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SÍNTESIS PSICOLOGÍA
Director:
Juan Mayor
Áreas de publicación:
PSICOLOGÍA BÁSICA
PSICOBIOLOGÍA
PSICOLOGÍA SOCIAL
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Pedro R.Gil-Monte José M.Peiró Silla
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PRÓLOGO
1.1. Introducción
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1.7.2.2. Modelo de conservación de recursos de Hobfoll y Fredy (1993)
1.8. Resumen
2.1. Introducción
2.6. Resumen
3.1. Introducción
3.2.1. Ambiente físico de trabajo y contenidos del puesto como desencadenantes del
síndrome de quemarse por el trabajo
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3.2.2. Desempeño de roles, relaciones interpersonales y desarrollo de la carrera, como
desencadenantes del síndrome de quemarse por el trabajo
3.4. Resumen
4.1. Introducción
4.4. Resumen
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AFRONTAMIENTO DEL SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO
5.1. Introducción
5.7. Resumen
BIBLIOGRAFÍA
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Hacer el prólogo de un libro escrito por dos profesores de Psicología de las
Organizaciones que, además, son dos buenos amigos, es cuanto menos comprometido. Si
haces alarde de sus cualidades y de lo sólidamente articuladas que están las ideas que
aquí se presentan se podría pensar que estoy cegado por mis afectos. Si, en cambio,
aprovechas el espacio que te conceden para pontificar sobre lo divino y lo humano no
faltaría quien me acusase de ingrato con quienes te hacen participe de la ceremonia
científica de hacer público el trabajo de investigación realizado durante muchos años.
Al leer el libro de este modo tan personal, ocurre lo mismo que cuando oyes una
sinfonía, contemplas un buen cuadro o conoces a una persona interesante. Al final, el
recuerdo se traduce en pocas sensaciones pero quizás las suficientes para conformar los
pilares de nuestras opiniones acerca de cuanto nos rodea. Permítame, por tanto,
estimado lector, que le transmita algunas de estas impresiones.
El uso de una etiqueta común para designar un problema psicológico que altera la
capacidad laboral de una persona suele ser problemático ya que añade confusión a
cualquier intento de una definición rigurosa y técnicamente manejable. Máxime si la
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etiqueta más que sugerir una patología laboral invita a pensar en falta de diligencia o en el
más común de los vicios que reprocha una sociedad cada vez más salpicada del sentido
calvinista de virtud: la pereza y la holgazanería.
Para evitar esa confusión, la mayor parte de los escritos españoles sobre el tema
evitan la expresión estar quemado y usan en su lugar la inglesa "burn out". Sin embargo,
los autores de este libro, hacen un auténtico esfuerzo por imponer el término en nuestro
idioma. Estoy convencido que los interesados en el mundo de las organizaciones
terminarán beneficiándose de esa decisión. Al fin y al cabo, las ciencias sociales están
plagadas de términos técnicos que se tomaron prestados del lenguaje coloquial. Además,
esa coincidencia es el medio más rápido de generar y propagar la representación social de
algo que es nuevo y viejo a la vez. Viejo porque reconocemos en esa metáfora un estado
psicológico que nos resulta familiar. Nuevo, porque desde que a finales de la década de
los setenta los psicólogos norteamericanos acuñaran esa expresión, han aparecido nuevas
formas de comprender el fenómeno, de precisar sus causas y de profundizar en sus
consecuencias. Ello ha supuesto la incorporación de factores y procesos psicológicos bien
conocidos por los profesionales de la psicología (p. ej., la despersonalización, la falta de
equidad, la pérdida de la ilusión de control, etc.) y la aceptación por la psicología
internacional de esa nueva patología laboral.
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Otro recuerdo que me deja este libro está en que sus páginas lejos de ser una
exposición tediosa o meramente descriptiva de "estar quemado" reflejan el compromiso
de los autores por la salud integral del trabajador. Así, lejos de entrar en un debate estéril
sobre la salud física vs. salud mental, Pedro Gil-Monte y José María Peiró escriben cada
línea con el convencimiento de que un diagnóstico riguroso de la salud de un trabajador,
especialmente en organizaciones de servicio, debe incluir pruebas que detecten este
síndrome. Lamentablemente, la representación social de enfermedad/ausencia de salud
apunta a síntomas con base orgánica reconocidos, pese a que vivimos en una sociedad
que se preocupa más que nunca por los indicadores de calidad de vida. En este sentido,
tiene razón Herzlich, cuando señala que la enfermedad, la salud y la muerte constituyen
objetos cuyo carácter "natural", "físico" y "objetivo" es particularmente fuerte en nuestra
cultura. Por consiguiente, una lectura atenta de estas páginas permitirá descubrir que
además de psicosis y depresiones, consideradas como enfermedad en nuestro sistema
público de salud, existen estados psicológicos que podrían tenerse igualmente en
consideración.
Ánimo, pues, al lector a penetrar en las páginas de este libro con el convencimiento
de que con su lectura, aprenderán algo más del hombre y algo más de sí mismo. En este
sentido, lo que el lector tiene en sus manos representa un viaje estimulante a un territorio
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del que aún se sabe poco pero cuyo contenido está expuesto con el estilo fluido e
inteligente que hacen de su lectura un auténtico placer. Estoy convencido de que si el
lector culmina su lectura llegará a la conclusión que buscan los autores: que el síndrome
de estar quemado trasciende el concepto de estrés laboral y amenaza con convertirse en
un problema social contemporáneo.
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1.1. Introducción
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Asimismo, y dado que la mayor incidencia del síndrome de quemarse por el trabajo se da
en profesionales que prestan una función asistencial o social, el deterioro de su calidad de
vida laboral también conlleva repercusiones sobre la sociedad en general.
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Desde un enfoque psicosocial, la mayoría de los autores asumen la definición
elaborada por Maslach y Jackson (1981), quienes señalan que el síndrome de quemarse
debe ser conceptualizado como un síndrome de agotamiento emocional,
despersonalización y falta de realización personal en el trabajo que puede desarrollarse en
aquellas personas cuyo objeto de trabajo son personas en cualquier tipo de actividad.
Aun que estos autores originalmente entienden el síndrome de quemarse como un estado,
los trabajos desarrollados a partir de su definición han originado su posterior
conceptualización como proceso.
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sentimientos de fallo o desorientación profesional, desgaste y labilidad emocional,
sentimientos de culpa por la falta de éxito profesional, frialdad o distanciamiento
emocional, y aislamiento. Para Price y Murphy (1984) concebir el síndrome de quemarse
como un estado ha dificultado su comprensión y la identificación de estrategias
adecuadas de afrontamiento.
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ambigüedad de rol, falta de autonomía y autoridad en el trabajo para poder tomar
decisiones, rápidos cambios tecnológicos, etc. Todos estos estresores han sido
identificados en la literatura como antecedentes del síndrome de quemarse por el trabajo.
Identificar las variables antecedentes del síndrome de quemarse supone considerar
variables del entorno social, organizacional, interpersonal e individual específicas de estas
profesiones.
Al hablar de los antecedentes del síndrome de quemarse por el trabajo del entorno
social, Mallet (1991: 36) señala que en los últimos años, en la profesión de enfermería
han surgido nuevas leyes y estatutos que regulan el ejercicio de la profesión, al mismo
tiempo se han formulado nuevos procedimientos para las tareas y funciones, han
aparecido cambios en los programas de educación y formación de los profesionales,
cambios en los perfiles demográficos de la población que requieren cambios en los roles,
y aumento de las demandas de servicios de salud por parte de la población. Todos estos
cambios han ocurrido con demasiada rapidez para ser asumidos por esa profesión. En el
caso de la educación, Jenkins y Calhoun (1991) recogen un gran número de variables
que aumentan el estrés laboral y los sentimientos de quemarse en maestros del sector
público. Entre ellas cabe citar la falta de preparación y formación, la incompetencia de la
administración pública para resolver los problemas del sector, expectativas irreales, o el
problema de aulas masificadas.
Por lo que se refiere al ámbito español, hay que añadir elementos como la pérdida del
prestigio social que en décadas pasadas han detentado estas profesiones (v. g., pérdida de
la autoridad de la figura del maestro), la masificación en el número de usuarios, la
exigencia de una mejor calidad de vida por parte de la población general debido a un
incremento en el nivel cultural de esa población, o la falta de profesionales para atender
esas exigencias por razones presupuestarias de las administraciones públicas. En el caso
de los policías cabría resaltar la impotencia que se siente ante la liberación de presuntos
delincuentes por parte de la Administración de Justicia al poco tiempo de su detención.
La suma de estos elementos y el corto plazo en el que han ocurrido los cambios,
unido a los problemas de índole económico de la administración, han llevado a estas
profesiones a una situación en la que sus roles han quedado poco definidos para la po
blación y para los propios profesionales. Ello genera severas disfunciones del rol
(conflicto, ambigüedad y sobrecarga), problemas de desarrollo de carrera (imposibilidad
de promoción, falta de seguridad en el puesto), sesgos negativos de los factores de clima
organizacional (falta de participación en la toma de decisiones, falta de autonomía,
excesiva formalización, falta de apoyo por parte de la dirección, etc.), condiciones
laborales de riesgo, insuficiente nivel salarial, rápidas y complejas innovaciones
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tecnológicas, etc.
Los principales problemas que se generan en las burocracias profesionalizadas son los
problemas de coordinación entre los miembros, la incompetencia de los profesionales, los
problemas de libertad de acción, la incorporación de innovaciones y respuestas
disfuncionales por parte de la dirección a los problemas organizacionales. La
consecuencia de la falta de ajuste de la organización a su estructura genera además
consecuencias que han sido identificadas como antecedentes del síndrome de quemarse
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por el trabajo. Entre ellas cabe citar la ambigüedad, el conflicto y la sobrecarga de rol,
baja autonomía y rápidos cambios tecnológicos.
Otra variable importante en este nivel es la socialización laboral. Según Peiró (1986:
347), la socialización laboral es "el proceso mediante el cual el nuevo miembro (de una
organización) aprende la escala de valores, las normas y las pautas de conducta exigidas
por la organización a la que se incorpora". En diferentes trabajos se ha señalado que el
síndrome de quemarse por el trabajo se contagia entre los profesionales a través de
mecanismos de modelado o aprendizaje por observación durante los procesos de
socialización laboral (Edelwich y Brodsky, 1980: 26; Bandura, 1987: 409).
Además, las condiciones actuales de cambio social por las que atraviesan estás
profesiones (v. g., el surgimiento de nuevas leyes y estatutos que regulan el ejercicio de la
profesión, nuevos procedimientos en la práctica de tareas y funciones, cambios en los
programas de educación y formación, cambios en los perfiles demográficos de la
población que requieren cambios en los roles, aumento de las demandas cuantitativa y
cualitativa de servicios por parte de la población, etc.), han dado lugar a que las
organizaciones en las que se desempeñan se desvirtúen como burocracias
profesionalizadas generando disfunciones en el rol de sus profesionales. Asimismo, la
masificación en la atención y el rápido avance tecnológico ha conllevado un trato
impersonal de los usuarios de estos servicios y la pérdida del modelo de atención
personalizada propio de este tipo de organizaciones.
En el plano de las relaciones interpersonales, las relaciones con los usuarios y con los
compañeros de igual o diferente categoría, cuando son tensas, conflictivas y prolongadas,
van a aumentar los sentimientos de quemarse (McGrath, Reid y Boore, 1989).
Asimismo, la falta de apoyo en el trabajo por parte de los compañeros y supervisores, o
de la dirección o la administración de la organización, la excesiva identificación del
profesional con el usuario, y los conflictos interpersonales con las personas a las que se
atiende o sus familiares, son fenómenos característicos de estas profesiones que
aumentan también los sentimientos de quemarse por el trabajo.
A nivel del individuo, las características de personalidad vana ser una variable a
considerar en relación a la intensidad y frecuencia de los sentimientos de quemarse. La
existencia de sentimientos de altruismo e idealismo acentuados por la forma en que una
parte importante de estos profesionales abordan su profesión podrían facilitar el proceso
de quemarse (Edelwich y Brodsky, 1980). Este idealismo y los sentimientos altruistas
lleva a los profesionales a implicarse excesivamente en los problemas de los usuarios y
convierten en un reto personal la solución de los problemas. Ello va a conllevar que se
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sientan culpables de los fallos, tanto propios como ajenos, lo cual redundará en bajos
sentimientos de realización personal en el trabajo. Dado que los profesionales deben
atender diariamente a usuarios con problemas similares, si no encuentran estrategias de
afrontamiento efectivas, como el apoyo social en el trabajo o estrategias centradas en el
problema, pueden generar sentimientos de frustración al tiempo que culparán al usuario
del fracaso personal. Según Bandura (1987: 406-407), un mecanismo para actuar de
forma agresiva y sin autocondenarse contra un estímulo aversivo, cuando éste es una
persona, es la deshumanización o despersonalización.
El síndrome de quemarse por el trabajo debe ser entendido como una respuesta al
estrés laboral que aparece cuando fallan las estrategias funcionales de afrontamiento que
suele emplear el sujeto (v. g., afrontamiento activo, evitación,...), y se comporta como
variable mediadora entre el estrés percibido y sus consecuencias. En los modelos de
estrés laboral las respuestas al estrés se sitúan como variables mediadoras entre el estrés
y sus consecuencias o efectos a más largo plazo. Así, el síndrome de quemarse por el
trabajo es considerado un paso intermedio en la relación estrés-consecuencias del estrés
de forma que, si permanece a lo largo del tiempo, el estrés laboral tendrá consecuencias
nocivas para el individuo, en forma de enfermedad o falta de salud con alteraciones
psicosomáticas (v. g., alteraciones cardiorespiratorias, jaquecas, gastritis y úlcera,
dificultad para dormir, mareos y vértigos, etc.), y para la organización (v. g., deterioro del
rendimiento o de la calidad asistencial o de servicio, absentismo, rotación no deseada,
abandono, etc.).
Tomando como referencia los modelos transaccionales (Peiró y Salvador, 1993: 6),
que entienden el estrés como un desequilibrio sustancial percibido entre las demandas del
medio o de la propia persona y la capacidad de respuesta del individuo, se ha elaborado
el modelo que aparece en la Figura 1.1, para incluir el síndrome de quemarse como
respuesta al estrés laboral.
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Los estresores laborales elicitarán una serie de estrategias de afrontamiento que, en el
caso de los profesionales cuyo objeto de trabajo son personas, deben ser efectivas para
manejar las respuestas al estrés, pero también han de ser eficaces para eliminar los
estresores, dado que los sujetos deben tratar diariamente con esa fuente de estrés.
Cuando las estrategias de afrontamiento empleadas inicialmente no resultan exitosas,
conllevan fracaso profesional y fracaso de las relaciones interpersonales con los sujetos
hacia los que se destina el trabajo. Por ello, la respuesta desarrollada son sentimientos de
baja realización personal en el trabajo y agotamiento emocional. Ante estos sentimientos
el sujeto desarrolla actitudes de despersonalización como nueva forma de afrontamiento.
De otra forma, si el sujeto no puede afrontar eficazmente los estresores, bien a través de
estrategias activas, centradas en la emoción, o de cualquier otro tipo, y dado que no los
puede evitar (pues ha de acudir diariamente al trabajo donde siempre encuentra
problemas similares), desarrolla sentimientos de agotamiento emocional y baja realización
personal y posteriormente actitudes de despersonalización.
Figura 1.1. Modelo para integrar el síndrome de quemarse por el trabajo dentro del
proceso de estrés laboral.
Debido a que para estos profesionales el rol laboral prescribe no adoptar actitudes
cínicas, deshumanizadas, de indiferencia o impersonales hacia los usuarios, la
despersonalización no es una estrategia de afrontamiento empleada inicialmente para
afrontar el estrés. Es necesario que los estresores se perpetúen en el tiempo para que los
sujetos la adopten. Ahora bien, en las actitudes de despersonalización hay que diferenciar
dos aspectos. El primero de ellos, de carácter funcional, le posibilita al profesional no
implicarse en los problemas del usuario, y por lo tanto realizar sobre éste todo tipo de
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acciones lesivas o negativas sin que por ello se vean afectados sus sentimientos. El
segundo aspecto tendría un carácter disfuncional y comprende aquellas conductas que
suponen dar a los usuarios un trato humillante, con falta de respeto e incluso vejatorio.
Frente al concepto de tedio, Pines y col. (1981) han señalado que es aconsejable
limitar el uso del término quemarse por el trabajo a profesiones de ayuda cuyos
profesionales trabajan con personas como objeto de trabajo, y emplear el término tedio
para referirse al mismo fenómeno en los sujetos que trabajan en otras ocupaciones. Sin
embargo, esta sugerencia no ha sido tenida en cuenta y algunos investigadores usan la
estimación del tedio como indicador del síndrome de quemarse, considerando ambos
constructos como similares. Sin duda, este tipo de trabajos ha contribuido a enturbiar la
conceptualización y delimitación del concepto de quemarse por el trabajo.
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Uno de los conceptos que más debate ha generado en relación a su diferenciación
conceptual respecto del síndrome de quemarse por el trabajo ha sido el de depresión. El
síndrome de quemarse por el trabajo y la depresión presentan ciertas similitudes, como
cansancio, retiro social, y sentimientos de fracaso. Además existe cierto solapa miento
entre depresión y los sentimientos de agotamiento emocional. Ello ha originado que
algunos autores los consideren sinónimos. Sin embargo, entre el síndrome de quemarse y
la depresión existen diferencias consistentes. Leiter y Durup (1994) señalan que el
síndrome de quemarse por el trabajo es fundamentalmente un constructo social que
surge como consecuencia de las relaciones interpersonales y organizacionales, mientras
que la depresión es un conjunto de emociones y cogniciones que tiene consecuencias
sobre esas relaciones interpersonales. Mientras que los ítems que estiman el síndrome de
quemarse por el trabajo atribuyen la causa de los problemas a la interacción con los
sujetos objeto del trabajo (v. g., este trabajo me está endureciendo emocionalmente,
trabajar todos los días con pacientes es una tensión para mí,...), los ítems que evalúan la
depresión atribuyen esa experiencia negativa al propio sujeto y no hace referencia a
contextos específicos. Por otra parte, Farber (1983a) señala que mientras que la
depresión se acompaña en mayor medida de sentimientos de culpa, el síndrome de
quemarse por el trabajo se acompaña de enfado, ira, y respuestas encolerizadas. Gran
parte de este problema conceptual se deriva de la concepción del síndrome de quemarse
como un estado.
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alienación y quemarse por el trabajo son dos constructos diferentes. Mientras que la
alienación está influida por variables de tipo organizacional y de la carrera del sujeto (tipo
de política organizacional, cómo es el sistema de la organización, distribución de tareas,
etc.), el síndrome de quemarse es un fenómeno específico de una profesión que está
influido por variables situacionales.
Al establecer la distinción entre ambos conceptos aparece que los sujetos que se
implican en el trabajo, y tienen autonomía y variedad de tareas también llegan a
experimentar sentimientos de quemarse. No es la organización en sí lo que determina que
el sujeto se queme sino los efectos que ésta tiene en el proceso de interacción
profesional-cliente.
En relación a la fatiga, Pines (1993) indica que una de las principales diferencias entre
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quemarse por el trabajo y la fatiga física es que el sujeto se recupera rápidamente de la
fatiga pero no del síndrome de quemarse. Aunque los sujetos afectados por el síndrome
sienten que se encuentran agotados físicamente describen esta fatiga de forma diferente a
la experiencia de fatiga física. Así, mientras que el esfuerzo físico causa una fatiga que se
acompaña de sentimientos de realización personal y en ocasiones de éxito, el síndrome
de quemarse conlleva una experiencia negativa que se acompaña de un profundo
sentimiento de fracaso.
No cabe duda de que dada la complejidad del síndrome de quemarse por el trabajo,
en algunos momentos, la distinción entre éste y cualquiera de los conceptos citados se
hace difícil. El síndrome de quemarse entendido como un estado, y básicamente un
estado de agotamiento emocional, se solaparía parcialmente con los síntomas anteriores o
con otras posibles respuestas al estrés como tedio, tensión, conflicto, presión,
nerviosismo, aburrimiento, agotamiento físico y psíquico, o cansancio. Sin embargo, el
síndrome de quemarse, entendido como un proceso, supone una interacción de variables
afectivas o emocionales (agotamiento emocional y despersonalización), variables de
carácter cognitivo-aptitudinal (falta de realización personal en el trabajo), y variables
actitudinales (despersonalización y falta de realización personal en el trabajo). Estas
variables se articulan entre sí en un episodio secuencial, con una relación de
antecedentes-consecuentes, dentro del proceso más amplio de estrés laboral. Esta
particularidad hace del síndrome de quemarse por el trabajo algo diferente de esas otras
respuestas al estrés entendidas como estados del individuo.
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laboral y calificarlo como una forma de tensión, entendiendo por tensión aquellos
cambios psicológicos y conductuales del estrés sobre la persona y que son resultado de la
acción de uno o varios estresores. Se trata de una respuesta a corto o medio plazo, en
relación a las consecuencias que a más largo plazo tiene el estrés crónico sobre las
personas.
Entre los estudios que abordan el síndrome de quemarse desde una perspectiva
psicosocial se establecen diferencias al considerar el orden secuencial en que aparecen y
se desarrollan los síntomas que lo integran (baja realización personal en el trabajo,
agotamiento emocional y despersonalización). Las diferencias radican en el síntoma que
presentan como primera respuesta al estrés laboral percibido, en la secuencia de progreso
del síndrome a través de los diferentes síntomas, y en la explicación de los mecanismos
de carácter cognitivo que emplea el sujeto en el proceso de quemarse. La validez relativa
de estos modelos depende del lugar en que se ubican los síntomas dentro del proceso.
Establecer el desarrollo correcto del proceso de quemarse es necesario para su
identificación y prevención, así como para poder desarrollar estrategias adecuadas de
intervención.
Figura 1.2. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según
33
Golembiewski y col. (1983).
Este modelo fue desarrollado desde el modelo de fases que aparece representado en
la Figura 1.3. Tomando como referencia las puntuaciones en las tres escalas del "Maslach
Burnuot Inventory" (MBI) y tras dicotomizarlas en función de la media, los sujetos son
asignados a un grupo en cada escala (alto vs. bajo) según la puntuación obtenida sea
superior o inferior a la media. La combinación de la puntuación en las tres escalas
determina la fase a la que es asignado el sujeto. Así, un sujeto que en las tres escalas
puntúa por debajo de la media se considera que está en la primera fase del proceso de
quemarse, si puntúa superior a la media en despersonalización, pero inferior en falta de
realización personal en el trabajo y agotamiento emocional se considera en la segunda
fase, y así sucesivamente, según muestra la Figura 1.3, hasta llegar a la fase 8 en la que
el sujeto puntúa por encima de la media en las tres escalas del MBI. La progresión en las
fases quedó establecida por comparación con las puntuaciones obtenidas por los sujetos
en las variables antecedentes y consecuentes del síndrome.
Diferentes trabajos empíricos han dado apoyo a la secuencia de fases del modelo en
diferentes profesiones (v. g., policías, enfermeras y directivos) y en diferentes países (v.
g., Canadá y Japón) (Burke y Deszca, 1986; Golembiewski, Boudreau, Kim,
Munzenrider y Park, 1990; Golembiewski, Scherb y Boudreau, 1993).
Para desarrollar el síndrome, los sujetos no tienen que pasar necesariamente por todas
las fases establecidas en el modelo. Según el número de fases que atraviesa un sujeto se
puede distinguir entre proceso agudo y proceso crónico. La instauración aguda del
síndrome sería aquella en la que un sujeto pasa, por ejemplo, por las fases 1, 5 y 8,
mientras que la instauración crónica correspondería a una situación en la que el sujeto
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pasa, por ejemplo, por las fases 1, 2, 4 y 8.
Los propios autores señalan como defecto del modelo que no queda clara la forma en
que un sujeto se recupera desde la fase 8, si de forma aguda o crónica. Por otra parte,
Golembiewski y colaboradores piensan que las tres dimensiones no contribuyen por igual
al síndrome de quemarse. Así, mientras que los sentimientos de despersonalización son
considerados como la variable que menos contribuye, la falta de realización personal en
el trabajo es considerada como un contribuyente de peso más moderado, y los
sentimientos de agotamiento emocional la variable que más contribuye a que un sujeto
desarrolle el síndrome.
Otros autores también han criticado el modelo. Leiter (1989: 1993) señala que un
déficit del modelo es clasificar a los sujetos en alto vs. bajo sentimientos de estar
quemado sobre la base de dicotomizar las puntuaciones en las escalas del MBI, pues una
variación de un punto puede hacer que un sujeto cambie de categoría con independencia
de la subescala de la que provenga ese cambio en la puntuación. Por ejemplo, un cambio
mínimo en la escala de agotamiento emocional puede hacer que un sujeto pase de la fase
1 a la 5. Otra crítica expresada por Leiter (1989; 1993) tiene que ver con la deficiencia
metodológica que supone dicotomizar variables continuas, pues se reduce el número de
posibles relaciones entre el síndrome y otras variables, y ello es particularmente
problemático en el caso de estudios longitudinales y de intervención en torno al
síndrome. Asimismo, Leiter (1993: 240-242) señala que la dimensión de agotamiento
emocional explica el mayor porcentaje de varianza en las relaciones con otras variables
cuando los resultados del MBI son tomados como una puntuación global, por ello, el
modelo de fases de Golembiewski y colaboradores se basa en la covariación de las
puntuaciones de agotamiento emocional con las variables consideradas y, no valora, las
puntuaciones de los sujetos en las otras dos dimensiones.
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Leiter (1988) considera que, por su importancia, los sentimientos de agotamiento
emocional son el elemento central del síndrome. Estos sentimientos generan
despersonalización y falta de realización personal en el trabajo, además de otras
consecuencias como falta de compromiso con el trabajo o aumento del absentismo. La
despersonalización es vista como un intento fallido de manejar los sentimientos
persistentes de agotamiento emocional a través del distanciamiento interpersonal.
Figura 1.4. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Leiter
y Maslach (1988).
A diferencia del modelo de fases que fue establecido por un sistema de covariación de
las fases (comparación pair-wise) con variables antecedentes y consecuentes del
síndrome. Este modelo ha sido establecido mediante ecuaciones estructurales. Con esta
metodología, Leiter (1989) considera que el síndrome de quemarse por el trabajo puede
ser incluido en los modelos generales de estrés laboral. Inicialmente se proponen como
antecedentes del síndrome el volumen de comunicación formal y la falta de satisfacción
laboral, mientras que el volumen de comunicación informal aliviaría los sentimientos de
quemarse (Leiter, 1988; Leiter y Maslach, 1988). Posteriormente, se incorporan
antecedentes como la sobrecarga laboral, los conflictos interpersonales, la falta de apoyo
social en el trabajo, el déficit en las habilidades del sujeto (Leiter, 1991), el conflicto de
rol (Leiter y Maslach, 1988), y consecuencias como la falta de compromiso con la
organización (Leiter y Maslach, 1988; Leiter, 1991). Estos autores también hacen
intervenir los diferentes tipos de estrategias de afrontamiento usadas por el sujeto frente
al estrés (Leiter, 1991) para probar el modelo mediante ecuaciones estructurales.
36
Golembiewski, Munzenrider y Stevenson (1986) que indican que sujetos con bajo
agotamiento emocional y baja despersonalización expresan altos sentimientos de baja
realización personal en el trabajo (fase 3 del modelo de fases). Además Golembiewski
(1989) señala que el modelo de Leiter no explica cómo el síndrome se instaura
progresivamente en los profesionales.
Sin embargo, los trabajos realizados por Leiter (1990; 1991) en los que se analizan las
relaciones entre las dimensiones del MBI y una serie de variables antecedentes y
consecuentes del síndrome mediante ecuaciones estructurales han presentado que la
relación entre despersonalización y realización personal en el trabajo, inicialmente
hipotetizada, no resulta significativa. Por ello, Leiter (1993) ha reformulado las relaciones
hipotetizadas inicialmente entre las dimensiones del MBI y ha planteado un nuevo
modelo (Figura 1.5).
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especial de la falta de apoyo social y de la falta de oportunidades para desarrollarse
profesionalmente (v. g., cooperación de las personas hacia las que se trabaja, autonomía,
participación en la toma de decisiones, etc.), y surgen de forma paralela a los
sentimientos de agotamiento emocional como respuesta del sujeto a esos estresores
laborales. Además, no se hipotetiza ningún tipo de relación entre los sentimientos de
realización personal en el trabajo y los de despersonalización.
Figura 1.5. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Leiter
(1993).
Figura 1.6. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Lee y
38
Ashforth (1993b).
39
Figura 1 .7. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el trabajo según Gil-
Monte, Peiró y Valcárcel (1995).
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crónico, desde marcos teóricos más amplios o diferentes a la propia teoría del síndrome.
Estos modelos agrupan una serie de variables, consideradas como antecedentes y
consecuentes del síndrome, y discuten a través de qué procesos los sujetos llegan a
sentirse quemados. Las teorías consideradas provienen principalmente de la Psicología
Social (v. g., teoría sociocognitiva del yo) y de la Psicología de las Organizaciones (v. g.,
teorías sobre el estrés laboral). Los intentos iniciales de elaborar modelos explicativos
desde la Psicología Clínica, en concreto desde la teoría psicoanalítica (Fischer, 1983), no
han tenido una continuidad posterior y han perdido su vigencia.
41
Los modelos elaborados para explicar la etiología del síndrome de quemarse por el
trabajo bajo los auspicios de esta teoría, se caracterizan por recoger las ideas de
A.Bandura según las cuales: a) Las cogniciones de los individuos influyen en lo que éstos
perciben y hacen y, a su vez, estas cogniciones se ven modificadas por los efectos de sus
acciones, y por la acumulación de las consecuencias observadas en los demás. b) La
creencia o grado de seguridad por parte de un sujeto en sus propias capacidades
determinará el empeño que el sujeto pondrá para conseguir sus objetivos y la facilidad o
dificultad en conseguirlos, y también determinará ciertas reacciones emocionales, como la
depresión o estrés, que acompañan a la acción.
Como ha quedado reflejado en el Cuadro 1.1, se han revisado tres modelos del
síndrome de quemarse por el trabajo elaborados desde esta perspectiva teórica: modelo
de competencia social de Harrison (1983), modelo de Cherniss (1993), y modelo de
Thompson, Page y Cooper (1993).
42
trabajo es fundamentalmente una función de la competencia percibida y en base a ello
elabora el modelo que aparece en la Figura 1.8.
Para este autor la mayoría de los sujetos que empiezan a trabajar en profesiones de
servicios de ayuda están altamente motivados para ayudar a los demás y tienen un
sentimiento elevado de altruismo. Sin embargo, en su entorno laboral se encuentran con
una serie de circunstancias que Harrison califica como factores de ayuda, cuando
facilitan la actividad del sujeto, o factores barrera, cuando la dificultan. Entre estos
factores están la existencia de objetivos laborales realistas, el nivel de ajuste entre los
valores del sujeto y la institución, la capacitación profesional (conocimientos y
preparación), la toma de decisiones, ambigüedad de rol, disponibilidad y disposición de
los recursos, retroalimentación recibida, sobrecarga laboral, etc.
43
positiva en la motivación para ayudar.
Por el contrario, cuando lo que los sujetos encuentran en el entorno son factores
barrera, los sentimientos de eficacia disminuyen, porque el sujeto no acaba de conseguir
sus objetivos, y esto afecta negativamente a la esperanza de conseguirlos. Al mantenerse
esta situación en el tiempo se origina el síndrome de quemarse por el trabajo, que por
retroalimentación facilita el desarrollo de los factores barrera, disminuye los sentimientos
de eficacia percibida y la motivación para ayudar. Harrison (1983) señala que el modelo
de competencia social es especialmente aplicable a los sujetos que han desarrollado
expectativas muy elevadas sobre la consecución de los objetivos labora les, e intentan
ayudar a los demás en situaciones en las que se requiere algo más que la simple
motivación para alcanzar el éxito.
Dado este prerrequisito, Pines (1993) señala que el síndrome de quemarse por el
trabajo se desarrollará en los sujetos que se fijan grandes expectativas y altos objetivos
en su vida profesional. Así, los sujetos muy motivados por su labor y altamente
identificados con su trabajo, al que atribuyen un significado existencial, cuando fracasan
en la consecución de sus objetivos, se frustran sus expectativas, y sienten que no es
posible realizar una contribución significativa a la vida, desarrollan el síndrome de
quemarse por el trabajo. Para Pines el síndrome es el resultado de un proceso de
desilusión, un fallo en la búsqueda de un sentido para nuestra vida en sujetos altamente
motivados hacia su trabajo. Según este autor, un sujeto que no esté inicialmente muy
motivado puede experimentar estrés, alienación, depresión, o fatiga, pero no el síndrome
de quemarse por el trabajo.
El modelo elaborado por Cherniss se basa en el modelo formulado por Hall (1976)
para explicar las relaciones entre desempeño de tareas, sentimientos subjetivos de éxito o
fracaso que experimenta el sujeto tras el desempeño, y las consecuencias que se derivan
para la autoestima, la motivación, la satisfacción y la implicación laboral. Cherniss
incorpora además las ideas de Bandura (1989) sobre autoeficacia para explicar la
44
etiología del síndrome de quemarse por el trabajo.
45
Figura 1.9. Modelo explicativo de Cherniss (1993) (adaptado de p. 137).
Por otra parte, según Cherniss (1993: 138), es posible establecer una relación causal
desde la incapacidad del sujeto para desarrollar sentimientos de competencia o éxito
personal y el síndrome de quemarse por el trabajo. Para ello, el autor incorpora la noción
de "autoeficacia percibida" de Bandura (1989), entendida como las creencias que las
personas tienen sobre sus capacidades para ejercer un control sobre las situaciones que
46
les afectan. Reconocer el papel central de la autoeficacia en la etiología del síndrome
permite explicar por qué ciertas características del entorno laboral, tales como la baja
autonomía, conducen especialmente al síndrome. El éxito y el logro de los objetivos
personales por uno mismo aumenta los sentimientos de autoeficacia, mientras que el fallo
en alcanzar estos objetivos conlleva sentimientos de fracaso, baja autoeficacia y puede
dar lugar al desarrollo del síndrome de quemarse.
Para Cherniss, se puede afirmar que existe una unión entre sentimientos de
autoeficacia, compromiso y motivación, y entre aquélla y estrés. Los sujetos con fuertes
sentimientos de autoeficacia percibida experimentan menos estrés en las situaciones de
amenaza, y las situaciones son menos estresantes cuando los sujetos creen que pueden
afrontarlas de manera exitosa. Debido a que el síndrome de quemarse es una respuesta al
estrés, la relación entre autoeficacia y estrés sugiere además una relación con el síndrome
de quemarse.
47
que puntúan alto en el rasgo de autoconciencia y pesimismo tienden a resolver las
dificultades retirándose de manera mental o conductual de la situación problemática. El
retiro conductual de los profesionales denota una tendencia a abandonar progresivamente
los intentos de reducir las discrepancias percibidas en el logro de los objetivos
profesionales. Las conductas de despersonalización son consideradas en este modelo
como un patrón de retiro conductual. Pero además, cuando los profesionales no pueden
desarrollar estas conductas de abandono experimentan sentimientos de desamparo
profesional que pueden dar lugar a un retiro psicológico. Dentro de este tipo de retiro
encuadran los sentimientos de agotamiento emocional.
48
Figura 1.10. Modelo de autocontrol de Thompson y col. (1 993).
Los modelos elaborados desde las teorías del intercambio social parten de los
principios teóricos de la teoría de la equidad (modelo de comparación social de Buunk y
Schaufeli, 1993) o de la teoría de la conservación de recursos (modelo de Hobfoll y
49
Fredy, 1993), y proponen que el síndrome de quemarse por el trabajo tiene su etiología,
principalmente, en las percepciones de falta de equidad o de ganancia que desarrollan los
sujetos como resultado del proceso de comparación social cuando se establecen
relaciones interpersonales. Los profesionales de los servicios de ayuda establecen
relaciones de intercambio (v. g., ayuda, aprecio, gratitud, reconocimiento, etc.) con los
receptores de su trabajo, con los compañeros, con los supervisores, y con la
organización, y en estas relaciones, las expectativas de equidad o ganancia sobre esos
intercambios juegan un papel importante. Cuando de manera continuada los sujetos
perciben que aportan más de lo que reciben a cambio de su implicación personal y de su
esfuerzo, sin ser capaces de resolver adecuadamente esa situación, desarrollarán
sentimientos de quemarse por el trabajo.
b)Los procesos de afiliación y comparación social con los compañeros (véase Figura
1.11).
50
Un problema adicional viene dado por aquellos pacientes que no siguen las
instrucciones y las recomendaciones, y por lo tanto, mejoran muy lentamente o no lo
hacen. Junto a estas situaciones, en la profesión de enfermería también existen una serie
de variables que no pueden ser controladas por esos profesionales: la cooperación de los
pacientes y su recuperación o muerte, las decisiones médicas y administrativas, los
procedimientos burocráticos, la falta de apoyo social, y los conflictos con los médicos y
con los compañeros.
Figura 1.11. Modelo de comparación social del Síndrome de quemarse por el trabajo de
Buunk y Schaufeli (1993).
51
la falta de apoyo social, que contribuye al desarrollo del síndrome de quemarse, los
autores destacan que los procesos de afiliación social llevarían también a situaciones de
contagio del síndrome. En estas situaciones las personas con altas necesidades de
comparación social adoptarían los síntomas del síndrome que perciben en sus
compañeros.
Asimismo, Buunk y Schaufeli (1993) indican que la relación entre estas variables
antecedentes y los sentimientos de quemarse por el trabajo está modulada por los
sentimientos de autoestima, por los niveles de reactividad del sujeto (la intensidad de la
respuesta del sujeto ante estímulos internos y externos), y por la orientación en el
intercambio (predisposición de los individuos hacia la reciprocidad, hacia la recompensa
inmediata y equivalente, o hacia no aceptar favores que no puedan ser devueltos en un
plazo breve).
Por último, en relación a las dimensiones del MBI, los autores consideran que el
síndrome tiene un doble componente: emocional y actitudinal. El componente emocional
está integrado por los sentimientos de agotamiento emocional, que son entendidos como
una reacción ante el estrés laboral determinada por características individuales. Por otra
parte, el componente de carácter actitudinal está integrado por los sentimientos de
despersonalización y de baja realización personal en el trabajo. La despersonalización es
una estrategia de afrontamiento ante los sentimientos de agotamiento emocional
caracterizada por el desarrollo de actitudes negativas hacia los pacientes, y se da con
preferencia en los profesionales de enfermería con una fuerte necesidad de reciprocidad
en las relaciones sociales. Por otra parte, los sentimientos de baja realización personal en
el trabajo se caracterizan por una actitud negativa hacia sí mismo en relación al
desempeño del trabajo, y son entendidos como una estrategia de afrontamiento ante los
sentimientos de agotamiento emocional, pero asociada a la existencia de bajos niveles de
autoestima.
52
amenazado o frustrado. Los motivadores los constituyen los recursos, entendiendo por
tal la posesión de objetos o condiciones de valor, características de personalidad, o
energía para el desempeño de las actividades cotidianas. Los estresores laborales
amenazan los recursos de los sujetos al generar inseguridad sobre sus habilidades para
alcanzar el éxito profesional. Los autores subrayan la importancia de las relaciones con
los demás (supervisores, compañeros y personas hacia las que se dirige el trabajo) y sus
consecuencias como fuente de estrés en la percepción de situaciones de pérdida o
ganancia.
Según Hobfoll y Fredy (1993), los sujetos se esfuerzan continuamente por protegerse
de la pérdida de recursos dado que es más importante tener unos niveles mínimos que
conseguir recursos extras. La pérdida de recursos se considera más importante que la
ganancia para el desarrollo del síndrome de quemarse. No obstante, la ganancia de
recursos es también importante dado que disminuye la posibilidad de pérdidas. Por
ejemplo, para un maestro resultan más estresante las relaciones deterioradas con los
padres de los alumnos y los problemas que éstos le crean, o las evaluaciones negativas de
la dirección que la falta de recompensas por un trabajo bien hecho, aunque estas
recompensas pueden aumentar su autoestima y autoeficacia, y disminuir los niveles de
estrés percibido.
El tipo de estrategia de afrontamiento que empleen los sujetos también influirá sobre
el síndrome de quemarse. Dado que el modelo está basado en una teoría de corte
motivacional, los autores señalan que el empleo de estrategias de afrontamiento de
carácter activo disminuirá los sentimientos de quemarse pues conllevan una ganancia de
recursos. Hobfoll y Fredy (1993) señalan que para prevenir el síndrome hay que
enfatizar la consecución de recursos que permitan un desempeño eficaz del traba jo y, en
menor medida, cambiar las percepciones y cogniciones de los sujetos. Si los sujetos
consiguen evitar la pérdida de recursos o aumentar los ya poseídos, cambiarán sus
percepciones y cogniciones de manera positiva y, consecuentemente, disminuirán los
niveles de estrés percibido y del síndrome.
53
Variables como la estructura organizacional, el clima organizacional, las disfunciones
de rol o el apoyo social percibido, juegan un papel relevante en la etiología del síndrome.
Junto a estas variables, el desarrollo de estrategias de afrontamiento eficaces para
manejar los estresores y la respuesta negativa que elicitan determinarán la aparición y el
desarrollo del síndrome en el sujeto.
54
Golembiewski y col. (1983) señalan, a diferencia de otros autores (v. g., Maslach y
Jackson, 1981; Cox, Kuk y Leiter, 1993; entre otros) que el síndrome de quemarse se
puede desarrollar en todo tipo de profesionales, no exclusivamente en aquellos que
trabajan en contacto directo con los receptores de su trabajo. De hecho, en una gran
parte de sus trabajos emplean como sujetos muestras de directivos, vendedores o
profesionales que no trabajan en servicios.
El modelo de Cox y col. (1993) aborda el síndrome de quemarse por el trabajo desde
la perspectiva transaccional del estrés laboral. Los autores parten del modelo
transaccional de estrés laboral de Cox y colaboradores (Cox, 1978; Cox y Mackay, 1981)
para explicar cómo surge el síndrome y consideran que éste es un episodio particular
dentro del proceso de estrés laboral que se da específicamente entre profesionales de los
servicios humanos.
Figura 1.12. Adaptación del modelo transaccional de Cox, Kuk y Leiter (1993). Las
variables salud de la organización, despersonalización y baja realización personal en el
trabajo han sido incorporadas al modelo siguiendo el texto original.
55
En la línea de los trabajos de Leiter y colaboradores (Leiter y Maslach, 1988; Le¡ter,
1989), el síndrome de quemarse es entendido como una respuesta al estrés laboral que se
desarrolla cuando las estrategias de afrontamiento empleadas por el sujeto no resultan
eficaces para manejar el estrés laboral y sus efectos. En el modelo (Figura 1.12) se
incluyen como variables "sentirse gastado" (sentimientos de cansancio, confusión y
debilidad emocional) y "sentirse presionado y tenso" (sentimientos de amenaza, tensión y
ansiedad). Estas variables, indicadores de bienestar, son una parte de la respuesta al
estrés laboral, y están en relación directa con los procesos de evaluación de los
estresores, con la respuesta emocional que desarrolla el sujeto, con las respuestas de
afrontamiento, y con sus efectos sobre la situación y el sujeto.
Cox y col. (1993) hipotetizan que la "salud de la organización" puede ser una variable
moduladora de la relación estrés-síndrome de quemarse por el trabajo. Esta variable
viene determinada por el ajuste, la coherencia e integración de los sistemas psicosociales
de la organización, y por la forma en que su estructura, sus políticas y procedimientos,
son percibidos coherentemente por sus miembros. Este constructo ha sido identificado
como antecedente de los niveles de estrés percibidos y de la intensidad de la respuesta
desarrollada por los sujetos ante el estrés. Asimismo, Cox y col. (1993: 182) apuntan que
la realización personal en el trabajo podría tener una acción moduladora en los efectos
que los sentimientos de agotamiento emocional ejercen sobre las actitudes de
despersonalización. No obstante, no se ha obtenido evidencia empírica sobre esta
hipotética relación.
56
laboral. Por tanto, desestima la conceptualización tridimensional del síndrome elaborada
por Maslach y Jackson (1981). No obstante, Winnubst apunta también que no sigue la
diferenciación establecida por Pines y col. (1981), según la cual el síndrome de quemarse
es específico de los profesionales de la salud mientras que el tedio se aplica a otros
profesionales. Además, toma como referencia los trabajos de Golembiewski y
colaboradores (Golembiewski y col., 1983; 1986), y considera que el síndrome de
quemarse por el trabajo afecta a todo tipo de profesionales y no sólo a los de
organizaciones de servicios de ayuda.
Figura 1.13. Modelo de Winnubst (1993) sobre el síndrome de quemarse por el trabajo.
57
Los antecedentes del síndrome varían dependiendo del tipo de estructura
organizacional y de la institucionalización del apoyo social. En las burocracias mecánicas,
el síndrome de quemarse es causado por el agotamiento emocional diario consecuencia
de la rutina, la monotonía y la falta de control derivadas de la estructura. Pero, en las
burocracias profesionalizadas, el síndrome está causado por la relativa laxitud de esa
estructura que conlleva una confrontación continua con los demás miembros de la
organización, y origina disfunciones en el rol y conflictos interpersonales.
Por otra parte, los sistemas de apoyo social están íntimamente relacionados con el
tipo de estructura organizacional. En una burocracia mecánica, la jerarquía y la autoridad
juegan un papel importante, por lo que la mayoría de la comunicación es vertical. El
apoyo social es en mayor medida de tipo instrumental. Sin embargo, en las burocracias
profesionalizadas el trabajo en equipo y la dirección son más importantes, y el flujo de
comunicación horizontal es mayor que el de la comunicación vertical. El apoyo social en
las burocracias profesionalizadas es, en mayor medida, de tipo emocional e informal. Por
tanto, el apoyo social en el trabajo afecta de manera importante la percepción que el
sujeto tiene de la estructura organizacional.
2)Los sistemas de apoyo social surgen en interdependencia con el clima laboral por lo
que pueden ser mantenidos y mejorados optimizando el clima.
4)Estos criterios éticos hacen posible predecir en qué medida las organizaciones
inducirán en sus miembros tensión y el síndrome de quemarse por el trabajo.
Dado que a través del apoyo social es posible influir sobre las diversas disfunciones
que se derivan de cualquier tipo de estructura organizacional, esta variable es considerada
en el modelo una variable central de cara a la intervención sobre el síndrome.
58
Al presentar los modelos explicativos sobre el síndrome de quemarse por el trabajo se
han analizado tres líneas de investigación. La primera de ellas resalta la importancia de
las variables personales en la etiología del síndrome. Desde esta perspectiva se enfatizan
variables como los sentimientos de competencia (Harrison, 1983), el sentido existencial
que se alcanza a través de la realización del trabajo (Pines, 1993), la autoeficacia
(Cherniss, 1993), y los niveles de autoconciencia del sujeto (Thompson y col., 1993). La
segunda línea de investigación hace hincapié en los procesos de interacción social y sus
consecuencias para los profesionales. En ella se resalta la importancia que tienen la
percepción de relaciones equitativas por parte del sujeto (Buunk y Schaufeli, 1993), y
que estas no supongan ningún tipo de amenaza o pérdida (Hobfoll y Fredy, 1993). La
tercera línea destaca la importancia de las variables del entorno laboral en la etiología del
síndrome, en especial las disfunciones del rol (Golembiewski y col., 1983), los problemas
derivados del tipo de estructura organizacional (Winnubst, 1993), y el clima
organizacional (Winnubst, 1993). En algunos casos, también se destaca la importancia de
las estrategias de afrontamiento (Golembiewski y col., 1983; Cox y col., 1993).
Desde estas consideraciones, Gil-Monte y col. (1995) han elaborado un modelo sobre
la etiología, proceso y consecuencias del síndrome de quemarse por el trabajo (Figura
1.14). A falta de estudios de carácter longitudinal que confirmen el modelo, los resultados
obtenidos a través de ecuaciones estructurales presentan que las variables consideradas y
su secuencia pueden dar una explicación adecuada de la etiología y del proceso del
síndrome. En este trabajo, la varianza explicada en los sentimientos de realización
personal en el trabajo fue del 25%. Esta varianza fue función de los sentimientos de
autoconfianza, del apoyo social en el trabajo, de la ambigüedad de rol y de la frecuencia
con que los sujetos emplearon estrategias de afrontamiento de carácter activo. Para los
sentimientos de agotamiento emocional la varianza explicada fue del 35%, y vino
59
explicada en su mayor parte por el conflicto de rol, aunque también intervinieron los
sentimientos de autoconfianza, el apoyo social, y la frecuencia con que los sujetos
emplearon estrategias de afrontamiento de evitación. Por último, la varianza explicada en
los sentimientos de despersonalización fue del 26%, y se debió fundamentalmente a los
sentimientos de agotamiento emocional, a la realización personal en el trabajo, y al apoyo
social en el trabajo, pues los efectos totales de éste sobre aquella fueron de .30. Para el
total del modelo la varianza explicada por el conjunto de las variables fue de un 54%.
1.8. Resumen
60
explicativos).
61
62
2.1. Introducción
El principal problema para conseguir medidas fiables y válidas del síndrome a través
de cuestionarios ha sido la vaguedad o la amplitud con que éste ha sido definido. En las
primeras definiciones del síndrome se incluyeron multitud de síntomas (Perlman y
Hartman, 1982, contaron hasta 48 definiciones del mismo) lo que originó una seria
confusión conceptual y una gran dificultad para la elaboración de medidas que lo
evaluasen en toda su amplitud y permitiesen discriminarlo de otros constructos similares.
No obstante, después de dos décadas de estudio se pueden identificar diferentes escalas
para su medida que han sido empleadas con mayor o menor frecuencia y éxito.
63
Las escalas elaboradas para la medida del síndrome de quemarse pueden distinguirse
en base a la cantidad de estudios psicométricos realizados sobre ellas, y al volumen de
investigación que desde ellas se ha generado.
Un segundo tipo de cuestionarios son aquellos que, aunque han sido empleados con
poca frecuencia, sus ítems y los trabajos en los que se emplean tienen cierto rigor
metodológico (v. g., cálculo de la fiabilidad y de la validez convergente y/o discriminante,
análisis factorial de sus dimensiones, definición teórica de esas dimensiones, etc.).
Algunos de estos instrumentos han sido elaborados para estimar el síndrome
exclusivamente en profesionales de servicios de ayuda. Por ejemplo, el Teacher Burnout
Scale (TBS), elaborado por Seidman y Zager (1986-1987), es un cuestionario para
estimar el síndrome de quemarse en maestros. El cuestionario esta formado por 21 ítems
que arrojan 4 factores: satisfacción con la profesión, apoyo administrativo percibido,
afrontamiento del estrés laboral y, actitudes hacia los estudiantes. El instrumento fue
depurado mediante sucesivos análisis factoriales con diferentes muestras de maestros.
Seidman y Zager (1986-1987) con una muestra de maestros (N = 490), ofrecen
correlaciones del TBS entre moderadas (r = .39) y altas (r = .72) con las escalas del
MBI, la consistencia interna de las escalas, estimada mediante alfa de Cronbach, se situó
entre a = .72 y a = .89, y la fiabilidad test-retest osciló entre r = .56 y r = .82, para las
diferentes escalas.
64
por la insolencia de mis alumnos", etc.). Un análisis factorial con una muestra de 365
maestros arrojó 3 factores denominados: sentimientos generales de sentirse quemado
(integrado básicamente por sentimientos de agotamiento emocional), compromiso
profesional hacia la enseñanza, y sentimientos de gratificación por trabajar con los
alumnos.
Sin embargo, otros autores consideran que el síndrome puede afectar a cualquier tipo
de profesionales e incluso a estudiantes. Por ejemplo, Meier (1984) empleó el Meier
Burnout Assessment (MBA) para evaluar el síndrome: una escala con 27 ítems de
formato verdadero o falso. Con una muestra de 120 estudiantes, el valor alfa de
Cronbach del cuestionario fue a = .82, y su correlación con el MBI r = .58 (Meier y
Schmeck, 1985), y a = .79, r = .61, respectivamente, con una muestra de 320 trabaja
dores de una universidad (Meier, 1984). Sin embargo, aunque estos autores entienden el
síndrome de quemarse como la existencia de bajas expectativas de recompensa laboral,
acompañado por agotamiento físico y emocional, en la versión de la escala empleada
para evaluar el síndrome en estudiantes (Meier y Schmeck, 1985), reducen la experiencia
del síndrome a la existencia de sentimientos de fallo profesional, incompetencia y
sentimientos de baja realización personal en el trabajo. McCarthy, Pretty y Catano
(1990), obtuvieron una correlación significativa entre la puntuación en la escala y la
frecuencia de problemas psicosomáticos (r = .46) para una muestra de estudiantes
universitarios (N = 360).
Por lo que respecta a las escalas elaboradas en nuestro país, cabe citar la escala
denominada Efectos Psíquicos del Burnout (EPB), elaborada por García y colaboradores
65
(García y Velandrino, 1992; García, Castellón, Albaladejo y García, 1993; García, Llor y
Sáez, 1994). Estos autores definen el síndrome de quemarse por el trabajo como un
sentimiento de agotamiento, desgaste o fatiga psíquica, producida por un sobreesfuerzo
laboral que se manifiesta en severas pérdidas de energía, y en un descenso de la calidad y
cantidad del rendimiento (García y Velandrino, 1992). Para estimar los contenidos de
este concepto, el EPB contiene 12 ítems con respuestas valoradas según una escala tipo
Likert de siete grados. Con una muestra de diferentes profesionales (enfermeras,
maestros y trabajadores sociales, N = 144), García y Velandrino (1992) presentan que la
estructura factorial arroja dos factores que explican el 62.6% de la varianza: actitudes
negativas hacia el trabajo (9 ítems), y expectativas negativas hacia el trabajo (3 ítems).
García y col. (1994) han obtenido para la escala un valor de consistencia interna U. =
.92, con una muestra multiprofesional (N = 238). En ese estudio, la escala presentó
valores de validez convergente adecuados con la subescala de agotamiento emocional del
MBI (r = .82). La validez discriminante, respecto a constructos como satisfacción laboral
y problemas físicos, ha sido, asimismo, adecuada (García y Velandrino, 1992).
Otros instrumentos de aplicación limitada elaborados para medir el síndrome han sido
el Gillespie-Numerof Burnout Inventory (Gillespie y Numerof, 1984; Seltzer y Numerof,
1988), formado por 10 ítems que estiman aspectos emocionales y actitudinales derivados
del trabajo, con una consistencia interna a = .94 para una muestra de 875 estudiantes de
empresa (Seltzer y Numerof, 1988). Asimismo, Ford, Murphy y Edwards (1983)
presentan una escala denominada Job Burnout Inventory (.1131) que estima el síndrome
mediante 15 ítems, a través de los que se valoran sentimientos y emociones generadas
por el desempeño del trabajo (v. g., percepción de falta de logro y fatiga emocional), pero
también aspectos del entorno laboral (v. g., la percepción que el sujeto tiene de la
organización y de sus compañeros). El instrumento arrojó diferente número de factores
en función de las características profesionales de las muestras empleadas para su
factorización. Así, con una muestra de profesionales de servicios de ayuda (N = 237) se
aislaron 5 factores (falta de logro, falta de apoyo social, falta de control, fatiga y apoyo
de la organización), y con una muestra de trabajadores no pertenecientes a profesiones
de ayuda (N = 150) se aislaron 2 factores (agotamiento emocional y falta de recursos).
66
Scale for Health Professionals" (SBS-HP) para medir el síndrome de quemarse de forma
específica en profesionales de la salud. Como aparece reflejado en el Cuadro 2.1, el
cuestionario está formado por 30 ítems que son valorados con una escala de 6 grados en
la que el sujeto indica en qué medida está de acuerdo con lo que se expresa en el ítem.
Los anclajes de la escala son "Totalmente de acuerdo" (7), "Bastante de acuerdo" (6),
"Algo de acuerdo" (5), "Algo en desacuerdo" (3), "Bastante en desacuerdo" (2) y,
"Totalmente en desacuerdo" (1).
CUADRO 2.1. Ítems del cuestionario "Staff Burnout Scale for Health Professionals"
(SBS-HP) (Jones, 1980).
67
Aunque la escala fue elaborada para estimar el síndrome en profesionales de la salud,
en algunos trabajos, tras la modificación de sus ítems, ha sido empleada para estimar el
síndrome en otro tipo de profesionales de servicios de ayuda como supervisores,
trabajadores sociales, y funcionarios (Brookings y col., 1985). Hay que señalar que el
SBS-HP tiene una visión del síndrome más amplia que otros cuestionarios elaborados
con posterioridad, como son el MBI o el BM. El SBS-HP incluye en las dimensiones del
68
síndrome de quemarse variables como insatisfacción laboral, tensión psicológica, y
problemas de salud, al igual que otros instrumentos (v. g., "Teacher Burnout Scale",
"Teacher Attitude Scale", etc.). Actualmente estas variables no son consideradas como
tales dimensiones, aunque aparecen asociadas significativamente a las otras dimensiones
del síndrome, cuando se estima con el MBI. Esta situación se deriva de la amplia
utilización del MBI para evaluar el síndrome, lo que ha generado que se conceptualice
habitualmente según las dimensiones de esta escala.
Pines y colaboradores (Pines y col., 1981; Pines, 1983; Pines y Aronson, 1988)
entienden que el síndrome de quemarse por el trabajo es un estado de fatiga emocional,
física y mental, resultado de implicarse con personas en situaciones que son
emocionalmente demandantes. Estas situaciones son características de la mayoría de los
servicios de ayuda. Junto a ese estado de fatiga general, el síndrome se caracteriza
también por sentimientos de impotencia, inutilidad, incompetencia y fallo, sensaciones de
sentirse atrapado, actitudes negativas hacia el trabajo y hacia otros aspectos de la vida,
baja autoestima y bajo autoconcepto (Pines, 1983; Pines y Aronson, 1988).
Basándose en este concepto Pines y col. (1981) elaboran el "Tedium Measure" (TM)
como un cuestionario adecuado para estimar el síndrome. Estos autores distinguieron
inicialmente entre tedio y síndrome de quemarse por el trabajo, pues consideraron que
aunque ambos constructos tienen una sintomatología similar su origen es diferente. Como
se ha señalado en el Capítulo 1, para estos autores el tedio es el resultado de presiones
físicas o psicológicas de carácter crónico, mientras que el síndrome de quemarse por el
trabajo es el resultado de una presión emocional de carácter crónico que se asocia
específicamente a una intensa y prolongada implicación con las personas a las que se
atiende (Pines y col., 1981: 15). Sobre la base de esta diferenciación cuando el TM se
emplea en profesiones que no son de ayuda se está estimando el constructo denominado
tedio, mientras que cuando se emplea en profesionales de servicio de ayuda se estima el
síndrome de quemarse por el trabajo. Posteriormente, abandonaron esta diferenciación
entre tedio y síndrome de quemarse por el trabajo, y ampliaron el concepto del síndrome
que ahora incluye el tedio (Pines y Aronson, 1988). Como consecuencia el TM ha
pasado a ser denominado "Burnout Measure" (BM), y el síndrome se puede desarrollar
tanto en profesionales de servicios de ayuda como en otro tipo de profesionales.
69
agotamiento mental (7 ítems) (Cuadro 2.2). Los ítems son valorados con una escala de 7
grados que va de "Nunca" (1) a "Siempre" (7). La puntuación en las tres dimensiones
que mide la escala se combinan en una puntuación única que da un índice indicativo de
en qué grado el sujeto está quemado. Esta puntuación es la suma de la puntuación en los
21 ítems, de forma que los sujetos pueden alcanzar puntuaciones que oscilan entre 21 y
147.
CUADRO 2.2. Ítems del cuestionario "Burnout Measure" (BM) (Pines y Aronson,
1988).
70
correlaciones entre las puntuaciones del BM y las subescalas del MBI han sido intensas
con agotamiento emocional (r=.73,N=667) (Schaufeli y Dierendonck, 1993), y más
moderadas con despersonalización (r=.52,N=78) (Stout y Willims, 1983), y realización
personal en el trabajo (r = - .30) (Stout y Willims, 1983; Schaufeli y Dierendonck, 1993).
Por otra parte, también se han obtenido correlaciones significativas r de Pearson entre las
puntuaciones del BM y medidas de conflicto de rol, sobrecarga laboral, falta de apoyo
social en el trabajo, satisfacción laboral, problemas de salud e intenciones de abandono.
Drory y Shamir (1988) presentan que, en una muestra de 266 funcionarios de prisión, la
correlación alcanzada entre la puntuación del BM y conflicto de rol fue de r = .43; y la
correlación con sobrecarga laboral fue de r = .41 en el estudio realizado por McCranie y
col. (1987) para una muestra de 260 enfermeras. Además, en un estudio realizado con
267 trabajadores sociales, Melamed, Kushnir y Meier (1991) presentan que la
puntuación en el BM alcanzó una correlación moderada con apoyo social en el trabajo,
r=-.20. Con satisfacción laboral las correlaciones alcanzadas han oscilado entre r=-.44 (N
= 78) (Stout y Willims, 1983) yr=-.49 (N = 117) (Meier, Melamed y Abu-Freha, 1990),
con problemas de salud entre r = .78 (Meier y col., 1990) y r = .34 (Stout y Williams,
1983), y con intenciones de abandono la correlación ha sido de r = .58 (Pines y Aronson,
1988).
Por último, cabe mencionar dos críticas al BM como instrumento para estimar el
síndrome de quemarse por el trabajo. En primer lugar, como se expresó en el Capítulo 1,
Schaufeli y Dierendonck (1993) estudiaron la relación entre el BM y el MBI, para
concluir que el BM sólo evalúa los sentimientos de agotamiento emocional, pero no las
otras dos dimensiones del MBI (despersonalización y baja realización personal en el
trabajo). En segundo lugar, a pesar de la definición multidimensional que Pines y
colaboradores dan del síndrome, el BM es concebido como un cuestionario
unidimensional que no operacionaliza de manera adecuada la definición del síndrome
emitida por sus autores. Por lo tanto, el BM puede ser considerado como un instrumento
de investigación fiable y válido que estima los niveles de agotamiento experimentados por
el sujeto, pero no las variables actitudinales del síndrome. Y, aunque aquella dimensión es
la variable central del síndrome, es también insuficiente para su operacionalización por
ser bastante inespecífica.
71
Casi se podría afirmar que a partir de su elaboración se normaliza el concepto de
"quemarse por el trabajo", pues su definición más aceptada es el resultado de la
factorización del MBI, que lo conceptualiza como un síndrome caracterizado por
sentimientos de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal en
el trabajo.
Como señalan Schaufeli y col. (1993), el éxito del MBI puede que radique en el
trabajo de Perlman y Hartman (1982). En los primeros años de estudio del síndrome
existía una gran confusión sobre su conceptualización. Perlman y Hartman, realizaron un
trabajo de revisión en el que recopilaron más de 48 definiciones. Como conclusión a su
trabajo, los autores definieron el síndrome como "una respuesta al estrés crónico que
tiene tres componentes: a) agotamiento emocional y/o físico, b) baja productividad
laboral, y c) una excesiva despersonalización". Esta definición resultó muy similar a la
elaborada por Maslach y Jackson (1981) como resultado de la factorización del MBI y,
probablemente, generalizó su empleo y aceptación.
Este instrumento está formado por 22 ítems que se valoran con una escala tipo
Likert. En la versión inicial (Maslach y Jackson, 1981), la escala para valorar los ítems
presentaba 2 formas: una de frecuencia y otra de intensidad. En la forma de frecuencia el
sujeto valora, mediante un rango de 7 adjetivos que van de "Nunca" (0) a "Todos los
días" (6), con qué frecuencia experimenta cada una de las situaciones descritas en los
ítems (Cuadro 2.3). En la forma de intensidad, la escala de evaluación de los ítems tiene
8 grados, y el sujeto, valora la intensidad con la que siente esas mismas situaciones. Las
correlaciones entre ambas formas han oscilado entre r = .35 y r = .73, con una media de
r = .56. Dada la intensidad de las correlaciones entre ambas formas, Maslach y Jackson
(1986) consideraron que ambas formas se solapaban por lo que recomendaron retener la
forma de frecuencia y eliminar la de intensidad. Las razones de retener este formato es
que no es muy similar a otras formas de medida de actitudes o emociones y por tanto se
minimizan correlaciones espurias debidas a la similitud de los formatos de respuesta de
los cuestionarios. Además, los 7 grados de este formato están claramente anclados para
los sujetos y se puede afinar más respecto a la valoración de los sentimientos asumidos
para responder (Maslach y Jackson, 1986).
72
y Mason, 1989), entre otros. Estos factores constituyen las tres subescalas del MBI.
73
por el trabajo, la subescala de despersonalización (Depersonalization) (D) está formada
por 5 ítems que describen una respuesta impersonal y falta de sentimientos hacia los
sujetos objeto de atención, y la subescala de realización personal en el trabajo (Personal
accomplishment) (PA) está compuesta por 8 ítems que describen sentimientos de
competencia y realización exitosa en el trabajo hacia los demás. Es importante señalar
que las tres dimensiones del MBI no han sido deducidas teóricamente con anterioridad a
la elaboración del propio cuestionario sino que fueron etiquetadas y conceptualizadas
después de la elaboración de éste y como resultado de su factorización.
Desde la perspectiva del diagnóstico, tanto el constructo de quemarse como cada una
de sus dimensiones son consideradas como variables continuas y las puntuaciones de los
sujetos son clasificadas mediante un sistema de percentiles para cada escala. Los sujetos
por encima del percentil 75 se incluyen en la categoría "alto", entre el percentil 25 y el 75
en la categoría "medio", y por debajo del percentil 25 en la categoría "bajo" (Maslach y
Jackson, 1986). De este modo, un sujeto que se encuentra en la categoría "alto" en las
dimensiones de agotamiento emocional y despersonalización, y "bajo" para realización
personal en el trabajo puede ser categorizado como un sujeto con altos sentimientos de
74
estar quemado. Sin embargo, Schaufeli y Dierendonck (1995) señalan que este sistema
de categorización presenta problemas, en parte porque las puntuaciones en las diferentes
escalas puede que no se ajusten a una distribución normal, y en parte debido a que los
puntos de corte no han sido valorados empíricamente ni tienen validez clínica. Los
resultados de su estudio indican que los puntos de corte para categorizar a los sujetos en
los niveles del síndrome pueden ser diferentes para cada país. Otro resultado interesante
fue el obtenido al comparar las puntuaciones de una muestra de trabajadores en activo
(N = 3.892) con otra de trabajadores que estaban de baja por problemas psíquicos
derivados del trabajo (N = 142). Los puntos de corte para la muestra de trabajadores en
activo eran significativamente más bajos, por tanto no parece adecuado emplear los
puntos de corte obtenidos en muestras normales, integradas por profesionales en activo,
para clasificar a los sujetos como clínicamente quemados.
También existe una importante discusión sobre la interrelación entre las tres
dimensiones del MBI y el carácter de las variables que están evaluando. Hay autores que
consideran que el MBI ofrece dos componentes: uno estaría integrado por agotamiento
emocional y despersonalización, entendiéndose ésta como una estrategia de
afrontamiento al agotamiento emocional, y el otro componente lo constituiría la falta de
realización personal en el trabajo (Gaines y Jermier, 1983; Maslach y Jackson, 1986; Lee
y Ashforth, 1990; Holgate y Clegg, 1991; Leiter, 1991). Otros autores consideran que el
MBI tiene un componente emocional (integrado por los sentimientos de agotamiento
emocional) y otro componente actitudinal (integrado por despersonalización y baja
realización personal en el trabajo) (Schaufeli y Dierendonck, 1993; Dierendonck y col.,
1994). Por último, otros abogan por mantener tres componentes y la independencia de
las tres dimensiones a la hora de ser estimadas dado que subyacen elementos diferentes
como emociones, actitudes y cogniciones (Gil-Monte y col., 1995).
No cabe duda que el MBI es el instrumento que más se ha empleado para estimar el
síndrome de quemarse por el trabajo. Este cuestionario ha sido ampliamente empleado
para diversas profesiones y en diferentes países como Alemania (Enzmann y Kleiber,
1990), Australia (Pierce y Molloy, 1989), Canadá (Leiter, 1988; Golembiewski y col.,
1986), España (Oliver, Pastor, Aragoneses y Moreno, 1990; Gil-Monte y Schaufeli,
1991; Montalbán, Bonilla e Iglesias, 1995), EEUU (Maslach y Jackson, 1981), Francia
(Girault, 1990), Gran Bretaña (Firth, Mclntee, McKeown y Britton, 1985), Holanda
(Schaufeli y Dierendonck, 1993), Italia (Pedrabissi y Santinello, 1988), Jordania
(AbuHilal y Salameh, 1992), Polonia (Schaufeli y Janczur, 1994), Zimbabwe (Wilson y
Chiwakata, 1989), y un largo etcétera. Un problema derivado de esta diversidad afecta, a
la fiabilidad con que las diferentes traducciones trasladan a sus respectivos idiomas, el
significado de los ítems que conforman la versión original del cuestionario. Este hecho,
75
sin duda, origina los diferentes valores psicométricos encontrados para el cuestionario y
para las subescalas que lo conforman, así como la disparidad de resultados con él
obtenidos en los estudios de carácter correlacional. Además, supone una limitación de
cara a estudios transculturales.
76
= .56, en el estudio de Gorp y Schaufeli (1993) con una muestra de estudiantes de
enfermería (N = 142), y a = .63 en el estudio de Leiter y Maslach (1988) para una
muestra de enfermeras (N = 52).
77
de agotamiento emocional del MBI.
En nuestro país se han realizado diferentes traducciones del MBI, lo que ha originado,
entre otras cosas, diferentes nombres para una misma dimensión. Así, mientras que
existe consenso en denominar "despersonalización" a las actitudes negativas hacia las
personas a las que se atiende en el trabajo (Oliver y col., 1990; Gil-Monte, 1991), la
aparición de sentimientos de estar abrumado y agotado emocionalmente por el trabajo,
aparece etiquetada como "agotamiento emocional" (García, 1990; GilMonte, 1991), o
"cansancio emocional" (Oliver y col., 1990), y la evaluación que el sujeto hace de su
competencia laboral, y la actitud que de ella se deriva, se denomina indistintamente
"realización personal en el trabajo" (Gil-Monte, 1991; Montalbán y col., 1995),
"realización personal" (Oliver y col., 1990), y "rendimiento o logro personal" (García,
1990).
Respecto a la consistencia interna, los valores alfa de Cronbach alcanzados por las
subescalas del MBI en los estudios realizados en España han sido diversos, aunque
pueden considerarse similares a los obtenidos en otros países. Para la realización personal
en el trabajo, estos valores oscilan entre a = .78, en el estudio de Oliver (1993) con una
muestra de profesores de enseñanza media (N = 100), y U. = .68, en el estudio de Gil-
Monte, Valcárcel y Zornoza (1993c) con una muestra de profesionales de enfermería (N
= 102). Para la subescala de agotamiento emocional, los valores se ubican entre a = .88,
en el estudio de Gil-Monte y col. (1995) con una muestra de profesionales de enfermería
(N =196), y a = .80, en el estudio de García y col. (1994) realizado con una muestra de
personal hospitalario diverso (N = 238). Para la subescala de despersonalización los
valores han sido los más bajos, estando comprendidos entre a = .63, en el estudio de Gil-
Monte y col. (1993c), y a = .34, alcanzado en el estudio de García y col. (1994). Como
se aprecia, las subescalas de realización personal en el trabajo y agotamiento emocional
han alcanzado, en general, valores bastante aceptables, mientras que la subescala de
despersonalización presenta cierta debilidad psicométrica.
78
explicó el 15.59% de la varianza. Y el tercer factor, denominado Realización personal,
con 9 ítems explicó el 13.86% de la varianza. No obstante, algunos de los ítems
saturaron en dos factores. La autora señala como más significativo el caso de los ítems
13 y 16 que, además de saturar en la escala de agotamiento emocional, saturaron más
intensamente, aunque de manera negativa, en la escala de realización personal en el
trabajo. Asimismo, alude al ítem 17, que obtuvo un peso similar en las di mensiones de
realización personal en el trabajo y despersonalización, aunque en la estructura original
estima los sentimientos de realización personal en el trabajo.
Sin embargo, García y col. (1994), con una muestra de personal hospitalario (N =
238), mediante el método de componentes principales y rotación varimax, obtienen 7
factores que explican el 61% de la varianza total. Para incluir un ítem en un factor
tomaron como criterio las saturaciones superiores a .40. Los ítems de la escala de
realización personal en el trabajo saturaron en los factores II y V, que juntos explicaron el
18.9% de la varianza: en el Factor II se agruparon los ítems 4, 7, 16 y 17, mientras que
en el Factor V saturaron los ítems 9, 12, 16 y 19. Los ítems de la escala de agotamiento
emocional saturaron en los factores 1 y VII, que juntos explicaron el 22% de la varianza:
el Factor 1 agrupó a los ítems 1, 2, 3, 6, 14 y 18, mientras que en el VII saturaron los
ítems 8, 13 y 20. Por último, los ítems de la escala de despersonalización saturaron en
tres factores diferentes que explicaron el 23.6% de la varianza: en el Factor III saturaron
los ítems 10 y 11, en el Factor IV saturaron los ítems 5 y 22, y en el Factor VI saturó
únicamente el ítem 15. Hay que señalar que en este estudio algunos ítems saturaron en
dos factores que estiman diferentes dimensiones. Es el caso de los ítems 14 y 20 de la
escala de agotamiento emocional, que saturaron también en el Factor III que estima
despersonalización. En lo que respecta al ítem 20, este resultado está en la línea de los
resultados obtenidos por Byrne (1992; 1993) y Belcastro y col. (1983).
Un análisis factorial de segundo orden arrojó dos factores que explicaron el 56.2% de
la varianza. El primero de ellos, denominado "Cansancio emocional y
despersonalización", agrupó los factores de primer orden, 1, II, IV, V y VI. El segundo
79
factor, denominado "Realización profesional", agrupó los factores de primer orden, 111 y
VII.
Respecto a las adaptaciones del MBI que reproducen la estructura trifactorial, cabe
citar la realizada por Moreno y colaboradores (Moreno y Oliver, 1992; Oliver y col.,
1990; Oliver, 1993). Inicialmente, la versión de estos autores mantiene los 9 ítems de la
escala de agotamiento emocional y los 8 ítems de la escala de realización personal en el
trabajo pero, a diferencia de la versión original, la escala de despersonalización queda
reducida a 3 ítems (ítems 5, 10 y 11). En trabajos posteriores, Moreno y colaboradores
han mejorado la escala de despersonalización "dada la importancia teórica que tiene para
el concepto de quemarse por el trabajo" (Moreno y Oliver, 1992). Para ello han realizado
una versión exclusiva de la variable despersonalización que contiene 16 ítems y que
comprende los siguientes descriptores: culpabilización del usuario, aislamiento, distancia
interpersonal, endurecimiento emocional, autodefensa deshumanizada, cambio negativo
en las actitudes hacia los usuarios, e irritabilidad con los usuarios. Además, estos autores
han desarrollado una escala en la que se integran también aspectos antecedentes y
consecuencias del síndrome. La escala, denominada "Cuestionario Breve de Burnout"
(CBB) está compuesta por 21 ítems que estiman 7 dimensiones (3 ítems por cada
dimensión): realización personal en el trabajo, agotamiento emocional,
despersonalización, tedio, características de la tarea, clima organizacional, y las
repercusiones del síndrome en la calidad de vida del sujeto, especial mente en sus
relaciones interpersonales. Moreno y Oliver (1992) señalan que el CBB es un
cuestionario para evaluar el síndrome de quemarse, sus antecedentes y consecuencias de
forma general.
Paralelamente al desarrollo del CBB, estos autores han desarrollado otra escala
específica para maestros y profesores. Esta escala ha sido denominada "Cuestionario de
Burnout del Profesorado" (CBP). Consta de 75 ítems, 2 cuestiones abiertas, 11
descriptores de salud física, y 9 referencias sociodemográficas o profesionales. La
estructura de este cuestionario, tras el análisis factorial con rotación quartimin, confirmó
la existencia de cuatro factores principales: estrés, síndrome de quemarse por el trabajo,
desorganización y problemática administrativa. Oliver (1993), con una muestra de
profesores de enseñanza media (N = 100), ha obtenido valores aceptables de consistencia
interna, validez concurrente, validez discriminante, y validez factorial, para ambos
instrumentos.
Finalmente, como conclusión al capítulo, hay que señalar que existe una gran
disparidad de instrumentos para estimar el síndrome de quemarse por el trabajo. Esta
disparidad de instrumentos está sustentada en el gran número de definiciones
80
conceptuales y modelos teóricos. No cabe duda de que la corta existencia del síndrome
cómo objeto de investigación psicosocial ha propiciado esta situación: no existe unidad de
criterio sobre qué es el síndrome de quemarse por el trabajo, qué variables agrupa, en
qué tipo de profesionales se desarrolla y en cuáles no, y cómo se desarrolla. Ello ha
propiciado el desarrollo de esta gran disparidad de instrumentos y conceptos que se
intentan operacionalizar.
Un problema añadido en el caso del MBI se deriva del solapamiento de las escalas en
una puntuación única. Evaluar el síndrome de quemarse por el trabajo mediante este
instrumento como un constructo unidimensional supone entenderlo como un estado, y
básicamente como un estado de agotamiento emocional. En este caso el síndrome de
quemarse por el trabajo se solapa parcialmente con otras respuestas al estrés, como
tedio, fatiga, agotamiento físico y psíquico, cansancio, etc. Dada la varianza que explica
cada una de las dimensiones del MBI en la puntuación total de la escala, los autores que
evalúan el síndrome de quemarse a través del MBI como un constructo unidimensional
están desestimando generalmente las dimensiones de despersonalización y falta de
realización personal en el trabajo, y atendiendo predominantemente a los aspectos de
agotamiento emocional. Sin embargo, los autores que lo evalúan mediante el MBI como
un constructo tridimensional consideran los tres aspectos, hasta el punto de que un sujeto
con bajas puntuaciones en agotamiento emocional pero altas en despersonalización y
falta de realización personal en el trabajo puede ser considerado como un sujeto con altos
sentimientos de estar quemado. Dado que altas puntuaciones en despersonalización y
bajas en realización personal en el trabajo no implican necesariamente altas puntuaciones
en agotamiento emocional, y viceversa, nos encontramos con que se están calificando
como sujetos quemados a sujetos con características diferentes y, además, se están
81
tomando como conceptos sinónimos constructos bastante dispares entre sí, que no
covarían necesariamente. Estimar el síndrome de quemarse por el trabajo como un
constructo unidimensional supone perder la perspectiva de síndrome, y su valor como
indicador de la eficacia de la organización en el servicio al usuario. Es necesario, por
tanto, unificar criterios sobre su conceptualización y medición.
2.6. Resumen
En este capítulo se han revisado los instrumentos utilizados para la medida del
síndrome de quemarse por el trabajo, de manera especial hemos considerado el SBSHP,
BM y MBI, dado que son los instrumentos que, con mayor frecuencia, se han empleado
para la estimación del síndrome, y los que mayor volumen de investigación han
generado. El capítulo se ha centrado especialmente en el MBI. Se ha discutido sobre su
consistencia interna y validez factorial, concurrente y discriminante. Hemos revisado los
estudios españoles en los que se ha empleado y sus adaptaciones. Finalmente, se señala
la necesidad de unificar criterios sobre el concepto del síndrome. En el próximo capítulo
plantearemos una revisión sistemática de sus desencadenantes y facilitadores.
82
83
3.1. Introducción
El síndrome de quemarse por el trabajo puede ser entendido como una experiencia
resultante de la combinación de estresores originados en el entorno social, en el entorno
laboral y en el propio sujeto. Variables de carácter demográfico (v. g., sexo, edad, estado
civil, número de hijos, etc.), el tipo de profesión, la utilización de medios tecnológicos en
el trabajo, disfunciones en el desempeño del rol, clima laboral, contenido del puesto y
características de personalidad, entre otras, han sido estudiados como antecedentes o
facilitadores del síndrome y con frecuencia los resultados muestran su capacidad
predictora de un porcentaje significativo de su varianza.
84
determinadas personas con mayor vulnerabilidad ante ellas. Desde esta perspec tiva el
desarrollo del síndrome de quemarse por el trabajo puede ser entendido como el
resultado de un proceso de interacción mediante el cual el sujeto busca ajustarse a su
entorno laboral, y en el que los factores ambientales (en especial el estrés de rol) son
elementos desencadenantes de importancia fundamental, mientras que las variables
personales cumplen una función facilitadora o inhibidora. Por tanto, la percepción que el
sujeto tenga de los estresores ambientales y de sus capacidades (v. g., autoconfianza)
junto a las estrategias de afrontamiento que emplee para afrontar el estrés (v. g.,
estrategias de afrontamiento de carácter activo o pasivo) determinarán el grado
subsecuente de sentirse quemado por el trabajo.
En este capítulo se revisan los estresores laborales más frecuentes estudiados como
desencadenantes y las variables personales facilitadoras del síndrome de quemarse por el
trabajo.
a)Ambiente físico de trabajo y contenidos del puesto como fuente de estrés laboral.
85
En el presente capítulo, para la discusión de los estresores como desencadenantes del
síndrome de quemarse por el trabajo, seguiremos esta taxonomía. Sin embargo,
consideramos que, dado que el síndrome de quemarse por el trabajo es sólo la respuesta
que el sujeto desarrolla ante el estrés laboral, es más adecuado categorizar las fuentes
extraorganizacionales de estrés laboral (relación trabajo-familia) como variables
facilitadoras del mismo en vez de categorizarlas como variables desencadenantes. Por
ello, en este apartado sólo se revisan las tres primeras categorías señaladas.
3.2.1. Ambiente físico de trabajo y contenidos del puesto como desencadenantes del
síndrome de quemarse por el trabajo
Estresores como el nivel de ruido que debe soportar el sujeto en el lugar de trabajo y
en concreto sus características de intensidad, control, predictibilidad y frecuencia, su
ponen una fuente importante de estrés laboral. Junto con el ruido, las vibraciones y las
características de la iluminación (luminosidad, brillo y contraste), así como la temperatura
y las condiciones climatológicas en las hay que trabajar, o las condiciones higiénicas del
lugar de trabajo, toxicidad de los elementos que hay que manejar en el puesto y la
disponibilidad de espacio físico para desempeñar el trabajo, aparecen descritos como
elementos del ambiente físico de trabajo desencadenantes de estrés laboral.
También, las demandas estresantes del puesto como los turnos rodados de trabajo, el
trabajo nocturno, estar expuesto a riesgos y peligros, o la sobrecarga laboral, pueden
desencadenar el síndrome de quemarse por el trabajo. Diferentes estudios presentan que,
con independencia del área ocupacional, la sobrecarga laboral percibida es un importante
desencadenante del síndrome de quemarse por el trabajo, especialmente por lo que
supone de incremento de los sentimientos de agotamiento emocional de los profesionales.
En muestras de profesionales de enfermería se han obtenido relaciones significativas
entre sobrecarga laboral percibida y bajos sentimientos de realización personal en el
86
trabajo (Richardsen, Burke y Leiter, 1992; Gil-Monte, Peiró y Valcárcel, 1993b). Las
características de esta profesión pueden dar una explicación a esos resultados, pues
dentro del rol de enfermería la sobrecarga laboral supone no poder atender
adecuadamente a los pacientes, incurrir en errores al administrar medicaciones, recibir
quejas de los familiares del paciente, del propio paciente por falta de atención y cuidados,
de los propios compañeros que tienen que asumir tareas que no se han generado en su
turno, e incluso asistir a la muerte de pacientes en situaciones de urgencia. Todas estas
situaciones, establecidas con carácter crónico, pueden generar en estos profesionales
sentimientos de falta de aptitud profesional, baja autoconfianza profesional y
consecuentemente baja realización personal en el trabajo. Estas situaciones, sin embargo,
no ocurren en otras profesiones en las que, por ejemplo, posponer la realización de tareas
o decidir su no realización por falta de tiempo no implica riesgo para la vida humana de la
persona a la que se atiende.
En relación a las demandas estresantes del puesto generadas por los contenidos del
puesto, variables como la oportunidad del sujeto para emplear las habilidades adquiridas,
la variedad de tareas que debe realizar, la retroinformación ("feed-back") recibida sobre
su desempeño o la identidad de las tareas que realiza, pueden llegar a ser una importante
fuente del síndrome de quemarse por el trabajo. Leiter (1990; 1991) mediante modelos
causales presenta que para los profesionales canadienses de un hospital psiquiátrico la
posibilidad de poner en práctica sus habilidades profesionales aumentaba los sentimientos
de realización personal en el trabajo y, en menor medida, disminuía sus actitudes de
despersonalización. Por otro lado, Elloy, Everett y Flynn (1991) obtuvieron relaciones
significativas negativas entre variedad de tarea (r = - .33), identidad de la tarea (r = -
.32), retroinformación de la tarea (r = - .38) y la puntuación global del MBI, para una
muestra de mineros. En ese estudio, los sujetos que desempeñaban puestos con mayor
variedad de tareas, realizaban tareas con una estructura interna definida y un final
delimitado y que además obtenían información sobre la eficacia de su desempeño a
través del resultado de la propia tarea, expresaron también menos sentimientos de
sentirse quemados por el trabajo.
De todos modos, la relación con alguna de estas variables debe ser interpretada con
cautela. Por ejemplo, cabe la posibilidad de que si aumenta en exceso la variedad de
destrezas, aumenten también los sentimientos de quemarse estableciéndose una relación
en forma de "U", de manera que poca variedad de destrezas desencadena el proceso de
quemarse, pero si la variedad de destrezas requerida es excesiva, puede afectar también
negativamente a los sentimientos de realización personal en el trabajo de los
profesionales.
87
3.2.2. Desempeño de roles, relaciones interpersonales y desarrollo de la carrera, como
desencadenantes del síndrome de quemarse por el trabajo
88
exija atender las necesidades de los clientes y de la institución al mismo tiempo, lo que
puede llegar a resultar conflictivo por problemas de tiempo o del contenido de esas
necesidades. Por otra parte, la ambigüedad de rol afectaría fundamentalmente a la
realización personal en el trabajo porque los profesionales de las instituciones de servicios
se encuentran constantemente en situaciones de ambigüedad de expectativas asociadas al
rol, en el sentido que pueden o deben asumir funciones y tareas que no son propias de su
rol.
Dentro de este apartado cabe considerar también los efectos que sobre el síndrome de
quemarse por el trabajo tienen las relaciones interpersonales, cualitativas o cuantitativas,
que los profesionales establecen con sus compañeros, supervisores, subordinados y
usuarios o clientes a los que atienden. En este sentido, Leiter (1988), en relación a los
contactos interpersonales con los miembros de la organización, señala que las relaciones
interpersonales de carácter formal, por necesidades de las tareas, aumentaban los
sentimientos de agotamiento emocional mientras que las relaciones de carácter informal
aumentaban los sentimientos de realización personal en el trabajo. Por otra parte, existen
estudios que presentan correlaciones significativas de signo positivo entre relaciones
deterioradas con el personal de la organización y con los usuarios, y la estimación global
del índice de sentirse quemado en el trabajo estimado con el "Staff Burnout Scale for
Health Professionals" (SBS-HP) (Grigsby y McKnew, 1988) y con el MBI (Dignam y
col., 1986). Además, diferentes estudios ratifican que, respecto a la calidad de las
relaciones formales, la falta de cohesión del grupo puede ser una variable añadida como
89
desencadenante del síndrome de quemarse por el trabajo (Gaines y Jermier, 1983; Wade,
Cooley y Savicki, 1986; Savicki y Cooley, 1987).
90
Como recoge Peiró (1992: 66) trabajos con un alto grado de componente tecnológico
pueden generar puestos puramente cognitivos que separan el procesamiento de la
información de los procesos sociales que tradicionalmente los han acompañado. Esta
tecnificación de las relaciones interpersonales cliente-profesional favorece en gran medida
actitudes de despersonalización en la atención propiciando un trato de frialdad e
indiferencia hacia los usuarios de la organización. Por otra parte, si las exigencias
cognitivas del puesto son excesivas en relación al nivel de formación de los profesionales,
pueden verse afectadas negativamente las autoevaluaciones que el sujeto realiza sobre
sus aptitudes y disminuir sus sentimientos de realización personal en el trabajo.
Asimismo, problemas de carácter ético asociados al uso continuado de instrumentos
tecnológicos pueden afectar el sistema emocional de los profesionales aumentando sus
sentimientos de agotamiento emocional. Esta última relación es bastante relevante en el
caso de los profesionales de la salud y especialmente cuando estos trabajan en unidades
de cuidados intensivos. Por ejemplo, tener que decidir repetidamente si desconectar o no
una máquina a la que un paciente está conectado durante largo tiempo y poner fin a su
vida puede desgastar las emociones de estos profesionales, sin olvidar que la introducción
de nuevas tecnologías en el ámbito hospitalario conlleva en numerosas ocasiones
acciones más lesivas y dramáticas sobre los pacientes (p. ej., gastroscopias, cateterismos,
intervenciones quirúrgicas, etc.).
Keijers y Schaufeli (1993) señalan que la tecnología tiene un efecto positivo intenso
sobre el síndrome de quemarse por el trabajo, especialmente sobre los sentimientos de
agotamiento emocional. Según estos autores, la sobrecarga laboral cuantitativa y la falta
de control de los profesionales sobre los resultados de las tareas, junto a la disminución
del apoyo social derivado de la ausencia de interacción personal en la unidad de trabajo,
eran las variables que influían positivamente en el síndrome de quemarse por el trabajo
en una amplia muestra de enfermeras holandesas (N = 500) que trabajaban en Unidades
de Cuidados Intensivos (UCI).
91
dimensiones y las dimensiones del MBI. Lee y Ashforth (1991) obtuvieron, además, que
la estructura organizacional, incluida la estandarización de las tareas, era un predictor
indirecto del síndrome de quemarse por el trabajo a través de los efectos que esas
variables estructurales tenían sobre las disfunciones del rol y los sentimientos de
impotencia laboral del sujeto. Sin embargo, algunas de estas variables estructurales no
resultan especialmente significativas en relación al síndrome de quemarse por el trabajo.
Es el caso del grado de formalización de la organización. Así se deriva de diferentes
estudios en los que se analiza su relación con los sentimientos de agotamiento emocional
(Gaines y Jermier, 1983) y con el índice global de sentirse quemado en el trabajo (Seltzer
y Numerof, 1988; McCulloch y O'Brien, 1986), no obteniéndose relaciones significativas
en ningún caso.
En este sentido, Schwab y col. (1986) obtuvieron para una muestra de maestros que
la falta de participación en la toma de decisiones explicaba un 14% de la varianza en las
actitudes de despersonalización. Respecto a la autonomía, diferentes trabajos presentan
que puede ser también un predictor del síndrome de quemarse por el trabajo por los
efectos que tiene sobre los sentimientos de realización personal en el trabajo y de
agotamiento emocional. No obstante, trabajos posteriores con modelos causales
multivariados, han presentado que los efectos que ejercen sobre el síndrome de
quemarse por el trabajo, la falta de participación en la toma de decisiones (Whitehead,
1987; Holgate y Clegg, 1991) y la falta de autonomía (Lee y Ashforth, 1993b) quedan
mejor explicados de forma indirecta, especialmente a través de los efectos directos que
éstas tienen sobre las disfunciones del rol en el sentido de aumentar la ambigüedad y el
conflicto de rol percibido por el sujeto.
92
mejorar (o su ausencia empeorar) los sentimientos de tensión emocional y la salud de los
sujetos independientemente de que cambien o no los niveles de estrés. Se habla de
efectos indirectos para aludir a aquellos efectos que el apoyo social ejerce sobre los
niveles de estrés, y por lo tanto, al afectar a esos niveles también se verán afectados los
niveles de tensión emocional y la salud del sujeto. Por último, los efectos de
amortiguación se refieren a aquellas situaciones en las que el apoyo social no disminuye
directamente los niveles de la respuesta al estrés ni afecta a los estresores, pero puede
hacer que el impacto del estrés sobre el sujeto o la valoración que éste haga de los
estresores sea menor.
Desde la teoría general de los modelos de estrés laboral y salud, los efectos directos
del apoyo social sobre los sentimientos de agotamiento emocional estarían explicados por
el efecto que la falta de apoyo social en el trabajo y las relaciones laborales pobres tienen
sobre los niveles de tensión emocional del sujeto, y más ampliamente sobre los síntomas
que desarrolla como respuesta al estrés. Estos efectos se encuadran dentro de la función
de apoyo emocional que tiene el apoyo social en el trabajo.
Los efectos directos del apoyo social sobre la realización personal en el trabajo
pueden ser explicados al considerar que los compañeros y supervisores envían
expectativas de rol importantes sobre el sujeto y ello influirá en el desempeño del rol del
mismo, así como sobre los objetivos que se marque, lo que condicionará su éxito o
fracaso profesional. En la medida que las expectativas de rol enviadas por el conjunto de
rol sean adecuadas a las posibilidades profesionales del sujeto, éste desarrollará mayores
sentimientos de realización personal en el trabajo y mejorarán sus actitudes hacia su
entorno profesional.
93
facilita que el sujeto sea consciente de su realidad social, sobre todo cuando pierde la
capacidad para evaluar de forma adecuada su entorno. Los compañeros y supervisores,
en situaciones de alto apoyo social, pueden cuestionarle al sujeto sus actitudes negativas
hacia el entorno laboral, y en concreto hacia las personas que atiende.
94
despersonalización que las mujeres. Sin embargo, para los sentimientos de agotamiento
emocional y de falta de realización personal en el trabajo, y para el cómputo global del
síndrome de quemarse por el trabajo estimado a través de diferentes instrumentos (MBI,
TM, SBS-HP..) los resultados no son concluyentes y aparecen influidos por las
características del estudio (muestra, instrumento, país, etc.). Así, en algunos trabajos los
sentimientos de quemarse por el trabajo son mayores en mujeres que en varones (Etzion
y Pines, 1986), en otros se obtiene resultados inversos (Beck, 1987) y algunos otros no
obtienen diferencias significativas en el índice global de quemarse por el trabajo en
función del sexo (García, 1991).
Para la variable edad, aunque los resultados no son tampoco concluyentes, un alto
porcentaje de estudios obtienen que a mayor edad los sujetos expresan menos
sentimientos de quemarse por el trabajo. En algunos de esos estudios, además se
estratifica en intervalos la variable edad y se obtienen relaciones significativas de tipo
curvilíneo entre ambas variables siendo en general los índices de quemarse por el trabajo
bajos entre los 20-25 años, altos desde los 25 hasta los 40 años y mínimos a partir de los
40 años aproximadamente (Farber, 1984).
Zabel y Zabel (1982) consideran que frente a los más jóvenes los profesionales de
más edad han desarrollado a lo largo de su vida mejores estrategias de afrontamiento del
estrés y expectativas profesionales más reales. Es cierto que los profesionales que llegan
a la madurez en su profesión pueden desarrollar una variedad de conductas y modelos
actitudinales para reducir la probabilidad de quemarse por el trabajo, lo que explicaría las
diferencias significativas obtenidas.
Para la variable estado civil la casi totalidad de autores que han encontrado algún tipo
de relación significativa con el síndrome de quemarse por el trabajo ha sido en el sentido
95
que los sujetos casados experimentan índices menores del síndrome que los no casados,
y ello en diferentes profesiones tales como personal hospitalario, maestros y educadores,
trabajadores sociales, oficiales de policía, etc. No obstante, en un gran número de
estudios no aparecen relaciones significativas entre ambas variables, ya sea para el índice
global del síndrome o para las diferentes dimensiones del MBI, por lo que se hace difícil
concluir sobre la existencia o no de efectos significativos.
Él hecho de que los profesionales tengan o no hijos también ha sido una variable
estudiada en relación al síndrome de quemarse por el trabajo. No se puede afirmar que
existan resultados concluyentes para la relación entre estas dos variables y sólo un
mínimo porcentaje de estudios ha obtenido relaciones significativas entre ellas. En esos
casos se señala que los sujetos con hijos tienen más edad y por tanto son más maduros
psicológicamente, tienen un estilo de vida más estable y una perspectiva diferente de la
misma, son sujetos que tienden a preferir el salario u otros beneficios materiales y la
seguridad en el empleo a otros factores como el interés o desafío del trabajo, la
realización personal o la satisfacción laboral, por tanto, no tienen preocupaciones sobre
estos aspectos del trabajo. Por otra parte, los sujetos sin hijos puede que tengan mayor
tendencia a usar el trabajo como fuente de vida social, y esto les llevaría a implicarse
excesivamente con la gente del ámbito laboral y, por tanto, a un mayor riesgo de sufrir el
síndrome de quemarse por el trabajo.
Con todo, hay que tener presente que el porcentaje de varianza de este grupo de
96
variables demográficas, explican que el síndrome de quemarse por el trabajo oscila entre
el 5% y el 15%, porcentaje mínimo comparado con el explicado por la mayoría de las
variables desencadenantes discutidas anteriormente.
Existe un cierto grado de acuerdo entre los investigadores que estudian el síndrome de
quemarse por el trabajo al considerar que los profesionales más proclives a quemarse por
el trabajo son sujetos empáticos, sensibles, humanos, con dedicación profesional,
idealistas, altruistas, obsesivos, entusiastas y susceptibles de identificarse excesivamente
con los demás. Asimismo, cierto número de estudios presentan que los sujetos con un
patrón de personalidad tipo A, baja autoconfianza y locus de control externo
experimentan con mayor frecuencia sensaciones y actitudes del síndrome de quemarse
por el trabajo mientras que los sujetos con "personalidad resistente" (hardiness) las
experimentan con menos frecuencia. A continuación se analizan las relaciones entre
algunas de estas variables y el síndrome de quemarse por el trabajo.
97
del tipo A son individualistas y mantienen pocas interacciones sociales se produciría un
deterioro de sus redes de apoyo social y, consecuentemente, un mayor agotamiento
emocional y actitudes de despersonalización. Otra vía de influencia radica en que, en
virtud de sus características personales, los individuos con patrón tipo A aumentan su
probabilidad de exposición a ciertos estresores (como la sobrecarga de rol) a la vez que,
dado su fuerte compromiso con el trabajo, reducen su probabilidad de realizar
determinadas conductas (relajación, ejercicio físico, vacaciones, distracciones, etc.) que
mejoren su resistencia al síndrome de quemarse por el trabajo.
Diferentes estudios presentan que los profesionales con locus de control externo son
más propensos a sentirse quemados por el trabajo que los profesionales con locus de
control interno. Además, cuando el síndrome de quemarse por el trabajo es esti mado a
través del MBI el locus de control incide especialmente sobre la dimensión de realización
personal en el trabajo. En ese sentido, los sujetos con locus de control externo
experimentan con más frecuencia bajos sentimientos de realización personal en el trabajo
que los sujetos con locus de control interno (Fuqua y Couture, 1986; Capel, 1987;
Wilson y Chiwakata, 1989).
Una explicación para estos resultados radica en que los sujetos "internos" frente a los
"externos" perciben que tiene más control de la situación, lo que influye en las
expectativas de afrontamiento en el sentido de buscar información, enfrentarse con el
problema y recurrir más al apoyo social. Los "externos", por el contrario, son más
propensos al desamparo y al empleo de estrategias de afrontamiento centradas en la
emoción.
98
también han sido estudiadas en relación al síndrome de quemarse por el trabajo.
Examinar las autoevaluaciones que realiza un individuo implica comprender cómo el
individuo desarrolla actitudes hacia sí mismo y cómo esas actitudes influyen en su
bienestar personal y su conducta, sus estilos de relación interpersonal, la forma que tiene
de manejar los problemas, y la expresión y control de sus emociones. Es indudable que
todos estos aspectos tienen especial relevancia en el desarrollo del síndrome de quemarse
por el trabajo. Por ello, como se señaló en el Capítulo 1, algunos modelos explicativos
del síndrome de quemarse por el trabajo han sido elaborados desde el marco teórico del
"self", con base en las creencias de autoeficacia o autoconfianza del sujeto. Es el caso de
los modelos de Harrison (1983) (Figura 1.8) y de Pines (1993).
Cherniss (1993) afirma que los sentimientos de ser competente son un fuerte
motivador para los seres humanos y que cuando estos sentimientos se frustran, los
sujetos experimentan diferentes síntomas del síndrome de quemarse por el trabajo. Esa
frustración y los sentimientos de fracaso psicológico que suponen, llevarían al sujeto a un
retiro emocional de la situación, que es uno de los síntomas que presenta el síndrome de
quemarse por el trabajo. Los sujetos con más alta autoeficacia, superarán o afrontarán
más eficazmente el estrés y por consiguiente experimentarán con menor frecuencia el
síndrome.
En esta línea, diferentes trabajos experimentales han obtenido que los sentimientos de
autoconfianza discriminan significativamente entre altos y bajos sentimientos de
quemarse por el trabajo, estimado éste de manera global mediante el MBI (Pierce y
Molloy, 1990). Por otra parte, Lee y Ashforth (1990) presentan que, para una muestra
de trabajadores sociales canadienses, las expectativas de eficacia correlacionan
significativamente con las tres dimensiones del MBI, aunque la correlación más intensa
se da entre autoconfianza y realización personal en el trabajo. Nuestro equipo de
investigación ha obtenido resultados similares para profesionales de enfermería con la
variable autoconfianza (Gil-Monte, 1994). Parece adecuado afirmar que los sujetos con
mayores expectativas de eficacia y competencia experimentan significativamente con
mayor frecuencia sentimientos de realización personal en el trabajo, y en menor medida,
99
bajos sentimientos de agotamiento emocional y despersonalización.
100
Los resultados de los estudios experimentales presentan que la personalidad resistente
es una variable que modula la relación entre el estrés laboral y sus resultados (Kobasa y
col., 1982). En relación al síndrome de quemarse por el trabajo como respuesta al estrés
laboral, Nowack (1986) estudió una muestra de 146 empleados de universidad
incluyendo personal docente y no docente. En este trabajo los sujetos con ni veles más
bajos de estrés y mayor personalidad resistente, presentaron significativamente menos
sentimientos de quemarse por el trabajo que el grupo de sujetos con más altos niveles de
estrés y menor personalidad resistente, no resultando significativos los efectos principales
en función de los niveles de estrés ni de la personalidad resistente. Para Nowack, estos
resultados sugieren que la personalidad resistente ejerce un intenso efecto de modulación
en la relación estrés-síndrome de quemarse por el trabajo.
101
En España existen, algunos estudios en los que también se han analizado las
relaciones entre estrés, personalidad resistente y el síndrome de quemarse por el trabajo.
Así, Oliver (1993) estudió las relaciones entre estas variables mediante el empleo de
modelos causales en una muestra de 108 profesores. Como variables de estrés se
consideraron la sobrecarga laboral, ambigüedad de rol, falta de apoyo social en el trabajo
y los problemas en relación a los alumnos. Los resultados presentaron que, del total de
variables consideradas en el modelo causal, la escala de compromiso presentó los efectos
directos significativos más elevados (-.50) sobre el síndrome de quemarse por el trabajo
estimado mediante el MBI. En este mismo estudio, mediante análisis de regresión, las
tres dimensiones de la personalidad resistente explicaron de manera conjunta el 33% de
la varianza en el total del síndrome de quemarse por el trabajo. El mayor porcentaje de
varianza fue explicado en la dimensión de agotamiento emocional (37.4%) y el menor
sobre la dimensión de despersonalización (15.2%). De las tres escalas (compromiso,
control y reto) pertenecientes al constructo de personalidad resistente, únicamente la
dimensión de compromiso contribuyó en todas las ecuaciones de regresión, tanto en la
puntuación total de quemarse por el trabajo como en sus tres dimensiones. La autora
concluye que sólo la dimensión de compromiso tiene relevancia en la explicación del
síndrome de quemarse por el trabajo.
Resultados similares fueron obtenidos por Topf (1989) y Boyle, Grap, Younger y
Thornby (1991) con muestras de profesionales de enfermería. En estos dos estudios la
dimensión de compromiso fue la que correlacionó significativamente de manera más
intensa con el síndrome de quemarse por el trabajo. Además, en el estudio de Topf
(1989) el compromiso fue la única escala del constructo de personalidad resistente que
explicaba porcentajes significativos de varianza en el índice global del síndrome de
quemarse por el trabajo estimado a través de SBS-HP (24% de la varianza) y en las
dimensiones del MBI (12% en agotamiento emocional y 7% en realización personal en el
trabajo, no resultando significativa la varianza explicada en la dimensión de
despersonalización).
102
en un estudio más detallado con una muestra de 67 médicos obtuvieron que los sujetos
con estilo de personalidad antisocial, agresiva, esquizoide y con problemas de ansiedad
experimentaban más sentimientos de agotamiento emocional y baja realización personal
en el trabajo. Otras variables de personalidad que han resultado asociadas positivamente
de manera significativa al síndrome de quemarse por el trabajo, en especial con los
sentimientos de agotamiento emocional, han sido la ansiedad-rasgo (r = .41) (Richardsen
y col., 1992), y la depresión (r = .33) (Leiter y Durup, 1994). Para la puntuación global
del MBI se han obtenido correlaciones significativas, aunque no intensas, con
desinhibición (r = .18) (Meier y Schmeck, 1985). Por el contrario, esta puntuación global
del síndrome se asocia negativamente con valores como centralidad del trabajo (r = - .35)
(Kremer y Hofman, 1985). Además, la adicción al trabajo ("workaholism") ha alcanzado
correlaciones significativas con el agotamiento emocional (r=-.32), y la
despersonalización (r = - .23) (Nagy y Davis, 1985).
La falta de apoyo social en el trabajo es una variable del contexto laboral que puede
facilitar los efectos del estrés laboral sobre el síndrome de quemarse por el trabajo.
Cuando se consideran los efectos de los estresores sobre las dimensiones del MBI, es en
la dimensión de agotamiento emocional en la que aparecen principalmente los efectos
moduladores de la falta de apoyo social. Esta función facilitadora de la falta de apoyo
social en los efectos del estrés laboral sobre los sentimientos de agotamiento emocional
ha sido observada en diferentes colectivos profesionales como enfermeras (Constable y
Rusell, 1986) y trabajadores sociales (Koeske y Koeske, 1989). También se ha obtenido
evidencia empírica de este efecto modulador al considerar las actitudes de
despersonalización (Russell, Altmaier y Velzen, 1987).
103
En algún trabajo, ha sido considerado el sexo como variable que podía establecer
diferencias entre los sujetos a la hora de recurrir al apoyo social. Así, Etzion (1984)
presenta que, para un muestra de directivos israelíes, la falta de apoyo social en el trabajo
facilitaba los efectos positivos del estrés laboral sobre el síndrome de quemarse por el
trabajo, pero sólo para la composición masculina de la muestra. En el caso de las mujeres
de la muestra de este estudio, el efecto modulador del apoyo social era ejercido
significativamente por el apoyo social extralaboral. Estos resultados apuntan que los
diferentes procesos de socialización seguidos por los roles masculinos y femeninos
establecen diferencias respecto a las fuentes del apoyo social percibido.
En un estudio sobre los efectos directos vs. moduladores del apoyo social, Cohen y
Wills (1985) han señalado que los efectos moduladores significativos del apoyo social
aparecen cuando el apoyo social que se da en la situación es eficaz para afrontar el tipo
de estresor presente y cuando los niveles de estrés que elicita la situación son elevados.
3.4. Resumen
104
similares se han obtenido para las variables de clima organizacional: el síndrome de
quemarse por el trabajo se asocia significativamente de forma positiva con la falta de
participación en la toma de decisiones, la falta de autonomía y la falta de apoyo social
por parte de la supervisión.
Como facilitadores del sírdrome de quemarse por el trabajo hemos revisado los
resultados obtenidos para las variables demográficas y para las variables de personalidad.
En relación a las variables demográficas, se han encontrado efectos moduladores
significativos en función del sexo en las actitudes de despersonalización, de manera que
los varones puntúan más alto en despersonalización que las mujeres. Para la variable
edad, un alto porcentaje de estudios obtienen que a mayor edad los sujetos expresan
menos sentimientos de quemarse por el trabajo, y para las dimensiones de agotamiento
emocional y despersonalización del MBI se obtienen relaciones significativas de tipo
curvilíneo. Respecto a las variables de estado civil, el hecho de que los profesionales
tengan o no hijos, tipo de contrato, antigüedad en el puesto y en la profesión, los
resultados no son concluyentes. En relación a las variables de personalidad, diversos
estudios presentan que los sujetos con un patrón de personalidad del tipo A, baja
autoconfianza y locus de control externo experimentan con mayor frecuencia sensaciones
y actitudes del síndrome de quemarse por el trabajo, mientras que los sujetos con
"personalidad resistente" y que habitualmente emplean estrategias de afrontamiento de
carácter activo las experimentan con menos frecuencia.
Por último, se han analizado los efectos moduladores del apoyo social en el trabajo.
Al respecto se ha señalado que existe cierta evidencia empírica que muestra estos
efectos, especialmente sobre la relación estrés laboral-agotamiento emocional, aunque
según algunos estudios la significación de este efecto parece condicionada a la eficacia del
apoyo social para afrontar el estrés, a los niveles de estrés presentes en el entorno
laboral, y a la forma de evaluar el apoyo social.
105
106
4.1. Introducción
107
y hacia el propio trabajo, absentismo, uso de alcohol y otras drogas, pesimismo, apatía,
motivación laboral escasa o nula, baja implicación laboral, irritabilidad hacia los colegas y
hacia las personas destinatarias del trabajo, preocupación excesiva por el confort y el
bienestar laboral, tendencia a racionalizar los fracasos culpando a los usuarios o al
sistema, resistencia al cambio, creciente rigidez y baja creatividad.
CUADRO 4.1. Principales consecuencias del estrés laboral que se asocian al síndrome de
quemarse por el trabajo.
108
En este capítulo desarrollaremos dos aspectos. En el primero de ellos se reflejarán las
consecuencias del estrés asociadas al síndrome de quemarse por el trabajo que se derivan
para el propio individuo. En el segundo punto analizaremos las consecuencias que se
derivan para la organización.
Tal vez, uno de los mayores problemas a la hora de recoger las relaciones de carácter
empírico entre falta de salud y el síndrome de quemarse por el trabajo es que, si bien las
referencias a la asociación entre estas variables son numerosas, la mayoría de esas
109
referencias tienen un carácter cualitativo y únicamente señalan que debe existir una
relación entre ambas variables, pero sólo algunas de ellas abordan la relación mediante
estudios experimentales o empíricos. Otro problema añadido es que en muchos de los
estudios de carácter experimental sólo se indica que existe una relación significativa entre
el síndrome de quemarse por el trabajo y la falta de salud o sintomatología psicosomática
en general, sin indicar con qué tipo de síntomas se han hallado relaciones significativas.
Uno de los estudios correlacionales más explícitos sobre la relación entre falta de
salud y el síndrome de quemarse por el trabajo es el realizado por Golembiewski y col.
(1986). Estos autores emplearon el MBI para medir el síndrome de quemarse por el
trabajo, y para medir la falta de salud en un conjunto de 19 síntomas agrupados en 4
factores definidos como: agitación y debilitamiento, problemas de tipo cardiovascular,
dolores no cardiovasculares y problemas de sueño. La muestra utilizada estaba integrada
por trabajadores de la administración pública de Canadá (N = 1535). Los resultados
obtenidos presentaron que, aunque las tres dimensiones del MBI se asociaban
significativamente con el conjunto de los síntomas, los sentimientos de agotamiento
emocional alcanzaron el índice de correlación más intenso (r = .46, p<.05), en menor
medida las actitudes de despersonalización (r = .29, p<.05), y la correlación menos
intensa fue la obtenida para la falta de realización personal en el trabajo (r = .20, p<.05).
Respecto al índice global de estar quemado en el trabajo, los sentimientos de estar
desgastado, sentirse tenso o nervioso, sentirse fatigado, y tener problemas para levantarse
fueron los síntomas que alcanzaron una correlación más intensa. Un resumen de los
resultados obtenidos por los autores aparece recogido en el Cuadro 4.2.
110
También se ha obtenido evidencia empírica de la relación significativa entre el
síndrome de quemarse por el trabajo y sintomatología psicosomática en diferentes
estudios para muestras de maestros (Greenglass, Burke y Ondrack, 1990), policías
(Rosse, Boss, Johnson y Crown, 1991), profesionales de enfermería y personal sanitario
(Landsbergis, 1988), trabajadores sociales (Beck, 1987), y funcionarios de la
administración pública (Lee y Ashforth, 1990).
Aunque existe una gran disparidad entre los diferentes trabajos revisados por lo que a
instrumentos de medida de ambas variables se refiere, podemos señalar que las
correlaciones más intensas se establecen entre agotamiento emocional y falta de salud
(mínimo r=.46/máximor=.58), menos intensas son las correlaciones entre falta de salud y
111
despersonalización (mínimo r = .27 / máximo r = .36), y las correlaciones más débiles se
dan para la escala de realización personal en el trabajo (mínimo r = - .18 / máximo r = -
26).
Los estudios realizados en nuestro país también ofrecen relaciones significativas entre
el síndrome de quemarse por el trabajo y los problemas psicosomáticos. García (1991)
en un estudio realizado con una muestra de profesionales de enfermería (N = 399),
obtuvo una correlación significativa de +.38 entre las estimaciones globales de falta de
salud y el síndrome de quemarse por el trabajo. El autor empleó el EPB ("Efectos
Psíquicos del Burnout") para medir esta variable y una lista de 13 síntomas para estimar
la falta de salud (dolor de espalda, dolor de cabeza, resfriado y tos, insomnio,
taquicardia, falta de apetito, úlcera, mareos, problemas digestivos, hipertensión, náuseas,
diarrea, asma).
Por otra parte, Oliver (1993) en un estudio realizado con una muestra de maestros (N
= 108), obtuvo a través de análisis de regresión que únicamente la escala de
despersonalización del MBI explicaba porcentajes significativos de varianza en las
alteraciones psicosomáticas. La autora empleó como instrumento de medida de falta de
salud el "General Health Questionnaire" (GHQ). Sin embargo, los resultados de nuestro
equipo de investigación para las diferentes dimensiones del MBI son diferentes y están
más en la línea de los resultados generales revisados en la bibliografía.
112
significativos los resultados para la escala de realización personal en el trabajo.
Igualmente, Belcastro (1982) con una muestra estadounidense de maestros, obtuvo que
el síndrome de quemarse por el trabajo diferenciaba significativamente la frecuencia con
la que los sujetos de la muestra expresaban tener problemas cardiovasculares.
Los resultados obtenidos para las diferentes escalas del MBI llevan a considerar que
dado que en el constructo del síndrome de quemarse por el trabajo evaluado con el MBI
subyace un componente emocional, integrado fundamentalmente por los sentimientos de
agotamiento emocional, y un componente cognitivo-aptitudinal, integrado por la
realización personal en el trabajo, la relación del estrés laboral con la falta de salud, se da
fundamentalmente a través de la repercusión de ese estrés sobre las emociones del sujeto
más que a través de los sentimientos negativos del sujeto sobre su competencia o
ineptitud. Gil-Monte, Peiró y Valcárcel (1995) para probar la relación entre estresores
laborales, el síndrome de quemarse por el trabajo y las consecuencias del estrés laboral,
elaboraron un modelo causal multivariado integrando las perspectivas teóricas de los
modelos cognitivos y de los modelos transaccionales de estrés laboral. Los resultados
muestran que el efecto de los estresores laborales, en concreto el estrés de rol sobre la
falta de salud, se producen exclusivamente a través de los sentimientos de agotamiento
emocional.
CUADRO 4.3. Resultados obtenidos por Gil-Monte y col. (1996a) para la relación entre
las escalas del MBI y alteraciones de carácter psicosomático.
113
Recapitulando los resultados hallados en la literatura, prácticamente todos los trabajos
revisados ponen de manifiesto la asociación entre el síndrome de quemarse por el trabajo
y la falta de salud, independientemente de los instrumentos empleados para medirlas, del
tipo de muestra ocupacional y de la nacionalidad. No obstante, un resultado interesante
es que la asociación entre el síndrome de quemarse por el trabajo y falta de salud no ha
resultado significativa cuando esta variable ha sido estimada a través de la frecuencia con
la que el sujeto acude al médico. Es el caso de los estudios de Belcastro y Gold (1983), y
Greenglass y col. (1990) que toman como indicador de falta de salud el "diagnóstico
médico del problema". Greenglass y col. (1990) obtienen una correlación significativa
entre el índice de falta de salud medido con la escala de somatización del "Hopkins
Symptom Checklist" (HSCL) y el síndrome de quemarse por el trabajo estimado con el
MBI, pero la relación no resultó significativa cuando emplearon el diagnóstico médico
como índice de falta de salud. Parece, pues, que el diagnóstico médico de enfermedad o
la intensidad de la enfermedad (en el sentido de encontrarse real o "patológicamente"
mal) no correlaciona significativamente con el síndrome de quemarse por el trabajo y sí
lo hace la frecuencia con que se experimentan los síntomas, aunque éstos no supongan
patología severa.
Las consecuencias del síndrome de quemarse por el trabajo sobre las relaciones
114
interpersonales se asocian a las actitudes y conductas de carácter negativo desarrolla das
por el sujeto (v. g., no verbalizar, cinismo, suspicacia, agresividad, aislamiento,
irritabilidad, etc.), así como al agotamiento emocional. Este patrón conductual y
actitudinal induce un deterioro de las relaciones y un aumento de los conflictos
interpersonales.
Maslach (1982: 81-85) señala que las consecuencias del síndrome de quemarse por el
trabajo no terminan cuando el sujeto deja el trabajo, por el contrario afectan a su vida
privada, pues las actitudes cínicas y de desprecio impactan fuertemente sobre su familia
y amigos. El sujeto se muestra en casa irritable e impaciente, un problema que la familia
debe aprender a manejar. Los conflictos constantes pueden derivar en enfrentamientos
matrimoniales y en la separación de la pareja. Asimismo, debido al agotamiento
emocional los profesionales se encuentran más incapacitados para aislarse de los
problemas laborales al llegar a casa y desean estar solos, con el consiguiente deterioro de
las relaciones interpersonales. Exigen mayor atención de los suyos pero ellos no la dan.
Llevados por su actitud de aislamiento y de falta de verbalizaciones, evitan hablar de las
preocupaciones laborales y rehusan discutir los problemas familiares. Estas actitudes
generarán barreras para una convivencia abierta y sincera. En ocasiones, puede ocurrir
que el sujeto amplíe su rol profesional a la vida privada comportándose en todo momento
como un profesional. Esto supondrá un problema añadido, pues se comportan con los
amigos y familiares como si fueran las personas para las que se trabaja. Otra
consecuencia que impacta en la familia es el endurecimiento permanente de los
sentimientos del sujeto a consecuencia de las actitudes de despersonalización. También
puede ocurrir que el profesional se vuelque completamente en su trabajo desplazando las
relaciones familiares a un segundo plano (Edelwich y Brodsky, 1980: 82). En este sentido
Farber (1983b: 104) indica que:
115
por ejemplo, interpretando o analizando sus conductas, o por el contrario, tratarlos
con menos consideración y respeto que a sus pacientes».
Al probar la validez convergente del MBI, Maslach y Jackson (1981) señalaron que,
en una muestra de 142 policías, las valoraciones que hicieron las esposas sobre aspectos
emocionales, conductuales y actitudinales desarrollados en casa por los sujetos de la
muestra, correlacionaban significativamente de manera positiva con los sentimientos de
agotamiento emocional y baja realización personal en el trabajo. Los sujetos con
puntuaciones más altas en estas escalas fueron calificados por sus esposas como más
irritables, tensos, ansiosos y agotados.
116
Aunque la mayor parte de las consecuencias que aparecen asociadas al estrés laboral
en las organizaciones de servicios pueden ser asociadas al síndrome de quemarse por el
trabajo, entre las consecuencias más importantes que repercuten sobre los objetivos y
resultados de las organizaciones cabe citar la satisfacción laboral disminuida, el
absentismo laboral elevado, la propensión al abandono del puesto y/o de la organización,
la baja implicación laboral, el bajo interés por las actividades laborales, el deterioro de la
calidad de servicio de la organización, el aumento de los conflictos interpersonales con
supervisores, compañeros, y usuarios de la organización, el aumento de la rotación
laboral no deseada, y el aumento de accidentes laborales.
Para definir la satisfacción laboral de una forma sencilla se puede interpretar que las
personas tienen alguna idea más o menos definida acerca de cómo creen que deberían
ser las cosas en su trabajo y los aspectos importantes relacionados con él. Las personas
saben qué les gustaría y cómo les gustaría que fuesen las cosas. Estas ideas son
comparadas con la realidad, y de esa comparación surge un juicio y una actitud asociada:
las personas están más o menos satisfechas (Peiró, Luque, Meliá y LosCertales, 1991).
117
posibilidades de ascenso, la satisfacción con los colaboradores, la satisfacción con las
condiciones de trabajo (físicas y psíquicas), la satisfacción con las recompensas y
recomendaciones, y la satisfacción con el reconocimiento (feedback, reconocimiento
verbal del trabajo realizado).
118
El trabajo más relevante para establecer esta relación ha sido llevado a cabo por
Wolpin y col. (1991). En un estudio longitudinal con una muestra de maestros y una
separación de 1 año entre tiempo 1 y tiempo 2. Estos autores establecieron que la
satisfacción laboral era consecuencia de los índices del síndrome de quemarse por el
trabajo y no viceversa. No obstante, el estudio resulta incompleto pues, el síndrome de
quemarse por el trabajo fue estimado de forma global mediante el MBI y no se
obtuvieron resultados para las diferentes dimensiones.
Desde esta misma perspectiva otros trabajos, aunque de corte transversal, han
considerado las dimensiones del MBI. Richardsen y col. (1992) señalan que el síndrome
de quemarse por el trabajo, especialmente los sentimientos de agotamiento emocional,
puede ser una variable mediadora entre el estrés laboral y la satisfacción laboral de los
sujetos. Los resultados obtenidos por nuestro equipo de investigación a través de
modelos causales multivariados (Gil-Monte; Peiró y Valcárcel, 1995), aunque de corte
transversal, también corroboran las conclusiones emitidas por Wolpin y col. (1991) en el
sentido que la satisfacción laboral es una consecuencia del síndrome de quemarse por el
trabajo y no viceversa.
119
quemarse por el trabajo y la satisfacción laboral lleva a plantear la necesidad de estudios
longitudinales que permitan determinar el sentido de la direccionalidad. Pero, por otra
parte, cabe la posibilidad de que, dada la complejidad del síndrome de quemarse por el
trabajo cuando se estima a través del MBI, unas dimensiones puedan ser antecedentes de
la satisfacción laboral y otras consecuencias, o al menos, procesos de desarrollo paralelo.
Hay que considerar que el síndrome de quemarse por el trabajo estimado con el MBI es
un proceso en el que unas dimensiones aparecen como antecedentes de otras, son
independientes entre sí y en ellas subyacen componentes diferentes (emocional,
cognitivo-aptitudinal y actitudinal).
120
el agotamiento emocional y la propensión al abandono.
121
en relación al trabajador. Es un término conceptualizado por cada organización, y viene
condicionado por las obligaciones contractuales y las normas impuestas por la
organización a sus miembros.
Aunque han sido considerados como similares, pues ambos constituyen actitudes o
conductas de retiro o escape, la propensión al abandono y la inclinación al absentismo
son consecuencias diferentes del estrés laboral. Respecto a las conductas, el absentismo
normalmente tiene consecuencias menos negativas para el individuo y para la
organización, es más espontáneo y más fácil de decidir y puede ser un sustituto del
abandono cuando este no puede ser llevado a cabo, por ejemplo, por las condiciones
laborales del mercado de trabajo. Según Matteson e Ivancevich (1987) los episodios de
absentismo se asocian con periodos de estrés excesivo en la vida del sujeto.
122
justificada. El síndrome de quemarse por el trabajo conlleva, especialmente como
consecuencia de los sentimientos de agotamiento emocional, un deterioro de la salud del
individuo. Asimismo, la falta de realización personal en el trabajo supone una actitud
negativa hacia el propio trabajo que se hace extensiva a la organización. Por tanto, altos
sentimientos de agotamiento emocional y baja realización personal en el trabajo pueden
derivar en tasas más altas de absentismo laboral.
Desde una perspectiva correlacional algunos estudios han obtenido que los
sentimientos de agotamiento emocional se asocian significativamente de manera positiva
con el número de faltas en el trabajo en profesionales de enfermería (Firth y Britton,
1989) y maestros (Schwab y col., 1986). No obstante, el porcentaje significativo de
varianza que explica el síndrome de quemarse por el trabajo sobre la inclinación al
absentismo oscila alrededor del 3%. Este bajo porcentaje indica la necesidad de realizar
nuevos estudios que permitan determinar la significatividad de la relación entre ambas
variables y sus vías de acción.
Los profesionales llegan a tratar a la gente como si fueran objetos y no como seres
humanos. Debido a que su trabajo pasa por la resolución de problemas tienden a tratar a
las personas a las que atienden como si fueran el problema. El personal sanitario se
refiere a "la úlcera sangrante de la 37", el abogado a "la bronca de ayer" o "el embargo
pendiente"... Etiquetar a la gente por sus problemas se debe a dos razones: el problema
es la base de ayuda de la relación iniciada y cuando los sujetos deben comportarse de
forma cruel hacia los demás, para evitar los sentimientos de culpa y autocondena, utilizan
estrategias de despersonalización.
123
hacer uso excesivo de drogas para calmar a los pacientes y hacerlos más manejables, la
fuerza física puede ser empleada con exceso para controlar a pacientes violentos, los
policías pueden llegar a emplearse excesivamente cuando se arresta a un individuo, los
vigilantes de prisión se llegan a mostrar indiferentes ante situaciones de degradación (v.
g., violaciones) y agresiones entre presos, los equipos médicos llegan a dar un trato
inhumano no sólo a los pacientes sino a los familiares de éstos también.
La misma autora, en otro trabajo posterior (Maslach, 1986), señala que el contacto
con los clientes es una variable que contribuye al síndrome de quemarse por el trabajo y
por ello, no es sorprendente que éste lleve a una serie de conductas que implican un
distanciamiento de aquellos. Los profesionales se desentienden del trabajo. Suelen evitar
ciertas tareas bajo la excusa de que no son los únicos para realizarlas y emplean menos
tiempo con los usuarios. Algunos profesionales desconectan psicológicamente de forma
que aunque el destinatario del servicio se encuentre presentes fí sicamente, actúan como
si no lo estuviera, evitan el contacto visual y físico (tal como dar la mano o abrazar), las
preguntas son respondidas con gruñidos, y se entretienen en tareas que excluyen al
receptor de sus atenciones o que suponen una participación directa (v. g., rellenar
formularios forzando al cliente a esperar). El profesional intenta constantemente
abandonar el lugar de trabajo, por ejemplo, alargando el tiempo del desayuno, el
descanso del café o adelantando la hora de salida.
Jones (1981: 112) obtuvo que el síndrome de quemarse por el trabajo se asociaba con
un mayor número de errores en el trabajo, asesoramiento más deshumanizado a los
usuarios, conductas más deshumanizadas, y más recriminaciones desde los supervisores.
Por ejemplo, los profesionales de enfermería resultaban más negligentes respecto a las
normas de la organización y cometían más errores laborales (administrar medicaciones
equivocadas, olvidar sesiones con clientes...), el voluntariado que atendía un teléfono
sobre asesoramiento evitaba coger el teléfono o colgaba prematuramente, etc. Para Lee y
Ashforth (1993b) una explicación a este deterioro progresivo reside en que los
profesionales de este tipo de profesiones normalmente empiezan sus carreras con un
fuerte sentido de compromiso y sacrificio. En un primer momento la carrera es
intrínsecamente recompensante y constituye la principal fuente de recompensa, pero las
exigencias laborales y el contacto con los demás empiezan a "pasar factura" y los sujetos
llegan a perder su compromiso con el trabajo.
124
trabajo presentaban niveles de compromiso organizacional más bajo. Asimismo, el
síndrome de quemarse por el trabajo resultó una variable mediadora entre el estrés
laboral (estimado en forma de número de contactos laborales con supervisores y
compañeros, y conflicto de rol) y el compromiso con la organización. Esta función de
mediación resultó significativa para el agotamiento emocional y la baja realización
personal en el trabajo.
4.4. Resumen
En este capítulo se han revisado las consecuencias del síndrome de quemarse por el
trabajo. Estas consecuencias se han clasificado en dos grupos: consecuencias para el
individuo y consecuencias para la organización. Desde la perspectiva de las primeras se
han revisado las manifestaciones psicosomáticas que se derivan del síndrome. A este
nivel la relación más intensa se establece entre estas alteraciones y los sentimientos de
agotamiento emocional. Otro tipo de consecuencias para el individuo son el deterioro de
sus relaciones interpersonales de carácter extralaboral, especialmente las relaciones
conyugales y de pareja.
125
126
5.1. Introducción
Como señala Phillips (1984), la primera medida para evitar el síndrome de quemarse
por el trabajo es conocer sus manifestaciones. Pero además de considerar programas que
implican la adquisición de conocimientos, los intentos de intervención deben contemplar
otros aspectos. Desde esta perspectiva, entendemos que las estrategias para la
intervención deben contemplar tres niveles:
c)Eliminar o disminuir los estresores del entorno organizacional que dan lugar al
desarrollo del síndrome.
En este capítulo se van a tratar los tres aspectos citados. En primer lugar,
considerando la intervención desde el plano individual, se abordarán las estrategias de
afrontamiento y su rol en relación al síndrome de quemarse, posteriormente se
considerará el rol del apoyo social y otras estrategias de carácter interpersonal y, por
último, se discutirá sobre las estrategias que pueden ser implantadas desde la propia
dirección de la organización para prevenir el desarrollo del síndrome.
127
La consideración del síndrome de quemarse por el trabajo como un proceso cognitivo
y su inclusión en el marco conceptual del estrés requiere tener en cuenta los procesos de
evaluación que tienen lugar en el sujeto cuando éste se enfrenta a una experiencia de
estrés o convive con el síndrome de quemarse por el trabajo. Lazarus y Folkman (1986:
164) definen el afrontamiento como:
128
afrontar de una forma determinada los acontecimientos de la vida de ese sujeto. Así
entendidos, estos rasgos o estilos son asimilables a otras variables de personalidad como
locus de control, personalidad tipo A/B, dependencia/independencia de campo, etc.; y
dan lugar a respuestas de carácter más o menos automático y estable o predecible. Frente
a esta consideración, Lazarus y Folkman (1986) abordan el tema desde la consideración
de las estrategias de afrontamiento. Estas deben aplicarse a aquellos esfuerzos que se
hacen exclusivamente para manejar algo que ocurre fuera de la rutina y, por lo tanto,
deben ser diferenciados de las conductas adaptativas automáticas que aparecen en
situaciones habituales. Esto no implica que no exista una cierta consistencia en las
estrategias de afrontamiento, e incluso que gradualmente las estrategias de afrontamiento,
una vez aprendidas, se transformen en conductas adaptativas per diendo de forma
progresiva su carácter de afrontamiento y de conducta que requiere un esfuerzo. En otras
palabras, el afrontamiento es un conjunto de actividades adaptativas, y por tanto
cambiantes, que implican esfuerzo. De todos modos, no todos los procesos adaptativos
son afrontamiento. Esta definición supone una conceptualización dinámica frente a la
estática del modelo psicoanalítico.
129
distintas estrategias de afrontamiento son el resultado del análisis factorial de este
cuestionario. Según Lazarus y Folkman, cabe establecer dos tipos básicos de estrategias
de afrontamiento: las dirigidas a regular las emociones y las dirigidas al problema.
130
personal en vez de amenazas a la seguridad.
Figura 5.1. Taxonomía de las estrategias de afrontamiento según Steptoe (1991: 213).
Según Steptoe (1991), cada una de estos cuatro grupos de estrategias puede, a su vez,
tener un propósito de compromiso hacia el problema (v. g., las respuestas del tipo de
solución del problema, redefinir la situación, buscar apoyo social o expresión emocional)
o un intento de desentenderse del problema (v. g., respuestas de escape, distanciamiento,
distracción o negación).
131
afrontamiento. Burke (1971) mediante entrevistas a personal directivo, identificó una
serie de conductas de afrontamiento que categorizó en cinco grandes grupos:
Más recientemente, Dewe y Guest (1990) han identificado siete tipos de estrategias
de afrontamiento ante situaciones de estrés laboral:
c)Descarga emocional.
132
prevenir el síndrome de quemarse.
Leiter (1990; 1991) a partir de un estudio longitudinal, señala que las estrategias de
afrontamiento de control previenen el síndrome de quemarse porque aumentan los
sentimientos de realización personal en el trabajo, mientras que las de escape facilita la
aparición del síndrome. De manera más general, Ceslowitz (1989) señala que las
enfermeras con bajos sentimientos de quemarse emplean con mayor frecuencia
estrategias de afrontamiento de carácter activo dirigidas al problema. Entre esas
estrategias se encontraban la elaboración y ejecución de un plan de acción, acentuar los
aspectos positivos de la situación problemática, buscar apoyo social y autocontrolarse
(inhibir la expresión de sentimientos). Por su parte, las enfermeras que experimentaban
altos niveles del síndrome utilizaban con más frecuencia estrategias de afronta miento de
escape/evitación, autocontrol y confrontación (discusión activa de la situación,
comportamiento airado y colérico, etc.). En esta misma línea Boyle y col. (1991)
obtuvieron, también para una muestra de enfermeras, que los niveles del síndrome
correlacionaban significativamente con las estrategias de distanciamiento (r = .35), con el
pensamiento desiderativo (r = .29), y con el énfasis en los aspectos positivos de la
situación (r = - .26). En la ecuación de regresión, tanto las estrategias centradas en el
problema ((3 = - .25) como las dirigidas a la emoción ((3 = .30) predecían una porción
significativa de cambio en los niveles del síndrome. Resultados similares son obtenidos
por Etzion y Pines (1986), y Kelly y Cross (1985).
133
empírica al tratar de predecir las relaciones que se establecen entre las estrategias de
afrontamiento y el síndrome de quemarse por el trabajo.
134
Para su adquisición se plantean, por regla general, los siguientes pasos:
1)El participante debe reflexionar sobre cuál es su problema. Para ello se pide a cada
participante que identifique un estresor que le genere problemas en el trabajo y que
tiene que ser corregido. Tanto el estresor como sus efectos deben ser analizados
con detalle.
2)El objetivo de esta fase es que los participantes averigüen lo que están dispuestos a
hacer para resolver el problema. Se pide a los participantes que desarrollen un
conjunto de objetivos reales para ello. Estos objetivos deben estar formulados en
términos conductuales.
6)Una vez tomada la decisión sobre la solución que resultará ser adecuada, se lleva a
la práctica. Se le pide a los participantes que anticipen la posibilidad de obtener
éxitos y fracasos.
135
prevención del síndrome. Stevens y Pfost (1983), desarrollaron un programa compuesto
por tres sesiones de dos horas, con personal hospitalario de un grupo de tratamiento y
rehabilitación de pacientes terminales (N = 12). La sesión inicial se dedicó a definir y
clarificar los problemas, las reacciones de los participantes ante ellos, y a establecer
expectativas de grupo. La segunda sesión estuvo dedicada a jerarquizar los problemas en
función de su frecuencia y urgencia de resolución, a generar diversas soluciones a cada
uno de ellos, y a evaluar las consecuencias que se derivaban de cada solución. Por
último, en la tercera sesión se seleccionó la solución óptima para cada problema en
términos de efectividad y posibilidad de ser desarrollada. Al final del programa los
participantes manejaban de forma más abierta y frecuente los problemas que tenían con
sus pacientes, trataban de reducir los conflictos interpersonales y se apoyaban
emocionalmente entre sí con mayor frecuencia.
Otro estudio interesante fue realizado por Kunkler y Whittick (1991). Estos autores
desarrollaron un programa de entrenamiento en solución de problemas como estrategia
para tratar el estrés laboral y el síndrome de quemarse por el trabajo en profesionales de
enfermería. El programa tuvo una duración de cuatro semanas con una frecuencia de una
sesión por semana. En la primera sesión, se pedía a los participantes que identificaran
estresores y formas de manejarlos. En la segunda sesión, se discutieron las soluciones y
los principios para el manejo del estrés. La tercera sesión estuvo dedicada a la práctica de
técnicas de relajación y retroinformación, y la cuarta se destinó a discutir los resultados
de las estrategias empleadas y buscar formas alternativas de afrontamiento para los
fracasos. Los autores concluyen que el programa resultó eficaz para el manejo del
síndrome. Los resultados de los cuestionarios indicaron que para todos los grupos las
puntuaciones medias en el síndrome de quemarse por el trabajo disminuyeron durante el
proyecto, ahora bien, la disminución fue mayor durante el período de intervención.
Resultados similares se obtienen en el estudio de Jenkins y Calhoun (1991) para una
muestra de maestros (N = 124). Después de un programa de entrenamiento en solución
de problemas de 3 semanas de duración, en el que los participantes eran entrenados en la
identificación de estresores y técnicas para su manejo, los autores concluyen que los
maestros adiestrados en solución de problemas empleaban mayor diversidad de métodos
para manejar el estrés y empleaban más tiempo en su manejo, con lo que
consecuentemente aumentó su capacidad para prevenir el síndrome de quemarse.
136
relaciones existentes entre estrés laboral, síndrome de quemarse y salud. Además, los
participantes aprendieron a identificar signos de estrés y estrategias de afrontamiento. La
evaluación realizada por los autores tres meses después de finalizado el programa
presentó una disminución media significativa del 9% en las puntuaciones del BM para el
conjunto de la muestra. Muchos de los estresores que contribuían al síndrome habían
disminuido significativamente (v. g., la sobrecarga laboral), y los sujetos se percibían más
competentes.
137
En una segunda fase, se escenifican situaciones mediante juego de roles, ofreciéndose
ejemplos típicos de conductas asertivas. Posteriormente, los participantes escenifican su
rol siguiendo los ejemplos presentados. Esta actuación va seguida de retroinformación
sobre la realización, y sugerencias sobre cambios y mejoras para futuras situaciones. El
énfasis de este entrenamiento se pone en la práctica de la conducta asertiva y en la
retroinformación sobre la forma en que se lleva a cabo la conducta asertiva en las
demostraciones del juego de roles.
Sutherland y Cooper (1990: 232-235) señalan que muchos de los problemas que el
profesional encuentra en el trabajo se asocian con su falta de habilidad para ser asertivo
en las relaciones que establece con los compañeros, supervisores y subordinados. Esta
falta de asertividad puede dar lugar a prolongación del horario de trabajo y sobrecarga
laboral, y puede generar también todo un conjunto de actividades contraproductivas para
el sujeto y para la organización.
138
Los objetivos fundamentales de los programas de adquisición de habilidades para
manejar el tiempo de manera eficaz se dirigen a:
Para el primer objetivo los participantes traen a las sesiones una lista de sus objetivos
personales, tanto laborales como no laborales. Estos objetivos son discutidos en términos
de compromiso, importancia, y actividades a realizar. Los participantes analizan sus
actividades diarias en términos de tiempo consumido y progreso realizado en la
consecución de sus objetivos laborales. Estas actividades diarias deberán ayudar a la
consecución de los objetivos de los participantes. Junto a este análisis se anotan los
objetivos conseguidos. Una vez identificados los objetivos conseguidos y las actividades
realizadas para conseguirlos, se elabora una jerarquía de actividades en función de un
criterio de "efectividad/tiempo requerido" que determinará las actividades a elegir.
Para alcanzar el segundo objetivo del programa (uso positivo del tiempo), los
participantes identifican momentos y actividades que no contribuyen a conseguir
objetivos laborales. Una cuestión importante en este punto es analizar las posibilidades de
delegar actividades sobre compañeros y subordinados. Los participantes analizarán las
posibilidades de delegar algunas actividades para obtener tiempo.
~El tercer objetivo del programa (percepciones) se centra en la forma de percibir las
situaciones de urgencia en el trabajo. En esta fase hay que analizar el sentido de urgencia
del sujeto. Para ello se trabaja sobre las siguientes cuestiones:
a)¿Qué actividades de urgencia son exigidas por su trabajo con razones válidas?
b)¿Qué fuentes de urgencia no son exigidas por su trabajo, pero son realmente
urgentes?
139
permita un manejo más eficaz de su tiempo.
Estas estrategias de manejo eficaz del tiempo son recomendadas por Maslach (1982),
Reiner y Hartshorne (1982), y Zastrow (1984), entre otros. Según Maslach (1982: 90),
cuando los profesionales se ven superados por el trabajo, una respuesta común es
trabajar más duro en un intento de superar el retraso y volver a controlar las cosas.
En el caso de los profesionales de ayuda eso significa atender más problemas, pasar
más tiempo con las personas hacia las que se trabaja, redactar más informes,
cumplimentar más burocracia, etc. Sin embargo, trabajar más horas y más duro a
menudo contribuye a aumentar el síndrome de quemarse en vez de disminuirlo.
Similares argumentos son expresados por Zastrow (1984), para quien los sujetos
quemados por el trabajo son profesionales que sienten que tienen que hacer demasiadas
cosas, pero disponen de poco tiempo para hacerlas. Manejar el tiempo de manera eficaz
permitirá a estos profesionales distribuir mejor el tiempo, y aumentar su efectividad en la
realización de los objetivos.
140
como iniciativa individual (Phillips, 1984; Glogow, 1986). Maslach (1982: 92-93) señala
que:
a... (aunque) el beneficio de hacer las cosas de forma diferente (puede que) en
ocasiones sea solamente psicológico, el profesional de ayuda tiene un mayor sentido
de autonomía y libertad personal, incluso aunque se le presenten los problemas de
siempre (...) hacer las cosas de forma diferente, de hecho, suaviza una fuente de
estrés».
Una tercera estrategia consiste en el distanciamiento mental del trabajo fuera del
horario laboral (Maslach, 1982; Zastrow, 1984). Hacer ejercicio físico o algún deporte
(Freudenberguer, 1974; Orlowsky y Gulledge, 1986), practicar yoga o relajación (Reiner
y Hartshorne, 1982; Bolle, 1988), tener algún hobby (Maslach, 1986), e incluso adquirir
compromisos ideológicos (Cherniss y Krantz, 1983; Glogow, 1986), pueden ser formas
de conseguir ese distanciamiento mental.
Evitar la excesiv a implicación con el trabajo y con las personas hacia las que se
dirigen los servicios (Radde, 1982; Orlowsky y Gulledge, 1986). Maslach (1982) señala
que:
«el agotamiento emocional aumenta cuando el profesional se implica con los sujetos
asumiendo sus problemas como propios, o reaccionando ante los comentarios
negativos como si se tratase de insultos personales» (p. 94).
141
También se recomienda cambiar de puesto dentro o fuera de la organización como
último recurso para no abandonar la profesión (Edelwich y Brodsky, 1980; Maslach,
1982; Glogow, 1986).
Conceptualmente la teoría que concibe el apoyo social como una variable con efectos
positivos potenciales frente al estrés se origina en la Sociología y en la Psicología Social.
Desde estas disciplinas se señala que el bienestar psicológico se asocia con la integración
social del sujeto. En este contexto, Cobb (1976) define el apoyo social como la
información que permite a las personas creer que:
142
sociales básicas se satisfacen a través de la interacción con los otros (Thoits, 1982).
Peeters, Schaufeli y Buunk (1993), señalan que el apoyo social debe ser diferenciado
de conceptos como compañerismo y filiación, e interacción social (Peeters, Schaufeli y
Buunk, 1993). La diferencia viene marcada por la intención del sujeto de buscar ayuda o
no. Mientras que el apoyo social implica buscar ayuda, el compañerismo no. Ambos
conceptos se engloban, a su vez, en el concepto más amplio de interacción social.
c)Naturaleza del apoyo social, cuando se analiza la calidad del apoyo social.
Estas tres perspectivas dan lugar a tres formas de operacionalizar el apoyo social:
cuantitativa, funcional y cualitativa. Por su parte, Cohen y Wills (1985) consideran sólo
tipos de apoyo social, el estructural (existencia de relaciones) y el funcional (en qué
medida el apoyo social cumple alguna de sus funciones). Desde la perspectiva estructural
se estudian las redes sociales, definidas como el conjunto de personas y/o grupos que
interaccionan entre sí, y la estructura de tales relaciones.
a)Escuchar al sujeto de forma activa, pero sin darle consejos ni juzgar sus acciones.
143
b)Dar apoyo técnico en el sentido de que un compañero experto le confirme al sujeto
que está haciendo bien las cosas. Este tipo de apoyo según el autor no puede
ofrecerlo la pareja ni la familia o amigos ajenos a la profesión.
Como se ve, existen distintos tipos de apoyo social y ello puede ayudar a comprender
la disparidad de resultados obtenidos. No obstante, al hablar de prevención del síndrome
de quemarse, es importante considerar el apoyo social formal y el informal. Así, mientras
que los contactos de carácter informal previenen el desarrollo del síndrome, los de
carácter formal, dado que suponen mayor carga e implicación laboral, pueden llegar a
incrementarlo (Leiter, 1988).
Por lo que hace referencia a los enfoques de la investigación, Erera (1992) distingue
cinco enfoques al estudiar las función que el apoyo social ejerce sobre el estrés y sus
efectos:
a)El enfoque que considera el apoyo social como una variable que reduce los efectos
del estrés.
b)El que considera la función moduladora del apoyo social entre la acción del estrés
laboral y sus efectos, sin que el apoyo social ejerza efectos directos sobre los
estresores ni sobre sus efectos.
144
c)El que lo conceptualiza como una estrategia de afrontamiento que los sujetos usan
en situaciones en que los niveles de estrés experimentado son muy elevados.
d)El que señala que la falta de apoyo social es un estresor que aumenta los efectos
negativos del estrés.
e)Finalmente, el que plantea que el apoyo social, en vez de disminuir los efectos del
estrés los aumenta.
Estos diferentes resultados han sido categorizados en tres grupos (Figura 5.2). Se
habla de efectos directos del apoyo social sobre el síndrome de quemarse para indicar
que el apoyo social puede mejorar (o su ausencia empeorar) los niveles percibidos del
síndrome, independientemente de que cambien o no los niveles de estrés percibido. Los
efectos indirectos del apoyo social sobre el síndrome aluden a aquellos efectos que el
apoyo social ejerce sobre los niveles de estrés percibido, y por lo tanto, al afectar a esos
niveles, también se verán afectados negativamente los niveles del síndrome. Por último,
se considera que existen efectos de amortiguación o buffering cuando el apoyo social
percibido no disminuye directamente los niveles del síndrome, ni afecta a los niveles de
estrés percibido, pero puede hacer que el impacto del estrés sobre el sujeto o la
valoración que éste haga de los estresores sea menor. A su vez, estas diferentes vías de
acción del apoyo social sobre el síndrome de quemarse por el trabajo, han sido
operacionalizadas en forma de dos modelos que estiman los efectos del apoyo social
sobre el síndrome: el modelo de efectos directos y el modelo de efectos moduladores.
Cohen y Wills (1985) señalan que existe evidencia consistente de ambos modelos. La
evidencia para el modelo de amortiguación aparece cuando el apoyo social se evalúa
como disponibilidad percibida de las fuentes de apoyo ante las necesidades creadas por
las situaciones estresantes. La evidencia para el modelo de efectos directos se obtiene
cuando el apoyo social se evalúa como el grado de integración del sujeto en el entramado
de una gran estructura socio-laboral.
145
Figura 5.2. Modelo de relaciones potenciales entre estrés percibido, apoyo social y
síndrome de quemarse por el trabajo (adaptado de Sutherland y Cooper, 1990: 92).
Por tanto, a la hora de evaluar los efectos del apoyo social en el trabajo sobre el
síndrome de quemarse, hay que considerar que presenta efectos directos sobre el estrés
percibido, eliminando o reduciendo el estresor mismo, presenta efectos directos sobre los
niveles del síndrome y, además, presenta efectos moduladores en la relación que se
establece entre los niveles de estrés percibido y el síndrome. En este último caso es la
interacción estrés percibido-apoyo social la que afecta a los niveles del síndrome de
quemarse.
Como se ha señalado más arriba el apoyo social en el trabajo, puede venir de los
compañeros y de los supervisores. En cualquier caso, una de las fuentes más importantes
de apoyo social en el entorno laboral viene ofrecida por los grupos informales. La
dificultad de las relaciones laborales y su potencial fuente de conflictos y ambigüedades,
puede hacer necesario que los sujetos busquen apoyo en los compañeros.
146
en cuatro puntos una estrategia para buscar ese apoyo en el trabajo:
1)El profesional debe elegir un compañero con el que pueda hablar, con quien se
pueda sincerar para revelar sentimientos, y que no suponga una amenaza para él.
No debe ser un profesional al que deba dar órdenes.
2)A este compañero le explicará que tiene que discutir con él un problema personal.
El profesional debe admitir que necesita ayuda, y que el compañero elegido es la
persona más adecuada para ofrecerla.
3)Se debe intentar mantener y construir una relación, incluso fuera de los momentos
de crisis o al margen de los problemas.
Por otra parte, y desde una perspectiva grupal, Taerk (1983) presenta un programa de
apoyo social, con profesionales de enfermería de una sala de oncología, desarrollado
durante dos años a razón de dos días a la semana. Los objetivos del grupo se dirigieron a
identificar pacientes con actitudes especialmente negativas hacia los profesionales,
desarrollar estrategias de afrontamiento para tratar con esos pacientes, facilitar la
comunicación entre las enfermeras y los profesionales de otras salas, disponer de un
lugar de encuentro para compartir experiencias, contar y escuchar los problemas y
sentimientos de los profesionales, y analizar las reacciones de contra-transferencia que
dificultaban los cuidados adecuados a los pacientes. En el programa se enfatizó el
desarrollo de estrategias de afrontamiento y de apoyo. Al final del programa, los sujetos
participantes manifestaron que había mejorado el clima de la sala, habían disminuido sus
sentimientos de ansiedad, impotencia, culpa, y las tasas de abandono de los
profesionales.
Por su parte, Moynihan y Outlaw (1984) ofrecen una caracterización de grupos cuya
finalidad básica es la provisión de apoyo social a sus compañeros. Por ello, el objetivo
primordial de esos grupos de apoyo es la reducción de los sentimientos de soledad y
agotamiento emocional de los profesionales, el incremento del conocimiento de los
resultados, la ayuda para desarrollar formas efectivas de tratar con los problemas, y la
facilitación de un trabajo más confortable. Para conseguir estos objetivos conceden un
papel importante a la figura del director del grupo, que debe ser un profesional
cualificado. El director debe dirigir al grupo, debe dejar claro que un grupo para el
desarrollo del apoyo social no es un grupo de psicoterapia. Los miembros de un grupo de
147
apoyo no son pacientes, el objetivo del grupo es mejorar el ambiente de trabajo no
conseguir cambios psicológicos en los asistentes. Por tanto, en el grupo se deben discutir
problemas relacionados con el entorno laboral, no problemas personales. También, es
importante que quede claro que el grupo no es una extensión de la administración de la
organización, sino un sistema de apoyo para sus miembros.
Una estructura similar de grupo de apoyo social es recomendada por Maloney y Ange
(1982) para prevenir el síndrome de quemarse en profesionales de enfermería.
148
retroinformación es describir el comportamiento real desarrollado, tal y como se ha visto.
Al hacerlo se debe evitar interpretar lo que el sujeto pretendía hacer o cuáles eran sus
motivos. Este autor señala que la retroinformación debe ser descriptiva más que
evaluativa, concreta, útil a las necesidades del sujeto al que se la da, y no debe ser
impuesta sino pedida.
Matteson e Ivancevich (1987) señalan que una estrategia para reducir el síndrome de
quemarse por el trabajo es mejorar la retroinformación sobre la ejecución laboral. En las
profesiones de servicios de ayuda, la naturaleza del puesto es tal que el tipo de
retroinformación que los profesionales reciben está excesivamente sesgado. Los
profesionales no siempre conocen cómo afecta su trabajo a las personas sobre las que
trabajan, ignoran en qué grado contribuyen a su progreso o bienestar, con frecuencia la
única forma de retroinformación positiva que llegan a recibir es por parte de algún cliente
que no se vuelve a ver, y que dice únicamente que su problema se ha resuelto. Por el
contrario, escuchan más a menudo críticas sobre su mala ejecución y sobre la falta de
satisfacción de los clientes. El resultado es un desequilibrio que genera el desarrollo de
actitudes negativas hacia el propio trabajo y hacia las personas que se atiende. Matteson
e Ivancevich (1987) abogan por la implementación de programas de desarrollo
organizacional, en los que se desarrollen procesos de retroinformación desde el grupo de
trabajo y desde la dirección de la organización. Para estos autores, todas las acciones
positivas desarrolladas por el supervisor que mejoren la calidad de la interacción, pueden
servir para reducir el síndrome.
149
La dirección de la organización debe desarrollar programas de prevención dirigidos a
mejorar el ambiente y el clima de la organización, pues los desencadenantes del síndrome
de quemarse por el trabajo son estresores percibidos con carácter crónico que ocurren en
el entorno laboral. Variables como el contenido del puesto (v. g., sobrecarga laboral, falta
de identidad de tareas, escasa retroinformación sobre el desempeño, falta de oportunidad
para el empleo de las habilidades adquiridas, etc.), disfunciones en el desempeño de los
roles (ambigüedad y conflicto de rol), el clima laboral (v. g., estructura, responsabilidad,
participación, normas, recompensas, etc.), son variables antecedentes del síndrome que
explican un porcentaje significativo de su varianza.
En el resto del capítulo revisaremos tres estrategias relevantes para la prevención del
síndrome de quemarse que pueden ser implementadas desde la dirección de la
organización: los programas de socialización anticipatoria, la implementación de sistemas
de evaluación y retroinformación, y los procesos de desarrollo organizacional.
Una de las principales estrategias para la prevención del síndrome de quemarse pasa
por desarrollar programas de socialización anticipatoria. Diferentes investigado res
señalan que aparece una fuerte asociación entre una entrada inadecuada en la
organización y el desarrollo de síndrome. Ello es debido, en gran medida, a la
discrepancia existente entre las expectativas que los profesionales tienen cuando
empiezan a trabajar y la realidad que encuentran. Los profesionales de los servicios de
ayuda entran en su profesión fuertemente motivados por el deseo de ayudar a los demás.
Cuando empiezan a trabajar por primera vez esperan encontrar mejoras visibles en las
personas hacia las que trabajan, o al menos esperan que su contribución sea reconocida y
valorada, sin embargo, habitualmente el alto nivel de expectativas y objetivos que se fijan
al principio de su carrera suelen ser irreales.
Según diferentes autores (Jackson y Schuler, 1983; Matteson e Ivancevich, 1987), los
programas de socialización anticipatoria pueden prevenir el choque con la realidad y sus
consecuencias. La filosofía que subyace a los programas de socialización anticipatoria es
que el choque con la realidad se experimente antes de que el profesional comience su
vida laboral. El choque se vivencia en un contexto "de laboratorio" que permite
desarrollar estrategias constructivas para enfrentarse con las expectativas irreales que se
tienen. Mediante estos programas se cuestionan los ideales y se analiza la discrepancia
entre la forma en que las cosas deberían realizarse, según las creencias personales o
profesionales, y la forma en que están realizándose.
150
Siguiendo el modelo que Kramer (1974) ha desarrollado para profesionales de
enfermería, un programa de socialización puede concretarse en cuatro fases:
2)La segunda fase se centra en analizar los problemas encontrados en la fase una e
idear nuevas estrategias para tratar esas situaciones. Con ello se incrementa el
número de estrategias a emplear y, más importante aún, aumenta la comprensión
de los profesionales de por qué ciertos procedimientos que ocurren en situaciones
poco ideales continúan existiendo. En esta fase, los nuevos empleados son
expuestos a los aspectos negativos de las políticas y prácticas que caracterizan a la
mayoría de las organizaciones. Asimismo, se les anima a pensar activamente sobre
posibles soluciones para mejorar la situación. El principal objetivo de estas dos
primeras fases es que los participantes sean conscientes de cómo piensan, sienten y
se comportan.
3)Mientras que las fases una y dos se centran en las propias expectativas de los
empleados, en su forma de ver las cosas, la tercera fase del programa intenta
enseñar a los empleados qué es lo que los otros esperan de ellos. Por ejemplo, se
presenta la naturaleza de las relaciones entre médicos y enfermeras, y se analiza
por cada grupo desde sus respectivas posiciones. Asimismo, los supervisores y la
administración exponen a los miembros recien incorporados las expectativas que
tienen sobre ellos. Otro punto importante de esta fase es que, en el proceso de un
panel de discusión, los nuevos miembros señalen qué esperan realizar, y qué no
esperan realizar en su puesto. De esta manera, los participantes pueden valorar sus
posibilidades de éxito y de fracaso.
4)La fase final del programa va dirigida a enseñar y a entrenar a los nuevos
profesionales en técnicas y estrategias de negociación y de solución de conflictos.
El objetivo de esta fase es que los profesionales adquieran las destrezas necesarias
para convertirse en agentes de cambio. Estas destrezas le dan al nuevo miembro la
opción de cambiar en el futuro aquellas partes del sistema que presentan conflictos,
151
haciéndolas más aceptables.
152
de juez, y el rol del subordinado es escuchar y defender el por qué de su ejecución en el
pasado. Por el contrario, la orientación de la evaluación como "desarrollo" se centra en
preparar para la ejecución futura, tiene como objetivo cambiar la ejecución a través del
autoaprendizaje y el crecimiento personal, se basa en el asesoramiento, en el
establecimiento de objetivos, y en la planificación de carrera, asigna al evaluador el rol de
asesor, y otorga a los profesionales un rol activo y de participación en el diseño de planes
futuros para la ejecución laboral.
153
ver si la ejecución ha mejorado o empeorado. Esta retroinformación de carácter
evaluativo puede ser completada con la procedente de los compañeros que pueden
observar al sujeto mientras trabaja, pues mientras que los clientes tienden a evaluar el
servicio frente a un servicio ideal, las evaluaciones de los compañeros están basadas en el
conocimiento de la práctica profesional y de la realidad organizacional. El contenido de la
retroinformación puede emplearse también para resolver situaciones de conflicto y
ambigüedad de rol en determinados servicios o departamentos, y a su vez para analizar
reglas y procedimientos disfuncionales.
Otra de las formas de actuar para prevenir el síndrome de quemarse es llevar a cabo
programas de desarrollo organizacional. El desarrollo organizacional es un proceso que
busca mejorar las organizaciones a través de esfuerzos sistemáticos y planificados a largo
plazo, focalizados en la cultura organizacional, y en los procesos sociales y humanos de
la organización (Beer, 1976). El objetivo es mejorar los procesos de renovación y de
solución de problemas de una organización mediante una gestión de la cultura
organizacional más eficaz y colaborativa. El énfasis del desarrollo organizacional se sitúa
en los equipos formales de trabajo.
Esta estrategia de intervención considera que la mayor parte de las personas está
motivada hacia el crecimiento y desarrollo personal, si se procura un ambiente que lo
apoye y que resulte retador. Asimismo, las personas desean contribuir a la consecución
de los fines de la organización en nivel superior a lo que el ambiente organizacional
permite. El grupo de trabajo es uno de los grupos de referencia más importantes para la
mayor parte de las personas que desean ser aceptadas e interactuar de forma cooperativa
con, al menos, un grupo de referencia. Para que un grupo optimice su eficacia, el líder
formal no puede desempeñar todo el liderazgo y las funciones de mantenimiento en todas
las circunstancias y en todo momento. Por lo tanto, los miembros del grupo se deben
ayudar unos a otros con comportamientos eficaces de liderazgo y de membrecía.
Además, la interacción de la dinámica de los distintos equipos de trabajo en una
organización mediante elementos de conexión, tiene un poderoso efecto sobre las
actitudes y los comportamiento de las personas (Beer, 1976).
154
compensación, formación, asignación de puestos, tareas y funciones.
1)Cada pareja debía diseñar un modelo de equipo de trabajo ideal que fuese aplicable
para todos los miembros de su organización.
155
equipos en su organización.
Los niveles del síndrome fueron evaluados en los sujetos participantes 11 meses
después de realizar el seminario, y se compararon con los sujetos de un grupo de control.
Mientras que las puntuaciones en las dimensiones del MBI eran similares para el grupo
de control en las dos estimaciones realizadas con 11 meses de diferencia, en el grupo de
sujetos participantes en el seminario, las puntuaciones en las dimensiones del MBI habían
disminuido significativamente respecto a la estimación realizada 11 meses antes, y eran
significativamente inferiores a las puntuaciones obtenidas por el grupo de control. Ante
estos resultados los autores concluyeron que la intervención tuvo los efectos esperados.
Por tanto, los programas de desarrollo organizacional pueden ser una estrategia efectiva
para el afrontamiento del síndrome de quemarse por el trabajo desde un enfoque
organizacional.
Por otra parte, Edelwich y Brodsky (1980: 234-235) consideran que la dirección debe
facilitar que los profesionales puedan cambiar de actividades. Existen puestos en los que
el profesional debe estar todo el tiempo en contacto con los sujetos objeto de atención.
Estos puestos son muy demandantes emocionalmente. Asimismo, la dirección debe
considerar cambios que conlleven mejoras de recompensas (Shinn y Morch, 1983) y la
promoción del profesional (Aber, 1983). Aumentar las responsabilidades, la participación
en la toma de decisones (Schwab y col., 1986), y la autonomía (Aber, 1983) pueden ser
156
acciones asociadas a estos cambios que mejoran los sentimientos de quemarse.
5.7. Resumen
1)Estrategias individuales.
3)Estrategias organizacionales.
157
Desde la perspectiva grupal e interpersonal señalamos que las estrategias pasan por
fomentar el apoyo social por parte de los compañeros y supervisores. En este apartado
tratamos dos aspectos diferentes. En primer lugar, se han revisado las funciones que el
apoyo social en el trabajo desempeña en la prevención del síndrome, y a continuación se
han presentado algunas estrategias para su implementación. A la hora de evaluar los
efectos del apoyo social en el trabajo sobre el síndrome de quemarse se ha señalado que
presenta efectos directos sobre el síndrome, y efectos moduladores en la relación que se
establece entre los niveles de estrés percibido y el síndrome.
158
159
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179
180
Títulos publicados
Psicología de la motivación
Historia de la Psicología
Jesús Beltrán
Desarrollo cognitivo
181
Francisco Rivas (Editor)
Constantino Arce
182
Manuel Ato García y Juan José López García
Serie: PSICOBIOLOGÍA
Neuropsicología
Psicofisiología
Evaluación de programas.
Psicopatología
183
Serie: PSICOLOGÍA SOCIAL
Psicología política
Tratado de psicología del trabajo: Vol. II: Aspectos psicosociales del trabajo
J.F.Morales y M.C.Moya
P.R.Gil-Monte y J.M."Peiró
Seguridad vial.
184
Luis Montoro (Editor)
185
Índice
Armando Rodríguez Pérez 13
CAPÍTULO 1: DELIMITACIÓN CONCEPTUAL DEL
SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO Y MODELOS 18
INTERPRETATIVO
1.2. Delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el
21
trabajo
1.3. Determinantes del síndrome de quemarse por el trabajo en las
23
profesiones de servicio
1.4. El síndrome de quemarse por el trabajo en el marco
26
contextualizador del estrés laboral
1.5. Delimitación conceptual del síndrome de quemarse por el
28
trabajo mediante la diferenciación de o
1.6. Desarrollo del proceso del síndrome de quemarse por el
32
trabajo
1.7. Principales modelos explicativos del síndrome de quemarse por
40
el traba]1o
1.7.1.1. Modelo de competencia social de Harrison (1983) 41
1.7.1.2. Modelo de Cherniss (1993) 44
1.7.1.3. Modelo de Thompson, Page y Cooper (1993) 47
1.7.2. Modelos elaborados desde las teorías del intercambio social 49
1.7.2.2. Modelo de conservación de recursos de Hobfoll y Fredy
52
(1993)
1.7.3. Modelos elaborados desde la teoría organizacional 53
1.7.3.2. Modelo de Cox, Kuk y Leiter (1993) 55
1.7.3.3. Modelo de Winnubst (1993) 56
1.7.4. Un modelo estructural sobre la etiología y el proceso del
58
síndrome considerando antecedentes
1.8. Resumen 59
CAPÍTULO 2: LA MEDIDA Y EL DIAGNÓSTICO DEL 61
186
SÍNDROME DE QUEMARSE POR EL TRABAJO 61
187
4.4. Resumen 124
CAPÍTULO 5: ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN PARA LA
PREVENCIÓN Y AFRONTAMIENTO DEL SÍNDROME DE 125
QUEMARSE
5.2. Concepto de afrontamiento 127
5.3. Tipología de las estrategias de afrontamiento 129
5.4. Estrategias individuales 131
5.4.1. Técnicas para la adquisición y mejora de las estrategias
133
individuales de afrontamiento
5.4.1.1. Entrenamiento en solución de problemas 134
5.4.1.2. Entrenamiento de la asertividad 137
5.4.1.3. Programas de entrenamiento para manejar el tiempo de
138
manera eficaz
188