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Periodo Edo

ARTE JAPONES

Pintura

El famoso estilo de pintura ukiyo-e surge como una evolución de la pintura costumbrista, en
el período Edo (1615-1868). Ukiyo significa mundo flotante y alude a la vida y costumbres
de las masas contemporáneas; e significa pintura. El creador de este estilo fue Moronobu
Hishikawa, alrededor del año 1681, un artista del pueblo llano que enalteció el valor estético
de la pintura costumbrista y lo hizo un verdadero arte popular.

Ukiyo-e que significa, "pinturas del mundo flotante" o "estampa japonesa", es un género de
grabados realizados mediante xilografía o técnica de grabado en madera, producidos en
Japón entre los siglos XVII y XX, entre los que se encuentran imágenes paisajísticas, del
teatro y de zonas de alterne.

Ukiyo hace referencia a la impetuosa cultura chōnin que tuvo auge en los centros urbanos
de Edo (actualmente Tokio), Osaka y Kioto y que era un mundo dentro de sí. Es una alusión
irónica al término homónimo "Mundo Doloroso", el plano terrenal de muerte y renacimiento
en el que se basa la religión budista.

Esta forma de arte alcanzó su mayor grado de popularidad en la cultura metropolitana de


Edo durante la segunda mitad del siglo XVII, originándose con los trabajos de un solo color
de Hishikawa Moronobu en la década de 1670. En un principio, solo se utilizaba tinta china
y luego algunos impresos eran coloreados de forma manual con pinceles, pero en el siglo
XVIII Suzuki Harunobu desarrolló una técnica de impresión polícroma para producir
nishiki-e.

El ukiyo-e era accesible, dado que podía ser producido de forma masiva. Por lo general,
eran adquiridos por personas sin suficiente nivel económico como para poder comprarse
una pintura original. El tema original de los ukiyo-e era la vida de la ciudad, particularmente
actividades y escenas de lugares de entretenimiento. Cortesanas hermosas, robustos
luchadores de sumo y actores populares eran representados realizando actividades
atractivas. Más adelante los retratos paisajistas se popularizaron, y los temas políticos e
imágenes sobre individuos de los estratos bajos de la sociedad fueron prohibidos, pasando
así a ser temas raramente elaborados. El sexo fue también un tema prohibido, pero
aparecía de forma continua en los impresos ukiyo-e. Algunos artistas y editoriales fueron
sancionados por crear impresos ukiyo-e con escenas de sexo explícito, también conocidos
como shunga.

Es de notar que su valoración no se basaba en su temática popular, sino en su bajo costo,


pues se imprimían con bloques de madera producidas en serie. En un comienzo eran sólo
grabados en blanco y negro, luego fueron agregando el rojo y el verde hasta completar toda
la gama de colores. Los temas elegidos eran las zonas de diversión, los teatros y las luchas
de zumo y según su contenido se pueden clasificar en: shunga (escenas de burdeles y de
amor bastante explícitas), yakusha-e (retratos de actores de teatro kabuki), Nishiki-e
(grabado ukiyo-e a todo color).

La época de oro de este estilo fue a finales del siglo XVIII y algunos de los maestros más
destacados fueron Kitagawa Utamaro, Toshusai Sharaku, Katsushika Hokusai, Ando
Hiroshige y Utagawa Kuniyoshi. Más adelante ,con los cambios radicales del período Meiji,
éste estilo pierde fuerza.

Con la Revolución de Meiji, en 1868, Japón dio fin a su aislamiento y al sistema feudal,
restableciendo el gobierno del Emperador como jefe nominal y abriéndose al mundo
internacional como nación moderna. En el proceso de modernización del período Meiji
(1868-1912) se incorporan tecnologías y conceptos de los gobierno occidentales.

En cuanto a la pintura, el estilo occidental es firmemente apoyado por el gobierno japonés,


hasta enviando pintores a estudiar en el exterior e invitando a grandes artistas del exterior.
Surgieron varios pintores modernos excelentes de estilo occidental, entre ellos, Yuichi
Takahashi, Seiki Kuroda, Takeji Fujishima y Shigeru Aoki.

A su vez, y en contraposición al nuevo movimiento occidental, surgen los tradicionalistas


que desean revalorizar el arte clásico japonés. Así es como se funda la Escuela de Arte de
Tokyo (Tokyo Bijutsu Gakko), en 1888, como base del estilo propio japonés.

Sin embargo, aún luego de varios años de rivalidad entre lo tradicional y occidental, es de
notar la gran influencia que ejercen estos dos movimientos, occidental y tradicionalista,
mutuamente. Los artistas de occidente también toman elementos estilísticos japoneses y
ambos enriquecen sus expresiones artísticas.

Posterior a la Segunda Guerra Mundial, el arte japonés, como todo arte viviente, continúa
introduciendo nuevos elementos como el arte pop, la estructura primaria, el arte minimalista
y el arte cinético, entre otros. Así es como en nuestros días el Japón parece ser una mezcla
de diversas variedades culturales. Algunos dirán que nada es propio y todo es importado.
Pero se ha llegado a la conclusión de que eso es lo que lo caracteriza, es decir, la audaz
aceptación y asimilación de las influencias extranjeras. Los artistas japoneses, luego de
tomar elementos de otras culturas encuentran su propia expresión que los hace creadores
con originalidad y activos en la comunidad artística mundial.

La xilografía

Durante el período Edo (1603-1868), denominado así por la capital administrativa, Japón
fue testigo de una paz y una estabilidad que propiciaron el crecimiento de la economía. En
aquel entonces, los señores feudales, los daimyō, estaban obligados a servir al shogun
durante determinados períodos de tiempo en Edo bajo un sistema denominado sankin-kōtai.
Tras cumplir con lo estipulado por el gobierno de Tokugawa, podían regresar a sus tierras
acompañados de su escolta. Sin embargo, sus mujeres e hijos debían permanecer en la
capital, y se convertían en rehenes del shogun. Estos desplazamientos entre los feudos y
Edo eran agotadores y muy costosos, de ahí que los señores feudales se endeudaran
rápidamente y se vieran obligados a pedir préstamos a los comerciantes. De este modo, la
clase social formada por los mercaderes y los artesanos se enriqueció fácilmente y
comenzó a sentir el deseo de llevar una vida cómoda y llena de diversiones; poco después
empezaron a imponer sus gustos en materias como el arte, la literatura, el teatro y todo tipo
de espectáculos. Así fue como nació una cultura novedosa y rica en manifestaciones. En
este contexto se originaron también los ukiyo-e, fruto de una técnica en constante evolución
para mejorarse y adaptarse a las tendencias de la época. Cabe destacar que el término
ukiyo-e se refiere tanto a xilografías como a cuadros.

La xilografía llegó a Japón desde China y, en un principio, se utilizó para estampar e ilustrar
textos budistas. Se 'reinventó' en el siglo XVII, cuando el pintor Hishikawa Moronobu
(?-1694) decidió utilizar esta técnica para realizar xilografías en hojas separadas, alrededor
del año 1660. Estas primeras obras, denominadas sumizuri-e, eran en blanco y negro, y se
elaboraban con tinta china sobre papel tradicional japonés. Sin embargo, la gente quería
comprar xilografías en varios colores. Fue entonces cuando se comenzó a utilizar un tono
anaranjado, el tan, una mezcla de azufre y mercurio. Así nacieron los tan-e. A estos les
siguieron, cien años después, los beni-e, que presentaban un tono más rojizo obtenido a
partir del cártamo o alazor, y los urushi-e, lacados en negro.

A mediados del siglo XVIII, los artesanos comenzaron a elaborar xilografías de dos o tres
colores, los denominados benizuri-e. Su nacimiento supuso un progreso fundamental hacia
la creación de las xilografías polícromas, las denominadas xilografías brocadas (nishiki-e),
de la mano del pintor Suzuki Harunobu (1725-1770) en torno al año 1765.

Las primeras xilografías polícromas se vendían muy caras, pero su precio bajó rápidamente
y se situó por debajo del de un cuenco de tallarines. Los ukiyo-e son el fruto de un trabajo
en equipo: en primer lugar, un editor encargaba un dibujo, que siempre se realizaba con
pincel y tinta china, a un pintor de su elección. Posteriormente, el trabajo del artista tenía
que recibir la aprobación de la censura para poder enviárselo a un grabador y a un
estampador(*1). En todo este proceso, el editor era quien desempeñaba el papel principal.
Entre los principales editores destaca Tsutaya Jūzaburō (1750-1797), que descubrió a
algunas de las grandes figuras de la época, tales como Utamaro, Hokusai y Sharaku, con
quienes entabló una gran relación profesional.

Las xilografías, que estaban a la venta en tiendas especializadas (ezōshiya) o se podían


adquirir a través de vendedores ambulantes, se le entregaban al comprador enrolladas, tal y
como se hace a día de hoy con los carteles. Eran el regalo perfecto para las personas que
se desplazaban desde las provincias a la capital, o para aquellos que viajaban fuera de la
ciudad, por su poco peso. Gozaron de un gran éxito hasta la llegada de la fotografía en el
siglo XIX.

Las xilografías utilitarias y publicitarias


Niño sobre caballo de juguete (1765-1770), de Suzuki Harunobu.
Suzuki Harunobu elaboró la primera xilografía polícroma para un calendario ilustrado
(egoyomi). Los personajes andróginos de silueta grácil que dibujó y los estampados
gofrados y en relieve, karazuri o kimedashi, respectivamente, de su obra dejaron
maravillados a sus contemporáneos.

Posteriormente, se realizaron numerosas xilografías con fines precisos: en aquella época el


comercio se encontraba en pleno apogeo, por lo que era necesario realizar publicidad para
restaurantes y sederías; estas últimas constituyen el origen de los grandes almacenes de
nuestro tiempo. Las xilografías se empleaban para elaborar los reclamos publicitarios de
estos establecimientos, especialmente a finales del período Edo. En esta obra de Utagawa
Hiroshige (1797-1858) se observa la tienda de seda Daimaru, unos grandes almacenes en
la actualidad.

Las xilografías servían también para informar de cómo protegerse o curarse de


determinadas enfermedades contagiosas; en ellas se indicaban qué alimentos había que
consumir o evitar en tales casos. Además, se empleaban para anunciar cosméticos,
especialmente los polvos blancos (oshiroi) que las mujeres utilizaban para maquillarse la
cara y la nuca, y el beni, precursor de las barras de labios actuales. En las xilografías se
podían ver los tres colores propios del maquillaje de las mujeres de la época: el blanco para
la piel, el rojo para la boca y el negro para las cejas y los dientes; en aquel entonces, las
japonesas tenían todavía por costumbre ennegrecerse la dentadura al casarse.
Posteriormente se puso de moda un cuarto tono, el verde, para pintarse el labio inferior
como lo hacían las prostitutas. Se obtenía aplicando sucesivas capas del beni, preciado y
costoso.

Yoshiwara, barrio del placer de Edo famoso por sus prostitutas de alto rango, aparecía
representado en las xilografías a menudo. Las mujeres que trabajaban allí eran portadoras
de las últimas tendencias en peluquería y maquillaje. Sin embargo, tras la fastuosidad y la
seda de sus kimonos se escondía una vida poco envidiable; muchas de ellas,
especialmente las de bajo rango, morían jóvenes.

La representación de la belleza femenina alcanzó su apogeo de la mano del artista


Kitagawa Utamaro (1753-1806). Sus retratos de mujeres en primer plano sobre un fondo
micáceo se pusieron de moda.

A los pintores de ukiyo-e les gustaba retratar, además de a las prostitutas de alto rango, a
los actores de kabuki, un colectivo al que muchas personas imitaban también. La gente
compraba las xilografías en las que aparecían como se hizo en Occidente, siglos después,
con las fotografías de las estrellas de cine. Gozan de fama las obras del enigmático
Sharaku, cuya identidad sigue siendo todo un misterio a día de hoy, si bien existen
numerosas hipótesis acerca de quién era en realidad.

En el siglo XIX creció el interés por los viajes y las peregrinaciones, y con él vieron la luz
magníficas xilografías de artistas como Hokusai y Hiroshige. Sus obras paisajísticas
supusieron un enorme reclamo publicitario de los lugares que representaban.
Las xilografías pedagógicas
La educación comenzó a ocupar un lugar cada vez más importante en la sociedad japonesa
durante el período Edo. Además de las escuelas a las que solo podían asistir los hijos de
los samuráis, surgieron establecimientos educativos en los templos, los terakoya, a los que
los comerciantes y los artesanos, y posteriormente los campesinos, mandaban a su prole.
Las enseñanza de estos centros no era religiosa, sino que se impartían materias como el
cálculo, la caligrafía y la lectura. Existen numerosas xilografías en las que se puede ver a
niños riéndose, llorando, divirtiéndose o estudiando en la escuela. También se realizaban
xilografías para facilitar que los escolares aprendieran a leer los caracteres del kana y los
ideogramas chinos, y para ayudarlos a recordar los nombres de flores, pájaros, etc. En la
era Meiji (1868-1912) Japón se abrió al exterior y se comenzó a enseñar inglés en el país,
razón por la cual se crearon xilografías para el aprendizaje del alfabeto latino y el
vocabulario básico de este idioma.

La famosa tienda de kimonos Daimaru en Ōdenmacho, Edo (1847-1852), de Utagawa


Hiroshige.

(Desde la izquierda) Lo preferido de ocho bellezas de nuestro tiempo: perdedora bebiendo


(1823), de Keisai Eisen; La prostituta Hanaogi, del establecimiento Ogi-ya, y sus ayudantes
(1796), de Kitagawa Utamaro; El actor Segawa Kikunojo III en el papel de Oshizu, esposa
de Tanabe Bunzo (1794), de Tōshūsai Sharaku.

Las xilografías lúdicas


Seguro que nadie se atrevería a recortar una xilografía japonesa a día de hoy. Sin embargo,
hubo un tiempo en el que existían obras de este tipo recortables, tales como dibujos de
muñecas y kimonos para vestirlas, maquetas para montar, incluso juegos de la oca que
hacían las delicias de niños y adultos. Se vendían también jeroglíficos y sombras chinescas,
de gran popularidad entre el público en general.

Treinta y seis vistas del monte Fuji (1831-1834), de Katsushika Hokusai.

Las xilografías mediáticas


A finales del período Edo, el pueblo japonés desarrolló un mayor interés por los hábitos y
costumbres de los extranjeros, de ahí que se realizaran numerosas xilografías que recogían
momentos de la vida cotidiana de personas de otros países.

Las xilografías resultaron muy útiles también en una época en la que no habían nacido los
periódicos: se utilizaban para hacer llegar la información a las provincias más recónditas.
Así, se comercializaban xilografías para informar de sucesos tales como el fallecimiento de
un actor de kabuki, desastres naturales, crímenes, etc. Existían, además, otros muchos
tipos de xilografías; por ejemplo, retratos de samuráis importantes, y representaciones de
monstruos y fantasmas.
(Izquierda) Jeroglíficos de samuráis (1847-1852), de Utagawa Kuniyoshi. (Derecha)
Secando a la sombra todo tipo de cosas de manera improvisada: un barco entrando al
puerto y una taza de té con su platillo (1830-1843), de Utagawa Hiroshige I.

(Izquierda) Estados Unidos, Francia y Nankín (1860), de Utagawa Hiroshige II. (Derecha)
Los cien cuentos: Sarayashiki (1831-1832), de Katsushika Hokusai.

Los surimono
Las únicas xilografías realmente artísticas eran los surimono, obras de gran belleza que la
censura no controlaba. Estos magníficos ukiyo-e no se vendían, sino que se realizaban a
petición de particulares que luego los regalaban. En su elaboración, se empleaban el papel
más suave, los pigmentos más lujosos y las técnicas más sofisticadas de estampados
gofrados y de degradación de colores, y no se escatimaban los polvos de oro y plata. Para
poder admirarlas en todo su esplendor era necesario sujetarlas con las manos ligeramente
inclinadas; así se podía captar la delicadeza de sus tonos y partes brillantes.

Los formatos
A lo largo del período Edo surgieron diversos formatos, cuyas características se fueron
estableciendo con el tiempo. De una simple hoja se pasó a elaborar dípticos y trípticos,
incluso obras con más partes. Entre las xilografías decorativas conviene destacar los
hashira-e, que solían ir sobre un soporte y se colocaban en la estancia principal de los
hogares japoneses, concretamente en una parte de esta sala denominada tokonoma. Se
trata de un espacio consagrado, por lo general, a la ornamentación tradicional. De hecho,
las xilografías sustituían a cuadros más caros; a veces se pegaban en una columna de la
casa (hashira significa "columna" en japonés, de ahí su nombre).

Artistas importantes

Hiroshige.

Hokusai.
Suzuki Harunobu.

Kunichika.

Kunisada.

Sharaku.

Toyokuni.

Utamaro.

Yoshitoshi.

Chikanobu.

Cerámica y alfarería

Fue en Hizen y en la región de Arita, donde por primera vez se fabricó la porcelana en
Japón; esto ocurrió en el año 1616, ya en el período Edo y por obra del coreano Ri Sampei,
que descubrió allí el caolín. De hecho, aunque continuó la producción de cerámica
tradicional, fueron cada vez más numerosos los hornos que se dedicaron a la porcelana,
siguiendo técnicas y estilos chinos y coreanos, aunque con una innegable personalidad
propia. Si bien fue un coreano el introductor de la porcelana en Japón, fue el japonés
Sakaida Kakiemon quién primero consiguió la decoración polícroma sobre cubierta, unos
treinta años después del descubrimiento de Ri Sampei y también en Arita. De generación en
generación los Kakiemon siguieron con la decoración que lleva su nombre y que constituye
uno de los mayores exponentes de la cerámica japonesa. Su éxito en Europa fue
extraordinario durante el siglo XVIII, hasta el punto de ser copiada literalmente en las
principales manufacturas de porcelana.
Otro estilo de decoración de la porcelana de Arita es el llamado Imari, nombre del puerto en
que se embarcaba en grandes cantidades hacia Europa, donde debido a su aspecto lujoso
y su decoración exótica, era mas apreciada que en Japón.

Otro estilo de decoración de la porcelana de Arita es el llamado Imari, nombre del puerto en
que se embarcaba en grandes cantidades hacia Europa, donde debido a su aspecto lujoso
y su decoración exótica, era mas apreciada que en Japón.

Aparte de las Kakiemon, las más exquisitas e incluso minoritarias y preciosas porcelanas
japonesas son las de Nabeshima, con decoraciones en azul bajo cubierta, a veces en
combinación con esmaltes polícromos sobre cubierta. Esta manufactura fue fundada por
Katsushige, jefe del clan de Nabeshima, en Iwayakawachi, en el 1628, y se destinaba al uso
interno de la familia del noble y como presente para otros señores.

Otro importante centro de fabricación de porcelana es el de Kutani, cuyos orígenes no se


conocen con exactitud. Su pasta es a menudo grisácea y defectuosa, pero la calidad de sus
esmaltes resulta inimitable y sus decoraciones están llenas de fuerza y vitalidad.
Al margen de los grandes centros alfareros hay ceramistas que crearon obra personal,
marcada por el signo de la individualidad. Durante los períodos Momoyama y Edo trabajan
en Kioto una serie de esos artistas. Destacan especialmente Ninsei, que llegó allí a
mediados del siglo XVII y cuyas obras, son clasificadas por el Estado Japonés como
Tesoros Nacionales, y Kenzan, nacido en 1663 y hermano del pintor Korin, cuya producción
se caracteriza por incluir plantas, flores y pájaros como motivos decorativos para la
cerámica.

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