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2018

Gobiernos en el Perú
durante la Segunda
mitad del S. XX
Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ
El presente documento, constituye información referida a los gobiernos en el
Perú durante la segunda mitad del siglo XX: EL Ochenio de Leguía, el Segundo
Gobierno de Prado y el Primer Gobierno de Belaúnde. Se hace un recuento de
los principales hechos y acontecimientos de tipo político, social y económico
ocurrido en este per

AGUTIFER
FERNANDO Aguilar Gutierrez
03/06/2018
EL OCHENIO DE MANUEL APOLINARIO ODRÍA

La historia política actual considera que el gobierno de Manuel A. Odría tuvo dos etapas muy
marcadas. La primera habría correspondido al establecimiento de una junta de gobierno, el 28 de
octubre de 1948, hasta la realización de las elecciones generales de 1950. La segunda abarcaría su
gobierno constitucional desde el 28 de julio de 1950 al 28 de julio de 1956. Sin embargo, esta
interpretación es meramente formal, ya que las características políticas y económicas del régimen
serían las mismas.

Odría sentó las bases del Ochenio mediante una serie de medidas que le asegurarían el control del
aparato del Estado y la adhesión de los grupos económicos agroexportadores y del capital
extranjero. En cuanto al control de la situación política interna, Odría declaró ilegales al Partido
Aprista Peruano (PAP) y al Partido Comunista Peruano (PCP), decretando la suspensión de las
garantías individuales mediante la ley de Seguridad Interior de julio de 1949. A través de este
mecanismo le fue posible controlar y reprimir a los principales partidos con influencia en las
organizaciones sindicales y populares, y a otros sectores de oposición a su gobierno. Además, con
ello se daba la “paz social” necesaria para fomentar la inversión de los capitales privados y
extranjeros.

En política económica, Odría hizo importantes concesiones a los agroexportadores. Las dificultades
causadas por el reajuste de postguerra durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero y por
el proceso de inflación interna obligaron al Estado a declarar el control de precios, el control de
cambios y de comercio.

En diciembre de 1948, la junta militar restableció la libertad de comercio y de cambio y suprimió el


requisito de licencia para importar, pero mantuvo la presión en el mercado de divisas. También se
otorgó a los exportadores la disponibilidad del 55% de sus divisas, reservándose el Estado el 45%
restante al tipo de cambio oficial. Sin embargo, esta medida no era suficiente para los seguidores de
la política liberal, ya que obligaba a los exportadores a depositar dichas divisas en el Banco Central
de Reserva (BCR) recibiendo a cambio un certificado negociable en el mercado. Esta medida –y las
que vendrían después– muestra que a pesar de que Odría estaba a favor de una política económica
liberal (una de las principales razones del golpe de 1948), su aplicación era restringida para poder
asegurarse márgenes de maniobra política. Ello provocaría en el futuro la oposición del sector
agroexportador al gobierno de Odría.

En agosto de 1949 el gobierno contrató una misión económica y financiera presidida por el
economista norteamericano Julius Klein e integrada por especialistas de las distintas ramas de la
economía, la que permaneció varios años en el Perú y presentó al gobierno informes y soluciones a
los problemas económicos más urgentes. El 5 de noviembre de 1949 la misión Klein presentó un
memorándum donde proponía la aplicación de una serie de medidas liberales y señalaba como
causas de la inflación el incremento exagerado del circulante por los déficits fiscales y la expansión
del crédito derivado del aumento de ese circulante, indicando que las consecuencias serían la
subida de los precios y de la cotización del dólar. Ese mismo día se eliminó el control del tipo de
cambio, se suprimió el tipo de cambio oficial y se restableció el mercado libre del dólar, lo que

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provocó su subida de 6,50 a 14,85 soles. Los exportadores dispondrían además del total de los
certificados de divisas. La reorganización del sistema imperante hizo subir los precios, pero meses
después vendría el aumento de las divisas debido al auge de las exportaciones entre 1950 y 1952,
que estabilizaría el mercado interno.

La política de mercado libre y el establecimiento de una legislación favorable atrajeron inversiones


de capitales extranjeros, que incidieron en el incipiente proceso de industrialización. Esto propiciaría
el aumento de la producción, pero la mayoría de las industrias que surgieron o se desarrollaron en
ese contexto eran dependientes de los grandes consorcios extranjeros. Tal fue el caso de la
dirección que tomaron la minería, la explotación petrolera, la industria manufacturera y la producción
de energía eléctrica.

LAS ELECCIONES DE 1950


Inicialmente, el golpe de Estado buscó legitimarse como una respuesta frente al peligro de que el
PAP estableciese una dictadura, por lo que tácitamente se pensaba que la situación era transitoria y
que pronto se realizarían elecciones. Sin embargo, los opositores al PAP temían que fuera
demasiado pronto, por lo que se optó por una salida electoral que garantizara la permanencia de
Odría en el poder. En su mensaje de julio de 1949, Odría anunció importantes cambios en el
estatuto electoral, incluyendo que los escrutinios se realizarían en las mesas de votación y que los
jurados departamentales se limitarían a la revisión de los resultados, declaración que presagiaba
una pronta convocatoria a elecciones. Para crear las condiciones de una candidatura como la del
general Odría, Pedro Beltrán –principal vocero del sector agroexportador– declaró en receso, en
abril de 1950, a la Alianza Nacional, un movimiento de carácter liberal que él lideró bajo el gobierno
de Bustamante y Rivero; cerrando las posibilidades de una candidatura civil, ya que los únicos
partidos políticos con posibilidades de articular una propuesta frente a Odría estaban fuera de la ley.
Antes de lanzar su candidatura, Odría debía renunciar a la presidencia de la junta militar para
cumplir formalmente lo estipulado en la Constitución de 1931. Ello se produciría el 1º de junio de
1950, hecho conocido como “la bajada al llano”, dejando en su lugar al general Zenón Noriega.

Las elecciones se realizarían en un contexto favorable al gobierno ya que se mantenía en vigencia


la ley de Seguridad Interior. Las garantías constitucionales continuaban suspendidas y se imponía
penas de cárcel y destierro a los delitos calificados de terroristas. Asimismo, las autoridades
políticas tenían facultades de jueces, no pudiendo intervenir las autoridades judiciales sino hasta
que el gobierno lo dispusiera. El encargado de mantener el orden interior fue el director de gobierno
Alejandro Esparza Zañartu, personaje que Mario Vargas Llosa retrató en su novela Conversación en
La Catedral. El PAP y el PCP, duramente golpeados por las medidas represivas del gobierno,
estaban incapacitados para organizar una sólida oposición a Odría. El PAP, particularmente, se
hallaba dividido por los hechos de 1948, y su líder, Víctor Raúl Haya de la Torre, se hallaba asilado
en la embajada de Colombia. La brevedad del plazo para la realización de las elecciones no impidió
el lanzamiento de una candidatura contrapuesta a la del general Odría. La única candidatura posible
era la de un militar, tratando de que el ejército garantizara los resultados de las elecciones; surge
así la candidatura del general Ernesto Montagne lanzada por la Liga Democrática, un movimiento
político de carácter liberal liderado por Ignacio Brandariz y que tenía como vocero al diario Jornada.
Inicialmente, los miembros de la junta de gobierno intentaron rechazar la candidatura y descalificar

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


al general Montagne, confiados en que no existían posibilidades de organización de una oposición
coherente frente a la candidatura oficial.

En este contexto estalló en Arequipa una serie de protestas en contra del gobierno. En junio se
produjo una huelga estudiantil en el colegio de la Independencia, a la que se sumaron los
universitarios; las autoridades respondieron disparando sobre los manifestantes. La ciudad,
indignada, convocó a una manifestación en la plaza de armas para el día 13 de junio, que también
fue reprimida, iniciándose enfrentamientos que durarían hasta el día siguiente. La población atacó el
casino militar, siendo tomados los locales de la municipalidad, la prefectura, el aeropuerto y varias
radioemisoras, levantándose barricadas y realizándose grandes manifestaciones. Ante tal situación,
se formó una junta provisoria de gobierno presidida por Francisco Mostajo, líder de la Liga
Democrática en Arequipa y candidato en la fórmula de Montagne. También participó en la junta
Héctor Cornejo Chávez, futuro líder de la Democracia Cristiana (DC). Todas las organizaciones
sindicales se declararon en huelga y se unieron en un Comando Supremo de Obreros y Empleados.

La junta provisoria trató de negociar. En la noche del 14, cuatro parlamentarios salieron del
municipio con bandera blanca y fueron abaleados, falleciendo dos de ellos. Se produjo entonces la
intervención del Ejército, que controló la situación con un elevado saldo de víctimas. La huelga de
los trabajadores, sin embargo, seguiría por unos días más. Finalmente, el gobierno responsabilizó
de los acontecimientos a los “apro-comunistas” y a los partidarios de la Liga Democrática,
persiguiendo a la oposición y deteniendo al general Montagne, acusándolo de complicidad. Frente a
esta situación, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) se negó a inscribir la candidatura de
Montagne, con lo cual Odría se presentó como candidato único. El resultado oficial de las
elecciones generales realizadas el 2 de julio fue de 550 779 votos (100,0%) a favor de Manuel A.
Odría.

LA BONANZA ECONÓMICA Y LA POLÍTICA DE OBRAS PÚBLICAS


Líneas arriba hemos señalado las principales medidas que sentaron las bases del Ochenio. A partir
de 1950 el gobierno de Odría dictaría nuevas medidas favorables a la inversión de capitales
privados y extranjeros, siempre bajo la asesoría de la misión Klein. Ésta presentó en 1950 un
proyecto que modificaba el impuesto a la renta con el objetivo de aumentar la recaudación tributaria,
luego de liberalizar la economía. Se planteaba, igualmente, el reemplazo del sistema de impuestos
cedulares –que agregaba cada cierto tiempo impuestos complementarios– por el de impuestos
progresivos, aplicable tanto a personas naturales como a sociedades anónimas. Este proyecto fue
presentado al Congreso por el Ministerio de Hacienda y Comercio, pero fue desestimado debido a la
presión ejercida por la Sociedad Nacional de Industrias y por la Cámara de Comercio, ya que
implicaba la elevación de la tasa de los impuestos a las utilidades y subutilidades, a los dividendos
de acciones al portador y a la renta de personas o entidades establecidas en el extranjero. Entre las
leyes de apoyo al sector privado se dictarían principalmente las siguientes:
- El Código de Minería (1950), que incorporaba a las empresas mineras al impuesto general a las
utilidades comerciales e industriales, derogando el derecho de exportación que pagaban a cambio
de un pago ad-valorem por el mineral exportado. También se reconoció la deducción por
agotamiento de la mina y se liberó a las empresas mineras de todo impuesto creado o por crearse,
por espacio de 25 años.

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- La ley de Petróleo (1952), que permitía la explotación de nuevos yacimientos, estableciendo un
régimen tributario especial para el sector.
- La ley de Industria Eléctrica (1955), orientada a estimular la inversión del capital privado en este
campo frente al crecimiento de las necesidades urbanas, razón por la cual se daba mayor
importancia a las obras de servicio público.

El crecimiento económico de estos años no sólo se debió a la política de libre cambio sino también a
que desde la década de 1950 el Perú contó con un nuevo producto de exportación: la harina de
pescado, que lo convirtió en la primera potencia pesquera del mundo. El impulso de esta rama
productiva provino principalmente de Luis Banchero Rossi.

En cuanto al sistema financiero internacional, el gobierno de Odría realizó coordinaciones con el


Fondo Monetario Internacional (FMI), logrando con el crecimiento de las reservas internacionales
que la deuda externa se redujera de 716 a 666 millones de dólares.

Si bien el gobierno de Odría fue producto de la Alianza Nacional, muy pronto alcanzó una cierta
autonomía, desestimando algunas de sus principales indicaciones relativas a la forma de conducir la
economía del país. Ello fue posible gracias a la coyuntura internacional de la guerra de Corea, que
originó una mayor demanda de nuestras materias primas con mejores precios, lo que aumentó
nuestros ingresos de divisas y permitió un equilibrio en la balanza de pagos. Con dichos ingresos,
Odría incrementó notablemente el gasto público, contrariando las fórmulas liberales relativas al
equilibrio fiscal.

De 1950 a 1955, el gasto público alcanzó el 13% del producto bruto anual, porcentaje destinado
fundamentalmente a la realización de importantes programas de obras públicas. Mediante esta
política el gobierno buscaba movilizar recursos y distribuir prebendas que facilitaran el
enriquecimiento de sus allegados y, al mismo tiempo, satisfacer parcialmente las exigencias de
empleo y servicios públicos de los sectores populares migrantes. En ese sentido el gobierno de
Odría dictó una serie de medidas sociales como el Seguro Social obligatorio para empleados
públicos y privados, el salario dominical, el derecho a no perder los beneficios sociales por despido
debido a inasistencias injustificadas, el pago de beneficios sociales antes de las 48 horas del retiro
definitivo del trabajador, y la participación de los empleados y obreros en las utilidades de las
empresas, antecedente de la comunidad industrial. Para poder institucionalizar dichas medidas,
Odría creó el ministerio de Trabajo y de Asuntos Indígenas; asimismo, para garantizar la
movilización política de sus allegados y de los grupos populares urbanos beneficiados por las obras
públicas, sus más importantes colaboradores organizaron el Partido Restaurador y se otorgó el voto
a la mujer.

Entre las principales obras públicas se encuentran la construcción de unidades vecinales y de


agrupaciones de viviendas para obreros, de las sedes principales de los ministerios de Salud, de
Educación, de Trabajo y Asuntos Indígenas, y del hospital del Empleado. En cuanto a la educación,
se estableció el Plan de Construcciones de Escuelas Primarias, que incluía las Grandes Unidades
Escolares (GUEs) como tipo especial de organización escolar en todas las capitales de

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departamento. Se creó también la Junta de Asistencia Nacional (JAN), cuya dirección estuvo a
cargo de María Delgado de Odría, esposa del presidente.

Para garantizar la lealtad de las Fuerzas Armadas, se incrementó su presupuesto, se compró nuevo
material bélico y se modernizó las principales instituciones de formación de sus cuadros.

LA CRISIS POLÍTICA DEL GOBIERNO


El año 1953 marcó el final del auge económico iniciado en 1950. Luego de la guerra de Corea, la
situación económica se vio afectada por la baja en los precios de nuestros productos de
exportación. Para mantener su política de obras públicas, el gobierno incrementó la deuda interna,
llevando a una expansión monetaria y crediticia que provocó la subida del tipo de cambio y el
incremento de la inflación. En febrero de 1954 el gobierno se vio obligado a reconocer la existencia
de problemas económicos. Las soluciones planteadas entonces implicaban la aplicación de una
serie de medidas liberales como la reducción del gasto público, la limitación de las obras públicas y
la disminución de la emisión monetaria y el crédito bancario. Para mantener el tipo de cambio se
solicitó un préstamo de 30 millones de dólares al FMI, al departamento del Tesoro de Estados
Unidos y al Chase Manhattan Bank.

La política económica aplicada hasta ese momento por Odría le había otorgado una relativa
autonomía política respecto del grupo agroexportador que había auspiciado su ascenso al poder.
Las diferencias políticas existentes se hicieron evidentes, sin embargo, al avecinarse la crisis
económica, cuando los exportadores inician una campaña de oposición al gobierno. Éstos
encontraban que el comportamiento político de Odría resultaba cada vez más “arbitrario”, razón por
la cual el mismo grupo que patrocinó el golpe de 1948 propuso, a través del diario La Prensa, el
retorno al “Estado de Derecho”.

Las diferencias y divisiones políticas también se expresaron al interior del gobierno y las Fuerzas
Armadas. En agosto de 1954 el gobierno acusó de sublevación al general Zenón Noriega, primer
ministro y ministro de Guerra, destituyéndolo de su cargo y deportándolo a los Estados Unidos. El
20 de julio de 1955, los redactores del diario La Prensa prepararon una declaración en la que
exigían la derogatoria de la ley de Seguridad Interior, la reforma electoral y la amnistía política
general. Este documento sirvió de punto de partida para la fundación de la Coalición Nacional –
retomando el nombre de la alianza de 1894 entre civilistas y pierolistas–, encabezada por Manuel
Mujica Gallo, Pedro Beltrán y Pedro Roselló. Una reunión de la Coalición, realizada en Arequipa, es
atacada por grupos fieles al gobierno, iniciándose una protesta similar a la de 1950. La ciudad se
declara en huelga general y pide la destitución del ministro de Gobierno, Alejandro Esparta Zañartu,
quien renuncia a fines de diciembre. Paralelamente a la campaña iniciada por la Coalición Nacional,
regresan del exilio el ex presidente Bustamante y Rivero y los más importantes dirigentes del PAP,
como Armando Villanueva y Ramiro Prialé.

LAS ELECCIONES DE 1956


La movilización que logró la Coalición Nacional obligó a Odría a convocar a una convención de
“notables” en el convento de Santo Domingo, con el fin de integrar políticamente a sus antiguos
aliados y proponer un sucesor. Pero era evidente que para la convocatoria a elecciones generales

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se necesitaba contar con los votos apristas. El resultado de la convención fue el lanzamiento de dos
candidaturas que buscaron el apoyo del PAP. Por un lado, se encontraba Hernando de Lavalle,
propuesto por Odría y presentado por Unión Nacional, ofreciendo al PAP el retorno a la legalidad
una vez logrado el triunfo electoral. Esta propuesta no fue aceptada ya que nada garantizaba su
cumplimiento; Lavalle consiguió más bien el apoyo de la recientemente fundada Democracia
Cristiana. Por otro lado, estaba Manuel Prado Ugarteche, cuya candidatura fue lanzada por el
Movimiento Democrático Pradista (MDP). Perteneciente a una familia de importante influencia social
y de gran poder económico, era propietario del diario La Crónica y de una serie de empresas,
incluyendo al Banco de Crédito (ex Italiano). Prado ofreció al PAP no sólo la legalidad, sino además
el cogobierno y una alianza política. Más adelante el propio Odría apoyaría la candidatura de Prado,
en desmedro de Lavalle. Es a partir del apoyo que Odría y el PAP le otorgan a Manuel Prado, que
surge la llamada “Convivencia”.

La tercera candidatura fue la de Fernando Belaunde Terry, lanzada por el Frente de Juventudes
Democráticas. Belaunde no contaba todavía con los elementos necesarios para preparar listas
completas de representantes, razón que adujo el JNE para no inscribirlo. Ante ello el Frente de
Juventudes organizó una marcha de protesta que se realizó el 1º de junio de 1955, conocida como
“el ultimátum de La Merced” o el “manguerazo”. Belaunde se presentaba como un político nuevo,
desligado de cualquier tipo de compromiso con el gobierno, proyectando la imagen de un
profesional respaldado por profesionales y sin vínculos con sectores económicos, ni con ningún otro
grupo de interés. En los meses siguientes este frente de juventudes se constituiría en partido
político. Así nacería Acción Popular (AP). En este contexto la guarnición de Iquitos, encabezada por
el general Marcial Merino, se subleva contra Odría el 16 de febrero de 1956. El diario La Prensa,
que continuaba con su política de oposición al gobierno, publica el manifiesto de los sublevados, por
lo cual su director, Pedro Beltrán, es detenido y enviado a la prisión de El Frontón junto a un grupo
de periodistas del mismo diario, que deja de editarse. La sublevación no prospera y, ante las
protestas de la oposición, Odría cede y libera a los detenidos.

Las elecciones se realizaron el 17 de junio de 1956. Los resultados oficiales fueron los siguientes:
Manuel Prado Ugarteche, 568 134 votos (45,5%); Fernando Belaunde Terry, 457 638 votos (36,7%)
y Hernando de Lavalle, 222 323 votos (17,8%).

EL SEGUNDO GOBIERNO DE PRADO

En base a los resultados electorales, Prado contará con mayoría en el Congreso, compuesta por los
miembros del MDP, partido del gobierno, y por los miembros del Frente Independiente, elegidos por
el PAP. El mismo día en que Prado asume la presidencia, el Congreso devuelve la legalidad al PAP
al derogar la ley de Seguridad Interior y al declararse la amnistía política, tal como lo había
prometido. Que dicha ley tenía carácter de pacto político se expresa en el hecho de que no se
aplicó al caso del PCP. De esta manera, salen de la cárcel o vuelven del exilio líderes apristas como
Manuel Seoane, Luis Alberto Sánchez y Andrés Townsend. Haya no regresaría al país sino hasta el
año siguiente, y el 25 de julio de 1957 realiza un mitin en la plaza San Martín en el que señaló el

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


derrotero de la política aprista para los próximos años. La legalización del PAP pondría en contra de
Prado a los dos más importantes periódicos del país: El Comercio, que acuñó el término de
“gobierno de la Convivencia”, pues los Miró Quesada no le perdonarían haber aceptado el respaldo
aprista; y La Prensa, pues Pedro Beltrán era opuesto a la política económica del gobierno ya que la
presencia del PAP implicaba una serie de medidas económicas similares a las aplicadas bajo el
gobierno de Bustamante y Rivero.

Para poder enfrentar a la oposición que no estuviera dentro de la política de la Convivencia, el


gobierno de Prado presentó en 1958 un proyecto de ley de “Defensa de la democracia”, que
otorgaba facultades extraordinarias al Ejecutivo para realizar investigaciones con el fin de descubrir
supuestos agentes del comunismo internacional infiltrados en las organizaciones sindicales,
estudiantiles o en la administración pública. Esta ley, similar a la planteada por el senador Joseph
McCarthy en los Estados Unidos, no llegó a aprobarse.

LA POLÍTICA ECONÓMICA
La política económica del gobierno se basó en el restablecimiento de los certificados de divisas y de
las restricciones a la importación, y mantuvo el gasto público con el fin de satisfacer las exigencias
de la población urbana, lográndose con estas medidas cierta estabilidad.

Sin embargo, en 1957 un conjunto de factores puso en serias dificultades económicas y políticas al
gobierno, entre ellas la baja de los precios de nuestros productos de exportación, la recesión
norteamericana que afectó la inversión de sus capitales y una prolongada sequía en el sur. Para
evitar la devaluación de la moneda como única manera de contrarrestar la reducción de las tasas de
ganancia de las empresas, el gobierno recurrió a las divisas del BCR, las cuales prácticamente se
agotaron. Esta situación agudizó la oposición de los agroexportadores, especialmente de Pedro
Beltrán a través del diario La Prensa.

Para tratar de salir de tan difícil situación, Prado decide nombrar ministro de Hacienda a Pedro
Beltrán en julio de 1959, quien inicia una drástica política económica liberal con el objetivo de
ordenar las finanzas y estabilizar la moneda. Por un lado, obtuvo un importante préstamo del BCR
(haciendo funcionar la “maquinita” que tanto había criticado) y el respaldo del FMI mediante un
préstamo para restablecer las reservas internacionales. De otro lado, recortó el gasto público y
restringió el crédito, eliminó los subsidios a los alimentos, aumentó el precio de la gasolina, congeló
los salarios y erradicó el control de cambios, provocando una devaluación cercana al 37%,
otorgando márgenes excepcionales de beneficio a los exportadores.

De todas las medidas, la más polémica fue el aumento del precio de la gasolina para obtener
ingresos mediante los impuestos al consumo y a las utilidades. Esta medida tuvo gran oposición
parlamentaria y periodística, poniendo en debate el problema del laudo otorgado a la International
Petroleum Company (IPC) sobre los yacimientos petrolíferos de La Brea y Pariñas. Asimismo, la
política recesiva de Beltrán provocó una ola de huelgas entre mineros, obreros fabriles y de
construcción, petroleros, y una prolongada paralización de los empleados bancarios. Hubo también
una tenaz resistencia y oposición de parte de la clase media nacionalista.

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Como resultado de las medidas el dólar se estabiliza, el presupuesto de 1960 finaliza con superávit
y el BCR reconstituye sus fondos de divisas. Sin embargo, Beltrán no pudo reducir los gastos
fiscales debido a que los costos sociales de dichas medidas requerían continuar la realización de
obras públicas. Por ello se vio obligado a elevar paulatinamente la carga tributaria, afectando así las
ganancias de las empresas. A fines de 1961, Beltrán renuncia ante la inminencia de las elecciones
de 1962.

LAS OBRAS PÚBLICAS


Al igual que bajo el Ochenio de Odría, el gobierno de Prado tuvo que orientar importantes recursos
del Estado a la realización de obras públicas que satisficieran las demandas de la creciente
población urbana. Entre las principales se encuentran la construcción, en 1955, de la represa de
San Lorenzo y la ampliación del sistema de caminos; para la mano de obra necesaria se recurrió a
la vieja ley de Conscripción Vial. Asimismo las compañías extranjeras que habían invertido en la
minería o la electricidad al amparo de las leyes del gobierno de Odría, realizaron obras de
infraestructura vial necesarias para el desarrollo de sus empresas, que no entraron al régimen del
sistema público. Son los casos de la Cerro de Pasco Copper Corporation, la Electric Power
Development y la Southern Perú Copper Corporation. Mediante el Plan de Desarrollo del Sur el
gobierno de Prado enfrentó una fuerte sequía en los departamentos del centro y del sur entre 1957
y 1959, que produjo la migración masiva de los campesinos a las capitales de departamento como
Lima, Arequipa, Tacna y Cuzco.

LAS ELECCIONES DE 1962


La realización de las elecciones generales de 1962 quedó establecida para el 10 de junio. Antes de
éstas, el personero de AP (ex Frente de Juventudes Democráticas), Javier Alva Orlandini, denunció
ante el JNE la preparación de un presunto fraude mediante la expedición irregular y en masa de
libretas electorales. Dicha acusación iba dirigida contra el PAP, partido al que se atribuía la
expedición en Lima de alrededor de 200 mil libretas electorales a favor de analfabetos y menores de
edad. Los ministros de las Fuerzas Armadas hicieron suyas estas denuncias, iniciándose su abierta
injerencia en la determinación de la validez o no de las elecciones; a fines de mayo se dirigieron al
JNE para enunciar una “manifiesta voluntad de fraude”, demandando medidas para evitarlo. Una
investigación del poder Judicial determinó la existencia de 8 mil libretas electorales
presumiblemente expedidas fuera del local del JNE, pero no necesariamente adjudicadas a
personas no aptas, sino correspondientes más bien a las personas que se inscribieron después de
noviembre de 1961 para participar en las elecciones. Si bien esa cantidad de libretas era
insuficiente para cambiar la votación de más de dos millones de electores, el JNE acordó, para
acceder a las demandas de los ministros de las Fuerzas Armadas, que todas las personas inscritas
después de esa fecha debían presentar, además de su libreta electoral, su libreta militar en el caso
de los hombres y su partida de nacimiento en el caso de las mujeres. Asimismo, para evitar la
duplicación de libretas se determinó el uso de tinta indeleble en el dedo índice de los votantes. En
estas condiciones se realizaron las elecciones generales del 10 de junio.

Se presentaron en total siete candidatos: Fernando Belaunde Terry por Acción Popular (AP); Víctor
Raúl Haya de la Torre por la Alianza Democrática, compuesta en su mayoría por el PAP, al que se
sumaron miembros del Movimiento Democrático Peruano (ex Movimiento Democrático Pradista), e

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


independientes simpatizantes del PAP; el general Manuel A. Odría por la Unión Nacional Odriísta
(UNO), ex Partido Restaurador; Héctor Cornejo Chávez por la Democracia Cristiana (DC); el general
César Pando Egúsquiza del Frente de Liberación Nacional (FLN), movimiento político de
intelectuales radicales vinculados al PCP, que continuaba en la ilegalidad; Luciano Castillo por el
Partido Socialista (PS); y Alberto Ruiz Eldredge del Movimiento Social Progresista (MSP). Los
resultados establecieron tres candidatos de fuerza: Haya de la Torre con 557 047 votos (33,0%),
Belaunde con 544 180 votos (32,2%) y Odría con 480 378 votos (28,4%). Al no alcanzar ninguno de
los tres el tercio de los votos necesarios para la designación presidencial, ésta quedaba en manos
del Congreso. Ahora bien, a diferencia de los resultados presidenciales, los votos para elegir a
representantes al Congreso favorecían ampliamente a la Alianza Democrática, pero sin darle la
mayoría necesaria para asegurar el triunfo del PAP. En estas condiciones, al instalarse el Congreso,
éste debería designar al nuevo presidente. Para ello se requería la conformación de una coalición
que acumulara la mayoría de votos. Se hacía necesario, pues, el establecimiento de nuevas
alianzas políticas.

En ese contexto, antes de que aparecieran los resultados oficiales, el diario El Comercio inicia una
campaña periodística dirigida al Ejército, insistiendo en la existencia de un fraude, tratando de evitar
un posible triunfo aprista. Días después, los ministros de las Fuerzas Armadas remitieron al JNE
una lista de 10 departamentos en los que consideraban había existido fraude, y donde mayormente
había ganado la Alianza Democrática. A dicha campaña se sumarían más tarde AP –exhortando a
las Fuerzas Armadas a cumplir con “su deber de velar por el respeto a la Constitución” y realizando
manifestaciones contra el fraude– y la Unión Revolucionaria (UR).

EL GOLPE DE ESTADO
Ante esta situación, los ministros de las Fuerzas Armadas hacen saber al presidente Prado que el
comando conjunto vetaba la candidatura de Haya de la Torre. El día 3 de julio Prado convocó a
Haya de la Torre informándole de la situación y explicándole que de insistir sobrevendría el golpe de
Estado, por lo cual le aconsejaba abandonar sus pretensiones presidenciales en favor de un
acuerdo con Belaunde, ya que éste contaba con el visto bueno de las Fuerzas Armadas. Dos días
después Haya de la Torre hace pública su intención de renunciar a su candidatura e intenta llegar a
un acuerdo con Belaunde que respetase las vicepresidencias y la composición del Congreso. Se
planteó la alternativa de formar un tribunal de honor presidido por el cardenal Juan Landázuri, para
que recomendara al PAP y a AP el nombre del candidato por el cual votarían en el Congreso. Sin
embargo, las negociaciones fracasan ya que Belaunde sintiéndose seguro ante la abierta simpatía
de las Fuerzas Armadas por su candidatura, se suma a la campaña contra el fraude electoral.

El día 10 de julio Belaunde envía un documento al JNE pidiendo la anulación del proceso electoral
en los departamentos denunciados por las Fuerzas Armadas, con lo cual obtendría el tercio
constitucional necesario para ser elegido automáticamente presidente. Viaja a Arequipa, donde
realiza un mitin en el cual plantea que el tribunal de honor presidido por el cardenal Landázuri se
manifestase a favor o en contra de los resultados dados por el JNE. Finalmente, entre el 13 y el 15
de julio organiza en esa ciudad protestas callejeras y barricadas que defienden su postura, pero
éstas no prosperan. Descartado un acuerdo entre Haya de la Torre y Belaunde, sólo quedaba tratar

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con Odría. El día 17 de julio al mediodía se anuncia que el PAP ha llegado a un acuerdo con Odría
otorgándole los votos necesarios para que sea elegido presidente.

El comando conjunto de las Fuerzas Armadas insiste ante el JNE para que declare nulas las
elecciones, aduciendo errores en los padrones, un alto porcentaje de ausentismo, la existencia de
libretas electorales duplicadas y presiones de parte de las autoridades políticas. El JNE se negó. En
la madrugada del día siguiente, el presidente Prado fue derrocado, formándose una junta militar de
gobierno. Se instaló así el primer gobierno institucional de las Fuerzas Armadas.

La junta militar de gobierno estaba compuesta por el presidente del comando conjunto y los tres
comandantes generales de las Fuerzas Armadas. Éstos eran el general Ricardo Pérez Godoy –
quien la presidía–, el general Nicolás Lindley, el teniente general FAP Pedro Vargas Prada y el
contralmirante Francisco Torres Matos. La junta anunció la convocatoria a elecciones generales en
el plazo de un año, después de un proceso de depuración de los padrones y de reinscripción de los
electores, para garantizar de esta manera la limpieza de los comicios.

LAS ELECCIONES DE 1963


La junta militar cumplió con convocar a nuevas elecciones en 1963. Para las Fuerzas Armadas
éstas debían asegurar el traspaso del poder a un civil con claros objetivos reformistas y que
estuviera dispuesto a realizar reformas sin necesidad de recurrir a la movilización social. Asimismo,
el nuevo gobierno debía respetar los intereses y la autonomía política de las Fuerzas Armadas: no
inmiscuirse en su presupuesto, ni en el nombramiento de los ministros correspondientes a las tres
armas, que se llevaría a cabo según el estricto orden jerárquico de sus instituciones.

En estas condiciones, sólo Belaunde podía ser el candidato oficial de las Fuerzas Armadas,
favoritismo ya mostrado en los hechos ocurridos durante las elecciones del año anterior. La junta
militar promulgó una nueva ley electoral que mantenía como requisito para votar el ser alfabeto, y
reemplazaba el sistema de “lista incompleta” por el de “cifra repartidora”.

Las candidaturas de 1963 fueron cuatro: Fernando Belaunde Terry por la alianza AP-DC; Víctor
Raúl Haya de la Torre por el PAP; Manuel A. Odría por la UNO y Mario Samamé Boggio por el
MSP. Éstas eran las candidaturas que realmente habían tenido alguna opción en 1962. Asimismo,
las posturas de los partidos se habían depurado lo suficiente como para tejerse nuevas alianzas
políticas. Los resultados oficiales de la votación realizada el 9 de junio fueron los siguientes:
Belaunde, 708 662 votos (39,1%); Haya de la Torre, 623 501 votos (34,4%), Odría, 463 085 votos
(25,5%) y Samamé Boggio, 19 320 votos (1,1%).

El resultado favorable a Belaunde se puede explicar por dos razones fundamentales: en primer
lugar, al reducirse las candidaturas se evitó la dispersión del voto no aprista y, en segundo lugar,
ante la posibilidad de que se impusiera nuevamente el veto de las Fuerzas Armadas contra Haya de
la Torre, se prefirió votar por los otros candidatos de fuerza, especialmente por Belaunde que
contaba con las evidentes simpatías castrenses. Ello se refleja en el alto número de votos para la
representación parlamentaria aprista frente al voto presidencial.

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


EL PRIMER GOBIERNO DE FERNANDO BELAUNDE TERRY

La DC había participado en las elecciones presidenciales en una lista única junto con AP. Luego de
realizadas éstas, ambos partidos ratifican sus acuerdos conformándose la llamada Alianza, en virtud
de la cual la DC recibió, además de las representaciones parlamentarias, la segunda
vicepresidencia y los ministerios de Justicia y de Agricultura.

Los resultados electorales para el Parlamento habían favorecido al PAP que contaba con 76
representantes, la Alianza contaba con 71 y la UNO con 31. Los otros 6 correspondían a las demás
agrupaciones políticas. De esta manera, Belaunde no contaba con mayoría parlamentaria en
ninguna de las dos cámaras. En estas condiciones, el problema básico volvía a ser el
establecimiento de alianzas políticas para el funcionamiento coherente del Ejecutivo y el Legislativo.
Ante la situación señalada y pese a su antigua enemistad, el PAP se alió con la UNO formando la
llamada Coalición, alianza de oposición al gobierno que obstruiría los más importantes proyectos de
reforma y censuraría sistemáticamente a los principales ministros, con lo que se vino a reflotar de
alguna manera la Convivencia. En términos concretos, la Coalición significó el control del
Parlamento sobre el Ejecutivo. Esta situación se reflejaría en las presidencias de las cámaras
parlamentarias: en el Senado se hallaba Julio de la Piedra de la UNO y en Diputados Fernando
León de Vivero
del PAP.

De diez gabinetes con 68 ministros que tuvo Belaunde, siete fueron censurados y, de éstos, cuatro
renunciaron al no aprobarse sus proposiciones. Los más importantes fueron el primero, presidido
por Oscar Trelles, quien renunció a fines de 1963 al negarse a reprimir violentamente las
movilizaciones campesinas; el gabinete Becerra de la Flor, que tuvo que renunciar como resultado
de la crisis devaluatoria de 1967; el gabinete de Edgardo Seoane, que renunció ante la derrota de la
Alianza en las elecciones complementarias del mismo año; y el gabinete de Oswaldo Hercelles,
quien renuncia ante el escándalo de la “página once”. Éste sería el penúltimo gabinete antes del
golpe de octubre de 1968.

El primer gobierno de Belaunde puede ser dividido en cuatro etapas, según los cambios producidos
por la situación política. Durante la primera –los llamados “primeros 100 días”–, predominaron los
sectores reformistas radicales en el gobierno. En ese lapso se amplió la ley de bases de Reforma
Agraria, se elaboró el proyecto de ley expropiatoria de los yacimientos petrolíferos de La Brea y
Pariñas, se nacionalizó la Caja de Depósitos y Consignaciones –creándose el Banco de la Nación–
y se inició el programa de Cooperación Popular.

En la segunda, a partir de 1964, el gobierno empieza a aceptar las condiciones de la oposición


APRA-UNO. En ese lapso la ley de Reforma Agraria es promulgada con serias limitaciones, se
postergan las negociaciones con la IPC y se reprime duramente al movimiento campesino y a las
guerrillas. La tercera etapa, iniciada con la devaluación de 1967, manifiesta el desgaste político del
gobierno, a pesar de que el sector radical de AP retoma el control del partido; la cuarta se inicia
cuando en mayo de 1968 se produce la alianza de AP con el PAP, que culmina con el golpe de
octubre de ese año.

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


LOS PRIMEROS 100 DÍAS
El enfrentamiento entre la Alianza y la Coalición se dará de manera intensa en los primeros cuatro
años del gobierno de Belaunde. La Alianza representaba las posiciones reformistas que habían
venido ganando fuerza desde la década del 50; la Coalición representaba las posiciones
conservadoras opuestas a dichas reformas, vinculadas a los intereses de la oligarquía. Las fuerzas
de ambos sectores se manifestaron en los primeros 100 días, cuando el gobierno proyectó toda la
energía y entusiasmo acumulados en el proceso electoral. Los 100 días comenzaron con el anuncio
hecho por Belaunde en su discurso del 28 de julio, de que en un plazo de 90 días plantearía ante el
Parlamento una propuesta de arreglo definitivo sobre el problema del laudo otorgado a la IPC, para
elaborar la cual nombró Belaunde una comisión negociadora, encabezada por Mario Velasco. En su
seno se discutió una serie de planteamientos que en lo fundamental, como veremos después, no
fueron muy diferentes a los manejados en las negociaciones de 1968: se acordó que los
yacimientos de petróleo de La Brea y Pariñas serían transferidos al Estado, pero bajo la
administración de la IPC por un período de 25 años. La refinería seguiría bajo el control de la IPC al
igual que el sistema de distribución del petróleo procesado en sus instalaciones. En estas
negociaciones no se planteó el tema de los adeudos de impuestos debidos a un supuesto
“enriquecimiento ilícito” por la explotación de predios no estipulados. No se llegó a concretar ningún
acuerdo en el plazo fijado y en noviembre de 1963 Belaunde envió al Congreso un proyecto de ley
que restituía la propiedad del subsuelo al Estado. El Congreso, sin embargo, aprobó dos leyes
sustitutorias: la primera revocaba la ley de 1918, que había autorizado al Ejecutivo a someter el
asunto al arbitraje internacional, y la segunda declaraba nulo el laudo de 1922. Ambas leyes fueron
firmadas por Belaunde, con lo cual el problema con la IPC volvía a la misma situación de los años
20. En esas condiciones, en febrero de 1964, la Coalición sancionó una ley que conminaba al
presidente a encontrar una solución al problema para que fuera sometida a la aprobación del
Congreso. Belaunde, a pesar de su débil posición negociadora, encargó a principios de 1964 a Tulio
de Andrea y Pablo Carriquiry la estimación del valor de las instalaciones de la IPC. Esta comisión
llegó inclusive a reabrir negociaciones con dicha empresa, desbordando sus atribuciones y
acordando puntos como el reconocimiento del derecho peruano a la propiedad del subsuelo y la
entrega de la administración de los campos bajo un contrato de 25 años. Sin embargo, las
negociaciones fracasaron debido a la insistencia de la IPC en mantener el control total sobre las
operaciones.

COOPERACIÓN POPULAR
Otra de las primeras medidas del gobierno de Belaunde fue establecer el programa de Cooperación
Popular, en agosto de 1963, que nació como un organismo para la realización de obras públicas en
base al trabajo comunitario, secular institución de las comunidades campesinas. Se trataba de
convocar, además de la misma población beneficiada, a jóvenes procedentes de las clases medias
urbanas para la prestación de servicios voluntarios y gratuitos de apoyo a comunidades campesinas
y barrios marginales en la realización de pequeñas obras. En dicho organismo participaron millares
de jóvenes de AP, estudiantes universitarios, miembros de comunidades cristianas y simpatizantes,
que trabajaron en los meses de vacaciones en la construcción de escuelas, postas médicas,
caminos, canales de regadío y otras obras comunales. Además, se prepararon animadores entre los
miembros de la población para que administrasen ellos mismos esas obras comunitarias. Todas las
obras de Cooperación Popular tenían una inscripción que decía “El pueblo lo hizo”. Para dicho fin, el

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


gobierno destinó al programa un presupuesto anual, que a veces recibía el apoyo del Fondo
Nacional de Desarrollo Económico, entidad establecida ese mismo año para la realización de obras
públicas en provincias. La dirección fue encomendada el arquitecto Eduardo Orrego, quien le dio un
gran impulso.

Este programa originó la oposición de la Coalición en el Congreso por considerarlo eminentemente


político, pues sus estructuras administrativas estaban llenas de militantes populistas; esto le acarreó
el recorte de su presupuesto, reduciéndosele a un departamento dependiente del ministerio de
Fomento y Obras Públicas. Por otro lado, el programa de Cooperación Popular fue acusado de estar
compuesto o infiltrado por comunistas, debido a la influencia de estudiantes universitarios
radicalizados como Ricardo Letts o Luis Pásara. Debido a ello y al éxito político del programa,
Cooperación Popular llegó a ser amenazada con la desactivación por los integrantes de la Coalición
en el Congreso. Y es que Cooperación Popular tuvo un gran impacto en la juventud de clase media
que fue a trabajar en las zonas marginales y empobrecidas. Muchos de estos jóvenes se abrieron
así a la “conciencia social” y no pocos integraron partidos de la izquierda radical o se identificaron
con las movilizaciones campesinas que en esos años conmocionaban al país. En términos
generales, los años 60 significaron un período de fuerte concientización social, especialmente entre
los jóvenes universitarios. Ello también se reflejó en las actividades de promoción social de muchas
comunidades de jóvenes católicos que hicieron suya la causa de los sectores más pobres y
explotados, encabezados por sacerdotes progresistas, muchos de los cuales eran extranjeros.

LAS ELECCIONES MUNICIPALES


Una de las primeras medidas políticas del nuevo gobierno fue convocar a elecciones municipales,
proceso sustituido desde el Oncenio de Leguía por el sistema de junta de notables, en el que dichas
autoridades eran nombradas por el ministro de Gobierno y Policía o por los prefectos o
subprefectos, también designados por el gobierno. La ley correspondiente, aprobada el 24 de
setiembre de 1963, dictaminó la formación de concejos municipales provinciales y distritales con
una duración de tres años. La libreta electoral sería el único documento requerido para tener
derecho a voto. Las elecciones se realizaron el 15 de diciembre y los resultados oficiales fueron los
siguientes: la Alianza AP-DC, 747 628 votos (46,5%), la Coalición PAP-UNO, 711 628 votos (44,3%)
y los independientes, 146 654 votos (9,1%).

Si bien estos resultados reflejaban el alto respaldo electoral que se daba al gobierno recién
constituido, resultaba evidente que la fuerza de la oposición era también importante. Para el período
1963- 1966 fue elegido en Lima el candidato de la Alianza Luis Bedoya Reyes, ex ministro de
Justicia por la DC. Las siguientes elecciones municipales se realizaron el 13 de noviembre de 1966
y sus resultados oficiales fueron los siguientes: la Alianza AP-DC, 824 391 votos (46,1%), la
Coalición PAP-UNO, 767 301 votos (42,9%) y los independientes 197 268 votos (11,0%); siendo
reelegido Luis Bedoya Reyes en Lima. Hasta ese momento, el peso electoral de la Alianza y la
Coalición, respectivamente, se mantenía estable, pero la situación cambiaría al año siguiente.

LA LEY DE REFORMA AGRARIA


Al inicio del gobierno de Belaunde, el debate acerca de la reforma agraria estaba en su momento
más álgido, debido a la fuerza de la movilización campesina. El mismo 28 de julio de 1963, miles de

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comuneros invadieron un grupo de haciendas en Junín, bajo el amparo de las promesas populistas
del nuevo gobierno, tras lo cual el Ejecutivo presentó un proyecto de ley de Reforma Agraria, a
principios de 1964. Durante el debate parlamentario, la Coalición y el diario La Prensa acusaron
sostenidamente al gobierno de promover las invasiones de tierras por medio de Cooperación
Popular y exigieron la inmediata represión de la movilización campesina; asimismo, la Coalición
interpeló al primer gabinete obligándolo a renunciar. Más adelante, el proyecto de la ley de Reforma
Agraria fue modificado por la Coalición, hasta convertirlo en un documento inoperante. La ley,
promulgada el 19 de mayo de 1964, excluyó de la reforma a las propiedades trabajadas
“eficientemente” y dedicadas a productos de exportación. De esta manera, el latifundio costeño
resultaba excluido y el latifundio serrano quedaba establecido como área de afectación de la
reforma. Pero incluso en este aspecto la ley recortaba las posibilidades de llevar a cabo acciones
efectivas, lo que redujo la reforma a la mera expropiación de las tierras marginales de los medianos
propietarios, y a la compra casi al contado de inmensas propiedades.

Se creó la Oficina Nacional de Reforma Agraria (ONRA), que se encargaría de señalar las llamadas
zonas de reforma agraria. Para su funcionamiento, el Congreso le asignó un reducido presupuesto,
por lo cual debió recibir ayuda de organismos internacionales como el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), un fondo especial de las Naciones Unidas, y de la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). También se le encargaron las tareas de
colonización y de creación de programas de asentamiento, de reinversión en tierras abandonadas y
la promoción de estudios de colonización. Entre los principales aspectos que limitaban el
cumplimiento efectivo de la ley, la ONRA en vez de depender directamente de la presidencia de la
República, pasó a ser fiscalizada por el Parlamento; en segundo lugar, se estipulaban de manera
muy minuciosa las etapas de afectación de una propiedad, lo cual llevaba a interminables demoras
(por ejemplo, el propietario podía impugnar ante el poder Judicial la cuantía de la afectación y el
monto indemnizatorio, iniciándose largos juicios); y en tercer lugar, si bien la Coalición tuvo que
aceptar el hecho de que las expropiaciones se pagaran con bonos emitidos por el gobierno,
sistemáticamente se dio a la tarea de reducir el presupuesto de la ONRA y el financiamiento de
aquéllos. Como resultado, entre 1963 y 1967 sólo se afectaron 375 574 hectáreas de un total de
más de 10 millones, en favor de 13 553 familias de alrededor de un millón. En los últimos meses del
gobierno de Belaunde la Coalición llegó a reclamar la interpelación del ministro de Agricultura,
acusándolo de haber detenido la reforma agraria. Sin embargo, el debate parlamentario se frustró al
producirse el escándalo del Acta de Talara.

EL BANCO DE LA NACIÓN
Otra reforma importante que significó una mejora en el sistema de recaudación tributaria fue la
sustitución de la Caja de Depósitos y Consignaciones por el Banco de la Nación. La Caja de
Depósitos y Consignaciones había estado controlada por las entidades bancarias privadas que se
encargaban de la recaudación y cobro de los impuestos. Sin ser un banco comercial, tenía
autorización para realizar transacciones comerciales de venta de valores y pagos por adelantado al
Estado, imponiendo un interés por tales operaciones. Como se ve, hasta ese entonces los recursos
financieros del Estado eran utilizados por entidades bancarias privadas. Después de un estudio y
análisis de esta situación, se promulgó a fines de enero de 1966 la ley que creaba el Banco de la
Nación, reforma que implicaba que el Estado podría recaudar y usar sus propios fondos sin

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intermediarios privados, lo cual significaba disponibilidad absoluta de sus recursos económicos y
financieros. Según dicha ley, las funciones del Banco de la Nación serían: realizar las
recaudaciones fiscales de los impuestos directos; financiar al Estado en todo lo referido a inversión
pública; garantizar que el Estado y empresas públicas pudieran tener cuentas corrientes, atención
de sobregiros y otras transacciones finacieras; realizar cobranzas a los gobiernos locales y a las
empresas del sector público; realizar pagos especiales tanto en el sector público como privado; y
crear sus propios fondos en base a bonos del tesoro para el financiamiento de la inversión pública.
Asimismo, como parte de la banca de fomento el gobierno creó el Banco de Vivienda y alejó a la
banca particular del Banco Central Hipotecario, constituyéndolos en importantes herramientas de
crédito.

PRINCIPALES OBRAS PÚBLICAS


El gobierno de Belaunde tuvo un particular interés en la realización de obras públicas,
especialmente aquellas referidas a comunicaciones y vivienda. En lo que se refiere al primer rubro,
el gobierno elaboró un Plan Vial Nacional para la construcción de un sistema de vías de
comunicación que integrase las áreas de producción, agrícolas, sobre todo, con los diversos
mercados urbanos. Muchas de estas vías se construyeron dentro del programa de Cooperación
Popular y con el financiamiento de créditos internacionales. La carretera Marginal de la Selva fue el
mayor proyecto de este género iniciado por el gobierno de Belaunde, planeándose que recorrería la
vertiente oriental de los Andes, paralelamente a la carretera Panamericana, desde la frontera con
Ecuador hasta la frontera con Bolivia. Los estudios para su construcción se realizaron entre 1964 y
1965 y el proyecto inicial cubría los tramos viales que vinculaban las áreas extremas en el ámbito de
la ceja de selva. La obra contó con el apoyo de los países andinos y del BID, rompiendo el secular
aislamiento del departamento de San Martín, que se convirtió en un importante productor de arroz y
de maíz orientado al consumo del mercado interno. De igual manera se impulsó la construcción de
carreteras de penetración a la selva que se conectaran con el tramo principal de la carretera
Marginal. También se construyó la estación terrena de Lurín, con la cual el Perú ingresó a la era
espacial y a las comunicaciones vía microondas.

En el campo educativo se estableció la gratuidad de la enseñanza en todos los niveles y se


suprimieron los “excedentes escolares” en la educación primaria y secundaria, incrementándose así
el número de matrículas. Asimismo, el gobierno intentó cubrir la demanda de aulas. Se continuó
también la política de crear nuevas universidades; entre el gobierno de Prado y el de Belaunde se
fundaron más de 15 universidades, muchas de las cuales se instalaron obedeciendo a criterios
políticos más que técnicos. En cuanto a vivienda se realizó un amplio programa de construcción de
21 conjuntos habitacionales, destacando el de San Felipe en Lima.

LAS GUERRILLAS DE 1965


A principios de 1965 el Servicio de Inteligencia del Ejército envió un informe al presidente Belaunde
acerca de la campaña política que organizaciones de la izquierda radical estaban llevando a cabo a
favor de la lucha armada. Al principio el gobierno desestimó dichas informaciones y públicamente
señaló que tales actividades eran realizadas por “abigeos”. Sin embargo, éstas continuaron hasta
que la Fuerza Aérea demostró que se trataba de grupos guerrilleros organizados en diferentes
zonas del país, especialmente en la sierra central y la sierra sur. En este contexto se produce la

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


emboscada en la quebrada de Yahuarina, acción reivindicada por el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), grupo escindido del PAP, inicialmente llamado Apra Rebelde. Entre sus
principales dirigentes se encontraban Luis de la Puente Uceda, Máximo Velando y Guillermo
Lobatón.

Se abría así un segundo período de las guerrillas en el Perú, caracterizado por una preparación más
elaborada y minuciosa, en comparación con los intentos anteriores. El Apra Rebelde o MIR se
entrenó en Cuba desde 1962 y a inicios de 1964 realizó una campaña propagandística a favor de la
lucha armada. Al igual que los intentos anteriores, el MIR esperaba asentarse al interior del
movimiento campesino. Sin embargo, éste se debilita y declina al inicio de las acciones armadas del
MIR en junio de 1965.

El MIR contaba con tres frentes: el Túpac Amaru en las provincias de Concepción y Jauja (Junín), el
Pachacutec en la meseta de Mesa Pelada, provincia de La Convención (Cuzco), y el de la provincia
de Ayabaca (Piura), que no llegó a funcionar. El primero estuvo dirigido por Guillermo Lobatón y
Máximo Velando; el segundo por Luis de la Puente Uceda; y el tercero por Gonzalo Fernández
Gasco y Elio Portocarrero. El 2 de julio el gobierno encomienda a las Fuerzas Armadas la dirección
de la lucha contra la guerrilla, y el 20 de agosto el Parlamento aprueba dos leyes complementarias:
la primera decretaba la pena capital para los guerrilleros y la segunda, denominada de “Defensa de
la soberanía nacional”, asignó a las Fuerzas Armadas los recursos económicos necesarios,
mediante la emisión de bonos por un valor total de 200 millones de soles. Dichos bonos fueron
colocados mediante colectas públicas nacionales y sus principales aportes provinieron de empresas
extranjeras norteamericanas como la IPC y la Cerro de Pasco, y de los grupos empresariales y
familiares más importantes. Para octubre de ese mismo año, el frente Pachacutec había sido
prácticamente desarticulado en el combate de Amaybamba, donde muere Luis de la Puente Uceda.
En diciembre el frente Túpac Amaru es aniquilado y muertos sus principales dirigentes (Lobatón,
Velando). El frente de Ayabaca rompe el cerco policial y se repliega hacia las ciudades. Así, en tan
sólo siete meses, la guerrilla es desarticulada.

Igual suerte corrió un nuevo intento insurreccional del ELN, que en setiembre de 1965 había iniciado
acciones en la provincia de La Mar (Ayacucho). Luego de derrotado el MIR, las Fuerzas Armadas
organizan una ofensiva que en 30 días desarticula y dispersa a la brigada “Javier Heraud”, de la
que, sin embargo, Héctor Béjar logra escapar.

EL PROBLEMA FINANCIERO
Para la aplicación de su política de obras públicas, ampliación del rol del Estado y realización de su
programa de reformas sociales, el gobierno incrementó el gasto público. En el presupuesto para
1964 los egresos representaron el 11,5% del producto nacional, y en el de 1967 el 15,3%. Ante la
escasez de recursos, el gobierno necesitaba aplicar una política tributaria que reforzara y aumentara
la recaudación fiscal mediante la reforma del impuesto a la renta y el establecimiento de impuestos
sobre la propiedad, medidas que fueron rechazadas por el Congreso. Sin embargo, el gobierno
disminuyó las cargas tributarias sobre las empresas privadas, ampliando las exoneraciones de los
impuestos directos a los ingresos y sobre los derechos de importación del sector industrial. Se

Adaptado por el Prof. FERNANDO AGUILAR GUTIERREZ


buscaba de esta manera proporcionar un estímulo a la inversión privada y elevar la presión tributaria
a través de impuestos de fácil recaudación.

Para incentivar dicha inversión privada, el gobierno dictó tres leyes importantes: una que exoneraba
de impuestos a las nuevas inversiones en las zonas de selva, otra que otorgaba un marco legal
para la creación de parques industriales, y finalmente la que permitía el establecimiento de plantas
de ensamblaje automotriz; todas ellas representarían pérdidas para el Estado. En 1962 los
beneficios de las empresas constituían el 16% del ingreso nacional y, de ese porcentaje, el 12% se
encontraba libre de impuestos (en 1966 esta relación había sido de 18% y 15%). Por otro lado,
mientras en 1960 los impuestos de las empresas constituían el 26% de los ingresos del gobierno,
en 1965 este porcentaje cayó al 16%. En 1963 la participación de los impuestos directos en los
ingresos gubernamentales fue de 32,8%, en 1964 de 24,5%, en 1965 de 23,7% y en 1967 de
26,2%. Los resultados no fueron los esperados debido al comportamiento rentista de las empresas,
cuyas tasas de inversión se mantuvieron bajas a pesar de la elevación de las tasas de ganancia,
fenómeno que continuaría a lo largo de la década del 70. En cambio, a mediano plazo se produjo un
déficit de consideración en el presupuesto, creciendo la inflación y con ella el peligro de una
inminente devaluación, ya que el mantenimiento de la tasa de cambio establecida en 1959 por
Pedro Beltrán había convertido al dólar en la mercancía más barata del Perú.

Es en este contexto que se favoreció el desarrollo de las importaciones. En 1966 las empresas
duplicaron sus inventarios, anticipándose a una futura devaluación, y las importaciones crecieron en
26%, mientras que las exportaciones se estancaron por la baja de los precios de las materias
primas. Por último, las inversiones extranjeras comenzaron a incrementar los montos de
transferencia de sus ganancias. El Perú se convierte en uno de los pioneros continentales en el
proceso de endeudamiento externo, debido a la disminución de la tasa de inversión privada, a la
aplicación de la política de industrialización por sustitución de importaciones, a la reducción de la
presión tributaria al sector industrial y al incremento de las inversiones públicas. Con ello se
comenzó a financiar los gastos en cuenta corriente, cuya primera crisis se manifestó en 1967 al no
poder pagar la deuda externa debido a la baja de los ingresos por exportaciones. Como veremos
más adelante, las refinanciaciones y renegociaciones de 1967 y 1968 llevaron a una situación de
relativo saneamiento financiero, pero no impidieron la crisis política.

LA ASISTENCIA NORTEAMERICANA
Como hemos visto, el gobierno debía recurrir al crédito internacional para mantener el crecimiento
económico basado en la política de sustitución de importaciones, un amplio programa de obras
públicas y la realización de reformas sociales. Pero, como ha sostenido Kuczynski, la promesa de
Belaunde de plantear una solución definitiva al problema de la IPC en los primeros 90 días de su
gobierno hizo que los norteamericanos congelasen toda ayuda hasta que la situación se resolviera
en términos favorables para la empresa. De esta manera, desde 1963, el problema de la IPC afectó
directamente la asistencia para el desarrollo proveniente del gobierno de los Estados Unidos.
Debido a que el problema no se resolvió a lo largo de su gestión, Belaunde recibió sólo 74 millones
y medio de dólares por concepto de asistencia bilateral. Este bloqueo obligó al gobierno a concertar
créditos de corto plazo y con altos intereses con la banca internacional y a dar mayores facilidades

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que permitieran nuevas inversiones en el sector exportador, para intentar resolver el poco
halagüeño panorama económico que se abría entre fines de 1966 y comienzos de 1967.

El refinanciamiento de la deuda externa dependía de la adopción de las tradicionales recetas


liberales del FMI. A fin de encaminar al gobierno peruano en el marco de sus soluciones, el FMI
concedió un stand by de 42 millones de dólares, que se volcaron en una escandalosa especulación
monetaria por parte de las empresas privadas y el sector público, al ingresar al mercado dinero
fresco que seguía siendo barato. A principios de 1967, otro préstamo de 60 millones que el Perú
negociaba con la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) fue suspendido por el gobierno
norteamericano al producirse un problema en la compra de aviones para la Fuerza Aérea, que había
solicitado al gobierno norteamericano un crédito para ese fin. Consideraciones internas hicieron que
el gobierno norteamericano rechazara la solicitud peruana, por lo que el Perú decidió comprar
aviones Mirage al gobierno francés. Frente a ello, el gobierno norteamericano reconsideró su
decisión y sugirió al gobierno peruano que hiciera lo mismo, propuesta que no fue aceptada. El
rechazo desató una intensa polémica en los Estados Unidos y el Congreso norteamericano decidió
suspender nuevamente la ayuda al Perú, a punto de ser renovada después de cinco años de
congelamiento. Se argumentó que si el gobierno peruano compraba armas en otros países, la
ayuda norteamericana serviría para pagar dichas compras. Esta actitud desató una furiosa campaña
antinorteamericana en los medios políticos peruanos por la evidente situación de “dependencia
externa” del país. A pesar de ello, el gobierno logró concertar entre 1963 y 1967 una serie de
créditos que multiplicaron la deuda externa, cuya cifra pasó de 237 a 685 millones de dólares;
mientras que en 1965 la deuda constituía el 9% del valor de las exportaciones, en 1968 alcanzó el
18%.

En cuanto al fomento de nuevas inversiones en el sector exportador, existía la oferta de un grupo de


consorcios norteamericanos para invertir 350 millones de dólares en la explotación de los
yacimientos de cobre de Cuajone, que sumados a los de Toquepala posibilitarían la constitución de
uno de los complejos mineros más importantes y más avanzados del mundo, permitiendo así
subsanar la baja de los precios en nuestras exportaciones. Pero esta inversión se encontraba
condicionada a las seguridades que el gobierno peruano pudiera dar en cuanto a la estabilidad de la
economía peruana y a la situación de las inversiones extranjeras, considerando que el problema de
la IPC no tenía aún solución. El gobierno, incapaz de conseguir más ayuda en el exterior, insistió
ante el Congreso a fin de que aprobara las reformas tributarias que le permitirían resolver la
situación económica, pero la Coalición continuó negándose, aduciendo que dichas medidas
castigarían los ingresos populares.

EL CONTRABANDO
Entre 1966 y 1967 los diarios de oposición desencadenaron una intensa campaña de denuncia del
contrabando en editoriales y crónicas. Para combatirlo, el gobierno promulgó una ley en julio de
1966 y el Congreso formó una comisión investigadora integrada por miembros tanto de la Alianza
como de la Coalición. El caso alcanzó niveles de escándalo cuando miembros importantes del
gobierno se vieron comprometidos, lo cual fue utilizado por la Coalición para criticarlo. En 1963 el
contrabando había significado el 35% del total importado y en 1967 alcanzó el 68%. El medio más
frecuente para la introducción de contrabando era la solicitud, por parte de industriales y

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comerciantes, de la exoneración de impuestos para la importación de determinados insumos para la
promoción industrial, a través de empresas fantasmas. Otros medios fueron la subvaloración del
precio de las mercancías para pagar menos impuestos, la entrega de falsas declaraciones de
facturas comerciales, la evasión del control de aduanas a través de influencias, la solicitud de
créditos tributarios que eran pagados tardíamente o nunca, y los pagos de los derechos aduaneros
con cheques sin fondos.

Otro elemento que favoreció el contrabando fue el decreto que establecía la exoneración de
impuestos a las empresas de la selva y a Iquitos como puerto libre, lo que llevó a cuantiosas
importaciones libres de derechos de artículos de lujo, como textiles de diferentes calidades, joyas,
electrodomésticos, perfumes, licores, cigarrillos, entre otros, que posteriormente eran llevados
libremente a Lima por los viajeros o por diferentes empresas comerciales.

La ley contra el contrabando de julio de 1966 estableció la reforma del servicio aduanero, de los
aranceles del derecho de aduana y del servicio de autoridad portuaria, así como el control de las
declaraciones juradas, de los bienes y rentas de los funcionarios públicos y de las exoneraciones
tributarias del poder judicial.

LA CRISIS DEVALUATORIA DE 1967


Frente a la crisis económica que se vislumbraba a mediados de 1967, el gobierno se planteó dos
alternativas políticas. La primera consistía en aplicar medidas de corte liberal: devaluación de la
moneda, equilibrio del presupuesto mediante la reducción del gasto público (con la evidente
reducción de obras públicas y de la aplicación de reformas sociales), el recorte de subsidios a los
productos de consumo popular y una reducción aún mayor de la carga tributaria sobre las
empresas. La segunda era de corte reformista radical: planteaba restablecer el control cambiario,
planificar las importaciones, incrementar la carga tributaria a las empresas y establecer tasas a los
ingresos personales.

El gobierno solicitó nuevamente al Congreso promulgar los dispositivos legales necesarios que
permitieran equilibrar el presupuesto, pero la Coalición se negó. En medio del debate parlamentario
la situación empeoraba sin que la Alianza y la Coalición llegaran a un acuerdo. A fines de mayo, en
un discurso, el presidente Belaunde acusó a aquellos que hablaban de devaluación de “traidores a
la patria”, con lo cual el problema económico se hizo público y la especulación aumentó.

Para entonces la economía había entrado ya a una situación crítica. Las divisas se veían cada vez
más reducidas por el aumento de las importaciones y de los servicios de pago de los créditos
externos. Finalmente, ante la constante baja de las reservas internacionales el BCR se vio obligado
a retirarse del mercado cambiario el 31 de agosto de 1967, lo cual llevó a que el precio del dólar
subiera de 26,80 a 40,45 soles en los siguientes días, hasta estabilizarse en 46,63 soles. La
devaluación se expresó en el incremento de la inflación que llegó a 14,7%, a pesar de que el poder
adquisitivo se redujo drásticamente.

En lo político, la devaluación trajo como consecuencia la caída del gabinete Becerra de la Flor. En
su lugar, el presidente Belaunde nombró primer ministro a Edgardo Seoane, quien representaba a

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los sectores reformistas radicales de AP, y a Tulio de Andrea como ministro de Hacienda. Este
gabinete duró tan sólo dos meses.

LAS ELECCIONES COMPLEMENTARIAS DE 1967


En noviembre de 1967, dos meses después de la devaluación, se realizaron elecciones
complementarias en el departamento de Lima para reemplazar a Ciro Alegría, diputado por AP
recientemente fallecido. Estas elecciones cobraron un carácter plebiscitario, puesto que cerca de la
mitad de los electores se concentraba en Lima. Los candidatos fueron: por la Coalición, Enrique
Chirinos Soto, inscrito en las filas del PAP, con una larga trayectoria periodística en el diario La
Prensa y luego en Correo, propiedad del empresario pesquero Luis Banchero Rossi; por la Alianza
se presentó Carlos Cueto Fernandini, ex ministro de Educación de las filas de AP; por la Unidad de
Izquierda (UI), un frente de partidos de la izquierda radical, Carlos Malpica Silva Santisteban,
ingeniero; y el independiente Jorge Saravia. Los resultados oficiales de las elecciones realizadas el
12 de noviembre fueron los siguientes: Enrique Chirinos Soto, 333 191 votos (44,9%); Carlos Cueto
Fernandini, 283 335 votos (38,2%); Carlos Malpica Silva Santisteban, 106 556 votos (14,3%); Jorge
Saravia, 18 661 votos (2,5%). También, siguiendo la consigna de varios partidos de la izquierda
radical, el 7% del electorado votó en blanco. Los resultados mostraban el creciente descrédito del
gobierno a favor de la oposición, pero también manifestaban la radicalización de importantes
sectores políticos y sociales, expresada en la alta votación por la izquierda que en oportunidades
anteriores no había sobrepasado el 5%.

Los resultados se expresaron además en la caída del gabinete de Edgardo Seoane y en las
divisiones al interior de la Alianza. En primer lugar, la DC retiró su apoyo al presidente y se dio a la
tarea de replantear sus postulados reformistas. Se produce entonces una división al interior de la
DC, de donde se apartó un sector favorable a una política de acuerdo entre el gobierno y la
Coalición. Este sector fundó el Partido Popular Cristiano (PPC) encabezado por Luis Bedoya Reyes,
entonces alcalde reelecto de Lima. Ambos partidos pasaron a la oposición. La misma división se
perfilaba ya al interior de las filas de AP, cuando en el congreso del partido de 1967 la dirección
nacional hizo fuertes críticas al presidente Belaunde por el incumplimiento de las promesas
electorales, y eligió secretario general –con la oposición de Belaunde y de sus más importantes
colaboradores– a Edgardo Seoane, líder de los radicales.

LOS INTENTOS DE RECOMPOSICIÓN POLÍTICA


Entre la crisis devaluatoria del 31 de agosto de 1967 y el golpe del 3 de octubre de 1968, el
gobierno tuvo cinco gabinetes. Todos, a excepción del penúltimo, conocido como el “gabinete
conversado”, tuvieron corta existencia debido a los ataques de la Coalición. En febrero de 1968
Belaunde nombró como ministro de Hacienda al general Francisco Morales Bermúdez, en
representación del Ejército, tratando de esta manera de presionar a la Coalición a dictar los
instrumentos legales necesarios para resolver la situación económica, pero también para reafirmar
el apoyo de las Fuerzas Armadas al gobierno.

Para mejorar los ingresos fiscales y evitar el contrabando, Morales Bermúdez colocó a oficiales del
Ejército como fiscalizadores del Servicio de Aduanas y de la recaudación de impuestos, pero el
Parlamento siguió negándole al gobierno las medidas que solicitaba. Con las manos atadas, el

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Ejército dispuso que Morales Bermúdez se retirase del gabinete para evitar una confrontación con el
Congreso. Ante esta situación de impotencia política, los sectores radicales de AP, a través de la
dirección de Cooperación Popular, propusieron reactivar la movilización campesina para obligar al
Congreso a dictar las leyes que el gobierno necesitaba; otra alternativa propuesta fue la de realizar
un “autogolpe” con el apoyo declarado del Ejército, cerrar el Congreso y convocar a un plebiscito,
caso no previsto en la Constitución de 1931.

Belaunde, temeroso de la situación que se vislumbraba al interior de su partido, desechó estas


propuestas, optando por tratar de llegar a un acuerdo con la Coalición; con la ayuda e
intermediación de un grupo de amigos personales, inició negociaciones secretas con el PAP.
Terminaron así las posibilidades de realizar las reformas sociales necesarias sin compromisos con
las fuerzas políticas opuestas. Belaunde prefirió esta opción a la movilización política de las masas
populares.

Con dicho compromiso político era evidente el fracaso del gobierno reformista que había
comenzado con un elevado nivel de apoyo de los sectores populares urbanos, del campesinado, de
la Iglesia, del Ejército, del diario El Comercio y de los políticos norteamericanos de la línea de la
Alianza para el Progreso. Con ello se abrieron las posibilidades de un nuevo golpe institucional de
las Fuerzas Armadas.

EL “GABINETE CONVERSADO”
Producto de las negociaciones entre el gobierno y el PAP se formó, en junio de 1968, el gabinete
encabezado por Oswaldo Hercelles, conocido como el “gabinete conversado”. Como parte de este
acuerdo político, Manuel Ulloa Elías, es nombrado ministro de Hacienda, recibiendo del Congreso
facultades extraordinarias por 60 días para adoptar las medidas económicas necesarias para
enfrentar la crisis sin necesidad de dar cuenta al Congreso, situación anticonstitucional. Al hacerse
explícito el arreglo político entre el gobierno y el PAP, se produce la ruptura de la Coalición: el
general Odría retiró su apoyo al PAP en el Congreso, quitándole con ello la mayoría. Se produce a
la vez una ruptura al interior de la UNO: encabezados por Julio de la Piedra, un número significativo
de sus parlamentarios forman el Partido Social Demócrata Nacionalista, que se integra a la alianza
entre el gobierno y el PAP, con lo cual este último retuvo la mayoría en el Congreso. Asimismo, al
interior de AP se forman dos tendencias políticas: por un lado están los “radicales” de Edgardo
Seoane, quienes mantienen la dirección del partido y, por el otro, los “carlistas” de Manuel Ulloa,
denominados así porque el gabinete Hercelles estaba integrado por varios ministros de nombre
Carlos.

En ejercicio de las atribuciones otorgadas, el gabinete Hercelles promulgó cerca de 300 decretos,
todos ellos ratificados posteriormente por el Congreso. En cuanto a la política económica, Manuel
Ulloa dictó el Decreto Supremo Nº 287, con una serie de medidas modernizadoras que afectaban
los intereses de los sectores tradicionales de la economía. Dicho decreto hizo efectivo el cobro de
los impuestos sobre la renta al reorganizar la legislación tributaria, estableciendo el impuesto directo
al patrimonio y al valor de la propiedad predial; las acciones al portador se reemplazaron por las
nominativas, eliminando así el anonimato en las sociedades por acciones y posibilitando que el
Estado controlase efectivamente la recaudación de impuestos al capital; y se incrementaron las

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tasas impositivas sobre los ingresos personales. Se restringió asimismo la participación en el
sistema financiero de los capitales extranjeros, disponiéndose que sólo la banca nacional pudiera
contar con sucursales y absorber el ahorro interno del país. Se definió como banca extranjera a
aquellas entidades cuya participación en los activos era mayor al 33%. Esta medida se tomó debido
a la tendencia a que la banca extranjera monopolizara los créditos orientados a la inversión
industrial. En ese mismo sentido, se decretó que las industrias consideradas de naturaleza
estratégica debían ser controladas mayoritariamente por el capital nacional o, en su defecto, pasar
al control del Estado.

El Estado adquirió mayor importancia en la toma de decisiones en cuanto a política monetaria. El


directorio del BCR, hasta entonces compuesto por delegados de la banca privada –donde
destacaba el capital extranjero–, pasó a estar conformado por representantes del gobierno, de las
organizaciones laborales (manejadas entonces por el PAP) y de los gremios industriales nacionales.
Asimismo, Ulloa logró refinanciar la deuda pública externa y concretar el ingreso de los consorcios
norteamericanos en la explotación minera de Cuajone; de acuerdo a los nuevos dispositivos, estos
consorcios debían establecer una relación estrecha con el desarrollo industrial del país. La política
agraria buscaba una gradual reforma agraria por la vía fiscal, eliminando las relaciones de
dependencia personal y flexibilizando el mercado de tierras, abriendo paso así a la formación de un
dinámico empresariado rural. En el rubro industrial se mantuvo la política de incentivos sin desechar
la presencia del capital extranjero. Con estas disposiciones, a mediados de 1968 era posible prever
un cambio importante en la situación económica del país, con un probable período de rápido
crecimiento. Sin embargo, el escándalo del Acta de Talara llevaría a la crisis política final del
gobierno.

EL ARREGLO CON LA IPC


Además de las medidas económicas del gabinete Hercelles, la solución de las relaciones financieras
con el gobierno de los Estados Unidos permitiría la llegada de los créditos de la AID y ayudaría a
aliviar la situación fiscal del gobierno. Para ello debía darse una solución definitiva al problema de la
IPC, llave que abriría la puerta a la ayuda extranjera. El punto era qué tipo de acuerdo y a qué
precio político. La situación había cambiado en comparación a 1963. Si bien los sectores de
oposición a la IPC se habían incrementado, el acuerdo político entre el gobierno y el PAP mantenía
aún la mayoría en el Congreso y le daba amplios márgenes de maniobra política. Era además
inminente el fin del período de facultades extraordinarias dado por el Congreso, que expiraba el 19
de agosto, todo lo cual expuso al gobierno a la crítica de que se trataba de un acuerdo encubierto e
inconsulto.

En su mensaje del 28 de julio de 1968, Belaunde aseguró estar llegando a acuerdos definitivos con
la IPC. El 13 de agosto se hizo pública la noticia de que el presidente había recibido las
instalaciones de los yacimientos de La Brea y Pariñas, como parte de tales acuerdos. Pero esta
ceremonia se realizó “entre gallos y medianoche”, sin hacerse públicas las condiciones del arreglo.
Más adelante se supo que estaba compuesto por varios documentos separados, en cada uno de los
cuales se trataban puntos específicos. En primer lugar, dichos documentos establecían la
transferencia al gobierno de las instalaciones de los casi agotados yacimientos petrolíferos por cuyo
producto la Procuraduría General de la República aducía la existencia de impuestos impagos por un

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monto de 144 millones de dólares. A cambio de ello, el gobierno se comprometió a anular todas las
reclamaciones contra la IPC. En segundo lugar, se firmó un contrato de 10 años para la venta a la
IPC del gas natural extraído por la EPF y un contrato similar de 6 años para la venta del crudo a la
refinería de Talara, que continuaría bajo administración de la IPC. En este punto se centraron los
elementos más importantes de las denuncias posteriores y no en la transferencia de las obsoletas
instalaciones y los casi agotados yacimientos de La Brea y Pariñas al gobierno. En tercer lugar, en
otro polémico punto, se estableció un período de 40 años por el cual la IPC continuaría
administrando la refinería de Talara, período renovable por otros 40 –tiempo más que excesivo
frente a los casi agotados yacimientos petrolíferos, entendiéndose que la IPC se encargaría de su
modernización y ampliación. Si bien, como ha sostenido Chirinos Soto, Belaunde había comenzado
por romper el práctico monopolio de la IPC al iniciar la construcción de la refinería de la Pampilla, al
firmar un contrato de explotación petrolífera en el zócalo continental con la Belco Petroleum
Company e impulsar las primeras exploraciones petroleras en la selva, estos proyectos tardarían
varios años en dar sus frutos, con lo cual –en la práctica– el monopolio de la IPC continuaría.

Durante dos semanas la situación política se mantuvo tranquila. Sin embargo, el 10 de setiembre,
Carlos Loret de Mola, director de la EPF, denunció públicamente por televisión que había
desaparecido la última página del acuerdo, donde se establecía el precio del crudo que la EPF
debía pagar a la IPC. Loret de Mola dio a entender que la página once de dicho acuerdo había sido
deliberadamente extraviada y que en ella figuraban términos importantes del acuerdo general.
Aunque centradas en un elemento formal, que en sí no cuestionaba el fondo del problema, las
denuncias de Loret de Mola sirvieron para canalizar la frustración política por el incumplimiento de
las promesas del gobierno de realizar reformas sociales profundas. Estas declaraciones se
convirtieron en el centro de un gran escándalo político, que produjo la caída del gabinete Hercelles y
la ruptura de la alianza entre el gobierno y el PAP. Los “radicales” de AP, encabezados por Edgardo
Seoane, formaron Acción Popular Socialista (APS), lo que obligó al presidente a recuperar su local
partidario con la ayuda de la policía.

El gobierno quedó políticamente aislado. El 2 de octubre de 1968 juró el nuevo gabinete presidido
por Manuel Mujica Gallo, en el cual Manuel Ulloa retenía la cartera de Hacienda. Pero era
demasiado tarde para este nuevo intento de recomposición política. El golpe que se venía
preparando desde febrero por el presidente del comando conjunto de las Fuerzas Armadas, general
Juan Velasco Alvarado, es adelantado a fin de aprovechar la extrema precariedad del gobierno.

EL GOLPE DE ESTADO DEL 3 DE OCTUBRE DE 1968


Los hechos que provocan la conspiración militar enmarcan el constante desprestigio del gobierno,
agobiado por acusaciones de corrupción, responsabilizado de la crisis económica y, sobre todo, del
incumplimiento de su programa reformista, base del apoyo que el Ejército le había brindado a
Belaunde desde las elecciones de 1962. Entre febrero y marzo de 1968 se constituyó el grupo
conspirativo conformado por nueve oficiales del Ejército: cinco generales, entre los que se incluía
Velasco, y cuatro coroneles, que desarrollaron diversos planes para la realización del golpe y
elaboraron un esquema de plan de gobierno. Con el escándalo de la página once, se da la situación
propicia y se cierran las posibilidades de que las Fuerzas Armadas continuasen apoyando al
gobierno. Se abría además la perspectiva de que el PAP ganase las elecciones generales del año

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siguiente. Cuando los militares inician el golpe en la madrugada del 3 de octubre de 1968, el
gobierno no pudo oponer resistencia. El entusiasmo y el apoyo popular de cinco años atrás habían
desaparecido, de allí que las protestas contra el golpe fueran esporádicas, débiles e ineficaces,
encabezadas por sectores influenciados por el PAP. Así, sin pena ni gloria, acabó el gobierno que
tantas esperanzas habían creado; con él acabó una época.

(Fuente: “PERÚ CONTEMPORÁNEO”. Lic. Ricardo Portocarrero Grados)

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