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Con esta argucia, que se sucedía con harta frecuencia, el sagaz e inteligente
felino estaba al corriente de cuantos pormenores acontecían en palacio. Un día se
entero de que el rey tenía preparado viajar junto con su bella hija, además del
itinerario a seguir, rápidamente trazó un plan que si llegaba a buen término
acabaría para siempre con sus precarias vidas. Cogió a su dueño y lo llevó hasta el
borde de un río contiguo al camino por donde iba a pasar la carroza real, y le ordenó
que se despojara de los raídos andrajos y se metiera en el agua. Aunque el
muchacho desconocía los motivos del atrevido mandato del animal, obedeció
confiado. porque no tenía nada que perder y el gato con botas le había dado
sobrados motivos de lealtad.
Cuando el astuto gato vio que se acercaba el regio carruaje, seguido de una
ostentosa comitiva, comenzó a gritar:
-¡Socorro!, ¡auxilio...!, ¡al ladrón, a los ladrones...!
Al oír los desesperados gritos, el rey mandó al gato, (que tan familiar le era), que
le explicara lo sucedido.
-¡Majestad!, mientras mi amo se estaba bañando unos ladrones le han robado
todas sus ropas, así como algunas monedas que llevaba encima. Al instante el
monarca ordeno que le proporcionaran vestimenta adecuada para un noble, además
de ofrecerle un sitió en su carroza. Tan bien lucía el joven panadero las ricas galas
que dejó hondamente impresionada a la bella princesita.
Ahora solo faltaba una sola cosa, la más difícil: conseguir un aposento adecuado,
acorde con el título. Se dirigió veloz hasta el castillo del poderoso ogro y consiguió
ganarse su confianza a base de halagos y adulaciones:
-¿Es cierto, -dijo el gato al ogro-, lo que se comenta por ahí? Qué tienes poderes
para transformarte en cualquier animal.
-Naturalmente -respondió el Ogro, hinchado de orgullo.
-¿Me harías una demostración convirtiéndote en león?
Y al instante el ogro se transformó en una terrible fiera melenuda.
-Bien, -continuo el felino- eso es fácil para ti, que eres un ser enorme, pero
quizás no lo consigas si tratas de cambiar a un animal pequeño.
-Elige y veras -respondió el ogro un tanto ofendido.
-¡Qué tal en un ratón!, ¿serías capaz de conseguirlo? El perverso pero ingenuo
ogro cayo en la trampa convirtiéndose en un insignificante roedor que al instante
cazó y engulló el gato con botas, pasando sin pérdida de tiempo a tomar posesión de
todos sus bienes en nombre del marques de Carabás.
FIN