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1 Aproximación práctica
1.1 ¿Qué es un abuso espiritual?
1.2 La mecánica del abuso espiritual
1.3 El abuso espiritual ¿es un problema propio de nuestro siglo?
1.4 Los abusos espirituales y la interpretación de la Biblia
1.5 Del abuso espiritual a los abusos sexuales
1.6 La trampa del culto a la personalidad
1.7 ¿Qué hacer en caso de abuso espiritual?
1.8 Para evitar las mezclas
1.9 Características del dirigente que practica el abuso espiritual
1.10 ¿Es su grupo un sistema abusivo y manipulador? ¿Está su fe intoxicada?
1.11 Los principales problemas psicológicos de las víctimas
1.12 La readaptación
1.13 No te dejaré ni te abandonaré
1.14 ¿Cómo ayudar a una víctima de abuso espiritual?
1.15 La fe, ¿liberación o sometimiento?
2 Aproximación cognitiva
2.1 ¿De dónde vienen los abusos?
2.2 ¿Por qué la víctima entra en un sistema abusivo y se queda?
2.3 Las dificultades más corrientes de las víctimas
2.4 ¿Cómo ayudar a las víctimas?
3 Conclusión
Aproximación práctica
Por Pascal ZIVI
Introducción
Ser cristiano es una experiencia liberadora en general. Fue mi caso. Mis padres eran
católicos y me bautizaron nada más nacer. Pero con 22 años, en Japón, viví una experiencia
de conversión y respondí a la llamada del Señor. La muerte accidental de mi madre cuando
tenía 7 años, tuvo un papel importante en mi camino. Si Dios es amor ¿por qué ha
permitido que mi madre muera en un accidente? No podía aceptarlo y, progresivamente,
comencé a odiar a Dios. Al crecer me hice preguntas sobre los diferentes sufrimientos de
nuestro mundo, Pero me lo guardé para mí, sin hablar de ello con nadie.
En su libro “El problema del sufrimiento”, C.S Lewis resume lo que me atormentaba: “Si
Dios es bueno, desearía que todas las criaturas sean perfectamente felices, y si Dios es
todopoderoso, podría hacer lo que desea. Ahora bien, las criaturas no son felices. Luego a
Dios le falta o bondad o poder, o ambos.”
Con 15 años, concluí que a Dios le faltaban las dos cosas y que no tenía nada que esperar
de él. En esa época un amigo me presentó a su profesor de judo. En japonés judo significa
“la vía de la flexibilidad”. Un proverbio chino dice: “La ligereza puede controlar la
dureza”. Es el concepto mismo de este arte marcial. El judo me ha aportado mucho y me
aporta en el plano psicológico como en el físico.
Como no me gustaba estudiar con 18 años me hice bombero. Sin embargo el judo era mi
pasión. Viajé a Japón para perfeccionarlo. En Tokyo conocí al profesor de judo de la
universidad de Tsukuba, M. Hakamura. Gracias a él, me entrené en su club durante años.
Nakamura y sus alumnos fueron muy amables conmigo. Observé sin embargo, con 23 años,
la discriminación racial que tenían los japoneses con chinos, coreanos y otros asiáticos.
También yo la sufrí. Esto no hizo sino reforzar mi opinión negativa sobre Dios. Gracias al
judo era más fuerte en el plano físico y psicológico. Pero en el espiritual, me faltaba mucho.
Quería creer que era fuerte, pero era débil. No tenía unidad interior. Negaba mis heridas. En
ese momento Dios salió a mi encuentro.
Me escuchó con paciencia y sin juzgarme. El pastor japonés que trabajaba con él, M.
Hinagali, adoptó la misma actitud hacia mí. Muchos extranjeros, sobre todo asiáticos,
venían al culto el domingo y al estudio de la Biblia. Los parroquianos japoneses acogían a
todos con amabilidad y respeto. Para mi sorpresa no había discriminación racial.
En esta pequeña congregación internacional sin que lo sepa, Dios transformó mi corazón.
En su libro “La fuente de las lágrimas” J. Vanier cita Oseas 2:16-17 que evoca el valle de
Accor: “El valle de Accor es un valle cerca de Jericó. Este valle está hecho de gargantas
peligrosas, llenas de serpientes, escorpiones.., es un lugar en el que no hay entrar, el lugar
que todos evitan… Ahora bien, en Oseas, Dios dice que este valle de la desgracia se
transformará puerta de esperanza.”
Vanier añade: “En cada uno de nosotros, hay un valle de Accor, las cosas que no queremos
mirar… porque nos hacen demasiado daño y tenemos miedo del sufrimiento”.
En Japón, con cristianos de diferentes países que acepté mirar por vez primera mi valle de
Accor. Este se transformó en puerta de esperanza.
Estudiando Mateo 11:28-30 todo dio la vuelta: “Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados y yo os aliviaré….”
Comprendí entonces en lo más profundo de mi alma que poco importa el país, la persona, el
color de la piel, Jesucristo nos acoge a todos igual. Nos ama por lo que somos. Nos libera
de nuestros sufrimientos. Viene a visitarnos en nuestras prisiones psicológicas y espirituales
para liberarnos. Me es difícil expresar con palabras mi conversión, la alegría que
experimenté. Por supuesto que todavía tengo problemas, siempre hay sufrimiento en el
mundo. Pero Cristo es mi apoyo y esperanza. Me permite dar testimonio de que Dios es
amor, y que, cuando se decide seguirle en libertad, cambia el corazón de los seres humanos.
¿Por qué compartir esta historia personal en un libro sobre abusos espirituales? La razón es
simple: en mi testimonio, puedo decir que toda la felicidad de mi encuentro con el Señor, la
alegría de la liberación que me dio. Desgraciadamente muchos cristianos viven más
dolorosamente su experiencia de fe pues los abusos espirituales que vivieron transformaron
su vida cristiana en prisión, en esclavitud, en sufrimiento.
Desde hace 15 años en Sapporo, en la isla de Hokkaido, trabajo sobre el problema de los
grupos sectarios totalitarios y sus manipulaciones mentales. Con la ayuda de antiguos
adeptos hemos creado un sitio de ayuda para personas que salen de esos grupos. Nos han
llegado muchos mensajes de víctimas de abusos espirituales. Para mi decepción también
muchos cristianos. El contenido de sus mensajes es muy parecido al de los que no son
cristianos. Dan testimonio de que sus pastores, los sacerdotes y otros responsables utilizan
su autoridad espiritual para controlar y literalmente esclavizar a sus propias necesidades a
los miembros de su iglesia. Se sirven de los textos bíblicos para manipular, humillar y
culpabilizar a los creyentes, para obligarles a someterse a sus deseos. Muchas víctimas de
abusos ya no van más a la iglesia. Están profundamente heridas en el plano emocional. Son
numerosos cuya autoestima ha sido aniquilada.
Para las víctimas de abusos espirituales, el tiempo no basta para borrar las huellas de sus
dolorosas experiencias. Una relación de ayuda basada en el amor, la paciencia y sobre todo
la comprensión, es necesaria. Este libro está escrito para las víctimas que desean curarse de
las diferentes heridas que afectaron a su vida y a su crecimiento espiritual. Se dirige
igualmente a padres y amigos de esas personas, y a los profesionales para comprender
mejor este problema y acompañar con competencia a las víctimas de abusos espirituales.
El abuso espiritual es una injusticia que emana de un mal uso de ciertos pastores, curas o
responsables cristianos, hacen de sus derechos y poderes asociados a sus funciones. Estas
personas que tienen autoridad causan un perjuicio enorme a los miembros de su comunidad.
En su libro “La autoestima reencontrada” Jeff van Vonderen recuerda que es el incesto:
”para el niño el lugar que debía ser de ser el refugio se transforma en el lugar de todos los
peligros.” Dado que en una iglesia sana y funcional, Dios es la fuente de aceptación, de
amor y de valor, van Vonderen compara la iglesia con la familia, en el seno de la misma el
papel de los responsables consiste en ayudar, edificar, servir y responder a las necesidades
de sus parroquianos. Sin embargo, observa: “En ciertos sistemas religiosos, los
pensamientos, los sentimientos, los deseos y necesidades de sus miembros no cuentan. No
se responde a sus aspiraciones; antes bien al contrario, están ahí para satisfacer las
necesidades de sus dirigentes. Cuando esto ocurre en un grupo cristiano se trata de abuso
espiritual.”
Creo que el abuso espiritual es una forma de violación que se hace en nombre de Dios y de
Cristo, hiriendo al creyente en lo más profundo de su alma. Las consecuencias son
desastrosas. Las víctimas experimentan muchas dificultades para retomar una vida normal.
Han sido condicionadas para creer que a Dios le gusta vengarse, que pasa el tiempo
buscando las debilidades de los creyentes para castigarlos y enviarlos al infierno. Una
persona de la que se ha abusado espiritualmente tiene una imagen muy negativa de sí
misma. Está abrumada por la vergüenza y otorga difícilmente su confianza a los demás. En
numerosos casos es “alérgica” a todo grupo religioso.
Las técnicas para controlar el pensamiento de las personas son numerosas. Varios libros
tratan el tema. Abordan en especial las manipulaciones mentales ejercidas en los grupos
sectarios totalitarios. Escuchando numerosos testimonios de víctimas de abusos
espirituales, y estudiando también los comentarios de los diferentes especialistas en el
problema, se ve que las técnicas de los grupos sectarios y las de los abusos espirituales son
idénticas en su mayoría.
a) Love bombing
Muchas víctimas de abusos espirituales dicen que en sus primeros encuentros con el
sacerdote o pastor de su iglesia local o comunidad, éstos fueron de una extremada
amabilidad. En cada ocasión, el culto o la misa dominical, estudios bíblicos y otras
reuniones, fueron acogidos con particular calor, dando la impresión de que se interesaban
por ellos.
Las personas que llegan por vez primera a una iglesia o a una comunidad atraviesan casi
siempre un período de vida doloroso: soledad, luto, divorcio, enfermedad grave, paro, etc.
O esas personas tienen dificultades para integrarse en la sociedad. Algunas también buscan
valores. Las causas de la búsqueda espiritual pueden ser múltiples. Una persona en
situación de angustia tiene un gran sentimiento de impotencia, volviéndola influenciable y
receptiva a toda forma de compasión.
El love bombing consiste en bombardear con “amor” de todas las maneras posibles al
recién llegado. Por ejemplo a quien es reservado se le dice: “Eres muy serio” y al que
sonríe: “Debes de ser una persona muy simpática”. En cada caso se trata de adular a la
persona, hacerle creer que es amada y aceptada incondicionalmente.
El love bombing es temible. Primero porque crea una dependencia afectiva de la persona
hacia la iglesia, hacia sus responsables. Segundo porque en esa situación es casi imposible
discernir la realidad de las relaciones y sobre todo plantear preguntas. Poco a poco se pierde
el sentido crítico.
Es muy normal que una iglesia acoja con calor a la gente y trate de dar solucionar sus
problemas. Pero esto es un problema cuando hay una intención de manipular y controlar.
“Recibí un regalo por navidad, le debo otro.” “Mi vecino me ha hecho un favor. Tengo que
devolvérselo…” Todos conocemos este tipo de situaciones. En general cuando alguien nos
regala, crea en nosotros un sentimiento de deuda, empujándonos a devolver las ventajes
recibidas.
Este tipo de reflexión crea un sentimiento de vergüenza tan fuerte que la persona no se
atreve a replicar. Muchos tienen la impresión de no ser más que egoístas incapaces de amar,
que no pueden sentir ningún agradecimiento hacia sus bienhechores.
Toda la falsa compasión que esas personas han recibido se transforma en deuda que hay
que pagar. El precio de la deuda es la pérdida de su libre arbitrio y de su espíritu crítico.
c) El rito de la confesión
En su libro “Protéjase contra las sectas”, Steve Hassan, antiguo adepto de la secta Moon
resume los ocho criterios de la reforma del pensamiento chino, como se practicaba en los
50 y 60. Estos ocho criterios fueron definidos por Robert Jay Liffon,
Una víctima da testimonio: “En mi iglesia, los parroquianos se dividían en pequeños grupos
bajo la dirección de un responsable. Después de la reunión, cada uno tenía que hacer un
informe detallado al pastor. Este se servía de ciertas informaciones, durante el sermón del
domingo, para criticar a las personas que no pensaban como él o que no querían someterse
a sus ideas. Las humillaciones públicas eran frecuentes. Las personas estaban obligadas a
ponerse de rodillas para implorar el perdón del pastor y hacer su propia autocrítica.”
Para cada parroquiano era una obsesión el miedo a que su vida privada se divulgara ante
toda la asamblea, como una espada de Damocles encima de su cabeza.
Testimonio de Claudine
El responsable del grupo al que acudía quería controlar a cada uno hasta en su vida privada,
creando numerosos problemas. Si alguien cometía una pequeña falta que podía ser
solucionada fácilmente, Philippe escogía hacer un proceso a esa persona ante toda la
congregación, exigiendo arrepentimiento público.
Una fobia es un sentimiento de miedo irracional con respecto a una situación, a una persona
o a un objeto.
Una de mis amigas japonesas se aterroriza ante una serpiente desde que su hermana
pequeña fue mordida por una víbora. El hecho de verla en un documental de la tele
despierta en ella un miedo tan intenso que tiene sudor frío y le es imposible en ese
momento pensar racionalmente.
El médico Roger Baker, en su libro “Las crisis de angustia” da la siguiente explicación: “Se
distinguen numerosos tipos de fobias, incluyendo a tal o cual insecto, animal, o hacia la
altura, el agua fría, la sangre, el vómito, las inyecciones, los hospitales, los dentistas o las
masas de gente, incluso ante el hecho de tener que hablar en público. Para las personas que
tienen una fobia, el encuentro con la cosa dispara de tal modo la angustia que funciona
como un mecanismo de relojería; esta ansiedad es verdaderamente específica y previsible.”
Está claro que en este tipo de grupo no obedecer incondicionalmente las ideas y órdenes de
los dirigentes equivale a desobedecer a Dios, lo que conlleva el riesgo de ser castigado y
transformarse en presa de Satanás. Aquí algunos ejemplos de lo que esos líderes dicen:
“¡Arrepentíos de no haberme escuchado o Dios os lo hará pagar!”, “Lo que os digo es la
verdad, los que no obedecen, Dios estará contra ellos.” Otros son más agresivos: “Dios os
enviará al infierno”, “el diablo os destruirá”. Otros amenazan directamente a la persona o a
su familia: “Tu padre o tu madre morirán de enfermedad grave.” Los mismos argumentos
se emplean con las personas que quieren abandonar la iglesia o la comunidad.
e) La estructura piramidal
Las iglesias y las comunidades que practican abusos espirituales tienen en general una
estructura piramidal. Este sistema totalitario tiene como objetivo mantener a las personas
bajo la coacción y controlarlas también en su vida privada. Esos individuos no pueden
decidir nada por sí mismos sin el permiso de los dirigentes. La jerarquía se parece a la de
un ejército.
Un ejemplo bastará: en una iglesia local el responsable era llamado “pastor”, los miembros
eran “ovejas”. Cada persona que se hacía discípulo tenía como formador a un parroquiano
de más edad, encargado de enseñarle la Biblia y las reglas del grupo. Esos formadores
tenían ellos mismos un supervisor. Cada cual debía someterse a la autoridad de la persona
que estaba por encima. El pastor controlaba el conjunto como un verdadero dictador. Si
quería saber algo de sus parroquianos, le bastaba con acudir al formador correspondiente.
Las personas se espiaban unas a otras. No se podía tener amigos de confianza.
En un sistema así, el uso del tiempo está muy ordenado, se planifican muchas reuniones a
lo largo de la semana. Cada miembro debe asistir. Nada puede impedirlo. Las reuniones
tienen como objetivo profundizar en el estudio de la Biblia o más exactamente, en la
interpretación de la Biblia que esa comunidad hace. Se habla mucho del crecimiento de la
iglesia, una prioridad para la voluntad de Dios. Una verdadera obsesión, este crecimiento es
objeto de proyectos con cifras concretas. Durante los meses que siguen, las estadísticas
evalúan la realización de los planes. Si son satisfactorias, todo el mundo se felicita. Por el
contrario si los resultados no son buenos, habrá severas críticas: “Tu fe está muerta”. “No
sois suficientemente perfectos en Cristo”, o “Sois incapaces, os falta voluntad.”
Es evidente que las metas son en general imposibles de alcanzar. Pero los miembros del
grupo, en su mayoría paralizados por el miedo y la culpabilidad, redoblan sus esfuerzos
para tratar de satisfacer lo que ellos creen es la voluntad de Dios.
f) Puesta a punto
Para entender bien el mecanismo del abuso espiritual, es importante comprender un
elemento capital. En este proceso, todo se hace sin que la persona lo sepa. Jamás me he
encontrado con nadie que haya entrado sabiendo con conocimiento de causa en una iglesia
o grupo abusivo. Antes bien, las personas se hacen miembros de una comunidad que
consideran agradable y acogedora. Sólo cuando la dejan, se dan cuenta de la realidad y
dicen que ese grupo era abusivo, que fueron manipulados.
Jesús se volvió hacia esos oprimidos, “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, como le
gustaba llamarlas, mientras los fariseos los consideraban malditos ignorantes de la ley (Jn.
7:49)
Estas ovejas perdidas de la casa de Israel eran pobres, ciegos, cojos, inválidos, leprosos,
prostitutas, gente sin trabajo, esclavos, viudas, huérfanos…etc.
Hoy hablaríamos de las clases trabajadoras, de los excluidos, de los que viven “bajo el
umbral de la pobreza”. Los fariseos y los doctores de la ley los llamaban también
“pecadores” porque según ellos, no conocían ni respetaban la ley. Pero ¿cómo hubieran
podido? Esas gentes no recibían ninguna educación. No sabían leer ni escribir.
A pesar de todos los dirigentes religiosos los cargaban del peso de innumerables leyes y
costumbres tan complejas, que las gentes sin cultura no podían comprender. En esas
condiciones, les era imposible observarlas y por ello eran considerados como pecadores. La
frustración, la culpabilidad, la angustia, la vergüenza eran su suerte.
Jesús se opuso violentamente a este sistema religioso discriminatorio y abusivo que hundía
a la gente en el miedo y la angustia, que les quitaba la libertad de vivir en el amor de Dios y
que hacía de ellos excluidos de esa sociedad. Jesús no ha empleado la expresión “abuso
espiritual”. Sin embargo denuncia este abuso cuando critica a los doctores de la ley:
“malditos seáis porque cargáis a los hombres de fardos difíciles de llevar y vosotros ni con
un dedo tocáis esas cargas” Lc. 11:46. ¿Qué es un abuso espiritual sino un fardo muy
pesado que hay que llevar tanto en el plano psicológico como en el espiritual?
En este versículo, Jesús precisa otro importante punto. Los que imponen a otros sistemas
abusivos no respetan nunca ellos mismos esas leyes. Por eso Jesús tuvo unas palabras muy
duras para los jefes religiosos en Mc. 7:6, les llamó hipócritas, dando fe de que esas
enseñanzas falaces nada tienen que ver con la Biblia ni con la voluntad de Dios.
A lo largo de los Evangelios, Jesús combate esos abusos. Es una de las características de su
ministerio. Es el hilo conductor que permite comprender una de las intenciones de su
pensamiento: Liberar a los seres humanos prisioneros de tal esclavitud.
Pablo y los demás Apóstoles tuvieron también que luchar contra el mismo azote. Pienso
que durará hasta el final de los tiempos, con la única diferencia de que los dirigentes
religiosos que abusan hoy disponen de técnicas de manipulación todavía más sutiles.
Estas palabras no provienen de uno de los numerosos grupos totalitarios en el que el gurú
arenga a sus adeptos, sino que fueron dichas en una iglesia. La persona que habla es un
sacerdote durante el oficio del domingo.
Las víctimas de abusos espirituales dan testimonio de que los dirigentes de su iglesia o de
su comunidad utilizan las palabras de la Biblia para manipularlas. El autor de la Epístola a
los Hebreos escribe: “Pues la palabra de Dios es viva y eficaz como espada de dos filos,
entra hasta la juntura de los huesos. “(Hb 4:12). Este versículo muestra hasta qué punto la
palabra de Dios puede tocar a cada persona en lo más profundo de ella misma. Pero una
espada así puede hacer según se use mucho bien o muchos desastres.
Un sacerdote, para llevar a sus parroquianos a seguirle y obedecer sin discutir, predicaba en
sus homilías que, para que Dios te ame, había que “negarse a sí mismo”. Basándose en las
palabras de san Pablo: “cada día estoy expuesto a la muerte”. (1Cor 15:31), explicaba que
la palabra “muerte” significaba negarse a sí mismo. Precisaba que las palabras de
Jesucristo, en Mateo 16:24 “cargar con su cruz”, tenían el mismo sentido. A partir de esos
versículos, desarrollaba la idea de que la negación de sí querida por Dios era el abandono
de su libre arbitrio. Que había que someterse a la figura que representaba Dios sobre la
tierra, es decir a él mismo. Ese cura utilizaba también Romanos 13:1.
Para quien conoce la Escritura enseguida está claro que la interpretación es falsa, pero para
los que llegan por vez primera a una iglesia o comunidad, y no tienen conocimiento de la
Biblia, sin que se den cuenta se les está haciendo caer en la trampa del mecanismo de
manipulación, es muy difícil incluso imposible darse cuenta del retorcimiento que se le da
al sentido del texto. En tal circunstancia acaban por creer que sólo los dirigentes saben la
buena interpretación bíblica, porque ellos solos tienen la buena aptitud para comprender el
sentido de la Escritura.
Muchas víctimas dicen que se les enseñó que dado que eran cristianos jóvenes, no podían
enterarse por sí mismos de la voluntad de Dios. Para evitar errores debían someterse a las
recomendaciones del pastor sin preguntar.
Según sus testimonios, estos argumentos se apoyan en Heb. 5, 11-14: “Tenemos mucho que
decir y cosa difíciles de explicar, porque sois lentos para entender… necesitáis la leche
espiritual y no una alimentación sólida. Ahora bien aquel que se alimenta de leche no puede
gustar la doctrina de la justicia, porque es niño todavía. El alimento sólido es para los
perfectos, que por razón de la costumbre tienen el sentido moral desarrollado para
distinguir entre el bien y el mal.” En estos grupos que abusan los “perfectos” que tienen el
sentido moral desarrollado son por supuesto los dirigentes de la comunidad. Según ellos,
han recibido de Dios ese don especial. Son los únicos que distinguen el bien del mal. Por
eso hay que obedecerles. Los jóvenes cristianos, como los niños, no pueden beber leche
porque no saber y tiene que seguir a sus padres sin reflexionar ni preguntar. No deben
dudar.
La manipulación se basa en versículos de la Biblia y es muy sutil. Permite hacer creer a las
personas que existe un verdadero fundamento bíblico a las explicaciones del manipulador.
“¡Lo que digo está escrito en la Biblia!”, “Son expresiones de la Biblia”, este tipo de frases
se repiten una y otra vez en los entornos espirituales abusivos. La astucia de la
manipulación está en que el oyente puede verificar los textos citados. Así, los dirigentes
pretenden decir la verdad.
Un amigo cristiano que sufrió esta manipulación me explicó: “Es como un circuito cerrado
donde no hay ni salida ni entrada, ni línea de salida, ni meta. Se va de un versículo al otro y
se vuelve otra vez con lo mismo. En definitiva, no se explica realmente nada. Sin embargo
yo tenía la convicción firme de que la enseñanza del sacerdote era bíblica. En realidad el
simple hecho de que el versículo citado estuviera en la Biblia era la respuesta. Estaba tan
condicionado que bastaba que me hiciera leer tal o cual capítulo de la Biblia para que
pensara “debo someterme”, “mis pensamientos son del diablo”, “no soy más que un joven
cristiano”, “me falta amor hacia mi guía”… No podía reflexionar tranquilamente sobre el
contenido de sus explicaciones. Mi cerebro era como un ordenador que tenía un solo
programa compuesto por versículos bíblicos que se superponían unos a otros y que mi
director, según las circunstancias, utilizaba a su arbitrio para llevarme a hacer lo que él
quería que hiciese. Lo mismo les ocurría a otros miembros de la iglesia.”
Es importante darse cuenta de que los dirigentes que practican esta forma de manipulación
no enseñan la Biblia para que sus parroquianos tengan una buena comprensión de la misma.
Sirviéndose de la Escritura quieren reafirmar su autoridad, intentando probar que su
enseñanza es teológicamente justa. Quieren fundamentar así los proyectos que elaboran
para los miembros de la comunidad. Por ello intentan controlar sobre todo el
comportamiento, la facultad de reflexión y las emociones de todos ellos.
Es un problema que conozco bien porque vi a uno de mis amigos caer en la trampa y
convertirse en un verdadero dictador. Sylvain era desde hacía un tiempo pastor de una
iglesia donde había cien miembros. Era muy apreciado por su amabilidad y disponibilidad.
Siempre tenía tiempo para hablar con cada uno. Hacía lo posible por ayudar a los que
tenían dificultades. Cada día los parroquianos venían a él en busca de consejo. Sylvain
sabía escuchar a todos y ponerse en su lugar. Encontraba siempre la palabra para sostener y
animar. Todo su círculo fue seducido por la simpatía que derrochaba. Muy rápidamente, las
personas comenzaron a alabarlo por sus servicios: “Sus consejos son los mejores”, “Sólo
usted me comprende”, “¿qué haría si usted no estuviera…?” Al principio Sylvain fue
modesto respondiendo que no era nada, que él solo cumplía su papel. Insistía en que era un
ser humano y no quería ser un ídolo de nadie. Pero nadie lo escuchó y las alabanzas
siguieron.
Sus sermones, sus oraciones, su modo de cantar el domingo, todo lo que hacía elevaba el
entusiasmo de sus parroquianos. Cuando hablaban de él a personas extrañas a esa iglesia,
siempre alababan sus méritos: “Un hombre excelente que siempre os ayudará si tenéis un
problema personal o familiar.”
Todos hacían tal propaganda que muchos cristianos llegaron a pedir consejo a Sylvain. En
un año el número de los miembros de la comunidad se había doblado. Esta iglesia se
convirtió en una de las más importantes de la región. Los parroquianos estaban
entusiasmados y multiplicaban sus elogios a Sylvain.
¿En qué preciso momento tomó en serio todos estos elogios y el éxito? Es difícil de decir.
Pero un día, hablando con él, sentí que había cambiado. Nos estábamos tomando un café y
de pronto me dijo: “Sabes Pascal, viendo como mi iglesia se desarrolla y el entusiasmo que
todos tienen por mí, tengo el sentimiento de que Dios me ha escogido y me ha dado dones
particulares para ser un pastor muy grande al que todo el mundo obedecerá.”
Hablando sus ojos daban la impresión de haberse perdido en un mundo donde nadie podía
seguirle.
Poco después Sylvain pidió que rezáramos a Dios para que le diera el don de profecía. El
mes siguiente dijo haber tenido una visión que le revelaba que su iglesia se iba a hacer más
y más importante y que hacía falta que cada parroquiano dedicara mucho tiempo a la
evangelización. A partir de ese momento todos tenían que esforzarse para invitar a cuanta
más gente mejor. Pero en un año sólo se convirtieron dos personas.
Pero algunos no aceptaron esto y se fueron. La reacción de Sylvain fue terrible. Para él, se
trataba de Satanás que quería impedir que se cumpliera la voluntad de Dios. La gente se iba
porque les faltaba amor de Dios. Veía complots y sospechaba de todos de estar en contra
suya. Blandiendo el lema: “Obedeced a vuestros guías”, Sylvain obligó a sus parroquianos
a espiarse mutuamente y les pidió que le contaran cada detalle. Asistimos entonces a una
verdadera caza de brujas. Las personas sufrían humillaciones en público en el sermón del
domingo. Otros fueron echados de la iglesia.
Mientras la situación se degradaba cada vez más, muchos siguieron apoyando a Sylvain
criticando severamente a los que se le oponían. Les acusaban de ser presa del Maligno, de
blasfemar, defendían a Sylvain diciendo que era obra del diablo y de sus sicarios. Sin
embargo el grupo de los descontentos crecía cada día, hasta el punto de que la comunidad
estalló. Sylvain no pudo seguir su ministerio y tuvo que marcharse. Poco después, tuve
ocasión de hablar con dos antiguos miembros del consejo de esta iglesia. Bernard y Nadine
conocían a Sylvain desde el principio. Los dos se sentían responsables de lo que había
pasado. Lamentaban su conducta y la de los otros miembros que había dado lugar a un
cambio tan grande en Sylvain. Antes de ser excluidos, intentaron varias veces hacerle
razonar para hacerle comprender sus errores y los de la comunidad. Pero todos los intentos
fueron vanos. Los otros miembros del consejo negaron la realidad diciendo: “Tenéis el
demonio dentro, Sylvain es el elegido de Dios. ¡Arrepentíos!”
Bernard y Nadine se ocupan ahora de una pequeña iglesia. Ayudan a cristianos que han
sufrido abuso espiritual. Muchos de sus antiguos amigos han venido a ayudarles. Sylvain
desde su marcha no se ha puesto en contacto con nadie. ¿Comprendió sus errores y la
trampa en la que cayó? No lo sé. Pero creo que debe llevar, como todos los miembros de
esa iglesia, una herida profunda. La triste experiencia que mi amigo y su comunidad
conocieron no es excepcional. Tuve ocasión de leer y escuchar otros testimonios similares.
Si no se vigila esa trampa puede atrapar a cualquier responsable en la iglesia. Puesto que
dentro de cada uno de nosotros hay un cuervo como el de la fábula de la Fontaine,
dispuesto a despertar por las adulaciones de todos hasta volvernos ciegos.
El rey Salomón escribió: “El orgullo precede al desastre.” (Proverbios 16:18) El orgullo
produce todos los males que sufren los hombres. Está en el origen de su caída y es la causa
de muchas desgracias y tragedias en la historia de nuestra humanidad. El orgullo de toda la
comunidad de Sylvain es haber hecho de él el objeto de presunción. Sylvain se convirtió
literalmente en prisionero de esa imagen de marca que le atribuyó su iglesia. Su ansiedad
por disgustar fue grande. Poco a poco, bajo esa mala influencia, cambió y se apartó
totalmente de su papel de pastor. Al final la búsqueda del poder y del control de los demás
para su propia satisfacción se convirtieron en el centro de todos sus intereses. Justificó sus
palabras y sus acciones deformando las Escrituras. Se creó un Dios para sí, con sus propias
leyes, un Dios que da miedo y vergüenza, al que nunca se puede dar satisfacción y que está
siempre dispuesto a castigar por un sí o por un no.
Testimonio de Rebeca
Mi marido y yo participamos en la fundación de una iglesia local con un amigo pastor, Jean
Paul. Sólo después de muchos años comprendimos que su enseñanza no era bíblica. Nos
enseñaba que él era nuestro guía espiritual, que había que seguirle y obedecerle sin discutir.
Para decirlo todo, pensábamos que amar a Juan Pablo y obedecerle era hacer la voluntad de
Dios. Juan Pablo me decía a menudo: “Rebeca, si amas a Dios, debes obedecerme y
amarme.” O “amarme es amar a Jesús.” Por ello, durante años, mi pastor era la persona a la
que más he querido, más que a mi marido, a mi hijo, a la iglesia o a Jesucristo. Estaba feliz
y satisfecha de sacrificarlo todo por él porque creía que era lo que cualquier cristiano debía
hacer.
1. Aceptar ayuda
Es muy difícil dejar un grupo abusivo: la víctima está fragilizada, sufre, necesita ayuda. La
buena voluntad de su entorno puede no bastar. Se aconseja vivamente dejarse acompañar
por una persona formada en estas cuestiones. El acompañamiento permite identificar la
mecánica del abuso y reconstruir poco a poco la propia identidad, esto lleva tiempo.
2. Abandonar el grupo
Otro factor que puede prestar a confusión son las exigencias de ciertas comunidades hacia
sus miembros. Estas exigencias difieren según las creencias de base y las convicciones de
esa comunidad. En algunos casos, pude ocurrir que den la impresión de que el pastor abusa
de su autoridad y no es el caso.
He encontrado este problema a propósito de la celebración de la Cena (el problema también
se plantea en la Eucaristía, pero por otros motivos). Hay personas que han contactado
conmigo para explicarme que no toman la comunión porque no están bautizadas. Se sienten
frustradas por el rechazo y consideran que el pastor ha abusado de ellas. Ahora bien, no
creo que se trate de abuso. Hoy en día las opiniones sobre la acogida de personas no
bautizadas a la comunión están muy divididas en los ambientes protestantes. Ciertas
iglesias lo permiten. Pero un gran número no. No se puede acusar categóricamente a esos
pastores de abuso de poder y de abuso espiritual. En efecto, la motivación de esos líderes
no es controlar, manipular o intimidad, sino que actúan de ese modo porque siguen las
creencias y convicciones de la iglesia a la que pertenecen.
Aquí vienen los cuatro criterios que bien definen los lideres abusivos:
1. Hipertrofia del yo
Todo lo que el responsable piensa, hace y quiere hacer, es expresión de la voluntad de Dios.
El tiene la verdad absoluta. El es el centro de todo, la salvación sólo puede llegar a través
de él. Se le debe entera obediencia, incluso si eso lleva a la muerte.
2. Falsedad de juicio
Los comentarios y enseñanzas del responsable están siempre llenos de contradicciones y
absurdeces. Justifican sin embargo todos los falsos juicios en el seno del grupo. Pero para
sus adeptos, representan la verdad y sustituyen todas las formas coherentes de pensar en
nuestra sociedad. Contradecir la palabra del responsable equivale a poner en cuestión a todo
el grupo.
3. La desconfianza
Todas las críticas emitidas por gentes del exterior hacia el responsable son consideradas por
este como un ataque satánico. Los adeptos, que creen firmemente que el responsable es
perseguido a causa de su saber y su poder, ante las críticas refuerzan la desconfianza. Es un
verdadero círculo vicioso en el que los adeptos que están sometidos al líder lo convencen
de que lo que dice, hace y piensa es verdadero. Este proceso permite al líder mantener sus
adeptos con la obsesión de que toda la sociedad les persigue.
4. La psicorrigidez
El responsable no reconocerá jamás los errores de su enseñanza, incluso si se muestran
pruebas irrefutables. Para él sólo vale su juicio. El tiene razón y el resto de la humanidad
está equivocado. Nada podrá deshacer sus convicciones. Según él, los que le critican son
ignorantes. Sus objeciones le molestan poco, al contrario le sirven como argumentos para
probar a sus adeptos que el mundo es incapaz de comprenderle.
¿Es su grupo un sistema abusivo y manipulador? ¿Está su fe intoxicada?
Si responde afirmativamente a una o varias de las siguientes preguntas le aconsejamos que
se ponga en contacto con una de las asociaciones indicadas al final del libro.
Empleamos la palabra grupo de forma genérica, puede designar la realidad eclesial a la que
pertenece (iglesia local, parroquia, comunidad, grupo de oración, iglesia doméstica…) o el
grupo cristiano que usted frecuenta (coro, grupo de jóvenes…).
1. La soledad
La soledad es una de las primeras grandes dificultades que la persona debe enfrentar. Esta
soledad causa problemas mayores, particularmente penosos.
La crisis afectiva
“Me encontré completamente sola, esto fue terrible para mí. Perdí todos mis amigos en un
solo día.”
En el grupo, las relaciones humanas eran dirigidas en todos los detalles por un código muy
preciso. Este sistema no se corresponde con el que hay en la sociedad.
Los miembros están condicionados para creer que Dios les ha escogido para transformarse
en su élite y para conocer la única interpretación de la Biblia. Piensan que tienen la verdad
y que el resto del mundo, estando dominado por Satanás, está hundido en la mentira. En
estas condiciones, el ex miembro, después de su salida y durante un cierto tiempo (que
puede variar según los individuos), tendrá dificultades para encontrar gente nueva y rehacer
sus antiguas relaciones. No sabe cómo vivir una relación normal de igual a igual fuera del
sistema de referencia que rige en su antigua comunidad. La falsa creencia de que el mundo
exterior no es más que mentira y que éste lo dirige Satán la lleva a no tener confianza en
nadie, el mundo exterior no puede más que engañarle.
Este es el ejemplo de una mujer: “Después de haber abandonado mi comunidad, tuve
muchas dificultades para comunicarme con los demás. Era como un extraterrestre que no
podía ni comprender ni ser comprendida por los seres humanos. Durante un largo período
sentí un vacío inmenso. Tenía miedo de confiar en los demás.”
En las iglesias y comunidades en el seno de las que las personas son víctimas de abusos
espirituales, la doctrina del grupo divide siempre la realidad en dos polos: Dios/el diablo; el
bien/el mal; el mundo espiritual/el mundo físico; etc.
En este tipo de sistema y de enseñanza en el que todo es blanco o negro, el director solo
orienta y dice lo que hay que pensar y hacer. El gris no tiene sitio y todavía menos los
demás colores. Eso o nada. Esta lógica rige todos los pensamientos y sentimientos de los
miembros del grupo. Echa raíces en lo más profundo. Acaban por tener una falsa seguridad
de que siempre llevan la razón y de que los demás siempre están equivocados. No pueden
equivocarse porque el dirigente que tiene la verdad siempre está ahí para aconsejar y
adoctrinar.
3. El fenómeno de flotamiento
El grupo impone a sus miembros una nueva identidad: esta se construye esencialmente a
partir de la doctrina y no de la vida y del libre arbitrio. Las diferentes técnicas de
manipulación refuerzan ese proceso e impiden toda reflexión personal. La doctrina del
grupo moldea la nueva identidad, pero es importante comprender que el antiguo yo no ha
desaparecido totalmente. Es como un libro por el que no se tiene mayor interés y que se
pone en la biblioteca detrás de otro que nos apasiona más. Incluso si no está visible,
siempre está ahí.
Un miembro que se da cuenta de que se ha manipulado y abusado de él, recomienza poco a
poco a pensar por sí mismo. De cierta manera, vuelve a colocar ese libro de forma accesible
por el que no se interesaba ya.
Este fenómeno se desencadena cuando la persona ve, oye, lee, se encuentra con alguien o
algo que la vuelve a sumergir en la atmósfera del grupo. Esta es la experiencia de una mujer
en su nueva parroquia:
“Durante el culto del domingo, el coro interpretó un cántico que conocía bien, lo
cantábamos a menudo en mi antiguo grupo. Oyéndolo me sentí confundida y por un
momento todo cambió a mi alrededor. Ya no estaba en mi nueva parroquia sino en ese
grupo con mis antiguos amigos y tenía el sentimiento de que Dios me decía que volviera
con ellos.”
Como esta mujer había adquirido ya cierta independencia del grupo, pudo rápidamente
dominar el problema. Desgraciadamente a muchas personas todavía frágiles, esto les puede
perturbar profundamente, provocando a veces incluso la vuelta al grupo.
Algunas preguntas vuelven una y otra vez en las personas que fueron manipuladas
espiritualmente: “¿por qué yo?, ¿qué te he hecho, Señor?”, “¿dónde está Dios?”, etc. Esta
terrible experiencia falsea completamente su relación con Dios. Son incapaces de
comprender quién es realmente. Tienen la impresión de perderlo. Experimentan la cólera
hacia él y tienen el sentimiento de que les traiciona y abandona, que su salida o expulsión
fue un grave pecado. Por ello creen que Dios los repudia retirándoles su confianza y su
amor. Su sentimiento de culpabilidad ante Dios es grande. Algunos creen que han perdido
toda posibilidad de salvación.
b. La oración
A este respecto, según los testimonios de víctimas que han seguido rezando solas o con
otros, tres problemas aparecen. Primero, esas personas tienen el sentimiento de que Dios no
escucha la oración que se le dirige, que no contestará. Segundo, se sienten culpabilizadas
porque no rezan cada día o porque no lo hacen el tiempo suficiente, o porque les falta
fervor. En tercer lugar, se sienten deprimidas o tienen ansiedad durante la oración. Esto
ocurre sobre todo a los que llegan a un grupo en el que la forma de rezar se parece a la de la
antigua comunidad. El hecho de rezar los vuelve a sumergir en la atmósfera del grupo,
recordándoles momentos penosos vividos dentro del mismo.
c. La relación con otros cristianos
Siempre según numerosos testimonios, constituye para muchas víctimas una gran
dificultad, a causa de la obsesión con ser otra vez víctima de abusos espirituales. Hay
cuatro razones principales:
El hecho de haber creído que se formaba parte de una élite escogida por Dios lleva a
algunos ex miembros a seguir pensando que son diferentes a otros cristianos y que no sirve
de nada relacionarse con ellos.
Un complejo de inferioridad en todo, con respecto a los demás cristianos, imposibilita a las
personas de las que se abusó espiritualmente.
El miedo de hablar de la propia experiencia, de no ser comprendido y de soportar nuevas
heridas les retiene igualmente.
En fin, todos tienen el sentimiento de haber cometido un grave pecado que hace que los
demás cristianos no querrán aceptarlos.
d. La depresión
Todos los ex – miembros que encontré han pasado por una depresión, de intensidad y
duración variable según los casos. El aislamiento afectivo, las dificultades de relación, los
problemas espirituales son las causas principales. El sentimiento de culpa y los
remordimientos pueden añadirse alimentados por varios factores:
El hecho de haber convertido a otros a la doctrina del grupo y de no poder hacerlas salir.
El hecho de haber pertenecido al sistema que utiliza técnicas de manipulación mental y
practica los abusos espirituales.
El hecho de haber sido manipulador.
El hecho de haber perdido mucho tiempo de su vida, también la familia, el cónyuge, los
hijos, la carrera, la educación, dinero, bienes y hasta la salud.
El hecho de encontrarse sin nada y no saber cuál será el futuro.
Algunos de los ex miembros depresivos necesitan una terapia. Es muy importante que la
familia, los amigos, el sacerdote, hagan un trabajo de acompañamiento, animando a la
persona a buscar un especialista (psicólogo o psiquiatra). Una depresión que no se cura
puede tener graves consecuencias y a veces conducir al suicidio.
Las dificultades de las víctimas son importantes y les parecen imposibles de superar, pero
como lo muestra el siguiente capítulo, se pueden curar las heridas.
La readaptación
Para la víctima de abuso, la restauración de su vida y personalidad pasa por diferentes
etapas y reclama esfuerzos constantes.
Para una persona que ha sido manipulada espiritualmente, encontrar su vida normal y su
autonomía es una ruda prueba acompañada de mucha confusión. A principio no sabe qué
hacer y a quién dirigirse y sobre todo tiene grandes dificultades para pensar y tomar sus
decisiones. Los seis fieles servidores de Kipling pueden serle de gran ayuda para
reconstruir su vida.
Después de haber salido del grupo, muchos se sienten estúpidos, culpables, insensatos. Es
un juicio erróneo. Es importante darse cuenta de que lo que pasó no es culpa de uno, que es
a costa de uno como se ha sido engañado.
Para llegar a comprender lo que pasó al principio hay que reflexionar sobre el pasado y ver
porqué se llegó a ese grupo y qué llevó a él.
Todos los testimonios tienen un punto en común: las personas manipuladas espiritualmente
se encontraban siempre en un momento difícil de la propia vida. Por ejemplo, un duelo, un
divorcio, una grave enfermedad, la pérdida del trabajo. O tenían dificultades para integrarse
en la sociedad. Otros estaban buscando valores. Por todo eso, esas personas se encuentran
sicológicamente debilitadas y son fácilmente influenciables.
Las manipulaciones llevan consigo una nueva estructura de identidad artificial sobre esa
persona, transformando las convicciones y el lenguaje. La doctrina y la manera de actuar
del director abusador se transforman en referencias incondicionales para vivir y ser.
Es importante por ello que esas personas encuentren su acceso a su identidad, que
reflexionen y se acuerden de lo que eran antes de comprometerse en el grupo. ¿Qué ideas
tenían sobre sí mismas, sobre la gente en general, sobre la familia, el matrimonio, el
mundo, la sociedad, la educación de los niños, la enseñanza escolar, la política, la
religión… etc.?
Todos los testimonios que he oído me explicaron que en su iglesia o comunidad, hay un
lenguaje cifrado adaptado al grupo. Muchos nuevos términos y expresiones se inventan
para darles un sentido diferente al normal. De hecho un tercero no iniciado, no
comprenderá. Muchos adeptos siguen usando ese lenguaje, poco a poco ese lenguaje es el
único que conocen. Les sirve para expresar convicciones y enseñanzas del grupo o del
director. Es un lenguaje simple y pobre, que disminuye la capacidad de pensar y sentir.
Ciertas palabras y expresiones disparan emociones que pueden ser positivas o negativas.
Por ejemplo, una comunidad usa expresiones como: “amar al padre” y “traicionar al padre”.
Tras la palabra “padre”, hay que comprender al jefe del grupo. Según las circunstancias, la
utilización de esas expresiones dispara en la persona risas, alegría o al contrario lloros,
vergüenza y una gran culpabilidad.
Para los miembros, este nuevo lenguaje crea una unión muy fuerte con el grupo que hace
que el mundo exterior les sea extraño. Les es imposible comunicar con la familia o amigos
de manera normal. Acaban por cortar con el propio pasado.
Tomar tiempo y no ponerse nervioso, sustituyendo poco a poco el lenguaje especial por el
real.
Intentar encontrar en qué momento se usan esas expresiones raras.
Pedir a la familia y amigos que señalen las palabras extrañas.
Abrir el diccionario para aprender el sentido real de las palabras.
Acordarse de que el problema de la comunicación se debe a las manipulaciones sufridas.
Tener confianza en las propias capacidades para superar el obstáculo.
e) Qué hacer con la impresión de flotamiento y las crisis de angustia.
el flotamiento.
las crisis de angustia que vienen de las fobias o de sus miedos implantados por la doctrina
del grupo en el inconsciente (ver el cap. 2)
Estos dos fenómenos son efectos consecutivos del control del pensamiento. Disminuirán y
desaparecerán con el tiempo. Para llegar a dominarlos, hay que, primero, buscar e
identificar porqué, cómo y cuándo se disparan esos fenómenos. Una canción, una música,
una palabra, una expresión, un olor, alguien que se parece al dirigente del grupo, o la
atmósfera particular de un lugar pueden hacer surgir el estado de flotamiento o la crisis de
angustia. Desde el momento en que se comprende la causa, es posible gestionarla. Para
adquirir el discernimiento, es necesario un trabajo sobre uno mismo más o menos largo
según las personas.
Una joven era miembro de una comunidad que enseñaba que las personas que abandonaban
el grupo morían de enfermedad grave. Durante varios meses después de su marcha, sufrió
crisis de angustia muy violentas y se veía morir y caer al infierno. Un simple catarro, un
poco de fiebre le producían la angustia. Ella pensaba que iba a volverse loca. Después de
hablar con varios ex adeptos de su comunidad, comprendió que eso no se debía a ella, sino
a los temores implantados por el grupo en su inconsciente. Después, siguiendo el consejo
de esas personas, pudo superar las crisis de angustia repitiendo sistemáticamente: “No
tengo que tener miedo. Este estado de angustia viene de las mentiras y las manipulaciones
del grupo. No tengo que tener miedo. Ahora ya no me controla el grupo. Soy yo quien
controla mi vida.”
Otro ex adepto me dijo que, durante más de un año, no se atrevía a abrir la Biblia. Cuando
leía la expresión “padre nuestro”, la figura sonriente del jefe de la antigua organización se
le aparecía. Cada vez que hacía la experiencia, sentía mucha nostalgia y tenia ganas de
volver a la comunidad. Entonces se sometió a un pequeño ejercicio para romper esa
asociación de ideas. Durante un mes, cada vez que llegaba a esa parte de la Biblia decía en
voz alta: “en la Biblia, “nuestro Padre” es Dios. Mi antiguo director no es Dios, es el
dirigente de mi ex comunidad, no es más que un hombre y por ende, un charlatán.”
Sin embargo, a veces las personas como esos dos ex adeptos, no pueden controlar por sí
mismo el flotamiento y las crisis de angustia. En esa situación, es preferible buscar una
ayuda psicológica profesional.
f) Controlar el stress
Tomar tiempo de relajarse cada día. Es importante tener cortos momentos de relax.
Dormir lo suficiente. Tener cuidado en hidratarse lo suficiente y tener una alimentación
equilibrada.
Tener un pasatiempo y hobby.
Hacer deporte.
Tener a alguien de confianza con quien se puede hablar abiertamente de sus propios
problemas.
Evitar el perfeccionismo.
Tomar tiempo necesario sin impacientarse inútilmente.
g) Reaprender
Hacer esfuerzos para tener de nuevo confianza en sí mismo. Usted vale, debe deshacerse
del filtro de la culpa que le empuja a creer que es un insensato, culpable y estúpido. Nadie
escoge deliberadamente ser manipulado y espiritualmente abusado. Usted ha sido víctima,
no es su valor personal lo que está en causa.
Buscar y creer de nuevo en sus posibilidades y propias capacidades, después usarlas para
hacer recomenzar una vida normal. No olvidar que cada persona ha recibido de Dios uno o
más dones.
Pensar, decidir y escoger por sí mismo. Decir claramente “quiero” o “no quiero”, “me
gusta”, “no me gusta”. Utilizar la palabra “yo” para indicar las necesidades y deseos no es
un pecado. Jesucristo mismo nunca jamás evitó emplear el pronombre personal para
expresar sus sentimientos:
“Padre, quiero que allí donde estoy, los que me has dado estén también conmigo, para que
contemplen mi gloria, la que tú me has dado, porque tu me amaste antes de la fundación del
mundo” (Jn. 17, 24).
“No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas. He venido no para abolir, sino para
cumplir.” (Mt 5:17)
Reaprender a ser tolerante, respetando la libertad ajena, sus maneras de pensar, de actuar y
también sus opiniones políticas y religiosas. Cada persona no tiene por qué pensar como lo
hago yo. Hay que comprender que la ambigüedad y las paradojas pertenecen al mundo y a
la vida, que no siempre es posible encontrar respuestas claras y exactas a lo inconcebible.
No seguir creyendo que siempre se tiene razón y que los demás se equivocan.
Reaprender a expresar sus sentimientos normalmente. El miedo, la tristeza, la cólera son
sentimientos indispensables para expresar la vida en el ser humano. Es natural y legítimo
manifestarlos con comedimiento, para hacer comprender realmente lo que se siente.
Jesucristo no tuvo jamás vergüenza de decir o de mostrar este tipo de sentimientos:
“Jesús lloró” (Jn 11:35)
“Dijo: mi alma está triste hasta la muerte, quedaos aquí y vigilad conmigo” (Mt. 26:38)
“Entonces mirándolos indignado y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre:
Extiende tu mano. La extendió y quedó sana.” (Mc 3:5).
“Hacia las tres de la tarde Jesús gritó con fuerte voz: Eli, Elí, lemá sabactaní? Que quiere
decir: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27:46)
“Entró en agonía y oraba más intensamente; sudaba como gotas de sangre que corrían por
el suelo.” (Lc 22:44)
La alegría es también uno de los sentimientos esenciales de cada ser humano. Se
experimenta cuando uno de nuestros deseos y aspiraciones es satisfecho. Es limitada en su
duración y es imposible para un cristiano estar siempre en ese estado. Algunos versículos
de la Biblia se interpretan de manera que parece que pase lo que pase hay que estar siempre
alegre y contento. Entre ellos: Jn 17:13: “Pero ahora voy a ti y digo estas cosas cuando
todavía estoy en el mundo para que tengan la plenitud de mi alegría,”; Y también Gal. 5:22:
“El fruto del espíritu es…la alegría…”
Manipular o deformar así los sentimientos conduce a las personas bajo influencia a
rechazar en lo más profundo de sí mismas el miedo, la cólera y la tristeza.
h) Estudiar la Biblia
“Los judíos de Berea eran más abiertos que los de Tesalonica, y recibieron la palabra con
buena disposición, estudiando diariamente las Escrituras para ver si todo era así.”
Leer diferentes versiones de la Biblia ayuda a hacer un buen estudio de los textos. Las dos
versiones más extendidas son la de Luis II y la Biblia de Jerusalén. Otras traducciones
también son interesantes: la Biblia de Chouraqui que es una traducción literal teniendo en
cuenta el espíritu de las lenguas originales; la TOB, traducción ecuménica de la Biblia: la
versión Palabra de vida, en francés fundamental, que propone un texto fácil y dinámico.
Leyendo un texto bíblico hay que tener en cuenta:
Colocarlo en su contexto, quién es el autor, en qué momento se escribió, a quién iba
destinado.
Buscar los diferentes temas teológicos tratados en el texto y compararlos con otros textos
que traten el mismo tema.
Hacer búsquedas en el plano histórico, cultural, geográfico y teológico de la época.
Examinar el sentido de ciertas palabras en hebreo y en griego.
Para guiar al lector, la lectura de notas que se encuentran en ciertas Biblias puede ser
particularmente beneficiosa.
En fin, hay que completar el estudio con la lectura de libros y artículos consagrados a la
comprensión de la Biblia.
Frente a un texto difícil o para evaluar el fundamento bíblico de una afirmación, se
recomienda estudiar con una persona cualificada (pastor, sacerdote, catequista, biblista,
profesor de teología) en quien se confíe y cuyas competencias y honestidad intelectual
estén atestiguadas. Este acompañamiento en el estudio constituye una ayuda muy preciosa
en la difícil búsqueda de la verdad.
Para los que quieren encontrar una nueva iglesia, he aquí algunos consejos útiles.
“Yo sé bien los proyectos que tengo sobre vosotros –dice el Señor- proyectos de
prosperidad y no de desgracia, de daros un porvenir lleno de esperanza.” Jr 29:11.
Cuando pregunté a Sandra, una mujer que pasó largos años en una comunidad en la que
sufrió abusos espirituales y sexuales, cómo había podido sobreponerse a tanto sufrimiento y
retomar una vida normal, me respondió con una gran sonrisa:
“Es muy sencillo, Pascal, never give up! A pesar de todas las dificultades que se presenten,
nunca hay que renunciar. En el grupo, yo era una víctima, pero después de marchar de allí,
yo era libre. Ciertamente cubierta de moratones, pero libre. Libre para empezar de cero,
para creer de nuevo en mí y rehacer mi vida. Libre para creer que Dios tiene designios de
paz y no de desgracia para mí, con el fin de darme un futuro lleno de esperanza. Bien
entendido, hay altibajos, momentos de depresión, pero en el fondo de mí siempre conservé
la esperanza de que habría un fin y que, pase lo que pase mi primavera llegaría.”
Sandra añadió: “Para emprender esta larga carrera con el fin de encontrar mi lugar en la
sociedad, trabajar con un grupo de ex miembros es importante. Su apoyo, sus consejos y su
comprensión me sirvieron de gran ayuda. En muchos casos el simple hecho de que estén
conmigo me ha permitido no perder la valentía y seguir mi camino.”
Había en una montaña muy grande un pueblecito que estaba unido al resto del mundo por
un camino particularmente estrecho. Este representaba la única vía para la supervivencia de
todos los hombres del pueblo. Un día, en otoño, hubo un gran derrumbamiento que
obstruyo por completo el camino. Era imposible salir o entrar en el pueblo.
Los del pueblo estaban enloquecidos. Lloraban y decían: “¡vamos a morir!”. Se quedaron
mucho tiempo delante del montón de piedras sin hacer nada, hasta que un niño llegó cogió
la piedra más pequeña y la puso al lado. Luego miró a los del pueblo y les dijo: “En lugar
de llorar, haced como yo y empecemos a despejar el camino quitando poco a poco las
piedras.”
Para muchos, la readaptación parece irrealizable, un destino que jamás se alcanzará. Hay
tantas barreras que se levantan ante uno y que parecen infranqueables, que la persona no
sabe ni cómo ni por dónde empezar. Se siente a menudo desanimada antes de haber
comenzado. Para llegar, hay que tener paciencia, valentía y también esfuerzos de
comprensión hacia uno mismo. La mejor técnica es tomar como modelo al niño del pueblo
y quitar poco a poco las piedras que obstruyen el camino. Es importante hacerlo según las
propias posibilidades, respetando el propio ritmo sin querer quemar etapas.
No te dejaré ni te abandonaré
Aunque todos nos echen, aunque todo se venga abajo a nuestro alrededor, o que el fin del
mundo está próximo, el Dios de la Biblia nos dice: “No te dejaré ni te abandonaré” Hb
13:5.
Esta parte de la Biblia es importante y tranquilizante para usted que ha sido objeto de abuso
espiritual y que vive en la vergüenza y en la culpabilidad, porque piensa equivocadamente
que usted traicionó a Dios y que para vengarse Dios le rechaza. Si usted comprende
verdaderamente este versículo, no tiene porque sentirse culpable y avergonzado. Pase lo
que pase Dios no abandona a nadie.
En Jeremías 31:3, Dios nos dice a cada uno: “Te amo con un amor eterno; por eso conservo
mi favor.”
Dios nos ha mostrado su amor por la cruz de su hijo Jesucristo. “En eso está el amor, no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó primero y envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados.” (1 Jn 4:10)
En las iglesias o las comunidades que se desvían, los responsables enseñan y hacen creer
que si usted no hace enormes esfuerzos y un trabajo considerable, usted no podrá salvarse,
y la salud de su alma depende de sus obras. Pero lo que enseña la Biblia respecto a este
tema es diferente. La salvación no viene de nosotros ni de nuestras obras. Somos salvados
por la gracia, por medio de la fe. Es el don que Dios nos hace por la cruz de Jesucristo.
Dios nos pide simplemente creer y recibir su gracia. En la epístola a los Romanos está
escrito: “Porque si confesares con tu boca al Señor y creyeres en tu corazón que Dios le
resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para la justicia, y
con la boca se confiesa para la salud. Pues la Escritura dice: Todo el que creyere en El no
será confundido.” (Rom. 10:9-11)
Rechace esa falsa imagen de Dios que a usted le han inculcado, la imagen de Dios de cólera
que está ahí para juzgar, castigar y enviar la gente al infierno, la de un Dios frío y lejano al
que no le importan esos problemas y sufrimientos de los seres humanos.
Jesús conoció la angustia y el sufrimiento. Por eso él puede comprenderle, llorar con usted
como lo hizo con Marta y María, a la muerte de Lázaro. No le juzgara ni condenara: así
actuó con todos los que encontró.
Uno de mis amigos japoneses me contó un relato sacado de uno de sus numerosos libros
sobre esta religión. Este relato cuenta la historia de un joven que salió de la casa de su
padre para intentar hacer fortuna en un país extranjero.
Este joven, que conoció el fracaso total, se vio obligado a convertirse en mendigo. Después
de una larga ausencia, vuelve a su ciudad natal en la que su familia se ha enriquecido. Un
día, su padre paseándose por las calles de la ciudad lo encuentra y reconoce
inmediatamente a su hijo. Desgraciadamente, el joven es amnésico no puede reconocer a
nadie. Al día siguiente, su padre lo lleva a casa pero el joven temiendo ser llevado a la
cárcel se desmaya. El padre decide entonces tomarlo a su servicio dándole los trabajos más
humildes de la casa. Tiempo después, para ganar su confianza, el padre se quita sus
vestimentas buenas y pide al joven que lo considere como su propio padre. Este le pregunta
la causa del gesto. El padre contesta: “Porque soy viejo y tú joven, y tú haces todos los
trabajos más humildes para mí con mucha humildad. Además no hay en ti ni maldad, ni
egoísmo ni ingratitud. Te considero ahora como si fueras mi propio hijo.”
La víctima del abuso espiritual se parece a este hijo amnésico. Muchos padres encuentran
grandes dificultades para restablecer relaciones normales con su hijo después de que éste
haya abandonado una iglesia o comunidad en la que fueron manipulados. Es siempre muy
duro constatar que una persona cercana puede ser ahora tan distante. Ese ser querido ha
estado en un lugar donde usted no estuvo, ha sufrido abusos y manipulaciones que son
difíciles de imaginar. En toda su vida, usted no ha vivido lo que él ha vivido. Usted no ha
perdido a la vez amigos, esperanza, confianza y varios años preciosos de vida.
Para ustedes, padres, incluyo en esta palabra todos los familiares de una víctima, pienso que
la parábola budista del hijo pródigo puede ser de gran utilidad. El padre del joven
comprendió que, a pesar del regreso del hijo a casa, había perdido al ser querido como era
antes y que nunca sería el mismo. Este padre debe aceptarlo como ahora es y acompañarlo
en su cambio. Tiene que amarlo renunciando a amarlo a que sea como le hubiera gustado y
adoptar la nueva persona en la que se ha transformado.
2. O-ka-é-ri-na-sai
En japonés cuando alguien vuelve a casa después de una ausencia más o menos larga se le
dice: “O-ka-é-ri-na-sai”. Significa, “feliz regreso” o “estoy contento de verte de nuevo”.
Me gusta mucho este saludo pues lo encuentro lleno de calor. Después de una larga jornada
de trabajo, encontrar a alguien que te dice: “estoy contento de volverte a ver” es muy
reconfortante.
Para Carole, estas palabras pronunciadas por su madre se han transformado en palabras de
vida y aliento. Cuando salió de la comunidad en la que había sufrido abusos espirituales y
sexuales, se encontró sin amigos y sin dinero. Como no había tenido contacto con su madre
en diez años, no se atrevió enseguida a ir a verla por miedo a que le diera con la puerta en la
nariz. Pero su situación financiera era difícil y no sabía donde dormir, se decidió a visitarla
para pedirle ayuda. Con mucha ansiedad llamó a la puerta de su madre. Pero todo sucedió
muy diferente a lo que había pensado. Después de abrir la puerta, su madre la miró unos
segundos y con una sonrisa le dijo: “O-ka-é-ri-na-sai, Carole”.
Después, su madre no le preguntó nada y esperó con paciencia a que su hija le contara su
historia, con tranquilidad, largo y tendido, que no la iba a juzgar ni criticar.
Carole me dijo. “Mi madre ha hecho mucho por ayudarme a retomar una vida normal y le
estoy muy agradecida. Pero para mí, las primeras palabras que dijo a mi regreso son las más
importantes. En ese momento, comprendí que me amaba y que su amor era suficientemente
grande para no juzgarme y para acogerla en su desasosiego.”
Hace cinco años participé en un seminario ecuménico con Jean Vanier que fundó en 1964 al
lado de Compiègne, las comunidades del Arca en las que hombres y mujeres de muchos
lugares comparten la vida de personas que tienen un handicap mental. Desde entonces
muchas otras comunidades como esta se han fundado a lo largo y ancho del mundo. En ese
seminario, Jean Vanier habló de la importancia de la acogida a las personas que sufren. Para
él, acoger consiste en decir a las personas en cada momento “ven, entra”. Hay que tener
cuidado en no humillarla intentando transformarla según nuestras ideas y opiniones. Antes
bien al contrario hay que dar espacio al interior de la persona para que pueda aportar algo.
Jean añadió que “acoger a las personas, es escuchar con atención, ver en ellas un don,
mirarla con mucho amor”.
Tanto en la parábola budista del hijo pródigo como en la forma de actuar de la madre de
Carole, encontramos la importancia de la acogida de la que habla Jean Vanier. Sea usted
pariente, hermano, hermana, amigo, sacerdote, o pastor, la acogida que usted ofrece a la
persona de la que se abusó espiritualmente le da la posibilidad de retomar confianza en ella
misma y encontrar el camino que lleva a la liberación de su corazón y de su alma.
4. No culpabilizarse
Muchos padres con los que me encuentro se sienten culpables. Piensan que son
responsables si su hijo se une a una comunidad que abusó de ellos. Piensan que si hubieran
sido mejores padres, esa desgracia no habría pasado. Intentan comprender porqué su hijo o
su hija hizo esa elección. Pero no hay que olvidar que en las relaciones familiares es normal
que haya conflictos. Conozco personas para quienes las dificultades que conocieron con sus
padres fueron en cierta medida la razón para hacer esa elección. Pero incluso si ese es el
caso en su familia, es importante darse cuenta de que no ha sido usted el que ha manipulado
y abusado espiritualmente de su hijo. No es su responsabilidad. Le invito a aprovechar del
regreso de su hijo o hija para arreglar los problemas del pasado y comenzar buenas
relaciones juntos.
Un padre de familia al que pregunté qué había sido lo más importante para ayudar a su hija
a retomar la vida normal me respondió: “Paciencia, mucha paciencia.”
Contó: “Pasé momentos de mucho desánimo. Hubo períodos en que mi hija parecía haber
encontrado al fin su equilibrio psicológico, pero en los días siguientes bastaba un gesto, una
palabra, una mirada para que todo le recordara los abusos y manipulaciones que había
sufrido. Esto despertaba en ella la cólera, lloros y crisis de angustia sin que pudiera hacer
nada por ella. Me vi desarmada más de una vez ante una situación que se repetía. Ha
necesitado más de dos años para que pueda reestructurarse psicológicamente.”
Acabo de colgar el teléfono. Era una cristiana que quería hablarme de los abusos
espirituales sufridos en su iglesia. Durante más de una hora me ha explicado lo que le pasó.
En todo ese tiempo, no dije nada ni dí ningún consejo. Sin embargo, al final, me dio las
gracias llorando. ¿Agradecer qué? Haberla escuchado. Se sentía aliviada y liberada.
El Eclesiastés 3:7 recuerda que “hay un tiempo para callarse y un tiempo para hablar”.
Guardar silencio o más bien imponer silencio para escuchar al otro. Una persona que sufre
tiene necesidad de hablar, de contar para vaciar ese “absceso” que le duele. Usted también
cuando su hijo quiera hablar de sí mismo, de sus problemas, de su experiencia, tenga un
tiempo de silencio y de escucha atenta. Para ello no interrumpa en el momento en que le
habla. Si tiene preguntas, hágalas cuando haya acabado. No intente imponer sus soluciones
y sus ideas. Hágale sugerencias y dé su opinión si quiere o pregúntele si puede hacerle una.
Si sabe escucharle, recuperará poco a poco la confianza en usted.
Dé a su hijo el tiempo necesario para que pueda ordenar su corazón y sus pensamientos. Así
tendrá todas las posibilidades de descubrir o redescubrir el verdadero evangelio de
Jesucristo. Le aconsejo que rece sobre ello y deje actuar al Espíritu Santo en el cuerpo y el
psiquismo de su hijo. Prohíbase espiritualizar su problema diciéndole que es presa del
demonio que le impide ver la verdad y que usted reza para su liberación. Este tipo de
petición puede ser nefasta, creando momentos propicios al flotamiento que le hace recordar
al ex miembro todos los momentos de abusos y manipulaciones que ha padecido. Su hijo
corre el riesgo de rechazar con más violencia la fe o enfangarse más en la culpabilidad
hacia Dios y el sentimiento de ser malo.
También es posible que su hijo escoja otra comunidad distinta a la suya. Respete su
elección.
Para concluir, quisiera hablar de tres cualidades que me parecen esenciales a propósito de la
fe cristiana y que cada persona o grupo debería reflejar.
1. La necesidad de la diversidad
El libro del Génesis (Gn 9:8-17) cuenta como Dios estableció una nueva alianza con Noé,
sus hijos, su descendencia y todas las generaciones que vinieran así como con todos los
pájaros, ganado y animales de la tierra. En el versículo 13, Dios declara: “Pongo mi arco en
las nubes y él será la señal de mi alianza entre mí y la tierra.” Desde entonces el arco iris se
ha convertido en el signo de alianza entre Dios y nosotros los seres humanos. Me parece
que demasiados cristianos olvidan una característica muy importante de este signo: está
compuesto de siete colores, más los innumerables matices que le acompañan. Dios no
estableció su alianza a partir de un solo color. Por lo mismo no desea que en sus iglesias o
comunidades, todos estén obligados a ver y pensar igual. Antes bien, para permitir a cada
individuo escoger libremente el color que le gusta, puso muchos arco iris de su alianza. Por
ello, es inconcebible que a todos les pueda gustar el mismo color.
Seamos ricos o pobres, hayamos estudiado o no, tengamos una responsabilidad en la iglesia
local o no, todos somos iguales ante Dios. Cada creyente ha recibido su propio don de Dios
y creo que ese don simboliza uno de los numerosos colores de la nueva alianza de Dios con
nosotros.
La experiencia del encuentro con Jesucristo es diferente y única para cada uno. Seamos
liberales, conservadores, evangélicos o carismáticos, nadie puede poseer él solo la verdad,
ni pretender que ha recibido un don superior del Espíritu Santo.
Cuando un sacerdote o director eclesial intenta unificarlo todo bajo un único color ¿qué
ocurre? Aplasta completamente los valores y la personalidad del creyente.
El ejemplo de la torre de Babel en el cap. 11 del Génesis nos muestra la tragedia y el horror
de una sociedad en la que todo es sistemáticamente unificado según un modelo. El
traductor de la Biblia André Chouraqui lo hace sentir en su traducción de los versiculos 1 y
6: “Y es toda la tierra, un solo labio, palabras unidas… Un solo pueblo, un solo labio para
todos.” Cuando Dios en el versículo 7 dice, “descendamos y confundamos su lenguaje para
que no se entiendan los unos a los otros”, su meta no es crear el desorden y el caos entre los
seres humanos. Con esta acción, nos enseña claramente su desacuerdo con todo sistema
social totalitario en el que la persona no puede existir y expresarse como sujeto.
Dios, confundiendo las lenguas, rompe el yugo totalitario que encadena toda la tierra. Y nos
da a cada uno la posibilidad de volver a ser una persona responsable de sí y de sus acciones.
Desea que según nuestro lenguaje, nuestra cultura y nuestra educación utilicemos el o los
dones que nos ha atribuido para nosotros, para los demás y para su gloria.
Creo que los culpables de abusar espiritualmente deberían releer y meditar de nuevo esos
dos pasajes del Génesis.
A este respecto el pastor suizo Thierry Lenoir escribe: “Jesús nunca reivindicó el poder.
Incluso lo rechazó enérgicamente. Por ejemplo, justo después de su bautismo se retiró al
desierto. Allí, soportó la tentación del poder, de usarlo con fines personales (transformar las
piedras en pan para satisfacer sus propias necesidades), tentación del poder espiritual
(rendir honor a las fuerzas del mal que dirigen el mundo para reinar mejor). Con valentía y
lucidez, rechazó entrar en ese sistema malsano de poder que mantiene las dependencias y
las alienaciones. Quien busca el poder ejerce sobre el otro una influencia por la coacción
moral, espiritual o física.
3. La tolerancia
Hace más de diez años, cuando explicaba por teléfono a mi padre que me había hecho
protestante en una iglesia de Japón, me contestó que se alegraba por mí. Hablamos más de
una hora sobre las religiones en general, la fe cristiana y también sobre la importancia de
que cada ser humano tenga el derecho de escoger con libertad su confesión religiosa. Antes
de colgar el teléfono, mi padre me dijo: “Pascal, pienso que es una buena cosa creer. La fe
es lo más personal, está inscrita en el corazón de cada uno. La fe es el lugar de nuestras
convicciones personales, pero no te dejes atrapar en la trampa de pensar de forma
exclusiva, como si todos los que no comparten tus convicciones estuvieran equivocados.
Esta forma de pensar es extremadamente peligrosa, raíz de mucha intolerancia, de violencia
y discriminación. Nadie puede apropiarse de la verdad.”
En mi introducción, expliqué que mis padres eran católicos. Pero hay un punto que debo
precisar, mi padre se hizo católico al casarse con mi madre. Toda su familia es judía. A
menudo en nuestras conversaciones me ha dicho claramente que respetaba lo mismo el
catolicismo y el judaísmo. Es lo mismo para mí: soy protestante pero respeto las demás
formas de ser cristiano (catolicismo, ortodoxia) también el judaísmo y todas las demás
confesiones religiosas. No me hice católico por rechazo del protestantismo o del judaísmo,
sino porque encontré a Jesucristo y porque Dios me llevó a encontrarle aquí en Japón.
Poco antes de su muerte volvimos a hablar sobre lo que me dijo cuando me hice
protestante. Añadió: “Pascal, el hecho de haber vivido la tragedia y el horror de la segunda
guerra mundial y del nazismo, cuando tu abuelo murió en el campo de concentración de
Auschwitz, en el que yo mismo, el resto de mi familia y muchos amigos tuvieron que sufrir
porque éramos judíos me llevó a estar sobre aviso ante cualquier forma de intolerancia.”
Encuentro la intolerancia en las iglesias y comunidades en las que hay abusos espirituales.
Es una de las razones principales de este mal. Empuja a los creyentes a tener una actitud
hostil o agresiva hacia los que no tienen las mismas opiniones y creencias que ellos. Está
también en el origen de muchas discriminaciones raciales y religiosas, como la de los que
creen que el color blanco es superior a otro, o que tal religión debe ser destruida. Incluso
encontré misioneros en Japón que enseñan que cualquier religión que no sea la cristiana es
del diablo. Hay también quién se apoya en la Biblia para explicar que el Anticristo del fin
de los tiempos es el Islam o el judaísmo o el Papa… Esta lista es muy larga y variada.
Cuando Jesús enseñó en la sinagoga de Nazaret, se le dio a leer el libro del profeta Isaías.
Después de desenrollarlo leyó el pasaje que dice: “El espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido para curar a los que tienen el corazón desgarrado; para anunciar la
buena nueva a los pobres; me ha enviado para proclamar a los cautivos la liberación, a los
ciegos la recuperación de la vista, para liberar a los oprimidos, y proclamar el año de gracia
del Señor”. En estos versículos hay dos expresiones que me parecen importantes,
“proclamar la liberación de los cautivos” y “liberar a los oprimidos”. Esas dos expresiones
nos muestran claramente uno de los aspectos de la misión de Cristo: liberar a las personas
de sus angustias, curar enfermos, dar la vida al que está muerto.
Este aspecto de la misión de Jesucristo está en todo el evangelio, en sus acciones y en sus
palabras: “no llores…, no tengas miedo…., no te preocupes… no te condeno: vete, tus
pecados te son perdonados…, vete en paz y sé curado…”
La libertad que Jesús da a toda persona que cree en El es un don. Nuestra misión como
cristianos es compartir ese don con los demás y ayudarles a encontrar a Cristo.
Pienso que cada cristiano es responsable de su fe. Eso requiere por nuestra parte atención a
nuestras palabras y acciones también a las de nuestras iglesias y comunidades. ¡Es muy
fácil derivar hacia lo que no es cristiano!
Para acabar quisiera decir que cuando es necesario es importante saber cuestionarse a sí
mismo y repreguntar a nuestra fe y su contenido. Aceptarlo todo ciegamente sin reflexionar
es algo muy peligroso. Ponerse a sí mismo en cuestión no es un pecado es algo normal,
sobre todo si se nota que hay un problema. La apertura y la libertad de pensamiento son
indispensables a la fe. Jesús no echó jamás a los que dudaron de él. Respondió a las
preguntas de Juan Bautista e incluso se dejó tocar por Tomás.
Aproximación cognitiva
Por Jacques Poujol
Introducción
En todos los casos, la espiritualidad es utilizada como medio que permite obtener de
alguien una obediencia a ciertas “normas”. Algunos manipuladores espirituales no son
conscientes del mal que hacen. No actúan con la intención de dañar a otros pero su
comportamiento es claramente abusivo, el resultado es el mismo para la víctima. La
constante de todo abuso espiritual es que la víctima se encuentra que es objeto de deseo del
responsable y por tanto negada en su condición de sujeto que desea.
Conviene identificar y denunciar las situaciones de abusos espirituales pero no hay que
confundir todo ejercicio de autoridad con un abuso. Ejercer una responsabilidad en el
marco de un contrato relacional bien definido y claramente explicado, éticamente y
clínicamente equilibrado no es ningún abuso. Por ejemplo, recordar a las personas
implicadas en un contrato los términos del mismo no constituye un abuso espiritual,
exhortar a los miembros de un grupo a respetar mejor ciertos ritos del grupo no es abuso,
enseñar las exigencias éticas de la Biblia en el marco de una comunidad eclesial tampoco.
Pedir a un responsable que abandone su puesto a causa de problemas emocionales, éticos o
espirituales no gestionados, no es un comportamiento abusivo. Confrontar de manera
adecuada a un cristiano con la cuestión del pecado no es un abuso.
Quiere hacerte el bien a pesar de ti mismo. Manipula a los demás en nombre de intenciones
que son irreprochables según él. El fin justifica los medios en este caso, los medios sin
embargo son poco recomendables. Esta actitud la encontramos en una cita de Rousseau: “le
forzaremos a estar de acuerdo”. Es difícil determinar donde está la buena intención y donde
comienza la manipulación. Por ejemplo, el responsable de una iglesia local quiere reclutar
algunas personas de más en el equipo que se ocupa del acompañamiento de adolescentes y
jóvenes. Invita a una pareja joven a su casa con la intención secreta de confiarles esa
responsabilidad. Alrededor de una buena mesa y en un marco más íntimo les confía en tono
de confidencia que conoce su gran valor, que le gustaría que se comprometieran más: luego
como un paréntesis accidental, menciona que en ese momento hay una necesidad para la
juventud a la que no sabe como responder. ¿No será quizás una posibilidad de servicio
traída por Dios? Estas personas se encuentran en la trampa de una manipulación que se dice
benévola. El manipulador no se preocupa del completo desarrollo de esas personas y
privilegia el buen funcionamiento de la institución. Su manera de proceder consiste en no
decirlo todo. Piensa que la gente a su alrededor no es capaz de comprender la verdad, y que
hay que protegerla ocultando una parte.
En realidad, las personas a las que el manipulador superprotector ayuda son su “muleta”:
ellas le permiten compensar algunos de sus problemas. Su identidad personal se confunde a
menudo con su función en la iglesia local. Es dependiente de ella y necesita este
comportamiento abusivo para hacer frente a sus dificultades, a menudo sin darse cuenta.
el que abusa tiene una mala imagen de sí mismo y una no comprensión de su vivencia
emocional, a menudo como consecuencia de una herida de la infancia, tiene complejos.
desconoce la psicología relacional (por ejemplo el fenómeno “transfer/contra-transfer”, las
leyes de funcionamiento de un grupo.
no tiene en cuenta sus necesidades y motivaciones inconscientes que disimula bajo motivos
de valor espiritual. Por ejemplo, no dice que sufre la pérdida de su madre pero explica que
tiene un ministerio de acogida y que le gusta estar rodeado para ayudar a los demás. En
lugar de aceptar su necesidad de compañía para atravesar esa prueba, le da un barniz
espiritual a la herida.
El egocéntrico
Aquí la manipulación es a beneficio del ego del responsable que sufre (él también) de un
déficit de estima de sí. El egocéntrico se sirve de otros para nutrir su yo narcisista mal
construido. Le falta reconocimiento desde su infancia y espera de otros gestos de atención
para llenar esa carencia. Esto viene a reforzar, a nutrir su nefrosis y tranquilizar su
ansiedad. Para ello se sirve de su poder, de su fama, de su imagen. Por supuesto nunca lo
dice así. Pero la iglesia local es un lugar en el que las ocasiones de ser responsable le van a
ofrecer un medio para calmar su herida. Olvida que nadie es capaz de dar a la edad adulta
lo que le faltó en la infancia.
La consecuencia de esta manipulación narcisista es que crea a su alrededor como una corte,
un entorno que le proporciona signos de reconocimiento. En contrapartida rechaza a los que
no le “alimentan” o no lo suficiente organizándose para echarlos del sistema. No le gusta la
competencia ni la sombra que le hacen otros. En el fondo, compensa su herida narcisista
rodeándose de otros que desde ese momento no pueden existir para sí mismos en esa
relación. Necesita funcionar así para vivir su patología. El abuso consiste aquí en que las
personas de su entorno nunca son escuchadas ni tomadas en consideración por sí mismas
sino para servir al egocéntrico.
El perverso narcisista
La víctima de abuso espiritual puede confrontarse a uno de esos tres tipos de abusadores o
encontrarse en un sistema abusivo. Del mismo modo, el abusador actúa solo o dentro de un
sistema abusivo. En este caso, alguien que no tiene la personalidad abusadora pero que
funciona dentro del grupo puede comportarse como tal.
¿Cuáles son las características de este sistema? Hay ciertos puntos en común en todos:
Obediencia y sumisión como verdades primeras. Son las dos virtudes que demuestran una
santificación cierta. Está prohibido, casi como si fuera blasfemia hacerlo, cuestionar el
funcionamiento de los responsables del grupo.
Dominio, control de las emociones y sentimientos del fiel: se le pide pensar lo que piensa el
grupo y sentir lo que se le pide que sienta. Por ejemplo si todos los cantos de una reunión o
de un oficio hablan de alegría, no hay lugar para otro sentimiento, es prácticamente
obligado alegrarse porque el momento previsto para hacerlo.
Devoción: es virtuoso el que se entrega siempre a los demás, no se enfada, no contesta y
aprueba lo que dicen los responsables.
Perdón “de saldo”: la persona es invitada a perdonar a los que la ofenden sin que estos se
arrepientan, incluidos los responsables.
Lectura de la Biblia no “cristo-céntrica” sino “eclesio-céntrica”: no es Cristo el prisma por
el que se interpreta las Escrituras sino el grupo cristiano, con sus normas, está en el centro
de la lectura de la Biblia como intermediario exclusivo entre Dios y el fiel. El cristiano no
escucha el texto sino al grupo que le indica cómo comprender el texto a su manera.
Los sistemas abusivos se articulan, de forma esquemática, alrededor de “escenarios”. Un
“escenario” es un sistema de creencias que dan estructura al grupo y un modo de
funcionamiento determinado. Es un “prêt a porter” colectivo, un proyecto global que da a
cada uno su lugar, su función, una identidad. Por ejemplo, si una parroquia es una familia,
hay quien tiene el papel de padre, madre, de niño… Un “escenario” tiene siempre una parte
de verdad que hace que se adhiera a él. En este ejemplo familiar, hay una parte de verdad
(Dios lleva el nombre del Padre, nosotros somos hijos adoptivos en Cristo) pero vivir toda
la organización de un grupo cristiano según el esquema familiar es una interpretación
excesiva de una metáfora teológica. Ahora bien, cuando el grupo funciona según el
escenario, hay un problema mayor: la culpabilidad subyacente. En efecto, para retomar
nuestro ejemplo de escenario “familiar”, ¿cuándo ocurre que la parroquia y cada miembro
hacen lo suficiente para ser una buena familia? En cuanto algo no funciona, los
responsables explican que es porque los miembros del grupo no están suficientemente
conformes con las ideas y exigencias del “escenario familiar”. Por tanto cuanto más
intentan los miembros conformarse con el escenario, más culpabilizados son y más se abre
la puerta a los abusos.
Nos interesaremos en tres escenarios particularmente corrientes en los grupos abusivos. Los
tres presentan la misma carencia: ponen el acento sólo en lo que une y en lo que hace
parecido. Ahora bien una identidad equilibrada necesita de dos polos para construirse:
diferencia y parecido. La identidad es en efecto constituida de dos elementos que se
conjugan hasta el infinito, en qué me parezco y en qué me diferencio.
“¡Esto es la guerra!”
La corte de Versailles
Este escenario despliega todo el decorado del rey Luis XIV, el Rey Sol. Dos expresiones
resumen el reino despótico y fastuoso de este soberano: “El Estado soy yo” y “un rey, una
nación, una fe”. En este funcionamiento lo más importante es lo que hace y piensa el rey: el
rey predica, el rey profetiza, el rey piensa, el rey decide, en resumen, todo se articula
alrededor de una transferencia “real” en los dos sentidos de la palabra. La organización está
calcada de la corte de Versalles con nobleza, relaciones feudales, el pueblo. Están los que
pertenecen a la corte y los exiliados del reino, castigados en presencia del rey. Este
funcionamiento cortesano se reproduce en todas las actividades, en todos los niveles, hasta
en la vida privada. La información es destilada de manera condescendiente. Las
nominaciones se hacen por herencia (Reina Madre, Delfín….) y por feudalismo. La iglesia
local es patriarcal, no hay democracia ninguna: el rey tiene poder por derecho divino, es
imposible oponerse a él, porque hacerlo sería oponerse a Dios, a su Ungido. Los conflictos
no están permitidos, sería un crimen de lesa majestad. Se puede consultar al pueblo a través
de “cuadernos de quejas”. La talla y la belleza del edificio reflejan la grandeza del rey (“por
la gloria de Dios”). En tal sistema, no se puede más que ser súbdito del rey y no de sí
mismo.
En esta configuración, el pasado se valora más que el presente, en él está todo lo que hay
que hacer: métodos de trabajo, de evangelización, hombres ilustres (“de los comienzos”),
sus principios de vida. Se habla mucho del regresos a los buenos viejos tiempos, a la edad
de oro mítica, la de los grandes héroes de la fe Calvino, Wesley, Booth, o de los fundadores
de órdenes religiosas. Lo que fue es lo que debe ser. En este escenario, los mitos (creencias
erróneas enraizadas) son muy fuertes. Se dice que “el pasado era duro, pero había
dedicación mientras que ahora…” La gran pregunta: ¿Seremos dignos herederos? El
sentimiento que domina es el de guardianes del templo, nutridos por una lectura negativa
del mundo y de las mutaciones de la sociedad. Todo cambio propuesto en el
funcionamiento del grupo, en el escenario se siente como si se dejara entrar “el espíritu del
mundo”. Los locales están hechos según esa imagen, también los cantos y las oraciones.
Las nominaciones a las diversas responsabilidades son a menudo borrosas y deben en todo
caso referirse a los padres fundadores.
Un grupo regido según uno de estos tres escenarios genera abusos.
Grupo disfuncional:
En esta perspectiva la comunidad se presenta como intermediario necesario entre Dios y yo.
Mi relación con él pasa a la fuerza por el grupo. Es lo que llamamos una lectura y un
funcionamiento “eclesiocéntricos”.
Grupo equilibrado:
Aquí el grupo y sus responsables no son los mediadores forzosos entre Dios y la persona
como en el primer esquema. El cristiano funciona en el seno de una organización triangular
que implica una relación entre Dios y él, entre los responsables y él y también entre Dios y
los responsables. Así el grupo permite a los cristianos vivir su fe en seguridad conservando
su creatividad. Este funcionamiento permite respetar las dos necesidades fundamentales del
ser humano, la seguridad y la creatividad. La creatividad corresponde a la libertad de ser
uno mismo estando en relación con otros. La seguridad concierne a los ámbitos físico,
psicológico, espiritual, persona y colectivamente. Una comunidad equilibrada se ocupa
tanto de la seguridad como de la creatividad de sus miembros.
El cebo es la necesidad que la persona siente, por ejemplo, una necesidad de protección
frente al sufrimiento; en el grupo se le propone una solución que en un primer tiempo
parece responder a esa necesidad. En un segundo momento, esta solución es el problema
que impide salir de la trampa. Por ejemplo la protección que se busca tanto está en realidad
asegurada por una doctrina tajante, atosigante (mentalidad sin matices en blanco y negro,
división del mundo entero en buenos y malos). Al principio, la persona se siente segura,
está al lado de los buenos, pero cuando quiera evolucionar, crecer y salir de ese medio, la
propia doctrina se lo impedirá.
La víctima no tiene por sí misma culpa de tener necesidades o heridas. El mensaje bíblico
habla a favor de una solicitud hacia los que están en la desgracia, los heridos de la vida
tanto en el plano físico como emocional. El culpable en este proceso es el grupo
disfuncional que a partir de esta debilidad aprisiona a la persona en la trampa.
Esto explica la entrada de la persona en el sistema. Pero ¿Por qué la víctima se queda una
vez que ha descubierto la realidad?
Volvamos sobre los factores que desaniman a la víctima a abandonar un grupo abusivo y
por los que continúa dejándose abusar:
La víctima tiene miedo de equivocarse si decide marchar. Teme que irse constituya una
desobediencia a Dios. El miedo se refuerza por la enseñanza inculcada en el grupo, “aquí
está la verdad”. Tiene miedo también de perder sus relaciones amistosas en el seno de la
iglesia local pues ha visto como se trata a los que se van y con quienes se rompió todo
contacto. Por otra parte, no sabe crear relaciones nuevas, ha roto más o menos los contactos
exteriores con el grupo y teme encontrarse sola.
Teme el conflicto, percibido en los grupos disfuncionales como diabólico y egoísta.
Cree que tiene los medios para hacer evolucionar el sistema, que las cosas van a mejorar,
que la reforma es posible.
No es verdaderamente halagador reconocer que han abusado de la confianza de uno. El
sentimiento de vergüenza, de humillación, paraliza a la víctima. Se pregunta si es normal o
si quizás, no es ella la causa del problema… sobre todo si la responsabilidad del problema
le es imputada.
La víctima conoce mal los mecanismos del sistema abusivo y no comprende dónde está.
Los responsables de la comunidad abusiva utilizan a menudo cinco lemas para impedir a la
gente la salida, aniquilar la crítica y culpabilizar a las víctimas. Son mensajes que se apoyan
sobre extractos bíblicos falsamente interpretados. Los utilizan fuera de contexto y los
atribuyen sin escrúpulo al contexto de la situación de las víctimas. Constituyen un
contrasentido evidente:
“No toquéis al Ungido del Eterno”, se utiliza como prohibición de contradecir o de dudar
de los responsables, o incluso de preguntar.
“No abandonéis la asamblea” se usa para criticar a los que se van, para movilizar más la
asistencia a las reuniones, para impedir hablar con otros cristianos o para desanimar la
participación en otro grupo.
“No juzguéis y no seréis juzgados… ¿Quién eres tú que juzgas?” cortocircuita todo espíritu
crítico o simple cuestionamiento o denuncia de actos reprensibles.
“Perdonad”: todos los pasajes bíblicos sobre el perdón son releídos en la óptica de perdonar
a los responsables abusivos sin que se arrepientan ni cambien de actitud.
“Sed sumisos”: los responsables tienen razón a la fuerza, la sumisión es la única actitud que
Dios desea para los fieles, sobre todo para las mujeres.
Este uso abusivo de la Biblia mantiene a las víctimas en la trampa, en el seno del grupo.
Mala autoimagen, identidad deformada, ligada a una vida espiritual construida sobre la
culpabilidad, la vergüenza y la negación de los deseos personales.
Mala imagen de Dios: la víctima lo percibe como un Ser exigente, imprevisible, nunca
satisfecho, que fija objetivos inaccesibles, severo, dispuesto a castigar y humillar
funcionando con el modelo “te doy para que des”. Cree que el Espíritu se retira con el
mínimo pecado como una señal de alarma espiritual que se dispara en cuanto hay un
mínimo mal pensamiento. Por lo mismo, está convencida de que el diablo está siempre al
acecho para aprovechar cualquier asomo de debilidad e invadir. El cristiano abusado duda
de que Dios sea su abogado, lo ve más bien como acusador.
Obsesión por el cumplimiento religioso de ciertas oraciones, ayunos, limosnas, presencia en
reuniones… La víctima busca trucos para que Dios se mueva. Si no se mueve, si no
escucha, es que le falta fe. Su temor mayor es disgustar a Dios.
Amalgama entre Dios e iglesia local, entre el discurso de los directores y la voluntad de
Dios.
Dificultad en poner límites, en decir No sin sentirse culpable. La víctima ha aprendido a no
poner límites porque debe renunciar a sí misma.
Dificultad en confiar: la desconfianza gana a la vigilancia.
Falta de comprensión o ignorancia de los textos bíblicos, en particular de los que describen
nuestra identidad en el marco de la alianza.
Confusión entre la buena culpabilidad, ligada a la transgresión de un mandamiento divino y
la vergüenza. Esta culpabilidad es un indicador útil para señalar que tenemos un mal
comportamiento. Al contrario la vergüenza constituye una acusación de nuestra propia
persona. En un grupo abusivo, la víctima tiene vergüenza, incluso si no ha hecho nada
malo. La vergüenza se convierte en la base de su conducta.
En resumen, la fe de esa persona es tóxica, actúa como un veneno que le intoxica cada día
en las diferentes facetas de su vida.
Toma de conciencia
Precisemos que esa etapa es verdaderamente difícil para la víctima. Es doloroso reconocer
que se ha abusado de uno a causa de la vergüenza, cólera y desprecio que se siente. Cada
vez que el abusado intenta trabajar sobre sí mismo tiene la impresión de pagar otra vez el
hecho de que se haya abusado de él. Tiene la impresión de revivir lo que pasó cuando en
realidad le gustaría olvidarlo.
El acompañamiento comienza por esa toma de conciencia. Curar los efectos negativos de
los abusos en la vida de la persona no sirve para nada mientras ella misma no se da cuenta
de que está en un sistema abusivo. Hablar de sufrimiento no le sirve a la víctima. Admitir el
abuso marca el principio de la liberación. Tiene que conseguir decir: “Ninguna debilidad
justifica que se abuse de mí.”
Cuando hay esa toma de conciencia, hay que tener cuidado en no dar respuestas hechas a
sus preguntas (por qué Dios ha permitido esto, por qué la maldad de esa gente, sin embargo
se van a salvar…), respuestas que sean prefabricadas, frases hechas que ahorran el pensar.
Ahora bien, la persona tiende a esperar un comportamiento abusivo, autoritario. Incluso
está tentada de meterse en otro grupo abusivo. Al acompañante espiritual le pide respuestas
hechas, decisiones tomadas en su lugar. No hay que ceder a esta facilidad sino permitirle
hacer un trabajo cognitivo con el fin de renovar su forma de pensar. Ha sufrido fuertes
manipulaciones mentales, necesita encontrarse y reconstruirse.
El trabajo de reconstrucción
Con la toma de conciencia de haber sufrido un abuso, la víctima tiene que trabajar al nivel
de las falsas creencias. Hay que explicarle el sistema abusivo, porqué y cómo entró y
porqué se quedó. Estos son los esquemas anteriormente descritos. En esa etapa debe
reencontrarse con los sentimientos que hubiera debido experimentar en el momento del
abuso pero que hubo de reprimir. El principal es el de cólera. Hasta ahora la ha rechazado y
negado, por lo que tiene un sentimiento de vergüenza, porque la vergüenza y la cólera son
contrarias.
Esto es lo que sentí y nunca dije ni viví en su momento, lo que rechacé y que ahora quiero
vivir y sentir.
Esto es lo que produjo el abuso espiritual en mi vida de pareja, de familia, social…
Esto es lo que me gustaría decir a los responsables de ese grupo y que reconocieran hoy. El
perdón es con esa condición.
La víctima debe ser consciente de que es raro que los que abusan se arrepientan y
reconozcan sus equivocaciones. Este reconocimiento implicaría una salida del sistema de
los responsables. Sin embargo, la víctima debe pasar por esta etapa, debe enunciar lo que le
gustaría oír pues eso le permite ceder y poner ese problema en manos de Dios que es quien
juzga justamente.
Fui víctima de un abuso espiritual, esto es un crimen contra mi persona, incluso si entré
voluntariamente en el grupo.
No soy responsable de este abuso, a pesar de lo que haya vivido de positivo en ese grupo o
con tal persona.
Los perjuicios que he sufrido interaccionan unos con otros: lo espiritual con lo emocional y
lo psicopatológico, todo tiene un efecto devastador múltiple.
No debo cubrir mi pasado con el olvido, la vergüenza o el secreto. Debo hacerle frente para
sentirme mejor.
No soy responsable del futuro del sistema del que salí. Dios no reprocha a las personas su
ignorancia. No puedo ser responsable del mal que cometí cuando estaba en el sistema
abusivo. Sin embargo, puedo reconocer sus efectos sobre la gente y asumir las
consecuencias.
Aprender a salir de un sistema abusivo
Revuelta
Reforma
Revolución
La revuelta de la víctima es justa y tiene base. Sin embargo debe comprender que la
reforma no es posible. Si no se convence de ello sigue prisionera de sus creencias incluso
aunque se aleje físicamente del grupo. De hecho necesita una revolución en el sentido
copernicano, hacer su revolución, es decir, salir del sistema.
Si piensa que es indispensable encontrarse con los responsables del grupo abusivo más vale
que lo haga acompañada. Este encuentro debe tener lugar por petición suya y con
condiciones. No tiene como objeto ser un ajuste de cuentas sino un momento en el que la
víctima expresa su sufrimiento, por no haber sido escuchada y comprendida, por haber sido
objeto de abuso. En realidad lo que cuenta para ella es la justicia, no buscar hacer justicia
sino trabajar por la justicia. No se trata de un encuentro de reconciliación o de petición de
perdón por su parte puesto que es víctima y no culpable. El perdón representa una etapa
ulterior posible, si los responsables del abuso reconocen sus equivocaciones con ella. Este
encuentro podría permitir soltar la presa y seguir serenamente hacia delante.
Conclusión
Parafraseando a Martin Luther King, preguntémonos si el silencio y la indiferencia de
numerosas iglesias frente a los abusos espirituales no son tan chocantes como el
comportamiento de los que abusan.
Más allá de la cuestión de los abusos espirituales, más allá de los sufrimientos personales
de las víctimas, son cuestiones más generales las que se le plantean a la Iglesia.