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Ejemplo de Comentario

Texto
Ordóñez en ‘Masterchef’

En la vida real son los congresistas los que actúan como cocineros: reparten tajadas, se untan de
mermelada, cocinan reformas.

Había jurado no seguir nunca más un reality de televisión desde los días lejanos en que la
adicción a Protagonistas de novela por poco acaba conmigo: hoy puedo decir que, si bien
superé con gran esfuerzo aquel enganche adictivo, mi cerebro quedó con daños irreversibles
suficientes como para apoyar al gobierno de Santos en determinadas circunstancias.

Sin embargo, la espesa situación de nuestra vida política, y en especial los desmanes del
procurador, me estaban resultando tan agobiantes, que no soporté las ganas de tomar aire
asomándome al reality del momento: MasterChef, un concurso en que conmovedoras y
esforzadas personas de toda índole tratan de abrirse paso en el agitado mundo de la cocina,
bajo al juicio implacable de unos chefs bravucones y con ínfulas dentro de los que brillan los
hermanos Rausch y un señor costeño: brillan, en especial, cuando no utilizan gorro.

Sé que paliar la realidad nacional dopándome con telebasura no es una salida genial; pero digo
en mi favor que la situación política me estaba resultando tan infernal, que bien valía la pena
huir de ella, así fuera para caer en otra caldera. Pongo el ejemplo del procurador, que ya tiene
pinta para presidente. Aprovechando de forma descarada el poder de su cargo, y su vocación de
monseñor, Ordóñez ya tiene en capilla a Sergio Fajardo, su futuro contendor, y pretende rebajar
las sanciones de sus posibles apoyos con un ánimo de descuentos que solo se observa en la
Uniferia de Unicentro. Por si fuera poco, la sanguinaria torpeza de las FARC lo posiciona como la
opción de mano dura por la que algunos claman.

Para evadir semejante perspectiva, entonces, opté por permitirme una deliciosa descarga de
pornomiseria que, supuse, podría manejar: mal que bien, en aquellos días en que me capturó la
melaza de Protagonistas de novela yo era joven y díscolo. Ahora soy adulto: ya vivo sin afán, ya
no voto por el Polo. Ya controlo mis vicios.

Pero quedé enganchado de inmediato, esa es la verdad. Todo en el programa me resulta


deliciosamente deplorable: para empezar, aquellos aspirantes a cocineros a quienes los jurados
tratan con rudeza:
–¿Y esto qué es? –pregunta un juez.
–Es un risotto, chef.
–Pero esta vaina no tiene sal –se queja–. Y además está fría.
Los regañan de tal modo que uno piensa que les van a quitar la salida el domingo. Porque a
ratos el programa parece un reality hecho por señoras bogotanas para elegir empleadas del
servicio. Una de las pruebas de la segunda temporada podría consistir en olvidar, a modo de
señuelo, un billete de 5.000 pesos sobre una mesa, a ver si alguien lo agarra. O dejar razones
telefónicas para ver si las anotan.
Lo cierto es que cuando los hermanos Rausch zarandean a un pobre aspirante, a mí me entra
una bocanada de placer culposo que me deleita:
–¿Qué tiene frente a usted, Lucho?– le preguntan a un concursante tembloroso.
–Dos huevos duros, chef.
–Hablamos de lo que tiene en el plato, Lucho: esa no es forma de referirse al jurado.
Uno ve a los participantes con una expresión de angustia tan exagerada, que imagina que, más
que unos señores que cocinan unos ñoquis al pesto, estamos ante un grupo de estadistas
entregados a la trascendental tarea de reformar la Constitución. En la vida real, sin embargo, el
asunto funciona exactamente al revés, y son los congresistas los que actúan como cocineros:
reparten tajadas, se untan de mermelada, cocinan reformas como si fuera un sancocho. De por
sí, cuando alguien suelta la frase “la carta se respeta: debemos ser impecables”, quien habla es
un participante de MasterChef. En cambio, si uno oye algo como “hermano, los huevos te
quedaron blanditos”, seguro es Germán Vargas Lleras conversando con Armandito Benedetti.

Quedé prendado al concurso a pesar de mis esfuerzos: ¡cuánto melodrama por hacer unas
pastas! ¡Cuántos regaños por un arroz pasado! ¡Quién se pierde semejante maravilla! Adicto al
concurso de moda, y preocupado a la vez por la realidad política del país, ahora sueño con que
las directivas de RCN consideren el ingreso al programa del procurador Alejandro Ordóñez, para
que escarmiente. Y ese es mi pedido.
Muero por verlo allá, sometido al trato del jurado:
–¿Y usted qué está cocinando, Alejandro? –pregunta el Rausch no repostero, que para mí es el
que manda al otro.
–Mi candidatura presidencial.
–¡Pero esa vaina está cruda! ¿Cuál salsa le puso al lado?
–Es una reducción.
–¿De qué?
–De penas: es para poder negociar apoyos en el futuro.
–¿Y con qué acompañó el plato?
–Con un arroz de moros y cristianos. Pero le quité los moros.
–¿Y ese pollo?
–Es la paloma de la paz: yo mismo la despresé.
–¿Y con qué la piensa servir?
–Con la papaya que me están dando las FARC.
–¿El masacote blanco qué es?
–Es un puré de papa. De papa del Vaticano, concretamente.
–¿Y no hizo postre?
–Iba a hacer unos bizcochos tradicionales…
–¿Roscones?
–No, los roscones son pecadores. Unos liberales. Pero los inhabilité.
–A ver pruebo el plato, Alejandro –chasquea el Rausch jefe -: ¡asqueroso! ¡Queda eliminado!
Y nos libera para siempre de que Ordóñez nos clave el colmillo. (Ospina, 2015)

TEMA Y RESUMEN.

El tema de este texto podría formularse así, de acuerdo a lo descrito por el columnista Samper:
El procurador Ordoñez desea llegar a la Presidencia de la República

Inicia el camino hacia la presidencia de la república de Colombia y se ha percibido varias


personas que aspiran llegar a la casa de Nariño, incluyendo las intenciones del Procurador
Ordoñez de convertirse en el alto mandatario de este país, aprovechando su cargo público y la
publicidad gratuita que genera en los medios de comunicación, adicional de buscar estrategias
que lo lleven a ser el nuevo representante de nuestro país.

Comentario crítico

El Columnista Samper utilizando el medio distinguido para el cual trabaja la revista semana
realiza una crítica aparentemente hacia el procurador Ordoñez por mostrar intención de llegar a
la presidencia de la república de Colombia, pero este texto es con un sentido muy peyorativo
hacia grupos, etnias, culturas y religión por que a medida que avanza en su escrito nombra estos
grupos de manera “sutil” pero con una fuerza de odio, creando desde su perspectiva personal
en el lector el mismo sentir.
Utilizando tal vez su astucia o artimaña, haciendo un comparativo con un reality show pues
pensemos por un momento que el rating de estos programas televisivos es muy alto, y con esto
poder seducir con su escrito a una buena cantidad de lectores. Con la idea de captar las miradas
utilizando el nombre del programa televisivo Master Chef, Samper hace este escrito con una
serie de estrategias para tratar de utilizar su idea personal en la misma cantidad de personas
que ven dicho programa, crítica el programa y sus jueces lo que nos puede indicar que también
ve el programa por que cuenta con detalles que solo quién los ha visto puede hablar de ello
pero lo llama TELEBASURA, no es lógico su manera de pensar por que decide ver un programa
para también hacer que sus escritos también se vuelvan populares utilizando muchísimos
detalles del programa a lo que podemos deducir que tampoco son importantes sus escritos.

En muchas ocasiones se ven escritos o palabra ofensivas en todos los ámbitos y no detallamos la
magnitud de lo que esto puede generar en la sociedad, dentro del ejemplo que estamos
hablando de la percepción de Samper hace que otras personas repliquen su postura de manera
particular induciendo al mal pensamiento hacia unos grupos, incluyendo regiones.

La libertad que existe en nuestro país de los medios de comunicación lleva a utilizar ideas
personales que no infunde cosas positivas hacia el lector o oyente por eso es que se resalta
frecuentemente las cosas negativas recalcan discriminación, odios, homicidios todo sin que se
siembre algo positivo en el que oye, sería muy diferente donde se escribieran o se televisen
cosas que generen un impacto positivo como buenas costumbres o tal vez acciones positivas
para que estas también se repliquen continuamente.

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