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Ética

LA PROFESIÓN Y EL PROFESIONAL 1
Lección
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1. ¿QUÉ ES LA PROFESIÓN?

En el más amplio sentido, se llama profesión a toda ocupación humana digna que
se realiza con un propósito concreto. Objetivamente es “aquella realidad material o
espiritual que absorbe

parte de la actividad del hombre, dando lugar a un quehacer específico”, y, “formalmente


es el ejercicio de algunas de las facultades del hombre sobre algo definido y concreto por
fines especiales. Este concepto de la profesión es genérico porque no todas las
ocupaciones humanas y habituales son verdaderas profesiones”.

En sentido propio, la profesión es la aplicación ordenada y racional de parte de la


actividad del hombre a la consecusión de cualquiera de los fines inmediatos y
fundamentales de la vida humana.

Por consiguiente, no alcanza, la categoría de verdadera profesión el simple ejercicio


de una actividad –aun espiritual o liberal- con propósitos exclusivamente económicos.
Quien dedica su vida a negocios que sólo a él le reportan ventaja y utilidad, en todo rigor,
no es un profesional si no tiene como propósito el servir a los demás y sí, por lo tanto, no
ordena a ese alto fin sus esfuerzos ni acomoda a sus exigencias las normas particulares que
presiden su trabajo. La auténtica profesión demanda un orden racional que dirija
intencionalmente el ejercicio de las aptitudes manuales o intelectivas por la vía del servicio
común, esto es, que para el concepto de profesión pueda aplicarse perfectamente a un
quehacer más o menos habitual, es indispensable que por él sean servidos fines
fundamentales de la vida del hombre.

La profesión surge en la vida social –y en orden al bien común- a la vez que como
medio de realización personal, como medio para satisfacer las insuficiencias individuales,
“para colmar vacíos”: el vacío de verdad que, en mayor o menor grado, todos sentimos en
nuestra limitada inteligencia; el vacío de la fuerza física o de la aptitud psicológica; el vacío
de la capacidad de reaccionar en la soledad a que condena el desamparo, la
incomprensión, la conciencia de la responsabilidad culpable.

El servicio del derecho fundamental que todos tenemos a que la propia


insuficiencia quede suplida con la abundancia y la cooperación ajenas, es la única base de
la dignidad que en lo humano cabe a toda profesión y del honor que en justicia
corresponde al profesional.

Por otra parte, así como no resulta ser profesional el simple ejercicio de cualquier
actividad mecánica o liberal cuando su fin esencial e inmediato no es el servicio de los
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Filosofía

demás, tampoco es suficiente cualquier “servicio a los demás” para que un tipo
determinado de actividad alcance la categoría de profesión, sino sólo el servicio de fines
nobles. Es decir, que toda profesión tiene que ser necesariamente lícita por su objeto, y
que, en consecuencia, las mal llamadas “profesiones ilícitas” no son en realidad
profesiones, no sólo porque no sirven auténticamente a los demás sino porque,
propiamente, son un atentado a la dignidad humana, tales como la prostitución, la
demagogia, el agiotismo, los sicarios o matones a sueldo, la adivinación y la brujería, los
dizque “ladrones profesionales”, y, en general, todas aquellas ocupaciones condenadas por
la ética por no servir a los fines verdaderamente humanos.

Aunque son accidentales, el concepto profesión lleva implícitas las ideas de


permanencia y de retribución, es decir, que quien la ejerza ha de tener la intención de
permanecer en ella durante largo tiempo, buscar en ella los medios para la sustentación de
la vida y que esa profesión o trabajo sea duradera. Así, no resulta ser un profesional de
zapatería quien siendo abogado se dedica transitoriamente a atender una venta de zapatos
mientras sale de una penuria económica.

Finalmente, no sobra insistir en que es de la esencia de la profesión, ante todo, que


sea personal. Ni el animal ni la máquina, que duramente llevan a cabo una determinada
labor en beneficio de la sociedad, ejercen una profesión. Prestan, sencillamente, una
utilidad y nada más. La profesión implica la personalidad, o lo que es lo mismo, la libertad.

2. VOCACIÓN, APTITUD, PROBIDAD Y ESPÍRITU DE SERVICIO

La profesión tiene cuatro elementos que la integran: la vocación, la aptitud, la


probidad y el servicio.
a. Vocación y aptitud. El problema fundamental de la profesión es la vocación. Uno de los
aspectos más útiles de la orientación psicológica actual es el que permite descubrir
algunos de los factores que con más relevancia sugieren la vocación del individuo para
llevarlo a una profesión idónea o, si fuera posible, a su verdadera y auténtica profesión,
en la que pusiera en juego todas sus posibilidades y sus más profundos afectos. Esta
función la lleva a cabo la técnica psicológica tratando de descubrir las inclinaciones
naturales del individuo. La vocación, en último término, no es más que una inclinación
natural a un trabajo determinado. Descubrir por todos los medios esa inclinación es la
tarea de la orientación profesional.

La recta intención unida al atractivo natural, constituye el elemento psicológico


fundamenta de la vocación. Pero no basta. La vocación del individuo a una profesión
determinada se deduce por sus aptitudes para realizarla ya que una inclinación del sujeto
a una profesión determinada no es sino la tensión de sus facultades hacia sus objetos
respectivos. De ahí que a la vocación haya que añadirse la aptitud.

Así, la recta intención, el atractivo y la idoneidad son los elementos constitutivos de


la vocación, que es, en estos términos, la base psicológica de la profesión.

Infortunadamente, la profesión no siempre coincide en su objeto –en virtud de


múltiples circunstancias-, con la vocación, lo cual constituye un desequilibrio que suele
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ser fuente de malestar para el individuo y de perjuicios relativos para la comunidad o la


empresa. Por el contrario, cuando la profesión coincide con la vocación e convierte en
fuente de las mayores satisfacciones.

b. Probidad y espíritu de servicio. Desde el punto de vista moral, la profesión implica la


probidad, esto es, la bonhomía, la honradez y la buena voluntad sin las cuales no hay
convivencia humana posible. Y como la profesión es una función social ordenada al bien
común, implica el espíritu de servicio.

3. LO PROFESIONAL Y EL PROFESIONAL

El concepto de profesión conduce al profesional que de él se deriva. Lo profesional


no es sólo cuanto, de cualquier forma, se refiere a la profesión, sino aquello que es
exigencia de la profesión en el orden de las realidades humanas, morales y jurídicas.

En este sentido, hablamos de derechos y deberes profesionales, de actitudes


profesiones, de relaciones, es decir, de vida profesional, para significar, o diversas maneras
de haberse el hombre respecto a la sociedad o respecto a los demás hombres como
consecuencia de la profesión en que está empeñado, o más en particular aquello a que la
profesión da lugar o que de ella nace como imperativo que cumplir o como facultad que
ejercer, frente a los deberes y derechos respectivos de aquellos que son sujetos pasivos de
las distintas profesiones.

En el vínculo moral –originando de los postulados de la ley natural- o jurídico –


proveniente de las ordenaciones positivas del legislador humano- que, dentro de la
convivencia social, enmarca a determinadas personas en un orden especial o específico: el
orden profesional.

4. EL ACTO PROFESIONAL

La profesión se convierte para el hombre, en la práctica, en el eje en torno del cual


elabora su destino, poniendo allí en juego sus facultades y su libertad. Gran parte de la
angustia humana está enrolada en el ejercicio de la profesión, convirtiéndose así ésta
muchas veces en objeto de amor y de temor al mismo tiempo. Lo que muestra la gravísima
responsabilidad del individuo en particular y de todos aquellos que intervienen en la
elección de la profesión.

a. El profesional sin vocación o competencia

Dada la trascendencia individual del acto profesional, resulta claro que una persona
sólo deber lanzarse a su ejercicio cuando se halle dotada de una gran vocación y e una gran
aptitud para enfrentarla. De lo contrario, deberá abstenerse de ejercerla por el enorme
peligro potencial que esto supone para su propio bien y para el bien común.

b. El hombre con diez cargos

El ejercicio de la profesión implica también la “atención” como norma fundamental,


ya que las fuerzas del hombre son limitadas. La dispersión de una persona dedicada a una
multiplicidad de funciones o a una carga de trabajo por encima de su capacidad laboral
puede redundar en bajo rendimiento, incumplimiento y mediocridad. Es claro que no se
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puede servir a dos señores. La moral profesional exige focalizar el campo de acción del
profesional en orden a su propio bien y el de los demás, aunque reconoce que dada la
injusticia de un orden social determinado tal vez no quepa otra alternativa que el
pluriempleo para poder satisfacer las necesidades básicas familiares y personales.

c. La deformación profesional

Toda profesión ejerce un poderoso influjo psicológico y moral sobre el hombre que
la ejerce, moldeando su personalidad y generando en ella unos rasgos particulares que, en
ocasiones, se traducen incluso en conformaciones anatómicas precisas. Estas afecciones
dan lugar a cambios en la concepción del mundo y de la vida que tienen el riesgo de
convertirse en reduccionismos sesgados a partir de los cuales se interpreta todo, máxime
cuando tienen la forma de un especialismo que no se reconoce como parcela limitada del
saber y no tiene la flexibilidad y la humildad suficientes para abrirse a otras formas de
conocimiento.

Como se decía anteriormente, tenemos vocación de sabios porque estamos llamados


a buscar y poseer la sabiduría, el hábito según el cual reconoceremos los delicados hilos que
permiten la resolución de todo lo real en los primeros principios. Si el profesional no accede
de algún modo a este saber totalizante, radical y primero será irremediablemente un
“bárbaro especialista” o un “salvaje con título”. Por esto es por lo que resulta
imprescindible para el profesional –a riesgo de quedar incompleto-, la formación filosófica,
la formación y el desarrollo moral y el reconocimiento de la propia limitación en el ser
frente al Absoluto.

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