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Contexto histórico-social representado

Se describe a continuación brevemente el contexto sociocultural que se representa en la


novela puesto que tiene importancia para la comprensión de los conflictos que vive la
protagonista. La novela se sitúa en Faguas, la ciudad imaginaria de origen de la
protagonista, perteneciente a América latina. En esos momentos, se vive la dictadura del
Gran General, donde la pobreza y el temor conviven en la vida cotidiana de la clase
obrera.
“Eso era la dictadura, pensó Lavinia, el miedo; la mujer diciendo que no sabía nada. Ella
diciendo que no quería involucrarse. No saber nada era lo mejor, lo más seguro. Ignorar el
lado oscuro de Faguas...” (pág 82).
“Un grito, un movimiento rebelde de la multitud y aquello sería una masacre de
consecuencias imprevistas”. (pág 205).
“Al acercarse por la carretera principal vio a lo lejos la barriada de calles irregulares, las
casas de tablones,... Las luminarias terminaban al iniciarse las casas. Las puertas abiertas
de las viviendas pobres y amontonadas proveían la única iluminación de las callejuelas... El
carro daba tumbos en las irregularidades del terreno; cerdos y gallinas cruzaban la vereda
lodosa. A través de las puertas vio los interiores pequeños e insalubres de las viviendas de
una sola habitación. En ese pequeño recinto, vivían familias de hasta seis o siete
miembros; hacinadas. Con frecuencia los padres violaban a las hijas adolescentes bajo los
efectos del alcohol... Apenas a unos cuantos kilómetros fuera del área de arboleda y
barrios residenciales cómodos e iluminados”... (pág. 170).
Se exponen en la novela los contrastes entre la clase obrera, la burguesía y la casta militar.
Respecto a esta última, detentadora del poder, intenta integrarse en la clase burguesa
adinerada, como forma de obtener el reconocimiento social, pero la burguesía no les cree
dignos de moverse en sus círculos. Aún así, desde los círculos militares se intenta emular a
los ricos y realizan todo tipo de ostentaciones para mostrar su poder. La familia Vela es un
ejemplo de ese intento por parte del poder militar de igualarse o superar a la burguesía
adinerada.
“La casa donde vivían los Vela estaba situada en lo que, en su momento fuera, uno de los
repartos elegantes de la ciudad... que eran la ‘última palabra y moda’ en el ‘buen vivir’...”
(pág. 250).
La burguesía adinerada se muestra distante ante las consecuencias sociales de la
dictadura -el miedo, la miseria, etc- viviendo en sus círculos cerrados con todas sus
comodidades y aceptando la realidad como natural e inmodificable.
“Ser admitido en el club era todo un procedimiento. No sólo se requería dinero para pagar
la cuantiosa suma de dinero; era necesario pasar el escrutinio de la Directiva del Club. Se
reunían y discutían largamente el pedegree de los solicitantes” (pág. 183).
“Tanta gente se las ingeniaba para ignorar la miseria, aceptando las desigualdades como
leyes de la vida” (pág. 125).
“Los campos de golf estaban alumbrados profusamente con luces en los árboles, al igual
que las canchas de tenis que tenían encendidos los foros para los juegos nocturnos...los
chóferes de Mercedes Benz brillantes, Jaguar, Volvo, enormes carros americanos y
modernos modelos japoneses, abrían las puertas para que descendieran parejas de
smoking y trajes largos. Desde la piscina, la orquesta tocaba un bossa nova” (pág. 219).
En este contexto toman también especial relevancia las estructuras patriarcales, es decir,
el machismo, la división sexual del trabajo, la visión de las mujeres como objeto sexual,
etc, porque la protagonista es consciente en todo momento de cómo su sociedad la sitúa
en un lugar subordinado respecto al hombre.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional[editar]
En 1961 los jóvenes políticos Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge Martínez y Silvio
Mayorga inspirados en las ideas de Augusto Sandino fundan el Frente Sandinista de
Liberación Nacional y emprenden la lucha insurreccional contra la dictadura de la familia
Somoza.
Los diferentes gobiernos de los Somoza contaban con el respaldo del gobierno de los
Estados Unidos, el FSLN emprende una lucha de guerrillas tanto urbanas como rurales con
la intención de derrocar al gobierno nicaragüense estas son conocidas como las Jornadas
de Pancasán y las guerrillas de Raití y Bocay en las cuales cayeron algunos miembros de la
Organización tales como Filemón Rivera, Oscar Danilo Rosales, Rigoberto Cruz mejor
conocido como Pablo Úbeda y muchos más, el fracaso de estos primeros intentos
guerrilleros se debió a la falta de conocimiento de la zona de operaciones y al desinterés
de las poblaciones en donde operaban pues eran lugares muy despoblados. Pasada la
experiencia de Pancasán se pasa a un período conocido como la de Acumulación de
Fuerzas en Silencio aunque inclusive en estos años se dieron choques con la Guardia
Nacional. Dada la circunstancias el FSLN se divide en tres tendencias, cada una de ellas con
una visión diferente de llevar a cabo el derrocamiento de la dictadura somocista. La
Tendencia Guerra Popular Prolongada, propugnaba por la lucha en la montaña sobre la
base de la experiencia de la revolución cubana y sobre todo de Ernesto Che Guevara, la
Tendencia Proletaria, afirmaba que el derrocamiento se daría cuando el proletariado es
decir los obreros y campesinos se uniera para derribar la tiranía y por último la Tendencia
Insurreccional o Tercerista que llamaba a armar al pueblo y resultó a la postre la forma a
través de la cual caería Anastasio Somaza Debayle. Precisamente buscando la unidad de
las tres tendencias pierde la vida Carlos Fonseca el 8 de noviembre de 1976 en Boca de
Piedra, Zinica. Aunque para disminuir la represión desatada a raíz de algunos incidentes en
las montañas se da el operativo conocido como Diciembre Victorioso cuando un grupo de
guerrilleros bajo el mando de Eduardo Contreras se toma la casa de un ministro somocista
el 27 de diciembre de 1974 fecha a partir de la cual el mundo conoció la existencia del
FSLN.
En 1978, consigue un golpe magistral contra la dictadura, al llevarse a cabo un operativo,
denominado "Operación Chanchera", efectuado por un comando guerrillero, que conllevó
a la toma del edificio Palacio Nacional sede del Congreso de la República, y un número
considerable de sus miembros, poniendo en evidencia las debilidades de logísticas de la
Guardia Nacional.
La ofensiva guerrillera lanzada desde el norte, con el apoyo de los campesinos, de las
clases obreras e industriales cansadas de la política somocista y apoyada por la acción
política y la presión internacional logra que el 19 de julio de 1979 entrar triunfante en la
capital, Managua, mientras que el dictador Anastasio Somoza Debayle y su familia
abandona el país. Llegando victoriosos a la plaza de la revolución un 19 de julio de 1979.
Roberto Carlos Alfaro anuncia la llegada de los sandinistas y grita el famoso dicho hasta la
victoria siempre.
La novela “La mujer habitada” de Gioconda Belli fue publicada en 1988 y relata la historia
de dos mujeres: Itzá y Lavinia. Lo que las separa es la distancia temporal, ¿por qué?
Porque, la escritora tomó como protagonistas a dos jóvenes que vivieron en diferentes
momentos de la historia de Nicaragua: la primera durante la época de conquista española,
y la segunda entre 1960-70. Ambas cuentan con un compañero con los que comparten los
mismos ideales y objetivos de liberación contra el poder despótico, Yarince y Felipe
respectivamente.

Lavinia, encarna el personaje principal de la novela de Belli, joven arquitecta recién


llegada de Europa. Distanciada de sus padres y apegada a tu tía Inés y a su abuelo, quienes
la apoyaban en sus sueños y le brindaban el amor que sus padres, por estar concentrados
en el trabajo, no se lo brindaron, como ella deseaba en su interior. Al regresar a Faguas, su
ciudad natal, vive en la casa de su difunta tía y trabaja en una empresa de arquitectos,
donde conoce a Felipe, quien se convertiría en su gran amor y compañero de un nuevo
proyecto secreto.

Itzá, fue una joven guerrera de una tribu aborigen, que luego de aprender el manejo del
arco, se unió a los guerreros para defender su territorio y echar a los extraños (los
españoles) y su falso dios. Pero al ser mujer, los integrantes de diferentes tribus, no la
tomaban en serio al momento de reclutar guerreros y pedir ayuda para combatir; incluso
no era admitida en las reuniones donde se tomaban las decisiones más importantes. Se
puede decir que, en un sentido, es un personaje principal porque al introducirse en Lavinia
como el jugo de una naranja, juega un papel importante e influyente en las decisiones de
ésta, a través de sus sueños, de su inconsciente, ayudando a aclararle las dudas,
ofreciéndole las respuestas (aunque a veces se arrepienta de entrometerse en Lavinia).

Estas dos mujeres al comienzo parecen ser muy diferentes, con distintos puntos de vista
sobre la participación en la lucha revolucionaria contra dos poderes usurpadores y
violentos: los españoles y su rey, y el Gran General. Pero con el paso del tiempo Itzá
empieza a influir en la decisión de Lavinia, y ambas se complementan uniendo a dos
mujeres tan distantes pero a la vez representativas para e género femenino.
Contexto histórico
Faguas, ciudad en la que trascurren los hechos de la novela, es la representación literaria
de Nicaragua, y en especial se dibuja la situación política, social y económica de toda
América Latina. Ésta se había convertido en un territorio propicio para la aplicación del
Plan Cóndor, que consistió en la coordinación de acciones conjuntas entre las dictaduras
latinoamericanas para la erradicación de las ideologías comunistas y afines, opuestas al
neoliberalismo que trataba de implementarse a escala global, y que pasaron a ser
consideradas como “subversivas”. De esta manera, los cambios que los países
latinoamericanos han experimentado en el último medio siglo, resultan estrechamente
vinculados al proceso de militarización que tuvo lugar en el continente especialmente
durante las décadas de los ‘60 y ‘70, teniendo como una de sus consecuencias centrales el
desmantelamiento del Estado como articulador de la vida pública y generador del
desarrollo económico.[1]

Como contrarreacción al gobierno militar, se tomó el proyecto liberacionista, cuya cuna


fue Cuba y desde donde se irradiaba la ideología y el entrenamiento de las fuerzas
insurreccionales de todo el subcontinente.
Nicaragua y Somoza
En 1936, Somoza derrocó al presidente Juan B. Sacasa y accedió al gobierno,
manteniéndose en el poder durante 20 años. Luego fue sucedido por sus hijos. Al
abandonar Nicaragua, las tropas estadounidenses dejaron instalado un sistema de poder
basado en la fuerza militar, en lo político, en un sistema electoral controlado por unas
pocas familias; y en lo económico, en el control monopólico de los principales recursos
productivos (plantaciones, bases, ferrocarriles, aduana, etc.) por parte de la familia
Somoza y una red de amistades.

Desde el gobierno, Anastasio Somoza enfrentó la creciente oposición de obreros,


campesinos, estudiantes y hasta de algunos grupos propietarios. Para evitarlo, llevó
adelante una fuerte represión, a través de un impresionante incremento de los miembros
de las fuerzas policiales y militares, la creación de numerosas cárceles, la persecución, los
secuestros y la aplicación de torturas por parte de la Guardia Nacional.

El gobierno somocista, apoyado por unos pocos propietarios de tierras y empresarios


nicaragüenses y por las empresas norteamericanas, no daba respuestas a los problemas
sociales, como el hambre, el analfabetismo y los bajos salarios de los trabajadores. Esta
situación, sumada a la imposibilidad de organizar y ejercer libremente la oposición al
gobierno, llevó a un grupo de jóvenes, inspirados en el triunfo de la experiencia
revolucionaria cubana de 1959, a conformar —en 1961— el Frente Sandinista de
Liberación Nacional e iniciar la lucha armada a la dictadura. Por sus planteos sobre la
democracia, la economía y política, recibieron el apoyo creciente de la población
marginada del país. Del mismo modo, fueron apoyados los reclamos sandinistas de
soberanía nacional frente al imperialismo norteamericano, que recuperaban la tradición
inaugurada por el “general de hombres libres”, Augusto César Sandino, en la década del
veinte. A la oposición se sumaron, también, aquellos actores del empresariado que fueron
desplazados de los principales negocios por el grupo de empresarios amigos de la familia
Somoza.
En este contexto, la guerrilla incrementó el número de sus miembros y sus acciones, hasta
que, en julio de 1979, logró derrocar al dictador, quien huyó de Nicaragua, para asilarse en
Paraguay.

Lavinia, en un instante de retrospección, nos cuenta cómo se vivió el momento histórico


antes mencionado en Faguas:
“Una época de efervescencia cuando ella tenía dieciocho años y estaba pasando
vacaciones con sus padres. Se encontró las calles cubiertas de afiches del partido de la
oposición. La gente cantaba la canción del candidato verde con verdadero entusiasmo.
Surcaban ilusiones de que la campaña electoral podría resultar en una victoria opositora.
Todos los sueños quedaron dispersos el último domingo de la contienda. Una gran
manifestación recorrió las calles demandando la renuncia de la familia gobernante, el
retiro del candidato hijo del dictador. Los líderes opositores arengaban a aquella marea
humana. Nadie debía moverse. Nadie retirarse a sus casas. Resistencia pacífica contra la
tiranía. Hasta que los soldados empezaron a bajar por la avenida con sus cascos de
combate hacia el grupo multicolor que se agitaba enervado por los discursos. No hubo
quién pudiera contar después cuándo dieron comienzo los disparos, ni cómo aparecieron
los cientos de zapatos que Lavinia vio dispersos por el suelo mientras corría en una
estampida de caballos desbocados hacia donde su tía Inés agitaba las manos y la llamaba.
Esa noche, las familias esperaron ansiosas escuchando los disparos de los francotiradores
en la noche. La madrugada amaneció en medio de un pesado silencio. Las radios
anunciaron que el candidato verde y sus colaboradores se habían refugiado en un hotel y
solicitado la protección del embajador norteamericano. Se hablaba de trescientos,
seiscientos, incontables muertos. Nunca se sabría exactamente cuántas personas murieron
ese día llevándose a la tumba la última esperanza de muchos por liberarse de la dictadura.
La represión arreció. Desde entonces, habían empezado las papeletas: "Sólo queda la
alternativa de la lucha armada". Papeletas apareciendo furtivas por debajo de las puertas.
Grupos tomándose cuarteles alejados de las ciudades, en los poblados del norte; diciendo
encendidos discursos en la universidad; el poder cada vez más compacto y las muertes de
"subversivos" a la orden del día.”

El papel de la mujer en la revolución


Lavinia tuvo que defender su posición como mujer en la sociedad y en el movimiento
revolucionario. Repudiaba el trato que tienen los desconocidos, en la calle, hacia las
mujeres transeúntes: “Aquí y allá encontró grupos de obreros afanados colocando bloques
para marcar las bases donde se levantaría las paredes. La miraban al pasar, haciendo
alarde en abandonar el cemento y silbar o dejarle ir un ‘adiós mamacita’. Debería ser
ilegal, pensó Lavinia, ese asedio al que se veían expuestas las mujeres en la calle.”
Lavinia buscaba despegarse de las costumbres conservadoras y tradicionales de su familia
y de su entorno social, con las que no coincidía. Aquí se encuentran su amiga Sara, y su
madre, dos mujeres que representan otro tipo de ideal de la mujer: aquella que se
presenta en la gran sociedad cuando llegan a cierta edad, para conseguir un futuro marido
y conformar una nueva familia, para luego ser dueña de una casa: “Sara se jactaba delante
de ella de llevar los pantalones en la casa. Y Sara podía escucharlo [a su esposo] sonriendo.
Para ella eso también era ‘natural’. Las fiestas donde los exhibían eran ‘naturales’.”
Sin embargo, a pesar de los comentarios negativos de sus padres sobre vivir sola y
trabajar, no se dejó intimidar y siguió luchando, aunque fuera una revolución interna y
pequeña, por lo que ella realmente quería y no lo que se le imponía por ser mujer: “Las
caras de su padre y su madre pronosticándole la deshonra, el chisme, la maledicencia.
Horrores del mundo fuera de las cuatro paredes de su casa. El peligro de los extraños.
Hombres que intentarían violarla, aprovecharse de ella. Lo “mal vistas” que eran las
mujeres solas.”
Incluso Felipe, según lo que percibe Lavinia, la ve a ella como la orilla a la cual se puede
acercar para alejarse de la vida agitada, no queriendo incluirla en sus planes
revolucionarios por su falta de preparación, su debilidad e inseguridades:
“Tuve la sensación de que no querías que participara, que me ibas a decir siempre que no
estaba preparada. Y así era, dijo él, visiblemente alterado. Consideraba, dijo, que ella aún
no estaba madura para ingresar formalmente; tenía demasiadas dudas, no sabía bien lo
que quería. (…)Creo que no entendés mis preocupaciones —dijo Lavinia, guardando la
calma, el tono suave— ni me entendés a mí. Vos nunca pensarías que estoy madura para
el Movimiento. No te conviene. Querés conservar tu nicho de "normalidad", la ribera de
tu río por los siglos de los siglos; tu mujercita colaborando bajo tu dirección sin
desarrollarse por sí misma. "Afortunadamente, Sebastián y Flor no piensan como vos.
Lavinia fue perdiendo la calma a medida que hablaba. Las ranuras se abrían dando salida
a resentimientos acumulados: las noches en vela esperándolo, las actitudes paternales,
superiores, de él.”

Sin embargo se puede observar que Felipe no la dejaba de lado de sus planes
revolucionarios por ser mujer, poco preparada y débil como Lavinia pensaba, sino que no
era un simple juego sino algo peligroso y serio. Él solo la quería proteger y mantenerla
alejada de todo lo que pudiese lastimarla.
Lavinia lucha contra sus inseguridades con respecto al Movimiento revolucionario, incluso
llega a cuestionar el accionar y objetivo del mismo: “En Italia admiró, como todos, al Che
Guevara. Recordaba la fascinación de su abuelo con Fidel Castro y la "revolución". Pero
ella no era de esa estirpe. Lo tenía muy claro. Una cosa era no estar de acuerdo con la
dinastía y otra cosa era luchar con las armas contra un ejército entrenado para matar sin
piedad, a sangre fría. Se requería otro tipo de personalidad, otra madera. Una cosa era su
rebelión personal contra el statu quo, demandar independencia, irse de su casa, sostener
una profesión, y otra exponerse a esta aventura descabellada, este suicidio colectivo, este
idealismo a ultranza. No podía dejar de reconocer que eran valientes; especies de Quijotes
tropicales, pero no eran racionales, los seguirían matando y ella no quería morir.”
Pero a medida que sus inseguridades se transforman en inquietudes, gira su vida al
momento de visitar a Flor para que le contara cómo era el Movimiento. Es así que la joven
enfermera le cuenta a Lavinia sobre Tania.
Tania fue una guerrillera, de origen alemán/ruso, acompañante del Che Guevara durante
la revolución cubana. Ella se convirtió en un mito por ser la única mujer que integró el
grupo guerrillero, encargada de espionaje, enfermería y mensajería. “Flor decía que el Che
había escrito que las mujeres era ideales para cocineras y correos de la guerrilla; aunque
después anduvo en Bolivia con una guerrillera llamada Tania”. Pero de acuerdo con la
investigación de historiador boliviano Gustavo Rodríguez Ostria "[Tania] no fue la amante
del Che. Apenas convivieron un mes en la guerrilla". Fue entre marzo y abril de 1967. Y su
relación, de hecho, estuvo marcada por los reproches del Comandante sobre el abandono
de funciones de espionaje de Tania para incorporarse a la guerrilla. "Había una razón casi
ética: Guevara sabía que ella era la compañera de Ulises Estrada. Entre los revolucionarios
había códigos con respecto a las mujeres de compañeros. El Che se hubiera expuesto
demasiado, su liderazgo moral se habría carcomido".
Ya desde los primeros de la Revolución cubana, la equidad de género en el desarrollo
social se va establecer como objetivo primordial de la nueva estructuración política. La
rápida puesta en marcha de una serie de medidas tendientes a eliminar las barreras que
mantienen a la mujer en posiciones sociales subordinadas supone la primera fase de un
intento de transformación integral. Incluso en la novela “La mujer habitada”, Flor le da a
Lavinia el programa “(…) donde se hablaba con tanta seguridad de todas las cosas
inalcanzables que se debían alcanzar: alfabetización, salud gratis y digna para todos,
viviendas, reforma agraria (real; no como el programa de televisión del Gran
General); emancipación de la mujer (¿Y Felipe?, pensó, ¿Y los hombres como él,
revolucionarios pero machistas?, pensó)”.

La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral remunerado va a propiciar un


reconocimiento de espacios y nuevos roles pero, simultáneamente, suscita elementos de
conflicto con una mentalidad tradicional mantenida incluso bien avanzada ya la década de
los años sesenta, cuando “la mayoría de los hombres no querían que ‘su mujer’ estuviera
fuera del hogar y mezclándose con otros hombres en el trabajo” (Brunk, 1995:434).
“Por primera vez las mujeres acostumbradas a ser esposas dependientes y madres d
evotas, se encontraron explorando las ideas de igualdad y retando directamente al m
achismo. Fue un proceso doloroso y paradójico. A pesar de todas las contradicciones,
las mujeres cubanas fueron incorporadas a las distintas esferas del trabajo, intelectu
al, manual, político”.

Es importante contar que la escritora Gioconda Belli, se exilió a México a causa de su


activismo revolucionario. Desde 1970, año en que comenzó a escribir sus poemas y como
muchos intelectuales de su generación, se integró a las filas del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN), en ese momento una organización clandestina y perseguida
cuyo objeto era el derrocamiento del régimen somocista. Además su obra se
caracteriza por rescatar y ahondar en el universo femenino, reivindicando el papel de las
mujeres en la sociedad y en la construcción de la cultura, llegando incluso a plantear en su
obra una utopía feminista. Esto justifica que el personaje principal de la novela “La mujer
habitada” sea una mujer, con sus inseguridades, su romanticismo, el idealismo de un
mundo mejor y la búsqueda de la independencia económica, luchando contra el
machismo que la rodea. Incluso, se ilustra en Sara y la madre de Lavinia los ideales de la
madre de Gioconda y las mujeres de su época, esto se puede justificar con la cita del
siguiente fragmento del poema de la misma autora:

Estas mujeres, sin embargo,


me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.

En esta contradicción inevitable


entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.

No me arrepiento de nada-Gioconda Belli


En Itzá, la autora toma la posición de una mujer que elije su camino, el de combatir junto
con su hombre, dejando atrás las costumbres de la tribu. Aunque ella misma ve llamativo
cómo se maneja la mujer del s. XX: “Las mujeres parecen ya no ser subordinadas, sino
personas principales. Hasta tienen servidumbre por sí mismas. Y trabajan fuera del hogar.
Ella, por ejemplo, sale a trabajar por las mañanas. No sé cuánta ventaja puede haber en
esto. Nuestras madres, al menos, sólo tenían como trabajo el oficio de la casa y con eso
era suficiente. Diría que quizás era mejor, puesto que tenían hijos en los que prolongarse y
un esposo que les hacía olvidar la estrechez del mundo abrazándolas por la noche. En
cambio ella no tiene estas alegrías.”
Sin embargo, al notar el embrollo en el interior de Lavinia, decide intentar intervenir en
ella para que deje de lado el miedo y la duda: “CÓMO HUBIERA DESEADO SACUDIRLA;
hacerla comprender. Era como tantas otras. Tantas que conocí. Temerosas. Creyendo que
así guardaban la vida. Tantas que terminaron tristes esqueletos, sirvientas en las cocinas,
o decapitadas cuando se rendían de caminar, o en aquellos barcos que zarpaban a
construir ciudades lejanas llevándose a nuestros hombres y a ellas para el descargue de los
marineros. "El miedo es un mal consejero" decía Yarince, cuando le discutían la audacia de
sus estratagemas.”
Penélope y Lavinia
Como se explicó anteriormente, Lavinia no quería ser para Felipe solo el centro de su vida,
“la Penélope esperándolo noche tras noche”. Es aquí donde se realiza, una
intertextualidad con el mito de Ulises, comparando a su esposa Penélope con Lavinia, y los
cíclopes con los militares.

Penélope es un personaje de la Odisea, uno de los dos grandes poemas épicos atribuidos
a Homero. Es la esposa del personaje principal, el rey de Ítaca, Odiseo que aguarda su
regreso durante veinte años de la Guerra de Troya. Durante su espera, muchos
pretendientes la asedian para casarse con ella, y Penélope decide comenzar a tejer un
sudario que a su término cumpliría con la elección de uno de ellos. Pero para extender la
“promesa”, todas las noches destejía su labor, esperando el regreso de Odiseo.
En el caso de la novela que se está analizando, Lavinia se encuentra atrapada en la
tradición de esperar en su casa a su pareja que salió a “pelear” (al igual que hizo Penélope
con Odiseo), con miedo y alerta ante cualquier ruido que se presentara, ya que la Guardia
Nacional los estaba siguiendo y podían rastrearlos a él o a ella..
“Felipe participaba de aquellas revueltas, estaba segura; mientras a ella no le quedaba en
esos días, nada más que esperarlo luchando en su interior, tratando de no sentir que el
amor se convertía en angustia y opresión. No quería hacer de Felipe el centro de su vida;
devenir en Penélope hilando las telas de la noche. Pero aun a su pesar, se reconocía
atrapada en la tradición de milenios: la mujer en la cueva esperando a su hombre después
de la caza y la batalla, amedrentada en medio de la tormenta, imaginándolo atrapado por
bestias gigantescas, herido por el rayo, la flecha; la mujer sin reposo, saltando alerta al
escuchar el gruñido llamándola en la oscuridad, gruñendo, también, sintiendo júbilo en su
corazón al verlo regresar a salvo, contento de saber que al fin comería y estaría caliente
hasta el día siguiente, hasta que de nuevo el hombre saliera a cazar, hasta el próximo
terror, el miedo, la foto en el periódico, la respiración de las fieras. Penélope nunca le
simpatizó. Quizás porque todas las mujeres, alguna vez en su vida, se podían comparar con
Penélope. En su caso, no era asunto de temer que Ulises no se tapara los oídos a los cantos
de sirenas, como sucedía con la mayor parte de los Ulises modernos. El problema de Felipe
no eran las sirenas; eran los cíclopes. Felipe era Ulises luchando contra los cíclopes, los
cíclopes de la dictadura. Y el problema de ella, moderna Penélope a su pesar, era sentirse
encerrada en la casilla limitada de la amante, sin otro derecho al conocimiento de la vida
que el de su propio cuerpo (…)”
Sin embargo, se realiza la comparación (llevada a cabo por la protagonista y por la propia
autora de la obra) de la situación de Lavinia solamente con la espera de Penélope, debido
a que la joven arquitecta no compartía con ésta su paciencia y dependencia hacia el
hombre, al momento de tomar las riendas de su propio destino. Aunque “no podía
reclamarle que la utilizara para satisfacer su necesidad de hombre común y corriente de
tener un espacio de normalidad en su vida: una mujer que lo esperara. Hacerlo significaría
tomar una decisión para la cual no estaba ni convencida, ni madura; o dejarlo de una vez.
No se decidía por las alternativas y la falta de decisiones la sometía a la espera. En balde,
pensó Lavinia, los siglos habían acabado con los espantos de las cavernas: las Penélopes
estaban condenadas a vivir eternamente, atrapadas en redes silentes, víctimas de sus
propias incapacidades, replegadas, como ella, en Itacas privadas. Sintió rabia contra sí
misma.” Se puede observar un tono de cierta resignación en cuanto al papel que empieza
a cumplir con el que evidentemente no concuerda, y sin embargo la espera que produce
su indecisión la convierte, quiera o no en una Penélope más.

La nueva amiga de Lavinia, Flor, es su confidente en cuanto a temas sobre el Movimiento,


y del amor, en especial, sobre Felipe. Con ella comparte sus sentimientos e inquietudes
sobre el esperarlo noche tras noche sin hacer otra cosa más que aguardar la incierta
llegada de él: “(…) Últimamente lo veo poco. En las noches, no hago nada más que
esperarlo, por si aparece. Me siento como Penélope. Flor rió. —Debe andar ocupado, ¿no?
—dijo. —O sea —dijo Lavinia— que, ¿con cualquier hombre que uno esté, sea guerrillero o
vendedor de refrigeradores, el papel de una mujer es esperarlo? —No necesariamente —
dijo Flor, sonriendo de nuevo—, depende de lo que uno, como mujer, decida para su vida.”
En sí, la mujer ha pasado de la idea de dependencia hacia un hombre, sin poder
desarrollarse, a la de valerse por sí misma y luchar por sus objetivos y sueños, sin tener
que esperar la aprobación. Tanto Lavinia como Flor representan a estas mujeres.
Conclusión
Del análisis de la novela, “La mujer habitada” de Gioconda Belli, podemos concluir que
Lavinia se compara con diferentes mujeres a lo largo de la historia, desde las esposas de
los cazadores y guerreros aborígenes (aquellas que esperaban) y por Itzá, la única de su
tribu que se unió a la guerra; luego pasando por Penélope (comparación constante y a la
vez antítesis de su personalidad), por Tania y Flor, dos ejemplos de imagen femeninas
luchadoras, hasta llegar a encontrarse a ella misma como Lavinia, como mujer que pudo
romper el cascarón de la imagen impuesta de ama de casa, y ser una profesional, que se
animó a cambiar su vida tranquila, salir de su zona de confort[2], e introducirse en el
movimiento revolucionario de su país.
Antes del triunfo de la revolución, la vida de la mayoría de las mujeres
nicaragüenses estaba duramente marcada por la violencia del sistema de
denominación somocista. La pobreza, la discriminación sexual y las múltiples
formas de coherción que hacían ambas posibles, determinadas exigencias
cotidianas.
El papel de la mujer Nicaragüense en la Revolución Sandinista según
“LA MUJER HABITADA” de Gioconda Belli
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Facultad Ciencias de la Educación y Humanidades
UNAN – LEÓN
La dominación imperialista, el capitalismo dependiente, la oligarquía
libero-conservadora y la dictadura militar somocista, fueron los pilares del
sistema que condenó al pueblo nicaragüense a esta situación. Sin embargo las
mujeres se encontraban aún bajo condiciones peores: a finales de los años 70
las mujeres eran el 51% de la población de Nicaragua y sin embargo constituía
casi dos terceras partes de los sectores más empobrecidos del país.
Las mujeres nicaragüenses eran, además, víctimas de otras formas de
explotación y opresión que se derivan de una posición subordinada dentro del
conjunto de la sociedad, como consecuencia de su condición femenina. Puede
decirse que las mujeres, y la de clase trabajadora en particular, sobrellevaron
el peso de una doble discriminación social que la colocaba en una situación de
mayor opresión.
Las mujeres fueron reducidas a los trabajos del hogar y la crianza de los hijos:
en su posibilidad de superación cultural y social; se le negó el acceso a
determinados cargos y trabajos, fueron reducidas en sus potencialidades
humanas y las que trabajaban, en la ciudad como en el campo, debían agregar
a su jornada laboral fuera de la casa, la carga de las labores doméstico. En fin,
las mujeres fueron tratadas como ciudadanos de segunda categoría.
Su presencia en actividades políticas y sociales igual que la escasa
representación en cargos dirigentes de cualquier tipo, entre otras cosas eran
indicios visibles de la discriminación social a que estaba sometida. A esta
discriminación se agrega el maltrato físico y moral de las mujeres
La posición social subordinada de la mujer en Nicaragua se reforzaba a través
de las esferas ideológicas y jurídico-políticas. El machismo, como
manifestación ideológica más relevante en este sentido, trató de legitimar y
perpetuar la discriminación de la mujer y a ser “aceptable” a la sociedad la
situación desventajosa en que se encontraba.
La revolución transforma radicalmente las relaciones sociales y crea las
condiciones políticas para liquidar las manifestaciones ideológicas, jurídicas y
sociales que pretendían perennizar la discriminación de la mujer. El avance
en ambos aspectos es condición indispensable para alcanzar la plena
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emancipación de las mujeres y garantizar una verdadera igualdad de
oportunidades
Desde 1969 el FSLN se pronunció categóricamente en contra de la
discriminación de la mujer inscribió en su programa histórico lo siguiente:
“La revolución popular sandinista abolirá la odiosa discriminación que la
mujer ha padecido con respecto al hombre: establecerá la igualdad económica,
política y cultural entre la mujer y el hombre.
¾ Extenderá a la madre y el niño atención especial.
¾ Eliminará la prostitución y otras lacras sociales, con lo cual elevará la
dignidad de la mujer.
¾ Pondrá fin al régimen de servidumbre que padece la mujer y que se
refleja en el drama de la abandonada madre trabajadora
¾ Establecerá el derecho a igual protección de las instituciones
revolucionarias para niños nacidos fuera de matrimonio.
¾ Establecerá círculos infantiles para el cuido y atención a los niños de las
trabajadoras.
¾ Establecerá dos meses de ausencia por maternidad antes y después del
parto para las mujeres que trabajan.
¾ Elevara el nivel político cultural y vocacional de la mujer, mediante su
participación en el proceso revolucionario”.
Este postulado pone de manifiesto que desde entonces, el FSLN no sólo
reconocía la existencia de una situación injusta para la mujer, sino que asumió
la lucha por su plena emancipación como parte integrante de su programa
político y de las grandes transformaciones sociales e ideológicas que la
revolución popular sandinista habría de realizar. Sin embargo, se puede
suponer que esta actitud servía y en primer lugar para animar también a las
mujeres de integrarse a la lucha anti-somocista, lo que nos va a mostrar el
siguiente capítulo.
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3) Las mujeres ante la “problemática nacional”
La actitud positiva del FSLN hacia la emancipación femenina causaba una
participación enorme en la lucha de liberación del régimen somocista. En la
década del 60, el FSLN promovió la creación de la Alianza Patriótica de
Mujeres Nicaragüenses para movilizarlas a la lucha anti-somocista. En 1977,
surgió la Asociación de Mujeres Nicaragüenses ante la Problemática Nacional
(AMPRONAC), bajo la dirección del FSLN, como una organización pública
anti-somocista, de amplia participación. AMPRONAC alcanzó proyección
nacional y desarrolló una extensa agitación y movilización política que
fortaleció la lucha general de todo el pueblo y estimuló la participación de
muchas mujeres en el combate revolucionario, es el hecho de que el 38% de
los militantes de la segunda promoción del FSLN son mujeres.
El objetivo principal de la organización iniciada por el FSLN fue sobre todo la
integración de las mujeres al movimiento, pero las ayudaron también a
desarrollar su propia conciencia política, empezando el camino hacia la
emancipación. Aunque las mujeres integrantes venían de diferentes clases
sociales, sostenían las mismas ideas. Pero quiénes eran realmente las mujeres
que participaron en la revolución sandinista, y ¿Qué motivos tenía y qué
función cumplían?
1. Las guerrilleras sandinistas
Al final de los años 70, como ya hemos mencionado antes, fueron
integradas mujeres de todas las clases en el proceso revolucionario. Sin
embargo a principio de los años 60 la situación era diferente, ya que el FSLN
tenía bastante escepticismo al integrar mujeres en el movimiento.
Con el cambio de actitud y el manifiesto de su programa histórico de 1969 se
aumentó también la participación femenina en la lucha anti-somocista.
Al principio se unieron sobre todo mujeres de la clase alta y media al
movimiento del Frente Sandinista, en este caso la mayoría, estudiantes, que a
través de las organizaciones estudiantiles entraron en contacto con ellos,
integrándose a la guerrilla del campo
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Desde 1970 se cambió la actitud del FSLN respecto a la participación
femenina lo que tenían como consecuencia la integración paulatina de las
mujeres de la clase baja. Algunas mujeres también llegaron al comando de
brigadas guerrilleras y desempeñaron altos cargos en la red urbana
clandestina. Las participantes eran bastante joven, pero ya en edad de tomar
sus propias decisiones. Un 71% de todas las mujeres fallecidas durante la
lucha tenían entre 15 y 24 años.
2. Motivos para la participación
Las características y las consecuencias del régimen somocista ya fueron
examinadas en las partes sobre la “historia de la revolución”. Las vamos a usar
en este capítulo como referencia para investigar sobre sus influencias respecto
a la participación femenina en el proceso revolucionario sobre todo, las zonas
rurales eran afectadas por la dictadura de Somoza, que inició una economía de
exportación apropiándose de la tierra con la ayuda armada de la guardia civil,
aumentando la cifra de campesinos que se quedaron sin tierra.
Los salarios bajos y el alto precio de alimentos obligaron a muchos
campesinos volver de nuevo al sistema de subsistencia. Esto significó para
muchas mujeres, cultivar sus propios alimentos para mantener su familia
mientras el hombre como temporero, tenía que ganar dinero aparte en otros
lugares, lo que tenía como consecuencia que muchas veces no volvió y la
mujer se quedaba en casa sin recibir ayuda alguna esto provocó una imagen
de la familia muy desunida. Muchas mujeres se veían obligadas a trabajar en
el hogar, hacer otra actividad remunerada, lo que resultó difícil para coordinar,
porque a las guarderías infantiles sólo tenían acceso la clase alta
Muchas mujeres veían como la última opción de asegurarse la sobrevivencia
de sus niños en la inmigración a las ciudades donde trabajaban sobre todo en
el sector de servicios, como criadas y también como prostitutas, o en el sector
informal. En las ciudades las muchas veces entraron en contacto con el
movimiento a través de su patrón.
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Los cambios estructurales, la destrucción de la tradicional imagen familiar, la
entrada de las mujeres al mundo de los empleados y la urbanización tenían
gran influencia a la decisión de las mujeres de participar en la guerrilla.
También la Iglesia Católica que se unió más y más al movimiento del FSLN,
influyó en la decisión de las mujeres por su cambio ideológico y organizativo
a mediados de los años 60
Mientras, antes impuso un comportamiento pasivo de la mujer, la animó en
este tiempo a integrarse al movimiento sandinista
Muchas veces también eran motivos personales e individuales que sin
embargo en general podían ser muy idénticos como conocer y cambiar el
mundo, huir de la casa entre otros.
3. La función femenina dentro del movimiento
Las mujeres integrantes en los campamentos guerrilleros no sólo eran
luchadoras activas. Casi todas las participantes del FSLN, aseguran el
funcionamiento del movimiento, ofreciendo alojamiento, vestido y alimentos
para los guerrilleros, organizaron primeros auxilios y se hicieron responsables
de la red de abastecimiento con medicamentos. También producierón bombas
y escondieron armas. Casi toda la red de información organizada a finales de
los años 70 por las mujeres.
4) La mujer después del triunfo revolucionario
Con el derrocamiento de la dictadura somocista, todos los sectores del
pueblo se organizaron y movilizaron activamente para obtener la satisfacción
de sus reivindicaciones largamente postergadas las mujeres estaban y están
presentes, participando con obreras campesinas, como estudiantes, pobladoras,
intelectuales etc. En la revolución que abre, por primera vez en la historia
nicaragüense las posibilidades reales de

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