatado a las dinastías de millonarios y
multimillonarios que tanto señala como culpables de la desigualdad.
La moral de Piketty de este modo sólo puede ser considerada como perversa, contraría a los
valores más nobles de la existencia humana, a la libertad, a la vida y a la propiedad de las
personas y a la búsqueda de la felicidad ganada.