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Tu Dios es mi Dios.
Rut 1:6-18
Introducción

Hermanos muy buenos días, bendiciones. ¿Quién recuerda los regaños irónicos
de sus padres? No sé si ustedes eran como yo. Mi madre me decía: “váyase con
esos amigotes, esos lo llevan por buen camino”. O, las mujeres de pronto
escucharon decir, “siga con ese vago para que la mantenga”. En la porción que
veremos hoy, encontraremos algo por el estilo. La anciana Noemí planteará a
sus nueras la opción de regresar a Moab y conseguir misericordia, esposo, reposo
y pueblo; haciendo uso de un lenguaje altamente teológico que les debía
recordar que solo el Señor podía darles eso. ¿Cómo respondió cada una? De eso
trata nuestro pasaje. Leamos Rut 1 desde el versículo 6 hasta el 18:

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Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab;
porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo
para darles pan. 7 Salió, pues, del lugar donde había estado, y con ella
sus dos nueras, y comenzaron a caminar para volverse a la tierra de
Judá. 8 Y Noemí dijo a sus dos nueras: Andad, volveos cada una a la casa
de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis
hecho con los muertos y conmigo. 9 Os conceda Jehová que halléis
descanso, cada una en casa de su marido. Luego las besó, y ellas alzaron
su voz y lloraron, 10 y le dijeron: Ciertamente nosotras iremos contigo a
tu pueblo. 11 Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; ¿para qué habéis
de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que puedan ser
vuestros maridos? 12 Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja
para tener marido. Y aunque dijese: Esperanza tengo, y esta noche
estuviese con marido, y aun diese a luz hijos, 13 ¿habíais vosotras de
esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar por
amor a ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que
vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí. 14 Y ellas alzaron
otra vez su voz y lloraron; y Orfa besó a su suegra, más Rut se quedó
con ella.
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15
Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus
dioses; vuélvete tú tras ella. 16 Respondió Rut: No me ruegues que te
deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y
dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi
Dios. 17 Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga
Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre
nosotras dos. 18 Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no
dijo más.

Oremos.

Recordemos que este libro fue escrito por el profeta Samuel, con el fin de
mostrar como Dios salvaría a Su pueblo a pesar del caos en tiempos de los
jueces, dándoles un cumplimiento parcial del rey mesiánico que les había
prometido. El libro nos lleva a ver los orígenes del rey David quien fue el
instrumento de Dios para constituir la teocracia israelita y llevarla a uno de sus
puntos más altos. Recordemos que David es el ancestro de Nuestro Señor
Jesucristo.

En referencia con la porción anterior del libro de Rut, Elimelec y Noemí fueron
a Moab junto con sus hijos, huyendo de una hambruna en Belén, para buscar un
mejor porvenir, rechazando su herencia dentro del pueblo del pacto, para ir a
un lugar que es descrito como una tierra de muerte. En aquella época de la
historia de la redención, el pacto había sido hecho solo con Israel: fuera de
Israel, en condiciones normales, no había salvación.

Los hijos de Noemí se casan con mujeres moabitas: Rut y Orfa. Recordemos que
los israelitas no tenían permitido tomar esposas de los pueblos paganos. El
esposo de Noemí y sus hijos mueren y ella queda sola con las dos nueras. En
ese momento, Noemí escucha la noticia que el Señor ha visitado a Su pueblo
dándoles pan. Vimos que el termino visitación es importante en la historia de la
salvación, porque siempre es usado en las Escrituras para hablar de los actos
redentores de Dios. Dios visitó a Sará para que concibiera a Isaac (Gen 21:1), a
Israel en Egipto (Exo. 3:16), nos ha visitado en la primera venida de Cristo (Lc.
1:68) y nos visitará en Su regreso (1 Pe. 2:12). Dios venía a salvar. Al escuchar
la buena noticia, Noemí se dispone a regresar a Judá, buscando reposo en Su
Señor.

Rut y Orfa se levantan a acompañar a Noemí. Llegando Orfa y Rut con Noemí a
una distancia considerable de su antigua casa, la anciana, con sabiduría, coloca
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delante de ellas la vida que les podía esperar. Durante todo el tiempo que
estuvo con ellas, Noemí hizo lo que le correspondía: instruir a sus nueras en la
fe en el Señor de Israel. Ahora ellas deben demostrar porque la quieren
acompañar: van porque el Señor ha visitado a Su pueblo, o solo por el pan, lo
temporal. A medida que expongamos el pasaje, profundizaremos en estas
cosas.

Nuestro sermón se titula, “Tu Dios es mi Dios” y consta de dos puntos:

1) Volviendo a los ídolos.


2) Siguiendo al verdadero Dios.

Comencemos con nuestro primer punto.

1. Vuelvete a tus dioses: Noemí dice a sus nueras que vuelvan a Moab. Dado
que sus esposos habían muerto, sus obligaciones habían terminado. A
pesar de esto, permanecieron con Noemí durante un tiempo. Este
ciertamente era un acto amoroso de parte de Orfa y Rut hacia ella.
Hermanos todos estos detalles son importantes porque no estamos
hablando de gente que es “de lo peor”. Orfa y Rut, tenían un afecto
natural por su suegra. La sostuvieron durante mucho tiempo luego de la
muerte de sus esposos. Éste fue un acto amoroso de sus partes. Dicho
afecto provino del trato de Noemí hacia ellas. Aunque ella creía en el Dios
de Israel y las moabitas en sus ídolos, esto no fue impedimento para
servirles, instruirlas en la fe de Jehová y tratarlas con amor y paciencia.
¿Cómo ganamos a los incrédulos que nos rodean? Dejo el interrogante a
modo de aplicación.

Noemí sabe que, al menos en lo material, no podrá hacer nada por el


futuro de sus nueras. Es una mujer anciana, desposeída, viuda, sin hogar,
sola y con pocas posibilidades de tener esposo. Ella no tenía nada que
ofrecerles y se empeña en dejárselos muy claro. Analicemos lo que dice
Noemí.

Misericordia: Noemí dijo a sus nueras en el vv. 8: “… Andad, volveos cada


una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como
la habéis hecho con los muertos y conmigo”. Noemí quiere que Dios tenga
misericordia de Orfa y Rut porque ellas han cuidado de Noemí con
profundo afecto y cariño. Aunque al momento de morir sus esposos, las
moabitas no tenían más obligaciones con su suegra, ellas prefirieron
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quedarse con ella, cuidarla, mantenerla, dejando de casarse.

Ahora, Noemí ha sido muy cuidadosa con la palabra que ha utilizado. Ella
ha pronunciado la palabra hesed, misericordia divina, el amor pactual
que Dios tiene para con Su pueblo. Por ejemplo, en Exodo 15:13, Moisés
usa una derivación de hesed para referirse al amor pactual del Señor, al
librar a Su pueblo de Egipto, cuando dijo “condujiste en tu misericordia a
este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada”.

Noemí está pidiendo esa misericordia y usa el nombre pactual de Dios:


Jehová. No usa un nombre genérico de Dios. Dice “que Jehová haga con
vosotras ‘misericordia’”. Ellas ya sabían lo que este nombre implicaba.
Solo Él hace misericordia y perdona la maldad. Como dice en Ex. 34:6 “6
¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y
grande en misericordia y verdad; 7 que guarda misericordia a millares,
que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo
tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres
sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta
generación”.

¡Noemí está deseando redención para ellas, recordándoles que solo


Jehová salva!

Esposo: El propósito del regreso de las moabitas a casa de su madre es


que encuentren esposo. Continuemos con el vv. 9: “Os conceda Jehová
que halléis descanso, cada una en casa de su marido…”. En el sermón
pasado decíamos que en aquellos tiempos, al menos que una mujer no
estuviese casada, estaría condenada a quedar cerca de la mendicidad.

Noemí no podía ayudar a sus nueras a salir de su viudez. Las moabitas


podrían ser amparadas por su suegra, si ella hubiese tenido más hijos
para darlos en matrimonio. De acuerdo con Deu 25:5-10, el Señor
proveyó protección a las viudas, estableciendo en la ley el levirato, con
el fin que la viuda pudiese conformar una nueva familia con un cuñado,
levantar descendencia y no quedar desamparada. Noemí sabía -o al
menos eso creía- que la posibilidad de darles levires a sus nueras era
nula, tal como dijo en los vv. 11-13:

“11 Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; ¿para qué habéis de ir


conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que puedan ser vuestros
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maridos? 12 Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para


tener marido. Y aunque dijese: Esperanza tengo, y esta noche estuviese
con marido, y aun diese a luz hijos, 13 ¿habíais vosotras de esperarlos
hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar por amor a
ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que vosotras, pues
la mano de Jehová ha salido contra mí”.

¿Qué posibilidades tenían Orfa y Rut de formar un hogar, al ir con Noemí?


Ninguna. No al menos en circunstancias normales. Por eso, Noemí les
muestra que humanamente, el camino más fácil es que regresen a su
tierra y consigan maridos que las sustenten.

Reposo: Por otra parte, no podemos olvidar que la razón por la cual Noemí
deseaba que sus nueras se casasen es para que encontrasen reposo. Dice
el vv. 9 “Os conceda Jehová que halléis descanso, cada una en casa de su
marido”. El término usado para describir dicho descanso es menuha, un
vocablo cuya “raíz significa ‘establecerse’ después de deambular. [En
Num. 10:33 corresponde al reposo que daba la nube de gloria a los
israelitas en cada lugar que llegaban]. [En Jos 21:43-45, se refiere al
reposo que alcanzó Israel al vencer a los enemigos en Canaán]. Con
frecuencia, la palabra se usa en el A.T. como sinónimo de Tierra
Prometida, el lugar donde la presencia especial de Dios dio descanso a
los israelitas que estuvieron errantes en el desierto”. Éste es el reposo
que Noemí pide al Señor para sus nueras. Quiere que el Señor les conceda
un hogar donde reposar en Jehová.

Noemí deseaba que el reposo divino, que venía por el cumplimiento de


las promesas del pacto, alcanzase a las moabitas. ¿Dónde lo podían
alcanzar? En el lugar donde Jehová había establecido su presencia
especial en el A.T.: Israel.

Pueblo: Respecto a volver con los moabitas, si bien no es una indicación


explicita que hace Noemí, si se encuentra la sugerencia en el hecho que
debían regresar a casa de su madre, e ir a su propio pueblo a buscar
reposo en la casa de un nuevo marido. Noemí les está diciendo que
busquen todas esas cosas en su pueblo.

Al principio, las dos mujeres parecen determinadas a ir con Noemí, es


más, es Noemí quien debe insistir que se vayan. Finalmente, Orfa se
aparta y regresa a Moab.
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Orfa escogió el camino conocido, el que desde la óptica terrenal es


ancho y seguro. Estaba interesada en lo temporal, en el pan, no en la
misericordia ni el reposo que el Señor da.

Hay decisiones que humanamente hablando tienen salidas relativamente


fáciles. Pensemos en Orfa. Es viuda, perdió a su marido, no tiene
absolutamente nada. La decisión que tiene por delante es sencilla: o
acompaña a Noemí a Belén a una vida incierta; o va con su familia que la
acogerá. Encontrará un esposo, aunque regrese a sus tradiciones e
idolatría. Tal como dice el texto en el vv. 15, Orfa se volvió a su pueblo y
a sus dioses. Regresó a su vieja vida.

Hermanos “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es


camino de muerte”. Orfa, en su propia prudencia, ha rechazado al
Señor. Vivió muchos años en medio de una familia israelita. Conocía la
Palabra de Dios. Sabe que Jehová libertó con mano poderosa a Su
pueblo de tierra de Egipto, de casa de servidumbre, que abrió el Mar
Rojo, le dio maná en el desierto y derrotó a todas las naciones que
poblaban Canaán estableciendo allí su morada, dando reposo a su iglesia
y una ley que los guiaría hasta que llegara Siló, el príncipe de paz, el
Mesías, ante quien los pueblos se congregarían. Incluso conoció la
historia de cómo Dios hizo misericordia con otras mujeres que estaban
fuera del pacto como Tamar y Rahab. Orfa conocía el “evangelio” del
Antiguo Pacto; sin embargo, finalmente rechazó la salvación que se le
ofrecía. ¡Ay del final que le esperaba! Recibiría un mejor porvenir en
este mundo, pero, ¿a qué costo? Lo que le aguardaba era condenación y
muerte.

Amigos que nos visitan en esta mañana. Puede que vengan cargados de
preocupaciones, con todo, los llamo a no confiar en su propia prudencia.
Tienen la información necesaria para saber que deben entregarse al
Señor. Han estado expuestos por un tiempo, bastante en caso de
algunos, a la Palabra del Señor, pero rehúsan arrepentirse. Lo que tenía
Orfa en su momento era suficiente para abrazar la fe en el Dios de
Israel. Ustedes conocen bastante de la revelación de Dios en Cristo. Lo
que necesitan es arrepentirse. Apelo a sus conciencias. Ustedes saben
que necesitan al Salvador. ¿Dónde creen que hallarán misericordia y
reposo? ¿Simpatizando con la iglesia mientras sus mentes y corazones
siguen entregados a una vida sin Cristo? Esto es más que un asunto de
7

buenas maneras. Miren a Orfa, conviviendo durante bastante tiempo de


manera pacífica con Noemí hasta cuando le planteó las cosas
directamente. Ese momento es hoy para ustedes. ¿Qué van a hacer? ¿Dar
un paso atrás o avanzar hacia Jesucristo?

Amigos, no pongan su confianza en que van los domingos a una iglesia y


tal vez desde ese momento hasta mejor les va. Eso no los hace
creyentes. Eso es lo que enseñan las iglesias apostatas de hoy, pero no
es la salvación que Jesucristo ofrece.

A los que profesan la fe les digo: cuestiónense ustedes también. Los


ancianos y pastores solo ven la conducta, pero Dios pesa los corazones.
Si a Pablo se le pasó Demas, se nos puede pasar cualquiera.

Hermanos míos. Afirmemos nuestros corazones en el Señor. Repito:


afirmemos nuestros corazones en el Señor. Que en ninguno de nosotros
haya una confianza vana en cualquiera de las bendiciones de Cristo, y
no en la persona de Cristo mismo. Es en Cristo amados. Es en Él. Solo en
Él.

Esta confianza única en el Señor es lo que se nos mostrará en la


declaración de Rut. El Señor la rescató y descansaría en Él como el
proveedor de su alma y todas sus necesidades. Abordémosla en nuestro
segundo punto.

1. Me he vuelto a tu Dios: Rut, en cambio, se quedó con Noemí. Leamos el


vv. 14 “Y ellas alzaron otra vez su voz y lloraron; y Orfa besó a su
suegra, más Rut se quedó con ella”. La palabra hebrea que es traducida
como “quedarse” es davaq y significa literalmente que Rut “siguió
apegada a ella”. Dicha expresión indica lealtad y un afecto profundo, y
es usada en el A.T. en el contexto de las uniones pactuales. Este tipo de
apego requiere dejar de pertenecer a un grupo para pertenecer a otro.
Es el término usado en Gen 2:24 cuando dice: “Por tanto, dejará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola
carne”. En el caso de Gen 2:24, el verbo refleja bien la acción de dejar
la casa de los padres, para unirse con el cónyuge en un nuevo hogar. En
Sal 63:8, el salmista dice “está mi alma apegada a Ti”, en Sal 119:31,
“Me he apegado a tus testimonios”, y en Pr. 18:24, hablando de la
hermandad pactual, dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse
amigo; y amigo hay más unido que un hermano”. Todo esto muestra que
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el abrazo de Rut, va más allá de un afecto natural: Rut ha sido injertada


a la iglesia. Así, la acción de Rut de abrazar a su suegra señala que ha
abandonado para siempre sus raíces moabitas para permanecer con
Noemí.

La anciana, consciente de la declaración de fe que ha hecho Rut, busca


que la moabita sea más explícita. Le dice en el vv. 15: “He aquí tu
cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella”.
Noemí prueba a Rut. Quiere saber si ella comprende el pleno significado
de haberse apegado a ella. ¿Recordaba Rut que en Israel no se adora a
Quemós sino a Jehová? ¿Reconocía que los israelitas fieles no se casaban
con personas que estuviesen fuera del pueblo de Dios? ¿Qué
probablemente viviría para siempre como una extranjera menesterosa?
Esas son las respuestas que Noemí quiere. En otras palabras, Rut debía
estar consciente del costo de su elección: no vería más a su familia ni
sus paisanos. Renunciaría a todo lo que fue su vida. No tenía
“garantizado”, humanamente hablando, su sustento. Probablemente
sería despreciada por los hebreos.

Pero Rut ha sido unida al Señor, Jehová ha tenido misericordia de ella.


El Señor la sacará de la tierra de muerte, del yermo de aflicción y la
tomará en alas de águila y la llevará hacia Él, tal como hizo con Israel.
Rut va a responder las inquietudes de Noemí. En el voto que hará,
notaremos que ni la falta de esposo, hogar o comida alterarán a Rut
porque ahora, como verdadera israelita, ella no vive tan solo por el pan
sino de toda palabra que sale de la boca del Señor. Miren como
responde Rut, en vv. 16-17:

16 Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti;


porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres,
viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. 17 Donde tú
murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun
me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos.

¿Notan la secuencia de este voto? Tú, Tú pueblo, Tú Dios. ¡Es un


crescendo! Jehová nuestro redentor ha unido a Rut a Él mismo y a Su
pueblo, a través de Noemí, en un vínculo pactual inquebrantable. Rut,
constreñida por el amor de Su redentor, no puede hacer nada más que
dedicar su vida al Señor.
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En su declaración de fe, ha usado las palabras Elohim y YHWH. Rut


reconoce a Su Dios como el Elohim, el único Dios verdadero que creó
todas las cosas, y también como YHWW, el Dios que entra en un pacto
personal con los suyos. Sabe que los deseos de Noemí porque encuentre
misericordia, un pueblo, reposo y un esposo, solo encuentran respuestas
en YHWH, Jehová. Él es todo para Rut.

La confesión de Rut muestra que, para ella, el Señor es todo lo que


necesita. Toma las palabras del pacto: “Yo seré vuestro Dios y vosotros
seréis mi pueblo” y las vuelve propias: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu
Dios mi Dios”. Un hebreo que conocía estas palabras de memoria,
comprendería lo que Rut está diciendo. La promesa del pacto se ha
cumplido en Rut, ahora ella hace parte de la iglesia. El hogar que Rut
espera es el Señor, Su pueblo y Su Tierra. Lo demostró cuando dijo
“dondequiera que vivieres, viviré”. Irá al lugar donde se encuentra la
morada especial de Dios en la Tierra, donde dio reposo a Su pueblo. Está
dispuesta a perderlo todo para responder en amor a esta salvación. Si el
Señor pide que viva como menesterosa en medio de un pueblo que
probablemente la rechazaría, lo hará.

Rut toma tan en serio este compromiso con el Dios vivo que invoca una
maldición sobre sí misma en caso de no unirse a Noemí, la iglesia y
Jehová. Es la convicción de una creyente que conoce las consecuencias
de la apostasía.

Algunos de los que se acercan a este relato exaltan a Rut como la


heroína que decidió acompañar a Noemí. Eso no es lo que está diciendo
el texto. Jehová volvió a Rut parte de Su pueblo. Rut está respondiendo
a la noticia de la visitación del Señor, yendo a Belén y dando su vida al
Señor que la ha salvado, ¿cómo? Asumiendo el cuidado de una hermana
anciana. Por amor al Señor, los cristianos servimos con fidelidad en
nuestros llamamientos. Desde el pastor que viene fielmente a predicar,
a veces hasta sin fuerzas, pasando por el hermano que cumplidamente
llega primero a la iglesia, revisa que todo esté en orden y es el último
en irse; siguiendo con los hermanos que, por medio de su trabajo o
negocio, aprovechan cualquier oportunidad para evangelizar, más los
que renuncian a más dinero con tal de tener tiempo para instruir sus
familias en el Señor u ocuparse de sus llamados. Eso es lo que está
haciendo Rut.
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Amados, el llamado de Dios por medio del evangelio siempre ha tenido


las mismas implicaciones para quienes lo acogen: les costará sus vidas.
Seguir al Señor siempre implicará perdida para alcanzar el supremo
bien. Rut está imitando a su padre en la fe, Abraham, quien dejó su
tierra y parentela; y a Moisés que rehusó los deleites temporales del
palacio de Faraón. ¡Para ganar al Señor, tendremos que hacer todo lo
demás a un lado! El mismo Señor Jesús se lo enseñó a quienes lo seguían
cuando dijo en Mt. 10:37-39 lo siguiente:

“37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí;
el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el
que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El
que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de
mí, la hallará”.

La unión de Rut con el Señor es tal que ella irá a donde Noemí va y
morirá donde Noemí morirá; es decir, Noemí va a Israel, Rut va a Israel.
Está dispuesta a ser sepultada en Israel, indicando de esa manera que
vivirá hasta el fin de sus días en medio del pueblo del Señor, aunque
Noemí muera antes que ella y la deje completamente sola con un
pueblo que posiblemente nunca la apreciaría. Viviría como Abraham
como extranjera en la Tierra Prometida, siendo una extraña en ese
lugar, tal como Abraham, Jacob y José, pedirá ser sepultada allá. La
tierra de Israel, tenía un valor sacramental. Los israelitas recibieron la
orden de permanecer allí y morir allí, porque, hasta donde conocían,
allí donde moraba la presencia especial de Dios verían a Siló, a Cristo y
resucitarían en gloria. Los ojos de Rut estaban puestos en que un día
despertaría y vería a Su redentor cara a cara, tal como los israelitas
creían. Como dijo Job en Job 19:25-27:

25 Yo sé que mi Redentor vive,


Y al fin se levantará sobre el polvo;
26 Y después de deshecha esta mi piel,

En mi carne he de ver a Dios;


27 Al cual veré por mí mismo,

Y mis ojos lo verán, y no otro,


Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.

La fe que Dios otorgó a Rut, la fe verdadera, es tal como la fe de los


patriarcas que describe el autor de Hebreos en Heb. 11:13-16:
11

13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo


prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y
confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque
los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,

ciertamente tenían tiempo de volver. 16 Pero anhelaban una mejor,


esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de
ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Como dijo el salmista en Sal. 17:15:

En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia;


Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.

¿Qué sucedería con la necesidad temporal de Rut? ¿Creía Rut que


regresar a Moab y buscar un esposo era lo que necesitaba? No, de
ninguna manera. Vivirá en la Tierra donde el Señor ha hecho morada en
Su Templo, por el Espíritu, confiando la respuesta a esas preguntas al
Señor.

El libro de Rut nos mostrará que el Señor fue fiel en vida con Rut. En
Booz, Dios proveyó un pariente redentor en Booz, un hombre “de valor”
quien sería el vehículo para que Rut encontrara todo aquello que ella
confió a YHVH, el Dios del pacto. Booz la reconocería como heredera de
la misericordia, una hija de Abraham y por medio del vínculo
matrimonial, la integraría plenamente a Israel, le daría reposo y de su
vientre vendra la descendencia mesiánica.

Amados, todas estas promesas ya son nuestras en Cristo Jesús. En Él


tenemos hogar. Nos ha guardado muchas moradas en la casa del Padre,
donde reposaremos eternamente. Él es el camino para ir al hogar
celestial. En Él, todo los que están cansados y cargados pueden
descansar. Cuando los sepulcros sean abiertos y despertemos del polvo,
allí veremos de nuevo a nuestra gran familia, la iglesia, al Padre y a
nuestro esposo, el Cordero. Estaremos juntos con ellos para siempre. Y
no habrá muerte que nos separe nunca más porque la muerte será
sorbida en victoria y seremos uno con nuestro Hacedor eternamente.

Hermanos que están cansados y cargados ¡cobren animo! Tal vez el


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panorama ahora luzca oscuro para ustedes por las circunstancias que
están viviendo. Les suplico que miren nuestro pasaje de hoy: el Señor
nos llama a confiar incondicionalmente en Él. Como dice el Sal. 55:22
“Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; El nunca permitirá
que el justo sea sacudido”.

Hoy tenemos delante de nosotros la mesa del Señor con un valor


sacramental más claro, más pleno que el de Canaán. Hemos visto el
cumplimiento de las promesas. El Señor gritó desde la cruz “¡consumado
es!”. Habiendo resucitado, es las primicias de la resurrección, y
resucitaremos con Él en gloria. Ya no tenemos miedo a la muerte, ni
que el Señor nos mueva de un lado a otro. Estamos en Él, en Aquél que
es omnipresente y abarca todo en todo. Vengamos, tal como Rut se
dirige a Canaán, con confianza a la mesa, sabiendo que nuestra
redención está asegurada y que esta mesa confirma nuestra comunión
con el Señor. De lo que suceda en este caminar, Él se encargará.

Amigos que no han creído en Cristo, todo se trata de abrazar a Cristo por
completo por medio de la fe. Rut abrazó al Señor por la fe y dejó el
resultado a Él y recibiría todo lo que le hacía falta y mucho más.
“Cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o mujer, o hijos, o tierras, por Su nombre, recibirá cien veces
más, y heredará la vida eterna”. Rut abrazó al Señor como Su esposo,
como Aquel quien llenaría todos sus vacíos, sin importarle si no parecía
haber esperanza de que la situación mejorara. Esa es la vida por fe que
se requiere de nosotros. Esa es la elección que tenemos delante de
nosotros.

Oremos.

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