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¿QUÉ ES LA TERAPIA PSICODINÁMICA?

Las terapias psicodinámicas, también conocidas como psicoterapias


psicodinámicas, son enfoques terapéuticos que se basan en las aportaciones
teóricas del psicoanálisis clásico, representado por Sigmund Freud, y/o de sus
desarrollos más recientes.
Aunque ambas corrientes tienen un anclaje conceptual muy cercano, la terapia
psicodinámica se diferencia de la cura tipo psicoanalítica en varios aspectos
clave. Entre estos destacan la mayor brevedad de las intervenciones, la menor
intensidad del tratamiento, la multiplicidad de focos terapéuticos y el relativo
énfasis en la validación científica.
Resulta complicado establecer de forma clara los límites entre las terapias
psicodinámicas y otras intervenciones enmarcadas en el psicoanálisis, puesto
que existe un gran número de terapias distintas; no obstante, los criterios
anteriores se suelen utilizar como indicadores de la proximidad de un tratamiento
con el constructo “terapia psicodinámica”.

MECANISMOS QUE SE PRESENTA EN LA TERAPIA PSICODINAMICA

El enfoque psicodinámico asume que la adecuación de las defensas utilizadas


puede detonar o mantener síntomas de psicopatología. Los mecanismos de
defensa son utilizados en momentos de gran ansiedad, amenaza y estrés (Haan,
1977). El grado de confianza en mecanismos de defensa es determinado en gran
medida por la deprivación emocional y el nivel de dolor psicológico. Cada
individuo tiende a utilizar el mismo patrón de defensas en diferentes situaciones.
Un patrón estable de mecanismos de defensa sugiere la existencia de un rasgo.
De acuerdo con A. Freud (1937) es producto de las actividades inconscientes de
los mecanismos de defensa. Bajo circunstancias estresantes la integridad del yo
se ve amenazada.

Defensas mal adaptativas protegen al individuo reduciendo su capacidad de


percatarse. La regresión, la represión, la proyección, la desmentida, la vuelta
contra sí mismo y la formación reactiva son defensas mal adaptativas e
inmaduras que producen una percepción subjetiva y distorsionada de la realidad.
El individuo puede no percibir, recordar, entender o incluso registrar el significado
de adversidades que constituyen amenazas internas o externas (Cramer, 1998).

Las defensas permiten al sobreviviente del trauma ir comprendiendo


gradualmente y pudiendo lidiar con la experiencia traumática en la medida en
que sea cómodo y no demasiado abrumador para él o ella. Para poder
determinar si las defensas son adaptativas o no, uno debe considerar el contexto
en que son activadas y la frecuencia con que se utilizan (Cramer, 2000). De
acuerdo con Baumeister, Dale y Sommer (1998) el uso frecuente de defensas
maduras e infrecuente de defensas inmaduras garantiza el bienestar psicológico
del individuo al prevenir las consecuencias devastantes del trauma.
Los mecanismos de defensa son parte del funcionamiento normal pero pueden
considerarse patológicos bajo las siguientes condiciones:
Las defensas utilizadas son inapropiadas; tienen una alta intensidad; el uso
continuo e inapropiado de defensas incluso cuando están fuera de lugar; la
cantidad excede la cualidad (Cramer, 1998). Los mecanismos de defensa son
una herramienta de protección necesaria, no obstante, la sobre–utilización de
defensas puede desembocar en consecuencias negativas mayores: la supresión
de sentimientos; el desarrollo de síntomas psicológicos y físicos (Kreitler, 2004),
posiblemente causados por los sentimientos reprimidos; en el self y aumento de
la dependencia en hábitos y fantasía, que perjudica el propio funcionamiento;
falta de honestidad e intimidad en las relaciones.

En situaciones en que no se percibe el estrés el yo será más flexible, provechoso


y permitirá la expresión emocional. Las estrategias conscientes que son
seleccionadas en estados emocionales calmos no suelen recurrir a distorsiones
de la realidad (Haan, 1977). Debemos darnos cuenta que en la realidad, a veces
una persona exhibirá un manejo racional en simultáneo con defensas
patológicas. Ambos procesos, defensas y afrontamiento, se activan en
momentos de adversidad y estrés. Reducen el incremento de emociones
negativas. Aún más, ambos procesos apuntan a lograr la adaptación, solo varían
los medios para alcanzar ese fin. Las defensas ayudan al individuo posiblemente
al distorsionar la percepción de la realidad mientras que las estrategias de
afrontamiento intentan cambiar la realidad (Cramer, 1998). La operación de los
mecanismos de defensa consiste en actividades sin esfuerzo, decisión o
intencionalidad consciente (Maldavsky, 2005). Las defensas son más rígidas,
posiblemente distorsionan la percepción de la realidad, no son plausibles de ser
detenidas y su objetivo es reducir la ansiedad, no resolver la fuente de la misma
(Haan, 1977). Diferentes situaciones pueden conducir a distintas estrategias de
afrontamiento.

Hentchel, Smith, Draguns y Ehlers (2004) resumen la diferencia entre los dos
procesos al referirse a las preguntas “cómo” y “qué”. Los mecanismos de
defensa, de acuerdo con los autores, lidian con el “qué” del evento estresante,
mientras que las estrategias de afrontamiento se encargan de “cómo” el evento
debería ser manejado.

Un estilo atributivo negativo y defensas inmaduras se asocian con síntomas


depresivos. Un alto uso de defensas inmaduras se asocia con síntomas
depresivos según el estilo atributivo utilizado. Blatt (2004) examinó la relación
entre los mecanismos de defensa y el estilo depresivo dependiente vs. el
autocrítico. La depresión dependiente se caracteriza por el uso excesivo de la
represión y la desmentida. Las defensas de evitación le permiten al depresivo
dependiente negar la existencia del enojo, ante el miedo de perder la relación
con el objeto.
El deprimido tiende también a negar la responsabilidad que tiene por sus
problemas. El deprimido autocrítico tiene tendencias más obsesivas y
paranoides. Su miedo de perder el control y ser criticados lleva al uso de la
intelectualización, la formación reactiva y la proyección.

A continuación, se presenta la muestra de mecanismos de defensa y sus


descripciones:

Formación reactiva: un proceso de conversión de deseos o impulsos,


percibidos como amenazantes, en sus opuestos y con ello, la prevención
de su peligrosa expresión (Moore, & Fine, 1995). La formación reactiva
involucra la conversión de un impulse indeseable e inaceptable en una
forma más positiva y aceptable. La transformación protege la autoestima
del individuo, proporcionándole y aumentando la autoimagen (Baumeister
et al., 1998). Los mecanismos de defensa inconscientes tales como la
formación reactiva ayudarán a un hombre agresivo, por ejemplo, a
protegerse de sus propios impulsos agresivos al motivarlo a actuar lo
opuesto. Este proceso puede convertirse en una parte del carácter del
individuo.

Intelectualización: exceso en la aplicación de la lógica y del


pensamiento abstracto como forma de evadir la experiencia de las
emociones. El resultado separación de la experiencia afectiva respecto
de la situación dolorosa. Las emociones son pensadas en lugar de
sentidas. Al suprimir los sentimientos, el individuo intenta recuperar el
control sus peligrosos y amenazantes impulsos (Conte & Plutchik, 1995;
Conte, Plutchik Draguns, 2004).

Proyección: al atribuirle los rasgos “negativos” a los otros, el yo se


protege de una amenaza (Baumeister et al., 1998). Al observar rasgos
negativos en los otros, los ponemos en una luz negativa y desfavorable,
lo cual pone indirectamente una luz más positiva sobre uno mismo. El self
es percibido como superior, ya que no posee esos rasgos intolerables.

Regresión: retracción a una etapa previa del desarrollo que involucra una
conducta que ha sido dejada atrás o superada. Involucra
comportamientos inmaduros (Conte et al., 2004). La regresión permite
evitar ansiedades u hostilidades correspondientes a una posterior etapa
del desarrollo (Vaillant, 1992).
Negación: rechazar el enfrentar o percibir de una realidad desagradable
en esta ocasión, el Yo se defiende de los aspectos desagradables de la
realidad, al negar su existencia. De esta manera, el Yo evita afrontar los
elementos de la realidad que podrían generarle conflicto interno y
debilitarlo. A nivel social podemos observarlo en dirigentes políticos de la
sociedad que niegan la existencia de sectores populares quienes carecen
de recursos para cubrir sus necesidades básicas y así mantener una
percepción propia y ante el mundo, de que su gestión es positiva y sus
estrategias de gobierno son efectivas. Se observa mucho este
mecanismo de defensa del Yo en el Trastorno Bipolar, destacándose
durante la Fase Maníaca en la cual el sujeto se siente con el poder de
hacer lo que desee, estableciendo muchos proyectos en su mayoría, de
consecución complicada y negando por completo no sólo las dificultades
de estos proyectos que se plantea, sino, negando sus problemas
personales o familiares que le han generado una desvalorización interna
muy fuerte, por lo cual recurre como mecanismo defensivo a la negación
expresada en la Fase Maníaca del Trastorno Bipolar. A nivel de
evaluación proyectiva lo observamos en niños (Conociendo su contexto
familiar actual problemático) cuando al dibujar a la familia y la relación
entre los personajes, indica que es una familia perfecta, quienes no
pelean, se aman y todo es felicidad.

Proyección: atribuir características inaceptables o motivos de una


persona hacia otras personas. Es la escisión de aspectos internos de
nuestro Yo que son proyectadas en otra persona o sociedad. Por lo tanto,
se crea la fantasía inconsciente de que estos aspectos proyectados no
me pertenecen, sino que son cualidades de la persona u objeto receptor
de la proyección. Para muchas personas es muy común decir que otro
sujeto, empresa o sociedad es el culpable de nuestras tragedias y
decisiones sin tomar nuestro rol y responsabilidad principal de nuestras
acciones y de nuestra vida. Usualmente cuando estamos en esta fase de
percepción, es porque nos estamos negando a nosotros mismos, de que
lo que nos sucede es nuestra responsabilidad. Nuestro Yo no puede
conciliar que nos sintamos derrotados porque podría resquebrajar
nuestra moral e incluso, nuestra identidad en caso de tener un Yo muy
Débil, así que todos estos elementos internos negativos que nos
pertenecen y de las cuales deseamos despojarnos, las proyectamos en
otro individuo, empresa, sociedad, situación y así nos liberamos de esta
ansiedad interna. De esta manera, afirmamos con entera convicción de
que nuestro jefe es el malo, quien es perseguidor, acosador, nos exige
más que a los demás, no nos motiva, etc y por lo tanto, es el culpable de
que no cumplamos adecuadamente con los niveles de exigencia, deberes
y obligaciones. Igualmente proyectamos aspectos positivos de nuestro
Yo y se evidencia frecuentemente al iniciar una relación de pareja. Siendo
esta fase por lo general idílica hasta que con el tiempo se caen las
máscaras junto a las proyecciones y comenzamos a conocer al Otro
realmente, ya no por nuestras proyecciones sino por sus verdaderas
cualidades y defectos. Es aquí el verdadero reto en la relación de pareja.

Desplazamiento: cambiar del objetivo de las emociones o sentimientos


acumulados, con frecuencia enojo, hacia (generalmente personas o
animales) quienes son menos amenazantes. Es un camuflaje expresado
principalmente durante los sueños cuando el Yo no se encuentra
totalmente activo. Esto permite la disminución de la angustia emocional
al sustituirla por otra figura neutral. El análisis onírico es en muchos casos
importante para la psicoterapia ya que nos permite detectar elementos
inconscientes que de otro modo no podríamos acceder. Ante esto, es
siempre recomendable tener una libreta al lado en una mesa de noche y
recurrir a esta inmediatamente despertemos ya que el contenido onírico
se mantiene más fresco y podremos recordarlo con más facilidad.
Inventar de "explicaciones lógicas" para ocultar los motivos reales de los
pensamientos o comportamiento de una persona. El mecanismo de
defensa de la racionalización consiste en la construcción de una narrativa
que oculta la verdadera motivación que llevó a la persona a realizar un
acto, o sirve como estrategia inconsciente para no conectar con
sentimientos o deseos que la persona no se quiere confesar a sí misma.
En muchos casos el racionalizador se carga de razón para no reconocer
algo que para los demás es obvio. El problema es que esta explicación
que la persona se cuenta a sí misma o a los demás es solo un argumento
periférico que sirve de justificación tranquilizante, pero que no explica los
motivos profundos de la conducta. Un ejemplo de este mecanismo de
defensa puede ser el de aquel hombre que aseguraba con extensos
argumentos no necesitar relaciones de pareja, cuando en realidad se
ponía a temblar cada vez que alguna mujer se le acercaba.

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