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La noche, era fría, llovía a grandes cantidades, las calles estaban un

tanto vacías, era evidente que el tráfico era bajo, puesto a que la
noche era pesada y había una gran probabilidad de sufrir un
accidente, además, era época laboral y los adultos tanto como los
jóvenes preferían irse a dormir temprano, un aspecto sano y
preservado que se mantenía en la cultura de los habitantes de
aquella ciudad, era algo que ellos hacían en prioridad en su salud,
su rendimiento laboral y académico, una cuestión que para ser
honestos, genera un amplio beneficio.

En éste momento, aproximadamente las 11:45 PM, era un Jueves


en el hospital más completo de la ciudad, era de los pocos
hospitales los cuales preservaban doctores que tenían turnos más
allá de las 11 PM, por ende, solía ser un hospital con alta demanda,
ya que muchas personas suelen tener problemas, enfermedades y
demás, que simplemente no pueden esperar para tener una consulta
o asesoría médica respecto a la cuestión. Un doctor de apariencia
joven y muy cuidada, un cabello un tanto largo y anticlimático ante
la época, unas vestimentas algo preservadas, un pedazo de la
década de los años 40 vigente en los años 60, un hombre con clase,
elegancia, carácter reservado y respetuoso, era de los doctores que
más ocupaciones tenía, dedicándose principalmente a la pedagogía,
por encima de la medicina general, éste obtenía largas jornadas, no
obstante, era algo que él podía resistir sin problema aparente. Era
un hombre comprometido con su labor, un hombre que se decía
que podía tratar con todos los males, un hombre que emana calma
y seguridad, un hombre en el cual sus pacientes podían confiar sin
problema alguno.

Había pasado ya tiempo desde que cumplió su última labor como


médico y asistente personal en un orfanato, con un paciente que,
para su desgracia, no logró sobrevivir por mucho. Éste aún se
mantenía deprimido, cabizbajo, el dolor de haber perdido la vida
de un paciente le apuñalaba la espalda como si él hubiese sido un
asesino, pese a que él supiera que no era su culpa. No faltaban los
momentos en los que lloraba en su despacho, era algo que le dolía
claramente, un sentimiento de pésame que él no podía evadir, y
quien sabe, puede que sea un sentimiento que le perdurará por toda
su vida, gracias a uno de los errores más grandes que un médico
puede cometer: generar un vínculo afectivo con un paciente suyo
(y más si éste no tiene tantas esperanzas de vida).
El doctor, en éste caso, se retiraba de su jornada, iba a tomarse un
descanso, el desgaste emocional, la falta de cuidado y su poca
interacción socio-afectiva le perjudicaba más de lo que creía, era
necesario tomarse un descanso y dejar ir todas aquellas cuestiones
pasadas que le estaban afectando enormemente, al punto de
descuidarse físicamente, ya había perdido peso y músculo, su piel
se notaba pálida, su alimentación se veía perturbada al igual que
sus horas de sueño. No era más que cuestión de semanas o días para
que sufriera un colapso en su despacho del hospital.

Para su suerte, tenía el apoyo de sus compañeros y de su jefe, los


cuales aceptaron su pausa laboral en cuanto a la mejora de su salud.
Éste, guardaba sus cosas más importantes, tales como documentos,
doctorados y utensilios médicos de su pertenencia, no obstante,
cosas decorativas y demás no eran de su importancia, eran cosas
que le pertenecían a él y confiaba en que no le robarían o destruirían
sus pertenencias de ése tipo.

Tras guardar todo en una maleta un tanto aparatosa y vistosa, sintió


una presencia, escuchó unos pasos, una pequeña risa, y un suspiro.
—Quién diría que hace 20 años, usted fue como un segundo
maestro mío fuera de la facultad de medicina, y ahora, es mi
compañero de trabajo. Lástima que opte por retirarse.—

era Damon, su viejo pupilo, el chico que fue como su hermano


menor, el chico que es su reflejo en un menor tamaño, una persona
que aguarda casi los mismos secretos y conocimientos que su
mentor, una copia del mismo. —No me voy a retirar
definitivamente, esto no es más que un simple descanso, necesito
recuperarme emocionalmente y físicamente de lo que viví como
doctor personal en aquél orfanato, todavía no logro aclarar muchas
cosas en mi mente.—

mencionó, en un tono un falsamente calmado, con una voz ronca,


casi inentendible. —Considero que tú eres lo suficientemente
bueno para poder cubrir mi puesto, es decir, ¡mírate!, tienes la
misma capacidad y experiencia que yo como para ser alguien tan
querido en éste hospital, tienes una familia que te ama, tienes
apoyo, lo tienes todo Damon, tienes lo suficiente como para vivir
con calma en ésta labor.— mencionó como palabras de aliento, en
un tono considerablemente más animado que el previo, hablar con
lo que se podría decir que era su pupilo, le daba un tanto de calma,
era como una charla padre e hijo para él. —yo sólo soy un hombre
viejo sin familia, un adicto al trabajo con cierta dependencia al
tabaquismo y considerables problemas emocionales.— cada pausa
que hacía, tenía un degrado en sus ánimos, se le notaba decaído,
deprimido.

—No digas estupideces, Ludvin, sigues siendo un gran hombre con


un gran corazón que se preocupa por el bienestar ajeno, eso es lo
que te hace un buen médico, algo que no todos pueden lograr.—
Agregó. —Tarde o temprano... un hombre requiere de una familia,
la falta de afecto se siente, es algo difícil de ocultar Damon, es algo
que uno simplemente desea, y a decir verdad, aquél ultimo paciente
era...— Frunció el ceño, se talló los ojos y suspiró, interrumpido
por su sentimiento, no pudo continuar hablando, quería llorar, su
garganta estaba obstruida, su voz estaba silenciada, estaba al borde
del colapso, a lo que simplemente tomó sus cosas y se retiró sin
decir nada.

De camino al estacionamiento de su auto, no tuvo ni la más mínima


intención de cubrirse de la fuerte lluvia que había en ese momento,
abrió el portaequipaje de su vehículo y guardó sus cosas, para
posteriormente entrar al auto en el asiento del conductor. Su coche
era un Ford Zodiac negro del año, un coche que se preservaba en
buen estado, era un coche al que se le notaba el mantenimiento
constante, con el único defecto de que tenía el aroma a tabaco
impregnado.

Al sentarse en su vehículo, dio un largo suspiro mientras escuchaba


las gotas de lluvia aporrearse en el capó de su vehículo. Miraba un
tanto preocupado al cielo, podía sentir que la luna emanaba su clara
luz, cegada por las densas nubes que la condición climática dejaba,
estaba tenso, sabía que cualquier cosa que lo estresase sería
suficiente para desatar lo que sería un completo caos para él.
Encendió su coche y esperó unos cuantos minutos en completo
silencio. Tomó el encendedor de su vehículo y agarró una pequeña
caja que tenía en el maletero del tablero de su coche.
Eran unos cigarros Chesterfield, los que se podrían decir que eran
sus favoritos. Tomó dos cigarros, uno lo colocó encima de su oreja
con la intención de consumirlo más adelante, y el otro se lo colocó
en la boca. Tomó su encendedor y procedió a encender su
cigarrillo, dando un fuerte suspiro por el aroma a tabaco quemado
que él adoraba.

Procedió a acomodarse para conducir y a colocarse el cigarrillo


entre sus dedos, mientras sostenía el volante. Quitó el freno de
manos y acomodó su retrovisor, sólo para darse cuenta de que
Damon, su pupilo, lo estaba viendo desde la entrada del hospital.
Abrumado por el previo sentimiento de una disputa interna que
tuvo por haber dejado a su viejo aprendiz en su despacho, con un
mal sabor de boca, procedió a conducir hacia la salida del hospital,
conduciendo hacia la ciudad.

Tomaba bocanadas grandes y largas con su cigarrillo, fumaba con


tal deleite que parecería que lo hiciera como si se tratase de un arte.
Tomó ruta hacia una cafetería de sus favoritas, una que él conoce
desde su inauguración hace unos cuantos ayeres, procedió a
estacionarse y a apagar su cigarrillo, dejando los restos en el
pequeño compartimento de su tablero. Se colocó el saco que tenía
en el asiento del copiloto y su sombrero favorito, guardó su
encendedor y salió del coche, cerrando la puerta tan pronto salía
del mismo.

Se detuvo a admirar aquel desgastado letrero del restaurante, al


cual le fallaban unas letras. —si ese letrero luce en ése estado, no
me imagino cómo han de estar sus freidoras.— mencionó soltando
una risa suave, seguida de un suspiro. Sin prestarle mucha atención
a ése hermoso detalle debido a las plagas y al mal mantenimiento
debido al poco interés del jefe, procedió a entrar al restaurante.

La campanada que sonaba tras abrir la puerta, el sonido de las papas


a la francesa en la freidora, delicioso aroma de la carne de
hamburguesa con tocino, la música leve que la rocola reproducía,
la suave y débil brisa que los ventiladores daban, eran pequeños
detalles que le hacían olvidarse por unos segundos de su mundo
real, era algo que lo transportaba a su juventud, era algo que le
hacía pensar "al carajo, estoy realmente hambriento".

—¡Hey Ludvin! Tanto tiempo sin traer tu gordo culo hasta aquí!
¿Cómo estás hermano?— Aquel grito tonto digno de un
adolescente inmaduro, era de Ronnie, uno de los trabajadores que
socializaban con Ludvin, el doctor. Ronnie le apodaba de "gordo"
por puro juego de "hermanos", cayendo en la ironía de que el gordo
era él, no Ludvin.

Sin dudarlo, éste se salió de la barra y se acercó al mismo, dándole


un fuerte apretón de manos y un abrazo amiguero, un gesto que
rompía hasta el más mínimo gramo de seriedad en Ludvin. —Eres
un idiota, Ronnie.— dijo mientras soltaba una risa de alivio, era
algo que le hacía sentir bien, puesto que era como ver un viejo
amigo, pese a que se vieran "constantemente"

—Una hamburguesa bien gorda, con tocino y queso, junto una


buena porción de papas y una espumosa malteada de chocolate
como siempre.—

—Sí, atinaste como siempre, sólo que te voy a pedir dos órdenes
iguales, tengo a alguien en casa y prometí llevarle la cena.— Dijo
sin hacer contacto visual, No tenía a nadie cuidando en casa, sólo
era un glotón y no sabía cómo disimularlo. —¿Ahora a quién te
andas tirando grandulón?— fue un chiste malo, repentino, y fuera
de lugar. Era suficiente con ver que el hombre al lado de Ludvin se
atragantara con su malteada tras escuchar ese mal chiste, durando
unos cuantos segundos de silencio incómodo entre la tos ahogada
del hombre que estaba al lado de Ludvin y el sonido de la rocola.

—Ya, cállate, Ron.—

—Es difícil que se calle Beethoven, Sólo sabe preparar


hamburguesas, quitar el cochambre de la freidora y decir chistes
malos.— era una voz femenina, una voz de una mujer un tanto
grande, que aún preservaba un poco de la seda de juventud en su
cuerpo.

—Que bien se siente tenerte en casa, Ludvin.- dijo Clarissa, La ex


novia de Ludvin, Le apodaba Beethoven por su similitud con el
nombre del músico (Ludwig Van Beethoven.) Ella se fijó en el
amuleto de plata que Lud tenía en el cuello, era un amuleto de 3
espirales con una línea recta larga, en la que la unión de éstas
formaban un triángulo en su centro, estaban sostenido por un aro
de plata.

Hizo un leve silencio tras verlo, no obstante, rápidamente recobró


consciencia y preparó la malteada de chocolate que Ludvin había
ordenado, entregándosela en su parte de la barra. —Y dime...
¿Cómo te ha ido?— dijo Clarissa, mientras acariciaba suavemente
y con sentimiento la mano izquierda de Ludvin, pasando su pulgar
por las uñas y las yemas de los dedos de éste.

—Ha sido mucha carga para mi Clar, hay un punto en donde


simplemente las emociones chocan y... no creo ser lo
suficientemente fuerte para ello.— mencionó en un tono bajo, lo
suficientemente bajo como para que nadie más que Clarissa lo
escuchara.

—Ya... ya veo... Sólo disfruta tu comida, ¿Si? Te hace falta comer,


se te nota.—

—Está bien, procuraré hacerlo.—dijo

Agarró su cigarro que tenía anclado a la oreja y lo prendió, para


empezar a fumar del mismo modo que fumaba dentro de su
vehiculo, fijándose en un cuadro de la pared. Éste se paró de su
asiento, y se acercó a la pared donde estaba la foto de la
inauguración del restaurante. Él estaba ahí, estaba abrazando viejo
dueño, Clarissa no era más que una adulta joven, una pequeña crisis
le dio al darse cuenta de que todos envejecían rápidamente, a pesar
de que él seguía luciendo como un hombre de 35 años, siendo que
se codeaba de edad con el antiguo jefe del restaurante, el cual ya
había fallecido por cuestiones de edad hace unos cuantos años.

"EN MEMORIA A JHON D'LUCA" era el texto que decía la placa


de oro que estaba debajo de la foto. Ludvin se sentía impresionado,
y a pesar de los años, seguía sorprendido de que su amigo americo-
italiano abriera un restaurante de comida rápida en vez de un
restaurante de prestigio.

Éste siguió fumando y sin dejar de ver al cuadro, regresó a su


asiento, apagando el cigarro en el cenicero que tenia a la par.
Empezó a tomar de su cremosa malteada, mientras tenía la mirada
perdida, pensando en vagos recuerdos de su juventud. Tomó
consciencia nuevamente tras escuchar el plato ser asentado frente
sus narices, sintiendo cómo el olor de su comida llegaba a sus fosas
nasales, una sensación que le era excitante de muchos modos.

Procedió a sostener suavemente su hamburguesa, viendo cómo el


jugo de la carne, el suero del queso, el aceite del tocino y la
salmuera de los pepinillos escurrían, formando un pequeño charco
de suero en el plato. El hambre que éste tenía era tanta, que comía
como si de una persona con ansiedad se tratase. Daba grandes
bocados mientras mascaba rápidamente y tomaba de su malteada.

—Lud, cálmate.—Era un susurro, que escuchó con claridad


mientras comía, fue lo suficiente para hacerlo reaccionar. Levantó
la mirada, y ahí estaba Clarissa, le veía con preocupación, notaba
que algo estaba mal en él, empezando por la coloración negra en
sus uñas, algo que ocurrió de manera repentina.

Éste notó lo de sus uñas, incluso cuando éstas perdieron filo


rápidamente y regresaron a su tono normal. Dio un trago de saliva
y procedió a acabarse su comida, sacó su billetera y pagó la
cantidad exacta de comida que él había ordenado.

Tomó su orden de comida y salió del establecimiento, entrando a


su coche, percatándose de que la lluvia aún seguía. Rápidamente
subió a su vehículo y asentó su comida en el asiento de copilotos,
procediendo a prender su coche para salir del estacionamiento y
reintegrarse en la calle. Condujo lento, no quiso apresurarse para
evitar algún problema legal o vial, evitándose incluso el riesgo de
sufrir un accidente debido a la carretera mojada.

Condujo hasta el otro extremo de la ciudad, la parte que vivía a


cercanías del bosque, era una calle donde las casas conectaba con
los frondosos y hermosos bosques, las casas eran grandes y
adaptables al presupuesto promedio, La oportunidad de tener una
casa tan digna como la de empresario a pesar de que seas un
trabajador promedio.
Éste se bajó del coche una vez que había llegado a su portón, para
darse cuenta de que el portón no tenía candado, cosa que se le hacía
rara, ya que éste acostumbraba a cerrar con candado su portón al
salir de su casa, por mera costumbre de seguridad. Procedió a meter
su coche al garaje que tenía, teniendo un mal presentimiento de que
algo estaba ahí. Éste tomó la pistola que tenía en el maletero del
tablero del coche, aprovechó para cargarle las balas y ponerle el
seguro.

Apagó el coche y se bajó del mismo con la comida, escuchando


una respiración entrecortada y agitada, como si se tratase de una
persona tiritando de frio. Éste recargó su arma y se acercó a un pilar
de cajas donde tenía viejas pertenencias, en las cuales se escuchaba
la respiración extraña. Dio una patada y apuntó con su arma un
tanto tembloroso, quedándose atónito por lo que había encontrado.

La respiración no era nada más ni nada menos que de un niño, un


niño en los huesos, con poca ropa. Estaba cubierto entre los
periódicos mientras temblaba de frío, estando completamente
mojado. A juzgar por sus ojos rojos e hinchados, era de saber que
había estado llorando, y que en efecto, lo seguía haciendo.

¿Qué debo hacer? ¿Qué hace aquí? ¿Cómo llegó hasta aquí?
¿Debería ayudarle? Fueron varias preguntas que el hombre se hizo
mientras veía al niño asustarse por tener un cañón de pistola
apuntándole en la cabeza. —No dispare... por favor...— fueron las
palabras del chico, apenas podían entenderse, su voz estaba
entrecortada y no podía hablar por que no paraba de temblar.

El hombre reaccionó y procedió a abrir su casa desde el garaje,


dejando la comida asentada en su comedor, regresando por el chico
para cargarlo y llevarlo hasta el interior de su casa, dejándolo
recostado en uno de sus sofás, para regresar a cerrar la puerta del
garaje y el portón que éste tenía. Procedió a ir a su baño, a llenar la
bañera con agua tibia, Dejó su saco y sombrero en su perchero,
mientras que se arremangó la camisa y cargó nuevamente al chico.
Subió corriendo a toda velocidad a la segunda planta y se metió
con el joven al baño, ayudándole a quitarle la ropa y a recostarlo
en la bañera. El chico tan pronto sintió contacto con el agua tibia
empezó a dejar de temblar, se le notaba más relajado, su cuerpo
volvió a agarrar temperatura y color, a la par de que éste recuperaba
fuerzas. El hombre, estando más tranquilo, procedió a sentarse
sobre la tapa del retrete, volviendo a tallarse los ojos con sus dedos
y a suspirar.

—¿Cómo llegaste hasta aquí... y por qué?—preguntó el hombre, en


espera a respuesta del menor, que parecía estar incómodo, teniendo
una mirada un tanto perdida.

—No... no lo sé— dijo el chico, con una voz tenue, ronca y tímida.
Se sentía mal de salud, y el hecho de haber entrado sin permiso a
una casa ajena, sumando a que el dueño de la misma aceptaba
acogerle en la misma, le tenía el corazón hecho un nudo, se sentía
una mierda de persona la peor persona existente en la tierra.

—Vamos, dime, de seguro tienes razones coherentes para hacerlo,


pero no te sientas presionado a decirlo si no quieres, tienes
completa libertad de decidir.— insistió nuevamente, tratando de
ser lo menos pesado para el menor; parte de lo que sabía por lógica,
es que no iba a decir absolutamente nada si éste se llegaba a sentir
presionado, cosa que causaría un retraso en el asunto, e incluso,
podría causar que el menor huyera de la casa donde Ludvin había
aceptado acogerle sin problema alguno.

—Yo... yo tengo mis razones para huir, no quiero hablar de ello.—


respondió el menor, con una respuesta un tanto forzada, molesta,
seca, incluso algo deprimida. El hombre se sintió mal, acarició su
barbilla y mentón con un movimiento hecho con sus manos, éste
se puso a pensar por unos segundos, meditando la situación, hasta
que se le ocurrió una idea que según él, era maravillosa acorde la
situación.

—Hmm... ¿Quieres comer?—dijo observándole al menor,


esperando tan siquiera una respuesta positiva de éste, notando que
estaba un tanto asustado y malhumorado. Éste hizo contacto visual
con aquél hombre, pareciese que sus ojos se hubieran iluminado,
realmente moría de hambre (por no decir agonizando), y el hecho
de que le ofertaran comida era una apertura para el paraíso, se
sentía más animado al recibir esa propuesta, no obsante, su ilusiíon
se acabó cuando los pensamientos tétricos y bélicos atacaron su
conciencia.

"¿Me va a envenenar? ¿Me hará daño? ¿Habrá sido lo mismo que


en casa? ¿También me hará daño?" esas preguntas hacían añicos la
consciencia del menor, se podría decir que su mente estaba tan
saturada y asustada tras tener varias malas experiencias sumadas
de situaciones similares que terminan en lo mismo, en un intento
de huir, y posiblemente de atacar a quien trata de dañarle. Todos
estos pensamientos atacaron su consciencia en una cuestión de
segundos, podría decirse que casi presagiaba su muerte por una
simple pregunta de un desconocido que aceptó acogerlo con
gentileza, cosa que se le hacía muy extraño (y era extraño en
general).

—¿y bien?—insistió aquel hombre, desvaneciendo poco a poco esa


sonrisa nerviosa que tenía.

—Sí.— respondió, el hambre era algo que lo estaba masacrando,


poco le importaba lo que sucediese, el hambre es más fuerte de lo
que pensaba.

—Bien, deja te traigo algo.— dijo el hombre. Procedió a salir de


baño para bajar las escaleras, éste tomó de la sala de estar el
paquete que tenía la hamburguesa extra que compró, la observó con
ojos de lujuria y hambre, no obstante, no tenía nada interesante para
hacerle o cocinarle, por lo que tomó valor y fuerza de voluntad para
sacar la hamburguesa y las papas fritas, colocarla en una bandeja
de metal.

Encendió su horno y esperó a que calentara un poco, quitó la tapa


del pan y barnizó muy levemente con aceite de oliva la carne de la
hamburguesa, para que ésta y los condimentos no se llegaran a
secar, ya que eso llegaba a empeorar el sabor y la consistencia.
Tomó las papas a la francesa, no tenían nada de sal, por lo que
también las barnizó en aceite de oliva, y le espolvoreó un poco de
sal, revolviendo la misma y esparciéndolas con su mano, para que
quedaran uniformemente saladas.

Una vez que el horno estaba lo suficientemente caliente, procedió


a meter la bandeja al horno, para luego cerrarla con la misma. Éste
salió de la cocina, y se fue a la sala de estar. De sus anaqueles sacó
un vinilo de sus favoritos, uno bastante suave y que al menos, le
ayudaría a relajarse en ese momento.

"Julie is her name" era el vinilo que escogió, al menos una de las
canciones que tenía le recordaban a su fracaso amoroso que
terminó en horripilantes resultados hace unos ayeres. El volumen
era un tanto bajo, pero audible, se escuchaba el clásico ruido que
los vinilos suelen hacer, el ambiente era fresco, seguía el olor a
lluvia y aún se escuchaba la misma en el exterior, no obstante, se
podía deducir que había reducido su intensidad.

Se alejó del tocadiscos, Se talló la cara y regresó a la cocina, viendo


que la hamburguesa ya había calentado lo suficiente. No estaba fría
cuando la abrió, permanecía un poco del calor que tenía cuando se
la entregaron, por ende, sólo la calentó un poco más, para que
resulte más agradable al consumo. Apagó el horno, y dejó que la
comida se preservase con el calor del mismo. Subió nuevamente
las escaleras, y entró a un cuarto que estaba cerrado.

Era un cuarto para niños, tenía juguetes, una cama pequeña, y un


closet lleno de ropa para niños, parecía que el cuarto había sido
perfectamente acomodado para una visita. El hombre tomó ropa
interior que consideraba adaptable al tamaño del menor, tomó ropa
casual y holgada, que bien podría cumplir la función de un pijama.
Tomó una toalla de las que tenía en una gaveta de su cuarto y entró
nuevamente al baño, dejando la toalla en el soporte y la ropa
encima de la tapa del cesto de prendas sucias.

—Cuando termines de bañarte, sécate, aquí tienes la toalla, sólo


avísame, estaré esperando abajo, es una hamburguesa con papas
fritas, de seguro te asentará bien.— El chico se puso a pensar,
¿Realmente era bueno dudar? Parece buena persona, incluso dentro
de lo que ha observado, no parece encajar en ninguna otra cosa más
que denote el hecho de que fuera a ser alguien como "aquella
persona" que le hizo agarrarle miedo hasta a una indefensa mosca.

Optó por salir de la tina y secarse, dejó sus prendas en la basura y


tomó la toalla. Empezó a secarse el cabello y el cuerpo, estando
algo adolorido al pasar por lastimadas y moretones. Se secó bien
todo el cuerpo, y agarró la ropa interior. Para su suerte, le quedaba
bien, y la ropa de noche igual, incluso, lo suficientemente holgada
para ser una prenda cómoda, Terminó colocándose la toalla en su
cabello mientras se lo seguía secando, mientras salió a la puerta del
baño.

—¡Ya estoy listo, señor!—dijo.

El hombre se encontraba leyendo el diario de la fecha actual, leía


la sección de noticias, y entre ellas encontraba la nota de un niño
desaparecido de días, cuando escuchó el llamado del joven. Éste
sacó con guantes la bandeja, el aroma a carne de hamburguesa y
papas a la francesa perfumaba la zona, sirvió ambos alimentos en
un plato y procedió a quitar un poco de la grasa de los alimentos.
Tomó un vaso grande y sirvió un poco de leche en el mismo,
llevando el vaso y el plato al comedor, sentándose al lado del lugar.

—Bien, puedes bajar.— dijo.

El chico bajó admirando la casa, tenía un estilo un tanto viejo, pero


se mantenía bien preservada, tal como si hubiera sido recién
construida, incluso, era una casa considerablemente lujosa y
espaciosa, un paraíso para los amantes de las cosas grandes. Éste
bajó las escaleras y se dejó llevar por el aroma de la hamburguesa,
era un olor agradable, un olor rico y antojable, a lo que se sentó en
la mesa justo donde estaba la comida.

—Come, te asentará bien.— dijo el hombre, con un tono suave y


una sonrisa leve.

Tímido, tal como un animal silvestre en una zona que no conoce,


con gente que no conoce, comenzó a comer con pequeños bocados
la hamburguesa, y tras sentir que el sabor estaba bueno y la comida
no parecía ser extraña, comenzó a comer bocados más grandes,
mostrándose una felicidad en su rostro. El hombre, sólo lo miraba,
pensando en la nota del diario, no sabía si podía haber relación
entre una cosa con la otra, eso retorcía su conciencia, a lo que
esperó un momento en donde pudiera hacer una pausa, para poder
preguntarle...

—Tú, ¿Huiste de tu hogar?— .

II
Ante la pregunta de aquel hombre, no supo que responder, no sabía
si usar una evasiva o responder con la verdad, nuevamente, el
sentimiento de culpa y la sensación de presión regresaron a él, a lo
que se hizo el silencio por unos cuantos segundos.

—No... no quiero hablar de eso ahora...—respondió con una voz


callada, seguía teniendo pena a pesar de todo, sentía que no era más
que una persona de sobra en la casa, alguien que se aprovechaba de
la bondad de un hombre ajeno.

Volvió a centrarse en su comida, el sentimiento de culpa se había


desvanecido tras probar la jugosa carne recalentada de la
hamburguesa, al igual que del salado sabor y la crujiente textura de
las papas, era un tanto hipnótico para él, era un pequeño pero
inigualable placer. Reanudó el paso de su peculiar cena, le demoró
un poco a su cuerpo asimilarlo, era comida fresca, recién hecha,
pero era considerablemente grasosa, cosa que en éste caso, no era
para nada favorable para él, aunque tomando en cuenta que
últimamente sólo consumía basura, en un sentido literal, una
comida rápida no era más que un colchón de rosas para su
estómago, o al menos eso parecía.
Tras terminar de comer, se siguió manteniendo en silencio,
observaba apenado el plato mientras que con las yemas de su dedo
previamente mojado con el residuo de aceite que había, tomaba los
pequeños granos de sal del plato, recogiendo suavemente todos los
granos, casi de una manera obsesiva, para posteriormente meter su
dedo a su boca, y poder degustar del poco aceite que quedaba, con
la sal y el icónico sabor de esas papas.

Ludvin soltó un suspiro, y volteó a ver al chico, mientras fruncía el


ceño y suspiraba. "¿Cómo debía tratar con él? ¿Por qué ha pasado
el pobre muchacho, como para tener miedo de todo?" éstas
preguntas atormentaban la mente del hombre, no sabía que cosas
podrían haber visto esos ojos del joven, las cosas que su cuerpo
pudo sentir y vivir, la historia de cada cicatriz que se encontraba en
su cuerpo, los traumas que debieron atentar su delicada infancia..

—...Voy a llevarte a tu habitación.— dijo el hombre mientras se


levantaba de su asiento y se dirigía a la sala de estar, yendo
directamente al tocadiscos.

Procedió a retirar la aguja del vinilo, y posteriormente, a retirar el


vinilo. La música sonaba un tanto fuerte para él, y estaba agotado,
aparte, ya era tarde, y se lograba escuchar en el exterior. A juzgar
por su forma de actuar en el momento, un tanto rápida y sin cuidado
de las cosas, podría decirse que estaba molesto, aunque en realidad
sólo estaba agotado física y emocionalmente, no podía esperar a
que el menor le dijera todo en cuestión de minutos, sabía que debía
interactuar un poco con él (por lo menos).

Regresó al comedor y tomó el plato sucio, para llevarlo a la cocina


y dejarlo en un lavavajillas. Decidió a ir al fregadero a lavarse las
manos y humedecer su rostro con el residuo de agua que había en
las mismas, tomó un paño limpio y secó el residuo de humedad y
agua que había en las mismas. Abrumado por el momento, teniendo
un terrible sabor de boca, tomó al chico de la mano suavemente y
lo ayudó a levantarse, no obstante, notó que la temperatura de éste,
era más elevada de lo normal, el chico, el cual había pasado días a
la intemperie, durmiendo en los espacios más cubiertos que
encontrase, tenía fiebre.

Notó en la expresión del chico, en su aroma, en su comportamiento


físico algo muy peculiar y curioso. Se estaba encontraba asustado,
cansado. El chico en su cabeza se hacía ideas de que lo más
probable fue que hizo enojar a aquél hombre por su carácter poco
cooperativo y cortante, cosa que obviamente desesperaría a más de
uno, pero no era del todo su culpa, no se encontraba bien, era
evidente que no iba a tener un comportamiento de lo más rendidor
y óptimo.

—Tranquilo... necesitas descansar, supongo que eso te puede


ayudar, el descansar bien.— dijo el hombre, mientras tomó
suavemente su mano, checó su frente, notando que en efecto, tenía
temperatura alta, a lo que suspiró y fue a su maletín, buscando una
Aspirina. Dado a que era pediatra, debía contar al menos con una
aspirina infantil, por ende, no tardó en encontrar una, a lo que la
sacó y se la entregó al menor.

Fue a la cocina y tomó un vaso pequeño, llenó el vaso con agua


fresca que tenía en su nevera, y posteriormente se lo dejó en la
mesa.

—¿Te sientes mal?—le preguntó al pequeño.

—Sí...—

—¿Dolor de cabeza, nauseas, cansancio?—

—Sí.—

—Toma, es un Aspirina, te va a ayudar por mientras hasta que te


lleve al mañana. Me gustaría ayudarte, pero no tengo forma de
darte medicinas por m cuenta, además, no cuento con todo el
equipo necesario.— dijo el hombre mientras tomó el vaso de la
leche para llevarlo al lavavajillas. El chico, un tanto nervioso, tomó
la pastilla y se tomó todo el vaso de agua, asentando el vaso en la
mesa. Tras terminar ambos, el hombre escoltó al chico hasta la
habitación que previamente le había asignado. Éste miraba con
atención las paredes, las fotos que tenía, sus certificados
universitarios, y muchas cosas aparte, le traían vagosy pasajeros
recuerdos de su vida.

Tras entrar a la habitación, se dirigió a la cama y destendió las


sábanas de ésta, dejando un espacio entre la sábana y el colchón
para que el chico pudiera recostarse en ella. El hombre fue a la
repisa de la habitación, en la cual permanecían juguetes y peluches.
Los juguetes se podían decir que eran viejos, por la estética que
estos tenían, tal pareciera que eran los juguetes de la infancia de
aquel hombre, o que incluso, un niño pudo haber vivido ahí en un
pasado, o al menos, que aquél hombre tuvo un hijo.
El hombre soltó un largo suspiro, se mostraba nostálgico y
melancólico, se sentía un tanto agobiado por los recuerdos que esos
juguetes le daban, casi como si tuviera un vínculo emocional o
recuerdos relacionados con los juguetes. Tomó un peluche un tanto
viejo, descocido, pero que aún mantenía su relleno. Sintió la textura
rugosa y polvorienta que éste tenía, un escalofrío recorrió su cuerpo
al tocarlo, procedió a darle unas palmadas, quitándole todo el polvo
que tenía, y nuevamente, volvió a ver el peluche, para dejarlo con
lentitud en la repisa donde se encontraba.

El menor había ido al baño mientras el hombre checaba aquel viejo


peluche, había regresado con las manos húmedas y se recostó en la
cama, procediendo a cubrirse con el cobertor. El hombre, tomó una
vieja campana de mano que tenía en la misma repisa del peluche,
y procedió a dejársela en la mesita de noche del menor, dejándosela
cerca de su alcance rápido, sentándose a la par a la esquina de la
cama.

—Si tienes una emergencia, sólo necesitas sonar la campana. Por


muy tonto que parezca, te juro que la lograré escuchar y vendré al
cuarto, ¿Te parece?—.

El chico asintió con su cabeza y se acomodó en una posición mucho


más cómoda en la cama, mientras el hombre ponía su mano
nuevamente en la frente del chico. La fiebre aún persistía, su
temperatura corporal se mantenía un tanto alta, no obstante, había
reducido un poco su temperatura, cosa que indicaba que el Aspirina
había empezado a surgir efecto, aunque era un tanto lento en un
inicio.

—Oiga... ¿Usted... tuvo un hijo?— preguntó el menor, mientras


observaba las cosas de la habitación.

—Hmm... sí, tuve uno, era un varón, como tú.—

—Y... ¿Cómo se llamaba? ¿Le pasó algo?.—

El hombre hizo silencio, las preguntas que el chico le había hecho


eran evidentemente dolorosas para él, era un suceso que a pesar de
haber sucedido años atrás, le seguía afectando enormemente, era
alguien a quien le tenía tanto afecto como si se tratase de alguien
de su propia sangre.

—No quisiera hablar de eso, o al menos, no ahora...—. Él hombre,


se paró de la cama del menor, y apagó la luz de la mesita de noche
que el menor tenía. Éste revolvió los cabellos del chico, y lo
terminó de arropar en la cama. —Descansa.—Dijo en seco, con una
voz un tanto suave, se retiró de la cama del menor, dirigiendose a
la ventana del chico, mientras veía a través de ésta. A juzgar por el
reflejo de luz, permanecía la luna llena. Éste la miraba por unos
segundos, mientras tomaba el collar de su pecho, el cual tocaba
suavemente con sus dedos, para soltarlo segundos después.

Alejó su vista de la ventana, mientras temblaba un poco. Él menor


notó eso, el sentimiento de intriga en éste se despertaba, notaba que
el ajeno temblaba y sudaba, a lo que inmediatamente se le ocurre
preguntar su duda.

—Señor... ¿Se encuentra bien?—

—S-Sí... sólo... necesito tomar... mis medicinas...— Dijo éste,


entre tartamudeos y en un tono que indicaba esfuerzo, algo extraño
en muchos sentidos. Éste se apuró a ir a la salida y cerró la puerta,
yendo directamente a su habitación. Déntro de ésta, él se
encontraba sudado, procedió a quitarse la vata y la camisa, notando
que las venas de su cuerpo estaban remarcadas. Teniendo algo de
torpeza motriz en su cuerpo, trató de abrir uno de los cajones de su
tocador. De éste, sacó una caja con una jeringa metálica. Notaba
que sus manos se estaban ennegreciendo a la par de que sus uñas
crecían. Tembloroso, tomaba dicha jeringa ya cargada y dosificada,
y se la inyectó directamente en una vena grande de su brazo
izquierdo.

Terminaba sudado y agitado. Procedía a quitarse el collar que traía


puesto, notando que estaba seco. Tomó una aguja especial que tenía
el estuche con la jeringa. Picó su dedo, dejando salir una gota de
sangre. Tomó su collar, y de la parte trasera, le mojó con su sangre,
notando cómo su piel retornaba a su tono normal, cómo sus venas
dejaban de marcarse poco a poco, y cómo sus uñas volvían a su
tamaño normal, a la par de que el collar llenaba un pequeño
compartimento interno con sangre.

Ludvin, tomó el collar, y se lo colocó nuevamente, ésta vez,


dejándose sólo la camisa puesta, mientras guardaba todos los
utensilios previamente sacados. A la par, el pequeño, sólo veía al
techo de su recámara por un largo rato, pensando y recapacitando
lo sucedido, a la par de que esperaba que su malestar le dejase
dormir., tras una larga espera, éste por fin logró dormir, el joven
sentía una fuerte sensación de cansancio que superaba la sensación
de malestar, tan pesada era la sensación, que no tardó en caer en
sueño profundo. En sus sueños, el menor se encontraba recostado
en el asiento trasero del coche, era el coche de su madre, estaba
silencioso, aparentemente.
El coche tenía aroma a cigarro, algo normal debido a que sus padres
solían fumar dentro de éste, intacto Decidió ver por la ventana,
estaba lloviendo, se escuchaba como la lluvia aporreaba contra el
coche y su cuerpo metálico. No habían tantos coches, pero se podía
ver que había un embotellamiento. La conductora parecía querer
acortar camino, mientras se mostraba desesperada y asustada,
llegando incluso a maldecir en voz alta.

Ésta frenaba donde frenaban los demás coches, llegando a bajarse


inmediatamente de la lluvia. Corría a la mayor velocidad posible,
tratando de evadir la mayor cantidad de coches posibles. Habían
unos cuantos vehículos policiacos cubriendo el perímetro, los faros
de los coches estaban encendidos, se podía ver que el camino de
los cables de los postes de luz se deformaba, yendo en picada, como
si éstos se hubieran caído. El chico, aprovechó a bajarse a la par
que la mujer, también se estaba mojando, debido a la lluvia. Ésta
escuchó gritos, provenientes de aquella mujer, sonaban a plegarias,
se escuchaba agitada y desesperada. El chico trató de acelerar su
paso, viendo que estaban los vehículos de la policía.

En la escena, el coche estaba volcado, parecía haber estado


incendiado, debido a que todo por dentro estaba quemado. Habían
pedazos de vidrio por todas partes, manchas de sangre. Por las
mantas que estaban encima de los cuerpos se podían ver que
estaban destrozados. Había un poste de luz en la misma escena,
estaba roto, se notaba que habían impactado contra éste. La mujer
estaba desesperada, viendo como los cuerpos de lo que se podrían
decir que eran de su hijo mayor y su esposo se encontraban fuera
del vehículo volcado, estando chamuscados, destrozados,
deformes.

éste inmediatamente buscó ocultarse, no quería ver la escena, le


desesperaba escuchar el llanto desgarrador de su madre tras ver los
cuerpos de quienes amaba en tal estado. Los policías hacían su
intento por detenerla, la sostenían de sus brazos, haciendo el mayor
esfuerzo posible para evitar que perjudicase de algún modo el
estado de los cuerpos. El chico buscaba nuevamente su vehículo,
notaba que todos los coches estaban ennegreciendo, a la par de que
la carretera mostraba rastros de líquido negro. Tras llegar a su
coche, trataba de abrirlo, notaba que dentro del vehículo estaban
aquellas personas del accidente. Notaba que el rostro de los que
iban dentro estaba completamente desfigurado, ellos parecían estar
vivos, estaba su padre en el asiento de conductor, y su hermano, en
el de copiloto. El coche estaba en llamas, deformado por la altísima
temperatura que había dentro, a la par que por la fuerza de impacto
que tuvo. Una materia negra, comenzaba a cubrir los cuerpos de
aquellas personas, empezando a meterse en la boca de ellos,
provocando que dichos cuerpos comenzaran a hincharse y
quemarse. El menor se encontraba atonito, estaba asustado,
empezó a correr al bosque, viendo que le era imposible acceder a
su vehiculo, dada por las obvias circunstancias.

El pasto se coloraba de negro, se desintegraba, el suelo mostraba


una consistencia densa, viscosa, como si de tratase del lodazal de
un pantano, el chico buscaba huir de la zona, pero ya era demasiado
tarde, dicha materia había atado sus pies al suelo, la materia tomaba
del vientre al chico, poco a poco comenzaba a cubrirlo, llegando a
tener gran parte de su cuerpo dentro de la misma.

Éste trataba de huir, la materia lo sostenía fuertemente y lo


empezaba a hundir en la misma. Lo que se podía ver que era una
mujer devastada por el hecho, estaba ahora desnuda, su cuerpo
estaba herido, tenía golpes, cortadas, cicatrices. se encontraba
colgada de cabeza, sus pies estaban llenos de marcas, escurría un
fluido blanco de la vagina de ésta, se encontraba mezclado con lo
que parecía ser sangre. Sus pezones estaban cubiertos con cinta, su
cara parecía estar completamente distorcionada.

La misma materia cubría a aquella mujer, podía notarse como


entraba desde la vagina de ésta, empezando a mostrar venas negras
en todo su cuerpo, el cuerpo de la misma comenzaba a mostrar lo
que era una inflación en su vientre, asemejada a lo que vendría
siendo un embarazo. Las venas del vientre de la mujer estaban
negras, en términos exagerados, se podría decir que estaba teniendo
en gestación al mismo anticristo.

Éste parecía ser tragado por la masa negra, la cual no tenía fondo.
Dió una larga caida hasta aporrearse contra una cama. Sus manos
estaban atadas, éste veía una silueta humanoide, se acercaba al
menor y la observaba con certero detenimiento.

Al acercarse al unico tramo de luz disponible, la criatura tenía un


cuerpo extraño. Era humano, similar al de una persona de 40-50
años, estaba parcialmente desnudo, su piel era grisácea, tenía vellos
blancuzcos. Usaba una camisa de tirantes vieja, sucia, era una
prenda que llevaba tiempo sin lavar, a la par de un boxer en las
mismas condiciones, llevaba una mascara que era un rostro blanco.
La máscara cargaba una expresión de pena, de dolor, la expresión
era exagerada, un rostro deformado a propósito, con el más claro
fin de asustar. La máscara estaba rota, tenía manchas amarillentas
y rojizas, se veía sucia, maltratada y un tanto anticuada. Podría
decirse que la máscara era de porcelana, debido a la coloración que
ésta tenía.
La criatura detrás de la mascara comenzaba a deformarse, el cuerpo
de la mísma se ennegrecía, agarraba una pinta putrefacra, tenía una
boca gigante, ésta se abría junto con la máscara y mostraba un
interior profundo, una boca que segregaba lo que parecía ser una
mucosa negra, mezclada y atrapada en un montón de dientes
podridos. conservaba unos brazos deformes, anormalmente largos,
secos, delgados. El chico buscaba gritar por auxilio, viendo que
lasmanos de la criatura se metían en su ropa. Dichas manos
comenzaban a arrancarle la ropa al menor y rozaban su cuerpo. Éste
se ponía palido, su cuerpo comenzaba a temblar, los gritos de
auxilio no salían de su boca, sudaba con harto temor y empezaba a
llorar.

Dicho ser comenzaba a acercarse al rostro del menor. Éste lloraba


sin la posibilidad de gritar, tratataba de moverse, era inútil. Su
cuerpo era sostenido por el cuerpo de la criatura, la cual, lograba
tener una fria mirada incluso con una máscara puesta. La criatura
comenzaba a segregar una mucosa negra desde lo que vendría
siendo su boca. Dicha mucosa, entraba en la boca del ajeno, se
expandía por todo su cuerpo como si se tratase de un parásito, las
venas del menor se tornaban negras, su cuerpo empezaba a
podrirse. Sus ojos lagrimaban, estaba completamente inutilizado,
inmovil, embarrado entre su propia suciedad, no podía hacer nada,
sólo soportar aquél eterno e inhumano martir.

En un momento imprevisto, el menor se paró de golpe de la cama,


y salió corriendo de su habitación, trató de correr al mismo, no
obstante, su estómago se le adelantó. Vomitó antes de llegar al
retrete, la hamburguesa que había comido era muy grasienta para
su cuerpo, y encima era algo pesado para él, tomando en cuenta
que no había comido sano en días, ni siquiera había comido en si,
además, la agitación y el mal sueño, sumado a las asquerosas
"visiones" que tuvo, fueron suficientes para hacerle vomitar.

Debido al ruido que había hecho el menor, el hombre salió de su


habitación, para encontrar al chico tumbado en el suelo del baño,
embarrado de su vómito en parte de su rostro, tenía una expresión
de miedo, estaba llorando. El hombre entre el susto, buscó recoger
con papel de baño el vomito del chico, debido a que todavía estaba
como una masa y no un liquido. Ayudó al chico a levantarse y
limpió sus mejillas sucias. El chico por impulso abrazó fuertemente
al hombre, buscando refugiarse con éste. —Tuve una pesadilla...
tuve... una pesadilla...— decía entre sollozos, mientras temblaba
debido a la debilidad que su cuerpo tenía tras regurgitar.

—Te llevaré al hospital... ¿De acuerdo? necesito que te hagan


examenes medicos y uno psicológico, necesitamos saber que tienes
y por qué has pasado si queremos ayudarte.— Agregó Ludvin,
mientras correspondía suavemente al abrazo del pequeño.

el joven cortaba suavemente el abrazo mientras se paraba e iba al


fregadero del baño, procediendo a tomar pequeñas cantidades de
agua con sus manos, para hacer gargaras con la misma y limpiar
los restos de suciedad de su boca. A la par, ludvin tomaba los
papeles sucios y los tiraba al bote de basura, mientras buscaba entre
las cosas de limpieza que tenía, mojando papel de baño con cloro,
asentandolo en donde estaba previamente el vómito.

Para su suerte, el joven no tenía su ropa sucia, el hombre procedió


a lavarse las manos tras sostener el cloro con las mismas, para
evitar que éste haga una corrosión con su piel, a la par de que servía
para amortiguar el fuerte olor del mismo. Ludvin subió a su espalda
al menor, mientras bajaba a las escaleras a un paso un tanto
apresurado, tomaba sus llaves tras llegar a la sala de estar y salía
de su casa, cerrando la puerta tras salir de la misma. Abrió el coche
y recostó el asiento de copiloto, acostando al menor sobre éste.
Procedió a ir directo a su portón para abrirlo, dejandolo abierto sin
temor alguno.

Regresó directamente al vehículo y salió de su casa, yendo directo


al hospital donde él laboraba, trató de tomar un paso rápido, pero
lo más seguro posible, para no agitar al menor en el viaje. Por otra
parte, el menor seguía temblando, estaba débil y cansado, no podía
mantenerse de pié por mucho. Su cuerpo ya estaba en si debil tras
estar enfermo, el hecho de haber vomitado una comida grasosa hizo
que se debilitara todavía más, era evidente que tenía infecciones
estomacales, en conjunto con otros malestares.

Tras unos minutos, pudieron llegar al hospital, Ludvin se bajó del


coche con el chico en brazos y dejo al niño recostado en los asientos
de la sala de estar, posteriormente, fue directamente a la casilla de
registro, topandose a un ex-compañero atendiendo la misma.

—¿Ludvin? ¿Qué haces aquí tan tarde?- le mencionó. —Traigo a


un niño enfermo... necesito que le asignen una camilla en
urgencias... es importante que reciba ayuda en cuanto antes.—

—¿Niño enfermo? ¿Exactamente a quién traes?, ¿Te sabes los


datos de la persona que trajiste?—

—No... no lo sé... lo encontré resguardándose en mi cochera...—

—Ludvin necesito los datos del menor, no puedo dar...—


—¡SÓLO DAME LA MALDITA HABITACIÓN!— dijo Ludvin,
interrumpiendo al asesor de la casilla, alzando considerablemente
la voz. Acaparó la atención, uno de los compañeros de Lud
reconoció su voz, y fue corriendo directamete hacia su viejo
compañero.

—Hey, hey... Ludvin... relájate... daremos la camilla ¿Ok?— tomó


a Ludvin de los hombros, tratando de relajarlo. Dicho compañero
conocía a Lud desde su juventud, ya sabía cuales "accidentes"
ocurrían cuando éste se encontraba bajo tal presión. -Hey, asígnale
la camilla, yo y Lud nos encargaremos de recopilar los datos del
menor, ¿De acuerdo?- agregó aquel trabajador.

—Si, si, está bien.—Dijo el contrario, con un tono levemente


asustado. Corrió a la sala de urgencias por medio de las mismas
oficinas, yendo a avisar y a tomar una camilla. Dado a que no pudo
recopilar datos, tuvo que pedir permiso como una situación
especial, principalmente manejada por un ex-doctor del hospital.

De la misma puerta de la sala, salió uno de los trabajadores


encargados en urgencias, buscando con la mirada a aquel ex-
trabajador mencionado. Era claro que el personal del hospital se
conocía entre si, no tendría problemas para reconocer al hombre.
Tras buscar por unos segundos, Ludvin se acercó con el chico en
brazos a la puerta de entrada. El trabajador lo notó, e
inmediatamente les hizo la indicación de que pase a la camilla. Éste
se posicionó justo delante de la puerta de corredera abierta, para
evitar que la puerta vuelva a cerrarse. A la misma par de que
Ludvin entró y recostó al chico en la camilla indicada.

Una vez en la camilla, entre 2 enfermeros, colocaron una bolsa de


suero mediana, junto con un cable de catéter. El que había abierto
previamente la puerta sostenía una bandeja, con los utensilios
suficientes para poder. Ludvin tomaba la aguja especial que había
en la bandeja, y la colocaba en la pequeña manguera del catéter,
acercándose al brazo del chico. —Sólo será un piquete, trata de ser
fuerte, ¿De acuerdo?— El pequeño, miraba con semejante pavor la
aguja, ya sudaba demasiado debido a su enfermedad, se podía decir
que ahora sudaba a grifo abierto.

Ludvin sostuvo la mano del chico, empezó a limpiar dicha mano


con el algodón mojado en Alcohol. Uno de los enfermeros detuvo
la mano de Ludvin, mirándole como si tratase de decir que él se
encargaba, no obstante, Ludvin no pensaba dejar que trataran con
el menor, sólo con el contacto visual era suficiente para que el
enfermero retirase su mano.
El chico apretaba la mano de Ludvin y desviaba su mirada con
miedo. A la par, Ludvin apuntaba a su vena con la aguja y
finalmente... la introdujo. El catéter se llenó de la sangre del chico,
la cual se vió rápidamente diluida en el suero de agua y vitaminas
que le dieron.

—Eres fuerte pequeño.— Dijo Ludvin con una sonrisa, mientras


limpiaba las lágrimas del chico, a la par de que éste también
sonreía. —¡Asígnenle una habitación, necesita estar aislado!—
Dijo Lud a sus ex-compañeros, mientras éstos comenzaban a darse
órdenes entre si. —¡Necesito una habitación individual
desocupada! Los datos del menor se recogerán más adelante.—

—¡Pasante! Ayúdame a mover la camilla y el suero!— Se


escuchaba que ordenaba lo que parecía ser el enfermero al mando.
El pasante no era más que un estudiante de medicina, se veía
bastante torpe, se notaba que estaba asustado. Otro enfermero
llegaba con una bitácora, y se le acercaba a Ludvin a un paso
apresurado. —Lud, tenemos una habitación disponible.—

—Bien, vamos para allá.— Dijo Ludvin, mientras que con ayuda
de los 2 enfermeros. Éstos iban en el pasillo a un paso apresurado,
mientras que se dirigían al elevador.

Dentro de éste, el enfermero pulsaba el botón que dirigía a aquel


piso. y esperaban a que el elevador llegara al piso indicado. —
Llama al psicólogo, necesito que venga para mañana en la
mañana.—

—Si... si...— Dijo el enfermero, mientras apuntaba todo en una


pequeña libreta de mano.

El elevador llegaba al piso indicado, mientras que éstos iban hacia


la habitación. Uno de los enfermeros sacaba una llave y abría la
habitación. Ésta era blanca en su mayoría, estaba un tanto fría y la
cama estaba ordenada.

Apenas tenía un radio, un pequeño closet y un sofá reclinable de


piel con unas sábanas. En las mesitas de noche había una lámpara
de luz cálida, encima de la camilla estaba el gancho para sostener
los sueros y una bitácora especial estaba en los barrotes de la mesa,
era para colocar los datos del paciente.
Los enfermeros dejaban la camilla de transporte al lado de la
camilla de la habitación y uno de ellos colocaba el suero en el
gancho. A la par, Ludvin y su compañero sostenían al menor, y lo
cargaban mientras Ludvin miraba a su compañero de enfrente.

—¿Listo? 1... 2... ¡3!— Ludvin y su compañero hicieron esfuerzo


y pasaron al chico a la otra camilla, éste se acomodaba rápidamente
en la cama. Ludvin acomodaba el colchón de modo que quedara lo
suficientemente levantado para que éste pudiera estar al menos
cómodo. A la par, éste agarraba la sábana y cubría al chico,
poniendo unas de las sabanas gruesas extras, para cubrirle y
acobijarle, dado a que estaba frío. Del closet, uno de los enfermeros
sacaba unas vasijas y cuñas, y se las dejaba en un mueble a Ludvin.
—En dado caso de que quiera volver a vomitar, orinar o defecar,
tienes a la disposición las vasijas, si no se puede mover.—

—Está... está bien, lo tendré en cuenta.— Dijo mientras observaba


al chico, el cual poco a poco calmaba su sudor.

—El suero está vitaminado, si ha sufrido una descompensación,


esto le va a ayudar a recuperarse un poco, y recuerde, si necesita
ayuda, puede llamarnos desde el botón de alerta.— El chico
afirmaba con la cabeza, viendo el pequeño control que tenía un
botón rojo, mientras que lo dejaba reposar a su lado. Los
enfermeros se llevaban la camilla de transporte y se retiraban a la
par de que cerraban las puertas.

—Mejor descansa, ¿Ok? Mañana vendrá un psicólogo a hablar


contigo.—

—¿No me harán daño?— Preguntó el chico, estando un tanto


nervioso y asustado.

—¡Por supuesto que no! Es un hospital, no tendríamos por que


hacerte daño.— Dijo Ludvin.

—Sólo... descansa, ¿Ok? apuesto que has tenido un día tan feo
como el mío.— El chico sólo afirmaba con la cabeza, mientras se
acomodaba en la cama en una posición cómoda, del modo que el
cable del suero no le incomodase.

Ludvin estaba por apagar la luz, cuando escuchó que el menor le


detenía.—No... no la apagues... déjala encendida...— Ludvin sólo
hizo caso, no preguntó nada más, y se fue al sillón reclinable, en el
cual tomó una sábana y se acomodó en el mismo, procediendo a
caer en sueño profundo en poco rato. El chico miraba de reojo el
collar de Lud, le despertaba intriga, no sabía a ciencia cierta que
significaba más allá de ser un símbolo estético.

¿Qué significado tiene? ¿Donde lo consiguió? ¿Por qué siempre lo


porta? ¿Qué es esa esponja roja del centro del collar? Sólo le
quedaba esperar y preguntar, si es que éste se animaba a responder.

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