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Lo especial tiene que ser

reducido siempre a lo personal y


éste, a lo sustancial. La transformación de la
especie en un principio
de identidad y de clasificación es el pecado
original de
nuestra cultura, su Jispositivo más implacable.
Se personaliza
algo -se lo refiere a una identidad- sólo para
sacrifícar su especialidad.
Especial es, de hecho, un ser -una cara, un
gesto,
un acontecimiento- que, sin parecerse a alguno,
se parece a
tod<Js los otros. El ser especial es delicioso
porque se ofrece
por excelencia al uso común, pero no puede ser
objeto de
propiedad personal. De lo personal, en cambio,
no son posibles
el uso ni el gozo, sino que es sólo propiedad y
celos.
El celoso confunde lo especial con lo personal;
el bruto, lo
personal con lo especial. La jeune filie es
celosa de sí misn¡a.
La buena mujer se brutaliza a sí misma.
El ser especial comunica sólo la propia
comunicabilidad.
Pero ésta se separa de sí misma y se constituye
en una esfera
autónoma. Lo especial se transfotma en
espectáculo. El espectáculo
es la separación del ser genérico; es decir, la
imposibilidad
del amor y el triunfo de los celos.

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