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Grupo Leyendas Oscuras

Traductores

Sonia Blake - Yocasuri - Eli25 - Analo - Ishtarwicca - Ixchel - Roux Maro - Lobrizever - Carma
- Tara Belikov - Rihano - Hecate - Mona

Corrección Final

Eli

Diseño

Madri
Capítulo 1

E l aire zumbaba con el bajo y la lujuria desenfrenada. Había venido al lugar correcto.

Ian MacPhie cruzó el almacén remodelado, sus pasos cayendo en el ritmo de los tambores. El
Horny Devils era el mejor lugar que podía pensar en encontrar a una mujer. La discoteca
estaba llena de ellas. Todas encantadoras y Vampiresas.

Brillantes luces roja y azul de laser pasaban rápidamente aquí y allí, poniendo en relieve a las
"damas‖ ligeras de ropa, rebotando los cuerpos mientras bailaban cerca del
escenario. Levantaron al ritmo de la música que golpeaba como un salvaje mar con marea
alta, y él fue succionado hacia ellas en una resaca codiciosa.

Una de las luces rojas zumbó por delante de él, destellando en su cara y lo cegó por unos
segundos. Un estallido de pánico lo atravesó. ¿Qué pasaba si ninguna de estas damas no lo
encontraba atractivo? ¿Y si había sufrido doce días de dolor agonizante para verse más viejo
y... feo?

Como vampiro no podía ver su nuevo rostro en un espejo. Había aparecido en unas cuantas
fotos digitales de la boda de Jean- Luc, o eso pensó. No reconoció al extraño hombre en las
fotos. Heather le aseguró que se veía bien, pero había sido una novia tan feliz, que pensaba
que todo y todos eran hermosos ese día.

Cuando la visión se reajustó, Ian se dio cuenta de que su momento de pánico no tenía
importancia. Ninguna de las señoras lo estaba mirando. Todas se plantaron en el escenario,
con sus miradas clavadas en el bailarín que desfilaba por la pista con una Warbonnet1 india en
la cabeza. La pintura de guerra en su pecho lampiño representaba una flecha que apuntaba
hacia el sur, donde un montón de plumas de águila, colocadas estratégicamente ocultaban su
wampum2.

Ian tomó una respiración profunda y evaluó la situación. Es cierto que las damas no lo habían
notado, pero realmente no había tratado de captar sus atenciones todavía. Estas jovencitas
estaban ciertamente en un estado de ánimo lujurioso, por lo que sus posibilidades
eran buenas. Era hora de poner su nueva cara a prueba.

1 Plumas sombreros de guerra (también llamado warbonnets o tocados )


2 Wampum o sewan es un cordel o cinturón de abalorios
Se metió en la multitud. ¿Ahora qué les diría? Jean-Luc había cortejado con éxito a
Heather utilizando su encanto e ingenio. Tenía que darse una oportunidad. ―Buenas noches,
señoras.

El rugido de la música era tan alto, tan sólo dos damas Vampiresas lo escucharon. Volvieron
sus cabezas y con audacia lo inspeccionaron.

―No está mal,― gritó una de ellas a la otra.

Ian les dio lo que esperaba fuera una sonrisa encantadora, aunque falló un poco cuando se
dio cuenta de que la segunda chica llevaba lápiz labial negro. Supuso que las jovencitas
modernas lo consideraban atractivo, pero le trajo recuerdos de la peste bubónica.

―Falda escocesa, que mono, ― gritó la chica de labios negros. ― Lindas rodillas.

―¿No eres bailarín? ― Gritó la primera muchacha.

―No. Permítanme que me presente. Soy Ian Mac…

―¡Oh, pensé que su falda era un disfraz! ― Se rió la primera chica. ―¿En serio te vistes así?

La chica de labios negros se unió a la risa.

―¡Tenemos que ver más que tus lindas rodillas!

Ian vaciló. Necesitaba una respuesta ingeniosa, encantadora. ―Estoy seguro de que podría
arreglarlo.

Desafortunadamente, su intento de burla coqueta pasó desapercibida. Un alza repentina del


tono de los gritos distrajo a las dos jóvenes, y se volvieron hacia el escenario. Las plumas
volaban, y de la multitud una mujer saltaba, decidida a atrapar un recuerdo volador.

―Con permiso. ― Ian trató de recuperar la atención de las chicas. ―¿Puedo invitarlas a una
copa?

―¡Esa es mía! ― La chica de labios negros empujó a la otra chica a un lado para que pudiera
atrapar una de las plumas.

Ian dio un paso atrás, consternado por cómo las mujeres se empujaban unas a las otras. Echó
una mirada al escenario y tragó saliva. Por todos los santos, las mujeres habían desplumado
al bailarín como a una gallina. Estas jovencitas modernas eran más agresivas de lo que se
había dado cuenta. Cuando se trataba de encontrar a un compañero, había asumido que sería
él quién iría de caza.
Ian se movió hacia atrás para evitar ser empujado por las frenéticas mujeres que querían
agarrar una pluma. Tal vez fuera una cuestión de tiempo. Sí, el tiempo era muy importante
cuando se caza una presa. Se sentaría y esperaría al momento oportuno. Tarde o temprano,
los bailarines tendrían que tomar un descanso, y tal vez entonces las damas serían más
fácilmente impresionables.

Y mientras, esperaría, fortaleciendo sus nervios con una bebida fuerte. Se dirigió hacia el bar.
Había descubierto todo. Estaba buscando a una chica que fuera honesta, leal, e inteligente. En
ese orden. Y por supuesto tendría que estar locamente enamorada de él.

Esta última parte era un poco difícil. ¿Cómo iba a conseguir que la chica perfecta se
enamorase de él? Dudaba de que sus supuestas lindas rodillas fueran suficientes.

La camarera tenía un teléfono en una oreja y la mano pegada a la otra para amortiguar el
volumen de la música. ―Claro, seguiré hablando. ¿Así que eres de California? Las tierras
santas, eso está muy lejos.

Dos chicas se materializaran a su lado. Habían usado el sonido de la voz de la camarera como
faro para ayudarles a teletransportarse al lugar correcto.

―Bienvenidas a Horny Devils. ― La camarera sonrió mientras colgaba el teléfono. ―¿Qué


les gustaría beber?

―Dos Sangres Dietéticas,― ordenó una de las chicas de California. Ella cerró su móvil con
carátula de piedras falsas, luego lo dejó caer en su brillante bolso.

La segunda chica señaló hacia el escenario. ―¡Oh, Dios mío, está caliente!

Las chicas se olvidaron de sus bebidas, y corrieron hacia el escenario.

Ian levantó una mano en señal de saludo. ―Buenas noches, señoras.

Ellas pasaran por su lado, sus miradas fijas en el indio que bailaba, reducido a sus últimas dos
plumas.

Ian suspiró. ¿A dónde había llegado el mundo cuando un hombre con buenas intenciones
tenía que competir con un stripper? ¿Cómo iba a impresionar a las jovencitas modernas? Tal
vez Vanda podría aconsejarle. Con su pelo púrpura de punta y la ropa ajustada, se había
convertido en una mujer muy moderna. Y de éxito, ya que las Vampiresas se
teletransportaban desde la costa oeste para venir a su club.

Ian se sentó en un taburete en la barra y recibió una brillante sonrisa de la camarera. La


señorita Cora Lee Primrose no llevaba aros en la falda y su cabello rubio rizado en
tirabuzones, pero aún se veía como una belleza sureña de la Guerra Civil.

―Hola, ―le saludó. ― ¿Cómo le gustaría probar lo último en Cocina Fusión?

―¿Hay algo nuevo? ― Había estado fuera durante mucho tiempo.

―Sí. Se llama Bleer. Sangre sintética mezclada con…

―¿Cerveza?

Cora Lee pareció decepcionada. ―¿Ya lo ha probado?

―No. Conjetura afortunada. Tomaré una copa. ― Ian sacó un billete de cinco dólares de su
bolsa de cuero y lo puso sobre el mostrador
mientras ella llenaba un vaso de líquido de color ámbar. El aroma a sangre y levadura le hizo
agua la boca. Por todos los Santos, habían pasado siglos desde que había probado la cerveza.

―Aquí tienes. ― Cora Lee puso el vaso frente a él.

Tomó un largo trago, luego lamió la espuma de color rojizo de sus labios. ―Excelente.

Ella sonrió. ―Me alegro que le guste. ¿Eres nuevo en la ciudad?

Por todos los demonios. Había pensado que su sonrisa inicial significaba que ella lo había
reconocido, pero no fue así. Tomó otro trago de Bleer para aliviar el escozor. Cora Lee había
estado durante cincuenta años en el harén de Roman y vivía en la misma casa donde Ian
trabajaba como guardia. ¿Había cambiado tanto?

―Soy yo, Ian.

Sus ojos azules se agrandaron. ―¿Ian?

―Sí. Ian MacPhie.

―No puedes ser Ian. Él era sólo un adolescente.

Él frunció el ceño hacia su vaso de Bleer. Fue un milagro que no se hubiera vuelto loco por ser
tratado como un niño durante cinco siglos. ―Vosotras me solías pedir que ayudara a apretar
vuestros corsés. Debíais pensar que era demasiado joven para estar viendo las curvas de las
caderas o la manera en el que el corsé empujaba vuestros pechos…

―¡Por qué, yo nunca…― Cora Lee dio un paso atrás.


―Más bien, ninguna, conmigo, eso es cierto.

Ella resopló. ―Nunca me acostaría con un niño.

―Tengo 300 años, soy más viejo que tú, ―gruñó.

Ella inclinó la cabeza para estudiarlo. ―Realmente declaro, tus ojos tienen un notable
parecido con los de Ian.

―Eso podría ser porque soy Ian.

―¿Está seguro?

―Por supuesto que estoy seguro. ¿Quién más podría ser?

Ella le lanzó una mirada sospechosa. ―Es sólo que... no lo recuerdo siendo así tan...

―¿Encantador?

―Gruñón. ―Suspiró. ―Ian era un muchacho bien educado y amable. Estaba muy encariñada
con él, realmente.

―Maldita sea, no he muerto. Solamente me veo doce años mayor, ahora.

―Tierra santa. ¿Cómo hiciste eso?

Ian vaciló. Roman había dicho que mantuviera la droga en secreto. ―Fue algo que… comí. En
Texas.

―¿Algo que comiste? ¿Querías verte mayor?

―Sí.

―Pero ¿por qué harías algo tan horrible?

Apretó los dientes. Estar atrapado durante siglos con una cara de quince años de edad, había
sido un infierno. Si Cora Lee no podía darse cuenta de eso, bueno, él no se sentía obligado a
explicarlo. ―Tal vez sólo quería hacerlo en la cama.

Ella resopló. ― Eras un niño bonito.

―Sí. ―Él tomó su último tragó de Bleer.


Cora Lee lo estudió con el ceño fruncido. ―Si has hecho lo que querías, ¿por qué estás tan
gruñón?

―¡No soy ningún gruñón!

Sus ojos de repente se ampliaran. ―Oh, lo entiendo. No has conseguido aún a nadie. Tal vez
pueda ayudar.

Infierno sangriento, él podría hacer su propia caza. Notó que el volumen de la música había
disminuido. El indio bailarín había dejado el escenario, y las mujeres estaban inquietas. Él
necesitaba rápidamente información. ―¿Está Vanda aquí? Necesito verla.

―Sólo un minuto-. Cora Lee se precipitó a una mesa donde una Vampiresa estaba sentada,
charlando con unos cuantos clientes masculinos. ―¡Pamela! A que no adivinas quién es ese
chico que está allí.

¿Cora Lee estaba tratando de levantarle a Lady Pamela Smythe-Worthing? No. Infierno que
no. La Regenta. Fue vizcondesa de Gran Bretaña y también había estado en el harén de
Roman, y había pasado cincuenta años despreciándolo en sus narices.

Lady Pamela se levantó y lo examinó. Su vestido de Regente se había ido. Había abrazado por
completo la edad moderna, con una minifalda roja y camisola de cuero negro.

―Dios mío, mira esa lamentable vieja falda escocesa. ― El acento presumido de Lady Pamela
seguía siendo el mismo. ―Debe ser otro bárbaro de Escocia. ¿Nadie en aquél terrible país
tiene una muerte natural?

Ian arqueó una ceja. Ella tenía que saber que la oía.

Cora Lee sonrió. ―¡Pamela, es Ian!

Pamela abrió los ojos como platos. ―Seguramente bromeas. Me enfadaré mucho si estás
jugando conmigo.

―Se trata de Ian, ―insistió Cora Lee. ―Creció un montón.

―Ciertamente lo hizo. ― Pamela inclinó su mirada sobre él. ―Debo decir que esto trae a la
mente una pregunta de la mayor importancia.

―¿Quieres decir, cómo ocurrió? ― Adivinó Cora Lee. ―Me dijo que era algo que…

―No. ― Pamela hizo un gesto con la mano desdeñosa. ―La pregunta es, ― se acercó a Cora
Lee, ―¿es virgen?

―¡Tierra santa! ― Rió Cora Lee. ―Dijo que quería tener sexo.

―Hmm.― Pamela tocó con un dedo su mejilla mientras lo consideraba. ―Un virgen de
quinientos años. Esto podría ser interesante.

Joder. Dejó a Lady Pamela pues se sentía como un fenómeno de circo. Ian le dio la espalda
y se dirigió hacia la oficina de Vanda.

―¡Espera ahí! ―Cora Lee pasó rápidamente a la velocidad de vampiro y bloqueó la


puerta. ―Vanda se irrita si la interrumpimos mientras está ocupada.

―De verdad. ―Lady Pamela se paseó. ―Vanda es el cerebro detrás de este negocio. ―Alisó de
nuevo su largo pelo rubio. ―Somos la belleza.

―Desde luego que lo somos. ― Cora Lee agitó las pestañas.

―Felicidades, ―se quejó Ian. ¿Las dos señoras se dieron cuenta de que habían admitido no
tener cerebro? Él silenciosamente cambió el atributo de inteligencia en su lista de deseos del
número cuatro al número tres.

Cora Lee entreabrió la puerta y se asomó. ― ¡Yuju, Vanda! Hay alguien que quiere verte.

―Es mejor que sea un nuevo bailarín sexy, ―gruñó Vanda. ―Los ingresos han bajado este
mes.

―¡Digo, idea capital! ― Pamela le dio a Ian una sonrisa astuta.

Él entró en la oficina.

Vanda apartó la mirada de la pantalla de su ordenador. ―El traje está bien. Vamos a ver lo
que tienes bajo la falda escocesa.

―Oh seguro. ― Aplaudió Cora Lee.

―¡Estoy de acuerdo! ―Pamela cerró la puerta detrás de ellos.

―No soy ningún exhibicionista. ― Ian se cruzó de brazos, con el ceño fruncido. ―Y esto no es
un disfraz.

―Oh, a las chicas les encantará ese acento. ― Vanda se puso de pie cuando lo revisó. Llevaba
su habitual traje de gata púrpura con un látigo negro alrededor de la cintura. ―Vas a necesitar
un tanga a cuadros para que coincida con tu falda escocesa.

―Con una borla roja en el extremo, ―añadió Cora Lee.

―Fantástico, ― murmuró Pamela.

―¿Podrías hacer girar la borla? ― Vanda rodeó el dedo en círculos en el aire.

¿Qué demonios? Ian dio un paso hacia ella. ―Vanda…

―Vamos, ya estamos avergonzando al pobre hombre. ― Pamela se acercó a Vanda y le


susurró, ―Creemos que es virgen.

Él las miró. ―Vanda, ¿no me reconoces?

Ella sonrió. ―Cariño, si te hubiera conocido antes, no serías virgen.

Pamela se rió. ―Ahora ¿cuál de nosotras tendrá el honor del jovencito todavía virgen?

―Podríamos sacar un clavo ardiendo, ― sugirió Cora Lee.

―No voy acostarme con ninguna de vosotras, ―gruñó Ian. ―Vanda, soy yo, Ian.

―¿Qué? ― Vanda parpadeó, luego entrecerró los ojos. ―No, no lo creo.

―Por todos los demonios. ― Él recorrió la mano por el pelo largo y tiró accidentalmente de un
mechón que estaba atado a una cinta de cuero en la parte trasera. ―Pensaba que podrías
cortarme el pelo como solías hacer. Y yo... necesito hablar.

―¿Ian? ― Vanda caminó hacia él, mirándolo de cerca. ―¿Eres tú realmente? ¿Qué pasó?

―¡Lo sé! ― Saludó Cora Lee con una mano en el aire. ―Se comió algo.

―¿Te comiste algo? ― Vanda le dirigió una mirada dudosa.

―Él me podría comer a mí, ―murmuró Lady Pamela, y le lanzó una mirada seductora por
debajo de las pestañas.

Cora Lee presionó sus dedos en la boca y se rió.

―No puedo decir más sobre el asunto. ― Ian hizo un gesto con la cabeza hacia Cora Lee y
Lady Pamela. ―El secreto no estaría seguro con ellas.
Vanda asintió con la cabeza, y luego miró a las dos rubias. ―Vosotras id a atender a los
clientes.

―Hum. Lo único que quieres es al virgen para ti misma. ― Lady Pamela salió de la sala,
seguida de Cora Lee.

Vanda cerró la puerta, se dirigió de nuevo a Ian con una sonrisa extendida por la cara. ―¡No
puedo creer esto! Ya estás todo crecido. ―Ella lo abrazó. Alguna vez habían tenido la misma
altura, pero ahora la parte superior de su cabeza le llegaba a la barbilla. ―¿Qué diablos has
comido que hizo que pasaran los años?

― No debía decir esto, pero me tomé Stay Awake, la droga de Roman. Lo tomé doce días, así
que envejecí doce años.

Sus ojos se estrecharon. ―Pero eres mucho más grande y más alto... debe haber dolido.

Lo hizo. Se encogió de hombros. ―Mi pelo creció mucho, demasiado. Pensé que podría ser
necesario cortarlo.

Ella sacó la correa de cuero y soltó su cola de caballo y se puso a su espalda para
estudiarlo. ―No creo que los rizos cortos te convengan más. Tienes una imagen robusta
ahora.

¿Resistente? ¿Cómo en terreno montañoso? No es de extrañar que estuviera teniendo un


momento difícil para afeitarse. Siempre había tenido una pequeña abolladura en la barbilla,
pero ahora se sentía más como un cráter de sangre. En realidad, tenía la cara medio
ensangrentada todo el tiempo. Afeitarse sin un espejo era condenadamente difícil.

―Me gusta el pelo largo. ― Vanda rodeó su escritorio y sacó un par de tijeras del cajón
superior. ―Pero está un poco irregular en los extremos, por lo que te voy a dar un corte.

―Gracias. ― Ian se sentó en una silla frente a su escritorio.

Vanda sacó un cepillo de pelo de su bolso y empezó a cepillar aliviando los enredos. Ian
cerró los ojos, disfrutando de su toque familiar. Le había cortado el pelo en los últimos
cincuenta años, y en ese tiempo, confiaba más en ella que en cualquier otra persona. Incluso
Connor y Angus.

No podía decirle a otro hombre lo frustrante que había sido. Connor era su supervisor
inmediato, y un tipo duro que habría interpretado su frustración como lloriqueo
infantil. Angus MacKay era el jefe de Seguridad MacKay e Investigación y el jefe de Ian. Él
también era el que lo había salvado de una muerte segura mediante la transformación en
1542. Pero Angus había luchado con la culpa por atraparlo en el cuerpo y en la cara de un
quinceañero para siempre. No, no podía dejar que Angus se enterara de lo infeliz que había
sido. Sin embargo, Vanda había entendido y mantenido sus secretos.

Las tijeras cortaron. ―¿Cuando has vuelto a la ciudad? ―Preguntó.

―Esta noche.

―¿Te teletransportaste aquí desde Texas?

―No. Estaba en Escocia.

―Oh. ― Continuó cortando. ―La última vez había oído que estabas en Texas, protegiendo a
Jean-Luc.

―Lo estaba. El verano pasado.

El sonido del corte cesó momentáneamente. ―Escuché que Phil estaba allí, también.

―Sí. ―¿Vanda estaba interesada en Phil? Había sido guardia diurno en casa de Roman,
cuando el harén vivía allí. Por lo que Ian sabía, Phil se había mantenido alejado de las
damas. Era una de las reglas de Angus. Un guardia nunca jamás se involucraba en sus
relaciones.

Vanda volvió a cortar. ―Entonces, ¿cómo está Phil?

―Bien. ― Se preguntó si conocía el secreto de Phil.

―¿Va a regresar a Nueva York?

―Con el tiempo. Está entrenando a alguien para ser el nuevo guardia durante el día de Jean-
Luc.― Mientras tanto, Connor había contratado a un nuevo guardia mortal, Tony, para vivir
en la casa mientras esperaban que Phil volviera. Ian no se había reunió con él todavía, pero se
preguntó si Tony sería un cambia formas, también.

―¿Qué estabas haciendo en Escocia? ― Preguntó Vanda.

―No mucho. Después de todo lo que hice para ser mayor, Angus insistió en que me tomara
unos meses de... recuperación.

―Entonces fue muy doloroso. ―Ella se inclinó sobre su hombro para mirarlo. ―¿Estás bien
ahora?

―Sí.― Eso no era del todo cierto. Crecer más de cinco pulgadas en menos de dos semanas
había tomado algún tipo de ajuste. Tuvo que beber grandes cantidades de sangre sintética
para llenar su cuerpo más grande. Mientras que en las tierras altas, había algunas grandes
reparaciones que hacer en su pequeño castillo. Había ayudado con los trabajos de
construcción por la noche, y el resultado había añadido un poco de músculo a su cuerpo más
grande. Pero aún así, se tropezaba con sus pies enormes y se cortaba la nueva cara al
afeitarse, especialmente en torno a ese maldito cráter en la barbilla. ―Estoy bien.

Con un bufido dudoso, volvió a cortar. ―¿Cómo estaba Escocia?

―Está bien. ― Estaba eufórico cuando llegó por primera vez a las tierras altas, ya que estaba
en casa y le llenó el alma de paz. Pero después de unas cuantas noches, se dio cuenta de que
todos los mortales que sabían de su pasado estaban muertos. Y entonces la soledad se
estableció.

Vanda suspiró. ―Tengo la sensación de que hay muchas cosas que no estás diciendo. Pensé
que querías hablar.

―Estoy hablando.

―No tengo toda la noche como solía tener. Tengo un negocio que atender.

Hizo una pausa, escuchando el sonido del clic de sus tijeras. ¿Cómo podía simplemente salir
y decir que quería encontrar al verdadero amor y ser feliz en un matrimonio que abarcara
siglos, y sin embargo, no estaba seguro de cómo hacerlo? ―¿Cómo va tu negocio?

―Bien. ―Ella tiró las tijeras sobre la mesa y le cepilló el pelo con más fuerza de lo necesario.

―¿Vas a hablar o tengo que sacar el látigo para ti?

Él sonrió. A Vanda le gustaba actuar duro, pero eran bravatas y no mordía. ―Está
bien. Hablaré. Con mi nuevo rostro, más viejo, he estado pensando...

―Increíble. ¿Hizo que tu cerebro creciera, también?

―Muy divertido. He venido aquí esta noche porque estoy buscando... ― No podía decir las
palabras a una mujer. Vanda, probablemente se reiría de él. ―Tengo un cráter en la barbilla.

Ella se rió de él. ―Es un hoyuelo. ― Ella inclinó su cabeza, estudiándolo. ―¿Estás preocupado
por cómo se ve?

―No, por supuesto que no. ― Él cambió en su silla.

Ella sentó en el borde de su escritorio. ―¿Nadie te ha dicho cómo te ves?


―Los hombres nunca hablan de asuntos tan triviales. La nueva esposa de Jean-Luc... me dijo
que me veía bien.

Vanda resopló.

Joder. Él sabía que Heather había estado mintiendo.

Vanda negó con la cabeza. ―Bien es una gran subestimación. Eres absolutamente precioso.

Una semilla de esperanza estalló en el corazón de Ian. Tal vez la mujer adecuada podría
enamorarse de él. ―Tú… tú, ¿no estás sólo siendo amable?

―¿Alguna vez me has conocido siendo especialmente amable?

―Lo has sido para mí.

―Bien. ― Ella ajustó el látigo alrededor de su cintura con una mirada de fastidio. ―Me
recordabas a mi hermano menor. Pero supongo que no puedo seguir tratándote como un
niño ya.

―Siento estropear tu diversión, ―gruñó.

Ella sonrió. ―Estoy muy feliz por ti, Ian. Debes estar emocionado por haberte hecho mayor.

―Sí. ―Tamborileó con los dedos sobre el brazo de su silla.

Su sonrisa se desvaneció. ―No te ves muy emocionado. ¿Qué te pasa?

―Ahora que me veo mayor... Estoy buscando...

―¿Sí?

―Una mujer.

Su boca se torció. ―Bueno, eso es un comienzo. ― Sus ojos de repente se ampliaron. ―Oh,
Dios mío, ¿eres realmente virgen?

―¡No! Tengo casi 500 años de edad. ¿Qué diablos voy a estar esperando?

―Lady Pamela piensa que lo eres. No lo negaste.

―No es algo que un hombre debe hablar en público. Es muy privado.


Vanda se rió entre dientes. ―Eres tan pasado de moda. El sexo no es algo de que deba
avergonzarte.

―No estoy… ―No lo podía negar. Por todos los santos, que estaba avergonzado. ―No es el
sexo, ya lo sabes. Es como que tuve que hacerlo. Es… es que nunca me sentí bien.

Vanda se puso seria. ―Todos hemos hecho cosas que lamentamos con el fin de sobrevivir.

―Esto fue más que lamentable. No me comporté con honor.― Nunca se lo había confesado a
nadie antes.

―¿Qué hiciste?

Él juntó su pelo que llegaba hasta los hombros en la espalda y ató la correa de cuero
alrededor. ―Después de que Angus me cambiara, me dijo que hacer para comer. A cambio de
sangre, debía dar placer a las damas y asegurarme de que estaban satisfechas.

Vanda respiró profundo. ―Me parece bien.

Ian miró hacia otro lado, avergonzado. ―No estoy seguro ahora. Sólo tenía quince años, ya
sabes, por lo que, al principio, frecuentaba algunos burdeles para que pudiera aprender. Yo…
yo era un estudiante rápido.

―Eso no es tan terrible.

―Fue horrible, una vez que dejé de ir a los burdeles. Tuve problemas para seducir a las damas
pues pensaban que era un niño. Tenía mucha hambre, así que recurrí al uso de control de la
mente para que me vieran mayor. Me dejó saciado, pero...

―¿Te sientes culpable?

Ian juntó las manos. ―Sí. Las había engañado. Todas las relaciones que he tenido estaban
basadas en artimañas y engaño. Ya no tengo estómago para hacer eso de nuevo.

―Ya veo.

Él se incorporó. ―Ahora, por primera vez en mi vida, puedo ser honesto. Finalmente puedo
encontrar a la mujer ideal para mí.

Vanda sonrió. ―Entonces, has venido al lugar correcto. Con tu hermoso rostro, no tendrás
ningún problema con la suerte y conseguir alguien esta noche.
―No estoy en busca de una noche. He tenido siglos de una sola noche. Quiero encontrar a mi
verdadero amor. Quiero el mismo tipo de felicidad que Roman, Angus, y Jean-Luc.

La sonrisa de Vanda se convirtió en una mueca. ―Entonces has venido al lugar


equivocado. Las mujeres que vienen aquí no suelen estar interesadas en el compromiso.

Ian se recostó contra el respaldo de la silla. ― Entonces, ¿cómo puedo encontrarla?

―Tal vez te pueda ayudar. ― Vanda se alejó de la mesa. ―Estaba pensando en encontrar un
buen hombre para mí, por lo que me registré en un sitio online. ―Se sentó detrás de su
escritorio, agarró el ratón e hizo clic. ―Este es el nuevo lugar más caliente para solteros.

Ian se inclinó sobre el escritorio para que pudiera ver la pantalla del ordenador. Echó un
vistazo al sitio llamado Single in the City. Contaba con más de medio millón de clientes, todos
en las proximidades de Nueva York. ―Eso no me ayuda. Yo no quiero salir con una mortal.

―¿Por qué no?

―Te lo dije. Me niego a engañar a la mujer que estoy cortejando. Tendría que mentir a una
mortal hasta que supiera que es de confianza. Y luego, cuando le confiese mi verdadera
naturaleza, que no destruya su confianza en mí. No funcionará.

―No estoy de acuerdo. Funcionó con Roman y Shanna.

―No la estaba cortejando al principio. Él sólo quería un dentista. Su romance ocurrió


accidentalmente. Y créeme, ella estaba muy molesta cuando se enteró de la verdad.

Vanda se encogió de hombros. ―Ella lo superó.

―No quiero mentir a la mujer a la que estoy cortejando. Entonces es mejor que sea una
Vampiresa. Entendería todo. Lo que he sido. Una mujer mortal no miraría "con buenos ojos‖
la forma en que utilicé a las mujeres en el pasado. Y no la culparía.

―Si ella te amara, lo entendería.

―Mi decisión está tomada. Todo lo que quiero es una Vampiresa.

Vanda suspiró. ―Está bien, pero creo que te estás limitando.

―Y debe ser una Vampiresa que sea honesta, inteligente, leal, y bonita.

―Ahora te estás severamente limitando a ti mismo. ― Vanda frunció el ceño ante la pantalla
del ordenador. ―Por suerte para ti, hay una manera de decir quién es una Vampiresa. ―Hizo
clic en su perfil. ―¿Ves esto?

Ian leyó la línea que había señalado.

Disfruto de la vida más llena. ( V )

―Todas las Vampiresas colocan estos Vs en sus perfiles,― explicó Vanda. ―Es nuestro código
secreto para que otro vampiro sepa lo que somos. Si alguien llama a una cita, y no tiene la V
en su perfil, simplemente se niega.

El corazón de Ian empezó a latir más rápido. No era así como había imaginado la caza de su
verdadero amor, pero era mucho mejor que nada. ―En realidad, podría funcionar.

―Por supuesto que funcionará. Tengo una cámara digital aquí. ― Vanda abrió un cajón.
―Hagamos la foto y completemos tu perfil. Llevará un par de horas.

―¿Horas?

―El perfil es muy amplio. Vas a tener que escribir un ensayo. ―Su rostro se iluminó. ―¡Ya
sé! Yo lo haré.

―¿Tú? ¿Por qué?

―Porque soy mujer, y sé lo que las mujeres quieren oír. ¡Esto es genial! ―Ella tomó una
pluma y el bloc de notas.

Su oferta era muy atractiva ya que Ian no tenía ni idea de lo que debía escribir en un
ensayo. ―Recuerda, es importante para mí que seas honesta.

―Por supuesto. Pero seamos realistas, Ian. No podemos decir que tienes 500 años de edad en
tu perfil.

―Tengo cuatrocientos ochenta.

Dio unos golpecitos con el bolígrafo en el papel, esperando.

―Bien, ―gimió. ―Puedo decir que tengo veinte y siete años.

―Fantástico. ― Escribió el número. ―¿Y cuánto mides ahora?

―Seis pies con dos pulgadas. ― Frunció el ceño. ―Asegúrate de decir que quiero una mujer
honesta y leal. Inteligente y muy bonita.
―No hay problema. Ahora sonríe y muéstrame los hoyuelos. ―Levantó la cámara. ―Y no te
preocupes por nada. Te haré irresistible.
Capitulo 2

E staba cerca el amanecer, cuando Ian se teletransportó al porche trasero de la casa de


Roman en Upper East Side. Apretó el botón de su llave inteligente inalámbrica para
desactivar la alarma antes de abrir la puerta. La cocina estaba a oscuras a excepción del
teclado digital que iluminaba junto a la puerta. Oprimió el código para reactivar la alarma.

— Alto ahí, — le advirtió una voz ronca. — Date la vuelta lentamente.

Ian se volvió y vio el brillo de la daga Higlander, en manos de un gran escocés en la puerta de
la cocina. — ¿Dougal?

— Sí. — Dougal Kincaid encendió el interruptor de la luz. La falta de reconocimiento se


instaló en sus ojos hasta que su mirada se redujo a la falda escocesa de Ian. — ¿Eres Ian?

— Sí, soy yo ¿Quieres ver mi tarjeta de identificación?

— No, — sonrió Dougal envainando su arma debajo de un calcetín hasta las rodillas. —
Reconozco vuestros cuadros más que vuestra cara. No te esperábamos de nuevo hasta la
próxima semana.

— Estaba aburrido. — Solo era más exacto, aunque Ian no quería admitirlo. — ¿Cómo va
todo?

— Bastante tranquilo. — Dougal recuperó una botella de sangre sintética de la nevera y


luego la metió en el microondas. — ¿Volverás a trabajar entonces?

— No. Todavía tengo una semana más de vacaciones. Una semana más en la que podré
concentrarme en la búsqueda de la pareja perfecta.

Dougal inclinó la cabeza mientras estudiaba a Ian. — Había escuchado que habíais crecido,
pero es increíble verte tan diferente.

— Sí apenas puedo reconocerme a mí mismo. — Ian había contemplado durante cinco


minutos las fotos que Vanda le tomó. No era su rostro, era diferente. Su cuerpo había crecido
tan rápidamente, que apenas había tenido tiempo para adaptarse. De vez en cuando golpeaba
su mano contra las cosas cuando se extralimitaba con los brazos más largos, y a veces se
tropezaba con sus pies más grandes de la talla trece.

El microondas sonó, y Dougal sacó su merienda de antes de acostarse. — Acabamos de tener


una práctica de artes marciales escaleras abajo. — Él tomó parte de la sangre sin parar. —
Deberías haberlo visto. Nuestra nueva guardia pateó a Phineas en el culo.
— ¿En serio? — Ian estaba muy impresionado. No era frecuente que un mortal derrotara a un
vampiro en un mano a mano.

Dougal se dirigió a la puerta. — Será mejor que me dé una ducha antes de que salga el sol.

El sol se acercaba al horizonte. Ian ya podía sentir la caída de su metabolismo. Siguió a


Dougal por las escaleras devuelta a la sala de guardia en el sótano. La mesa de billar había
sido empujada a la pared del fondo con el sofá, para crear un gran espacio para las sesiones
de práctica.

Ian levantó una silla que había sido derribada y se dio cuenta de que una de las patas estaba
rota. — Debió haber sido una gran pelea.

— Sí. Un poco vergonzoso para Phineas, sin embargo. — Dougal terminó su botella mientras
paseaba al dormitorio de al lado. La puerta del baño se cerró de golpe.

Ian entró en el dormitorio, esperando ver a Phineas McKinney, pero el joven vampiro negro
no estaba allí. El sonido del agua corriendo emanaba de los cuartos de baño, así que
probablemente estaba tomado una ducha como Dougal. A una gran cantidad de Vampiros les
gustaba estar limpios antes de sucumbir al sueño de muerte. Les ayudaba a sentirse menos
como muertos, un cuerpo podrido.

El dormitorio estaba casi vacío. Ian recordó un momento en el que había habido hasta diez
ataúdes en la sala, uno para que cada guardia vampiro durmiera dentro. La mayoría de los
vampiros habían desaparecido, se trasladaron al este de Europa a la caza de Casimir.

Los pisos de arriba se encontraban vacíos. En un tiempo con Roman, había diez damas que
eran parte de su harén y muchos Vampiros de visita. Había sido un lugar interesante. Pero
ahora todos se habían ido.

Ahora Roman vivía con su esposa mortal y su hijo en White Plains, con Connor como su
guardaespaldas. Los guardias Vampiros que vivían aquí en la casa de Roman, eran los
encargados de la seguridad en las industrias Romatech, que fabricaban la sangre sintética y la
cocina fusión. Connor era el jefe de seguridad allí, pero planeaba pasar el título a Ian, para
concentrarse únicamente en la seguridad de Roman y su familia.

Ian estaba encantado con su próxima promoción, pero le molestaba que llegara ahora, cuando
parecía más viejo. Había empezado a trabajar para MacKay Seguridad e Investigación en
1955, y nunca había pasado de segundo al mando. Sus mejores amigos habían tenido
dificultades para tratarlo como un adulto cuando lo veían como alguien de solo quince años.

Se quitó el jersey de punto por encima de la cabeza y lo tiró al cesto de la ropa sucia. Se paseó
por el ataúd en el que había dormido durante más de 50 años. La almohada y la manta se
jactaban del tartán rojo y verde MacPhie, igual que su falda escocesa. Se quitó la bolsa de piel
de la falda y el cuchillo del calcetín, depositándolos en el pequeño aparador de su ataúd. Se
quitó los zapatos y luego se detuvo con una repentina idea. Él había crecido cinco pulgadas.
Joder. Era más grande que su ataúd.

Subió a su interior y, por supuesto, sus pies se cernían al final. Solo había otro ataúd en el
dormitorio y pertenecía a Dougal. La cama doble era de Phineas. Las otras camas estaban
arriba.

Bueno, ¿por qué no? En pocas semanas Ian estaría a cargo tanto aquí como en
Romatech. Podía dormir en cualquier lugar que quisiera. Salió del dormitorio y subió las
escaleras.

Por lo general, tomaba una merienda antes de acostarse, pero esta noche estaba lleno de Bleer.
Vanda se había unido a él en el bar alrededor de las cuatro A.M. para anunciar que su perfil
estaba listo y publicado oficialmente en el servicio de citas de Single in the City.

Un tercer vaso de Bleer, había impulsado su confianza. Había hablado con unas cuantas
mujeres y habían acordado reunirse en el club mañana por la noche.

Cuando llegó a la planta baja, la alarma se activó. Se quedó inmóvil un momento, luego se dio
cuenta de lo que había sucedido. ¡Un intruso! Y maldita sea, su reacción fue demasiado
lenta. No debería haber bebido un cuarto vaso de Bleer.

Corrió a la sala. Vacía. Giró, se tropezó con sus pies y con el teclado de la puerta
principal. Apagó la alarma, por lo que podía oír. Atrapó un ligero ruido que venía de la
biblioteca. Entró fácilmente.

Una ráfaga de aire frío en la ventana agitaba las cortinas. La persona que había abierto esa
ventana, había activado la alarma, y esa persona aún estaba en la habitación.

Femenina. Mortal. El olor de su sangre se arremolinó en torno a él, acariciando su piel como
el toque de un amante. Ella tenía su sabor favorito— AB positivo.

Gracias a Dios Roman había inventado la sangre sintética en 1987, por lo que Ian y otros
vampiros ya no eran esclavos de su sed de sangre. Aún así, su cuerpo reaccionó con el mismo
instinto primitivo que le había gobernado desde su transformación en 1542. Sus encías se
estremecieron. Tenía bastantes años de experiencia para saber cómo controlarse a sí mismo,
pero estaba tomando un esfuerzo extra esta noche. El quinto vaso de Bleer había sido una
mala idea.

Estaba de espaldas a él mientras estudiaba los estantes de la pared del fondo. No había duda
de que estaba planeando robar los libros más raros de la colección de Roman. La biblioteca
contenía desde libros escritos a mano por los monjes medievales hasta las ediciones de
primera impresión del siglo XIX.

Ella no le había oído llegar, estaba en calcetines. Y no había oído la alarma, ya que estaba fija
en una frecuencia única en la que la escuchaban los Vampiros y los perros. Y ciertamente no
había sentido la reacción que ella provocaba en él.
Sintió la temperatura diez grados más arriba, a pesar del frío aire de Diciembre, que entraba a
través de la ventana abierta y sobre su camiseta blanca. La lámpara entre los dos sillones de
orejas tenía baja temperatura y emitía un brillo dorado a través de la sala, definiendo su
forma en un aura resplandeciente.

Ella hizo de un ladrón de guante blanco impresionante, totalmente vestida de negro ajustado
que moldeaba su cintura y suavemente sus caderas. Sus cabellos dorados colgaban de una
cola de caballo por la espalda. Los extremos se agitaban suavemente por sus hombros,
mientras movía la cabeza de lado a lado, explorando la estantería.

Ella dio un paso al lado, en silencio en sus calcetines negros. Debió haber dejado sus zapatos
fuera de la ventana, pensando que iría más tranquilamente sin ellos. Se fijó en sus tobillos
delgados y luego dejó que su mirada vagara a través de cabello dorado. Tendría que tener
cuidado en su captura. Al igual que cualquier Vampiro, se resistiría, y se veía un poco frágil.

Él se movió silenciosamente más allá de los sillones de orejas, hacia la ventana. Esta hizo un
sonido silbante cuando la cerró.

Cuando con un suspiro se volvió hacia él. Sus ojos se abrieron. Ojos verdes como las colinas
que rodeaban su casa en Escocia.

Una oleada de deseo lo dejó sin habla por un momento. Parecía un mudo. No había duda que
ella estaba muy ocupada contemplando una ruta de escape.

Él se movió lentamente hacia ella. — No puedes escapar por la ventana. Y no puedes llegar a
la puerta antes que yo.

Dio un paso atrás. — ¿Quién es usted? ¿Vive aquí?

— Soy yo quien va a hacer las preguntas, una vez que te haya detenido. — Podía escuchar su
corazón latir más rápido. Su rostro permaneció inexpresivo, con excepción de sus ojos. Que
brillaron con desafío. Eran hermosos.

Ella sacó un pesado libro de un estante cercano. —¿Ha venido aquí para poner a prueba mis
habilidades?

Una pregunta extraña. Estaba malinterpretando la situación. ¿Quién? Esquivó a un lado


cuando de pronto le lanzó el libro a la cara. Joder, había sufrido demasiado para verse mayor,
para verse más varonil y ella estaba demasiado cerca, podía olerla.

El libro pasó cerca de él y derribó la lámpara. La luz parpadeó y se apagó, con su visión
superior, podía ver su silueta oscura que se dirigía hacia la puerta.

Se acercó detrás de ella. Justo antes de que la atrapara, ella se giró y le conectó una patada en
el pecho. Se tambaleó hacia atrás. Maldita sea, era más fuerte de lo que imaginaba. Y había
sufrido demasiado para conseguir un pecho más amplio, más varonil.

Ella avanzó con una serie de puñetazos, patadas y bloqueó todos ellos. Con un movimiento
desesperado, dirigió una patada a la ingle. Maldita sea, había sufrido demasiado para
conseguir sus bolas más grandes y varoniles. Él saltó hacia atrás, pero sus pies quedaron
atrapados en el dobladillo de su falda escocesa. Sin su bolsa de piel, la falda escocesa había
revelado más allá de su cintura.

Su mirada revoloteó al sur y quedó pegada. Su boca se abrió. Sí, esos doce años de
crecimiento habían sido amables. Se abalanzó hacia adelante y la golpeó sobre la
alfombra. Ella lo golpeó, así que tomó sus muñecas y la sujetó contra el suelo.

Se retorció tratando de sacárselo con las rodillas. Con un gruñido, la bloqueó con su propia
rodilla. Luego, lentamente, se sentó encima de ella para tenerla quieta. Su cuerpo estaba
gloriosamente caliente, enrojecida por su sangre que latía con una fuerza de vida que hizo
temblar su cuerpo de deseo.

— Deja de moverte muchacha. — Su ingle más grande, más varonil, estaba reaccionando de
una manera aún más grande. — Ten piedad de mí.

— ¿Piedad? — Ella siguió retorciéndose debajo de él. — Soy yo quien está capturada.

— Detente. — Él se presionó más fuerte sobre ella.

Sus ojos se abrieron. No tenía ninguna duda de lo que ella estaba sintiendo.

Parpadeó, llevó su mirada hacia abajo y de vuelta a su cara. — Levántate. Ahora.

— Ya estoy a mitad de camino, — murmuró

— ¡Déjeme ir! — Se esforzó en soltar sus muñecas.

— Si te suelto, tu rodilla me golpeará. Y soy algo aficionado a mis pelotas.

— El sentimiento no es mutuo.

Él sonrió lentamente. — Has echado una larga mirada. Debe haberte gustado lo que viste.

— ¡Ja! Hizo una impresión tan pequeña en mí, que apenas lo puedo recordar.

Se rió entre dientes. Ella era rápida, tanto mental como físicamente.

Ella le miró con curiosidad. — Hueles a cerveza.

— He tomado algunas. — Observó su mirada dudosa. — Esta bien, tal vez más que unas
cuantas, pero aún así he sido capaz de vencerte.

— Si bebes cerveza, entonces eso quiere decir que no eres…

— ¿No qué?

Ella lo miró con los ojos abiertos. Él tuvo una sensación de hundimiento, ella pensaba que era
mortal. Ella quería que fuera mortal. Y eso significaba que sabía lo de los Vampiros.

Estudió su hermosa cara; los pómulos altos, la mandíbula delicada y seductores ojos
verdes. Algunos Vampiros afirmaban que los vampiros no tenían poder nada. Estaban
equivocados.

Sus miradas se cruzaron y se olvidó de respirar. Había algo oculto en las profundidades de
color verde. Soledad. Una herida que parecía demasiado grande para su corta edad. Por un
momento sintió como si estuviera viendo el reflejo de su propia alma.

— ¿No eres una ladrona? — Susurró.

Ella negó con la cabeza ligeramente, seguían atrapados por la mirada. O tal vez era él quien
estaba atrapado en ella.

— ¿Ian? — Unos pasos se acercaron. — Ian ¿Qué diablos estás haciendo?

Arrastró su mirada de ella y vio a Phineas de pie junto a ellos. —¿Qué?

Phineas le dio una mirada confusa. —¿Por qué estas golpeando a Toni?

Parpadeó y miró a la mujer que tenía clavada en el suelo. — ¿Eres…Toni? — ¿La nueva
guardia era una mujer?

— ¿Eres Ian? — La decepción parpadeó en sus ojos antes de que mirara a otro lado. — Eres
uno de ellos.

Eso dolió. Durante siglos había sido juzgado demasiado joven, y ahora después de todo el
dolor que había sufrido, aún era deficiente. Su mandíbula se movió y apretó los dientes. —
¿Tienes algo contra los Vampiros?

Sus ojos destellaron de ira. — Sí. Tiendo a ponerme realmente molesta cuando me atacan.

—Tiene razón hermano, — murmuró Phineas ajustándose el lazo alrededor de su bata de


satén morado. — No debiste atacarla. Es nuestra amiga.

Ian movió su peso de encima. — La amistad se gana.

Ella se alejó de él y se sentó. — No estoy aquí para ser tu amiga. Soy tu protectora, eso es
todo.

Él la miró fijamente. ¿Connor había contratado a una mujer como guardia? Esto era inaudito
en el mundo vampiro. Una mujer mortal no tendría la fuerza necesaria… a menos que fuera
una cambia formas como Phil y Howard. — ¿Eres…— ¿Cómo iba a hacer la pregunta sobre
cambia formas si era un secreto? —¿Cambias un poco en cierta época del mes?
Ella le dirigió una mirada de incredulidad. — ¿Me estas preguntando si me da SPM3? ¿En
Serio?

— ¡No! No quería decir…— Ian se detuvo, interrumpido por la risa de Phineas.

—Sé lo que estás pensando, hombre, pero es normal.

— ¿Normal? — Ella miró a Phineas. — Te pateé el culo esta tarde.

Phineas levantó sus manos en señal de rendición. — No me hagas daño, dulzura. Eres un
pedazo hermoso y fuerte de mujer.

Ella inclinó la cabeza. — Gracias

— Connor me dijo que había contratado a un Toni, — murmuró Ian. — Creí que serías un
hombre.

Sus ojos se estrecharon. — Creí que serías un poco inteligente.

—¡Toma! — Phineas sonrió. — Ella tiene un punto hermano.

Ian frunció el ceño. — Era perfectamente lógico suponer que Toni era un hombre.

Ella levantó la barbilla. — ¿Es lógico atacar a las personas sin hablar con ellos primero?

— En este caso sí, lo era. La ventana estaba abierta.

— La abrí, — interrumpió ella. — Estaba muy cerrado, como una tumba aquí y tenía calor.

— Dulzura, estás tan caliente, que ardes. — Phineas hizo algunos silbidos.

Ian le lanzó una mirada de fastidio, luego continuó su explicación. —El sensor de la ventana
activó la alarma y cuando vine a investigar, te vi mirando los caros libros vestida como una
gata ladrona.

— Si, parecías Catwoman, caliente y sexy. — Phineas hizo garras en el aire. — ¡Miau! ¡Bufido!

Ahora le dio a Phineas una mirada molesta. — Esta es mi ropa de entrenamiento. — El


resplandor de sus ojos verdes cambió a Ian. — Nunca oí ninguna alarma.

— Sólo los vampiros y los perros la pueden oír.

— ¡Oh! ¿Y cuál eres tú?

—¡Toma! — Phineas le golpeó la pierna. — Te está matando, hombre.

— Phineas, — gruñó Ian. — Estoy tratando de tener una conversación aquí. — Se volvió

3 Síndrome Pre – Menstrual


hacia Toni. — Lo siento muchacha, pero esto no va a funcionar, no puedes ser un guardia en
una casa llena de hombres. Mira como Phineas reacciona ante ti.

— ¡Él es mucho mejor que tú! — Sus ojos brillaban con furia. — Y no es problema mío que
seas un cerdo sexista. Puedo hacer este trabajo, con o sin SPM. Le gané a Phineas antes, y lo
hubiera hundido también, con más tiempo.

— Muchacha nunca me clavarías. —Se inclinó hacia ella. — Me gusta estar encima.

Sus ojos brillaron con furia verde.

— ¡Bueno! — Phineas sacudió un puño en el aire. — Estás de vuelta hermano. ¡Maldito!

— Es un cerdo, — se quejó Toni.

— Oink, oink, — chilló Phineas.

— ¡Basta Phineas! — Ian lo fulminó con la mirada. — Puedo ver por qué te asesinaron joven.

Una risa escapó de Toni pero rápidamente fue reemplazada por el ceño fruncido.

¿Tenía sentido del humor? Eso no era tan importante en el gran esquema de las cosas, pero de
repente Ian tenía el reto de hacerla reír de nuevo, o al menos lograr una sonrisa. Por desgracia
no pudo pensar en nada gracioso que decir.

Se puso de pie y ejecutó una galante reverencia. — Me disculpo por atacarte. Espero no
haberte hecho daño.

Su ceño se relajó un poco. —Estoy bien.

Le ofreció una mano para ayudarla a levantarse.

Ella lo miró con recelo. — No vas a decirle a Connor que me despida, ¿verdad? Realmente
puedo hacer este trabajo.

Una sensación de intranquilidad se asentó en sus entrañas. ¿Por qué una mujer mortal y
hermosa quería trabajar cuidando vampiros? — Te dejaré permanecer si respondes algunas
preguntas con honestidad.

Una mirada vigilante revoloteó sobre su cara, entonces ella sonrió y le cogió la mano. — Por
supuesto. ¿Qué quieres saber? — Ella se levantó con gracia sobre sus pies.

Su mano se apretó alrededor. La incertidumbre hizo que su intestino diera un vuelco. Él sabía
que no iba a ser totalmente sincera. Su sonrisa era forzada y los latidos de su corazón
acababan de acelerarse.

— ¿Por qué deseas este trabajo? — Preguntó en voz baja.

Apartó la mano de su mano. — La paga es buena y se da alojamiento y comida gratis, lo que


cuesta una fortuna en Manhattan.

— Y te meterás en una casa todo el día llena de algunos muertos.

— Ningún trabajo es perfecto. — Ella cruzó los brazos sobre su pecho. — Ninguno de
vosotros despertará llorando o necesitará un cambio de pañal, por lo que es más fácil que
cualquier otro trabajo de niñera.

¿Trabajo de niñera? Ahora si estaba sangrientamente molesto.

Mientras tanto Phineas estaba riéndose. — Si, cuídame, mamá caliente. Necesito un baño de
esponja. Y que me frotes aceite de bebé por todas partes. Me siento un poco irritado, si sabes
lo que quiero decir.

Su boca se torció.

¿Encontraba a Phineas divertido? Eso lo irritaba aún más. Ian se acercó a ella, apretando los
dientes. — No somos bebés. Somos experimentados guerreros.

Ella fingió un gran estremecimiento. — Uuuh, estoy asustada.

¿Acaso dudaba de su valor? Ian se acercó. — Muchacha, no tienes ni idea de lo fuertes que
podemos ser.

Su sonrisa se marchitó y una mirada de dolor cruzó su rostro. — Lo sé muy bien. No es


necesario que me lo recuerdes.

— ¿Te han atacado? — Ian miró su cuello, pero no podía ver ninguna señal de mordisco por
encima del cuello alto de su traje negro. — ¿Es así como te enteraste de nosotros?

La elevación persistente de su barbilla indicó su negativa a divulgar más información. Pero


ella había mencionado antes que tendía a molestarse cada vez que los vampiros la
atacaban. El sol se alzaría en breve y Ian y los otros Vampiros caerían en su sueño de
muerte. Todo el día estarían indefensos y vulnerables. Y la guardia parecía guardar rencor
hacia ellos.

— Muchacha, ¿por qué debería confiar en ti para que cuides de nosotros?

Sus cejas se levantaron. — ¿Estás preocupado por lo que podría hacer cuando estés
totalmente indefenso y en mis manos?

Él la agarró por los hombros. — ¿Eres una amenaza para nosotros? Podría borrar tu memoria
y empujarte por la puerta ahora mismo.

—¡No! — Su mirada ahora era de pánico. — Por favor. Yo… realmente necesito este trabajo.
Le prometí a Connor que nunca os haría daño a ninguno de vosotros. Pregúntale. Él me cree.

Ian la soltó y dio un paso atrás. — Hablaré con él.


Ella le dio una mirada nerviosa. — Necesito cambiarme el uniforme antes de que mi turno
comience.

Phineas bostezó. — Sí. Me estoy quedando dormido. Buenas noches, dulce. — El extendió el
puño cerrado hacia Toni.

Ella respondió con una sonrisa y un choque de nudillos. — Nos vemos mañana, Dr. Phang.

Phineas sonrió y luego pasó hacia las escaleras. — Si, ese soy yo. Dr. Phang. Largo en el
diente y largo en el pene. — Descendió las escaleras hasta el sótano, su voz seguía a la deriva
hacia ellos. — Oh nena, yo tengo la cura.

Ian también podía sentir el tirón del sueño de muerte, pero como Vampiro más antiguo, era
capaz de resistirlo mejor que Phineas.

— Tal vez deberíamos empezar de nuevo. —Él le tendió la mano. — Soy Ian MacPhie.

Ella le dio una mirada cautelosa. — Toni Davis. — Se apoderó de su mano, rápidamente la
soltó, luego se dirigió a las escaleras.

Él la siguió. — Realmente pensabas que era un ladrón. Normalmente no ataco a mujeres.

— A menos que tengas hambre. — Ella comenzó a subir las escaleras.

— No ataco por comida. Hemos evolucionado más allá de eso.

— Sí, claro. — Continuó subiendo las escaleras sin mirar atrás.

Subió las escaleras detrás de ella. —¿No me crees?

Ella se encogió de hombros. — He visto que bebéis de botellas.

— Entonces, sabes que somos diferentes a los Malcontents.

Sus nudillos se pusieron blancos cuando de pronto se apoderó de la barandilla. Luego los
liberó y subió las escaleras. — Tengo entendido que vuestra noble naturaleza es nueva. Antes
de la sangre sintética, debiste haber atacado a las personas para obtener comida.

Apretó los dientes. — Nunca he usado la violencia.

Ella llegó al rellano y se dio la vuelta para mirarlo. —¿Ha usado el control mental?

Él se estremeció. — No lo entiendes.

— Oh, creo que sí. El control de la mente hace que sea fácil para ti manipular a la gente. —
Sus ojos se estrecharon. — Pero ellos seguían siendo víctimas, y tú las estabas violando.

— Nunca nos han gustado los Malcontents. Esos hijos de puta son asesinos. Nosotros nunca
matamos por comida.
— Está bien. No son asesinos. Sois parásitos. — Ella se volvió para seguir subiendo las
escaleras.

Él la agarró del brazo para detenerla. — Si nos odias, ¿por qué has aceptado un trabajo para
protegernos?

Ella se apartó y comenzó a subir las escaleras. — No os odio. Y tengo mis razones.

— ¿Qué razones? — Tropezó en un escalón con sus nuevos pies de tamaño trece.

Ella miró hacia atrás. — ¿Por qué me sigues? ¿No tienes que ir al sótano y… morir?

— No voy a dormir allí.

— Pero he visto un ataúd allí. — Ella le lanzó una mirada irónica. — Se ve muy acogedor.

— Entontes duerme tú en él.

— Sobre mi cadáver. Oh, espera un minuto. Es tu cadáver. En unos cinco minutos. Así que
mejor date prisa. — Ella corrió el resto de las escaleras.

Culo inteligente. Su mirada se deslizó alrededor, un trasero firme, tan deliciosamente


definido en el negro ajustado. Era suficiente para volver a ser un mordedor. Siguió
observando sus caderas mientras ella se dirigía por el pasillo. Se detuvo en una puerta a la
derecha.

Se detuvo junto a ella. — Lo superé.

— ¿Qué? ¿Tu ego?

— Muchacha, no necesitas un arma. Tu lengua puede reducir a un hombre a pedazos.

Ella sonrió. — Lo tomaré como un cumplido.

— Superé mi ataúd. Soy cinco pulgadas más alto que cuando estuve aquí.

Sus ojos se abrieron. — Connor dijo que habías crecido, pero no le creí. Pensé que los
vampiros estaban atrapados en la edad en la que murieron para siempre.

— Eso es normalmente cierto. Pero crecí doce años durante el verano.

—Oh. — Su boca se torció. — Bienvenido a la pubertad.

Plantó una mano en la pared a su lado y se inclinó. — Has visto debajo de mi falda escocesa.
Sabes que soy un hombre adulto.

Ella levantó la barbilla en señal de desafío, pero sus mejillas se tiñeron de un rosa pálido. —
Estoy intentando duramente borrar ese desafortunado incidente de mi memoria.
Él sonrió lentamente. — Hazme saber si tienes éxito.

Su rubor se intensificó. — Sr. MacPhie, debo recordarle…

— Llámame Ian. ¿Toni es tu nombre completo?

— No. Mira, estoy tratando de hablar contigo ya que estimo que en unos tres minutos, caerás
muerto.

— Si lo hago, ¿me meteréis en la cama?

— Esa clase de discurso no es apropiado…

— ¿Tu nombre es Antonia?

Sus ojos se oscurecieron. — No.

— ¿Tonatella? ¿Tonisha?

— No.

— ¿Toni Baloney?

Su boca se torció. — Estoy intentando ser seria.

— Yo también. — Dejó que su mirada vagara sobre ella. — Soy mortalmente serio.

Ella soltó un bufido. — Señor MacPhie, firmé un contrato hace dos noches y claramente no
me voy a involucrar con cualquier persona a la que este cuidando.

Su corazón tartamudeó y no fue a causa del sol naciente. — No me di cuenta de que


estábamos involucrados.

— No lo estamos. — Resopló. — Pero estás coqueteando conmigo y tienes que parar.

Él parpadeó. ¿Estaba coqueteando? Había estado tentado a retorcerle el cuello y entonces


seducirla. — ¿Piensas que estaba coqueteando?

— Bueno, sí.

Se inclinó más cerca. — ¿Te ha gustado?

— Todavía lo estás haciendo.

Él sonrió perezosamente. — Cariño, podría hacerlo toda la noche

— La noche terminó. — Se giró y agarró el picaporte. — Buenas noches, Sr. MacPhie.

Dio un paso atrás. No dejaría que su rechazo le molestara. ¿Por qué iba a molestarle? — No
estaba iniciando nada serio. No necesitas preocuparte por si te molesto. Estoy buscando el
verdadero amor, pero sólo con una mujer Vampiro.

Ella soltó el pomo de la puerta y se volvió hacia él. — Entonces ¿crees que las mujeres
muertas son mejores que las vivas?

— No sé qué decir. Pero soy más adecuado para una vampiro.

— ¿En serio? ¿Son las vivas demasiado calientes para que las manejes?

¿Ella lo estaba retando? — No he conocido a una mujer que no pueda manejar.

— De acuerdo. — Ella lo miró con recelo. — Es probable que utilice el control mental vampiro
sobre ellas.

Maldita sea, sabía exactamente donde clavar el cuchillo. — Sí, he usado el control mental. Y
les encantó. Hizo sus orgasmos más fuertes. — El arqueó una ceja. — ¿Te gustaría una
demostración?

Sus ojos hervían de ira. — Me gustaría que se fuera. Y se muera. — Ella abrió la puerta de su
dormitorio.

Él caminó más cerca. —¿Por qué haces guardia para nosotros? ¿Por qué pasas el día atrapada
en una casa llena de no muertos?

— Buenas noches, Sr. MacPhie. —Le cerró la puerta en las narices.

— Voy a averiguarlo, Toni, — gritó, acercándose de nuevo a las escaleras.

El sol estaba tocando el horizonte. Podía sentir el sueño de muerte tirando de él hacia el
olvido. Miró la escalera hasta el quinto piso, se concentró fuerte. En un instante estaba allí.

Tropezó en la oficina de Roman y cerró las puertas detrás de él. Las ventanas cubiertas de
aluminio, tenían la habitación a oscuras, pero no había ningún problema con su vista
superior. Cruzó desde la oficina hasta el dormitorio y se desplomó en la cama tamaño
rey. Por todos los santos esto era mejor que el estrecho ataúd. Se estiró disfrutando de la
comodidad. Su respiración lenta, como la muerte, el sueño se apoderó de él.

Un momento. Él negó con la cabeza. Todavía necesitaba saber de Toni. Se dio la vuelta hacia
la mesita de noche y cogió el teléfono inalámbrico. Su visión estaba borrosa cuando marcó el
número del móvil de Connor. Solo unos minutos más, era todo lo que necesitaba.

—¿Hola? — Connor sonaba soñoliento.

Ian estaba tendido sobre su espalda sosteniendo el teléfono en su oreja. — Háblame de Toni.

—¿Eres tú, Ian? — Bostezó Connor. – Llámame más tarde.


—Háblame de Toni. ¿Cómo la has encontrado?

— Me encontré con ella en Central Park. — Connor se alejaba de nuevo. — El lunes por la
noche.

Y hoy era solamente miércoles por la mañana. Ian abrió la boca, pero las palabras no salieron.
Sus ojos parpadearon cerrándose.

— Tres Malcontents,— la voz de Connor se hacía lenta. — La atacaron… Eran realmente


viciosos.

No era de extrañar que odiara a los vampiros. Ian perdió el control del teléfono. ¿Estaba
pensando estacarlos a todos mientras dormían?

Cuando el sueño de muerte lo arrastró, se preguntó si alguna vez volvería a despertar de


nuevo.
Capitulo 3

M e merezco ser feliz.

Conseguiré mis metas.

Lograré algo significativo con mi vida.

Me merezco ser amada.

Toni repitió sus afirmaciones de la mañana cuando el agua caliente lavó su cuerpo y empañó
de vaho su alrededor. Ella solo necesitaba creer. Sí, cierto. En los últimos días, su vida había
comenzado a irse por el retrete.

Me merezco ser feliz. Suspiró ella. Su familia no creía en ella, así que ¿por qué debería ella?
Apagó el agua. Necesitaba endurecerse emocionalmente y no dejar que otra persona la
arrastrara —gente como Ian MacPhie.

¿Cómo podía un tipo muerto ser tan apuesto? Apartó la cortina de la ducha. ¿Por qué no
podía haber sido mortal? Por un breve y maravilloso momento, ella había pensado que él era
humano. Pero no. Borboteando el baño. Él era uno de ellos.

Salió de la ducha, regañándose a sí misma. No pienses en él. No tiene poder sobre ti. A menos...

A menos que usara el control mental vampiro. La piel desnuda de Toni picó con la piel de
gallina, y se estremeció a pesar del vapor caliente a su alrededor. Miró a las marcas de
mordisco que cubrían su pecho y torso.

Había luchado con esos tres vampiros. Había pensado que podría sobrevivir hasta que
tomaron su mente. Se había sentado allí en la sucia nieve, temblando e indefensa mientras sus
crueles pensamientos invadían su cabeza y la forzaban para remover su camisa. Su sujetador.
Un profundo escalofrío recorrió su cuerpo. Si Connor no hubiera llegado cuando lo había
hecho...

Parpadeó para alejar las lágrimas y agarró una toalla para secarse. Permanecía en control y
estaba enfocada.

Conseguiré mis metas. Tenía que conseguirlo. Sabrina contaba con ella. Ya Toni había
confirmado la existencia de los vampiros e invadido el campo de los chicos buenos.

¿Vampiros chicos buenos? ¿Quién creería eso? Pero Connor la había salvado, y juró que todos
los buenos Vampiros habían dejado de morder. Les había visto beber de botellas, pero aún
así, era difícil confiar completamente en ellos. Sin importar lo bien que esos Vampiros buenos
se portaran, ella aún podía sentir a las bestias acechando justo debajo de la superficie. Lo
había sentido incluso más fuerte con Ian, pero en lugar de repelerla, eso la había excitado.

¿Cuán idiota podía ser? Solo un completo estúpido retaría a una bestia que podía morder.
Ella le ignoraría.

Lograré algo significativo con mi vida. Eso ocurriría. Ella y Sabrina lo tenían todo planeado.

Toni paseó en el dormitorio mientras se secaba el pelo con la toalla. Su mirada deambuló
sobre las suaves y doradas paredes y el gran dosel de la cama colgando con tela brocada azul
y dorada que hacía juego con las cortinas y sofás. Los dos tocadores que flanqueaban la cama
parecían como antigüedades de Luis XVI.

Una cosa que se había negado a admitir: los Vampiros tenían un excelente gusto. Dougal
afirmaba que esta habitación perteneció una vez a una princesa Vampiro que fue miembro
del harén de Roman Draganesti. Aparentemente Roman había disuelto su harén cuando se
casó. Toni bufó. Que tipo tan genial. Tanto como ella podía decir, todos los hombres
Vampiros estaban a unos pocos siglos por detrás de sus opciones de mujeres. Ian MacPhie
seguramente lo estaba.

Me merezco ser amada. La última afirmación era la más dura de creer. Tiró la toalla al cesto de
la lavandería. Maldición, fue amada. La abuela la había amado.

Y ¿recuerdas lo que la ocurrió? La fallaste. Toni rápidamente aplastó la sucia voz interior que
seguía saboreando sus afirmaciones, diciéndola que no se merecía ser feliz, y que no se
merecía ser amada. Se lo merecía, maldición. Y no fallaría a Sabrina. Incluso si eso significaba
vivir en una casa llena de criaturas bebedoras de sangre.

Tiraría de sus contactos y vestiría su uniforme de guardia de pantalones caqui y camisa azul
marina. Connor la había dado las tallas pequeñas, pero aún así, las ropas de los hombres
colgaban en su marco como sacos sin forma. Obviamente Seguridad Mackay e
Investigaciones no estaba acostumbrado a contratar guardias mujeres. Dougal y Phineas
habían estado sorprendidos, pero la habían aceptado lo bastante fácil una vez la vieron
luchar.

Ian era más sospechoso, pero no le dejaría asustarla. Ella permanecería tranquila y fría. En
control. Nada iba a perturbarla.

Saltó cuando su móvil sonó condenando una y otra vez la música. Maldito. Carlos le había
dado un nuevo tono hacía una semana, pero la repentina explosión de ―Cum on Feel the Noize‖
por Quiet Riot siempre la asustaba.
El vocalista masculino gritó mientras ella buscaba a través de su bolsa de mano. Con
optimismo, era Sabrina llamando. Toni había ido al hospital la pasada noche para verla, pero
Sabrina había estado durmiendo tan pacíficamente, que Toni no había querido despertarla.

Ella abrió de un golpe el teléfono. —¿Hola?

—¿Toni? —La voz brusca sonaba urgente. —¿Qué está pasando ahí?

—¿Howard? —¿Su supervisor? Howard Barr estaba a cargo de la seguridad diurna, y


monitoreaba a Toni desde su localización en la casa de Roman Draganesti. Howard se
suponía que llamaba para un informe de mañana a las ocho a.m., pero ayer por la mañana él
había usado el teléfono de la casa, no su móvil.

Su mirada osciló a la mesilla de noche donde el reloj digital brillaba 7:26. —¿Algo está mal?

—Eso es lo que te estoy preguntando, —continuó Howard en un apuro. —Hice mis rondas de
la mañana aquí, y Connor tenía su móvil abierto en su oído. ¿Has hablado con él?

—No. Todo está bien aquí...

—No lo creo. El teléfono de Connor estaba conectado al teléfono de tu casa. Colgué e intenté
llamar, pero tu línea también estaba ocupada.

Toni miró el teléfono de su mesilla. Una luz indicaba que aún estaba en uso. Por supuesto. Ian
había dicho que él la comprobaría. —Debe ser Ian MacPhie.

—¿Ian? —Hubo una pausa durante la cual Toni pudo oír revolver papeles. —¿Estás segura?
Él no debe volver durante otra semana. Y su ataúd está vacío.

—Lo superó.

—¿Eso es cierto? ¿El chico no aparenta más de quince?

Ella arrugó su nariz. —Parece más viejo que eso, pero su comportamiento no es lo que
llamaría maduro.

Howard se rió. —Hizo una buena impresión, ¿verdad? Mira, no se ha mostrado en ninguno
de mis monitores, así que tendrás que encontrarle y asegurarte de que está bien.

—Estoy segura de que está bien. ¿Adónde iría? Está muerto. Eso corta su movilidad.

—Sí, pero somos responsables de estos chicos durante el día. No puedes proteger a un
cadáver si no sabes dónde está. Así que encuéntrale.
Toni gruñó en silencio. Había cinco pisos en esta casa, seis contando el sótano, más de ocho
dormitorios, y un montón de cuartos de baño y armarios. Llevaría toda la mañana buscar en
todo el lugar.

—Llamaré en diez minutos. —Howard colgó.

¿Diez minutos? Toni metió el teléfono en el bolsillo de los pantalones de hombre que llevaba
puestos, y aún descalza, corrió hacia el vestíbulo. Él no estaba convenientemente tumbado
muerto en el pasillo, así que tendría que cazarle.

Corrió bajando las escaleras hacia el primer piso. No esperaba verle allí, pero había cámaras
de vigilancia en el vestíbulo y la cocina, y sabía que Howard esperaba verla pasar en su
búsqueda.

Había sido contratada en un estado de prueba durante dos semanas, y Connor la había
avisado de que las cámaras en la casa estaban unidas a los monitores en White Plains. En
otras palabras, era vigilada constantemente para asegurarse que podía ser de confianza.
Como si alguna vez hubiera hecho daño a uno de los Vampiros.

Connor había enfatizado el hecho de que una vez tomara el voto para proteger a los
Vampiros, ese voto sería sagrado. El coste de la traición era severo y final. Si provocaba su ira,
no habría lugar para esconderse donde no pudieran encontrarla. Su cuerpo nunca sería
encontrado. Luego él había procedido a hablarle sobre el gran plan médico-dental, la alta
producción en las cuentas del mercado de dinero, y las oportunidades vacacionales que
Seguridad MacKay e Investigaciones ofrecía a sus empleados.

Bajo circunstancias normales, ella habría elegido la opción número uno: tener su recuerdo
borrado para poder volver a su vida normal. Pero las circunstancias no eran normales, así que
rechinó los dientes y tomó el voto.

Ian no fue encontrado en el primer piso, así que ella se dirigió a la sala de vigilancia en el
sótano. Su mirada osciló al sofá en la pared. No, allí tampoco. Miró a la cámara de vigilancia y
sacudió su cabeza.

Paró en la puerta del dormitorio. Era necesario comprobar esa habitación cuatro veces al día,
pero aún así le dio frío. Bueno, no la habitación, sino los cuerpos muertos dentro. Dio una
profunda respiración y entró.

Dougal estaba sobre su espalda en su ataúd, llevando una camisa para dormir pasada de
moda que llegaba a sus rodillas y se parecía un poco al camisón que ella solía llevar.

Phineas estaba estirado a través de la cama doble, sin llevar nada excepto los cortos
calzoncillos rojos. Toni miró a las fotos enmarcadas al lado de su mesilla. Una mujer anciana
y una niña y un niño, muy probablemente la tía y los jóvenes hermanos de los que había
hablado. Se preguntó si sabían que se había transformado en vampiro casi hacía dos años.
Miró fijamente dentro del cuarto de baño y se estremeció hacia las toallas y las ropas tiradas
en el suelo. Gracias a Dios no tenía que limpiar detrás de ellos. Había una sirvienta que
pertenecía a un Vampiro que entraba por la noche. Su mirada aterrizó en un montón de
revistas de chicas en una cesta. ¡Puaj! Que cerdos.

Corrió de vuelta a las escaleras hacia el primer piso, luego fue por otra ruta a la gran escalera.
No había cámaras de vigilancia en los cuatro pisos, así que al menos no tenía el incómodo
sentimiento de ser vigilada. Corrió pasando su dormitorio para comprobar los otros cinco
dormitorios en el segundo piso. Luego corrió a través de todos los dormitorios en el tercer
piso. Con el tiempo acabándose, maldijo a través de los dormitorios en el cuarto piso.

¡Maldición, no estaba en ninguno de ellos! Comprobó el último dormitorio con un


sentimiento de fatalidad creciendo. Incluso miró en el armario. ¿Había cometido un error por
no comprobar todos los armarios de abajo?

Cum on feel the noize4! Saltó y sacó el teléfono de su bolsillo. —¿Howard?

—Toni, ¿le has encontrado ya?

—No. —Ella estaba respirando pesadamente por toda la carrera. —He buscado en cada piso.
Excepto en el quinto.

—Compruébalo.

Ella parpadeó. Connor la había avisado de que no entrara en la oficina privada de Roman
Draganesti y en su dormitorio. Aparentemente el gran jefazo tenía algunas cosas allí.
Probablemente un esqueleto en el armario. —Pensaba que ese piso estaba fuera de los límites.

—Normalmente sí, pero no podemos pasar todo el día sin saber dónde está Ian. Así que ve a
mirar. —Howard colgó.

Ella metió el teléfono en su bolsillo y subió las escaleras. En el descansillo superior, descubrió
dos puertas que flanqueaban un cuadro al óleo de algunas ruinas. Intentó la puerta de la
derecha. Se abrió.

La habitación estaba totalmente a oscuras. Buscó a tientas a lo largo de la pared por el quicio
hasta que localizó un interruptor. Una solitaria bombilla se encendió, situada sobre el largo
escritorio. Las estanterías se situaban detrás de este y una silla de terciopelo rojo delante. Su
corazón se tambaleó al ver el ordenador en el escritorio. Podía ser la respuesta a sus plegarias.

4 "Cum on Feel the Noize" es una canción de rock originalmente lanzada por Slade en 1973
La gran sala se extendía de vuelta a las sombras. Toni podía distinguir las demás sillas, una
mesa, y una barra. En el borde más alejado de la sala, señaló el panel de madera oscura de un
conjunto de dobles puertas.

Cruzó la habitación, sus pies desnudos en silencio se amortiguaban en la espesa alfombra, su


mirada se deslizó a través de las caras antigüedades. ¿Así que este era la guarida privada de
un poderoso maestro vampiro? Quizás debería tomar fotos con su móvil. No, eso no ayudaría
a Sabrina. La decoración suntuosa solo probaba que el propietario era rico, no un No muerto.

Cuando se acercó a las puertas dobles, oyó un pitido como un teléfono descolgado. Ella
empujó las puertas abiertas. La sombra de una enorme cama surgió ante ella con una sombra
oscura encima. Bordeó la cama por la derecha y buscó a tientas la lámpara de la mesilla. Una
débil luz, no más brillante que una luz de noche, se encendió.

Ahí estaba en el lado más alejado de la cama tamaño rey, tumbado encima de una cómoda
gamuza bronceada. Su cara estaba alejada de ella, así que todo lo que podía ver era su espeso
pelo negro y la cola de caballo que se acurrucaba encima de la almohada.

Algunos hombres podían aparecer afeminados con el pelo hasta los hombros y una camisa,
pero en Ian, el efecto era bastante opuesto. Había algo salvaje y tosco en él, como un guerrero
escocés que se negaba a ser civilizado. Solo su visión hacía que su latido se acelerase y los
pensamientos de rebelión aparecieran en su cabeza.

Toni bordeó la cama, pasando por sus enormes pies cubiertos con calcetines negros. Los
viejos cuentos de esposas sobre los hombres con grandes pies debían ser ciertos. Su mirada
volvió a su falda escocesa. Sus piernas estaban extendidas con la tela de la falda cayendo
ligeramente sobre ellas. Lo que había sido una sorpresa darse cuenta de que el tipo no llevaba
nada de ropa interior. Su cara se calentó, recordando la divertida inclinación de su boca y el
brillo en sus ojos. No te avergüences en absoluto. No, él no había parecido... audaz, como si
hubiera disfrutado de su inspección sorpresa.

Ella ladeó su cabeza, enfocada en el área oscura y ensombrecida entre sus muslos.
Lentamente, se inclinó hacia un lado.

Cum on feel the noize!

Con un jadeo, ella se enderezó. ¿Qué pasaba en ella? El hombre estaba muerto, y ¿estaba
intentando levantar su falda? Gracias a Dios no había cámaras allí.

Abrió su teléfono. —Está bien, Howard. Tengo a Ian aquí. Está en la cama.

Hubo una pausa.

—Chica, ¿tienes un hombre en tu cama?


Toni parpadeó. —¡Carlos! Yo... yo no te esperaba.

Él rió. —Me di cuenta de eso, menina. Así que, ¿quién es ese tipo en tu cama?

—Él no está en mi cama, y no es...

—Oh, ¿estás en su casa?

—Bueno, sí, algo así. —Toni empujó su pelo mojado detrás de sus orejas. —Mira, Carlos, no
puedo hablar ahora mismo. —Al sonido de su sugestiva risa, ella se enfurruñó. —No es lo
que estás pensando. El tipo está realmente... muerto ahora mismo.

—¿Le has agotado? Vamos, chica.

Toni gruñó. Quizás era su herencia brasileña, pero su vecino de la puerta de al lado, Carlos
Panterra, tenía una mente de un camino. —Carlos, ¿todo está bien en el apartamento?

—Sí, por supuesto. Estaba alimentando a tu gato. Dice que os echa de menos a ti y a Sabrina.
Yo también.

—Lo sé. Volveremos pronto, espero. Ahora tengo que irme antes de que llame Howard.

Carlos jadeó. —¿Tienes a dos hombres? Chica, ¡estás caliente!

—No es... no importa. Lo explicaré después. —Se movió hacia el lado de la cama.

—Ese nuevo tono que puse en tu teléfono, —continuó Carlos. —Ahora te estás balanceando a
la vez a los chicos grandes.

—Sí, cierto. Adiós, Carlos. —Toni cerró su teléfono y lo metió en su bolsillo. Era una
asquerosa vergüenza que fuera tan inepta para la tecnología moderna. No tenía ni idea de
cómo quitar el tono con el que Carlos la había maldito.

Hablando de teléfonos, había un pitido aún en la cama con Ian. Él obviamente lo había estado
sujetando cerca de su oído, pero ahora sus dedos estaban relajados, curvados ligeramente
donde descansaban en la almohada. El receptor debía haberse deslizado debajo de la
almohada, pero eso ahora estaba acurrucado en el recodo de su cuello y hombro. Su cabeza
estaba girada hacia ella, sus ojos cerrados.

Ella tuvo el asqueroso sentimiento de que sus ojos de repente podrían abrirse y mirarla con la
mirada en blanco de un zombi. Con un estremecimiento, apartó ese pensamiento. Alcanzó el
receptor, pero accidentalmente rozó su mano sobre sus dedos. Ella apartó su brazo.
Disparada, nunca había tocado a una persona muerta antes. Pero no se había sentido frío y
duro como había esperado.
Deslizó su mano entre sus dedos y su cuello y lentamente sacó el teléfono. Sus nudillos
rozaron la parte superior de su barbilla. Estaba áspera con el pelo. Ella se estremeció, dándose
cuenta de cuan cerca estaba de tocar su boca. Sus labios estaban ligeramente separados,
perfectamente formados.

Retrocedió, llevando el teléfono a su pecho. Su expresión era pacífica, tan diferente de las
intensas emociones que había visto antes. El espeso flequillo negro de sus pestañas lanzaban
una sombra en sus pálidas mejillas. Maravilloso. Un hombre no debería parecer tan dulce y
tosco al mismo tiempo.

Su mirada cayó en el hoyuelo de su barbilla. Había sido lo primero que había notado en él.
Todo el tiempo él había sido puntilloso con ella, ella había querido pincharlo con su dedo.
Levantó su mano, luego la volvió a bajar. ¿En qué estaba pensando? Él era uno de ellos.

Dejó el receptor de vuelta en la horquilla en la mesilla. Este inmediatamente sonó.

Ella saltó. Por Dios, necesitaba conseguir un agarre. Levantó el receptor. —Está bien, Howard.
Le encontré.

Hubo una risita femenina. Definitivamente no era Howard, a menos que tuviera un secreto
que ella no conocía. —¿Hola?

—¡Hola! —Otra risita. —¿Está Ian ahí?

Toni dudó. Si esta chica conocía a Ian, ¿no debería saber que él estaba muerto en este
momento? —No puede ponerse al teléfono ahora mismo. ¿Puede darle un mensaje?

—Bueno, eso creo. —La persona que llamaba rió otra vez.

Toni encontró un bolígrafo y una libreta de papel en el cajón de la mesilla. Esperó, pero hubo
silencio. —¿Hola? Necesitaré que me deje el mensaje.

—Oh, cierto. Vale. Déjame pensar. —Otra risita.

Toni esperó mientras la persona que llamaba seguía en silencio, aparentemente intentando
pensar. ¿Ian actualmente conocía a esta chica? ¿No había dicho que estaba buscando a una
mujer Vampiro? Esta chica tenía que ser mortal porque era de día, y estaba consciente. —
¿Puede decirme su nombre?

—Oh. —Más risitas. —Soy Mitzi.

Toni escribió en la libreta de papel. —¿Y tu mensaje?

—¿Puedes decir a Ian que creo que es realmente caliente?


—Seguro. —Toni miró a Ian. Le parecía de fría piedra. —¿Cómo le conoció?

—Aún no lo he hecho. Solo que le encontré en Single in the City. Es un servicio de citas,
¿sabes?

—Ya veo. — ¿Así era como Ian planeaba encontrar a su verdadero amor? No tenía sentido si
él estaba buscando solo mujeres Vampiro.

—Sí, solo vi su expediente, —continuó Mitzi. —Y su foto. ¡Y tuve que llamar porque está muy
caliente!

—Cierto. ¿Quieres dejar un número?

Mitzi recitó su número. —¿Puede decirle que quiero salir con él? Y él probablemente tendrá
suerte, ¡porque está muy caliente! —Ella rió, luego, menos mal colgó.

Al segundo de que Toni dejara el receptor, el teléfono sonó otra vez. Este tenía que ser
Howard. —¿Hola?

—¿Está Ian MacPhie ahí? —Preguntó la voz de una mujer gutural.

¿Otra mujer? Al menos no era Mitzi. —Ian no está disponible en este momento. ¿Podría dejar
un mensaje?

—Mi nombre es Lola. Acabo de leer el expediente de Ian en Single in the City, y debo decir,
que fue fascinante.

—Apuesto a que sí. —Toni miró al ordenador en la puerta de la oficina de al lado. Podría
necesitar echar una mirada a su expediente.

—Sí, —continuó Lola. —Especialmente me gustó la parte del castillo en Escocia de Ian, y
como había gastado algo de su vasta fortuna en renovarlo.

¿Vasta fortuna? Toni bufó, luego lo cubrió con una delicada tos. En serio dudaba de que Ian
tuviera una vasta fortuna cuando estaba trabajando como guardia de seguridad para
Industrias Romatech. ¿Realmente se rebajaría a decir mentiras por Internet para conseguir
citas? Era un hombre divino. ¿Por qué tendría que mentir por algo, a parte del pequeño
problema de estar muerto la mitad del tiempo?

—Ya ves, — Lola descendió su voz dramáticamente, —Era una princesa real en mi vida
anterior. Pertenezco a un castillo.

—Guau.

—También soy vegetariana, —anunció Lola. —Espero que Ian también lo sea. Es tan caliente.
—Cierto. Bueno, puedo decir con seguridad que no come carne.

—Espléndido. —Lola recitó su número de teléfono. —Ta-ta.

Toni escribió el número debajo, luego miró a Ian. —Mentiroso. Dijiste que no querías citas
mortales.

Cum on feel the noize! Ella saltó. Ahora este tenía que ser Howard. O Sabrina. Sacó su móvil. —
¿Hola?

—¿Toni? —Resonó la voz de Howard. —¿Qué está pasando?

—Todo está bien. Ian está en el dormitorio del quinto piso. El teléfono estaba descolgado,
pero lo coloqué.

—¿Qué era tan urgente para que llamara a Connor?

Toni parpadeó. —Probablemente llamó por mí. El concepto de una guardaespaldas femenina
era demasiado raro para él.

Howard rió. —Se acostumbrará a ti. ¿Te ha visto pelear ya?

—Sí, un poco.

—Entonces sabe cuan dura eres. Aprenderá a confiar en ti con el tiempo.

Ella hizo una mueca. Ian actualmente tenía razón para sospechar de ella. Tenía que esconder
la agenda, aunque seguramente no quería ningún daño para los Vampiros.

—¿Necesitas algo hoy? —Preguntó Howard. Se aseguraba de que las provisiones fueran
entregadas a la casa, así Toni no tendría que dejar sus cargos sin protección.

—Estoy bien por ahora, pero tengo un examen final el viernes en NYU 5. Necesitaré irme al
mediodía.

—Lo recuerdo. Hemos arreglado que vaya a la casa para que puedas ir.

—Pero pensaba que tenías que proteger a Roman y a Connor.

—Se quedan en Romatech, así que los guardias pueden mantener un ojo en ellos. No te
preocupes. Lo tenemos cubierto.

5 New York University


—Gracias. —Toni se sintió aliviada, pero un poco sorprendida de que los Vampiros
estuvieran de acuerdo en cambiar su rutina solo para ayudarla. —Solo para un examen, y
oficialmente acabaré como mi master.

—Genial. —Howard paró. —Ya sabes, probablemente puedes conseguir un trabajo mejor que
esto. Esto no es muy... intelectual.

—Está bien. La paga es más de lo que esperaba.

—Sí, bueno, los Vampiros saben cuán importante es tener mortales en los que puedan confiar.

—Lo comprendo. —El teléfono en la mesilla sonó. —Oh Dios, espero que no sea ni Mitzi ni
Lola.

—¿Quién? —Preguntó Howard.

—Esas chicas que siguen llamando a Ian. Aparentemente se inscribió en un servicio de citas
online.

—Estás de broma.

—Eso quisiera. Te llamaré para el informe de las diez en punto. —Toni cerró su móvil y
respondió al teléfono de la casa. —¿Hola?

—Hola, —respondió una suave voz femenina. —¿Está Ian?

Toni gruñó. —Él está... meditando ahora mismo.

—Genial. Soy Destiny. —Dio su número de teléfono. —Ian es tan caliente. Ya sabes, estoy
totalmente sintetizada con las vibraciones armónicas del cosmos, así que puedo decir que Ian
y yo nos pertenecemos mutuamente.

—Ya veo. —Y su vasta fortuna no tenía nada que ver con eso. —¿Algún mensaje para Ian?

—Sí. Adoro dar paseos en la lluvia y sentarme en la playa para ver el amanecer.

—Genial. —Toni escribió Planes para matarte por combustión espontánea debajo de su nombre.
—Gracias por llamar.

Ella colgó y miró a Ian. —¿Te das cuenta de que mi mejor amiga está en el hospital, y en lugar
de ser capaz de llamarla, estoy pegada hablando con tus ridículas novias? —Su voz se levantó
hasta un grito, pero Ian solo se quedó tumbado allí, inconsciente.
—¿Por qué estás buscando a una mujer? ¿Por qué creería un vampiro en el amor verdadero?
¿Realmente crees que puedes ser fiel durante siglos? ¡Unos pocos años es demasiado pedir en
estos días!

Él no respondió.

—Bien, al menos no discutes. Yo soy el jefe aquí durante el día, y no lo olvides.

Él no discutió.

Ella caminó a la oficina adyacente. No iba a la universidad solo para terminar como una
secretaria social para un cachondo y caliente vampiro. Es demasiado para su tercera
afirmación, Lograré algo significativo con mi vida.

Necesitaba hablar con Sabrina. Eso la calmaría. Abrió su móvil y marcó el hospital. —¿La
habitación de Sabrina Vanderwerth, por favor?

—Un momento, —replicó el operador. —Por favor espere.

Toni se sentó en la silla de cuero negro detrás del escritorio y golpeó el ordenador. Quizás
podía encontrar algo útil en los expedientes del ordenador. Su búsqueda en la biblioteca no
había revelado nada. El teléfono en el escritorio sonó. Genial, otra mujer. Toni rápidamente
tomó su nombre y número, luego colgó después de que Britney expusiera diez razones por
las que Ian estaba caliente.

Mientras tanto, el operador del hospital volvió en su móvil. —Sabrina Vanderwerth ha sido
dada de alta.

Una astilla de alarma se arrastró por la columna de Toni. —Pero la vi la noche pasada.
¿Cuándo fue dada de alta?

—No estoy capacitado para dar ninguna información personal.

—Espere, —comenzó Toni, pero el tono de marcaje señaló que había sido cortada.

El teléfono en el escritorio sonó. —¡Arhg! —Toni rápidamente tomó el nombre y el número de


otra chica que pensaba que Ian era caliente. Luego marcó el móvil de Sabrina.

Después de siete tonos, fue transferida al buzón de voz. —Bri, soy Toni. Acabo de oír que te
dieron el alta del hospital. Llámame. —Comprobó los mensajes de su teléfono. Nada de nada.
¿Dónde estaba Sabrina?

El teléfono del escritorio sonó otra vez. Esta vez era La Toya quien pensaba que Ian era
caliente. Luego Michelle, y luego Lauren. Aparentemente el tío bueno de Ian se estaba
convirtiendo en legendario.
—Esto es demasiado, —gruñó Toni. Usó el teléfono de la casa para llamar a su apartamento.
Quizás Sabrina había vuelto simplemente a casa, y estaba preocupada por nada.

El teléfono sonó hasta que respondió el contestador automático. —Bri, ¿estás ahí? Llámame,
estoy preocupada por ti.

Llamó a Carlos al de la puerta de al lado. —¿Has oído lo de Sabrina?

—No, ¿qué pasa?

—Le han dado el alta del hospital, pero no sé dónde está.

Hubo una pausa, luego Carlos habló, su voz más profunda de lo habitual. —Toni, necesitas
decirme lo que está pasando.

—Lo haré, esta noche, cuando salga de trabajar. —Toni colgó, luego el teléfono
instantáneamente sonó.

—¡Maldición! —Agarró el receptor. —¿Qué?

—Buenos días. Soy Travis Buckley.

Una voz de hombre. —¿Sí? ¿Qué pasa?

—¿Está Ian MacPhie ahí?

Toni parpadeó. —Tú... ¿quieres hablar con Ian?

—Oh sí, cariño. Vi su foto en Single in the City, y pensé que era tan...

—¿Caliente?

—Exactamente. —Rió Travis.

Toni escribió su nombre. —Me encantará decirle que llamaste.

—Super. —Travis le dio su número. —Creo que él es súper-caliente.

—Oh, totalmente. —Toni colgó, luego se frotó las sienes. —Esto no me puede estar pasando.
Estoy pegada a la Zona del Crepúsculo. —Se giró hacia el ordenador y tecleó en Mis
Documentos. Una caja de seguridad vino en la pantalla, preguntando por la contraseña.

—Maldición. —Si no fuera tan idiota con la tecnología, podría pasar esto, pero no tenía una
clave. Oh bueno, incluso si encontrara un documento donde un montón de Vampiros
confesaban ser reales, ¿actualmente probaría algo? Nadie podía escribir semejante tontería y
reclamar ser cierto.

Hablando de falsos reclamos, necesitaba comprobar el expediente de Ian en Single in the City.
Fue fácil encontrarlo. Estaba en la página principal en una lista de los diez más populares. Su
foto era genial, pero su expediente sonaba como un Don Juan con Viagra. Cuanto más leía,
más sentía que el vapor salía por sus orejas.

El teléfono sonó otra vez. Y otra vez. Y otra vez. La lista de nombres era ahora de treinta y
cuatro chicas y dos chicos que pensaban que Ian era más caliente que el magma líquido.
¿Cómo localizaría a Sabrina? ¿O estudiaría para su final?

El teléfono sonó otra vez. Ella lo levantó bruscamente. —Sí, ¡Ian está caliente! Pero tendrás
que esperar tu turno.

—Genial. —La chica explotó un chicle. —No me importa compartir. ¿Está en un grupo de
sexo?

Toni hizo una mueca. —Tendrás que preguntarle eso.

—Vale. —Ella explotó su chicle. —¿Así que quien eres?

—Soy... su oficial de libertad condicional.

—Genial. Tengo uno de esos, también. Consigue estropear la solicitud.

—Odio cuando eso ocurre.

—Sí. Este Ian, ¿realmente es tan rico como dice su expediente?

Toni rechinó sus dientes. —Solo dame tu nombre y tu número. —Escribió la información y
golpeó el receptor. —¡No lo cogeré más!

Ella tanteó en el cajón del escritorio y encontró un gran permanente negro para marcar. Entró
en el dormitorio y miró a Ian. —¡Si suspendo mi final, será culpa tuya! — Estiró su camiseta
blanca a través de su pecho duro como una roca y musculoso, luego escribió en letras
mayúsculas CALIENTE, CALIENTE DELICIOSO Y VIRIL. Debajo escribió, Para un buen
tiempo, llama a Travis.

Luego bajó las escaleras hacia el primer piso, y se giró hacia el contestador. A los vampiros no
les gustaría, pero ella no tiraría a la mierda su último examen por la vida amorosa de Ian.
Cuando descendió al sótano, oyó el teléfono sonar otra vez. Los chicos en el sótano estaban
bien, así que llamaría a Howard para el informe de las diez en punto. Explicaría lo del
contestador, y él estaría de acuerdo.
Mientras se comía su almuerzo en la cocina, el teléfono sonó doce veces más. Aún estaba
sonando cuando subió las escaleras a su dormitorio. Desconectó el teléfono allí para poder
estudiar en paz. Comprobó a los chicos otra vez a la una y a las cuatro p.m. después de sus
informes de la tarde.

También llamó al hospital y habló con una enfermera de la planta donde Sabrina había
estado. La enfermera admitió que Sabrina se había ido con su familia, pero no dijo más que
eso. Tenía que ser la tía y el tío de Sabrina, desde que eran la única familia que Sabrina tenía.
Toni no podía recordar su apellido. La información estaría en el apartamento. Mientras tanto,
Sabrina no devolvió la llamada, así que Toni continuó preocupada por ella.

A las cuatro y quince, Toni se cambió el uniforme y descendió a la cocina para tomar un
aperitivo. Sería capaz de irse después de que los chicos se despertaran, lo cual sería en
cualquier minuto ahora. Afortunadamente, el sol se ocultaba antes en Diciembre.

—Buenas tardes. —Dougal paseó en la cocina, seguido por Phineas. Se dirigieron derechos a
la nevera a por algunas botellas de sangre.

—Hey, chicos. —Ella terminó su ensalada. —¿Dormisteis bien?

La puerta de abrió de golpe, y Ian entró. Frunció el ceño a Toni y golpeó una mano contra su
camiseta marcada en negro. —¿Qué demonios es esto?
Capítulo 4

I an había olvidado lo bonita era—lo bastante bonita para codificar sus pensamientos
por un segundo. Pero no importaba lo brillante y dorado que fuera su pelo, ni cómo de rosa y
dulce se curvara su boca. O cómo su jersey verde hacía juego con el verde de sus ojos.
Cualquier guardia, que escribiera un graffiti en un Vampiro que estuviera durmiendo no era
un guardia en el que se podía confiar.

Phineas echó un vistazo y arrojó su desayuno por todo el mostrador de la cocina. Luego
empezó a reírse. Dougal, al menos, estaba tratando de ahogar su risa.

—Puaj.— Toni hizo una mueca en el caos sangriento.

—No te preocupes, dulzura. Lo limpiaré.— Phineas cogió una esponja del fregadero de la
cocina. —Le conseguiste lo mejor.

—Yo no llamaría a esto lo mejor.— Ian frunció el ceño a Toni. Ella no había contestado a su
pregunta. Se había sentado en la mesa, jugando con una servilleta de papel, mientras que un
rubor rosa arrasaba sus mejillas. El olor a sangre apresurada encendió su hambre. Sus encías
se estremecieron. Su estómago dio punzadas. Se fue hacia la nevera, tomó una botella de
sangre sintética, y la engulló fría.

Ella arrugó su pequeña nariz bonita. —¿La estás bebiendo fría?

—¿Me estás ofreciendo alguno caliente?— Gruñó.

Sus mejillas crecieron a un rojo brillante. —No, por supuesto que no.

—¿Por qué tan enfadado, hermano?— Phineas limpió el mostrador. —Yo sería feliz si Toni
escribiera en mi camisa. Mierda, podría escribir sobre mí todo el día.

—No usas camisa en la cama,— murmuró Toni.

—¡Ajá!— Phineas le sonrió. —Has estado admirando mi impresionante cuerpo mientras


dormía. Lo sabía. Las mujeres no pueden resistir al Dr. Phang.— Enjuagó la esponja, y luego
volvió a su trabajo. —Deberías escribirme notas de amor.

—No son notas de amor,— protestó Toni.

—Eso es seguro,— se quejó Ian. —Estoy definitivamente ―no" interesado en Travis.


Phineas bufó, luego apuntó y tiró la esponja al fregadero. —¡Dos puntos! Mira, he estado
diciéndoos que dejéis de usar esas faldas. Da señales mixtas, si sabes lo que quiero decir.

Dougal frunció el ceño. —La falda escocesa es una excelente tradición varonil, entre los
escoceses.

—Yo más o menos opino como ellos,— reconoció Toni.

¿Le gustaba su falda escocesa? Ian siempre había considerado que el tartán MacPhie era uno
de los mejores. O tal vez a ella le había gustado lo que había debajo. Él se golpeó
mentalmente. Esta chica le distraía con demasiada facilidad. —No has contestado a mi
pregunta.— Se golpeó el pecho. —¿Por qué diablos hiciste esto?

Ella levantó la barbilla. —Admitiré ahora que fue un error, pero en ese momento, estaba muy
enfadada contigo.

—¿Enfadada?— Ian le dio una mirada de incredulidad. —¿Qué podría haber hecho para que
te enfadaras? Estuve muerto todo el día.

—Estabas vivo en Internet. La gente estaba mirando el Single in the City, y el teléfono no
paraba de sonar. Tengo mis propios problemas para hacer frente, así que...

—¿Me están llamando mujeres?— Ian la interrumpió. No lo podía creer. El plan de Vanda
estaba funcionando.

Toni le lanzó una mirada de fastidio. —¿No has visto los mensajes que te dejé escaleras
arriba? ¿En la mesilla de noche?

—No, estaba distraído con esto.— Apretó una mano contra su pecho. Quería seguir enfadado,
pero el pensamiento de mujeres que lo perseguían en realidad era increíble.
—¿Me están llamando mujeres?

Toni se quejó, y luego llevó su plato al fregadero. —Sí, señor Súper Ego. Cuarenta y tres
mujeres y dos hombres, para ser precisos. Y eso fue antes de las 10 a.m.

—¿Dos hombres?— Phineas soltó una risita.

Ian murmuró algunas palabras en gaélico que hizo reír a Dougal. Su entusiasmo inicial fue
desapareciendo, ahora se daba cuenta de que todas las mujeres que habían llamado durante
el día eran mortales. Ninguna de ellas lo podría hacer.

El teléfono sonó, y Phineas lo alcanzó.

—No te molestes.— Toni volvió a la mesa donde había dejado algo de ropa en la parte trasera
de una silla. Se enrolló el pañuelo verde al cuello. —Es probablemente que sea otra mujer
desesperada. El contestador automático los recoge desde esta mañana.

—¡Pero podría estar caliente!— Phineas levantó el receptor. —Hola,— dijo en una voz
profunda y sexy. —Usted ha llegado a la morada de lujo del Dr. Phang, el doctor amor. Dime
dónde te duele, cariño.

—Toni,— Dougal habló en voz baja. —Se supone que tenemos que contestar el teléfono
durante el día. No queremos que la gente piense que la casa está vacía.

—Lo sé.— Ella metió sus brazos en la chaqueta. —Pero...

—No, Travis, ¡no me interesa!— Phineas estrelló el teléfono. —Mierda.

Toni resopló. —Mira ¿ves a lo que me refiero? Es por eso que Howard accedió a dejarme usar
el contestador automático.

Se enganchó el bolso sobre su hombro. —Chicos nos vemos más tarde.

—¿A dónde vas?— Preguntó Ian.

Ella no le hizo caso y salió de la cocina, dejando la puerta giratoria moviéndose a su paso.

—Maldita sea,— gruñó Ian. Se tomó el resto de su desayuno frío, y luego puso la botella en el
fregadero en su camino a la puerta de la cocina.

—Ian.— Dougal lo detuvo. —No la perseguirás fuera. Necesitamos desesperadamente


guardias mortales en los que podamos confiar.

Señaló a su camiseta. —¿Que te hace pensar que podamos confiar en ella?

—Es una buen boxeadora, y tiene buenas razones para odiar a los Malcontents,— respondió
Dougal.

—Y no nos ha matado en el sueño,— agregó Phineas. —Todavía.

—Eso es alentador.— Ian se dirigió al vestíbulo y encontró a Toni en la puerta, golpeando los
botones del panel de seguridad. —No puedes salir.

—No veo por qué no. Estoy fuera de servicio.— Terminó el código para liberar la alarma,
luego agarró el pomo de la puerta.

—Necesito hablar contigo.


—Yo no quiero hacerlo.— Ella hizo un gesto hacia el contestador automático. —Pero hay
cientos de mujeres que lo quieren hacer.

—Estás exagerando.

Se marchó a través del vestíbulo hacia el aparador, donde se encontraban el teléfono y el


contestador automático. Apretó un botón y habló una voz masculina robótica.

—Hay trescientos catorce mensajes.

La boca de Ian quedó abierta.

Toni le dio una sonrisa sabihonda, entonces se acercó de nuevo a la puerta principal. —Es
mejor que te pongas a trabajar. Te va a llevar horas devolver todas esas llamadas.—

—Las eliminaré.

Se volvió lentamente hacia él. —¿No vas a contestarlas?

—Llaman durante el día, por lo que deben ser mortales.

—Por Dios, ¡eres un esnob arrogante!

Se puso rígido. —No es una cuestión de arrogancia. Es la realidad.

—¡Tu realidad! ¿Crees que eres demasiado bueno para los simples mortales?

—No presumas de saber lo que estoy pensando.

Sus ojos se estrecharon. —Está bien. Vamos a atenernos a los hechos. Estas son personas
reales que llama con sentimientos reales. Sólo un patán pomposo les negaría la cortesía de
una respuesta.

Se acercó a ella. —No me sermones sobre la cortesía, no lo hagas cuando escribiste esta basura
sobre mí mientras yo dormía.

—¡Estaba enfadada!— Ella dio un paso hacia él, sus mejillas cada vez más sonrojadas. —Tuve
que soportar horas de personas gimiendo, ¡Oh, Ian es tan caliente! Tienes suerte de que sólo
escribiera en tu camiseta. ¡Casi vomité en ella!

Tenía problemas para concentrarse en sus palabras, porque su sangre rápida llegaba de lleno
a su nariz, y sus palpitaciones rápidas golpeaban su cabeza. Sólo al mirar se perdía en las
profundidades ardientes verdes de sus ojos haciendo que su audición se embotara. El olor de
su sangre en combinación con la fragancia de su pelo y piel, nunca había respirado un aire tan
dulce.

Ella dio un paso atrás. —¿Qué pasa? Tus ojos parecen un poco raros.

Se esforzó por pensar. ¿Por qué tener todas esas llamadas la hizo enfadar? Entonces, un
repentino pensamiento le golpeó. —Estabas celosa.

—¿Qué?— Se burló ella. —No seas ridículo.

Se refirió a las palabras en el pecho. —No querías a otras mujeres diciendo que era atractivo.

—Nunca te llamaron atr... — Ella dio un respingo. —Me tengo que ir.— Se movió hacia la
puerta.

Él la siguió. —¿La parte de atractivo fue idea tuya?

—No era como un cumplido,— murmuró.

Él sonrió. —Pero en tu honesta opinión lo soy, ¿no?

Agarró el pomo de la puerta. —Tengo cosas que hacer, lugares a donde ir.

Plantó una mano en la puerta. —¿Por ejemplo?

—No es asunto tuyo.

Su sonrisa se desvaneció. —Nunca me dijiste tu nombre completo. O ¿por qué accediste a la


guardia?

—Te lo dije, un buen sueldo y alojamiento y comida gratis.

—Y yo te dije que no me fiaba. Estás ocultando algo.

Sus ojos brillaban de furia. —Tomé un juramento para proteger tu piel egoísta.

—¿Por qué nos proteges cuando no te gustamos?

Ella arqueó una ceja. —Tal vez sólo seas tú el que no me gusta.

Su mirada se desvió por encima de su cara, y luego hacia abajo sobre su chaqueta hasta las
caderas y sus vaqueros ajustados. —Puedo decir cuando estás mintiendo, muchacha. Puedo
oír tu corazón acelerado y el olor de la sangre moviéndose a tu cara.

Sus mejillas se volvieron de color rosa. —No tengo que explicarme ante ti.
—Está bien. Entonces no tengo más remedio que investigar.— Sonó el teléfono,
distrayéndolo. —No te vayas,— le advirtió, y luego se dirigió hacia el teléfono.

Toni hizo un ruido frustrado detrás de él, y él miró hacia atrás. Con un gesto de impaciencia,
liberó el pelo de la bufanda que lo había inmovilizado. Las hebras doradas se desplomaron
alrededor de sus hombros. De alguna manera, se las arregló para hacer que un movimiento
simple la hiciera elegante y hermosa.

El contestador automático, y la voz de una mujer llenó el vestíbulo. —Ian, acabo de leer tu
perfil, y me encantaría conocerte. ¿Estás ahí? ¡Cógelo!

Alargó la mano hacia el receptor, luego vaciló.

—¿Qué pasa?— Preguntó Toni.

—No sé qué decir.

Ella soltó un bufido. —¿Qué tal hola?

La persona que llamó le dio su nombre y número de teléfono.

—No es tan simple.— Ian no podía decir si esta mujer era una vampiresa, y no era algo que
podía preguntar. Joder. Tendría que quedar efectivamente con todas las mujeres que llamaran
por la noche. En el momento en que él las viera, sabría si estaban vivas o muertas. Pero ¿y si
había cientos de ellas?

La mujer colgó el teléfono, el teléfono volvió a sonar.

Se pasó una mano por el pelo. —Esto es demasiado. Tendré que dejar a Vanda hacer esto.

—¿Vanda?— Preguntó Toni. —¿Ella es otra novia?

—Una amiga. Ella escribió mi perfil y me puso en el sitio de las citas. Sólo tenía la intención
de ayudar, pero...

—¿Qué?— Toni caminó hacia él. —¿No has escrito tu propio perfil?

La voz de otra mujer entró en el contestador automático.

Ian bajó el volumen para poder hablar con Toni. —Dejé que Vanda lo escribiera. Dijo que
sabía lo que las mujeres querían oír. Supongo que lo hace, ya que muchas están llamando.

Toni arrugó la nariz. —No es lo que yo querría oír. Nunca he leído tontería como esa en toda
mi vida.
—¿Has leído mi perfil?

Metió su cabello detrás de la oreja. —Tenía curiosidad. Es decir, cientos de mujeres llamaron.
Quería saber qué las había excitado tanto.

—¿Y pensabas que era una tontería?

—Por supuesto. “Mi verdadero amor será como una princesa resplandeciente, iluminada por las
estrellas en mi castillo encantado de Highland. Y voy a ser su esclavo devoto de amor, atendiendo a
cada uno de sus deseos de vigilia hasta que esté inundada de olas de placer sensual. ¡Oh, el éxtasis! ¡El
éxtasis! ¡Las náuseas!— Toni señaló su boca como si quisiera inducir el vómito.

Ian hizo una mueca. La prosa de Vanda sonaba demasiado dramática, pero entonces la
reacción de Toni parecía un poco exagerada, también. —Es interesante que recuerdes las
líneas de memoria. Me siento halagado de que lo hayas estudiado con tanto cuidado.

Su boca se abrió, y luego se cerró de golpe. —Debes poner a Vanda a hacer algunas ediciones
serias. La forma en que está redactada ahora, no suena muy varonil ....

Él arqueó una ceja. ¿Le estaba retando de nuevo? —Le echaré un vistazo esta noche.

—¿Todavía no lo has leído?

—No.— Se encogió de hombros. —Estoy seguro de que Vanda hizo un trabajo mejor de lo
que yo jamás podría.

Toni le dio una mirada sospechosa. —No es como si fueras modesto.— Sus ojos de repente se
ampliaron. —¡Oh Dios mío! ¿Estás nervioso por tener citas?

Tragó saliva. Ella había dado en el clavo. —Es… difícil de explicar.

—¿Cómo puedes estar nervioso? ¿No has estado seduciendo a las mujeres durante años, así
podrías obtener su... sangre?

—Eso fue diferente. Estoy buscando a mi verdadero amor ahora, la mujer con la que voy a
casarme y a pasar el resto de mi vida con ella. No estoy realmente seguro de cómo encontrar
a la más adecuada. Hay muchas para elegir.

—Sí, es una ardua tarea.— Su mirada creció simpática. —Pero no debes preocuparte. Lo vas a
hacer muy bien. Sólo necesitas un poco de práctica. Lo hiciste muy bien anoche, cuando
coqueteaste conmigo.

— ¿Te gustó?
Sus ojos se endurecieron. —Yo no diría eso.

Él inclinó la cabeza. —Tú eres una mujer.

—Brillante, Sherlock. Debes ser un investigador profesional.

Sonrió. —Lo soy, en realidad. Esa es mi área de especialización.— Se dio cuenta de la mirada
cautelosa que de repente apareció en sus ojos. ¿Estaba preocupada por lo que podría
descubrir sobre ella? —Me dijiste que necesitaba más práctica. ¿Vas a dejar que practique
contigo?

Miró hacia la puerta. —Me tengo que ir.

—Sólo llevará algunos minutos.— Él hizo un gesto hacia la sala. —Lo agradecería muchísimo.

Podía ver las ruedas girando detrás de sus ojos verdes encantadores. ¿Tal vez si estaba bien y
de humor, se olvidaría de investigarla? Posibilidad remota. Ella era demasiado intrigante.

—Podría dedicar unos minutos, supongo.— Caminó lentamente hacia la sala.

—Gracias.— Él esperó a que ella dejara caer su bolso en el sofá, y luego se quitó la chaqueta.
Cuando se sentó en el borde del cojín del sofá, se sentó a su lado.

Miró con recelo hacia él. —No estoy segura de que realmente lo necesites. Estás coqueteando
como en la noche.

—No me había dado cuenta de lo que estaba haciendo hasta que me lo has dicho. Debo haber
estado distraído por todas las otras emociones que estaba sintiendo. — Como sospecha. Y
lujuria.

—Entonces probablemente harás muy bien, siempre y cuando no seas auto-consciente.

—Tal vez. O podría ser más fácil contigo, ya que no importa.

Ella se puso rígida. —¿Porque soy un mortal e inferior a ti?

—¡No!— ¿Qué la hizo tan delicada sobre eso? ¿Había alguien reducido su ego en el pasado?
—Toni, apenas te conozco, pero no puedo ver algo remotamente indigno en ti. Algún hombre
será bendecido y honrado de recibir tu amor.

Sus ojos se abrieron.

—Sólo quise decir que no tenemos que preocuparnos de cómo nos sentimos el uno del otro.
Que no importa porque no podemos tener una relación. Va contra las reglas.
—De acuerdo.— Ella se inclinó hacia atrás y se cruzó de brazos. —Está bien. Ya que no
puedes ser afectado de ninguna manera, vamos a ver lo que puedes hacer. Intenta usar tu
mejor sex appeal, conmigo.

—¿Sex appeal? ¿Qué demonios es eso?

Ella se movió hacia él. —Me ves en un bar. Soy una sexy, dama Vampira con un magnífico
conjunto de colmillos.... Así que haces tu movimiento... — Ella lo miró, expectante.

Suave y encantador. Eso había funcionado para Jean-Luc. —Buenas noches, señorita. Tiene un
aspecto muy atrayente esta noche.

—Gracias.— Entrecerró los ojos. —Que buen tiempo que estamos teniendo.

—Muy cierto. Un poco de frío, tal vez.

—De hecho, Sra. Darcy. Me temo que las ovejas temblarán en el páramo.— Ella hizo una
mueca. —¿De qué siglo vienes?

—Del décimo sexto, pero me he ajustado a lo largo de los siglos.

Ella se burló. —No lo suficiente. Todavía estás por detrás de unos doscientos años.

—Estaba tratando de ser encantador.

—El Príncipe Azul ya no es un héroe. ¿No has visto Shrek?

No sabía de lo que estaba hablando. —Creo que el encanto nunca pasa de moda. Funcionó
para Jean-Luc.

—No lo conozco. Mira, tienes que sonar más moderno. Más cool. Inténtalo de nuevo.

Buscó en su mente las palabras adecuadas. —Yo, mamá caliente, ¿vamos a bajo?

Ella se echó a reír. —Ahora hablas como Phineas, excepto que acabas de decir, 'Vamos a las
dunas'. Oh Dios, el acento es tan divertido.

—Gracias.— Él le dirigió una mirada irónica. —Tal vez puedo pronunciar mal para tener los
afectos de una dama.

Toni sonrió. —Todavía suenas pasado de moda.

—¿Es eso tan malo?


Ella inclinó la cabeza, teniéndolo en cuenta. —Supongo que depende de la chica. A algunas
chicas les gusta tener a un hombre abriendo las puertas para ellas. Sin embargo, muchas
mujeres modernas interpretan el comportamiento caballeroso como grosero. Podemos abrir la
maldita puerta por nosotras mismas. Nos consideran el sexo débil.

—Entonces has malinterpretado mis motivos. Abriría las puertas para mostrar respeto, sin
faltarle el respeto.

—Pero, ¿realmente respetas a las mujeres? ¿No hemos sido sólo la cena durante siglos?

—Habéis sido mi salvación. Nunca podría haber sobrevivido sin vosotras.

Sus ojos se abrieron. —Vemos las cosas de manera muy diferente el uno del otro.

—Eso sólo lo hace más fascinante para mí.— Él miró a sus ojos y vio una mezcla de
emociones luchando una contra la otra. Era tan hermosa. Así que se decidió a ser duro y
ocultar sus heridas.

¿Se asustaría ella si supiera cuan atraído se sentía hacia ella? —Nunca te haría daño,
muchacha. Solo espero que lo sepas.

Ella se apartó de repente y miró hacia otro lado. —¿Estabas usando el control mental sobre
mí?

—No.

—Entonces, ¿por qué estoy...?— Ella le dio una mirada cautelosa. —No importa.

¿Sintió ella esa sensación, también? Este tirón extraño entre ellos. Estiró un brazo a lo largo de
la parte posterior del sofá. —Dime, Toni, cuando se trata de salir con una chica moderna,
¿sería correcto que la besara en la primera cita?

Ella puso su bolso en su regazo. —Un beso en la mejilla estaría bien. O un beso rápido cuando
vayas a decir adiós.

—¿Y si quiero más?

Tenía las mejillas enrojecidas. —Si quieres saltar a la cama, es tu elección.

—Sólo me estaba refiriendo a un más profundo, y satisfactorio beso. Pero desde que tú tienes
prisa por meterte en mi cama...

—Creo que has tenido suficiente práctica.— Ella saltó sobre sus pies y se puso su abrigo.
—Gracias. Esto fue muy educativo.

—De acuerdo.— Ella colgó su bolso sobre su hombro. —Créeme, te irá bien con la cita.— Ella
se dirigió a la puerta principal.

—Eso es bueno. Tengo dos citas esta noche.

Miró hacia atrás. —¿Dos?

¿Estaba celosa? —Las noches son largas. Te veré por la mañana antes del amanecer. Todavía
tenemos que hablar.

Ella sacudió la cabeza mientras cogía el pomo de la puerta. —No hay nada de qué hablar.

—Tengo preguntas que necesitan respuesta.

—Eres demasiado entrometido.

—Si te niegas a hablar conmigo, tendré que investigar.

Sus ojos brillaban de furia. —¿Por qué no me dejas en paz?— Se fue, cerrando la puerta detrás
de ella.

Esa era una buena pregunta. Él tenía dos citas esta noche y un montón de llamadas
telefónicas que devolver. Pero por alguna razón, no podía sólo dejar salir a Toni. Llenaba sus
pensamientos. La deseaba, pero era más que lujuria. Ella era un misterio. Un misterio
hermoso e inteligente. Y era condenadamente divertido coquetear con ella.

Se teletransportó a la quinta planta para ducharse y cambiarse. Primero iría a ver a Connor a
Romatech y comenzaría su investigación. Había un par de horas para matar antes de reunirse
con sus citas en Horny Devils.

En el cuarto de baño, se quitó la camiseta, y luego miró las palabras que Toni había escrito.
¿Podría realmente estar celosa de que muchas mujeres lo desearan? ¿O simplemente quería
que estuviera celosa? Una cosa era segura. Estaba totalmente intrigado por esa hermosa mujer
guardia.

La Regla de oro de Angus MacKay se repetía en el fondo de su mente. Un guardia nunca debe
involucrarse románticamente con sus cargas. Ella estaba prohibida. Ella era mortal.

—Por todos los demonios.— Él tiró la camiseta a la basura.


Capítulo 5

J edrek Janow se movía lentamente a través de su nueva oficina en la Casa de Reunión


Ruso—Estadounidense de Brooklyn. Hasta el momento, todo bien. Su dispositivo electrónico
de barrido no recogía ningún error. Cuando había llegado la noche del martes, había
encontrado unos pocos. Se sospechaba que había un topo en su aquelarre, pero hasta que
encontrara al hijo de puta, se mantendría comprobando la oficina cada noche.

La deslealtad y la incompetencia no serían toleradas. Como el nuevo amo, lo había dejado


claro la última noche por lo que esperaba más de este aquelarre. Cualquier miembro que no
estuviera dispuesto a morir para conseguir sus objetivos bien podría morir ahora. Había
interrumpido su discurso estacando a un miembro del aquelarre que no había parecido
correctamente impresionado.

Ese simple acto había hecho maravillas para la motivación de todo el mundo. Los hombres se
habían ofrecido para cazar por él. Las mujeres se habían ofrecido a enrollarse con él. Todas
excepto una. La morenita, Nadia, le había mirado aterrada.

Así que, por supuesto, la había seleccionado. Él sonrió, recordando la hora brutal que había
pasado con ella. Cuando finalmente había dejado de escabullirse entre lágrimas, había
disfrutado la certeza de que su miedo hacia él había crecido. Ella todavía tenía algún espíritu,
sin embargo. Él la rompería muy pronto. Era un partido que había disfrutado muchas veces a
lo largo de los siglos.

Terminó escaneando la habitación. Estaba limpio, y se quedaría de esa manera ahora que
estaba a cargo. Los maestros del aquelarre anterior habían sido idiotas. Ivan Petrovsky había
terminado traicionado y asesinado por su propio aquelarre. Katya Miniskaya había hecho un
montón de dinero, sólo para despilfarrar todo en un patético intento de matar a un ex amante
que le había dado calabazas.

Ni Ivan ni Katya habían reconocido lo que era verdaderamente importante. Cuando Roman
Draganesti invadió este edificio durante el día para rescatar a uno de sus secuaces, Ivan había
aumentado simplemente el número de guardias de día. ¡Qué idiota! Draganesti había estado
despierto durante el día. Lo importante le había evadido completamente Ivan. Y a Katya.

Un vampiro que podía mantenerse despierto durante el día podría dominar el mundo. Todos
los vampiros tienen que inclinarse ante él por temor a ser asesinados durante su descanso
diario.

—¿Maestro?— Yuri llamó a la puerta. La puerta estaba abierta, pero tenía miedo de entrar
sin que Jedrek le diera permiso.
Bien. Estaban aprendiendo rápido. Jedrek se sentó detrás de su escritorio y dejó caer el
detector de errores en un cajón. —Entra.

—Tengo el informe y las fotos que ha solicitado.

—Muéstrame.

Yuri dispuso algunas fotos digitales en el escritorio. —Esto es Romatech y algunos de los
vampiros que allí trabajan.

Jedrek reconoció las fotografías de Draganesti y sus guardaespaldas, Connor Buchanan.


—¿Quién es este?

—Gregori Holstein. Un vicepresidente de Romatech.

—¿Dónde está la información sobre la casa Draganesti?

Yuri tragó saliva. —No hemos sido capaces de encontrarla. Todavía,— agregó rápidamente
en respuesta a los reflejos de Jedrek.

—Aquí están algunas fotos de su casa en el Upper East Side.

Jedrek miró a través de ellos. Había un escocés con faldas y un joven negro con el uniforme
MacKay.

Yuri señaló la foto de un tercer hombre. —Este hombre llegó ayer por la noche. No estamos
seguros de quién es. No coincide con ninguna de nuestras fotos anteriores.

Jedrek estudió la imagen de un joven en una falda roja y verde. —Otro maldito Highlander.
Juro que MacKay tiene un suministro infinito de ellos.— Tomó la última foto de una mujer
joven y rubia. —¿Quién es esta? ¿Su puta?

—Tal vez.— Yuri cambió su peso. —Es mortal.

—¿Cómo puedes decirlo?

—Yo... la reconozco. Me alimentó la noche del lunes.

Jedrek puso su imagen hacia abajo. —¿No fue la noche en que dejaste que Sashenka se
sacrificara?

—Connor Buchanan lo mató,— dijo Yuri rápidamente. —Teníamos todo bajo control hasta
que se levantó.
Jedrek frunció los puños. —Eran tres contra uno. Debisteis matar al condenado
escocés. ¿Qué dije acerca de la incompetencia?

Yuri palideció. —No será tolerada.

Jedrek miró al hombre, permitiendo que el miedo de Yuri creciera a medida que los segundos
pasaban. Respiró hondo. Le encantaba el olor del miedo. —Tienes suerte de que el evento
sucediera antes de convertirme en maestro. Tengo hambre ahora. Tráeme un mortal.

—Sí, Señor.— Yuri hizo una reverencia. —Ahora mismo.

Jedrek pasó un dedo sobre la cara de la chica de la foto. —Tráeme una rubia. Me han dicho
que es más divertido.

***

Después de un viaje en metro y un corto paseo por Washington Square, Toni llegó al
apartamento del segundo piso que compartida con Sabrina. Dejó caer su bolso y las llaves en
la mesa de café, luego se quitó la chaqueta y la tiró y su bufanda en el asiento para dos. El
gato de Sabrina, Vanderkitty, saltó del sillón y se enredó alrededor de las piernas de Toni.

—Oye, Van.— Toni frotó detrás de las orejas del gato atigrado de color naranja. —¿Has visto
a tu mamá?

Van le dio una mirada de fastidio, y luego marchó a la cocina para asumir una pose
majestuosa por su tazón de alimentos.

—No me vengas con eso. Sé que Carlos ha estado alimentándote.— Toni se asomó dentro del
dormitorio de Sabrina.

Parecía el mismo que el pasado domingo—los vaqueros en el suelo, los libros de texto que
estaban abiertos a través de la colcha de chenilla de color púrpura. Antes de salir la noche del
domingo, Sabrina había pasado la mayor parte del día estudiando para los finales de esa
semana— finales que se había perdido. Toni había visitado a todos los profesores de Bri el
lunes para explicar por qué Bri estaría ausente. Que iba a ausentarse de sus cinco clases.

Era como si la vida de Sabrina se hubiera congelado repentinamente en el tiempo, y su


habitación, junto con ella. Toni se preguntó si su vida nunca sería la misma.

Encendió la lámpara de noche, entonces excavó en el primer cajón de la mesita de noche de


Bri. Su corazón se apretó cuando vio una tarjeta de cumpleaños que Bri había mantenido.
Toni se la había dado hacía años. Fue la primera vez que había comprado una tarjeta que
estaba dirigida a "Hermana".
En cuanto a Toni se refería, Bri era su hermana. Habían sido mejores amigas durante diez
años. Pasaban sus días libres y las vacaciones juntas. Dios sabía que sus familias reales, no las
quería.

Por lo cual era tan extraño para Bri saliera del hospital con su tía y su tío. Toni había oído tan
poco acerca de esta pareja en los últimos años, que ni siquiera podía recordar sus nombres
completos. Joe y Gwen esto o lo otro, que de vez en cuando se acordaban de enviar a Bri una
tarjeta de Navidad. ¿Por qué habían de repente desarrollado un interés por su sobrina?

Toni encontró un libro de direcciones de color rosa difuso y hojeó las páginas. Era triste ver
cómo algunos nombres estaban en el libro. Aún más triste cuántos nombres habían sido
tachados en los últimos años. Pobre Bri. Era muy difícil para ella encontrar a gente en la que
pudiera confiar.

Toni llevó la libreta de direcciones de nuevo a la sala de estar y se dejó caer en el asiento para
dos. Vanderkitty saltó a la parte de atrás de su asiento para encaramarse cerca de Toni.

—¿Echas de menos a tu mamá?— Toni interpretó el ronroneo fuerte como un sí. —Sí, yo
también.

Pasó a través de las páginas de la libreta de direcciones. —¡Ajá!— Bajo la Ps, se encontró con
el Dr. Joe Proctor y Gwen, que vivía en Westchester. Esos tenían que ser, aunque Toni no
había sabido que el tío Joe era médico.

Se echó sobre el brazo del sofá cerca del teléfono inalámbrico sobre la mesa y se dio cuenta
del parpadeo de la luz de mensajes. Cuatro mensajes. Tres eran de ella, ya que había llamado
tres veces. Tal vez la cuarta era de Bri.

Toni apretó el botón de reproducir y escuchó su voz crecer cada vez más preocupada con
cada mensaje. Finalmente el último mensaje.

—Bri, soy Justin. Tienes que perdonarme, nena...

De acuerdo. Toni dejó los mensajes. Luego marcó el número de los Proctors. ¿Qué tipo de
médico era él? ¿Un proctólogo? Su ronquido se vio interrumpido por una voz femenina con
acento hispano.

—Residencia del Dr. Proctor.

—Hola. ¿Sabrina está ahí? — Toni oyó voces apagadas en el fondo.

Una voz diferente se puso al teléfono. —Buenas noches. Soy Proctor Gwen.

—Soy Toni, compañera de cuarto de Bri. Me gustaría hablar con ella.


—Me temo que no es posible en este momento. Está durmiendo, y no nos gustaría que se
despertara, pobre querida. Ha pasado por una experiencia terrible.

Dímelo a mí. Toni había sobrevivido a un ataque de vampiros, también. —¿Está bien?

—Sí, por supuesto.— Un escalofrío definitivamente se había deslizado en la voz de Gwen. —


Gracias por llamar.

—¿Puede decirle que me llame cuando se despierte?

—No queremos molestarla en su delicado estado de salud.

¿Eso era un no? —Bri querrá hablar conmigo.

—Tal vez, pero usted no está calificada para hablar con ella correctamente.
Mi marido es un excelente psiquiatra, un experto en el tipo de psicosis severa que Sabrina
está sufriendo en este momento.

El estómago de Toni cayó como si se hubiese tragado un ladrillo de cemento. —Bri no es una
psicótica.

Hubo una pausa, donde Toni pudo oír un susurro.

—¿Sra. Davis?— Una voz masculina brusca se puso al teléfono. —Soy el doctor Proctor, el tío
de Sabrina. Puedo asegurar que está recibiendo la mejor atención disponible.

—Sólo quiero hablar con ella.

—Dadas las circunstancias, no puedo permitir eso.

El puño de Toni se apretó alrededor del receptor. —Mire, ella tiene veintitrés años. No puede
decidir a quién habla.

—No sería una influencia positiva sobre ella en este momento,— respondió con calma. —La
pobre niña cree que fue atacada por vampiros.

Toni apretó los dientes. —Sí, lo sé...

—Y teme que vuelvan a hacerle daño otra vez. Estamos dándole un ambiente seguro para su
recuperación.

—Eso está muy bien, pero todavía quiero hablar con ella.
—La última vez que habló con usted, le pidió que demostrara que sus atacantes eran
vampiros reales,— continuó el Dr. Proctor. —Y usted estuvo de acuerdo.

—Ella estaba tirada herida en una habitación de hospital. ¿Cómo podía decir que no?

—No puedo permitir que hable con cualquiera que la aliente en esos delirios paranoides.
Usted pone gravemente en peligro el progreso que hemos hecho.

Toni tragó saliva. —¿Qué le está haciendo?

—Dándole el cuidado de expertos. Buenas noches.— Colgó.

—¡Espere!— Toni miró en el receptor. —¡Idiota!

—Espero que no te refieres a mí.

Sorprendida, Toni saltó en su asiento, luego se volvió hacia el hombre que subía a través de la
ventana de la cocina.

—¡Carlos!— le regañó a su vecino de al lado. —¿Cuánto tiempo has estado ahí, escuchando?

—Suficiente.

—En ese caso, me refería a ti.— Colgó el teléfono. Ahora que lo pensaba, se alegraba de haber
sido espiada. Necesitaba un amigo en quien poder confiar, y con Sabrina fuera, Carlos era
todo lo que le quedaba.

No era la primera vez que se le aparecía así de repente. El hombre se movía con una gracia
tranquila, como con cautela. Ella asumió que había adquirido la habilidad de sus viajes a la
selva amazónica, donde una persona mejor no anunciaba su presencia. Con su pelo negro
hasta los hombros, suéter negro y pantalones de cuero negro, Carlos era apenas visible en el
rellano de la escalera de incendios a sus dos pisos compartidos.

Se sentó a horcajadas en la ventana, sus dientes blancos y parpadeando mientras sonreía. —


Vamos, niña, debes ser agradable conmigo. Parece que puedes necesitar a alguien con mi
talento.

Ella soltó un bufido. —¿Qué talento podría ser? ¿Aquel en el que bailas samba, con un tanga
de lentejuelas?

Parecía ofendido. —Uso mucho más que un tanga. Tengo una capa caliente de satén rosa y un
tocado con plumas de avestruz. Es enorme.— Guiñó un ojo. —Al igual que el resto de mi
cuerpo.
Toni se echó a reír. Carlos siempre volvía a Brasil por unos días en época de carnaval. Desde
que estaba trabajando en su maestría en antropología en la Universidad de Nueva York,
afirmaba que el viaje era educativo. Toni y Bri habían aprendido sin duda algunas cosas
nuevas de los videos que trajo de vuelta.

Bajó otra pierna sobre el alféizar y luego enderezó su cuerpo largo y esbelto. Él era una
preciosidad, pero más probable para vestir a Toni y a Sabrina que para citarse con ellas.
Vanderkitty saltó del asiento para dos, rebotó a través del piso de la cocina, y cayó en sus
brazos.

—Ella nunca me saluda así,— murmuró Toni.

—Ella sabe quién es el que manda aquí. Hola, amor.— Frotó la cabeza del gato contra su
suave mejilla bronceada, y luego la puso en el linóleo. —Iba a venir a darle de comer cuando
te oí teniendo toda esa conversación susceptible en el teléfono.

—Esa era la tía de Sabrina y su tío. La tienen en su casa, y no me dejan hablar con
ella.

—Hum. Algunas personas son muy groseras.— Carlos abrió el armario debajo del fregadero
y quitó la bolsa de Van de croquetas. —Menina, me dijiste que me dirías lo que estaba
pasando.

—Sí, lo sé.— Pero, ¿cómo podía explicarse sin que sonara loco? —No sé por dónde empezar.

—Comienza con los bastardos que atacaron a Sabrina.— Carlos derramó croquetas en un
recipiente de Van. —Fue el domingo en la noche, ¿no?

—Sí. Ella fue al patinaje sobre hielo con Justin en Central Park. Tuvieron una discusión, y se
fue sola.

Carlos devolvió las croquetas al lavabo y cerró la puerta del armario. —Merda. Debería
haberme llamado.

—O a mí,— coincidió Toni. —Desafortunadamente, Justin la molestó tanto, que no estaba


pensando correctamente.

Los ojos de color ámbar de Carlos se estrecharon. —¿Él le hizo daño?

—Emocionalmente, sí. Hizo un comentario acerca de cómo iban a gastar el dinero que ella va
a heredar.

Carlos dio un respingo. —No pensaba que él supiera eso.


—Yo tampoco. De todos modos, Bri se sentía totalmente traicionada, y se fue por su cuenta.
Entonces los chicos malos la atacaron.

—Pobre menina.— Carlos entró en la sala de estar y se sentó en el brazo del sillón.

—Había tres matones...— explicó Toni. —Bri terminó con rasguños y costillas rotas. Algunas
personas la encontraron, yacía inconsciente en la nieve, y llamaron al 911. La policía la
entrevistó en el hospital, pero pensaron que estaba delirante, ya sabes, por toda la hipotermia
y la pérdida de sangre. No creen su historia.

Carlos hizo un sonido de disgusto. —Fue atacada por supuesto. ¿Pensaban que ella misma se
había herido?

—No, pero pensaron que estaba imaginando los matones peor de lo que realmente eran.

—La golpearon y la dejaron por muerta. ¿Qué podría ser peor que eso?

Vampiros. Pero nadie había creído a Bri. Incluso Toni había pensado que su amiga había
confundido algunos monstruos imaginarios como respuesta al trauma que había sufrido. —
Bri estaba molesta cuando nadie la creía, así que me pidió que fuera al parque y encontrara a
los chicos que la atacaron.

Carlos se echó hacia atrás. —¿Estás loca, chica? Debiste pedirme que fuera contigo.

Estaba en lo cierto. Carlos era un experto en artes marciales. Cuando él había conocido a Toni
y a Bri hacía dos años, había insistido en que fueran a clases con él. —Me hubiera gustado.
Pero no creía que me fuera a suceder nada.

Carlos frunció el ceño. —¿No le creías, tampoco?

—Le creo ahora. El lunes por la noche, estaba sola en el parque, y los tres chicos... se
presentaron. Traté de luchar contra ellos, pero... — Toni había estado bien hasta que
empezaron a moverse con supervelocidad. Había sido su primer indicio de que los atacantes
no eran normales. Luego una ráfaga de aire frío se estrelló contra su cabeza, y
había invadido su mente. La memoria mandó un estremecimiento a correr por su espina
dorsal.

—Menina.— Carlos se sentó junto a ella en el asiento para dos. —¿Qué es lo que no me estás
diciendo?

—Yo... no te lo puedo explicar. Es muy extraño.

Él le dio una mirada molesta. —Pasé parte de mi infancia en la selva amazónica. Pasé el
último verano en las selvas de Malasia. He visto cosas más raras de las que te puedas
imaginar.

Toni respiró hondo. No iba a hablar a nadie acerca de los vampiros, pero ¿cómo podía
explicar el dilema de Sabrina sin revelar su existencia? —Tengo tu palabra de que no vas a
repetir esto a nadie. Lo digo en serio. Estaré en grandes problemas si la verdad sale por mi
culpa.

—Puedo guardar un secreto. Cuéntame.

—Los chicos malos mordieron a Sabrina. A mí también.

Carlos se puso rígido. —¿Eran como animales? ¿Querían tu... carne?

—No. Querían sangre. Eran... vampiros.— Vio la cara de Carlos, medio asustada, él se reiría
de ella.

Se la quedó mirando fijamente durante unos segundos, y luego levantó sus oscuras cejas. —
¿En serio?

—Podría mostrarte las marcas de los mordiscos.

—¿Vampiros?

—Sí. Tienen colmillos desagradables, largos colmillos. Se pueden mover muy rápido, y lo
peor, pueden asumir el control de tu mente.

Carlos se pasó la mano por el pelo negro, apartándolo de su cara y revelando un pequeño
arete de oro en cada oreja. —Dios mío, menina, ¿cómo escapaste?

—¿Entonces me crees?

—Sí. Sé que no inventarías algo así.— Le tomó la mano en la suya. —Cuéntame todo.

Cerró los ojos brevemente. —Fue aterrador. Estaban dentro de mi cabeza, me ordenaban
hacer cosas en contra de mi voluntad. Mi mente estaba gritando que no, pero no podía parar.

Carlos le estrechó la mano. —Está bien amor.

—Entonces de la nada, ese gran hombre con una falda escocesa apareció, blandiendo una
espada, y gritando a los vampiros que me dejaran en paz.

Los ojos de color ámbar de Carlos se iluminaron. —Oh, mi héroe macho.

—Eso es lo que yo pensaba. Apuñaló a uno de los vampiros con su espada, y se convirtió en
polvo. Los demás me dejaron en libertad, por lo que podía luchar contra ellos. Y fue entonces
cuando me di cuenta de que mi mente estaba libre. Así que me uní
en la lucha.

—Oh, bien por ti, chica.

—Entonces los dos chicos malos se desvanecieron, y...

—¿Desvanecidos?

—Sí. Otra cosa vampiro. A continuación, el escocés me agarró, y desaparecimos, nosotros


también.

Carlos abrió la boca. —¡Merda! ¿A dónde fuiste?— Sus ojos se estrecharon. —¿Estás diciendo
que el escocés es un vampiro, también?

—Sí, pero es uno bueno. Su nombre es Connor, y me llevó a Industrias Romatech.

Carlos asintió con la cabeza. —He oído hablar de ese lugar. Está dirigido por el famoso
científico que inventó la sangre sintética.

—Roman Draganesti. Me encontré con él. Es el líder de los Vampiros buenos.

—¿Vampiros buenos?

—Sí. Roman me hizo una transfusión de sangre. Entonces Camilo se ofreció a borrar la
memoria de todo. Realmente no quieren que la gente sepa que existen.

Carlos le dirigió una mirada irónica. —Lo puedo creer.

—Pero no podía permitir que me borrasen la memoria, porque necesitaba decirle a Sabrina
que ella tenía razón.

—Claro.

—Por suerte, había otra opción. Connor sabía que podía luchar, así que me ofreció un puesto
de trabajo, cuidando a los vampiros durante el día. Ves, están totalmente indefensos entonces.
Y están en necesidad desesperada de mortales en los que
puedan confiar.

—Así que ¿ahí es donde has estado durante el día?— Preguntó Carlos. —¿Estás protegiendo a
los vampiros?

—Sí. Hoy ha sido mi segundo día. Es un trabajo bastante fácil. Básicamente están muertos
durante el día, por lo que no hay mucho que hacer. Pero tengo que estar allí. Estaría en serios
problemas si los dejó sin vigilancia.
Carlos soltó un bufido. —Si están muertos, ¿cómo podían saber si los dejas?

—Tengo que llamar e informar a mi supervisor mortal, Howard. Y él me está mirando en los
monitores. Ha sido muy comprensivo. Me van a recoger el viernes. Y me han dejado utilizar
el contestador hoy, cuando cada mujer boba en la ciudad estaba llamándolo... a él.

—¿Él?

—No quiero hablar de él. Tengo suficientes problemas sin... él.

—Ah.— Las comisuras de la boca de Carlos se inclinaron hacia arriba. —¿Así que él es uno de
ellos?

—Es un vampiro, sí. Uno muy molesto.— De todos los vampiros, Ian era el único que
sospechaba que tenía una intención oculta. El hecho de que tenía razón sólo lo hacía más
agravante.

El hombre la estaba volviendo loca. Desde su ataque, tenía todas las razones para odiar a los
vampiros. Los condenados monstruos merecían ser odiados. Era como si la hubieran
despojado de su humanidad mediante su reducción nada más que a una
fuente de alimento. Y cuando se habían apoderado de su mente, había sentido que su alma
estaba siendo aplastada. Entonces, ¿cómo diablos podía encontrar a Ian tan atractivo?

Por un segundo, pensó que debía ser el control de su mente. Pero nunca había sentido el
golpe de aire frío en su frente. Tampoco había oído su voz en su cabeza. No, su atracción era
real. Loca, pero real.

Cualquier hombre sería bendecido y honrado de recibir su amor. Su corazón se había detenido casi
cuando había dicho eso. Fue la cosa más encantadora que nadie jamás le había dicho. Le hacía
sentirse atractiva y digna... Digna de ser amada.

La forma en que la había mirado, como si estuviera llegando profundamente dentro de ella, le
había hecho dolorosamente consciente de un vacío en su alma. Que era peligroso. Y hermoso.

—Menina, me parece que tienes un conflicto de intereses.

—No voy a dejar que llegue a mí.

Carlos sonrió. —No me refería a él. Aunque supongo que explica esa mirada blanda en tu
cara.

—¿Perdona?
Carlos se echó a reír. —Me refería a este nuevo trabajo tuyo. Te pagan para proteger a los
vampiros, ¿no?

—Sí. Tomé la promesa de protegerlos.

—Pero al mismo tiempo, quieres demostrar que Sabrina está diciendo la verdad acerca de los
vampiros. Me parece que si se expone el secreto de los vampiros, eso será romper tu promesa
de protegerlos.

—Pensé en eso. Mira, si dejamos que un abogado o un psiquiatra conozca la verdad, entonces
están obligados por la confidencialidad del cliente. Así sabrán que Bri no está loca, pero al
mismo tiempo, no será capaz de exponer a los vampiros y hacerles daño.

—Ah.— Asintió con la cabeza Carlos. —Un plan complicado, pero bueno.

—El problema es encontrar la prueba real de su existencia. Pensé en tomar fotos de ellos en su
muerte, durante el sueño, pero tienen un aspecto totalmente normal.

—¿Cómo si estuvieran dormidos?— Preguntó Carlos.

—Exactamente. Bueno, Dougal se ve un poco muerto, porque duerme en un ataúd, pero aún
así, sólo sería como una foto de un hombre muerto. Y la gente muere todo el tiempo. Es
apenas revolucionario. Miré en su biblioteca...

—¿Tienen una biblioteca? ¿No están en una cripta oscura y sombría en algún lugar de un
cementerio?

—No, tienen una casa de lujo. Cinco pisos de antigüedades y obras de arte. No te puedes
creer en la cama con dosel en la que duermen.

—Oh Dios.— Carlos presionó una mano contra su pecho amplio. —Suena fabuloso. ¿Cuándo
puedo verlo?

—No puedo colarte con las cámaras de vigilancia.

Él se burló. —No apostaría por ello, amiga. Entonces, ¿cuál es la historia de Sabrina?

—Su tía y su tío la sacaron del hospital y la llevaron a su casa de Westchester. Él tío
Joe es psiquiatra, y dice que está sufriendo una psicosis grave. No me deja hablar con ella.

Carlos frunció el ceño. —¿Qué sabes acerca de su tía y su tío?

—No mucho. Nunca mostraron mucho interés en Bri hasta ahora.


—Sí, pero podría heredar una gran cantidad de dinero una vez que se gradúe, ¿no?

—Sí. Ochenta y cinco millones de dólares.

Los ojos de Carlos se abrieron como platos. —¡No tenía ni idea de que era tanto!

—Bueno, ella no lo va anunciando, por razones obvias. Sus padres no querían convertirla en
un bebé inútil con fondo fiduciario, por lo que se estipuló en su testamento que tenía que
graduarse en la universidad antes de que pudiera heredar la totalidad del importe. Ella ha
estado recibiendo una asignación anual desde que tenía catorce años.

—¿Y cuando ella se gradúa?

—En la próxima primavera. Bueno, en realidad, va a ser más que eso porque se está
quedando atrás en este semestre.

Carlos se levantó y caminó por el suelo. —Ella podría estar en serios problemas.

Toni tragó saliva. —Tenía miedo de eso.

—Necesito toda la información que tengas sobre su tía y su tío.

—Esto es todo.— Toni le dio el libro de direcciones de color rosa difuso. —Su apellido es
Proctor.

Él arrancó la página, luego la dobló. —Voy a comprobarlos, sobre todo sus registros
financieros.

—¿Cómo vas a hacer eso?

Metió el papel en un bolsillo de sus pantalones de cuero ajustados. —Tengo un ordenador.

—Yo también, pero no sabría cómo controlar a alguien.

—Sin ánimo de ofender, amor, pero les tomó meses aprender a descargar el correo
electrónico.

Toni suspiró. Era cierto. Era totalmente inepta a la hora de la tecnología moderna. Había
vivido sus primeros trece años en la casa de su abuela en la Alabama rural, donde su único
teléfono tenía un dial giratorio y su única televisión cuatro canales y sin control remoto.

—Eso me recuerda.— Miró a través de su bolso y le entregó su móvil. —Necesito un tono de


llamada diferente.
Él sonrió. —¿No quieres hundir a los chicos?

—No, eso te lo dejo a ti. Necesito algo menos fuerte... por favor.

—No hay problema.— Se metió el teléfono en el bolsillo. —¿Cuánto tiempo piensas quedarte
aquí?

—Alrededor de media hora. Tengo que llevar algo más de ropa conmigo.

—Está bien. Ya vuelvo.— Carlos salió por la ventana de la cocina.

Toni miró en la nevera por algo de beber, pero todo lo que había tenía cafeína. No era bueno
cuando tenía que estar dormida a las diez de la noche para que pudiera levantarse temprano
por la mañana. Se sirvió un vaso de agua helada, y luego se dirigió a su habitación para hacer
la maleta.

El lunes por la noche, después de haber sobrevivido al ataque y aceptado el empleo, había
estado metida en el asiento trasero de un sedán, y Dougal la había llevado aquí a recoger algo
de ropa. Había estado en estado de shock, sólo había agarrado un par de cosas de su
habitación, mientras que Dougal había esperado en la sala de estar. Entonces la había llevado
derecho a la casa, y ella había estado allí desde entonces.

Se dio cuenta ahora de que los vampiros no habían querido que estuviera sola con el
conocimiento que poseía. El hecho de que había podido salir esta noche debía significar que
habían decidido confiar en ella. ¿Cuánto tiempo tendría que vivir con ellos? Era difícil de
decir. ¿Cómo podría ayudar a Sabrina si ni siquiera podía hablarle?

—El teléfono está listo.— Carlos entró en su dormitorio.

Ella dio un salto. Por Dios, era demasiado bueno para acercarse sigilosamente a la gente. Dejó
caer el teléfono móvil en su maleta, junto a su caja de contactos diarios.

Carlos se acercó a inspeccionar su armario de ropa. —Hmm, esto es demasiado anticuado.


Oh, Dios mío, me encanta este chaleco de cuero negro. ¡Qué lástima que sea demasiado
pequeño para mí!— Tomó el chaleco para admirarlo.

Toni sonrió y vació su cajón de ropa interior en la maleta. Había echado de menos a Carlos.

—Por cierto, hice una rápida búsqueda en los registros financieros del Dr. Proctor. Está en
deuda hasta sus codiciosos globos oculares. Ha estado viviendo por encima de sus
posibilidades.

Toni se quedó boquiabierta. —¿Te fuiste veinte minutos, y averiguaste todo eso?
Carlos se encogió de hombros y dejó la chaqueta en el armario. Luego se quedó sin aliento. —
Amiga, ¿no tienes a nadie que te dijera que nunca jamás uses rayas horizontales?— Sacó la
ofensiva camiseta. —Esto debería ser quemado.

—Gracias. Lo estaba buscando.— Toni sacudió la camiseta de su mano y la tiró en su


maleta.

—Hum.— Carlos fue a su cómoda para ver el resto de su ropa. —Ahora bien, esto está muy
bien. Debes tomar este.— Él sacó un picardía corto de satén rojo.

—Es diciembre. Me estoy llevando un pijama de franela.

—Pero menina, ¿no quieres verte sexy para él?

Toni estrelló su maleta cerrándola. —Tienes definitivamente una idea equivocada de él.

Los ojos color ámbar de Carlos brillaron. —¿Estás segura? Sólo tengo que hablar de él, y tus
mejillas florecen como una rosa roja.

—Eso es irritación, no atracción.— Toni sacó su maleta de la cama y la hizo rodar por la
habitación. —Me tengo que ir, Carlos. Cuida de Vanderkitty.

—Lo haré. Y veré qué más puedo encontrar de información sobre el tío de Sabrina.

—Gracias.— Toni se detuvo para darle un abrazo. —No sé qué haría sin ti.

Él sonrió. —Ahora corre para volver con él.

—Déjalo, Carlos.— Ella dejó el apartamento con el sonido de su risita. Con suerte, Ian estaría
ocupado toda la noche persiguiendo mujeres Vampiros. Si tenía suerte, volvería de nuevo a la
casa y a su habitación sin tener que verle en absoluto.
Capitulo 6

I an se acercó a la cama donde dormía Toni. El latido de su corazón se mantuvo estable,


y su rostro tranquilo y pacífico. Esperaba que estuviera soñando. Connor le había descrito el
ataque sufrido, tendría suerte si no le daba pesadillas.

Recordó la última vez que había tenido un sueño. Fue la víspera de la batalla de Solway Moss
en 1542. Había dormido a ratos la noche anterior a su primer combate, y soñó como se teñía
de rojo la superficie de un arroyo. Cayó en él, y este lo succionaba hacia el fondo, ahogándolo
en la sangre. La noche siguiente, se unió a las filas de los no muertos, cuando Angus lo
encontró moribundo en el campo de batalla.

Ian resopló. Por lo menos en los últimos 460 años, había mejorado considerablemente sus
habilidades de combate. Nunca había sido gravemente herido desde aquella fatídica noche. Y
ya no tenía pesadillas antes de la batalla. Ya no soñaba con nada.

Comenzó su investigación en Romatech después de que Connor le hablara sobre el ataque del
lunes. Connor había oído las voces de los Malcontents que controlaban mentalmente a Toni y
las había usado como faro para teletransportarse al lugar del crimen.

Cuando Ian examinó su expediente personal quedó sorprendido al saber que tenía un
apartamento en Greenwich Village. También por el grado de Bachiller en administración de
empresas y casi un master completo en sociología ¿Porque alguien tan inteligente tenía como
fin cuidar a los no muertos? ¿Estaba llevando a cabo un estudio?

Connor no creía que los utilizara para la investigación. Después de todo ella no podía saber
de su existencia antes del ataque de los Malcontent. Había pedido una verificación de
antecedentes y su único delito fue una multa de tráfico por exceso de velocidad. Como
Dougal, Connor había pedido a Ian no ahuyentarla. Hasta que Phil volviera de Texas, ellos
estaban necesitados de guardias durante el día.

Lo que Ian no había dicho era que estaba en mayor peligro acercándola que alejándola.

—No la molestes, —había ordenado Connor. —La muchacha necesita tiempo para
recuperarse.

Así que Ian había ido al Horny Devils para sus dos citas. Las mujeres habían sido
suficientemente agradables, pero su mente siempre volvía a Toni e inconscientemente a su
ficha personal y lo que ella le dijo.

Miró el reloj digital al lado de su cama. Las seis y media. Jueves por la mañana. ¿No debería
despertarse pronto? Se paseó por la habitación. Su mirada vagó de vuelta a ella, toda cómoda
y acogedora en su cama. Con su visión superior, todavía podía ver bien en el cuarto oscuro.
Era preciosa, la forma en que sus cabellos dorados se derramaban sobre la almohada, la forma
de sus delicadas manos cerca de su rostro.

Por todos los demonios. Se alejó. Tenía que dejar de pensar en ella de esa manera. Ya había
decidido que quería una mujer Vampiro que fuera honesta, inteligente, leal, y guapa. Toni no
era Vampiro. Y había serias dudas sobre su honestidad y lealtad.

Pero era muy inteligente y bonita. Por no hablar de intrigante. Parecía encender todos sus
sentidos a la vez, y era una sensación tan embriagadora, que se encontró buscando
cualquier excusa para estar con ella. Se detuvo. ¿Era por eso que sentía esa compulsión a la
investigación? Mentalmente repasó sus sospechas. No, sus preguntas eran de fiar. Era su
atracción por ella que estaba fuera de línea. Ella era un guardia. Estaba prohibida.

Cuando la alarma sonó, la presionó sobre la mesita de noche y la apagó.

Con un pequeño gemido, se estiró. Sus ojos se abrieron.

— Buenos días, muchacha.

Ella jadeó y se cubrió con las mantas hasta la barbilla. Rápidamente miró a su alrededor y se
centró en él. — ¿Qué estás haciendo aquí?

— Tenemos que hablar.

— ¿Ahora? — Ella miró a su puerta, aún cerrada y bloqueada. — ¿Cómo llegaste aquí?

— Me teletransporté para no dañar tu puerta

— Ese no es el punto. Invadiste mi privacidad.

Se encogió de hombros. — Tú me miras cuando estoy en mi sueño mortal.

— Ese es mi trabajo.

— Y la investigación el mío. Tengo algunas preguntas acerca de tu solicitud de empleo. En


primer lugar, me di cuenta de que no diste tu apellido completo.

Ella le dirigió una mirada de fastidio. — Tengo que ir al baño. Y tú tienes que desaparecer. —
Ella salió de la cama y movió una mano hacia él. — Hocus Pocus, desaparece.

Dio un paso atrás cuando ella se dirigió al cuarto de baño, y no pudo dejar de notar cómo sus
pechos se sacudían ligeramente por debajo de su camiseta roja. Sin sostén. Con su visión
superior, pudo detectar la ubicación exacta y la forma de sus pezones. Cuando ella le pasó, se
volvió a mirarla por detrás. Sus pantalones de pijama de color rojo con pequeños pingüinos
en blanco y negro. Se ajustaban perfectamente alrededor de sus caderas y la parte inferior
redondeada. Cuando se detuvo en la puerta del baño, rápidamente levantó su mirada para
que no lo pillara comiéndosela con los ojos.

Ella lo miró. — ¿Por qué sigues aquí?

— No hemos hablado todavía.

Con un gemido, ella entró en el cuarto de baño, y luego le cerró la puerta en las narices. Se
paseó por la habitación. No quería preguntar a través de la puerta. Tenía que verle la cara
para saber si decía la verdad. Miró el reloj. No tenía mucho tiempo antes de que el sol alcanza
el horizonte.

Alzó la voz para que pudiera oírlo. — Quería agradecerte la sesión de práctica de anoche. Me
sentí más cómodo hablando con mis citas.

No hubo respuesta.

Se acercó a la puerta y escuchó encender el agua. — Las chicas con quien hablé eran muy
agradables. Disfrutaba de su compañía, pero... no estaba bien. Faltaba algo, algo... je ne sais
quoi.

— Química,— dijo, y murmuró una maldición. — Idiota. No hables con él, — se susurró.

Él sonrió. — Después de mis citas, he vuelto aquí para escuchar los mensajes telefónicos. Me
encontré con tres grabaciones donde las damas, decían que eran Vampiros. Así que las llamé
de vuelta dispuesto a cumplir esta noche.

No hubo respuesta.

Hubo un sonido de cepillado, seguido por algunos escupitajos. Pensó que estaba cepillándose
los dientes. — Te alegrará saber que llamé por teléfono a todos los mortales que llamaron
durante el día. Les dije que de veras lo sentía, pero que ya estaba cogido.

La puerta se abrió, y ella lo miró, sus hermosos ojos verdes desorbitados por la sorpresa. —
¿Los llamaste a todos?

— Bueno. Algunos de ellos no estaban en casa, así que les dejé un mensaje.

— Había cientos.

— Lo sé. Me llevó varias horas. — Se frotó la barbilla. — Me han dicho que soy un poco
grosero, arrogante, snob, así que estoy tratando de enmendar mi mala conducta.

Ella resopló. — Demasiado tarde. — Se encaminó a la cómoda y sacó ropa interior del cajón.
Azul y encaje, se fijó. — Dejé una nueva grabación en el contestador automático, así que
cualquier persona que llame hoy de día escuchará que ya no estoy disponible.

— Oh, eso fue una buena idea.

— Sí.— Él sintió un súbito tirón, como si una aspiradora succionara su energía. El sol debía
estar acercándose al horizonte. — Me gustaría discutir la solicitud de empleo.

— Lo rellené sinceramente. — Ella plantó una mano sobre su cadera. — Y me siento insultada
de que lo estés cuestionando.

— No estoy diciendo que mentiste. — Bostezó mientras se movía hacia ella.

Ella miró el reloj. — Estás fuera de tiempo, ¿eh? Y tengo que tomar mi ducha, así que vete.

Sintió otro tirón de su sueño mortal y se agarró a una pata de la cama para no caerse.
— Oh, sintiendo un poco de sueño, ¿verdad? ¿Es hora de las buenas noches?

Se armó de valor contra la debilidad. — Todavía tengo algo de tiempo. Responde a mis
preguntas, y me iré.

Abrió el armario y tiró de un polo de una percha. — A mi modo de ver, lo único que tengo
que hacer es evitarte un par de minutos más. — Ella tomó un par de pantalones y se volvió
hacia el cuarto de baño.

Él zumbó hacia delante y la tomó en sus brazos. Se quedó sin aliento. Inclinó la cabeza más
cerca de ella. — ¿Puedes evitarme ahora?

Agarró la ropa contra su pecho con una mano y le empujó con la otra. — No estoy hablando
contigo.

Tomó nota con gran satisfacción de que su empuje había sido débil. Ella no se opuso tanto
como pretendía. Su cuerpo estaba caliente y suave. Abrió sus manos a través de su espalda y
la atrajo hacia sí. —Podríamos encontrar otras maneras de pasar el tiempo.

Sus ojos brillaban de furia. — ¡Tú... eres un mentiroso! — Ella empujó más fuerte, y él la soltó.

— Nunca te he mentido, muchacha.

— Dijiste que sólo querías mujeres Vampiro. — Dio un paso atrás y abrazó la ropa contra su
pecho. —¿Por qué debería decirte algo si no eres de confianza?

No lo podía creer. Se estaba convirtiendo en un empate. — Eres tú en quien no confío


totalmente.
— Tú eres el que trata de romper la regla de neutralidad.

—¡Maldita sea, soy un hombre! ¿Esperas que no me dé cuenta de lo hermosa que eres?— Se
tambaleó sobre sus pies.

Ella le tendió una mano para sostenerlo, luego apartó el brazo antes de hacer contacto. —No
te atrevas a caerte muerto en mi dormitorio. ¿Cómo lo explicaría?

—Nadie sabe que estoy aquí. Confía en mí.

Ella le dirigió una mirada triste. —¿Cómo podría confiar en un vampiro?

—Todavía soy un hombre, — susurró. — Y nunca te haría daño.— Con su última gota de
energía, se teletransportó hasta el quinto piso, se quitó el jersey, y se derrumbó sobre la cama.
Posponía sus respuestas para esta noche.

El sueño mortal se apoderó de él, le gustaría poder soñar con hermosas mujeres de cabellos
dorados y ojos verdes como un prado de la montaña en primavera.

***

Merezco ser feliz.

Lograré mis metas.

Toni comenzó sus afirmaciones por la mañana en la ducha. Mientras enjabonaba sus brazos,
recordó que Ian la había agarrado y la atrajo hacia sí. Había estado demasiado aturdida como
para luchar contra él. Sí, sigue diciéndote eso.

Conseguiré algo importante con mi vida.

Soy digna de ser amada.

Maldita sea, le había gustado estar en sus brazos. Estaba fuera de su mente. No pensaría en él
más. Se enjuagó y comenzó sus afirmaciones de nuevo.

Merezco ser feliz.

¿Esperas que no me dé cuenta de lo hermosa que eres?

Por Dios, ahora sus palabras se repetían en su cabeza. Pero, qué palabras tan bonitas. ¿Y qué
le había dicho antes? Que se sentiría bendecido y honrado de recibir su amor. Con un suspiro,
se giró hacia el agua. Había esperado toda su vida para escuchar a alguien decirle las palabras
adecuadas. Qué mala suerte que vinieran de un vampiro.
Se vistió, se puso sus lentillas, y se ató el cabello húmedo en una coleta. Se lo secaría después.
Por ahora, necesitaba hacer sus rondas y llamar para su primer informe. Fue al sótano para
asegurarse de que los vampiros estaban cómodamente en sus camas Vampiro. Dougal y
Phineas estaban bien. Hora de la larga caminata hacia arriba. De todas las plantas, Ian tenía
que escoger la de arriba. Por lo menos los cinco pisos eran buenos para el corazón.

Lo encontró en la cama tamaño rey, tendido con su falda escocesa, calcetines, camiseta blanca
y zapatos. Su suéter estaba en el suelo. Lo recogió, lo dobló y lo colocó junto a él en la cama.
Su rostro era pacífico, pero robusto con sombreado negro en la mandíbula por la barba.
Luchó contra el impulso de tocar con un dedo la mejilla y empujar el hoyuelo de la barbilla.

Se apartó de su cara y reparó en sus zapatos. No podía ser cómodo. Estaba sacando un zapato
cuando se dio cuenta de que había sido sólo ayer por la mañana cuando había tenido miedo
siquiera de tocarlo.

Echó un vistazo a su cara. Él se estaba convirtiendo en humano para ella. Y no sólo humano,
sino atractivo. Maldita sea. Dejó caer su segundo zapato en el suelo y salió de la habitación.
Tenía que dejar este trabajo tan pronto como le fuera posible. Sólo tenía que encontrar
pruebas de que los vampiros existían. Entonces podría empujar las pruebas en la cara del Dr.
Proctor y demandarle que soltara a Sabrina. Y ella estaría fuera de aquí. Nunca tendría que
volver a ver a Ian.

Una repentina ola de tristeza la pilló por sorpresa. Joder, ¿por qué no podía ser mortal? ¿Por
qué no podía haberse encontrado con él en la Universidad de Nueva York? Si se le hubiese
acercado allí con su rostro hermoso y el acento cadencioso, suave, se habría enamorado de él
en un segundo. Que Dios la ayudara, quería oírle decir más cosas hermosas sobre ella. Quería
saber si su pelo grueso y negro era como fieltro al pasarle los dedos.

¿Qué edad tenía exactamente? Había mencionado el siglo XVI. Era fascinante una vez
pensabas en todas las cosas que debía haber visto esos siglos. ¿Qué tipo de equipaje lleva
sobre sus hombros? ¿Qué lo mantuvo noche tras noche a través de los siglos? ¿De verdad
quería compartir su larga vida con una mujer especial?

—Deja de pensar en él. — Se dirigió a través de la oficina y se sentó en el escritorio. El


ordenador no tenía ninguna prueba. Tal vez había algo en los cajones. Buscó en la mesa y
descubrió un libro negro delgado. El título, impreso en blanco, leía Páginas Negras.

Mientras escudriñaba las primeras páginas, su corazón comenzó a latir. Esto podría ser. Una
prueba positiva. Los anuncios estaban destinados claramente para el público Vampiro.

Persianas de aluminio y obturadores AS. ¡Bloquear la luz del sol que molesta y disfrutar de la
oscuridad!
Aeróbic y entrenamiento con pesas. ¿Tiene su cuerpo siglos de edad? ¡Manténgalo en buena
forma con nosotros!

Brooklyn Banco de Sangre. Atiende las necesidades de Vampiros. ¿Está cansado de la sangre
sintética y anhela lo real?

¡Ahí estaba!

Estaba tan emocionada, llamó a Carlos. — Se llama Las páginas Negras. ¡Es perfecto!

—No estoy seguro de que constituya una prueba, — dijo Carlos con un bostezo. —
Cualquiera puede imprimir eso con un equipo.

Toni se quejó. — No seas tan deprimente.

—Lo siento, menina. Estaré encantado de verlo. ¿Puede ser esta noche? Vamos a cenar a algún
lugar. Pedimos chino.

— Eso suena maravilloso. — Cambiaría su bolso de mano por uno más grande, para poder
meter el directorio telefónico de la casa. — ¿Has descubierto algo más sobre el tío de Sabrina?

— Todavía no. Tengo un final esta tarde y entregar un trabajo mañana. Pero voy a encontrar
tiempo.

— Bien. Buena suerte con tus cosas. — Toni colgó. Eran las ocho de la mañana, hora de su
primer informe. Después de que colgara el teléfono con Howard, el teléfono empezó a sonar
constantemente. Se sintió aliviada, Ian había grabado el mensaje nuevo, y no tuvo que hacer
frente a todas las chicas que pensaban que era caliente. Incluso si estaban en lo correcto.

A las cuatro y media de la tarde, estaba lista para irse. Había escondido Las Páginas Negras
en un bolso grande. En el momento en que Dougal y Phineas llegaron a la cocina, dijo adiós y
se dirigió a la puerta principal. Ian se materializó en el vestíbulo justo cuando estaba abriendo
la puerta.

— ¡Toni, espera! — Corrió hacia adelante y tropezó, casi cayendo sobre su cara. Se enderezó a
tiempo. — Joder.

Dudó antes de abrir la puerta. — ¿Estás bien?— Por Dios, el pobre hombre se había
ruborizado.

— Mis pies han crecido de un tamaño nueve a un trece en doce días,— murmuró. — Todavía
me estoy acostumbrando.
Sus pies no eran las únicas cosas que habían crecido. Toni se sonrojó cuando trató de anularlo
de su memoria. Estaba siendo superficial, se reprendió. El hombre debía haber sufrido
mientras crecía tan rápido. — Debió ser doloroso.

Se encogió de hombros. — Valió la pena para finalmente parecer un hombre.

Y que hombre. — Bueno, dio grandes resultados.

Sus ojos comenzaron a brillar. — ¿Como un semental caliente, caliente?

Se estremeció. Esa línea iba a atormentarla el resto de sus días.

Dio un paso hacia ella. — Todavía tenemos que hablar.

No, otra vez. Tal vez debería intentar una nueva táctica. — Me gustaría, pero ¿podemos
hacerlo más tarde? Ahora tengo que irme. Mi cita para cenar está esperando.

Sus ojos se estrecharon. — ¿Tienes una cita?

Empezó a decir que era sólo con un viejo amigo, pero ¿por qué poner al tipo en la miseria?
Parecía un poco celoso, y a ella le gustó. —No eres el único que tiene citas por aquí, ¿sabes?

Él frunció el ceño. — Tengo tres citas esta noche.

Genial, semental. Regodéate en ello. —Diviértete. —No. Ella salió por la puerta.
Capitulo 7

C uarenta y cinco minutos más tarde, Toni estaba en su apartamento,


devorando comida china y riéndose con Carlos de los anuncios de las Páginas
Negras.

—Mira este,— señaló, —Armadura para no muertos. Proteja su pecho contra


esas molestas estacas de madera.

Ella casi se ahoga con el fideo. —A mí todavía me gusta Lo Mejor de los


Archivos de Colmillos. Tengo que mantener los colmillos afilados.

Carlos se rió. —¿Sabes lo que es bueno, menina? Eres capaz de reírte de los
vampiros ahora.

—Créeme, que ese horrible ataque todavía me molesta. Estoy mejor si no


pienso en ello.— Si pensará en eso, probablemente se pondría a llorar. —
Tengo una larga historia aprendiendo a reírme del dolor en vez de llorar.

Él le palmeó el brazo. —Lo estás haciendo bien. ¿Cuánto tiempo te puedes


quedar esta noche? Quiero ir a hacer un reconocimiento a la casa del Dr.
Proctors en Westchester. Necesitamos saber la disposición en caso de que
tengamos que extraer a Sabrina.

—¿Disculpa?— Carlos a veces no sonaba exactamente como un estudiante de


antropología.

—Olvídalo. Yo me encargo del tío. Tú sigue trabajando en conseguir pruebas


de que estos vampiros existen.

Suspiró. Ya había decidido que cualquiera que leyera Las Páginas Negras
pensaría simplemente que es un libro de broma. —Estoy totalmente perpleja.
Quiero decir, suena fácil obtener pruebas, pero no lo es. Incluso si grabo a
alguien admitiendo que es un vampiro, la gente pensará que contraté a un
actor.

Carlos miró al espacio durante un momento, mientras lo consideraba. —


Tienes que atraparlos en el acto. Obtén una grabación desapareciendo o de
sus colmillos saliendo. Ve a un lugar donde muchos de ellos se reúnen, y se
sienten completamente libres de ser ellos mismos.

—¿Un lugar de reunión de vampiros?

—Exactamente. — Se puso de pie de un saltó y se dirigió a la ventana de la


cocina. —Tengo algo en mi apartamento que puedes utilizar.

—¿Una ristra de ajos?— Hubo un fuerte golpe en su puerta y ella saltó.

Carlos dudó. —¿Esperas a alguien?

—No.— Se apresuró a la puerta y se asomó por la mirilla. —¡Oh, no!— ¡Oh


mierda! Con su súper oído, probablemente él la había escuchado.

—¿Qué pasa?— Carlos cambió de dirección y se dirigió a la sala.

—Nada.— ¡Maldita sea! ¿Ian cómo había descubierto su dirección? Su


solicitud de empleo, por supuesto. Probablemente había vuelto a Romatech
para conseguirla. Un segundo golpe sacudió la puerta, y se separó de ella.

—¿Quieres que lo atienda?— Preguntó Carlos.

—No, yo lo atiendo,— susurró. —Es solo... él.

—¿Él? ¿El infame sin nombre?

Se llevó un dedo a la boca para callar a Carlos. No había duda de que el Súper
Vampiro los estaba escuchando.

La boca de Carlos se curvó. —¿Él que con solo mencionarlo hace que tus ojos
se pongan vidriosos con una mirada de tómame soy tuya?

—¡Eso no es cierto!— Toni hizo una mueca cuando giró de nuevo hacia la
puerta. Corrió hacia Carlos y susurró en voz baja, —Vuelve a tu casa ahora.
Antes de que te mate.

—¿Estás bromeando?— Carlos se sentó en el brazo del sillón. —No me lo


perdería por nada.

Ella le dio un manotazo a Carlos en el hombro, pero él no se movió. No sirvió


de nada. Ella se inclinó lo más cerca para susurrarle. —No digas ni una
palabra acerca de que es un vampiro. Se supone que no lo sabes.
—Mis labios están sellados.— Los ojos de Carlos brillaron. —A menos que él
tenga otros planes.

Ella resopló. —No te atrevas a hacer un movimiento contra él.

—Ah. Te sientes un poco territorial, ¿verdad?— Ella miró la cara sonriente de


Carlos.

Una tercera llamada golpeó con fuerza.

—No se está volviendo más joven, amor,— murmuró Carlos. —Deja al pobre
hombre entrar.

—Voy a matarte.— Ella abrió la boca cuando se dio cuenta de que las Páginas
Negras estaban sobre la mesa de café. Las metió debajo del cojín del asiento
del sillón, y luego corrió hacia la puerta. Vanderkitty la siguió. Deslizó el
cerrojo y abrió la puerta.

—Ya era hora.— Ian entró, su falda escocesa oscilando alrededor de sus
rodillas. Su mirada revoloteó sobre Toni para descansar en Carlos. Con una
elevación de barbilla, Ian estaba juzgando al otro hombre con severidad. —
Creo que no nos conocemos. ¿Eres la cita de Toni?

Carlos se quedó sentado mientras miraba a Ian. —Bonita falda escocesa.

Van bufó a Ian, luego saltó al regazo de Carlos. —Buen gatito.— Poco a poco,
acarició al gato.

Ian arqueó una ceja. —¿Quién eres y por qué estás aquí?

Toni se puso delante de él. —No es asunto tuyo lo que hago cuando estoy
fuera de servicio.

Ian bajó la voz. —Sí, pero cuando estás de servicio, no estoy de ánimo
hablador. Me dijiste que te gustaría hablar conmigo más tarde. Así que aquí
estoy. Esto es tarde.

—Este no es un buen momento.

Echó un vistazo a los platos vacíos en la mesa de café. —Acabas de terminar


de cenar, ¿no?
Carlos puso a Van en el sillón, se acercó con una mano extendida. —Soy
Carlos Panterra, el vecino de al lado de Toni.

Ian estrechó la mano. —Ian MacPhie.

Carlos miró de Toni a Ian y sonrió. —Os dejaré a solas entonces.

—No tienes porque irte, Carlos.— Toni le señaló con la mirada.

—Menina, tengo un pequeño regalo para ti, ¿recuerdas? Ya vuelvo.— Él fue


hacia la cocina.

Toni le frunció el ceño a Ian. —Pensé que tenías tres citas esta noche.

—No citas reales,— murmuró Ian. —Solo me reuniré con ellas en un club
nocturno.— Bajó la voz, —Para mí especie.

—¿Un club nocturno?— Preguntó Carlos con un pie en el alféizar de la


ventana. —Deberías llevar a Toni. Le encanta la música y bailar. ¿No, menina?

Ella miró a Carlos, confundida.

—No es un lugar adecuado para ella,— comenzó Ian.

—¿Demasiado salvaje?— Preguntó Carlos. —No te preocupes. Toni adora


desenfrenarse. ¿Verdad, amor?— Le guiñó un ojo.

—Yo, creo que a ella no le gustaría,— insistió Ian, y Toni se dio cuenta de que
él no era capaz de explicar que se trataba de un club nocturno para vampiros.

—Toni adora los lugares con mucha acción.— Carlos le señaló con la mirada
y finalmente hizo clic.

¡Un lugar de reunión de vampiros! Puede ser el lugar perfecto para obtener
las pruebas que necesitaba. —¡Oh, sí! Me encantaría ir.

Los ojos de Ian se abrieron como platos. —¿Te gustaría?

—Por supuesto.— Ella le dedicó una sonrisa deslumbrante. —Me llevarás,


¿no?

—Pero sabes qué clase de personas estarán allí,— susurró.


—Realmente me gustaría ir.— Toni se aseguró de que Carlos ya había
desaparecido a través de la ventana de la cocina. —Todavía estoy un poco
incómoda rodeada de vampiros. Pero si voy contigo a ese club, me podría
ayudar a superarlo. Os podría ver a todos con una luz diferente.

Ian asintió con la cabeza. —Connor me dijo lo infernal que fue el ataque. Lo
siento mucho.

—Oh.— ¿Realmente le importaba? —Yo, estoy bien.

Parecía realmente preocupado. —Eso ocurrió sólo hace unas noches. No has
tenido tiempo para recuperarte.—

—Bueno...— Se alisó un mechón suelto de cabello apartándolo de la frente.

—Connor dijo que luchaste valientemente. Estaba muy impresionado.

Ella dio un respiró inestable. No, maldita sea, aún no lo había superado. Toda
esta conversación la ponía de los nervios. Y las marcas de mordiscos en el
pecho y torso estaban empezando a picar. —No sé cómo habría sobrevivido
si Connor no hubiera aparecido cuando lo hizo.

—Ahora entiendo por qué odias tanto el control mental. Connor me dijo
como te forzaron para llevar…

—¡Detente, por favor!— Ella no quería los recuerdos chocando sobre ella en
ese momento.

—Toni.— Le tocó el hombro, y ella se encogió. —Muchacha, yo nunca te haría


daño.

Ella parpadeó, negándose a llorar. Esto no podía ser. Podía manejar a un


obstinado y desconfiado Ian, pero ¿a uno dulce y compasivo? Él estaba
derritiendo todas sus defensas.

Se apartó y cruzó los brazos sobre su torso marcado por mordeduras. —


Entonces, ¿cómo va la investigación? ¿Has decidido si soy digna de confianza
ya?

—Todavía quiero saber tu nombre completo. Pero te niegas a hablar conmigo,


es comprensible después de la manera en que has sido atacada.

—Cierto.— O tal vez su negativa era un escudo para evitar sentirse tan
atraída por este tipo. Algo que ella jamás admitiría.

—Aún no estoy seguro. ¿Por qué no dejaste que Connor borrara tus
recuerdos? Te están causando dolor, muchacha.

Ella soltó un bufido. —Si todos mis malos recuerdos fueran borrados, no
quedaría mucho.

Ian frunció el ceño. —Sin duda no puede ser así.

Toni pensaba volver. No, había tenido momentos felices. Los dulces
recuerdos de su abuela. Momentos de diversión con Sabrina. Momentos de
orgullo cuando ella había hecho bien la escuela.

—Mi madre no me quería.— Con una mueca de dolor, se presionó una mano
contra la boca. Maldita sea. ¿Cómo se le había escapado?

Ian parecía aturdido. —¿Cómo puede ser?

—Yo soy ... ilegítima.

Encogió un hombro. —Creía que eso no importaba en los tiempos modernos.

—No le importaba a mi abuela. Ella estuvo feliz de criarme. Pero mi madre


siempre se sintió avergonzada por su gran error. Yo.— Toni agitó una mano
de despido. —No es importante. No sé por qué lo mencioné.

—Porque te causa dolor. Es el dolor que soportamos el que nos hace fuertes.
Eres muy valiente al no huir de él.

La mirada de Toni, se fijó una vez más en Ian, y ella sintió que su pulso
saltaba. Su piel se estremeció con la conciencia. Sus labios se secaron. Su
mente estaba difusa, y en todo lo que podía pensar era en acercarse a él.
Cuando dio un paso hacia ella, se preguntó si sentía la misma compulsión.

—Sé que los recuerdos te causan dolor, pero estoy contento de que los
mantengas.

—¿Quieres que sufra?

—No. Pero si no hubieras mantenido tus recuerdos, yo nunca te hubiera


conocido.
—Oh.— Su cerebro no funcionaba, y no podía pensar en nada que decir. Se
lamió los labios, y luego notó que su mirada se dirigió a su boca. Oh Dios.

—¡Estoy de vuelta!— Anunció Carlos desde la ventana de la cocina.

Toni volvió a sus sentidos. Por Dios, ¿cuánto tiempo llevaban ella e Ian
mirándose el uno al otro? Él se movió hacia atrás y cruzó los brazos sobre su
pecho.

Carlos paseó por la sala y abrió la boca. —¿Qué estás haciendo, niña? ¡No te
has cambiado de ropa!

—¿Disculpa?

—No puedes ir a un club nocturno de esa manera.— Resopló Carlos. —


Vamos, vamos a prepararte.— Él la agarró del brazo y la arrastró hacia el
dormitorio. —Ponte cómodo, Ian. Regresamos en un momento.

Ian parecía confundido. —¿Tú... la vas a vestir?

—No te preocupes. Me aseguraré de que se vea fabulosa.— Carlos la metió al


dormitorio y cerró la puerta. Luego corrió a su armario. —Necesitas mostrar
algo de piel. ¿Qué tal esto?— Él sacó una falda corta de mezclilla.

—Se me congelará el trasero.

—Te la pondrás.— Carlos la arrojó sobre la cama, y luego regresó al armario.


—Tienes que llevar este chaleco. Me encanta.— Dejó caer el chaleco de cuero
negro en la cama.

—Voy a necesitar una blusa debajo.

—¿Debes?— Carlos se quejó. —Si insistes.— Él tomó una blusa blanca sin
mangas de cuello. —Ahora necesitarás unas botas negras, más maquillaje, y
Dios no quieres usar esa cola de caballo.

—¿Crees que este club ayudará?— Susurró.

—Sí, y tengo algo para ti.— Carlos sacó algo pequeño y metálico de su
bolsillo del pantalón. Y se lo puso a su chaleco. —Me enviará las imágenes a
mí.

Se veía como una cámara espía. —¿Estás seguro de que eres un estudiante de
antropología?

Se rió entre dientes. —A algunas de las tribus de la selva que he encontrado,


no les gustan las cámaras muy grandes. Se ponen muy nerviosos cuando se
ven a sí mismos encogidos dentro de una caja pequeña. Así que he aprendido
que es mejor grabarlos de esta manera.

—Oh.— Supuso que eso tenía sentido.

—Ya estas lista.— Carlos le palmeó el hombro. —Buena suerte.

Ian escuchó mientras estaba sentado en el asiento de dos plazas, pero siempre
susurraban, sólo captó una o dos palabras. ¿Algo sobre nerviosas tribus de la
selva? ¿De qué demonios estaba hablando Carlos? ¿Y por qué tenía que ver a
Toni vestirse? ¿Qué tan significativo era para Toni? El hombre se había
presentado como sólo el vecino de al lado.

Un ligero ruido atrajo su atención. Carlos había salido del cuarto de Toni,
cerrando la puerta con un clic. Se inclinó y cerró los ojos, con el ceño fruncido.
Ian abrió la boca para preguntar si pasaba algo malo cuando de pronto Carlos
se enderezó.

Se llevó una mano contra su pecho. —Juro por todo lo que es sagrado, que si
llego a encontrar otra banda para el cabello en este apartamento, la voy a
cortar en pedazos con un cuchillo de carnicero.

Ian no estaba seguro de lo que era una banda para el cabello, pero sonaba
amenazador. —¿Toni está bien?

—Sí. Gracias a Dios estaba allí para salvarla. Te va a encantar el vestuario que
elegí. Y le di una nueva…

¿Un nuevo qué? Ian estaba confundido.

—Insistí en que usará más maquillaje.— Carlos hizo un gesto con la mano
para enfatizar sus palabras. —Pero es una belleza natural, que no lo necesita
en absoluto. ¿No odias eso?

¿Estaban hablando el mismo idioma? —Ella es muy bonita.

—Ella es una buena chica.— El rostro sombrío de Carlos creció. —Estaré muy
molesto si le haces daño.
Ahora esto si lo comprendió. —Nunca le haría daño.— Ian se inclinó hacia
adelante, apoyando los codos sobre las rodillas. —¿Hace cuánto tiempo que
la conoces?

—Dos años. Ella y Sabrina son como hermanas para mí.

—¿Quién es Sabrina?

—Dios mío, dejé una quesadilla en el horno. Nos vemos luego, Ian.— Carlos
se dirigió a la cocina, se deslizó a través de la ventana de la cocina, luego la
cerró tras él.

Había algo definitivamente extraño con ese hombre. No tenía olor, y su


comportamiento era inconsistente. Se escuchó el sonido de los tacones de
aguja contra el suelo de madera, y la atención de Ian fue de nuevo a la puerta
del dormitorio.

—Estoy lista,— anunció Toni.

Él tragó saliva. Su cerebro rápidamente registró los deliciosos labios pintados


de rojo, el pelo de seda suelto, un top ajustado, una diminuta falda, que
recortaba unos muslos de oro y botas negras de tacón alto. Él parpadeó. Ella
todavía estaba allí, todavía impresionante.

Caminó hacia él, sus caderas balanceándose apenas lo suficiente para


hipnotizar. —¿Esto está bien para el club?

—Sí,— dijo con voz ronca. Gracias a Dios el Horny Devils estaba lleno sobre
todo de mujeres. Pero incluso una vampiresa podría ser tentada por Toni. —
Será mejor que permanezcas cerca de mí.

—¿Cómo puedo hacerlo?— Ella se inclinó sobre la mesa de centro para


recoger sus pertenencias, y su top ajustado se moldeó fuertemente contra su
pecho. —¿No tienes tres citas?

—Sí.— Su sujetador estaba demasiado apretado, ya que él podría jurar que se


estaban derramando fuera de él. —Son un puñado encantador.

Ella se encogió de hombros en su chaqueta. —¿Así que crees que son


hermosas?

Su mirada bajó hasta sus muslos largos y delgados. —Sí, delgadas y doradas,
besadas por el sol.
—¿Están bronceadas?— Ella enrolló su pañuelo alrededor del cuello. —
¿Cómo lograron eso? ¿Hola?

Arrastró sus ojos hasta los de ella. —¿Sí?

Le dirigió una mirada de irritación. —Déjame darte un pequeño consejo para


citas. Mira a la cara de la mujer cuando te habla, no a su falda.

—La falda llama la atención de un hombre. Y he visto pañuelos que eran más
grandes.

Giró su bolso sobre su hombro. —Por lo menos, uso ropa interior debajo de
mi falda.

—Espero que sea buena, ya que todo el mundo está seguro de verla.

Sus ojos brillaban con desafío. —No todo el mundo.

Él sonrió lentamente. —Vamos a ver eso.

Con las mejillas ruborizadas, se volvió hacia la puerta. —Vamos, no dejemos


a tus citas esperando.

Ian se levantó de un salto y corrió junto a ella para abrir la puerta.

Ella paró en el vestíbulo y buscó las llaves en su bolso. —¿Dónde está ese
club?

—En Hell‘s Kitchen.

—Cuán apropiado.— Cerró la puerta. —¿Vas a hacer clic con tus talones y
por arte de magia llevarnos ahí?

—No, yo conduzco.— La acompañó hasta la escalera. Sería más rápido si se


teletransportaran directamente al club, pero el conducir le daría más tiempo
para hablar con ella.

—Tengo el coche estacionado cerca.

Empezó a bajar las escaleras. —¿Sabes conducir?

—He estado conduciendo desde 1913.


—Por Dios. Espero que hayas cambiado a un modelo más nuevo.

Él sonrió. —En realidad, todavía tengo mi primer coche, un Rolls-Royce de


1913. He mantenido mis favoritos a lo largo de los años, un Bentley '38, un
Morgan '59, y un Roadster MGB '69. Mi última adquisición es un Aston
Martin 2005.

Se detuvo a mitad de camino por las escaleras con una mirada de asombro en
su rostro. —¿Realmente coleccionas coches caros? No me digas que las cosas
en tu perfil, son verdad.

—¿Qué otras cosas?

Ella continuó bajando por las escaleras. —Cosas como tu castillo encantado
en las montañas.

Él se rió entre dientes. —Yo no lo llamaría encantado, a menos que estés


fascinado por la idea del moho.

—Entonces, ¿realmente tienes un castillo?

—No es tan grande como el castillo de Angus. Lo describiría más como una
casa de campo grande.

—Oh. Cuan... bueno.— Con una mirada irritada, cruzó el vestíbulo hacía la
puerta de entrada, sus botas de tacón alto hacían clic en el suelo de mármol.
—Ya que ni siquiera escribes en tu perfil, estoy segura que todas esas cursis
promesas son falsas.

Llegó primero a la puerta. —¿Qué promesas?

Soltó un bufido. —Todavía no lo has leído, ¿verdad?

—He estado ocupado devolviendo cientos de llamadas telefónicas. E


investigándote. ¿Qué promesas?

Ella se encogió de hombros como si no le importara. —Había una sobre


permanecer fiel a tu esposa para siempre. Eso igual podría pasar.

—Eso pasará.

Ella parecía dudarlo. —Y luego estaba la promesa de mantener


resplandeciente, iluminada por las estrellas en un estado de éxtasis orgásmico
para siempre a tu princesa.— Ella rodó los ojos. —Al igual eso podría
suceder, también.

Su boca se torció. —Ciertamente podría intentarlo. Quiero que mi esposa se


sienta bien complacida.

Se mordió los labios y miró hacia otro lado. —¿En realidad tienes la intención
de casarte, entonces?

—Sí.— Él abrió la puerta y una ráfaga de aire frío la golpeó haciéndola


retroceder.
Tiró de su pañuelo a lo largo de las orejas y en la boca su voz sonaba
apagada. —Dios, se me va a congelar el trasero.

Y un trasero precioso. Dio un paso delante de ella para bloquear el viento. —


Por aquí, no está lejos.— Él la llevó por la calle y miró a los hombres que los
pasaban y miraban las piernas expuestas de Toni.

—¿Cómo podría alguien en tu situación tomar los votos matrimoniales tan en


serio?— Murmuró por debajo de su pañuelo. —Honestamente no podrías
afirmar que permanecerías fiel durante siglos.

—Me estás acusando de falta de honradez.

—Lo siento, pero algunas de las cosas en tu perfil no tienen sentido para mí.

Había cosas sobre ella que no tenían sentido, también. Y él todavía no sabía
su nombre completo. Ian rebuscó en su bolsa de piel las llaves del coche.
Había conducido hasta aquí uno de los coches de Roman, un Lexus negro.

—Por ejemplo,— continuó, —afirmas que deseas darle toneladas de dinero a


tu princesa. Si eres tan rico, ¿cómo es que estás trabajando como guardia de
seguridad?

—Mi especialidad es la investigación. Me he infiltrado dos veces en Langley,


sin ser detectado.

—Sinvergüenza sigiloso ¿no?

Él sonrió. —En cuanto al dinero, tengo casi tanto como Roman o Angus. Ellos
tienen billones.— Apretó un botón en el teclado, luego abrió la puerta del
coche. —Yo sólo tengo unos pocos millones.
Ella le lanzó una mirada irónica. —Deberías estar avergonzado. ¿Qué has
estado haciendo todos estos siglos, perdiendo el tiempo?

Con una sonrisa, le hizo una seña hacia la puerta abierta. —¿No tenéis frío?

—Estoy confundida. ¿Por qué trabajar? ¿Por qué no quedarte en Escocia y


conducir tus coches de lujo durante toda la noche?— Ella se inclinó para subir
al coche.

—Lo hice por varias décadas, pero se hizo aburrido.— Disfrutó de la vista
cuando ella separó sus piernas para entrar en el asiento delantero. Su
diminuta falda se subió peligrosamente alto. —Quería más emoción en mi
vida.

—Supongo que lo estás consiguiendo.— Frunció el ceño mientras tiraba del


dobladillo de su falda.

—Sí, lo hago.— Sonrió mientras cerraba la puerta. Luego dio la vuelta al


vehículo y se deslizó atrás al volante.

Condujo hasta la autopista del West Side, luego hacia el norte, dirigiéndose
hacia Hell‘s Kitchen. Cada vez que miraba a la derecha, su mirada gravitaba
hacia las piernas de ella. Delgadas y musculosas, que podrían exprimir a un
hombre apretando alrededor de su cintura. Él respiró profundamente cuando
ella se frotó las manos arriba y abajo de sus muslos.

—¿Te importa si subo la temperatura? Hace un poco frío aquí adentro.

Se agarró al volante con un apretón de muerte. —Me parece que hace


bastante calor para mí, pero adelante.

—Gracias.— Ella se inclinó hacia el centro del coche para mover el control de
la temperatura.

Desafortunadamente, los conductos de ventilación le soplaron su dulce


fragancia directamente a su cara. Una ola en cascada de deseo desde su nariz
hasta la ingle. Pasar tiempo a solas con ella había sido una mala idea. En
lugar de obtener respuestas, estaba teniendo una erección. —¿Cuál es tu
nombre completo, Toni?

Ella hizo un gesto con la mano, descartando su pregunta. —Conocí a Roman


el lunes pasado. Me dijo que su esposa, Shanna, es mortal, y que otro chico
tiene una mujer mortal, también.

—Jean-Luc, sí. Asistí a su boda en septiembre.

—Si estos vampiros se casan con mortales, ¿cómo es que tienes tantos
prejuicios incluso para salir con ellos?

—Yo no soy prejuicioso.— Su mirada se desvió a la piel desnuda, de sus


muslos de oro deliciosos. —Creo que algunas mujeres mortales son muy
atractivas.— Querida Madre de Dios, ella estaba cruzando las piernas.

—Simplemente no entiendo por qué te niegas a salir con los mortales.

—Porque quiero ser honesto. Con un vampiro, no tengo que mentir acerca de
quién o qué soy. Quiero una relación basada en la honestidad.

Ella bajó la mirada a su regazo sobre sus manos apretadas. —Sin... secretos,
¿entonces?

—No. Y sin juicios. Un mortal tendría problemas para aceptar mi pasado,


pero una vampiresa lo entendería y no encontraría errores en las cosas que
tuve que hacer para sobrevivir.

Ella lo miró fijamente. —¿Quieres decir usar a las mujeres para la comida y el
sexo?

Apretó los dientes. —Ese es exactamente el tipo de juicio del que estoy
hablando. Admito que tomé sangre cuando lo necesitaba, pero nunca he
obligado a una mujer.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿No utilizaste el control mental?

—No soy un violador.— Dio la vuelta hacia la Treinta y cuatro West. Por lo
menos sus acusaciones estaban haciendo un buen trabajo para acallar sus
deseos lujuriosos. —No te culpo por interrogarme desde que fuiste atacada
hace sólo un par de noches. Estoy seguro de que te ayudará a ser delicada.

—No soy delicada. Estoy furiosa.

—No me creas malintencionado. Cuando entro en la mente de una mujer,


puedo escuchar sus pensamientos, y nunca me quedo donde no soy
bienvenido.
—¿Nunca controlaste los pensamientos de una mujer para hacerla sucumbir?

—No. En mi caso, uso el control mental para convencer a las mujeres de que
soy mayor de lo que parezco.

—Así que las engañas.

—Mi maldita cara era un engaño, Toni, y no había forma de escapar. Hice
pensar a la gente que tenía quince años, cuando por dentro era todo un
hombre. Tuve que usar más engaños para hacer que las mujeres me miraran
de la manera que yo quería. No estoy orgulloso de todo ese engaño. Por eso
es tan importante ahora ser honesto. Otro vampiro lo entendería.

—Se puede ser honesto con un mortal.

—No podría acercarme a un mortal y decir: 'Hola, soy un vampiro. ¿Quieres


salir conmigo?' Tendría que mentirle desde el principio, y me niego a hacer
eso.

—Hay un montón de mujeres que saldrían contigo porque eres un vampiro.

Se paró en un semáforo en rojo y la miró. —No quiero ser amado porque soy
un no muerto. No más de lo que tú quieres que te rechacen por ser mortal.

Ella miró hacia otro lado. —Yo…yo he sido demasiado dura contigo ....

—Muchacha, tienes toda la razón para sospechar. Casi fuiste asesinada un


par de noches atrás. Pero esos vampiros que te atacaron eran probablemente
crueles y viciosos antes de que los convirtieran. La muerte no cambia el
corazón del hombre.

—Entonces eras un buen hombre, — susurró

Todo su deseo regresó de golpe. —Trato de serlo.

Su mirada se encontró con la suya. —¿Qué es lo que más quieres?

En ese momento, sintió que podía mirar esos ojos verdes durante un siglo o
dos. Eran increíbles, en la forma que quemaban de ira, brillaban con humor, o
suavizaban con compasión. —Quiero ser amado, con honestidad y amor
verdadero, por quien soy. Y quiero amar a una mujer con todo mi corazón
para toda mi vida. Quiero el dolor por su mente, su cuerpo y por su
compañía.
Sus ojos se abrieron. —Oh.

El olor de su sangre caliente, llenó el coche, y sus terminaciones nerviosas


vibraron en respuesta. Se preguntó si tenía alguna idea de lo que estaba
haciendo con él. ¿Podía sentir las olas de deseo que fluían de él?

Sí, juraría que lo hacía. Su corazón latía rápido. Su respiración era irregular.
Se acercó más.

—Tus… tus ojos,— susurró acariciadoramente. Él sabía que se habían puesto


rojos, porque su visión ahora estaba teñida de color rosa. Deslizó una mano
alrededor de ella.

Ella no se apartó. Su mirada cayó a su boca, y él no pudo resistirse más. La


besó.
Capítulo 8

E lla se tensó un poco, pero él no se dio por vencido. Ian movió su boca

sobre la de ella, suavemente, persuadiéndola a responder. Y lo hizo. Se relajó,


apoyándose en él. Su corazón se expandió en su pecho, y la atrajo más cerca.

Él mordisqueó su labio inferior. Su boca se abrió con un ligero suspiro,


invitándolo a entrar. Él pasó la punta de la lengua por sus labios. Estaban
húmedos y dulces.

Una bocina resonó detrás de ellos, y ambos se sacudieron en sus


asientos. Toni jadeó y se apartó. Ian miró hacia delante y se dio cuenta de que
la luz se había puesto verde. Pisó el acelerador.

Maldita sea, ¿qué estaba haciendo? En los últimos días, se había convencido
de que un pequeño coqueteo no haría daño a nadie. ¿Pero besos? No podía
seguir negándolo más. Estaba violando la regla de no relación, y Toni estaría
en problemas si la verdad salía a tono.

Él la miró. Su rostro estaba pálido, y ella estaba presionando su mano contra


su boca.

―¿Estás bien?

―Sí. No. ―Ella bajó la mano.

Se dio cuenta del ligero temblor antes de que ella apretara las manos
juntas. ―No debería haberte... besado. Lo siento.

Cerró los ojos brevemente. ―No vamos a pensar en ello. O hablar de ello. Eso
nunca sucedió.

Él permaneció en silencio, pues sabía que no estaba de acuerdo. Él pensaría


en ello. Lo reviviría en su mente, una y otra vez.
―No importa de todos modos, ―continuó con una voz sin aliento. ―Tú
quieres una mujer Vampiro. No estamos del todo satisfechos el uno con el
otro. Fue un… un error.

Error, su culo. Él lo haría de nuevo en un segundo. Esperaba que no la


hubiera asustado, sin embargo. Había pasado por un montón de caos
últimamente.

Una ráfaga repentina de música estalló, llenando el tenso silencio. Toni le dio
una mirada confusa, a continuación, un vistazo alrededor del coche. El
estribillo musical se repitió, e Ian empezó a comprender las palabras cantadas
por una vocalista femenina.

―Creo que viene de tu cartera. ― Él hizo un gesto a la bolsa a sus pies.

―Oh, es mi teléfono móvil. ― Ella colocó la bolsa en su regazo y sacó el


teléfono. ―Carlos cambió el tono de llamada. Supongo le gusta Pat Benatar.

―¿El amor es un campo de batalla?

―Su idea de una broma, ― murmuró ella, mientras abría el


teléfono. ―¡Hola! ¡Carlos! ¿Cómo le pudiste hacer esto a mi teléfono?

Ian trató de escuchar, pero el aullido de una sirena de policía cercana hacía
imposible oír las palabras de Carlos.

―No sé de dónde sacaste esa idea. ― Toni hizo una mueca mientras miraba a
Ian. ―Nuestra asociación es puramente de negocios.

Estaban cerca de Horny Devils, por lo que Ian comenzó a buscar un lugar
para estacionar.

―Está bien,― continuó en un susurro. ―Hablaré contigo más tarde. Adiós.


―Ella deslizó el teléfono en su bolso de mano.

―¿Pasa algo? ― Preguntó Ian casualmente.


―No, todo está bien.

Entonces ¿por qué su corazón todavía está acelerado? ―Carlos me pareció un


poco… diferente.

Ella se encogió de hombros. ―Es gay.

Ian recordó la expresión afligida de Carlos cuando había salido del


dormitorio de Toni. ―¿Te dijo que es gay?

―Bueno, no. Asumimos que lo es, porque actúa como si lo fuera. ―Estaban
cerca.

―¿Quién somos nosotros?

Una mirada cautelosa apareció en el rostro de Toni. ―Sabrina y yo. Es mi


compañera de habitación. Está visitando a unos parientes en ese momento.

Algo no andaba bien, Ian podía sentirlo. Algo más que el beso prohibido que
acababan de compartir. Y estaba más que convencido de que nunca Carlos
era más de lo que aparentaba.

Vio un lugar para aparcar y se detuvo junto a la acera. —Toni, antes de


entrar, tengo que saberlo, ¿por qué tienes un apartamento?

Ella se desabrochó el cinturón de seguridad. ―Es mejor que vivir en la calle.

―Dijiste que habías aceptado custodiar a los vampiros porque querías


alojamiento y comida gratis, pero eso no tiene sentido ya que tienes un
apartamento.

―Sí, estoy pagando el alquiler, pero el contrato de arrendamiento está casi


encima. Créeme, tener un trabajo bien remunerado, con todos los gastos
pagos es lo mejor para mí en este momento. Me da la oportunidad de poner
al día mis préstamos estudiantiles.

―¿Qué pasa con tu compañera de cuarto?


―Ella es... no se rompió como yo. Recibe un buen subsidio todos los años, y
en cuanto se gradúe, tenemos un plan para montar un negocio juntas.

―¿Así que ves este trabajo como algo temporal?

―Sí. Un año como máximo. ―Ella le dio una mirada de preocupación. ―Eso
no es un problema, ¿verdad?

―¿Connor no te explicó lo que sucede cuando un guardia mortal deja


MacKay Seguridad e Investigación?

―Dijo que borraría mi memoria acerca de los vampiros.

―Borrará todo de tu memoria. Será como si este año nunca hubiera sucedido.

Sus ojos se abrieron como platos. ―Eso es... demasiado. ― Ella presionó una
mano contra su pecho.

Ian sabía que debía impulsarla a que se marchara ahora, pues solo iba a
perder unos pocos días. Pero la idea de nunca volver a verla era muy
dolorosa. ―Tú… Deberías marcharte ahora y volver a tu vida normal.

Sus ojos brillaban con lágrimas. ―Mi vida no es muy normal. ― Ella parpadeó
y cuadró los hombros. ―Por lo tanto, ¿vamos o no a ese club?

―Vamos. ―El alivio le recorrió. No tenía que perderla por el momento. Pero
el alivio se transformó rápidamente en aprehensión. Algo estaba realmente
mal. Un mortal no tiraba un año con tanta facilidad. Ella estaba tramando
algo. Y él estaba condenadamente bien con ello.

***

¿Podría perder un año de su vida? Toni estaba entumecida por la sorpresa


mientras caminaba junto a Ian. Apuntó un rápido vistazo en su
dirección. Buena pena, ¡había besado al hombre! Había besado a un
vampiro. Y vivía para contarlo.

No había sabido ni siquiera a sangre. Oh, maldita sea. ¿Podría perder un año
de su vida? Esto era demasiado para tomar todo a la vez. ¿Cómo podía
haberle besado? Empujó a un lado ese pensamiento y se concentró en la otra
cosa volviéndola loca con la pérdida de todo un maldito año de su vida.

Maldito sea ese Connor. Había pasado por alto esa parte. Debía de haber
descubierto que tenía que conservar el empleo para siempre. Pero ella y
Sabrina tenían planes. Grandes planes, maldita sea.

Y había besado a Ian. Un pensamiento repentino le trajo una mueca de


dolor. ¿Carlos la había visto a través de su pequeña cámara espía? No es de
extrañar que la hubiera llamado enseguida. Probablemente había querido
asegurarse de que todo estaba bien. Después de todo, sólo había tocado los
labios de un vampiro. Y qué labios. El hombre sabía cómo besar. Por
supuesto, había tenido varios siglos para perfeccionar su técnica.

Había sido tan dulce y se disculpó después. ¿Por qué no podía ser
mortal? Podría enamorarse de él en un segundo si fuera mortal. Lo miró de
nuevo. ¿Podría enamorarse de él como un vampiro?

Él la llevó a un callejón oscuro. ―La entrada está oculta, por lo que los
mortales no pueden entrar.

Vio una puerta roja en la penumbra, con un enorme hombre de pie montando
guardia. Él asintió con la cabeza a Ian, luego abrió la puerta.

―Espera un minuto. ―El portero levantó la fuerte mano. Sus ojos pequeños y
brillantes se centraran en Toni, y su nariz olfateó. ―Ella no puede entrar
aquí. Es…

―Está conmigo, Hugo. ― Ian pasó un brazo alrededor de sus hombros y la


llevó al interior del club.

La música a todo volumen asaltó sus oídos, y las luces intermitentes


temporalmente la cegaron. Así que este era un club nocturno para
vampiros. Se parecía mucho a un mortal. Giró para que la cámara en su
chaleco pudiera enviar las imágenes al apartamento de Carlos. Estaba
grabando todo lo que había allí.
Vio a un grupo de mujeres escasamente vestidas embutidas cerca del
escenario donde un chico guapo bailaba, su tanga de color rojo brillaba bajo
las luces. Bueno, Carlos disfrutaría ver eso. Aparte de los bailarines, la
mayoría eran mujeres. Incluso el camarero y el DJ eran mujeres.

Reparó en unas vampiresas que estaban sentadas en las mesas y bebían algo
rojo en vasos de cristal. Sangre, sin duda, pero ¿una foto de ellas constituía
una prueba de la existencia de los vampiros? Podría verse como una imagen
de gente común bebiendo vino tinto.

―¿Puedo traerte algo de beber? ― Ian sonrió cuando ella hizo una
mueca. ―Tienen bebidas sin sangre.

―Una Coca-Cola Light entonces. Tengo un examen final mañana. ―Y estaba


en una misión ahora, así que necesitaba su ingenio . ―No puedo quedarme
mucho tiempo. Debería estar en casa cerca de las diez.

―Puedo teletransportarte a casa cuando quieras. ― La condujo hacia las


mesas.

Una mujer de repente se materializó junto a la barra con un teléfono móvil


pegado a su oreja. Colgó, y luego corrió hacia el escenario.

―¿Qué fue eso? ― Toni giró para seguir sus movimientos, pero no estaba
segura de sí su cámara había captado todo.

―Las vampiresas llaman para teletransportarse por primera vez, ―explicó


Ian. ―Usan el teléfono como faro sensorial para asegurarse de que llegan al
lugar correcto.

―Oh. ― Ella se preguntó si había reaccionado con suficiente rapidez para


sorprender a la flagrante Vampiresa. ―¿Hay un baño de damas?

―Sí, por ahí. ―Tocó el hombro. ―Ten cuidado.

―Pensé que todas estas Vampiresas eran bebedoras de botella.

―Lo son, pero después de unos Blisskys o Bleers, podrían estar borrachas y
no se comportan.

―Oh, genial. ― A medida que se dirigía hacia los baños, se dio cuenta de las
miradas astutas que le echaban, y el leve aleteo de las fosas nasales, con que
cada vampiresa cogía su olor. Se sintió como un aperitivo caminando.

Entró en el baño de mujeres y encontró una hermosa rubia, arreglándose


frente al espejo. No, no era un espejo, pero una gigantesca televisión de
pantalla plana. Dos cámaras en la pared estaban apuntadas a la fila de los
lavamanos. Por supuesto. La tecnología digital era la única manera de que los
vampiros pudieran verse.

La rubia se volvió hacia ella y arrugó la nariz respingona. ―Santo cielo,


¿cómo has entrado aquí? ― Preguntó con un acento británico estirado.

―Fue increíble. Empujé la puerta y se abrió.

―No me refería a este tocador, gel tonto, ―continuó la rubia vampiresa. ―Soy
una de las propietarias de este establecimiento, y no damos la bienvenida a tu
clase.

―Oh, perdón, Su Alteza. ―Toni se abstuvo de hacer una reverencia. ―Pensé


que se trataba de un país libre.

―¿Qué está pasando? ― Una pelirroja salió de un puesto. ―Hey, Pamela. ―


Miró a Toni y la olió. ―¿Cómo llegó aquí?

―Eso es lo que me gustaría saber, ―resopló Pamela. ―Le he dicho a Hugo un


millón de veces que no deje que los mortales entren al interior.

―Vine con Ian MacPhie. ― Toni miró a las vampiresas arrogantes. ―Soy su
guardia, lo que significa que puede dar patadas en culos de asno.

Pamela se rió. ―Ian nunca permitiría que una mujer lo custodiara. De hecho,
nunca ha necesitado protección en lo absoluto.

―¿Ha dicho Ian MacPhie? ― Preguntó la pelirroja. ―¿No es ese hombre


magnífico en Single in the City?
―¡Oh, Dios mío! ― Un estallido de morena de otro puesto. ―¿Ian MacPhie
está aquí? ―Miró a Toni. ―¿Puedo reunirme con él?

―Yo también quiero conocerlo. ― La pelirroja se acercó a Toni. ―¿Me puedes


llevar con él?

Maldita sea, había pasado de sentirse como un aperitivo a un proxeneta. Una


punzada de celos se le clavó, pero se armó de valor contra este. El beso había
sido un error. Ian no era su tipo. Prefería a los hombres que estaban
vivos, maldita sea. Así que tenía que aceptar el hecho de que iba a perseguir a
estas mujeres vampiresas. Una de ellas sería su luz de las estrellas, su
brillante princesa. Una de ellas lo besaría a partir de ahora.

―Conocí a Ian personalmente, ―se jactó Pamela. ―Solía hacer la guardia


cuando era miembro del harén de Roman Draganesti.

La morena se dirigió a Pamela. ―¿Es realmente así de guapo?

―¿Y rico? ― Agregó la pelirroja.

―Ven conmigo. Os presentaré. ―Pamela dirigió una sonrisa de satisfacción


superior a Toni mientras caminaba hacia la puerta. ―Que sepáis que tengo
una teoría interesante sobre Ian.

―¿Cuál es? ―Preguntó la morena mientras se arrastraba detrás.

―Creo que es un virgen de quinientos años, ―anunció Pamela.

―No por mucho tiempo, ―murmuró la pelirroja.

Hubo un gorjeo de la risa cuando las tres mujeres salieron del baño.

―¡No se lavaron las manos!― Llamó Toni detrás de ellas. Apretó los
dientes. ¿Cómo podía Ian preferirlas? Pero al menos el baño estaba vacío, y
tenía total privacidad. Se movió fuera del alcance de las cámaras y marcó a
Carlos.
Podría perder un año de su vida. El pensamiento seguía atormentándola. No
era justo, ¡caramba! Estos Vampiros habían vivido durante siglos, mientras
que su vida era demasiado corta. ¿Cómo iban a robarla un año?

―¿Hola? ― Respondió Carlos.

―¿Has recibido la toma de una vampiresa teletransportándose aquí?

―Menina, ¿estás en el club?

―Sí. ¿No lo ves?

―No, voy a ver el vídeo más tarde. Ahora mismo estoy de camino a
Westchester.

Toni abrió la boca. ―¿Vas a la casa de los Proctor?

―No te preocupes. Nunca sabrán que estuve allí. Y terminé de revisar sus
registros financieros. Tío Joe tiene la mala costumbre de ir a Atlantic City.

―¿Cómo lo sabes?

―Las tarjetas de crédito dejan un rastro, novia.

―Pero, ¿cómo sabes cómo…?

―¿Te gustó tu nuevo tono de timbre? ―Interrumpió.

―No. Tu muerte será lenta y dolorosa.

Se echó a reír. ―Ahora, no te preocupes por el video. La grabación está en mi


casa. Solo atrapa a los vampiros traviesos haciendo algo vampírico, ¿de
acuerdo?

―De acuerdo. ―Así que no había visto a Ian besándola. ―Carlos, cuando deje
de trabajar para ellos, me borrarán la memoria. ¡No me acordaré de nada!

Hubo una pausa. ―Bastardos, ―murmuró Carlos. ―No te preocupes. Si te


borran todo, te diré lo que pasó. Consigue la prueba que necesitamos lo antes
posible. De esta forma, sólo perderás un par de días.

Iba a perder más de un par de días. Iba a perder todos los recuerdos de Ian. Y
el beso. Por alguna extraña razón hizo que su corazón se apretara en su
pecho.

―¿Estás bien, amor? ― Preguntó Carlos.

―Esto es una mierda. ― Toni cerró su teléfono y luego regresó al club.


Capitulo 9

I an pidió una Bleer y una coca-cola light a la camarera.

—¿Está Vanda aquí?— Le entregó a Cora Lee un billete de diez dólares.

—Por allí. — Sonaba como si estuviera irritada con todos de nuevo.

Ian miró hacia el escenario. La música había cesado, y la multitud de señoras


vampiros se habían congregado alrededor para escuchar a Vanda clamando a
una bailarina.

—Esto no es un burdel,— gritó ella. —¡Estás despedida!

—Ahí va otro bailarín.— Saludó Cora Lee sus brazos en el aire. —¡Yuju,
Vanda! ¡Ian está aquí!

La multitud se volvió al unísono para mirarlo.

—¿Él es Ian MacPhie?— Preguntó una de las damas.

—Claro que lo es,— gritó Cora Lee. —Ven y cógelo.

La multitud se movió hacia adelante. Ian tragó saliva.

Cora Lee se rió, y luego murmuró, —Parece que tu deseo se hará realidad
ahora. Tienes seguro ir a la cama esta noche.

—¡Ian!— Llamó Pamela. —Tengo dos señoras que quieren conocerte.— Ella
hizo un gesto a las mujeres.

—¡Lo vimos primero!— Gritó una señora entre la multitud, y se precipitaron


hacia adelante.

—Por todos los demonios.— Ian presionó la espalda contra la barra.

—¡Hacia atrás!— Vanda abrió el látigo de su cintura y lo arrojó a la multitud.


—¡Ya me habéis oído! ¡En fila y esperad vuestro turno!
Las señoras se apresuraron a formar una cola. Ian se estremeció ante la
cantidad de empujones y maldiciones. Actuaban más como luchadoras que
como damas. Y había más de cincuenta.

Vanda sonrió a Ian. —¿No es genial? ¡El perfil que escribí fue increíble! Todo
el mundo quiere una cita contigo.

—No puedo tener una cita con cincuenta mujeres en una noche.

—Claro que puedes.— Ella puso el látigo de vuelta alrededor de su cintura.


—Se llaman citas rápidas.

—Pero ya le dije a tres mujeres que quedábamos aquí.

Vanda se movió a un lado. —Vamos a dejarlas primero.— Ella se volvió a


Cora Lee. —¿No tienes un temporizador de cocina?

—Sí.— Cora Lee le entregó un temporizador de plástico blanco.

Vanda lo puso sobre una mesa. —Vamos a dar a cada una cinco minutos.

—Va a durar horas.— Ian trajo las bebidas a la mesa.

—¿Tienes algo mejor que hacer?— Vanda miró la Coca-Cola Light. —¿Qué
pasa con la bebida mortal?

—He traído conmigo a Toni. Es la nueva guardia de día en la casa.

Los ojos de Vanda se abrieron como platos. —¿Ella? ¿Connor contrató a una
mujer?

Hace dos noches, Ian se había sentido igual de sorprendido, pero ahora
quería defenderla.

—Es una excelente luchadora.

Vanda le dirigió una mirada dudosa. —Me imagino a una mujer alce
americano con una ceja, que está tomando esteroides.

Ian se puso rígido. —¡No! Ella es...

—¡Hey, Ian!— Gritó una señora al otro lado del club. —¿Qué diablos ha
pasado con nuestra cita? Hablamos por teléfono la pasada noche. ¿No te
acuerdas?

—Sí.— Trató de recordar el sonido de su voz. —¿Tú eres Tormenta?

—Tempestad.— Sus ojos brillaban con fastidio. —Y esta es Rayo de Luna y


Cindy.— Hizo un gesto a las mujeres a su lado. —Hablamos ayer por la
noche. ¡Somos más antiguas!

—Pueden pasar a la parte delantera de la línea,— ordenó Vanda. —Ian


comenzará en breve.

Él se quejó. ¿Qué les diría a todas esas mujeres? —¿Por qué hay tantas?

—Eres el número uno en el perfil de Single in the City.— Vanda sonrió con
orgullo. —Todo el mundo ha oído hablar de ti.

Ian hizo una mueca. —Quería hablar contigo acerca de eso. Connor está
molesto de que figure la ubicación y el número de teléfono de la casa de la
ciudad de Roman.

—Connor es un viejo cascarrabias. Las mujeres necesitan una forma de


contactar contigo.

—Lo entiendo, pero por razones de seguridad, es peligroso dar a conocer


nuestro lugar a muchos. No queremos a algunos admiradores demasiado
entusiastas tratando de entrar a verme, sobre todo durante el día. Es muy
arriesgado.

—Vale, vale.— Vanda infló su pelo morado en punta. —Quitaré la dirección


de la página web.

—Y el número de teléfono, también. Pueden dejar un mensaje para mí en


Singles in the City.

—Está bien.— Vanda aceptó. —Pero lo estás poniendo demasiado difícil.

—Hey, ¿qué pasa?— Se acercó un vampiro masculino, vestido con un traje


caro, hacia ellos y le guiñó un ojo a la línea de mujeres que esperaban. —
Hola, chicas.

—Hola, Gregori,— respondió un coro.


Ian estaba impresionado. ¿Gregori conocía a todas esas mujeres?

—¿Qué está pasando?— Gregori dio un beso en la mejilla a Vanda. —


¿Estamos haciendo cola para hacer el salto del conejito?

—Ian está haciendo un poco de citas esta noche.— Vanda bajó su voz hasta
un susurro. —Está en busca de su amor verdadero.

—Ah.— Los ojos de Gregori brillaron como si considerara a Ian. —¿Quieres


que las caliente para ti?

Ian frunció el ceño. —Ya es bastante difícil ser encantador una vez, pero
¿cincuenta veces seguidas?

—Puedes hacerlo, hermano. Sólo sé tú mismo.

Ian profundizó su ceño.

Gregori hizo una mueca. —Puedes tratar de sonreír. Conoces el amor de las
damas por un tipo con sentido del humor.

—Estoy condenado.

—Relájate, amigo. Yo podría... — Gregori se congeló. —¡Dios mío, mírala. Es


un ángel!.

Ian miró en la dirección de la mirada aturdida de Gregori. Toni. —Es mía,—


exclamó él, entonces pillándose a sí mismo. —Quiero decir, es mi protectora.

—¿Es la guardia que Connor ha contratado?— Preguntó Vanda.

Gregori bufó. —Sí, puedo ver por qué la contrató.

—Su belleza no tenía nada que ver con eso,— replicó Ian. —Es una excelente
luchadora y valiente y muy inteligente.

—Oh.— Los ojos de Gregori miraron a Ian con curiosidad. —Ya veo.

Ian sentía su calor hacia arriba. Tal vez había hablado un poquito fuerte. —En
realidad, te agradecería si pudieras mantener un ojo en ella mientras estoy
ocupado.
—Por supuesto. No hay problema, hermano

Toni miró la larga fila de chicas que se acercaban. —Pensé que sólo tenías tres
citas.

—Tengo unas pocas más ahora,— se quejó Ian mientras se movía a su lado.
—Me gustaría que conocieras a algunos amigos míos. Se trata de Vanda. Se
encarga de Horney Devils.

—Y escribe perfiles fascinantes,— añadió Toni con una sonrisa. Le tendió una
mano.

—Encantada de conocerte.— Vanda sacudió la mano. —Estoy trabajando en


otro proyecto para que Ian sea aún más famoso.

Ian tragó saliva fuerte. —Eso no es realmente necesario.

—Por supuesto que sí. Tenemos que encontrar a tu verdadero amor.—


Vanda le dio a Ian unas palmaditas en la mejilla. —Comprobaré como vas
más tarde.— Ella caminó hacia su oficina.

—Y este es Gregori.— Ian hizo un gesto hacia él. —Es el vicepresidente de


marketing de Romatech.

—Estoy encantado de conocerte.— Gregori tomó su mano y la besó. —He


oído hablar de ti. Mi madre, Radinka, me dijo que ella y Shanna te verán
mañana.

—Oh, eso es correcto.— Toni sonrió. —Vienen con Howard para ayudarme a
cuidar a los chicos mientras hago un final.

Ian frunció el ceño ante la idea de niñera.

—Bueno, hermano, ¿no deberías ir a trabajar?— Gregori asintió con la cabeza


hacia la larga fila de mujeres.

Ian tragó saliva. El trabajo era la palabra correcta para él. Coquetear con Toni
había sido divertido, pero la idea de encantar a todas estas mujeres parecía
una tarea sangrienta. —Necesito un trago primero.— Se sentó y tragó algo de
Bleer.
Gregori ofreció una silla en la mesa para que Toni pudiera sentarse. —¿A qué
universidad vas?

—A la Universidad de Nueva York.— Se sentó.

Gregori se sentó junto a ella. —Ahí es donde conseguí mi MBA6.

—Tengo mi licenciatura en negocios allí.

Sintiéndose olvidado y un poco sin educación, Ian se tragó más Bleer. Maldita
sea, debería haber apartado la silla para ella.

Gregori se inclinó hacia ella. —Hey, ¿está el viejo profesor Hudgins todavía
allí? Bajito y calvo, lleva una corbata de moño. Mira y habla como Elmer
Fudd: "Hoy estamos metidos sobre aguas nacionales en medio oeste con las tarjetas
de crédito".

Toni se echó a reír, y sonaba como música del cielo. Sin embargo, Ian estaba
al borde de una corriente de quejas y maldiciones. Las cincuenta mujeres
Vampiros estaban molestas. No había duda de que no les gustaba tener que
esperar mientras él hablaba con una mortal.

Toni finalmente dejó de reír y miró a Ian. —Gregori hace una gran
representación. Es realmente gracioso.

—Te he comprado una bebida.— Ahora eso fue suave, se reprendió a sí


mismo.

—Gracias.— Tomó un sorbo.

—¿A qué diablos estamos esperando?— Gritó Tempestad en la parte


delantera de la cola.

Ian gimió para sus adentros.

—Los nativos están cada vez más inquietos,— observó Toni. Ella miró hacia
la barra y de pronto saltó a sus pies, cuando dos mujeres se teletransportaron.
—¿Estás bien?— Preguntó Ian.

Ella se sentó de nuevo. —Creo que estoy un poco nerviosa ... de estar aquí.

6 Maestría de Administración
—Baila conmigo,— sugirió Gregori. —Le diré al DJ que vuelva al trabajo.—
Se dirigió hacia la pista de baile.

Toni lo vio alejarse. —¿Es Gregori un vampiro?

—Sí, uno muy joven. Fue cambiado después de la invención de la sangre


sintética, por lo que ha sido completamente alimentado con biberón.

Toni hizo una mueca cuando la música fuerte, vibrante comenzó. —¡Oh Dios!
No. ¿Disco?

—A Gregori le encanta. ¿Vas a permanecer con él hasta que estemos listos


para ir a casa?

—Puedo cuidar de mí misma.

—Toni.— Ian se inclinó hacia adelante. —Hay cincuenta mujeres Vampiros


detrás de ti, y todas con los puñales mirando hacia ti. Por favor, quédate con
Gregori.

Ella miró por encima del hombro. —Está bien, entiendo tu punto. Iré a ...
bailar abajo.

Se puso de pie y alisó su falda diminuta. —Buena suerte con tus citas.
Aunque tengo que decir que estás perdiendo el tiempo.

Con la cabeza bien alta, pasó junto a las mujeres deslumbrantes, como un
ángel sin temor de las fuerzas oscuras a su alrededor. Pero ¿por qué cree que
sus citas eran una pérdida de tiempo? ¿Pensaba que era imposible para él
encontrar el amor?

—¡Hey! —Chilló Tempestad. —¿Podemos empezar ya?

—Sí, vamos a empezar.— Ian ajustó el temporizador.

Tempestad se precipitó hacia delante, le echó los brazos al cuello y lo besó en


la mejilla.

Ian desenganchó sus brazos. —¿Podrías tomar asiento, por favor?

—Seguro.— Ella subió a su regazo.


—¿Qué estás haciendo, muchacha?

—Sentándome.— Ella repasó sus pintadas uñas de negro por su pecho. —


¿Sabes por qué me llaman Tempestad? Soy tan salvaje como un huracán.

—Pensé que podríamos hablar un poquito primero. Ya sabéis, ¿la calma antes
de una tormenta?

Le arrancó la tira de cuero de su pelo y le pasó los dedos por el cuero


cabelludo. —¿Por qué no enviar a las otras chicas a casa?— Ella agarró su
pelo. —Yo quiero mojarme y ser salvaje contigo.

—No te conozco todavía.— Él curioseó sus dedos sueltos.

—¿Qué quieres saber?— Ella mordió en su cuello.

—Bueno, eh, ¿qué haces para ganarte la vida?

Ella se rió entre dientes, bajo y gutural. —No estoy viviendo, tonto, soy una
no muerta.

—Sí, pero todos tenemos cuentas que pagar.

—Si necesito algo, lo tomo.— Ella le mordió en la oreja. —En este momento,
te necesito.

—¿Qué significa para ti, lo tomo?

—Tomo cosas de los mortales. Dinero, ropa, lo que sea.

—¿Les robas?

Ella se echó hacia atrás con un impaciente bufido. —No es un robo cuando no
se dan cuenta de lo sucedido. Es muy fácil rodarles sus mentes. También,
tengo un apartamento grande, de hecho el administrador piensa que pago la
renta.

¿Por qué había asumido que todos los Vampiros eran como él? —Me temo
que no nos adaptaríamos bien.

—¿Qué significa eso?


La levantó y la puso en pie como estaba. —Que fue un placer conocerte.

—¿Me estás abandonando?— Gritó ella. —¡Nadie me abandona!— Ella arrojó


el resto de la Coca-cola light a su rostro, y luego se alejó, maldiciendo en voz
baja.

Ian se limpió la cara con una servilleta de papel. Una menos, cuarenta y
nueve por recorrer. Tal vez Toni estaba en lo cierto, y estaba perdiendo su
tiempo. Echó un vistazo a la pista de baile. Gregori estaba moviendo sus
caderas y apuntando con un dedo hacia arriba y hacia abajo. Con una sonrisa,
Toni imitó su movimiento.

Ian suspiró e hizo un gesto a su segunda cita.

Una guapa rubia se deslizó hacia él. —Hola, ¿me recuerdas? Soy Rayo de
luna.

—¿Cómo lo haces?— Se sentó y puso el temporizador.


Rayo de Luna se sentó enfrente de él. —Bueno, supongo que debo decir cosas
sobre mí misma. Soy Acuario.

—Eso está bien.

—Nací en 1950. Mi nombre era María. Aburrido, lo sé. Mis padres eran de
este modo cuadrados. Me escapé cuando tenía dieciséis años, para que
pudiera protestar contra la guerra. Realmente odio la guerra.

Este podría ser un mal momento para mencionar que era un guerrero. Ian se
dio cuenta de que Gregori estaba dando vueltas en círculos con Toni.

—Fui a San Francisco, por supuesto.— Rayo de Luna jugueteaba con las
cuentas alrededor del cuello. —Allá fue dónde pasó, ya sabes.

—¿Qué estaba pasando?— Preguntó Ian.

—Todo, hombre. El poder de las flores. Haz el amor y no la guerra. Soy como
totalmente opuesta a cualquier tipo de violencia.

—Entonces, ¿nunca has manipulado o engañado a un mortal para ganar algo


para ti?

—Dios, no. Eso es como dañar a tu karma.


Ian asintió con la cabeza. Esto podría tener potencial. Por lo menos, parece
tener buenas costumbres.

—Así que ahí estaba yo, tropezando con ácido y disfrutando de una orgía en
perfecto estado, cuando ese hombre ¡sale de la nada y me muerde en el
cuello! Quiero decir, estaba como totalmente desanimada cuando me
desperté muerta.

Ian parpadeó. —Ya veo.— Su mirada vagó de nuevo a Toni. De vez en


cuando, cuando alguien se teletransportaba, ella saltaba en su cara. ¿Tal vez
el teletransporte le daba miedo? Si ese fuera el caso, debería llevarla a casa. La
idea de escapar del club sonaba excelente.

El temporizador sonó, y se dio cuenta de que Rayo de Luna seguía hablando.


Se puso de pie. —Me temo que nuestro tiempo se ha acabado.

—Está bien. Paz.— Ella lo abrazó y se alejó.

Ian hizo un gesto a Cindy para presentarse. Ella se lanzó a un largo recuento
de su pasado de 200 años y los novios de trece años, mientras la atención de
Ian se deslizó de nuevo a la pista de baile. La música más lenta, y Gregori
tenía a Toni en sus brazos. Maldita sea, le había dicho a Gregori que la
vigilara, no que la destrozara.

Después de dos entrevistas más, Vanda paseó hacia él, sonriendo. —¡Lo hice!
Todo está listo.

Su estómago con un nudo con aprehensión cuando se puso de pie. —¿Qué


hiciste?

—No estés tan preocupado. Será genial. Mañana por la noche a la


medianoche, ¡Courrant Corky va a venir aquí!

—¿La barracuda?— Todo el mundo sabía que la periodista de vivir con los
muertos vivientes era viciosa. —¿Por qué va a venir aquí?

—¡Para entrevistarte!— Anunció Vanda.

Ian dio un paso atrás. —Vanda, no. Diablos, no.

—¡Va a ser divertido! Confía en mí.


Él negó con la cabeza. —Nada bueno puede salir de esto. La mujer es un
monstruo.

—¡No seas cobarde!— Vanda le dio un golpecito en el pecho.

—El Show de Corky se emite en todo el mundo. Cada Vampiro en la tierra te


verá. Y verá mi club. ¡Esto es genial!

—¿Qué es lo que es genial?— Gregori caminó hacia ellos con Toni.

—Ian estará en vivo con los muertos vivientes,— se jactó Vanda. —Vendrán
mañana para hacer la entrevista.

—¿Vas a estar en la televisión?— Preguntó Toni.

—En DVN,— dijo Vanda.

—Red Digital Vampiro,— explicó Ian. —Lo tenemos en la casa. Pero no haré
el espectáculo.

—Por supuesto que sí,— susurró Vanda. —He estado trabajando en esto
durante horas. Todo está listo.

—Ten cuidado con Courrant Corky,— advirtió Gregori.

—¿Quién es ella?— Preguntó Toni.

—La estrella del espectáculo.— Gregori extendió las manos delante de su


pecho. —Tiene las más gigantescas... — Ian le dio un codazo, —
comerciales,— terminó Gregori.

—¿Estás lista para volver a casa?— Preguntó Ian a Toni. —Te podría llevar.

Vanda lo agarró del brazo. —No vas a ninguna parte. Todas estas mujeres
están a la espera de su oportunidad de citarse contigo.

—Puedo teletransportarte Toni,— se ofreció Gregori.

—Pero ella quizás no quiere teletransportarse,— protestó Ian.

—Estaré bien.— Toni le dio una sonrisa tranquilizadora. —No puedo esperar
para verte en la TV.
Ian suspiró. Tal vez debería hacerlo. No quería decepcionar a Vanda o a Toni.
¿Y cuan malo podía ser? —Gregori, ¿puedo hablar contigo en privado?

—Seguro.— Gregori caminó lejos con él. —¿Qué pasa?

—Yo... uh... pensé que quizás podrías darme algunos consejos.

—¿No van bien tus citas?— Susurró Gregori.

—Me siento como si estuviera llevando a cabo entrevistas de trabajo. No


estoy conectando con ellas.— No era como con Toni.

Gregori le puso una mano sobre el hombro a Ian. —Amigo, puedes hacer
esto. Debías haber tenido a damas encantadas para obtener un litro de sangre
cada noche durante varios siglos.

Ian suspiró. —Nunca fui muy sofisticado al respecto. Nadie esperaba que lo
fuera. Parecía demasiado joven, a pesar de que me sentía viejo por dentro. Y
ahora me veo viejo en el exterior, pero por dentro me siento como un
muchacho verde. No sé qué decir.

—Sólo tienes que trabajar en tus habilidades de comunicación. En primer


lugar, práctica siendo un buen oyente. A las mujeres les gusta hablar de sus
sentimientos. Incluso si piensas que es totalmente aburrido, asiente con la
cabeza y sigue escuchando.

—De acuerdo.

—Debes responder con frases como: ―Qué interesante. Cuéntame más‖.

—Qué interesante,— repitió Ian. —Cuéntame más.

—Eso es. Y aquí hay otra buena. ―Tienes toda la razón. ¡Qué lista!‖ A las
mujeres les gusta ser felicitadas por su inteligencia.

—Está bien.— Ian repitió las líneas. —Gracias.— Volvió a la mesa con
Gregori. Vanda se había ido corriendo a su oficina.

—Buenas noches, Ian.— Sonrió tímidamente Toni.

—Buenas noches, Toni.— Dios, quería tocarla. Quería besarla de nuevo.


Gregori le dio una palmada en la espalda. —Hasta más tarde, amigo. Vamos,
Toni.— Él la condujo hacia la pista de baile.

Con un suspiro de resignación, Ian hizo un gesto para que la próxima cita se
presentara.

—Hola, soy Amy.

—Por favor, tome asiento.— Ian miraba hacia Gregori. Él cogía de cerca a
Toni. Lo cual era necesario cuando teletransportabas a un mortal, pero no lo
hacía más fácil de ver.

—Dios mío, cuando vi su foto en Internet, pensé que se veía muy sexy,—
comenzó Amy. —Pero, juro, que ¡te ves mejor en persona!

—Qué interesante,— murmuró Ian. —Cuéntame más.— Maldita sea, Toni


estaba poniendo sus brazos alrededor del cuello de Gregori.

—¿Quieres hablar de lo guapo que eres?— Preguntó Amy. —¿No es un poco


vanidoso?

—Tienes toda la razón. ¡Qué lista eres!

—¡Idiota! Me voy de aquí.— Ella se alejó.

Él se quejó. Ésta condenada noche nunca terminaría.

***

Toni y Gregori llegaron al porche trasero de la casa, y utilizó su llave especial


para desactivar la alarma y abrir la puerta. Le deseó buena noches, y luego se
teletransportó de vuelta a Horny Devils para bailar már. Era extraño, pero en
realidad había disfrutado en el club nocturno vampiro.

A diferencia de Ian. Él se había visto miserable. Odiaba admitirlo, pero una


parte de ella se regocijaba por su miseria.

Su teoría de que sólo un vampiro lo entendería era errónea. Esos bimbos


chupasangres no eran lo suficientemente buenas para él.

Corrió escaleras arriba hasta su habitación para escapar de las cámaras de


vigilancia. Dejó caer el bolso en la cama y llamó a Carlos. —¿Dónde estás
ahora?

—Volví a mi apartamento hace cinco minutos,— respondió. —Estoy viendo


el monitor conectado a tu cámara. Se volvió negro durante unos segundos.

—Esa fue la teletransportación. ¿Nos da la prueba que necesitamos?

—No, sólo se parecía a un fallo de funcionamiento. Así que ¿es ésta tu lujosa
habitación la que estoy viendo ahora?

—Sí.— Toni destrabó la cámara de su chaleco y la apagó.

—¡Hey!— Carlos se opuso a través del teléfono. —Quiero un recorrido por la


casa.

—Y yo quiero ir a la cama.— Puso la cámara en un cajón de la cómoda. —No


estoy segura si he cogido alguno de los vampiros teletransportarse, porque
apenas aparecían sin previo aviso. Fue muy frustrante.— Aunque no es tan
frustrante como la observación de las mujeres Vampiros espeluznantes
lanzándose a Ian.

—No sé,— respondió Carlos. —Voy a tener que revisar la cinta.

—Si no funcionó, tengo otra idea.— Toni abrió el armario al otro lado de la
cama. En el interior había una televisión que no se había molestado en
encender hasta el momento. —Los vampiros tienen su propia cadena de
televisión llamada DVN.

—¿En serio? ¿En qué frecuencia es?

—No sé.— Encendió el televisor. —Esto parece un comercial. Algo que se


llama Vampos. Se trata de menta para después de la cena para deshacerse del
aliento de sangre.

Carlos se echó a reír.

—Lo digo en serio. Ahora hay un vampiro que bate sus alas. Por debajo de
ella dice—DVN, las 24/7 porque siempre es de noche de alguna manera.

—Suena interesante. Intentaré aprovecharlo.


—Ahora hay una novela. Si tenemos un registro de esto, ¿no probaría que los
vampiros existen?

—No realmente,— dijo Carlos. —No es inusual tener programas de vampiros


en la televisión mortal.

—Pero ¿qué pasa con los comerciales?

—Vemos que los lagartos hablan y hombres de las cavernas en los


comerciales todo el tiempo. Eso no los hace real.

—No estoy de acuerdo. He salido con unos pocos hombres de las cavernas.—
Apagó el televisor y se preguntó cómo le iría a Ian. ¿Habría descubierto a su
princesa resplandeciente, iluminada por las estrellas? ¿Sería tan fabulosa, que
se había olvidado del beso que habían compartido?

—Merda,— murmuró Carlos. —No creo que las imágenes del club vayan a
ayudar. Cada vez que te giraste hacia un Vampiro teletransportandose, la
imagen se ve borrosa.

—Maldita sea.— ¿Cómo diablos iba a probar la existencia de los vampiros?

—Y me temo que tenemos otro problema,— dijo Carlos. —Encontré la casa de


los Proctors.

—¿En serio? ¿Qué pasó?

—Hablé con la criada, María. Es de Colombia, y por suerte mi español es


bueno. Dijo que tu llamada telefónica puso a los Proctors muy nerviosos.

—Oh, dios.— Toni lanzó sus botas al armario. —¿Te dijo si Sabrina está bien?

—Está encerrada en un dormitorio del piso de arriba. María la ha visto dos


veces, dijo que estaba durmiendo en ambas ocasiones.

—Me temo que su tío la está drogando.

—Tienes razón. María dijo que le estaba dando Haldol. Se trata de un


antipsicótico fuerte. Tiende a tumbar a las personas.

—Esto es terrible.— Toni cruzó la habitación.


—Pero hay algo peor. En el momento en que llegué allí, los Proctors habían
hecho las maletas de las cosas de Sabrina y la habían llevado a algún lugar.
María dijo que estaban hablando de un hospital mental.

—¡Oh, no!— Toni colapsado en la cama. —¿Por qué hacen esto?

—No estoy muy seguro, pero puedes estar segura de que tiene algo que ver
con el dinero que Bri podría heredar. Obtendré más información mañana.
Tengo una cita con María.

—¿Una cita? ¿Pero tú no eres...?

—Estoy trabajando de incógnito,— dijo Carlos. —Los Proctors siempre dan a


Maria el viernes por la noche libre porque les gusta salir. Así que voy a
convencerla de que me deje en la oficina del tío Joe. No debería ser
demasiado difícil. Lo odia porque le pellizca el culo cada vez que su esposa
no está mirando.

—¡Oh, qué gran tipo!

—Te llamaré mañana por la noche. Espero poder saber a qué hospital se
llevaron a Sabrina.

—Espero que sí. Gracias, Carlos.— Toni colgó. Pobre Bri. Si estaba atrapada
en un hospital psiquiátrico, tendría que ser rescatada de alguna manera.
Carlos ayudaría.

Toni respiró hondo. Había fallado a su abuela, y la culpa la había roído desde
entonces. No permitiría que Sabrina cayera.

***

Jedrek Janow descansaba en su silla con los pies apoyados sobre el escritorio
mientras miraba DVN. No podía creer la cantidad de información que se
lanzaba. El presentador de noticias había informado de que los vampiros aún
no tenían ni idea de dónde el malvado caudillo Casimir fue localizado. Jedrek
esperaba que Casimir estuviera viéndolo. Le encantaría esa parte de ser un
señor de la guerra malvado.

Luego vino un espectáculo en vivo con los llamados no muertos, y anunció la


anfitriona rolliza que Roman Draganesti y su esposa mortal esperaban su
segundo hijo en mayo.

Jedrek resopló. ¿Por qué pagar a espías cuando podríamos aprender tanto de
forma gratuita? Por desgracia, ahora comenzaba un entupido programa de
ópera. Apagó el televisor y puso sus pies en el suelo. Tomó las fotos que Yuri
había traído la otra noche y pasó los dedos por ellas.

Un sonido de gemidos provenía de la esquina de su oficina. Nadia seguía


llorando.

—Cállate. No me puedo concentrar con tus lloriqueos.

Ella olfateó. —Extraño a mis amigos.

Por supuesto que lo hacía. Pero el primer paso para romper a una perra era el
aislamiento. Por lo que estaba haciendo que se sentara en la esquina toda la
noche. —¿Te dije que podías hablar?

Las lágrimas rodaban por su rostro. —Tengo tanta hambre.

Por supuesto que la tenía. Se había alimentado esa misma tarde, bebiendo
completamente de una mortal capturada aquí en la oficina, mientras que
Nadia había tenido que mirar. Y pasar hambre. —Le he dicho a Yuri que me
traiga otro aperitivo. Una rubia. Podría dejar que te alimentes en ese
momento.

—Sí, por favor.

—Y cuando haya terminado la alimentación, matarás a la rubia que me


plazca.

La cara de Nadia palideció.

—Si quieres comer, tienes que matarla.

Sus hombros cayeron. —Sí, señor.

—Es sí, maestro.


Capítulo 10

—O
puerta.
h, Dios mío, —dijo Toni cuando miró por la mirilla de la

Eran las nueve de la mañana del viernes, la hora designada de la llegada de la


niñera. Pero Toni dudaba que la chica con mechas rosas fuera Shanna
Draganesti y la madre de Gregori. Golpearon en la puerta una vez más.

Toni pulsó el intercomunicador. —¿Os puedo ayudar?

—¿Está Ian? —Dijo una de las mujeres. —Lo llamamos y salta el contestador.

—Sí,— dijo la segunda mujer.

—Dice que no está pero no lo creemos. ¡Queremos verlo! —Toni gimió. El


mensaje que Ian había dejado en el contestador no valía. Algunos de sus
admiradores recurrían a las tácticas más desesperadas.

—Volved por la noche.

—¿Y permitir que la competencia llegue primero? ¡De eso nada!

—¿La competencia? —Toni fue hacia la sala y miró por la ventana.

Había una docena más de chicas en los lados de la acera. Con carteles en las
manos. ¡Escójame, Ian! ¡Ian tío bueno! Una chica tenía una tiara brillante en la
cabeza, y su cartel decía: Ian soy tu princesa brillante.

—Ay Dios. —Toni sacó el teléfono de su bolsillo y llamó a Howard.

—Tranquila, — murmuró. —Deben haber conseguido la dirección antes de


que Vanda la quitara. Estamos llegando. Aparcaremos en la parte de atrás. Te
veré en unos minutos.

—Bien. —Toni colgó. Recogió sus cosas de la universidad de la cocina.

Pronto oyó voces en el porche de atrás. Se asomó por la ventana y vio a


Howard que sacaba su llave. Detrás de él había una mujer vieja con pelo
canoso y una mujer más joven y rubia, ambas cargadas de bolsas. También
había un niño.

Apagó la alarma y abrió la puerta.

—Hola. Gracias por venir.

—No hay problema.— Howard se dirigió a la cocina. —Veré si puedo


deshacerme de esas chicas de enfrente.

—Me parece bien, —dijo Toni girándose para ayudar a la mujer mayor que
estaba poniendo las bolsas en la mesa de la cocina. —Debes ser Radinka.

—Si gracias.— Radinka le estrechó la mano y la miró con curiosidad. —


Interesante, — murmuró.

La joven rubia depositó sus bolsas sobre la mesa. —Hola, soy Shanna.

—Encantada de conocerte. —Toni extendió una mano pero Shanna le abrazó.

—Oí que te atacaron la otra noche, — dijo Shanna tocándole espalda. —Me
alegro de que estés a salvo ahora. ¿Estás bien?

—Sí. —Toni se sorprendió por lo dulce...y normal que era Shanna. ¿Quién
creería que era la esposa de un maestro poderoso del aquelarre? Junto a ella
estaba de pie un niño angelical.

—Este es mi hijo, Constantine, —dijo Shanna revolviendo sus rizos rubios.

Toni se inclinó. —Hola, Constantine.

Sonrió y se escondió detrás del abrigo de su madre.

La mujer más vieja rió entre dientes. —No es tan tímido una vez que conoce.
Gregori me dijo que te vio anoche. Le impresionó tu baile.

Toni se rió. —Es muy divertido.

—Sí.— Los ojos de Radinka se estrecharon. —Pero no creo que sea adecuado
para ti.

Toni parpadeó. —No estoy buscando a nadie.


Shanna le tocó el brazo. —No te preocupes. Radinka siempre está tratando de
emparejar a la gente.

Radinka bufó. —No lo hago. Puedo ver cuando dos corazones se


compenetran, —dijo tocándose el pecho. —Soy vidente.

—Ah. Eso está muy bien, —dijo Toni sin saber que contestar.

—No hace falta ser vidente para saber que un chico aburrido sería un
problema.

Radinka cogió una de las bolsas del suelo. —Trajimos algunos juguetes. —
Constantine registró la bolsa, cogió un gran libro ilustrado y se sentó en una
de las sillas de la cocina.

—Estoy aprendiendo a leer.

—Eso es maravilloso, — dijo Toni sonriendo y él sonrió con timidez.

—Tío Connor dijo que eso estaba bien. Pero que era mejor aprender como
patear un...

—Guau, el Tío Connor habla demasiado.

Shanna se quitó el abrigo, entonces se volvió hacia su hijo. —Vamos a


quitarte la chaqueta.

Shanna colgó las chaquetas en el perchero de la puerta trasera mientras que


Radinka descargaba las bolsas de comida restantes sobre la mesa.

—No estábamos seguras de la comida que tenías aquí. —Radinka cogió un


cartón de leche de la nevera y luego puso un cazo en la cocina. —Haré para
todos una taza de té agradable.

Constantine observó las bolsas de fruta de encima de la mesa. —¿Puedo


coger un plátano?

—Aquí tienes cariño.— Shanna lo entregó uno, entonces metió las bolsas en la
nevera.

Toni estuvo a punto de ofrecer a Constantine ayuda cuando se dio cuenta de


que no la necesitaba. Peló el plátano, mordió un pedazo mientras miraba su
libro.
Señaló una palabra. —¿Dice casa?

Ella miró sobre el hombro. —Sí. —Era un pequeño brillante. Se preguntó si


Shanna lo había tenido con una pareja anterior. Porque los vampiros no
podían tener niños.

—Gracias por venir.

—Estamos encantados...—Dijo Shanna colgando las bolsas vacías. —Un


repartidor traerá un árbol al mediodía. Siempre decoramos uno para los
guardias.

—Ah, eso está muy bien. —Debido a toda la confusión en su vida, Toni se
había olvidado que se acercaba Navidad.

Radinka colocó tres tazas y sus platillos en la mesa. —Vimos a las chicas de
fuera con los carteles. No puedo creer que se comporten de esa manera.

—Sí, —dijo Toni sentándose al lado de Constantine. —Están locas.

Shanna sacudió la cabeza. —Pobre Ian. Oí que sufrió, realmente, para


conseguir parecer más viejo.

Radinka hizo ruido cuando colocó una bolsita de té en cada taza. —Gregori
me dijo que tiene una cita esta noche con Corky Courrant.

Shanna hizo una mueca. —Se avecina un desastre.

—¿Por qué? —Preguntó Toni.

Shanna se mordió el labio, pensativa. —Debería dejarle una nota a Ian


pidiéndole que no lo hiciera. ¿Está en el sótano?

—No ya superó lo del ataúd. Está en el quinto piso. En el dormitorio de tu


marido.

Shanna se rió. —Bien, parece que voy hacer algo de ejercicio. Ahora vuelvo,—
dijo saliendo de la cocina.

Toni estuvo tentada de ir con ella. Había visto a Ian sólo una vez esta
mañana, antes de las ocho cuando dio el informe. Había subido a las seis y
media de la mañana. Estaba desayunando en la cocina cuando llegaron
Phineas y Dougal para tomar algo antes de irse a descansar. Había esperado
ver a Ian, pero se había ido directamente al quinto piso sin esperarla.

¿Por qué no había querido hablar con ella? Estaba preocupada un poco
porque él realmente la echaría como una de esas cincuenta vampiresas que
había citado anoche.

El cazo silbó, Toni se sobresaltó. Tenía que dejar de pensar en Ian.

Howard entró en la cocina. —¡Esas chicas son videntes! Una de ellas me


golpeó con un cartel cuando le dije que Ian no está aquí.

Toni suspiró. —Lo siento. Son terriblemente obstinadas.

Radinka entregó una taza de té a Howard. —Las tontas. ¿Todavía están allí?

—Conseguí que se fueran, pero tengo miedo de que regresen. —Howard


bebió té. —Será mejor comprobar a los chicos. ¿Está Ian todavía en el quinto
piso?

—Shanna está arriba.

Radinka puso una taza de té en frente de Toni.

—Comenzaré por el sótano entonces. — Howard bebió el resto de su té,


entonces dejó la cocina quejándose de que las mujeres estaban locas.

—¿Esto es camión?— Constantine miró a Toni, entonces señaló la palabra.

Miró el libro. —Sí. —Había terminado su plátano. —¿Quieres beber algo?

—¿Puede ser leche?

—Claro.

Toni miró en los armarios para ver si encontraba una taza de plástico. Tendría
que darle un vaso de cristal. Lo puso delante de él y él bebió sin vacilación.

Se sentó junto a él. —¿Cuántos años tienes? ¿Cuatro?

Sonrió con bigotes de leche. —Tengo casi dos.


Toni abrió la boca y la cerró rápidamente no queriendo avergonzar al
pequeño. —¿Estás… seguro?

—Los cumplirá el dos de marzo. —Agregó Radinka añadiendo leche a su té.


—Es muy listo, ¿no?

Más que listo, pensó Toni. Es un niño prodigio.

—¿Toni es como nosotros?— Preguntó Constantine.

Radinka inclinó la cabeza, mirando a Toni. —Ella no lo sabe todavía, pero


creo que lo es.

—¿Qué significa eso? —Dijo derramando algo de té debido a la confusión.

—¿Quieres ver lo que puedo hacer? —Constantine se levantó y rodeó la


mesa.

—Está muy bien, —dijo Toni sonriendo.

Le miró dudoso. —No lo he hecho todavía.

—Ah, lo siento. —La boca de Toni se abrió cuando el niño levitó hacia el
techo. —Ay Dios.

Radinka se sentó en la mesa con su taza de té. —Es muy especial.

—Ya estoy de vuelta,—dijo Shanna entrando en la cocina. Cogió su taza de té


y miró alrededor. —¿Dónde está Tino? —Una risita en el techo llamó su
atención y Shanna bufó, —Debería haberlo sabido. —Miró de reojo a Toni. —
He estado tratando de enseñarle a limpiar los ventiladores del techo.

—Él...él flota,— dijo Toni de forma poco convincente.

Constantine se rió tontamente y realizó un salto mortal hacia delante.

—Solo está haciendo una demostración. —Shanna bebió un poco té. —


Deberías verlo jugar al baloncesto con su padre.

—Bloqueo la canasta de papá sentándome en el aro, —se jactó Constantine.

—¿Él ...él es realmente hijo de Roman? —Preguntó Toni — ¿Cómo?


—Roman es un genio. No me preguntes cómo, pero insertó su ADN en
esperma humano. —Shanna se tocó el estómago. —Esperamos otro para el
uno de mayo. Una niña.

—Felicidades. — Toni miró a Constantine de pie en el suelo. No lo podía


creer.

Shanna y Radinka bebían té tranquilamente delante del niño mitad humano,


mitad vampiro.

—¿Preguntaste si podías hacerlo?— Preguntó Shanna a su hijo.

—Sí, mami, —dijo sentándose.

—Eso está bien. — Shanna se sentó enfrente de él. —Le hemos estado
enseñando a tener cuidado con lo de levitar. No es algo que deseamos que
cualquiera vea.

—Como abuelito. —Constantine bebió más leche.

—Hay que tener cuidado, —concordó Shanna. —Mi padre es el director del
equipo de Operación de vigilancia de la CIA. Quieren eliminar a todos los
vampiros del planeta.

— Eso debe ser un poco incómodo en las reuniones familiares.

—Dímelo a mí. Afortunadamente, mi padre está loco con su nieto, así que
ignora a los Vampiros y se concentra en los Malcontents. Pero si averigua que
Tino ha heredado algunos genes excepcionales, podría ser un problema.

El pequeño se desplomó sobre su libro.— ¿Ya no me querría el abuelito?

— Ah, cariño. —Shanna fue corriendo a abrazar a su hijo. —Él siempre te


querrá. Todos te queremos mucho.

—Claro que sí, —dijo Radinka con los ojos brillantes por la emoción cuando
miró al niño pequeño.

Toni sintió una punzada diminuta de envidia. Que afortunado era este chico
por ser tan querido. Ella siempre había deseado el amor de su madre, pero
nunca lo había tenido. Su madre se había casado con el hombre de sus sueños
y había tenido dos niños más. Toni nunca había sido bienvenida allí. Su única
experiencia con el amor maternal había sido con su abuela y eso había
terminado bruscamente cuando tenía trece años. Cuando le había fallado.

Cuando Toni había entrado al principio en el mundo Vampiro, había


esperado encontrar un lugar espantoso lleno de imágenes escalofriantes. En
su lugar se había encontrado a un grupo de vampiros y mortales que eran
atentos y amables. Era obvio que estaban atentos unos de los otros. Shanna
había subido cinco pisos para dejar una nota a Ian.

¿Era como ellos? Esa era la pregunta que Constantine había hecho. Toni, de
repente, se dio cuenta de que había sido admitida como miembro del clan
familiar...una familia que cuidaba unos de otros y confiaban el uno en el otro.
Podría ser una parte de todo. Nunca rechazada otra vez. Nunca le harían
sentir como si no fuera suficientemente buena.

Era tan…tentador. Pero se sorprendió, también, tenía planes con Sabrina.


Sabrina era su familia. No los del clan. Tan pronto como el lío con Sabrina
fuera resuelto, Toni podría dejar el mundo de los Vampiros para siempre.
Hacía dos días había estado ansiosa por abandonarlo. Ahora comenzaba a
sentir…que quería. Y valorando la situación. Por primera vez, se dio cuenta
de que estaba ante dos direcciones diferentes.

—¿Estás bien, querida? — Preguntó Radinka.

—Si estoy bien. —Miró el reloj sobre el lavavajillas. —Termino en una hora.

Constantine posó su pequeña mano en su brazo. —Todo irá bien Toni. —


Sintió un hormigueo en el brazo, como una oleada de energía procedente de
la mano del pequeño. Se puso tensa, entonces se relajó inmediatamente. La
tensión pasó, dejando bienestar y el sentimiento de que podría lograr
cualquier cosa.

Miró al chico pequeño y él sonrió. Había tanta inteligencia en los ojos azules
brillantes que debería dar miedo en un niño tan pequeño, pero estaba muy
relajada para preocuparse. Constantine irradiaba bondad, entonces supo que
no había necesidad de tener miedo.

Retiró la mano y enfocó su atención en su libro ilustrado. Toni cogió sus cosas
y se despidió. Cuando iba hacia la estación de metro recordó la pregunta del
niño: ¿Es como nosotros? ¿A qué nivel estaba metida en este nuevo mundo?
¿Sería difícil dejarlo? No tan duro, si le limpiaban completamente la memoria.
¿Pero cómo podía olvidarse de Constantine y de los otros? ¿Cómo podría
olvidar a Ian?
Esa noche, Toni celebraba el fin de las clases en la universidad con un tazón
grande de helado triple de chocolate encima de un doble bizcocho de
chocolate y nueces, cuando Ian entró.

—Buenas noches.

La había pillado con la boca llena. Tragó. —Hola.

Abrió la boca para hablar, pero cambió de opinión aparentemente. Fue hasta
la nevera y sacó una botella de sangre. Vaciló y entonces la volvió a meter en
la nevera.

—¿No tienes hambre? —Dijo metiéndose más helado en la boca.

—Ya comí. —Paseó por la cocina con su falda escocesa moviéndose sobre las
rodillas.

—¿Viste el árbol de Navidad del salón? Es muy bonito. Shanna y


Constantine lo decoraron.

—Sí, es bonito, —dijo sin dejar de pasear.

Parecía nervioso. —¿Vas a ir a la cita?

—Creo que sí,—dijo flexionando las manos. —Pero tengo un mal


presentimiento.

—Shanna piensa que no debes ir. ¿Viste la nota que te dejó?

—Sí, pero Vanda ha trabajado mucho en ello. Y no quiero decepcionarla. —


Suspiró. —Tiene más citas para mí.

Toni metió la cuchara en el bizcocho de chocolate y nueces. —¿Más mujeres


vampiros?

—Sí. —Se apoyó contra la encimera de la cocina y cruzó sus brazos sobre el
pecho.

¿Y qué tal el beso que habían compartido en el coche? Toni pensó en hablar
sobre ello, pero había sido ella quien había insistido en que no hablaran del
tema. Lo había llamado error. Miró a Ian. ¿Pensaría que era un error?
¿Pero qué pasaba esos momentos cuando sus ojos se encontraron, el mundo
entero se derritió? Toni podía haber jurado que algo sucedía entre ellos. Algo
como un imán intenso que los unía. ¿O se engañaba a si misma? Echó el tazón
al fregadero. Había perdido el apetito.

—Toni, no sé cómo decirte esto, Pero…

¿Me va a decir que se siente atraído por mí? — ¿Sí?

—No me veo para afeitarme. Me preguntaba si se me ves bien. Para la cita, ya


sabes.

—Ah. Vale, déjame mirar. —Examinó las mejillas, la línea de la mandíbula, el


cuello y el mentón. Sintió su rostro caliente. —Te veo bien.

Sus ojos se encontraron con los suyos, el corazón latió un poco más fuerte.
Maldita sea, seguro que había oído eso. Retrocedió.

—No tengo un cepillo para el pelo arriba. Solo aparté mi pelo.

—Tengo un peine. — Registró su bolso en la mesa de la cocina y sacó un


cepillo. Estuvo a punto de dárselo pero se dio cuenta de que esta era una
oportunidad para tocarle el pelo. Con el corazón repicando, le indicó una
silla. —Siéntate.

Él lo hizo.

Miró fijamente la parte posterior de su cabeza y sus hombros. De espaldas era


magnífico. Desató la tira de cuero alrededor de su coleta y la dejó caer sobre
la mesa. Pasé el cepillo por el pelo grueso. Tenía un pelo ondulado brillante.
Sus hombros eran muy anchos.

—Tienes el pelo ondulado. —Pasó la mano sobre las ondas. El pelo era tan
suave como parecía.

—Cuando lo tuve corto, era rizado, — dijo. —Gracias por ayudarme. Yo...
quería estar bien para la cita, pero sin parecer vanidoso. — Sonrió.

—No pienso que seas vanidoso. Si magnifico, pero no vanidoso. —Le recogió
el pelo en una coleta.
Nunca se había fijado mucho en su pelo. Era mucho más bonito de lo que
creía. Se tomó su tiempo, colocó los mechones sedosos de sus sienes y
alrededor de las orejas.

—Tienes un suave tacto,— susurró él.

Se inclinó para coger la tira de cuero de la mesa, y los senos tocaron su


cabeza. La miró y se quedó sin aliento. —¿Estas bien? Tienes los ojos
irritados.

Los cerró. —Solo un poco cansada.

Oh. No había pensado que un vampiro no se cansaba. Ató la tira alrededor


del pelo en la base del cuello.

—No sé si llevar la falda escocesa o un pantalón.

—La falda escocesa está bien. Si… tienes que ser tú mismo. Quiero decir que
si a una mujer no le gustas como eres, entonces no te conviene.

Se quedó en silencio.

Ella retrocedió. — ¿Encontraste a alguien que te guste?

—Sí.— El corazón se le paró.

— Bien, ya terminé.

—Gracias. —Se levantó lentamente. —Cuando le dije a Vanda que buscara a


mi amor verdadero, le dije que deseaba una vampiresa que fuera honesta,
leal, inteligente y guapa. —El corazón de Toni se hundió más. No se
encontraba muy bien. —Pero ahora comienzo a darme cuenta de que estoy
buscando el amor no unos requisitos.

—Eso es verdad. —Dejó caer su cepillo en el bolso.

Él fue hacia la puerta de la cocina, entonces vaciló. —Si no fueras de mi


guardia, podría tener una cita contigo.

Su corazón volvió a latir normal. ¿Quería una cita?

Él frunció el entrecejo. —Pero si dejaras de ser de mi guardia tendrían que


borrarte la memoria. Y no me conocerías.
—Lo sé. —Su corazón se apretó. —Es un poco... triste.

—Sí, lo es.— Se dio la vuelta y salió de la cocina.

Un poco después de las diez, Carlos llamó. —Estoy de camino a casa.

Toni estaba en pijama, acostada en la cama. —¿Cómo fue la cita?

—Bueno. Maria me permitió entrar en la oficina del Dr. Proctor, encontré una
copia del testamento. Sabrina no puede heredar la mayoría de su fideicomiso
hasta que obtenga una titulación universitaria. Mientras tanto, su tía Gwen es
el fideicomisario.

—¿Tratan de evitar que se gradué? — Toni jadeó. — ¡Carlos! ¿Planean


mantenerla en un hospital psiquiátrico para siempre?

—Me temo que es lo que quieren,—murmuró Carlos. —Pero nunca se sabe.


Descubrí donde trabaja el Dr. Proctor. En el Hospital Psiquiátrico Shady
Oaks. Llamé, pero no me confirmaron que Sabrina fuera su paciente.

—Tenemos que encontrarla.

—Lo sé, menina. Lo haremos. Quedamos mañana por la noche después de


que salgas del trabajo. Iremos a Shady Oaks juntos.

—De acuerdo. —Toni colgó. Encontraría a Sabrina. Y la sacaría de ese


hospital. No la fallaría.
Capítulo 11

E l sábado antes del amanecer, Toni no vio a Ian. Él se teletransportó


directamente al quinto piso sin detenerse a saludar. ¿Cómo le habría ido la
cita? ¿La estaba evitando? Él había mencionado que había conocido a alguien
que le gustaba. Pero también había insinuado que quería salir con ella.

Era muy confuso.

Cuatro veces, durante el día, subió las escaleras para dar los informes. Se
quedó allí, mirándolo en su sueño mortal, en busca de respuestas que no
eran detectables en su hermoso rostro, en blanco.

Inmediatamente después de la puesta del sol, Dougal y Phineas entraron en


la cocina para desayunar. Toni se comió un bocadillo antes de salir con
Carlos.

—Es sábado por la noche.— Phineas bebió un trago de su botella de sangre


caliente. —Apuesto a que tienes una cita ineludible.

—Algo por el estilo. —Puso su plato vacío en el fregadero. —¿Por qué no baja
Ian? ¿No tiene hambre?

—Tiene una nevera en el piso de arriba con un suministro de sangre,— dijo


Dougal. —Aunque, me gustaría que bajara.

—Sí. La cita no puede haber ido tan mal, —dijo Phineas bebiendo más de su
botella. Dougal frunció el ceño. —Gregori me dijo que fue mal.

El corazón de Toni se paró. —¿Por qué? ¿Qué pasó?

Dougal se encogió de hombros. —Gregori no dio más detalles. De todos


modos veremos la cita esta noche en la tele.

Tenía que verlo. Ojalá, pudiera antes de quedar con Carlos. El pobre Ian.
¿Estaría escondido en su habitación por la vergüenza? —Ya sabes, esto es
como una bola de nieve fuera de control. Las mujeres llegaron hace unas dos
horas. Hay alrededor de veinte acampadas en la acera de enfrente.

—¿Veinte chicas? ¿Están calientes? — Phineas corrió desde la cocina.


Toni corrió tras él y lo vio apagar la alarma. —Phineas, no. Son ruidosas ya
basta. Cada vez que miro por la ventana, comienzan a gritar.

—Genial. — Phineas abrió la puerta y al instante empezaron los chillidos. —


Señoras,— dijo levantando sus manos. —Me presento. Soy el Dr. Phang, el
doctor amor.

—Queremos a Ian. — Ellas se adelantaron, tirándole latas de cerveza vacías.

—Cuidado,—advirtió Toni a Phineas.

—Señoras, han venido al lugar correcto. Soy amigo personal de Ian...

—Pregúntale si quiere un poco de esto, —gritó una de las chicas, mientras se


levantaba la camiseta mostrando sus tetas sin sujetador.

—Ese es un buen comienzo, —dijo Phineas. —¿Alguien más?

—Ya está bien.— Toni cerró la puerta y miró a Phineas. —Debería darte
vergüenza. —Dougal se rió mientras conectaba la alarma.

—Vamos, Dr. Phang. Tenemos que ir a Romatech.

—Pero la entrevista es en cinco minutos.

Phineas cruzó la sala y cogió el control remoto. —¿La vais a ver?

—Yo sí. —Toni se sentó en el sofá marrón que estaba delante de la TV de


pantalla plana.

—Yo voy a trabajar,— dijo Dougal a Phineas con una mirada de advertencia.
—No tardes más de quince minutos.

—Vale, vale, —dijo Phineas con impaciencia. —No te preocupes hermano lo


podemos ver en Romatech.

Dougal sonrió. —Tal vez. — Desapareció.

Phineas se tumbó en el sofá junto a Toni y encendió el televisor. —¿Ves ese


tipo? Es Stone Cauffyn. El de las noticias de la noche.
Toni escuchó al locutor vampiro con voz aburrida. De repente, su teléfono
sonó.

—El amor es un campo de batalla,—dijo Phineas. —Hombre, es idiota. El


amor es una cosa multi-esplendorosa, especialmente cuando estás con el Dr.
Phang.

—Lo tendré en cuenta. —Toni fue hacia el vestíbulo para contestar el


teléfono.

—¿Carlos?— Ella miró la cámara de vigilancia. —Este no es un buen


momento.

—Tenemos que ir a Shady Oaks. Saca tu bonito culo de la casa, chica, para
que podamos ir.

—Yo... — Toni miraba a la televisión de la habitación de al lado. —Tengo que


quedarme aquí unos quince minutos más.

—¿Por qué? ¿No estás fuera de servicio cuando se pone el sol?

—Sí, pero... —Ella gimió para sus adentros. Estaba sucediendo otra vez.
Estaba ante una encrucijada.

—Bueno, te recogeré de camino. Y antes de que te opongas, sé exactamente


dónde estás, menina. Busqué en Google a Ian la otra noche y encontré su perfil
y la dirección. Estaré allí en veinte minutos. —Carlos colgó el teléfono.

—Toni, que empieza, —gritó Phineas. Corrió de nuevo al sofá. La imagen


mostró grandes títulos y material de archivo de otras entrevistas realizadas
por Corky Courrant a vampiros.

—¡Buenas noches, amigos!— Un primer plano reveló un rostro con los ojos
muy maquillados y los labios de colágeno.—Soy Corky Courrant,
transmitiendo desde el club nocturno Horny Devils en Nueva York.

La cámara se apartó y Toni reconoció el club nocturno que había visto la


noche anterior. Corky estaba sentada en una mesa junto a un Ian sombrío.

—Mierda, mira sus tetas,— murmuró Phineas.

—Esta noche estamos hablando con Ian MacPhie, que recientemente ha


publicado un perfil muy popular en el servicio de citas online Single in the
City.— Corky inclinó la cabeza hacia Ian. —Estamos muy contentos de
tenerte en el programa, Ian.

—El placer es mío, —dijo Ian.

—No está mal, —observó Phineas.

—Se le ve bien,—coincidió Toni. Más que bien. Ian estaba guapísimo con sus
ojos azules y pelo negro ondulado. Su jersey verde ceñido marcaba sus
hombros anchos y un pecho firme.

—Amigos, esta es una noche especial.— Corky dejó de sonreír y miró


seductoramente. — De vez en cuando, en los anales de la historia de los
vampiros, surge un hombre que destaca entre todos los demás. Él es el héroe
legendario que inspira la buena música y la poesía, el hombre perfecto, que
habita en las fantasías secretas de todas las mujeres vampiro.

Ian se movió en su asiento, ruborizado.

—Él es el hombre que todas anhelamos.— Corky miró a Ian. —Y esto no es


una historia.

Toni jadeó. La cara de Ian palideció. Los ojos de Corky brillaron con placer
perverso. —No, esta noche tenemos la patética historia de un hombre solo,
desesperado, tan desesperado que trata de venderse a sí mismo en antena.
No, espera, es tan patético que tiene una amiga que lo vende en antena.

— ¿Qué estás haciendo? —Dijo Vanda apareciendo en escena.

—Ah, aquí está su amiga Vanda Barkowski. Dime, ¿es cierto que Ian es
analfabeto y no pudo escribir su propio perfil?

—No...— Comenzó Vanda.

—¿Lo escribió o no?— Gruñó Corky.

—Me ayudó, —admitió Vanda, —pero él no es anal...

—Me preguntaba lo que conduciría a un hombre a tomar medidas tan


desesperadas, —continuó Corky con una sonrisa. —Por lo tanto, antes de este
espectáculo, entrevistaré a dos mujeres que están muy familiarizadas con Ian
MacPhie. Aquí están... — La pantalla mostró a una camarera rubia. — Es
Primrose Cora Lee, ex miembro del harén de Roman Draganesti, —dijo
Corky.

—Sí. —Sonrió tímidamente Cora Lee. —Ian era uno de los guardias. Siempre
fue un niño muy dulce.

—¿Niño? —Preguntó Corky. —No parece tan joven.

—Eso es porque tomó algo que lo envejeció, —explicó Cora Lee. —Durante
siglos, ha tenido el aspecto de un muchacho de quince años.

—Eso es increíble. ¿Qué más nos puedes contar de Ian?

— Bien. —Cora Lee se mordió el labio inferior. —Me dijo por qué quería estar
así. Es para tener sexo.

La cámara enfocó de nuevo a Corky y a Ian, que estaba con el ceño fruncido.

—Eso fue una broma, —murmuró él.

Corky se burló. —La siguiente entrevista, por favor...— La cámara enfocó a


una vampiresa rubia.

Toni reconoció a Pamela, la mujer del baño. —Estoy con la Señora Pamela
Smythe Worthing, una de las propietarias de este establecimiento, —
comenzó. —Y conoce a Ian MacPhie desde 1955 cuando fue asignada a vigilar
a los miembros del harén de Roman Draganesti. Han dicho que él parecía un
adolescente, —dijo Corky.

—Así es, —coincidió Pamela. —Era demasiado joven para que nos interesara.
Personalmente, creo que Ian MacPhie es un virgen de quinientos años.

—Increíble, —dijo Corky. —Así que su perfil no es más que una estratagema
desesperada para conseguir sexo.

Pamela sonrió. —Precisamente.

La cámara enfocó de nuevo a Corky y a Ian. Vanda puso las manos sobre la
mesa y se inclinó hacia Corky. —Eso es mentira. Ian está buscando a su
verdadero amor.

—¿Puedes confirmar que no es virgen? — Preguntó Corky con calma. —¿Te


has acostado con él?
—Por supuesto que no, —gruñó Vanda.

Corky levantó la voz.—¿Alguien se ha acostado con Ian MacPhie?

La cámara grabó a un centenar de rostros, todos gritando no y luego regresó a


Corky, ella estaba sonriendo. —Lo que creía

—Me dijiste que serías buena, —le gritó Vanda.

Corky se encogió de hombros. —Como buena periodista, es mi deber


informar sobre la verdad.

—¿La verdad?—Gritó Vanda. —La verdad es que eres una perra viciosa y
mentirosa.— Ella saltó sobre la mesa y agarró por el cuello a Corky.

—¡Vanda, no!—Dijo Ian agarrándola, intentando que soltara a Corky que


parecía una muñeca de trapo, a pesar de sus grandes pechos.

Corky tenía los ojos desorbitados por la faltaba el aire. —¡Corten!

Pusieron un anuncio de ataúdes. Toni y Phineas se quedaron mirando la TV


en silencio.

—Mierda, —susurró finalmente Phineas.

Toni tragó saliva. —Eso estuvo mal.

—Muy mal,— dijo Phineas apagando el televisor. —Bueno, tengo que ir a


trabajar. — Desapareció.

Toni subió corriendo las escaleras. Carlos llegaría en cualquier momento,


pero no quería irse sin asegurarse de que Ian estaba bien. Eso era parte de su
trabajo. Llegó a la quinta planta, faltándole el aire y llamó a la puerta. No
obtuvo respuesta. Giró el picaporte y la abrió. Era una buena señal que no
estuviera cerrada. Miró dentro. La habitación estaba a oscuras excepto por la
luz procedente de una televisión. Ella abrió más la puerta y vio a Corky en el
televisor.

—Amigos, estoy segura de que están terriblemente angustiados después de


ver que una mujer loca ha intentado estrangularme.— Corky carraspeó y se
limpió una lágrima imaginaria. —Pero no lloren por mí. Estoy bien.
La televisión se apagó en medio del falso sollozo de Corky y Toni vio a Ian
sentado en la oscuridad.

Se deslizó dentro de la habitación. —¿Estás bien?

—Estoy bien, Toni. No necesito una niñera.

— Estoy aquí como... amiga.—Ella se le acercó.

—¿Viste la entrevista?—Colocó el mando en la mesa al lado de su silla y


cogió una botella de sangre. —Por supuesto que lo habéis visto. Todo el
mundo de los vampiros lo vio.

— Lo siento mucho.

— Guarda la lástima para Vanda. Corky la ha demandado.

— Eso es ridículo. Corky lo hizo a propósito, dispuesta a hacer daño. Es cruel


y despiadada. —Toni se puso delante de él. —Aunque tengo que admitir,
que Vanda llegó gritando a la mesa como una bestia.

Vio los hoyuelos de Ian y Toni secretamente se alegró de que aún pudiera
hacerlo sonreír.

—Vanda es una amiga fiel,— dijo. —Pagaré los daños y perjuicios.

—Pero no fue culpa tuya. —Toni volvió a su sitio. —Puedes demostrar que
Corky estaba mintiendo. Podrías presentar a algunas de las mujeres vampiro
con las que te has acostado y...

— Nunca me he acostado con un Vampiro. —Tomó un sorbo de su botella.

—¿En serio? ¿Prefieres a las mujeres mortales? No importa. —Ella comenzó a


caminar de nuevo.—Puedes salir con una de las mortales con las que te has
acostado. No, eso no funcionaría. Los mortales no conocen DVN.

—La mayoría de ellas han fallecido.— Ian bebió otro sorbo.

—Bueno, está bien. Llamaré a esa perra y le diré que me he acostado contigo.

Ian hizo una mueca con la boca —¿Mentirías por mí, Toni?
No tendría que ser una mentira, la idea surgió en su mente. Ella se
estremeció, deseando poder hacer un rebobinado mental. Seguramente él no
estaba leyéndole la mente. Sus mejillas se encendieron cuando le miró
cautelosamente. Él la miraba fijamente. Un destello de color rojo surgió en
sus ojos antes de que él parpadeara y mirara hacia otro lado. Bebió un poco
más de sangre.

—Tienes que irte Toni.

—Está bien.— Ella retrocedió hacia la puerta. —Eso sí, no dejes que esto te
desanime, ¿de acuerdo?

Se encogió de hombros. —Fue una idea estúpida desde el principio. Yo,


tratando de ser una especie de Romeo cuando no tengo la más mínima idea
de cómo ser encantador y coqueto.

— Eso no es cierto. Has sido muy encantador y coqueto conmigo. Besas bien.

Él dejó la botella sobre la mesa. —No sé por qué, pero lo haces fácil. Pero eso
no importa ahora. Estoy con esa tontería de las citas.

— ¿Qué? —Ella avanzó hacia él. —¿Vas a dejarlo?

—Un hombre debe ser honesto consigo mismo, Toni. No soy un galán, soy un
guerrero. Me lo dijiste la otra noche, estaba perdiendo mi tiempo.

—Pero yo...—Dijo ella con frustración. Y celos, ahora se daba cuenta. Había
odiado la idea de que él prefiriera a una mujer vampiro antes que a ella.

—Conoces mi pasado, —continuó Ian. —¿Piensas realmente que un hombre


como yo merece ser amado?

—¿No lo crees? —Los ojos de Toni se llenaron de lágrimas. Cuando había


visto por primera vez a Ian, había pensado que eran totalmente diferentes,
pero ahora se dio cuenta de que eran muy parecidos. Había dicho lo mismo
que ella había pensado por la mañana. No soy digno de ser amado. ¿Cómo
podía no ser digno? Siempre había decepcionado a aquellos que contaban con
ella. Y el pobre Ian. Él no se sentía digno, tampoco. Le dolía el corazón por él.

—No sabes que contestar.— Ian se levantó y se alejó. —Mirando tu rostro


puedo ver lo que piensas.

—¡Pero tú lo eres!— Las palabras brotaron de su boca. —Mereces ser amado.


Se volvió hacia ella, con una mirada de sorpresa en su rostro.

Ella parpadeó para contener las lágrimas. —No te atrevas a pensarlo Ian.—
Salió corriendo hacia la puerta.

—Toni, —susurró su nombre suavemente, tan suavemente que ella no estaba


segura de que lo había oído.

Se detuvo en la puerta y miró hacia atrás. Una ola de nostalgia se precipitó a


través de ella.

Él dio un paso hacia ella y ella jadeó.

Sus ojos eran de color rojo brillante.

Salió de la habitación y cerró la puerta. Dios mío. ¿Qué estaba haciendo? Se


estaba enamorando de un vampiro.

Ian abrió las persianas de aluminio y miró desde la oficina del quinto piso.
Con su visión superior, contó veintidós mujeres en la acera, todas abrigadas
por el frío y con carteles. Una llevaba una tiara que brillaba con la luz de la
farola cercana.

Un elegante Jaguar negro se detuvo delante de la casa y la mujer se acercó a


echar un vistazo. A continuación, un haz de luz iluminó la acera de la casa. La
mujer gritó y corrió hacia la puerta principal. Ian se preguntó si tendría que
defender la casa.

El conductor saltó del Jaguar. Carlos. Agarró a una persona del grupo de
mujeres emocionadas y se la llevó de vuelta a su coche. Toni.

Con enfado, Ian se dio cuenta de que Carlos la había rescatado de la turba. El
Jaguar aceleró por la carretera. Más molesto, se dio cuenta de que prefería
pasar su tiempo libre con Carlos.

¿O simplemente era que se sentía más segura con un mortal que


supuestamente era gay? Ian estaba bastante seguro de que su salida
precipitada de la oficina era porque ella era consciente de su atracción. Pero
también había jadeado cuando se había dado cuenta de sus ojos. ¿Su
naturaleza de no muerto la asustaba? Probablemente. Después de sobrevivir
a un ataque de vampiro renegado, ¿por qué le daría la bienvenida a los
avances de otro vampiro?
Sin embargo, cuando la había besado, no se había apartado. Tal vez no había
esperanza, después de todo. Cerró los ojos, imaginando a su pequeña en su
falda. Él le acariciaba sus muslos dorados y luego deslizaba su mano bajo su
falda para sentir la dulce curva de su cadera y la parte inferior y lo mejor, la
carne húmeda entre sus piernas.

Con una respiración fuerte, aclaró su mente. Qué tonto era. Mentalmente,
sabía que una mujer vampira sería la compañera más adecuada para él. Sin
embargo, allí estaba él, excitado por una mortal. Y peor aún, una mortal que
estaba fuera de su alcance.

Ella le intrigaba totalmente tanto emocional como intelectualmente. Era una


interesante mezcla de determinación y confianza en sí misma, con fuerza
emocional y heridas ocultas. Le recordaba a sí mismo. ¿Y cuáles serían sus
motivos ocultos para estar aquí? ¿Qué hacía una mujer inteligente, con un
futuro brillante como guardia de los no muertos y arriesgándose a perder su
memoria cuando se fuera? Tenía que averiguarlo. Ayer por la noche mientras
ella dormía, había ido a su habitación y le había puesto un dispositivo de
rastreo en su bolso. Sabía exactamente donde iban ella y Carlos.

Entró de nuevo en la habitación para ducharse y cambiarse de ropa. Después


de atender a las mujeres en la acera, se teletransportó al estacionamiento de
Industrias Romatech.

Connor no dijo nada cuando Ian entró en la oficina de seguridad. Se limitó a


apagar la televisión.

Dougal y Phineas sonrieron a Ian antes de centrarse en sus zapatos. Por todos
los demonios. Odiaba la pena aún más que la humillación.

—Será mejor que hagamos las rondas. —Dougal fue hacia la puerta. —
Vamos, Phineas.

Phineas se detuvo a mitad de camino hacia la puerta. —Corky es una perra.


¿Quieres que le hagamos una visita?

—Se lo merece. —Sonrió a medias Ian. —Pero me lo pensaré.

—Cuando quieras hermano. —Phineas levantó un puño y golpeó el aire. —Te


cubro la espalda.
Cerró la puerta al salir. Connor se sentó detrás de su escritorio y en silencio
estudió a Ian.

—Tengo que irme. —Ian cruzó los brazos sobre su pecho. —Creo que quieres
decirme algo.

—Creo que ya has soportado suficiente humillación por una noche.

Ian alzó la barbilla. —No creas. Soporto bien el dolor.

La cara de Connor estaba en blanco, aunque Ian detectó un brillo de diversión


en sus ojos azules. —Deberías haber sabido que no se puede confiar en
Corky.

—Me lo advirtió Vanda. Pero no le creí.

Connor se recostó en su silla. —Me atrevería a decir que ahora si le crees.

—Sí. —Ian sonrió, recordando la descripción de Toni sobre que chillaba como
una bestia.

—La situación no es divertida. He oído que hay más de veinte mujeres


acampadas en frente de la casa.

—No te preocupes. Se han ido todas. Me ocupé de ello.

Connor le miró un segundo —¿Te deshiciste de los cadáveres?

—No las maté. — Ian se detuvo cuando vio la risa de Connor. El escocés
estaba jugando con él.—Te resulta divertido.

Connor se rió entre dientes mientras se levantaba de su silla. Se acercó a Ian y


le dio una palmada en la espalda con cariño. —Muchacho, ¿cómo hiciste para
meterte en este lió?

Ian sintió enrojecer su rostro. —Estoy tratando de arreglarlo. Les pedí los
nombres y números de teléfono a las mujeres de la calle. Estaban contentas
porque salí a saludarlas. Las pobres jovencitas se estaban congelando.

Connor negó con la cabeza. —Me imagino que están desesperadas por mi
amor.
Ian suspiró. ¿No todos necesitaban ser amados? Había sufrido doce días de
dolor tortuoso con la droga que le suministró Roman para poder parecer más
viejo y así encontrar el verdadero amor.

—Hay otro problema. ¿Vistes a Cora Lee anunciar al mundo entero vampiros
tu edad? Todo el mundo se preguntará cómo ha ocurrido.

—Dudo que ningún vampiro quiera envejecer.

Connor rodeó su escritorio y se sentó. —Pero ¿y si alguien se entera de que la


droga le permite a un vampiro mantenerse despierto durante el día...?

—El medicamento podría ser utilizado como un arma, —dijo Ian terminando
la frase.

—Estoy seguro que los Malcontents se mueren por saber cómo lograr invadir
el cuartel general de Roman, durante el día y así rescatar a Laszlo. Harán
cualquier cosa para conseguir la droga. — Connor tamborileó los dedos sobre
la mesa. —Le diré a Roman que tenemos que esconder la droga o destruirla.
Y tenemos que aumentar la seguridad.

— Roman tiene la fórmula en su cabeza, —dijo Ian. —Tendremos que


protegerlo.

—Sí, —dijo Connor mirando a Ian con preocupación. —Cuando los


Malcontents empiecen a preguntarse lo de la edad vas a ser su primer
objetivo.

Ian tragó saliva. Mientras buscaba su verdadero amor, los Malcontents


podrían cazarlo a él.
Capitulo 12

—¿ Hay una razón para esto?— Toni caminó penosamente adelante


en la nieve, examinando la topografía de la pared de ladrillos de tres metros
de alto. Carlos
había insistido en que inspeccionara el exterior de Shady Oaks antes de entrar
en el vestíbulo. El estacionamiento de visitantes estaba delante, el
estacionamiento para los empleados en el lado este, y una entrada de servicio
situada en la espalda. Ahora estaban en el lado oeste, atravesando una zona
que contaba con algunos pocos robles sombríos.

Se dio cuenta de que su pregunta había quedado sin respuesta, por lo que se
dio la vuelta para hacer frente a Carlos.

Él se había ido.

—¿Carlos?— Giró en torno a ella, y su bolso de mano se deslizó de su


hombro. —Carlos, ¿dónde estás?

—Shhh, no tan fuerte.

Siguió el sonido de su voz y lo vio en lo alto de un roble, tendido sobre una


gruesa rama que se extendía sobre la pared de ladrillo. Por Dios, tenía que
estar a quince metros de altura. —Carlos, ¿qué estás haciendo?

Se quedó boquiabierta cuando saltó del árbol y aterrizó con suavidad sobre
sus pies. —¿Cómo hiciste eso?

—La verdadera pregunta es por qué.— Caminó hacia ella. —Tenía que ver
sobre la pared. Hay un patio interno. Todos los edificios de los alrededores se
abren a él. Creo que los edificios con números en ellas son las salas donde los
pacientes se quedan. Los otros edificios parecían una cafetería, un gimnasio, y
una piscina de interior. Es un lugar elegante.

—¿Puedes ver todo eso desde el árbol?

—Sí, y aún mejor, vi a un puñado de pacientes dando vueltas por la glorieta,


fumando. Había un guardia con ellos.— Caminó hacia el estacionamiento de
enfrente.
—¿Cómo es eso útil?— Toni enganchó la mochila en su hombro y le siguió.

—Toda la información es útil. Ahora voy a entrar en el vestíbulo primero y


comprobar que funciona. Tú espera aquí fuera del rango de la cámara de
vigilancia.

—Pero... — Ella se detuvo cuando las puertas automáticas zumbaron


cerrándose detrás de él. —Perfecto. Esperaré aquí en el frío.

La rotonda de la entrada estaba llena de estatuas de piedra y cubiertas de


setos con nieve.

Podía ver el interior del vestíbulo a través de la gran placa de vidrio de las
ventanas. Parecía cálido y acogedor con sofás y sillones de cuero. Carlos tenía
razón acerca de que Shady Oaks era un lugar de lujo.

Él salió, sosteniendo un pedazo de papel en la mano, y la metió fuera del


alcance de la cámara de vigilancia. Se metió el papel en el bolsillo de su
abrigo de cuero.

—¿Qué fue eso?— Preguntó Toni.

—Una solicitud de empleo. Ahora aquí está la distribución. La recepcionista


se encuentra detrás del mostrador de información. Hay dos puertas cerradas
a ambos lados del vestíbulo, que conduce a las alas este y oeste. La pared
posterior del vestíbulo es de cristal, con vistas al patio. Hay una puerta, pero
un guardia está sentado frente a ella.

—¿Así que no hay forma de entrar en el patio?— Suspiró. —Supongo que no


importa, ya que estoy segura de que las salas están cerradas a cal y canto.

—El patio es accesible. Te estás olvidando del roble sombreado bien colocado.

Hizo una mueca. —No puedo llegar a ese árbol.

—No tienes que hacerlo. Yo quiero, y espero que puedas distraer al guardia y
a la recepcionista en el vestíbulo. Al revisar vi la lista de pacientes en el
escritorio de la recepcionista. Si encuentras el nombre de Sabrina, estoy
seguro de que obtendrás el número de identificación. A ella no se le permite
hablar, incluso en el teléfono sin su número de identidad.
—De acuerdo.— Toni pisoteó el barro y la nieve de sus botas. —No estoy del
todo cómoda con este trabajo de espionaje. ¿Y por qué Carlos era tan bueno
en eso? —Entonces, ¿cómo los vamos a distraer?

Demasiado tarde una vez más. Carlos ya había despegado. Corrió alrededor
de la esquina del complejo, dirigido hacia su árbol favorito.
—¡Jesús! ¡Por Dios!— Toni marchó sobre el lugar para calentar sus pies. Le
daría unos minutos para empezar lo que él había planeado hacer. Ella exhaló,
dejando que el aire saliera corriendo con una nube de vapor de hielo, y luego
se dirigió hacia el vestíbulo. Hora del espectáculo. Las puertas automáticas
zumbaron detrás de ella, y tanto el guardia como la recepcionista la miraron.

Era mucho después de las horas de visita, así que estaba sola.

—¿Puedo ayudarla?— Preguntó la recepcionista, la estudió por encima de sus


gafas de lectura bordeados de negro.

Toni miró a su alrededor rápidamente. Apenas podía ver el patio por la


ventana. En el quiosco había poca luz y las sombras de los pacientes se
arremolinaron. Sus cigarrillos ardían con pequeñas luces de color naranja
cada vez que le daban una calada.

La recepcionista se aclaró la garganta.

—Ah, me preguntaba ...— Toni bordeó el escritorio de información y señaló


la lista de pacientes, clavada bajo el codo de la recepcionista.— ¿Cómo puede
alguien ser admitido en este hospital? Tengo una amiga con un problema
serio.

La recepcionista le dirigió una mirada irónica. —¿Y cuál es exactamente el


problema de su amiga?

Toni se dio cuenta de que la mujer pensó que estaba hablando de sí misma,
por lo que siguió el juego. —Bueno, yo... es decir, mi amiga es adicta al sexo...
Mucho sexo. Todo el tiempo. Ella no puede conseguir suficiente.

—Ya veo.— La recepcionista frunció los labios. —Normalmente, el psicólogo


les recomienda venir aquí. Estás viendo a un psicólogo, ¿no? Quiero decir, tu
amiga.

Toni sonrió tímidamente. —Está bien, me ha pillado. Y sí, estaba viendo a un


terapeuta, pero su esposa nos pilló en el asiento trasero de su Hummer, por lo
que...
La recepcionista se quitó las gafas. —¿Usted tuvo relaciones sexuales con su
terapeuta?

—Por supuesto. Duermo con mis terapeutas. Y mis médicos, mis maestros, el
fontanero, el tipo de las palomas del tejado.— ¿Dónde diablos estaba Carlos?
—Ya sabe, es una enfermedad.

Un grito de repente estalló en el patio, y el guardia se puso de pie para mirar


a través de la ventana.

La recepcionista se puso de pie. —¿Qué está pasando?

—No lo puedo decir,— contestó el guardia. —Los pacientes están corriendo


por todo el lugar.

Los gritos aumentaron en volumen y en terror. ¿Qué demonios estaba


haciendo Carlos? Toni saltó cuando un paciente se estrelló contra la ventana
de vidrio.

—¡Socorro!— Gritó. —¡Déjeme entrar!

El guardia abrió un teclado para abrir la puerta.

—Se supone que no los dejará en el vestíbulo,— advirtió la recepcionista.

En ese momento, un rugido llenó el aire y sacudió las ventanas de cristal. Los
gritos desde el patio se intensificaron.

Una mujer se arrojó contra el cristal. —¡Ayúdame! ¡Me atacó!

El guardia abrió la puerta, y los dos pacientes se escurrieron en el interior.

—¡Mira lo que me hizo!— El paciente mostró su chaqueta de plumón. La


manga estaba desgarrada de manera que el relleno se caía. —¡Es un
monstruo! ¡Un monstruo negro, con ojos brillantes!

—Doris, llévalos a la clínica,— ordenó el guardia a la recepcionista. Sacó una


pistola Taser de su cinturón.

—No se preocupen, amigos. Yo me ocuparé de este... monstruo.— Echó una


mirada divertida a Doris. No cabe duda de que él sospecha que los pacientes
en el hospital para enfermos mentales estaban locos.
Doris corrió con los pacientes. —Vengan. Por aquí.— Desbloqueó la puerta
del ala oeste y se introdujo en el interior.

Los gritos continuaron en el patio, y Toni vio la sombra de otros pacientes


corriendo alrededor, golpeando las puertas de otros edificios. Lo que Carlos
estaba haciendo, era asustar a todo el jodido mundo. Mientras tanto, el
vestíbulo estaba vacío. Corrió alrededor de la mesa y hojeó la lista de
pacientes. Allí en la última página estaba Vanderwerth, Sabrina. Tercera sala.
VS48732.

Toni anotó la información en un bloc de notas, arrancó la página, y se lo


guardó en su bolso. Salió corriendo por la puerta principal y fue a mitad de
camino al coche de Carlos, cuando se resbaló en una placa de hielo y sus pies
volaron por debajo de ella. Aterrizó sobre su cadera.

—Ay. Maldita sea.— Se puso de pie fácilmente y salió cojeando al coche. —


Maldita sea.— Comprobó su bolso de mano para asegurarse de que el papel
todavía estaba allí.

Después de un largo, angustioso minuto, vio a Carlos corriendo hacia ella.


¿Qué diablos? Estaba descalzo, con sus botas en una mano y su abrigo de
cuero en la otra. Su camisa desabrochada y negra se agitaba violentamente
mientras corría hacia ella.

Él cambió su chaqueta a su otro brazo, y luego sacó las llaves del bolsillo del
pantalón. Con un clic en el teclado, las puertas se abrieron.

Arrojó sus zapatos y la chaqueta en el asiento trasero. —¿Has conseguido la


información?

—Sí.— Ella abrió la puerta. —¿Qué te pasó?

—Date prisa.— Se deslizó en el asiento del conductor. —Escuché al guardia


llamar a la policía.

Subió con su cadera quejándose, y luego se puso el cinturón de seguridad. —


¿Qué hiciste? He oído muchos gritos.

—He creado una distracción.— Enderezó el coche, y luego se dirigió hacia la


salida.
Miró a su pecho desnudo y los pantalones parcialmente sin botones. —Oh,
Dios mío. No me digas que corriste desnudo.

—Algo por el estilo.— Sacó el coche a la calle. Las sirenas de la policía se


lamentaban en la distancia. —Regresaremos de vuelta mañana después de
que las cosas se hayan calmado. El horario de visita es a las 17:00 el domingo.
¿Lo puedes hacer?

—Creo que sí.— Toni entornó los ojos cuando dos coches de policía corrieron
por delante de ellos con luces intermitentes. Miró por encima de su hombro y
los vio entrando en el aparcamiento del hospital. ¿Qué había causado que el
guardia llamara a la policía? Recordó a la mujer con la chaqueta cortada. Y las
palabras de la frenética mujer, —Un monstruo negro con los ojos brillantes.

Una punzada de inquietud anudó su estómago. ¿Qué demonios hizo Carlos?

***

Ian había escondió los seis viales del medicamento para permanecer
despierto en la caja de seguridad en el sótano de una sala de Romatech—
completamente encerrado en plata para que un vampiro no pudiera
teletransportarse dentro ni fuera. La sala de plata estaba equipada con su
propio suministro de aire y comida suficiente, agua embotellada y sangre
para mantener una vida mortal o Vampiro durante tres meses.

Mientras tanto, Connor y Roman se aseguraban de que la receta para el


medicamento para permanecer despierto fuera borrada de todos los archivos
de las computadoras. Ahora sólo había dos fuentes de la fórmula—un CD en
la sala plateada y el cerebro de Roman. Connor quiso enviar a Roman y a su
familia a la clandestinidad, pero Roman no creía que la situación fuera lo
suficientemente grave todavía.

Desde que Ian todavía tenía algunos días de vacaciones, Connor no esperaba
que se quedara, por lo que se teletransportó de nuevo a la casa. En la oficina
del quinto piso, conectó el ordenador al dispositivo de rastreo del bolso de
mano de Toni. Se enfocó en su localización. ¿Shady Oaks Hospital
Psiquiátrico? ¿Por qué Carlos la llevaría allí? La luz empezó a parpadear.
Estaban en movimiento.

Su teléfono móvil sonó, y lo recuperó de su falda escocesa. —¿Hola?

—Ian, soy Vanda,— susurró. —Necesito que vengas al club, pero no a la


entrada o a la sala principal. Teletranspórtate directamente a mi voz.
—¿Qué pasa?

—¡Ven aquí ahora mismo!— Dijo entre dientes.

—Está bien.— Se centró en su voz. Unos segundos más tarde, llegó a un


cuarto oscuro junto a Vanda.

Miró a su alrededor. Esparcidos por el suelo alrededor de las mesas bajas


había mullidas almohadas con borlas de color rojo, de seda púrpura y oro.
Las paredes estaban cubiertas con cortinas transparentes de color rojo y oro.
En las mesas, las velas parpadearon dentro del mosaico de cristal de oro,
lanzando brillantes luces de la habitación. Música y más luz que se filtraba a
través del calado abierto de tallado de madera que se alineaba en las pantallas
de un lado de la habitación.

—¿Qué es este lugar?— Susurró.

—La sala VIP,— dijo Vanda. —Desde que éramos un harén de damas,
pensamos que estaría bien que lo hiciéramos parecer un harén. La pantalla se
dobla para abrirse, para que los clientes VIP puedan mirar por encima de la
barandilla la siguiente actuación. Pero si quieren privacidad, cerramos la
pantalla.

Ian miró a través de un agujero en la pantalla. Efectivamente, el club de


Horny Devils estaba por debajo. Frente al escenario, las damas vampiros se
movían alegremente al ritmo de la música, mientras el bailarín en el escenario
giraba como un negro vampiro que fluía con capa. Debajo de la capa estaba
desnudo, excepto por una corbata de lazo negro y rojo, y un brillante bikini.

Ian hizo una mueca. Drácula se revolvería en su tumba.

—Por cierto, todas las chicas allí han estado preguntando por ti,— dijo
Vanda. —Te quieren conocer.

—¿Por qué? ¿Así pueden reírse de mí?

Vanda resopló. —En realidad, todas quieren el honor de ser quien tome tu
virginidad.

—Sangriento infierno,— murmuró. —¿No les has dicho que llegan como 500
años demasiado tarde?
—Lo he intentado, pero prefieren la versión de Corky. Sospecho que piensan
que ser la primera les hará famosas y darles un poco de tiempo en el
programa de Corky.

—Au. Así que es la fama y no yo lo que las atrae. ¿Hay una razón importante
para que me hayas llamado aquí?

—Me temo que sí.— Vanda se asomó a través de la pantalla. —Mira en el bar.

Su mirada se desplazó a Cora Lee, cuya rubia cabeza estaba cerca de un


hombre fornido Vampiro. El estómago de Ian se torció con el reconocimiento
haciendo clic en su lugar.

—¡Maldito sea el infierno!

Vanda le lanzó una mirada de preocupación. —¿Entonces sabes quién es?

—Sí. Jedrek Janow.— Ian había visto por última vez al asesino Malcontent
asesinando en Ucrania la noche que se había ido de allí con Jean-Luc y los
otros para ayudar a rescatar a Angus y a Emma. Jedrek había estado allí con
Casimir, pero cuando los Malcontents comenzaron a perder la batalla, tanto
Jedrek como Casimir se teletransportaron, dejando a sus camaradas rusos
para ser vencidos.

El padre de Shanna y su equipo de la CIA Stake Out mantienen una constante


vigilancia de la frontera ruso americana Vampiro, y siguieron informando a
Connor desde que se había logrado plantar los dispositivos de escucha en su
cuartel general. Desafortunadamente, los insectos habían sido destruidos
unas noches atrás. Jedrek estaba siendo concienzudo.

—Por lo general se cuelga en el Este de Europa,— explicó Ian, —pero


recientemente le han puesto a cargo del aquelarre ruso estadounidense en
Brooklyn.

—Pero es polaco,— protestó Vanda.

—Mitad de Polonia, medio ruso, y la mano derecha de Casimir.— Ian


consideraba la curiosidad de Vanda. —¿Cómo lo conociste?

Un indicio de dolor cruzó su cara. —Digamos que se llevaba muy bien con
los nazis. Es un asesino vicioso, y lo disfruta.
—Un Malcontent de cartel.— Ian miró a través de la pantalla. —Está
bebiendo Bleer para engañar a Cora Lee pensando que es un vampiro normal.

—Por desgracia, no es tan difícil de engañar a Cora Lee.

Ian aguzó el oído, pero no pudo oír la voz baja de Jedrek sobre el estruendo
de la música a todo volumen y el chillido de las mujeres. —Necesito saber lo
que está diciendo.

Vanda frunció el ceño, considerándolo. —Si voy allí, me va a reconocer y...


oh, ya sé. Hay un intercomunicador en mi escritorio que se conecta a la barra.
Lo uso cuando tengo que hablar con Cora Lee. De esta manera.

Se dirigió a una puerta parcialmente oculta detrás de una cortina de color rojo
puro. Ian la siguió por un tramo de escaleras a su oficina.

—¿Es esto?— Llegó al intercomunicador en su escritorio.

—Espera. Es una conexión de dos vías,— le advirtió. —Vamos a tener que


estar perfectamente tranquilos.

Él asintió con la cabeza y apretó el botón con el dedo.

—¿Así que ya conoces a Ian?— Preguntó Cora Lee.

—Claro,— respondió Jedrek con un falso acento de Brooklyn. —Nos


conocemos desde hace mucho. No me puedo creer la forma en la que se ve
ahora.

—¡Lo sé! Yo ni siquiera lo reconocí en un primer momento,— confesó Cora


Lee. —No puedo creer que haya crecido así.

—¿Y dices que pasó en Texas?— Preguntó Jedrek.

—Eso es lo que Ian me dijo.

—Cariño, ¿me podrías conseguir otra Bleer? Este material es una pasada,
fantástico. Roman es un genio.

—Sí que lo es. ¿Lo conoce, también?


—¿Quién no? El tipo es famoso,— comentó Jedrek casual. —Pero ¿sabes qué?
Parece un poco mayor, también.

—Sí, de repente le salieron canas en las sienes.

—Pero no fue a Texas, ¿verdad?— Preguntó Jedrek.

—No, estaba aquí cuando sucedió. Santa tierra, no me puedo imaginar por
qué alguien querría verse mayor.

—Lo harían si hubiera una muy importante, un propósito secreto detrás,—


dijo Jedrek.

Vanda se quedó sin aliento, y Ian negó con la cabeza para recordarle
permanecer en silencio. No había duda de que había captado el pleno peligro
de la situación. Si los Malcontents adquirían los medios para mantenerse
despiertos durante el día, podrían masacrar a los Vampiros indefensos en su
sueño mortal.

El teléfono del escritorio de Vanda sonó, y Ian rápidamente levantó el dedo


del botón del intercomunicador para romper la conexión. Vanda hizo una
mueca y contestó el teléfono.

Ian se dirigió a subir la escalera a la sala VIP harén y miró a través de la


pantalla. Cora Lee debía haber oído la llamada, porque había respondido a su
teléfono. Con una mirada confusa, colgó el teléfono. Mientras tanto, Jedrek
realizaba el análisis del entorno, con los ojos entrecerrados. No había duda de
que sospechaba algo.

Ian consideró teletransportarse hacia abajo a desafiarlo, pero antes de que


pudiera sopesar los pros y los contras, Jedrek desapareció.

—¿Qué está pasando?— Vanda se precipitó en la habitación.

—Se ha ido.

—Ese teléfono maldito,— murmuró Vanda. —Fue la bailarina que dispararon


la noche del jueves. Oyó que Corky tenía la intención de demandarme, por lo
que decidió unirse, también. Hija de puta.

—Iré a por el nombre del abogado de Angus,— se ofreció Ian. —Es el mejor
del mundo Vampiro. Pagaré por un acuerdo con ella. No puedo tenerte
sufriendo a mi cuenta.

—Pero yo soy la que la atacó.— Vanda arrastró una mano por el pelo de
punta. —Y ahora tenemos este lío con Jedrek Janow. No parará hasta que
sepa lo que te causó la edad. Y si pone sus manos en las drogas...

—Lo sé. Nos matará mientras dormimos.

Vanda se llevó la mano a la frente. —Esto es todo culpa mía. Te hice muy
famoso, y ahora estás en peligro. Jedrek te caza. Él... él...

—Estaré bien.

—Pero metí completamente la pata,— exclamó. —Eres como uno de mis


hermanos pequeños. Y los he perdido a todos. No puedo soportar perderte,
también, no cuando es culpa mía.

—Shhh.— Tiró de ella en un abrazo y le dio unas palmaditas en la espalda. —


No te culpo, Vanda. Tú corazón estaba en el lugar correcto. Pero te
agradecería que le dijeras a Cora Lee y a Lady Pamela que mantengan sus
sangrientas bocas cerradas.

—Lo haré, lo haré.— Vanda dio un paso atrás y aspiró. —Y seguiré


intentando encontrar la pareja perfecta. Haré una lista de las chicas que
quieren cumplir, y las entrevistaré yo misma para eliminar a las que sólo
quieren ser famosas.

Ian pensó que eran todas ellas, pero no quería menospreciar el ofrecimiento
de Vanda.

—Eso sería genial. Gracias.

Ella cerró los ojos. —Quiero que seas feliz, Ian. Y estés a salvo.— Cuando ella
abrió los ojos, la ira brilló en ellos. —Así que ayúdame, si ese hijo de puta de
Jedrek te daña...

—Vanda, prométeme que no vas a hacer nada con Jedrek Janow. Déjamelo a
mí y a Connor.

Ella dejó escapar un suspiro. —Está bien, pero por favor ten cuidado. Él
quiere respuestas, y tú eres el que las tiene.
—Lo sé.— Ian se dio cuenta de que Jedrek podría estar cazándolo en este
momento. Y el primer lugar en el que haría la búsqueda sería la casa de
Roman. —Tengo que usar el ordenador.

Se lanzó por las escaleras a la oficina de Vanda y accedió al dispositivo de


rastreo en el bolso de Toni. Estaba de vuelta en la casa. Completamente sola.

El estómago de Ian se apretó. Toni, pensó, justo antes de que se


teletransportara lejos.
Capítulo 13

U na ducha de agua caliente ayudó a Toni a quitarse el frío de los


huesos y a aliviar el dolor de su cadera magullada. Se inclinó hacia delante
para envolver una toalla alrededor de su pelo mojado y cuando se enderezó,
accidentalmente rozó la cadera contra el lavabo.

—¡Ay! — Miró la contusión. Tenía un vivo tono morado que hacia juego con
las cicatrices rojas en el torso y los senos.

—¡Toni!

Ella saltó al oír la voz de Ian en su dormitorio. La cadera golpeó contra el


lavabo. —¡Ay! ¡Maldita sea! —Se agarró a la barra de la toalla para evitar
caerse.

—Toni, ¿estás bien?— Ian golpeó la puerta. —¿Hay alguien que te está
haciendo daño? ¿Tengo que teletrasportarme dentro?

— ¡No! —¿Qué hacía en la habitación? —Yo... tengo toda la línea ofensiva de


los Gigantes de Nueva York aquí. Oh sí, ¡estoy bien! En un segundo bajo y en
ocho salgo.

Hubo una pausa. —Es broma, ¿verdad?

Ella soltó un bufido. —Brillante, Sherlock.

—Sal. Tenemos que hablar.

—No tengo nada de ropa aquí. Vete.

— Cerraré los ojos.

Ahora le tocaba a ella hacer una pausa. —No te creo.

—Brillante, Sherlock.

Maldito sea. Envolvió una toalla alrededor de su cuerpo. —Vete.

—No. He venido a rescatarte.


— ¿De qué? ¿Del vapor?

— Saldré un rato para que te vistas. Por favor date prisa.

Escuchó pasos y oyó como se cerraba la puerta. Se asomó. La habitación


estaba vacía. Se acercó a la cómoda. —¿Por qué me molestas? Estoy fuera de
servicio. — Dejó caer la toalla y rápidamente se puso unas bragas.

—No puedo esperar más,— dijo Ian desde el pasillo. —Estamos en peligro
por un asesino Malcontent llamado Jedrek Janow. Es el nuevo maestro del
clan ruso estadounidense en Brooklyn, los hijos de puta que nos atacaron.
Jedrek quiere información sobre el medicamento que tomé para parecer más
viejo.

Cualquier irritación de Toni desapareció y fue reemplazada por una punzada


de temor. Se abrochó el sujetador. —¿Es grave?

—Muy grave. Si ataca la casa, no vendrá solo, vendrá con otros Malcontents,
y todos aquí, incluidos tú, seremos atacados.

Un escalofrío le puso la piel de gallina. —¿Conocen esta casa? Pensé que era
un secreto. —Maldita sea, había pensado que estaba a salvo de ellos.

—La casa de Roman es un secreto, pero este lugar siempre ha sido conocido
en el mundo vampiro. Cada primavera, Roman ofrece una conferencia en
Romatech y los maestros de los aquelarres de todo el mundo asisten. Siempre
se alojan aquí y la compañía de Angus proporciona la seguridad.

¿Podría ser atacada de nuevo? Dios, no. Los recuerdos de esa noche
amenazaron con bloquearla. No, otra vez no. Una silueta apareció ante ella y
jadeó.

Los ojos de Ian se abrieron como platos. —Toni.

Puso sus manos sobre sus bragas y sujetador. ¡Maldita sea! Su ropa interior
no cubría mucho. Y podía ver sus heridas. Ella miró su cara y vio su
expresión pasar de sorpresa a horror.

—¡Fuera! — Ella se dio la vuelta. Maldita sea, ¿que era peor? ¿Ser pillada casi
desnuda o ver la reacción horrorizada de un hombre al verla?

—Toni, te han mordido.


—Lo sé. Estaba allí cuando sucedió. —Corrió hacia el armario y cogió un par
de vaqueros de una percha.

—Y en tu cadera. El moratón es algo terrible.

—¡Deja de mirarme! —Sujetó los vaqueros. —Me caí en el estacionamiento.

—¿En el del Hospital Psiquiátrico Oaks?

Ella abrió la boca y los vaqueros se deslizaron hasta las rodillas. Se dio cuenta
de que miraba hacia abajo y ella se subió los pantalones. —¿Cómo lo sabes?

—Soy un buen investigador.

Maldita sea. Se subió la cremallera de sus vaqueros. —¿Me has estado


espiando?

Él se dirigió hacia ella. —¿Que hay en esa maleta?

Ella saltó a un lado para mantener cierta distancia entre ellos. —¿Qué estás
haciendo?

Él abrió la maleta en la cómoda y comenzó a llenarla con su ropa. —Termina


de vestirte ahora.

Ella no se preocupó por su tono autoritario. O porque le había estado


espiando. Cogió una camiseta de una percha y se lo puso. —Está bien. Me
vestiré. Así no tendrás que horrorizarte por mi cuerpo desnudo.

Hizo una pausa con un puñado de sus bragas en la mano. —Me enfadé
cuando vi las mordeduras que esos hijos de puta te han hecho. No me
horroricé. Tu cuerpo es hermoso.

¿Cómo podía seguir enfadada después de haber escuchado eso?

Dejó caer las bragas en su maleta. —Por favor, apúrate. Tenemos que irnos.

—¿A dónde vamos? —Ella corrió al baño, cogió su cepillo, cepillo de dientes,
bolsa de cosméticos y las lentes de contacto y luego lo metió todo en la
maleta.
—Te llevaré a Romatech. La seguridad es mucho más estricta allí. Así los
muchachos y yo podremos esperar a los bastardos por si vienen por aquí.

A ella le gustaba la idea de estar segura y realmente odiaba la idea de ver a


los Malcontents de nuevo, pero algo en el plan de Ian le molestaba. No le
gustaba ser una débil damisela en apuros. Se sentó en la cama para ponerse
unos calcetines.

—No me voy a esconder y dejar que lo resolváis todo vosotros. Es mi trabajo.

Ian sonrió y agarró más ropa de su armario para colocarla en su maleta. —


Eres una muchacha valiente y te felicito por ello, pero esto no es una pelea en
la que debas participar.

Estaría de acuerdo con eso en otras circunstancias. ¿Por qué arriesgar su vida
por una disputa de vampiros? Pero por la noche en la que los Malcontents la
atacaron, era personal. Por mucho que odiara verlos de nuevo, tenía que
hacerlo. Se puso sus botas. —Esta es mi lucha. No voy a temblar de miedo.
Haré mi trabajo.

Ian cerró la cremallera. —Cariño, has sido contratada como guardia de día.
Eso significa que tienes que luchar contra los posibles enemigos del día, es
decir, los mortales. Estás fuera de servicio por la noche por una razón. No
sobrevivirás en una pelea contra un vampiro.

— Golpeé a Phineas la otra noche.

— Un golpe de suerte.

—Mira, cariño. —Se dirigió hacia él. —Estoy bien. Estoy en plena forma.
¿Necesitas una demostración?

—Quizás. —Él desapareció y un segundo después estaba detrás de ella,


tirando de ella contra su pecho. Ella reaccionó con rapidez, pegando los codos
en el pecho. Fue como golpear un muro de ladrillos.

Sus manos agarraron su cuello y su cara y su voz fueron suaves contra su


oído. —El próximo sonido que oirías es el chasquido de tu cuello.

La rabia barrió a través de ella. Maldita sea, ¿no se les podía vencer? El
recuerdo de su ataque volvió y sintió horror. Sacudió la cabeza, tratando de
no recordarlo pero su mente se llenó de recuerdos reproduciendo todos los
detalles atroces. Un escalofrío casi la dobló.
—Toni, estás bien,— susurró Ian.

—¡No! — Luchó para contener las lágrimas, pero cuanto más se esforzaba,
más aumentaban sus emociones. Se liberó de Ian y se tambaleó hacia atrás. —
Yo... ¡odio a tu especie!

Su rostro palideció. Se llevó la mano a la boca, sorprendida por la intensidad


de su arranque.

Su boca se cerró y el dolor se reflejó en sus ojos. —Por lo menos eres honesta.

Ella tocó con las manos su pecho lleno de cicatrices. —Me mordió como si
fuera comida. Como si no fuera un ser humano. Solo un pedazo de carne. —
Sus lágrimas rodaron por su cara y se secó las mejillas. —No podía luchar
contra ellos. Se apoderaron de mi mente y fue como si mi alma fuera
aplastada.

Él la abrazó. Ella se puso rígida, pero la abrazó con fuerza. —Yo nunca te
haría daño. Puedes confiar en mí.

Ella respiró lentamente, temblando. —Lo sé, —dijo enterrando su cara en su


suéter grueso y percibió su olor. Olía a limpio, pero terrenal. Dulce, pero
varonil.

Él pasó la mano por su espalda. —Espero encontrarme con esos hijos de puta
esta noche. Me encantara darles una lección por lo que te hicieron.

Ella apoyó la mejilla en su hombro. Todavía no lo entendía muy bien.


Apreciaba su deseo de protegerla, pero no quería un protector contra los
vampiros malos. Lo que quería era una manera de protegerse. Y teniendo en
cuenta sus habilidades superiores, no creía que existiera algo así. Y eso es lo
que le molestaba más que la desigualdad y la injusticia en todo esto.

—Ojalá pudiera patearles el culo, —susurró.

Ian rió entre dientes. —Esa es mi chica.

Ella acurrucó más la mejilla contra su grueso jersey. Él era


sorprendentemente cálido y sólido, era maravilloso. Cuando la soltó y dio un
paso atrás, quería arrojarse a sus brazos.

—Tenemos que irnos, muchacha. —Arrastró la maleta de la cómoda.


Ella se puso el abrigo y cogió su bolso. —¿Iremos en coche?

—Teletransporte. Es más rápido. —Él agarró el asa de la maleta con una


mano y extendió la otra hacia ella. —Tienes que abrazarte a mí.

—Oh. — Sin problema. Ella deslizó los brazos alrededor de su cuello.

—Más cerca. —Su brazo se tensó alrededor de su cintura.

Ella se presionó contra su sólido pecho. —¿Así?

Él cerró los ojos brevemente. —Sí.

Contuvo el aliento cuando sus ojos se abrieron. —¿Qué les pasa a tus ojos?
Están rojos.

— Es una reacción normal en un vampiro.

—No lo creo. —Ella estudió los iris de color rojo y brillante. —Ninguno de los
otros vampiros hace eso.

—Bueno. No quisiera luchar con ninguno de mis amigos.

— ¿De qué estás hablando?

Él sonrió de forma irónica. —Toni, cuando mis ojos se vuelven de color rojo,
es porque estoy deseando algo desesperadamente.

Ella tragó. —Te lleva sucediendo varios días.

—Sí, desde que te conocí. Pero no te preocupes. Sé que odias a nuestra


especie.

—No te odio, Ian. No odio a ninguno de los Vampiros buenos. Tal vez lo hice
al principio, pero ahora...

Él la miró con atención.—¿Cómo te sientes ahora?

Un torrente de emociones provocaron lágrimas en sus ojos. —Yo... tengo


muchas cosas en mi cabeza. No sólo a ti, también a mi amiga Sabrina. Estoy
muy preocupada... y confundida. —No debía sentirse tan atraída por un
maldito vampiro.
—Dime lo que está pasando. Podría ayudarte.

Estudió su hermoso rostro y vio preocupación genuina y compasión. Quería


confiar en él. Dios mío, quería quedarse en sus brazos para siempre. —Lo
pensaré.

—Bien. Sujétate, cariño. —Tiró con fuerza y todo se volvió negro.

Tan pronto como Ian estuvo seguro de que Toni se había terminado de
instalar en el cuarto de plata en Romatech, se teletransportó a la casa con
Dougal y Phineas.

Cuando se materializó en el porche de atrás, oyó el zumbido de alta


frecuencia de la alarma dentro de la casa. En un instante sacaron sus espadas.
Había sólo dos explicaciones para la alarma, era un mortal que había entrado
en la casa y no escuchaba la alarma o un vampiro que se había
teletransportado dentro y no sabía la combinación para apagar la alarma.

Dougal en silencio abrió la puerta de atrás y la dejó abierta. Esperaron, con


las espadas listas, a que alguien asomara la cabeza por la puerta y mirara. Si
se trata de un Malcontents su cabeza no se quedaría unida mucho tiempo.

Nadie cayó en la trampa. Ian se movió para entrar, pero Phineas lo agarró.

—Eres tú lo que quieren, hermano. Quédate entre nosotros. —Phineas entró


primero.

La cocina era un desastre. Armarios y cajones abiertos y el contenido


disperso por toda la habitación.

—Deben estar buscando la droga. — Dougal comenzó a introducir la


combinación para desactivar la alarma.

—No.— Ian se lo impidió. —Si la apagas, sabrán que hemos llegado.

Dougal hizo una mueca. —Tienes razón pero el sonido es muy molesto.

—Sí, suena como un gato en un agujero,— murmuró Phineas. Se colocó en la


puerta de vaivén.

—¿Listos?
Asintió con la cabeza a Ian. De repente aparecieron los tres en el vestíbulo. Un
rápido vistazo les indicó que los intrusos no estaban en el primer piso. Los
libros de las estanterías estaban en el suelo, la sala estaba toda revuelta.
Bajaron al sótano. El interior del ataúd de Phineas había sido rajado y el
exterior destrozado.

—Mierda.— Phineas miró el marco con la foto rota de su familia. —Hemos


llegado demasiado tarde.

—Hay que revisar la oficina de Roman, —sugirió Ian. —Estoy seguro de que
no saben que él inventó la droga.

—Vamos juntos, —dijo Dougal. —Revisa la tercera planta.

El trío se teletransportó y aterrizaron fuera de la oficina de Roman y del


dormitorio. Las dos puertas estaban abiertas, en el interior se oían voces que
hablaban en ruso.

Ian se dirigió aliviado hacia la puerta de la oficina y reconoció a Jedrek Janow


que estaba sentado el escritorio de Roman, revisando el ordenador. El
Malcontents maldijo y golpeó con un puño el teclado. Luego empezó a
rebuscar en los cajones del escritorio.

Dougal se asomó a la habitación de Roman y luego levantó dos dedos para


indicar dos hombres. Ian levantó un dedo. Eran tres contra tres. Él les dio a
Dougal y a Phineas una mirada inquisitiva y asintió con la cabeza a los dos.

Ian entró en la oficina, se dirigió directamente hacia Jedrek. El asesino lo vio y


cogió la espada que había dejado sobre el escritorio. Ian ya estaba
balanceando su espada en un golpe mortal cuando Jedrek se teletransportó.

Ian atravesó con la espada la silla de oficina vacía. —Por todos los demonios.

Se dio la vuelta para ver si Jedrek se había materializado detrás de él.

No lo hizo. El amo de la asamblea rusa apareció en la habitación junto a sus


dos seguidores.

Ian se movió hacia ellos, mientras que Dougal y Phineas le flanqueaban.

—Justo el hombre que estaba buscando, —se burló Jedrek. —Stasio, Yuri,
cojan al del medio.
Los dos Malcontents se abalanzaron hacia Ian, pero Phineas y Dougal
saltaron delante preparados para el combate. Ian maldijo interiormente por
haber sido tratado como un indefenso cachorro. Se dirigió a Jedrek, pero el
cobarde desapareció una vez más.

Ian se volvió pero Jedrek le agarró del brazo por la espalda. Una sensación de
vértigo se apoderó de él y se dio cuenta de que Jedrek estaba tratando de
teletransportarse con él. Le cortó el brazo a Jedrek con la espada, el hombre
lanzó un grito de dolor justo antes de desaparecer por completo.

—¡Cobarde!— Gritó Ian al espacio vacío. Un grito de dolor llamó la atención


de Ian. Phineas había cortado el torso de su oponente. El ruso se tambaleó
hacia atrás y Phineas lo apuñaló en el pecho. El ruso se volvió gris y luego se
convirtió en un montón de polvo. El segundo ruso gritó con ira y luego se
teletransportó, dejando a Dougal maldiciendo.

—¡Lo hice!— Phineas levantó su espada en el aire. —¿Viste eso? Soy una
máquina de matar.

Dougal le dio una palmada en la espalda. —Tu primer muerto. Felicidades.

Phineas levantó la mano para chocar los cinco con ambos. —Oh, sí, Dr. Phang
ataca de nuevo.

Ian sonrió con cansancio. Después de algunos siglos matando Malcontents, ya


no sentía la emoción. Se acercó de nuevo a la mesa y apagó la alarma. —
Jedrek está herido. Parece que esta noche no va a volver. Volvamos a
Romatech.

Roman y su familia estarían a salvo por el momento. Y también Toni.

***

Tan pronto como Jedrek Janow se materializó en su oficina de Brooklyn,


sintió el dolor de su brazo cortado. Dejó caer su espada en el suelo y apretó la
mano sobre la herida. La sangre fluía a través de sus dedos y goteaba sobre la
alfombra turca.

—Maldita sea.

—Señor, está sangrando, —dijo el guardia de la puerta.

—Una observación brillante, idiota, —gruñó Jedrek. —Trae a Nadia ahora.


—Sí, Señor.— El guardia se fue.

Jedrek se quitó su suéter ensangrentado y desgarrado y lo tiró a la papelera.


El guardia regresó con Nadia. Ella estaba junto a la puerta, negándose a
mirarlo.

Él sabía que estaba enfadada por tener que matar a la rubia. —Trae vendas.
Cúrame la herida.

Levantó la barbilla con aire desafiante. —La herida se curará durante tu


sueño mortal.

—Eso es en cinco horas a partir de ahora, perra. Trae las vendas ahora.

Ella se fue. Todavía tenía mucho espíritu, pero lo quebraría pronto. —Tú.—
Miró al guardia. El nombre del tipo era Stanislav, pero a Jedrek no le gustaba
llamar a la gente por sus nombres. Podían pensar que de alguna manera los
apreciaba. —Dame tu camisa.

—Sí, Señor.— Stanislav se desabrochó la camisa blanca. Mientras tanto, una


sombra apareció, luego se solidificó junto al escritorio. Era Yuri. Envainó su
espada y evitó mirar a Jedrek.

—¿Dónde está Stasio?— Exigió Jedrek.

—Está muerto, —susurró Yuri.

—Entonces debería haber luchado mejor.— Jedrek cogió la camisa de


Stanislav y la envolvió alrededor del corte del antebrazo. El algodón blanco se
puso rojo por la sangre. —¿Quién lo mató? ¿Fue uno de esos malditos
escoceses?

—No, —respondió Yuri. —Fue el vampiro negro.

—¿Negro?— Preguntó Stanislav. —Me pregunto…

—Dilo ya,—gruñó Jedrek.

—Había un hombre negro en nuestro aquelarre hace tiempo,— explicó


Stanislav. —Phineas McKinney. Alek lo transformó, porque era un traficante
de drogas y Katya necesitaba su ayuda para hacer Nocturna.
Desafortunadamente, cuando Katya falleció había agotado toda la Nocturna
en su fallido intento de vencer a Angus MacKay por Casimir. Jedrek tenía la
esperanza de encontrar algo de la droga aquí en la oficina, pero no hubo
suerte.

—¿Dónde está ese Phineas? Si hubiera tenido esta noche Nocturna, podría
haber paralizado a Ian MacPhie y traerlo.

— Hace un año que no veo a Phineas. —Stanislav inclinó la cabeza, para


concentrarse. —La última vez que lo vi, fue aquí en la oficina. Dijo que estaba
buscando a Katya, pero ella y Galina ya se habían ido a Ucrania.

Jedrek entrecerró los ojos. Había revisado la oficina cuando Katya era
maestro y luego otra vez cuando se había convertido en amo de la asamblea.
Alguien en el aquelarre había estado jugando en los dos lados.

—Mira las fotos de mi escritorio. Hay una foto de un vampiro negro que
trabajó para MacKay.

Stanislav miró las fotos, luego se detuvo. —Este es. Phineas McKinney.

Jedrek apretó los dientes. —Y cuando Phineas estuvo aquí, ¿le dijiste a donde
se había ido Katya?

Stanislav abrió la boca para contestar y luego la cerró de golpe cuando la


realidad le golpeó. Tragó saliva audiblemente.

—¿Qué puedo hacer con tu incompetencia?— Gruñó Jedrek. Yuri sacó su


espada y esperó la orden.

Stanislav dio un paso atrás, su rostro estaba pálido. —Pensé que estaba de
nuestro lado. Él nos ayudó a hacer la Nocturna.

Jedrek inhaló profundamente. El miedo irradiado por Stanislav como el más


dulce de los perfumes. —Tienes una oportunidad para redimirte. Matarás a
Phineas McKinney.

— Por supuesto. —Stanislav asintió con entusiasmo. —Será un placer.

Yuri envainó su espada con una mirada de desilusión.

—Pero primero necesito que me traigas comida, —dijo Jedrek a Stanislav. —


Esta herida me ha dejado muy cansado.
—Sí, Señor. De inmediato. — Stanislav salió cuando Nadia llegó, con las
manos llenas de vendas y esparadrapo. Se le acercó con una mirada
cautelosa.

—Tardaste mucho. —Jedrek se sentó en el borde de su escritorio y levantó el


brazo herido. —Véndamelo apretado.

—Sí, Señor. — Ella comenzó a girar la gasa alrededor de su antebrazo.

Él notó los moretones en sus brazos donde antes le había hundido los dedos.
—Me gusta hacerte daño.

Le temblaron las manos mientras vendaba su brazo. Bueno, ella estaba


mostrando la cantidad adecuada de temor. Le encantaba inculcar miedo en
los demás. Le daba poder sobre ellos. La gente se inclinaba por miedo ante los
dioses.

—¿Qué pasa con la droga? —Preguntó Yuri. —¿Y con Ian MacPhie?

—Tengo que sanar primero,— dijo Jedrek flexionando su mano. —Mañana


atacaremos de nuevo. Obtendremos respuestas y habrá vampiros muertos.
Capítulo 14

U n ruido interrumpió el sueño de Toni. ¿Dónde estaba? Ah, claro, en el


cuarto de plata, en las industrias Romatech.

Un destello de luz le llamó la atención y se puso rígida cuando se dio cuenta


de que no estaba sola en el cuarto oscuro. Luego reconoció la falda escocesa
roja y verde. Los anchos hombros y la coleta de pelo negro.

La luz roja de salida, encima de la puerta, emitía un tenue resplandor rojo en


la habitación. Ian sacó una botella de sangre del microondas. Eso debió ser lo
que produjo el sonido que la sobresaltó. Echó una ojeada al reloj de la
mesilla. Era la hora de levantarse para ir a trabajar. Al sentarse hizo que
sonaran las sábanas y eso hizo que Ian la mirara.

—Ay, no quería despertarte.

—Está bien. Es hora de que me levante.

— Puedes dormir más, si quieres.

De inmediato se desplomó sobre la cama. —Oh Dios, sí.

Rió entre dientes. —Todo el mundo está aquí para su sueño mortal. Hay
algunas habitaciones aquí en el sótano, todas con cámaras de vigilancia.
Howard, en la oficina de MacKay, vela por nosotros.

Toni miró la cámara en la esquina. La luz roja indicaba que estaba encendida.

—Hay un segundo turno para la seguridad del día, —continuó Ian. —Ellos
velan por los empleados mortales y el guardia del edificio. Me han dicho que
han estado ocupados durante el día. Hay mortales embotellando la sangre
sintética y trayéndola de los hospitales y los bancos de sangre.

—¿No os preocupa que un empleado mortal se tropiece con un vampiro en


pleno sueño?

—A los mortales no les está permitido bajar al sótano. Se necesita una tarjeta
para acceder a la escalera o para que el ascensor baje hasta aquí. Hay una en
la mesa para ti.
—¿Me he perdido algo mientras estaba durmiendo?

Él se encogió de hombros. —Entraron en casa.

—¿Qué?— Ella se sentó. —¿Fueron los Malcontents?

—Sí. Phineas mató a uno. Estaba muy orgulloso de sí mismo. Jedrek trató de
teletransportarse conmigo, pero le corté el brazo para liberarme.

—Bien hecho,— susurró Toni. —Eso es horrible. ¿Estás bien?

—Sí. —Ian terminó su botella y la enjuagó en el fregadero de la cocina. —


Esperamos que esta noche intenten algo, por lo que tengo que descansar
mientras pueda.

—Está bien. Iré al baño primero. —Ella se fue hacia el baño. Luego salió y
cerró la puerta detrás de ella y ajustó los ojos a la oscuridad teñida de rojo.
Ian ya no estaba en la cocina. Se acercó a la cama y se detuvo. Allí estaba, al
otro lado, acostado encima del edredón, con su falda, una camiseta blanca y
sus medias hasta la rodilla.

—¿Qué estás haciendo?— Ella miró la habitación. Sólo había una cama. Tal
vez si juntaba los sillones, podía...

—No quería molestarte, muchacha. En breves momentos no seré capaz de


moverme.— Se puso las manos sobre el estómago y miró el techo. —Puedes
vigilarme mientras no puedo defenderme.

Ella soltó un bufido. —De acuerdo. Porque hay algo tan irresistible como un
cadáver.

Se rió mientras la miraba. —Si te molesta dormir a mi lado, me puedo acostar


en el suelo. Una vez que estoy muerto, no me daré cuenta de la diferencia.

—He salido con un par de tipos con el mismo nivel de sensibilidad, —


murmuró mientras pensaba en si debía volver a la cama.

Él bostezó y cerró los ojos. —Me iré pronto.

Se sentó en el borde de la cama. —¿Te duele?


—¿Saber que hay una hermosa mujer tumbada junto a mí y no ser capaz de
tocarla? —Sus ojos se abrieron y brillaron con humor. —Es una tortura vivir.
Pero no durante mucho tiempo.

—Quiero decir si te duele cada mañana cuando te mueres.

Él estaba allí, su mirada vagaba sobre ella lentamente, deteniéndose aquí y


allá como si fuera a memorizar cada pequeño detalle. Su piel se estremeció,
en respuesta a su mirada. Justo cuando pensaba que no habría respuesta, le
dijo en voz baja, —Es como meterse en un agujero negro, tan negro y
profundo, en el que no hay luz, ni sentimientos, ni pensamientos.— Parpadeó
lentamente, el brillo de sus ojos disminuía. —Me gustaría poder soñar.

—¿Con qué sueña un vampiro? ¿Cubos grandes de sangre? ¿Un ataúd


brillante con nueva tapicería de piel?

—Tengo un sueño hermoso, —dijo sonriendo levemente mientras sus ojos se


cerraban. —Sobre ti.— Su rostro se relajó.

¿De mí? El corazón de Toni se aceleró. ¿Soñaba con ella? Ella se acercó para
mirarlo. —¿Estás muerto?

Él no respondió. Estaba quieto, el hombre más hermoso que jamás había


conocido. Su mirada se posó en el hoyuelo en su barbilla. Lo había querido
tocar el otro día. Lo había intentado pero después se puso nerviosa y no lo
hizo.

Tenía el valor ahora. Pero no la oportunidad. Miró la cámara de vigilancia.


¿Qué haría Howard al verla tocar la cara de Ian?

Se deslizó bajo las sábanas y se tumbó boca arriba. Que Dios la ayudara,
quería acurrucarse junto a un cuerpo muerto. Esto estaba mal en muchos
niveles.

Se dio la vuelta, poniéndose de espaldas a él. Tan mal. Y, sin embargo, estaba
empezando a sentirse muy bien.

Gracias a Dios había una recepcionista diferente en Shady Oaks el domingo


por la noche. A Toni le había preocupado que Doris estuviera allí y la
reconociera de la terapia de adicción al sexo. Trató de tener una apariencia un
poco diferente, usando gafas en lugar de lentillas y un gorro de lana para
cubrir su pelo rubio.
Carlos la había recogido en Romatech. El sol lucía todavía y todos los
vampiros estaban en su sueño mortal. Howard le había asegurado que todo
estaba bajo control, por lo que era libre de irse. Sin embargo, sentía esa
sensación incómoda de querer estar en dos sitios a la vez. Ian había pensado
que los Malcontens atacarían de nuevo. Odiaba no estar allí para ayudar.

—Queremos ver a Sabrina Vanderwerth, —dijo a la recepcionista.

—Tendrá que firmar y rellenar este formulario.

Mientras que Carlos permanecía quieto, Toni rápidamente rellenó el


formulario, incluyendo el nombre de Sabrina y su número de identificación.
La recepcionista comprobó los ficheros, los mismos que Toni había mirado la
noche anterior. —Necesitaré sus identificaciones.—Ella cogió sus carnets de
conducir y luego les dio una tarjeta de identificación. —Guardaré sus carnets
hasta que terminen. Deben mantener visibles las identificaciones en todo
momento. No se puede llevar ningún objeto personal o alimentos o bebidas a
las salas. ¿Entienden?

—Sí. —Toni se dirigió hacia el guardia, que registró su bolso, luego cacheó a
Carlos. Abrió la puerta.

—Sigan el pasillo de enfrente del patio y luego giren a la derecha a la sala


tres.

Al cruzar el patio, Toni miró a su alrededor. Dentro de cada edificio, había


otro guardia. Se estremeció. El lugar era como una prisión. Carlos abrió la
puerta de la sala tres y siguió hasta un pequeño vestíbulo. El guardia
comprobó sus identificaciones y cogió su formulario de solicitud, que colocó
en una bandeja metálica, dentro del control de enfermeras.

—Pongan todo lo de sus manos y objetos personales en estos contenedores.—


El guardia les indicó unos recipientes de plástico sobre una mesa.

Mientras que llenaban los contenedores, un enfermero musculoso entró en el


control de enfermería y examinó la solicitud. —Vayan hacia la puerta, —dijo
a través de un intercomunicador.

Hubo un zumbido y se abrió la puerta de metal. El enfermero hizo señas para


que entraran. Toni miró su tarjeta de identificación, ponía Bradley. La sala
olía a desinfectante y a desesperación.
—¿Venís a visitarme a mí?— Un joven les preguntó mientras arrastraba los
pies hacia ellos con unas zapatillas de pana y un pijama de Spiderman raído,
el color rojo se había desvanecido a rosa.

—No están aquí por ti, Teddy,— gruñó Bradley. —Vuelve a la habitación.

—Está bien.— Teddy se pasó una mano por el pelo oscuro con canas, parecía
un zorrillo. Se arrastró por el pasillo.

—Por aquí.— Bradley les indicó la derecha. —Sabrina estará en la sala de las
mujeres. Mantenemos a los hombres y a las mujeres separados, excepto en las
comidas. Es mejor así ya que recibimos adictos al sexo ocasionalmente.

Toni hizo una mueca.

—Ya hemos llegado. —Bradley señaló un área abierta, entonces se dirigió por
el pasillo. Una enfermera estaba sentada detrás de un mostrador, vigilando a
los pacientes. En el centro de la sala blanca, había dos mesas, rodeadas de
sillas de plástico de color naranja. Más sillas de plástico se alineaban en las
tres paredes. Una televisión, colgada en un esquina mostraba una película de
dibujos animados, tenía el volumen bajo. El aire estaba cargado y caliente.
Sofocante.

Miró perpleja a dos mujeres de mediana edad sentadas contra la pared. Sus
manos temblaban y tenían la boca abierta, sus ojos parecían muertos. El
corazón de Toni se oprimió en su pecho.

En la esquina, una joven paciente estaba junto a un visitante masculino, ¿su


marido, tal vez? Los dos estaban callados, como si ya no supieran qué decirse.

El corazón de Toni casi se rompió cuando vio a Sabrina. Llevaba unos


pantalones de pijama y una camiseta azul. Su pelo, por lo general siempre
estaba muy peinado ahora era aburrido y muy enredado. Estaba sentada en
una mesa, balanceando los pies hacia atrás y adelante mientras miraba una
revista. Le habían quitado los cordones de los zapatos.

Cuando Toni se acercó, se dio cuenta de que no era una revista lo que Sabrina
estaba mirando, era un libro para colorear. Pasaba las páginas, luego se
detenía en una página, en la que no se había pintado todavía. Sacó un lápiz
de color rosa roto de un recipiente de plástico y comenzó a colorear.
¿Esta era la destacada estudiante de la NYU que había estado en la lista del
decano en los últimos seis semestres? Toni cerró los ojos. No voy a llorar
delante de ella. Seré fuerte.

—Podría matar a su tío,— le susurró Carlos.

Toni respiró hondo y le sonrió. —Hola, Sabrina.

Bri se volvió hacia ellos, con el rostro blanco y luego parpadeó. —¡Toni!
¡Carlos! Vinisteis a verme.

—Por supuesto que sí.— Toni le dio un abrazo. —Hemos estado preocupados
por ti.

—Tienes buen aspecto, menina.— Carlos la abrazó y se sentó frente a ella en la


mesa.

Toni se sentó junto a ella. —¿Cómo has estado?

—Estoy bien.—Bri levantó su brazo para mostrar la banda de identificación


de plástico azul alrededor de su muñeca. —Me ascendieron al azul hoy. Estoy
tan contenta de no ser de color amarillo ya.

—¿Qué pasa con el amarillo? —Preguntó Toni.

—Es para pacientes suicidas.—Cogió un lápiz de color verde del bote. —No
es que yo sea una suicida.

Toni tragó fuerte. —Eso está bien, —susurró.

—Ponen a todos bajo vigilancia de suicidio cuando llegan aquí, —explicó Bri.

—Me pregunto porqué, —murmuró Carlos mientras miraba alrededor el


cuarto oscuro.

—Me sentí tan sola, —continuó Bri. —Tenía que comer sola y sentarme aquí
sola cuando los demás se iban al gimnasio.

—Hola, soy Sabrina.

Se volvieron y vieron a Teddy arrastrando los pies por la habitación. Con la


cabeza hacia un lado. —¿Tienes visitas?
—¡Márchate Teddy!—Dijo Bradley dirigiéndose a él. —¿Cuántas veces tengo
que decirte que te quedes en la sala de los hombres?

—Bien.— Teddy se fue hacia el pasillo. —Idiota, —murmuró mientras seguía


a Bradley.

—Yo no estoy loco, —protestó Teddy.

Sabrina volvió a colorear como si todo fuera normal. —Conocí a Teddy en el


almuerzo de hoy. Creo que está solo. Nadie viene a visitarlo. —Sonrió a Toni.
—Me alegro de que hayas venido.

No voy a llorar. Toni le devolvió la sonrisa. —Yo también me alegro.

—Teddy no está loco, —le susurró Bri. —Es una historia muy triste. Tuvo un
accidente de coche con su novia y ella murió. El conducía, por lo que se siente
culpable.

Toni asintió con la cabeza. —Es terrible sentir que has fallado a alguien que
amas.

Que Dios la ayudara, iba a fallar Sabrina si no la sacaba de este lugar. —


Queremos que vuelvas a casa.

—Estoy tratando de mejorar. Tengo esperanzas.

—No estás loca, —insistió Toni.

—Tengo que admitir que voy a mejorar. Eso es lo que dice mi terapeuta. De
todos modos, mucha gente aquí está loca. —Sonrió Bri. —Incluso algunos de
los guardias. Ayer por la noche, me dijeron que había un gato negro gigante
corriendo por el patio.

Toni miró a Carlos, pero su rostro permaneció en blanco. Bri cogió un lápiz
morado del bote. —Tengo que pintar de púrpura el pelo de Jasmine. Se
llevaron los lápices negros porque eran demasiado deprimentes.

Toni ahogó el impulso de gritar. ¿Cómo puede alguien estar en este sitio y no
deprimirse? —Bri, hice lo que me pediste. Me fui a Central Park para ver si
los vampiros me veían y me atacaban.

Bri negó con la cabeza mientras ella pintaba. —Los vampiros no son reales.
—Tienes razón,— dijo Carlos rápidamente, luego miró a Toni para que no le
interrumpiera. —Debes decirle a tu tío que cometiste un error. Que
simplemente estabas traumatizada por el ataque. Pero que ya estás mejor y
así te dejaran salir de aquí.

Toni sabía que la estrategia no funcionaría. Bri necesitaba la aprobación de su


tío para ser puesta en libertad y nunca se la daría.

Bri metió el lápiz morado en el bote. —Tío Joe quiere que me quede aquí
hasta que consigan la combinación correcta de medicamentos para mí. Puede
que lleve un par de semanas.

O para siempre, pensó Toni con ironía. Mientras el tío Joe estuviera a cargo
del futuro de Bri, no haría nada.

Toni había querido ayudar a Bri para probar la existencia de los vampiros,
pero hasta el momento, no había podido reunir ninguna prueba. Y ahora
dudaba que tío Joe aceptara ninguna prueba. Simplemente no le interesaba
que Bri saliera de este hospital.

Una sensación de pánico creció en Toni a medida que pasaban los minutos.
Carlos le hizo preguntas mundanas como que había cenado. A Toni le estaba
resultando difícil hasta respirar.

—¿Quieres el dibujo?— Preguntó Bri mientras terminaba de colorear.

—Sí, —dijo Toni forzando una sonrisa.

Bradley se dirigió hacia ellos. —La hora de visita ha terminado, —anunció.

—Mañana vamos a poner los adornos de Navidad y vamos a poner un árbol.


—Bri le entregó el dibujo a Toni. —¿Vas a volver?

—Por supuesto. Quiero decir, lo intentaré. —Toni tenía miedo de que el tío
Joe negara su acceso una vez que viera su nombre en el libro de visitas.

—Vamos. — Bradley hizo un gesto de impaciencia.

La pareja se separó en la esquina. El marido se dirigió hacia el pasillo. La


mujer se hundió en su silla y comenzó a llorar en silencio.

—Vayan terminado, por favor,—dijo Bradley mirándolos.


Toni abrazó a su amiga y rápidamente se alejó antes de que Bri viera las
lágrimas en sus ojos. Siguió a Carlos hacia el vestíbulo y se estremeció cuando
la pesada puerta metálica se cerró con un clic.

Se pusieron sus abrigos despacio y cogieron sus pertenencias, el esposo de la


otra paciente estaba delante de ellos. Unos minutos después de que él saliera,
empezaron a cruzar el patio. El aire frío golpeó la cara de Toni, sintió que
tenían que darse prisa.

—Tenemos que sacarla, —susurró.

—Lo sé, —respondió Carlos. —He estado tratando de pensar en un plan toda
la noche.

—Su tío nunca la liberará, —dijo Toni con pánico. —Vamos a tener que …

—Shhh, —le advirtió Carlos. Hizo un gesto a la encina y a una rama enorme
que se extendía sobre el muro. —Podría intentar subirla hasta ese árbol, pero
todavía queda el problema de sacarla de la sala. El maldito lugar está más
cerrado que el cinturón de castidad de una monja.

—Tenemos que hacer algo.

—No encuentro la manera de sacarla de aquí.

Ella agarró el brazo de Carlos. —No digas eso. Tiene que haber una manera.
Sólo necesitamos planear como evitar a los guardias y las puertas cerradas.
Oh, Dios mío, sé cómo hacerlo.

—¿Cómo?— Preguntó Carlos.

—Teletransportándola.

—No podemos hacer eso.

—Pero sabemos de alguien que puede.

—¿Vas a pedírselo a Ian?— Preguntó Carlos. —¿Estás segura de que se puede


confiar en él?

—Creo que sí. Espero que sí. —Él se había ofreció a ayudarla. Y cuanto más
pensaba en ello, más sabía que era la única manera.
Toni insistió a Carlos que la llevara a Romatech. Era de noche cuando
llegaron. El guardia de la puerta la reconoció y la saludó con la mano cuando
Carlos detuvo el coche en la puerta principal.

—Sé que quieres hablar con Ian a solas, pero mantenme informado. Esto
requerirá un poco de planificación.

—Está bien.— Ella se quitó el gorro de lana y se peinó el pelo. Quería estar
decente cuando hablara con Ian.

—Una vez que Bri esté fuera, necesitaremos un lugar seguro para que se
quede. No podemos llevarla a su apartamento.

— ¿Por qué no? —Toni se quitó las gafas y las metió en su bolso. Su vista era
un poco borrosa de lejos, pero estaría bien para una conversación de cerca. Se
miró en el espejo del coche para ver cómo estaba.

—Toni, su tío podría sospechar que estamos detrás de su desaparición y


denunciarnos por secuestro.

Eso la hizo detenerse. —Pero Bri vendría voluntariamente con nosotros.

—¿Seguro? Después de todo lo que ha pasado, ¿esperas que confíe en un


vampiro?

—Bueno, yo lo hice. —Toni hizo una mueca. —Pero tenía una fuerte
motivación. Estaba tratando de ayudar a Bri. —Sintió las lágrimas en sus ojos.
—Tenemos que sacarla de allí.

—Estoy de acuerdo. No me gusta lo que los medicamentos están haciendo


con ella. Ha perdido la voluntad. Ella no es ella.

— Lo sé, —dijo Toni arrastrando un suspiro tembloroso.— A duras penas


mantiene el control de sus emociones.

Carlos le dio unas palmaditas en el brazo. —Va a estar bien, menina.— Miró
por el espejo retrovisor. —¿Qué diablos es eso?

Toni miró por encima del hombro. El aparcamiento estaba bien iluminado y
vio a un hombre de baja estatura, muy abrigado, caminando hacia la puerta
principal de Romatech. Llevaba una bolsa grande de plástico negro al
hombro. —Lleva algo abultado.
—¿Él?— Carlos miró hacia atrás y luego desvió la mirada hacia el espejo. —Él
no aparece en el espejo. Todo lo que veo es una bolsa flotando en el aire.

— ¿En serio? — Toni bajó la visera del coche para mirar por el espejo.
Efectivamente, la bolsa de basura se estaba moviendo por su propia cuenta.
—Eso es muy raro. Debe ser un vampiro. —Estaban sentados en el coche y
observaron al hombre de baja estatura pasar por la puerta principal. —Me
pregunto que lleva en la bolsa, —murmuró Toni.

Carlos soltó un bufido. —¿Un muerto?

Toni le dio un manotazo. —Estos vampiros no son así.

—Y lo sabes en una semana, Toni. ¿Cómo puedes estar segura de lo que son
capaces de...?

—Ellos me ayudaron cuando estaba en problemas. Esperemos que puedan


ayudar a Sabrina. —Abrió la puerta del coche para salir. —Te llamaré
mañana.

Carlos se despidió y luego se dirigió hacia la puerta de entrada.

Toni entró en el gran vestíbulo con suelos de mármol brillante y enorme


plantas en macetas que ocultaban las cámaras de vigilancia y detectores de
metales. Entró en el pasillo de la izquierda, se dirigió a la oficina de seguridad
MacKay.

El vampiro bajo estaba en la mitad del pasillo con la bolsa de basura. Se


detuvo en una puerta y marcó un número en el teclado.

La puerta del otro lado del pasillo se abrió y Shanna salió. Se detuvo. —
¡Laszlo! Me alegro de verte.

—Señora Draganesti. —El hombre de baja estatura se inclinó ligeramente. —


¿Cómo está?

—Estoy bien.— Ella se acercó más. —¿Qué has traído?

Él abrió su bolsa y miró dentro.

—Laszlo, es maravilloso ¡Gracias!


Él se sonrojó. —Será mejor que entremos. — Él traspasó la puerta con su
misteriosa bolsa.

—¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué pasa? —Dijo Toni hacia la puerta
cerrada.

—Toni, —dijo Shanna cogiéndola del brazo. —¿No has visto mi oficina
todavía? — Ella señaló hacia el consultorio dental.

—No.— Toni sospechaba que Shanna estaba tratando de cambiar de tema.

—Tengo que darte cita, —continuó Shanna. —Todos los empleados MacKay
tienen dos exámenes gratis al año. Bueno, en realidad, no es gratis. Angus lo
paga. ¿Conoces a Angus?

Definitivamente, estaba tratando de cambiar de tema. —No, aún no.

—¡Hola, mamá! ¡Hola, Toni! —Dijo Constantine.

Toni lo vio flotando a unos dos metros del suelo, en la habitación contigua a
la oficina de Shanna. Esto tenía que ser su habitación. La puerta estaba
cerrada parcialmente en la mitad inferior, la mitad superior estaba abierta y
Constantine había levitado para poder verlas en el pasillo.

—Hola, Constantine. — Toni miró la sala de juegos. Estaba llena de juguetes,


libros, animales de peluche, una cama doble y algunas sillas cómodas. —
Guau, tienes un montón de cosas.

—Se puede decir que demasiadas, —murmuró Radinka mientras colocaba


algunos libros en una estantería. —Mejor que te des prisa o vas a llegar tarde
a misa.

—Está bien. — Shanna se apoyó sobre la puerta para abrazar a su hijo. —Te
veré más tarde, cariño. — Empezó a caminar por el pasillo, se detuvo cuando
Toni no se unió a ella. —¿No vienes?

—Lo siento, pero tengo que hablar con Ian.— Toni hizo un gesto hacia la
oficina de seguridad. —Howard es el único que está ahí en estos momentos.
Todos los chicos están en la capilla. Están preocupados por si los Malcontents
intentan algo esta noche.

— ¿Cómo qué?
Shanna suspiró. —Ellos hicieron estallar la capilla el verano pasado. Por
suerte, no había nadie dentro en ese momento.

Toni hizo una mueca. —Eso es terrible.

—Sí. —Shanna miró hacia el cuarto de niños y bajó la voz. —Es por eso que
dejo a Tino aquí con Radinka. Por si acaso. Vamos. Tienes que conocer al
Padre Andrés. Es maravilloso.

Toni la siguió por el pasillo hacia el vestíbulo principal. —No sé si debo ir. No
soy católica.

Shanna sonrió. —Tampoco yo, pero estos viejos vampiros son tan
medievales, que es todo lo que saben. ¿Sabías que mi marido era un monje?

—No lo sabía, —dijo Toni siguiendo a Shanna cuando giró a la derecha. Se


preguntó cuántos años tendría Ian pero no quería que se le viera muy
interesada en él.—¿Todos son de la época medieval?

—No. Gregori es joven. Roman lo transformó en 1993, cuando algunos


Malcontents lo atacaron en el aparcamiento. Pobre chico estaba recogiendo a
su madre en el trabajo.

—Qué triste. —Toni hizo una mueca. Sin embargo, entendió porque su madre
mortal aún estaba viva. —¿Qué pasa con Connor y... Ian?

—Ellos se transformaron después de una batalla en Escocia en el año 1500,


cambiaron la misma noche, por lo que siempre han estado muy unidos.
Roman cambió a Connor y Angus a Ian.

—¿ Ellos querían cambiar? — Preguntó Toni.

—Oh, sí. Ambos fueron heridos de muerte. O cambiaban o morían. —Shanna


entró en una habitación de la derecha. —Esta es nuestra sala comunitaria,
donde venimos después de la misa. Sólo quiero asegurarme de que todo está
listo.

La habitación tenía dos largas mesas, cubiertas con manteles largos y blancos.
Era obvio que una era para vampiros y la otra para los mortales. La de los
mortales contaba con queso, bandeja de fiambres, verduras, ponche y un
plato de galletas de chocolate.
En la otra mesa había dos cubos grandes llenos de hielo y botellas de sangre.
El microondas estaba en el centro de la mesa, flanqueado por hileras de
vasos.

—Señoras, el servicio ha comenzado,— dijo una voz masculina desde el


pasillo.

No había duda de quién era la voz profunda y melodiosa. El corazón de Toni


se agitó en su pecho. Cuando se volvió hacia él, su corazón latió con más
fuerza.

—Nos vemos más tarde.— Shanna acarició el brazo de Toni y luego salió
corriendo de la habitación.

Toni se acercó a Ian y su corazón se aceleró bajo el intenso escrutinio. —


Necesito hablar contigo.

Levantó las cejas. —¿Vas a confesarme tus secretos?

Se sonrojó. Todos los otros vampiros habían confiado en ella desde el


principio. Sólo Ian había sospechado que ocultaba algo. —¿Cómo sabes que
tengo secretos?

Él se inclinó y le susurró, —Tu corazón está desbocado y estás roja como un


tomate. —Él sonrió lentamente. —Y ahora tus ojos están parpadeando por el
nerviosismo, pero son preciosos, son verdes.

—Eres como un detector de mentiras humano. —Ella lo miró. —Es muy


grave coger la opción de la mentira.

Rió entre dientes, la agarró del codo. —Dicen que la confesión es buena para
el alma.

Oyó el sonido, a lo lejos, del canto de la capilla. Voces graves, masculinas. Los
vampiros estaban cantando un himno.

—¿Por qué un vampiro se preocuparía por el estado de su alma?— Susurró.


—Podéis vivir para siempre.

—Ninguno de nosotros vive para siempre.

—¿Así que rezáis por la salvación?— Ella adivinó que tenía sentido. ¿Quién
necesita la redención más que un vampiro?
—Yo ruego por muchas cosas, Toni. —Deslizó su mano por su brazo, luego se
demoró en sus dedos. —Te ruego que confíes en mí y me cuentes toda la
verdad.

Y ella rogaba para que la comprendiera.


Capitulo 15

I an encontró consuelo en los cantos antiguos, familiares y oraciones.


Durante siglos, las potencias mundiales podrían cambiar, el avance de la
tecnología, los amigos mortales pasaban, pero la misa se mantuvo casi igual.
Y el olor de la Navidad seguía siendo el mismo. Respiró hondo, disfrutando
el aroma de las guirnaldas de abeto iluminado y las Velas de Adviento.

Esta noche había otro olor, que lo mantuvo lejos de los pensamientos santos.
Del tipo AB positivo. Su sabor favorito. Procedía de Toni, que estaba sentada
a su lado en la fila de atrás.

Ella se había quitado la chaqueta y la dobló sobre sus rodillas. Los puños
apretados juntos con tanta fuerza que sus nudillos brillaban blancos. ¿Lo que
había pasado haría que estuviera lo suficientemente desesperada como para
revelarle sus secretos?

La primera vez que se despertó se dio cuenta de que se había ido, había
revisado su dispositivo de rastreo en un ordenador. Había vuelto a ese
hospital psiquiátrico. Por el aspecto de sus manos apretadas y el rostro
pálido, algo en el hospital le había disgustado. ¿Estaba de alguna manera
relacionado con su trabajo como guardia?

El padre Andrew comenzó su homilía, e Ian trató de concentrarse en el


sacerdote en lugar del cuerpo celeste junto a él.

—Como ustedes saben, nunca revelo nada de lo que oigo en confesión,—


empezó el padre Andrés. —Pero me gustaría hablar esta noche sobre un hilo
común que he escuchado muchas veces, y cada vez que lo escucho, me duele
en gran medida. Muchos de ustedes creen que no merecen la felicidad o el
amor. Sienten que no son dignos.

Ian oyó a Toni respirar con fuerza.

—Mientras que un mortal tiene una corta vida para experimentar


arrepentimiento,— continuó el sacerdote, —un vampiro puede vivir mucho
más tiempo y acumular una mayor cantidad de arrepentimiento y culpa.
Algunos de ustedes creen que han tomado el gran premio en la indignidad,
que no hay esperanza para su alma. Temen que Dios no pueda perdonarles. Y
debido a su propia condena, no son capaces de perdonarse a sí mismos.
Toni se llevó la mano a la boca. Ian vio que sus ojos estaban apretados. ¿Qué
pasaba? Esperaba que no empezara a llorar. No podía soportar ver llorar a
una mujer.

—Conocen sus errores del pasado, sus errores,— dijo el padre Andrés. —
También deben saber esto, que siguen siendo hijos del Padre celestial, y su
Padre, les ama.— Un pequeño ruido proveniente de Toni sonó como un
quejido ahogado. —No creo que sean indignos del amor, porque Dios os ama.
Y no dejéis, podéis perdonaros a vosotros mismos

Toni se levantó y salió corriendo por la puerta de atrás.

Ian se quedó mirando la puerta cerrada. Maldita sea el infierno. ¿Por qué
estaba tan enfadada? Él había visto a su archivo personal. Ella sólo tenía
veinticuatro años de edad. Su peor delito fue una maldita multa de tráfico.
Era un ángel en comparación con los vampiros de sangre en esta sala,
incluido él mismo.

El padre Andrew zumbaba y siguió y no mostró signos de detenerse en


cualquier momento pronto. Y Toni estaba fuera en alguna parte, llorando.

Se deslizó por la puerta y siguió el sonido de su llanto. Estaba sentada en la


sala de refresco, doblaba con el rostro entre las manos.

—¿Toni, estás bien?— Pregunta estúpida, se reprendió. La muchacha estaba


llorando.

Se incorporó y se secó la cara. —Estoy bien.

—¿Qué pasa? ¿El sacerdote no te sienta bien?

—Estoy segura de que tiene buenas intenciones.— Se puso de pie y caminó


hacia la mesa de comida mortal. —Estoy segura que tiene razón sobre el
perdón, pero...

Ian se acercó a ella. —Pero, ¿qué?

—Yo nunca… he sido capaz de perdonarme a mí misma.

—Chica, ¿qué podrías, posiblemente, haber hecho? Eres tan joven y tan...
inocente.
Se volvió hacia él, y él hizo una mueca al ver sus mejillas llenas de lágrimas.
—Yo… yo dejé que mi abuela muriera.

No había esperado eso. —Debió haber sido un accidente.

—No era mi intención que eso ocurriera.— Las lágrimas fluyendo por su
rostro.

No podía soportarlo, así que la tomó en sus brazos y le frotó la espalda. —


¿Qué pasó?

—Estaba en la escuela media, y para entonces, la salud de mi abuela no era


muy buena. Aprendí a hacer las tareas. Y estaba acostumbrada a levantarme
por la mañana, y preparar mi almuerzo, y tomar el autobús. Siempre
abrazaba a la abuela antes de irme.

Ian pudo ver que Toni había aprendido a ser fuerte e independiente a una
edad temprana.

—Una noche, la abuela tenía problemas para dormir. La escuchaba un


montón. Pero aquella mañana, cuando fui a decir adiós, estaba durmiendo
bien. No quería despertarla, así que me fui a la escuela. Pero cuando llegué a
casa esa tarde, todavía estaba allí.— Toni dio un paso atrás y tomó una
servilleta de la mesa para limpiar su cara, pero las lágrimas seguían llegando.
—Murió mientras yo estaba fuera.

—Cariño, murió de forma natural. No es culpa tuya.

—Pero sabía que había estado enferma la noche anterior. Sigo pensando en
que debería haberlo hecho de otra manera. Si hubiera llamado al 911 por la
mañana, podría haber vivido. Incluso mi madre me dijo que había hecho un
pésimo trabajo cuidando de ella. No me dejó vivir con ellos después de que la
abuela muriera. Me envió a un internado.

Ian hizo una mueca. —Chica, sin ofender, pero tu madre es un maldito culo.

Toni parpadeó.

Al parecer, su observación la había tomado por sorpresa. —Puedes creerme.


Soy un poco experto cuando se trata de las madres. Tenía quince años cuando
me transformé. Pensé que podría volver a casa, pero mi madre no me aceptó.

Toni abrió mucho los enrojecidos ojos. —¿Por qué no?


—Ay, ¿cómo te lo explico? Era una criatura monstruosa del infierno. Temía
que si tenía un poco de hambre de madrugada, podría masacrar a mis
hermanos y hermanas más jóvenes.

—¡Eso es ridículo! Cualquier persona que te conoce sabe que nunca podrías
lastimar a alguien que amas.

Su declaración llenaba su corazón. Y la forma en que sus ojos brillaban de


furiosa indignación, pensó que nunca había visto una mujer más hermosa. —
Agradezco la fe en mí.— Dio un paso más cerca de él. —¿Estás bien ahora?

Ella se sonó la nariz en la servilleta. —Creo que sí. Lo siento mucho. He sido
una ruina emocional, últimamente, y me sigo viendo en mi peor momento.

—No, creo que estás en el mejor.

Ella le dirigió una mirada dudosa. —¿Con los ojos llorosos y la nariz roja?

Quería besar sus ojos llorosos y la nariz roja. —En realidad, me refería a tu
corazón compasivo.

Ella soltó un bufido. —No me siento muy compasiva. Estaba pensando que tu
madre era un maldito culo.

Se rió entre dientes. —Por lo menos los dos sobrevivimos.

—Ya sabes, cuando te conocí, pensé que éramos totalmente diferentes. Vivos,
muertos. — Se señaló a sí misma, y luego a él. —Moderno, pasado de moda.
Inteligente, no tan inteligente.

—¿Perdona?

Ella sonrió. —Estoy bromeando. Pero estaba equivocada. En realidad,


tenemos mucho en común.

—¿Quieres decir nuestras madres sin corazón?

—Más que eso. Compartimos las mismas preocupaciones y temores. Que no


somos dignos. Que vamos a fallarle a alguien que amamos.— Su rostro se
entristeció de nuevo.

Él le tocó la cara y alisó el pulgar sobre su mejilla húmeda. —¿Tienes más


profundos y oscuros secretos que decirme?

—Me temo que sí.

—Ay, eres tan profunda.

—Y oscura.— Sonrió. —Gracias. Me siento mucho mejor ahora.

—¿Me darás tu nombre completo?

Ella dio un respingo. —Eso es demasiado oscuro.

—Chica, no puede ser tan malo.— Le tocó la otra mejilla, por lo que su cara
fue acunada en sus manos. Podía oír el corazón acelerado. Se acercó más.

Ella no retrocedió.

Pasó el pulgar a lo largo de su mandíbula. Su boca se abrió ligeramente, y se


humedeció los labios. Ah, quería sentir eso. Deslizó el pulgar por encima de
su labio inferior, deslizándose sobre la humedad. Ella respiró fuerte.

—Tus ojos son de color rojo otra vez,— susurró.

—Lo sé.— Se acercó hasta que su pecho estaba junto al suyo.

Su mirada se desvió hacia su boca. La servilleta se le cayó de las manos y


cayó al suelo. Poco a poco, levantó una mano, entonces tocó el hueco en la
barbilla.

Era simple movimiento, pero él lo interpretó como un permiso. Había


pulsado el botón Sí, y eso era lo que importaba. Al diablo con las reglas, al
infierno con la razón.

Mantuvo su rostro y la besó suavemente una vez, dos veces. Se inclinó hacia
él, y su pasión se desató con un beso salvaje, devorador. Él la atrajo hacia sí,
con una mano en la parte posterior de su cuello, el otro en la cintura. Tiró de
ella tan cerca, que sus pies salieron de la tierra. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su cuello y le devolvió el besó.

Un hambre que había mantenido restringido por las noches se desató. No


podía probar suficiente. Sus labios, su lengua. Asimismo, exploró la boca y la
mordió en los labios. Ella era dulce, estaba temblando, la estaba agarrando
tensamente. Y quería más. Se sentía como si él la hubiera querido desde hacía
siglos.

Los besos cayeron por el cuello, luego le hizo cosquillas con la lengua en el
camino a la oreja. Ella se estremeció.

—Toni—, susurró, y luego puso su lóbulo de la oreja en la boca.

Ella gimió y le pasó los dedos en el pelo. —Ian.

Le alisó las manos por la espalda, y luego le tomó la parte inferior y la apretó
suavemente. Volvía a su boca para besar más cuando oyó a alguien aclararse
la garganta.

Se quedó paralizado. Se congeló con las manos firmemente plantadas en las


nalgas de Toni. Esto era malo. Miró por encima del hombro. Connor estaba en
la puerta. Había evitado su rostro, pero su mandíbula estaba cambiando ya
que apretó los dientes.

Ian lanzó a Toni y dio un paso atrás. Ella lo miró, y luego a Connor, los ojos
muy abiertos.

Ian se aclaró la garganta. —Esto fue culpa mía. Asumo toda la


responsabilidad por ello.

—No—, susurró Toni y sacudió la cabeza.

—Hablaré contigo en privado, Ian.— Connor se volvió y se dirigió por el


pasillo.

Trató de dar a Toni una sonrisa tranquilizadora. —Ya vuelvo.

No parecía muy tranquila. Corrió por el pasillo para ponerse al día con
Connor. A medio camino hacia el vestíbulo, Connor abrió una puerta a una
sala de conferencias. —Aquí será.

Ian miró hacia atrás. La gente salía de la capilla y vagaba en la cantina.


Esperaba que Toni fuese a estar bien.

—Cierra la puerta detrás de ti,— dijo Connor en silencio mientras marchaba


al final de una larga mesa de conferencias.

Ian cerró la puerta. —Pido que no reprendas a Toni. La instigué, el incidente...


y asumo toda la responsabilidad por ello.
—¡Qué noble! No podría esperar menos de ti.— Connor se detuvo en la
cabecera de la mesa y puso una mano en el respaldo de una silla. —Pero no
nací ayer. Fue bastante obvio que ella no estaba "siendo obligada‖.

Un estremecimiento atravesó a Ian, y ahogó una sonrisa. Es cierto que había


estado dispuesta. Más que dispuesta.

Ella le había besado. Había gemido con placer. Ella lo quería. Y él quería
gritar de alegría.

—Rompió las reglas deliberadamente.— Connor se frotó la frente. —No


tengo más remedio que despedirla.

—¡No!— Ian caminó hacia él. —Estaba llorando cuando la encontré. Estaba
muy alterada, y yo me aproveché.

—Ian.— Connor lo miró con severidad. —¿Que te ha pasado últimamente?


Has vuelto en menos de una semana, y tienes una turba de mujeres que te
acosan. Cientos de llamadas telefónicas y correos electrónicos. Mujeres que
acampan en las aceras. He oído que tuviste cincuenta citas con mujeres en
una noche, y luego hubo aquella entrevista.

—Las cosas se han puesto un poco fuera de control, pero…

—¡Más que un poco!— Los ojos de Connor brillaron con el enfado. —No es
suficiente, ¿que cientos de mujeres se te estén lanzando? ¿Por qué quieres
seducir a la mujer que no puedes tener? ¿Es porque está prohibido?

—No. Vigilé el harén de Roman durante cincuenta años. Nunca me he


comportado mal con ninguna de ellas. Toni es... diferente. Especial.

—Desempleada,— agregó con ironía Connor.

—No la puedes despedir. La necesitamos.

—¡Maldita sea, Ian!— Connor golpeó con su puño en la parte posterior de la


silla. —¿Cómo puedes esperar que ignore las reglas?

Ian tomó una respiración profunda. Tenía que salir con algo rápido, o Connor
podría hacer que le borraran esta noche la memoria. —¿Qué pasa si los
Malcontents ya saben que está trabajando para nosotros? Si la despides y
borras su memoria, estaría totalmente indefensa ante un ataque.
Connor frunció el ceño. —Tienes un buen punto, pero está basado en una
suposición.

—No podemos jugar con su vida. Ha estado haciendo un excelente trabajo


para nosotros, y todavía puede hacerlo. No interferiré con sus deberes.

Connor se alejó, sumido en sus pensamientos. —La contraté por un período


de prueba de dos semanas. Podría dejar que completara las dos semanas
antes de tomar una decisión final.— Miró a Ian. —¿Puedes mantener tus
manos fuera de ella durante otra semana?

Él no estaba seguro de poder hacerlo durante treinta minutos. —Puedo


intentarlo.

—¿Intentarlo? ¿No has oído hablar de moderación, hombre?

Ian apretó los dientes. Cuanto más le decía que no podría tener a Toni, más la
deseaba.

Connor suspiró. —Retrasaré mi decisión durante una semana.— Él se dirigió


hacia la puerta. —Mientras tanto, si tienes cariño por la muchacha,
malditamente la dejarás en paz.

—Realmente me preocupo por ella, pero... ¿No entiendes cómo me siento?


¿Nunca has sentido el ardor del deseo?

Una mirada triste, apareció en el rostro de Connor. —Sí, es feroz. Se enfurece


como un reguero de pólvora, pero te deja con nada más que cenizas.— Salió
de la habitación.

¿Qué le había pasado a Connor para hacerlo tan pesimista? Ian sabía que una
relación entre un mortal y vampiro rara vez funcionaba. Con el tiempo se
separan o el mortal accede a cambiar con él. Shanna había accedido a ser un
vampiro en el futuro. ¿De verdad quería involucrar a Toni en una relación en
la que tendría que chuparla y dejarla seca hasta que estuviera muerta, por lo
que él podría cambiarla?

Connor estaba en lo cierto. Si realmente se preocupaba por ella, que lo hacía,


la dejaría ser ella. La dejaría encontrar el amor con su propia especie. Y él se
quedaría en busca del amor entre los vampiros.

***
—¿Qué pasa?— Preguntó Shanna.

Toni suspiró. Sabía que parecía un desastre. ¿Cómo Ian la había encontrado
atractiva? Llenó un plato con los cubitos de queso, palitos de zanahoria y
brócoli, y qué demonios, unas galletas de chocolate. —Estoy haciendo mi
personificación de Rudolph-el-reno-de-la-nariz roja.

Shanna le entregó un vaso de ponche. —¿Estás contenta con tu trabajo aquí?

—No.— Ella mordió una galleta.

El comedor de la iglesia se iba llenando rápidamente con los feligreses. Toni


odiaba a todos los que la vieron con los ojos hinchados, rojos, pero no quería
correr todavía. Todavía tenía que hablar con Ian. —Tengo una amiga que está
en el hospital. Acabo de llegar de visitarla, y era toda sonrisas mientras estaba
allí, pero ahora...

—Ahora la tensión te ha alcanzado,— observó Shanna. —Lo siento mucho. Si


necesitas algo de tiempo libre, estoy segura que lo podemos arreglarlo.

—Eres muy amable.— Desgraciadamente, podría haber un montón de tiempo


libre muy pronto. Connor iba, probablemente, a despedirla. Despedida por
besar a un vampiro. ¿Quién hubiera sabido que su vida pudiera ser tan
atrevida? Pero había sabido que iba contra las reglas.

¿Lo haría otra vez? En un santiamén.

Había sido el beso más espectacular de su vida. No uno de esos torpes como
los que había tenido en el pasado donde había pasado todo el beso
preguntándose si lo estaba haciendo bien, o deseando como el infierno que el
hombre supiera cómo hacerlo correctamente. No había habido un deseo o
preguntas. Simplemente había sido barrida en un aturdimiento glorioso por
la pura sensación. Era el tipo de beso que siempre había soñado.

E Ian era el héroe romántico que siempre había soñado. Fuerte, pero
vulnerable dulcemente. Una mezcla entrañable de orgullo e incertidumbre.
Lo suficientemente audaz para darle un beso y condenar las consecuencias.
Apasionante, noble, inteligente, sexy, perfecto en todos los sentidos. Excepto
uno. Era un vampiro.

—Shanna, ¿puedo hacerte una pregunta personal?


—Seguro.

—Me pregunto cómo... bueno, ¿Es difícil una relación con un vampiro?

—Ah.— Shanna bebió un poco de ponche. —Supongo que depende de los


vampiros. Yo tuve suerte con Roman.

Ella miró a su alrededor, y Toni podría decir el instante en que vio a su


marido. Sus ojos se suavizaron. Roman debió haber sentido su mirada o le
oyó decir su nombre, porque se alejó de su conversación con el padre Andrés
y le sonrió.

—Es el amor de mi vida,— susurró Shanna. —Y Constantine, también. Estoy


totalmente sorprendida por ellos.

—Pero ¿cómo manejar las diferencias de horas?

—Tino y yo nos quedamos horas más tarde. Nos mantenemos hasta la una
más o menos de la mañana, por lo que podemos pasar tiempo con Roman.
Luego, dormimos hasta tarde por la mañana. Tomo citas como dentista de las
tres de la tarde hasta las nueve de la noche, para que pueda ver tanto a
mortales y a vampiros. Es un poco desafío, encajando en la familia y una
carrera, pero es así para todas las mujeres, así que no creo que mi situación
sea tan extraña.

—Veo lo que quieres decir.— Toni sumergió un pedazo de brócoli en salsa


ranchera y se lo llevo a la boca.

—Entonces, ¿en cuál vampiro estás interesada?

Ella casi se atragantó. Sus ojos se humedecieron, y bebió un poco de ponche.


—Yo no he dicho eso.

Shanna sonrió. —No importa. Creo que sé quién es.

—Fue una pregunta hipotética,— insistió Toni. —Me estaba preguntando


cómo un vampiro y un mortal podrían hacer que funcione, y, obviamente, tú
y Roman lo estáis haciendo bien, así que te pregunté. Eso es todo.

—Uh-huh.— Shanna le dio una mirada de complicidad. —Bueno,


hipotéticamente hablando, creo que es un gran tipo, y que sería una locura
que lo dejaras pasar.
Toni se preguntó si se refería a Ian, pero no se atrevió a preguntar. —No
quiero ser decepcionante, pero no veo cómo puede durar, no cuando el
mortal continúa envejeciendo, y el vampiro no lo hace.

Shanna asintió con la cabeza. —Fue una decisión difícil, y no una que tomé a
la ligera.— Ella frotó una mano sobre el bulto en su segundo hijo que estaba
creciendo. —He decidido cambiar con el tiempo, pero quería esperar a que
los niños estuvieran un poco más grandes.

Toni jadeó. —¿Va a ser uno de ellos?

Los ojos de Shanna brillaron de alegría. —Oh, ¡da miedo! No son monstruos,
ya sabes. Me doy cuenta de que podría llevar un tiempo que puedas ver eso.
Me tomó un tiempo. Bueno, sólo una semana.— Ella se rió. —Me enamoré de
Roman muy rápido.

Toni podía relacionarse con eso. Había algo muy especial en Ian. Él la había
intrigado desde el principio. Y ella se podía reconocer en él. Si él tenía que
llegar a cuatro afirmaciones mañana, ella se imaginaba que serían idénticas a
la suyas.

—Me siento tan afortunada de ser parte de su mundo,— continuó Shanna. —


Tengo el mejor esposo y un pequeño maravilloso muchacho...

—¡Se ha ido!— Llegó un grito desde el pasillo, junto con el sonido de la


carrera. Radinka se detuvo en la puerta, respirando con dificultad. —¡Tino!
¡Se ha ido!

Roman se dirigió hacia ella. —¿No está en la guardería?

—Oh, Dios mío.— Shanna derramó el ponche mientras dejaba la taza. Ella
corrió hacia Radinka. -¿Qué pasó?

—No sé. Sólo me di la espalda durante un segundo. Yo no…

—Dougal, Phineas, id a ver…— Roman comenzó a dar la orden, pero los dos
guardias habían avanzado hacia la puerta.

—Me quedo con el ala este. Toma la oeste,— gritó Dougal a Phineas.

—Avisad a Connor,— gritó Roman detrás de ellos. —¡Y a Howard!


Todos los otros vampiros y el Padre Andrew salieron corriendo de la
habitación para ayudar con la búsqueda.

—Oh, Dios mío.— Shanna se agarró del brazo de Roman. —¿Y si lo


secuestraron? ¿Qué pasa si los Malcontents…?

Él le apretó el hombro. —No entres en pánico todavía. Podría haber sólo


levitado y se subió por encima de la puerta.

—Le he dicho un millón de veces que no lo haga,— dijo Shanna.

—A partir de ahora, colocaré un guardia en la guardería,— dijo Roman en


silencio. —Voy a comprobar el estacionamiento.

Shanna palideció. —No vayas solo. Esto podría ser una trampa.

Roman salió por el pasillo, gritando a Connor. Shanna y Radinka se


dirigieron por el pasillo, gritando el nombre de Constantine.

Una ola de pánico congeló a Toni. ¿Los Malcontents podrían secuestrar a un


niño? Si se teletransportan lejos con Tino, ¿cómo lo encontraría Roman? Ojalá
pudiera hacer algo para ayudar, pero no sabía qué.

Por primera vez, en realidad deseaba ser un vampiro para poder avanzar más
rápido y pelear mejor.

Se adelantó y pisó algo. Era la servilleta que había caído antes de besar a Ian.
Se inclinó para recogerlo y vio algo extraño. El mantel se había movido.

Cuando los gritos de Constantine crecieron más tenues en la distancia, Toni


oyó un pequeño ruido, se quejaba.

Rodeó hacia la parte posterior de la mesa y se dejó caer de rodillas. Levantó el


borde inferior del mantel. Constantine se quedó sin aliento. Estaba abrazando
sus rodillas a su pecho, y sus mejillas rosadas estaban mojadas por las
lágrimas.

—Tino,— susurró. —¿Cómo has llegado hasta aquí?

—No sé,— gimió y se cubrió el rostro. —Mami va a estar enfadada conmigo.

—Cariño, no.— Toni le sacó de debajo de la mesa y lo sostuvo en sus brazos.


—Están asustados. Tenemos que decirles que estás bien.
—¡No!— Tino le agarró los hombros. —Mi mamá me dijo que no saliera de la
guardería. Estará enfadada conmigo.

—Ella sólo suena molesta porque está muy asustada. Créeme, estará
encantada de saber que estás bien.

Él sollozó. —¿No se van a enfadar?

—No, cariño. Te quieren mucho.— Toni se levantó, todavía con el niño, y


luego entró en el pasillo. —¡Está aquí! ¡Tino está bien!

Los vampiros lo oyeron en primer lugar, Dougal y Phineas se acercaron hacia


ella. Connor, Ian, y Roman llegaron hacia ellos a los pocos segundos.

—¡Papá!— Tino llegó a Roman, lo agarró y lo mantuvo apretado.

Los otros vampiros regresaron con Howard Barr y el Padre Andrew a la zaga.
Hubo gritos de alegría y palmadas en la espalda.

—¿Tú lo encontraste?— Preguntó Roman a Toni. —No puedo agradecértelo


lo suficiente.

—¡Así se hace, Toni!— Phineas le dio un máximo de cinco.

—Bien hecho.— Connor asintió con la cabeza hacia ella.

Ella sintió su calor crecer. ¿Iba a despedirla ahora? Echó un vistazo a Ian. La
pasión estalló en sus ojos, y luego se alejó.

—¡Constantine!— Shanna corrió hacia ellos, seguida por una Radinka


jadeando.

Roman se acercó rápidamente a ellas, y Shanna se arrojó a su marido,


intercalando a su niño entre ellos.

—Gracias a Dios.— Shanna lo abrazó muy fuerte.

—Estaba muy asustada—. Los ojos de Radinka se llenaron de lágrimas. —


Nunca me lo perdonaría si algo te pasara.— Tocó la mejilla del niño.

Todos caminaron de regreso a donde la multitud se reunió.


—¿Quién lo encontró?— Preguntó Shanna. —¿Dónde estaba?

—Toni,— respondieron los vampiros a la vez, y le sonrieron.

Su corazón se expandió con una sensación de calor. Por primera vez en su


vida, sentía que pertenecía a una familia entera.

—Oh, gracias.— Shanna la abrazó.

—Tenía miedo de que estuvieras enfadada con él,— susurró Toni. —Lo he
encontrado escondido debajo de la mesa.— Hizo una seña con la cabeza hacia
la sala de recreo.

—¡Oh Dios mío!— Soltó Shanna hacia su hijo. —¿Cómo llegaste allí sin que
nadie te viera?

—No sé. ¿Puedo tener una galleta?

—Tino,— dijo Roman en silencio. —Te he dicho que no abandonaras la


guardería tu solo.

—No era mi intención.— Constantine se limpió la nariz. —Estaba pensando


en ti y en mamá y lo mucho que quería estar con vosotros. Entonces estaba
muy oscuro, y no podía ver nada. Entonces estaba allí detrás de la mesa, y me
caí porque estaba mareado. Y entonces oí gritar a todo el mundo, y pensé que
estebáis enfadados conmigo.

—Oh, Dios mío.— Shanna presionó una mano en la boca.

—¿Todo se volvió negro?— Preguntó Roman a su hijo. —¿Estabas en la


guardería, y de repente estabas aquí?

Cuando Constantine asintió con la cabeza, todo el mundo intercambió


miradas sorprendidos.

—Tino, se teletransportó.— Roman miró a todos y sonrió. —¡Mi hijo puede


teletransportarse!

Los vampiros vitorearon. Toni se quedó boquiabierta.

A Shanna le faltaba el aire, con el rostro muy pálido. —Oh Dios, esto es
terrible.
—¿Estás enfadada conmigo, mamá?— Preguntó Constantine.

—No, no.— Ella lo abrazó, y luego dio a su marido una mirada. —¿Puedes
enseñarle a controlar esto?

—Sí,— le aseguró Roman. —Estará bien.

—Ven.— Radinka escoltó a Shanna al salón comunitario. —Creo que será


mejor que te sientes.

Shanna dio un respingo. —¿Un niño pequeño puede desaparecer a voluntad?

Todo el mundo estaba presente en la sala comunitaria, y Roman estableció a


su hijo junto a Shanna. Volvió a los pocos segundos con platos de comida
para los dos. Constantine comía feliz las galletas.

Radinka miró a su alrededor. —¿Dónde está Gregori?

—No lo he visto,— dijo Toni.

Radinka resopló. —Ese sinvergüenza. Me dijo que iba a venir a la iglesia.—


Se dirigió a la mesa mortal para llenar un plato con comida.

Toni caminó hacia Ian. —¿Todavía estoy trabajando?

Ian miró a Connor, que estaba ocupado felicitando a Roman. —Sí, por ahora.
La decisión final se tomará en una semana.

Toni exhaló con alivio. Una semana sería suficiente tiempo para rescatar a
Sabrina. Entonces estaría bien si perdía su trabajo. Sin embargo, todavía temía
que su memoria fuese borrada. Carlos podía rellenar los hechos, pero no
podía decirle lo que había sentido cuando había vivido con los vampiros. Se
olvidaría de lo maravilloso que había sentido ser parte de su familia. Y se
olvidaría de Ian.

—Si pierdo este trabajo, puedo vivir con eso. Pero no quiero perder mi
memoria.

Ian frunció el ceño ante sus zapatos. —Haré lo que pueda por ti. Pero sería
mejor para nosotros no estar solos.

Toni tragó saliva. Él estaba dando marcha atrás. ¿Lo está haciendo para salvar
su trabajo? ¿O el beso no significaba mucho para él? Podría haber jurado que
había un montón de pasión.

—Todavía tengo que hablar contigo.

Miró a Connor. —Este no es un buen momento. Yo… le prometí a Vanda que


iría al club esta noche.

Apretó los dientes. —¿Todavía estás buscando a la mujer vampiro perfecta


para compartir la eternidad?

Maldijo por lo bajo. —Nunca he mentido, Toni. Dije desde el principio que
quería un vampiro.

—De acuerdo. Porque son muy superiores.

—Se adaptan mejor,— la corrigió.

—Está bien. Pero aún necesito tu ayuda con algo realmente importante.
Cuando alguna vez encuentres tiempo en tu apretada agenda de citas,
házmelo saber.— Se marchó de la sala antes de que sucumbiera al impulso de
abofetear su hermoso rostro.
Capitulo 16

J edrek Janow se ocultó detrás de un gran arce, en los terrenos de


Romatech. Había dado instrucciones a Yuri de aparcar a una milla de
distancia de la puerta de entrada. Entonces se habían teletransportado a los
terrenos y pasaron rápidamente por los bosques al edificio principal.

— El aparcamiento está totalmente cubierto de cámaras de vigilancia, —


susurró Yuri.

Él se agachó al lado de Nadia detrás de un arbusto coronado de nieve. — Y


los guardias hacen un barrido a través del bosque cada quince minutos. No
podemos quedarnos mucho tiempo.

— No lo necesitamos. — Jedrek miró el número de coches en el aparcamiento.


Había más Vampiros aquí de lo que había esperado. — ¿Son adictos al trabajo
o celebran una orgía?

— Tienen un sacerdote mortal que realiza una misa para ellos el domingo por
la noche, — dijo Yuri.

— ¿Y se te olvidó mencionármelo? — Jedrek chirrío con sus dientes


apretados.

— Pensamos que habían parado, — protestó Yuri. —Se detuvieron por un


tiempo. Volamos su última capilla en agosto.

Así que los dulces y pequeños idiota chupa botellas habían vuelto a ir a la
iglesia otra vez. Le dieron ganas de vomitar. — Espero que estén rezando por
su salvación. Lo necesitarán. — Echó un vistazo a la bolsa de lona de Yuri. —
Ten el RPG preparado.

— Sí, Maestro. — Yuri desabrochó la bolsa y con cuidado quitó el lanzador de


cohetes. Cargada con una granada.

— Escuché que los Vampiros tienen una fiesta después de la misa, — susurró
Nadia. Dan a conocer el Chocolood barato.

— ¿Y cómo lo sabes? — Preguntó Jedrek suavemente.


Ella lo miró con cautela. — Nunca fui. Fue algunas de las otras chicas del
aquelarre. Tenían curiosidad.

— Vacas estúpidas, — se quejó Jedrek. — ¿Dime, Nadia, alguna vez has visto
a un vampiro quemarse hasta la muerte?

Ella sacudió su cabeza.

— Contésteme.

— No, Maestro. No lo hice.

— Estás en un tratamiento especial. Más tarde me mostrarás tu gratitud esta


noche.

Ella se abrazó sus rodillas contra su pecho. — Sí, Amo.

Él sonrío. Ella se doblaba a su voluntad ahora.

Yuri levantó la granada autopropulsada a su hombro. — Lista.

— Bueno. Vamos a esperar a que regresen a sus coches, luego explotaremos


algunos de ellos, — dijo Jedrek. — Cuando los sobrevivientes corran por
todas partes como pequeños ratones asustados, localizaremos a MacPhie o a
Draganesti y obtendremos la información que necesitamos.

Su atención se rompió de vuelta a Romatech cuando la puerta se abrió de


golpe.

Una figura solitaria salió fuera.

— El premio gordo, — susurro Jedrek.— Era Roman Draganesti. Estaba


corriendo por el estacionamiento, buscando desesperadamente algo. — El
idiota está desarmado. — Atrapadlo.

Yuri dejó la RPG y tiró de una cadena larga de plata de su bolsa de lona. Se
envolvió los extremos alrededor de sus manos enguantadas fuertemente.

En ese mismo momento, dos Highlanders empuñando sus espadas zumbaron


hacia fuera por la puerta principal, se dirigieron directamente hacía
Draganesti.
Yuri vaciló.

— ¿Hay algún problema? — Preguntó Jedrek secamente. Reconoció a los


escoceses como Connor Buchanan y Ian MacPhie.

— Ese es Buchanan, — dijo Yuri. — Es el que mató a Sashenka.

— Entonces deberías estar impaciente por vengarla.

Yuri lentamente sacó su espada. — Estaré en inferioridad numérica.

Jedrek hizo rodar sus ojos. Estaba rodeado de cobardes. Desenvainó su


propia espada. — Mantén a Buchanan ocupado. Agarraré a MacPhie y me
teletransportaré lejos con él.

En ese momento, Draganesti se detuvo y ladeó su cabeza hacia Romatech.


Corrió hacía dentro, seguido por los dos escoceses. La puerta se cerró de
golpe.

— Eres tonta, — susurró Jedrek a Yuri. — Tu cobardía arruinó nuestra


oportunidad.

Yuri dejó caer la cabeza.

Nadia tembló. — Hace frío. ¿Podemos irnos a casa ahora?

— Todavía no sé qué ha hecho que Ian MacPhie envejeciera, — se quejó


Jedrek.

— ¿Por qué necesitamos saberlo? — Preguntó Nadia. — Nadie quiere


envejecer.

Jedrek envolvió una mano alrededor de su cuello y apretó. —¿Te atreves a


hacerme preguntas?

— Me equivoqué. Perdóneme, Maestro.

Jedrek la liberó. Su verdadera preocupación era como Draganesti había


logrado invadir su oficina central en Brooklyn durante el día.

Él sólo tenía la sospecha de que el envejecimiento repentino de MacPhie


estaba de algún modo conectado. Quería respuestas. Esta noche.
Después de unos minutos, un coche solitario entró en el aparcamiento. Un
joven surgió del negro Lexus. Jedrek lo reconoció por las fotos que había
estudiado. Era Gregori Holstein, vicepresidente de Romatech y buen amigo
de Roman Draganesti.

— Él sabe sus secretos. — Jedrek se dirigió a Nadia. — Habla con él, distráelo,
entonces Yuri puedes llevártelo.

— Sí, Maestro. — Ella se dirigió hacia el aparcamiento.

Gregori quitó una bolsa negra llena de basura del maletero de su coche.
Estaba cantando para sí mismo, repitiendo dos palabras. Seguir con vida,
seguir con vida. Que apropiado.

— Teletranspórtalo aquí, — ordenó Jedrek. — Quiero un poco de tiempo


con él.

— Sí, Maestro.— Yuri se deslizó hacia el aparcamiento, manteniéndose


humilde.

— Perdón. — Nadia se acercó a Gregori.

Se volvió hacia ella. — ¿Señorita, qué hace usted aquí?

— ¿Es aquí donde tiene la fiesta con comida gratis?

— Sí. — Gregori la miró atentamente. — ¿Está usted bien, señorita?

— Estoy muy… muy hambrienta.— Nadia tropezó a un lado.

Gregori dejó caer su bolsa de basura y la agarró. Yuri cambió detrás de él


para cogerlo, y unos segundos más tarde, ambos se materializaban al lado de
Jedrek.

— ¿Cómo...? — Gregori hizo una mueca cuando Jedrek enrolló la cadena de


plata alrededor de su cuello desnudo. La piel de Gregori chisporroteó donde
la plata le quemó.

— La plata te impedirá teletransportarse lejos.— Jedrek pasó los extremos de


la cadena a Yuri. — Tengo unas preguntas.

— Vete al diablo, — gruñó Gregori.


— Envió un mensaje telepático, — Nadia lo advirtió cuando se les unió en el
bosque.

— Lo he oído. — Jedrek agarró la cabeza de Gregori y se sumergió en un


asalto psíquico rápido y despiadado. Era un truco que había aprendido a lo
largo de los siglos. Por accidente había destruido algunos cerebros antes de
que hubiera perfeccionado su técnica.

Gregori se puso rígido, tratando de resistirse a la invasión, pero era un


vampiro joven, presa fácil para Jedrek. Se extendió por los recuerdos de
Gregori como hojeando un álbum de recortes, hasta que encontró lo que
quería.

Una Vampiresa con una bata blanca corta de laboratorio se dirigía a


Draganesti. — Los resultados son claros, señor, por cada día que tomes la
droga para mantenerte despierto, envejecerás un año. Recomiendo que dejes
de usarlo inmediatamente.

— ¿Es por eso que se volvió canoso? — Preguntó Gregori.

— Plata, — La mujer rubia lo corrigió. — Roman, estoy de acuerdo con


Laszlo. No quiero que tomes más la droga.

— Pero necesitáis ayuda durante el día con el bebé, — protestó Roman.

— Amo, — Yuri susurró. — ¡Ya vienen!

Jedrek notó los guardias que venían por el aparcamiento. Lanzó a Gregori, y
el vampiro se desplomó hacia delante, sostenido por la cadena de plata
alrededor de su cuello. — Empújalo de vuelta al aparcamiento.

Yuri tiró a través de la cadena libre y empujó a Gregori hacia el aparcamiento.


El Vampiro herido fue tropezando hacía los coches aparcados mientras los
guardias zumbaban hacia él.

Jedrek agarró la RPG y la apoyó en su hombro. Seleccionó el coche más


cercano a Gregori y a los guardias vampiros. Rió y apretó el gatillo.

***

Toni estaba sentada en la oficina de seguridad con Howard Barr, meditando


en silencio sobre el comportamiento cabezón de Ian, cuando Howard se puso
en pie.
— ¡Mierda! — Pulsó la alarma, luego corrió al alijo de armas. Se metió una
pistola en su cinturón.

— ¿Qué? — Toni exploró los monitores, pero no podía ver bien sin sus
lentes de contacto.

— ¡Alguien secuestró a Gregori en el aparcamiento! — Howard fue hacia la


puerta cargado con espadas y pistolas.

— ¡Oh Dios mío! — Toni se lanzó sobre su chaqueta y llenó sus bolsillos con
una pistola Taser y algunas estacas de madera.

Su corazón se aceleró. Ya era hora de hacer frente a sus demonios. Corrió por
el pasillo.

Los Vampiros, naturalmente fueron más rápidos, ya habían agarrado las


armas de Howard y habían salido fuera. Shanna estaba en el vestíbulo,
tratando de sostener a Constantine que se retorcía y consolando a Radinka al
mismo tiempo.

— ¡No me importa lo que dijeron, tengo que ir allí! — Radinka se precipitó a


la puerta de la calle.

Toni la agarró allí. — Mantente detrás de mí. — Ella se lanzó hacía la puerta
abierta y salió precipitadamente.

¡Boom! Un coche explotó. Los pedazos de metal y cristal saltaron hacía el


exterior mientras las llamas y el humo se elevan hacía arriba en el cielo
nocturno.

Toni se paró de golpe. Detrás de ella, Radinka gritó. Constantine comenzó a


llorar.

Toni caminó despacio hacía delante. Un ruido extraño, haciendo eco,


zumbaba en sus oídos, haciendo que los gritos y más gritos parecieran estar
lejos, y aunque sabía que tenía que moverse más rápido, su cuerpo no
cooperaba. Un coche estaba en llamas, pero con todos los coches aparcados
cerca, más explosiones podrían ocurrir en cualquier momento. El calor del
fuego lamía su cara. El humo se disipó, y vio cuerpos tirados en el
pavimento.
Algo se rompió dentro de ella, y de repente podía correr. — ¡Ian! —Cargó
hacía delante, sus botas crujían sobre los cristales rotos. ¿Dónde estaba?

—¡Gregori! — Radinka corrió hacía su hijo y se desplomó a su lado. Él


levantó una mano ensangrentada a su rostro.

Toni jadeó, luego tosió cuando el humo invadió sus pulmones. Sus ojos
picaban cuando buscaba desesperadamente una falda escocesa roja y verde.
— ¡Ian!

Él se puso de rodillas en el pavimento lleno de cristales, entonces se levantó


despacio. La sangre corría por sus piernas.

— ¡Ian! — Ella corrió hacía él y gritó cuando se enderezó. Su cara estaba


desgarrada y ensangrentada.

Se aferró a sus hombros. — Oh, Ian. Tu hermoso rostro. — Los pequeños


fragmentos de cristal estaban incrustados en su piel.

— Sé cuidadosa, puedes cortarte, — susurró. — Regresa. No estás segura


aquí.

— No me importa. — Arrancó un trozo de cristal de su suéter.

— Lo siento, fui grosero contigo, — dijo él. — Realmente no quería salir con
nadie más.

— Eso es bueno. — Sus ojos se llenaron de lágrimas. — Me temo que me


estoy volviendo muy egoísta… Deberías preocuparte.

Su sonrisa se veía un poco macabra con toda la sangre en la cara. — ¿Puedes


ayudar a los heridos a volver dentro?

Ella miró a su alrededor y vio que la mayoría de los vampiros se habían


puesto en pie y habían agarrado sus armas.

Con una mueca de dolor, Ian se inclinó para recuperar su espada. — Tengo
que comprobar las tierras. Todavía podrían estar aquí.

— Tú no estás en buena forma para luchar.


— Son sólo heridas superficiales. — Flexionó su mano ensangrentada
alrededor de la empuñadura de su espada. — Dougal, Phineas, ¡vengan
conmigo!

Los tres guerreros ensangrentados se lanzaron hacia los bosques.

Connor levantó a Gregori en sus brazos y se dirigió de nuevo a Romatech,


Radinka corrió junto a ellos. Roman ayudó a Howard Barr a ponerse de pie.

— Puedo caminar. — Howard cojeó hacia la puerta principal con un corte en


una pierna.

Shanna corrió hacia Roman, que todavía sostenía a Constantine en sus brazos.
Con excepción de unos pocos rasguños, Roman parecía estar bien.

— Entra rápido, — advirtió Roman. — Podría haber más explosiones. —A lo


lejos, se oían las sirenas.

Toni se preguntó cómo podrían explicar esto a la policía. Echó un vistazo


alrededor del aparcamiento. Pero no serviría de nada tener espadas o estacas
de madera. Vio una bolsa de basura negra en el suelo al lado de un Lexus
negro.

Echó un vistazo a su interior. ¿Videojuegos? ¿Gregori había traído esto al


trabajo? Todos eran completamente nuevos y estaban sin abrir.

— Tomaré esto. — Dougal agarró la bolsa y anduvo hacia la puerta principal.

— Pero... — Toni saltó cuando Ian apareció de repente a su lado. — ¿Qué


pasa con el saco de los juguetes?

— Un secreto asunto de Santa. — Ian la condujo hacia la puerta. — Los


bosques están despejados, pero sabemos dónde han estado escondidos.

— Sí, hombre. — Phineas se lanzó hacia ellos. — Los malditos cobardes se


teletransportaron lejos.

Toni se estremeció con la sangre en la cara de Phineas. — Vosotros dos


necesitáis asistencia médica.

— Roman y Laszlo pueden arreglarlo, — dijo Ian.


Entraron en el vestíbulo y encontró que todo el mundo se dirigía a la sala de
espera. Toni miró por el pasillo y vio a Dougal con la bolsa de basura de los
videojuegos. Estaba abriendo la puerta del cuarto de los niños.

— Ven. — Ian la introdujo en la sala de espera.

El padre Andrew rezaba con Radinka. Otros estaban sentados en silencio,


como si finalmente la conmoción los hubiera superado.

Connor estaba yendo y viniendo, con Constantine siguiéndole, imitando el


paso de Connor. Cuando el pequeño niño vio a Toni, corrió hacia ella con los
brazos levantados. Ella lo levantó y le dio un abrazo.

— Roman y Shanna están en el quirófano con Gregori, — explicó Connor. —


Él fue el más herido.

— ¿Estará bien? — Toni se dio cuenta de que Constantine había cerrado sus
ojos y se estaba quedando dormido en su hombro.

—Tiene algunos cortes y quemaduras importantes, — dijo Connor, — pero si


lo consigue hasta el amanecer, será capaz de curarse durante su sueño mortal.

La puerta del quirófano se abrió, Roman y Shanna salieron.

— Gregori va estar bien, — anunció Roman, todo el mundo suspiró con


alivio.

Radinka se adelantó. — ¿Puedo verlo?

Roman asintió con la cabeza. —Está consciente. Laszlo le va a poner una


transfusión de sangre.

Después de que Radinka entrara en el quirófano, Roman se acercó hacia


Connor e Ian y bajó su voz. — Malas noticias. Gregori dijo que un Malcontent
se fundió con su mente como un Vulcano, independientemente de cómo sea,
ahora los Malcontents saben de la droga para permanecer despierto.

— Entonces sabrán que tú eres el inventor, — dijo Connor. — Quiero llevarte


a ti y a tu familia esta noche a ocultaros.

Roman frunció el ceño. — Muy bien. Pero primero quiero atender a los
heridos y tratar con la policía.
— Howard puede tratar con la policía. Nos vamos lo antes posible, — ordenó
Connor. Se dirigió hacía Ian. — Estás al cargo aquí.

— ¿Pero qué pasa con el baile de Navidad? — Preguntó Shanna.

Connor se encogió de hombros. — Eso no es importante.

— Por supuesto que lo es, — protestó Shanna. — Todo el mundo va a venir.


Tenemos que hacerlo, Roman.

— Estoy más preocupado por tu seguridad.

— Vamos a estar a salvo, — interrumpió Shanna. — Vienen Angus y Emma.


Y Jean-Luc, Zoltan, Giacomo, todos estarán aquí. Tú no puedes conseguir
nada más seguro que eso.

Roman intercambió una mirada con Connor. — Ella tiene un buen punto.
Tendremos un pequeño ejército aquí.

— Y me niego a dejar que los Malcontents destruyan nuestra Navidad, —


argumentó Shanna. — Si lo cancelamos, parecerá que tenemos miedo de
ellos.

Connor vaciló. — Podrían tratar de infiltrarse en la fiesta. Y tratar de


capturar a Roman porque sabe hacer la maldita droga.

— Es un baile de disfraces, — dijo Shanna. —Tendrían problemas para


reconocerlo. — Su rostro se iluminó. — ¡Ya sé! Tenemos cien trajes de Papá
Noel. Todos los hombres pueden llevar el mismo traje. Esto va a confundirlos
totalmente.

Roman sonrió. — Me gusta.

¿Un centenar de trajes de Santa Claus? Se preguntó Toni. ¿Por qué un grupo
de Vampiros tiene disfraces de Santa? ¿Estaba de alguna manera relacionado
con lo que Ian había llamado el asunto secreto de Santa?

Connor asintió lentamente. — Es tan loco que posiblemente funcionará. Pero


aún así nos marchamos esta noche. Vendremos de nuevo el martes.

— De acuerdo. — Roman llegó a la mitad de camino de regreso al quirófano


cuando Dougal abrió la puerta de la sala de espera.
— Roman, la policía está aquí.

— Howard lo arreglará, — dijo Connor. —¿Dónde está?

— Laszlo está vendando su pierna. — Roman miró al interior del quirófano.

— ¿Howard, has terminado? La policía está aquí.

— Estoy en ello. — Howard cojeó a través de la sala de espera para unirse a


Dougal en el vestíbulo.

La mirada de Roman vagó por los Vampiros en la sala de espera. — Phineas,


tú eres el siguiente. — Se dirigió hacia el quirófano con Phineas siguiéndole.

— Vamos, Connor. Miraré esos cortes. — Shanna introdujo al Escocés en el


quirófano.

— Tú eres dentista, no médico, — se quejó Connor.

— Si puedo quitar dientes, también puedo sacar los cristales de tu cara. —


Ella lo empujó dentro y miró hacia atrás. — Tú eres el siguiente, Ian.

Toni hizo una mueca. — Eso va a ser divertido.

Radinka, salió del quirófano con una sonrisa. — Gregori va estar bien. Quiero
aprovechar, y ponerlo a dormir en la cama. — Ella tomó a Constantine
durmiendo en sus brazos y dejó la habitación.

— Tú deberías dormir un poco, también, — dijo Ian a Toni. — Has tenido un


día difícil.

— No ha sido todo malo. — Su mirada vagó a su boca. Entre la terrible visita


al hospital y la horrible explosión en el aparcamiento, allí había también un
beso glorioso.

Con suerte, Ian sabía a lo qué se refería, ya que no la desafió a mencionarlo en


un espacio lleno de Vampiros con un oído súper desarrollado.

Él dio un paso más cerca. — ¿No lo lamentas? Lo llamaste un error al


principio.

— Estaba confundida. Todavía estoy confundida. — Ella sacudió su cabeza.


— No sé qué hacer con todo esto. Y todavía tengo que hablar contigo. Es
realmente importante.

— ¿Estarás lista para contarme todos tus secretos?

— Después de que atiendan tus cortes.

— Estoy bien. — Miró alrededor de la sala. – No, aquí. Vamos.

Él se la llevó de la habitación.
Capitulo 17

I an venía a zancadas por el pasillo. —¿Señoras y señores?

—¿Me disculpan?— Preguntó Toni.

—¿Cuál baño prefieres? Quiero lavarme un poco.

— Oh. El de señoras, supongo. Si no tienes inconveniente.

Sonrió. —Siempre que esté vacío—. Abrió la puerta del baño de señoras. —
¿Hola?

Toni lo siguió dentro y miraron bajo los compartimientos.

—Romatech está bastante vacío el domingo por la noche. Sólo unas personas
vienen a reunirse. — Abrió un grifo de agua y se lavó las manos en el lavabo.

Ella se paró detrás de él. —No te proyectas en el espejo. Puedo verme como si
no estuvieras ahí. Es tan escalofriante.

—Gracias.— Ahuecó agua en las manos y la salpicó en su cara. La sangre se


arremolinó alrededor del lavabo. —Ahora dime tus secretos.— Tomó unas
toallitas de papel del dispensador y los apretó en su cara.

—Cuidado, — le advirtió. —No quieres empujar aún más el cristal.

—Obviamente no puedo ver lo que estoy haciendo. — Tiró las toallas a la


basura.

—Aquí, déjame a mí.— Retiró algunas toallitas de papel y las dobló en una
almohadilla. Entonces tocó con cautela la frente.

— ¿Tus secretos?

—Bien.— Arrancó un fragmento de vidrio del pelo y lo tiró en la basura. —


Después de que mi abuela muriera cuando tenía trece años, me mandaron a
un internado en Charleston. Fui miserable hasta que encontré a Sabrina.

—¿Tu compañera de apartamento?


—Sí. Ella vino a la escuela después de que ambos padres murieran en un
pequeño accidente de avión. Era hija única, así que estaba realmente sola. Al
principio pensaba que era bueno que hubiera alguien allí que fuera más
miserable que yo. Pero entonces conseguí conocerla, y llegamos a ser las
mejores amigas. Más como hermanas, realmente.

—Sí.— Ian podía relacionarlo. Connor y Angus siempre habían sido como
hermanos mayores para él.

Toni tiró las toallitas de papel manchadas de sangre a la basura e hizo una
almohadilla fresca. Tocó ligeramente sus mejillas. —Sabrina y yo planeamos
un plan maestro para nuestro futuro, y hemos estado trabajando en él
durante años. ¿Sabes cómo algunas celebridades adoptan los niños de países
extranjeros?

—Sí.

—Planeamos hacer eso en una escala más grande. Abriremos un orfanato con
un ambiente verdaderamente adorable, como la familia que siempre
deseamos. Y rescataremos a los niños alrededor del mundo. He estado
estudiando negocios y sociología así que puedo abrir el orfanato, y Sabrina
conseguirá un master en educación así que puede abrir la escuela. Y Carlos ya
tiene a algunos huérfanos para nosotras.

Esto no era lo que Ian había esperado. Era una tarea inmensa. —Necesitará
mucho dinero.

Toni enjuagó con cuidado el mentón. —Los padres de Sabrina le dejaron una
herencia inmensa. Ochenta y cinco millones.

Las cejas de Ian subieron.

—Ella sólo puede heredar la cantidad una vez se gradué en la universidad.


Sus padres no deseaban que fuera un bebé inútil con fideicomiso.

Ian cabeceó lentamente, aunque su mente estaba confundida. ¿Si Toni tenía
esos grandes planes, por qué estaba aquí, trabajando como guardia? Y
ciertamente no pensaba permanecer. Sería terriblemente egoísta por su parte
tratar de mantenerla aquí cuando tenía un plan tan noble para su futuro.
—Todo iba según lo planeado hasta el domingo pasado, — continuó Toni. —
Sabrina fue atacada en Central Park. Acabó en el hospital con las costillas
astilladas, contusiones, y…marcas de mordiscos.

Ian inhaló bruscamente. —Los Malcontents.

—Sí. Estaba histérica cuando la policía la interrogó. Denunciaba que había


sido atacada por vampiros.

—Esos tontos. Deberían haber borrado su memoria.

Los ojos de Toni se agrandaron. —¿Piensas que es bueno, lo que hicieron?

—No, claro que no. Pero cualquier vampiro, bueno o malo, sabe que no hay
nada más importante que mantener nuestra existencia un secreto.

Toni gruñó cuando tiró las toallitas de papel sucias. Agarró más toallas
del dispensador. — Limpiemos las rodillas.

Comenzó a arrodillarse, pero Ian levitó hasta que las rodillas estuvieron en el
lavabo. —Será más fácil de esta manera.

—Oh.— Le miró. —Esto es raro.

—Gracias. Volvamos a tu historia…

—Correcto.— Tiró suavemente sus calcetines sangrientos hacia abajo. —El


fideicomiso de Sabrina está manejado por su tía y su tío. Su tío es psiquiatra,
y la diagnosticó como psicópata y con delirios. La puso en una jurisdicción
mental.

—¿Es una de los que está en el Hospital Psiquiátrico en Shady Oaks?

—Sí.— Los ojos de Toni destellaron con ira. —Su tío desea su dinero, así que
se asegurará de que nunca sea soltada. Carlos y yo fuimos a verla esta noche,
y fue atroz.

Ian se bajó al suelo. — ¿Fuiste allí antes de Mass? — No era de extrañar que
sus emociones hubieran sido tan crudas.

Toni cabeceó. —No puedo fallarle como hice con mi abuela. Tengo que
conseguir sacarla de allí.
Él apretó su mano. —¿Y asumo que necesitas mi ayuda? ¿Por eso tomaste el
trabajo como mi guardia?

—Necesito tu ayuda, pero no es exactamente así cómo sucedieron las cosas.


Después de que Sabrina fuera atacada, me pidió que encontrara a los
vampiros que la atacaron, para demostrar que no estaba delirando.

Ian se puso tenso. —¿Fuiste deliberadamente al parque para ser atacada?

—Pensé que no sucedería nada, porque no creía que los vampiros fueran
reales. Pero...

—Fuiste atacada viciosamente, — él terminó su oración. —Podrías haber


muerto si Connor no hubiera aparecido.

—Créeme, sé cuán malo fue. Connor se ofreció a borrar mi memoria, pero no


podía hacer eso, no cuando lo que hice fue averiguar que Sabrina tenía razón.
Entonces tomé el trabajo, esperando que pudiera conseguir la prueba que
necesitaba.

Un frío vino sobre Ian. —¿Piensas demostrar nuestra existencia? —Le soltó la
mano. —Juraste que nunca nos expondrías.

Toni rechinó. —Ya lo sé.

—¿No comprendes totalmente la importancia de nuestro secreto? Si nuestra


existencia llega a ser de dominio público, habría millones de mortales que
desearían destruirnos. Habrían asesinos que estarían vagando las calles con
sus estacas sangrientas. Habría científicos que querrían experimentar en
nosotros o disecarnos. Y si se enteraran de las propiedades curativas de
nuestra sangre, seríamos cazados como animales y desaguados hasta
dejarnos secos. La exposición significa extinción.

Ella palideció. —Nunca pensé herir a nadie. Pensé que podría dar la prueba
al psiquiatra o al abogado y que la mantendrían en confidencia. Exactamente
como el Padre Andrew.

—Eso es un riesgo terrible a tomar. No puedes dar garantía que alguien se


calle, especialmente si nos considera una amenaza grave para la humanidad.

—Los Malcontents son una amenaza grave. ¡Tú no puedes exponernos sin
exponerte! Y somos los únicos capaces de derrotarlos. No puedo creer que
tomaras semejante riesgo con nuestras vidas.— Se alejó de ella.
—No comprendí al principio cuán agradables sois los Vampiros. Una vez que
conseguí conoceros, supe que no os podría hacer ningún daño.

—Eso es generosamente sangriento por tu parte.— Ian frunció el entrecejo


hacia ella. —Deberías haberme dicho esto desde el principio.

—No sabía si podía fiarme de ti. Me llevó unos días conseguir conocerte.

Ian no supo qué pensar. Acababa de tener un quisquilloso sentido de traición.


—Yo... tengo que pensar en esto.— Se dirigió a la puerta.

Lo siguió. —Ian, debes saber que nunca podría hacer algo para herirte.

Se sentía demasiado confundido incluso para contestar. —Ve a dormir, Toni.


Te veré mañana.

—Ian, lo siento.

No podía soportar ver su cara golpeada, así que se marchó hacia la sala de
espera. Shanna estaba lista para verlo. Se sentó sobre la mesa de operaciones,
pensando en cosas mientras Shanna quitaba los cristales de su cara y rodillas.

No podía creer que Toni hubiera planeado contar su secreto. Quizá no


comprendía cuán importante era. Pero sin duda, Connor se lo había
explicado.

Para su crédito, ella tenía intenciones nobles. Trataba de ayudar a su amiga


Sabrina. Ian se sentiría así con sus amigos. Pero había pensado exponer a los
Vampiros. Eso hizo que su estómago se retorciera.

Cuando Shanna acabó, vagó por el vestíbulo. Toni había firmado un contrato,
jurando protegerlos. ¿Cómo podía haber planeado traicionarlos?

Pero no lo había hecho. ¿La tenía que culpar por sus intenciones antes de que
los hubiera conocido? Después de que los Malcontents la hubieran atacado,
quizás había pensado fácilmente que todos los vampiros eran malos y debían
ser expuestos.

Pero prácticamente le había decepcionado. Se había jurado que nada era más
importante en un compañero potencial que la honradez y la lealtad. ¿Por eso
le frustraba tanto? Veía a Toni como una compañera potencial. Dios sabía que
la deseaba. Dolía con deseo por ella. Pensaba en ella todo el tiempo. ¿Pero
podía fiarse de ella?

Después de una hora de no conseguir nada, decidió que necesitaba un


consejo. Se teletransportó a la oficina de Vanda en Horny Devils. Después de
que se recuperara del golpe que le marcaba la cara, le dio los detalles de la
historia de Toni.

Vanda se sentó detrás de su escritorio, frunciendo el entrecejo. —Qué


pequeña perra.

Ian se puso tenso. —Ella no se merece eso. Trata de proteger a su amiga que
corre peligro.

Las cejas de Vanda subieron. —¿La estas defendiendo ahora? Pensé que
estabas enfadado con ella.

—No estoy enfadado.— Paso a través de la oficina. —Estoy confundido.

—¿Por qué? Este problema es muy fácil de resolver.

Paró. —¿Eso es lo que crees?

—Seguro. Despide su trasero y borra su memoria. Entonces ella ya no será


una amenaza, y bueno estará fuera de tu vida.

¿Fuera de su vida? Una oleada de pánico barrió por él. ¿Cómo podría
soportar perderla? —¿Pero…qué hay de su amiga?

— ¿Qué le den una mierda? No te debe dinero.

—Está atrapada en una jurisdicción mental.

—Sí, sí, por el tío malo. Buuuu. Es una persona. Un mortal. Y Toni estaba lista
para exponernos a todo peligro por eso.

—Sólo porque se preocupa tan profundamente, — protestó Ian.

—Ella no es la única, — murmuró Vanda.

Ian frunció el ceño. —Bien, lo admito. Tengo interés en ella. No estaría tan
perturbado si no estuviera interesado.
—Hace una semana, me juraste que todo lo que deseabas era una Vampiresa.
Tengo una lista aquí mismo de veinte mujeres Vampiresas, todas examinadas
por mí y ansiosas de encontrarte. Las puedes empezar a ver esta noche.

Hace una semana, habría sonado maravilloso. Pero ahora Toni estaba en su
vida y todo había cambiado. —No quiero citarme con nadie más. Quita mi
perfil de Single in the City.

—Ian, ella planeaba traicionarnos.

—Pero nunca lo hizo. Nunca hizo nada para dañarnos a ninguno.— Al final
era capaz de apreciar su aprieto. Quería ayudar a Sabrina porque la quería. Y
no lo había expuesto porque tenía interés en él. Lo había visto claramente en
su cara cuando le había estado buscado frenéticamente en el aparcamiento.
Tenía Su corazón estaba partido en dos.

Todo lo que tenía que hacer era ayudar en el rescate de su amiga. Entonces ya
no tendría que estar dividida en dos direcciones. Estaría libre de ir
enteramente a él.

Y eso es lo que deseaba más que nada. Deseaba que Toni estuviera libre para
adorarlo. Era eso lo que él deseaba.

Toni despertó lentamente. Había tenido problemas para dormir en toda la


noche, puesto que sentía como si un peso pesado apretara contra su pecho.
Ian. Había perdido a Ian. Giró sobre su espalda y se dio cuenta de que no
estaba sola.

—¿Ian? — Se incorporó. Estaba allí a su lado.

El alivio barrió por ella. No podía estar enfadado con ella si había subido a la
cama, ¿no? Anoche había temido que su relación se hubiera terminado. Él
parecía muy trastornado.

Parecía perfectamente pacífico ahora. Yacía sobre su espalda, las manos sobre
su estómago.

Verificó el reloj en la mesilla de noche. ¿Ocho cuarenta y cinco? Había puesto


la alarma para las seis treinta. Lo debió haber apagado antes de subir a la
cama con ella.

Se volvió hacia él. Por primera vez desde que lo había conocido, no llevaba
una falda escocesa. Tenía puesto un pijama de franela, aunque todavía en una
tela escocesa roja y verde, que la hizo sonreír. Se había duchado de toda la
sangre y la mugre.

Se inclinó más cerca para examinar los cortes en su cara. Parecían estar mejor.
Levantó una de sus manos. Los cortes habían cerrado y las cicatrices se
desteñían. Con la puesta del sol regresaría a su estado magnífico habitual.

Se dio cuenta de repente de que tenía las manos en un muerto. Y no se


estremeció ni se soltó. ¿Por qué no estaba sorprendida? Miró su cara. Era
todavía el mismo guerrero valiente que había cargado al rescate de Gregori,
el mismo héroe generoso que había insistido en la seguridad mientras se
paraba allí sangrando, el mismo hombre dulce que la había besado
apasionadamente y entonces tomado toda la culpa.

Salió de cama y fue al cuarto de baño. Allí encontró una nota grabada en el
espejo.

Toni,

Quiero ayudarte a rescatar a tu amiga. Perdóname por favor para ser un


tonto.

Ian

Con una risa, ella apretó la nota contra el pecho. Ian lo comprendía. Podía
fiarse de él. Y Sabrina sería ayudada. Volvió corriendo al dormitorio. —
Gracias, Ian. Gracias.

Él solo estaba tumbado allí.

Se sentó en la cama, sonriéndole. —No eres un tonto. Eres un hombre


maravilloso.

Y estaba enamoraba de él.

Una emoción se disparó por ella. ¿Cómo no podía adorarlo? Era el más
estimado, el hombre más dulce y más atractivo que jamás había encontrado.

Estudió la cara cuando el amor continuaba hinchándose dentro suyo. Esto no


era nada en absoluto con lo que tuvo en las dos relaciones pasadas. Se había
tirado a esos asuntos con una desesperación nacida del rechazo de su madre.
Necesitaba sentirse amada.
Esto era diferente. No había querido enamorarse de Ian. Por primera vez, no
era por ella y su necesidad de ser amada. Se trataba de Ian y el amor que
sentía por él. Había llegado a ser dolorosamente claro en ella cuando las
explosiones habían pasado y había temido que estuviera muerto.

Tocó el hoyuelo en su mentón. No podía escaparse de él. Estaría huyendo de


su propio corazón.

Se duchó y se vistió y dejó a Ian encerrado sin peligro en el cuarto de plata.


Cuando dio un paso fuera del ascensor en la planta baja, fue sorprendida
inmediatamente por todas las personas. Personas verdaderas. Se movían por
el vestíbulo. La mayor parte llevaba batas de laboratorio blancas. Todos
tenían etiquetas de nombre de Romatech prendidas de los bolsillos.

Por el camino a la oficina de seguridad de MacKay, llamó a Carlos a su


teléfono móvil. —¿Adivina qué? Ian estuvo de acuerdo en ayudarnos a
rescatar a Sabrina.

—¡Eso es genial! — Carlos bajó su voz. —¿Solo dime, menina, qué has hecho
para convencerlo?

Ella refunfuñó. —Hablé con él.

—Venga ahora, debéis ser… amigos.

—Carlos, debemos rescatar a Bri tan pronto como sea posible. ¿Crees que lo
podemos hacer esta noche?

—Sí.— Su voz creció más grave. —Prepararé algunos planes e iré a verte esta
tarde.

—Bien.— Toni colgó y anduvo a zancadas hacia la oficina de seguridad.


Howard estaba sentado detrás del escritorio, la pierna vendada estaba
sostenida en una silla.

—Perdón dormí más de lo previsto.— Se sentó a su lado.

—No hay problema.— Ondeó los monitores. —Pasó poco. La seguridad del
día consiguió limpiar el lío del aparcamiento.

Toni miró los monitores que mostraban el aparcamiento. Una grúa se llevaba
el coche quemado. —¿Qué dijo la policía por lo de anoche?
Howard masticó una rosquilla. —Están utilizando a Romatech para ser
bombardeados. Le dije al oficial a cargo que somos el centro de un grupo de
psicofanáticos que están opuestos a la fabricación de la fibra sintética de
sangre. Cuál es más o menos la verdad, realmente.

Sí, no podías conseguir más psicópatas que los Malcontents. Toni escudriñó
los otros monitores. Uno mostró un dormitorio con varias camas gemelas.
Phineas y Dougal estaban extendidos en su sueño mortal. El cuarto de plata
estaba en otro monitor. Ah genial. ¿La había visto Howard
conmovedoramente tocando la cara de Ian? —¿No piensa la seguridad de día
que es extraño que estemos aquí dentro, mirando a personas muertas
durmiendo?

—Tienen su propia oficina. No entran a nuestro negocio.— Howard empujó


una caja de pastel en su dirección. —¿Quieres una rosquilla?

—Seguro.— Seleccionó una simple. —¿Entonces qué sucedió mientras


dormía?

—Connor se llevó a Roman y a su familia y a Radinka y se ocultaron


aproximadamente a la tres de la mañana. Nadie sabe dónde. Es preferible así
cuando tiradores como Jedrek pueden escoger al cerebro.

—¿Jedrek es el tipo que atacó a Gregori?

—Ajá.— Howard terminó su rosquilla y se lamió los dedos.

Y Jedrek había sido el que había tratado de capturar a Ian. Toni suspiró.
Dudó que hubieran visto lo último de él.

Howard deslizó un papel a través del escritorio. —Esta es la lista del material
que hay que hacer para la Pelota de Navidad. Shanna y Radinka están
trastornadas porque no estarán aquí para ayudar, pero les dije que no se
preocuparan.

Toni engulló el último pedazo de su rosquilla. La lista era una milla de larga.
—¿Y todo esto se tiene que hacer antes de mañana por la noche?

—No te preocupes. Está cubierto. Di una copia a Todd Spencer, el


vicepresidente de la producción durante el día. Sabe qué hacer. Shanna da
una fiesta de Navidad todos los años, y entonces hay una conferencia de
Vampiros y una Gala cada primavera.
—Todd debe ser mortal. ¿Sabe de los Vampiros?

Howard cambió en su silla. —Todd sabe muchas cosas. Ya ha conseguido a


algunos trabajadores que restablezcan las sillas y las mesas.

—Número uno, decorar el árbol grande de Navidad, — Toni leyó en voz alta
la lista. —No recuerdo haber visto un árbol.

—Será entregado alrededor del mediodía.— Howard bebió de su taza de café.

Toni echó un vistazo a la lista. El número del artículo diez era confirmar la
banda. Un número de teléfono estaba al lado. —Seguiré y llamaré a la banda.

Howard rió entre dientes. —Espera hasta la noche. Vampiros de Alto Voltaje
no podrían encender una bombilla en este momento.

—¿Es una banda de vampiros?

—Sí, tocan en todos los partidos grandes de los vampiros y bodas.— Howard
se paró y cojeó hacia la puerta. —Ven. Te mostraré la sala de baile.

Justo a la derecha del vestíbulo principal, había varios cuartos con divisiones
que podían ser dobladas como acordeones gigantes. Toni estaba sorprendida
por cuán grande era la sala de baile. La pared de atrás era en su mayor parte
ventanas que dejaban deslizarse a un jardín. Delante de las ventanas, Todd
Spencer supervisaba a un grupo de trabajadores que establecían una etapa.
Howard la presentó.

—Encantado de conocerte,— gritó Todd sobre el ruido cuando sacudió la


mano. —Ya era hora que MacKay contratara a una mujer.

Toni echó una mirada alrededor del cuarto inmenso, con trabajadores
moviéndose. —¿Cuántas personas trabajan aquí durante el día?

—Más de doscientos ahora, dividido en cuatro departamentos, — explicó


Todd. —Investigación, producción, envase, y envió.

—¿Puedo hacer algo para ayudar? — Preguntó Toni.

—Puedes ayudar a decorar, si quieres.— Todd le mostró los cajones de


plásticos llenos de ornamentos y verdor.
Howard cojeó de regreso a la oficina de seguridad para mirar los monitores, y
Toni pasó unas horas esparciendo manteles y colgando guirnaldas. Tomó un
almuerzo rápido en el restaurante de Romatech y llamó a Shady Oks.

—Querría hablar con Sabrina Vanderwerth en la sala Tres. — Recitó el


número de identificación.

—Temo decirle que no podemos permitir eso, — dijo la recepcionista. —Su


médico ha dejado instrucciones estrictas de que no reciba a ningún visitante
ni llamadas de afuera.

Toni refunfuñó. El tío Joe había descubierto su visita. —¿No podemos


conseguir una segunda opinión a eso? Sin duda ayuda al paciente saber que
hay personas que tienen interés en ellos.

—La decisión es definitiva.— La recepcionista colgó.

—Maldita.— Volvió a la sala de baile y descubrió que el árbol de Navidad de


quince pies había llegado. Ayudó a decorar durante unas horas, entonces
vagó hacia la oficina de MacKay. —¿Cómo les está yendo?

Howard se movió hacia los monitores. —Están todavía muertos, pero deben
despertarse en unos veinte minutos.

El teléfono en el escritorio zumbó, y Howard lo cogió. —¿Sí?— Escuchó,


entonces cubrió el receptor con la mano grande y fornida. —Es el guardia en
la puerta de entrada. Alguien ha venido a verte. Conduce un Jaguar negro.

—Ese debe ser Carlos. — Toni se dirigió hacia la puerta.

—¿Carlos qué?— Preguntó Howard.

—Carlos Panterra.

—Ella confirmó su nombre,— Howard dijo al guardia por teléfono. —Déjalo


entrar.

Toni se apuró a la puerta principal y dio un paso fuera sólo cuando Carlos
aparcaba su coche. Hacía fresco con el sol que bajaba, así que frotó sus brazos
cuando anduvo hacia el estacionamiento.
Él emergió de su coche, pareciéndose a un espía todo vestido de negro. Se
dirigió hacia el área ennegrecida rodeada con conos anaranjados. —¿Qué
sucedió ahí?

—Algunos vampiros vinieron por la anoche. Volaron un coche y causaron


algunas heridas. Nada mayor.

Carlos miró al área quemada, frunciendo el entrecejo. —¿Estás diciendo que


tus vampiros no juegan bien con otros vampiros?

—Los míos son los tipos buenos que beben de botellas. Los malos son
llamados los Malcontents. Son los que me atacaron y a Sabrina. Odian a los
tipos para los que trabajo.

Carlos le dio un vistazo preocupado. —Toni, has dado un paso en una


guerra.

Ella tiritó. —Lo sé.

—Tienes frío. Vamos dentro.— Abrió su maletero y sacó un ordenador


portátil y el rollo largo de un libro blanco. —Traje los planos, así que
podemos repasar todo. Lo hacemos esta noche, ¿no?

—Sí.— Por lo menos esperaba a que Ian estuviera de acuerdo en hacerlo esta
noche.

Carlos abrió una bolsa de lona. —Empaqueté algo de ropa y zapatos para
Sabrina. Y algo de cinta adhesiva, por si acaso.

—Bien.— Se preguntó una vez más si Carlos era más que un estudiante de
antropología.

Cerró el maletero y fue andado con ella a la puerta principal. —¿Estás segura
aquí?

—Creo que sí. Los Vampiros se sienten tan seguros que tienen un Gran Baile
de Navidad mañana por la noche.

—¿Divertirse ante el peligro? Creo que quiero a tus Vampiros.— Carlos


sonrió cuando abrió la puerta. Entró, y la sonrisa cayó inmediatamente. Olió,
y un vistazo cauteloso cruzó su cara. —Cuidado.— Tenía fuera un brazo para
bloquear su entrada.
—¿Qué pasa?

—Peligro, — murmuró.
Capitulo 18

—C
nada malo.
arlos.— Toni se asomó por sus anchos hombros. — No hay

— ¿Quién es ese?— Susurró él, señalando con la cabeza hacia el hombre


grande en el otro extremo del vestíbulo de entrada.

— Ese es mi supervisor, Howard,— susurró Toni en respuesta.

Howard de pronto se puso rígido y se volvió hacia ellos. Sus fosas nasales
flamearon mientras su mirada se fijaba en Carlos.

Se inclinó hacia adelante. — ¿Usted es Carlos?

— Sí.— Carlos observó atentamente a Howard.

— Soy Howard Barr. ¿Podemos hablar un momento en privado, por favor?—


Hizo un gesto hacia la oficina de seguridad.

Carlos asintió y caminó por el pasillo con él.

¿Qué demonios? Toni avanzó hacia adelante así podría ver a los dos hombres
desaparecer en la oficina de seguridad.

¿Howard era gay? A pesar de que podría haber jurado que su reacción el uno
hacia el otro había sido una de sospecha, no de atracción.

Ella vagó por el pasillo hacia la oficina de seguridad. Mierda, no se atrevió a


interrumpirlos. Su atención fue por un momento atraída por la misteriosa
habitación cerrada frente a la guardería. Intentó el pomo de la puerta, pero
sin suerte.

Esperó un rato, entonces la puerta de la oficina de seguridad se abrió. Carlos


salió con una mirada perpleja en su cara.

— ¿Estás bien?— Preguntó ella.


— Sí.— Él se dirigió hacia ella, llevando su ordenador portátil y un rollo de
papel. — solo que pasó algo muy extraño.

Toni hizo una mueca. — No tienes que contármelo.

— Howard sólo me ofreció un trabajo.

— ¿Qué? ¿Trabajarías como guardia de día como yo?

Carlos asintió con la cabeza. — Resulta que tengo algunos conocimientos...


que son altamente valorados en MacKay Seguridad e Investigación.

— ¿Como las artes marciales?

— Eso, también.— Carlos pasó una mano por el largo pelo negro. — Le
advertí a Howard que siempre he sido un vagabundo, pero dijo que tenían
clientes en todo el mundo que necesitaban protección, y podía desplazarme
de un lugar a otro.

— ¿Te habló sobre los vampiros?— Susurró Toni.

— No, él los llamó clientes. Lo voy a considerar. La paga es excelente, y tengo


un montón de gastos.

— Eso es verdad.— Toni sabía que Carlos estaba manteniendo a algunos


huérfanos en Brasil. Era una de las cosas que primero la había atraído a ella y
a Sabrina hacia él. También estaba pagando su educación y los viajes de
investigación a Suramérica y Malasia. — Howard es un jefe agradable. Solía
ser un defensa para la NFL, pero es tan dulce como un osito de peluche.

Carlos le dio una mirada penetrante. — Sí, me di cuenta. Entonces, ¿dónde


podemos discutir los planes para Sabrina?

Toni lo llevó por el pasillo hasta que vio una sala etiquetada Conferencias.
Echó un vistazo al interior y encendió la luz. — Esto servirá.

Carlos entró en la habitación y se dirigió directamente a trabajar, colocando


su ordenador portátil, luego extendió el rollo de papel blanco. — Extraje el
diseño de Shady Oaks, así Ian sabrá exactamente a dónde teletransportarse.—
Puso su dedo sobre un rectángulo marcado como Sala Tres.

Toni se inclinó para estudiar el mapa. — Esto es muy bueno.— Carlos sería
un excelente empleado para MacKay Seguridad e Investigación.
— Menina, sé que he estado haciéndote bromas sobre Ian, pero me pregunto
si es prudente involucrarte con él. No me malinterpretes, es un buen tipo,
pero es un vampiro.

— Él no me mordería.— Toni se sonrojó mientras los recuerdos del beso


glorioso de la noche anterior llenaban su mente. — Por lo menos, no para
alimentarse.

Carlos frunció el ceño. — Después de que rescatemos a Sabrina, deberías


renunciar a tu trabajo aquí y olvidar que esos vampiros existen.

— Eso sería muy grosero, ¿no crees? Sólo utilizar a Ian por sus súper
habilidades y luego decirle adiós. ¿Y cómo me puedes decir que renuncie
cuando estás pensando en trabajar aquí?

— Tienes planes especiales con Sabrina. Yo no. Y la verdad del asunto es que
Ian no es tu tipo.

Ella puso las manos en las caderas. — Me sorprendes, Carlos. Esperaría que
tú, de todas las personas, fueras más comprensivo y tolerante.

— Soy tolerante con cualquier cosa que dos seres humanos quieran hacer el
uno con el otro, pero él no es exactamente humano.

— Él es más humano que cualquiera que yo conozca. Y lo amo.

— Lo has conocido exactamente una semana.

— Y todo infierno ha sucedido en ese tiempo.— Toni se llevó la mano al


pecho. — Me estoy convirtiendo en una persona diferente. Siento que por fin
me estoy convirtiendo en una persona adulta en su totalidad, una que es
capaz, fuerte y que vale la pena. Ya no soy una niña herida más. Y me gusta
lo que está pasándome. No voy a renunciar a ello.

— Muy bien, entonces.— Carlos le tocó el hombro. — Estoy muy feliz por ti.

Ella le dio un abrazo, luego se encaminó a la ventana para echar un vistazo


por las persianas. — El sol se ha puesto. Iré a buscar a Ian.

— Está bien. Y cámbiate de ropa. Vístete toda de negro.— Carlos se movió


hacia su ordenador portátil. — Dame tu teléfono móvil.
— ¿Por qué?— Ella lo sacó del bolsillo de sus pantalones de color caqui.

— Porque necesitas un nuevo tono de timbre.— Él tomó su teléfono. — El


amor ya no es un campo de batalla para ti.

— Ponle algo bonito,— le advirtió ella, luego lo dejó para buscar a Ian.

Él estaba en la habitación de plata, todavía en pijama, terminando su


desayuno.

Ella le sonrió. — Recibí tu nota. Gracias por ayudarnos.— Hurgó a través de


su maleta y encontró unos pantalones de color negro. — Carlos quiere que
nos vistamos de negro.

Las cejas de Ian se elevaron. — ¿Lo haremos esta noche?

— Sí. ¿Está todo bien?

— Sí.— Ian colocó su botella vacía en el lavabo. — Me quedaría aquí toda la


noche en caso de que Jedrek tratara algo, pero no debería llevar mucho
tiempo teletransportar a tu amiga.

Ella encontró una camiseta negra, pero desafortunadamente tenía brillantes


letras blancas en el frente. ‗¿Estoy loco o qué?‘ Se la mostró a Ian. — La
camiseta perfecta para entrar en una institución mental.

Él se rió entre dientes. —Quieres estar adecuadamente vestida para cada


ocasión.— Su rostro se puso más serio.— Lamento la forma por la que
reaccioné anoche.

— No hay necesidad de disculparse. Me equivoqué al siquiera considerar


decir tu secreto.

Sus ojos brillaban. —Has llegado a extremos increíbles para ayudar a tu


amiga. Has sobrevivido a un ataque brutal, has tomado un trabajo con los No
Muertos, y estás a punto de hacer algo serio asaltando su morada. Ese tipo de
lealtad es muy rara.

Sus ojos se volvieron brumosos mientras su corazón se llenaba de amor. —Me


dices las cosas más bellas.— Él la hacía darse cuenta de cuan afortunada era.

Él miró a la cámara de vigilancia, y luego hizo un gesto con la cabeza al


cuarto de baño. — ¿Necesitas cambiarte de ropa?
— Exacto.— Toni reunió su ropa negra y se precipitó al cuarto de baño. Se
quedó sin aliento cuando Ian la siguió y cerró la puerta. — ¿Qué…?

Él la tomó en sus brazos y plantó su boca sobre la de ella. Su ropa cayó al


suelo mientras se derretía en su beso.

Succionó su labio inferior, luego mordisqueó besos por su cuello. —


¿Necesitas ayuda para quitarte la ropa?

— Sinvergüenza.— Ella deslizó sus dedos en su suave pelo.

Tiró de su camisa polo azul marino y metió las manos debajo. — Te quiero.—
Revisó el pequeño cuarto de baño con los ojos rojos brillando. — Esto es… un
desafío.

— Ian.— Ella colocó sus manos en sus mejillas. — No tenemos tiempo justo
ahora. Y realmente no quiero un rapidito en el baño.

Su boca se arrugó. — No es muy romántico, ¿eh?

Ella sonrió. — Creo que eres muy romántico, pero Carlos está esperando
arriba, y tenemos trabajo que hacer.

— Entiendo.— Le dio un beso rápido en la boca, y luego salió de la


habitación.

Ella se cambió de ropa, entonces lo encontró en la cocina, tirando de un suéter


negro sobre su cabeza. Tenía un pantalón de cuero negro y parecía
deliciosamente travieso. Casi lo llamó al cuarto de baño para un rapidito.

— Vamos.— Cogió su abrigo y tomó el ascensor con Ian hasta el primer piso.
— Tendremos el salón de baile listo hoy para la gran fiesta.

Él asintió con la cabeza. — Phineas dijo que me enseñaría como bailar más
moderno, para que pudiera bailar contigo. Lo único que sé es cómo hacer el
minué, el vals y unos pocos bailes campestres.

Ella le sonrió mientras salían del ascensor. — ¿Quieres bailar conmigo?

— Si. Phineas dijo que necesitaba saber cómo hacer el estallido y el atascado.

Ella se rió. — ¿Vas a bailar hip-hop en falda?


— La verdad es que llevaré un traje de Santa, junto con otros noventa y nueve
hombres.

— ¿Cómo es que hay tantos disfraces de Santa?— Ella hizo un gesto hacia la
puerta cerrada a través del consultorio dental. —¿Cuál es el asunto secreto de
Santa?

— Si te lo dijera, no sería un secreto.

Ella le dio un manotazo en el brazo. — Te dije mis secretos.

— No todos. Todavía no se tu nombre completo.

— No veo ninguna razón para divulgar eso en este momento.

— No puede ser tan malo. Mi nombre es Ian David MacPhie.

— Ese es un buen nombre. Es fácil de confesar.— Abrió la puerta de la sala de


conferencias. — Aquí estamos. Carlos tiene todo planeado.

— Estoy acostumbrado a hacer mis propios planes.— Marchó al interior, con


el ceño fruncido. — Buenas noches, Carlos.

— Hola, Ian. Lindos pantalones. Adoro el cuero. Aquí está tu teléfono, Toni.

Ella deslizó su teléfono móvil en un bolsillo del pantalón.

Ian examinó el mapa de Shady Oaks.

— Esta es la sala tres.— Señaló Carlos. — Ahí es donde están reteniendo a


Sabrina. Hay un guardia justo en el interior de la puerta principal, pero vi
una puerta trasera aquí. ¿Crees que puedes teletransportarte sin ser
detectado?

Ian le dio una mirada suave. — Me he teletransportado a Langley sin que se


dieran cuenta.

Carlos arqueó una ceja. — Entonces voy a tomar eso como un sí.

Toni reprimió una sonrisa. Esperaba que estos dos chicos no se metieran en
un juego de poder.
Ian asintió con la cabeza. — Puedo hacerlo.

— Yo te esperaré en el coche. Puedo aparcar aquí o aquí.— Carlos señaló el


estacionamiento del frente y la entrada de servicio trasera.

— Usa el estacionamiento,— dijo Ian. — Será menos visible.

— De acuerdo.

Ian le dirigió una mirada. — Has hecho un trabajo como este antes.

Carlos enrolló el mapa. — Mi investigación me ha llevado a algunos lugares y


situaciones extrañas.

— ¿Qué tipo de investigación?

— Culturas inusuales, primitivas, sobre todo en América del Sur y el Sudeste


Asiático.— Él se movió a su ordenador portátil.

— Esta es la ruta que utilizaré para llevarnos al hotel. Es un lugar poco


visible, en Queens. Pagué en efectivo por anticipado.

Ian lo estudió un momento. — Se ve bien. Tengo que comprobar las cosas


aquí, así que conducirás hasta allí con Toni. Entonces ella me puede llamar, y
yo me teletransportaré allí para encontrarte.

— De acuerdo.— Carlos cerró su ordenador portátil. — Vamos a hacerlo.

En Shady Oaks, Carlos estacionó su Jaguar en un rincón oscuro. Toni llamó a


Ian, y se materializó a su lado en el estacionamiento.

— Me voy contigo,— le dijo ella.

— No. No puedo teletransportar a dos personas al mismo tiempo.

Hombre obstinado. — Entonces puedes hacer dos viajes.

Carlos salió del asiento del conductor. — ¿Qué pasa?

— Toni quiere ponerse en peligro,— murmuró Ian.

— Tienes que llevarme contigo,— insistió Toni. — ¿Cómo, si no vas a saber


quien es Sabrina?
— Espero que ella pueda decirme su nombre.

Toni le dio una mirada exasperada. — Ella podría estar dormida. O si está
despierta, podría gritar y dar la alarma. Si estoy ahí, puedo mantenerla
calmada.

— Creo que Toni tiene razón,— dijo Carlos.

Toni le lanzó una sonrisa de agradecimiento.

La mandíbula de Ian se movió. — Está bien.

— Encontrarás más fácil de abordar desde el oeste,— sugirió Carlos.

— Puedo manejarlo,— gruñó Ian. — Vamos, Toni.

Ella se encaminó a su lado mientras se desplazaban por el estacionamiento,


rodeando el lado oeste del hospital. — Carlos sólo quiere ayudar. Él
realmente se preocupa por Sabrina.

— Y por ti.

Se preguntó si estaba celoso. — Solo somos buenos amigos.

— No significa que sea un cascarrabias,— murmuró Ian. — Solo que estoy


acostumbrado a hacer este tipo de trabajo por mi cuenta.

— ¿Por qué?

Él permaneció en silencio mientras caminaban a lo largo de la pared oeste.


Finalmente habló, — Nunca quise trabajar con los otros, porque
invariablemente me tratarían como un niño.

— Oh. Lo siento. Debe haber sido terriblemente frustrante parecer un chico


de quince años de edad, durante tanto tiempo.

— Casi 500 años.— La miró. — Me alegra de que nunca me conocieras de esa


manera. Tú siempre me has visto como un hombre, como el hombre que me
sentía por dentro en todos esos años.

— Eres un hombre maravilloso, Ian.


Él tomó su mano. — Ay, tus pobres dedos están congelados.— Intercaló la
mano de ella entre las suyas.

— Ese es el roble al que Carlos subió.— Ella señaló con su mano libre. — El
patio está justo más allá de la pared.

Le soltó su mano. — Voy a echar un vistazo.

Ella parpadeó cuando él comenzó a subir a la cima de la pared.

— Está bien. Ven.— Él extendió su mano izquierda hacia ella.

— No puedo…— Ella se detuvo cuando su cuerpo cayó a unos pocos metros.


Él agarró su mano y tiró de ella hacia sus brazos. Luego levitó de regreso a la
parte superior de la pared.

Ella le echó los brazos alrededor del cuello.

Sus dientes blancos brillaron en la oscuridad. — No necesitas ahogarme,


cariño. No te dejaré caer.

— Lo siento.— Ella trató de relajarse. — No estoy acostumbrada a flotar a dos


metros del suelo.

— Esa es la sala tres, ¿no?— Señaló.

Ella entrecerró los ojos para ver a través del patio con poca luz. — Sí.— No
hay duda de que podía ver mucho mejor que ella.

— ¿Ves la zona oscura a la derecha del edificio? Está cerca a la puerta de


atrás. Vamos a teletransportarnos allí primero.

— Está bien.— Ella calmó sus nervios. La sensación negra, vertiginosa la


succionó, luego tropezó mientras sus pies aterrizaban en el suelo duro.

— Con calma.— Él la condujo hacia la puerta de atrás. Estaba cerrada con


llave, por supuesto, pero a través de la ventana de vidrio se podía ver un
pasillo llano, lleno de puertas a cada lado. Las puertas estaban abiertas y la
luz se derramaba desde varias de ellas en el brillante suelo de linóleo.

Una enfermera caminó por el pasillo en calzado blanco deportivo. — ¡Ocho


en punto! ¡Se apagan las luces!
Las luces se apagaron, dejando el pasillo débilmente iluminado con unas
pocas luces de emergencia. La enfermera se fue, presumiblemente hacia la
estación de enfermeras de la entrada principal.

— Esas deben ser las habitaciones,— susurró Ian. Él la atrajo a su lado. —


Vamos.

La oscuridad se arremolinaba a su alrededor una vez más, y luego se


encontró con Ian en el pasillo. El aire era caliente y cargado. Ella tomó el lado
izquierdo de la sala, mientras que él tomó el derecho. Se movían en silencio a
través del suelo, comprobando las etiquetas con el nombre al lado de cada
puerta.

Cuatro puertas más abajo, vieron el nombre de Vanderwerth, Sabrina. Ella le


hizo señas a Ian, y ambos se deslizaron en el interior del cuarto oscuro.
Apenas podía distinguir la cama tamaño doble en una plataforma elevada.
No había cómodas, solo estantes abiertos como librerías. Ningún lugar para
ocultar nada. Sin luces, ni espejos. Un cuerpo estaba acurrucado debajo de la
manta lisa. El pelo rubio de Sabrina brillaba pálidamente en la almohada.

Toni se agachó junto a ella. — Bri, ¿puedes oírme?— Ella le tocó el hombro.

Bri se quejó. — Déjame en paz, canalla.

— Sabrina, soy yo, Toni.

— ¿Toni?— Ella rodó sobre su espalda. — No puedes ser Toni.

— Soy Toni. He venido a sacarte de aquí.

Sabrina se frotó los ojos. — Estoy soñando. Estoy delirando.

— No, no lo estás.— Toni le cogió la mano y la apretó. — Soy realmente yo.


Ahora vamos. Nos vamos.

Bri tuvo dificultades para sentarse. — Estoy un poco somnolienta. ¿No


puedes volver por la mañana?

— No, nos vamos ahora mismo.— Toni se dio cuenta de que su amiga estaba
demasiado drogada para pensar con claridad. Encontró sus zapatillas al lado
de la cama y las empujó en sus pies.
— Esto está llevando mucho tiempo,— susurró Ian. — Sólo la agarraré y nos
vamos.

Bri miró a la sombra oscura de Ian. — ¿Quién eres tú?

— Es un amigo,— explicó Toni. — Ian. Te ayudará a escapar.

Bri se rió. — ¿Escapar? No se puede escapar de aquí.

— No tan fuerte, por favor,— susurró Ian. Se asomó a la puerta para


comprobar el pasillo. — Date prisa. Escuché que alguien viene.

— Él habla tan lindo,— le susurró Bri.

— Es escocés.— Toni puso a Bri de pies y la llevó a la puerta. — Ian te llevará


primero, y luego regresará a por mí.

Bri miró a la puerta de atrás. — No podemos salir por ahí. Está cerrada con
llave.

— Ian puede sacarte.— Toni se quitó la chaqueta y se la puso a Bri. — Hace


frío fuera.

— Sabrina, ¿tienes visita?— Un paciente masculino iba hacia ellos arrastrando


los pies. Su pijama de Batman estaba desvanecido hasta un color gris mate,
pero el murciélago dorado en el pecho todavía brillaba.

— Hola, Teddy,— contestó Bri.

Ian gimió.

— Voy a escapar,— anunció Bri, y luego se rió.

Ian se acercó a Toni y le susurró, — Mantenlo callado. Cuando vuelva a por


ti, borraré su memoria.

— Está bien.— Toni abrochó la chaqueta de Bri. — No tengas miedo. Puedes


confiar en Ian.

Sabrina se sorprendió cuando Ian pasó un brazo por sus hombros. — ¿Que
estás…?

Ella desapareció, junto con Ian.


Teddy se quedó boquiabierto. — ¡Oh, Dios mío!

— No tan alto,— susurró Toni. — Puedo explicarlo.

— ¡Es un superhéroe!— Exclamó Teddy. — ¡La rescató con sus superpoderes!

— Teddy, ¿estás fuera de la cama otra vez?— Una voz masculina resonó a lo
lejos.

— Ah mierda, es Bradley,— murmuró Teddy. —No tendría que dar vueltas si


él no fuera tan…

Toni cogió a Teddy por los hombros. —No le digas que Sabrina escapó.
¿Entiendes?

Él parpadeó. — De acuerdo.

Toni corrió hacia la habitación de Sabrina, se metió en la cama y se cubrió


hasta las orejas.

— Teddy, ¿qué estás haciendo fuera de la cama?— La voz de Bradley sonó


cerca.

— Yo… ¡Vi a un superhéroe! Él estaba aquí, y luego ¡puf! Desapareció.

— Estás más loco que el infierno,— murmuró Bradley. — Vuelve a tu


habitación.

— Yo no estoy loco,— murmuró Teddy. Sus pasos arrastrados se fueron


debilitando.

Toni exhaló con alivio. El escape de Sabrina era todavía un secreto. Se quedó
helada cuando escuchó un sonido. ¿Estaba Ian de regreso tan pronto? Su piel
se erizó mientras todos sus sentidos se pusieron en alerta. Algo estaba mal.
Los pasos se acercaron a su cama. Cerró los ojos.

— Sabrina,— susurró Bradley y le acarició el cabello.

La bilis se levantó en la garganta de Toni. Oh Dios, quería saltar de la cama y


cerrar el puño en su garganta. Pero no se atrevió. No podía dejarle saber que
Bri se había escapado. Tenía que ganar algo de tiempo para darles una
oportunidad para escapar.
Tragó saliva. ¿Era por eso por lo que Bri lo había llamado canalla antes?
Bradley debió haberla tocado antes mientras estaba aturdida por la
medicación.

— Sabrina,— susurró Bradley de nuevo.

Hubo un ruido sordo, y un cuerpo cayó encima de ella.

Toni salió a toda prisa de la cama y fuera del cuerpo de Bradley. Él estaba
tumbado en la cama, inconsciente.

Teddy se quedó allí parado, con un libro grueso. — No me gusta. Es un


hombre malo.

— Gracias, Teddy.

Él sonrió tímidamente. — No he estado tomando mis medicamentos. Sabía


que necesitaba vigilar a ese insecto.

Ian apareció en el cuarto, y su mirada cayó sobre el enfermero inconsciente.


— ¿Qué pasó?

— Es una historia larga,— dijo Toni. — Pero Teddy me salvó de ser abusada
sexualmente.

Ian dio un paso hacia Bradley. — ¿Este hombre se estaba aprovechando de las
mujeres aquí?

— Él lo ha estado intentando,— dijo Teddy. — Es por eso que deambulo por


la sala por la noche.

— Hijo de puta.— Ian colocó una mano sobre la cabeza de Bradley. — Ahí
está. Dormirá hasta mañana. Dejad explicar su presencia aquí en la cama de
Sabrina.

—Genial,— susurró Teddy. — Tienes algunos superpoderes para patear


culos, hombre. ¿Cuál es tu nombre?

— Ian.

Teddy frunció el ceño. — Tío, tienes que conseguir un nombre mejor que ese.
Y necesitas una capa.
Ian rió entre dientes. — ¿Cómo una capa de vampiro? Tengo una de esas en
alguna parte.

— Eso sería increíble, hombre.

Ian se acercó a Teddy. — Tengo que borrar tu memoria ahora.

Teddy dio un paso atrás. — ¡No! Esta es la mejor cosa que me ha pasado en
mucho tiempo. Quiero recordarlo.

— Ian.— Toni le dio una mirada suplicante. Entendía cómo se sentía Teddy.
No quería perder su memoria, tampoco.

— Toni, él sabe que ayudamos a Sabrina a escapar.

— Llévame contigo,— suplicó Teddy.

— No.— Sacudió la cabeza Ian.

— En serio, amigo. Si me llevas contigo, entonces no puedo decirle a nadie lo


que hiciste. No es que lo hiciera, pero podrían tratar de hipnotizarme o algo
así. No estoy realmente loco, sabes. Simplemente estaba deprimido, porque
no tenía nada que esperar, pero con vosotros, chicos, podría ser realmente
feliz.

Ian vaciló. — Una vez que sepas nuestros secretos, no hay vuelta atrás.

— Genial.

Ian frunció el ceño. — Debes entender el peligro de estar con nosotros.


Estamos en guerra con algunas criaturas malvadas.

Teddy sacudió el puño. — ¡Increíble!

Ian le lanzó a Toni una mirada inquisitiva.

Ella se encogió de hombros. — Teddy, ¿sabes lo que estás haciendo?

— No soy tonto,— refunfuñó. —Era jefe del departamento de matemáticas en


la Academia de San Bartolomé.

— ¿Eras maestro?— Preguntó Ian.


— Sí.— Teddy los miró con recelo. — ¿Significa eso que no soy lo
suficientemente genial como para pasar el rato con los superhéroes?

— En realidad, creo eres exactamente lo que necesitamos.— Ian le hizo señas


para que lo siguiera. — Ven.

— Estupendo.— Teddy le siguió hasta la sala. — ¿Estamos transmitiendo a la


nave madre?

Toni se asomó a la puerta y los vio teletransportarse lejos. Transmíteme,


Scotty. Ella se preguntó por qué Ian estaba interesado en la experiencia de
enseñanza de Teddy. Y mientras que Teddy tenía ciertamente buenas
credenciales, parecía un poco inestable en realidad. Sin embargo, no quería
encontrar falta alguna en él, no cuando la había salvado del enfermero
pervertido.

Bradley había caído sobre la cama de costado. Ella tiró de su cuerpo para
alinearlo mejor con la cama.

Notó las pertenencias de Bri en los estantes abiertos. Dos juegos de ropa y
otra serie de pijamas. Se deslizó en la chaqueta de Bri, y luego vio algo de
ropa interior en el estante.

Echó un vistazo a Bradley, y la golpeó la inspiración. Agarró un par de bragas


de Bri, y luego las metió en la mano de Bradley. Entonces tomó uno de los
sostenes de Bri y lo ató alrededor de su cabeza como un gorro. Dejad intentar
explicar eso por la mañana.

Ian apareció en la habitación. — Creo que Teddy está un poco decepcionado


de estar sentado en un coche en vez de una nave espacial.— Miró al
enfermero. — Eso es interesante.

— Me gusta.— Toni reunió el resto de las pertenencias de Bri. — ¿Nos


vamos?

Ian sonrió. — Nunca hay un momento aburrido contigo, Toni.— Él la


teletransportó a la plaza de estacionamiento.

Toni abrió la puerta de pasajeros del Jaguar y miró dentro. Teddy estaba
aplastado en el pequeño asiento trasero con Sabrina. Ella apoyada contra él,
sus ojos caídos por la medicación.
— Bri, Carlos te va a llevar a un hotel donde puedes descansar,— le dijo Toni.

Bri parpadeó hacia ella. — Pensé que estaba en la cama. ¿Cómo llegué aquí?

— Vas a estar bien,— insistió Toni. — Sólo necesitas algo de descanso. Iré a
verte mañana.

— No.— Bri luchó por sentarse. — No me dejes.— Su rostro se arrugó. —


Creo que me estoy volviendo loca. No sé cómo llegué aquí.

Toni hizo una mueca. — Está bien. Iré con vosotros. Sólo un minuto.

— Tenemos que darnos prisa, chica,— le advirtió Carlos.

Ian tocó su hombro. — Todo está bien. Ve con tu amiga. Me puedes llamar
más tarde, y me teletransportaré para llevarte a casa.

Ella le echó los brazos alrededor suyo y lo besó. — ¿Cómo puedo


agradecértelo?

Su boca se torció. — Ya pensaré en algo. Te veré más tarde.— Dio un paso


atrás y desapareció.

Toni subió al Jaguar. — Vamos.

— ¿Estabas besando a ese hombre, Toni?— Preguntó Sabrina.

— Claro que estaba,— dijo Teddy. — Los superhéroes siempre tienen a la


chica.

***

Jedrek se sentó en su escritorio, estudiando la foto de Roman Draganesti y su


familia. ¿Cómo puede un hombre ser tan inteligente y estúpido al mismo
tiempo? Su droga para mantenerse despierto era fantástica. ¿Pero el idiota
había usado la droga para poder cuidar a los niños? Si el idiota tuviera algún
sentido común, le daría la droga a sus matones Highlander, y pasarían el día
matando a sus enemigos, quienes descansaban sin poder hacer nada en su
sueño mortal.

Eso podría suceder. Jedrek había ordenado el doble de guardias durante el


día. Pero tan duros como eran los chicos de la mafia rusa, no le gustaba
depender de ellos para la seguridad.
Lo que necesitaba era esa maldita droga. Entonces podría pasar unos días
matando vampiros. Se paseó a través de la pila de fotos, saboreando la idea
de estacar a todos. MacKay y a su esposa. Buchanan.

MacPhie.

— ¿Maestro?— Yuri entró en la oficina, seguido por Stanislav. — ¿Quería


vernos?

— Tenemos que planificar nuestro próximo movimiento,— anunció Jedrek.

— Tendrán su baile de Navidad mañana por la noche en Romatech,— sugirió


Stanislav.

Jedrek negó con la cabeza. — Demasiado predecible.—Detuvo su mano en la


foto del vampiro negro.

— ¿Recuerdas a este?

— Sí,— respondió Stanislav. — Phineas, el traidor.

Jedrek arqueó una ceja. — ¿No lo has matado aún?

Stanislav tragó saliva. — Lo haré, Maestro.

— Veré que lo hagas.— Jedrek continuó girando, sin embargo, las fotos. Se
detuvo en la joven mortal con el pelo rubio. La había visto la noche anterior
después de que las bombas se hubieran desactivado. Había corrido a través
del estacionamiento, gritando el nombre de MacPhie. El terreno estaba lleno
de heridos, pero había ido directamente hacia MacPhie.

— ¿Qué hacemos ahora?— Preguntó Yuri.

Jedrek golpeó su dedo sobre la foto de la rubia mortal. — Sé exactamente qué


hacer.
Capitulo 19

E l martes por la noche, Toni entró en un salón de baile lleno de Santas. El


baile ya había comenzado, y varios Santas giraban alrededor de la pista de
baile, danzando con sus parejas. Los disfraces de las mujeres eran un poco
más variados. Algunas estaban vestidas como la Sra. Claus, con faldas largas,
completas, delantales blancos, y sombreros con volantes blancos en la parte
superior de pelucas plateadas. Otras mujeres llevaban trajes que recordaban a
los trajes usados por las Rockettes en su Espectáculo de Navidad.

Toni hizo una doble toma. Las dos Rockettes por la escultura de hielo de reno
parecían hombres.

Se dirigió hacia la mesa con la comida real. Por lo que sabía, sólo los mortales
que sabían acerca de los vampiros habían sido invitados al baile. Los otros
empleados mortales en Romatech habían ido a una fiesta para ellos más
temprano por la tarde.

Recorrió la sala, en busca de Ian, pero todos los Santas parecían iguales.
Incluso llevaban relleno dentro de sus capas de sus abrigos de terciopelo rojo
para darles estómagos falsos. Bajo sus sombreros rojos, lucían espesas pelucas
blancas y barbas. La única salida de la norma eran unos pocos Santas
llevando espadas, en caso de que los Malcontents se presentaran sin
invitación. Incluso Toni tenía unas pocas estacas de madera, algunas en su
cinturón.

Se dio cuenta de que un Santa era diferente. Era cerca de un pie más bajo que
los otros, y jugueteaba con los botones negros de su chaqueta. Ese tenía que
ser Laszlo, el científico que había ayudado en la sala de operaciones y entregó
una bolsa de material misterioso a la sala.

En la mesa de mortales, había una señora Claus y una niña que estaban
tomando un aperitivo de queso y fruta.

La mujer le sonrió a Toni y le tendió la mano. — Hola. Soy Heather Echarpe,


y esta es mi hija, Bethany.

— Yo soy Toni.— Le estrechó las manos y luego sonrió a la niña. — Qué


hermoso vestido.
— Mi nuevo papá lo hizo para mí.— La cara de Bethany se iluminó, y señaló
al otro lado de la habitación. — Mira, mamá. Es Constantine. ¿Puedo ir a
verlo?

— Por supuesto, cariño.— Heather miró con cariño a Tino, que estaba vestido
como un Santa en miniatura sin la barba.

Bethany arrastró a Constantine a la pista de baile mientras los adultos


bailaban el vals logrando evitar que corrieran sobre ellos. Tino y Bethany,
llegaron al centro de la pista de baile, donde empezaron a saltar y a reírse.

Toni lanzó una uva en su boca. — Así que debe ser la que se casó con el
famoso diseñador de moda.

— Sí.— Heather sonrió. — Jean-Luc está aquí en alguna parte. Perdido en un


mar de Santas.

— Sí, no puedo decir quién es quién.

Heather mordió una fresa. — Es lo mejor, supongo. Esto confundiría


totalmente a cualquier Malcontent que aterrice en la fiesta.— Ella se acercó
más a Toni. — Espero que no te importe, pero Shanna me habló de ti.

— ¿Ah, sí?

Heather sonrió. — No te preocupes, que todo fue bueno. Sólo quería decir
que Ian es un gran tipo, y espero que esto funcione para vosotros.

— Nosotros… nosotros no vamos a salir ni nada. Soy guardia, por lo que va


contra las reglas que estemos involucrados.

— ¿Desde cuándo el amor sigue las reglas?— Heather bajó su voz. — Ian
estaba en Texas, cuando tomó la droga para hacerse mayor. Estaba con tanto
dolor, que casi me mató mirar. Le rogué que se detuviera, pero ¿sabes lo que
dijo?

— ¿Qué?

Los ojos de Heather se humedecieron. — Dijo que todo el dolor valía la pena
si podía encontrar el verdadero amor.
El corazón de Toni se apretó en su pecho. — Voy a buscarlo. Discúlpame.—
Ella comenzó a atravesar el salón de baile.

La banda cambió a una canción moderna, y advirtió a un Santa discotequero


en la pista de baile. Gregori, pensó con una sonrisa. Estaba de vuelta a su
estado normal.

Había llegado un poco tarde al baile porque había pasado demasiado tiempo
en la sala plateada, peleando con su cabello y maquillaje. Quería verse bien
para Ian.

Había tenido una larga noche, asegurándose que Sabrina estaba bien antes de
que Ian la hubiera teletransportado de vuelta a Romatech. Estaba tan
cansada, que se había ido directa a la cama. Hoy había llamado al hotel dos
veces. Carlos le había dicho que Bri estuvo durmiendo la mayor parte del
tiempo, y Teddy estaba viendo la televisión. Esperaba ver a Bri mañana, pero
por ahora, estaba ansiosa por ver a Ian.

Durante todo el día, su corazón había estado ligero de alegría. No podía


esperar para verlo. Era una lástima que no hubiera sido capaz de vestirse un
poco más sexy. Shanna había insistido en que usara este traje en específico.

Vagó hacia un grupo de Santas que estaban hablando entre sí. Se fijaron en
ella y sonrieron.

Rápidamente comprobó sus ojos. No estaba Ian. — Discúlpenme.— Ella


retrocedió.

— Bellissima, no huyas.— Un Santa vampiro con brillantes ojos marrones le


tomó la mano. — Me permito presentarme. Soy Giacomo di Venezia. Por
favor llámame Jack, al igual que hacen mis otros amigos que hablan inglés.

— Soy Toni Davis.

Él le besó la mano. — Bellissima, ¿eres el guardia que Connor contrató? No


me dijo que eras una diosa.— Se volvió hacia los otros hombres. — Es una
visión de belleza, ¿no?

— La estás avergonzando, Jack,— dijo un segundo Santa con acento escocés.


Él le tendió la mano. — Bienvenida a MacKay Seguridad e Investigación. Soy
Robby MacKay.

Toni le dio la mano. — ¿Estás relacionado con Angus?


— Sí, pero él es mucho, mucho mayor que yo,— dijo Robby con una sonrisa.

— ¿Cómo lo haces?— El tercer vampiro en el grupo sostuvo su mano. Sus


ojos eran almendrados y su acento era más grueso. — Soy Zoltan Czakvar de
Budapest.

— Oh.— Ella sacudió su mano. — Soy Atila el Huno.

Los hombres se rieron.

— ¿Bailarías conmigo, Atila?— Preguntó Zoltan.

— Tal vez más tarde. Estoy… buscando a alguien en este momento.

— Ah.— Jack asintió con la cabeza. — Amore. Me temo que su corazón ya


está ocupado, Zoltan.

Zoltan hizo una reverencia. — Entonces esperemos que él sea digno de ti.

— Está bien.— Toni sonrió mientras dejaba a los tres hombres. Había algo
definitivamente atractivo en los hombres vampiros.

Vagó por otro grupo de hombres, pero ninguno le resultaba familiar.


Entonces vio a alguien al que era fácil de reconocer. Era el único Santa negro
en la habitación. Estaba bebiendo sangre de una copa de vino, junto con otro
Santa.

— Phineas.— Ella levantó una mano.

— Hola, dulzura.— Él le dio un gran cinco y un golpe de nudillo. — ¿Qué


pasa?

Reconoció al segundo Santa como Dougal. — Hola, Dougal. ¿Habéis visto a


Ian en alguna parte? No puedo encontrarlo.

— La última vez que lo vi,— dijo Dougal, —estaba en la mesa de refrigerio,


con una Bleer.

Phineas miró el traje de Toni. — Chica, ¿qué se supone que eres? Te ves como
el pequeño ho del Gigante Verde Feliz.

Toni apretó los dientes. — Soy un elfo.


Dougal se echó a reír. — Haces bien de duende.

— Gracias,— murmuró Toni.

Phineas bufó. — Entonces, ¿vives en un árbol y horneas galletas? ¿Qué tienes


para mí en tu horno?— Él guiñó un ojo.

Ella le dio un manotazo en el brazo. — Enviaré al Gigante Verde Feliz sobre


ti.

Ella se marchó, sintiéndose aún más ridícula en su traje. Tenía una pluma roja
en su tonto sombrero verde, y cascabeles en sus zapatillas verdes que hacían
ruido con cada paso. Si alguien más se burlaba de su vestuario, podría tener
que estacarlo en el olvido.

Rodeó la pista de baile. La música había cambiado a un baile lento y


moderno. Vio a Heather bailando con un Santa, probablemente su marido,
Jean-Luc. Y Shanna estaba bailando con otro Santa, probablemente Roman. A
medida que se acercaba a la mesa de refrigerios de vampiros, vio a las dos
cuestionables damas Rockette hablando con otro Santa.

Una de ellas presionó una mano contra el pecho de Santa. Sus uñas estaban
pintadas de un rojo brillante. — ¡Oh Dios mío, mírate! ¡Estás todo crecido!

Toni hizo una mueca. La voz de la Rockette era definitivamente masculina.

— Nuestro dulce pequeñito,— dijo el segundo Rockette varón. — Todo


crecido y tan guapo.— Él ondeó una mano delante de su cara. — Me parece
que voy a llorar.

— No te atrevas, Tootsie,— advirtió la primera Rockette. — Si comienzas a


llorar, me perderé por completo, y odio que se me corra la máscara. ¿No, Ian?

— No lo sabría,— gruñó él. Vio a Toni, y el alivio inundó su rostro. — Toni, te


he estado buscando.

— ¡Oh Dios!— El Rockette llamado Tootsie miró a Toni — ¿Nuestro pequeño


Ian encontró novia?

Ian tiró de ella a su lado. — Toni, déjame presentarte a Tootsie y Scarlett.


Ellos se teletransportaron aquí desde Nueva Orleans.
Toni sonrió cortésmente. — ¿Cómo están?

Scarlett se llevó la mano a su pecho. — Oh, Dios mío, ¿no es la cosa más
bonita?

Los labios pintados de rojo de Tootsie temblaban. — Son tan monos juntos.
Yo… yo no puedo evitarlo. ¡Voy a llorar!

Scarlett resopló. — Bueno, no me hagas comenzar.

Ian retrocedió, arrastrando a Toni con él. — Disculpadnos, pero le prometí a


Toni que bailaría con ella.

Scarlett suspiró. — Eso es tan dulce.

— Y romántico.— Tootsie se secó los ojos con un pañuelo de encaje.

Ian llevó a Toni más lejos.

Ella miró hacia atrás, y los dos hombres Rockettes todavía los estaban
mirando con lágrimas en los ojos. —Se parece mucho a ti.

— Son muy amigables.— Ian puso sus manos alrededor de su cintura. —


Gracias por rescatarme.

Ella apoyó sus manos sobre sus hombros y emparejó sus pasos mientras él se
balanceaba de un lado a otro. — ¿Dónde los conociste?

— En Nueva Orleans, hace unos pocos años. Estaba haciendo una


investigación para un vampiro con amnesia.

— ¿En serio? ¿Averiguaste quien era?

Ian asintió con la cabeza. — Era un vaquero con un bebé secreto.

Toni se echó a reír.

— Lo digo en serio.— Ian sonrió y esto hizo que su barba blanca se contrajera.
— ¿Y qué se supone que eres?

— Un elfo, y no te atrevas a burlarte de mí.

— ¿Estás bromeando? Tus medias rojas me están volviendo loco.


Ella chocó contra su vientre falso que sobresalía por encima de su cinturón. —
¿Eso de ahí es relleno, o estás feliz de verme?

Su barba tembló de nuevo. — ¿Y que es esto?— Tocó las estacas de madera en


su cinturón. — ¿Estás intentando utilizarlas contra mí?

— Tal vez. Si Santa no me da lo que quiero para Navidad.

— ¿Y qué quieres?

Casi dijo: Tú, pero dudó. — Es un secreto.

— ¿Otro secreto?— Sus ojos azules brillaban. — ¿Vas a decirme tu nombre


completo?

Ella se encogió de hombros. — Tal vez nunca.

— Pero necesito saberlo. Estoy haciendo una lista. Y la verifiqué dos veces.

Ella se rió.

— Dime, Toni.— La atrajo más cerca. — ¿Has sido mala o buena?

Una sensación de calor se extendió a través de ella. Quería a este hombre


mucho. Ella curvó sus manos alrededor de la parte de atrás de su cuello. Él
apretó su agarre sobre ella.

Lo miró a los ojos, y de repente sintió el calor subir unos pocos grados. —
Puede ser divertido ser un poco traviesa.

Un tinte rojo quemó los ojos de él. — Podríamos ir a un lugar privado. Nadie
se daría cuenta de un Santa menos en la habitación.

Toni se lamió los labios. El pensamiento de arrancarle la barba para darle un


beso era muy emocionante. — Tus ojos se están poniendo rojos.

— Tu corazón está latiendo más rápido.— Él se acercó, con su barba blanca


haciéndole cosquillas en la mejilla. — Me gustaría bajar esas medias rojas por
tus piernas.

— Yo podría dejarte,— bromeó ella. — Si me das lo que necesito.


Sus ojos brillaron un rojo más oscuro. — Cariño, tengo lo que necesitas.

Ella sonrió. — Lo que necesito es algunas respuestas. Tengo algunas


preguntas para ti.

— Mi color favorito es el verde. Como tus ojos.

— No esa pregunta.— Ella deslizó sus manos por el pecho. —Podría hacer
que valiera la pena tu espera. Si tú respondes, me... quito algo.

Sus cejas se levantaron. — Ahora eso es ser travieso.

— Por supuesto tienes que estar de acuerdo con los mismos términos. Si yo
respondo a una de tus preguntas, tienes que quitarte algo.

— De acuerdo.— Miró alrededor del cuarto. — Vamos a salir por separado.


Nos vemos en el vestíbulo en tres minutos.

Él se alejó, dejándola sola en la pista de baile.

Deambuló de nuevo a la mesa de refrigerio para los mortales con su corazón


mortal golpeando en sus oídos.

Buen Dios, ¿qué había acabado de aceptar? Quería algunas respuestas, pero
desnudarse por ellas era probable que se saliera de las manos.

Bueno. Sonrió para sus adentros. Lo quería. Él la quería. No podía negar ese
brillo rojo en sus ojos.

Ella respiró profundamente varias veces para calmarse, y luego bebió un


poco de ponche. Por el rabillo del ojo, se dio cuenta de un Santa Claus
saliendo del salón de baile. Apuró su copa, y luego se encaminó hacia la
salida. Vagó por el pasillo en dirección a la capilla. ¿Dónde estaba?

Una puerta a la derecha se entreabrió y un brazo en una manga de terciopelo


rojo, se acercó y la agarró. Ella jadeó, y luego se echó a reír mientras un Santa
Claus la transportaba a un cuarto oscuro. Él cerró la puerta y la sujetó contra
esta.

— Más vale que seas Ian.

— Sí.— Él acarició su cuello.


— Quítate esa barba. Quiero besarte.

Se rió entre dientes. — Eres una chica exigente.— Bloqueó la puerta, y luego
la llevó a la habitación.

Era una sala de conferencias, notó ella, con una larga mesa rodeada por una
docena de sillas. Ian había dejado las luces apagadas, por lo que la única luz
venía de la señal de salida de color rojo sobre la puerta y las luces del
estacionamiento fuera de la gran placa de vidrio de la ventana.

— Está nevando afuera.— Ella deambulaba junto a la mesa. — ¿Deberíamos


cerrar las persianas?

— Es un vidrio de una sola vista.— Él se sentó en una silla a mitad de la


mesa. — Así que ¿cuál es tu nombre completo, Toni?

— ¿Eso otra vez? ¿Realmente importa?

— Sólo tengo curiosidad porque no me lo dices.

— Vale, vale.— Ella se sentó en la mesa junto a él y apoyó un pie sobre el


brazo de su silla.

— Pero eso valdrá dos prendas de ropa.

Él envolvió una mano alrededor de su tobillo. — Está bien.

Ella se echó hacia atrás, apoyando su peso sobre sus manos. — Sólo sé lo que
mi abuela me dijo, por lo que mi conocimiento de los hechos es un poco
limitado. Al parecer, mi madre tenía un deseo de casarse con un piloto de
carreras cuando tenía diecisiete años. Fue al Daytona 500 para encontrar a un
conductor y saltó sobre un tipo en un garaje. Ella estuvo un poco molesta al
descubrir después que él no era más que un mecánico, y aún más molesta
cuando descubrió que estaba embarazada.

Ian negó con la cabeza. — Tú madre me sigue confundiendo.

— Supongo que necesitaba un recordatorio, nunca volver a cometer un error


tan estúpido de nuevo, porque me puso el nombre por la pista de carreras
donde fui concebida.

— ¿Tú nombre es Daytona 500?


— No.— Ella lo miró. — Sólo Daytona. ¿No es eso bastante humillante? Por
favor, no se lo digas a nadie.

Su barba blanca se movió. — Daytona Davis. A mí me gusta.

— Daytona Lynn, en realidad. Es una cosa del Sur. Ahora desnúdate, Santa.
Dos artículos.

Él se quitó la gorra roja de Santa con la peluca pegada. — Esa es una.— Se


sacó la barba. — Y esa son dos.— Las tiró sobre la mesa. — Tu turno.

— ¿Cuál es el secreto de lo de Santa Claus? ¿Y que estáis escondiendo todos


detrás de la puerta cerrada de la guardería?

Él rodeó con los dedos su tobillo de nuevo. — Esas son dos preguntas.

— Pero están relacionadas, ¿no es cierto?

— Ay, ahora son tres.

Ella lo golpeó con el pie, y la campana en su zapatilla tintineó. — Sólo


responde la pregunta.

Él sonrió. — Roman comenzó el Pacto del Santa Secreto en el año 1950


cuando se convirtió en maestro del aquelarre. Tenemos algunos vampiros en
todo el país que trabajan el turno de noche, clasificando el correo de la oficina
postal. Cada año, recogen las cartas dirigidas a Santa Claus, y nosotros
recogemos juguetes. Luego, en la víspera de Navidad, algunos vampiros
vestidos como Santa entregan los bienes, incluyendo lugares como casas de
acogida y refugios para mujeres.

Toni se sentó en silencio durante un tiempo, absorbiendo esta última noticia.


¿Qué más pruebas necesitaba de que estos vampiros eran amables y nobles?
— Eso es tan impresionante.

— Gracias.— Él puso sus pies en su regazo y sacó una de las zapatillas


verdes. —Lo disfrutamos un poco.— Quitó la segunda zapatilla. Sonaron
cuando las arrojó sobre la mesa.

— ¿Quieres decir que eres uno de los Santas?


— Sí. Lo he estado haciendo desde que vine aquí a trabajar en 1955.— Deslizó
uno de sus esponjosos calcetines rojos fuera. — Hay cientos de nosotros
ahora.— Él sacó su otro calcetín.

— ¿Qué estás haciendo?

— Respondí tus preguntas.— Lanzó los calcetines en la mesa. — Dos


preguntas.

— Pero has quitado cuatro piezas.

— No. Calcetines y zapatos vienen en pares.— Envolvió sus manos alrededor


de uno de sus pies y comenzó a masajearlo.

¿Cómo podía discutir cuando se sentía tan bien? — Está bien. Haz tu
siguiente pregunta.

Se quedó allí sentado, en silencio frotándole los pies mientras consideraba. —


¿Quieres niños?

Eso la sorprendió. — Sí.

Se quitó su cinturón y la espada y los deslizó por la mesa hacia el montón de


ropa.

— ¿Eso es todo?— Preguntó ella. — ¿Un pobre cinturón?

— Esa fue una pregunta fácil para ti.

— ¿Tú quieres niños?— Ella sabía que la respuesta no sería fácil para él. Que
nunca podría tener hijos si se casaba con un vampiro.

— Si alguna vez tengo hijos, me consideraría enormemente bendecido.

— Eso es un poco evasivo. Pero aún agradable.— Ella desató su correa de


cuero marrón, y sus estacas de madera resonaron sobre la mesa.

Él se levantó y empujó las estacas a través de la mesa, de manera que se


desplomaron en el suelo.

— Un poco sensible a ellas, ¿no?


— Sí.— Él arrancó la gorra con plumas de la cabeza de ella y la arrojó sobre el
montón de ropa.

— ¿Qué estás haciendo?

— Tú hiciste una pregunta, y yo respondí. De hecho, contesté otra.— Él tiró


de los cordones de la túnica verde de duende.

— Deja de hacer eso.— Ella le dio un manotazo en la mano. — Esas preguntas


no cuentan. Esa fue una conversación normal. Ahora haz una pregunta
oficial, por favor.

— Muy bien.— Se recostó en su silla y la estudió. — ¿Qué es lo que más


deseas en la vida?

— Esa es una grande. Tendrás que quitar cinco piezas de vestir por esa
respuesta.

— Cuatro.

— Muy bien, cuatro. Pero yo escojo cuáles.

Él sonrió. — De acuerdo.

¿Qué era lo que más quería? — Cada mañana, comienzo mi día con cuatro
afirmaciones. Creo que puedes decir que son lo que más quiero en la vida. O
en lo que más quiero creer. La primera es que merezco ser feliz.

— Sí, lo mereces.

Ella se deslizó fuera de la mesa. — Me llevo tus botas.— Se las arrancó y le


sonrió a sus calcetines de rombos. Tan escocés.

— ¿Tu segunda afirmación?— Le preguntó.

— Cumpliré mis metas.

Él asintió con la cabeza. — Tienes metas dignas.

Ella desabrochó su chaqueta de terciopelo rojo. — Quítatela, Santa.

Tiró la chaqueta sobre la mesa, junto con la pequeña almohada que había
disfrazado como un vientre. — Sigue.
— El número tres es que lograré algo significativo con mi vida.

— Eso es importante. Es por eso que lucho contra los Malcontents.— Se puso
de pie cuando ella tiró de su camiseta blanca.

Se la pasó sobre su cabeza y la arrojó a un lado.

Ella miró su pecho desnudo. El parche de pelo negro y rizado, los fuertes
pectorales, los abdominales. Sus pantalones de terciopelo rojo estaban atados
en sus caderas por un cordón blanco. Ella tomó el extremo del cordón de
color blanco en sus dedos y lo sacó suavemente.

— ¿Y la cuarta afirmación?

Ella miró su cara. — Siempre ha sido la más difícil para mí de creer.— Y la


más difícil de confesar. Sus ojos picaron con lágrimas. — Soy digna de ser
amada.

— Chica.— Él alisó su pelo. — Nunca he conocido a nadie más digno para ser
amado que tú.

— Ian.— Ella tocó su rostro. — Eso es lo que pienso de ti.

Él la tomó en sus brazos y la besó. Ella le devolvió el beso con toda la pasión
que había crecido dentro de ella durante días. Inclinó su boca sobre la de ella
y la invadió con su lengua. Sus rodillas se debilitaron.

Había tal hambre en su beso. Este la hacía sentir desesperada. Febril.

Ella rastrilló sus manos por su lisa y desnuda espalda. — Te quiero.

— Me tienes.— Él apretó su túnica verde de duende en sus puños y tiró de


esta hacia arriba y sobre su cabeza. Su camiseta roja de manga larga la siguió
poco después. Antes de que pudiera bajar los brazos, él tenía su sostén
desabrochado.

— Eres muy rápido.

— Sí.— Arrojó su sostén a un lado. — Como tú, intento lograr mis metas.—
Ahuecó uno de sus pechos.
Sus pezones se endurecieron bajo la mirada de sus ojos rojos y brillantes.
Apretó los muslos.

— ¿Cuál es tu meta?

— Hacerte gemir.— Él frotó su pulgar sobre el pezón apretado, y ella gimió.


— Hacerte estremecer y gritar.— Se inclinó para tomar su pezón en la boca.
Lo chupó, haciendo cosquillas con su lengua, y luego tiró suavemente.

Ella se estremeció y se echó hacia atrás en sus brazos.

— Quiero darme un festín contigo.— Él dio su atención al otro pecho.

A través de una bruma de placer sensual, recordó la palabra festín. Él estaba


atormentando el pezón con su lengua. ¿Eran sus colmillos lo siguiente? —
¿Quieres morderme?

Él levantó la cabeza y le dirigió una mirada de advertencia. — No estoy


haciendo esto por comida.

— Pero dijiste festín.

Su boca se torció. — Me estaba refiriendo al sexo oral. ¿Tienes alguna


objeción a dejarme besarte y chuparte?

Ella tragó saliva. — No, eso estaría bien.

Él deslizó sus dedos por debajo de la cintura de sus medias rojas y poco a
poco tiró hacia abajo. — ¿Y no serás tímida acerca de conseguir todo el jugo
cuando te vengas en mi cara?

— No,— chilló ella.

Él sonrió mientras sus manos se curvaban sobre su desnudo trasero,


arrastrando sus medias más abajo. — Muchacha traviesa, no estás usando
ropa interior.

— Eso lo aprendí de ti.— Pasó las manos sobre sus bíceps, y luego sobre sus
hombros y en su pecho. — Eres el hombre más bello.

Él resopló. Con sus medias enrolladas a la mitad de sus muslos, la agarró por
la cintura y la puso sobre la mesa. Entonces agarró sus medias y terminó de
arrastrarlas por sus piernas.
— He estado deseando tocar tus piernas durante días.— Él las levantó y
apoyó sus tobillos sobre sus hombros. — Tan largas y doradas, bañadas por
el sol.— Deslizó sus manos por los muslos y volvió la cabeza para besar su
pantorrilla.

Toni se revolvió sobre su trasero desnudo, volviéndose más consciente de la


lenta y palpitante necesidad, entre sus piernas. Él se movió hacia adelante,
cada vez más cerca de su núcleo, besando el interior de su rodilla, el muslo.

El resplandor rojo de sus ojos en la oscuridad envió un estremecimiento a


través de ella. Dios, lo quería.

— Por favor.— Ella cayó de nuevo sobre la mesa. Pasó los pies por la parte
trasera de su cuello para tirar de él más cerca.

Él acarició con sus dedos su vientre, y ella se estremeció. — Por todos los
santos, puedo oler tu olor. Es tan dulce. No puede resistir probarte.

Sus palabras golpearon una necesidad primitiva dentro de ella, poniéndola


aún más húmeda. Y lista. Abrió los muslos para él.

Sus ojos ardían rojos. Él arrastró sus dedos en sus rizos, y luego se inclinó
hacia adelante. — Quiero ver tu cara cuando te toque por primera vez.

Ella se centró en sus ojos rojos, se quedó boquiabierta cuando sus dedos se
deslizaron entre sus piernas. Se estremeció mientras la acariciaba con
suavidad, facilitando su camino entre sus pliegues sensibles. Vio un destello
de dientes blancos mientras él sonreía.

— Estás tan mojada.— Él insertó un dedo dentro de ella. — Y tan caliente.

— Sí.— Ella se empujó contra él.

— Ay, pobre muchacha.— Él movió su dedo dentro de ella. — Estás en


extrema necesidad de atención.— Con su otra mano, apretó su clítoris.

Chilló. Él se apretó contra ella, y ella empujó.

Clavó las uñas en la mesa. — Por favor, date prisa.

Sacó su dedo. — Vamos a tomarlo lentamente la próxima vez.— Se sentó en


una silla y la giró hasta la mesa.
Mientras tanto, él ahuecó su trasero y la tiró hacia su cara.

— Esto, cariño, es lo que quiero decir con un festín.— Él se abalanzó sobre


ella, arrastrando su lengua sobre su piel congestionada, investigando,
probando, lamiendo.

Toni se revolvió, y él la sostuvo. Jadeó, cerrando los ojos mientras toda la


sensación se centraba en su piel caliente y su gloriosa boca. Él le hizo
cosquillas en el clítoris, luego lo chupó suavemente. Ella gritó. Sus piernas
tensas. Su lengua revoloteaba.

Ella gritó. Un delicioso e infartante estremecimiento se estrelló sobre ella,


luego se hinchó para estrellarse una y otra vez.

— Ay, Toni.— Él se puso de pie y sacó el cordón de sus pantalones de


terciopelo rojo. — Estoy muriendo por ti.

Se detuvo de repente, inclinando la cabeza y frunciendo el ceño.

— ¿Qué es?— Ella luchó por sentarse. Su cuerpo era un montón de derretidas
terminaciones nerviosas agotadas.

— Sangriento infierno,— murmuró él. — La alarma se ha disparado.


Capitulo 20

I an maldijo otra vez cuando se puso su abrigo de Santa. Con la


velocidad vampiro, lo abotonó y se puso sus botas.

Que horrible tiempo sangriento. Habría intentado dejar a Connor o a Angus


tratar con esto, pero la alarma había sido disparada por llamada de
emergencia síquica pidiendo ayuda de Phineas. Ian había enseñado al joven
Vampiro como practicar. Tenía que estar allí por Phineas, sin importar cuanto
quisiera a Toni. Y Dios, la quería.

Ella estaba inclinada para ponerse sus medias rojas. Su largo pelo rubio caía
hacia delante, parcialmente escondiendo su cara sonrojada. Se enderezó,
apartando el pelo cuando movió las medias sobre sus caderas. Por todos los
santos, nunca se había dado cuenta de que ponerse la ropa pudiera ser tan
sexy.

—Sangriento infierno, —susurró él.

—¿Qué pasa? —Levantó el sujetador del suelo.

—Tú. Eso es descaradamente doloroso. Soy una roca dura y a punto de


explotar. — Se puso el cinturón sobre su espada.

Ella paró con su sujetador medio puesto. —Me refería al ataque.

Él miró hacia la ventana mirando más allá del aparcamiento. Aún estaba
nevando, así que la visibilidad era mala. —Puedo oírles fuera. Phineas debe
haber estado haciendo las rondas.

Se puso su barba, la peluca, y el sombrero. —Quédate aquí. Volveré tan


pronto como sea posible.

—Pero debería ayudar. Es mi trabajo. —Ella se puso su camiseta roja.

—Quédate aquí, —repitió él. —Hay muchos Vampiros a los que cuidar en
cuestión.

—No piensas que sea lo bastante fuerte para luchar a un Malcontent,


¿verdad?
—Honestamente, preferiría no averiguarlo. — Se teletransportó al
aparcamiento y vio los rastros en la nieve donde los otros Vampiros habían
cruzado el pavimento hacia el bosque. Oyó el choque de espadas en la
distancia. Sacando su propia espada, salió zumbando hacia el ruido.

Cuando entró en el bosque, la nieve caída se hizo más ligera como si los
copos de nieve estuvieran atrapados por el dosel sobre la cabeza. Visualizó
una docena de trajes de Santa en un claro. Estaban aún allí, cada uno tenía un
ligero polvo de nieve en su sombrero y hombros. Muchos de los Santas
habían formado un círculo alrededor de un par ocupados en un duelo.
Phineas y un Malcontent, vestido de negro. Se rodeaban mutuamente
despacio.

Dos Santas más tenían a un segundo Malcontent clavado contra un árbol con
sus espadas suspendidas para golpear su corazón.

Ian se unió al círculo de los Santas. —¿Qué ocurre? —Susurró al hombre a su


derecha.

—Phineas estaba haciendo su ronda en el bosque aquí, —respondió el Santa,


y Ian reconoció la voz de Robby MacKay. —Dos Malcontents le saltaron, él
pidió ayuda. Hicimos sonar la alarma y vinimos corriendo.

Las espadas sonaron cuando el Malcontent atacó a Phineas. Él rechazó el


ataque y forzó al Malcontent a retirarse.

—Capturamos a ese. —Robby asintió hacia el segundo Malcontent clavado


contra el árbol. —El otro retó a Phineas a un duelo, y él aceptó.

Ian observó el duelo cuidadosamente, evaluando cada una de sus


habilidades. Parecían uniformemente igualados, aunque detectó más
desesperación del ruso.

—¡Déjalo ir, Stanislav! — Gritó el Malcontent capturado. —¡Sal de una


condenada vez de aquí!

—Al segundo de que vea tu cuerpo comenzar a teletransportarse, apuñalaré


tu corazón, —amenazó uno de sus captores. Ian reconoció su acento francés.
Jean-Luc Echarpe.

—El diablo lo toma, —gruñó el segundo captor. Era Angus. —Ensarta al


bastardo y acabemos.
—¡Estoy desarmado! —Gritó el cautivo.

—Estabas armado hace dos minutos antes de que tirases tu espada, —


discutió Angus. —Mira, Yuri. Tú, no necesitas parecer sorprendido. Sé quien
eres. Esto es una simple cuestión de ser eficiente. Si no te matamos ahora,
volverás, y tendremos que hacerlo después. Así que yo digo que te matemos
ahora. Eso nos ahorrará a todos mucho tiempo.

Jean-Luc se rió. —¿Esperas que él esté de acuerdo contigo?

—Si eres tan bueno y noble como reclamas ser, —dijo Yuri, —entonces nunca
matarás a un hombre desarmado.

—Au, odio cuando dicen eso, —gruñó Angus.

Jean-Luc presionó la punta de su espada contra la garganta de Yuri. —No


seas cobarde, Yuri. Levanta tu arma, y terminemos con esto como hombres.

—Ahora le estás asustando, —dijo Angus. —Creo que ha mojado sus


pantalones.

—¡No lo he hecho! —Protestó Yuri. —Stanislav, me iré sin ti.

Stanislav estaba ocupado con Phineas. Ambos hombres se relajaban


lentamente hacia sus derechas, sus piernas dobladas, sus espadas listas.

—Stan hombre, vas a caer, —Phineas habló suavemente. —¿Por qué estás
haciendo esto? Siempre pensé que eras bastante decente. Eras el único ruso
con el que podía hablar.

—Me cruzaste doblemente, bastardo. —Stanislav se deslizó en la nieve y


rápidamente se enderezó. —Me engañaste para que te dijera donde estaba
Katya.

—Ella es una puta, Stan. ¿No te has dado cuenta aún que estás en el lado
equivocado? Eres uno de los tipos malos.

—¡Traidor! —Stanislav atacó hacia delante, balanceando su espada


salvajemente.

Phineas bloqueó cada movimiento, y Stanislav cayó hacia atrás, respirando


pesadamente.
Phineas le rodeó. —No vas a sobrevivir a esto, Stan.

—¡Vete! —Gritó Yuri.

—¡No puedo! — Stanislav se limpió el sudor de su ceja. —Jedrek me matará


si no mato a Phineas.

—Estás de mierda esta el cuello. —Phineas avanzó, y con una confianza


experta, envió la espada de Stan volando de su mano.

Stanislav retrocedió.

Phineas rozó la punta de su espada sobre el pecho de Stanislav. —De la


manera en que lo veo, tienes tres opciones. Puedes ser asesinado por mí,
asesinado por Jedrek, o puedes unirte a nuestro lado.

—Ahora espera un minuto. —Angus caminó hacia ellos. —Seriamente dudo


de que podamos confiar en este bastardo.

Stanislav desapareció. Ian se giró en ese momento para ver a Yuri


teletransportarse, también.

—Merde, —murmuró Jean-Luc.

Angus suspiró. —Ah bueno. —Dio una palmadita a Phineas en la espalda. —


Lo hiciste bien, chaval.

Phineas enfundó su espada. —Debería haberle matado cuando tuve la


oportunidad. Yo solo...

—¿No querías hacerlo? —Preguntó Angus. —Eso es lo que te hace uno de los
nuestros, chaval. Matamos cuando tenemos que hacerlo, pero no con gusto.

—Pero él volverá, —dijo Phineas.

Angus descansó un brazo alrededor de su hombro. —Siempre hay vampiros


malos que quieren matar. He vivido cerca de quinientos años, y eso nunca ha
cambiado. Una cosa que el tiempo me ha enseñado es que no hay necesidad
de tener prisa para matar.

—Sí, eso es cierto. —Connor habló desde el círculo. —Matas a uno, y dos más
se muestran a la siguiente noche.
—Me estoy congelando aquí fuera, —observó Roman. —Volvamos a la fiesta.

Los Santas volvieron caminando al aparcamiento. Ian enfundó su espada.

Robby se inclinó hacia él y susurró, —Será mejor que te laves su olor antes de
que Connor o Angus pillen tu tufillo. —Caminó para unirse a los otros Santa.

Ian se estremeció. Esperó a que todos los Santas hubieran entrado en


Romatech, luego pasó volando a la sala plateada. Con la velocidad vampiro,
se ducharía y se volvería a vestir.

Corrió hacia las escaleras. Cuando oyó un replique detrás de él, miró hacia
atrás. El ascensor abrió sus puertas, y Toni salió.

—Toni. —Caminó hacia ella. Tanto como hizo ella cuando preguntó y se
quedó en la sala de reuniones.

Ella giró alrededor. —Ian. ¿Qué estás haciendo aquí abajo? Pensaba que
estabas con Phineas.

—Lo estaba, pero... ¿qué estás haciendo aquí abajo?

Ella bajó su voz. —Estaba en el vestíbulo, averiguando lo que ocurría fuera,


cuando Emma MacKay me susurró que debía retirarme esta tarde. Ella es uno
de los grandes jefes, así que no discutí, pero tengo la impresión de que sabía
lo que habíamos estado haciendo...

—Los Vampiros tienen un sentido del olfato muy bueno. Recibí un aviso
similar.

Ella caminó más cerca. —Ellos pueden oler que nosotros... ¿lo sabías?

—Lo sé muy bien. Desafortunadamente, unos pocos lo han notado, también.

—Que vergüenza, —murmuró ella. —¿No podemos conseguir un poco de


privacidad aquí?

Ian sonrió. —¿Estás ansiosa de saltar a la cama conmigo?

—Tranquilo. —Ella miró alrededor del pasillo. —No quiero meterme en


problemas. Y no quiero entusiasmarme. Seguro que no quiero perder mi
memoria, no después... ya sabes.
—¿Te estás refiriendo a que te derramaste sobre mi cara?

Ella se estremeció. —No deberíamos hablar de eso. —Ella miró alrededor del
pasillo otra vez.

—Estamos solos, corazón.

Ella escaneó el techo. —Pero hay cámaras de seguridad en todas partes.

—Sí. Por eso no te he tomado en mis brazos. —Él dobló sus brazos sobre su
pecho. —Tomé una ducha fría, y no ayudó.

—Oh, Ian. —Ella suspiró. —No sé donde podemos ir. Todos los dormitorios
aquí tienen cámaras.

—Averiguaré algo. Será más fácil una vez Connor se lleve a Roman al
escondite. Y Jean-Luc tiene una casa en Texas, así que muchos de los
invitados se teletransportarán esta noche.

—Eso es bueno. —Toni bostezó.

—Estás cansada. Ve a la cama, corazón. —Cuando la observó entrar en la sala


plateada, supo que nunca podría dejarla. No estaba seguro de cómo podía
entrar en sus planes para correr a un orfanato y a la escuela. Pero sabía que la
amaba lo suficiente que no podía resistir que sacrificara ninguno de sus
sueños. De alguna manera lo harían funcionar.

Connor no se atrevería a borrarle la memoria si ella estaba prometida con él.


Ese era un gran paso, pero no causaba ninguna señal de alarma brillando en
su interior. Simplemente se sentía bien. Y excitante.

A la mañana siguiente, Toni llamó a Carlos para ver como estaba


progresando Sabrina.

—Está completamente consciente ahora, —informó Carlos. —Y llena de


preguntas. Quiere saber por qué no puede ir a casa. Y como te las arreglaste
para sacarla del hospital. Le pedí a Teddy que se quedara hasta que tuvieras
la oportunidad de hablar con ella, pero sigue tirando sus insinuaciones sobre
los superhéroes.

—Dila que le explicaré todo esta tarde cuando salga de trabajar, —dijo Tony.
—O lo intentaré.
—Hay otro problema, —continuó Carlos. —Las estaciones locales han
expuesto la foto de Bri en los telediarios. Dicen que ha sido secuestrada. No
me importa llevarla a alguna parte que pueda ser notada.

Toni se estremeció. No podían quedarse escondidos en el hotel para siempre.

—Pensaba que podíamos reunirnos en ese club nocturno vampiro, —sugirió


Carlos.

—¿El Horny Devils? ¿Por qué?

—Es un lugar genial para esconderse. Ningún mortal buscará allí. Y dudo
que ningún Vampiro llame a la policía para informar sobre ella. También es
un lugar realmente bueno para convencer a Bri de que los Vampiros son
reales.

—No lo sé. —Toni frunció el ceño. —Podría asustarla como el infierno.

—Los Vampiros machos son strippers. Parecen inofensivos. —Carlos


descendió su voz. —Bri aún cree que está alucinando. Tenemos que darle
pruebas de que tiene razón, o acabará de vuelta en un hospital mental.

—Vale, vale. Le pediré a Ian que me lleve allí esta noche. Nos reuniremos a
las cinco y media. —Ella colgó.

Temprano esa tarde UPS dejó una pequeña caja azul para ella de Tiffany‘s.
Con su corazón acelerado, Toni sacó el dorado colgante con forma de corazón
en una cadena de oro. Venía con una nota—Todo mi amor, Ian.

La amaba. Ella difícilmente pudo concentrarse en algo durante el resto del


día. No quería que Howard supiera que había recibido un regalo de Ian, así
que deslizó el corazón debajo del polo y lo dejó entre sus pechos.

Cuando el sol se ocultó, corrió hacia la sala plateada para cambiarse de ropa.
—¡Gracias, gracias! —Sonrió hacia Ian cuando corrió al cuarto de baño para
cambiarse.

—Necesitamos ir al Horny Devils, —le dijo ella. Él estaba en la cocina


bebiendo su desayuno. —Se supone que nos reuniremos con Carlos, Bri, y
Teddy allí.

—¿Van al Horny Devils? —Preguntó él. —¿Por qué?


—Para que podamos convencer a Bri de que no tiene alucinaciones. —Se
puso un par de pantalones y una sudadera verde, luego abrió la puerta. —
¿Puedes teletransportarme allí?

—Sí. —Él sacó su móvil de su bolsa de piel. —Déjame avisar a Vanda. Y


necesitaré decirle a Howard que estaremos fuera un rato.

Cinco minutos después, Toni llegó con Ian al callejón fuera del Horny Devils.

Carlos ya estaba allí con Bri y Teddy. Él notó al gorila. —Ese tipo no nos
dejará pasar.

Bri le echó una mirada sospechosa a Ian. —¿Por qué estamos aquí? Quería ir
a casa.

—No podemos ir al apartamento, Bri. —dijo Toni. —Tu tío te buscaría allí.
Necesitamos esconderte aquí un rato.

Bri lanzó una mirada nerviosa hacia el enorme gorila. —¿Qué es este lugar?

—¡Apuesto a que es su Batcueva secreta! —Exclamó Teddy.

—Es más que un club nocturno, —explicó Toni. —Vanda nos está esperando,
¿cierto?

—Sí, —respondió Ian. —Ella estuvo de acuerdo en dejarte esconderla en la


habitación VIP. Incluso tiene algo de comida mortal entregada.

—¿Mortal? —Susurró Bri.

—¡Lo sabía! —Teddy se inclinó hacia ella. —Él es de otro planeta. Es por eso
que tiene super poderes aquí.

—No soy un superhéroe, —gruñó Ian.

—¡Por supuesto que lo eres! —Insistió Teddy. —Tienes super poderes,


hombre. Y seré tu compinche.

—Ian, tenemos que decirles la verdad, —dijo Tony.

Él frunció el ceño. —¿Estás segura de que pueden manejarlo?


—Sabrina se merece saber que ha tenido razón todo el tiempo. —Carlos miró
a Sabrina. —Menina, nunca alucinaste.

Bri sacudió su cabeza. —No, estaba equivocada. Los vampiros no son reales.

Ian miró a Carlos. —¿Tú sabes la verdad entonces? —Él le dio a Tony una
mirada decepcionada. —Se supone que no debías decírselo a nadie.

—Carlos necesitaba saber lo que estaba pasando, —dijo Tony. —Y además,


sabe como guardar un secreto.

Ian consideró a Carlos curiosamente. —Sí, seguro que lo hace.

Carlos intercambió una rápida mirada con Ian antes de girarse de vuelta a
Sabrina. —Menina, ¿recuerdas como fuiste atacada por algunos vampiros
viciosos?

Ella sacudió su cabeza. —Estaba equivocada.

—Me pediste que fuera a Central Park y les encontrara, —dijo Tony. —Esos
vampiros saltaron sobre mí.

Bri jadeó. —¡No!

—Sí. Fui atacada. Y podría haber muerto si un tipo con una espada no
hubiera venido y me hubiera salvado.

—¿Tenía superpoderes? —Preguntó Teddy.

—Sí, —replicó Toni. —Estacó a uno de los atacantes, y lo convirtió en polvo.


Los otros dos desaparecieron. Entonces el tipo con la espada me
teletransportó a Romatech.

—¿Eso es otro planeta? —Preguntó Teddy.

Ian gruñó.

Toni sonrió. —Es Industrias Romatech. Manufacturan sangre sintética.


Connor, el tipo que me salvó, me dijo que era un vampiro bueno.

—Guau, —dijo Teddy. —¿Un vampiro bueno?

Bri sacudió su cabeza. —No hay cosa semejante.


—Sí, la hay, —insistió Tony. —Es como los mortales que pueden ser buenos o
malos, lo vampiros pueden ser buenos o malos. — Se movió hacia Ian. —Él es
un vampiro bueno.

Bri retrocedió, una mirada de horror en su cara. —¿Él es uno de ellos?


¿Muerde a la gente?

—No. —Ian le frunció el ceño. —Bebo las botellas de sangre de Romatech.

—Y tienes superpoderes, —añadió Teddy. —Esto es genial. ¿Adivino que


luchas a los vampiros malos?

—Les llámanos Malcontent, —explicó Ian. —Ellos nos llaman los Verdaderos.

—Toni. —Bri se acercó sigilosamente a ella y susurró, —¿Por qué estás


pasando el tiempo con... él?

—Ian es uno de los chicos buenos, —susurró de vuelta Toni. —He estado
trabajando para ellos desde que fui atacada.

—¿Por qué? ¿Te están controlando?

—No. Quería encontrar una manera de probarte que tenías razón. Nunca
alucinaste, Bri. Tu tío te mantenía prisionera y te drogaba para poder
controlar tu dinero.

—Pero él... él es mi tío...

Era triste mirar. Toni podía ver a Bri figurándose todo paso a paso cuando las
emociones revolotearon a través de su cara. Incredulidad, luego sorpresa,
luego horror, luego enfado.

Su cara se sonrojó. —Nunca estuve enferma.

—No, cariño. —Toni le dio a sus hombros un apretón.

Ella le dio una mirada precavida a Ian. —Y los vampiros son reales. —Ella
cerró sus ojos y se estremeció.

—Vamos dentro, —sugirió Ian. —Hugo, estas personas están conmigo.

Hugo gruñó y abrió la puerta.


Ian entró con Carlos y Teddy. Bri detrás, pegada a Toni.

—Está bien, —insistió Toni. —Esto es un club nocturno para Vampiros. —


Cuando la cara de Bri palideció, ella continuó, —Todos beben de botellas. Es
perfectamente seguro.

Bri dejó que Toni la llevara dentro. Los brillantes destellos de luces y la
música alta les saludaron. Bri se quedó cerca de Toni, y su mirada revoloteó
nerviosamente. Toni notó el normal montón de escasas chicas vestidas
animando a la música, cerca del escenario.

—Esas chicas están calientes, —dijo Teddy. —¿Todas ellas son...?

—No muertas, sí. —Carlos parecía curioso por eso.

Las chicas chillaron cuando un bailarín se pavoneó en el escenario, vestido


como un pirata. Tiró su tricornio a la multitud, y las señoras se mezclaron
para reclamarlo como un recuerdo. Más ropas volaron a través del aire hasta
que el bailarín solo estuvo en su bikini de ropa interior. Dio su espalda a la
multitud para mostrar el cráneo y los huesos cruzados impresos en la parte
de atrás de su ropa interior. Giró sus caderas sugestivamente.

—Oh Dios, —susurró Sabrina.

—Es muy talentoso, —estuvo de acuerdo Toni.

—Señoras, ¿seguimos? —Ian se dirigía a la oficina de Vanda, mirándolas con


una mirada irónica en su cara. Carlos y Teddy le estaban esperando.

—Vamos. —Toni cogió el brazo de Bri.

Ella miró de vuelta al bailarín. —Estoy empezando a sentirme mucho mejor


ahora.

Toni rió. —Es bueno que estés de vuelta. —Se unió a Ian en la oficina de
Vanda, y él arqueó una ceja hacia ella. Su cara se sonrojó. —Solo estaba
mirando.

Su boca se retorció, y llamó a la puerta de la oficina de Vanda.

Ella les recibió. —Entrad. Tengo todo listo.


Cuando Toni entró, ella sonrió. —Gracias por tu ayuda.

—Sin problemas. —Vanda la consideró severamente.

Toni tuvo el sentimiento de que no lo aprobaba. Cuando Ian presentó a todos,


la mirada de Vanda revoloteó sobre Bri y Teddy, luego descansó sobre
Carlos. Sus ojos se estrecharon sospechosamente.

Carlos sonrió ligeramente. —Me gusta tu traje de gato.

—Gracias. —Vanda ajustó la fusta que usaba como cinturón. Abrió una
puerta que reveló una estrecha escalera. —Esta es la entrada trasera. Me
figuro que no quieres que todos vean que estáis ahí arriba.

—Eso es correcto. —Ian les guió escaleras arriba.

Toni caminó a través de algunas hebras que colgaban de gotas y rozó la parte
de atrás de una cortina de gasa. —Que pena.

—Guau, —susurró Bri. —Es maravilloso. Parece como el tocador de la


Princesa Jasmine.

—Me alegro de que te guste. —Vanda barrió en la habitación estilo harén. —


Como puedes ver, hay comida y bebida en la mesa y grandes cortinas para
descansar. —Ella señaló a las dos puertas a través de la habitación. —Ese es el
dormitorio y las escaleras principales.

—Es perfecto. —Toni se paseó hacia la pantalla de madera tallada. Podía ver
el club debajo. —Gracias, Vanda.

Ella ajustó su cinturón con una mirada molesta. —Ian es un buen amigo.
Hago cualquier cosa por él.

—También yo. —Toni miró a Ian. Él estaba en la mesa de refrigerios, llenando


un vado de Bleer.

Vanda caminó más cerca. —¿Le dejarías?

Toni se tensó. —¿Por qué haría eso?

—Porque él quiere una compañera verdadera, —insistió Vanda. —Alguien


que pueda pasar la eternidad con él. Tú no puedes hacer eso.
—No sé que cosas averiguaré, —dijo Toni. —Pero sé que estoy enamorada de
él. —Oyó un jadeo detrás suyo.

Toni se estremeció cuando todos la miraron con sorpresa o consternación en


sus caras. Todos excepto Ian. Él la observaba intensamente, sus ojos brillando
con emoción.

Ella levantó su barbilla. — Sí, estoy enamorada de Ian.

Él caminó hacia ella, una sonrisa lentamente se formó en sus labios.

Vanda le frunció el ceño. —Dijiste que todo lo que querías era a un vampiro.

—Cambié de opinión. —Ian estaba sonriendo ahora, y las afiladas puntas de


sus colmillos se mostraron.

Sabrina presionó una mano en su pecho. —Toni, ¿cómo pudiste?

—¿Cómo no podría? —Ella sacó el colgante con forma de corazón de debajo


de su sudadera verde. La cadena de oro y el corazón brillaron en las suaves
luces sobre sus cabeza. —Gracias por enviarme tu corazón.

Ian se detuvo y su sonrisa cayó. —Yo no envié eso.

Toni parpadeó. —Pero llegó esta tarde con una nota que decía, Todo mi amor.

Ian se acercó a ella, y con un rápido tirón de su muñeca, rompió la cadena


alrededor de su cuello.

—Ian... —Toni jadeó cuando él tiró el colgante sobre una mesa baja y lo
golpeó con su puño.

Levantó la pequeña pieza de metal.

—Es un dispositivo de seguimiento, —dijo Carlos.

Ian tiró el dispositivo al suelo y lo aplastó con su talón. —Convocaré a


Phineas y a Dougal aquí, y nos teletransportaremos todos a Romatech. —Se
alejó, cerrando sus ojos brevemente.

Toni se dio cuenta de que estaba enviando un mensaje psíquico.


Sabrina cogió su brazo. —¿Quién... quien querría seguirnos? ¿Es mi tío o la
policía?

—Peor, —murmuró Carlos.

Los ojos de Teddy se iluminaron. —¡Las fuerzas malvadas! ¡Los tenemos


encima!

Los disparos explotaron abajo en el club, y los gritos llenaron el aire.


Capítulo 21

I an corrió hacia la pantalla de madera para ver lo que estaba


sucediendo abajo. Vio a Jedrek Janow con una pistola en la mano y una
espada envainada colgando de su cuello. Jedrek disparó dos veces al aire y se
rió cuando las mujeres corrieron alrededor, gritando. Afortunadamente, la
mayoría de las mujeres tenían suficiente sentido común para
teletransportarse lejos.

— Toni, llama a Dougal y a Phineas, para que puedan utilizar tu voz para
teletransportarse directamente a esta sala. Y diles que lleven armas extra. —
Cuando Ian hubo enviado un mensaje psíquico, simplemente los había
convocado a Horny Devils. Pero ahora no quería que accidentalmente se
teletransportaran en la confusión más adelante. Y no deseaba enviar otro
mensaje psíquico que Jedrek pudiera oír.

Toni sacó su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón.

Sabrina comenzó a llorar, y Teddy trató de consolarla. Vanda y Carlos


estaban mirando a través de la pantalla de madera.

—Están tomando rehenes, —dijo Carlos en voz baja.

Ian miró la escena de abajo. Cerca de diez de las señoras vampiras se habían
congelado del miedo y no se teletransportaron a un lugar seguro. Stanislav y
Yuri usaron cuerdas de plata para enlazarlas como novillas asustadas,
mientras que Jedrek estaba en el escenario, sonriendo mientras la plata
quemaba su piel y les hacía gritar. Las mujeres fueron conducidas juntas, y
un Malcontent puso más cuerda de plata a su alrededor para mantenerlas
confinadas y que no pudieran teletransportarse lejos.

Phineas y Dougal se materializaron al lado de Toni, y transportaban cinco


espadas y algunas estacas de madera.

Ian pasó una espada a Carlos. —¿Sabes cómo manejarla?

—Puedo aprender. —Carlos se apoderó de la empuñadura. —¿Por qué no


usan armas de fuego?

—Podemos recuperarnos de la mayoría de las heridas de bala, pero una


espada en el corazón es permanente. —Ian ofreció la última espada a Vanda.

—No, gracias. —Ella desató el látigo de su cintura. —Me siento más cómoda
con este.

—¿Puedo tener una espada? —Teddy se acercó a él.

—¡Teddy, no! —Sabrina lo retiró. —No debes participar.

—Yo quiero ser un héroe, también —insistió Teddy.

Ian le pasó la espada. — Protege a las mujeres.

—Puede proteger a Bri.—Toni cogió algunas estacas de madera. —Yo no me


quedo aquí.

—Eres… —Ian fue interrumpido por la voz en pleno auge de Jedrek.

—¡Ian MacPhie! Sé que estás aquí. Tráeme el medicamento para permanecer


despierto o empiezo a matar. — La voz de Jedrek fue ahogada por los gritos
de los rehenes.

Ian hizo un gesto a Phineas y a Dougal para que se unieran a él en la pantalla.


—Nos teletransportaremos al mismo tiempo. Tomaré a Jedrek.

Phineas miró a través de la pantalla. —Tomaré a Stan.

—Entonces tomaré a Yuri, —dijo Dougal.

—Y yo me llevaré a la mujer, —añadió Toni.

Ian se puso rígido. —No, permanecerás aquí.

—Yo me llevaré a la mujer. —Vanda miró a Toni. —Me puedo


teletransportar. Tú no puedes.

Toni devolvió la mirada. —Puedo manejar las cuerdas de plata para desatar a
los rehenes. Tú no puedes.

—Tú… —Ian fue interrumpido por Jedrek.

—No creo que puedas atacarme, MacPhie, —gritó desde el escenario. —


Tenemos un rehén aquí, y morirá si alguien se acerca a mí. Nadia, mata a la
rubia que me plazca.

—Sí, Señor. —Con las manos enguantadas, Nadia había atado a una rehén
rubia a la barra en el escenario.

—Oh no, —murmuró Vanda. —Es Cora Lee.

La camarera luchaba contra las cuerdas de plata que la ataban y


chisporroteaban sobre su piel desnuda. —¡Déjame ir!

Jedrek la apuntó con su pistola. —Balas de plata, querida. Realmente duele.


—Cuando Cora Lee lloriqueó, sonrió. —El miedo te hace aún más atractiva.

—Vanda, —susurró Toni. —¿Tienes algún cortador de alambre por aquí?

—Tal vez. Hay una caja de herramientas en mi oficina.

—Toni. —Ian la miró con severidad. —Tú no iras allí. —Cuando ella abrió la
boca para discutir, Ian continuó, —Esto no es una petición amistosa. Soy el
jefe. Harás lo que digo.

Sus ojos brillaban de furia.

Ian se volvió hacia Carlos. —Vosotros también permaneceréis aquí.

—No puedes darme órdenes, —gruñó Carlos.

Ian no le hizo caso e hizo un gesto a los otros vampiros. —Nos


teletransportamos en tres. —Él contó, y se desvanecieron.

Ian se materializó junto a Jedrek y con el primer deslizamiento de su espada,


envió la pistola volando de la mano de Jedrek.

Jedrek salto hacia atrás, vio la sangre manando de su mano cortada, y gritó,
—¡Mata a la rubia, Nadia!

Ian echó un vistazo para a ver Cora Lee, aún atada al poste, retorciéndose y
llorando. Nadia estaba demasiado ocupada para evitar el látigo de Vanda
para seguir las órdenes de su amo.

Ian cargó contra Jedrek, pero desapareció.

—¡Maldita sea!— Ian giró alrededor para ver dónde se había teletransportado
el cobarde.

Dougal y Phineas habían comprometido a sus oponentes, y el choque de las


espadas se mezclaba con los gritos desesperados de los rehenes. Jedrek
reapareció, de pie sobre la barra. Sacó su espada y la sangre goteó de su
mano.

Bien, eso permitió que su agarre se deslizara. Ian saltó del escenario y caminó
hacia él. Dejó que se debilitara por la pérdida de sangre.

Jedrek apartó los ojos de Ian cuando se agachó y atrapó algunas servilletas de
papel de la barra. Apretó las servilletas contra de su mano ensangrentada.

—Es increíble lo mucho que pueden sangrar los pequeños cortes, —observó
Ian.

Con una mueca de desprecio, Jedrek tiró las servilletas ensangrentados en el


suelo.

Por el rabillo del ojo, Ian se dio cuenta de que Toni se escapaba de la oficina
de Vanda. Maldita sea, ¡no! Tenía estacas de madera en su cintura y
cortadores de alambres en la mano. Permaneciendo agachada, se precipitó a
la parte posterior de los rehenes.

No podía dejar que Jedrek la viera. Jedrek le había enviado el colgante de


corazón. Sabía que Ian se preocupaba por ella, y la convirtió en objetivo
primordial. Por todos los santos, debería haberlo sabido. Ella debería haberle
obedecido y permanecer oculta.

Ian subió rápidamente a la barra y saltó a la parte superior, lo que obligó a


Jedrek enfrentarse a él y darle la espalda a Toni.

Ian lanzó su espada con toda su fuerza. Jedrek estaba al borde de la barra,
perdió el equilibrio, y luego desapareció.

—¡Maldita sea! —Ian giró alrededor. ¿Cómo podía luchar contra el cobarde
hijo de puta si seguía teletransportándose?

Desde su posición en la barra, Ian podía ver la mayor parte de la habitación.


El grupo de rehenes había disminuido de diez a seis. Otro desaparecido, por
lo que eran cinco. Toni, obviamente, les liberaba tan pronto como podía. Pero
su propio éxito sería su perdición, por que si los rehenes se iban, no habría
nadie para que se escondiera detrás.
Jedrek reapareció en el escenario. —¡Esta va a morir, MacPhie! —Se abalanzó
hacia Cora Lee.

—¡No! —Vanda chascó su látigo contra él. Se enredó alrededor del brazo de
la espada.

—¡Perra! —Él agarró el látigo y tiró hacia él de Vanda. Soltó su látigo para
evitar que la tirara sobre su espada. —Debí haberte matado en Polonia.
Siempre te escondías en las cuevas como una rata.

Vanda se revolvió de nuevo.

—Hazme un favor, Nadia, mata a la rubia, —ordenó Jedrek.

—Sí, Señor. —Nadia avanzó hacia Cora Lee.

—Y te mataré, Vanda.— Jedrek levantó su espada.

Ian se teletransportó al escenario e interceptó a Jedrek.

—¡Ayúdame! —Gritó Cora Lee, cuando Nadia se acercó.

Con un grito de ira, Vanda saltó sobre la espalda de Nadia. Las dos mujeres
se desplomaron en el escenario, cayeron luchando por la espada. Ian quería
ayudar, pero tenía que defenderse de un ataque de Jedrek.

Detrás de Jedrek, vio a Toni escondida en el escenario. Oh, claro que no.
Luchó furiosamente, tratando de mantener a Jedrek plenamente
comprometido. Toni pasó corriendo junto a ellos y cortó las cuerdas de plata
que sostenían a Cora Lee.

Cora Lee salió fuera del escenario, llorando. Mientras tanto, Nadia recuperó
su espada, y acechó a una Vanda desarmada.

Toni cogió la cuerda de plata que había atado a Cora Lee y atacó, lanzando
las cuerdas a la parte posterior de la cabeza de Nadia. Nadia lanzó un grito
de dolor. El aire olía a pelo quemado.

Ian saltó hacia atrás cuando la espada de Jedrek estuvo a punto de cortar su
estómago. Necesitaba prestar más atención. Se abalanzó sobre Jedrek, pero el
bastardo desaparecido una vez más.
—¡Maldita sea! —Ian giró a su alrededor, buscando a su oponente.

Jedrek apareció junto a Toni.

—¡No!— Ian desapareció hacia ellos, pero Jedrek desapareció, llevando a


Toni con él. —¡No! —El miedo se apoderó de su garganta como un puño de
hielo.

El alivio lo invadió cuando vio a Jedrek aparecer en la barra con Toni. Por lo
menos el hijo de puta no la había llevado a un lugar secreto para torturarla y
matarla. Ian saltó del escenario y corrió hacia ellos.

Su alivio duró poco. Jedrek tiró a Toni contra su pecho y apretó la espada en
su cuello. Ian se congeló.

—¡Compañeros, a mí! —Gritó Jedrek, y otros tres rusos se teletransportaron a


la barra. —Lo ves, MacPhie, sólo tenemos a uno de los rehenes cuando
tenemos al correcto. — Con un silbido, sus colmillos saltaron.

Él acarició su boca contra la mejilla de Toni. Sus colmillos rasparon su piel,


dejando una marca de color rosa. Ella cerró los ojos. —Puedo oler su miedo,
MacPhie. No es de extrañar que te guste tanto, sabe deliciosa.

Ian tragó la bilis que le subió a la garganta. Tenía que salvar a Toni, pero Dios
lo ayudara, no sabía cómo. En el segundo ataque, Jedrek le cortó la garganta.

—Sabes lo que quiero, MacPhie. Tráeme la droga.

¿Quería jugar para ganar tiempo? La desesperación había irritado a Ian, que
amenazaba con asfixiar su capacidad de pensar. No podía soportar perderla.
No podía soportar su fracaso. Dejó caer su espada, y esta resonó en el suelo
de cemento.

Jedrek sonrió. —Tienes cinco minutos.

Un fuerte golpe sonó arriba. Todo el mundo miró hacia arriba cuando
llovieron pedazos de madera astillada. Y a través de la apertura de las grietas
de las persianas de madera, una pantera negra gigante saltó en el aire. Rugía,
y el sonido se hizo eco en el silencio atónito de la discoteca.

Con Jedrek distraído, Ian recogió su espada y se acercó a él.


Desafortunadamente, Jedrek se dio cuenta de que la pantera se dirigía
directamente hacía él. Se giró, arrastrando con él a Toni que tomaría toda la
fuerza del ataque del animal. Él extendió su espada, obviamente, con la
esperanza de pinchar a la pantera al aterrizar.

Cuando Jedrek se volvió hacia él, Ian se lanzó hacia adelante y apuñaló el
hombro derecho del Malcontent. Jedrek gritó y dejó caer la espada. Su agarre
sobre Toni se aflojó lo suficiente como para que fuera capaz de saltar justo
cuando la pantera se estrelló contra ellos. Sus enormes patas atraparon a
Jedrek por los hombros y lo derribó a él y Toni en la barra. Ian saltó a la
derecha cuando la pantera voló junto a él, cayó al suelo y rodó sobre sus pies.
Toni había aterrizado en la parte superior de Jedrek. Se zambulló a la
izquierda cuando la pantera se abalanzó. Jedrek chilló cuando las garras
afiladas destrozaron su camisa y le marcaron el pecho con rayas de sangre.

Toni gritó y se deslizó fuera de su trasero. La pantera la miró, luego se volvió


hacia la barra, sus ojos color ámbar se estrecharan en los tres Mlacontents. Se
teletransportaron lejos. Jedrek, también. El gato, al darse cuenta de que su
presa había escapado, rugió de ira.

Dougal y Phineas se acercaron lentamente, sus espadas apuntando a la bestia.

—¿Acabamos con él? —Preguntó Dougal.

—¡No! —gritó Ian. —Déjalo estar.

La pantera se volvió hacia él, gruñendo, y luego centró sus familiares ojos de
color ámbar en Toni. Cuando dio la vuelta a la cabeza, Ian señaló el brillo de
dos pernos de oro en sus orejas puntiagudas. Por supuesto. Debería haberlo
sabido. Pero nunca habría imaginado una pantera.

El gato gigante acechó a Toni.

—No. —Ella retrocedió y trató de levantarse, pero sus piernas temblaban.

Ian se arrojó delante de ella. —Carlos, no.

La pantera gruñó bajo en su garganta.

—¿Carlos? —Susurró Toni.

Ian oyó un ruido sordo y miró hacia atrás. Toni estaba tendida en el suelo,
desmayada. —Ay, muchacha.
Se puso en cuclillas a su lado y le apartó el pelo de la cara.
—¿Eso es Carlos? —Phineas bajó su espada y silbó entre dientes. —Hola,
gatito.

La pantera paseó hacia Toni en sus enormes patas. Ian se sintió aliviado al ver
sus garras, pero los dientes estaban muy afilados. Un pequeño contacto y
Toni sería una mujer pantera de por vida. ¿Era eso lo que Carlos quería?

El gato bajó su cabeza para olfatear.

—Por todos los santos, no la muerdas, —susurró Ian.

La pantera batió su cola gruesa alrededor tan fuerte y rápido, que golpeó a
Ian sobre sus rodillas. Luego corrió hacia la oficina de Vanda. Toni había
dejado la puerta entreabierta, y el gato pasó a través.

—Pensé que olía como un cambiaformas, —dijo Dougal. —Pero supuse que
sería un lobo negro.

—Yo también. —Ian supuso que Carlos se dirigía de vuelta a la sala harén
para cambiar y vestirse. Cuando gritó Sabrina, sabía que la pantera había
llegado.

—Dios, odio a los cambiaformas. —Vanda había encontrado su látigo y


estaba girándolo alrededor de su cintura.

—¿Sabes de ellos? —Preguntó Ian.

Vanda se encogió de hombros. —Es una larga historia. Solo saca a ese gato
fuera de aquí, ¿vale?

—Él salvó la vida de Toni, — le recordó Phineas.

—No habría sido necesario salvarla si hubiera seguido órdenes, —espetó


Vanda. —Debiste dispararle en el culo, Ian.

—¡No! — Cora lee se dirigió hacia Vanda. —Toni me liberó. Liberó a todos
los rehenes. Y evitó que esa terrible Nadia me matara, Vanda. Santa tierra,
nunca he visto a un mortal ser tan valiente.

—Bueno, bueno, es valiente.— Vanda apretó su látigo. —Pero todavía no


puede seguir las órdenes.

Sí, había desobedecido una orden directa. Ian comprimió la ira creciente en su
interior. Ella le había desobedecido y condenadamente cerca de morir. Y
había estado impotente para salvarla. Si no hubiera sido por Carlos... su ira se
disparó. Maldita sea. Esa era la verdadera causa de su ira. Carlos la había
salvado. No él.

La oyó gemir suavemente. Le acarició la mejilla, y parpadearon sus párpados.


—Toni, despierta.

Ella parpadeó con una expresión aturdida. —¿Qué pasó?

—Te desmayaste.

Ella luchó por sentarse. —Eso es una locura. Nunca me desmayo. —Ella miró
alrededor. —¿Los Malcontents?

—Se teletransportaron lejos, — explicó Ian. —No creo que volvamos a verlos
esta noche. Jedrek está en malas condiciones.

Toni miró a su alrededor otra vez. —¿Carlos? ¿Él es un...?

—Si, pantera. —Ian la ayudó a levantarse. —Es bastante inusual.

—Bueno, eh. —Ella miró hacia el biombo de madera destrozada. —No creía
en las criaturas de esa índole.

—Nunca he conocido a alguien que cambiara a gato. —Ian se dio cuenta de


que Hugo estaba caído en la discoteca. Sus manos estaban atadas a la espalda
con una cuerda de plata, y la sangre manaba de una herida de bala en el
muslo.

—¡Oh, Dios mío! —Vanda se precipitó hacia él.

—Vamos a llevarlo de regreso a Romatech, —ofreció Ian. —Laszlo puede


quitar la bala.

—Yo lo llevaré. —Dougal agarró el brazo de Hugo, y ambos desaparecieron.

Con un suspiro, Vanda se pasó una mano por el pelo corto y puntiagudo. —
Todo el mundo se ha ido, así que cerraré por la noche. Sólo espero que los
clientes vuelvan, sino estamos en la ruina.

—Santa tierra, no te preocupes por eso, —dijo Cora Lee. —Este lugar será
notorio. Los meteremos en el interior.
—Espero que sí. —Vanda puso una silla volcada en posición vertical. —
Vamos a limpiar el lugar.

Cora Lee examinó la habitación, con el ceño fruncido. —Lady Pamela se tomó
la noche libre.

Ian agarró a Toni y la transportó a la sala VIP. Phineas llegó poco después de
ellos. Sabrina se quedó sin aliento ante su aparición repentina y se retiró de la
habitación.

Carlos estaba de vuelta en su forma humana y les dio una mirada nerviosa
mientras se abrochaba la camisa.

Toni se acercó a él lentamente. — Me salvaste la vida.

—Quería hablaros sobre mi... condición pero... —Miró a Sabrina, que lo


miraba con horror. —No quería perder vuestra amistad.

—Carlos. — Toni le rodeó con sus brazos. —Siempre serás mi amigo.

Él la abrazó. —Gracias, menina. Sabes que haría cualquier cosa por ti.

Ella le lanzó una mirada irónica. —Me pareció ver un bonito tatuaje.

Él sonrió. —Lo hiciste, lo hiciste.

Los dos se rieron. Ian sintió una mezcla de emoción, una punzada de celos y
una oleada de orgullo. Toni era muy generosa y tolerante. Había arriesgado
su vida para salvar a vampiros que ni siquiera conocía, y permanecía leal a
sus amigos sin importar lo que pasase.

—No es divertido, —murmuró Sabrina a través del cuarto. —Lo vi cambiar.


Fue horrible.

—Fue impresionante, hombre. —Teddy se sonrojó. —A pesar de que era un


poco extraño cuando comenzó a salirle pelo.

—Eso no es nada, —sostuvo Sabrina. —¿Qué pasa con el pelo negro brotando
y las garras y el sonido de los huesos rotos y el cambio? —Ella se estremeció.

—Sí, eso fue bueno. —La cara de Teddy se iluminó con entusiasmo. —¿Tienes
nombre, amigo? ¿Cómo hombre pantera?
—No. —Carlos se sentó en una mesa baja para ponerse los calcetines y los
zapatos.

—Oh, vamos. —Teddy se puso a su lado. —Los superhéroes son totalmente


ignorantes acerca de cómo comportarse .¿Cómo esperas hacerte famoso sin
un nombre genial?

—No deseamos fama. —Ian estaba frente a Teddy. —Escúchame. No podéis


hablar de nosotros. Nunca. Si el mundo exterior se entera de nuestra
existencia, nos mataran.

—Eso es verdad. —Cayó Carlos en sus zapatos. —Mi especie fue descubierta
por un explorador de tierras en el Amazonas. Envió a los cazadores para
destruirnos a todos. Están rastreando a mi gente y matándolos.

Toni se puso una mano en el pecho. —Carlos, lo siento mucho. Eso es terrible.

—Me las arreglé para salvar a algunos de los niños. Sus padres fueron
asesinados.

—¿Esos son los huérfanos que estás apoyando?— Preguntó Toni.

Carlos asintió con la cabeza. —Cinco de ellos. Nuestro número está


disminuyendo con rapidez. He estado buscando en Malasia, porque hay
panteras en la selva, y extrañas historias se cuentan en las aldeas. He ido con
la esperanza de encontrar más de mi especie.

—Se lo diré a Angus, —dijo Ian. —Será feliz de financiar la investigación. Su


compañía ha sido siempre apoyo de las historias de los cambiantes.

Los ojos color ámbar de Carlos brillaron. —Eso sería maravilloso, gracias.

—¿Qué otros tipos hay? —Preguntó Teddy.

—La mayoría de los que he conocido son lobos. —Ian se fue a la mesa de
avituallamiento para servirse una Bleer. —Por supuesto, Howard no lo es.

—¿Qué? —Toni parecía confundida. —¿Howard es un cambiaformas?

Carlos se sirvió un sandwich en la mesa de refrescos. —Tú lo has dicho, Toni.


Es un osito de peluche.
Ian resopló. —No, tan adorable como un osito de peluche, una vez que ha
pasado, créeme.

La boca de Toni se quedó boquiabierta. —¿Mi supervisor es un oso?

—Sí. Howard Barr. —Ian vació su vaso.

—Eso es tan increíblemente maravilloso, —susurró Teddy.

—¡No, no lo es! —Gritó Sabrina. —No puedo tomarlo. Panteras y vampiros y


osos.

—¡Oh! —Bromeó Phineas.

—¡Todos sois monstruos! —Sabrina fue hacia la escalera principal. —¡Me voy
de aquí!

—¡Bri, espera! —Le dijo Toni. —No te puedes ir, no tienes dinero. Ni ID.

—Y la policía te está buscando, —añadió Carlos.

—¿Cómo es eso culpa mía? — Sabrina les fulminó con la mirada. —Tú me
sacaste de mi habitación.

—Teníamos que rescatarte, —dijo Toni, frunciendo el ceño.

—Me hiciste una fugitiva sin un centavo.— Sabrina levantó la barbilla.—


Ahora me voy a mi casa para conseguir la llave de mi caja de seguridad.
¡Tengo un pasaporte allí y un montón de dinero en efectivo, por lo que no
tengo que andar con monstruos!

Carlos se acercó a ella. —No te puedes ir a tu apartamento, Bri. La policía va a


buscarte allí. Y faltan al menos diez horas antes de que los bancos abran.

—¡No pasaré la noche con vampiros!

—Cálmate, menina. —Carlos levantó las manos. —Te llevaré a un lugar


seguro para pasar la noche. Otro hotel.

—No voy a ninguna parte contigo, —Las lágrimas caían por el rostro de
Sabrina.—Eres un animal.

Carlos se detuvo, y frunció el ceño. —Es por eso que nunca te dije mi secreto.
Vanderkitty me dijo que no podías manejar la verdad.

Sabrina se quedó sin aliento. —¿Le hablas a mi gato?

Ian estaba perdiendo rápidamente la paciencia. No había manera de que


dejara a Sabrina salir con los conocimientos que ya poseía.

Sabrina miró a Carlos. —Dijiste que tenías huérfanos para nuestro orfanato,
pero son animales como tú.

La cara de Carlos enrojeció de rabia. —Son niños que necesitan un hogar y


educación. Y compasión.

Sabrina se secó las lágrimas de su rostro. —No puedo ponerlos con los niños
normales. Puede ser que los muerdan o... se los coman.

—¡Basta! — Ian se movido hacia Toni enviando un mensaje psíquico para que
Phineas llevara a Sabrina. —Señorita Vanderwerth, el miedo es el lamentable
resultado de la ignorancia.

Se quedó sin aliento. —¿Cómo te atreves?

Ian pasó un brazo alrededor de Toni. —Tú y tu amiga venís a Romatech. No


hay discusión. Ni desobediencia. —Eso le valió una mirada sucia de ella.
Miró a Carlos. —Puedes venir si quieres.

—Iré mañana —dijo Carlos. —Y llevaré a Teddy.

Sabrina chilló cuando Phineas la agarró. Ian desaparecido, llevando a Toni


con él.
Capítulo 22

—¡
habitación
Nos están manteniendo prisioneras! — Sabrina caminaba por la
de plata.

—Están manteniéndonos a salvo. —Toni abrió una lata de sopa de pollo con
fideos y la vertió en una cacerola. —Esta habitación está llena de plata, así
que no hay vampiros que pueda teletransportarse dentro.

No se atrevía a contarle a su amiga que sabía cómo abrir la puerta. Lo último


que necesitaba Bri era correr alrededor de White Plains, afirmando que había
visto vampiros y panteras. Iba a terminar de nuevo en Shady Oaks antes de
que terminara la noche.

Bri se desplomó en un sillón. —Esto es una locura.

Toni agitó la sopa, mientras se calentaba en la estufa. —Te será más fácil de
aceptar todo una vez que todos los medicamentos estén fuera de tu sistema.

—¿Por qué iba a querer aceptar a los vampiros? ¿Y a Carlos? No lo puedo


creer. Me siento traicionada.

—Tu tío fue el primero que te traicionó. —Toni apisonó la ira que había
estado chapoteando durante horas. En primer lugar Ian había intentado
mandar a su alrededor. Vanda la había tratado como un humilde gusano.
Carlos se había olvidado de alguna manera de decirle que era un
cambiaformas, incluso después de que le hubiera hablado sobre los vampiros.
Y Sabrina estaba actuando como si hubieran arruinado su vida en lugar de
rescatarla.

Toni apretó los dientes. —Estoy segura de que Carlos no puede dejar de
haber nacido un cambiaformas, no más de lo que podría dejar de haber
nacido un vergonzoso ilegítimo.

Sabrina bostezó. —Eso es todo, ¿no? Aceptas a todos estos bichos raros...
porque son marginados, y siempre te has sentido como una paria, también.

Toni empezó a discutir, pero se detuvo. Sabrina podía tener razón. Siempre
había sentido una empatía natural hacia cualquier persona que se sentía
indigna o no encajaba. El temor de Ian de no merecer el verdadero amor por
su pasado, le había conmovido profundamente. Se había determinado
demostrar que estaba equivocado. Y su deseo esta noche de saltar hacia el
peligro para rescatar a los vampiros, ¿seguía tratando de demostrar que era
digna?

—No puedo creer que estés trabajando para los no muertos, —se quejó Bri. —
Quiero decir, fuiste atacada por los vampiros, y después ¿trabajas para ellos?
Eso es una locura.

—Hay todo un mundo de diferencia entre los Malcontents que nos atacaron y
los vampiros con los que he estado trabajando. —Toni vertió la sopa en dos
cuencos y los llevó a la mesa.

—Se ven violentos para mí. —Sentada en la mesa, Sabrina bostezó. —Estoy
muy cansada.

—Has estado con medicamentos fuertes. — Toni puso dos cucharas sobre la
mesa.

Bri se frotó los ojos. —No puedo creer que viera a uno de mis mejores amigos
convertirse en una pantera.

—Vamos a tratar de volver a una vida normal tan pronto como sea posible.
Necesitarás tu ID. ¿Sabes dónde está tu bolso? ¿En Shady Oaks o en casa de
tu tío?

Bri comió un poco de sopa mientras lo consideraba. —No recuerdo mucho.


Creo que todavía está en la casa del tío Joe.

—Volveremos.

Bri frunció el ceño. —Cuando dices nosotros ¿significa tú y el vampiro?

—Sí. Ian.

—Te estaba dando órdenes.

—Estaba ansioso por mantenerme a salvo.— Toni se había dado cuenta


demasiado tarde de lo vulnerable que sería. Siempre había luchado bien en
las sesiones de práctica, pero los vampiros buenos luchaban con honor. Los
Malcontents recurrían a la fuga y a la toma de rehenes. —Es difícil competir
con un vampiro.
—Exactamente.— Bri dejó la cuchara. —No se puede competir con ellos,
Toni. No perteneces a su mundo. ¿Por que tenías que unirte a ellos?

—Lo hice por ti. Quería encontrar una prueba de que existían, así podría
probar que no delirabas.

Los ojos de Bri se llenaron de lágrimas. —Lo siento. Aquí estoy, dándote un
momento difícil, cuando has sido una buena amiga. Siempre has estado ahí
para mí.

Las lágrimas quemaron los ojos de Toni. —Ten cuidado, o vamos a comenzar
a lloriquear.

Bri sorbió. —Me asusta que puedas estar con esas criaturas, no quiero
perderte.

—No me has perdido.

Bri frunció el ceño. —Dijiste que estabas enamorada de él.

Toni dejó su cuchara. —Lo estoy.

—¿Cuánto tiempo hace que lo conoces? ¿Una semana?

—Un poco más. —Toni dejó su plato en el fregadero.

—Pero no mucho más. ¿Puede una relación forjarse tan rápidamente para
toda una vida?

Toni enjuagó su plato, luego limpió la olla. Los comentarios de Bri picaban,
pero sabía que su amiga estaba preocupada realmente por ella. —No estoy
segura de cómo saldrán las cosas. —O si podía. —Pero sé que lo amo.

—Él es muy guapo, te lo concedo, pero Toni, está muerto.

—Sólo la mitad del tiempo.

—¿Quieres la mitad de su vida? —Sabrina bostezó otra vez.

—Vete a la cama. Estás agotada. —Toni llevó su plato al fregadero.

—Hemos estado trabajando en nuestro plan diez años.


—Lo sé, —dijo Toni enjuagando el plato.

—No se puede vivir en ambos mundos, Toni.

Ella se volvió y vio a Bri subir a la cama. La misma cama donde había visto a
Ian en su sueño mortal, donde había tocado el hoyuelo en su barbilla.

—Realmente lo amo.

—Fue un capítulo en tu vida, pero se acabó, —susurró Bri. —Al igual que el
infierno que he pasado la semana pasada. Es hora de seguir adelante.

Toni apagó las luces para que Bri pudiera dormir. Luego se desplomó en el
sillón. Un dolor sordo se extendió en su pecho. Aumentó más y más cuando
la realidad se hundió.

Durante los últimos diez años, se había aferrado a su misión en el orfanato. Se


había mantenido en marcha cuando la carga de trabajo de la escuela le había
parecido demasiado dura. Le había dado un propósito noble y de identidad
cuando se había sentido sin importancia y sin valor. No había esperado que
Ian entrara en su vida, o el amor floreciera en su corazón e hiciera que sintiera
todo.

Un par de veces durante la última semana, se había sentido lanzada entre dos
mundos: su nuevo mundo con los vampiros y su viejo mundo con Bri.
Cuando Ian se había ofrecido a ayudarla a rescatar a Bri, se había sentido
eufórica, como si los dos mundos se conectaran y por fin pudiera tener ambas
cosas.

El dolor en el pecho se intensificó, exprimiendo su corazón. ¿Qué pasaba si


los dos mundos no podían coexistir? ¿Y si se veía obligada a elegir? ¿Cómo
podía no elegir a Sabrina después de todo lo que había pasado? ¿Cómo podía
dejar a Ian?

Era media mañana cuando Toni se despertó en la cama grande. Echó un


vistazo a Sabrina durmiendo pacíficamente junto a ella y se preguntó dónde
había pasado Ian su sueño mortal de día. Era probable que al lado con los
otros chicos.

Se duchó y omitió sus afirmaciones por la mañana. Parecían una broma cruel
ahora. Sí, era digna de ser amada, pero no garantizaba que fuera a funcionar.
Se vistió con su uniforme y deslizó su teléfono móvil en un bolsillo del
pantalón. Hora para ir a ver al oso. Su supervisor.
Ella tomó el ascensor hasta el primer piso, y luego caminó por el pasillo. ¿Qué
tipo de oso era, de todos modos? ¿Un pequeño y agradable oso café Boo Boo
o un gran oso pardo? Una imagen revoloteó por su mente de Howard
cambiando a color amarillo brillante y suave con un sol en su panza. Soltó un
bufido. Bueno, ¿por qué no? Si los vampiros pueden ser reales, podría ser
Care Bears.

Pasó a algunos empleados mortales haciendo su trabajo diario. Por lo que


sabía, estaban haciendo la sangre sintética para los hospitales. Lo hacían, en
realidad. No tenían ni idea de que el turno de noche consistía en vampiros
que estaban haciendo Chocolood, Lite sangre, sangre burbujeante, Blissky y
Bleer.

Noche y día. Dos mundos diferentes. ¿Podría posiblemente vivir en las dos
cosas?

Pasó por la guardería cerrada de Constantine. Echaba de menos al pequeño.


Cuando pasó a la oficina dental de Shanna, vió el cartel en la puerta. De
vacaciones, volveremos pronto. Shanna, quien logró que existiera en ambos
mundos, todavía tenía grandes problemas para mantenerse a ella y a su
familia a salvo.

Toni entró en la oficina de seguridad MacKay. —Hola, Howard. —No pensó


en él como un oso. —Lo siento, llego tarde.

—No hay problema. No te has perdido nada. —Howard se sentaba detrás del
escritorio, con el aspecto de su ser alegre de siempre. —No ha pasado mucho
hoy en día.

No es un oso pardo, pensó Toni. Demasiado afable y acogedor. Tal vez un


alegre oso de color rosa. Se sentó junto a él, justo cuando empujó la caja de
donuts de al lado.

—Gracias. —Toni dudó con la mano a mitad de camino. Había buñuelos


simples y garras de oso. Rápidamente tomó una llana y escaneó los
monitores. Podía ver a Sabrina aún durmiendo en la habitación de plata.
Phineas y Dougal se encontraban en las dos camas en la sala de guardia,
mientras que Ian estaba muerto como un difunto en el suelo. Pobre chico. A
pesar de que apenas se daría cuenta de que era un suelo duro.

—He oído que las cosas se pusieron difíciles en Horny Devils ayer por la
noche. —Howard tomó una garra de oso de la caja.
—Sí, bastante espeluznante. —Hizo una mueca y se metió el donut en la boca
para no hablar.

—Como una virgen, —cantaba una voz femenina.

Toni se sentó y miró a su alrededor.

Howard se echó a reír. —Tus pantalones están cantando.

Toni se levantó y sacó el teléfono de su bolsillo. Lo abrió, cortando el reclamo


de Madonna, que había sido tocado por primera vez. Era la idea de Carlos de
una broma, sin duda. Podía reír todo el camino al infierno. —¿Hola?

—Menina, ¿cómo estás?

—Carlos. —Toni caminó a través de la oficina. —Juro que te destrozaré.

Se echó a reír. —Te veo como el nuevo tono de timbre. ¿Cómo esta Sabrina?

—Todavía está dormida. —Toni miró en el monitor.

—¿Puedes hablar libremente?

—Por supuesto. Estoy en la oficina de seguridad con Howard Bear...uh,


Barr.—Hizo una mueca.

Howard se rió y agarró otra garra de oso.

—Menina, la policía estuvo aquí, en el edificio de apartamentos, en busca tuya


y de Bri. Llamaron a todas las puertas de los vecinos para preguntar por ti.

Toni tragó saliva. —¿Así que creen que estoy implicada en su desaparición?

—Sospecho. Me preguntaron, también, y pidieron ver mi apartamento.

—Por Dios, ¿qué pasó con Teddy?

—No te preocupes. Le envié esta mañana con un poco de dinero e


instrucciones para comprar ropa nueva y hacerse un nuevo peinado. Se
supone que nos reuniremos en Washington Square, a las tres.

—¿Está bien, entonces? —Toni se había preocupado de que Teddy no


estuviera preparado para el mundo real.

—Está muy contento. La policía lo está buscando a él también. Tenían fotos


de él y de Bri. El hospital toma fotos de todos los pacientes cuando están
ingresados. Actué muy sorprendido y preocupado, por supuesto, sobre la
desaparición de Bri.

—Bien. —Toni podía imaginar a Carlos montando un espectáculo


convincente para la policía.

—Piensan que Teddy y Sabrina podrían haber desarrollado una relación


romántica y escaparon juntos.

—¿Te dijeron algo acerca del enfermero, Bradley? —Preguntó Toni.

—No, sospecho que el hospital quiere mantener ese pequeño problema en


secreto.

Toni comprobó el monitor de nuevo. Bri seguía durmiendo. —Le pregunté


acerca de su bolso. Cree que todavía está en la casa de su tío.

—Hmm.—Carlos hizo una pausa. —Yo podría llegar hasta allí y ver si la
muchacha me lo daría.

—Pero todavía tenemos el problema de su tío Joe que la quiere de vuelta en la


sala de psiquiatría.

—Y los problemas con la policía, —añadió Carlos. —Llevaré a Teddy esta


tarde, y discutiremos la estrategia.

—Está bien, suena bien.

—Yo… espero, que Bri puede superar su miedo hacia mí, —dijo Carlos con
tristeza.

—Yo también lo espero. —Toni colgó. Expresó asimismo su esperanza de que


Bri pudiera superar su miedo hacia cinco niños huérfanos panteras. Los
pobres niños necesitaban ayuda. Necesitan la aceptación y el amor, para que
no crecieran sintiéndose como unos monstruos que merecían ser asesinados
como sus padres.

—Un guardia se acerca. —Howard fue pesadamente hacia la puerta.


Toni vió al guardia de Romatech de seguridad en un monitor. Llevaba una
caja dorada.

Howard abrió la puerta. —¿Sí?

—Esto fue entregado en la puerta principal. Para Toni Davis.

—Gracias. —Howard cerró la puerta y le ofreció la pequeña caja de regalo a


Toni.

Ella lo miró con recelo. —¿Están esperando que caiga en eso otra vez?

Howard sonrió. —Esto es de fiar. Vi a Ian pedirlo en línea ayer por la noche.

—¿En serio? —Agarró la caja y deshizo el lazo de oro. Dentro de la caja, en


una cama de algodón, había un hermoso corazón, de filigrana de oro. Ella
sonrió. Con el diseño de filigrana, era obvio que no había nada oculto en el
corazón. Era puro. Enclavado en la parte superior de la caja había una nota.

Mi querida Daytona,

Has traído el sol de nuevo a mi vida.

Ian

Apretó la nota contra su pecho y su corazón se encogió por la emoción. En ese


momento, supo que pasara lo que pasara, no cometería un error, siempre y
cuando siguiera a su corazón.

***

Cuando Ian se despertó la noche del jueves, advirtió a Dougal y a Phineas


que fueran más vigilantes. Jedrek estaría sanado por completo después de su
sueño mortal y, sin duda tramando vengarse de su vergonzosa derrota en
Horny Devils.

Mientras que Phineas y Dougal hacían un barrido de Romatech y los jardines,


Ian llamó a Angus para darle una actualización y una solicitud de más
guardias. Angus seguía en casa de Jean-Luc en Texas. Desde que Jack y
Zoltan tenían previsto regresar a Europa pronto, accedió a quedarse en
Nueva York durante unos pocos días antes de teletransportarse hacia el este.
Llegarían antes del amanecer.
Una revisión rápida de los monitores en la oficina de seguridad le mostró la
ubicación de Toni. Estaba en la cafetería de Romatech con Sabrina, Carlos, y
Teddy. Estudió la pantalla del monitor de cerca. Toni llevaba el collar de
corazón que había pedido. Era una buena señal. Se estaba riendo con Carlos y
Teddy. Sabrina estaba comiendo tranquilamente, echando una mirada
ocasional con cuidado a Carlos.

Según Howard, Carlos, y Teddy habían llegado hacía una hora y llenaron
solicitudes de empleo para Seguridad Mackay e Investigación. Carlos sería un
excelente protector cuando no estuviera ocupado rastreando a más de su
propia especie. En cuanto a Teddy, Ian tenía otros planes para él. Se detuvo
en la oficina de Shanna para recoger su carpeta, y luego se dirigió a la
cafetería.

Los bonitos ojos verdes de Toni se iluminaron cuando se acercó. Su mano se


movió al corazón de oro en el pecho. —Gracias.

—Eres bienvenida. —Besó su mejilla, y saludó a los demás.

Sabrina lo miró con curiosidad. —Está usando una falda escocesa, —le
susurró a Toni.

—Es un escocés medieval, —susurró Toni de vuelta.

—Oh. — Los ojos de Sabrina se ampliaron.

—Tenemos unos nachos. —Indicó Carlos a un plato sobre la mesa. —Pero no


creo que estés interesado.

—Ya comí. —Ian se sentó a la cabecera de la mesa.

—¿Alguien que conocemos? —Los ojos de color ámbar de Carlos brillaron.

—Au. —Miró a Toni.

Ian sonrió porque había oído el tiro debajo de la mesa.

—Sobretodo bebo AB positivo. Es mi sabor favorito. —Cuando las mejillas de


Toni se volvieron muy rosas, inhaló profundamente. —Huele como el cielo
en ti.

Su rubor se intensificó. —¿Puedes degustar alguna diferencia entre los


diferentes tipos de sangre? ¿Y puedes decir que tipo tienen las personas?

—Sí. —Sabrina hizo una mueca y se alejó, Ian se dio cuenta de que era mejor
cambiar de tema. Dio unos golpecitos en la carpeta que había traído de la
oficina de Shanna. —Esto es algo que Roman y Shanna han estado trabajando
desde que Constantine comenzó a levitar a la edad de tres meses.

Miró a Sabrina y a Teddy. —Debo explicarme. Roman Draganesti es el dueño


de Romatech e inventor de la sangre sintética.

—Ya les había dicho quién es quién, —dijo Toni.

—Y Howard, les habló a Teddy y a mí sobre la guerra contra los Malcontents


—agregó Carlos.

—Bien. —Ian abrió la carpeta. —Roman y Shanna tienen un segundo hijo en


camino. Heather y Jean-Luc planean tener hijos, también.

—¿Estamos hablando de niños medio vampiro? —Preguntó Sabrina, con la


nariz arrugada.

—Sí, es la única manera en que podemos ser padres, —Ian miró a Toni,
preguntándose cómo se sentiría acerca de dar a luz a un niño.

Su mirada se encontró con él, y sus ojos se abrieron. ¿Sabía lo que estaba
pensando? ¿Sabía lo mucho que estaba enamorado de ella?

Carlos se aclaró la garganta.

Ian rompió el contacto visual y sacó un puñado de grandes fotos de la


carpeta. Las deslizó por la mesa. —Esta es una propiedad en el estado de
Nueva York que Roman ha adquirido recientemente. Hay una mansión,
numerosos edificios, una piscina, pistas de tenis, y 300 acres.

—Guau. —Teddy tomó una foto. —Es enorme.

Toni estudió una imagen de la casa principal. —Es hermosa. —Pasó la foto a
Sabrina.

—Impresionante.— Carlos miró una vista aérea de los extensos terrenos. —


Roman debe ser muy rico.

—Sí, pero esto no pretende ser una muestra de riqueza. Roman lo mantiene
en secreto. Shanna se dio cuenta de que él y hace algún tiempo, que los niños
necesitan un lugar seguro para ser educados y aprender sus habilidades
especiales.

Teddy levantó la vista de la foto que estaba examinando. —¿Tiene la


intención de convertir esta mansión en una escuela?

—Sí. —Ian les entregó el resto de las fotos. —¿Entendéis la necesidad de


mantener el secreto acerca de esto? Los niños que asistirán a esta escuela
serán únicos.

—¿Qué pasa con los niños cambiantes? —Preguntó Carlos. —¿Se les dará la
bienvenida allí?

—Sí. —Asintió con la cabeza Ian. —Cualquier niño con habilidades


anormales. O niños que simplemente saben demasiado. La hija de Heather
entra en esa categoría.

—¡Esto es genial! — Dijo Teddy manoseado diferentes fotografías. —¡Una


escuela para futuros superhéroes! ¿Van a vivir en el campus?

—Podrían. —Ian se encogió de hombros. —Algunos de los niños vampiros


pueden ser teletransportados allí si quieren vivir en su casa.

—Esto es genial. —Toni pasó otra foto de Sabrina. —No puedo esperar para
presentar a Constantine. Es tan inteligente y dulce. Y ya puede levitar y
teletransportarse.

Sabrina se quedó quieta, con el ceño fruncido en las fotos.

—Mira esto. —Carlos señaló una foto de un lago. —Hay una isla aquí. Sería el
lugar perfecto para que mis hijos practicaran sus habilidades de pantera sin
poner en peligro a otros niños.

Toni se inclinó hacia delante para mirar. —Esa es una excelente idea.

—El principal problema que enfrentan Roman y Shanna, — continuó Ian, —


es encontrar a maestros y administradores en los que se pueda confiar.

—Cuenta conmigo, —dijo Teddy.

—Conmigo también, —dijo Carlos. —Me gustaría llevar a mis huérfanos allí.
Ian dio a Toni una mirada inquisitiva.—¿Qué piensas tú?

—Creo que fue muy sabio por parte de Roman y Shanna planificar el futuro
de esta manera. No creo que Tino pudiera ser feliz en una escuela normal. —
Se giró hacia Sabrina. —Este sería un lugar interesante para correr, ¿no te
parece?

Sabrina lentamente apiló las fotos. —Es un lugar hermoso. Y una idea
interesante. — Dio a Toni una mirada de preocupación. —Pero este no era
nuestro plan. Queríamos ayudar a los niños que se quedaban sin hogar,
hambrientos y que sufren. Este Constantine tiene un padre millonario para
cuidar de él. ¿Qué pasa con los niños que no tienen a nadie? No podemos
darles la espalda sólo porque estos niños mutantes sean más interesantes.

Las mejillas de Toni se volvieron de color rosa. —No los llames mutantes, por
favor.

Los ojos de Sabrina se estrecharon. —No estarás pensando en tener alguno,


¿verdad?

Un incómodo silencio cayó sobre ellos. Ian miró a Toni con cuidado, pero ella
evitó sus ojos. Su rubor enrojeció. ¿Estaba avergonzada de estar involucrada
con él?

Sabrina apartó la pila de fotos. —Esto es admirable, pero no es nuestro plan.


Toni y yo hemos estado trabajando en nuestro propio plan durante diez años.

Toni cerró los ojos con una expresión de dolor. Una punzada de pánico se
introdujo en el estómago de Ian. ¿Y si decidía abandonar por completo el
mundo de los vampiros? ¿Y si lo dejaba?

Agarró la pila de fotos. —Hay 300 hectáreas aquí. Podemos construir más
edificios. No hay necesidad de alejar a los niños.

Toni finalmente lo miró. —¿Se podría instalar un orfanato normal allí?

Ian tomó su mano. —Tendríamos que tener el OK de Roman. Pero quiero


mantener los dos mundos. No tienes que elegir uno u otro.

Sus ojos brillaban con la humedad. —Eso sería genial.

—Mira este campo detrás de la mansión. —Carlos mostró una foto de


Sabrina. —Sería un campo de fútbol perfecto.
Ella soltó un bufido. —Puedo ver dónde están tus prioridades.

—Vamos, Sabrina. —Teddy se inclinó hacia adelante. —Esta es la mejor


oportunidad de tu vida.

Ella suspiró. —Pensaré en ello. Todavía tengo algo de tiempo para adaptarme
a todo.... —Ella miró con recelo a Carlos y a Ian. —Y todavía tengo un año de
escuela. Es decir, si puedo volver a la escuela sin que mi tío trate de
encerrarme.

—Estábamos hablando de ello antes de tu llegada.— Toni seleccionó una


patata de la bandeja y la mordió.

—Tenemos que llegar al bolso Bri en la casa de su tío y de alguna manera


convencerlo de que la deje a ella y a su dinero en paz.

Carlos cogió un salero y roció más sal en las patatas. —La policía vino hoy, en
busca de Bri, Teddy, y Toni. Tenemos que conseguir enderezar este lío antes
de que uno de nosotros sea detenido.

Ian lo consideró mientras apilaba las fotos a la carpeta. —¿Dónde vive este
tío?

— Westchester, —dijo Carlos mientras comía una patata. —He estado allí
antes. Creo que podría convencer a la sirvienta de que me traiga las cosas de
Bri.

—Debería ir, —dijo Sabrina.

Ian negó con la cabeza. —No, estas más segura aquí con Teddy. —Se puso de
pie. —Carlos, conduce a Toni a la casa del tío. Entonces llámame y me
teletrasporto allí para conocerlo. Tengo que ir a otro lugar primero.

—¿Dónde? —Preguntó Toni. —¿Qué planeas?

—Dejé mi capa, en Escocia. Sin embargo, Roman tiene una capa de vampiro y
esmoquin en la casa. Tengo que ponerme el traje primero.

Los ojos de Toni se abrieron como platos. —¿Traje?

Teddy sonrió. —¡Genial! Siempre he dicho que necesitabas una capa.


Sabrina frunció el ceño. —¿Qué vas a hacerle a mi tío?

—No te preocupes, no voy a ser violento.— Ian sonrió. —Pero no creo que tu
tío disfrute de su encuentro con el Conde Drácula.
Capítulo 23

―T e ves muy guapo. ―Toni ajustó la corbata negra de Ian. Él

acababa de materializarse en el callejón detrás de la casa de los Proctor en


Westchester.

―Se supone que debo dar miedo, ―refunfuñó.

Más bien sexy. Toni pasó sus dedos por encima de su elegante esmoquin
negro. Su capa era de satén negro forrado en rojo, y su pelo negro rizado
dentro del cuello alto. ―Si estuviera haciendo una película de vampiros, te
contrataría en seguida.

Carlos se aclaró la garganta. ―Si ya terminasteis de admiraros el uno al otro,


sigamos con esto. ― Se acercó a la puerta de atrás hacia la cocina y la golpeó
suavemente.

La criada se asomó por la ventana y sonrió cuando Carlos saludó con la


mano. Abrió la puerta y habló con él suavemente en español. Él hizo un gesto
a Toni e Ian, y la criada asintió con la cabeza.

―María me permite acercarme sigilosamente a las escaleras de atrás, ―les dijo


Carlos. ―Recogeré las cosas de Bri y los encontraré abajo. Ella dice que el
médico está en la biblioteca en la parte delantera de la casa.

―Daré la vuelta. ― Ian desapareció entre las sombras.

Carlos se fue por las escaleras de atrás, mientras María acompañaba a Toni a
la biblioteca.

El Dr. Joe Proctor paseaba por detrás de su escritorio, hablando por el


teléfono móvil. ―Mira, Jenkins, se supone que eres el mejor PI en el
negocio. No me digas que no puedes encontrar a una chica piojosa. ―Hizo
una pausa, frotando una mano por encima de su cabeza calva. ―Sí, me doy
cuenta de que debió haber buscado ayuda. Es… ―Vio a Toni en la entrada de
la biblioteca. ―Te llamaré luego.

Dejó caer el teléfono sobre el escritorio mientras se acercaba a Toni. ―¿Quién


eres tú?

―Soy Toni Davis, compañera de cuarto de Sabrina.

Él vaciló, y luego estalló en una gran sonrisa. ―Toni, que maravilloso


conocerte. Debes estar terriblemente preocupada por Sabrina. Permíteme
asegurarte, que sin escatimar gastos la encontraré. No sabes algo sobre su
desaparición, ¿verdad?

―Nunca la encontrará.

Su sonrisa se transformó en una mueca. ―Tú la ayudaste a escapar, ¿no? ― Se


acercó al escritorio y agarró su teléfono. ―Te entregaré a la policía. Por
supuesto, puedes evitar ser arrestada si me dices donde está Sabrina.

―Siga adelante. Llame a la policía. Me gustaría informar de algunos


crímenes. Veamos, hay negligencia médica por alegar que Bri estaba delirante
cuando no lo estaba.

Levantó la barbilla. ―Cualquier psiquiatra estaría de acuerdo con mi


diagnóstico.

―Luego está la malversación de sus fondos fiduciarios y mantenerla presa en


su propiedad para que pudiera robar más su dinero.

Él cerró su teléfono. ―No puedes probar nada de eso.

Toni se encaminó hacia él. ―Una vez que la policía investigue sus registros
financieros, estará muy claro. Que usted encarceló a Sabrina. Que envenenó
su mente. Que trató de robar toda su vida.

―No, no. ― Él movió una mano en el aire. ―No iba a mantenerla encerrada
para siempre. Sólo necesitaba un poco de dinero para pagar unas deudas de
juego.
―Y luego aparecerían más deudas de juego.

Los ojos de Proctor se estrecharon. ―Ellos me habrían matado. No tenía


ninguna opción.

―Esos tipos son el menor de sus problemas. ¿Se ha preguntado cómo escapó
Bri?

Él la miró con recelo. ―Por supuesto que me lo pregunté.

―La encerraste porque dijo que los vampiros son reales. Pero sólo un
vampiro pudo haber ayudado en su fuga.

―Estás tan loca como ella. ―Los ojos de Proctor estaban encendidos. ―Os
encerraré a las dos arriba.

Toni sonrió. ―Puede intentarlo. Pero antes le presentaré a alguien. ― Levantó


una mano para dar la señal a Ian, que esperaba fuera de la ventana.
Su cuerpo se materializó en el centro de la habitación.

Proctor abrió la boca y dio un paso atrás. ―¿Qué? Esto... esto es algún tipo de
truco.

Ian levantó los brazos, extendiendo su capa ampliamente. ―¿Usted no cree en


la existencia de los No Muertos?

Toni se mordió el labio para no reírse. El falso acento transilvano de Ian


todavía tenía un toque de escocés.

―Im... imposible, ―respiró Proctor.

Ian zumbó hacia el escritorio a velocidad de vampiro. Proctor se tambaleó


hacia atrás y se golpeó contra el estante de libros.

―Usted lo creerá. ―Ian levitó en el aire.

Toni hizo una mueca cuando su cabeza casi chocó en el techo. Por lo menos
Proctor parecía realmente aterrorizado cuando se encogió detrás del
escritorio. Ella sólo pensaba que Ian se veía muy lindo.

Él se dejó caer sobre el escritorio, y con un destello, sus ojos brillaron de un


azul brillante y sus colmillos saltaron hacia fuera. Toni se estremeció. Eso no
era muy lindo.

Proctor se acurrucó en el suelo, levantando sus brazos en una postura


defensiva. ―No me hagas daño. Por favor.

Con un silbido, Ian arrojó su capa por encima de sus anchos hombros. Toni se
tambaleó como si sus rodillas se debilitaran. Por Dios, estaba de lleno en el
modo de monstruo, y todo lo que podía pensar era en que Me muerda. Qué
extraño, pues el ataque de los Malcontentos la había dejado aterrorizada y
asqueada, mientras que la idea de que Ian la mordiera hizo que su
piel cosquilleara de anticipación.

Su rostro se calentó, y se ruborizó por todos lados, sintiendo el flujo de sangre


por sus venas. Corriendo más y más rápido, como si lo necesitara para
escapar, como si tratara de llamarlo.

Ian se volvió hacia ella, y una oleada de lujuria casi la tiró de sus pies. Ella
abrió la boca cuando el azul brillante de sus ojos se puso al rojo vivo. Oh
Dios, él sabía que estaba encendida.

Dio un paso atrás, levantando una mano hacia su garganta. Su corazón latía
con fuerza. Sus muslos apretados juntos con una necesidad repentina,
caliente. Que pena, no le extrañaba que las mujeres le hubieran ofrecido
sangre durante siglos.

Ian se volvió hacia el médico que temblaba, acurrucado en el suelo. Extendió


su brazo derecho, y Proctor se estremeció como si una fuerza invisible lo
hubiera golpeado.

―Está bajo mi control. ― Los ojos de Ian brillaban de un azul intenso, y Toni
se dio cuenta de que estaba utilizando el control mental. ―Eres humilde, y yo
soy tu amo.
―Tú eres humilde, y yo soy tu amo, ― le susurró Proctor, con los ojos muy
abiertos y vidriosos.

Ian hizo una mueca. ―No. Yo soy el amo.

―Tú eres el amo, ―dijo Proctor.

Toni reprimió una sonrisa. Ian no era muy bueno siendo un monstruo
maligno. Sin sorprenderse lo admiró.

―Escucha y obedece, ―ordeno Ian. ―Nunca más robarás a Sabrina de


nuevo. Nunca más interferirás en su vida. Siempre serás un tío honrado para
ella. ¿Entiendes?

―Sí, amo.

Ian se volvió a Toni. ―¿Algo más?

―Llamar a la policía, ―susurró.

Ian extendió su brazo de nuevo. ―Cese la búsqueda de Sabrina y Teddy. Di a


la policía que fue un error. Llena los formularios adecuados de
liberación. Nunca más hagas apuestas de nuevo. Y paga todas tus
deudas, utilizando tus propios recursos.

Proctor asintió con la cabeza. ―Sí, amo.

Ian saltó de la mesa para estar al lado del médico. ―No hables con nadie de
esta noche. Sé cómo te encontraré, Joseph Proctor.

―Sí, amo.

―¿Ya terminaste? ―Preguntó Carlos en la entrada, con los brazos llenos de


objetos de Bri.

La doncella miró a Ian con curiosidad.

―Una cosa más. ― Ian se volvió hacia Proctor. ―Tratarás a tu criada con
respeto. ― Colocó su mano sobre la cabeza de Proctor, y el doctor cayó en un
profundo sueño.

―Gracias, señor. ― María se santiguó, y luego los llevó a la puerta de


atrás. ―¿Está Sabrina bien?

―Sí, ―le dijo Toni. ―Gracias por tu ayuda.

―Gracias. ―Carlos la besó en la mejilla.

María se rió tontamente mientras cerraba la puerta.

―¡Estuviste maravilloso! ― Toni abrazó a Ian. ―Gracias.

Él sonrió y la besó en la frente.

―Conseguid una habitación, ―murmuró Carlos mientras caminaba hacia su


coche. Guardó las cosas de Bri en el maletero.

Ian tomó la mano de Toni mientras caminaban de regreso al coche de


Carlos. ―Zoltan y Jack van a llegar antes del amanecer. No hay espacio
suficiente para todos en Romatech, así que volveremos a la casa para nuestro
sueño mortal.

―¿Seguro que estarás a salvo allí? ―Preguntó Toni.

―Será seguro durante el día, ―contestó Ian. ―Los Malcontentos estarán tan
muertos como nosotros. Y Howard pasará el día allí. Carlos, también.

―Bien. ― Toni se detuvo junto al Jaguar de Carlos. ―¿Vienes con nosotros,


Drácula?

―Te veré más tarde, cariño. ― Y desapareció.

Pero no lo vio más tarde. Después Carlos la llevó de regreso a Romatech, y les
dijeron a Sabrina y a Teddy la buena noticia, de inmediato Bri quiso ir a casa
para ver a Vanderkitty. Entonces, con todo el mundo en el apartamento de
Toni y
de Bri, pidierom comida china y celebraron.

Howard había pedido a Carlos que comenzara su trabajo de seguridad de


inmediato, por lo que Carlos embaló algo de ropa para ir a la casa
urbana. Toni recogió un poco más para ella. Estaba nerviosa por dejar a Bri
sola, por lo que Teddy se ofreció a pasar la noche en el apartamento.

Era las diez de la noche cuando Carlos y Toni llegaron a la casa de Roman
Draganesti en Alto East Side, y les llevó unos treinta minutos más que Carlos
inspeccionara y admirara cada habitación. Eligió el cuarto junto al de Toni
para él.

―Esto es perfecto para mí, menina. ―Deslizó la mano con admiración sobre la
madera de la cama de estribo de hierro forjado. ―Me encanta esta decoración
española.

―Creo que la habitación pertenecía a una dama medieval española llamada


María Consuelo, ― dijo Toni.

―¿Qué pasó con ella? ― Carlos puso su maleta en la colcha de terciopelo rojo.

Toni trató de recordar lo que Dougal le había dicho sobre el ex harén, cuando
se había mudado hacía más de una semana. Había estado tan insultada por la
idea de un harén que se había desconectado de la mitad de lo que había
dicho.

―Mi habitación pertenecía a una chica medieval llamada Princesa Juana. Ella
y María Consuelo no estaban demasiado encantadas de ser co-propietarias de
Horny Devils, por lo que vendieron sus acciones a Vanda y se trasladaron a
Europa. Londres, creo.

Carlos bajó la cremallera de la maleta y empezó a sacar la ropa. ―Tengo que


darte las gracias, novia. Este es el mejor trabajo posible para mí. Howard dijo
que trabajarán alrededor de mis clases restantes para poder terminar mi
master.

―Eso es genial. ― Lo ojos de Toni miraron el montón de ropa interior estilo


bikini que Carlos había acumulado. Uno de ellos se veía como un leopardo, y
otro era rayado como un tigre.

―Y trabajarán alrededor de mis viajes de investigación, también. Nunca


encontraría otro empleador tan comprensivo.

―Bueno, los vampiros saben cuando pueden confiar en los mortales. ―No es
que Carlos fuera totalmente mortal. Carlos Panterra. Toni mentalmente se dio
una palmada en la frente. Debería haberlo sabido. Dio un respingo
cuando puso un artículo más en la cama. Buen duelo. Ese era el cortaúñas
más grande que jamás había visto.

―Es tan maravilloso, menina. Siempre he tenido que guardar mi... bueno, mi
secreto muy bien, ya sabes. Sin embargo, con este trabajo, soy libre de ser yo
mismo. De hecho, al ser un cambiaformas en realidad aumenta mi valor. Y he
encontrado una casa para mis huérfanos.

Toni sonrió. ―Estoy muy feliz por ellos. Y por ti.

Carlos bordeó la cama y la abrazó. ―Muchas gracias.

―Gracias a ti, Carlos. Siempre has sido un gran amigo. ―Ella se resistió al
impulso de acariciarlo detrás de las orejas. El tipo prácticamente
ronroneaba. ―Te dejaré para te que instales. Tenemos que levantarnos antes
de la salida del sol, ya sabes.

Ella se movió hacia la puerta.

Él agarró un montón de ropa y se dirigió a la oscura cómoda, de madera


tallada. ―¿ Qué vas a hacer, menina? ¿Te vas a quedar con Ian o volver con
Sabrina?

Esa era la pregunta del día. Toni tocó el colgante de corazón en el


pecho. ―Espero que no sea la una o la otra situación. El de Sabrina vendrá
con el tiempo.

Carlos asintió con la cabeza. ―A veces hay que atreverse a creer.

Toni fue a su habitación, repitiéndose esas palabras para sí misma. Atrévete a


creer. Amaba a Bri, y amaba a Ian también. Tenía que creer que todo iba a
salir bien.

Se quedó dormida por la mañana, y no se despertó hasta que oyó a Carlos


golpeando a su puerta.

―Voy para abajo, ―gritó. Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Odiaba las
mañanas. Se precipitó a la ducha y se lanzó sobre su uniforme. Iba de prisa
por las escaleras, tirando su cola de caballo húmeda a través de una banda
para el cabello, cuando vio a Zoltan Czakvar y a Giacomo di Venezia,
también conocido como Jack, subiendo las escaleras.

―Bellissima, tan encantadora como siempre. ― Jack se inclinó.

El muchacho era lo máximo. Toni apreció el cumplido, pero sabía que su


uniforme masculino le quedaba holgado y feo, y que llevaba muy poco
maquillaje. ―¿Os retirais para la noche, quiero decir, por el día?

―Sí. Estaremos en las habitaciones del cuarto piso, ―dijo Zoltan. Entre
bostezo y su acento húngaro, era difícil de entender.

―Bellissima, ¿me examinarás personalmente? ― Los ojos marrones de Jack


brillaron.

―Si te gusta. Seguro.

―Molto bene. Ciao, bellissima. ―Jack puso en marcha otro tramo de escaleras.

Zoltan caminaba detrás de él. ―¿Estás pensando en dormir desnudo, no?

Jack se echó a reír.

Toni giró los ojos, y luego corrió por las escaleras. Con suerte, Ian estaría
todavía despierto. En el vestíbulo de entrada, encontró a Dougal y a Phineas
bajando al sótano.

Phineas bostezó. ―Buenas noches, corazón.


―Buenas noches. O mañana. ―Estos chicos la tenían confusa. ―¿Habeis visto
a Ian?

―Ya se ha ido a la cama. ―Dougal cerró la puerta del sótano detrás de él.

Demasiado tarde. Maldita sea. Era difícil tener novio en el turno de


noche. Caminó hacia la cocina.

―Buenos días. ― Howard se sentaba sonriendo en la mesa de la cocina,


comiendo una garra de oso.

¿Buñuelos, otra vez? Si seguía comiendo eso, quedaría tan grande como un
oso. Se dio cuenta de que Carlos se llevaba una cuchara de algo de un plato a
la boca. Se veía un poco más saludable. ―¿Qué estás comiendo? ¿Maullido
Mix?

Howard soltó un bufido de risa, mientras Carlos le dirigió una mirada suave.

Toni sonrió dulcemente. ―Me han dicho que tienen una nueva fórmula anti-
bola de pelo.

―Son cereales. ― Carlos le mostró la caja.

―Hmm, ¿Special K para gatitos? ¿Puedo tener un poco? ―Ella cogió un tazón
hondo.

―Si dejas de ser maliciosa, ―se quejó Carlos.

―Lo siento. ― Le dio una palmada en la cabeza. Sabía que estaba


intratable. Estaba muy decepcionada por no ver a Ian. Sería un largo, largo
tiempo hasta el atardecer. Después del desayuno, se ofreció a ir a
comprobar. ―¿Está en el quinto piso?

―Sí. ―Howard terminó su taza de té. Con miel extra, sin duda. ―¿Qué dices,
Carlos? ¿Qué te parece una sesión de artes marciales? Quiero ver lo bien que
puedes luchar.

―De acuerdo. ― Howard y Carlos se dirigieron hacia las escaleras del sótano,
mientras Toni comenzó el largo ascenso hasta el quinto piso.

Estaba respirando un poco fuerte en el momento en que llegó a la oficina del


quinto piso. La habitación estaba a oscuras, las persianas de aluminio
cerradas. Una botella vacía de sangre en el lavabo del bar. Ian debió haberse
tomado un aperitivo antes de ir a la cama.

Abrió las puertas dobles que conducían a la habitación. La luz se derramada


desde la puerta parcialmente cerrada del baño.

―Dejaste la luz encendida. Que vergüenza. ―Se acercó a la parte izquierda de


la cama. Ian estaba acostado con su camiseta blanca y sus pantalones de
pijama de franela a cuadros. Había doblado el edredón de gamuza color
bronce y se recostaba sobre las sábanas de algodón fresco. Su pelo negro
estaba suelto de su correa de cuero y era un dramático contraste con la funda
blanca de la almohada.

Estaba en la posición habitual para asumir su sueño mortal. Sobre su espalda,


los pies grandes señalando al techo, con las manos cuidadosamente sobre su
estómago plano. Probablemente había aprendido esta posición durante los
siglos durmiendo en un ataúd.

Toni miró dos veces el área por debajo de sus manos entrelazadas. Había un
bulto definido en su pijama. Se inclinó para ver mejor. Buen duelo, había
caído en su sueño mortal con una erección. Era… ¿Era posible estar tan
duro?

Se enderezó con una respiración profunda. ―Chico travieso, ―susurró y miró


su hermosa cara. Una sombra de barba oscura forraba su fuerte mandíbula.
Sus pestañas negras eran muy gruesas. Lo odiaría si no lo amara
tanto. Alargó la mano para tocar el lindo hoyuelo en su barbilla. Sus ojos se
abrieron de repente. Ella dio un salto. Una mano se cerró alrededor de su
muñeca en un férreo control. Ella jadeó.

―¡Sorpresa! ― Él la agarró por los brazos y la hizo rodar sobre la cama.


Capítulo 24

E l ciertamente la había sorprendido. Estaba recostada en la cama, su linda


boca se abrió involuntariamente. Se dio la vuelta sobre su costado para
enfrentarla y se apoyó en un codo.
—Tú… no estás muerto, —susurró.
Sonrió. —No en este momento.
—¿Cómo? ¿Te tomaste esas pastillas? ¿Las pastillas para permanecer
despierto?
—Sí. Sé dónde están escondidas.
Ella se sentó. —Sin embargo, Ian te hace envejecer.
—Un año por cada día. —Él se encogió de hombros—. Así que me veré como
de veintiocho en lugar de veintisiete.
Su boca se abrió nuevamente. —¿Estuviste dispuesto a envejecer un año?
—Para pasar un día contigo, sí.
—Eso es muy dulce. —Ella se acostó, enfrentándolo. —¿Pero estás seguro de
que debes ser dulce? Quiero decir, estás despierto, y los chicos malos
dormidos.
Su sonrisa se amplió. Era tan guerrera como él. —¿Así que quieres matarlos,
mientras son incapaces de defenderse?
Ella dio un respingo. —Me doy cuenta de que no es algo muy honorable,
pero ellos te lo harían en un segundo.
—Sí, lo harían, por lo que tendremos que asegurarnos de que jamás consigan
las pastillas. —Cepilló un mechón de cabello húmedo de su mejilla. —En
realidad, estaría tentado de matarlos a todos y acabar con este lío, pero tienen
como guardaespaldas a unos veinte chicos de la mafia rusa con rifles de
asalto de alto poder.
—Oh. —Ella hizo una mueca. —Eso sería desagradable.
—Sí, muy desagradable. Desde que Roman les visitó durante el día, han
estado más alerta. —Arrastró un dedo a lo largo de la línea de su mandíbula.
—Y luego está el problema de convertirme en cenizas si salgo al sol.
—Creo que vamos a tener que permanecer en el interior.
—Sí, —dijo, deslizando su dedo sobre su oreja.
—Supongo que podríamos pensar en algo para pasar el tiempo. —Sus ojos
brillaban mientras miraba la parte inferior de su pijama. —Parece que lo has
estado pensando antes que yo.
Sonrió con ironía. —Un hombre siempre debe estar preparado.
Es cierto que mientras estaba en la cama, esperando su llegada, había crecido
su excitación simplemente al pensar en hacerle el amor. Sabía que sus ojos se
estaban volviendo rojos ahora. Un tinte rojo sombreaba la habitación,
haciendo que la piel de Toni luciera rosada y a punto, con la sangre. Sería un
desafío para él mantener el control. Deliberadamente se había llenado de
sangre sintética para hacerlo más fácil.
El modo en que ella lo había mirado cuando había desatado todo su poder
vampírico en la biblioteca del Dr. Proctor, había extendido su control al
máximo.
Había escuchado su corazón acelerándose. Había olido el aroma de su
excitación. Había querido saltar sobre ella y hundir sus colmillos en su cuello.
Sus encías se estremecieron, y se derrumbó sobre su espalda, cerrando los
ojos fuertemente.
Control. No se atrevía a hacerle el amor si no podía controlarse.
—¿Estás bien? —Susurró ella.
—No quiero influenciarte de ninguna manera. Si te quedas en mi cama, debe
ser tu decisión. Pero debes saber que voy a hacerte el amor.
—Bueno, estaba contando en eso. —Su voz sonaba amortiguada, y a
continuación algo suave cayó sobre su rostro. Él lo apartó hacia un lado y
abrió los ojos. Había una blusa azul marino en su mano. Su blusa. Ella se
sentó a su lado, deslizó los tirantes de su sujetador fuera de sus hombros. El
colgante de corazón que le había regalado se encontraba entre sus pechos.
—¿Estás segura?
—¿Me veo insegura? —Lanzó su sujetador al suelo.
Él se abalanzó sobre ella, empujándola sobre su espalda. —Me encanta una
mujer decidida.
Ella sonrió. —Me encanta un hombre agresivo.
Él extendió una mano alrededor de su caja torácica. —Sé que no me has
conocido durante mucho tiempo
—Pero te he esperado durante años.
—Durante siglos. Creo que mi corazón te reconoció desde la primera noche
que nos conocimos. Sólo le llevó un par de noches más a mi cerebro el
ponerse al día.
Ella le tocó la cara. —Lo sentía de la misma manera.
Deslizó su mano hacia arriba hasta cubrir su pecho. —Quiero que sepas que
voy a ser fiel. Te amo, querida. Eso nunca cambiará.
—¡Oh, Ian! —Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello. —Yo también
te amo.
Él se inclinó para besar sus labios. Eran suaves y húmedos, y se abrieron
suavemente. Su lengua se arremolinó en su interior, explorando y
degustando. Ella se estremeció debajo de él, tan frágil en su mortalidad, pero
tan fuerte en su pasión. Era todo lo que él no era. Todo lo que él anhelaba.
Vida y luz. Pura y buena.
Su lengua se deslizó a lo largo de sus dientes y luego giró valientemente
alrededor de la afilada punta de uno de sus colmillos.
Él gimió. ¿Sabía lo mucho que estaba coqueteando con el peligro? Ella
presionó su lengua contra la punta.
Con un fuerte suspiro, él rompió el beso. Su piel, su cuello, sus pechos, se
veían todos rosados y deliciosos a través de sus ojos tintados de rojo.
—Por todos los santos, te deseo. —Él arrastró sus besos desde su garganta
hasta sus pechos. Su corazón latía con fuerza e hizo eco en sus oídos,
golpeando más rápido y acelerando las llamas de su pasión. Colocó una
mano debajo de su espalda levantándola en el aire. Su espalda se arqueó,
presionando sus pechos contra su boca. Con un gemido, ella lanzó sus brazos
a los lados, como si entregara su cuerpo a sus necesidades.
Y él la necesitaba. Cada centímetro de ella. Mordisqueó y chupó sus pezones
hinchados hasta que las puntas se endurecieron en su boca. Succionaba uno
mientras pellizcaba el otro suavemente. Cuando tiró de ambos, se quedó sin
aliento.
—¡Oh, por favor! —Ella agarró su camiseta y tiró de ella.
Él se sacó la camiseta sobre su cabeza y la arrojó. Luego le desabrochó el
cinturón alrededor de su cintura y atacó la pretina y la cremallera de sus
pantalones color caqui. —Maldita sea, nunca pensé que sería tan difícil quitar
unos pantalones de hombre.
Ella se rió y trató de ayudarlo levantando sus caderas en el aire. Él gimió ante
la vista. Tiró de sus pantalones hasta sus tobillos, pero fue detenido por su
calzado deportivo. Con un movimiento rápido de sus muñecas, salieron
volando por el aire. Seguidos por sus pantalones y calcetines.
—Me encantan tus piernas. —Tomó un tobillo y levantó su pierna desnuda
para poder plantar besos a lo largo de su pantorrilla.
—Quítate los pantalones.
—¿Ahora? —Él le hizo cosquillas debajo de su rodilla.
Su pierna se sacudió. —Sí. Ahora.
Bajó el tobillo sobre su hombro, luego se puso de rodillas para arrastrar hacia
abajo el pantalón de su pijama. Su erección saltó.
Se apoyó sobre los codos para obtener una mejor visión de él. —Guau.
—Espero que no pretendas que baile como ese chico en Horny Devils. —
Lanzó su pijama al suelo.
—¿Qué tipo? —Murmuró ella, con los ojos pegados a su entrepierna.
Cuanto más lo miraba, más hinchado se ponía. A este ritmo, no iba a durar ni
un minuto más. Necesitaba distraerla rápidamente. —Ahora, ¿dónde
estábamos? —Él besó su tobillo.
—No. —Ella deslizó su pierna fuera de su hombro y se inclinó hacia delante.
—Quiero tocarte. —Ella rodeó su erección con su mano.
—Ay, muchacha. No puedo soportar esto durante mucho tiempo.
—Oh, vamos. —Ella lo apretó con suavidad. —Eres un tipo rudo.
—Sí, —él siseó sin aliento mientras ella jugaba con su pulgar en la punta. Ya
se había filtrado una gota, y extendió la humedad alrededor. —Soy fuerte, —
dijo apretando los dientes. —Soy un guerrero experimentado.
—Un verdadero He-Man, —dijo ella y lo empujó sobre la cama.
Su cabeza estaba a medio camino fuera del extremo de la cama. Se quedó sin
aliento mientras su boca lo envolvía. Apretó el edredón con sus puños. Podía
manejar esto. No era un novato. —Yo… crecí unos cuantos centímetros
durante el verano.
Ella emitió un sonido de apreciación en lo profundo de su garganta. Sus
dedos hacían cosquillas en sus testículos, y luego apretaba. Su lengua estaba
girando alrededor de su miembro. La habitación giraba alrededor de él. No lo
podía creer. Esto era diferente a todo el sexo que había tenido durante siglos.
Tal vez era porque su ―equipo‖ era ligeramente diferente, más grande y más
maduro. O tal vez era porque Toni era… Toni. Ella le estaba haciendo el
amor. Él no quería que esto se detuviera nunca.
Pero se iba a detener, y malditamente pronto.
—¡No! ¡Toni!
Levantó la vista hacia él, justo cuando él perdió el control. Con un gemido,
que brotó de su pecho. Mantuvo el control suficiente para alejarse de ella.
Avergonzado, eyaculó sobre el edredón de piel de Ante de Roman. Y la
condenada cosa seguía saliendo.
—Ay, muchacha. Lo siento mucho. Ya no estoy acostumbrado a esto... no
podía controlarlo correctamente. —Bajó su cabeza, demasiado avergonzado
para mirarla.
El sonido de una risa tonta rompió el silencio. Él la miró con recelo. Ella
estaba rodando de un lado a otro, riendo tan fuerte que tenía lágrimas en sus
ojos.
Su rostro se calentaba. —Ay, es verdaderamente el deseo de todo hombre que
se rían de él en la cama.
—Ian, eres tan lindo. ¡Ay, misericordia! ¡Mi pene es demasiado grande! ¡Está
fuera de control! —Ella imitaba su acento escocés y se rió un poco más. —
Pobre bebé. Es tan triste estar súper dotado. Creo que tendré que llorar.
Él frunció el ceño. —Estás ciertamente disfrutando esto.
—Por supuesto. —Se sentó, secándose los ojos. —Estoy tan emocionada de
poder hacerte perder el control.
—¿En serio?
—¡Oh, sí! Es como un sorprendente viaje de poder. —Ella flexionó sus bíceps.
—Una simple mortal conduce al atractivo e inmortal vampiro, más allá del
borde de su control. Me siento como ¡Superwoman!
—¿Te gustó?
—Oh Dios, sí. —Ella presionó una mano contra su pecho, luego se rió un
poco más cuando sus dedos aterrizaron en el semen. Agarró el borde de la
sábana y limpió sus manos y su pecho.
Ian estaba sorprendido. Él podía avergonzarse a sí mismo con Toni, y ella aún
lo amaba. Era el hombre más afortunado en la tierra.
—Y tengo que decir que realmente aprecio esos centímetros de más. —Su
mirada bajó a su entrepierna. —Eres magnífico.
—Gracias. —Él se sentía mucho mejor ahora. —Fácilmente podría ser
convencido de volver a perder el control, ya que te hace sentir tan bien.
Su boca se tensó. —Eso es realmente noble por tu parte.
—Mi objetivo es complacerte. De hecho, ahora que ya no estoy en peligro de
explosionar, puedo dedicar más tiempo a complacerte.
Sus cejas se arquearon. —Eso suena bien.
—Sí. —Sus dedos se arrastraron hacia arriba por su pierna desnuda. —Será
mi misión llevarte más allá del borde del control.
—Amo a un hombre con una misión.
Él arqueó una ceja. —Fuera tu ropa interior, muchacha.
Con una risita, se echó atrás. —Sí, sí, guerrero medieval. —Ella enganchó sus
pulgares en la cintura de sus bragas y lentamente se contoneó fuera de ellas.
—Puedes tener tu modo lujurioso conmigo.
—Eso haré. —Él admiraba la forma en que movía sus caderas.
Cuando su ropa interior llegó a la mitad del muslo, ella no pudo avanzar más
lejos con sus manos. —¿Tendrías la amabilidad de ofrecerme un poco de
ayuda?
—Sería un placer, mi querida señora. — Él enganchó un dedo en su ropa
interior y la arrastró hacia abajo por sus piernas.
—Debería agradecérselo, señor. —Su acento sureño se hizo más pronunciado,
y le dio una mirada sensual.
Se rió entre dientes. Él debería haber sabido que hacerle el amor a Toni no
sería como cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes. Ella llenó su
corazón de alegría. —Con mucho gusto, mi bella dama.
Arrojó sus bragas al aire. Cuando desafiaron a la gravedad, miró hacia arriba
y vio que colgaban de la lámpara.
Toni llamó su atención cuando puso un pie a la derecha y luego, con un
seductor contoneo de sus caderas, puso el otro pie a la izquierda. Abrió las
piernas y dijo, —Espero que disfrutes de la vista.
—Sí, lo hago. —Podía ver la humedad brillando en sus sensibles pliegues.
Inhaló profundamente, saboreando el aroma de su excitación. —Ay,
muchacha, eres la más hermosa de todas las doncellas.
—Hmm. Eres muy amable. —Movió las caderas provocativamente. —
Intentaré acomodarme al tamaño de tu virilidad.— Ella le sonrió.
—Voy a chuparte hasta que tus globos oculares se salgan.
Sus ojos se ampliaron. —De acuerdo.
La sujetó por los tobillos y los colocó alrededor de su cuello. —Resiste, cariño.
Esto podría llegar a ser salvaje.
Ella se rió.
Él agarró sus caderas y enterró su rostro en su aroma. Se quedó sin aliento
cuando comenzó a lamer y se estremeció cuando la succionó. Introdujo dos
dedos y la acarició suavemente. Con jadeantes respiraciones, ella movía las
caderas al ritmo de sus dedos.
Estaba bastante húmeda ahora. Tan caliente. Tan hermosa. Y él se estaba
endureciendo nuevamente. Disfrutó de una última mirada a su húmeda, y
abultada carne, luego se movió para la arremetida final. Movió rápidamente
su lengua, aumentando la velocidad, como sólo un vampiro puede hacerlo.
Sus piernas apretadas. Sus caderas se levantaron. Casi ahí.
Con un chillido, ella se sacudió. Sus músculos internos se contrayeron
alrededor de sus dedos. Todo su cuerpo se estremeció.
Besó sus muslos temblorosos y bajó sus pies a la cama. Besó su vientre, sus
senos. Se mantenía suspendido sobre ella, y la punta de su erección rozó su
lisa abertura.
—Ian. —Ella arrastró sus manos por su espalda hasta los hombros.
—Quiero ver el amor en tus ojos, cuando esté dentro de ti, —susurró.
—Lo tienes. —Ella lo miró. —Te amo.
Él se deslizó dentro de ella. Una mezcla de sensaciones se apoderó de él.
Alegría, amor, placer erótico, y un primario triunfo masculino ante la
posesión. Tenía la intención de hacerle el amor lentamente, pero era tan
hermosa, tan sexy, tan amorosa, que pronto se movieron juntos hacia el
clímax. No podían acercarse lo suficiente.
Sus piernas cerradas alrededor de su cintura, y mantuvieron sus cuerpos
juntos.
Su orgasmo lo golpeó duro. Él bombeaba en ella con la velocidad y ferocidad
que sólo un vampiro puede tener. Ella gritó y se vino con tal prisa que se
estremeció. Se aferró a él mientras su cuerpo seguía con espasmos.
—¡Oh Dios mío! —Jadeó, tratando de recuperar el aliento.
Él apoyó su frente contra la suya, su respiración volvió poco a poco a la
normalidad.
—Espero no haberte lastimado, —le susurró.
—No. Fue… maravilloso. Espectacular. Alucinante.
—Sí. —Se desplomó a su lado y la atrajo hacia él.
Sus ojos se cerraron vacilantes. —Me agotaste.
—Sí. —Él cerró los ojos y apoyó su mentón contra su pelo. Un hombre podría
fácilmente querer una eternidad de esto.
Toni se despertó, poco a poco tomando conciencia de que estaba desnuda y
fría. Se sentó. En la tenue luz que se extendía desde la grieta en la puerta del
baño, vio a Ian a su lado. Su mirada se desvió hacia abajo por su cuerpo
desnudo y de nuevo a su rostro. Un hombre guapísimo. Tan sexy. Y tan dulce
al envejecer otro año sólo por estar con ella. ¿La droga había desaparecido?
Sin duda, él parecía muerto para el mundo.
Echó una mirada al reloj de la mesita. ¡Santo cielo! Era casi mediodía. Carlos y
Howard tenían que estar preguntándose qué había sucedido con ella. Subió la
sábana para cubrir a Ian hasta el pecho. Luego fue al baño y tomó una ducha
caliente.
Regresó de nuevo a la habitación con una toalla envuelta alrededor de su
cabeza y otra alrededor de su cuerpo. Encontró su blusa en el suelo a un lado
de la cama y su sujetador en el otro. Levantó la vista hacia el candelabro de
hierro forjado sobre la cama. Su ropa interior estaba colgando de una de las
ramas espigadas. Dudaba que pudiera alcanzarla, incluso si se paraba en la
cama. Qué lástima que no pudiera levitar como los vampiros.
Tal vez podría encontrar algo con qué tumbar sus bragas. Miró dentro del
armario y le sonrió a la falda colgando allí. Acarició la suavidad del suéter de
Ian y se acercó para oler su aroma. Vio los pantalones de cuero negro que
había usado la noche que rescataron a Bri. Detrás estaba el esmoquin que
había llevado para interpretar a Drácula. Y a continuación estaba la capa de
vampiro.
Ella arrastró sus dedos por el liso satén negro. El cuello alto era genial. Miró a
Ian, todavía muerto para el mundo.
Bien, ¿y por qué no? Dejó caer sus toallas en el suelo y agarró la capa. Giró,
agitando la capa como un torero. Entonces lo envolvió sobre sus hombros y
ató las cuerdas en su cuello. Apretó los bordes con los dedos para que
pudiera levantar los brazos y desplegar la amplia capa.
Zas, corrió a través de la habitación, dejando a la capa inflarse detrás de ella.
Luego ejecutó algunas estocadas en un estilo de Paso Doble. Feliz con esto,
inclinó su codo derecho, dejando que la capa cubriera la mitad inferior de su
cara. Al igual que Snidely Whiplash, acechando de un extremo al otro de la
habitación.
Saltó a los pies de la cama y levantó los brazos. Con una mirada siniestra a
Ian, le dijo con una voz espeluznante y baja, —Soy tu maestro.
—Like a virgin, —respondió una voz femenina.
Toni se dio la vuelta rápidamente. Tenía que ser su teléfono móvil. Sus
pantalones estaban en algún lugar en el suelo.
Madonna cantaba que estaba siendo acariciada por primera vez.
—Oh, cállate. —Toni saltó desde la cama y caminó por la habitación, en busca
de sus pantalones.
—Tú eres tan virginal como yo.
—Eso es discutible, —dijo una voz masculina.
Con un chillido, se dio la vuelta. —¿Ian?
—¿Toni? —Sus ojos se ampliaron mientras se daba cuenta de su traje, o la
ausencia de ello.
Ella movió rápidamente los bordes de la capa, juntándolos para ocultar su
cuerpo desnudo. —Pensé que estabas muerto. Otra vez.
Su boca se torció. —No me perdería esto por nada.
Su cara se calentó.
—Like a Virgin, —Madonna se burlaba de ella.
Cogió el teléfono del bolsillo de su pantalón. —¿Hola?
—¿Menina, qué te sucedió? —Preguntó Carlos. —Subiste para comprobar a
Ian y nunca regresaste.
—Estoy bien. Ian está bien. —Miró a la cama. Ian estaba sonriéndole.
—¿Te quedaste dormida? —Preguntó Carlos. —Sé que esta mañana estabas
cansada.
—Yo... dormí un poco. Lo siento.
—Está bien. No pasa nada. Simplemente pensé que tendrías hambre. Howard
está haciendo algunos paninis en la cocina. ¿Quieres uno?
—Yo… uh. —Vio caminar a Ian delante de ella hacia la oficina. La vista desde
la parte posterior era genial. Sacó una botella de sangre de la pequeña nevera
en el bar y la metió en el microondas.
—Toni, ¿qué está pasando? —Exigió Carlos. —¿Necesitas algo de ayuda allí
arriba?
—¡No! yo… estoy bien, de verdad.
—Está despierto, ¿no es así? —Demandó Carlos. —Es eso, o que has
desarrollado algunos gustos demasiado pervertidos.
—Está bien, está despierto, —confesó.
—Howard me contó lo del medicamento para que permanezca despierto, —
dijo Carlos. —¿Supongo que le estais dando un buen uso?
—Oh, sí.
Carlos se echó a reír. —Ciao, menina. — Colgó.
—¿Saben lo que estamos haciendo? —Ian había retirado su botella del
microondas y vertió la sangre en un vaso.
—Sí. —Ella dejó caer su teléfono y caminó hacia la oficina. —¿Vamos a estar
en serios problemas?
—Nadie tiene forma de comunicarse con Connor en este momento, así que no
me preocuparía por eso. —Ian tomó un sorbo de su vaso mientras la veía
acercarse. —Esa capa se ve mejor en ti que en mí.
—No creo que sea la capa lo que estás viendo. — Ella abrió rápidamente la
capa por uno segundo para mostrar su cuerpo.
Ian sonrió y tomó otro sorbo. —Algo increíble sucedió.
—Oh sí, el sexo fue genial. —Se sentó en un taburete de la barra.
Se rió entre dientes. —Eso también. Pero Toni, de hecho me quedé dormido.
—Se inclinó hacia ella, apoyando los codos en la barra. —Fue tan extraño. No
había dormido en siglos.
—Guau.
Bebió más sangre. —Había olvidado cómo era. El sueño mortal es tan... vacío.
No es más que muerte y olvido total. Pero esto fue dulce y...
—¿Tranquilo?
Sus ojos brillaban con la humedad. —Tuve un sueño. Soñé contigo.
—Oh... dios mío. —Ella notó que las lágrimas en sus ojos eran de color rojizo.
Le tocó la cara. —Nunca habría pensado que fuera posible.
Le tomó la mano. —¿Qué soñaste?
Su boca se torció. —Hiciste un baile de striptease para mí en una capa de
vampiro.
—¿En serio? —Cuando se rió, ella hizo una mueca. —Muy divertido. ¿Cuál
fue el sueño?
Sus ojos se suavizaron. —Te lo diré algún día.
—Hmm. —Ella se deslizó del taburete. Se alejó de él, y luego volteó un lado
de la capa para revelar una cadera redondeada. —Tengo métodos para
hacerte hablar.
Se quedó sin aliento cuando él se movió hacia ella a la velocidad de los
vampiros. —Yo tengo métodos para hacerte gritar.— Desató las cuerdas en su
cuello y apartó la capa de sus hombros.
El material de satén se agrupó en el suelo, el lado rojo hacia arriba. Ian la
levantó en sus brazos, luego la colocó en el satén rojo.
—Bueno, ¿por qué no? —Ella le lanzó una mirada irónica. —Hemos
manchado todo lo demás en este lugar.
Con una sonrisa, volvió rápidamente a la barra y cogió su vaso. Unos
centímetros de sangre aún permanecían en la parte inferior de su vaso. —Me
has dado una idea.
—¿Vas a manchar la alfombra?
—No. —Se arrodilló a su lado y roció la sangre sobre su pecho y por su torso.
—¡Qué asco! Espero que tengas un plan para limpiar esto. —Ella olvidó su
indignación cuando su lengua lamió la sangre de sus pechos. Siguió el rastro
de sangre por su torso, luego lamió las últimas gotas de su ombligo.
Se retorció en el satén rojo, disfrutando la sensación decadente del satén
contra su parte trasera. Ian volvió a succionar sus pechos. Sintió sus dientes
mordisqueando muy suavemente, y recordó el aspecto de sus colmillos
cuando había entrado en el modo completo de Drácula. Sus ojos habían
brillado azules, e intensos con el poder vampiro, luego se tornaron rojos
mientras la había mirado hambrientamente. Las viejas marcas de mordedura
en sus pechos y en el torso picaban, pero no con miedo o repulsión.
Ella sentía deseo. Y necesidad. —Ian.
Él la miró, y el resplandor rojo en sus ojos tiraba profundamente de ella. Sus
marcas de mordiscos quemaban.
Ella pasó sus manos por su largo cabello negro y agarró fuertemente su
cabeza. —Muérdeme.
Él parpadeó. —No. No digas eso. No te usaré como alimento. No tengo
hambre.
—Yo sí. Tengo una profunda... hambre dentro de mí.
—Toni, estás reaccionando a mi poder Vampiro. Intentaré atenuarlo.
—No, déjalo suelto.
Él la miró con curiosidad. —¿Sabes que me estás pidiendo? Fuiste atacada.
Tienes terribles recuerdos.
—Quiero convertir ese terror en algo hermoso. ¿Puedes hacer eso?
—No puedo evitar que continúe lastimándote. Pero todo es una ilusión.
Control mental. Y sé cómo te sientes respecto a eso.
—No tengo miedo de tu mente. Te amo.
Él vaciló, frunciendo el ceño.
—Hazlo. Hazlo todo. Quiero experimentar todo contigo.
Él cerró los ojos. —Eres muy tentadora. Puedo oler tu sangre, caliente y
deliciosa. Puedo escucharla correr a través de ti, llamándome.
—Tómame.
Sus ojos se abrieron, y ella se quedó sin aliento por el sorprendente azul. Una
ola de aire congelado golpeó su frente, y luego se arrastró por su cuerpo, su
piel hormigueando y con carne de gallina.
Estoy contigo. Su voz resonaba en su mente y su cuerpo entero se estremeció
como si estuviera soplando su aliento sobre ella. Le acarició el cuello. Vamos a
compartir la mente, el cuerpo y la sangre. Le lamió el cuello, y se quedó sin
aliento, la misma sensación pasando entre sus piernas.
Tenía que ser una ilusión. Sin embargo, un infierno de ilusión. Todo el
hormigueo en su cuello se hizo eco abajo. Su necesidad creció más
desesperada, y el hormigueo se convirtió en pulsos palpitantes, exigiendo
satisfacción.
Ella envolvió sus piernas alrededor de él. —Tómame ahora.
Sus colmillos se extendieron con un pequeño silbido que hizo que lo ansiará.
Se estremeció cuando su erección se apretó contra ella y sus dientes
suavemente rasparon su cuello. Pronto, pronto iba a suceder.
Se sumergió en su centro con tanta fuerza, que apenas notó el pinchazo en su
cuello. Y entonces estaba amándola, tomando su cuerpo y sangre. Estoy dentro
de ti en todos los sentidos. Tú eres mía, y yo soy tuyo.
Con cada succión en su cuello, un estremecimiento de placer se deslizaba a
través de ella. Luego se alejó de su cuello. No quiero tomar demasiado. Lamió las
heridas de la mordedura, los temblores continuaron y se intensificaron con
cada embestida de su cuerpo en su centro.
Su ritmo se aceleró. Puedo sentirte llegando al orgasmo. Estamos llegando juntos.
Y así lo hicieron. Toni gritó justo cuando escuchó el estruendo de un rugido
de placer a través de su mente. Nunca había sentido nada igual. Sus cuerpos
se estremecieron, juntos como en una danza coreografiada. Sus mentes latían
con el placer compartido. Increíble, pensó, ¿o él lo pensó? No podía decir
quién era quién. Eran uno solo.
—Ian, —susurró mientras sus respiraciones volvían a la normalidad. Incluso
sus respiraciones estaban sincronizadas.
¿Puedes sentir cuánto te amo? Su voz llenaba su mente.
Una calidez la inundó y trajo lágrimas a sus ojos. Entonces un escalofrío la
recorrió, él se había ido. Había desaparecido de su mente, pero yacía junto a
ella con amor en sus ojos.
Y supo, en ese mismo momento, que nada le impediría pasar el resto de su
vida con Ian. Ni amistades ni villanos podían impedir que lo amara.
Ni siquiera la muerte podría interponerse entre ellos.
Capitulo 25

E sa noche, poco después de la puesta del sol, Toni se sentaban en el salón


con Ian, Carlos, Howard, y con todos los chicos Vampiros, mirando la Red
Digital de Vampiro. Stone Cauffyn de las Noticias de todas las noches
hablaba monótonamente. Phineas y Jack hicieron a todos reír con sus
imitaciones del locutor aburrido.

Stone giró la cabeza. —¿Cuál es el significado de esto?

La cámara se desvió, y Toni Jadeó. Jedrek Janow se acercaba al escritorio del


locutor con una pistola en la mano. —Tómenlo,— ordenó, y el ruso
Malcontent lo pasó a toda velocidad para deslizar una cuerda de plata
alrededor de Stone Cauffyn.

—¿Qué hace usted? —Preguntó Stone. —Esto es totalmente irregular.

—¡Demándeme! — Indicó Jedrek, y la cámara cambió a él. —Usted, el de la


cámara, hará cuanto diga si quiere vivir.

La cámara se movió.

Jedrek cabeceó. —Bueno, ahora muestra a nuestra audiencia lo que tenemos


detrás de la puerta número uno. — Moviéndose a su derecha.

La cámara se movió hacia la puerta. Yuri y Stanislav entraron en el estudio de


grabación, cada uno arrastrando a un rehén.

Toni jadeó. —Tienen a Corky Courrant.

—Y otra mujer,— murmuró Ian.

—Yo digo que permitamos que mate a Corky,— dijo Phineas.

—Shh.— Ian subió el volumen cuando Jedrek habló. —Como pueden ver,
hemos tomado DVN. Su programación regular ha sido cancelada por una
exhibición más interesante. Ian MacPhie, tienes veinte minutos para traerme
la droga para mantenerte despierto, o empiezo a ejecutar a las personas en la
televisión en vivo.
Toni se quedó aturdida y muda, mientras que todos los hombres comenzaron
a hablar al mismo tiempo. ¿Cuántos hombres tiene Jedrek? ¿Quién sabía la
disposición de DVN?

Los hombres Vampiros saltaron de repente poniéndose de pie.

—¡Perdón! — Una voz llamó desde el vestíbulo. Gregori entró en el salón. —


Eso no significaba que debes provocar la alarma.

Dougal se apresuró al vestíbulo para apagar la alarma.

Gregori miró a la televisión. —Vi lo que sucedía. Pensé que debía advertir en
caso de que no lo supieras.

—¿Sabes la disposición de DVN? — Preguntó Ian.

—Seguro. He hecho un montón de propagandas allí. ¿Me consigues papel? —


Preguntó Gregori.

Toni corrió al escritorio. Reunió algunos papeles y plumas, entonces los dejó
caer en la mesa grande y cuadrada del centro.

Gregori se sentó en uno de los sofás y empezó a dibujar.

—Phineas, Dougal, venid,— ordenó Ian. —Traed algunas armas. ¿Howard,


sabes dónde está DVN?

—Está en Brooklyn.— Se detuvo Howard. —¿Deseas que conduzca hasta allí?

Ian pasó una mano por su pelo mientras lo consideraba. —No queremos ser
teletransportados a una trampa, así que creo que debemos atacar desde
afuera.

—Estoy de acuerdo,— dijo Zoltan.

Su atención fue llamada por un chillido que procedía de la televisión.

—¡Me estás quemando la piel, bastardo! — Chilló Corky Courrant cuando


Yuri deslizó la cuerda de plata alrededor de sus muñecas.

La otra mujer lloriqueó cuando fue atada.


Stone Cauffyn miró curiosamente a sus cuerdas. —¿Dijo, qué espera ganar de
esto?

Jedrek se mofó. —El mundo. Con la droga para permanecer despierto, puedo
gobernar el mundo de los vampiros.

Stone le dio un vistazo suave. —No existe tal droga.

—Por supuesto que sí. Ian MacPhie la tomó. Es por eso que envejeció. —
Jedrek se movió detrás de Corky y deslizó una mano alrededor de su cuello.
—Le tengo que dar las gracias, señora Courrant. Es usted quien llamó mi
atención.

Los ojos de Corky se ampliaron cuando la mano lo apretó. —¿Si le ayudé,


entonces por qué no permite que me vaya?

Jedrek inclinó la cabeza forzándola a mirarlo. —Disfruto viendo rubias morir.


¿No es eso así, Nadia?

La cámara se desvió hacia una pequeña morena que estaba al lado de Stone.
—Complace al maestro cuando mato a una rubia, — cuchicheó.

—¡No me puede matar!— Chilló Corky. —Tengo colmillos. —Miró a la mujer


capturada a su lado. —Mata a Tiffany. Es rubia. Y durmió con mi novio.

—¡No! — Chirrió Tiffany. —Soy demasiado joven para morir. Y demasiado


bonita.

—¿Bonita? — Se bufó Corky. —Los hombres sólo te dicen eso para que
duermas con ellos.

—Eso no es verdad. Han sido cientos de hombre los que han dicho que soy
bonita.

—¿Y con cuántos de esos hombres que te lo han dicho has dormido? —
Enmarañó Corky.

Los ojos de Tiffany se ampliaron.

—¡Suficiente! — Jedrek puso los ojos en blanco. —Amordázalas, Yuri, antes


que las mate ahora.

Yuri colocó una tira de cinta adhesiva sobre la boca de Tiffany.


Corky luchó con sus cuerdas. —¡No me podeis matar! Soy divertida. ¡Asesina
a Stone! Es tan aburrido como el infierno.

—Por qué, yo digo...— Balbuceó Stone. —Eso parece algo tan poco requerido.
Debo encontrar algo interesante por mi mismo.

Jedrek retuvo la cabeza de Corky un rato mientras Yuri ponía el pedazo de


cinta sobre su boca. Entonces se giró para inspeccionar a Stone, que miró
fijamente sin comprender que hacía detrás de él. —¿Qué hace usted?

Stone parpadeó. —Leí las noticias.— Jedrek paseó hacia él. —¿Y?

—Tengo… el pelo agradable.

Jedrek puso los ojos en blanco. —Este hombre aburre. No puedo ni presiento
ningún temor de parte de él. Permite que se vaya.

Stone pareció ligeramente sorprendido. —Debo decir que, eso es más bien
buenas noticias.

Nadia desató la plata que lo ataba alrededor y lo dirigió a la puerta. Corky


intentó que se tropezará cuando pasó.

Jedrek fue delante de las dos rehenes rubias. —¿Ahora la pregunta es cuál de
vosotras será la primera en morir? O quizás Ian MacPhie venga a salvaros.

Corky y Tiffany se movieron contra sus cuerdas.

Jedrek sonrió. —Eso es. Mostradme vuestro miedo. Permitid que emane de
los poros así podremos ir de juerga con el olor.— Su mirada bajó a los
excesivamente abundantes senos de Corky. —Necesitaremos una estaca
excesivamente larga para esta.

Yuri rió entre dientes. —Sí, Maestro.

Corky lanzó un chillido que fue amortiguado y desesperado.

Jedrek inhaló profundamente. —Ah, el olor a miedo.— Giró a la cámara. —


¿Estás atemorizado, MacPhie? ¿Permitirás que estas mujeres mueran frente al
mundo entero Vampiro quienes te recordarán como un cobarde?

—Vete al infierno, —murmuró Ian.


—Está hecho,— anunció Gregori. Había dibujado un esquema detallado de
DVN a velocidad de vampiro.

Phineas y Dougal pasaron al cuarto, con las armas amontonadas en lo alto.


Las dejaron en el suelo.

—Howard y Carlos, armaos e iros ya,— ordenó Ian.

Cuando los dos hombres mortales tomaron las espadas, las estacas, y los
puñales, Toni miró a Ian. ¿Tenía otros planes para ella, o trataba de omitirla
completamente? — ¿Ian?

Sus ojos encontraron los suyos. —¿Puedes permanecer aquí?

Ella sacudió la cabeza. —Para bien o para mal. Estoy contigo.

Un destello afligido cruzó su cara. —Bien. Ve con Howard.

Ella reunió rápidamente algunas armas.

—Encuentra un lugar oscuro, apartado, — dijo Ian. —Entonces llamadnos, y


nos teletransportaremos. Tendremos un plan para entonces.

—Está bien. —Howard inició el camino con Carlos y Toni. —Vamos.

De camino a DVN, Howard condujo como un loco. —No entres en una


batalla con un vampiro, Toni. Son demasiado rápidos y fuertes. Utilizarán el
control mental para congelarte.

—Comprendo. —No podía competir con ellos. Los vampiros siempre serían
superiores. Aún Howard y Carlos tenían capacidades que ella nunca
poseería.

Howard condujo hacia el Puente de Brooklyn. —Carlos, si tratan de tomar tu


mente, cambia. No nos pueden controlar cuando estamos en la forma animal.

—Estaré listo para ellos,— dijo Carlos.

Toni se giró para mirar a Carlos en el asiento trasero. —Ten cuidado,—


cuchicheó.

—Tú, también, menina.— Carlos le guiñó un ojo.


Toni toqueteaba nerviosamente las estacas de madera de su regazo. —Me
pregunto cuántos hombres tiene Jedrek.

—Bueno, tiene dos hombres y a una mujer en el estudio con él,— dijo
Howard. —Y en el último conteo, el aquelarre ruso estaba por debajo de una
docena.

—Entonces podría haber diez más aislados acerca del edificio,— concluyó
Carlos. Toni contó mentalmente sus números. Tres mortales y seis Vampiros.
Ian, Phineas, Dougal, Zoltan, Jack y Gregori.

Howard aparcó en un callejón oscuro junto al aparcamiento de DVN.


Llamaron inmediatamente al apartamento, y en unos segundos, los seis
Vampiros estuvieron allí, completamente armados. La luz de la luna brilló en
sus espadas y puñales. Ian explicó el plan. Todos los hombres cabecearon,
pero Toni sacudió la cabeza.

—No, Ian. Es demasiado peligroso para ti.

—Soy al que él desea. Esta es la mejor manera.

—Shhh.— Phineas levantó una mano. —Alguien viene.

Los hombres se esparcieron afuera del callejón, y pronto Toni oyó un


gruñido.

—Os digo, que no hay necesidad de violencia.

Toni parpadeó. Era Stone Cauffyn.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Demandó cuando Phineas arrastró por


delante al locutor.

—¿Sois los tipos buenos? — Preguntó Stone. —Esperaba que vinierais.


Quiero ayudar.— Tocó su perfecto pelo. —¡Deseo estar en un pedazo de la
acción porque estoy aburrido!

—Shhh.— Lo calló Ian. —¿Puede esgrimir una espada?

—No, pero soy verdaderamente bueno con un cepillo de pelo. Ah, y sé donde
hay una entrada secreta. ¿Ayudará eso?
—Sí. Llevará a los mortales por la entrada secreta,— ordenó Ian. —Gregori,
ve con ellos. El resto de vosotros, ya sabéis qué hacer. Vamos.— Anduvo a
zancadas hacia el final del callejón.

Toni corrió para unírsele. —Ian, por favor no hagas esto. Debe haber una
manera mejor.

—He visto las opciones, Toni. Si atacamos, Jedrek matará a los rehenes. De
esta manera, pensará que ha ganado, y será más fácil de derrotar. — Le dio
un vistazo preocupado. —¿Si te suplico permanecer aquí en el callejón, harás
eso?

—Sabes que no puedo. Tengo que estar allí para ti.

Ian suspiró. —No intentes tomar a un Malcontent.

—Sí, sí, los vampiros son superior. Lo he oído antes. No soy suficientemente
buena.

Ian paró y tomó su mano. —Nadie es más valioso para mí que tú. No me
culpes por estar aterrorizado al mantener tu seguridad.

—Me siento de la misma manera contigo.

—Estaré bien. Confía en mí.— Besó su frente, entonces ladeó la pared del
callejón para entrar en el aparcamiento de DVN.

Toni dijo una oración silenciosa para él. Las lágrimas calientes picaron sus
ojos, pero parpadeó alejándolas. No había tiempo para eso ahora.

Phineas, Dougal, Zoltan, y Jack se movieron sigilosamente en el


aparcamiento, manteniéndose a sí mismo ocultos, mientras Ian andaba a
zancadas directamente a la puerta de la entrada.

—Vamos.— Indicó Howard a ella, Carlos, Gregori, y Stone para que lo


siguieran. Se arrastraron por la parte de atrás del aparcamiento de DVN,
permaneciendo en la sombra. Pararon detrás de dos coches grandes para
mirar.

Ian se acercó a la entrada, donde dos guardias Malcontent señalaron sus


rifles. Levantó las manos. —Soy Ian MacPhie. He traído la droga para Jedrek.
Un guardia apuntaba su rifle hacia Ian mientras el otro lo registraba. —Sin
armas.

—¿Qué tal su bolsa? — El Malcontest señaló su rifle hacia la bolsa de cuero


delante de la falda escocesa de Ian.

—Es una bolsa escocesa.— Ian la abrió y les mostró el frasco de líquido
verdoso. —Tengo que entregar esto personalmente.

Toni mantuvo el aliento. ¿Realmente tenía parte de la droga con él?

El guardia verificó la bolsa de Ian. —No hay nada más. Vamos.— Abrió la
puerta y se movió para que Ian pudiera entrar.

Los guardias escudriñaron el aparcamiento, y sin ver nada, los dos entraron
al edificio para acompañar a Ian hacia Jedrek.

Aproximadamente cinco minutos más tarde, Toni vio una mancha de


movimiento cuando Phineas y Dougal se acercaron a velocidad de vampiro
hacia la entrada ahora indefensa. Entraron. Dos figuras más se movieron de
las sombras. Zoltan y Jack se pararon en cada lado de la puerta, apretados
contra la pared.

Gregori maldijo entre sí. —Su alarma se activó sola. Debe haber un
Malcontent en la oficina de seguridad, y marcó a nuestros chicos.

—Supimos que eso podía suceder,— cuchicheó Howard.

—Por lo menos los estudios de grabación son insonoros,— dijo Gregorio. —


Jedrek no los puede oír.

Toni recordó el plan que Ian había explicado en el callejón. Phineas y Dougal
iban supuestamente a tomar la oficina de seguridad lo más rápido posible.

Los dos guardias que habían acompañado a Ian volvieron. Se acababan de


poner en la puerta principal con sus espadas enfundadas, pero no
consiguieron ir lejos. Zoltan y Jack los asaltaron, y en un instante, ambos
guardias no fueron nada más que pilas de polvo en el pavimento.

Zoltan y Jack enfundaron sus puñales y enfundaron sus espadas. Entonces se


apresuraron adentro. Su misión era ir zumbando por el edificio, matando a
cualquier Malcontent que encontraran. De lo que Toni podía decir, parecían
bastante capaces para el trabajo.
—Bueno, Stone vamos.— Howard dio al locutor un empujón.

Corrieron al lado del edificio. Stone movió una planta pesada para revelar
una trampa en el pavimento junto al edificio. Tiró de un anillo metálico para
levantar la puerta y reveló una escalera que dirigía hacia el sótano.

Howard sacó una pequeña linterna LED de su cinturón versátil y lo tiró al


aire. —Vamos.

—Esto es todo el almacenamiento,— cuchicheó Stone, una vez que estuvieron


abajo. —Nadie viene aquí con excepción de Tiffany y el jefe cuando quieren...

—Lo pillamos,— murmuró Gregori. —Tómenos el hueco de la escalera que


está más cerca de la sala de mandos.

—Por aquí. — Stone los dirigió a través de una vasta despensa y subió una
estrecha escalera.

—Yo primero.— Gregori desenfundó su espada.

—Por supuesto.— Stone permitió que pasara.

Gregori saltó hacia la puerta abierta y se asomó fuera. —Está despejado.—


Los dirigió por un pasillo vacío. El sonido de hojas chocando podía oírse a lo
lejos. Cuando Toni pasó por debajo de una cámara de seguridad, sólo podía
esperar que fueran observados por Phineas o Dougal y no por los Malcontent.

—Esto es.— Gregori paró en una puerta con un signo que se leía Sala de
mandos. Hojas chocando se podían oírse desde dentro. Gregori se lanzó
abriendo la puerta. Toni lo siguió para ver justo a tiempo a Zoltan cortar con
su espada a través del cuello de un Malcontent, entonces le ensartó por el
corazón. El vampiro giró para quitar el polvo del muerto.

Zoltan giró para encararlos e inclinarse. —El cuarto es suyo.— Se fue


zumbando fuera de la puerta.

—Ah.— Toni miró a Zoltan desaparecer alrededor de un rincón.

—Estoy contento que este tipo está de nuestro lado,— murmuró Carlos.

Gregori maldijo. —Mira esto.— Indicando a la pared que estaba cubierta con
doce monitores.
Toni jadeó. Los doce monitores mostraban la misma escena, el estudio donde
se pasaban las Noticias de todas las noches. Ian había sido despojado de todo
lo que llevaba dejándole solo a su falda escocesa, y Nadia estaba deslizándole
casualmente una cuerda de plata alrededor del pecho descubierto. Los
verdugones rojos aparecieron en la piel de Ian, y el sonido que hacía hizo
retorcerse el estómago de Toni.

—Tenemos que conseguir salga de allí.— Toni sacó del puñal de su cinturón.

—Lo haremos, pronto,— le aseguró Gregori. —Ian quería asegurarse de que


tuviéramos al resto del edificio completamente bajo nuestro control y tantos
Malcontent muertos como fuera posible antes de hacer nuestro movimiento
final con Jedrek.

Howard montó guardia en la puerta, mientras todos miraban los monitores,


incapaces de ayudar a Ian.

—Ya tienes la droga,— Ian habló rechinando los dientes. —Permite que los
rehenes se vayan.

Jedrek levantó el frasco de líquido verdoso. —¿Cómo puedo estar seguro de


que esto es realmente la droga para permanecer despierto? Quizás lo has
llenado con veneno. ¿Es veneno, MacPhie?

Ian le miró.

—¿Es veneno? — Gritó Jedrek.

Nadia deslizó alguna cuerda de plata alrededor del cuello de Ian y para
apretar. El cuello crepitó.

Toni tragó duramente la bilis que subía por su garganta.

Ian miró con un ceño a Jedrek. —No es veneno. Pruébalo y verás.

Jedrek cabeceó lentamente. —Deseas que lo beba.— Anduvo a zancadas hacia


Corky y rasgó la cinta y puso el conducto en su boca.

Ella chilló. —Duele, bastardo.

—Esto quizás duela más. ¡Sujetadla! — Ordenó Jedrek, y Yuri detuvo la


cabeza de Corky.
Corky pegó los labios, pero Jedrek pellizcó su nariz por lo que abrió la boca
para jadear por aire. Jedrek vertió parte del líquido verdoso por su garganta.

De vuelta en la sala de mandos, la puerta se abrió lentamente y Phineas miró


dentro. —No disparéis,— dijo Howard.

—¿Tenéis la oficina de seguridad? — Preguntó Howard.

—Sí. Dejé a Dougal allí. Zoltan y Jack hacen un barrido final. Estamos casi
listos para movernos hacia Jedrek.

—Gracias a Dios.— Toni se movió hacia los monitores. —¿Habéis visto lo que
le hacen a Ian?

—Sí.— Phineas hizo una mueca. —Hay un monitor en la oficina de seguridad


que nos muestra lo que está en el aire. Lo que es más importante, el mundo
entero de los Vampiros ve lo que le hacen a Ian. Y tiene un ramo de
admiradores allí.

—¿Entonces? — Toni no quería enterarse de todas las mujeres vampiro que


todavía querían salir con Ian.

—Así, aparecieron todas fuera,— dijo Phineas. —Podemos ver el


aparcamiento en un monitor, y deben haber cincuenta mujeres Vampiresa
enfadadas allí. Chillan todas que Ian MacPhie debe ser soltado.

—Buen dolor,— Respiró Toni.

—Se esta convirtiendo en algo salvaje allí,— continuo Phineas. —Esas


mujeres tienen látigos y bates de béisbol.

—Tengo una idea.— Gregori fue a la pared del rincón y cogió una cámara.
La encendió y miró los monitores. —¿Cómo consigo que aparezca esto ahí?

—Aquí.— Stone fue al tablero de control y tiró de algunos interruptores. Un


monitor inferior los mostró en la sala de mandos lo que se veía por la cámara
de Gregori.

—¿Y cómo conseguimos poner esto al aire?— Preguntó Gregori.

Stone les mostró qué interruptores debían utilizar. Entregó a Carlos los
auriculares y tomó uno pequeño para él mismo.
—Permitiré que sepas cuando estamos listos.— Gregori se dirigió hacia la
puerta. —Vamos, Stone.

Phineas y Howard montaron guardia mientras Carlos estudió el tablero de


control. Toni miraba los monitores, preguntándose cómo estaba Ian. No lo
podía ver actualmente porque la cámara todavía estaba centrada en Corky. El
mundo de los vampiros esperaba ver si Corky iba a morir por el veneno.

—¿Cómo te sientes? — Le preguntó Jedrek.

—Yo... estoy bien.

—¿No sientes nada de nada?

Corky deslumbró en él. —Me siento genial, actualmente. Llena de energía


podría patear tu culo completamente hasta China.

—Amordazadla,— dijo Jedrek, y Yuri pegó la cinta a través de la boca de


Corky.

Jedrek paseó a través del cuarto y paró en frente de Ian. —¿Llena de energía?
Eso suena bien.— Levantó el frasco a la boca y bebió el contenido por
completo.

Se mofó en la cara de Ian. —¿Te das cuenta de qué sucederá, MacPhie? El sol
subirá, y caerás en tu sueño mortal mientras me quedo despierto. Serás el
primero al que mate.

Ian se quedó silencioso.

—¿Maestro? —Preguntó Yuri con indecisión. —¿Qué pasa si ha tomado la


droga, también?

Jedrek se giró para mirar bruscamente a Ian, que miró fijamente hacia atrás.
—No importará. Lo mantendremos atado. No podrá defenderse.

—¡Maestro! — Llamó otra voz masculina, y la cámara se desvió hacia la


puerta donde Stanislav entraba. —Maestro, los vampiros han invadido el
edificio.

Jedrek rechinó los dientes. —¿Tengo que decirte qué hacer? Sólo matadlos.
Stanislav palideció. —Son demasiado rápidos. Yo... no puedo encontrar a
ninguno de nuestros hombres.

—¿Qué? — Gritó Jedrek.

—¡Mira! — Toni señaló hacia el monitor inferior. Gregori y Stone estaban en


el aparcamiento. —Están listos.

Carlos tiró de los interruptores y habló por el auricular. —Estáis en el aire.

La cara de Stone llenaba casi todos los monitores ahora, mientras Jedrek fue
relegado a un monitor en la fila inferior.

—Soy Stone Cauffyn, cubriendo en vivo desde el aparcamiento de DVN,—


gritó el locutor. —¡Como pueden ver, esto definitivamente no es aburrido!
Más de cincuenta mujeres vampiro y unos hombres se han reunido aquí para
dar su apoyo a Ian MacPhie, que está retenido dentro. De hecho, más
Vampiresas se están teletransportando aquí cuando hablo.

Gregori pasó la cámara a lo largo de la muchedumbre enfadada. Sacudiendo


sus bates de béisbol y puños en el aire. —¡Poned a Ian en libertad! ¡Poned a
Ian en libertad!

—Tengo a su cabecilla aquí,— continuó Stone, y Gregori apuntó la cámara


detrás de él. —¿Vanda Barkowski, tiene usted algo decir?

Vanda levantó un puño, sosteniendo su látigo. —¡Vas a lamentarlo, Jedrek!


Nadie le hace daño a nuestro Ian MacPhie. ¡Adoramos a Ian!

La multitud tomó su grito. —¡Adoramos a Ian! ¡Adoramos a Ian!

—Ah por favor,— Toni murmuró dentro de la sala de mandos.

—Mira esto.— Carlos encendió el volumen en el monitor que mostraba el


estudio donde Jedrek ondeaba las manos en el aire.

—¿Qué demonios pasa?— Mostró Jedrek al monitor del estudio. —¿Qué hace
Vanda Barkowski en la televisión nacional? ¿Cómo me robó mi lugar?

—Los vampiros deben haber tomado la sala de mandos,— dijo Stanislav.

Jedrek giró alrededor para mirar con el ceño hacia el Malcontent. —¿Me han
cortado? ¡Este es mi espectáculo! — Sacó la pistola que estaba en su cinturón,
fue zumbando hacia Ian, y apretó el cañón del fusil contra la frente de Ian. —
¡Ponedme de vuelta ahora!

Toni jadeó. —Carlos, rápido.

—Lo conseguí.— Puso a Jedrek de vuelta en el aire.

Jedrek miró por el monitor y se vio. —Eso me gusta más. ¡Stanislav, Yuri, id a
tomar de vuelta la sala de mandos ahora!

—¡Sí, Maestro! — Huyeron del estudio de grabación.

Toni tragó y apretó su puño en su puñal. —Ya vienen.

Carlos saltó a los pies y desenfundó su puñal. Howard tomó posición en la


puerta con su puñal en la mano.

Phineas levantó su espada. —Tomaré uno. Vosotros tres tomad al otro.

La puerta se abrió. Stanislav fue girando hacia Phineas, y sus espadas


chocaron. Yuri paró cuando vio a Carlos y a Toni. —Mortales, — se mofó.
Señaló su espada hacia ellos. —Esto será demasiado fácil.

Con un gruñido huraño, Howard se lanzó sobre la espalda de Yuri y hundió


un puñal en su costado. Yuri chilló y tiró a Howard de espaldas con tanta
fuerza que Howard voló a través del cuarto y chocó con la pared del rincón.
El contenido del rincón le cayó encima a Howard. No se movió.

Yuri aspiró un aliento silbando cuando miró su sangrante herida. —Pagarás


por esto.— Levantó su espada y cargó.

Carlos se colocó para atacar, y Toni saltó al lado. Oyó cuando Phineas gritó y
miró hacia donde estaba. ¡Ah no! Stanislav había logrado apuñalar a Phineas
en el hombro.

Una mancha se disparó por delante de ella, y ella se hizo girar, levantando su
puñal.

—¡No! — Gritó Carlos. Yuri la agarró por detrás. Apretó la punta de su


espada contra su cuello. —Deja caer tus armas— La espada pellizcó su piel.
—¡Deja caerlas!

Ella tiró su puñal al suelo.


—¡Retrocede! — Gritó Yuri.

Con una estricta mirada, Carlos retrocedió. El choque de espadas resonó en


sus orejas cuando Phineas continuó luchando con Stanislav. Un gruñido bajo
procedió de Carlos cuando se arrancó su camisa. Se dio cuenta de que iba a
cambiar.

Yuri maldijo, entonces Toni jadeó cuando todo se volvió negro.


Capitulo 26

T oni se materializó directamente en un tiroteo. Yuri le dio un tirón a


ambas hacia el suelo cuando las balas rociaron en lo alto. Miró rápidamente
alrededor. Corky y Tiffany se habían dejado caer al suelo y se retorcían hacia
afuera de alguna manera.

Jedrek disparaba a Jack y a Zoltan. Acaban de entrar en el estudio. Jack saltó


detrás del escritorio de Stone Cauffyn mientras Zoltan se apresuraba en
sentido contrario, refugiándose detrás de un camarógrafo acobardado. El
camarógrafo estaba apiñado en el suelo detrás de su cámara.

La pistola de Jedrek hizo algunos ruidos de chasquido vacíos. Con una


maldición, la tiró y desenfundó su espada. Zoltan se apresuró adelantándose
para comprometerlo, mientras Jack se precipitó hacia Ian para apretar un
puñal en sus manos.

—¡Detente! — Nadia corrió hacia Jack, con su espada levantada.

Jack se lanzó hacia Nadia, forzándola a retirarse.

—¡No! — Yuri avanzó dando tumbos para ayudar a Nadia.

Con un tajo rápido, Jack casi cortó el brazo de Yuri. La sangre salpicó. Con un
chillido, Yuri se cayó al suelo. Jack se giró para quitar el polvo, entonces
persiguió a Nadia.

Toni tragó fuertemente. No podía permitir que este ejemplar anormal de


violencia la dejara fuera. La espada de Yuri yacía en el suelo, y la agarró.
Tropezó con sus pies, pero un asalto frío helado la golpeó de lleno en el suelo.
La familiar onda helada la barrió, congelando su cuerpo.

No puedes moverte. Le ordenó Jedrek en su cabeza.

Fue zumbando hacia ella. —¡Tirad las espadas! — Apuntó su espada en el


corazón de Toni.

Miró fijamente la punta afilada, posicionada para matarla. Su cuerpo no


podía moverse. No podía ni girar la cabeza. Con el rabillo del ojo, vio la cara
golpeada de Ian.
Las espadas sonaron con estrépito en el suelo. Jack y Zoltan se habían
rendido.

Oh Dios, ¿Y si Jedrek quería matarlos? ¿Y si mataba a Ian? Y todo porque no


podía funcionar a su nivel. Una vieja y familiar vergüenza la barrió. Siempre
indigna. Nunca lo suficientemente buena.

—Atadlos,— ordenó Jedrek.

Nadia deslizó la cuerda de plata alrededor de las muñecas de Jack.

Jedrek paseó hacia ellos. —¿Qué haré con vosotros dos? ¿Os mataré ahora?
Giacomo, el famoso hijo de Casanova.— Paró frente a Zoltan. —Y el Maestro
más poderoso del Aquelarre de Europa del Este. Debo atarte a un farol y
permitir que te quemes al amanecer hasta la muerte.

Toni advirtió por el rabillo del ojo que Ian había cortado las cuerdas de plata
que estaban alrededor de su pecho y muñecas. Metió alguna cuerda en su
bolsa. Nadia estaba muy ocupada atando a los nuevos presos, y Jedrek estaba
muy ocupado incitándose el mismo para darse cuenta.

Tenía que ayudar a Ian. El pecho y las manos estaban cubiertos con
verdugones rojos. Dios la ayudara, no podía estar aquí impotente mientras
debía intentar salvar a todos. ¿Y cómo podía salvar a cualquiera si Jedrek
mantenía el control de la situación amenazando con matarla? Tenía que
luchar con esto. De algún modo, tenía que abrirse camino del control mental
que mantenía Jedrek.

Toni se concentró fuertemente en Ian. En cuánto lo adoraba. En cuánto quería


realmente ayudarlo. Sus dedos se retorcieron. Miró a Jedrek y a Nadia.
Estaban de espaldas a ella cuando atormentaban a Jack y a Zoltan. Su mano
dio un tirón con torpeza hacia la estaca de madera en su cinturón.
Lentamente cerró el puño alrededor de esta.

Giró la cabeza y vio a Ian mirándola. Cabeceó ligeramente.

Contaba con ella. Se enfocó duramente. Su amor por Ian tenía que ser más
fuerte que el poder de Jedrek.

—¿Jedrek, todavía no te has dado cuenta de que has sido engañado? —


Preguntó Ian, y Jedrek se giró para encararlo. —¿Realmente pensaste que te
iba a dar la droga para permanecer despierto? Ese frasco es inútil, contiene
una bebida vigorizante.

La cara de Jedrek se volvió roja por la rabia. —¡Te mataré ahora! — Corrió
hacia Ian, levantando su espada en el aire.

Ian se lanzó al suelo para coger la espada de Jack, luego saltó de pies para
desviar la primera estocada de Jedrek.

Con la mente de Jedrek comprometida completamente, Toni pudo desafiar


mejor su control mental. Liberó sus pies.

La espada de Ian destelló tan rápidamente, qué era claro que Jedrek estaba en
desventaja. Con un golpecito de su muñeca, Ian envió la espada de Jedrek
dando vueltas por el aire.

Jedrek retrocedió.

Con la mano libre, Ian tiró una longitud de cuerda de plata de su bolsa. —No,
esta vez no podrás teletransportarte.— Dejó caer su espada y saltando deslizó
la cuerda de plata alrededor de Jedrek. Tiró al Malcontent contra su pecho.

Jedrek luchó y pateó, pero Ian lo sujetó tensamente. — ¡Ahora, Toni!

Cuando ella corrió hacia adelante, notó la mirada de sorpresa en la cara de


Jedrek. Un mero mortal estaba a punto de matarle.

La atacó con una onda de poder psíquico. Estás bajo mi control. ¡Deja caer esa
estaca ahora!

Su mano se sacudió. El poder helado corrió por ella, amenazando con


congelarla en el lugar. Forzó a sus pies para seguir caminando. Un paso. Dos.

Los ojos de Jedrek se ampliaron. —¡No! ¡Me temerás! ¡Sentirás el poder del
temor!

—¡Te mostraré mi temor, bastardo! — Apuñaló la estaca en el corazón.

Su grito se aclaró cuando su cuerpo se desintegró.

Su mente estaba libre. Dejó caer la estaca, y cayó sobre la pila de polvo.
Ian tiró la cuerda de plata. —Toni.— Tiró de ella dentro de su abrazo. —Eres
asombrosa.

Se inclinó hacia él, cerrando los ojos aliviada. Jedrek estaba muerto.

—Complaceré al maestro, yo mataré a la rubia,— una voz cuchicheó detrás


de ella.

—¡No! — Ian tiró a Toni a su lado.

Se sacudió cuando un puñal se hundió en su costado. Aturdida, vio a Ian


intentando agarrar a Nadia, pero la Malcontent femenino se teletransportó.
Miró hacia el puñal en su costado. Qué extraño. Entonces un dolor abrasador
rasgó por ella y la arrastró al olvido.

El pánico agarró a Ian. Agarró a Toni en sus brazos, y el puñal sonó con
estrépito en el suelo. No debía ser muy profundo. Un buen signo. Pero perdía
mucha sangre.

Disparó una mirada de súplica a la cámara. —Roman, Connor, si me oís, id a


Romatech. Por favor.

La puerta se abrió de golpe, y Phineas, Dougal, Howard, y Carlos entraron


corriendo. Ian supo que podrían cuidar de los rehenes, así que se
teletransportó directamente a Romatech.

—¡Laszlo!— Fue corriendo a la sala de operaciones.

—¡Estoy aquí! — Laszlo abrió la puerta para él. —Vi lo que sucedió en la
televisión. Ponla sobre la mesa.— Se apresuró al lavabo para lavarse las
manos.

Ian colocó a Toni en la mesa de operaciones. Las formas ondearon delante de


él. Roman se materializó, llevando a Shanna, mientras Connor apareció con
Constantine en sus brazos.

—Ah, gracias a Dios,— respiró Ian. —Ella... ha perdido mucha sangre.— Ya


la hoja debajo suyo estaba manchada de rojo.

Roman y Shanna corrieron a los lavabos para lavarse las manos. Connor
desapareció, entonces volvió con Radinka.
Laszlo encajó a presión un par de guantes quirúrgicos. —¿Te das cuenta de
que podrías haberla llevado a un hospital?

—Sí, por supuesto.— Ian no supo cómo ayudar. Quitó los zapatos de Toni y
los calcetines.

Laszlo cogió un par de tijeras y empezó a cortar su polo. Ian desbrochó su


cinturón y lo sacó por debajo de ella.

—Ian, retrocede.— Roman se puso a presión los guantes.

—No puedo perderla.— Ian se estremeció cuando Connor cogió su brazo


para echarlo atrás.

—Sal del medio, muchacho. Deja que hagamos nuestro trabajo.

—¿Esta Toni muy mal herida? — Preguntó Constantine, con el labio inferior
temblando.

—Se pondrá bien,— dijo Connor.

—¿Cómo está?— Preguntó Radinka.

—Estará bien,— repitió Connor cuando le entregó a Tino.

Radinka forzó una sonrisa. —Por supuesto que estará bien.— Se apuró a salir
del cuarto con el pequeño. —Esperaremos fuera.

Ian miró impotentemente como caída la sangre de Toni sobre la mesa. —Por
todos los santos, no puedo perderla.

—Estará bien, muchacho,— murmuró Connor.

Ian se giró hacia él. —La quiero, y no debí permitir que estuviera en la pelea.
Debería cuidar de ella, las reglas lo dicen.

—Cálmate, muchacho. Nadie quiere despedirla. Vimos lo que hizo en el


televisor. Venció el control mental de un vampiro y estacó a un asesino
Malcontent vicioso. Fue sinceramente una proeza asombrosa para un mortal.

—Ella es asombrosa.— Ian miró a Roman. —¡Tienes que curarla!


—Haremos cuanto podamos,— dijo con calma Roman. —La herida es
superficial. Ningún órgano mayor fue afectado.— Miró el monitor que
Shanna había conectado mostrando los signos vitales de Toni. —Su presión es
baja, pero eso era de esperar.— Tiró una almohadilla ensangrentada a una
cacerola metálica.

Laszlo le pasó otra almohadilla. —Le podríamos hacer una transfusión. Es AB


positivo.

—¡Haced todo lo que debáis!— Demandó Ian. —¡No la perderé!

—Calma.— Shanna anduvo hacia él, llevando una bandeja de almohadillas


de gasa y una botella de algo desagradable, sin duda. —Has sido quemado.
Vamos a limpiarte.

Ian ondeó una mano desdeñosa. —Puedo aguantar eso. Curaré durante mi
sueño mortal.

—Ian,— Shanna habló bruscamente. —Esas heridas deben ser curadas


adecuadamente.

Gimió. —Está bien.— Aguantó la picante medicina que ella le aplicó en las
quemaduras. Le servía por fallar al proteger a Toni. Había estado tan aliviado
por tenerla en sus brazos, que no había visto a Nadia acercándose a ellos.

—Es todo culpa mía.— Miró a Toni en la mesa de operaciones. Parecía tan
pálida. —No pude apartarla del camino lo bastante rápido.

—Lo vimos en la tele,— dijo Shanna. —Fue aterrorizante. Todo sucedió tan
rápidamente.

—Sí,— concordó Connor. —Lo hiciste bien, muchacho. Los Malcontent


perdieron aproximadamente diez hombres, y nosotros no vamos a perder
ninguno.

Pero había fallado al mantener a Toni segura. Ian la miró lamentablemente.


—¿Puedes curarla?

—Lo intentamos,— dijo Roman. —Pero no somos cirujanos.

Laszlo cabeceó. —Nunca hemos tenido que reparar heridas internas. Los
vampiros siempre curan naturalmente por dentro.
—A causa de nuestra sangre de vampiro.— Roman miró a Laszlo. —Siempre
he tenido curiosidad sobre cuán bien nuestra sangre puede curar. ¿Y si le
damos una transfusión de sangre vampiro en vez de sangre sintética regular?

Laszlo jugueteó con un botón en su bata de laboratorio. —Le podríamos dar


un sedante para mantenerla inconsciente. Eso quizás simule el sueño mortal
suficiente para que la sangre vampiro comience a curarla internamente.

—¿Estáis planeando convertirla? — Preguntó Shanna. —Debemos tener su


permiso.

—Esto no la transformará,— dijo Roman. —Tendría que haberse desangrado


completamente y entrado en un coma vampiro. Y entonces tendría que beber
de un vampiro e ingerir la sangre para cambiar. Esto la mantendrá en mortal,
pero podríamos ver si la sangre vampiro la cura.

Laszlo cabeceó. —Sería muy interesante ver si trabaja.

Shanna les dio a los dos hombres una mirada dudosa. —Queréis
experimentar en ella. ¿No sería más seguro llevarla a un hospital?

—Tendría que experimentar la cirugía en un hospital,— discutió Roman. —Si


nuestra teoría funciona, curará natural y rápidamente.

—Muy cierto.— Laszlo torció el botón. —Podremos decir bastante


rápidamente si funciona o no. Si no lo hace, entonces la podemos llevar a un
hospital.

—Entonces sigamos adelante con esto.— Ian anduvo hacia la mesa de


operaciones. —Le daré mi sangre.

—Deberemos asegurarnos de que tu sangre es compatible.— Laszlo limpió el


brazo de Ian con antiséptico.

—Debe serlo. Bebo AB positivo todo el tiempo.

—Ya veo.— Roman miró las marcas de mordedura en el cuello de Toni y


frunció el ceño hacia Ian.

—Yo... no la forcé.

—¿Qué tan reciente? — Laszlo limpió el brazo de Toni e insertó una aguja.
—Aproximadamente hace nueve horas.— Cuando Ian recibió algunas
miradas confusas, explicó. —Tomé la droga para permanecer despierto, así
pudimos tener un tiempo solos.

Connor murmuró una maldición entre sí.

Roman intercambió una mirada divertida con su esposa. —Bien, desde que tu
sangre viene de Toni, debe ser perfecto.

Laszlo llevó una segunda camilla hasta la mesa de operaciones. —Sube.

Ian se dejó caer en la parte superior, y pronto su sangre fue bombeada


directamente a Toni. Roman y Laszlo mantuvieron un reloj cercano a la
herida de Toni, mientras Shanna miraba sus signos vitales.

—La hemorragia ha parado,— murmuró Roman.

Laszlo jugueteó con un botón. —Eso es un buen signo.

—La presión sigue demasiada baja,— murmuró Shanna.

—Señor, creo que el tejido se está cerrando,— exclamó Laszlo.

—Sí, está funcionando,— anunció Roman. —Sigamos mirando.

Treinta minutos más tarde, la herida de Toni continuaba curándose pero sus
signos vitales estaban todavía presentando problemas. La transfusión había
dejado a Ian débil y hambriento, así que descansó en la camilla mientras
bebía varias pintas de sangre sintética AB positivo, sólo en caso de que Toni
necesitara algunas más.

Una ovación fuerte se proyectó de la sala de espera. Cuando Connor anunció


la buena acogida que Toni había tenido sobre su recuperación.

Shanna sacudió la cabeza. —No debemos celebrarlo todavía. Tiene fiebre.

Ian dijo una oración silenciosa para Toni cuando resbaló de la camilla.
Connor le había traído un polo marino de la oficina de seguridad. Se lo puso
y se asomó por la puerta para ver quién estaba en la sala de espera.

La boca se le abrió. Todos estaban allí. Jean-Luc y Heather desde Texas.


Angus, Emma, y Robby. Zoltan y Jack estaban allí. Sus muñecas quemadas
habían sido vendadas por Laszlo. Dougal estaba allí, ileso.
El hombro de Phineas estaba vendado.

Ian caminó hacia él. —¿Fuiste herido?

—No es nada.— Phineas ondeó una mano desdeñosa. —Stan logró atizarme
un poco, eso es todo.

—¿Terminaste con él?

—Eso quisiera.— Phineas hizo una mueca. —Cuando Carlos cambió a


pantera, Stan se exaltó y corrió. Corrió directamente al aparcamiento, y las
mujeres allí casi le descuartizaron antes de que lograra teletransportarse.

—Entonces está todavía vivo.

—Sí.— Phineas se encogió de hombros y respingó. —Tendré que vigilar mi


espalda de ahora en adelante.

—No te preocupes por eso,— dijo Dougal. —Nosotros miraremos detrás de


ti.

Ian observó que Carlos estaba sentado entre Sabrina y Teddy. Carlos los
debió haber llamado por lo de Toni.

Teddy sonrió cuando se acercó. —Oye, hombre, oí que derrotasteis a las


fuerzas de mal.

—Toni mató a Jedrek,— dijo Ian. —Estuvo asombrosa.

Sabrina bufó. —Podría haber conseguido que la mataran. Le dije que se


mantuviera alejada de ti… Vampiros. No está segura al estar alrededor tuyo.

—El mundo mortal es peligroso, también,— dijo Carlos.

—Pero Toni no tiene negocio intentando luchar con los vampiros malos,—
insistió Sabrina. Miró a Ian. —Juro, que si algo le sucede, demandaré tu culo.
Voy...

Ella se detuvo cuando Constantine se subió a la silla a su lado. —Dios mío,


pequeño, ¿cómo entraste aquí? ¿Qué estás haciendo con esta… gente?

—Éstos son mis amigos,— dijo Constantine. —Estoy preocupado por Toni.
—Toni se pondrá bien,— dijo Ian al pequeño. Solo esperaba que fuera
verdad.

Constantine dio a Ian una de sus sonrisas brillantes y angelical. —Bueno.


Quiero a Toni.

—¿Quién eres tú? — Murmuró Sabrina.

—Soy Constantine. Mi mami es como tú, y mi papá es un vampiro.

Los ojos de Sabrina se ampliaron con horror. —Ah Dios mío.— Se estremeció
cuando Tino tocó su brazo.

Constantine la miró con sus ojos azules abiertos de par en par. —Todo va
estar bien.

La expresión horrorizada de Sabrina se derritió lentamente. Echó un vistazo a


la mano de Constantine. —¿Qué fue lo que hiciste?

—Te dolía,— dijo Tino. —¿Te sientes mejor ahora?

—Sí.— Los ojos de Sabrina se ampliaron maravillados. —Lo hago.

Esto dio a Ian una idea. —¿Tino, te gustaría ver a Toni?

Constantine saltó de su asiento. —¡Sí! Quiero a Toni.

Ian recogió al chico en sus brazos. —A ella todavía le duele. ¿Crees que
podrías hacer que se sienta mejor?

—Lo intentaré.

En sólo una corta cantidad de tiempo llevó a Constantine a la sala de


operaciones, Ian advirtió que el dolor de sus quemaduras había disminuido.

—¡Hola, mami! ¡Hola, papi!— Constantine sonrió a sus padres.

—Por Dios. — Shanna lo tomó de Ian. —Pensé que estarías durmiendo ya.

—Quiero ver a Toni,— anunció Tino.

Shanna vaciló. —No se siente bien, cariño.


Constantine sobresalió el labio inferior. —Quiero ayudarla. Quiero a Toni.

—Está bien, cariño.— Shanna lo sentó en la camilla al lado de Toni.

Él alcanzó a tocarla, entonces retiró la mano. —Le duele mucho.— Se


extendió a su lado y envolvió sus pequeños dedos alrededor de su mano.

—Mira esto.— Roman indicó mirando el monitor de signos vitales.

—Su fiebre está bajando,— murmuró Shanna.

Constantine bostezó cuando miró a Toni. —Será como yo.— Los párpados se
cerraron, y cayó dormido.

—Gracias, Tino.— Ian acarició con una mano los rizos rubios del pequeño.

Toni estará bien.

Toni despertó lentamente como si saliera de un hoyo profundo y oscuro.

—Mira. Está volviendo.

—Ah, gracias a Dios.

Ella oyó la voz de Carlos, seguida de Sabrina. Los ojos parpadearon al


abrirse. Las caras se acercaron sobre ella, sus características eran borrosas y
poco claras. Vio a otra persona a los pies de su cama. ¿Ian? Parpadeó,
tratando de enfocar. ¿Qué estaba mal con sus ojos?

—Hola, Toni,— dijo una tercera persona.

—Ah.— Tragó su desilusión. —Hola, Teddy.

—¿Cómo te sientes, menina?— Preguntó Carlos.

—Estoy bien, creo.— Levantó una mano para frotarse los ojos. —Los ojos me
queman.

—Tenía tanto miedo de eso,— dijo Sabrina. —No se dieron cuenta de que
lleva lentes de contacto.— Manoseó en su bolso y sacó un espejo compacto.

Toni se incorporó.
—Cuidado.— Carlos cogió el dispositivo del control de la cama. —Permíteme
ajustar la cama para ti.— Con un ruido que tarareaba, el respaldo de la cama
subió para levantar su espalda.

—¿Estoy en un hospital? —Preguntó Toni.

—No, esta es la sala de operaciones en Romatech,— explicó Carlos. —Ian te


trajo aquí.

Toni trató de enfocarse en el espejo compacto. Se quitó una lente y se la pasó


a Sabrina. —¿Dónde está Ian? ¿Qué hora es?— Se quitó la otra lente.

—Son poco después de las cinco.— Sabrina tiró las lentes a la basura.

—¿De la mañana?— Parpadeó Toni.

—Tarde,— dijo Teddy. —Dormiste todo el día.

Toni lo miró. Luego a Carlos y a Sabrina. Luego alrededor del cuarto. —Ah
mi cielo.

—¿Qué está mal? — Sabrina se apresuró a su lado.

—Mi vista. Es... es perfecta. Sin las lentes de contacto.— Entregó el espejo a
Sabrina y echó una mirada alrededor del cuarto una vez más. Su vista era
más que perfecta. Podía leer la letra pequeña en un cartel a través del cuarto
encima del lavabo. Describió el procedimiento apropiado para lavar las
manos.

Pilló a Carlos y a Sabrina que intercambiaban miradas preocupadas. Algo


estaba mal. Levantó la sábana y la manta para mirar su costado. La última
vez que había mirado, tenía un puñal en ella. Tocó el área con cautela,
esperando sentir algún dolor. Nada.

Debajo de la sábana, se subió la bata de hospital. Miró hacia su costado.


Había una cicatriz débil, apenas notable. Tocó la cicatriz. Ningún dolor ni
ternura. Y todas las marcas de mordedura que tenía punteándole el torso se
habían ido.

La alarma se arrastró por ella. Debió haber dormido durante semanas para
poder haberse curado. —¿Cuánto tiempo he estado fuera? ¿Estuve en coma?
—Menina.— Carlos le tocó el brazo. —Fuiste herida anoche.

—Pasada… pero es que no tiene sentido.— Ella le estrechó las manos. —Dime
lo que sucedió.

Él gruñó. —Toni, suéltame. Estás a punto de aplastarme los huesos.

Ella soltó su mano. Su sentido de alarma creció a pánico. —¿Te dolió?

Carlos dobló los dedos. —Pareces mucho más fuerte.

—Ah Dios mío.— Sabrina retrocedió, abriendo los ojos.

—¿Por favor me dirá alguien lo que sucede?— Toni agarró la baranda a su


lado de tal forma que pudiera bajarse y salir de la cama. Le dio un empujón
pequeño, y la rompió completamente.

Sabrina jadeó.

—¡Eres Super mujer!— Anunció Teddy, sonriendo.

—¿Qué? — Toni dejó caer la baranda de la cama, y sonó con un estrépito en


el suelo. —Ah no.— Gran vista, súper fuerza. ¿Estaba todavía viva? Tocó los
dientes para ver si había adquirido algún colmillo puntiagudo.

—Relájate, menina.— Carlos le tocó el brazo. —No eres una Vampiresa.

Exhaló con alivio. —Ah, menos mal. No es que tenga nada contra ellos. Soy
realmente aficionada a ellos, y adoro a Ian. Pero odiaría realmente morirme y
perderlo. Quiero decir, estoy contenta de estar todavía viva. Quiero
realmente comer.— Algo bueno, balbuceaba como una idiota. —Sólo estoy
algo confundida. ¿Cómo me curé tan rápido?

En ese momento, Ian entraba en el cuarto, llevando dos jarrones de flores.


Sonrió a Toni. —Estás despierta. ¿Cómo te sientes?

—Tengo vista perfecta.— Lo miró. Parecía un gran vaquero y con suéter azul
que hacía juego con sus ojos.

—Eso es bueno.— Puso los jarrones en el mostrador.

—No tenía vista perfecta antes,— dijo Toni.


—¿Qué fue lo que hicisteis con ella?— Demandó Sabrina. —¡Ella... ella puede
romper los muebles con sus manos descubiertas!

—Es super mujer,— agregó Teddy.

Ian miró la baranda rota en el suelo.

—Fue un accidente,— dijo Toni. —No quería hacerlo. Solo empujé un poco
y…

Ian cabeceó. —Pensamos que algo como esto quizás sucedería. Podrías haber
aumentando los sentidos y tus capacidades.

Toni tragó fuerte. —¿Qué clase de capacidades?

—Serás verdaderamente fuerte y rápida.— Ian anduvo hacia ella. —


Constantine fue el que nos hizo darnos cuenta de esto, cuando dijo que serías
como él—mortal pero con poderes especiales. Espero que no sean los de la
mente.

—¿Los de la mente?— Dijo Teddy. — ¡Esto es muy impresionante! Toni serás


como la mujer biónica, pero sin las partes metálicas.

Toni se sentó allí, aturdida. Miró a Sabrina, y su amiga la miraba fijamente


con una expresión sobresaltada. —¿Cómo... qué me hicisteis?

—Te dimos una transfusión de sangre.— Ian se encaramó al final de la cama.


—Mi sangre.

—¿La llenaste con sangre de vampiro?— Preguntó Carlos.

—Impresionante,— murmuró Teddy.

—¿Intentasteis convertirla en un vampiro?—Preguntó Sabrina.

—Negativo.— Ian descansó una mano en el pie de Toni. —Sólo tratábamos


de curarla. Ya lo has visto, los vampiros curan naturalmente durante nuestro
sueño mortal a causa de nuestra sangre. Pensamos que mi sangre quizás
podía curar a Toni. Y así lo hizo.— Se encogió los hombros. —Constantine
ayudó, también.

Sabrina se acercó a la cama. —¿Esa dulzura de pequeño ayudó a curar a


Toni? El... me ayudó, también.
—¿Conociste a Constantine? — Preguntó Toni.

Sabrina cabeceó. —Tenías razón. Es un niño muy especial.— Se giró a Ian a


los pies de la cama. —¿Entonces Toni continua siento mortal?

—Sí. Es enteramente normal menos unas pocas capacidades extra. No


sabemos exactamente qué clase de poderes puede tener.

Toni se recostó nuevamente contra la cama. ¿Podría levitar o


teletransportarse? —¿Yo... soy realmente Super mujer?

Ian sonrió. —Solamente estoy agradecido de no haberte perdido. Nunca he


estado más asustado en mi vida.

—Ah, Ian.— Estiró una mano hacia él, y él se deslizó por la cama para tomar
su mano y besarla. —¿Cómo estás? Tenías tantas quemaduras desagradables.

—Todo curado.— Se inclinó más cerca para besarle la frente.

—Debes tener hambre.— Carlos motivó a Teddy y a Sabrina para que


salieran con él. —Te conseguiremos algún alimento.

—Regresaremos.— Sabrina le dio una mirada preocupada cuando dejó el


cuarto.

Ian la miró con cuidado. —¿Cómo te sientes, corazón?

—Me siento genial.— Lanzó sus brazos alrededor de su cuello y lo abrazó. —


Estoy tan contenta de que todo terminara. Y adoro esas flores. Las puedo oler
desde aquí.

—Sí, tienes los sentidos más fuertes. Los lirios blancos son de parte mía, y las
rosas rojas son de Vanda.

—¿Vanda?

Ian sonrió. —Han estado mostrando tu asesinato de Jedrek Janow en DVN.


Eres un héroe. Y Vanda está feliz de que este muerto. Me imagino que tuvo
alguna mala historia con él. De todos modos, deseó que te dijera que estaba
equivocada sobre ti. Dice que somos perfectos el uno para el otro, y que debes
saltar sobre mis huesos en cada oportunidad.
—¿Ella dijo eso?

La boca de Ian se retorció. —Bueno, agregué la última parte.

Toni bufó. —Estoy agradecida de que Vanda decidiera que soy


suficientemente buena. Debe ser que tengo algunas súper capacidades de
Vampiresa. Siempre me fastidió que fuerais superiores.

—Toni, no digas eso. Nunca te he considerado menos digna. Siempre has


sido valiente y audaz. Has rescatado a tu amiga de su tío glotón. Y mira lo
que hiciste anoche. Desafiaste el control mental de Jedrek. Trataba
desesperadamente de pararte de estacarlo, y tú solamente continuabas. Eso
fue asombroso. No sé como lo pudiste hacer.

—¿No sabes cómo? — Tocó su cara. —Fue sencillo. Mi amor por ti es más
poderoso que su odio.

Ian tomó su mano y la besó. —Te quiero, Toni. Te admiro y te respeto. Sólo
de la manera que eres. No necesitas que la sangre vampiro corra por tus
venas para ser digna. Siempre has sido una super mujer.

Las lágrimas llenaron sus ojos. Soy digna de ser amada.

Ian apretó su mano suavemente. —Tengo que decirte que tus nuevas
capacidades pueden no ser permanentes. Nuestros cuerpos se abastecen de
nuevo a sí mismos con el tiempo. Por supuesto, si quieres retener algún poder
de Vampiresa, estaré feliz de compartir mi sangre contigo.

—Compartiré la mía contigo, también.— Ella sonrió. —Siempre que nuestro


amor sea permanente, eso es todo lo que importa.

Tiró de ella a sus brazos. —Siempre tendrás mi amor.


Epílogo

V estido en su traje de Santa, Ian dejó su voluminosa bolsa roja en la


alfombra gastada. Se había teletransportado con Toni, quien llevaba su
disfraz de elfo debajo de un abrigo rojo de lana. La estructura de madera de la
casa en la Virginia rural era pequeña—tan pequeña que tenían que estar muy
tranquilos. Él podía oír a los padres roncando en un dormitorio cercano, sus
cuatro hijos llenaban una segunda habitación.

Sabrina les había dado la información sobre esta familia. El padre había sido
herido en un accidente en la granja, y apenas estaban abandonados. Solo los
cuatro regalos, envueltos en periódico, debajo del árbol de Navidad.

Ian abrió su bolsa, y Toni le ayudó a remover varias cajas de calientes ropas
de invierno. Una bolsa de plástico contenía un pavo congelado. Luego
vinieron los juguetes—una consola, algunos libros, y una bonita muñeca para
la pequeña.

Con su bolsa vacía, Ian agarró a Toni para teletransportarse. Ella señaló el
tejado. Con una mirada irónica, él hizo lo que ella pidió.

Aterrizaron en el tejado, de nieve hasta el tobillo.

Él la agarró firme. —¿Por qué quisiste venir conmigo?

—Es más como Santa Claus. ¿Adonde vamos ahora?

—De vuelta a Romatech. Mi bolsa está vacía. —Tocó su nariz roja. —¿Estás
segura que quieres seguir viajando conmigo? Pareces medio congelada.

—Lo estoy, pero es demasiado genial. Cuando pienso en esas personas


despertando por la mañana para encontrar todas esas cosas—¡Lo adoro! —
Ella arrojó sus brazos alrededor de su cuello.

—Cuidado. —Él amplió su posición. —Estos tejados pueden ser muy


resbaladizos.

Ella se abrazó a él, luego bajó la mirada. —O tienes algo en tu bolsillo, o te


estás excitando.
—Ambas. —Él alcanzó el bolsillo de sus pantalones de terciopelo rojo y sintió
la pequeña caja negra. ¿Debería dárselo ahora? De vuelta en Romatech,
estarían rodeados de gente ruidosa, corriendo para conseguir sus regalos esta
noche.

Él miró alrededor. Las estrellas brillaban en el claro cielo. La luz de la luna


brillaba blanca, la nieve cubría los pastos. El aire olía a cedro y a nieve fresca.
—Es un lugar adorable, ¿no?

—Sí. Muy pacífico. —Ella descansó su cabeza sobre su hombro. —Tengo un


regalo para ti en la casa. Pero antes de que te lo de, esperaba que me hablaras
sobre ese sueño que tuviste de mí.

Él besó su ceja. —Soñé que estabas redonda con un niño. Nuestro niño.

—¿De verdad? —Ella se inclinó hacia atrás para mirarle. —¿Por qué no me lo
dijiste?

—No quería presionarte en algo que podrías no querer. —Aunque esperaba


que ella quisiera niños. Él sacó la caja negra de su bolsillo. —Tengo un regalo
para ti, si lo aceptas. Espero que te guste. —Él abrió la caja y la mostró el
anillo.

—Oh Dios. —Tomó la caja. —Es tan... maravilloso.

Ian se puso sobre una rodilla. —Daytona Lynn Davis, tú... —La nieve cambió
debajo de él, luego de repente un bloque de nieve se deslizó por el tejado,
llevándole con él.

—¡Ian! —Gritó ella.

Él fue volando por el borde del tejado y cayó sobre su espalda en un espeso
banco de nieve. —Uf.

Vio a Toni arrastrándose por el tejado como un surfero. Saltó por el borde y
aterrizó a su lado.

Ella rió. —Ser una Super mujer tiene sus ventajas. ¿Estás bien?

—Estaba intentando declararme. — Comenzó a sentarse.

—¡Sí! —Se tiró encima de él, empujándole de vuelta en la nieve. —Sí, me


casaré contigo.
Él sonrió. —No hemos perdido el anillo, ¿espero?

—No. Justo aquí. —Ella le mostró la caja.

Él quitó su manopla para poder deslizar su anillo. —No sabía que más
conseguirte para Navidades.

Ella le abrazó allí en la nieve. —Todo lo que quiero por Navidades es a mi


vampiro.

FIN

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