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Por una Iglesia encarnada y misionera en las realidades urbanas

Aporte del Espacio de Pastoral Urbana, México,


a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

1. Consideración inicial
Pronto, más del 70 % de la población de América Latina estará viviendo en ciudades con más de
un millón de habitantes. Este crecimiento acelerado de las grandes urbes representa un reto
extraordinario a la misión eclesial en ellas, debido al complejo conjunto de transformaciones
socioeconómicas, culturales y políticas que se presencia en el mundo urbano. Este hecho
adquiere todavía un mayor relieve a causa del "cambio de época" en que estamos involucrados a
nivel mundial: la urbe se presenta como un laboratorio "que transforma los referentes
tradicionales de la existencia individual y colectiva. Estos cambios son amplios y profundos e
involucran todas las dimensiones de la vida." (Episcopado Mexicano). Por ello, la urbe reclama
otra presencia eclesial en ella. Esto implica repensar y reestructurar la conocida "pastoral típica"
centrada en la parroquia (como modelo rural de cristiandad) y abrirse hacia una propuesta
evangelizadora integral, innovadora, encarnada y misionera desde y con los múltiples sujetos que
brotan en los ambientes urbanos.
Por lo anterior, la realidad urbana necesita una mayor comprensión para, a partir de un abordaje
interdisciplinario, poder diseñar una respuesta teológica y eclesial adecuada. El Documento de
Trabajo para la próxima Conferencia General, y ella misma, deben contar con un espacio
suficientemente amplio para profundizar en el reto urbano y sus consecuencias para la misión
eclesial. Con respecto a esta tarea ofrecemos los siguientes aportes.

2. Consideración metodológica
El problema más persistente de nuestra presencia eclesial en América Latina no es la carencia
de documentos (más o menos lúcidos y alentadores), sino la trasformación integral de nuestra
realidad, tanto en la sociedad como en la iglesia. La próxima Asamblea General debe avanzar
sobre todo en la vida y los hechos. Por ello consideramos fundamental retomar lo expresado en
los documentos de Medellín, Puebla y Santo Domingo, para no ignorar lo que ya antes "dijimos e
hicimos". No para quedarnos en ellos, sino para no partir de cero. Entonces, proponemos una
evaluación con énfasis en un auto-diagnóstico serio y sincero; esto como base para proyectar lo
que debe seguir.
- Examinemos primero los documentos citados para ver cuáles aportes son todavía válidos
en el aspecto de la teoría o de la doctrina y cuáles son las deficiencias en este mismo
aspecto, ya sea desde la época de su redacción o a causa de los cambios que se han dado
posteriormente.
- Veamos luego en qué medida esos documentos nos han ayudado a avanzar en la práctica
tanto eclesial como social, cayendo en la cuenta de los factores que las han favorecido y de
los obstáculos reales que hemos encontrado en nuestras experiencias.
- Con base en lo anterior, veamos qué nuevas propuestas es necesario plantear hacia la
nueva etapa del CELAM, tanto en la teoría como en la práctica. Quizá encontremos matices
nuevos o replanteamientos más de fondo. En todo caso, se pueden sugerir también medios
eficaces y algunos pasos más operativos.

3. La urbe y la pastoral urbana en los documentos anteriores


La Asamblea en Medellín toma muy en cuenta la renovación teológico-pastoral del Vaticano II y
se inspira continuamente en sus documentos, en particular en la GS; por otro lado, también es
muy consciente de la situación histórico-social que vive el continente, en particular de los anhelos
de liberación integral, e invita intensamente, con fundamentación teológica y sensibilidad pastoral,
a trabajar seriamente en esa línea. No habla expresamente de pastoral urbana, sin embargo sí
contiene algunos elementos de la pastoral que ahora designamos con ese nombre. En el
documento 15 sobre pastoral de conjunto, tan sólo menciona una constatación fundamental: la
inadecuación de la estructura parroquial tradicional para propiciar la vida comunitaria. Contiene
elementos más en esta línea tanto en el documento de pastoral de elites (7) como en el de
movimientos apostólicos (10), en los que señala que es necesaria una labor –sobre todo de los
laicos- en las estructuras "ambientales". Insiste en la necesidad de atender a los que Puebla
llamará los "constructores de la sociedad", y en los "movimientos laicos" se refiere a los ya
existentes con énfasis en los que tienen una proyección extraeclesial –reconociendo su
autonomía y, más aún, la necesidad de sus iniciativas sin esperar la solución de parte de los
pastores- e indicando que hay que dejar los que ya resultan caducos.
En la Asamblea de Puebla, tras describir con bastante lucidez las "tendencias actuales" en el
continente, indica que la "evangelización en el futuro dará importancia a la pastoral urbana con
creación de nuevas estructuras eclesiales que, sin desconocer la validez de la parroquia
renovada, permitan afrontar la problemática que presentan las enormes concentraciones
humanas de hoy" (152). Después, en el apartado evangelización de la cultura destaca que "en el
tránsito de la cultura agraria a la urbano-industrial, la ciudad se convierte en motor de la nueva
civilización universal" (429). Añade que "tenemos conciencia de que la transformación de
estructuras es una expresión externa de la conversión interior. Sabemos que esta conversión
empieza por nosotros mismos" (1221). Y, después, dirige palabras específicas a: políticos y
hombres de gobierno; el mundo intelectual y universitario; los científicos, técnicos y forjadores de
la sociedad tecnológica; los responsables de los medios de comunicación; creadores en el arte;
juristas; obreros; campesinos; la sociedad económica; los militares; los funcionarios; a todos, por
fin... (1237-1249) Este conjunto representa un listado de lo que hoy en día llamamos los múltiples
sectores y ambientes urbanos que pueden y deben ser sujetos de una evangelización integral,
desde y en medio de estos sectores y ambientes; y ahí hay que encarnar el discipulado de Jesús
y la misión eclesial.

La Asamblea de Santo Domingo sí incluye un tratamiento específico de la ciudad (255-262).


Primero, al presentar los desafíos pastorales, hace una descripción de urbe más rica y objetiva
que Puebla. Se refiere, sobre todo, a la "ciudad post-industrial". Ve cómo establece sus
relaciones con la naturaleza, entre las personas, entre éstas y Dios, y consigo mismas... y
destaca "los grandes centros generadores de la ciencia y tecnología moderna". Para terminar,
vuelve a señalar las "periferias de pobreza y miseria, que casi siempre constituyen la mayoría de
la población". En las líneas pastorales, impulsa en general a "realizar una pastoral urbanamente
inculturada en relación a la catequesis, a la liturgia y a la organización de la iglesia", aclarando
que "el proceso de inculturación abarca el anuncio, la asimilación y la re-expresión de la fe" (256).
Más en concreto indica que hay que "reprogramar la parroquia urbana" (257) para que sea más
abierta, flexible y misionera; "crear ministerios conferidos a los laicos para la evangelización de
las grandes ciudades" (258); iniciar la llamada ‘pastoral de los edificios’" (259); "programar una
pastoral ambiental y funcional diferenciada según los espacios de la ciudad" (260); finalmente,
con Medellín y Puebla, insiste en "incentivar la evangelización de los grupos de influencia y de los
responsables de la ciudad" (261).
Los documentos de estas Asambleas indican muchos puntos clave -bastante completos y
atinados- de la rica y desafiante gama de pastorales urbanas. Se podrían elaborar anexos más
ricos y matizados, sobre todo con propuestas de métodos más concretos y de experiencias
exitosas para seguir avanzando en esa línea. Sin embargo, la mayoría de los agentes de la
iglesia todavía no tiene una conciencia suficiente de una pastoral de liberación integral,
inculturada y de conjunto y, menos aún, en la realidad urbana. El hecho es que, incluso
teniéndola, la mayor parte de los recursos -tanto personales como económicos- se dirigen más a
lo litúrgico-sacramental.
Por lo anterior, insistimos en la importancia de abarcar "lo urbano" como un signo clave de
nuestro tiempo. Para esto sugerimos asumir en el Documento de Trabajo los siguientes enfoques.

4. Enfoques en la comprensión de la realidad urbana


Las grandes urbes son sumamente complejas. Se componen de un sinnúmero de pueblos y
macrociudades, así como de sectores y ambientes sociales y civiles. Abundan los estudios que
quieren comprender "lo complejo urbano" desde la antropología, la sociología, el urbanismo y la
psicología social, entre otras ciencias. Las tendencias pueden expresarse por medio de binomios
como tradición / modernidad, global / local, inclusión / exclusión, homogeneidad / pluralismo,
cultura urbana / interculturalidad; es obvio que debemos situar lo real y concreto en infinidad de
matices y múltiples combinaciones. Esta comprensión de lo complejo incluye un esfuerzo
interdisciplinario y una actitud eclesial de escucha y de diálogo, para poder "escrutar a fondo"
este signo de nuestro tiempo (GS 4).
La ciudad vive, y lo hace a través de múltiples sectores humanos. Debemos aceptar y valorar a
la gente como sujetos en sus entornos sociales y culturales, con sus identidades propias y sus
anhelos y luchas vitales. Sus "gozos y angustias y sus tristezas y angustias, sobre todo de los
pobres y de cuantos sufren", deben tener resonancia en nosotros, los discípulos de Jesucristo
(cfr. GS 1). Comprender y compartir esta vida, debe ser una actitud básica de los agentes
eclesiales.
La urbe está llena de imágenes y ritos seculares que expresan "imaginarios": lo eterno –
trascendente está, a su vez, presente en lo temporal - local. Los sujetos sociales urbanos se
nutren de una fe en sí mismos que les da sentido y fuerza para no cesar de (re)crear cosmos en
medio del caos, orden en medio del desorden, sutura en medio de las rupturas y sentido en
medio de tanto sin-sentido. La iglesia en la urbe debe (re)descubrir y privilegiar la comunicación –
mediación simbólica.

5. Enfoques de una teología urbana


a) Apuntes sobre la falta de congruencia teológica
Un factor muy importante que nos impide un mejor avance a partir de los documentos, es la falta
de coherencia teológica dentro del mismo documento o de uno a otro. Muchas veces nos
referimos a un conjunto de documentos (Vaticano II, Medellín, Puebla, etc.) como si fueran del
todo coherentes entre sí pero, si los consideramos más en detalle, descubrimos que no es así;
por el contrario, se dan inconsistencias más o menos profundas. En buena parte se debe a que,
tratándose de documentos de autoría común, unas partes expresan el enfoque de unos y otras
partes siguen opiniones diversas, reflejando así las diversas tensiones que se dan entre los
obispos.
En medio de la diversidad de matices, distinguimos dos enfoques teológicos básicos que se
visibilizan de manera acentuada en las urbes, con sus subsecuentes modelos de actuación
pastoral: uno que podríamos nombrar "tridentino" y otro más propiamente "vaticano". Para
caracterizarlos podemos acudir a una pregunta muy repetida y que suele tomarse por evidente:
¿la misión de la iglesia es fundamentalmente religiosa?, y ¿qué se entiende por eso? Pues
básicamente que promueve el conocimiento y la adoración de Dios, y que ésta se realiza sobre
todo en los actos de culto (oración personal y celebraciones públicas) que se pueden/deben
prolongar en otras manifestaciones sagradas y/o confesionales (educación "católica", arte
sagrado, aceptación de la autoridad de los obispos, etc.), obviamente centrado en el clero y con
el laicado como coadyuvante. Sin embargo, la misión que Jesús vivió y nos confió a sus
seguidores es fundamentalmente "amorosa": no se trata, primordialmente, de cuidar y multiplicar
los actos de culto, sino de amarnos como él nos ha amado, anunciar y realizar buenas noticias a
los pobres, liberar a los cautivos, atender a los asaltados en el camino, dar de comer al
hambriento. Claro que entre ambos enfoques no debería darse contradicción, sino
complementación (y así sucede muchas veces). Pero sí es fundamental ver a cuál de ellos le
hemos de dar prioridad, cuál ocupa mayor jerarquía y cuál -dentro de su importancia innegable-
queda subordinado al otro. El enfoque de la próxima Asamblea en el discipulado de Jesús indica
con claridad lo que habrá que priorizar.

b) Elementos para una propia teología urbana


Hay que subrayar que en esta complejidad urbana, con sus múltiples sujetos sociales y éstos
con sus anhelos y sufrimientos, empeños cotidianos, luchas, fracasos y avances, ahí está nuestro
Señor de la Vida. En la urbe habita Dios, y primordialmente en medio de esta cotidianeidad
efervescente.
El aprender a ser discípulo de Jesús incluye comprender como él lo vital de la vida y estar ahí,
como él, descubriendo la presencia divina y liberando lo atado para que crezca una vida más
compartida y plena. Una teología urbana narrativa invita a la gente a narrar sus vivencias divinas,
las recoge y comunica -sobre todo en grupos y comunidades-, sea verbalmente o bien por medio
de cantos y símbolos en formas celebrativas. La urbe requiere de experiencias de fe profundas y
solidarias.
Dios habita en la vida social y civil y, al compartir ahí esta vida, "se les abrieron los ojos y lo
reconocieron" (Lc 24, 31). Los agentes eclesiales (laicas y laicos, religiosas y religiosos, diáconos
y presbíteros), al entrar en el camino del discipulado de Jesús, aprenderán a transitar de la
fijación intraeclesial -con su típica pastoral parroquiana- a lo social y lo civil, y compartir ahí esta
vida, ser evangelizados por esta realidad y por el Señor presente en ella y, así convertidos,
ponerse en camino a la gran ciudad evangelizando con nuevo fervor y métodos. Esto implica una
revisión a fondo de los métodos actuales de formación de los agentes eclesiales y una
colaboración interdisciplinar en dicha formación.

6. Enfoques para una renovada presencia eclesial en la urbe


En los últimos 10 años, en América Latina se han desarrollado procesos innovadores de pastoral
urbana, centrados en descubrir al Dios Vivo en los acontecimientos cotidianos y a los sujetos de
estas experiencias, a la vivencia pascual en células de vida compartida o bien Iglesias de Casa, a
la diversificación de esta "base" en sectores y ambientes, entre otros. Todo esto implica repensar
y reestructurar la conocida "pastoral típica" centrada en la parroquia (como modelo rural de
cristiandad) y abrirse hacia una propuesta evangelizadora integral, innovadora, encarnada y
misionera desde y con múltiples sujetos. Algunos ya hablan de la pastoral urbana como nuevo
paradigma.

a) Labor evangelizadora integral


La pastoral ha de integrar de alguna manera tres dimensiones: la diakonía-praxis (vivencia
práctica del amor y la justicia, personal y social), el kerigma-catequesis (anuncio y conocimiento
expreso de Jesús, de su vida y mensaje) y la liturgia (celebración comunitaria "sacramental y
parasacramental", que incluye lo comunitario-eclesial). Si no se busca integrar las tres, no se
puede hablar propiamente de "evangelización".
Todo ello con la intención expresa que los destinatarios no se reduzcan a ser receptores, sino que
se vayan convirtiendo en sujetos del triple proceso, y con un sentido de encarnación que busque
una inculturación adecuada en los tres aspectos. Resaltamos este irse haciendo sujetos -tanto las
personas como los grupos- porque es un aspecto ordinariamente descuidado, pero fundamental
en toda auténtica pastoral, y sobre todo en la urbana.

b) Recreación de un nivel base eclesial – iglesias de casa


Una pastoral encarnada en la realidad urbana debe proponerse la creación de un "piso base" por
debajo del nivel parroquial: todo lo posible en las manos de la gente (sujeto eclesial). Lo que no
se puede vivenciar "en sitio" (en las casas de la gente), se realiza a nivel parroquial (en el templo
y sus salones), transformando así la actual parroquia en el segundo nivel eclesial, el de la
animación, formación y coordinación-articulación, la "comunidad de comunidades (iglesias de
casa)". Hay que asumir que uno de los caminos clave para revitalizar la parroquia es desplazar la
vida de la Iglesia-templo a la Iglesia-casa, en sus distintos tipos.
Hoy día existen grupos que, si bien no tienen todas las características de "la Iglesia de casa"
(vivencia básica de la iglesia primitiva), poseen al menos las fundamentales. Se reúnen en casa:
en una vivienda del vecindario y con miembros de varias familias. Son coordinadas por un equipo
de animación o bien un(a) responsable del mismo grupo. Tratan de formar una hermandad de
iguales, una comunidad, que comparte tristeza y angustias, esperanzas y alegrías de la vida
cotidiana de cada uno, de sus familias, de su trabajo y de los acontecimiento en el mundo, que
escucha la Palabra de Dios y la medita, que celebra su fe en Jesucristo con signos litúrgicos
como momento importante y que asume conscientemente un compromiso misionero (eclesial y/o
social – civil) en su propio ambiente y/o barrio – colonia.

Obviamente, hay una amplia gama de "tipos" de estas "Iglesias de casa", que va desde grupos
de religiosidad popular, de catequesis familiar y en tormo a un enfermo, hasta equipos de
animación en unidades habitaciones, de Comunidades eclesiales de base y de un sector humano
como obreros o profesionistas. La promoción del mayor número posible de estos u otros tipos de
"iglesias de casa" dentro del territorio parroquial, implica una reorientación a fondo de la parroquia
misma.
Este objetivo necesita una buena capacidad pedagógica. No nacen así, tal cual, sino necesitan
un proceso de acompañamiento en el sentido de no dominar, sino hacer crecer al grupo -
comunidad "Iglesia de casa" como sujeto autogestivo, cada vez más evangelizado y
evangelizando. Hay que elaborar y poner en práctica un sistema de formación de asesores –
acompañantes.

c) Sectores humanos como sujetos cristianos y eclesiales - pastorales sectoriales


Una urbe es un conjunto complejo de sectores humanos cuyas relaciones sociales se articulan
cada vez más en torno a lo laboral o al ámbito de esparcimiento (club’s de todo índole). La
relación con lo territorial social (vivienda propia y su colonia) y con la oferta eclesial territorial
(parroquia) disminuye para cada vez más personas y familias. Por eso, la conformación de
núcleos o células de inspiración cristiana, con articulación eclesial en medio de los múltiples
sectores humanos, y formados por gente líder de ellos mismos, es fundamental para una
evangelización encarnada y misionera.
Como ejemplo sirva el siguiente listado:
pastoral obrera, pastoral con indígenas en la ciudad, grupos de apoyo y promoción de la mujer,
pastoral penitenciaria, atención a chavos banda y drogadictos, trabajo con mujeres en contexto
de prostitución, grupos de apoyo a trabajadoras domésticas y vendedoras en el metro, pastoral
en mercados públicos, centros de derechos humanos y grupos de defensores populares,
movimiento de cristianos comprometidos en las luchas populares, centros de equipos docentes,
parroquias universitarias, centros de comunicación social, centros civiles de apoyo a procesos
pastorales, grupos de oración y de discernimiento espiritual de miembros de organizaciones
civiles.

d) Innovadoras formas organizativas de la presencia eclesial en la urbe


La urbe necesita innovadoras formas organizativas a nivel ciudad para impulsar, acompañar y
poder sostener lo expresado anteriormente.
Esto debe reflejarse en un plan pastoral propio de cada urbe que, si bien asumiendo las líneas
generales de su plan diocesano y de su provincia eclesiástica, tenga su propia vida estructurada
según los retos urbanos propios.
A nivel ciudad deben existir estructuras de participación, coordinación, conducción y
acompañamiento que contemplen, por un lado, los niveles territoriales como el de base, el
parroquial, decanal y zonal y el de toda la ciudad, y, por el otro, nuevas formas de articulación –
vertebración de las pastorales sectoriales.
Lo anterior implica, también, aumentar el personal (laico, religioso y presbiteral) dedicado a
impulsar y acompañar a aquellas vertientes que se presentan más débiles hasta ahora, como las
mencionadas pastorales sectoriales y ambientales, así como coordinar mejor nuestros trabajos
en la iglesia y en la sociedad civil.

Espacio de Pastoral Urbana, Ciudad de México:


Benjamín Bravo, Rosario Espinoza, Abel Fernández, Angélica Fernández, Emmanuel
Jarquín, Samuel López, Javier Eduardo Martínez, Raúl Martínez, Francisco Merlos,
Sebastián Mier, Pilar Puertas, Miguel Ángel Sánchez, Ernesto Santiago Sánchez, Laura Villasana,
Alfonso Vietmeier, Coordinador

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