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Uchtdorf
Cuando cumplí once años, tuvimos que abandonar Alemania del Este
repentinamente debido a la orientación política de mi padre. Ahora tenía que asistir
a una escuela en Alemania del Oeste, que en esa época estaba ocupada por
Estados Unidos. Allí, en la escuela, todos los niños tenían que aprender inglés y no
ruso. Aprender ruso había sido difícil, pero inglés me resultaba imposible. Tenía la
impresión de que mi boca no estaba hecha para hablar inglés. Mis profesores
hicieron lo imposible, mis padres sufrieron y yo sabía que, sin duda, el idioma inglés
no era para mí.
Pero entonces algo cambió en mi juventud. Casi todos los días iba hasta el
aeropuerto en bicicleta y observaba el aterrizaje y el despegue de los aviones. Leí,
estudié y aprendí todo lo que pude encontrar sobre aviación: mi mayor deseo era
llegar a ser piloto. Me imaginaba a mí mismo en la cabina del piloto de un avión
comercial o de un avión de combate. En lo profundo de mi corazón, sentí que
aquello sí era para mí.
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28/9/2018 El poder de un testimonio personal - Dieter F. Uchtdorf
Luego supe que para ser piloto tenía que saber hablar inglés. De la noche a la
mañana, para sorpresa de todos, pareció que mi boca había cambiado. Fui capaz
de aprender inglés. Aun así, me costó gran esfuerzo, perseverancia y paciencia,
pero, ¡pude aprender a hablar en inglés!
¿Qué es un testimonio?
Una de nición de testimonio es: “Una solemne atestación en cuanto a la verdad de
un asunto”; procede del término latino testimonium y la palabra testi que signi ca
testigo (“Testimony”, http://www.reference .com/browse/wiki/Testimony; Merriam-
Webster’s Collegiate Dictionary, 11th ed., 2003, “testimony”, pág. 1291).
Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el
término testimonio es una palabra entrañable y familiar en nuestras expresiones
religiosas. Es tierna y dulce, y siempre conlleva cierto carácter sagrado. Cuando
hablamos del testimonio, nos referimos a sentimientos del corazón y de la mente,
en lugar de una acumulación de hechos lógicos y estériles. Es un don del Espíritu,
una atestación del Espíritu Santo que indica que ciertos conceptos son verdaderos.
Al testi car, declaramos la veracidad absoluta del mensaje del Evangelio. En una
época en la que muchos perciben la verdad como algo relativo, una declaración de
veracidad absoluta no es algo muy popular, ni parece ser políticamente correcto ni
oportuno. Los testimonios de las “cosas como realmente son” (Jacob 4:13) son
audaces, verídicos y vitales porque tienen consecuencias eternas para la
humanidad. A Satanás no le disgustaría que declarásemos el mensaje de nuestra fe
y la doctrina del Evangelio como algo que cambia en base a las circunstancias.
Nuestra rme convicción de la veracidad del Evangelio es un ancla en nuestra vida;
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Dios vive, Él es nuestro amoroso Padre Celestial y nosotros somos Sus hijos.
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Habrá quien diga: “Yo no puedo creer; no soy religioso”. Piensen en esto: Dios nos
promete ayuda divina aun cuando sólo tengamos el deseo de creer, pero debe ser
un deseo real y no uno ngido.
Debemos venir a Cristo y seguir Sus enseñanzas. El Salvador enseñó: “Mi doctrina
no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios,
conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:16–
17; cursiva agregada). Y también dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”
(Juan 14:15).
Cuarto: Meditar, ayunar y orar. Para recibir conocimiento del Espíritu Santo,
debemos pedírselo a nuestro Padre Celestial. Debemos con ar en que Dios nos
ama y que nos ayudará a reconocer los susurros del Espíritu Santo. En el Libro de
Mormón se nos recuerda:
“…cuando leáis estas cosas… recor[dad] cuán misericordioso ha sido el Señor con
los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis
estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones.
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“He aquí, os testi co que yo sé que estas cosas… son verdaderas. Y ¿cómo suponéis
que yo sé de su certeza?
“…he aquí, he ayunado y orado… para poder saber estas cosas por mí mismo. Y… el
Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu; y éste es el espíritu de
revelación” (Alma 5:45–46).
Nuestro testimonio es un escudo protector y, al igual que una barra de hierro, nos
conduce a salvo a través de la oscuridad y la confusión.
Al igual que el Señor conocía a Ne , Dios nos conoce y nos ama. Ésta es nuestra
época; éstos son nuestros días. Nos hallamos en medio de la acción. Nuestro rme
testimonio personal nos motivará a cambiar y después a bendecir al mundo. De
ello testi co, dejándoles mi bendición en calidad de apóstol del Señor, en el
nombre de Jesucristo. Amén.
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