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18 – Páginas 221-227
Sección Reseña de Libros
Économie urbaine et régionale. Logique spatiale des mutations économiques, Economica, Paris,
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Polèse y Rubiera (2009) es un manual solvente que pone al alcance de los estudiantes
de economía y geografía la lógica económica subyacente en los procesos espaciales,
en la organización espacial de la economía, en la estructura espacial de las cosas.
Porque no hay nada más práctico en la vida que una buena teoría, que unos
buenos principios, para comenzar a pensar sobre los problemas; para pensar en este
caso como un economista sobre la geografía que nos rodea. Y aquí está el quid de la
cuestión: la lógica espacial de las cosas es una lógica económica por antonomasia.
La ciencia de la elección tiene su teorema de Pitágoras (aunque no nos percatemos de
ello ni lo expliquemos) y nos pasemos el tiempo haciendo mala historia de las doc-
trinas. El trade off fundamental de la economía espacial, el intercambio entre costes
de transporte y economías de escala, es el abc de la economía que todo estudiante de
ciencias sociales debe conocer, junto al principio de la ventaja comparativa. Si ade-
más de la conocida y celebrada intuición samuelsoniana para recordar el concepto de
coste de oportunidad (cañones o mantequilla), explicásemos que el segundo trade off
es intertemporal (consumo presente, consumo futuro) o espacial (a mayor coste de
transporte, menor aprovechamiento de las economías de escala en los procesos pro-
ductivos; a mayor coste de transporte, mayor dispersión espacial/menor concentra-
ción, y recíprocamente), la primera lección de economía habría matado tres pájaros
de un tiro y habría asentado muy bien el orden económico de la organización espacial
de la economía, un orden en el tiempo y en el espacio.
Ésta es una de las razones por las que conviene tomar un curso de economía
regional y urbana en un grado universitario, una introducción a la geografía económi-
ca, observada con el prisma del economista: para comprender la respuesta que da la
acción humana consciente al reto de las restricciones impuestas por la geografía. Así
podemos entender la sencilla pero profunda fuerza organizadora de la acción humana
sobre el espacio existente; el ingenioso homo sapiens faber decide la asignación de
recursos y da lugar, modela y conforma el entorno que nos rodea y en el cual vivi-
mos de forma cotidiana 3. Un estudiante de economía regional puede perfeccionar
su entendimiento del enorme poder explicativo (y, en menor grado, predictivo) de
la teoría de los precios combinada con la acción humana y las instituciones 4. Una
lógica humilde, porque somos conscientes de la presencia de incertidumbre en todo
proceso de asignación de recursos en el tiempo y el espacio. Una incertidumbre acre-
centada por el hecho de que las decisiones de inversión y de asignación de recursos
en el espacio implican la localización de objetos indivisibles; recuperar los costes de
3
El examen de la condición y naturaleza humana es un filón y un rompecabezas. Un excelente co-
mienzo es el trabajo, con tracción mental a las cuatro ruedas, de Arruñada (2008).
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Hago esta acotación a la luz de la polvareda desatada por el informe sobre el desarrollo mundial del
año 2009, Una nueva geografía económica, del Banco Mundial. La mirada reduccionista del economista
subraya el papel de la acción humana basada en el interés individual como base de la explicación del orden
espacial emergente. Las herramientas analíticas pueden discurrir según la tradición del equilibrio parcial
marshalliano, o por las más ambiciosas del equilibrio general, impulsadas por Walter Isard en la década de
los cincuenta, y que tienen continuidad en los enfoques de la nueva geografía económica à la Krugman.
A propósito de enfoques y contenidos, véanse los trabajos de Hoover (1968) y Moses (1968) y el vol. 50,
febrero de 2010, del Journal of Regional Science, que ofrece una panorámica muy equilibrada de la situa-
ción actual de la investigación regional.
estas inversiones está por ver (de ahí la incertidumbre: si son fijos, genial, hay alguna
esperanza de recuperarlos, pero si son hundidos, vaya problema). Y esos objetos, en
ocasiones, son para la localidad X y no para la Y, de modo que los problemas de ac-
ción colectiva, los juicios salomónicos en el mundo de la política, emergen con tanta
naturalidad como visibilidad en los titulares de los periódicos regionales o nacionales
que pastorean los intereses locales/interregionales en conflicto.
La organización del libro contiene una rica secuencia de planos en nueve capí-
tulos: macro —la existencia de la ciudad—; micro —las causas de la concentración,
en forma de indivisibilidades o de economías de aglomeración—; macro —la región
y las disparidades regionales de renta per cápita y de productividad— y mesoeconó-
micas —el análisis de la estructura de la localización, en el país o en el seno de la
ciudad—. Los aspectos de política son abordados en el capítulo de la sostenibilidad
de la ciudad y las políticas regionales y locales, que tienen su miga. El libro navega
entre la teoría y los hechos, las regularidades empíricas observadas entre países y
continentes, una navegación de la cual cualquier estudiante puede deducir un balance
equilibrado sobre las causas y consecuencias de la existencia de desequilibrios espa-
ciales: en forma de concentración espacial de la actividad (y su complementario, la
dispersión) y de la existencia de agudas y persistentes diferencias interregionales de
renta per cápita y de productividad, en el tiempo y en el espacio. A continuación des-
cribiré el contenido de los apartados, prestando atención a los aspectos más valiosos
para un docente, a la hora de vertebrar un discurso coherente en las clases, y realizaré
un balance crítico de los aspectos susceptibles de mejora (la versión completa de esta
reseña puede encontrarse en www.unioviedo.es/frubiera).
ciencias sociales, del locus clásico centrado en la explicación de las ganancias de-
rivadas del comercio o, como prefiere denominarlo Edmund Phelps, las ganancias
derivadas de la cooperación social 5. Este problema clave para las ciencias de la con-
ducta genera dos tradiciones de investigación en economía, cuando se observan los
procesos de arbitraje y de creación de valor provocados por la conducta humana: el
comercio internacional y la economía regional. La tercera esfera del arbitraje sería la
intermediación financiera, temporal, causa de los males que nos aquejan estos días.
De forma poética, Edgar M. Hoover exprimió al máximo su larga experiencia en
la comprensión de los problemas económicos regionales y espaciales. Las regularida-
des empíricas observables pueden entenderse sobre «tres hechos de la vida»: 1) ven-
tajas naturales en dotación de recursos; 2) economías de concentración, y 3) costes
de transportes y de comunicación. Con un lenguaje más técnico: 1) imperfecta movi-
lidad de factores; 2) imperfecta divisibilidad, y 3) imperfecta movilidad de bienes y
servicios» (Hoover y Giarratani, 1985:5).
El apartado 3) es clave: en las etapas más duras de la historia, los limitados me-
dios de transporte y la distribución de los recursos naturales condicionaron poderosa-
mente los asentamientos humanos. Cualquier estudiante atento a la historia económi-
ca mundial puede comprender fácilmente el papel de la distribución de los recursos
naturales en la localización de ciertas actividades económicas: el carbón, el clima, las
enfermedades, la disponibilidad de agua, la geografía física (montañas, valles, ríos
navegables, etc.) fueron en el pasado poderosas restricciones al desenvolvimiento
económico, que otorgaron a ciertos territorios unas rentas de situación, unas rentas
ricardianas, sobre las cuales se asentaron las bases para un desarrollo no homogéneo
(desigual) en el espacio y en el tiempo. La producción masiva fabril y la aparición
del ferrocarril y de la navegación de vapor, exacerbaron el proceso de concentración
y polarización de la actividad industrial, que se perpetúa en un proceso circular y
acumulativo por las ventajas pecuniarias y no pecuniarias de productores y hogares
para ajuntarse en un número limitado de aglomeraciones urbanas.
Estos poderosos incentivos para la acercanza en la polis, se completan con el
examen de las economías externas de aglomeración, en su doble vertiente, de lo-
calización y de urbanización. El capítulo 3 examina dichos conceptos y presenta
las dificultades para su separación empírica. Y es que la descripción de las causas
microeconómicas de las economías de aglomeración produce pesadillas, monstruos
y circunloquios, que se trasladan a las investigaciones empíricas que pretenden alcan-
zar un santo grial: separar y descomponer en partes todo lo que la interdependencia
generalizada une (lo que el equilibrio general de la cooperación social crea). En este
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Las bases de la convivencia son el tema de la moral y la política (algo que no pasó desapercibido a
Samuelson, quien describió la economía como una ciencia moral, después de aclararla usando las ecuacio-
nes termodinámicas). El examen de la cooperación humana rebasa las fronteras de la ciencia económica y
merece en la actualidad un abordaje desde distintos campos. Pero la aportación central de la tradición ilus-
trada à la Smith, Hume, Ricardo... es el desarrollo de una visión contractual de las bases de la sociedad,
que nos aleja de la ceniza (y realista) visión hobbesiana, inspirada en la experiencia histórica del medievo.
Dios escribe recto con renglones torcidos, pero la visión iluminada de los pensadores ilustrados todavía
puede tener un halo de vida en este complicado siglo xxi.
punto hay que elegir, y yo prefiero quedarme con el atajo de Phelps (1985:105):
«Habría una aglomeración de personas para construir una ciudad —incluso una so-
ciedad diseminada podría tener una ciudad gigantesca— con el fin de beneficiarse
de las economías de escala que supone tener un aeropuerto, un sistema de agua y un
servicio telefónico en lugar de varios». Y a este sencillo punto de partida habría que
añadir las ventajas de un mercado de trabajo urbano masivo, flexible en precios y
cantidades y diverso en ofertas gracias a la cantidad y calidad del capital humano.
Zenou (2009) hinca el diente de forma sistemática a este importantísimo tema, muy
bien apuntado y apuntalado en Polèse y Rubiera (2009:176-177).
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Los costes de transacción forman parte del análisis en lugares estratégicos del manual (pp. 113,
148 y 248).
vas muy amplia en el mundo real, y que los estudiantes de macro conocen muy bien,
por ejemplo, a través de la demanda de dinero, o que los estudiantes de ADE estu-
dian cuando abordan los problemas de investigación operativa de sus operaciones
de inventario. Este modelo es la cuadratura del círculo, porque reúne en una sencilla
fórmula el papel de los costes fijos, la demanda planeada y los costes de transporte o
de transacción, regresando así al tema central expuesto en el tema 2 7.
Balance
Referencias bibliográficas
Arruñada, B. (2008): «Human nature and institutional analysis», en Brousseau, É., y Glach-
ant, J.-M. (eds.), New Institutional Economics. A Guidebook, Cambridge University Press,
Cambridge, 81-99.
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Para situar el papel del modelo de Salop, una referencia indispensable en el campo de la economía
de la competencia monopolística, véase el reciente ensayo de Caplin y Leahy (2010) sobre el devenir de
los modelos (S, s).
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Algunas pruebas empíricas extraídas del mundo académico pueden encontrarse en Kahneman
(2002:184).
Caplin, A., y Leahy, J. (2010): «Economic theory and the world of practice: a celebration of the
(S, s) model», Journal of Economic Perspectives, vol. 24, núm. 1, invierno, 183-202.
Coase, R. H. (1937): «La naturaleza de la empresa», en Coase, R. H., La empresa, el mercado
y la ley, Alianza Editorial, Madrid, 1994, 33-49 (trad. de Guillermo Concome y Borel y
revisión técnica de Carlos Newland y Silvia Tedesco).
Frank, R. H. (1991): Microeconomía y conducta, McGraw-Hill, Madrid, 1992 (traducción de
Luis Toharia y Esther Rabasco; revisión técnica de José Luis Martin Simón).
Hoover, E. M. (1968): «Economía espacial: I. El enfoque de equilibrio parcial», en Sills, D. L.
(ed.), Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Aguilar, Madrid, 1976, 79-83
(edición española dirigida por Vicente Cervera Tomás).
Hoover, E. M., y Giarratani, F. (1985): An Introduction to Regional Economics, 3.ª ed., Alfred
A. Knopf, New York.
Kahneman, D. (2002): «Mapas de racionalidad limitada: psicología para una economía con-
ductual», RAE Revista Asturiana de Economía, núm. 28, septiembre-diciembre, 2003, 181-
225 (www.revistaasturianadeeconomia.org).
Lösch, A. (1938): «The Nature of Economic Regions», reimpreso en Friedmann, J., y Alonso,
W. (eds.), Regional Development and Planning. A Reader, MIT Press, Cambridge, 1965,
107-115.
Moses, L. N. (1968): «Economía espacial: II. El enfoque de equilibrio general», en Sills, D. L.
(ed.), Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Aguilar, Madrid, 1976, 83-89
(edición española dirigida por Vicente Cervera Tomás).
Nourse, H. O. (1968): Economía regional. Estudio de la estructura, estabilidad y desarrollo
económico de las regiones, Oikos Tau, Vilassar de Mar-Barcelona, 1969 (traducción de
J. M. Carreras Puigdengolas)
O’Sullivan, A. (1993): Urban Economics, 2.ª ed., Richard D. Irwin, Homewood.
Phelps, E. S. (1985): Economía Política. Un texto introductorio, Antoni Bosch editor, Barce-
lona, 1986 (traducción de R. Caminal, G. Espinosa, M. E. Tabasco y L. Toharia, y revisión
de A. Bosch).
Salop, S. C. (1979): «Monopolistic competition with outside goods», The Bell Journal of Eco-
nomics, vol. 10, núm. 1, 141-156.
Thompson, W. R. (1968): Un prefacio a la economía urbana, Gustavo Gili, Barcelona, 1971
(traducción de P. Maragall y J. A. García Durán).
Zenou, I. (2009): Urban Labour Markets, Cambridge University Press, Cambridge.