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EL TERCER CHIMPANCE PARA JOVENES

Origen y futuro del animal humano


Jared Diamond

Introducción

Los seres humanos somos distintos de cualquier animal pero, al mismo tiempo, somos
animales: una especie más de grandes mamíferos.

Nosotros poseemos rasgos específicamente humanos de los que carecen los animales. Entre
estos figuran la comunicación mediante lenguaje, el disfrute del arte, la fabricación de
herramientas complejas, la costumbre de cubrirnos con ropa y otras características más
siniestras como el asesinato en masa de miembros de nuestra propia especie.

Por otra parte, tenemos en común con algunos animales las partes del cuerpo, las moléculas y
los genes1.

Ya en el siglo XVIII, los científicos que estudiaban la anatomía comprendieron que los seres
humanos somos muy similares a los chimpancés que habita en África. De esos conocemos
dos especies: los chimpancés comunes y los bonobos, también llamados chimpancés
pigmeos. Un científico llegado del espacio clasificaría de inmediato a los humanos como una
tercer especie de chimpancés. Los científicos de la tierra han descubierto que compartimos
más del 98% de nuestros genes con las otras dos especies.

La diferencia entre nuestros genes y los chimpancés es pequeña y, sin embargo, tiene que ser
responsables de los rasgos que convierten en única a nuestra especie. Los cambios que
produjeron esa diferenciación ocurrieron en tiempos recientes en nuestra historia genética. En
unas cuantas decenas de miles de años, empezamos a mostrar las características que hacen
a los seres humanos únicos y frágiles.

Los miembros de la familia de los primates son: el Homo sapiens, gibón, chimpancé, gorila y el
orangután. Las semejanzas anatómicas de los esqueletos de los seres humanos y de los
simios se reconocieron hace siglos. Más recientemente, estudios de ADN han confirmado que
los chimpancés son nuestros parientes más próximos.

Los biólogos moleculares han descubierto que las diferencias genéticas entre seres humanos y
chimpancés son mayores que las existentes entre dos poblaciones humanas actuales o dos
razas de perros; y, sin embargo, son pequeños y se comparan con las que hay entre muchos
otros pares de especies emparentadas entre sí. Esto significa que una modificación pequeña
en los genes del chimpancé produjo cambios gigantescos en la conducta humana.

Los huesos fósiles muestran cómo pasamos de andar a cuatro patas a caminar erguidos y
también como nuestro cerebro fue aumentando de tamaño. Un cerebro grande era necesario
para que se desarrollara el lenguaje y la inventiva. Nuestras herramientas fueron
perfeccionándose a medida que nos creció el cerebro.

1 Un gen es una unidad de información de ácido desoxirribonucleico que codifica un producto


funcional, como por ejemplo proteínas. El gen es la unidad molecular de la herencia genética,
pues almacena la información genética y permite transmitirla a la descendencia. Son
segmentos de ADN que contienen la información sobre cómo deben funcionar las células del
organismo.

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El celebro de los neandertales de hace 60,000 años era incluso mayor que el de una persona
actual y, sin embargo, sus herramientas no revelan signos de inventiva ni de capacidad
artística. El hombre de la era neandertales era una especie más entre los grandes mamíferos.
Otras poblaciones humanas antiguas también desarrollaron esqueletos como los de la
humanidad actual, pero sus herramientas continuaron siendo poco imaginativas como las de
los neandertales durante decenas de miles de años.

Dentro de ese pequeño porcentaje de diferencias genéticas que nos separa de los
chimpancés, debe de haber un porcentaje aún menor que es responsable del desarrollo de las
características peculiares del ser humano: la capacidad de innovación, la creatividad artística
y el uso de herramientas complejas.

En Europa, aparecieron repentinamente los primeros seres humanos realmente evolucionados,


llamados cromañones, que reemplazaron a los neandertales.

Capítulo uno
La historia de los tres chimpancés

Somos mamíferos, es decir, animales que tienen pelo y amamantan a sus crías; pertenecemos
al grupo de los primates, que también están incluidos los monos y los simios. Compartimos
con todos ellos una serie de rasgos que no tiene casi ningún otro animal, como por ejemplo
las uñas planas de los dedos de las manos y pies (el lugar de garras), manos que sirven para
agarrar y pulgares que se mueven en dirección opuesta a los otros dedos.

Entre los primates, los simios (gorilas, chimpancés, orangutanes y gibones) son más
parecidos a nosotros que los monos. Los monos por ejemplo, tienen rabo, mientras que los
simios y los seres humanos no.

En la década de 1960, los biólogos moleculares empezaron a comprender que los


componentes químicos de las plantas y los animales podría servir como “relojes” para medir la
distancia genética entre las especies y, de esa forma, descubrir hace cuánto tiempo
cambiaron evolutivamente. Por ejemplo, en los leones y los tigres; si las dos moléculas
tuvieran un 3% diferencia entre sí, los científicos sabrían que las especies se separaron de su
antepasado común hace unos 15 millones de años.

Hacia 1970, los biólogos moleculares y habían descubierto que el mejor reloj molecular era el
ácido desoxirribonucleico o ADN. Todos los seres humanos tienen ADN y este es diferente en
cada especie. El ADN está compuesto por dos largas cadenas de moléculas. Cada una de
ellas consta de cuatro tipos de pequeñas moléculas. La secuencia u orden de estas pequeñas
moléculas transporta toda la información genética que se transmite de padres a hijos.

Los estudios combinados de fósiles y del ADN de aves actuales han revelado que un gen,
denominado citocromo b, se modifica en un 1% en el transcurso de 1 millón de años. La clave
para comprender las relaciones entre los seres vivos está en el ADN, el material genético que
contiene nuestras células.

El árbol genealógico de los primates

El reloj molecular demostró que los monos difieren de los seres humanos y los simios en un
7% de la estructura de su ADN. Diferimos de los gorilas en alrededor de un 2.3 por ciento de
nuestro ADN y de los chimpancés en aproximadamente un 1.6 por ciento. Eso significa que
compartimos el 98.4 por ciento de nuestro ADN con los chimpancés, nuestros parientes

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vivos más próximos. Dicho de otro modo: el pariente más cercano del chimpancé no es el
gorila, sino el ser humano

El reloj de ADN nos indica que los gorilas se separaron de la línea evolutiva de los chimpancés
y los seres humanos hace unos 10 millones de años. Nuestros ancestros divergieron de los
chimpancés hace aproximadamente 7 millones de años. En otras palabras, los seres humanos
llevan algo así como 7 millones de años evolucionando por su cuenta. Desde este punto de
vista, los seres humanos son la tercer especie de chimpancés.

Conociendo que somos parientes tan cercanos de los chimpancés, ¿cómo se justifica nuestro
deseo de encerrarlos a ellos y a otros simios en los zoológicos?

Diferencias entre los chimpancés y los seres humanos

¿Cómo es posible que sólo un 1.6 por ciento de las diferencias genéticas transformará a los
chimpancés en seres humanos?

Los rasgos distintivos del ser humano, como su capacidad artística, el lenguaje o

la agresividad, probablemente no dependen de un solo gen. Hay que tener en cuenta, además,
que nuestra conducta está influenciada por otros factores como: el medio en el que vive la
persona, la familia, la cultura o la alimentación.

Las diferencias de conducta entre todos los chimpancés y todos los seres humanos
probablemente depende en alguna medida de las diferencias genéticas. La programación
genética de los seres humanos es la que hace que los niños empiecen a hablar. Se puede
afirmar con seguridad en las diferencias del 1.6 por ciento de los genes, son los que nos
distinguen de los chimpancés. Sabemos que un solo gen o unos cuantos pueden tener
enormes consecuencias.

Capítulo dos
El gran salto adelante

Hace tan sólo 70,000 años, la zona occidental de Europa aún estaba habitada por los
neandertales, una especie humana con poco progreso. En Europa aparecieron los seres
humanos anatómicamente modernos, es decir, con un aspecto como el nuestro, y trajeron
consigo el arte, los instrumentos musicales, el comercio y el progreso. Los neandertales no
tardaron en desaparecer.

Después del gran salto adelante, bastaron unos diez mil años para que los seres humanos
llegaran a domesticar a los animales, desarrollar la agricultura y la metalurgia e inventaron la
escritura.

Como nos hicimos humanos

La vida en la Tierra se originó hace unos 3,000 millones de años. Los dinosaurios aparecieron
en la Tierra hace unos 240 millones de años y se extinguieron hace unos 65 millones de años.
Nuestros ancestros y los chimpancés se diferenciaron hace unos 6 o 10 millones de años.

El antepasado común de los gorilas, los chimpancés y los seres humanos habitó en África. En
un principio, nuestros antepasados habrían sido clasificados como una especie más de simios,
pero tres cambios nos impulsaron en dirección a una humanidad plenamente desarrollada.

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El primero de estos cambios se produjo aproximadamente hace 4 millones de años. Los
fósiles de esa época demuestran que el modo habitual de locomoción de nuestros
antepasados era la postura erecta, a diferencia de los gorilas y de los chimpancés, que casi
siempre andaban en cuarto patas.

El segundo cambio tuvo lugar hace unos 3 millones de años. Todos los seres humanos de la
actualidad pertenecen a la misma especie, el homo sapiens, pero en el pasado seguramente
había varias especies: los australopithecus robustos, “simio meridional robusto” y los
australopithecus africanus, “simio meridional africano”.

El australopithecus africanus evolucionó hasta dar lugar a un ser llamado Homo habilis,
“hombre hábil”, con un cerebro de mayor tamaño. Pero el Homo habilis no era la única rama
de nuestro árbol genealógico que vivía en África. En aquella época existían en ese continente
especies distintas de humanos o tipos humanos primitivos.

El tercero de los grandes cambios que convirtieron a nuestros ancestros en seres más
semejantes a los humanos y mas alejados de los simios fue el empleo habitual de
herramientas de piedra.

Competición en África

En África vivía en la misma época dos o tres especies de humanos y solo una especie humana
ha sobrevivido hasta hoy, las demás especies se extinguieron.

El linaje del Australopithecus robustus, se extinguió aproximadamente hace 1 millón 200,000


años. ¿Por qué se extinguieron? Quizá no fueron capaces de competir con el Homo erectus,
que comían tanto carne como vegetales y poseía un cerebro más grande y herramientas.
Además cabe la posibilidad de que el Homo erectus contribuyera a la extinción a sus parientes
matándolos para comérselos.

El árbol genealógico humano (ver este cuadro de abajo hacia arriba)

Cromañon

Neandertal 100,000

Homo sapiens 500, 000

Homo erectus Tercer hombre 1.7 millones

Homo habilis
3 millones
Australopithecus africanos
Australopithecus Robustus

Simios Homínido erecto 6 millones de años atras

Antepasados homínidos Tiempo Años

• Nuestros antepasados homínidos comenzaron a evolucionar independientemente de los


simios hace unos 7 millones de años.

• Hace 4 millones de años, algunos homínidos ya caminaban sobre dos piernas.

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• Hace 3 millones de años, la línea humana se separó en dos ramas, el Australopithecus
africanus y el Australopithecus robustos.

• La linea del Australopithecus robustus se extinguió.

• La línea del Australopithecus robustus se dividió a su vez dos ramas.

• La rama del homo habilis llevó al homo erectus y más adelante al homo sapiens.

• La línea de homo sapiens acabo por dividirse entre ramas. Una llega hasta la población
humana actual.

• Otra rama dio lugar a los Neanderthales, que después se extinguieron.

Los cráneos y huesos puramente neandertales más antiguos datan de hace unos 130,000
años. Parece que a los neandertales les faltaban la cualidad humana más importante de
todos: la capacidad de innovación, es decir, inventar cosas nuevas.

Donde antes habitaba el hombre de Neandertal (Francia y España), apareció hace 60,000 años
un tipo humano anatómicamente modernos. Suele llamársele hombre de Cromagnon (o
Cromañón). La llegada de los cromañones provocó de alguna manera extinción de los
Neanderthales.

Recientemente, los científicos han logrado reconstruir el ADN de los neandertales y


compararlo con el ADN humano. Los resultados indican que los seres humanos se cruzaron
con los Neanderthales. Por consiguiente, todas las personas actuales deben de haber
heredado de los Neanderthales un pequeño porcentaje de su programa genético, alrededor de
un 1% del total de su ADN.

El pueblo enano de la isla de Flores

En 2004 se realizó un descubrimiento asombroso sobre los orígenes del ser humano. En las
excavaciones realizadas en la isla de Flores de Indonesia, se encontraron huesos fósiles de
seres humanos primitivos de tamaño minúsculo. En la Isla Flores habitaron unos seres
humanos de apenas 90 cm de altura, cuyo cerebro era cuatro veces menor que el nuestro,
más o menos del tamaño del de los chimpancés.

Un cambio minúsculo, un salto gigantesco

El factor que impulsó el gran salto adelante es un enigma arqueológico para el que no hiciste
una respuesta acertada. Puede que fuera un cambio en sólo una décima parte del 1% de
nuestro ADN.

¿Qué minúsculo cambio de nuestros genes pudo tener tan enormes consecuencias? A mí solo
se me ocurre una respuesta válida: el lenguaje. Algunos cambios anatómicos o fisiológicos
hicieron posible el lenguaje hablado complejo.

El motivo parece radicar en la estructura de la laringe (o caja de voz), la lengua y los


músculos que nos facilitan un control preciso de los sonidos hablados. Nuestra habilidad para
hablar depende el funcionamiento perfecto de numerosas estructuras y músculos.

Es fácil comprender que una minúscula transformación de la anatomía, gracias a la cual pudo
surgir la facultad del habla, haya producido un gigantesco cambio en la conducta. Gracias al
lenguaje, bastan unos segundos para trasmitir información. Sin lenguaje dos seres no podrían
enfrascarse en una discusión sobre cómo organizar una cacería o inventar una herramienta
mejor. Sin lenguaje, habría sido difícil incluso pensar en cómo inventar una herramienta mejor.

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El gran Salto adelante no se produjo cuando los mutaciones alteraron la laringe y la lengua.
Aun teniendo la anatomía adecuada, los seres humanos debieron de tardar miles de años en
desarrollar la estructura del lenguaje que hoy conocemos.

La cultura y la conducta humana cambiaron sólo cuando ocurría una mutación que provocaba
esa transformación. Después del gran Salto, el desarrollo cultural dejó de depender de los
cambios genéticos. Las personas que podrían pensar, innovar y comunicarse de una manera
nueva, podían transmitir ideas y conocimientos a otros grupos y a las generaciones siguientes.
En los 60,000 años transcurridos desde el gran Salto, en los que las modificaciones de nuestra
anatomía a sido mínimas, la cultura ha evolucionado muchísimo más que en los millones de
años anteriores.

Un extraño signo vital

El desarrollo de un cerebro grande y de la postura erecta eran requisitos previos para


desarrollar el lenguaje y el arte, pero no bastaban.

Todas las especies tienen lo que los biólogos llaman un ciclo vital, que se compone de una
serie de rasgos específicos: el número de crías nacidas por camada o parto, los cuidados
que estas reciben de la madre o del padre, las relaciones sociales de los adultos, el modo en
que el macho y la hembra seleccionen a su pareja y la duración habitual de la vida de los
individuos.

Nuestro ciclo vital es muy extraño comparado con el resto de los animales. La mayoría de los
animales tienen camadas numerosas, los machos que proporcionan cuidados parental a sus
crías son la excepción y pocos animales cumplen siquiera los 70 años que llega a vivir
habitualmente un ser humano.

A diferencia de los gatos, los perros, las aves canoras y los pececillos de colores, los simios
suelen tener una sola cría en cada parto y su vida dura varias décadas. Sin embargo, en otros
aspectos somos muy distintos de ellos. Los pequeños chimpancés son cuidados por sus
madres, mientras que entre los seres humanos, tanto los padres como las madres suelen
implicarse mucho en el cuidado de los hijos pequeños. Los bebés humanos necesitan que les
alimente, los eduquen y les protejan durante un periodo largo, y eso supone una inversión
mucho mayor de tiempo y energía que la que afrontan las madres de los simios. Los hombres
que desean que sus hijos vivan y se hagan mayores suelen ayudar a sus compañeras en la
crianza.

Nuestro ciclo vital difiere del de los simios salvajes en otros aspectos. Las hembras humanas
suelen vivir muchos años después de la menopausia, la etapa de la vida que dejan de ser
capaces de tener hijos. Es un caso prácticamente único entre los mamíferos. Por otro lado, la
actividad sexual humana también es diferente. Los simios practican el sexo en público, delante
de los demás miembros de su grupo, y sólo lo hacen cuando la hembra está preparada para
tener hijos. Por el contrario, la actividad sexual de los seres humanos suele ser algo íntimo y
no sólo se practica para concebir hijos.

En los tres capítulos siguientes se analizan tres aspectos de peculiar ciclo vital humano.

El primero trata de la organización social y la sensualidad.

El segundo habla de las versiones raciales, es decir, las diferencias visibles entre los seres
humanos originarios en distintas partes del mundo. Para explicarlas argumentaré que esta

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diferencia surgieron como resultado de la manera en que los seres humanos escogemos a
nuestra pareja.

Por último vamos a preguntarnos porque envejecemos y morimos. El envejecimiento es otro


rasgo de nuestro ciclo vital que damos por sentado. Es evidente que todo el mundo se hace
mayor y al final muere, pero ¿por qué es obligatorio que envejezcamos si nuestro cuerpo tiene
una gran capacidad para regenerarse?

Capítulo tres
La sexualidad humana

El ciclo vital humano incluye la sexualidad y la vida familiar, asuntos que no siempre son fáciles
de investigar. Para empezar, el método científico tiene sus limitaciones cuando se trate de
aplicarlo a la conducta sexual de las personas.

La alimentación y la vida familiar

El éxito de la caza se consiguió gracias al tamaño del cerebro del ser humano, no a sus
dientes o sus garras.

La vida familiar de la especie Homo Sapiens está organizada en torno a un hecho muy
simple: los niños humanos no pueden valerse por sí mismos al nacer durante un largo periodo
posterior al nacimiento. Necesitan de los cuidados de sus padres, no sólo para que les den
alimentos, abrigo y protección, sino para que les enseña las habilidades que les harán falta
para sobrevivir en la sociedad.

La humanidad desarrolló un sistema social ajustado a la necesidad de tener seguridad en la


paternidad y también a la vida en grupo, que, aunque nos parezca normal, es extraño
comparado con el de los primates.

Cómo elegimos parejas

¿Qué nos atrae hacía una persona en lugar de hacia otra? ¿Cómo elegimos pareja? No es de
sorprender que la mayoría de los maridos y de las esposas resultaron tener un mismo origen
étnico (aunque los matrimonios racial y técnicamente son cada vez más frecuentes), así como
creencias religiosas, de opiniones políticas semejantes. Además, los esposos suelen
parecerse bastante en cuanto a nivel de inteligencia y a las cualidades personales, como
los hábitos relativos a la limpieza y el orden.

¿Y qué influencia tiene la apariencia física? Aunque hay numerosas excepciones, por término
medio ambos esposos tienen un ligero parecido: la altura, el peso y el color de los ojos, del
pelo y de la piel. Las personas tienden por lo general a casarse con quienes son mas
parecidos a ellas que diferentes.

Los amigos de la familia por lo general comparten los intereses, las opiniones políticas y el
estatus social y económico de los miembros de la familia. Estos contactos nos ofrecen
múltiples oportunidades reconocer a personas semejantes a nosotros y enamorarnos de ellas.

El fondo de la cuestión es la atracción física basada en el parecido. Todos los rasgos físico
se combinan para componer un retrato imaginario de nuestro compañero o compañera ideal,
que es la imagen que buscamos.

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Nos sentimos atraídos por gente con la que tenemos algún parecido porque las imágenes
que guían nuestra búsqueda están basadas en personas con las que compartimos la mitad
de los genes. Pero los investigadores han comprobado qué otros factores como la
personalidad, la inteligencia y la religión tiene más peso que la apariencia física cuando se
elige con quién casarse. Las experiencias vitales, los valores y los objetivos son factores que
también tienen una influencia decisiva.

Las personas tienden a casarse con otras que se les parecen en muchas características,
como el color de la piel, del cabello y de los ojos. Los criterios sobre la belleza se basa en
las personas a quienes vemos a nuestro alrededor en la niñez, en especial nuestros padres,
hermanos, que son a quienes más vemos y también a quienes más nos parecemos, ya que
compartimos los mismos genes.

Capítulo cuatro
El origen de las razas humanas

Los rasgos físicos de las personas cambian de una región geográfica a otra y así surgen las
variaciones raciales. ¿Por qué los habitantes de distintas zonas geográficas tienen una
apariencia diferente?

Las dos fuerzas que se ha señalado como causas de las variaciones raciales, son: la selección
natural y la selección sexual. La selección natural desempeño papel secundario, mientras que
la selección sexual fue la principal creadora de las variaciones raciales humanas.

La selección natural significa sencillamente que lo rasgos genéticos que ayudan a una
planta o animal a sobrevivir se transmiten a los descendientes de ese organismo. En los
seres vivos se produce mutaciones aleatorias que provocan cambios en los genes, los cuales
a su vez original nuevo rasgos o hacen que los ya existentes se modifiquen.

La selección natural explica muchas diferencias entre las especias, como el hecho de que
los leones tengan zarpas con uñas afiladas y nosotros dedos prensiles, para agarrar. Los
habitantes de la soleada África tiene la piel oscura. La piel se va volviendo más pálida a
medida que uno se aleja del Ecuador hacia el norte o hacia el sur.

Las pieles oscuras se desarrollaron en los pueblos que estaban muy expuestos al sol, porque
la piel oscura protege de las quemaduras solares y del cáncer de piel. Existen otras teorías
para explicar porque la selección natural ha favorecido la piel oscura en los trópicos y la piel
pálida en el norte. Entre ellas, que la piel oscura sirve de camuflaje en a selva y que la piel
pálida es menos sensible a la congelación.

Capítulo cinco
¿Por qué envejecemos y morimos?

Todos los seres vivos de la tierra, tienen una esperanza de vida, que es una característica del
ciclo vital. Esperanza de vida es el término empleado por los científicos de denominar el
promedio de tiempo que un miembro de cualquier especie puede esperar vivir. La esperanza
de vida depende de muchos factores. Las personas nacidas en distintos países suelen tener
esperanzas de vida diferentes en función, por ejemplo, de la calidad de la comida y el agua y
la asistencia sanitaria disponible.

En Estados Unidos, La esperanza de vida de los adultos es en la actualidad de 76 años para


los hombres y casi 81 para las mujeres. Pocos de nosotros llegaremos hasta los 100 años.

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Nuestra capacidad para sobrevivir hasta edades avanzados tuvo algo que ver con el progreso
de la cultura y la tecnología. Es más fácil defenderse de un león con una lanza que con una
piedra, y aún más fácil con un rifle de gran potencia. No obstante, el progreso cultural y
tecnológico no nos habría prolongado la vida si nuestros cuerpos no se hubieran rediseñado
para vivir más tiempo. La biología humana se remodeló para adaptarse a la prolongación de la
esperanza de vida posibilitada por dichos avances.

Reparar y reemplazar

Los fisiólogos suelen pensar que, tal como son nuestros cuerpos y tal como funcionan, el
envejecimiento es el evitable. Una teoría explica que el envejecimiento ocurre porque, con el
paso de los años, al sistema inmunitario cada vez le cuesta más distinguir las células
propias del cuerpo de las células invasoras. Es un defecto de consecuencias mortales.

El envejecimiento puede verse sencillamente como un daño o deterioro que no se repara. La


verdad es que, aunque no nos demos cuenta, estamos continuamente restaurándonos en
todos los niveles, desde el de las moléculas hasta el de los tejidos y los órganos.

El control de daños en nuestro caso, el ejemplo más visible en la curación de las heridas, con
la que se reparan los daños de la piel. Algunos animales tienen mecanismos de control de
daños más espectaculares. A los lagartos les vuelve a crecer la cola si la pierde, las estrellas
de mar regenerar los brazos amputados. En el nivel molecular invisible, tenemos enzimas que
reconocen y reparan los lugares dañados de nuestro material genético, el ADN.

Otro tipo de reparación es la sustitución periódica. En el mundo animal, la dentadura se


sustituye de acuerdo con un programa establecido. Los seres humanos renuevan la dentadura
una vez en la vida; los elefantes, cinco veces; y los tiburones, innumerables veces. El
crecimiento del pelo es otro ejemplo de sustitución periódica porque, aunque nos rapemos,
nunca deja de crecer.

La renovación también sucede en nuestro interior. Sustituimos constantemente muchas


células: en pocos dias las células que tapizan las paredes intestinales, por ejemplo, y una vez
cada cuatro meses los hematíes de la sangre. Las moléculas en mal estado, las proteínas -que
son un tipo de moléculas- también se renuevan. Al mirarte al espejo te ves igual, lo cierto es
que muchas de las moléculas individuales que componen tu cuerpo ya no son las mismas.

Si la estrella del mar regenera sus brazos amputados, ¿por qué no podemos nosotros hacer
mismo? Para protegernos de la artritis bastaría con sustituir periódicamente nuestras
articulaciones, como hacen los cangrejos. Cabría pensar en la selección natural debería
favorecer al hombre o la mujer que en lugar de morir a los 80 años viviera y tuviera hijos al
menos hasta los 200 años. Entonces, ¿por qué no podemos reparar o reemplazar todos los
componentes de nuestro cuerpo?

La respuesta debe estar relacionada con el costo de las reparaciones. La cantidad de energía
que un animal debería invertir en reparaciones biológicas depende del costo de las mismas y
de cuánto tiempo puede esperar vivir con ellas o sin ellas. Esas consideraciones nos llevan al
campo de la biología evolutiva. La selección natural funciona para aumentar el número de
descendientes un organismo y que, a su vez, sobreviven para dejar nueva descendencia.

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El problema que la duración de la vida

Si una vida larga es buena porque permite a los organismos dejar más descendencia, ¿por qué
las plantas, los animales y las personas no viven más tiempo? Si la velocidad y la inteligencia
son buenas, ¿por qué no evolucionamos para ser más rápidos y más inteligentes de lo que
somos?

La selección natural actúa sobre el individuo entero, no sobre parte o rasgos aislados. Eres tú,
y no tu gran cerebro o tus piernas veloces, quien sobrevive o no y deja descendencia. Con
todo, aumentar el tamaño de una parte del cuerpo de un animal puede ser beneficioso en un
sentido y perjudicial en otros.

Por eso, la selección natural tiende a moldear cada rasgo para sacarle el mayor partido posible
con vistas al éxito en la supervivencia y la reproducción del animal de manera global, pero
cada rasgo individual no aumenta hasta el máximo de sus posibilidades.

La evolución y el envejecimiento

Nuestro ciclo vital tiene muchas características que en lugar de maximizar la capacidad de
reproducirnos parece limitarla. El envejecimiento y la muerte son un ejemplo. Pero hay otros
muchos, como la pubertad tardía, los embarazos de nueve meses, los partos de un solo hijo y
la menopausia femenina, es decir, la etapa de la vida de una mujer en que pierde la capacidad
de engendrar hijos.

¿Por qué la selección natural no favorece que la mujer entre en la pubertad a los cinco años,
que sus embarazos duren solo tres semanas, que siempre tenga como mínimo quintillizos,
que no llegue nunca a la menopausia y que viva 200 años, dejando tras de si cientos de hijos?

Porque sólo tenemos a nuestra disposición una cantidad limitada de energía. Incluso las
personas que hacen trabajos duros, como los leñadores o los corredores de maratón, sólo
pueden convertir una 6000 calorías en energía al día con máximo.

¿Tiene una causa el envejecimiento?

Los investigadores del campo de la gerontología, que es el estudio del envejecimiento, busca
las causas del envejecimiento. La selección natural actúa para ajustar el ritmo del
envejecimiento de todos los sistemas fisiológicos, de manera que el proceso de envejecer y
morir comportan numerosos cambios que se producen simultáneamente.

Al envejecer, la mayoría de las personas experimentan desgaste o pérdida de los dientes,


disminución de la fuerza muscular y pérdidas significativamente de audición, vista, olfato y
gusto. También son síntomas comunes del envejecimiento el debilitamiento del corazón, el
endurecimiento de las arterias, el aumento de la fragilidad ósea, el empeoramiento del
funcionamiento de los riñones, la disminución de la resistencia del sistema inmunitario y la
pérdida de memoria. La evolución parece haber organizado las cosas de manera que todo
nuestros sistemas se deteriore.

Si hubiera una causa única o dominante del envejecimiento, se podría buscar un remedio para
curarla y así encontrar la fuente de la eterna juventud. Pero la selección natural nunca
permitiría que nos deteriorásemos a través de un único mecanismo que se puede curar
nuevamente. Quizás sea mejor así. ¿Cómo sería el mundo si todos viviéramos siglos y siglos?
¿En qué emplearemos el tiempo extra?

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La vida después de la etapa fértil

El objetivo fundamental del evolución es que los genes se transmiten de una generación a la
siguiente. La naturaleza programa la muerte de modo que coincida con el final de una etapa
fértil, ya que mantener un cuerpo en buen estado de reparación cuando ya no puede tener
hijos no produce ningún beneficio evolutivo.

Entonces, ¿porque las mujeres están programadas para vivir varias décadas después de la
menopausia y los hombres para vivir hasta una edad en la que la mayoría ya no se ocupa de
engendrar hijos?

Los cuidados que necesitan los hijos nos dan la respuesta. En la especie humana, la intensa
fase de cuidados de los hijos es excepcionalmente larga, dura casi dos décadas. Incluso las
personas mayores con hijos ya adultos son importantes para ellos. Al ayudar a cuidar a sus
nietos y a otros niños, contribuyen a la supervivencia no solo de sus propios hijos y nietos,
sino también a la de toda la familia.

Pero, ¿por qué tuvo la selección natural que programar la menopausia? La mayoría de los
mamíferos incluidos los machos humanos y los gorilas y chimpancés de ambos sexos,
sencillamente experimentan un deterioro gradual de su fertilidad a medida que van haciéndose
mayores y al final la pierden. Solo las hembras humanas experimentan la repentina perdida de
la fertilidad que es la menopausia. ¿No seria más lógico que la selección natural hubiera
favorecido a la mujeres que conservan su fertilidad hasta el inevitable final?

La menopausia, igual que el envejecimiento, es una característica de nuestro ciclo vital que
resulta difícil de comprender fuera del contexto de la evolución.

Tercera parte
Singularmente humanos

Como hemos visto en los capítulos anteriores, la biología es la base de algunos rasgos de los
seres humanos. Nuestro gran cerebro y el hecho de que andemos erguidos están
determinados por nuestros genes, así como los rasgos de nuestro cuerpo y del ciclo vital
humano.

Si esos fueron los únicos rasgos distintivos de los seres humanos, no sobresaldríamos entre
los animales. Las avestruz también andan sobre dos patas. Hay animales que también tienen
un cerebro de tamaño grande comparado con su cuerpo. Las aves marinas viven agrupados
en grandes colonias, como nosotros, y las tortugas tienen una vida larga, Igual que los seres
humanos.

Lo que nos hace excepcionales son los rasgos culturales que solo los seres humanos
poseemos y que son posibles gracias a los fundamentos genéticos. Estos rasgos culturales -
el lenguaje, el arte, la tecnología basadas en utilización de herramientas y agricultura- son
los que nos dan poder.

Algunos aspectos negativos del ser humano, son por ejemplo, el abuso de sustancias
químicas, las drogas, que dañan. Aunque al menos esto no amenaza nuestra supervivencia
como especie. Sin embargo, hay otras dos practicas culturales que si lo hacen. Una es el
genocidio, la matanza de grupos humanos enteros. La segunda es el extermino de las
especies, que suele ir acompañada de la destrucción del entorno, de nuestro propio hábitat.

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Capítulo seis
El misterio del lenguaje

El origen del lenguaje es el mayor misterio del proceso mediante el cual llegamos a ser
humanos. El lenguaje nos permite comunicarnos entre nosotros con mucha mayor precisión
en la que está al alcance de cualquier otra especie animal. Gracias a él podemos trazar planes
de grupo, enseñarnos cosas unos a otros y aprender de la experiencia de personas de otras
lenguas y de tiempos pasados. Por este motivo, creo que el gran salto adelante -la etapa del
estadio humana en la que por fin apareció nuestra capacidad de inventar formas nuevas de
hacer las cosas- se hizo posible gracias al desarrollo de lenguaje hablado tal como lo
conocemos.

A falta de una máquina del tiempo

Los animales se comunican, pero entre los sonidos que emiten y lenguaje humano hay un
abismo que parece imposible de cruzar. Los seres humanos evolucionamos a partir de
animales que carecían de la facultad del habla, el lenguaje debió de desarrollarse con el paso
del tiempo a la vez que otras características humanas como la forma de cráneo o la capacidad
de fabricar herramientas y crear arte.

Escuchando a los monos vervet

Los pájaros cantan. Los perros ladran. Muchos de nosotros tenemos la oportunidad de
escuchar voces de animales casi todos los días de la vida. Para la comprensión de los sonidos
animales no sé activó hasta que se desarrollaron nuevas herramientas y técnicas, como las
grabadoras de alta calidad para captar los sonidos animales de la naturaleza, los programas
electrónicos para analizar las sutiles variaciones entre ellos y los métodos para emitir los
sonidos grabados a los propios animales y ver cómo reacciona. Gracias a todo esto, los
científicos están descubriendo que la comunicación vocal de los animales es mucho más
semejante a un lenguaje de lo que nadie hubiera imaginado hace medio siglo.

El “lenguaje animal” más sofisticado que se estudiado hasta el momento es el de los monos
vervet, del tamaño de un gato y comunes en África. Los estudios sobre el comportamiento de
esos monos ha revelado que comunican información específica sobre los depredadores.
Cuando se encuentran con un leopardo u otro gran felino salvaje, los machos lanzan sonoras
series de ladridos, las hembras emiten un chirrido agudo y todos los monos que los oyen se
apresura a trepar a los árboles. La visión de un águila en las alturas los lleva emitir una especie
de tos seca de dos sílabas, que alertan los demás para que miren hacia arriba o se escondan
en un arbusto. Y si un vervet avista a una pitón o cualquier otra serpiente peligrosa, lanza una
llamada aguda que estimula a los otros monos a alzarse sobre las patas traseras y mirar hacia
abajo para localizarla.

La presencia de mandriles, chacales, hienas y seres humanos desencadenan otras llamadas


de alarma de un tono más bajo. Asimismo, emiten una especie de gruñidos cuanto interactúan
entre ellos. Ni siquiera los científicos que han dedicado años a estudiar a los vervet consiguen
distinguir esto gruñidos. Sin embargo, su medición electrónica demostró diferencias entre los
gruñidos emitidos al interactuar con un mono de mayor o menor categoría dentro del orden
jerárquico, al ver a otro mono o al ver a un grupo rival.

¿Cómo sabemos que estos gritos tienen un objetivo de comunicar algo a los demás?

¿No podrían ser sencillamente expresiones automáticas de miedo o alarma, igual que los
alaridos de miedo que se le escapan una persona que está viendo una película de terror

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aunque no haya nadie que la puede escuchar? Hay varias razones para pensar que los vervet
se comunican deliberadamente entre ellos.

Una prueba es que se observó cómo un leopardo perseguía a un vervet que estaba solo
durante cerca de una hora y el mono guardó silencio mientras duró la terrible persecución.
Como no había otros monos a su alrededor, no habría valido de nada comunicarse Otra
prueba es que las madres vervet emiten mas señales de alarma -advertencias contra
leopardos y otros depredadores- cuando están con sus propios hijos que cuando estas con
monos que no tienen ningún parentesco.

Por último, cuando dos bandos de vervet están luchando, un miembro del que va perdiendo
lanza el “grito el leopardo” aunque no haya ningún leopardo a la vista. El grito hace que todos
los monos trepen a los árboles y así se consigue una falsa “tregua” en la batalla.

Simios que “hablan”

Los simios tiene un parentesco más cercano con nosotros que los monos, y ellos también
emite sonidos. Ahora bien, es mucho más difícil estudiar en la naturaleza de la comunicación
vocal de los chimpancés y de los simios que la de los vervet, porque sus territorios son
mayores.

La anatomía del tracto vocal de los simios les impide admitir tantas vocales y consonantes
como las de nuestro lenguaje.

Aunque el abismo entre la comunicación animal y humana es sin duda enorme, los científicos
cada vez comprenden mejor cómo a podido tenderse un puente desde la orilla que ocupan los
animales. La primera diferencia es que las lenguas humanas tienen una gramática, es decir, un
conjunto de reglas que rigen el uso de las palabras para formar oraciones. La segunda
diferencia es que la vocalización de los vervet representan cosas que pueden llevarse a cabo,
como “águila” o “¡cuidado con esa águila!”. Por el contrario, la mitad de las palabras que usan
los seres humanos -como por ejemplo, y, porque o he- no se refiera a nada que pueda verse o
hacerse.

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El gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta (The Selfish Gene en
inglés)

Es una obra de divulgación sobre la teoría de la evolución, escrita por Richard Dawkins
en 1976.

Sostiene en alto la bandera del escepticismo.

Richard Dawkins (1941) biólogo de la Universidad de Oxford, estudioso de Charles


Darwin, saltó al primer plano cuando escribió el Gen Egoísta el año de1976. Señala
que somos vehículos de los genes, máquinas programadas para que los genes sean
casi inmortales, cuando nos reproducimos.

Según la teoría del gen egoísta, el gen es la unidad evolutiva fundamental.

Un gen es una unidad de información del ácido desoxirribonucleico (ADN) que codifica
un producto funcional, como por ejemplo las proteínas. El gen es la unidad molecular
de la herencia genética, pues almacena la información genética y permite transmitirla a
la descendencia. Los genes se encuentran en los cromosomas, y cada uno ocupa en
ellos una posición determinada. El conjunto de genes de una especie se denomina
genoma.

El propósito de este autor es examinar la biología del egoísmo y del altruismo y ver
cómo afecta a todos los aspectos de nuestra vida social, a nuestro amor y odio, lucha y
cooperación, al hecho de dar y de robar, a nuestra codicia y a nuestra generosidad.

La teoría de Dawkins establece que son los genes —y no los individuos— los agentes
sobre los que opera la evolución.

El egoísmo constituye una metáfora con la que Dawkins explica que la probabilidad de
que un gen prospere, depende de su capacidad de adecuación al medio.

Los organismos (hombres, animales y plantas), son meras máquinas de supervivencia


para genes. Un gen de un organismo sigue existiendo si dicho ser se reproduce. Los
genes son la base de la herencia en la reproducción sexual.

Por lo tanto somos máquinas de supervivencia, autómatas programados a ciegas con


el fin de perpetuar (preservar) la existencia de los egoístas genes (moléculas), que
albergamos en nuestras célula. Esta es una realidad que aún me llena de asombro.

La palabra egotista no se refiere al adjetivo que califica el comportamiento humano de


quienes solo piensan en sí mismos, sino que describe los mecanismos de que
disponen los genes para asegurar su supervivencia y trasmitirse a la próximas
generaciones.

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Los genes son las verdaderas “unidades” centrales de la evolución, en vez de los
individuos, los animales o las plantas. Según Dawkins, los genes primigenios crearon
a las personas y los animales. Somos en realidad meras “máquinas de transmisión” y
de este modo continuar la cadena (garantizar la supervivencia y reproducción de los
genes o moléculas) a lo largo del tiempo en una selección evolutiva.

Durante mucho tiempo he sentido que la biología debiera ser tan emocionante como
una novela de misterio, ya que la biología es, exactamente, una novela de misterio.

Nosotros, los animales, somos el mecanismo más complicado y más perfecto en


cuanto a su diseño en el universo conocido.

I ¿POR QUE EXISTE LA GENTE?

Los organismos vivientes han existido sobre la Tierra, sin nunca saber por qué, durante
más de 3,000 millones de años, antes de que, fuese comprendida por un hombre
llamado Charles Darwin.

La filosofía y las materias conocidas como humanidades todavía son enseñadas como
si Darwin nunca hubiera existido.

El planteamiento del presente libro es que nosotros como al igual que todos los demás
animales, somos máquinas creadas por nuestros genes. Nuestros genes han
sobrevivido, en algunos casos durante millones de años, en un mundo altamente
competitivo. Eso nos autoriza a suponer ciertas cualidades de nuestros genes.

Una cualidad predominante que podemos esperar que se encuentre en un gen


próspero será el egoísmo despiadado. Esta cualidad egoísta del gen dará,
normalmente, origen al egoísmo en el comportamiento humano.

Sin embargo, hay circunstancias especiales en las cuales los genes puede alcanzar
mejor sus objetivos egoístas fomentando una forma limitada de altruismo a nivel de los
animales individuales.

El amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son


conceptos que, simplemente, carece de sentido en cuanto a la evolución.

Mi propia creencia es que una sociedad humana basada simplemente en la ley de los
genes, de un egoísmo cruel universal, sería una sociedad muy desagradable en la cual
vivir.

Si el lector desea, tanto como yo, construir una sociedad en la cual los individuos
cooperen generosamente y con altruismo al bien común, poca ayuda se puede esperar
de la naturaleza biológica. Tratamos de enseñar la generosidad y el altruismo, porque
hemos nacido egoístas.

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Nuestros genes pueden ordenarnos ser egoístas, pero no estamos, necesariamente,
obligados a obedecerlos durante toda nuestra vida. Sería más fácil aprender a ser
altruistas si estuviésemos genéticamente programados para ello. El hombre es, entre
los animales, el único dominado por la cultura, por influencias aprendidas y transmitidas
de una generación a otra.

Los seres humanos y los mandriles han evolucionado de acuerdo a una selección
natural. Se puede deducir que cualquier ser que haya evolucionado por selección
natural será egoísta. Cuando observamos el comportamiento de los mandriles, de los
seres humanos y de todas las demás criaturas vivientes, encontramos que son
egoístas.

A menudo resulta, que los actos aparentemente altruistas son en realidad actos
egoístas disfrazados.

Dar la vida a cambio de la de los amigos es, obviamente, un acto altruista, pero
también lo es el asumir un leve riesgo por ellos. Los actos más comunes y más
sobresalientes de altruismo animal son efectuados por los padres, especialmente por
las madres, en beneficio de sus hijos. Pueden incubarlos como algunos animales lo
hacen o engendrarlos en sus propios cuerpos, alimentarlos a un enorme costo para sí
mismos, y afrontar grandes riesgos con el fin de protegerlos de los depredadores.

Este libro demuestra como el egoísmo individual como el altruismo individual son
explicados por la ley fundamental que yo denomino egoísmo de los genes.

La mayor parte de la vida animal está dedicada a la reproducción y la mayoría de los


actos altruistas, de auto sacrificio, que se observan en la naturaleza son realizados por
los padres en beneficio de sus hijos.

La evolución opera por selección natural y la selección natural significa la supervivencia


de los más aptos: los individuos más aptos, las razas más aptas, las especies más
aptas.

Un grupo cuyos miembros individuales estén preparados para sacrificarse a sí mismos


por el bienestar del grupo, pueden tener menos posibilidades de extinguirse que un
grupo rival cuyos miembros individuales sitúan, en primer lugar, sus propios intereses
egoístas. Por lo tanto, el mundo llega a poblarse, principalmente, por grupos formados
por individuos resueltos a sacrificarse así mismos.

Lo que más favorece los intereses de los individuos es la restricción de su codicia


egoísta con el fin de impedir la destrucción de todo el grupo.

Los individuos egoístas prosperan a corto plazo a expensas de los altruistas.

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La unidad fundamental de la selección, y por tanto del egoísmo, no es la especie ni el
grupo, ni siquiera, estrictamente hablando, el individuo. Es el gen, la unidad de la
herencia.

II LOS REPLICADORES

En los orígenes reinó la simplicidad. Es ya bastante difícil explicar cómo empezó un


universo simple, y doy por supuesto que sería aún más difícil explicar el súbito
nacimiento, con todos los atributos, de una organización tan compleja como es la vida,
o de un ser capaz de crearla.

La “supervivencia de los más aptos” de Darwin es realmente un caso especial de una


ley más general relativa a la supervivencia de lo estable. El universo está poblado por
cosas estables. Una cosa estable es una colección de átomos bastante permanente o
común para merecer un hombre.

Las cosas que vemos a nuestro alrededor y de las cuales pensamos que requieren una
explicación, tales como las rocas, galaxias, olas del mar, toda son, en mayor o menor
grado, configuraciones estables de átomos.

El nombre está formado por más de 1000 millones de millones de millones de millones
de átomos. Para intentar hacer un hombre tendría que trabajarse con la coctelera
bioquímica durante un periodo tan largo que la edad entera del universo parecería un
guiño de ojos y, aún entonces, no se lograría el éxito.

Desconocemos qué tipo de materia prima química abundaban en la Tierra antes de que
se originase la vida, pero entre las posibilidades verosímiles podemos citar el agua, el
dióxido de carbono, el metano y el amoniaco: todos ellos simples compuestos que se
sabe se encuentra, por lo menos, en algunos de los planetas del sistema solar.

Los químicos han intentado imitar las condiciones químicas de la Tierra en su etapa
joven. Han colocado las sustancias simples anteriormente nombrados en un matraz y le
han aplicado una fuente de energía como la luz ultravioleta o chispas eléctricas, en
calidad de simulación artificial del rayo primordial. Luego de transcurridas unas cuantas
semanas suele descubrirse algo interesante dentro del matraz: un débil caldo café que
contiene una gran cantidad de moléculas mas complejas que las que originalmente se
pusieron allí. Se han encontrado, en particular, aminoácidos, los cuales constituyen la
base de las proteínas, una de las dos clases principales de las moléculas biológicas.

Recientes experimentos de laboratorio, en los que se simularon las condiciones


químicas de la Tierra antes de que se produjese la vida, dieron como resultado
sustancias orgánicas llamadas purina y pirimidina. Ambas son componentes de la
molécula genética, denominada ADN (ácido desoxirribonucleico).

En algún punto, una molécula especialmente notable se formó por accidente. La


denominaremos el replicador. No tuvo que ser, verdaderamente, la más grande o la

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más compleja de todas las moléculas, pero tenía la extraordinaria propiedad de poder
crear copias de sí misma.

Los replicadores fueron los predecesores de la vida; fueron nuestros primeros padres.
Los replicadores han recorrido un largo camino. Ahora se les conoce con el término de
genes, y nosotros somos sus máquinas de supervivencia.

III LAS ESPIRALES INMORTALES

Nosotros somos máquinas de supervivencia, pero nosotros no implica solamente las


personas. Abarca a todos los animales, plantas, bacterias y virus. Es muy difícil
determinar el número total de máquinas de supervivencia sobre la Tierra y hasta el
numero total de las especies es desconocido si consideramos solamente a los insectos,
el número de especies vivientes ha sido estimado, aproximadamente, en 3 millones y el
número de individuos puede ser 1 millón de millones de millones.

Los diferentes tipos de máquinas de supervivencia presentan una apariencia muy


variada tanto en el aspecto exterior, como en sus órganos internos. Un pulpo no se
parece en nada a un ratón y ambos son muy diferentes de un roble. Sin embargo, en
su química fundamental son casi uniformes y, en especial, en lo que se refiere a los
replicadores que portan, los genes, son básicamente el mismo tipo de moléculas para
todos nosotros, desde las bacterias hasta los elefantes.

Todos somos máquinas de supervivencia para el mismo tipo de replicador, las


moléculas denominadas ADN. Hay muchas maneras de prosperar en el mundo y los
replicadores ha construido una basta gama de máquinas para prosperar explotándolas.
Un mono es una máquina que preserva a los genes en las copas de los árboles, el pez
es una máquina que preserva a los genes en el agua; incluso existe un pequeño
gusano que preserva a los genes en la cerveza. El ADN opera de maneras misteriosas.

A. G. Cairns-Smith ha formulado esta fascinante sugerencia de que nuestros


antepasados, los primeros Replicadores, puede que no fueran moléculas orgánicas
sino cristales inorgánicos-minerales, pedacitos de arcilla.

Una molécula de ADN es una larga cadena de pequeñas moléculas denominadas


nucleótidos. Son los mismos en todos los animales y plantas. Lo que difiere es el orden
en que están ensartados.

Nuestro ADN vive dentro de nuestros cuerpos. No está concentrado en un lugar


determinado del cuerpo, sino que se encuentra distribuido entre las células. Hay
aproximadamente 1000 millones de millones de células como promedio en un cuerpo
humano, y, con algunas excepciones que podemos ignorar, cada una de estas células
contiene una copia completa del ADN de ese cuerpo. Este ADN puede ser considerado
como un conjunto de instrucciones de cómo hacer un cuerpo, escritas en el alfabeto A,
T, C, G de los nucleótidos. Es como si en cada habitación de un edificio gigantesco

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existiese un armario que contuviese los planos del arquitecto para la construcción del
edificio completo. El “armario” de cada célula es su núcleo.

No existe, por supuesto, ningún arquitecto: las instrucciones del ADN ha sido reunidas
por selección natural.

Las moléculas de ADN realizan dos funciones importantes. Primero, se replica, es


decir, hacer copias de sí mismas. Esto ha ocurrido, sin interrupciones, desde el inicio
de la vida, y las moléculas de ADN son ahora muy eficientes en esa tarea.

La segunda función del ADN: supervisa indirectamente, la fabricación de un diferente


tipo de molécula: la proteína.

Un cuerpo es el medio empleado por los genes para preservar los genes inalterados.
Los genes controlan el desarrollo embrionario: significa que los genes son, por lo
menos en parte, responsables de su propia supervivencia del futuro, ya que ella
depende del eficiencia de los cuerpos el que habitan y los cuales ellos ayudan a
construir.

Recibimos nuestros genes en el momento de nuestra concepción y no está a nuestro


alcance el modificar dicha situación.

Un gen es definido como una porción de material cromosómico que, potencialmente,


permanece durante suficientes generaciones para servir como una unidad de selección
natural. Un gen es un replicado con una alta fidelidad de copia.

Opté por definir al gen como un pequeño trozo de cromosoma que, potencialmente,
permanece durante muchas generaciones.

Los genes son los inmortales, o más bien, son definidos como entidades genéticas que
casi merecen esa calificación. Nosotros, las máquinas individuales de supervivencia en
el mundo, podemos esperar una vida que se prolonga durante unas cuantas décadas.

Pero los genes tienen en el mundo una expectativa de vida que debe ser medida no en
términos de décadas sino en miles y millones de años.

Cada individuo es único.

La posteridad individual es contaminada por su pareja sexual. Tus hijos son sólo la
mitad de ti, y tus nietos, sólo una cuarta parte. El transcurso de unas cuantas
generaciones, lo más que puedes esperar es un gran número de descendientes, cada
uno de los cuales sólo tendrá una pequeña porción de ti -unos cuantos genes- aun
cuando unos pocos lleven, no obstante, tu apellido.

Los genes no son destruidos por el cruzamiento, se limitan a cambiar de compañeros y


seguir adelante. Ellos son los replicadores y nosotros somos sus máquinas de

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supervivencia. Cuando hemos servido somos descartados. Pero los genes son los
habitantes del tiempo geológico: los genes permanecerán siempre.

La vida de cualquier molécula física de ADN es bastante breve: quizás sea cuestión de
meses, y con certeza, no dura más una vida. Pero una molécula de ADN podría,
teóricamente, vivir en la forma de copias de si misma durante 100 millones de años.

Las propiedades de gen son longevidad, fecundidad y fidelidad en la copia. Los genes
compiten directamente por su supervivencia. El gen es la unidad básica del egoísmo.

No existe un gen que sin ayuda construye una pierna, ya sea larga o corta, el hacer
una una pierna es una empresa en la que interviene multitud de genes. Son,
indispensables las influencias del medio ambiente externo: después de todo, ¡las
piernas están hechas, en efecto, de alimentos!.

¿Por qué morimos? Una teoría plantea que la senilidad representa una acumulación de
perniciosos errores de copia y otras clases de daño que sufren los genes durante la
vida de un individuo.

Los mejores atributos generales de un gen es el egoísmo. Pero otra cualidad general
que los genes prósperos deben poseer es una tendencia a posponer la muerte de sus
máquinas de supervivencia por lo menos hasta después de la reproducción.

Un gen que hace que su poseedor muera es denominado gen letal. Un gen semiletal
produce un efecto debilitante, de tal manera que facilite la muerte por otras causas.
Todo gen ejerce su efecto máximo son los cuerpos en una etapa determinada de la
vida. La mayoría de los genes ejercen su influencia durante la vida fetal, otros durante
la niñez, otros durante la juventud, otro durante la edad adulta y hay aún otros que la
ejercen en la vejez.

El verdadero propósito del ADN es sobrevivir, y más ni menos.

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