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Hace unos 60.000 años, el río Nilo comenzó las inundaciones anuales de los terrenos de su
cuenca, dejando tras de sí un fértil suelo aluvial. Las áreas cercanas a la llanura de
inundación permitieron garantizar los recursos alimentarios y el agua. Con el tiempo, los
cambios climáticos, que comprendían periodos de aridez, permitieron afianzar el
asentamiento humano en el valle del Nilo. Desde el periodo calcolítico (edad del cobre, que
comienza hacia el 4000 a.n.e.), hasta comienzos del Imperio Antiguo, la población se
extendió por una gran área. En el VII milenio a.n.e.
Ya lo decía Heródoto: Egipto es un don del Nilo. Sin la ayuda de este río, la civilización egipcia
no podría haber llegado a tal nivel de progreso y, muy probablemente, habría sucumbido
en el tiempo. Egipto sin el Nilo sería simplemente un inmenso y polvoriento desierto, pero
por suerte, ese curso de agua fue el principal responsable de la grandeza de este país que,
solo al nombrarlo, pone la piel de gallina en más de un viajero.
El Nilo no solo representaba una perfecta y rápida vía de comunicación, sino que sus
crecidas posibilitaron un sistema de cultivo que daba de comer a la población. Lo más
asombroso es que el Nilo experimentaba dos crecidas que dejaban las orillas llenas de limo,
y por tanto dejaba el terreno súper fértil y propicio para el cultivo, (no por casualidad los
romanos se referían a Egipto como “el granero del mundo”).
Hablar de la época del antiguo Egipto es hablar de faraones, pirámides, sacerdotes, dioses,
templos, victorias y derrotas. Es hablar de las “dinastías“, de las que hubo un total de 33,
cada una formada por gobernantes que procedían de la misma familia. Es hablar de un
tiempo que se convirtió en eterno, que pasó a la historia como uno de los momentos clave
del destino del mundo.
La del Antiguo Egipto era una sociedad agrícola, sí, pero el desarrollo de las artes y de las
ciencias era brutal (especialmente en álgebra, geometría, escritura y astronomía).
En los inicios, el faraón era considerado como la reencarnación del Dios Horus. Más
adelante deja de ser visto como una figura divina, pero sigue siendo venerado como alguien
con un poder inmenso, aunque mortal. Cada faraón contaba con esposa, sacerdotes, visires
y generales.
El uso de los jeroglíficos egipcios inicia en los albores de esta época, pero no fue hasta finales
del siglo XIX, cuando Champollion logró descifrarlos con la ayuda de la Piedra Rosetta.
La organización política de Egipto hasta cerca del año 3.000 a.C. consistía en dos reinos
que se ubicaban al sur ( el Alto Egipto) y al norte (el Bajo Egipto) en el valle del río. A partir
de allí se unificó en un solo reino. Todo Egipto formó un solo reino, un estado centralizado,
gobernado por un Faraón que llevaba una doble corona.
El gobierno de Egipto era una monarquía absoluta. Gobernaba un rey, el Faraón, cuyos
poderes eran absolutos porque su autoridad no tenía límites: hacía las leyes, organizaba el
ejército, dirigía la vida religiosa, administraba justicia y controlaba la construcción de obras
públicas.
En el año 332 a.C., Alejandro Magno ocupa todo Egipto. Se inicia así la dinastía macedonia
que durará hasta el 304 a.C.
Hacia el 200 d.C., se empieza a expandir también el cristianismo, que en el año 379 d.C.
pasa a ser la religión oficial del Imperio. El fin del período antiguo se fija convencionalmente
en el año 395 d.C., cuando Egipto entra a formar parte del Imperio Romano de Oriente.
Los emperadores romanos se presentan al pueblo egipcio como sucesores de los faraones;
la religión egipcia sigue existiendo por el momento, difundiéndose en el mundo
meditarráneo y en la propia Roma.
los árabes entraron en el país con todas sus fuerzas y empezaron a moldear el Egipto que
todos conocemos hoy en día.
En 1517 Egipto pasó a convertirse en una provincia otomana y su poder cayó
considerablemente. En 1798 con una campaña del mismísimo Napoleón, Egipto comienza
una breve época colonial (franceses e ingleses). En 1922, Gran Bretaña concede a su
colonia de facto (lo era desde 1882), la independencia y se crea el Reino de Egipto, bajo un
monarca.
ÉPOCA MODERNA
Esto duró hasta 1952 cuando tuvo lugar una gran Revolución que derrocó a la monarquía
corrupta y dictatorial del Rey Farouk. El líder de esta revuelta era Gamal Abdel Nasser. El 23
julio de 1952 nacía la nación democrática de Egipto, y Nasser se transformó en presidente
del país (lo fue hasta 1970, fecha de su muerte).