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Andrés González Ide

Sociología de los Movimientos Sociales – SOL 3038


Profesor: Nicolás Somma

Intervención 4.
1. El texto de Jasper ofrece un recorrido más o menos rápido, pero no por ello menos profundo
respecto al rol que tienen o pueden llegar a tener las emociones y su movilización en los
movimientos sociales.
Por su parte, la incorporación de las emociones al análisis de los movimientos sociales puede
abrir nuevas posibilidades a la comprensión de los mismos, particularmente de sus
estrategias, y en la misma medida logra abrir nuevas dificultades que las propuestas anteriores
para el análisis de los movimientos sociales no logran, al parecer, considerar. En particular,
y es algo tocado por el autor, la dicotomía medios/fines.
En términos concretos, a partir de la literatura de movimientos sociales, por ejemplo
McCarthy & Zald, al igual que Morris, pareciera ser que existen sólo dos posibles outcomes
para los movimientos sociales: o el éxito, o el fracaso respecto a la movilización. Esto puede
ser medianamente claro en el caso de las teorías que se aproximan por el lado de la
movilización de recursos en donde, en cierta medida, el éxito de un movimiento social se
mide en función de la capacidad del mismo de movilizar sus recursos en para la consecución
de un objetivo particular. Sin embargo, con la inclusión de las emociones, el panorama parece
complicarse un poco.
En efecto, en una primera instancia el destino de los movimientos sociales parecía estar
marcados por dos posibles salidas, ya sea el hecho de que logren hacer valor sus reclamos, o
bien que sean derrotados por el status quo. No obstante, con la inclusión del factor emocional
al análisis de los movimientos sociales hace más difícil o al menos obligaría a tomar con
mayor cuidado el momento en el cual se da por finalizado un movimiento social, toda vez
que el momento en el cual se da por finalizado un movimiento social, bien podría obedecer,
en función de la propuesta de Jasper, a una estrategia para, por ejemplo, mantener la cohesión
interna del movimiento en función, y no tanto una sumisión del status quo al movimiento
como tal.
2. Klandermans, por su parte, trata de elaborar el vinculo que pueden haber entre la
identificación, tanto social como colectiva, de los participantes de movimientos de protesta
con el mismo hecho de participar en los movimientos de protesta.
Ahora, llama la atención la manera con la cual es tratado el proceso de radicalización.
Después de una discusión más o menos completa con respecto a los procesos de
radicalización, el autor pasa a estimar la radicalización que pueda haber entre quienes sean
participantes, o puedan ser participantes, de los movimientos de protesta. Sin embargo, la
manera por la cual trata de medir la radicalización no creo que sea del todo optima.
El autor lo que trata de hacer es mostrar cómo hechos reales pueden radicalizar a las personas
dependiendo del proceso de identificación que las mismas hagan. Para ello, el autor menciona
que una de las maneras por las cuales se puede observar el proceso de radicalización es a
través de las reacciones en redes sociales a hechos reales. El autor toma como unidad de
análisis a dos sitios web, sin mencionar el por qué elige esos dos sitios en particular, más allá
de que sean de grupos distintos (uno marroquí y el otro holandés). De este modo, pareciera
ser un poco apresurada la conclusión que escribe el autor, a saber: “que los miembros de un
grupo, a la luz de los hechos considerados, sienten la necesidad de defender o “reparar” su
identidad de grupo amenazada”, de este modo, el debate decanta a una serie de estereotipos,
para diferenciarse del grupo objetivo. “El resultado: posterior polarización y radicalización”.
Es decir, en sus conclusiones pareciera ser que el autor trata de concluir a partir de dos casos
Andrés González Ide
Sociología de los Movimientos Sociales – SOL 3038
Profesor: Nicolás Somma

de sitios webs la posible radicalización de los grupos, cuando pareciera ser que en el mejor
de los casos el autor podría hablar de la radicalización de estos dos grupos solamente a la luz
de los hechos considerados en el estudio.
Para decirlo con otras palabras: el error del autor no está en que haya tomados sitios de
Internet como su unidad de análisis, sino que más bien en el hecho de que pareciera tratar de
concluir a partir de la comparación de dos casos, una idea general a todos los grupos. Una
manera por la cual la mencionada falencia se podría ver superada es por medio de la
elaboración de una muestra aleatoria de grupos de internet y de redes sociales, y ver como se
comportan en los mencionados hechos; sin embargo, bien es cierto que la mencionada
solución choca con la factibilidad misma de su realización.
3. Finalmente, Simmons propone una nueva manera por la cual se podría estudiar el rol de los
agravios que puedan tener las personas o grupos participantes de movimientos de protesta.
Es decir, el acento se pone en los significados que pueden tener los agravios, más que en el
valor cuantitativo de los mismos.
En términos más concretos, la propuesta de la autora participa en un conjunto de literatura
que le da un lugar central a los símbolos y a los efectos que los mismos puedan tener sobre
la conducta de los grupos. Es decir, el centro está puesto en lo que los símbolos hacen a los
actores, más que en lo que estos puedan hacer con aquellos. Ahora bien, es posible que dicho
giro que hace la autora también corra con un riesgo de suponer que los agravios que son el
foco de la protesta sean objetos concretos, es decir, que efectivamente estén ubicados en el
tiempo y en el espacio y no sean construidos socialmente.
Para poner un ejemplo, el caso de Simmons puede funcionar bien toda vez que el caso del
agua se plantea como sigue: en el contexto de modernizaciones de mercado y considerando
que el agua es bien de subsistencia, su carencia se puede catalogar como un agravio o un
perjuicio relacionado a la subsistencia, en esa medida “las amenazas [a los recursos de
subsistencia], son percibidos no solo como amenazas materiales, sino que también como
amenazas a la comunidad”. Es decir, pareciera descansarse en el hecho de que la privación
del agua, en la misma medida que es un agravio material, puede ser entendido como un
perjuicio simbólico.
Sin embargo, no deja de ser menos cierto que algunos de los movimientos de protestas
también se levantan en función de una percepción de estar siendo agraviados; uno puede
pensar en los grupos nacionalistas que tratan de levantarse en función de la percepción de
estar siendo dejados atrás por los inmigrantes, aún cuando los datos los puedan contradecir,
o al menos matizar sus afirmaciones. Dicho de otra manera, pueden haber recursos, para
ocupar el lenguaje de la autora, que no necesitan de la presencia efectiva de una privación,
como pareciera ser el caso del agua, sino que tan sólo necesitan de la construcción ideacional
de su privación. Un ejemplo al respecto podría ser la percepción construida respecto al
perjuicio que sienten grupos nativistas respecto al sistema político, relatado por Hochschild.

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