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AUGUSTO GUERRA
INTRODUCCIÓN
1. Una mirada al pasado. Objetivo de esta m irada es el
conjunto de la vida cristiana y de la reflexión sobre ella o sobre
alguno de sus aspectos esenciales, con los cambios que van
teniendo lugar.
No puede limitarse al problema de la unidad entre teología
y espiritualidad, ni al estudio de la manualística, ni tampoco a
hacer una especie de camino de perfección de la Teología espiri
tual, como si se partiese de la convicción de que poco a poco
hemos ido dando los pasos oportunos para encontrarnos, final
mente, en la perfecta configuración de la Teología espiritual. No
se trata de un camino hacia mejor, sino hacia distinto. Lo distin
to es comprobable; lo mejor es opinable. Lo que intentamos
hacer es, propiamente, una historia parcial de la presencia o
ausencia de ideas que influyeron en la variadísim a literatura
espiritual.
Limitar, por otra parte, el contenido de la m irada a lo que
podem os ahora en principio, y provisionalm ente, llam ar
reflexión o ciencia teológica no parece lo más correcto. Las
armas con que se hace “ciencia” son muchas y los sistemas epis
temológicos lo testimonian con naturalidad.
2. Memoria de algunos estudios al respecto. Son muchos los
estudiosos que han tejido la historia de este proceso o de alguna
parte de él. Nuestra exposición no prescinde de estos estudios,
tampoco polemiza con ellos. Hacer memoria es hacer justicia.
Las historias de la espiritualidad lo hacen, aun sin preten
derlo (como tam bién las historias de la teología en general).
También buena parte de la manualística actual - no toda -, dedi
ca un espacio, a veces amplio, a tejer los modos y peripecias de
la espiritualidad, sobre todo como ciencia. Algunos manuales,
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PROCESO HISTÓRICO
6 EA, 29a. Las palabras entre comillas sencillas están literalmente toma
das de la Proposición 28.
PROCESO HISTÓRICO EN LA FORMACIÓN DE LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL 27
31 Cf Ib., p. 5, nota 2.
PROCESO HISTÓRICO EN LA FORMACIÓN DE LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL 37
49 Ib., p. 383.
PROCESO HISTÓRICO EN LA FORMACIÓN DE LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL 41
55 Ib., p. 55.
56 Ib., p. 53.
57 Diccionario de espiritualidad, II, Herder, Barcelona 1983, pp. 11-12.
Las últimas líneas de este estudio dicen lo siguiente: “Mientras que estos
aspectos positivos pertenecen al patrimonio espiritual franciscano, los nega
tivos son una injuria a la regla de san Francisco y a su espiritualidad” (p. 12).
Es una visión muy herida desde el franciscanismo.
58 La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, I-II, Ediciones Encuentro,
Madrid 1988-1989,
59 M.-D. Chenu, Despertar evangélico y presencia del Espíritu en los siglos
XII y XIII, en Concilium (nov 1974), p. 184.
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que, si mirase a mi voluntad, les daría lo que trayo vestido. Ningún asco
tengo de ellos, aunque los trate y llegue a las manos. Y esto veo es ahora don
de Dios, que aunque por amor de El hacía limosna, piedad natural no la
tenía. Bien conocida mejoría siento en esto” (BAC, CC 2, 5).
64 J. Pixley-C. Boff citan entre la "implicaciones” de la opción por los
pobres “en el nivel de la espiritualidad” sendos capítulos dedicados a con
PROCESO HISTÓRICO EN LA FORMACIÓN DE LA TEOLOGIA ESPIRITUAL 47
23, nota 50, se pueden añadir estas de P. Adnés: T'influence de cet ouvrage
fut énorme. Il sera imité, copié, pillé” (DS 10 (1980) 1928).
81 DS 12, 1984-1986, c. 1327.
82 DS 10 (1980) 1928-1929.
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86 Puebla, 41.
87 R. Panikkar, Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra, San Pablo,
Madrid 1994.
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rio, los manuales (no como género único), que centrarán la aten
ción de la espiritualidad. Fue un manual - en este caso de moral
- quien estableció una nueva era en las relaciones entre moral y
espiritualidad91.
2.3.1.1: Un decreto y su desarrollo. El motu propio Sacrorum
Antistitum, de 1 de noviembre de 1909, es una referencia de
especial im portancia para el proceso histórico de la espirituali
dad. Su ejecución y desarrollo abrió nuevas posibilidades.
Su existencia y contenido esencial es repetido en todas par
tes (lo cual es normal). Por él se creaban las cátedras de ascética
y mística, y a él se debe el que comenzasen a funcionar primero
en el Angelicum (1917) y después en la Gregoriana (1919).
Algunos entresijos iniciales no serían banales para tener una
idea de cómo comenzaron a funcionar estas cátedras.
2.3.1.2: Ulteriores documentos confusos. Siguieron otros
documentos. De interés, muy pocos. Esencialmente el Deus
scientiarum Dominus (1931) y Sapientia christiana (1979).
Algunos manualistas de espiritualidad parecen estar convenci
dos, y lo dicen así, de que la oficialidad de la Iglesia expresa de
m anera cada vez más convicente la gran estim a que va teniendo
la espiritualidad en la base cristiana. No parece, sin embargo,
que esta apreciación doméstica responda a la realidad. Esos
mismos autores tienen que constatar la escasez de documentos
que hablan claram ente de la academicidad de la espiritualidad,
dejan su última cita en el lejano 1979 (Sapientia christiana:
15.4.1979) y explican como pueden la impresión de otros - y
parece que la suya íntim a propia - de la relación académica de
la espiritualidad con otras ramas de teología, concretam ente con
la moral, aunque tam bién otras ram as de la praxis quieren
tenerla como suya. En otro lugar hemos hablado sobre esta
situación92. Sea que la oficialidad de la Iglesia - comenzando por
el Concilio Vaticano II mismo - quiera considerar la espirituali
dad como una dimensión, un ingrediente de toda teología, sea
95 Ib., p. 353.
96 En Mysterium salutis el tema de la “espiritualidad” (se utiliza también
la terminología de ascética y mística, está repartido en varios volúmenes,
sobre todo en el IV/2 y el V. En Mysterium liberationis, la espiritualidad es
desarrollada por uno de los Editores responsables, J. Sobrino, con el título
Espiritualidad y seguimiento de Jesús, II, pp. 449-476.
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tual. Son las fuentes, y su manejo, quizá las que más dimensio-
nan la metodología. Y no puede olvidarse esta proclama desde la
espiritualidad: “nuestra metodología es, a decir verdad, nuestra
espiritualidad”98. Siguiendo la determinación, valoración y uso
de las fuentes se puede hacer buena parte del proceso de dicha
Teología.
Por ello, y porque este problema parece ponerse desde hace
unos años de una m anera especial, quiero decir unas palabras
en estas breves consideraciones:
2.3.2.2.1: Probablemente no se encuentre autor alguno que
hablando expresamente de las fuentes no enumere entre ellas: la
Sagrada Escritura (como evidente), los Santos Padres, el
Magisterio y la experiencia de los santos y de los grandes auto
res místicos. No siempre se ha utilizado y utiliza esta term ino
logía. Baste recordar a San Juan de la Cruz que habla de cien
cia, experiencia y Escritura (Subida, Pról. 2).
2.3.2.2.2: Si se hojean las páginas de los libros de vida espi
ritual (tanto los más vitales como los más reflexivos), no siem
pre se cumplen esos propósitos. La Palabra de Dios en la Biblia
se lee desde numerosas nuevas hermenéuticas (que selecciona
tem ática y la reflexiona de m anera distinta) y se com parte con
otras Palabras de Dios (u otros libros Sagrados); los Santos
Padres y otras autoridades teológicas se abren a otras escuelas
no cristianas (un asrham tibetano puede significar tanto como
el Monte Athos); la tem ática es tan variada como las culturas; y
los interlocutores no son mayoritariam ente ni el pensamiento de
los clásicos, ni sus enclaves; son, más bien, las culturas autócto
nas y los autores que ahí viven. Lo que quiere decir que son
distintos (la Teología mística, por ejemplo, de W. Johnston ape
nas tiene nada que ver con la Espiritualidad de la liberación, de
P. Casaldáliga-J. M. Vigil. Ni la temática, ni las referencias, ni el
estilo tienen apenas algo que ver. Cada uno se verá obligado a
explicar a los lectores términos y referencias que un lector o
estudioso de otro lugar no domina y apenas ha oído alguna vez).
Por otra parte hay que tener también en cuenta que dicho
macroecumenismo se materializa a base de dos tendencias
distintas, según el diálogo amaterista, hecho de algunas frases
sacadas de contexto sobre cualquier religión o autor (sin que
pueda manifestarse la coherencia de cualquier sistema religioso
o cultural) o según un diálogo discreto, el diálogo con aquellas
culturas a las que se pertenece o se conocen con cierta profun
didad.
Todo ello afecta al modo de hacer Teología espiritual. Los
“textos” citados de P. Casaldáliga-J. M. Vigil y W. Johnston son
una prueba "textual” de la actitud de muchos autores espiritua
les.
CONCLUSIÓN
¿Habremos llegado, ¡finalmente!, a tener claro qué es la
espiritualidad, cuáles son sus métodos, fuentes, caminos y reali
zaciones... llegando a una cumbre que ha costado tanto escalar?
No se trataba de eso. La teología espiritual no está formada,
ni, previsiblemente, lo estará nunca, si entendemos por form a
ción algo cerrado y uniforme. Más bien se constata un pluralis
mo, al menos tan legítimo como el que ha existido en otros espa
cios del proceso histórico, pluralismo entendido como temática
y posturas diversas, tanto frente al pasado como en el mismo
presente. Si nos preguntamos dónde estamos hoy en teología
espiritual, quizá pueda responderse: depende de donde Usted se
sitúe, porque los espacios son muchos. Las vivencias personales
o grupales, los libros de piedad (de mayor o m enor valor), los
artículos sobre tem as particulares y los textos, compendios,
manuales, etc. reflejan las corrientes ideológicas desde las que se
escribe. Los contenidos, metodología y tendencia ideológica
depende de eso. Aquí hemos querido recordar algunas de esas
corrientes en las que han bebido y siguen bebiendo los más
diversos autores.
De aquí la pluralidad que reflejan. De ahí que haya temas,
confrontaciones, etc. que en unos escritos (como en unas vidas)
han tenido y siguen teniendo espacios amplios y en otros ni
siquiera aparecen o apenas lo hacen. A. Royo M arín dedicaba
unas 60 páginas a lo relativo a los dones del Espíritu Santo
mientras que en otros tratados se reduce a dos o tres. Por eso se
puede republicar el compendio de Tanquerey en los años noven
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