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Proyecto de Casa
Proyecto de Casa
Proyecto de Casa
mundo
Esta casa habla con sus habitantes, conoce sus costumbres y sabe cómo complacerlos. Un
auténtico mayordomo, discreto y eficaz, al que no hay que dar ninguna indicación. Él sabe lo que
hay que hacer. Esta vivienda anuncia un futuro muy próximo e inquietante que no tiene nada que
ver con que su nevera esté conectada a Internet. Se lo contamos.
En medio de un bosque, a media hora en coche de Seattle, se alza una casa encantada.
Habla con sus habitantes y satisface todos sus deseos con solo escucharlos. Su dueño dice
que es la casa más inteligente del mundo.
Se trata de Ian Mercer. La casa le avisó hace rato de la llegada de sus invitados. La casa
vigila todo lo que se mueve a su alrededor. Hay sensores en puertas y ventanas, debajo de la
tarima y en la carretera de acceso.
Mercer vive aquí con su esposa, dos hijos, tres perros y seis caballos. A simple vista,
nada delata que por dentro de las paredes de esta vivienda típica de la clase alta
norteamericana corran innumerables cables que confluyen en el sótano. Allí zumba el cerebro
de esta casa inteligente: el ordenador que controla la calefacción, la ventilación y las luces.
Otros cables llevan hacia los altavoces, situados en todas las habitaciones y a través de los
cuales la casa se comunica con sus habitantes. Pero ahora reina el silencio. «La casa sabe
que no debe asustar a los invitados sin motivo», dice Mercer, como si tanta consideración
por parte de una casa fuese lo más normal.
Para muchos tecnoadictos, el milagro será posible gracias a los chips conectados a Internet
con los que contarán todos los aparatos. Es el denominado 'Internet de las cosas'. Pero
Mercer no espera mucho de esta nueva fiebre. «Muchos de estos dispositivos o no hacen falta
dice o acaban poniéndote de los nervios». Él prefiere encaminar sus esfuerzos a algo más
práctico: lograr que esta especie de geniecillos domésticos tengan una utilidad real y no solo
sirvan para impactar a los invitados.
Todo empieza con el manejo del sistema. «Tiene que ser simple y lógico, natural explica
Mercer, como dirigirse a un mayordomo para decirle lo que tiene que hacer». Coge su
smartphone y teclea: «Pon música de baile de los ochenta en el sótano». Y el ritmo
empieza a sonar desde los altavoces ocultos de la planta. Al poco, la casa baja el volumen de
la música y anuncia, con una voz ligeramente monocorde, que hay una llamada.
Por la mañana, la casa dice si durante la noche ha nevado y si el acceso por carretera está
cerrado. La casa consigue todas estas informaciones de Internet.
Y, por supuesto, en la casa más inteligente del mundo nadie se para a pensar en la luz.
«Nuestros hijos no han tenido que encender la luz en toda su vida», dice Ian Mercer. Para
ellos, el pequeño, de 12 años, y la mayor, de 16, los interruptores pertenecen a una tecnología
obsoleta.
Exceso de órdenes.
Mercer reconoce que ha subestimado la cantidad de esfuerzo que le iba a tener que dedicar a
la casa. Los objetos inteligentes suelen funcionar de acuerdo con una regla muy sencilla: si
pasa esto, haz esto otro. Y, en una casa humana, este tipo de lógica mecánica se ve superada
constantemente.
Las persianas deberían bajarse si el sol se refleja en el monitor del despacho, pero quedarse
subidas si quiero mirar por la ventana. El despertador tiene que sonar media hora antes si
la carretera para ir al trabajo está atascada, pero no si hoy voy a usar el tranvía. Al final,
la gente termina teniendo que decirle, día sí, día no, a su mayordomo electrónico lo que hay
que hacer. «Una casa a la que tengo que explicarle todo es una casa tonta», comenta Mercer.
Para evitar esta pesadilla, las cosas funcionan de otra manera en su casa del futuro. No
precisa de indicaciones: se la controla viviendo en ella. Por ejemplo, para que la luz funcione
de forma adecuada, la casa debe anticipar los movimientos de las personas. Por eso, Mercer
va a instalar bajo la tarima sensores que registren el peso de quienes caminan sobre ellos. La
casa será capaz de identificar a los dueños o a sus invitados a partir de su peso. Y el
ordenador central irá aprendiendo los hábitos de cada uno de ellos.
Por ahora, su casa ya está empezando a mostrar una sensibilidad sorprendente. Si Mercer
tiene que levantarse para ir al baño en mitad de la noche, se encuentra una luz tenue al llegar;
los sensores han detectado que sale de un dormitorio a oscuras y no quieren deslumbrarlo.
Mercer es muy consciente de que su ejemplo no es válido para todo el mundo. «¿Qué otra
persona se tomaría tantas molestias?», plantea. Ni él mismo lo tiene todo bajo control.
Una noche, las luces de su casa empezaron a encenderse y apagarse de repente, una tras
otra, como si hubiese un fantasma eléctrico pululando por las habitaciones. Cuando el
encantamiento terminó, Mercer analizó el ordenador central. Y sí, alguien más había entrado
en el sistema: Google. El buscador había detectado la casa en la Red. Consiguió entrar en
el sistema de control, donde se encontró con un montón de luces, cada una de ellas con una
dirección de Internet propia y empezó a indexarlas una tras otra en su gigantesco motor de
búsqueda.
No todos los intrusos son tan civilizados como el buscador. El año pasado, una pareja de
Ohio se despertó por los gritos de un desconocido dentro de la casa. Venían de la
habitación de la hija pequeña: «¡despierta, pequeña, despierta!». Cuando el padre entró en el
dormitorio, el ojo de la cámara web que debía proteger el sueño de su hija se volvió hacia él. A
través del altavoz resonaban insultos: un hacker se había hecho con el control de la cámara.
Estas incursiones crecen a medida que aumenta la cantidad de aparatos conectados a la Red.
El año pasado se publicó que los hackers habrían pirateado cientos de miles de aparatos
domésticos con conexión a Internet. Una vez hackeados, quedan esclavizados y se usan
para enviar correos de spam a todo el mundo.
«La casa se mantiene alerta ella sola», dice Ian Mercer. Una tecnología que no necesita que
nadie la maneje. Una tecnología de la que simplemente llegas a olvidarte.
Las fotos alertan de la polución. Ya hay eficientes detectores de calidad del aire. En el
laboratorio de ideas de Bosch dan un paso más: si se vuelve demasiado denso, las fotos
familiares adquieren tonalidades grisáceas en sus marcos digitales...
Los peluches cobran vida. Se trabaja en ositos de peluche que dan la alarma si el niño tiene
fiebre. Tiene su contrapartida, como conectar la cámara del ordenador para vigilar su cuarto:
los hackers se pueden colar a través de Internet y enviar spam.
¿Baño o consulta del médico? Los inodoros podrán analizar la orina y otros residuos para
alertar de problemas de salud, como el cáncer de colon. La consulta con el médico podrá
hacerse directamente a través de la Red. Es todavía un 'futurible'.
Visitas holográficas. Las experiencias en su despacho, al igual que en el salón, podrán ser
holográficas. Las pantallas gigantes virtuales con experiencias 4D ya se están probando.
El lavavajillas le Whatsappea. Los electrodomésticos enviarán mensajes al móvil. Ya hay un
lavavajillas que envía avisos al smartphone del dueño si, por ejemplo, el nivel de abrillantador
está bajo.
El frigorífico no hace la compra... Lo que todavía no existe, por mucho que se anuncia, es el
frigorífico conectado a Internet que encarga leche cuando ve que ya va quedando poca.
... pero lo vigila El frigorífico sí puede analizar lo que consumimos. El miedo, bromean los
críticos, es que el aparato no le deje a su dueña tomarse una cerveza porque el inodoro le ha
transmitido que la orina confirma que está embarazada.
El coche lo reconoce. Los sensores no solo vigilarán su casa y los accesos. El propio
automóvil reconocerá a su dueño. El reconocimiento de imagen, táctil y de voz ya se
comercializa.
La casa más inteligente de España. Una casa ubicada en Torrejón de Ardoz y de 275 m2
distribuidos en tres plantas ha merecido este año el premio de la Comunidad de Madrid al
mejor proyecto domótico. Realizado por la empresa +Spacio, la iluminación, la climatización,
el sonido y la seguridad de la vivienda se controlan desde el smartphone.