DIARIA
1 “ESCUCHA, HIJO”
Así empieza la Regla. Para escuchar, primero debemos mantener
silencio. Lo cierto es que, para un monje benedictino, hablar sin
necesidad, sin decir nada de valor, era algo que se castigaba. La
mayoría de nosotros no estamos ceñidos a semejante nivel de rigor,
pero, en efecto, el silencio nos permite reflexionar sobre nosotros
mismos y ser más atentos a los demás, nos ayuda a ser más
pacíficos y nos pone en presencia de Dios.
6 PRACTICAR LA DISCIPLINA
El santo abad decía a sus monjes que pusieran fin de forma puntual
a cualquier cosa que estuvieran haciendo cuando llegara el
momento de pasar a otra tarea, por difícil que fuera hacer el
cambio, en obediencia a la voluntad de Dios. Quizás no tengamos a
un abad que nos dicte cuál es nuestro horario, pero forzarnos a
nosotros mismos a seguir un programa bien diseñado nos libera
realmente de la esclavitud de nuestros impulsos.