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PARCIAL II DE DAM

PARTE TEORICA

a) Si hablamos de recursos humanos, corresponde a las provincias el dominio originario


de los recursos naturales existentes en su territorio. El ejercicio del dominio y la
jurisdicción sobre los recursos naturales ubicados en el territorio provincial, incluyendo
los recursos y bienes ambientales ubicados en el mar territorial hasta una distancia de 12
millas marinas medidas desde la línea de base, son materia inherente a poderes
reservados y como no existe subordinación de las provincias al gobierno federal en
materias reservadas, inevitablemente la relación Estado Nacional-Estados provinciales
es de necesaria coordinación interjurisdiccional y política. Cuando nos referimos al
alcance de lo que corresponde a las Provincias en cuanto al dominio de los recursos
naturales existentes en su territorio, la Comisión interpreta que el territorio comprende
tanto al suelo como al subsuelo, el espacio aéreo y el litoral marítimo. También los
recursos renovables o no. Habiéndose dictado la Ley N° 25675 Ley General del
Ambiente, presupuestos mínimos, hay un punto de partida común en esta ley a partir del
cual se unifican las políticas nacionales sobre cada una de las materias que pueden
merecer además una consideración especial cuando se trata de la explotación de
determinados recursos naturales y donde rigen, además de la legislación nacional,
convenciones y tratados internacionales.

B) La propiedad superficiaria es la que da el derecho de hacer y mantener una


construcción sobre el suelo o el subsuelo de otros. La superficie no se refiere al estrato
de la corteza terrestre, esto es, el suelo o la facies de la tierra que está en contacto con el
inicio del espacio atmosférico, sino a lo que estando incorporado al suelo (construcción,
plantación o forestación) emerge del suelo; esto es, el sobresuelo (superfaciem).

La propiedad minera es aquélla producto de la obtención selectiva de los minerales y


otros materiales de la corteza terrestre. Las minas son bienes de propiedad del Estado,
de las provincias o de los municipios, sin perjuicio del dominio de los particulares sobre
la superficie de la tierra. Sin embargo, se reconoce a los particulares el derecho a buscar
minas, aprovecharlas y disponer de ellas como dueños: esto se establece por concesión
legal y tiempo ilimitado, formando una propiedad distinta de la del terreno en que se
encuentra, aun cuando se rija por iguales principios que la propiedad común.

En la República Argentina la propiedad de las minas y el derecho de exploración y


explotación están reglamentados por el Código de Minería, que rige para todas las
provincias de la República Federal.

El Estado tiene derechos soberanos y jurisdiccionales sobre las minas, estableciéndose


un "dominio originario". Pero no puede explotarlas ni disponer de ellas sino conforme
se establece en el Código de minería.

La propiedad minera se rige por los mismos principios de la propiedad común, salvo
disposiciones especiales del Código de minería (art. 11). Nos encontramos con dos
propiedades: la propiedad superficiaria y la propiedad del subsuelo que el Código de
Minería reconoce al descubridor.
C) La biodiversidad plantea un desafío al Derecho. El objetivo consiste en proteger la
totalidad de la biodiversidad con un criterio unitario, aplicando un mismo sistema de
defensa. Se trata de fomentar la conducta de cuidado y prevención en el ciudadano y
brindarle la mayor información posible, otorgar una acción, evitar la reducción y
amenazas con respecto a toda la biodiversidad en el país. Asegurar la diversidad y
supervivencia de todas las especies y el respeto de su hábitat y modo de vida.El objetivo
se vería frustrado si, mediante distintas normativas, se intenta proteger por separado a
cada tipo de planta o una especie determinada de animales. En Argentina, podemos
encontrar leyes referidas a la fauna, distintas de aquellas que regulan la fauna silvestre.
Otras normas recaen sobre los recursos vegetales y otras sobre producciones del agro.
Cada normativa crea una autoridad de aplicación y no contempla una necesaria
coordinación con las demás. Los únicos criterios unificadores aparecen en lo
relacionado a parques nacionales y áreas protegidas y cuando se sancionan leyes sobre
recursos naturales y el medio ambiente.

En 1992 en Rio de Janeiro se elaboro el convenio internacional sobre la conservación de


la biodiversidad llamada LA CONVENCIÓN DE PROTECCIÓN DE LA
DIVERSIDAD BIOLÓGICA DE LAS NACIONES UNIDAS que desea crear una
verdadera conciencia en los países sobre la protección de la biodiversidad para formar la
legislación necesaria para su cuidado. Argentina aprobó esta convención mediante la ley
24375.

D) LA PRODUCCIÓN ORGÁNICA EN ARGENTINA

La Argentina fue el primer país de toda América (incluidos EE.UU.y Canadá) en tener
Normas Oficiales de Producción Orgánica.

Las primeras normas fueron elaboradas por funcionarios del ya disuelto IASCAV
(Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal) y miembros del sector privado
orgánico. Estas fueron sancionadas en el año 1992 a través de la resolución 423/92. Un
año después la Secretaria Nacional de Sanidad Animal (SENASA) hizo lo propio
mediante la resolución 1286/93 en relación a los productos animales. En el año 1997
Argentina fue reconocida por la Unión Europea como país equivalente para ingresar
directamente producción orgánica, junto con Australia, Hungría, República Checa,
Israel y Suiza. Esto implica ser reconocido como un tercer país aprobado por la
Comisión Europea por tener estándares y medidas de control equivalentes a las de la
UE. Actualmente existen trece empresas certificadoras en el país, algunas autorizadas
para certificar sólo vegetales, otras, sólo para producciones de origen animal y
finalmente la mayoría para ambas producciones. Todas certifican para el mercado
interno pero sólo tres de ellas están reconocidas para las certificaciones con destino
internacional. El reconocimiento de país equivalente ha permitido abrir nuevos
mercados, como el de Israel o Suiza, que como son también equivalentes reconocen a la
Argentina como tal para operar en su mercado. Asimismo, se está iniciando el diálogo
con Corea y está a punto de lograrse la equivalencia con Japón. Además, cinco empresas
argentinas han sido acreditadas por el USDA para certificar productos con destino a
EEUU, un mercado que se está ampliando considerablemente. También existen
certificadoras habilitadas por el estado de Québec, Canadá, que constituye un
importante mercado potencial en el cual los productos argentinos arriban en
contraestación.
En 1999 se sancionó la Ley Nacional de Producciones Orgánicas -ley Nº 25.127-, que
establece la creación de una comisión asesora en el ámbito de la SAGPyA. La misma
tiene como funciones asesorar y sugerir la actualización de las normas vinculadas a la
producción ecológica y debe estar integrada por representantes de la mencionada
Secretaría, de otros organismos públicos y de organizaciones no gubernamentales. Esta
norma también se compromete a impulsar la apertura del nomenclador arancelario para
discriminar la comercialización de los productos orgánicos. En el año 2001 es
reglamentada por dos Decretos del Poder Ejecutivo: con el primero se crea además el
Programa Nacional de Producción Orgánica (PRONAO) -un amplio plan para promover
los productos orgánicos en el mercado interno, incrementar el número de productores,
abrir nuevos mercados y crear un consumidor informado-, mientras que con el segundo
se pone en funcionamiento la Comisión Asesora. En vista de las confusiones que trae
aparejadas la existencia de dos reglamentaciones para una misma ley, una de las tareas
de la Comisión en el futuro es confeccionar un solo decreto reglamentario sobre la base
de los dos existentes -el 97 y el 206 del 2001-.

La Comisión comenzó sus actividades a principios de 2004 y en la actualidad se


encuentra en pleno funcionamiento.

E) PROPIEDAD DE LOS SEMOVIENTES

La nueva ley 22.939 instaura un régimen doble para acreditar la propiedad de los
semovientes. Para los animales de pura raza prevé la inscripción en los registros
genealógicos; pero sólo con un efecto perfeccionador del título de adquisición, es decir
declarativo. Dicho régimen para los animales de pura raza, prescripto por la ley 22.939,
no se hace aplicable a los caballos pura sangre de carrera que ya tienen su regulación
específica a través de la ley 20.378, cuya inscripción de dominio o de cualquier otro
acto jurídico sobre los mismos, es de carácter constitutivo. La ley 22.939 legitima la
marca o señal, en todo el territorio de la Nación, como presunción de propiedad del
ganado. Presunción que puede ser destruida con prueba en contrario y que se aplica sólo
cuando el diseño de la marca o señal se encuentra registrado a nombre del poseedor,
haciéndola extensiva asimismo a las crías no marcadas ni señaladas que estén al pie de
la madre.

LOS BIENES SEMOVIENTES.

Es decir, el ganado, son también obviamente, muebles. Pero en estos casos, la propiedad
se determina por la marca o la señal que lleven, debidamente registrada. El Código
vigente no contiene una norma expresa sobre el modo de adquirir la propiedad de los
semovientes, como sí lo hacía el derogado que, en su artículo 891º, decía: " La marca o
la señal en los ganados que la lleven, prueba la propiedad de quien la tiene registrada a
su nombre conforme a las leyes que se dicten". En el supuesto de que estos semovientes
haya sido enajenados o transferidos sin tener marca o señal, y tratándose de ganados
robados o perdidos, procedería la reivindicación, según lo dispuesto por la parte final
del artículo 948º.

Pero como los semovientes son bienes muebles, aun tratándose de animales marcados,
tanto el ladrón como el tercero adquirente podrán adquirir la propiedad de los mismos
dentro del término prescriptorio, que será de a cuatro años, puesto que existe mala fe.
PARTE PRACTICA

a) En la ley 13.246, la concepción clásica del dominio debía ser sustituida por otra que
reconociera la función productiva y social del derecho de propiedad. El orden publico
aparece definido en la ley que en el art. 1 expresa: “los preceptos de esta ley son de
orden publico, irrenunciables sus beneficios e insanablemente nulos y carentes de todo
valor cualesquiera cláusulas o pactos en contrario o actos realizados en fraude a la
misma ¨

La necesidad impostergable de tutelar la producción, es proteger igualmente a la parte


económicamente más débil de la relación contractual, asegurándole la estabilidad en el
predio y condiciones de vida y trabajos dignas.

No tiene vigencia el principio de irrenunciabilidad de los derechos cuando se ejercen


abusivamente. El arrendatario puede renunciar a su locación no obstante su derecho a
continuarla sobre la base de la ley de orden público que prorroga el contrato y la
intención de renunciar a los derechos, no se presume. La ley sanciona con la nulidad los
pactos o cláusulas que contraían sus disposiciones imperativas, ya que con ellas se
pretende proteger al productor y hacer imposible el abuso de quien detenta la propiedad
de la tierra. Debe reputarse como no escrita solo la cláusula que adolece del vicio, cuyo
cumplimiento no podrá ser exigido por el arrendador. El art. 17 de la ley 13.246
enumera distintos supuestos, que posibilitan un verdadero estado de dependencia del
arrendatario respecto del arrendador, cláusulas nulas como es el caso que podría llegar a
encuadrar aquí: contratar la ejecución de labores rurales incluidos la cosecha y el
transporte, o la adquisición o utilización de maquinarias, semillas y demás elementos
necesarios para la explotación del predio, o de bienes de subsistencia, o con persona o
empresa determinada “. Es decir, cuando se establece que tanto Verde como su familia
deben realizar los trabajos que le encomiende Altamirano en el campo. Por lo tanto, ese
contrato no tendría validez. Otra de las características, es que en el contrato debe
indicarse naturalmente el precio convenido (en este caso $1500 por mes), la fecha, lugar
y forma de pago, estableciéndose si es por periodo adelantado o vencido.

Si analizamos la segunda parte del contrato en donde Verde y su familia deben realizar
trabajos que les encomiende Altamirano sobre el resto del campo en donde no había
contrato de arrendamiento, aquí no existe cesión del uso y goce del inmueble, no se
detenta la tenencia del predio, que continua en poder de Altamirano. El que realiza el
trabajo rural se encuentra en una relación de subordinación o dependencia jurídica,
económica y técnica respecto del titular de la explotación. Ello no obsta para que de
mutuo acuerdo se convenga en el contrato que la explotación se realizara de
determinada forma, debiendo ajustarse la misma a una cierta técnica cultural y
supeditarla a las leyes y reglamentos agrícolas y ganaderos

b) Sobre los contratos agroindustriales, la nueva agricultura permite la integración entre


empresas agrícolas y empresas industriales o comerciales. La coordinación de
actividades entre empresarios que desarrollan una misma o distintas actividades
económicas la doctrina lo denomina INTEGRACION.-Que es horizontal cuando se trata
de empresarios agrícolas y verticales cuando se trata de productores que pertenecen a
distintos actores. Es una relación en la que existen obligaciones reciprocas. Una de las
características de este contrato parece ser el desequilibrio que se produce entre la
empresa agrícola y respecto de la industrial, lo que supone la necesidad de corregirlo
mediante una normativa que asegure la autonomía jurídica y económica del agricultor,
por causa de la superior fuerza económica del comerciante o industrial que constituye
generalmente una empresa de grandes dimensiones.

El contrato de Maquila: se calificaba al régimen propuesto como una suerte de


“aparcería agraria” entre el cañero y el ingenio, o como una especie de “contratación
agroindustrial”, por la cual el cañero entrega la caña para su procesamiento al industrial
con el objeto de repartirse los frutos. La participación del cañero estaría amparada por
certificados de depósito o warrant, que servirían para garantizar créditos y posibilitar la
comercialización.

Existe una distribución del azúcar elaborado en un porcentaje determinado por las
partes. No se trata de un contrato agroindustrial ya que no existe otra obligación para el
maquilero que la de elaborar la caña recibiendo como pago un porcentaje determinado,
y no existe el complejo de obligaciones de dar y de hacer que tipifican a este contrato.
Falta en rigor la reciprocidad.

En el caso que se nos plantea, Bernardito hace valer sus derechos como productor
cañero, y al no haber sido distribuida el azúcar obtenido prevalece su derecho frente al
del tercero que le iniciara juicio al Ingenio. O sea, que el productor agropecuario
mantiene en todo el proceso de transformación la propiedad sobre la materia prima y
luego sobre la porción de producto final que le corresponde. El procesador o industrial
(propietario del ingenio) asume la condición de depositario de los productos finales de
propiedad del productor agropecuario, debiéndolos identificar adecuadamente; Estos
productos estarán a disposición plena de sus titulares o sea de Bernardito.

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