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arquitecto
La primera condición para que un
encargo de arquitectura se transforme
primero en un buen proyecto y después
en una obra digna es que un buen
cliente colabore con un buen
arquitecto. Que exista un grado mutuo de respeto y confianza que haga posible la
dignidad del resultado final. La ausencia de esta aparente evidencia es una de las
causas de la falta de calidad del entorno arquitectónico. Porque un buen arquitecto
no es aquél que tiene el correspondiente título sino el que ejerce realmente como
tal, por capacidad y por dedicación.
A partir de la elección del arquitecto por parte del cliente aparece una condición
necesaria para garantizar la calidad del Proyecto final: la Confianza del cliente en
el profesional que ha elegido.
Si todo esto se cumple, el resto es fácil: Dedicación y humildad por ambas partes,
para poderse soportar mutuamente en la tarea de colaboración conjunta que exige
una buena obra.
Cierto es que cuesta conseguir esa intimidad casi de psicólogo para que te confíen
sus sueños. Por eso advierto que si no piden nada, nada tendrán. O tendrán lo
que a mí me parezca que les conviene. Pero eso no es lo ideal.
Para ponerles ejemplos exagerados, les explico que el proyecto de una casa
pueden ser tres casas (padre, madre, hijos) si así lo desearan. O un casa-
escaparate para todos les vean. O una casa-gruta para que no les vea nadie.
La mayor parte de las chozas se edifican desde formas geométricas fáciles, como
por servirnos de un ejemplo una planta circular coronada por una cubierta cónica.
Los materiales de construcción son siempre y en toda circunstancia, los
autóctonos. Si se dispone de barro, se emplea para rellenar los huecos entre la
urdimbre de ramas, o bien se fabrican adobes o bien ladrillos. Asimismo se
pueden emplear tallos secos, como en las zonas pantanosas del sur de Irak.
Los habitantes del viejo Egipto vivían en casas bajas construidas con adobes
sobre planta cuadrangular (Hoy en día los ladrillos de arcilla han evolucionado al
ejemplo aquí). Las excavaciones efectuadas muestran que las casas de los
esclavos acostumbraban a tener entre 2 y 4 habitaciones y se arracimaban sobre
una retícula ortogonal, con callejones estrechos que discurrían entre las largas
filas que componían el distrito, al paso que las residencias de los capataces
estaban considerablemente más desahogadas.