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PROLOGO

Los sistemas agrícolas son la principal fuente mundial de alimentos para la


población. Estos sistemas, algunas veces llamados agro-ecosistemas, normalmente
consisten de varias partes y procesos. Incluyen: un área de cultivo (con suelos
formados por procesos geológicos y ecológicos previos), producción y
equipamientos para siembra y cosecha, limpieza del terreno y zafra. Es necesario
un mercado para comprar la producción y proveer el dinero para la adquisición
de combustibles, fertilizantes, mercaderías y servicios que mantienen funcionando
el sistema.

Un agro-ecosistema es un sistema en el que el ser humano actúa como


administrador y consumidor. En un ecosistema salvaje los animales actúan como
consumidores y administradores. Los organismos salvajes esparcen constantemente
semillas e invaden el territorio de los agro-ecosistemas. Si los granjeros no
controlasen los agro-ecosistemas con pesticidas, limpiando la tierra, arando y otros
métodos, el ecosistema salvaje se restablecería por sí mismo. Las granjas pueden
prosperar debido al valor de trabajo realizado previamente por el ecosistema
salvaje en el desarrollo del suelo. La mayoría de los granjeros gradualmente agotan
el suelo, aunque este sea fertilizado. La rotación del suelo para volver a la sucesión
natural se llama usualmente ciclo sin cultivo y es un método para reestructurar el
suelo.

En los últimos 20 años, han sucedido grandes cambios en la forma de pensar de los
movimientos sociales rurales con respecto a la reforma agraria, la tierra y el territorio,
especialmente en el caso de La Vía Campesina (LVC). El mundo está cambiando,
de modo que las luchas agrarias de los movimientos sociales rurales y sus visiones
sobre la reforma agraria, la tierra y el territorio también cambian. La evolución de
su pensamiento se ha producido dialécticamente, primero como resultado de
transformaciones en el mundo exterior, y segundo, con base en el aprendizaje
interno y el intercambio de experiencias y diálogos de saberes que tienen lugar
dentro de los movimientos a medida que interactúan entre sí y con el mundo.
Si bien los temas de la reforma agraria, la tierra y el territorio han estado presentes
durante mucho más tiempo (Sobhan 1993, Rosset et al. 2006, Lipton 2009), en el
momento actual se han acumulado ya más de dos décadas de lucha agraria
desde la fundación de LVC como un movimiento social transnacional, que
demuestra importantes aprendizajes (Borras 2004, Desmarais 2007, Martínez-Torres y
Rosset 2010, 2011; Rosset 2013).

Un análisis temático de la evolución del pensamiento, que considera el cambiante


objetivo de lucha, el tema de la tierra y el territorio, las ocupaciones de tierra, la
diversidad de actores populares en la lucha territorial (desde mujeres y hombres,
hasta campesinos, pueblos indígenas y pastores nómadas), el tema de la titulación
de la tierra, el rol del Estado, el reclamo de nuevos derechos y, finalmente, las
múltiples crisis que se enfrentan hoy.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS

La historia de la ocupación de la tierra, como territorio, como lugar de vida, medio


de sobrevivencia de los pueblos, fuente de todo alimento, centro de nuestra
cultura... coincide con la historia de las civilizaciones. Desde los primeros tiempos,
los seres humanos han buscado incansablemente la forma más justa de ocupar la
tierra, usarla, conservarla para las generaciones futuras y distribuir sus frutos.

Muchas fueron ya las guerras y masacres por esta causa, pero, en casi todo el
mundo, sobre todo en el sur, la justicia en la propiedad y en el uso de la tierra...
¡todavía es un sueño!

Todas las doctrinas sociales y religiosas coinciden en que en la posesión de la tierra


radicaría la base para la formación de sociedades justas o injustas. Pero el lucro y
la forma como evolucionaron los modos de producción en la sociedad fueron
también determinando la utilización de la tierra como un medio de explotación del
trabajo de otros, como reserva de valor, como instrumento de poder. Así, en el
esclavismo y en el feudalismo, la posesión de la tierra fue utilizada como forma de
mantener esclava y sierva a la mayor parte de la población, que había de trabajar
para los que se decían dueños de las tierras: los nobles y señores feudales.

Hubo también muchas revueltas populares. La Biblia registró el precepto de que


cada 50 años los dueños de las tierras, conmemorando el jubileo -la gracia del
Señor creador de la tierra-, deberían volver a repartir la tierra y dar oportunidad
para que todos pudiesen trabajar en ella.

Durante el feudalismo, los campesinos semisiervos, siervos, cuasiesclavos...


organizaron muchas revueltas en la lucha por el derecho a la tierra. Hubo gloriosas
guerras campesinas, que movilizaron millones de campesinos contra los señores de
las tierras. La primera de la que se tiene registro escrito fue la que se dio en la Persia
antigua (imperio sasánida) en el siglo V, en la que millares de campesinos liderados
por Mazdak arrancaron al emperador Kavadh una redistribución de las tierras.
Otras revueltas importantes eclosionaron en Europa en los siglos 13 a 17.
Algunas de ellas se mezclaron con líderes o motivaciones religiosas, como fue la
revuelta de los campesinos alemanes con la rebelión de Martín Lutero. La última
revuelta campesina importante de ese período fue cuando los campesinos
franceses se juntaron a la naciente burguesía industrial, para deponer a la
monarquía y apoyar la revolución francesa, con la esperanza de tener derecho a
la tierra.

Las reformas agrarias a partir del capitalismo

Con el capitalismo surgió el derecho a la propiedad privada de la tierra, pero sólo


por parte de quien tenga dinero, capital para apropiarse de ella.

Surgió entonces por primera vez en la historia la expresión “reforma agraria” (RA),
cuando al final del siglo 19 y el inicio del 20 las burguesías industriales en el poder
percibieron que el mantenimiento del monopolio de la propiedad de la tierra en
pocas manos impedía el desarrollo de las fuerzas productivas, pues excluía a
millones de campesinos del acceso al mercado de los bienes de consumo
producidos por la industria. Así, en toda Europa Occidental y en EEUU las burguesías
industriales promovieron RAs, que distribuían la tierra masivamente para millones de
campesinos, creando entonces una estructura fundaría de pequeñas y medias
propiedades. Esa misma medida fue adoptada después de la segunda guerra
mundial en Asia (Japón, Filipinas, Corea del sur y Taiwán) y en el sur de Italia. Fue lo
que se clasifica como RAs “clásicas o burguesas”.

Pero hubo también otros tipos de RA durante el siglo XX. La RA revolucionaria, que
fue realizada por los campesinos rebeldes, con las armas en la mano, expulsando
a los latifundistas e imponiendo la distribución de las tierras sin ninguna ley; ese tipo
de RA se dio en la revolución mexicana de 1910-20, y después en Bolivia en la
década de los 50.

Las RAs reformistas fueron aquellas con las que las élites locales intentaron calmar
los movimientos campesinos distribuyendo parcialmente los latifundios. Son
reformistas porque la burguesía toma la iniciativa de hacer las leyes, pero las aplica
de forma lenta y gradual.
Ese tipo de RA fue aplicado en la mayoría de los países de América Latina durante
la década de los 60, impulsados incluso por el gobierno norteamericano, temeroso
de la revolución cubana. Tal vez la más amplia haya sido la reforma realizada en
Chile por el gobierno demócrata-cristiano de Eduardo Frei (1964-1970).

Las RAs populares fueron aquellas reformas que consiguieron unir los esfuerzos del
movimiento campesino, que luchaba por la distribución de las tierras con gobiernos
populares, progresistas, nacionalistas, que querían de hecho combatir el latifundio
y desarrollar el país. El grado de amplitud de este tipo de RA dependió de la
correlación de fuerzas interna existente en cada país. Los ejemplos más importantes
de este tipo de RA son la de Egipto, llevada a cabo por el gobierno de Nasser, y la
RA realizada por Ho Chi Minh en Vietnam después de la expulsión de los franceses.
Ambas, realizadas en la década de los 50. Después, las reformas chilenas (gobierno
de Allende 70-73) y la nicaragüense (década de los 80) y las realizadas en algunos
países de Africa, desde dentro de los movimientos de liberación colonial.

Finalmente, dentro de esta tipología de RAs, tuvimos en este siglo las RAs socialistas,
que se realizaron junto con cambios económicos o transición del modo de
producción capitalista hacia el socialismo.

Estas RAs se basaron en la concepción de que la tierra debería pertenecer a la


nación, o sea, a todo el pueblo, y que la ley debería conceder a los campesinos
sólo la concesión de uso, siendo que la organización de la producción podría tener
diversas formas sociales, que iban desde las granjas estatales, las cooperativas,
diversas formas asociativas... hasta la unidad de manutención familiar. Entre esas
RAs las más conocidas fueron las realizadas en Rusia, en China, en algunos países
de Europa oriental, y la de Cuba, en América Latina.

Pero el problema continúa

A pesar de las varias iniciativas para corregir el problema de la concentración de


la propiedad de la tierra en la historia reciente, en casi todos los países del tercer
mundo, en especial en el hemisferio sur, el problema de la concentración de la
tierra continúa.
Y lo peor: se agrava cada vez más. Hay un índice estadístico utilizado por la ONU,
que mide el nivel de concentración de la propiedad de la tierra: es el índice de
Gini. Cuanto más próximo está a 1,00 más concentrada está la propiedad. En la
mayoría de los países del tercer mundo el índice está en torno a 0,80, mientras que
en los países que hicieron RAs el índice es menor de 0,50 (cuanto más se acerca a
0,00 más próximo está a la igualdad de acceso a la tierra).

Los países que todavía no hicieron verdaderas RAs representan el 80% de la


población mundial que vive en el medio rural, con aproximadamente 3 billones de
personas: la necesidad de democratizar la propiedad de la tierra continúa siendo,
pues, una necesidad vital, para gran parte de la humanidad.

La concentración de la propiedad de la tierra en esos países es la causa


generadora de innumerables problemas que acaban afectando a toda la
sociedad, como el éxodo rural, que engendra enormes conglomerados de pobres
en las ciudades, el hambre, la concentración de renta y de riqueza, y el desempleo.

Esa situación se agravó todavía más en la última década, cuando los países
industrializados que controlan la economía mundial adoptaron políticas
neoliberales e indujeron a los países del tercer mundo a hacer lo mismo.

Esas políticas subordinaron las economías agrícolas locales a los intereses del gran
capital internacional, abrieron los mercados nacionales a las empresas
multinacionales, que oligopolizaron el control de la producción agrícola, elevaron
las tasas de interés y desmantelaron el sector público agrícola.

Así, en la última década los gobiernos locales abandonaron las inversiones públicas
en la agricultura, en crédito rural, asistencia técnica, garantía de compra de los
productos, seguro para la producción... con la excusa de que ahora es el mercado
quien debe resolver, y abandonaron a los campesinos a su propia suerte,
aumentando todavía más los niveles de pobreza, de desigualdad social y de
éxodo rural.
MARCO TEÓRICO

CUESTIONES CLAVES EN LA CONSTRUCCIÓN DE PROPUESTAS DE POLÍTICAS PÚBLICAS


DE ESTADO PARA LA SOBERANÍA ALIMENTARIA

Siendo conscientes del proceso acumulado en estos quince años podemos


identificar las cuestiones que nos han permitido avanzar a nivel global sobre este
punto:

 La soberanía alimentaria ha sido capaz de unir viejas y nuevas


reivindicaciones en torno al mundo rural y los reclamos campesinos. Todas
las luchas desde la reforma agraria o los derechos de los pueblos originarios,
pasando por el derecho a la salud y al consumo de alimentos sanos y
nutritivos o la defensa de la biodiversidad han tenido cabida dentro del
paradigma; por lo tanto, hemos construido un concepto integral y
totalizador dentro del espacio en el que nos movemos.
 La soberanía alimentaria ha sido capaz no sólo de fortalecer la lucha de
colectivos, organizaciones, experiencias y proyectos ya reales, sino de
animar la puesta en marcha de miles y miles de proyectos y experiencias
productivas y sociales en todo el mundo. Son proyectos que se desarrollan
siguiendo los elementos clave de la soberanía alimentaria. Además, estas
experiencias se articulan en red y refuerzan las alianzas sociales de cada
territorio. Por lo tanto, estas experiencias, muchas veces de resistencia,
renuevan y revitalizan de forma ágil y constructiva luchas históricas y el
propio paradigma, impidiendo su anquilosamiento.
 La soberanía alimentaria ha permitido fortalecer el diálogo político e
ideológico como pocas veces antes se había producido. Este diálogo
ideológico allana sin duda el camino a la propuesta política concreta
sustento de medidas, reivindicaciones, programas o cualquier otro medio
por el que se concrete. El diálogo entre campesinado y mundo ecologista,
entre campesinado y feminismo, entre sin tierra y pequeños propietarios y
propietarias, entre campesinado propietario y trabajadores y trabajadoras
del campo, entre personas consumidoras y productoras.
Es decir, diálogos en principio muy complejos que han sido posibles y que nos
permiten decir que nuestras propuestas de política son, desde luego, viables.

 En la construcción de las alternativas hemos superado la división norte sur


para entender que el debate es en torno a los modelos. Este proceso, que
es sencillo, sin embargo, nos permite avanzar en propuestas que, en
principio, siguen los mismos principios cuando se aplican en Francia o
cuando se aplican en Angola.
 En la construcción de las alternativas hemos analizado con carácter
retrospectivo las propuestas e instrumentos que en otro tiempo se aplicaron
sobre el sector agroalimentario para determinar cómo algunas de estas
medidas económicas son válidas para impulsar la soberanía alimentaria y
cómo otras pueden serlo si se modifican ciertos puntos o se orientan de otra
forma. Es decir, el movimiento social por la soberanía alimentaria es capaz
de reconocer el papel de los aranceles, las cuotas, el control de la oferta,
las ayudas y, de esta manera, nuestra batería de medidas políticas se torna
muy real y la discusión obliga a ser absolutamente concreto ante los sectores
políticos y económicos que en cada escenario deciden.
 Además, la soberanía alimentaria, cuando se traduce en propuestas
políticas, logra conectar con el sentido común de la ciudadanía que siente
que es importante apoyar y consumir producto local, que el campesinado
debe vivir de la renta de su trabajo y que la cadena de intermediación no
puede quedarse con la plusvalía.

Es decir, nuestra propuesta concreta es entendible socialmente y esto nos otorga


un plus de legitimidad en momentos como el actual.

 Por último, y esto es importante, la construcción de la soberanía alimentaria


como paradigma político analiza, cuestiona, retoma y critica otras políticas
puestas en marcha en otros momentos. En este sentido, se revisan las
políticas agrarias desarrolladas en otros momentos por la izquierda
tradicional o las reformas agrarias impulsadas en determinados momentos
siendo capaz de distinguir los elementos que fracasaron.
Valorar los logros alcanzados en determinados lugares es una práctica constante
del movimiento y, además, se es capaz de ubicar en un camino de lucha y cambio
social desde el medio rural dónde quedan el resto de políticas aplicadas al campo
y qué planteamos como diferente con este nuevo concepto.

A partir del desarrollo del concepto de la soberanía alimentaria podemos enumerar


una serie de elementos previos para la construcción de políticas concretas por la
soberanía alimentaria:

Una política que apueste por el mundo rural. En un mundo marcado por el proceso
de urbanización y en el cual este último se equipará a modernización y desarrollo
es necesario construir una política profundamente ruralista que reivindique el
mundo rural como espacio de vida y desarrollo con valor en sí mismo, portador de
una serie de cualidades y elementos culturales que son la base de las sociedades
y que aportan una visión complementaria del futuro de nuestros pueblos. Esta
política rural exige poner en marchas medidas, programas e iniciativas que
permitan a los habitantes del medio rural vivir con calidad contando con todos los
servicios en igualdad de condiciones que los habitantes del medio urbano en
contra de criterios de rentabilidad puramente económicos. Una política donde los
elementos de cohesión territorial cobran fuerza generando las condiciones que
permitan corregir procesos sociales como la emigración, el envejecimiento, el
despoblamiento o la masculinización y ponen las bases para el desarrollo armónico
entre el medio rural y el urbano buscando las sinergias, pero sin generar una
relación dependiente como existe actualmente. Por otra parte, las políticas
neoliberales aplicadas al campo no han valorado el impacto en términos no solo
sociales y culturales, sino tampoco económicos de la emigración del campo a la
ciudad.

En un contexto en el que es necesario introducir la variable sostenibilidad en todos


los programas políticos, es preciso revisar una política que genera tales
desequilibrios territoriales entre el campo y la ciudad.
Una política agrarista. Es decir, una política que otorgue el valor que se merece a
la producción campesina, a la actividad pesquera, a las actividades pastoriles y al
aprovechamiento de los recursos que hacen los pueblos indígenas. Esto significa
que el sector agroalimentario como sector productivo no es funcional a ningún otro
sector económico, sino que pasa a tener un papel fundamental en la estructura
económica. La crisis actual nos muestra de nuevo lo inconsistente de nuestra
economía actual. Es necesario volver a una economía real basada en la
producción, y la agricultura y la ganadería son sectores productivos básicos.

Una política ecologista. Profundamente verde. Que integre el desarrollo del sistema
agropecuario dentro del sistema completo de la biosfera. Se trata de una política
que apoye la transformación del modelo productivo agropecuario de manera que
sea compatible con la biosfera.

Para el desarrollo de esta política pública por la soberanía alimentaria es necesario


un cambio en la orientación clásica de las políticas agroalimentarias que impone
el sistema capitalista.

Una política agroalimentaria construida desde el reconocimiento de derechos. Este


enfoque basado en derechos tiene implicaciones concretas:

El derecho humano a la alimentación adecuada. Este derecho implica la


obligación de los Estados de respetar, proteger y realizar el derecho de todos los
habitantes de sus territorios respectivos a disponer de una alimentación adecuada.
Un enfoque del hambre y la malnutrición basado en los derechos hace posible que
los individuos y la sociedad civil exijan responsabilidades a los Estados. Desde el
punto de vista de las organizaciones sociales, la falta de voluntad o la incapacidad
de los gobiernos para cumplir con sus obligaciones es parcialmente la causa de la
prevalencia del hambre y la malnutrición. El derecho a una alimentación
adecuada forma parte de los derechos humanos generales, lo que permite a la
población pedir responsabilidades a sus gobiernos y demandar los cambios
políticos necesarios.
El derecho a una alimentación suficiente exige que cada hombre, mujer y niño y
niña, por separado y como miembros de una comunidad, tenga en todo momento
acceso físico y económico a una alimentación adecuada mediante el uso de una
base de recursos apropiada para su obtención de un modo coherente con la
dignidad humana. La realización del derecho a una alimentación adecuada exige
la disponibilidad de unos alimentos libres de sustancias nocivas y aceptables desde
un punto de vista cultural. Estos alimentos deben estar disponibles en una cantidad
y una calidad que satisfagan las necesidades nutricionales y dietéticas de los
individuos.

Además, el acceso a los alimentos no debe interferir con el goce de otros derechos
humanos y debe ser sostenible. El derecho reconocido en el art 25 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, sociales y culturales ha sido desarrollado
por la Observación General Nº 12 del ECOSOC, por las directrices voluntarias sobre
el derecho a una alimentación adecuada aprobadas por el Consejo de Seguridad
Alimentaria y por el Protocolo Facultativo aprobado recientemente.

Los derechos de los trabajadores y trabajadoras agrícolas. Gran parte de la


población rural vive del trabajo agrícola, frecuentemente sin empleo regular, sino
como trabajadores y trabajadoras estacionales o jornaleros y jornaleras. En muchos
casos el campesinado debe vender su fuerza de trabajo de manera estacional
para poder sobrevivir. Los trabajadores y trabajadoras agrícolas se encuentran
entre los grupos más vulnerables ya que ellas y sus familias constituyen el núcleo del
campesinado pobre del mundo. Su vulnerabilidad está vinculada a sus problemas
para organizarse como trabajadores en sindicatos o asociaciones de pequeños
agricultores y agricultoras a fin de mejorar sus propias condiciones de trabajo y de
vida. Estos trabajadores agrícolas son las mujeres y los hombres que faenan en los
campos, huertos, invernaderos, unidades de producción pecuaria, instalaciones
de elaboración primaria y actividades asociadas tales como la elaboración y el
empaquetado de productos agrícolas, la elaboración de alimentos de origen
animal, la irrigación, la lucha contra las plagas y el almacenamiento de cereales,
a fin de producir los alimentos y los productos básicos del mundo.
Son trabajadores y trabajadoras asalariadas porque no disponen ni en propiedad
ni en arriendo de las tierras en las que trabajan, ni de los aperos ni del equipo que
utilizan. En este sentido constituyen un grupo distinto de los agricultores y
agricultoras.

Suelen trabajar en condiciones de explotación con salarios muy bajos, sin


prestaciones sociales y expuestas a peligros para la salud, como los plaguicidas. La
mejora de la situación de estos grupos debe ser un elemento central de todas las
estrategias para combatir el hambre y la malnutrición. En el caso de los
trabajadores y trabajadoras agrícolas, estos derechos deben basarse en los
derechos humanos fundamentales consagrados en las Normas Internacionales del
Trabajo previstas en la Declaración relativa a los principios y derechos
fundamentales en el trabajo, de 1998, tal y como se expresan en los siguientes
convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): 87, Convenio sobre
la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación, de 1948; 98,
Convenio sobre el derecho de sindicación y negociación colectiva, de1949; 29,
Convenio sobre el trabajo forzoso, de 1930; 105, Convenio sobre la abolición del
trabajo forzoso, de 1957; 100, Convenio sobre igualdad de remuneración, de 1951;
111, Convenio sobre la discriminación (empleo y ocupación), de 1958; y 138,
Convenio sobre la edad mínima, de 1973.

El desarrollo y reconocimiento de los derechos humanos campesinos. El


campesinado es agredido por el sistema capitalista y sus intereses son pisoteados
en todas partes. El derecho a producir es negado por todas las instancias
económicas. La Vía Campesina ha planteado ante Naciones Unidas con el apoyo
de otras organizaciones la aprobación de un Convenio especial que recoja los
derechos humanos campesinos.

Una política agrícola que opta por un modelo agrícola campesino y ecológico.

Una política que apuesta por otro modelo productivo en consonancia con la
soberanía alimentaria define los instrumentos y medidas encaminados a desarrollar
un modelo productivo que, en ocasiones, es radicalmente diferente al existente e,
incluso, al que se defiende desde determinadas organizaciones agrarias que no
están en la defensa de la soberanía alimentaria. En la construcción de un modelo
agropecuario alternativo y en la centralidad de este modelo dentro de la política
agraria y en la coherencia de los instrumentos aplicados con este modelo es donde
nos jugamos la credibilidad última:

La agroecología como opción importante. El modelo actual de agricultura industrial


no es sostenible. Los índices relativos al consumo de agua, la destrucción y erosión
de los suelos y el deterioro de la diversidad biológica en la actualidad son muy altos
e insostenibles. Es evidente que la agricultura industrial está grabando la tierra y la
ecología con cargas muy pesadas. Irónicamente, en el sistema actual las formas
más destructivas de agricultura son las que reciben más subvenciones y atención
en la investigación agrícola, la enseñanza y los servicios de extensión. Falta una
evaluación de los costos ambientales y sociales de la agricultura industrial, que
debería realizarse de forma periódica en el sistema de las Naciones Unidas.
Creemos que los sistemas agrícolas y de producción de alimentos que se basan en
recursos no renovables y explotan en exceso la base de recursos han de
transformarse en un modelo fundamentado en principios agroecológicos. En
concreto, esto exige el establecimiento de prioridades nuevas en los programas de
investigación y enseñanza a escala nacional e internacional, en los que se
incorpore la investigación de los agricultores y agricultoras como parte ineludible
del proceso. El sistema agropecuario debe ser un subsistema dentro de un sistema
más amplio que es la biosfera. Los límites de la biosfera son los que deben marcar
el desarrollo de la economía. La agricultura campesina y la agroecología son
imprescindibles para lograrlo.

Tecnología agrícola. Los sistemas campesinos han hecho un aprovechamiento


tecnológico eficiente de los recursos disponibles manteniendo el ecosistema y
contribuyendo a la riqueza en el planeta. Se mantienen una gran cantidad de
ecosistemas campesinos en el mundo que subsisten y que tienen posibilidades de
dignificar la vida rural6. La cantidad actual de recursos genéticos disponibles se
debe en su mayor parte a los miles de años de selección y desarrollo cuidadosos
por parte de los pequeños agricultores y agricultoras, y las comunidades indígenas.
Por ello, las semillas deben considerarse patrimonio de toda la humanidad. El
acceso a los recursos genéticos es esencial para garantizar la seguridad
alimentaria. Todas las formas de protección mediante patentes suponen un grave
obstáculo para el acceso de los grupos marginales al punto de partida de la
agricultura. Debería reducirse la orientación hacia la agricultura industrial de la
investigación agrícola a escala internacional y nacional. La investigación descuida
a menudo el fomento de técnicas agrícolas que reducen los insumos necesarios y
son fáciles de controlar7. El sistema actual de centros de investigación financiados
con fondos públicos internacionales tampoco presta una atención suficiente a los
cambios en los programas de investigación. En general, la investigación agrícola
debería basarse ante todo en el dominio público y reconocer el derecho de los
agricultores y agricultoras a fomentar la variedad existente en los cultivos y la
ganadería. Los organismos modificados genéticamente (OMG) representan una
amenaza no sólo para la agricultura familiar y los campesinos y campesinas pobres,
que no pueden permitirse esta costosa alternativa, sino también para la agricultura
en general.

Los OMG representan la expresión extrema del paradigma de la revolución verde


relativo a la mercantilización de la naturaleza y generarán una uniformidad
potencialmente muy peligrosa de todos los cultivos. Al contrario de la investigación
agrícola basada en el concepto de dominio público, los OMG fomentan la
propiedad privada de las semillas. La estrategia empresarial de provocar una
contaminación extensiva de cultivos para forzar a los agricultores y agricultoras a
aceptar sus costosas semillas y los productos químicos asociados a ellas está
teniendo repercusiones peligrosas en la agro biodiversidad, incluida la
contaminación genética de plantas silvestres afines.
LA POLÍTICA AGRARIA EJE DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA. PRINCIPIOS Y OBJETIVOS
DE UNA POLÍTICA AGRARIA. ESTRUCTURACIÓN DE LA POLÍTICA AGRARIA.
ESTRATEGIAS, PROGRAMAS Y MEDIDAS. EVOLUCIÓN DE LAS POLÍTICAS AGRARIAS.

Un economista liberal nos dirá que no hay razón de ser para una política agrícola
especial, en cuanto que se trata de definir una política económica para un sector
económico concreto. Argumentan diciendo que el éxito de una política de
desarrollo es una correcta política macroeconómica basada en la estabilidad
combinada con la liberalización del mercado y el desmantelamiento de la
intervención pública. Una vez que esto haya sucedido, no será necesaria una
política agrícola. Sin embargo, la historia de la economía política nos demuestra lo
contrario. Sobre análisis diferentes y buscando objetivos distintos, ningún gobierno
a lo largo de la historia ha renunciado a intervenir sobre el sector. Las razones han
sido diversas: algunos entendieron que la alimentación era una cuestión de
seguridad nacional, o simplemente que abastecer de alimentos a la población era
necesario, otros analizaron la importancia del sector agropecuario en la economía
nacional al ser, sin lugar a dudas, la principal fuente de empleo e ingresos en
muchos países, pero también el sector más interconectado en el seno de una
economía nacional y, por lo tanto, el que más relaciones sinérgicas genera, y
decidieron estratégicamente desarrollar el proceso de acumulación a partir del
sector agrario. En otros casos, las políticas buscaban gravar al sector agrario para
poder financiar el desarrollo de la industria, y en otras ocasiones, se trataba de
desviar activos laborales hacia otros sectores.

APROXIMACIÓN AL PROCESO DE FORMULACIÓN Y CONTENIDO DE LA POLÍTICA


AGRARIA.

La evolución de las políticas agrarias como veremos en el siguiente punto ha sido


evidente en el último siglo, sin embargo, podemos hacer una breve taxonomía
esquemática de lo que son las funciones del estado respecto a las políticas
agrarias, la definición de los instrumentos y, desde luego, los componentes básicos
que forman una política agraria.
LA FUNCIÓN DEL ESTADO EN LAS POLÍTICAS AGRARIAS.

Los estados han pasado en cincuenta años de ser absolutamente intervencionista


en materia de política agraria a lo contrario, desmantelando sus sistemas de
intervención. A pesar de este proceso, en un contexto de revisión de las posturas
liberales por parte de los organismos internacionales y de propuesta activa a favor
de otro modelo basado en la soberanía alimentaria, existen una serie de funciones
que el estado debe cumplir para el desarrollo de la política agraria. Por una parte,
el papel de coordinación de las políticas y de los diferentes actores e instituciones
que intervienen en el sector es básico. Esta función de coordinación debe
estructurarse de forma que se generen espacios de participación real de todos los
agentes. Para que los espacios de concertación y participación sean efectivos es
necesario delimitar en cada caso su funcionamiento y reglas de forma que no se
genere una maraña institucional inoperante (por ejemplo; una cosa es una mesa
sectorial para elaborar acuerdos de comercialización y otra cosa es una Comisión
para evaluar el funcionamiento de un programa concreto). Además, en este
momento, el papel de coordinación debe ser interministerial puesto que cada vez
más las políticas agrarias son transversales y, en la evolución actual, en muchos
casos tienen que ver con el desarrollo efectivo de derechos humanos como el de
la alimentación.

Otra de las funciones del Estado es la de promover un marco legal apropiado para
el desarrollo agrícola, que estimule la actividad económica en vez de
obstaculizarla y que, al mismo tiempo, proporcione el grado adecuado de
protección a los intereses de los productores y productoras, los consumidores y
consumidoras y el medio ambiente. Esta tarea puede involucrar una extensa
revisión de la legislación, desde el código de trabajo, el código de comercio y las
leyes de protección al consumidor, hasta las leyes de tenencia de la tierra, manejo
de los recursos naturales y muchas otras normas jurídicas. Una de las tareas
pendientes, importante desde nuestra perspectiva, es localizar aquellas leyes o
normas que suponen obstáculos al desarrollo de la soberanía alimentaria y de la
agricultura campesina.
Otra función es el desarrollo de instituciones adecuadas para el fomento de la
actividad agropecuaria. El sector agropecuario exige el desarrollo de una gran
cantidad de instituciones para su correcto funcionamiento. En función de cuan
desarrollada está la política agraria de un Estado, mayor cantidad de instituciones
son precisas; desde Bancos Agrícolas, a comisiones de comercialización, institutos
de estabilización de precios o sistemas de almacenamiento o comunidades de
regantes, juntas de usuarios comisiones de titulación, etc. Además, el Estado debe
cumplir una función en cuanto promotor de infraestructuras agrarias. Estas
infraestructuras son fundamentales para el desarrollo del sector agropecuario y el
funcionamiento de la estructura productiva. Esta política de infraestructuras,
cuando es ambiciosa, conlleva una elevada inversión y el incremento del gasto
público; desde la instalación de regadío, hasta la construcción de presas, o la
adecuación de caminos rurales o mejora de acceso son muchas las
infraestructuras ligadas al sector en las cuales no invierte el sector privado por la
insuficiente rentabilidad de las mismas.

LA ESTRUCTURA DE LAS POLÍTICAS AGRARIAS.

Las políticas agrarias nacionales se estructuran siguiendo un esquema general más


o menos común. Los gobiernos suelen formular Políticas Nacionales para el Sector
Agropecuario que, en ocasiones, llevan otros nombres en función del aspecto que
se pretende remarcar (Política de desarrollo rural y agropecuario, o Política
Nacional de Soberanía y Seguridad Alimentaria). Estas políticas incluyen en su
formulación una serie de objetivos generales, objetivos específicos, principios
rectores de la política nacional, normalmente conectados con preceptos
constitucionales y, a continuación, líneas estratégicas o estrategias de actuación
a partir de las cuales se desprenden los programas y proyectos concretos. Las
políticas nacionales suelen estar refrendadas o aprobadas por Decretos Leyes o
por Leyes ordinarias. A partir de una Política Nacional se formulan una serie de leyes
ordinarias que regulan, o bien las estrategias definidas en la ley, o bien aspectos
concretos dentro de la política nacional que, por su entidad o complejidad,
requieren desarrollo legislativo.
Para la ejecución de las políticas nacionales es necesario contar con Programas y
Proyectos. Los Programas Nacionales están dirigidos a un tema transversal
(extensión agraria, formación...) o a un sector productivo concreto (arroz, leche,
café). Requieren la participación activa del gobierno y la disponibilidad elevada
de recursos puesto que su ámbito es nacional.

TIPOS DE MEDIDA DE POLITICA AGRARIA EN FUNCION DE SU REPERCUSION SOBRE


EL GASTO PUBLICO

INVERSIÓN PUBLICA MEDIDAS FISCALES TRANSFERENCIA O


SUBVENCIONES
 Reducción de impuestos  Subvenciones a la
 Infraestructuras de al consumo sobre producción de
regadío, mejora de determinados productos determinados rubros
caminos rurales, básicos de producción estratégicos.
embalses, almacenes nacional.  Subvenciones ligadas a
públicos o instalación de  Reducción de los determinadas prácticas
básculas de peso. impuestos a las agrarias sostenibles.
 Medidas de inversión en importaciones de  Subvenciones a la
formación y determinados exportación de
capacitación agraria y productos. determinados
por lo tanto de mejora  Reducción de los productos.
de las capacidades de impuestos sobre la  Programas de Bonos
los recursos humanos. compra venta de tierras. familiares de alimento o
 Inversión en los servicios  Reducción o aumento transferencias de renta
públicos de las zonas de los impuestos o tasas condicionada para
rurales. sobre el agua de riego. familias campesinas o
 Servicios o centros de  Impuestos sobre el rurales pobres.
investigación en el carburante agrícola.  Crédito subvencionado
sector agropecuario y  Reducción de los para la inversión
de I+D aplicado al impuestos sobre la agrícola.
sector. importación o consumo  Entrega de tierras de
 Servicios dedicados a la de insumos y maquinaria reforma agraria.
transferencia agrícola.  Precios garantizados
tecnológica al para los campesinos y
campesinado. campesinas.
 Concentración
parcelaria.
ESQUEMA GENERAL Y CONTENIDO DE LA POLÍTICA AGRARIA

A partir de todo lo dicho podemos construir un esquema general de bloques y


aspectos que contiene una política agraria.

Política Comercio internacional

 En función de las prioridades de la política agraria las medidas irán dirigidas


a establecer aranceles a la importación, cuotas de importación o
contingentes arancelarios y restricciones o impuestos a la exportación o lo
contrario, es decir eliminación de los instrumentos de política comercial.
 En contextos más regulatorios y en mercados regionales integrados se trata
de establecer medidas de control de la oferta de manera que se
establezcan cuotas de producción o mercado.

Política cambiaria.

Manejar la tasa de cambio de la moneda en función del interés en favorecer o no


las importaciones y exportaciones.

Política fiscal.

 Aplicar subidas o bajadas de impuestos a determinados productos


nacionales o importados, que conformen la canasta básica o no, que estén
dirigidos a la alimentación humana, animal o a la industria de transformación
o energética.
 Aplicar subidas o bajadas de impuestos a los insumos, bienes y maquinarias
agrícolas, en función de si es necesario favorecer la importación o el
consumo nacional.
 Aplicar subidas o bajadas fiscales a la propiedad de la tierra en función del
tamaño, destino y uso de la misma, y en función de si se quiere primar o no
el arrendamiento, la transferencia, la compra, la titulación definitiva o si se
pretende aflorar los contratos de comodatos o aparcería sobre las tierras
agrícolas.
Política de regulación de precios.

La política de precios suele equilibrar los intereses de los campesinos y campesinas


por lograr precios remuneradores, y los intereses de los consumidores y
consumidoras, sobre todo de las ciudades, de acceder a precios adecuados. Las
medidas que inciden en los precios deben estar basadas en análisis muy certeros
de la cadena de comercialización para saber en qué eslabón existen las
dificultades.

 Precios de garantía (fijados para establecer umbrales de precios) para los


campesinos y campesinas.
 Medidas de control de precios en destino para controlar los incrementos al
consumo.
 Control de las reservas alimentarias públicas y liberalización al mercado
progresiva.
 Compra pública de cosechas para controlar el precio.
 Sistema de mercados públicos o populares.
 Sistemas de bonos de alimentación para adquirir en el comercio minorista a
un precio pactado.
 Acuerdos interprofesionales sobre productos concretos.
 Política de control de la competencia (sobre todo sobre las distribuidoras).

COHERENCIA DE LAS POLÍTICAS AGRARIAS CON OTRAS POLÍTICAS DE ESTADO.

Todo el conjunto de políticas que forman parte de la política agraria tienen que ser
coherentes e integrarse con otras políticas nacionales, en especial la política de
género, la política medio ambiental, la política de competencia, la política
educativa y la política sanitaria.

El desarrollo de la soberanía alimentaria no tiene que ver sólo con el desarrollo


concreto y acorde de una política agraria coherente, sino que incide en otras
muchas políticas de Estado.
Política Comercial.

Las normas internacionales sobre el comercio agrícola, institucionalizadas por la


OMC y otros acuerdos comerciales de carácter regional, perpetuadas por los
países del G8 y fomentadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional e instituciones financieras regionales, han minado gravemente la
soberanía alimentaria de los pueblos.

A pesar de la intención neoliberal de los acuerdos, los Estados pueden limitar su


aplicación imponiendo sus criterios. Básicamente existen tres opciones aplicables.
La primera es utilizar el mecanismo de la salvaguarda especial para determinados
productos estratégicos, este mecanismo entra dentro de las medidas de trato
especial y diferenciado que pueden aplicar los gobiernos de países en desarrollo
para fomentar su agricultura, dentro de este bloque de medidas un conjunto de
países propuso en el marco de Doha la llamada “caja del desarrollo” para
completar las otras tres cajas establecidas en el acuerdo agrícola.

Esta propuesta ha sido y es ampliamente debatida. Además de estas medidas, a


la firma de los acuerdos cada gobierno informó del nivel arancelario para cada
producto, del conjunto de medidas comerciales, así como de las subvenciones
declaradas en cada una de las cajas, de forma que las negociaciones posteriores
se hacen a partir de este nivel inicial.

El ritmo de desmantelamiento depende de la voluntad política de cada Estado y,


en este sentido, hay gobiernos mucho más dispuestos a sacrificar su agricultura que
otros. Por último, la crisis alimentaria ha puesto de relieve cómo, en casos de
urgencia, los Estados se saltan los contenidos de la OMC y aplican las medidas que
pueden. Todo lo anterior, no niega la valoración absolutamente negativa del
proceso de liberalización comercial.

Tan solo pretende decir que, en gran medida, existe un margen amplio de potestad
y responsabilidad de los gobiernos para mantener o no un determinado sistema
injusto.
Política de la Competencia.

La concentración de poder en la cadena agroalimentaria es cada vez mayor y el


control se ha desplazado hacia la gran distribución de alimentos que han pasado
a dirigir todo el proceso desde la producción hasta la venta al por menor. Esta
concentración de poder permite no solo orientar la producción a través de
sistemas integrados y piramidales, sino imponer precios, calidades, variedades,
zonas de producción, e incide en la situación nacional al actuar directamente
sobre los mercados internacionales. La política de competencia de los Estados, a
pesar de ser un principio del capitalismo, es extremadamente débil y, pese a la
existencia de tribunales y comisiones que vigilan la competencia, su eficacia para
la defensa de los sectores campesinos deja mucho que desear. En este momento
es crucial estructurar medidas para el control de la competencia de forma que los
sectores agrarios utilicen este concepto precisamente para hacer más
transparente y justa la cadena alimentaria.

Política financiera.

La regulación del estado de los mercados financieros ha pasado de ser un tema


objeto de propuesta de los movimientos sociales y algunos economistas
reconvertidos a ser un debate abierto en el seno de las instituciones internacionales.
Desde la extensión de la crisis financiera, a pesar de estar en las agendas, ha sido
tapado y callado en todas las declaraciones finales. No obstante, es necesario
decir que, en este momento, una política a favor de la soberanía alimentaria exige
al menos el control sobre determinados productos financieros o fondos para evitar
la especulación y la volatilidad de los precios internacionales. Sin embargo, los
gobiernos no están pudiendo frenar el proceso y, pese a la propuesta de Francia
planteada unos días antes de la reunión del G-20 en París, al final ha vuelto a triunfar
el Banco Mundial quien lanzó un fondo financiero precisamente para controlar la
volatilidad. Mientras, las entidades bancarias comerciales ya se han sumado a este
tipo de fondos y los ofrecen a las mismas organizaciones agrarias y cooperativas
agrícolas y ganaderas como una forma de invertir en su propio beneficio
contribuyendo de esta forma al alza de los productos agrarios que venden.
11.1 FRANCIA

Las leyes sobre la situación del arrendamiento datan de los años 1940
(modificaciones del código civil del 04/09/43 y del 17/10/45, y su extensión a la
aparcería en 1946). La agricultura francesa requería en aquella época una
importante modernización de sus técnicas de producción.

Los textos que tratan de la situación del arrendamiento agrícola forman parte
actualmente del código rural.

“El alcance de los términos de arrendamiento agrícola y aparcería es doble: se


trata por un lado de controlar el poder social del propietario-arrendador sobre “sus”
agricultores; y asimismo de lograr una limitación del importe del alquiler solicitado
por el propietario y retenido sobre los ingresos de la explotación agrícola”.

La garantía de un acceso duradero a la tierra para el que la trabaja.

Los contratos se hacen por escrito o de forma oral. Legalmente, el arrendamiento


tiene una duración mínima de 9 años. Existe la posibilidad de acordar alquileres a
largo plazo, 18 o 25 años, así como en función de la vida profesional (éstos
concluyen cuando el arrendatario alcanza la edad de jubilación).

El arrendatario tiene derecho a una renovación del contrato por 9 años, salvo en
el caso de su anulación por motivo grave o cuando el propietario ejerce su
derecho a recuperar su pertenencia (este último caso sólo se puede dar cuando
el propietario reclame su bien para trabajarlo él mismo o su cónyuge o un
descendiente mayor de edad o menor pero emancipado de pleno derecho; éste
último deberá participar en los trabajos de la explotación de forma directa y
permanente y tener su domicilio en la misma).

En caso de fallecimiento del arrendatario, el contrato continuo en beneficio del


cónyuge, de sus descendientes o ascendientes que participen o hayan
participado de forma directa en la explotación durante los últimos 5 años.
Toda mejora aportada al bien (ya sea en forma de trabajo o inversión) da derecho
a una indemnización por parte del arrendador al término del alquiler.

Si el propietario decidiera vender la tierra, el arrendatario tendrá prioridad para su


compra, siempre y cuando haya ejercido la profesión agrícola durante un mínimo
de 3 años, y haya trabajado sobre el bien en venta; deberá asimismo cumplir
ciertas condiciones con respecto al control de las estructuras (derecho de retracto
del arrendatario).

Un nivel de renta sobre la tierra controlado por el Estado.

Los niveles mínimos y máximos entre los que pueda oscilar el alquiler se fijarán por
orden gubernativa para cada región agrícola, tanto para las tierras como para las
viviendas y los edificios agrícolas.

A fin de reglamentar la evolución de los alquileres, estos se determinarán en


especie, es decir sobre la base de una cantidad de producto por hectárea. Esto
equivale a una indexación de los alquileres sobre la base de los precios agrícolas.

Un dispositivo específico para tratar los conflictos.

Una jurisdicción específica ha sido creada para resolver los conflictos entre
propietarios y arrendatarios a fin de que la legislación pueda ser aplicada de forma
eficaz. Los tribunales paritarios de los arrendamientos agrícolas son los organismos
competentes en primera instancia para resolver cualquier litigio ocasionado por la
aplicación de las disposiciones relativas al arrendamiento agrícola y la aparcería.
Su composición es la siguiente: 2 propietarios arrendadores, 2 productores
arrendatarios y el juez de primera instancia que asumirá la presidencia.

Armonización con las otras políticas de desarrollo.

El contrato de arrendamiento está sometido al “control de estructuras”, una política


cuyo objetivo es evitar una concentración demasiado importante de la tierra, así
como conseguir explotaciones que sean viables. La validez del contrato estará
ligada al respeto de esta reglamentación y a la obtención de una autorización de
explotación.

11.2 CHINA

La importancia de la agricultura china en la economía y la autosuficiencia


alimentaria La reforma agraria de 2008 intentó flexibilizar la utilización de la tierra
agrícola, según algunos expertos (Castro, 2008), ésta generaría una verdadera
revolución en la producción alimentaria mundial. El porqué de esta afirmación, está
en la respuesta de la amplitud o impacto social, ya que afectaría a más de 780
millones de campesinos de ese país y a más de 120 millones de hectáreas
dedicadas a la producción agrícola (7% de la tierra cultivada en el mundo).

Para los campesinos chinos la tierra que les fue arrebatada por la sociedad feudal
representa la vida (Wentzel, 2008), ya que más de 200 millones de campesinos
producen para autoconsumo (por su pequeña escala de producción), cuyas
unidades agrícolas fluctúan entre 0.46 a .06 hectáreas.

Por ello, la reforma agraria de 2008 resulta importante en el contexto mundial de


una recesión, puesto que para China la autosuficiencia alimentaria es una
prioridad, pues su agricultura tiene que alimentar diariamente a 1,300 millones de
chinos que representan el 22% de la población mundial, con tan sólo 7% de la tierra
cultivable del mundo.

La agricultura, y particularmente los campesinos, son el pilar de la economía china,


quienes no sólo representan la mayoría de la población, sino que lo seguirán siendo
durante 20 o 30 años más, determinantes en el rumbo que ha tomado el país en el
siglo xx (Suárez, 2008; Poch, 2006).

Para Poch (2006) el gran dilema chino sobre el cual se ha construido “el milagro
chino”, radica en que existe “mucha gente y poca tierra”, y que al mismo tiempo
encierra la esencia de la política de autosuficiencia alimentaria como prioridad
nacional, y como sustento del desarrollo económico a partir de 1949 con la gran
revolución.
China es un país cuya población rural representa una mayoría absoluta y la
agricultura es de vital importancia en su economía nacional, pues en términos
absolutos la población rural asciende a 780 millones de chinos que representan
56.1% de su población total, mientras que la agricultura aún genera 15% de
Producto Interno Bruto (Pib) y 47% del empleo en ese país (Poch, 2006).

A pesar de que China cuenta con una superficie territorial de 929.1 millones de
hectáreas,2 de éstas 554.420 millones es superficie agrícola y únicamente 143.0
millones de hectáreas son cultivables; es decir, con esta superficie que representa
cerca del 7% del total mundial, han podido alimentar a más del 20% de la
población mundial durante tres cuartos del siglo xx.

El hecho de poder alimentar a una quinta parte de la población mundial le confiere


a China un gran poder en el mercado mundial de alimentos, tanto como oferente,
como demandante. Existen afirmaciones que, si China no se autoabasteciera de
alimentos para sus 1,300 millones de habitantes, causaría hambruna en el mundo y
provocaría la elevación de los precios de los alimentos; a tal grado que muchos
países pobres que dependen de las importaciones de alimentos, no podrían
comprar sus alimentos en el mercado internacional. Por ello China representa un
factor de estabilidad en el mercado mundial de alimentos, y las políticas agrícolas
que se implementen en este país son importantes para todo el mundo.

Si bien es cierto que la agricultura se sustenta sobre una política de autosuficiencia


alimentaria, también se distribuye de acuerdo a las ventajas comparativas
naturales; es decir, las tierras cultivables se concentran principalmente en las
llanuras de las zonas monzónicas del este y en las depresiones del país.

Entre los principales granos para la alimentación básica que se cultivan están: el
arroz, trigo, maíz y soya; mientras el algodón, cacahuete, colza (mezcla de col y
nabo), caña de azúcar y remolacha representan los principales cultivos de mayor
valor económico (ver siguiente cuadro).
AÑOS TOTAL GRANOS ARROZ TRIGO MAÍZ FRIJOL DE
SOYA

2014 143.626 108.845 33.070 29.218 17.694 7.718

2015 149.879 110.060 30.744 28.860 22.776 8.127

2016 156.300 108.463 29.962 26.653 23.056 9.307

2017 155.488 104.278 28.847 22.793 26.358 9.591

11.3 SUDAMÉRICA

Para comprender mejor la reforma agraria, es preciso considerarla como política


territorial. La reforma agraria no implica solamente los factores económico y social,
de producción de alimentos y mercaderías y resocialización de familias sin tierra.
Lo que está en cuestión aquí es la reproducción de un modo de vida, la
organización de la producción y del territorio regidos por el trabajo familiar del
campesino y la comunidad indígena. Tal condición sólo es posible si existe ese
territorio campesino e indígena, también disputado por el agronegocios. Con el
desarrollo del agronegocios se intensifica la concentración de tierras en poder de
latifundistas y empresas multinacionales, que expropian a campesinos e indígenas
y también se apropian de selvas y campos naturales. Para resistir a este proceso de
expropiación y exclusión, los campesinos e indígenas se organizan en movimientos
socio territoriales; vale decir, en movimientos sociales cuya razón de ser es el
territorio mismo y que presionan al Estado para que implemente un proyecto de
reforma agraria.

La reforma agraria es una política pública, de competencia del Estado, destinada


a promover el acceso a la tierra de los campesinos sin tierra por medio de la
descentralización de la estructura agraria, compuesta predominantemente por la
suma de las propiedades campesinas e indígenas y las propiedades capitalistas.
No obstante, la concreción del proyecto de reforma agraria no garantiza la
descentralización total de la estructura agraria; por el contrario, deja abierta la
posibilidad de reconcentración de la tierra. Los procesos de descentralización y
concentración de la estructura agraria pueden ser simultáneos –como ocurre
en Brasil, donde, entre 1992 y 2003, las áreas de las propiedades aumentaron 89
millones de hectáreas (véase la tabla abajo)–. Durante este período, si bien se
expropiaron poco más de 20 millones de hectáreas, hubo un aumento de 52
millones de hectáreas en los inmuebles capitalistas de más de 200 hectáreas. Los
inmuebles campesinos de menos de 200 hectáreas también tuvieron un
crecimiento de 37 millones de hectáreas.

Cambios en la estructura agraria brasileña (1992-2003)

1992 2003

Inmuebles Área (en millones de ha) % Área (en millones de ha) %


(en ha)

Más de 200 245 74 297 71


(capitalistas)

Menos de 200 86 26 123 29


(campesinos)

Total 331 100 420 100

Del análisis de la tabla se deduce que, si durante ese período no se hubiese


implementado la reforma agraria, los inmuebles capitalistas habrían aumentado 72
millones de hectáreas y los inmuebles campesinos apenas 17 millones de hectáreas.
Se observan aumentos absolutos en las propiedades capitalistas y las propiedades
campesinas, aunque la participación relativa de los inmuebles campesinos
aumentó del 26% al 29%. Este ejemplo demuestra la concentración y
descentralización simultáneas de la estructura agraria. Estos procesos ocurren
principalmente en aquellos países cuya frontera agrícola está abierta y donde
permanentemente se incorporan nuevas áreas, sobre todo tierras públicas como
selvas y campos.

Diversos países de América Latina han concretado proyectos de reforma agraria


que, debido a la reconcentración de la tierra, no bastaron para descentralizar la
estructura agraria –entre ellos México, Venezuela, Chile, Perú y Bolivia–. En estos
países, a comienzos del siglo XXI, la reforma agraria fue una política reivindicada
por los movimientos indígenas y campesinos precisamente porque los modelos de
desarrollo de la industria agropecuaria no resolvieron los problemas agrarios y
territoriales. Después de la “revolución verde” –que intensificó el uso de insumos y
la mecanización de la agricultura y la cría del ganado– aparecieron numerosos
estudios que defendían el fin de la reforma agraria. Su argumento principal era que,
con el uso de las nuevas tecnologías, el problema del hambre quedaría superado
y las políticas de reforma agraria serían innecesarias. Este discurso fue retomado
recientemente debido al advenimiento de los organismos genéticamente
modificados, también conocidos como “alimentos transgénicos”.

Las revoluciones tecnológicas en la industria agropecuaria y las políticas agrícolas


ampliaron el proceso de producción de alimentos, asociándose con diversos
sectores industriales y con los mercados, y creando un nuevo modelo de desarrollo
denominado agronegocios. Si bien este modelo ha aumentado extraordinaria-
mente la productividad agrícola y ganadera, también ha generado problemas
ambientales y desempleo estructural, además de mantener las desigualdades y el
hambre. En la década de 1990, el Banco Mundial apoyó por primera vez políticas
de reforma agraria en algunos países –Guatemala, Brasil y Colombia–, pero bajo
una nueva modalidad: la reforma agraria de mercado.
Esta acción del Banco Mundial modificó el concepto de reforma agraria, hasta
entonces únicamente una política de intervención del Estado, que expropiaba las
áreas declaradas útiles para ese fin.

El aumento de la productividad y/o la innovación tecnológica no disminuyen las


desigualdades. El control del territorio y la soberanía alimentaria son condiciones
efectivas para minimizar la pobreza y atenuar el hambre. Estas condiciones se
construyen en democracia, con el fortalecimiento de las organizaciones populares
y del Estado, la creación de espacios políticos participativos y la implementación
de políticas públicas. Como política de mercado, la reforma agraria ha
aumentado los problemas sociales porque las peores tierras generalmente son
vendidas a los campesinos, quienes, a consecuencia de esto, no consiguen
hacerlas producir ni tampoco pueden pagarlas. La participación de la agricultura
campesina es fundamental para el desarrollo de los países. La distribución territorial
y poblacional es la base de la existencia de la democracia y del fortalecimiento
de la interacción entre el campo y la ciudad.

11.4 ISRAEL

La situación agraria en Oriente Medio es hoy por hoy bastante


complicada, tal y como han puesto de manifiesto Iyad Rabi del Ahali
Center-Israel y Samira Darkamani Farahani del CENESTA-Irán. Por ello,
han reivindicado la necesidad de una reforma agraria que enseñe a los
pequeños agricultores a ser autosuficientes y a trabajar todos los
recursos que tienen.

Algunos de los problemas a los que se enfrentan los agricultores y


pequeños granjeros en Oriente Medio son la escasez de tierras y la
falta de inversión en tecnología. Iyad Rabi ha explicado que alrededor
del 70% de las tierras de los palestinos que viven en Israel les
fueron confiscadas y únicamente poseen ahora el 25% de las tierras,
una cantidad insuficiente para que las familias puedan sobrevivir.
Además, a esto se añaden varios problemas. Las pequeñas granjas no
pueden comercializar con sus productos porque no resultan competitivos
y aplicar los avances tecnológicos necesarios para conseguir una
producción amplia resulta muy caro en campos pequeños. Por ello, han
explicado tanto Iyad Rabi como Samira Darkamani, que lo fundamental es
llevar a cabo una reforma agraria que “dé las herramientas necesarias
para que logren ganar la batalla.

Hay que enseñarles la manera


eficiente para organizarse, para que se asocien y puedan aplicar
tecnologías avanzadas”. Tanto para Rabi como para Darkamani, la meta de
cualquier reforma agraria debe ser que los granjeros y agricultores aprendan a ser
autosuficientes. Un objetivo que, hasta el momento, no se ha
conseguido y ello ha provocado que prácticamente todas las reformas
agrarias llevadas a cabo hayan fracasado.

Iyad Rabi también se ha referido a las consecuencias negativas que ha


tenido la construcción del Muro de Israel en la agricultura palestina
y en la forma de vida de miles de palestinos, que se ven cada día
expuestos a numerosas situaciones de peligro. “El muro no sólo es ilegal, sino que
sus consecuencias han afectado a
los derechos del pueblo palestino a la libre movilización, a la
propiedad, la salud y al trabajo, entre otros factores”, ha indicado.

Rabi ha añadido que, además, este muro de cemento de tres metros de


altura, es “una humillación directa” a los palestinos porque “confisca
la tierra y viola el derecho a la libre circulación”. En este sentido,
ha explicado que el 80% de las familias palestinas se ha visto
gravemente afectada por la construcción del muro.

Por su parte, Samira Darkamani ha destacado la situación que vive


actualmente Irán con una agricultura muy pobre y con prácticamente el
90% de la superficie árida o semiárida.“La agricultura en Irán es muy
pobre.
CONCLUSIÓN

La reforma agraria es una medida esencialmente política, la cual tiene como base
una determinada estructura económica. Bien sea porque las condiciones de
producción en el campo sean de marcado carácter feudal, o semifeudal, y en
consecuencia se requiere liberar la mano de obra, mercantilizar el suelo, y permitir
de una u otra manera que el capital penetre en el campo articulándose a la
industria, lo cual requiere liberar al campesinado de la sujeción de los terratenientes
feudales y de la extracción de rentas. Un vehículo expedito para llevar acabo esto
es la revolución agraria que derroca a los terratenientes, y entrega la tierra a los
campesinos. Tal revolución se le plantea, históricamente hablando, a dos clases: a
la burguesía y al proletariado. Pero solo el segundo es capaz de llevarla a cabo de
manera ininterrumpida (lo cual es diferente de revolución permanente), hasta
ligarla por una cadena de hechos indisolubles a la revolución socialista. La
burguesía industrial también se plantea el problema, por las razones acá tantas
veces señaladas, del obstáculo de la renta del suelo; pero, aunque la burguesía
industrial puede impulsar una revolución agraria que libere al campesinado, en la
etapa histórica del imperialismo, tal posibilidad es muy remota, por ser el
imperialismo, en la esfera de lo político, esencialmente anti-democrático y
reaccionario. Si se tiene en cuenta que la revolución agraria y la distribución de
tierras comportan una amplia movilización del campesinado, lo natural entonces
es que la burguesía tema las posibilidades de movilización de las masas y el papel
a cumplirse por la clase obrera en ese contexto.
BIBLIOGRAFÍA

http://www.unicamp.br

http://www.unio-pagesos.net

http://www.unio-pagesos.net/dades/docs86_669.pdf

http://www.agter.org/bdf/es/corpus_chemin/fiche-chemin-55.html

http://latinoamericana.wiki.br/es/entradas/a/agraria-reforma

http://www.servicioskoinonia.org/agenda/archivo/obra.php?ncodigo=286

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