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No habiendo encontrado a nadie que antes de nosotros haya.

tratado la doctrina
del idioma vulgar y como vemos que tal idioma es necesario a casi todos (puesto
que en él no sólo se esfuerzan los varones, sino también las mujeres y los niños
en cuanto se lo permite su naturaleza), y queriendo dilucidar un poco el
conocimiento de aquellos que como ciegos vagan por las plazas confundiendo
una cosa con otra, trataremos, con la ayuda del cielo, de beneficiar un poco el
idioma vulgar, no sólo llenando tan grande vaso con el agua de nuestro ingenio,
sino también aceptando y recibiendo de aquellos que pueden mezclarle cosas
mejores para que de ahí podamos extraer el aguamiel más dulce. Pero como no
es necesario que cada doctrina se pruebe, sino más bien que exponga su objeto
para que se sepa lo que es y sobre qué cosas versa, decirnos de inmediato que
llamamos lengua vulgar a aquella a que los infantes se acostumbran para oírla
de los que los rodean cuando al principio de sus vidas empiezan a distinguir los
sonidos: o, lo que se puede decir más rápidamente, entendemos por lengua
vulgar la que, sin ninguna regla, recibimos al imitar a la nodriza. De ahl que haya
otra lengua secundaria para nosotros que los romanos llamaron gramatical.

Esta lengua secundaria la tienen también los griegos y otros, pero no todos. En.
verdad que pocos llegan a acostumbrarse a ella, porque no es sino por espacio
de tiempo y asiduidad de estudio que la podemos aprender. De estas dos hay
que decir que la más noble es la vulgar, ya sea porque fue la primera en
emplearse por el género humano, ya sea porque todo el mundo se sirve de ella
a pesar de estar dividida en varias modalidades y vocablos, ya sea porque nos
es natural, mientras que la otra existe más bien artificialmente. De esta lengua
nuestra más noble, es nuestra intención tratar en esta obra.

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