Está en la página 1de 2

Aristarco

En tiempos de Aristarco, la creencia obvia era pensar en un sistema geocéntrico. Los


astrónomos de la época veían a los planetas y al Sol dar vueltas sobre nuestro cielo a
diario. La Tierra, para muchos, debía encontrarse por ello en el centro de todo. Los
planteamientos del reconocido Aristóteles, hechos unos pocos años antes, no dejaban
lugar a dudas y venían a reforzar dicha hipótesis. La Tierra era el centro del universo y los
planetas, el Sol, la Luna y las estrellas se encontraban en esferas fijas que giraban en torno
a la Tierra. Pero existían ciertos problemas a tales afirmaciones.

Algunos planetas como Venus y, sobre todo, Marte, describen trayectorias errantes en el
cielo, es decir, a veces se mueven hacia adelante y otras hacia atrás, lo cual está en
flagrante contradicción con la tradición aristotélica, que decía que todos los movimientos
y las formas del cielo eran círculos perfectos. Antes que Aristarco, Heráclides Póntico
encontró una posible solución al problema al proponer que los planetas podrían orbitar
alrededor del Sol y este a su vez alrededor de la Tierra. Esto ya fue un gran salto
conceptual pero aún era un modelo parcialmente geocéntrico.

El paradigma que dominaba era la Teoría geocéntrica de Aristóteles desarrollada a fondo


siglos más tarde por Ptolomeo. No fue hasta los trabajos de Copérnico, unos mil
setecientos años más tarde, que empezó a plantearse el modelo heliocéntrico como una
alternativa consistente.

El único trabajo de Aristarco que ha sobrevivido hasta el presente, De los tamaños y las
distancias del Sol y de la Luna, se basa en una cosmovisión geocéntrica. Sabemos por citas,
sin embargo, que Aristarco escribió otro libro en el cual avanzó una hipótesis alternativa
del modelo heliocéntrico. Arquímedes escribió:

Tú, rey Gelón, estás enterado de que el universo es el nombre dado por la mayoría de los
astrónomos a la esfera cuyo centro es el centro de la Tierra, mientras que su radio es igual
a la línea recta que une el centro del Sol y el centro de la Tierra. Esta es la descripción
común como la has oído de astrónomos. Pero Aristarco ha sacado un libro que consiste en
ciertas hipótesis, en donde se afirma, como consecuencia de las suposiciones hechas, que
el universo es muchas veces mayor que el universo recién mencionado. Sus hipótesis son
que las estrellas fijas y el Sol permanecen inmóviles, que la Tierra gira alrededor del Sol en
la circunferencia de un círculo, el Sol yace en el centro de la órbita, y que la esfera de las
estrellas fijas, situada con casi igual centro que el Sol, es tan grande que el círculo en el
cual él supone que la Tierra gira guarda tal proporción a la distancia de las estrellas fijas
cuanto el centro de la esfera guarda a su superficie.3
Aristarco creyó así que las estrellas estaban infinitamente lejos, y vio esto como la razón
por la que no había paralaje visible,4 es decir, un movimiento observado de unas estrellas
en relación con otras en tanto la Tierra se mueve alrededor del Sol. Las estrellas están, de
hecho, mucho más lejanas de lo supuesto en la Antigüedad, y el paralaje estelar
solamente es perceptible con los mejores telescopios. Pero el modelo geocéntrico fue
elegido como una explicación más simple y mejor de la carencia de paralaje. El rechazo de
la visión heliocéntrica era al parecer muy fuerte, como el pasaje siguiente de Plutarco
sugiere (En la faz de la Luna-De facie in orbe lunae, c. 6):

Cleantes, un contemporáneo de Aristarco pensó que era el deber de los griegos procesar a
Aristarco de Samos con el cargo de impiedad por poner en movimiento el Hogar del
universo (es decir, la Tierra) [...] suponiendo que el cielo permanece en reposo y la Tierra
gira en un círculo oblicuo, mientras que rota, al mismo tiempo, sobre su propio eje.

También podría gustarte