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El momento del nacimiento marca un antes y un después.

Marca la
ruptura de la continuidad interna del vínculo intrauterino y el establecimiento de
una nueva relación que está basada en la anterior, pero la supera. Va a haber
otras personas en juego, otro nivel de relaciones, otro nivel de estimulaciones,
van a entrar otros elementos del contexto... Ambos, la madre y el hijo, se
modifican al establecer ese vínculo. Lo que Pichon Rivière va a decir es que
la matriz del vínculo va a estar dada por díada madre-hijo. No es que no nos
vinculemos con todos; lo que pasa es que ese primer vínculo va a marcar una
matriz, un patrón que luego va a afectar a todos los vínculos de nuestra vida.
En muchos sentidos andaremos buscando alguna de esas maravillosas cosas
perdidas, en otros sentido estaremos identificando los, proveedores en
los vínculos.
El nacimiento va a implicar el registro de necesidades; el registro del
hambre, del calor y del frío, sensaciones que hasta este momento no se
poseía. Necesidades biológicas, de afecto, de sostén. Se establece un circuito
por el cual el hambre va a ser generador de una tensión que genera displacer.
Esto origina una acción o descarga motriz que es el llanto y los movimientos
corporales, y ante todo esto la madre decodifica el llanto y acude al llamado y
lo alimenta, con alivio y placer en ambos. Es la huella mnémica de la primera
experiencia de satisfacción que de alguna manera establece un circuito
comunicacional: la madre decodifica ese llanto, lo calma y lo alimenta, y de esa
manera se establece un circuito comunicacional que genera placer en
ambos. Los dos van a estar satisfaciendo una necesidad.
El llanto no tiene intención comunicacional en esta primera experiencia,
sino que es la experiencia la que lo va a inscribir en el psiquismo como un
circuito. La experiencia marca que ese llanto va a ser generador de esa
respuesta de la madre. La experiencia de satisfacción se inscribe en el
psiquismo como tensión, descarga, satisfacción, lo cual marca la huella
mnémica.
El chico siente una apuntada en el estómago; esto le produce la tensión porque
no sabe qué es, registra un displacer, esto origina una descarga por el llanto, la
única manera que tiene el niño de descargarse. La madre acude y queda
marcada la huella mnémica de la primera experiencia de satisfacción. Estos
serían los rudimentos iniciales de lo vincular. Se trata, dice Pichon Rivière,
de la internalización de la experiencia de satisfacción que se evocara al surgir
la tensión de la necesidad.
Representar es volver a presentar. O ser un representante que no es uno.
El primer nivel representacional que existe en el psiquismo tiene que ver con
internalizar esa experiencia de satisfacción de la cual hablamos. El bebé
empieza a representar en su propio psiquismo la posibilidad de llamar y saber
que vuelve el pecho. Se trata de la internalización de la experiencia de
satisfacción que se evocará al surgir la tensión de la necesidad. Para eso es el
chupete, el chupeteo en el aire: el chico puede evocar a algo porque ya hubo
algo, porque existe la huella mnémica. Un algo que dejó una marca, y en su
ausencia, cuando vuelve

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