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El artículo busca identificar los dispositivos teóricos de emergencia de estructuras sociales
descritos en la teoría sociológica. Las propiedad de la sociedad como orden social emergente
desde sus unidades componentes individuales, es la razón central por la cual tanto la socio-
logía como la teoría social se diferenciaron y consolidaron como disciplinas académicas. En
tal sentido, las teorías de la sociedad deben haber desarrollado algunas nociones abstractas
acerca de la formación de estructuras sociales, independiente de si una teoría de la emer-
gencia estructural es construida o no.

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Sociedad t estructura social t emergencia t sociología t teoría social

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The paper aims to identify the theoretical devices implied in the emergence of social
structures described by the sociological theory. The properties of society as a social
order emerging from its individual component units, is the main reason by which both
sociology and social theory became differentiated and consolidated as academic disciplines.
Consequently, theories of society must have developed some abstract notions about the
formation of social structures, regardless of whether a theory of structural emergence is
explicitly constructed or not.

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Society t social structure t emergence t sociology t social theory

* Antropólogo Social Universidad de Chile; doctorando en Sociología Universidad Alberto Hurtado. Acadé-
mico Departamento de Antropología Universidad de Chile. Agradezco los comentarios y críticas de Aldo
Mascareño y Daniel Chernilo para este escrito. E-mail: andresaedo@u.uchile.cl.
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Se empieza a saber que solo sirven las lámparas que


congregan a las sombras
Jorge Tellier, L  

Toda afirmación de la vida es una búsqueda de


continuidad dentro de lo discontinuo.
La constitución del ser en la discontinuidad determina la
vida social.
Norbert Lechner, L    
   

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La relación sujeto/estructura o agente/estructura (Ritzer 1993, Archer 2009) es una de


las relaciones más debatidas en teoría social. Tanto si se trata de las posibilidades histó-
ricas del sujeto filosófico moderno (Habermas 1989) como de las acciones que realizan
los individuos catextizados por el sistema (Parsons 1966), o de las elecciones racionales
de los individuos (Elster 2003), o de agentes en distintos niveles de emergencia (Archer
2009), pareciera que siempre la explicación sociológica se viabiliza por medio de su
relación con la estructura. En el concepto de estructura están puestas muchas de las
esperanzas científicas de las teorías de la sociedad, en las cuales se enfatizan modos de
coordinación de acciones que no están a merced de la voluntad de las personas que las
realizan. La densidad moral de Durkheim, los enlaces comunicacionales de la teoría
de sistemas, los modos de coordinación deslingüistizados en Habermas, las estructuras
lingüísticas en Lévy-Strauss, las reglas y recursos de las prácticas de Giddens, la relación
estructurante/estructurada del habitus de Bourdieu, la dramaturgia social del interaccio-
nismo simbólico, la dialéctica infraestructura/superestructura del marxismo, las relacio-
nes complejas de las instituciones del realismo morfogenético, el rol-estatus del sistema
social de Parsons, todos ellos con variaciones importantes, remiten a un mismo punto: la
sociedad es una entidad distinta de los individuos, posee atributos que le son exclusivos
como objeto que se expresan por medio del concepto de estructura. La sociedad, al decir
de Parsons y Archer, tiene ‘propiedades emergentes’ como relaciones entre los individuos
de tipo sui géneris, como diría Durkheim, que no toman forma en acuerdo a la voluntad
de las personas concretas.
De esta manera, resulta ser un problema relevante para la teoría sociológica, no solo
la noción de estructura, sino las preguntas que derivan de su uso: qué es la estructura (de
qué está hecha), qué es lo que hace (cuáles son sus propiedades), cómo emerge (cómo se
constituye), cómo evoluciona (cómo cambia). La primera pregunta asume el problema
ontológico de la estructura social: de qué esta compuesta o sobre qué está levantada o
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simplemente cuál es su material (las normas, comunicaciones, actos de habla, relacio-


nes sociales de producción, a priori ideales, acciones y/o prácticas, son todas formas de
responder a esta pregunta). El segundo cuestionamiento hace alusión a lo que hace o
genera la estructura social con las personas; aunque suene un poco reificado el punto,
esencialmente se trata de eso: de saber que si teorizamos sobre una estructura en socio-
logía, esta debe tener algunos efectos esperables en el mundo social. Este elemento tiene
importantes consecuencias, ya que de ellas se derivan las posibilidades de poner a la es-
tructura social en procesos de explicación. Lo que no caiga bajo este concepto no es parte
de los efectos que la estructura debiese realizar en teoría; de alguna forma su fuente de
posibilidades de ser un programa de investigación progresivo en los términos de Lakatos,
se juegan en la relación de las propiedades de la estructura en relación con las personas.
La tercera pregunta hace alusión a las condiciones de constitución o al concepto que
ocuparemos directamente: la emergencia de las propiedades emergentes de la estructura,
tanto en sentido de origen de la estructura como también en el sentido de continuidad
de la estructura, tanto en sus transformaciones como en sus reproducciones. La cuarta
pregunta se introduce en las condiciones de transformación o evolución de la estructura,
la cual resulta ser una interrogante que combina tanto la pregunta por las propiedades
emergentes de la estructura como por sus procesos de emergencia, ya que de ellas se pue-
de obtener su desarrollo en el tiempo. Una teoría altamente consistente debe poder en-
lazar estos elementos; sin embargo, de su consistencia no se puede derivar su afirmación
de programa progresivo, sino tan solo la característica de ser consistente. Por lo tanto,
el carácter progresivo de un programa de investigación está dado por las consecuencias
sustantivas que en la sociedad se realizan, que pueden ser explicadas, comprendidas y,
en lo posible, anticipadas por las teorías de la sociedad. Lo que profundizaremos en
este trabajo será dar cuenta de las ‘teorías’ de la emergencia de las estructuras sociales
en la teoría sociológica, porque de esta característica se puede afirmar o no la relación
entre las propiedades de la estructura y su evolución, ya que explicitando este punto es
que se puede llegar a desplegar una explicación sobre dónde se constituirán, disolverán,
reproducirán o transformarán estructuras. Este elemento teórico será la bisagra entre la
logicidad de una teoría y las posibilidades de demarcación de su estatus como progresivo
o regresivo.
Tanto la problemática que abordamos como su relevancia, pueden ejemplificarse no-
tablemente desde la teoría de la sociedad de Durkheim, desde la cual resulta la polémica
naturaleza religiosa de las normas y por lo tanto de la sociedad. Para Durkheim, la so-
ciedad es un objeto sui géneris; es una entidad que no depende del observador, y resulta
observable por medio de sus efectos en los comportamientos individuales, como en el
estudio sobre los tipos de suicidios. Estos efectos son las coerciones que experimentan las
personas más allá de su propia condición de individuos; esto hace que la sociedad se ejer-
za en los individuos por medio de la exterioridad a ellos, así dirá que la sociedad se perci-
be en los hechos sociales, los cuales son externos y coercitivos. Ahora, para Durkheim la
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sociedad no es sino un sistema de normas que se trasunta en una conciencia colectiva, de


la cual dependen cohesión y continuidad, siendo este problema el principal elemento de
análisis sociológico en la sociedad moderna, ya que la división social del trabajo estaría
poniendo en jaque la posibilidad de la cohesión, generando fenómenos anómicos. De
esta forma, para Durkheim la sociedad moderna se podría describir a partir de la idea
de un tipo de solidaridad que se genera en la tensión entre la conciencia colectiva y las
conciencias individuales, que denomina solidaridad orgánica, distinto de la solidaridad
mecánica que sería propia de la sociedad pre-moderna, de alta conciencia colectiva. Si
se recogen los puntos de análisis que hemos puesto en nuestra introducción, podemos
establecer que la pregunta del qué es y qué hace la estructura están respondidas; incluso
la pregunta por la evolución nos muestra algunos signos de su desarrollo, acompañando
las relaciones entre conciencia colectiva y división del trabajo.
Sin embargo, lo que aparece como un problema fuerte es cómo emerge en principio
la conciencia colectiva, que es el problema de la emergencia misma de la sociedad. Este
problema llevará a Durkheim a uno de sus libros más polémicos: Las formas elementales
de la vida religiosa. En este texto, Durkheim se enfrenta a una de las cuestiones más
complejas de su sistema teórico, la cual da cuenta del origen de la conciencia colectiva,
que tiene la forma de un sistema normativo y que ejerce un poder coercitivo frente a
los individuos, como sería la idea de estructura moral. Su investigación de las normas
por medio del derecho o de las condiciones morales extraderecho, lo llevan obligado al
punto de cómo es que nacen las normas, y en este plano Durkheim recurre a la religión,
como primer sistema normativo. Así, el problema del origen lo conduce a la religión más
primitiva, con la idea de poder explicar las condiciones normativas del momento actual.
Es desde aquí que extrae la consecuencia fuerte para la sociedad, según la cual esta últi-
ma es eminentemente religiosa, ya que la primera representación colectiva es la religión
que se forma en el ritual. Cerrado este círculo, aun queda la necesidad de la explicación
del punto de origen filosófico de razón pura que Durkheim rechaza en tanto elemento
pre-rito; entonces, un continuador como Lévi-Strauss dirá que la solidaridad mecánica
no se forma en un proceso como el ritual, ya que las formas simbólicas de pensamiento
de semejanza y proximidad como estructura relacional se encuentran contenidas en el
espíritu humano.
Como podemos apreciar a simple vista, el problema de la emergencia de la estructura
es de larga data y tiene variadas soluciones: una clásica es plantearlo como emergencia de
lo social en tanto génesis de la misma con un trasfondo filosófico como el paso del esta-
do de naturaleza al de sociedad, en Hobbes, o de naturaleza a cultura, en Lévi-Strauss.
La dificultad que se deriva de esto es que entonces la emergencia de la estructura no se
comprende como un proceso sociológico, quedando cancelada la interrogante posterior
después de encarada la emergencia de la estructura en el origen: la continuidad de la
estructura y sus propiedades emergentes, tanto en su reproducción como en su transfor-
mación, al punto de que la pregunta por la evolución de las estructuras pierde sentido.
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De esta forma, emergencia no solo denota una condición de la sociedad en tanto atri-
buto exclusivo, sino que también emergencia se puede entender como proceso que le da
continuidad a la sociedad y sentido a las ciencias sociales que tratan de teorizar sobre ella.
Así podemos reintroducir la interrogante sociológica respecto de cómo es que emerge
aquello que tiene propiedades emergentes como un asunto de importancia y cómo di-
versas teorías han enfrentado este punto.

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Nuestra pregunta implica dar cuenta de la posibilidad de una teoría de la emergencia


de las propiedades emergentes de la estructura social, lo que requiere una aclaración de
la idea de teoría de la emergencia. El emergentismo es una teoría que hace relación a
muchas disciplinas como la física o la biología, y está conectado a los desarrollos de la
cibernética, la teoría de sistemas y los sistemas complejos. Para el caso específico de las
ciencias sociales que ocupan el concepto, como Luhmann o Archer (Mascareño 2008,
Elder-Vass 2007), la emergencia implica al menos el punto de que un fenómeno de
nivel superior no es reducible desde ningún elemento ni combinación de elementos del
nivel inferior en ninguna de sus formas (Chalmers 2006). Chalmers llamará a esto strong
emergente, como la más común de las formas en que se trata el concepto, que se distingue
de la weak emergente, en la cual el nivel superior es resultado de inesperados fenómenos
dados por los principios que gobiernan el fenómeno inferior. Para el autor, este concepto
no sería clásico, sino propio de la actualidad. El punto central de esto es que si se dice
que la mente es distinta al cerebro y que no es reducible a este, ello no implica que no
exista entre ambos una relación; el mismo caso se da para la teoría de la sociedad, donde
esta es un nivel emergente que no es reducible a las personas o agentes, pero su relación
debe ser mantenida, ya que la sociedad no puede ser si no hay personas. Nótese que esto
no es el prejuicio humanista1 del cual hablan algunos autores, sino la condición sine qua
non de la justificación de una teoría social de emergencia de la estructura social. Si esto
no se cumple, no puede haber propiedades emergentes, porque no se puede hablar de
niveles elementales o complejos o superiores o inferiores o macro o micro, y de hecho
no puede haber agente/estructura.
Para el caso de la teoría de la sociedad, el problema pasa por cómo la estructura es un
nivel emergente distinto de los que componen la estructura. Toda teoría social, así como

1
Un prejuicio humanista en todo el sentido de la palabra es pensar que la sociedad tiene personalidad como
cualquier persona, como cuando se habla del carácter de cierta sociedad, o cuando la sociedad es reducible a
las personalidades que la forman, momento en el cual no hay emergencia, ya que bastará con cambiar a las
personas, para cambiar la sociedad. Luhmann establece el prejuicio humanista con la idea de que el hombre es
la medida de la sociedad, punto que es la misma representación de la sociedad como una personalidad. Toda
la sociología se opone a este aspecto desde el principio en Marx o Durkheim.
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lo hemos expuesto, debe tratar al menos los problemas de los individuos y/o personas
como elemento de agencia: “las personas actúan, tienen propósitos, manifiestan volun-
tad” (Alexander 2008:28), y de las estructuras y/o sistemas como elementos distintos
de ellos, como normas que orientan la acción, o como condiciones que las posibilitan o
restringen. Rastros de esto, aunque no necesariamente en los mismos términos, se pue-
den encontrar muy tempranamente en la protosociología de la historia de Marx en el
inicio del dieciocho brumario: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen
bajo su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas
circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas
por el pasado” (Marx 1995:213). Esta idea representa muy bien la condición de que
la sociedad-que-los-hombres-hacen no puede ser libremente transformada por medio
de la simple voluntad individual de los hombres, y agregamos, siguiendo a Marx, que
tampoco se encuentra al alcance de los pensamientos filosóficos de los hombres, ya que
las relaciones sociales de producción no son transformables por la mera conciencia y por
ningún concepto de humanidad, pues la estructura los divide y contradice materialmen-
te en clases. Para el caso de otro sociólogo clásico, la sociedad es un sistema de normas
que coerciona, obliga y trasciende a los individuos; estas normas también poseen la
condición de una estructura y no están a disposición de los individuos. Para Durkheim,
la sociedad es de un orden sui géneris, algo así como único en su tipo, propio de este
orden; idea que es símil al concepto de sociedad con propiedades emergentes. De esta
forma, estos dos teóricos nos muestran la condición de la sociedad como algo que no
está al alcance de las posibilidades de los individuos: este orden es superior, anterior y
no es reducible a la suma de los individuos. En cualquier caso, parece que la teoría de la
sociedad tiene la condición de una emergencia fuerte, ya que si no sería la prolongación
de principios biomórficos o psicológicos.
La pregunta que queremos abordar resulta de esta primera aproximación: cómo surge
esta condición emergente de la sociedad ya que hemos tratado de argumentar que las
condiciones de una teoría están lógicamente enlazadas a ese punto. Revisar toda la teoría
sociológica no tendría mayor sentido que una historia de las ideas sobre la sociedad,
donde nos veríamos obligados a no tener un radio de búsqueda acotado que no fuera
el desarrollo de la teoría sociológica en la historia. Sin embargo, metodológicamente es
conveniente seguir la relación teórica agente/estructura, bajo la lógica que establece el
dualismo morfogenético de Archer, según el cual la relación agente/estructura puede ser
entendida en términos de diferencias de tiempo y propiedades. Así, la relación en la que
se establece ‘agente luego estructura’ se denomina conflacionismo ascendente; la relación
de ‘agente y estructura’, conflacionismo central; y la relación ‘estructura luego agente’,
conflacionismo descendente. Debemos entender conflación como fusión de las dife-
rencias entre agentes y estructura, donde el ascendente reconoce las propiedades de los
agentes, implicando esto la reducción de la estructura a las propiedades de los agentes,
y siendo la estructura un epifenómeno en la vida social. El conflacionismo descendente
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únicamente reconoce las propiedades de las estructuras allí donde los agentes son tam-
bién reducibles a las propiedades de la estructura, siendo ahora los agentes el epifenóme-
no. Al conflacionismo central, como mutua constitución de agente y estructura, donde
ambos son reducibles al otro, Archer lo denomina elisión.
Una cuarta salida es una teoría como la que propone Archer: la teoría no conflacio-
naria, que sería una teoría decididamente dualista, en la cual los agentes y las estructuras
tienen propiedades autónomas. Este tipo de salida podría entenderse como ‘estructura-
agente-estructura’, como forma de poder dar cuenta de los procesos de transformación
a que son sometidos tanto los agentes como las estructuras en formas diferenciales de
tiempo y propiedades. Comenzaremos desde Parsons y, siguiendo la línea sistémica,
abordaremos a Luhmann como conflacionistas descendentes, aunque con diferencias
relevantes; una segunda línea la constituye la teoría de la elección racional de Jon Els-
ter, como conflacionista ascendente, para avanzar en los procesos de las teorías de la
estructuración con Giddens como conflacionista central, y con Archer con la teoría del
realismo morfogenético como teoría no conflacionaria.

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De todos los posibles esquemas teóricos que Parsons introduce en su teoría, el proble-
ma fuerte es dar cuenta del orden social, de un orden social preformado a la sociología
y que se forma constantemente a raíz de las acciones de las personas. La necesidad de
poder argumentar este elemento de continuidad de la sociedad ‘en’ y ‘a pesar del’ tiem-
po, es la gatillante de su actividad intelectual, que implica que el problema no es solo
el nacimiento del orden, como en el dilema de Hobbes, sino la misma continuidad
de este orden. Tal necesidad aparece muy temprano en su obra de la estructura de la
acción social, donde enfrenta el problema de cómo la acción no es simplemente acción
individual, pues esta no soporta el problema de la continuidad en el tiempo y, así, ella
no es aislada sino que es un nudo de hilos recíprocamente conectados con otros hilos
(Parsons 1968:899). Estos hilos de acción recíprocamente orientados pueden descom-
ponerse en sus partes más simples, las que constituyen los actos unidad; y son estos
últimos los que componen los sistemas sociales. Parsons ocupa sistemáticamente tanto
la idea de sistema social como la de estructura; sin embargo, estructura tiene una con-
sideración distinta, ella es una forma del sistema social o el sistema social tiene una
estructura por medio de la cual se viabiliza la posibilidad de que el sistema social sea un
sistema. El sistema en Parsons hace directa referencia a las orientaciones recíprocas de
las acciones de los actores, y la estructura al modo en que realizan estas orientaciones
recíprocas. De ahí que se pueda entender que en la diferenciación sistémica se distin-
guen funciones: sistemas culturales, sistemas sociales y sistemas de personalidad en el
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plano del esquema general de acción; y sistemas políticos, económicos, societarios y


fiduciarios en los sistemas sociales. En la diferenciación estructural, por su parte, se
distinguen niveles: los valores a nivel de la estructura general de la acción, las normas
en el nivel del sistema social, las colectividades a nivel de las comunidades societarias y
los roles a nivel de las personalidades, siendo el concepto de rol la unidad y el concepto
límite de la estructura. La estructura en Parsons son nudos de acción recíprocamente
orientados, anteriores a los individuos –como en el concepto de rol-estatus–, pero esta
coordinación no es propia del concepto de estructura, ya que depende de las condicio-
nes de una categoría superior, como es la de sistema. De esta manera, las propiedades
de la estructura se realizan a través del concepto de sistema, que tiene la condición de
un imperativo sobre la estructura, algo que debe cumplirse.
La categoría central de Parsons, entonces, es la de sistemas sociales de acción, la cual
es una cierta forma de organizarse de la acción: “la interacción de los actores individuales
tiene lugar en condiciones tales que es posible considerar este proceso de interacción
como un sistema (en el sentido científico) y someterlo al mismo orden de análisis teó-
rico que ha sido aplicado con éxito a otros tipos de sistemas en otras ciencias” (Parsons
1966:23); este sistema organiza las acciones, teniendo una forma estable como la es-
tructura. La estructura misma está formada por acciones, pero estas acciones ya tienen
complejidad. No son simples actos aislados de grupos de individuos en el mundo.
Esta condición compleja de las acciones de los individuos remite al ‘acto unidad’; así,
cada acción es un acto unidad, el cual tiene una trama compleja que implica: actores,
fines, medios, condiciones, normas y temporalidad. Estos actos unidad son relaciones
elementales en las cuales se manifiestan propiedades emergentes a partir de “cierto nivel
de complejidad en las relaciones recíprocas de ciertos actos unidad” (Parsons 1968:896).
Estos tienen la propiedad de necesitar recrearse, ya que están sometidos al tiempo, por
lo que para que se manifiesten las propiedades emergentes deben tener continuidad y re-
gularidad, haciendo con esto que el problema sea cómo se logra la continuidad y la regu-
laridad de los actos unidad y las propiedades emergentes del sistema. Este punto mismo
es lo que Parsons ha condicionado por medio de las propiedades del sistema, primero
con la mediación de los marcos normativos y luego con los prerrequisitos funcionales
que derivarán en el esquema AGIL, lo que intenta constantemente teorizar. El elemen-
to que le da continuidad a los actos unidad se encuentra en el sistema como nivel con
propiedades emergentes; así, no hay acto unidad que no corresponda a una función del
sistema, siendo las funciones prerrequisitos de cualquier tipo de sistema. De esta forma,
en Parsons existe la idea de propiedades emergentes de los sistemas, pero no una teoría
de la emergencia de esas mismas propiedades, que no sea la regularidad y continuidad
de las acciones recíprocamente orientadas que denominamos estructura, formateada por
los prerrequisitos funcionales de todo sistema que es un sistema; esto hace a la teoría de
Parsons estructural funcionalista, algo así como que las formas de acciones recíproca-
mente orientadas están funcionalmente organizadas en sistemas interdependientes. Es
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esta condición funcional y no otra la que consigue la capacidad de darle continuidad a


la sociedad; al mismo tiempo, son estos mismos elementos los que provocarán la evolu-
ción, la cual revela nuevamente el problema de la continuidad, ya que la evolución social
para Parsons es el realce de la capacidad de adaptación, la cual se logra por medio del
doble proceso de diferenciación e integración (Parsons 1986:44).
Los niveles en Parsons tienen propiedades emergentes, pero los niveles complejos so-
meten a sus propiedades los niveles inferiores. Esto, al punto de que Parsons negará que
los sistemas de personalidad, como agencia, tengan la capacidad de actuar sin las condi-
ciones que asigna e integra el sistema social y las orientaciones del sistema cultural. La ca-
texis misma a la cual los sistemas de personalidad son introducidos, garantiza el hecho de
que para Parsons el sistema de personalidad pierda toda capacidad de acción autónoma,
como agencia; esto es, sus propiedades están canceladas. Para Parsons, acción es sistema.
De esta forma, las propiedades emergentes de los sistemas no tienen emergencia en el
sentido definido; la continuidad es una exigencia de los sistemas generales en sus cuatro
prerrequisitos funcionales, de los cuales los sistemas sociales no pueden diferir: adapta-
ción, logro de metas, integración y mantenimiento de patrones. Si bien las sociedades
pueden variar en estructura por medio de la diferenciación, estos cuatro prerrequistos se
mantienen invariantes, no emergen bajo ninguna circunstancia, son imperativos sisté-
micos universales (Parsons 1966:180) y, de esta manera, presociológicos.
El punto de la diferenciación nos pone tanto en el plano de la forma estructural de
una sociedad empírica como en el cómo ha llegado a ser de esta forma. Para Parsons, la
evolución de una sociedad como forma estructural está ligada a las condiciones de com-
patibilidad de los prerrequisitos funcionales y a la estructura que le da continuidad. La
evolución de una sociedad está puesta sobre los problemas de compatibilidad estructural
como imperativo universal de los sistemas sociales, que le dan continuidad a la sociedad.
Así, podemos establecer que en Parsons el problema de la evolución se relaciona con tres
elementos: la asignación de personas a los roles, la asignación de los bienes y la asigna-
ción de las recompensas (Parsons 1968:128), independientemente del subsistema donde
estos tres problemas deban solucionarse. De esta manera, las personas son asignadas por
medio de las formas estructurales en las cuales nacen. Parsons pone el ejemplo de que las
personas nacen dentro de familias, las familias están en una determinada clase social, las
clases sociales responden a las formas de estratificación, y la estratificación, a los impe-
rativos sistémicos. Así, dentro de un sistema que aliente la adquisición de las posiciones,
las personas podrán moverse aspirando a tener mejoras de posiciones dentro del sistema
de estratificación, cumpliendo roles más relevantes respecto del sistema. Este elemento
generará competencia entre las personas, haciendo que el reclutamiento provoque selec-
ción, pero al mismo tiempo pudiendo ampliar las condiciones de especialización, ya que
la presión de la cantidad de personas hace que se deba, por ejemplo, producir siempre
más. De esta manera, las personas enfrentan a los imperativos de los prerrequistos fun-
cionales y a los imperativos de compatibilidad al interior de la estructura.
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Las propiedades emergentes de los sistemas sociales, en tanto marcos orientativos


de acciones recíprocas, no devienen, entonces, de ningún elemento que no sean los
imperativos sistémicos. Así, podemos resumir las cuatro preguntas planteadas en la in-
troducción: la estructura son marcos acciones continuos y regulares; sus propiedades
son integrar a las acciones por medio de las orientaciones recíprocas del sistema social,
como cooperación en el sistema económico, decisiones vinculantes en el sistema políti-
co, lealtades grupales en la comunidad societaria y compromisos de valor en el sistema
fiduciario; la emergencia de estas propiedades son imperativos funcionales; y sus formas
de evolución son las incompatibilidades funcionales de estas propiedades en la estructu-
ra social empírica.

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La teoría de Luhmann ocupa también profusamente la idea de emergencia, sistema y


estructura; sin embargo, la idea de agente o de personas, no es precisamente el concepto
más relevante, dejándolo como un sistema síquico o una representación de expectativas
de los sistemas sociales sobre los sistemas síquicos, pero siempre fuera de los sistemas
sociales. Este comienzo da para acceder a la condición de que esta teoría de sistemas
es también una teoría conflacionista descendente. Luhmann realiza su teoría también
sojuzgado por un imperativo: los avances en teoría de sistemas generales, donde la socio-
logía pareciera atrasarse; llenar esta laguna es parte relevante del proyecto luhmanniano,
a la espera de una revolución teórica para la sociología (Luhmann 1998a:27). Este im-
perativo teórico es la condición de una teoría de sistemas, donde la coordinación de los
sistemas resulta, ya no como en Parsons donde los subsistemas de un sistema complejo
tienen compatibilidad input/output, sino en tipos de sistemas complejos que si bien
realizan este intercambio de información o energía, lo hacen de forma indiferente, sin
tener el imperativo de la compatibilidad. Luhmann identifica esta teoría de sistemas por
medio del concepto de autorreferencialidad de los sistemas frente al entorno, según el
cual cada sistema es una caja negra para los otros e intercambia con ellos por medio de
su propia distinción entre sistema y entorno.
Para Luhmann, un problema como este genera que no podamos hacer teoría social
sobre las personas y las acciones, ya que “la socialidad no es ningún tipo de acción”
(Luhmann 1998a:140); por lo tanto, Luhmann debe hacer un giro hacia un concepto
de socialidad distinto de las personas y de las acciones, que sea compatible con las ne-
cesidades de las nuevas formas de teorías de sistemas y que pueda viabilizar una socio-
logía. Así, Luhmann encuentra en la comunicación con un concepto no trivial de esta,
la base de teoría de sistemas para la sociología, tomando el concepto de comunicación
desde Bateson como ‘una diferencia que hace una diferencia’. Con esto, la pregunta de
qué esta hecha la estructura, está contestada: comunicación. Este elemento da cuenta
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en Luhmann de la idea de socialidad o de lo social, que corresponde a la distinción de


medium/forma (Luhmann 2008, Mascareño 2006); la comunicación es medium y su
forma es un enlace: “Los sistemas, con razón, amplían esta técnica2 creando expectativas
y dándole un valor de estructura, es decir, de enlace” (Luhmann 1998a:282); de esta
manera, la estructura en Luhmann son enlaces de comunicación. Estos últimos son una
forma de interpenetración entre sistemas, que mantiene la diferencia entre sistemas y
entorno, como autopoiesis autónoma y acoplamiento estructural: “El enlace es entonces
la fijación del sentido de las posibilidades abiertas mediante la estructura de un sistema
emergente” (Luhmann 1998a:208).
La segunda pregunta parece ser más compleja: cuáles son sus propiedades. En primer
lugar, la comunicación le sirve a Luhmann para poner en conexión los avances en teoría
general de sistemas y la sociología aparentemente atrasada al respecto; sin embargo, este
elemento es una propiedad externa a la misma sociología. Por lo tanto, las propiedades
emergentes de la comunicación para la sociedad es de lo que se trata, no solo de con-
veniencias teóricas que hagan este puente entre sociología y los ‘avances’ de la teoría de
sistemas contemporánea a Luhmann. La estructura en Luhmann, que ya sabemos es un
enlace de comunicación, como primera propiedad hace referencia a la continuidad de
los enlaces de comunicación, en tanto “el relacionamiento de los elementos más allá de
las distancias temporales” (Luhmann 1998a:259), y esto se logra ya que la estructura es
la “limitación de las relaciones permitidas en el sistema” (Luhmann 1998a:259). Esto es,
hay cosas que la comunicación no permite que sean seleccionadas; ello, ya que la estruc-
tura como enlace de comunicación establece límites de lo esperable como expectativa.
El enlace de comunicación configura una estructura de expectativas, razón por la cual
puede a atravesar el tiempo sin caer en la contingencia. Esta misma limitación de las
selecciones en el tiempo nos provee de cierta seguridad, como la probabilidad de que se
cumpla lo esperado como una expectativa, “[u]n caos sin estructura sería absolutamente
inseguro, eso sería lo único seguro” (Luhmann 1998a:280). Vemos así que el concepto
de estructura en cuanto a sus propiedades está muy cercano a Parsons; las variaciones no
están precisamente en el uso del concepto de estructura.
La estructura en Luhmann tiene una forma de emerger. Precisamente, parte de su
trabajo más importante radica en este punto: la estructura como enlace de comunica-
ción se forma a través de tres selecciones –información, participación y comprensión
entre participantes/sistemas–, las cuales solo pueden conocer aquello que comunican, ya
que, según plantea Luhmann, son cajas negras entre sí. Estos alter y ego comunican y
estas tres selecciones forman esta comunicación, la cual se estabiliza pese a las variaciones
posibles; generando sentido, donde una comunicación se enlaza con la otra con la posi-
bilidad de hacer la misma diferencia frente a la complejidad. La idea de complejidad es

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Esta técnica a la que se refiere Luhmann son las expectativas que sirven para dar continuidad a las selecciones
que realizan autorreferentemente los sistemas.
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también de los requisitos ambientales de la comunicación, que intenta generar sentido


en medio de una maraña de posibilidades. Los sistemas sociales formados por comuni-
cación y los sistemas síquicos formados por la conciencia, se logran coordinar por medio
del sentido, se interpenetran. Este elemento del sentido es un enlace de comunicación,
y aquí llegamos a un punto gravitante: el sentido de la comunicación, por ejemplo en
un sistema interaccional, es distinto de los participantes, es entorno de ellos. Para la
comunicación estos sistemas son entornos, ya que esta se forma como sistema, emerge
de las comunicaciones entre los sistemas, que serían su medium, y toma una forma, la
que se realiza por una hipótesis fuerte de Luhmann tomada de la biología: autopoiesis
(Maturana y Varela 2006). La autopoiesis de los sistemas es la fuente de emergencia de
las estructuras sistémicas, que son formas de enlaces de comunicación entre sistemas.
Entonces, ya la misma comunicación es la emergencia de una estructura, porque tiene
medium y forma. Esto genera una distinción en la complejidad, diferencia que es sentido
que el otro debe seguir de forma de permanecer en la comunicación, o bien rechazar,
invocando una nueva diferencia que implica a su vez una nueva variación. En principio
este elemento es doblemente contingente, sin embargo esto constituye solo un mode-
lo, sin existir las situaciones de “doble contingencia pura” en la vida social (Luhmann
1998a:125); de hecho, la emergencia de la estructura hace que pierda contingencia e
imponga las selecciones ya realizadas. Así, alter y ego logran coordinarse, ya que el en-
lace de comunicación permite algunas comunicaciones y otras no, ya que se altera el
sentido. De esta manera, un sistema interaccional es ya estructura y es ya emergente;
sin embargo, tiene el problema de no poder garantizar la continuidad. En este punto,
Luhmann considera que hay varios tipos de sistemas más, como los sistemas organiza-
cionales y los funcionales; estos sistemas, que se forman de la misma manera, tienen la
condición de ser más estables en el tiempo y menos ductiles a la interferencia de otras
comunicaciones. Si los sistemas interaccionales se forman en copresencia, los sistemas
organizacionales lo hacen en el plano de un conjunto de expectativas que reglan las for-
mas de membrecía, y los sistemas funcionales se forman por roles a cumplir dentro del
conjunto de la sociedad (Rodríguez y Arnold 1992). Estos dos últimos sistemas son más
estables y son la base para pensar la idea de estructura en el sentido de las propiedades
que hemos descrito antes.
Estos enlaces de comunicación tienen, como anticipamos, un rol fundamental en la
evolución social, tema que no es ajeno a Luhmann, para quien la evolución depende de
la estructura de la comunicación social. Para Luhmann hay principalmente tres formas
de evolución que se relacionan para dar cuenta de la sociedad: la segmentación, la estra-
tificación y la diferenciación funcional. Estos tres tipos de formas societales se generan
a través de la combinación de los principios de “sistema/entorno” y de la “igualdad/
desigualdad” (Luhmann 1998b:76). La primera forma societal es efectivamente la mul-
tiplicación de sistemas homogéneos; la estratificación, la generación de sistemas des-
iguales; y la última, de sistemas funcionales especializados. Volviendo a nuestro punto,
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estos tres tipos sociales no son sino los resultados de los históricos modos en que los en-
laces de comunicación han variado y estabilizado, seleccionando unas comunicaciones
y deseleccionando otras. Sin embargo, esto aún no resulta indicativo. Es cómo se pasa
de un modo societal a otro lo que define una teoría de la evolución y no los estadios
de los modos; tampoco resulta volver sobre los mecanismos de emergencia de sistemas
por medio de la autopoiesis simple, ya que estaríamos repitiendo un patrón que no res-
peta las condiciones de la estructura y acepta la contingencia pura, cosa que el mismo
Luhmann rechaza –como ya lo advertimos (Luhmann 1998a:125)–; y, de hecho, sería
contrario a la idea de que estos tres estadios evolutivos se forman de la combinación de
sistema/entorno e igualdad/desigualdad. Luhmann ocupa la idea de logro evolutivo,
pero esto tampoco resulta indicativo respecto de la evolución, y solo implica cierta eva-
luación de las condiciones de cambio o reproducción improbable frente al modelo de la
doble contingencia. Sin embargo, Luhmann nos ofrece el elemento que necesitábamos
para cerrar este punto:

la historia de la evolución sociocultural, basada en la comunicación […] po-


dría entenderse como una especie de acontecimiento hidráulico de represión
y distribución de un problema. Cuando uno de los problemas se resuelve, la
solución de los demás se vuelve más improbable […] Desde el momento en
que la escritura alfabetizada hace posible llevar las [sic] comunicación más
allá del círculo limitado temporal y espacial de los presentes, ya no se puede
confiar en la fuerza avasalladora de la exposición oral, hay que argumentar más
objetivamente. (1998a:158)

Pero, como diría Luhmann, esto no puede garantizar la comprensión de la comu-


nicación; simplemente no se puede tener control de ella, no solo a nivel interaccional
sino que aun menos en la comunicación escrita, razón por la cual podemos decir que la
evolución en Luhmann funciona por medio de excesos de sentido. Esto, debido a que
no se sabe ni se puede saber qué tipo de comunicación de los sistemas alcanzará un aco-
plamiento estructural con qué sistema; sin embargo, el sentido no es aleatorio, puesto
que las posibilidades están contraídas a lo que las estructuras establecen como selección.
La evolución es un efecto no deseado o no buscado de los acoplamientos estructurales
entre sistemas y estructuras. Así, mientras más vertiginoso pueda ser un medio de comu-
nicación como el lenguaje, los mass media y los medios simbólicamente generalizados,
las posibilidades del exceso de sentido se hacen cada vez más probables, al mismo tiem-
po que las probabilidades de buscar hacer sentido se hacen más improbables, ya que la
complejidad y la diferenciación solo pueden aumentar. Así, evolución es diferenciación
y no progreso, y tampoco avance adaptativo.
En Luhmann vemos que hay claridad respecto de las preguntas planteadas, pero el
recurso de la emergencia de estructura tiene fuertes compromisos presociológicos, ya
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que se basa en una hipótesis fuerte como es la autopoiesis. El programa de Luhmann se


basa en darle posibilidad a este concepto en sociología, que avanza un paso más allá de
Parsons en este punto; los sistemas tienen ahora una teoría consistente de su emergencia
y evolución. La emergencia de la estructura es de tipo fuerte, recreada constantemente
por medio de las actualizaciones de las comunicaciones que la estructura, al tomar for-
ma, estimula, restringiendo las posibilidades, y estas resultan ser las que son y no otras.

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La teoría de Jon Elster puede ser descrita como individualismo metodológico; no es


simplemente teoría de la acción racional, ya que parte de su obra destaca los elementos
irracionales del comportamiento humano (Elster 2003). En la relación agente/estructu-
ra, esta teoría es principalmente una teoría del agente; el individualismo metodológico
(esto no implica solo individuos humanos, las instituciones también pueden compor-
tarse como tales) tiene como elemento central en su explicación de las conductas las
decisiones racionales e irracionales que toma un individuo o un conjunto de individuos
en su medio. Desde el problema que hemos puesto a trabajar de agente y estructura,
Elster no reconoce el concepto de estructura, pero habla de circunstancias, normas e
instituciones como elementos distintos de los individuos con los cuales estos deciden
racionalmente. De esta forma, se puede proceder a contestar las preguntas planteadas
en nuestra introducción. El comienzo no puede ser más demostrativo: “La unidad ele-
mental de la vida social es la acción humana individual. Explicar las instituciones y el
cambio social es demostrar de qué manera surgen como el resultado de la acción y la in-
teracción humana” (Elster 2003:23). Así, el concepto de estructura que se puede poner
en operación por medio de las circunstancias externas, como medio ambiente, normas
sociales e instituciones, es resultado de la acción humana; la estructura está hecha de
acciones e interacciones. Sin embargo, es el concepto de institución el símil de la idea
de estructura. Como buen analítico, Elster las define como “un mecanismo que pone
en vigencia reglas. Las reglas rigen la conducta de un grupo bien definido de personas
mediante sanciones externas y formales” (Elster 2003:146). Obviamente, hay otro tipo
de reglas, como las sociales, las cuales son internalizadas (como en los conceptos clásicos
de socialización) y reglas de regulación informal, como la reprobación. De todas formas,
las instituciones se pueden formar a través de las reglas internalizadas y de las reglas de
regulación informal, siendo de algún modo una escala de formalización y de imperium
sobre la conducta individual la que las separa.
Hasta el momento vemos que la estructura es una institución, y viene entonces la
pregunta de cuáles son sus propiedades, su utilidad social, dirían los teóricos de la elec-
ción racional. De hecho, parte de la argumentación de Elster es que las instituciones
sirven, no son irracionales. La principal propiedad de las instituciones, en un sentido
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fuerte, es evitar que la sociedad se desmorone: “las instituciones nos protegen de las
fuerzas destructivas de la pasión y del interés propio” (Elster 2003:146). Esta propiedad
resulta muy relevante, ya que la estructura, y en este caso las instituciones, cumplen el
rol de darle continuidad a la sociedad. No hay vida social posible sin instituciones; si no
estaríamos en un estado de naturaleza, como lo planteaba Hobbes, un estado contin-
gente sin más expectativas que no sean la competencia individual. De hecho, para Elster
(2003) este elemento de orden social no garantizado es lo que debe explicar las ciencias
sociales. Este punto sería el que permite a las instituciones lograr coordinar las acciones
de individuos racionales sin que estas devengan en constantes pugnas. Así, esta propie-
dad general se puede especificar en la idea de que las instituciones generan permisividad,
prohibiciones y dificultades para nuestra acciones (Elster 2003). Las instituciones son
parte de nuestro medio, con el cual se racionaliza la acción; ellas están integradas a los
juegos de acción racional que nos planteamos todos los días. Hasta el momento, el argu-
mento de Elster es limpio; las instituciones son parte de la vida social, están hechas de ac-
ciones e interacciones (aunque todavía no precisamos cómo), y tienen fines útiles como
la continuidad de la sociedad, permitiendo, prohibiendo y dificultando. Sin embargo,
aún no sabemos cómo se forman o, directamente, cómo emergen o cómo evolucionan,
aunque se debe advertir que ni la idea de emergencia ni la de evolución son parte de los
conceptos que ocupa Elster.
Las menciones a estas preguntas no son claras, no hay una teoría sistemática en Els-
ter, pero tiene algunas ideas que pueden hacer este nexo como un proxy de una teoría de
emergencia, lo que es ya una diferencia al menos con otros teóricos donde este punto no
es relevante. En Elster, la idea de que las instituciones se forman por acciones e interac-
ciones es el punto a seguir; no obstante, esto incluye nuevas condiciones para desarrollar
el argumento. Si varias personas toman la misma decisión, los resultados pueden ser
contraproducentes, como en el caso de la contrafinalidad, claramente expuesto en el
caso de la erosión (Elster 2003); esto hace que todos estén peor de lo que estaban antes
de la acción, esto es: perseguir los beneficios individuales provoca perjuicios colectivos.
Al revés, puede darse el caso de que se generen provechos para todos siguiendo los be-
neficios individuales, como en el caso de la mano invisible del mercado. Estos daños o
beneficios son las llamadas externalidades; estas nos ponen en el problema de ciertos
resultados de las acciones presentes, que generan directos efectos sobre las acciones futu-
ras. Elster argumenta que no siempre nuestras acciones se ven frustradas, ya que eso sería
una sociedad de personas que no pueden planificar sus vidas, aunque sea a corto plazo,
y se pierde el orden. Para el autor, las personas pueden desarrollar formas cooperativas
y coordinaciones que permitan resolver las externalidades negativas, ya que estas exter-
nalidades se han transformado ahora en ambiente en un nuevo elemento a someter al
raciocinio. Este raciocinio puede ser de las mismas personas por medio de acuerdos, o de
otras instituciones como el estado, que puede imponerlas por la fuerza. De esta forma,
las externalidades negativas pueden, tanto como las externalidades positivas, convertirse
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en modelos de acción con posibilidad de constituirse en instituciones. Con este elemen-


to hemos ganado un punto en nuestro argumento: las instituciones o estructuras pueden
tanto limitar como habilitar las acciones e interacciones y esto se forma por medio de la
reflexividad racional de los agentes.
Estas condiciones, de poder poner los planes a funcionar con algunas externalidades
relativamente controladas, hacen posible el orden de la sociedad, el cual para Elster se
identifica con la idea de equilibrio. Al respecto Elster da cuenta de uno de sus puntos
relevantes: las instituciones que emergen deben ser útiles, de otra manera pierden su con-
dición de institución: “El equilibrio debe entenderse como un estado en que los planes
de las personas son coherentes entre sí” (Elster 2003:104). Luego de esto, extraemos el
corolario: las instituciones y las personas encuentran puntos de equilibrio; sin equilibrio
no hay orden social, y esto solo se logra cuando podemos incorporar las posibles externa-
lidades dentro de nuestros planes como expectativas racionales, como parte del ambiente
de nuestra racionalización. En este ambiente, las instituciones pueden garantizar la fuerza
imperativa de otras instituciones, o personas pueden generar formas de cooperación no
imperativas, ante la expectativa de resultados mejores que si lo hicieran sin cooperación.3
De esta manera, las instituciones son modelos de acción estratégicos que generan gra-
dientes de racionalidad óptima en los agentes, como sucede en el caso de los equilibrios
de Nash o en el dilema del prisionero. El problema del equilibrio, como coherencia de
planes de las personas, hace que se desprenda de aquí mismo el problema de la evolución
o, como lo llama Elster, el cambio social. Este se produce por la pérdida de equilibrio, por
el incumplimiento de expectativas. “La sorpresa subjetiva y no la novedad objetiva es el
cuño del cambio social. En el equilibrio no hay sorpresas, por lo tanto el cambio social
es un fenómeno fuera del equilibrio” (Elster 2003:158). Este punto es relevante, ya que
la sorpresa objetiva podría no tener grandes posibilidades de cambiar el equilibrio, pues
sería incorporado como ambiente, pero la imposibilidad de generar planes y coordinar
esos planes hace que se produzcan estados alejados del equilibrio y por lo tanto evolución
de las expectativas racionales.
Si bien el intento de Elster es explicar todo desde el individualismo metodológico,
nos ha servido para poder plantear nuestras preguntas, en las cuales vemos que las ins-
tituciones simplemente tienen una posible respuesta a la pregunta de su emergencia o
creación. La base de esta respuesta siempre se halla en los agentes; las instituciones tienen
propiedades emergentes, pero en un sentido débil se pueden explicar por los niveles in-
feriores, que es la base del individualismo metodológico.

3
Hay que tener cuidado en este punto, sobre todo por el posible argumento de gradientes de adaptación que
funcionen teleológicamente. Nada más alejado de las ideas de Elster. Se podría aceptar el primer elemento,
pero no el segundo; el equilibrio puede perderse, las instituciones pueden dejar de funcionar, el que una se
resuelva puede generar problemas en otra; sin embargo, esto no nos lleva a la indeterminación como en los
conceptos de complejidad de tipo luhmanniano.
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Nuestro siguiente autor es quizás uno de los más avanzados en este punto, ya que asume
las críticas de agente/estructura de la teoría sociológica sin parecerle una salida pertinen-
te el mantener esta dualidad. Giddens será uno de los teóricos que se mantendrá en el
canon sociológico para proceder a la construcción de su teoría. Para él, el problema de
la teoría sociológica está puesto sobre dos imperialismos teóricos; el primero es el de “ac-
ción, sentido y subjetividad y su nexo con nociones como estructura y constreñimiento”
(Giddens 1995:40). De este modo, la teoría de la estructuración intenta poner fin a
estos dos tipos de claves teóricas del canon sociológico; así, para Giddens el dominio
primario no está puesto ni en los agentes que tienen subjetividad ni en las estructuras
como elemento objetivo, sino en “prácticas sociales ordenadas en un espacio y tiempo”
(Giddens 1995:40).
Este elemento es el punto central del estudio de las ciencias sociales en general. Esta
partida no puede ser más indicadora: las estructuras que forman parte de la teoría de
Giddens solo podrían formarse por medio de estas prácticas sociales ordenadas en un
espacio y tiempo; así, la primera pregunta está lista, la estructura ha de formarse de las
actividades sociales de las personas situadas en espacio y tiempo. Giddens nos da otra
pista: estas prácticas sociales se recrean constantemente, son recursivas –vuelven sobre
sí mismas– a través de la reflexividad, implicando esto último “el carácter registrado del
fluir corriente de una vida social” (Giddens 1995:41), sin registrar únicamente sus acti-
vidades sino también las del resto, esperando a su vez que el resto haga lo mismo. Estos
elementos de registro le dan a los agentes la posibilidad de fluir de manera relativamente
automática en la vida social. Así también, en la idea de conciencia práctica las inten-
ciones y/motivos solo aparecen en momentos desconcertantes, cuando aparece un tipo
de conciencia llamada discursiva (Giddens 1995). Ahora, como se puede notar, todos
estos elementos son propios del agente, sin embargo, tienen consecuencias relevantes
en la idea de estructura de Giddens. La estructura denota en Giddens “las propiedades
articuladoras que consienten la ligazón de un espacio-tiempo en sistemas sociales: las
propiedades por las que se vuelve posible que las prácticas discerniblemente similares
existan a lo largo de segmentos variables de tiempo y espacio, y que presten a estos una
forma sistémica” (Giddens 1995:54). Como se muestra en esta cita, la estructura tiene el
aspecto de la continuidad espacio-temporal de unas prácticas similares.
El concepto de estructura de Giddens es de carácter relacional y tiene tres niveles,
desde el más abstracto hasta el más concreto: “Principios estructurales: principios de
organización de totalidades societarias, Estructuras: conjunto de reglas y recursos que
intervienen en la articulación institucional de sistemas sociales y Propiedades estructu-
rales: aspectos institucionalizados de sistemas sociales que se extienden en el tiempo”
(Giddens 1995:215). Esto nos pone en la búsqueda de la segunda respuesta: cuáles
son sus propiedades estructurales, y al respecto el punto de Giddens no puede ser más
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específico: permitir la continuidad, lo que logra por medio de elementos como las reglas
y recursos que se utilizan en la reproducción de las estructuras. Ahora, fuera de esta
propiedad de corte filosófico, nos podemos adentrar en cómo lograr realizar esta conti-
nuidad. Para Giddens, las estructuras articulando instituciones permiten la continuidad,
ya que tienen la propiedad de habilitar y restringir prácticas (Giddens 1995) a través de
sus dimensiones de significación, dominación y legitimación. Cada una de estas dimen-
siones tiene reglas y recursos propios, lo que da cuenta de la posibilidad de la similaridad
de las prácticas de los agentes, pues permiten comunicarse, tomar decisiones vinculan-
tes y sancionar imperativamente con consenso social. Como vemos, estas dimensiones
estructurales de los sistemas sociales, como los llama Giddens, nos permiten remitir la
respuesta a las preguntas de cuáles son las propiedades de la estructura, pero el problema
viene de inmediato: cómo llegan a surgir las instituciones o los principios estructurales,
tomando en cuenta que la estructuración se entiende a sí misma como: “Condiciones
que gobiernan la continuidad o transformación de estructuras y, en consecuencia, la
reproducción de sistemas sociales” (Giddens 1995:43).
Uno de los problemas del concepto de estructura de Giddens es el hecho de que
no acepte la idea de propiedades emergentes, como lo señala en su crítica a la idea
de constreñimiento en Durkheim (Giddens 1995:201). De este modo, si bien hay un
concepto de estructura y hay un concepto de instituciones, con principios estructurales
y dimensiones, estas no son sino propiedades de las cuales son portadoras los agentes
en sus prácticas sociales (Giddens 1995:200), llevando un argumento contra la idea de
constreñimiento como base de los hechos sociales, donde la posibilidad de la acción hu-
mana está limitada, afirmando de modo fuerte: “La teoría de la estructuración reemplaza
esta concepción por otra según la cual una estructura se urde en la misma libertad de
acción que en las diversas formas de sociología estructural, aparece como una categoría
residual e inexplicada” (Giddens 1995:204).
Podemos encontrar un parecido respecto de la teoría del individualismo metodoló-
gico: las estructuras sociales, si bien no tienen propiedades emergentes, tienen una deri-
vación de las prácticas de los agentes, las cuales se hacen portadores de las propiedades
estructurales por medio del registro en sí mismos de estas prácticas. Entonces se produce
teóricamente, aunque Giddens lo destaca como un comienzo, la idea de dualidad de
la estructura, donde agente y estructura se despliegan mutuamente. Así, en los agentes
la estructura funciona en sus prácticas y no fuera de ellas, la conciencia práctica las va
naturalizando; afirma Giddens que mientras mayor tiempo posean las prácticas y mayor
espacio cubran, más difíciles serán de transformar. Son las prácticas, entonces, las por-
tadoras de las propiedades estructurales, pero estas no pueden realizar sus propiedades
si las prácticas mismas no se reproducen. De esta forma, Giddens completa el cuadro
como un conflacionista central; sin embargo, no aparece el problema de la formación
y ya no emergencia de las estructuras. Hay una respuesta para esto y está predispuesta:
rutinización. La rutinización de las prácticas sociales se logra por medio del registro
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reflexivo de los agentes, los cuales con las conciencias práctica y discursiva del mundo,
generan expectativas cruzadas, sedimentando propiedades estructurales que limitan y
habilitan las prácticas. Las estructuras son un algo que realizan los agentes, como reglas
y recursos que vienen adosados a sus prácticas.
La evolución social, que es un concepto que aparece fuerte en Parsons y en Luh-
mann, es rechazado por Giddens, quien vuelve sobre la idea de cambio social, al igual
que Elster. Para Giddens, la vida social es en principio contingente, pero las propieda-
des estructurales de las prácticas le dan continuidad; “todo cambio social es coyuntural”
(Giddens 1995:272) e implica pérdida de continuidad de las propiedades estructurales
de las prácticas de los agentes, lo que a su vez implica un cambio social expresado en la
desorganización y reconstrucción de las instituciones y las relaciones entre estas, al punto
de poner en entredicho los principios estructurales en que se basa una institución. De esta
manera, el problema estará en la disponibilidad de los recursos y las reglas que forman las
estructuras; si hay cambios en esta disponibilidad se producirán cambios en la estructura
y pueden derivarse hasta los principios estructurales, como un cambio profundo.

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STPRc^aTb\dTac^b)0aRWTa

La teoría de Archer se presenta a sí misma como una teoría donde se utiliza como pro-
fusión las ideas de agente, estructura, cultura y propiedades emergentes. Su construc-
ción directamente dualista, sin entrar aquí en las definiciones epistémicas que defien-
den este punto, hace que se deba producir necesariamente una teoría de la emergencia
de propiedades emergentes tanto de la estructura como de la cultura y los agentes.
Archer identifica esta teoría como una “historia analítica de su emergencia que explique
por qué las cosas son así y no de otro modo” (Archer 2009:232); esta historia analítica
implica lógicamente nuestra pregunta por teoría de la emergencia de las propiedades
emergentes de la estructura. Para Archer, la estructura es uno de los dominios donde
se generan propiedades emergentes, la cultura es otro dominio y el agente otro, pero
el punto que nos convoca en este trabajo es efectivamente la estructura. La estructura
en Archer, como continuadora del principio de la teoría de la estructuración, se forma
como resultado de actividades agenciales, las que, en el caso de Archer, tienen una an-
terioridad temporal a los agentes que las realizan; de esta forma, estructura y agente tie-
nen una diferencia de temporalidad. Esta anterioridad le da a la estructura la condición
de no variación conjunta con el agente, ya que la estructura tiene poder causal sobre las
actividades, pero los agentes pueden “resistir, repudiar, suspender o dar un rodeo a las
estructuras” (Archer 2009:267). Con este breve punto sobre la postura metodológica
del dualismo morfogenético, podemos avanzar sobre la noción de estructura, tomando
en cuenta que el concepto de cultura también juega un papel en esta teoría, pero que
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aquí solo mencionaremos. La estructura en Archer hace referencia a las condiciones


materiales, y la cultura, por lo tanto, a las condiciones ideacionales; la estructura man-
tiene el carácter relacional de Giddens y se define como: “aquellas relaciones internas
y necesarias que implican recursos materiales, ya sea físicos o humanos y que generan
poderes causales que son parte de la propia relación” (Archer 2009:244). Hay que en-
tender, luego de esto, que las sociedades empíricas se forman de estas estructuras; sin
embargo, no se agotan en ellas sino que deben ser incorporadas las causas eficientes de
las actividades de los agentes, como juego mutuo temporalmente diferenciado entre
estructuras y agentes.
La pregunta entonces de las propiedades emergentes de la estructura puede respon-
derse simplemente por medio del condicionamiento, que puede tomar la forma de ha-
bilitación y de limitación; no obstante, al igual que en Giddens, esto en Archer resulta
vago. Archer nos vuelve sobre un elemento muy clásico: las estructuras colocan a los
agentes en niveles posicionales diferenciales, establecen roles a realizar y generan relacio-
nes entre las instituciones. De esta forma, las propiedades de las estructuras se pueden
diferenciar bien de los agentes, las posiciones son involuntarias a los agentes, los roles
son distintos de ellos y las instituciones los relacionan. Ahora, el punto fuerte de nuestro
análisis es poder indagar respecto de las condiciones de la emergencia de estas propie-
dades emergentes de las estructuras; la pregunta es cómo emergen estas estructuras. El
dualismo morfogenético parte con la idea de que hay una estructura anterior; se trata de
una teoría morfogenética ante la cual debemos esperar una teoría de la transformación,
donde debe estar involucrado el agente; esto impone el problema de cómo es que llega
a existir una estructura frente al agente. Sin embargo, Archer otorga una pista: la idea
de consecuencia no deseada (Archer 2009:229) que da forma a la estructura, pero este
elemento no debe comprenderse en el sentido de Elster, según quien la consecuencia no
deseada se incorpora a la acción racional del mismo agente de forma contemporánea.
Las consecuencias no deseadas deben entenderse como elementos de tipo histórico, en
tanto situaciones a las que se enfrenta cada generación respecto de las actividades de la
anterior. La estructura son situaciones objetivas generadas por actores muertos, recor-
dando la metáfora. Un punto elemental aquí es que la sociedad no es moldeable según
cada generación, ya que cada generación se enfrenta a condiciones no deseadas. Enton-
ces, no se trata de contrafinalidad, analizada como subóptimo general.
Para Archer, el problema de cada generación reside en las situaciones en las cuales
las han dejado las generaciones anteriores; por lo tanto, el problema está en las situa-
ciones posibles de generar en la relación estructura/agente. Estas situaciones pueden
llevar al punto de lo que se denomina ‘elaboración estructural’ como punto final de
un rizo morfogenético. Las situaciones que generan los sistemas sociales como relacio-
nes estructurales entre instituciones son la complementariedad, la incompatibilidad y
la compatibilidad, entendiendo la primera como relaciones entre las que se establecen
relaciones suplemento entre sí; la segunda es una relación de contradicción entre sí; y la
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tercera, una relación de coordinación autónoma. Como estos elementos de relaciones


estructurales están sometidos al tiempo, una institución pueden entrar en relación con
otra sin mediar la reflexividad; así, las lógicas de complementariedad, incompatibilidad
y compatibilidad pueden tomar las condiciones de contingentes o necesarias. Si enu-
meramos tenemos cuatro lógicas situacionales de las estructuras: complementariedad
necesaria, incompatibilidad necesaria, incompatibilidad contingente y compatibilidad
contingente (Archer 2009:297). Estas lógicas situacionales dan lugar a posibilidades
para los agentes que dan cuenta del juego mutuo y no conflacionario de estructura y
agente: la complementariedad necesaria genera ‘protección’; la incompatibilidad nece-
saria, ‘compromiso’; la incompatibilidad contingente, ‘eliminación’; y la compatibilidad
contingente, ‘oportunismo’. De esta forma, Archer entiende que la protección, como un
estado de alta integración, produce que el condicionamiento estructural implique mor-
fostasis, ya que cualquier intento de cambio hace que todos puedan estar peor que antes.
Sin embargo, todos los demás estados pueden generar procesos morfogenéticos.
Un problema apenas aparente es el hecho de que lo que presenta Archer es la lógica
de la elaboración estructural que vincula propiedades de la estructura y propiedades
de los agentes, pero no de la emergencia de las propiedades de la estructura. De esta
manera, la emergencia de las propiedades emergentes queda en silencio, aunque solo en
el sentido del origen, sin tener elementos propios que no sean una relación directa a la
reflexividad de los agentes que enfrentan a la estructura; sin embargo, parece estar aquí
la clave del origen. La teoría de realismo morfogenético tiene una relación con la teoría
de la estructuración; su gran diferencia está puesta en “la necesidad de retener, ‘sin per-
sonas no hay estructuras sociales’” (para evitar la reificación) y la necesidad de rechazar
“estas estructuras, dadas las personas aquí presentes” para evitar en caer en el individua-
lismo)” (Archer 2009:213), pero mantiene la idea de que son las personas las que con
sus actividades realizan la vida social, las personas en sus actividades generan relaciones
entre sí de forma intencional; estas relaciones entran en relación con otras relaciones
intencionales, pasando desde un plano agregado hasta uno emergente, haciendo que
las relaciones entre relaciones de una generación sean la estructura de la siguiente, sepa-
rándose temporalmente los del tiempo 1 de los del tiempo 2 (Archer 2009:259) (demás
está decir que para el realismo morfogenético no tiene mucho sentido sociológico bus-
car en la historia humana la primera institucionalización de las actividades humanas, ya
que eso no cambiaría las condiciones actuales, porque precisamente las estructuras no
son virtuales). La reflexividad de las personas hace que se generen proyectos personales
y colectivos, estableciendo relaciones formales o informales entre las personas, pero la
generación siguiente las enfrenta como propiedades emergentes estructurales, ya que
ahora son resultados de los resultados de las interacciones de la generación anterior. De
esta forma, no surge una especie de metapersona o un sistema totalmente autónomo
no relacionado con las personas, que sería el problema de reificación que trata de evitar
Archer.
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Ahora, la posibilidad de la emergencia de las propiedades emergentes de la estructura


en Archer, presenta el problema de la formación como estructuración en el origen, la
relación agregada del tiempo 1 que es una relación emergente –relación entre relaciones–
en el tiempo 2; luego planteará los modelos morfogenéticos de las lógicas situacionales,
que son el punto fuerte del juego mutuo entre estructura y agencia. Estos modelos no
solo permiten dar cuenta de las posibilidades de emergencia de estructuras, como el caso
del oportunismo en las compatibilidades contingentes, sino que dan cuenta al mismo
tiempo de la posibilidad del cambio social. Archer establece este cambio directamente
como “no controlable, no-teleológico, no homoestático, no adaptativo y por lo tanto
impredecible” (Archer 2009:229). De esta manera, se reconoce la condición no con-
flacionaria ni elisionista de la teoría de Archer, pero una explicación sociológica más
sistemática sobre la emergencia de las propiedades emergentes sigue pendiente.4

2^]R[dbX^]TbTbcadRcdaP[TbT\TaVT]cTb

La idea de estructura como concepto medio para la teoría de la sociedad resulta ser un
mecanismo indispensable, más allá de la condición de emergencia fuerte o débil de esta.
Todas las teorías analizadas la ocupan directamente o a través de un concepto símil; en
todos los casos la estructura parece garantizar la solución del mismo problema para la
teoría social: la continuidad de la sociedad y, si se quiere más radicalmente, la conti-
nuidad de la especie, que no soporta la mera condición agregativa de individuos que
persiguen individualmente sus intereses y deseos. La estructura y sus propiedades como
concepto tienen un gran rendimiento para la teoría sociológica, permitiendo explicar
estas condiciones de continuidad del orden social y su transformación por medio de sus
conceptos operativos de condicionamiento en tanto impedimentos y habilitaciones, en
todos los tipos de teorías con relaciones agente/estructura. Así, la socialización normati-
va, los imperativos funcionales, los acoples estructurales, los modelos de acción racional
de los juegos estratégicos, las rutinas naturalizadas, los condicionamientos estructurales
y culturales, cumplen el mismo rol dentro de las teorías de la sociedad. La pregunta que
quedaba entonces era cómo las teorías sociales responden a la emergencia de estos con-
ceptos tan relevantes para la explicación social. Todas las teorías sociales tienen articula-
ciones conceptuales diversas para responder tal pregunta, respuestas que no siempre son
explícitas y deben ser reconstruidas. Así, podemos establecer al menos cuatro criterios
emergentes de evaluación teórica: a) el tipo de emergencia de la estructura social, b) la

4
Es perfectamente posible ordenar este problema, respetando la relación agente/estructura y su juego mutuo
mediante la reflexividad de los agentes. La primera estructura con propiedades emergentes o condiciones in-
transitivas que debieran enfrentar los seres humanos, pueden ser la naturaleza misma y la escasez de recursos.
Suponemos que estas condiciones naturales pueden empujar hacia la generación de instituciones que tengan
posteriormente propiedades emergentes propias, formando estructuras plenamente sociales.
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presencia explícita de una teoría de la emergencia de la estructura, c) el estatus teórico


de la teoría de emergencia de la estructura y d) el problema de la continuidad temporal
de la estructura.
Podemos encontrar teorías de emergencia fuerte en Parsons, Luhmann y Archer,
donde las condiciones de las estructuras de la sociedad son distintas y autónomas de los
individuos, generando constricciones y habilitaciones diferenciadas de estos. Al contra-
rio, tanto en Giddens como en Elster las estructuras tienen emergencia débil y se en-
cuentran al alcance del agente, ya sea por conflación ascendente –como en Elster– o por
conflación central –como en Giddens–; así, las estructuras no toman solidez de realidad
sociológica y quedan reducidas a información en las decisiones racionales o de naturali-
zación virtual en las prácticas sociales. El segundo criterio evalúa la presencia o no de una
teoría de la emergencia, donde es bastante curioso que Parsons no presente una respuesta
explícita a pesar de reconocer la idea de propiedades emergentes en su sentido fuerte. En
cambio, tanto Elster como Giddens presentan una teoría interna respecto de la emer-
gencia débil de las estructuras; y tanto Luhmann como Archer poseen teorías explícitas
respecto de la emergencia de las estructuras. Estos dos primeros puntos son los menos
complejos de explicar; los dos criterios que vienen requieren de mayor argumentación.
El criterio del estatus teórico de la teoría de la emergencia nos transporta a las con-
diciones internas de esta última. En este punto, la teoría sociológica se ramifica relacio-
nándose con distintas tradiciones disciplinares. El caso de Parsons y Luhmann es similar;
la formación de sistemas resulta el elemento problemático: en Parsons funciona por
analogía de cualquier sistema que pueda ser llamado sistema, en tanto cumpla con los
prerrequisitos funcionales; en Luhmann, los sistemas sociales comparten la condición
de sistemas con otros sistemas mediante la autopoiesis de la comunicación. El problema
de esto es que la autopoiesis de la comunicación es un principio que va a hacer existir
socialmente –quizás solo existir– tanto a los sistemas biológicos como a los sociales, abar-
cando desde la sociología hasta la teoría del conocimiento, haciendo que la teoría de la
emergencia de estructura de Luhmann, rebase sus posibilidades sociológicas y responda
con un mismo principio a cualquier evento del mundo como una superteoría. Así, el
compromiso que toma con principios tomados desde distintos campos disciplinares des-
dibuja las posibilidades de explicación sociológica, ya que totaliza la realidad del mundo
por medio de la comunicación: nada es si no se comunica.
El caso de Archer es distinto; ella da cuenta de una posibilidad de emergencia inter-
na a la sociología como las relaciones entre agente y estructura en tiempos diferencia-
dos; los compromisos epistemológicos que toma con el realismo de Bhaskar no totali-
zan la teoría sociológica ni aun menos al mundo, ya que la condición estratificada de la
realidad impide la totalización del mundo bajo un mismo principio, sea este filosófico,
sociológico o biológico. Las situaciones que se forman del esquema de relaciones emer-
gentes entre las instituciones que preceden a las personas que realizan acciones, nos
muestra cómo las formas de emergencia de estructuras resultan del análisis sociológico,
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siendo este mecanismo de emergencia de estructuras uno de los puntos básicos de la


teoría de Archer. El estatus entonces de la teoría de la emergencia que se encuentra en
Archer es social, sin que esto implique que toda la realidad sea social y evitando aque-
llos colapsos de realidad a realidad social que se pueden presentar dentro de la teoría
Luhmann.
La teoría de la estructuración y la teoría del individualismo metodológico comparten
posibilidades en este punto, la explicación de la formación de estructuras débiles son
internas a su sociología, ya que se forman los efectos no intencionales de las acciones y
las interacciones que son reincorporadas en las acciones posteriores, generando modelos
como los equilibrios de Nash, en el caso de Elster; para Giddens, la rutinización de las
prácticas van generando las estructuras, ya que estas se adosan a las prácticas propias y
ajenas, generando expectativas, al punto de naturalizarse.
Sobre el cuarto criterio de clasificación, como es el problema de la continuidad de
las estructuras, vemos que en el caso de Parsons la emergencia de la estructura es una
pregunta sin respuesta; carece de proceso de formación, siendo un recurso teórico axio-
mático propio de los sistemas que cumplen los requisitos funcionales de todo sistema. La
continuidad temporal es solo una derivación de la condición de sistema de la sociedad,
está comprometida en ella; la pregunta por la continuidad de la sociedad es su condición
de sistema con propiedades emergentes. Si bien las sociedades requieren acciones de las
personas para seguir funcionando, acción es sistema y el funcionamiento de la sociedad
se basa en su condición de sistema. En el caso de Luhmann presenta una diferencia
importante, como consecuencia de poseer una teoría de la formación de las estructuras.
Si bien esta formación es independiente de las personas y es un efecto autopoiético
del proceso constante de comunicaciones –las cuales cada vez se hacen más especia-
lizadas, generando mayores niveles de improbabilidad de las mismas comunicaciones
que las constituyen–, resulta menester reproducir las comunicaciones constantemente,
actualizarlas, en el lenguaje de Luhmann, para que los sistemas sociales operen. De esta
forma, la teoría de Luhmann resuelve el problema de Parsons, respecto de cómo es
posible la emergencia de los sistemas y sus estructuras, pudiendo explicar teóricamente
la emergencia y continuidad de la sociedad, elemento que en Parsons se halla en un
vacío teórico. La condición de recreación constante de las estructuras y no de creatio
fundamental es un punto fuerte en la teoría de Luhmann, ganando flexibilidad en las
posibilidades históricas de evolución de las estructuras. En el caso de Elster y Giddens
se hace énfasis también en el problema de la formación de estructura como constitución
constante, dando cuenta de que las estructuras o instituciones dependen de las acciones
de los agentes o de las prácticas agenciales/estructurales. El problema que enfrentan es
que, si bien ganan flexibilidad al igual que Luhmann, presentan contingencia respecto
de los momentos de cambio, ya que todo depende de la información y racionalidad de
los agentes y sus acciones, en el caso de Elster, o de los cambios de conciencia, ya que
las estructuras sociales son virtuales en Giddens. Por lo tanto, la reproducción de una
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estructura depende de su reproducción, y su cambio, de su cambio, asfixiando la posi-


bilidad de explicación sociológica. La teoría de Archer parte desde el punto de que las
estructuras sociales, a pesar de que se forman de actividades humanas, pueden reprodu-
cirse o transformarse por medio de la relación situacional entre agentes y estructuras. De
esta forma, la totalidad de la sociedad no recomienza todos los días, como sería la crítica
a los procesos de formación constante de la teoría de la estructuración. Las actividades
de las personas actuales y las instituciones que forman entran en relaciones agregadas o
emergentes con otras instituciones, siendo para la siguiente generación la estructura a
la que se enfrentan. La estructura social no se reinicia en cada generación ni todos los
días, sino que preexiste a los agentes como modelos de acción que no están a merced de
las voluntades de los agentes, sino que constriñen y habilitan para realizar actividades.
Las instituciones no son simples prácticas reproducidas como en Giddens, sino que son
formas de acción que generan situaciones involuntarias y externas a los agentes.
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