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La relación entre cliente y

arquitecto
La primera condición para que un
encargo de arquitectura se transforme
primero en un buen proyecto y después
en una obra digna es que un buen
cliente colabore con un buen
arquitecto. Que exista un grado mutuo de respeto y confianza que haga posible la
dignidad del resultado final. La ausencia de esta aparente evidencia es una de las
causas de la falta de calidad del entorno arquitectónico. Porque un buen arquitecto
no es aquél que tiene el correspondiente título sino el que ejerce realmente como
tal, por capacidad y por dedicación.

En primer lugar, el cliente debe expresar


el mayor número posible de peticiones
(aunque parezcan contradictorias) a
través de un Programa, de un listado de
necesidades, deseos y sueños. El
arquitecto tiene como misión hacerlos
realidad. La elaboración de este Programa inicial es la segunda condición relativa
a la calidad del Proyecto. En el Programa deben tener cabida desde las más
inmediatas necesidades físicas (presupuesto, dimensiones, número de
dependencias) hasta las más emocionales y relacionadas con la forma de vida del
cliente (actual o deseada). Un Programa demasiado esquemático y poco definido
tendrá que ser forzosamente completado e "inventado" por el arquitecto, con lo
que se llegará probablemente a un resultado ajeno al futuro usuario.

El arquitecto debe saber escuchar, separar lo esencial de lo accesorio. Debe


ordenar jerárquicamente el Programa. Y preguntar, preguntar mucho. La primera
fase de Proyecto debe ser más escrita que dibujada. Debe pertenecer al mundo
de las ideas más que al de los planos. Los
primeros croquis influyen enormemente en el
resultado final; conviene que aparezcan
cuando las ideas estén claras y cuando el
emplazamiento de la obra haya expresado
también sus propios deseos.
En cuanto al desarrollo del Proyecto, el cliente ya no debe preocuparse. En todo
caso, tan sólo controlar que su Programa ha sido captado y asimilado. Un buen
profesional no antepondrá su filosofía personal al Programa inicial. Podrá
rechazarlo y no aceptar el Encargo pero nunca perder de vista cuál es la finalidad
de su trabajo: Dar cobijo a las necesidades físicas y emocionales del cliente,... y
hacerlo con los criterios arquitectónicos más válidos. Lo coherente sería, por tanto,
que el cliente acudiera al arquitecto conociendo su trabajo profesional.

A partir de la elección del arquitecto por parte del cliente aparece una condición
necesaria para garantizar la calidad del Proyecto final: la Confianza del cliente en
el profesional que ha elegido.

El cliente ha de confiar que el arquitecto sintetizará todas sus necesidades y


deseos, y les dará forma de manera que, al mismo tiempo, formen parte válida del
patrimonio cultural del propio cliente y del entorno. En los momentos de duda,
cuando ante la visión de los planos, desconfíe del resultado, tiene que permanecer
fiel a dicha confianza, ya que un buen profesional imaginará espacios y formas
que un profano difícilmente podrá juzgar a través de dibujos. ¡Y qué lástima si el
cliente rechazara un buen Proyecto por no poder, aunque sea involuntariamente,
imaginar la realidad del resultado final!

Mientras el Programa inicial siga respetándose, la Confianza debe permanecer


incólume. Si ésta falla, el arquitecto se sentirá desamparado del apoyo de la
persona cuya satisfacción es la meta final de su Proyecto. Esto, que es evidente
en la relación con otros profesionales (abogados, médicos), falla frecuentemente
en la arquitectura ocasionado por la desidia con la que, algunos profesionales, han
hecho su trabajo.

Si todo esto se cumple, el resto es fácil: Dedicación y humildad por ambas partes,
para poderse soportar mutuamente en la tarea de colaboración conjunta que exige
una buena obra.

Lo de "construir sueños" es una metáfora pues, cuando se materializan, dejan de


ser sueños. Pero me siento capaz de impulsar en mis clientes que
me comuniquen los deseos que les gustaría encontrar en su nueva
casa. Pero deseos importantes, no que la casa tenga tres baños o
que en el garaje quepan dos coches, eso forma parte del programa
funcional y deben respetarse igual que debe respetarse el
presupuesto previsto. Pero eso no son sueños. Los sueños son
esos deseos relacionados con las ilusiones que te gustaría encontrar en tu casa y
que muchos ni siquiera imaginan que se pueden pedir y menos realizar.

Cierto es que cuesta conseguir esa intimidad casi de psicólogo para que te confíen
sus sueños. Por eso advierto que si no piden nada, nada tendrán. O tendrán lo
que a mí me parezca que les conviene. Pero eso no es lo ideal.

Para ponerles ejemplos exagerados, les explico que el proyecto de una casa
pueden ser tres casas (padre, madre, hijos) si así lo desearan. O un casa-
escaparate para todos les vean. O una casa-gruta para que no les vea nadie.

Yo no debo decidir ni inventarme su forma de vivir y ellos no deben vivir en mis


sueños.
La evolución de las viviendas

Proporciona una segunda característica


de las residencias tradicionales es su
perfecta adecuación al medio físico
donde se enclavan. De esta manera, en
las zonas donde el calor del verano se
hace inaguantable, las habitaciones se
disponen en torno a un patio, flanqueado
por soportales que dejan que el aire limpio circule por todas y cada una de las
estancias. En las zonas frías, en cambio, las casas se concentran en gruesos
muros para preservar el calor del sol.

En las sociedades tribales la residencia acostumbra a constar de un solo espacio,


donde se desarrollan todas y cada una de las actividades. De forma frecuente se
edifica adosada a otra edificación vecina, y acostumbra a estar alejada del sitio de
asamblea de la tribu o bien del espacio sagrado. La manera de estas cabañas se
repite durante todo el poblado, produciendo a veces composiciones fabulosas, en
Sudán, las del pueblo Dogon o bien las de los pastores de Zambia.

La mayor parte de las chozas se edifican desde formas geométricas fáciles, como
por servirnos de un ejemplo una planta circular coronada por una cubierta cónica.
Los materiales de construcción son siempre y en toda circunstancia, los
autóctonos. Si se dispone de barro, se emplea para rellenar los huecos entre la
urdimbre de ramas, o bien se fabrican adobes o bien ladrillos. Asimismo se
pueden emplear tallos secos, como en las zonas pantanosas del sur de Irak.

El viejo Egipto y el Oriente Próximo

Los habitantes del viejo Egipto vivían en casas bajas construidas con adobes
sobre planta cuadrangular (Hoy en día los ladrillos de arcilla han evolucionado al
ejemplo aquí). Las excavaciones efectuadas muestran que las casas de los
esclavos acostumbraban a tener entre 2 y 4 habitaciones y se arracimaban sobre
una retícula ortogonal, con callejones estrechos que discurrían entre las largas
filas que componían el distrito, al paso que las residencias de los capataces
estaban considerablemente más desahogadas.

En el Oriente Próximo las residencias se amoldaban a las posibilidades


constructivas, donde había barro eran comunes las casas de una sola estancia en
forma de colmena; donde no se hallaba madera, sino más bien solo piedra. Hasta
las cubiertas se edificaban a través de bandas de este material. Por norma
general, estas tradiciones han subsistido hasta nuestros días y pocos cambios ha
sufrido la evolución de las viviendas desde la prehistoria hasta la actualidad en sus
técnicas constructivas manteniéndose en muchos casos aspectos bioclimáticos
necesarios ante la vivienda eficiente.

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