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Introducción general
Toda identidad ya sea individual o colectiva, obedece a una determinada convención social. En
otras palabras, aquello que solemos identificar como lo costarricense no solamente
corresponde a un conjunto especifico de atributos o rasgos comunes. La identidad es también
un tipo de relato que la sociedad y la cultura nos impone como sujetos y miembros de una
determinada comunidad.
Este relato del cual están hechas las identidades se evidencia a través de los tipos de imágenes
y representaciones colectivas que una comunidad legitima o asimila como propias.
No obstante, cuando nos percatamos de la naturaleza ideológica desde la cual funciona este
relato, la identidad pasa a convertirse en un discurso que incluye y legitima cierto tipo de
representaciones, al mismo tiempo que excluye otro conjunto de imágenes y practicas
colectivas.
En vista del carácter ideológico desde el cual surgen los discursos de identidad nacional,
aquello que definimos como lo costarricense es el resultado de un complejo proceso histórico
donde participan diversas instituciones, practicas y fuerzas sociales.
Las clases sociales se apropian de diversos modos y estrategias culturales del significado
particular de ser costarricense.
La literatura constituye una práctica ideológica la cual permite cuestionar, criticar y subvertir
las representaciones más convencionales que una determinada comunidad imagina o cree
imaginarse de sí misma.
La literatura es un tipo de saber desde el cual podemos estudiar los distintos modelos de
identidad que conforman el sujeto colectivo costarricense.
No significa que toda ficción sea literatura, pero sí que toda literatura pasa inevitablemente
por el filtro de la ficción.
Propiedad vesimilitud, el cual permite al lector construir la ilusión de que el mundo ficcional,
organizado y presente en el texto, guarda una relación bastante cercana y posible de realizarse
en el mundo extra-literario o entorno.
Inverosímil, no tiene correspondencia con el entorno no con las lógicas de realidad a las que
nos sentimos familiarizados.
La función de la verosimilitud también puede ser entendida como el contrato de veracidad que
el lector asume de manera transitoria con el fin de relacionar los acontecimientos ficcionales
con el entorno o la realidad extra – literaria. No obstante, par que esta relación se produzca
debe existir un tercer concepto llamado referencialidad.
Desde una perspectiva lingüística, la referencia puede concebirse como la relación entre
aquello que decimos y eso de lo cual hablamos. Hablar de referencias es hablar acerca de las
relaciones que mantiene el lenguaje con los objetos o situaciones que este designa.
La función del lector y la del autor son entendidas imprescindibles para producir el efecto
literario de la identidad costarricense.
De acuerdo con una larga tradición cultural, resulta común imaginar la figura del autor como la
única y más importante fuente de autoridad del texto y de la lectura.
Así, pues, contrario a la figura paterna y autoritaria que generalmente le atribuimos al autor
literario, es el lector quien pone en funcionamiento la pluralidad de significados e
interpretaciones que posee la literatura. De allí, que todo texto literario siempre está en
espera de su lectura, y es precisamente en ese encuentro con la conciencia activa y
participante del lector, donde la literatura adquiere un sentido histórico y dinámico.
Por este motivo, cuando hablamos acerca del efecto identitario de la literatura costarricense,
nos estamos refiriendo a una convención social la cual supone que la conciencia del lector y la
producción del texto coinciden con un mismo nivel de reconocimiento de la identidad
nacional.
De acuerdo con el significado que suelen dar comúnmente los diccionarios, la identidad se
define como aquel conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los
caracterizan frente a los demás.
Como su nombre lo indica, el termino otredad implica la idea o relación con lo otro. Es decir,
el concepto de otredad hace referencia a un algo que se ubica de manera externa a mi
conciencia y que por tanto lo identificamos como un elemento ajeno e inclusive muchas veces
extraño a nosotros mismos.
El concepto de mismidad hace referencia a ese sentido de pertenencia y unidad que muchas
veces solemos construir para referirnos y representarnos a nosotros mismos.
Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, el poder político y económico de nuestro país
estaba concentrado en una clase social ligada al cultivo y a la exportación de café. A partir de
la consolidación y dominio de esta oligarquía cafetalera, la construcción del estado nación
surge como un proyecto ideológico el cual tenía como propósito elaborar un sistema especifico
de representaciones que permitieran a la comunidad costarricense imaginarse a sí misma
como una unidad política y cultural.
Hacia finales del siglo XIX las primeras manifestaciones de una conciencia e identidad nacional
se reflejan en varias producciones arquitectónicas tales como los archivos nacionales, el museo
nacional, el liceo de costa rica, la biblioteca nacional, el colegio de señoritas y el teatro
nacional.
Por otra parte, en el ámbito histórico y patrimonial se reforman las figuras de Juan Santamaría,
el labriego sencillo y Juan Rafael Mora soberanía y ser costarricense. Durante los tres últimos
lustros de este mismos siglo se produce la publicación de importantes periódicos y revistas así
como las primeras reflexiones en torno a la literatura nacional.
De esta manera, conjuntamente con la concentración del poder político y económico esta
clase social logra la consolidar hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX una cultura
ciudadana basada en la idea de modernidad, progreso y civilización que demandaba la
dinámica capitalista del estado-nación.
Los primeros documentos que expresan una serie de atributos respecto al ser costarricense
aparecen desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX.
Son proclamas y documentos políticos escritos por Juan Mora Fernández, Juan Mora Porras,
Braulio Carrillo y Ricardo Fernández Guardia, entre otras destacadas figuras e la historia
nacional, donde se observan las primeras referencias acerca de la identidad costarricense.
Primeras proclamas realizadas por Juan Mora Porras durante la campaña nacional de 1856, en
donde, según el criterio de algunos estudiosos se fundamentan muchos valores y estereotipos
que definen lo costarricense.
En ellos se encuentran perfilados con más claridad los elementos de una sociedad idílica y se
muestran con excepcional nitidez el poder cohesionante de la imagen de la familia. A la vez,
tanto los postulados ideológicos como los hechos, los héroes y las imágenes resultantes
reaparecen en textos posteriores e incluso llegan a constituir algunos de los estereotipos
nacionales.
Durante el transcurso de esta contienda, el Presidente Mora pronuncia varios discursos mejor
conocidos con el nombre de proclamas a la ciudadanía costarricense.
La primera proclama de Juan Rafael Mora Porras fue publicada el 20 de noviembre de 1855. En
este documento, Mora advierte a los costarricenses acerca del peligro que representaban los
filibusteros ante una eventual invasión al territorio nacional y su consecuente pérdida de la
soberanía.
Los principales atributos del ser costarricense mencionados por el Presidente Mora en la
proclama de 1855 son la paz y el trabajo.
En segundo lugar, el espacio intimo familiar y sus respectivos bienes materiales se transforman
en dos importantes elementos argumentos para referirse al tema de la soberanía y la defensa
armada del territorio nacional. Se deja claro la correspondencia implícita entre la defensa de la
soberanía nacional y la defensa del espacio familiar, representado este último por el concepto
de propiedad privada.
Los términos de (nuestras esposas e hijas) expresa una relación simbólica entre el espacio
nacional y el orden íntimo familiar.
Se debe destacar la importancia simbólica que cumple la estructura familiar como una forma
de representar las relaciones entre el estado nación y el orden civil. Así, por ejemplo, en las
dos proclamas pronunciadas en 1855 y 1856 la imagen autoritaria del presidente se asocia con
la imagen paternal, cuya función radica en proteger y velar por el orden y la convivencia
ciudadana.
En relación con esta misma estructura familiar, los textos de las proclamas también evocan un
discurso de fraternidad con el fin de apelar a un sentimiento de lucha y unión
centroamericana.
Cabe destacar el concepto de propiedad privada que Mora utiliza para referirse a la defensa
del espacio territorial y cuya representación es clave para construir un sentido de pertenencia
y unidad nacional.
La mención a las casas y a las haciendas, como los bienes materiales que el costarricense
posee, se inserta como parte simbólica del discurso y la noción de soberanía. La noción de
propiedad privada adquiere una mayor fuerza ideológica en tanto se asocia con el concepto de
familia.
En vista del contexto patriarcal desde el cual se genera este discurso, la referencia hacia lo
femenino (esposas e hijas) es tratada en el texto bajo los mismos términos de propiedad y
pertenencia que ocupan los bienes materiales. Por esta razón, el discurso de soberanía se
encuentra asociado a un principio de honorabilidad que, de acuerdo con la cultura patriarcal,
debía resguardar y defender la virtud sexual de la mujer.
Por último, la organización jerárquica de la familia patriarcal, compuesta por padre, madre e
hijos, funciona en el texto como una forma de representar las relaciones entre el estado
nación, ciudadanía costarricense, el orden civil y la patria.
La formación de una identidad nacional no puede ser realmente efectiva sin la construcción de
una figura emblemática que se represente los valores y lo rasgos socio culturales con que una
determinada comunidad o grupo social se identifica. Al ser esta una identidad altamente
significativa para la construcción de una conciencia colectiva, algunos investigadores suelen
denominar este tipo de representaciones con el nombre de sujeto nacional.
Detrás de la invención del sujeto nacional existe también un importante relato cultural el cual
permite que esta figura sea efectivamente reconocida y legitimada por la conciencia colectiva.
En el ámbito costarricense, este relato cultural corresponde a la imagen del labriego sencillo.
Finalmente, debemos destacar que la imagen del labriego sencillo no solo se plasma en la
figura heroica y sacrificial de Juan Santamaría. La fuerza cultural que tiene noción en la
conciencia colectiva del costarricense alcanza su mayor plenitud en la letra de nuestro Himno
Nacional realizada por José M° Zeledón en el año 1903.
El himno nacional es donde esta figura, esta frase misma de labriego sencillo, este conjunto de
palabras, esta frase se consolida.
A partir de 1492, momento cuando se inauguran las relaciones culturales y económicas con la
Europa colonial, el aspecto étnico y racial se convierte en un signo de la otredad; es decir en
una forma excluyente de diferenciar lo europeo en oposición con lo americano.
En el siglo XIX época cuando surgen los diferentes proyectos de estado nación
hispanoamericanos, el asunto de la blancura vuelve a ser resignificado a partir de la siguiente
serie de oposiciones: civilización/barbarie, modernidad/tradición, cultura letrada/cultura
popular, ciudad/campo, entre otros.
En el caso del estado nación costarricense, el tema étnico racial se convierte en un rasgo
fundamental para construir el modelo de identidad nacional. La construcción de un estado y
una conciencia nacional retoma el aspecto de la blancura como un signo ligado a la
modernidad, la democracia, el trabajo, el orden y el progreso.
A manera de resumen podemos afirmar que estos tres tipos de representaciones (la imagen
de la familia patriarcal, el labriego sencillo y la blancura étnica del costarricense) conforman,
entre muchos otros estereotipos, las principales imágenes culturales desde las cuales la
oligarquía liberal construye el discurso de identidad nacional y cuyas representaciones
literarias serán llevadas a cabo por la generación del Olimpo.
Siendo la literatura uno de los medios más eficaces para construir y reproducir este conjunto
de valores y estereotipos del ser costarricense, la producción narrativa de esta generación
comienza a construir un discurso literario de la identidad nacional.
La literatura actúa como un campo ideológico donde se debaten distintas posiciones, discursos
y formas de concebir el lenguaje y la identidad costarricense.
El origen de una literatura nacional fue parte de una interesante discusión, llevada a cabo a
finales del siglo XIX, cuyo propósito consistía en definir el lenguaje, los temas y entornos
ficcionales que los escritores debían utilizar en sus producciones estéticas, así como discursos
acerca de los limites y posibilidades que tenía el entorno cultural costarricense para producir
una narrativa con características propias. Este acontecimiento se denomino “la polémica
sobre nacionalismo en literatura”.
El origen de esta polémica nace a raíz de la crítica realizada por Carlos Gagini al libro de
cuentos Hojarasca, publicado por Ricardo Fernández Guardia en 1894. Gagini cuestionaban la
falta de una literatura que expresara el lenguaje, los escenarios y los asuntos propios de la
cultura nacional.
Pr su parte, en una carta enviada a Pio Víquez, el joven Ricardo Fernández Guardia caracteriza
los comentarios de Gagini como una postura nacionalista de la literatura, la cual juzga además
como un sentimiento patriótico llevado al extremo. Para Fernández Guardia, la creación
literaria no debe estar necesariamente referida al espacio y temas nacionales, sino que esta
debía estar guiada por los modelos estéticos europeos.
La polémica sobre nacionalismo en literatura expresaba un debate político y cultural que
trasciende el orden de lo estrictamente literario. En este sentido, para finales del siglo XIX
periodo cuando se inicia la discusión entre estos dos autores América latina se encuentra en
una encrucijada ideológica en la cual se ven amenazados por los cambios tecnológicos y
culturales que dicta la modernidad capitalista y europea, así como la formación de un proyecto
de identidad y cultura nacional.
Por esta razón, algunos estudiosos de la literatura afirman que este periodo constituye una
etapa de transición para la sociedad costarricense en la cual se manifiesta dos tipos de
discursos: un discurso de modernidad, asociado con el proyecto expansionista de los Estados
Unidos y los modelos culturales europeos, y un segundo discurso de carácter tradicional
relacionado con un sentimiento nostálgico y de afirmación de los valores y de las costumbres
nacionales.
La publicación de la novela El moto (1900) de Joaquín García Monge así como la autoridad
literaria que representaba el género costumbrista desarrollado por Manuel González Zeledón y
Aquileo Echeverría conforman, no sin destacadas variaciones el desarrollo de una conciencia
literaria nacional. “Unos novios” de Manuel González Zeledón, “A Paris” DE Carlos Gagini y
“Neurosis” Ricardo Fernández Guardia.
Cuentos anteriormente citados nos permiten determinar con mayor especificidad el conjunto
de valores y representaciones culturales a partir de los cuales trabaja la literatura de finales del
siglo XIX.
Obliga al lector a reconocer estas dos referencias como aparte de la memoria histórica evoca
un significado nacionalista en relación con este personaje.
A diferencia del labriego sencillo simbólicamente asociado con la figura heroica de Juan
Santamaría, la figura campesina y trabajadora de Ñor Sebastián quien supo además, acumular
una regular fortunita, una nueva variación ideológica del sujeto campesino nacional el cual es
caracterizado por una situación de ascenso y prosperidad económica.
En el caso de Juan Santamaría, esta figura se asocia con el sentido de sacrificio y de lealtad que
evoca el héroe nacional, mientras que Ñor Sebastián Solano se presenta en el texto bajo la
imagen patriarcal y prospera del campesino costarricense de finales del siglo XIX.
Una vez descrita la figura nacionalista y patriarcal de este personaje el texto introduce el
concepto de familia y su correspondiente institución matrimonial como parte de la
construcción idílica de la identidad nacional.
No obstante, debemos destacar que es a raíz de la idealización que realiza este narrador
entorno a la figura femenina de Chinta donde observamos con mayor claridad como la
idealización de la mujer campesina, ligada a los valores de la virtud, belleza y obediencia
patriarcal, se relaciona con el modelo de identidad nacional propuesto por la generación del
Olimpo.
Las primeras manifestaciones literarias de la generación del Olimpo evocan una imagen
nostálgica o paradisiaca de la sociedad costarricense.
La existencia de los conflictos sociales así como los diferentes puntos de vista del narrador y
los personajes tienden a resolverse en una relativa conciliación entre la herencia de los valores
tradicionales, (generalmente asociados a la estructura familiar patriarcal, la virtud, la
institución religiosa y la belleza) y los valores o comportamientos propios de la modernidad,
representada esta ultima por la idea de progreso, educación y civilización europea.
En el cuento “Unos novios” el autor narrador establece una distancia ideológica respecto al
contexto rural campesino. Este distanciamiento se expresa mediante la referencia del habla
popular y el tono burlesco y rebajador con que se describen los aspectos físicos del campesino.
La diferenciación del autor narrador y el personaje popular también se manifiesta durante el
primer encuentro ocurrido entre Magon y Lencho.
La posición más relevante entre estos dos personajes se explicita en el texto a través del
sentimiento de envidia que siente el narrador al observar la belleza y gracia de Jacinta en
manos de Lencho.
Letra del Torito. No por casualidad, al final del relato, es el propio narrador quien describe
como justo después de haberse emborrachado este se queda profundamente dormido a los
pies de un frondoso árbol mientras escucha a lencho cantar el Torito.
En este sentido, resulta importante advertir como la propia letra de esta canción expresa la
rivalidad implícita entre Lencho y Magon, y porque no de la existencia de dos clases sociales
ideológicamente relacionadas con la construcción idílica de la identidad nacional.
La trama principal de este relato se basa en el acto de infidelidad realizado por Federico
Álvarez a su esposa Adela. La transgresión matrimonial llevada a cabo por este personaje
constituye también un acto de infidelidad por parte del sujeto nacional el cual es seducido por
la cultura extranjera europea, negando los valores tradicionales de la cultura nacional.
Desde las primeras páginas de este texto, la comparación entre Europa y el espacio nacional se
hacen presentes en la conciencia moral del personaje principal.
La institución matrimonial aparece ligada en este cuento a una serie de valores y actitudes
identificadas con el discurso nacionalista. La figura del matrimonio y su correspondiente
conducta de fidelidad vendría también a representar un determinado orden social asociado
con la idea de lealtad hacia los valores tradicionales que rigen el estado nación costarricense.
Las descripciones físicas y emocionales que el narrador realiza en torno a los personajes
femeninos de Adela y Marta, constituyen en el relato otro mecanismo para contra poner los
valores nacionales frente al exotismo europeo. Rasgos físicos y culturales:
Las descripciones psicológicas realizadas a Adela son definidas por su rol de esposa y madre,
mientras que Marta, la amante de Federico, se encuentra relacionada con el ámbito del placer,
el mercantilismo y los gustos culturales europeos.
De esta manera los valores tradicionales generados por el modelo de identidad giran en torno
a la figura de la esposa y madre en contra posición con las actitudes y comportamientos
lascivos de la mujer amante, la cual es relacionada con el discurso de modernidad y liberalismo
europeo.
En este sentido la referencia a la estación del Atlántico, el tránsito de los coches, lo edificios, el
movimiento de los transeúntes, el tren, el paisaje nublado y melancólico, evidencia los
procesos de urbanización y modernidad que se estaban desarrollando en San José alrededor
de las primeras décadas del siglo XX.
La descripción psicológica que realiza el narrador respecto al personaje de Juna Zamora resulta
clave en la interpretación de este relato ya que es a través de los atributos y cualidades
enunciadas por Ramoncillo donde podemos apreciar con mayor claridad la construcción del
espacio y sujeto nacional. Con el fin de ejemplificar la manera en que el discurso de civilización
y barbarie condiciona las múltiples facetas de este personaje.
Juan Zamora aquel mozo esbelto y lleno de arrogancia que tan buena figura hacia el hombre
que tenía delante era un campesino tosco y mal trajeado.
Consideraciones finales:
En el primer caso, las nociones del sujeto y el espacio nacional se construyen a partir de un
discurso literario el cual elabora una imagen tradicional y pacífica de la sociedad costarricense.
Idealizar las costumbres, los valores tradicionales asociados al núcleo de la familia patriarcal y
al entorno cultural campesino.
Una segunda estrategia utilizada por el discurso literario de esta generación, radica en la
conformación entre los valores patriarcales asociados a la nación costarricense y los
comportamientos libertinos y culturales relacionados con el espacio urbano europeo.
A diferencia de la primera estrategia narrativa este tipo de textos muestran una sociedad
costarricense en proceso de transición.
Se elabora esta imagen de civilización y progreso, el texto plantea los peligros morales que
acompañan la modernidad europea en detrimento de los valores tradicionales.
Este discurso literario describe y problematiza el tema del sujeto y la identidad nacional a
través de los valores y actitudes que el discurso de civilización y colonización europeo ha
construido para referirse a la realidad americana.
Las primeras expresiones poéticas que surgen en Costa Rica son publicadas entre 1890 y 1891
en una pequeña colección conocida como la lyra costarricense, editada y publicada por
Máximo Fernández.
El primer exponente de la poesía costarricense fue liderado por Aquileo Echeverría debido al
dominio político e ideológico que tenia para ese momento la tendencia nacionalista
desarrollada durante los primeros años del siglo XX.
En vista del modelo costumbrista que imperaba en ese periodo el texto clásico de esta poeta
nacional, titulado con el nombre de Concherías (1995) representaba los modelos de hablar
popular así como una serie de temáticas relacionadas con el entorno rural campesino
contribuyendo así a la formación de un discurso idílico y no menos nostálgico en relación con
los valores tradicionales que la generación del Olimpo había determinado como parte de la
identidad costarricense.