Está en la página 1de 6

La Primera Guerra Mundial (1914-1918)

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue el resultado de la fricción permanente causada por el imperialismo de las grandes potencias
europeas.
La Gran Guerra, como era denominada antes de que sucediera la Segunda Guerra Mundial, fue un conflicto a escala global. Comenzó en
Europa e involucró los territorios coloniales.Dos bloques enfrentados: la Triple Alianza formada por Alemania, Austria e Italia, y la Triple
Entente formada por Francia, Inglaterra y Rusia.La guerra dejó 10 millones de soldados muertos y otros 21 millones resultaron heridos.
También 13 millones de civiles perdieron la vida.
Causas de la Primera Guerra Mundial
Varios problemas llegaron a los principales países europeos a principios del siglo XX:
– Algunos países estaban extremadamente descontentos con el reparto de Asia y África, ocurrida a finales del siglo XIX. Alemania e Italia,
por ejemplo, habían quedado fuera en el proceso neocolonial.
Mientras tanto, Francia e Inglaterra podían explorar diversas colonias, ricas en materias primas y con un gran mercado consumidor. La
insatisfacción de Italia y de Alemania, en este contexto, puede considerarse una de las causas de la Gran Guerra.
– La muerte del heredero al trono de Austria Francisco Fernando y su esposa, el 28 de junio, 1914.
– A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los países europeos empezaron a invertir fuertemente en la fabricación de armamento. Los
países estaban empeñados en una rápida carrera armamentista, ya como una manera de protegerse, o atacar, en el futuro próximo. Esta
carrera bélica generaba un clima de aprehensión y miedo entre los países, donde uno intentaba armarse más que el otro.
– La rivalidad ruso-alemán, causada por la demanda alemana de construir un ferrocarril que une Berlín a Bagdad. Rusia reaccionó, pues la
carretera ligaría a Alemania con Oriente Medio, rico en petróleo y poseedor de un atractivo mercado consumidor, además de pasar por
regiones donde los rusos pretendían aumentar su influencia.
– Cabe recordar también que a principios del siglo XX había una fuerte competencia comercial entre los países europeos, principalmente
en la disputa por los mercados consumidores. Esta competencia generó varios conflictos de intereses entre las naciones.
– Inglés antigermanismo como un resultado de la competencia industrial alemana. En vísperas de la guerra los productos alemanes e
ingleses concurrían en mercados que hasta entonces habían sido dominados exclusivamente por Inglaterra. Cuando los productos
alemanes comenzaron a penetrar en la propia Inglaterra, la burguesía industrial y financiera inglesa, pasó a alimentar la idea de que
Alemania debía ser contenida.
– La cuestión del nacionalismo también estaba presente en Europa de la preguerra. Además de las rivalidades (ejemplo: Alemania e
Inglaterra). Había el pangermanismo y el paneslavismo.
En el primer caso era el ideal alemán de formar un gran imperio, uniendo los países de origen germánico.
El paneslavismo era un sentimiento fuerte existente en Rusia y que implicaba a otros países de origen eslava.
– También existía, entre dos naciones poderosas de la época, una rivalidad muy grande. Francia había perdido, a finales del siglo XIX, la
región de Alsacia-Lorena a Alemania durante la Guerra Franco-Prusiana. El revanchismo francés estaba en el aire, y los franceses
esperando una oportunidad para reanudar la reconquista de la rica región perdida.
¿Que Países Participaron en la Primera Guerra?
Los países europeos comenzaron a hacer alianzas políticas y militares desde finales del siglo XIX. Durante el conflicto mundial estas
alianzas permanecieron. De un lado había la Triple Alianza formada en 1882 por Italia, Imperio Austro-Húngaro y Alemania (Italia pasó a la
otra alianza en 1915). En el otro lado la Triple Entente, formada en 1907, con la participación de Francia, Rusia y el Reino Unido.
En la contienda participaron 17 países de los cinco continentes como: Alemania, Brasil, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, el Imperio
Británico, Imperio Turco Otomano, Italia, Japón, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal, Reino de Rumania, Reino de Serbia, Rusia, Australia
y China.
El Inicio de la Gran Guerra: Resumen
El 28 de junio de 1914, un estudiante bosnio asesinó al heredero del trono austríaco Francisco Fernando y su esposa, en Sarajevo, capital
de Bosnia.Este doble asesinato fue el pretexto para la explosión de la Guerra que duró hasta el 11 de noviembre de 1918.El estallido del
conflicto fue el asesinato de Francisco Fernando, príncipe del Imperio Austrohúngaro, durante su visita a Sarajevo (Bosnia-Herzegovina).
Las investigaciones llevaron al criminal, un joven integrante de un grupo serbio llamado mano negra, contrario a la influencia de Austria-
Hungría en la región de los Balcanes.El imperio austro-húngaro no aceptó las medidas tomadas por Serbia con respecto al crimen y, el 28
de julio de 1914, declaró guerra a Serbia.
Desarrollo de la 1 Guerra Mundial
Al comienzo del conflicto, las fuerzas se equilibraban, en número de soldados, pero eran diferentes en los equipos y los recursos que
utilizaron por ejemplo:
La Triple Entente no tenía cañón de largo alcance, pero dominaba los mares, gracias al poderío inglés.
Los tanques de guerra, los acorazados, los submarinos, los obuses de grueso calibre y la aviación, entre otras innovaciones tecnológicas
de la época, constituyeron artefactos bélicos de gran poder de destrucción.
Después, que franceses y alemanes tomaron posiciones cavando trincheras a lo largo de todo el frente occidental.
Protegidos por alambre de púas, los ejércitos se enterraban en trinchera, donde el fango, el frío, las ratas y el tifus mataron tanto como las
ametralladoras y los cañones.
Las batallas se desarrollaron principalmente en trincheras. Los soldados se quedaban a menudo centenares de días atrincherados, luchando
por la conquista de pequeños pedazos de territorio. Este momento se llama Guerra de trincheras.
En 1917, los Estados Unidos, que se había mantenido fuera de la guerra, aunque ayudaba con capital y venta de armas a los países de la
Entente, principalmente a Inglaterra, entra en el conflicto.
Declaró la guerra a Alemania, por temor a su poderío imperialista e industrial.
Ese mismo año Rusia salió del conflicto, debido a la revolución rusa de 1917 que derrocó al zar e implementó el régimen socialista.
Fases de la Primera Guerra y principales características:
Primera Fase (1914)
– Inicio de la guerra con el asesinato de Francisco Ferdinando, heredero del trono del Imperio Austro-húngaro, el 28 de junio de 1914.
– Ocurren varias declaraciones de guerra en el mes de agosto de 1914: a comienzos de mes, Alemania declara guerra a Rusia y luego a
Francia. El 4 de agosto, el Reino Unido declara la guerra a Alemania. Un día después, el Imperio Austro-Húngaro declara guerra a Rusia.
– Movimiento de tropas de las Tríplices Entente (Reino Unido, Francia y Rusia) y Alianza (Imperio Austro-Húngaro, Italia y Alemania) en
diversos puntos del territorio europeo.
– Desarrollo de batallas con equilibrio entre los dos bloques militares.
– Los países implicados en el conflicto pasan a producir armas bélicas a gran escala. Entre los principales armamentos, podemos citar:
tanques, cañones, ametralladoras, coches blindados y lanzagranadas.
– Las mujeres fueron muy utilizadas como mano de obra en las industrias de armamento.
Segunda Fase (de 1915 a 1916)
– Fase conocida como guerra de trincheras. Disputas de territorio con muchas muertes y militares heridos. Estas batallas ocurrían,
principalmente, en áreas rurales y poco habitadas. Las conquistas territoriales eran lentas y, también caracterizadas por el equilibrio entre
los dos bloques.
– Después de salir de la Triple Alianza, Italia entra en mayo de 1915 en el bloque militar de la Triple Entente, fortaleciéndolo militarmente.
Tercera – Fase Final (1917 a 1918)
– Salida de la Rusia de la guerra, en 1917, tras el evento de la Revolución Rusa.
– Entrada de los Estados Unidos, en abril de 1917, fortaleciendo el bloque militar de la Triple Entente. La entrada de los Estados Unidos es
señalada, por muchos historiadores, como el factor decisivo para la victoria de la Triple Entente.
– En 1918, debilitados, los países de la Triple Alianza son derrotados. El Tratado de Paz se firma en París el 11 de noviembre de 1918.
Fin de la Guerra
En 1917 ocurrió un hecho histórico de extrema importancia: la entrada de Estados Unidos en el conflicto.
Estados Unidos entró al lado de la Triple Entente, pues había acuerdos comerciales a defender, principalmente con Inglaterra y Francia.
Este hecho marcó la victoria de la Entente, forzando a los países de la Alianza a firmar la rendición.
Los derrotados tuvieron que firmar el Tratado de Versalles que imponía a estos países fuertes restricciones y castigos.

Alemania tuvo su ejército reducido, su industria bélica controlada, perdió la región del corredor polaco, tuvo que devolver a Francia la región
de Alsacia Lorena, además de tener que pagar los daños de la guerra de los países vencedores.
El Tratado de Versalles tuvo repercusiones en Alemania, influenciando el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Consecuencias de la Primera Guerra Mundial
– Durante la 1 Guerra Mundial murieron, aproximadamente, 9 millones de personas (entre civiles y militares). El número de heridos, entre
civiles y militares, quedó en unos 30 millones.
– Desarrollo de varios armamentos de guerra como, por ejemplo, tanques de guerra y aviones.
– Desintegración del imperio otomano y austro-húngaro.
– Fortalecimiento de los Estados Unidos en el escenario político y militar mundial.
– Creación de la Liga de las Naciones, con el objetivo de garantizar la paz mundial.
– Firma del Tratado de Versalles que impuso una serie de sanciones a la derrotada Alemania.
– Generación de crisis económicas en Europa, en función de la devastación causada por la Gran Guerra y también de los elevadísimos
gastos militares.
– Fortalecimiento y desarrollo de la industrialización.
– Surgimiento del sentimiento de revanchismo en Alemania, en función de las duras penas impuestas por el Tratado de Versalles.
Carta:
Francia, por la noche.
Cariño mio,
Ahora, si no hay problemas, vas a saber todo acerca de lo que ocurre aquí. Sé que te llevarás una gran sorpresa cuando te llegue esta
carta... ¡Si alguna autoridad la ve! (...)
Quizá te gustara saber como está el ánimo de los hombres aquí. Bien la verdad es que (y como te dije antes, me fusilarán si alguien de
importancia pilla esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a ninguno le queda nada de lo que se conoce como patriotismo. A nadie
le importa un rábano si Alemania tiene Alsacia, Bélgica o Francia. Lo único que quiere todo el mundo es acabar con esto de una vez e irse
a casa. Esta es honestamente la verdad, y cualquiera que haya estado en los últimos meses te dirá lo mismo.
De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y las protestas en
casa obliguen al gobierno a acabar como sea. Ahora ya sabes el estado real de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba, solo me queda el pensar en todos los que
estáis allí, todos a los que amo y que confian en mí para que contribuya al esfuerzo necesario para vuestra seguridad y libertad. Esto es lo
único que mantiene y me da fuerzas para aguantarlo. En cuanto a la religión, que Dios me perdone, no es algo que ocupe ni uno entre un
millón de todos los pensamientos que ocupan las mentes de los hombres aquí.
Dios te bendiga cariño y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza, desfallecería y fracasaría. Pero no te preocupes
corazón mio porque continuaré hasta el final, sea bueno o malo ( ...) Laurie
Revolución Rusa
Se denomina a Revolución rusa al conjunto de acontecimientos sucedidos entre febrero y octubre de 1917 y que llevaron al derrocamiento
del régimen zarista y la instauración del primer gobierno socialista del mundo.
La Revolución rusa tuvo dos etapas. Una primera revolución en la que el gobierno zarista es derrocado y se impone u gobierno provisional,
y una segunda revolución en la que se elimina este gobierno provisional para establecer un gobierno comunista. Para entender bien sus
causas, tenemos que ver primero cuál era el contexto histórico y social previo a la Revolución rusa.
Contexto histórico de la Revolución Rusa
Desde el momento de su coronación en 1896, el que hubiera sido el último Zar de Rusia, Nicolás II , y el último exponente de la dinastía
Romanov, obligó durante muchos años a su población a uno de los periodos más dramáticos de la historia: los absolutismos europeos.
Además, con la guerra emprendida contra Japón ( guerra ruso-japonesa ) y su emperador Mutsuhito, quien recientemente había llegado al
poder, lanzó una política abiertamente imperial inaugurada en 1904 que llevó a la posesión de Manchuria, una región del norte de Asia
Oriental.La derrota que siguió, causó el debilitamiento del zarismo y el crecimiento de una serie de conflictos internos cada vez más
numerosos. El más importante fue el de 1905 , que pasó a la historia como el «domingo de sangre«, que es cuando la policía mató a mil
personas durante una manifestación para presentar una petición al zar.
El absolutismo en Europa: historia, significado y características
Presentándose como una revolución inesperada a principios del siglo XX, muchos pensaron que el régimen absolutista del Zar no podría
durar mucho, pero nadie podía imaginar que la posterior caída de la monarquía daría lugar a la Revolución Rusa, el mayor evento
revolucionario que se haya producido después de la revolución frances. Un evento que tenía en sus raíces la incapacidad de la
autocracia para enfrentar las crecientes solicitudes de participación política de la burguesía y la aristocracia liberal y para resolver la cuestión
social y agraria.
Rusia hacia la Primera Guerra Mundial
Se produce entonces un intento de cambio ya que entre 1906 y 1914, Rusia intenta adquirir una especie de régimen semi-representativo,
donde se reconocieron parcialmente algunas libertades políticas y civiles. Sin embargo, el régimen zarista se mostró incapaz de satisfacer
las crecientes demandas de campesinos y trabajadores.
La ya dramática situación se derrumbó en 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial. El Imperio ruso entró en guerra junto con Francia
y Gran Bretaña , contando con una rápida victoria contra Austria-Hungría aliada con Alemania . Sin embargo, después de algunos éxitos
iniciales, el ejército zarista demostró la misma insuficiencia que lo había llevado a la derrota con Japón diez años antes. Mientras tanto, sin
embargo, la tensión del conflicto estaba afectando no solo a los soldados en las trincheras, sino también a las masas de pers onas
hambrientas en las ciudades.
En 1917, la condición catastrófica en que se vio afectada la economía de todo el país, la hambruna que ya había causado más de dos
millones de muertes y el vertiginoso aumento de los precios de los géneros. comida, llevó a la gente de vuelta a la calle para expresar su
exasperación a través de una revuelta violenta. Desde Petrogrado, las manifestaciones de la plaza del 8 y 9 de marzo de 1917 (23 y 24 de
febrero según el calendario ortodoxo) se extendieron por todo el país, abrumando al régimen zarista. A los trabajadores se les había unido
unidades militares rebeldes que, mientras tanto, habían establecido un soviet .
La abdicación de Nicolás II y la creación de un gobierno provisional
Nicolás II abdicó decretando, de hecho, el fin de la larga historia imperial de la dinastía Romanov. Después de la caída del zar, la sucesión
fue asumida por un gobierno liberal provisional formado por miembros de la Duma y presidido por el aristócrata Georgij Lvov y Aleksandr
Kerensky (ministro de guerra) con el objetivo de continuar la guerra y la recuperación económica del país inspirada en las estructuras
occidentales.
Causas de la Revolución Rusa
La Revolución rusa es una de las más virulentas que se han dado en la historia moderna, y que supone la explosión del descontento de
todo un pueblo con la situación que vive el país. Sin embargo, también tuvo demasiadas luchas y discrepancias internas y derivó en unas
consecuencias que, como veremos más adelante, no fueron las esperadas por el pueblo.
Como ya hemos mencionado anteriormente, una de las principales causas para el estallido de la revolución fue el descontento con el zar
Nicolás II, que ejercía un poder despótico y vivía en la más absoluta riqueza, mientras el pueblo rusa se moría de hambre y se encontraba
sin recursos las continuas batallas perdidas frente a Alemania durante la 1ª Guerra Mundial. La imagen del zar estaba deteriorada al máximo
por su vida de opulencia y labor despótica al frente del país. Además, la opresión de las clases bajas contrastaba con el enorme poder que
seguían manteniendo algunos señores feudales, que todavía mantenían el dominio de grandes extensiones de terreno que eran trabajadas
por los campesinos o mujiks.
Otra de las causas de la revolución rusa fue la entrada de capital extranjero del país, el cual dominaba las fábricas y centros productivos de
la Unión Soviética. Esto dio lugar a la aparición de los obreros, los cuáles trabajaban en unas condiciones infrahumanas. Pronto se hicieron
cada vez más frecuentes las protestas, que luego pasaron a huelgas y terminaron en grandes revueltas. Muchos de estos obreros se
agruparon en organizaciones sindicales conocidas como soviets.
Asimismo, en los últimos tiempos se había producido una importante penetración de las ideas marxistas en el pueblo soviético.
Desarrollo de la Revolución rusa

La primera revolución rusa tuvo lugar en febrero. En el caos que se había originado, el zar Nicolás II se dio cuenta de que no poseía poder
militar suficiente para combatir la revolución y vio que su única solución era abdicar. En este momento, un gobierno provisional asumía el
control del país (gracias a la unión momentánea de socialistas y demócratas). El objetivo de este gobierno provisional era aportar unos
cimientos sólidos para la celebración en un futuro de unas elecciones democráticas.En un principio los soviets, que eran organizaciones
formadas por obreros y sectores socialistas más radicales, dejaron al gobierno provisional realizar sus funciones, con el objetivo de asentar
la revolución e impedir un posible intento de regreso zarista. Sin embargo, pronto los soviets comenzaron a separarse del gobierno
provisional y se dio una lucha de poderes. El gobierno provisional poseía el parlamento y el poder del estado, mientras que los soviets
tenían el apoyo de los obreros y de los crecientes sectores de izquierdas.
Esto terminó desembocando en la Revolución de octubre, en la que los trabajadores soviéticos que formaban el partido bolchevique,
dirigidos por Lenin, derrocaban al gobierno provisional y constituían finalmente un gobierno socialista. La Revolución de 1917 marcaba así
el inicio de una nueva etapa para la URSS, una etapa que se desarrollaría a lo largo de todo el siglo XX, hasta su disolución en el año 1991
(la Perestroika).
Consecuencias de la Revolución rusa
La revolución rusa tuvo importantes consecuencias ya que supuso un cambio profundo dentro de la sociedad, economía e incluso la cultura
de la Unión Soviética.
La primera consecuencia evidente fue el derrocamiento del régimen zarista y de la dinastía de los Romanoff, que llevaban siglos de presión
y de poder absolutista en el denominado Imperio Ruso. En su lugar se creó el primer estado socialista del mundo, la Unión de las Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS). Esto supuso la adopción de las ideas socialistas y el desarrollo de otras ideas anarquistas y comunistas.
La Revolución rusa también provocó algunas discrepancias acerca del camino a seguir tras la muerte de Lenin y luchas de poder entre
dirigentes como Stalin (que pretendía consolidar la revolución en Rusia) y Trotsky (buscaba una revolución a nivel general). En cualquier
caso, la implantación del socialismo en la URSS era ya imparable.
Tras la Revolución rusa la URSS se convirtió en una de las principales potencias económicas a nivel mundial, una posición que mantuvo
hasta su disolución. Entre otras cosas, la URSS fue fundamental para derrotar a Alemania en la 2ª Guerra Mundial y fue el país que pugnó
por la supremacía mundial con EE.UU durante la Guerra Fría, escenificando la lucha entre el bloque capitalista y el bloque comunista.
Otra de las consecuencias, en este caso inmediata, que tuvo la revolución rusa fue la salida de la URSS de la 1ª Guerra Mundial tras la
firma del tratado de Brest-Litovsk con Alemania.También se produjo la adopción de nuevas políticas económicas. Primero se impuso una
denominada precisamente Nueva Política Económica (NPE) que dotaba al campesino de mayor libertad para poder vender los excedentes
de su producción. Si embargo, con la llegada de Stalin al poder se aprobaron otras medidas encaminadas a la colectivización del trabajo,
como la supresión del campesino u obrero individual y la prioridad absoluta de la industria pesada.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue uno de los acontecimientos fundamentales de la historia contemporánea tanto por sus
consecuencias como por su alcance universal. Las «potencias del Eje» (los regímenes fascistas de Alemania e Italia, a los que se unió el
militarista Imperio japonés) se enfrentaron en un principio a los países democráticos «aliados» (Francia e Inglaterra), a los que se sumaron
tras la neutralidad inicial los Estados Unidos y, pese a las divergencias ideológicas, la Unión Soviética; sin embargo, esta lista de los
principales contendientes omite multitud de países que acabarían incorporándose a uno u otra bando.
La Segunda Guerra Mundial, en efecto, fue una nueva «guerra total» (como lo había sido la «Gran Guerra» o Primera Guerra Mundial,
1914-1918), desarrollada en vastos ámbitos de la geografía del planeta (toda Europa, el norte de África, Asia Oriental, el océano Pacífico)
y en la que gobiernos y estados mayores movilizaron todos los recursos disponibles, pudiendo apenas ser eludida por la población civil,
víctima directa de los más masivos bombardeos vistos hasta entonces.
En el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial suelen distinguirse tres fases: la «guerra relámpago» (desde 1939 hasta mayo de 1941), la
«guerra total» (1941-1943) y la derrota del Eje (desde julio de 1943 hasta 1945). En el transcurso de la «guerra relámpago», así llamada
por la nueva y eficaz estrategia ofensiva empleada por las tropas alemanas, la Alemania de Hitler se hizo con el control de toda Europa,
incluida Francia; sólo Inglaterra resistió el embate germánico.
En la siguiente etapa, la «guerra total» (1941-1943), el conflicto se globalizó: la invasión alemana de Rusia y el ataque japonés a Pearl
Harbour provocaron la incorporación de la URSS y los Estados Unidos al bando aliado. Con estos nuevos apoyos y el fracaso de los
alemanes en la batalla de Stalingrado, el curso de la guerra se invirtió, hasta culminar en la derrota del Eje (1944-1945). Italia fue la primera
en sucumbir a la contraofensiva aliada; Alemania presentó una tenaz resistencia, y Japón sólo capituló después de que sendas bombas
atómicas cayeran sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
El miedo a la expansión del comunismo soviético había hecho que Hitler fuese visto por las democracias occidentales como un mal menor,
suposición que sólo desmentiría el desarrollo de la contienda. La Segunda Guerra Mundial costó la vida a sesenta millones de personas,
devastó una vez más el continente europeo y dio paso a una nueva era, la de la «Guerra Fría». Las dos nuevas superpotencias surgidas
del desenlace de la guerra, los Estados Unidos y la URSS, lideraron dos grandes bloques militares e ideológicos, el capitalista y el comunista,
que se enfrentarían soterradamente durante casi medio siglo, hasta que la disolución de la Unión Soviética en 1991 inició el presente orden
mundial.Dividida en dos áreas de influencia, la Occidental pro americana y el Este comunista, Europa, como el resto del mundo, quedó
reducida a tablero de las superpotencias, y aunque la Europa occidental recuperó rápidamente su prosperidad, perdió definitivamente la
hegemonía mundial que había ostentado en los últimos cinco siglos; en el exterior, tal declive se visualizaría en el proceso descolonizador
de las siguientes décadas, por el que casi todas las antiguas colonias y protectorados europeos en África y Asia alcanzaron la
independencia.
Causas de la Segunda Guerra Mundial
A pesar de las controversias, los historiadores coinciden en señalar diversos factores de especial relieve: la pervivencia de los conflictos no
resueltos por la Primera Guerra Mundial, las graves dificultades económicas en la inmediata posguerra y tras el «crack» de 1929 y la crisis
y debilitamiento del sistema liberal; todo ello contribuyó al desarrollo de nuevas corrientes totalitarias y a la instauración de regímenes
fascistas en Italia y Alemania, cuya agresiva política expansionista sería el detonante de la guerra. Ya en su mera enunciación se advierte
que tales causas se encuentran fuertemente imbricadas: unos sucesos llevan a otros, hasta el punto de que la enumeración de causas
acaba convirtiéndose en un relato que viene a presentar la Segunda Guerra Mundial como una reedición de la «Gran Guerra»
Ciertamente, la Primera Guerra Mundial (1914-1918) no apaciguó las aspiraciones nacionalistas ni los antagonismos económicos y
coloniales que la habían ocasionado. Todo lo contrario: la forma en que fue fraguada la paz, con condiciones abusivas impuestas
unilateralmente por los vencedores a los vencidos en el Tratado de Versalles (1919), no hizo sino incrementar las tensiones. Alemania, que
había sido declarada culpable de la guerra, perdió sus posesiones coloniales y parte de su territorio continental, siendo además obligada a
desmilitarizarse y a abonar desorbitadas reparaciones a los vencedores. Italia, pese a formar parte de la alianza vencedora, no vio
compensados sus sacrificios y su esfuerzo bélico con la satisfacción de sus demandas territoriales.
El desenlace de la guerra había llevado a la desmembración de los imperios derrotados (el alemán y el austrohúngaro) y a la implantación
en los viejos y nuevos países resultantes de repúblicas democráticas. No era fácil consolidar en estas sociedades sometidas a autocracias
seculares y carentes de tradición democrática un sistema liberal, máxime cuando los valores en que éste se sustentaba (confianza en la
razón humana, fe en el progreso) habían sido minados por los horrores de la guerra. Pero además, las democracias liberales mostraron
pronto su incapacidad para hacer frente a una situación extremadamente delicada. El conflicto había dejado un paisaje de devastación
económica y empobrecimiento generalizado de la población que los nuevos gobiernos no supieron abordar.
Todo ello fue capitalizado por grupúsculos y formaciones políticas extremistas, de entre las cuales cobraron progresivo protagonismo las
organizaciones de la ultraderecha nacionalista, con el fascismo italiano y su variante alemana (el nazismo) a la cabeza. Junto a las
aspiraciones nacionalistas anteriores a la Primera Guerra Mundial (por ejemplo, el ideal pangermanista de unir a los pueblos de lengua
alemana), estos grupos asumieron como componentes ideológicos el revanchismo suscitado por el Tratado de Versalles y el militarismo
expansionista implícito en doctrinas como la del «espacio vital», que preconizaba la necesidad ineludible de obtener un ámbito territorial
dotado de la extensión y los recursos necesarios para asegurar el desarrollo económico y la prosperidad de la nación.

Presentándose además como los verdaderos patriotas frente a una clase política de traidores que había ratificado las imposiciones de
Versalles, los fascistas ridiculizaron abiertamente el parlamentarismo y la democracia e incluso algunos de sus principios fundamentales,
como el igualitarismo, contribuyendo al descrédito del sistema liberal desde una perspectiva opuesta pero complementaria a la de los
comunistas, que veían en los gobiernos democráticos meros instrumentos opresores al servicio de la burguesía capitalista.
Sin embargo, para los fascistas, las formaciones comunistas y los sindicatos obreros eran poco menos que agentes de Moscú, es decir,
una conjura organizada por enemigos exteriores para debilitar a la nación. Este inequívoco y furibundo anticomunismo acabaría resultando
clave en su acceso el poder. Su mensaje no sólo caló paulatinamente entre las legiones de descontentos que había dejado tras de sí la
guerra, sino que, en los momentos decisivos, el fascismo recibió el apoyo de las clases dominantes, temerosas de una revolución social
como la que había liquidado la Rusia de los zares en 1917.
En fecha tan temprana como 1922, la «Marcha sobre Roma» de los fascistas italianos llevó al nombramiento como primer ministro de
Mussolini, quien, tras ilegalizar las restantes fuerzas políticas en 1925, instauró su régimen fascista en Italia. Hitler, en política activa desde
1920, hubo de esperar al «crack» de 1929 y a su nueva espiral de bancarrota y desempleo; en 1932, el partido nazi fue la fuerza más votada
en las elecciones; en 1933 fue nombrado canciller, y a mediados de 1934, habiendo suprimido las instituciones democráticas y toda
oposición política, detentaba un poder absoluto como «Führer» o caudillo al frente del régimen nazi.
En aplicación de su ideario, Adolf Hitler desdeñó todas las disposiciones de Versalles y preparó a Alemania para satisfacer por la fuerza las
reivindicaciones territoriales que no fuesen atendidas: implantó el servicio militar obligatorio y ordenó un rearme masivo que, a base de
fuertes inversiones, dotó a Alemania de un formidable ejército, reactivó la industria nacional y fortaleció sensiblemente la economía del país
y su propio liderazgo. Sin el respaldo de la opinión pública para embarcarse en una nueva guerra, la posición de los gobiernos de Francia
e Inglaterra era, por contraste, claramente débil.
En 1938, Hitler anexionó Austria a Alemania y reclamó la región checa de los Sudetes, con numerosa población alemana. Ese mismo año,
en la Conferencia de Múnich (30 de septiembre de 1938), Hitler fingió limitar sus ambiciones ante el primer ministro británico Neville
Chamberlain y el presidente francés Édouard Daladier. Pero en seguida se vio que la «política de apaciguamiento» de Inglaterra y Francia,
consistente en ceder a sus demandas a cambio de la promesa de renunciar a nuevas reivindicaciones, era completamente inútil. Vulnerando
los acuerdos de Múnich, Hitler ocupó no únicamente los Sudetes, sino toda Checoslovaquia (marzo de 1939), invadió la región de Memel
(Lituania) y puso sus ojos en Polonia, a la que reclamaba el corredor y la ciudad libre de Danzig, territorios que el Tratado de Versalles
había arrebatado a Alemania para proporcionar a Polonia una salida el mar.
Al mismo tiempo, y en previsión de la inminencia de la guerra, Hitler atendió hábilmente al flanco diplomático. Desde años atrás había
colaborado estrechamente con el régimen hermano de Italia, entendimiento que reforzó subscribiendo con Mussolini el Pacto de Acero
(mayo de 1939). Tres meses después, el 23 de agosto de 1939, selló el tratado Ribbentrop-Molotov, así llamado por sus firmantes, el
ministros de Exteriores alemán Joachim von Ribbentrop y el ruso Vyacheslav Molotov. Fundamentalmente, el tratado era un pacto de no
agresión entre Alemania y la Unión Soviética que incluía entre sus cláusulas secretas el reparto de Polonia, a la que Francia y Gran Bretaña
habían prometido ayuda en caso de guerra.
El pacto con la URSS garantizaba a Alemania que no habría de luchar en un doble frente; sintiéndose seguro, Hitler ordenó la invasión de
Polonia. El 1 de septiembre de 1939 se iniciaron las operaciones militares; dos días después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a
Alemania. Comenzaba así la Segunda Guerra Mundial, que por el exiguo número de beligerantes no parecía que hubiese de merecer ese
calificativo; dos años y medio más tarde, sin embargo, el conflicto se había extendido por todo el planeta.
Desarrollo de la Segunda Guerra Mundial
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la potencia bélica de los bandos contendientes era prácticamente equivalente, a pesar de que
Francia e Inglaterra habían comenzado más tarde su rearme. Cada uno de los aliados había desarrollado de forma distinta sus medios
bélicos. Francia mejoró y desarrolló su sistema de trincheras (la famosa Línea Maginot, impulsada por el ministro de Guerra André Maginot),
previendo una guerra de posiciones como en la Primera Guerra Mundial. La poderosa marina británica no invirtió en la construcción de
unidades que se convertirían en vitales (como el portaaviones), pero el país desarrolló ampliamente su fuerza aérea.
De las potencias que pronto intervendrían en el conflicto, la URSS contaba con sus ingentes recursos humanos, y el otro gigante mundial,
los Estados Unidos de América, poseía mayor potencial industrial que capacidad militar efectiva; sólo tras decidir su participación en la
guerra enfocó rápidamente su industria a la fabricación de armas, y especialmente a la construcción de aviones (cazas y bombarderos) y
potentes buques de guerra (portaaviones y acorazados).
Los términos del Tratado de Versalles habían impuesto a Alemania la desmilitarización y la limitación de sus arsenales; tal humillante
obligación tuvo sin embargo la virtud de eliminar armamentos que hubieran resultado obsoletos en la Segunda Guerra Mundial y de
favorecer, llegado el momento, la creación desde cero de un eficiente ejército dotado de armas de última generación. De este modo, cuando
Hitler ordenó la remilitarización y el rearme del país, orientó la industria hacia la producción de aviones y unidades terrestres motorizadas,
especialmente tanques y carros de combate, y aunque desechó la fabricación de portaaviones y otros barcos de superficie, construyó una
potente flota de submarinos. No hay que olvidar que Alemania contaba con un importante potencial técnico, tanto en la metalurgia como en
la industria química y eléctrica, de gran aplicación en la industria de guerra.
Consecuencias de la Segunda Guerra Mundial
Las principales consecuencias históricas de la Segunda Guerra Mundial fueron el establecimiento de un orden bipolar liderado por las dos
superpotencias ideológicamente antagónicas que salieron reforzadas del conflicto (la Norteamérica capitalista y la URSS comunista) y la
pérdida definitiva de la hegemonía mundial que Europa había ostentado desde finales de la Edad Media, reflejada en el proceso de
descolonización que desmanteló los antiguos imperios coloniales europeos.
La aparente sintonía mostrada por el dirigente soviético Iósif Stalin, el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt y el primer ministro
británico Winston Churchill en la Conferencia de Yalta (febrero de 1945), cuando la Segunda Guerra Mundial no había llegado aún a su
previsible desenlace, dio paso a las primeras fricciones en la Conferencia de Potsdam (julio-agosto de 1945). Pese a ello, y reconociendo
la importancia de la contribución soviética al esfuerzo bélico, Estados Unidos e Inglaterra acordaron con Stalin la división de Alemania y
validaron la anexión de las repúblicas bálticas y parte de Polonia al territorio ruso.
Desde 1941, sin embargo, todo el mundo sabía que la incorporación de la Unión Soviética al bando aliado, forzada por la fallida invasión
de Hitler, era una alianza contra natura que el final de la guerra se encargaría de deshacer. Con su poderoso ejército desplegado en la
Europa oriental, Stalin subscribió en Yalta la propuesta de celebrar elecciones libres en los países ocupados, y, acabada la guerra, quebrantó
el acuerdo favoreciendo la implantación de regímenes comunistas dependientes de Moscú. De este modo, casi todos los países del este
de Europa (incluida la Alemania oriental, en la que se estableció la República Democrática Alemana) quedaron bajo la órbita soviética.
Se iniciaba con ello la «Guerra Fría», nueva fase geopolítica en que el antagonismo entre las superpotencias surgidas de la Segunda Guerra
Mundial, los Estados Unidos y la URSS, no desembocó en guerra abierta por milagro o por temor al cataclismo nuclear que podían
desencadenar los arsenales atómicos de los contendientes. Ambas potencias se erigieron en líderes de dos bloques ideológicos (el
Occidente capitalista y el Este comunista) cuya fuerza y cohesión incrementaron mediante pactos militares (la OTAN y el Pacto de Varsovia),
planes de ayuda (el Plan Marshall) y alianzas económicas (la Comunidad Europea y el COMECON), mientras se enzarzaban en conflictos
locales soterrados para promover o impedir la incorporación de tal o cual región a uno u otro bloque, reduciendo la mayor parte del mundo,
y también Europa, a un tablero de ajedrez.
Las inmensas deudas que Inglaterra había contraído con Estados Unidos y el triste papel de Francia en la guerra habían dejado sin voz a
la devastada Europa. La desafiante actitud de Stalin y el inicio de la «Guerra Fría» empujaron decididamente a Estados Unidos a situar bajo
su órbita la Europa occidental (incluida Grecia y los vencidos: Italia y la nueva República Federal Alemana) y sustraerla a l a influencia de
los partidos comunistas europeos y de la Unión Soviética. En 1947, el presidente Truman aprobó el Plan Marshall, así llamado por su
promotor, el secretario de Estado George Marshall. En el fondo, el plan diseñaba una reconstrucción favorable a los intereses de los Estados
Unidos, pues preservaría la demanda europea de productos americanos; pero aquella sabiamente administrada lluvia de millones, invertida
fundamentalmente en infraestructuras, dio un gran impulso a la economía europea, que en sólo doce años rebasó los índices de producción
de 1939. Perdido el liderazgo político, la Europa occidental lograría, al menos, recuperar el protagonismo económico.
La debilidad de las metrópolis europeas reactivó los movimientos independentistas en las colonias y condujo, en las décadas siguientes, al
progresivo desmantelamiento de los imperios coloniales, proceso al que se ha dado el nombre de «descolonización». La flagrante
contradicción de enarbolar con una mano la bandera de la libertad y la democracia y de sostener con la otra la de un imperialismo que
sometía pueblos enteros se hizo patente no sólo a los ojos de las minorías ilustradas de la colonias, sino también a la población en general,
principal víctima de la miseria a que los condenaba el estatus colonial. A través de revueltas violentas que Europa no estaba en condiciones
de sofocar, o bien mediante negociaciones o una combinación de ambos medios, casi todas las colonias alcanzaron su independencia entre
1945 y 1975. La descolonización contó con el impulso y beneplácito de las nuevas superpotencias, pues conllevaba el afianzamiento de su
hegemonía, la apertura de nuevos mercados y la oportunidad de incorporar nuevas naciones a su ámbito de influencia.
En tanto que proceso en que se percibe una justicia intrínseca y reparadora de los males del imperialismo, podría creerse la descolonización
fue una consecuencia positiva de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en su realización práctica, la descolonización no condujo sino
a una nueva forma de dependencia, el «neocolonialismo», que acabaría empeorando las condiciones de vida. Los nuevas naciones
heredaron una economía sometida a los intereses coloniales que se basaba en la exportación de un reducido número de materias primas
o productos agrícolas a las metrópolis; las beneficios obtenidos, sin embargo, no alcanzaban para la importación de los productos
manufacturados necesarios. Tal déficit comercial sólo podía paliarse con los créditos que los nuevos países solicitaban a las antiguas
metrópolis o a las superpotencias, creando un círculo vicioso de dependencia económica y, por ende, política. Carentes de la capacidad
decisoria y financiera que precisaban para acometer la imprescindible diversificación de sus economías, las antiguas colonias asistieron
impotentes a la cronificación o acentuación de los desequilibrios, y pasaron a integrar la amplia franja de subdesarrollo que hoy conocemos
como Tercer Mundo.

¿Por qué Hiroshima y Nagasaki?


En mayo de 1945, en una reunión en el laboratorio nacional de Los Álamos (California) se rechazó la idea de atacar con bombas atómicas
a objetivos militares, debido a la posibilidad de que se produjeran fallos de puntería y que no se consiguiera "el suficientemente fuerte efecto
psicológico". Entonces fue cuando se decidió que utilizar el nuevo armamento para atacar ciudades.
El jefe del proyecto Manhattan, el general Leslie Groves, insistió en lanzar la bomba contra alguna ciudad nipona todavía no bombardeada,
para evaluar mejor su efecto destructivo. Propuso para ello la ciudad de Kioto, la capital espiritual de Japón, pero el secretario de Defensa,
Henry Stimson, descartó esa idea debido a los buenos recuerdos que guardaba de esta ciudad, donde pasó su luna de miel.
La suerte de Hiroshima estaba echada. Pasado cierto tiempo después del ataque, los médicos comenzaron a advertir que las personas que
parecían haberse recuperado de las heridas y del shock psicológico comenzaban a padecer una nueva enfermedad desconocida hasta la
fecha.
La mayor mortalidad posterior al ataque se registró entre 3 y 4 semanas después de la explosión. Entonces, el mundo supo sobre las
terribles consecuencias que conlleva para el cuerpo humano la exposición a la radiación.
Tres días después de Hiroshima, le tocó a Nagasaki. El 9 de agosto de 1945, un B-29, despegó con la bomba nuclear bautizada como 'Fat
Man' con la intención de lanzarla sobre la ciudad de Kokura como blanco principal y Nagasaki como objetivo secundario. Cuando llegó a
Kokura, la ciudad estaba cubierta en un 70 % por nubes, lo que dificultaba la visión. El cielo sobre Nagasaki, en cambio, estaba despejado
ese día...
En 1950, el número total de víctimas del bombardeo de Hiroshima como resultado de la explosión y sus consecuencias se estimó en unas
de 200 mil personas; en Nagasaki, se elevaban a 140 mil.

También podría gustarte