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05-All I Want For Christmas Is Vampire PDF
05-All I Want For Christmas Is Vampire PDF
Traductores
Sonia Blake - Yocasuri - Eli25 - Analo - Ishtarwicca - Ixchel - Roux Maro - Lobrizever - Carma
- Tara Belikov - Rihano - Hecate - Mona
Corrección Final
Eli
Diseño
Madri
Capítulo 1
E l aire zumbaba con el bajo y la lujuria desenfrenada. Había venido al lugar correcto.
Ian MacPhie cruzó el almacén remodelado, sus pasos cayendo en el ritmo de los tambores. El
Horny Devils era el mejor lugar que podía pensar en encontrar a una mujer. La discoteca
estaba llena de ellas. Todas encantadoras y Vampiresas.
Brillantes luces roja y azul de laser pasaban rápidamente aquí y allí, poniendo en relieve a las
"damas‖ ligeras de ropa, rebotando los cuerpos mientras bailaban cerca del
escenario. Levantaron al ritmo de la música que golpeaba como un salvaje mar con marea
alta, y él fue succionado hacia ellas en una resaca codiciosa.
Una de las luces rojas zumbó por delante de él, destellando en su cara y lo cegó por unos
segundos. Un estallido de pánico lo atravesó. ¿Qué pasaba si ninguna de estas damas no lo
encontraba atractivo? ¿Y si había sufrido doce días de dolor agonizante para verse más viejo
y... feo?
Como vampiro no podía ver su nuevo rostro en un espejo. Había aparecido en unas cuantas
fotos digitales de la boda de Jean- Luc, o eso pensó. No reconoció al extraño hombre en las
fotos. Heather le aseguró que se veía bien, pero había sido una novia tan feliz, que pensaba
que todo y todos eran hermosos ese día.
Cuando la visión se reajustó, Ian se dio cuenta de que su momento de pánico no tenía
importancia. Ninguna de las señoras lo estaba mirando. Todas se plantaron en el escenario,
con sus miradas clavadas en el bailarín que desfilaba por la pista con una Warbonnet1 india en
la cabeza. La pintura de guerra en su pecho lampiño representaba una flecha que apuntaba
hacia el sur, donde un montón de plumas de águila, colocadas estratégicamente ocultaban su
wampum2.
Ian tomó una respiración profunda y evaluó la situación. Es cierto que las damas no lo habían
notado, pero realmente no había tratado de captar sus atenciones todavía. Estas jovencitas
estaban ciertamente en un estado de ánimo lujurioso, por lo que sus posibilidades
eran buenas. Era hora de poner su nueva cara a prueba.
El rugido de la música era tan alto, tan sólo dos damas Vampiresas lo escucharon. Volvieron
sus cabezas y con audacia lo inspeccionaron.
Ian les dio lo que esperaba fuera una sonrisa encantadora, aunque falló un poco cuando se
dio cuenta de que la segunda chica llevaba lápiz labial negro. Supuso que las jovencitas
modernas lo consideraban atractivo, pero le trajo recuerdos de la peste bubónica.
―Falda escocesa, que mono, ― gritó la chica de labios negros. ― Lindas rodillas.
―¡Oh, pensé que su falda era un disfraz! ― Se rió la primera chica. ―¿En serio te vistes así?
Ian vaciló. Necesitaba una respuesta ingeniosa, encantadora. ―Estoy seguro de que podría
arreglarlo.
―Con permiso. ― Ian trató de recuperar la atención de las chicas. ―¿Puedo invitarlas a una
copa?
―¡Esa es mía! ― La chica de labios negros empujó a la otra chica a un lado para que pudiera
atrapar una de las plumas.
Ian dio un paso atrás, consternado por cómo las mujeres se empujaban unas a las otras. Echó
una mirada al escenario y tragó saliva. Por todos los santos, las mujeres habían desplumado
al bailarín como a una gallina. Estas jovencitas modernas eran más agresivas de lo que se
había dado cuenta. Cuando se trataba de encontrar a un compañero, había asumido que sería
él quién iría de caza.
Ian se movió hacia atrás para evitar ser empujado por las frenéticas mujeres que querían
agarrar una pluma. Tal vez fuera una cuestión de tiempo. Sí, el tiempo era muy importante
cuando se caza una presa. Se sentaría y esperaría al momento oportuno. Tarde o temprano,
los bailarines tendrían que tomar un descanso, y tal vez entonces las damas serían más
fácilmente impresionables.
Y mientras, esperaría, fortaleciendo sus nervios con una bebida fuerte. Se dirigió hacia el bar.
Había descubierto todo. Estaba buscando a una chica que fuera honesta, leal, e inteligente. En
ese orden. Y por supuesto tendría que estar locamente enamorada de él.
Esta última parte era un poco difícil. ¿Cómo iba a conseguir que la chica perfecta se
enamorase de él? Dudaba de que sus supuestas lindas rodillas fueran suficientes.
La camarera tenía un teléfono en una oreja y la mano pegada a la otra para amortiguar el
volumen de la música. ―Claro, seguiré hablando. ¿Así que eres de California? Las tierras
santas, eso está muy lejos.
Dos chicas se materializaran a su lado. Habían usado el sonido de la voz de la camarera como
faro para ayudarles a teletransportarse al lugar correcto.
―Dos Sangres Dietéticas,― ordenó una de las chicas de California. Ella cerró su móvil con
carátula de piedras falsas, luego lo dejó caer en su brillante bolso.
La segunda chica señaló hacia el escenario. ―¡Oh, Dios mío, está caliente!
Ellas pasaran por su lado, sus miradas fijas en el indio que bailaba, reducido a sus últimas dos
plumas.
Ian suspiró. ¿A dónde había llegado el mundo cuando un hombre con buenas intenciones
tenía que competir con un stripper? ¿Cómo iba a impresionar a las jovencitas modernas? Tal
vez Vanda podría aconsejarle. Con su pelo púrpura de punta y la ropa ajustada, se había
convertido en una mujer muy moderna. Y de éxito, ya que las Vampiresas se
teletransportaban desde la costa oeste para venir a su club.
―¿Cerveza?
―No. Conjetura afortunada. Tomaré una copa. ― Ian sacó un billete de cinco dólares de su
bolsa de cuero y lo puso sobre el mostrador
mientras ella llenaba un vaso de líquido de color ámbar. El aroma a sangre y levadura le hizo
agua la boca. Por todos los Santos, habían pasado siglos desde que había probado la cerveza.
Tomó un largo trago, luego lamió la espuma de color rojizo de sus labios. ―Excelente.
Por todos los demonios. Había pensado que su sonrisa inicial significaba que ella lo había
reconocido, pero no fue así. Tomó otro trago de Bleer para aliviar el escozor. Cora Lee había
estado durante cincuenta años en el harén de Roman y vivía en la misma casa donde Ian
trabajaba como guardia. ¿Había cambiado tanto?
Él frunció el ceño hacia su vaso de Bleer. Fue un milagro que no se hubiera vuelto loco por ser
tratado como un niño durante cinco siglos. ―Vosotras me solías pedir que ayudara a apretar
vuestros corsés. Debíais pensar que era demasiado joven para estar viendo las curvas de las
caderas o la manera en el que el corsé empujaba vuestros pechos…
Ella inclinó la cabeza para estudiarlo. ―Realmente declaro, tus ojos tienen un notable
parecido con los de Ian.
―¿Está seguro?
Ella le lanzó una mirada sospechosa. ―Es sólo que... no lo recuerdo siendo así tan...
―¿Encantador?
―Gruñón. ―Suspiró. ―Ian era un muchacho bien educado y amable. Estaba muy encariñada
con él, realmente.
Ian vaciló. Roman había dicho que mantuviera la droga en secreto. ―Fue algo que… comí. En
Texas.
―Sí.
Apretó los dientes. Estar atrapado durante siglos con una cara de quince años de edad, había
sido un infierno. Si Cora Lee no podía darse cuenta de eso, bueno, él no se sentía obligado a
explicarlo. ―Tal vez sólo quería hacerlo en la cama.
Sus ojos de repente se ampliaran. ―Oh, lo entiendo. No has conseguido aún a nadie. Tal vez
pueda ayudar.
Infierno sangriento, él podría hacer su propia caza. Notó que el volumen de la música había
disminuido. El indio bailarín había dejado el escenario, y las mujeres estaban inquietas. Él
necesitaba rápidamente información. ―¿Está Vanda aquí? Necesito verla.
―Sólo un minuto-. Cora Lee se precipitó a una mesa donde una Vampiresa estaba sentada,
charlando con unos cuantos clientes masculinos. ―¡Pamela! A que no adivinas quién es ese
chico que está allí.
¿Cora Lee estaba tratando de levantarle a Lady Pamela Smythe-Worthing? No. Infierno que
no. La Regenta. Fue vizcondesa de Gran Bretaña y también había estado en el harén de
Roman, y había pasado cincuenta años despreciándolo en sus narices.
Lady Pamela se levantó y lo examinó. Su vestido de Regente se había ido. Había abrazado por
completo la edad moderna, con una minifalda roja y camisola de cuero negro.
―Dios mío, mira esa lamentable vieja falda escocesa. ― El acento presumido de Lady Pamela
seguía siendo el mismo. ―Debe ser otro bárbaro de Escocia. ¿Nadie en aquél terrible país
tiene una muerte natural?
Ian arqueó una ceja. Ella tenía que saber que la oía.
Pamela abrió los ojos como platos. ―Seguramente bromeas. Me enfadaré mucho si estás
jugando conmigo.
―Ciertamente lo hizo. ― Pamela inclinó su mirada sobre él. ―Debo decir que esto trae a la
mente una pregunta de la mayor importancia.
―¿Quieres decir, cómo ocurrió? ― Adivinó Cora Lee. ―Me dijo que era algo que…
―No. ― Pamela hizo un gesto con la mano desdeñosa. ―La pregunta es, ― se acercó a Cora
Lee, ―¿es virgen?
―¡Tierra santa! ― Rió Cora Lee. ―Dijo que quería tener sexo.
―Hmm.― Pamela tocó con un dedo su mejilla mientras lo consideraba. ―Un virgen de
quinientos años. Esto podría ser interesante.
Joder. Dejó a Lady Pamela pues se sentía como un fenómeno de circo. Ian le dio la espalda
y se dirigió hacia la oficina de Vanda.
―De verdad. ―Lady Pamela se paseó. ―Vanda es el cerebro detrás de este negocio. ―Alisó de
nuevo su largo pelo rubio. ―Somos la belleza.
―Felicidades, ―se quejó Ian. ¿Las dos señoras se dieron cuenta de que habían admitido no
tener cerebro? Él silenciosamente cambió el atributo de inteligencia en su lista de deseos del
número cuatro al número tres.
Cora Lee entreabrió la puerta y se asomó. ― ¡Yuju, Vanda! Hay alguien que quiere verte.
―Es mejor que sea un nuevo bailarín sexy, ―gruñó Vanda. ―Los ingresos han bajado este
mes.
Él entró en la oficina.
Vanda apartó la mirada de la pantalla de su ordenador. ―El traje está bien. Vamos a ver lo
que tienes bajo la falda escocesa.
―No soy ningún exhibicionista. ― Ian se cruzó de brazos, con el ceño fruncido. ―Y esto no es
un disfraz.
―Oh, a las chicas les encantará ese acento. ― Vanda se puso de pie cuando lo revisó. Llevaba
su habitual traje de gata púrpura con un látigo negro alrededor de la cintura. ―Vas a necesitar
un tanga a cuadros para que coincida con tu falda escocesa.
Pamela se rió. ―Ahora ¿cuál de nosotras tendrá el honor del jovencito todavía virgen?
―No voy acostarme con ninguna de vosotras, ―gruñó Ian. ―Vanda, soy yo, Ian.
―Por todos los demonios. ― Él recorrió la mano por el pelo largo y tiró accidentalmente de un
mechón que estaba atado a una cinta de cuero en la parte trasera. ―Pensaba que podrías
cortarme el pelo como solías hacer. Y yo... necesito hablar.
―¿Ian? ― Vanda caminó hacia él, mirándolo de cerca. ―¿Eres tú realmente? ¿Qué pasó?
―¡Lo sé! ― Saludó Cora Lee con una mano en el aire. ―Se comió algo.
―Él me podría comer a mí, ―murmuró Lady Pamela, y le lanzó una mirada seductora por
debajo de las pestañas.
―No puedo decir más sobre el asunto. ― Ian hizo un gesto con la cabeza hacia Cora Lee y
Lady Pamela. ―El secreto no estaría seguro con ellas.
Vanda asintió con la cabeza, y luego miró a las dos rubias. ―Vosotras id a atender a los
clientes.
―Hum. Lo único que quieres es al virgen para ti misma. ― Lady Pamela salió de la sala,
seguida de Cora Lee.
Vanda cerró la puerta, se dirigió de nuevo a Ian con una sonrisa extendida por la cara. ―¡No
puedo creer esto! Ya estás todo crecido. ―Ella lo abrazó. Alguna vez habían tenido la misma
altura, pero ahora la parte superior de su cabeza le llegaba a la barbilla. ―¿Qué diablos has
comido que hizo que pasaran los años?
― No debía decir esto, pero me tomé Stay Awake, la droga de Roman. Lo tomé doce días, así
que envejecí doce años.
Sus ojos se estrecharon. ―Pero eres mucho más grande y más alto... debe haber dolido.
Lo hizo. Se encogió de hombros. ―Mi pelo creció mucho, demasiado. Pensé que podría ser
necesario cortarlo.
Ella sacó la correa de cuero y soltó su cola de caballo y se puso a su espalda para
estudiarlo. ―No creo que los rizos cortos te convengan más. Tienes una imagen robusta
ahora.
―Me gusta el pelo largo. ― Vanda rodeó su escritorio y sacó un par de tijeras del cajón
superior. ―Pero está un poco irregular en los extremos, por lo que te voy a dar un corte.
Vanda sacó un cepillo de pelo de su bolso y empezó a cepillar aliviando los enredos. Ian
cerró los ojos, disfrutando de su toque familiar. Le había cortado el pelo en los últimos
cincuenta años, y en ese tiempo, confiaba más en ella que en cualquier otra persona. Incluso
Connor y Angus.
No podía decirle a otro hombre lo frustrante que había sido. Connor era su supervisor
inmediato, y un tipo duro que habría interpretado su frustración como lloriqueo
infantil. Angus MacKay era el jefe de Seguridad MacKay e Investigación y el jefe de Ian. Él
también era el que lo había salvado de una muerte segura mediante la transformación en
1542. Pero Angus había luchado con la culpa por atraparlo en el cuerpo y en la cara de un
quinceañero para siempre. No, no podía dejar que Angus se enterara de lo infeliz que había
sido. Sin embargo, Vanda había entendido y mantenido sus secretos.
―Esta noche.
―Oh. ― Continuó cortando. ―La última vez había oído que estabas en Texas, protegiendo a
Jean-Luc.
El sonido del corte cesó momentáneamente. ―Escuché que Phil estaba allí, también.
―Sí. ―¿Vanda estaba interesada en Phil? Había sido guardia diurno en casa de Roman,
cuando el harén vivía allí. Por lo que Ian sabía, Phil se había mantenido alejado de las
damas. Era una de las reglas de Angus. Un guardia nunca jamás se involucraba en sus
relaciones.
―Con el tiempo. Está entrenando a alguien para ser el nuevo guardia durante el día de Jean-
Luc.― Mientras tanto, Connor había contratado a un nuevo guardia mortal, Tony, para vivir
en la casa mientras esperaban que Phil volviera. Ian no se había reunió con él todavía, pero se
preguntó si Tony sería un cambia formas, también.
―No mucho. Después de todo lo que hice para ser mayor, Angus insistió en que me tomara
unos meses de... recuperación.
―Entonces fue muy doloroso. ―Ella se inclinó sobre su hombro para mirarlo. ―¿Estás bien
ahora?
―Sí.― Eso no era del todo cierto. Crecer más de cinco pulgadas en menos de dos semanas
había tomado algún tipo de ajuste. Tuvo que beber grandes cantidades de sangre sintética
para llenar su cuerpo más grande. Mientras que en las tierras altas, había algunas grandes
reparaciones que hacer en su pequeño castillo. Había ayudado con los trabajos de
construcción por la noche, y el resultado había añadido un poco de músculo a su cuerpo más
grande. Pero aún así, se tropezaba con sus pies enormes y se cortaba la nueva cara al
afeitarse, especialmente en torno a ese maldito cráter en la barbilla. ―Estoy bien.
―Está bien. ― Estaba eufórico cuando llegó por primera vez a las tierras altas, ya que estaba
en casa y le llenó el alma de paz. Pero después de unas cuantas noches, se dio cuenta de que
todos los mortales que sabían de su pasado estaban muertos. Y entonces la soledad se
estableció.
Vanda suspiró. ―Tengo la sensación de que hay muchas cosas que no estás diciendo. Pensé
que querías hablar.
―Estoy hablando.
―No tengo toda la noche como solía tener. Tengo un negocio que atender.
Hizo una pausa, escuchando el sonido del clic de sus tijeras. ¿Cómo podía simplemente salir
y decir que quería encontrar al verdadero amor y ser feliz en un matrimonio que abarcara
siglos, y sin embargo, no estaba seguro de cómo hacerlo? ―¿Cómo va tu negocio?
―Bien. ―Ella tiró las tijeras sobre la mesa y le cepilló el pelo con más fuerza de lo necesario.
Él sonrió. A Vanda le gustaba actuar duro, pero eran bravatas y no mordía. ―Está
bien. Hablaré. Con mi nuevo rostro, más viejo, he estado pensando...
―Muy divertido. He venido aquí esta noche porque estoy buscando... ― No podía decir las
palabras a una mujer. Vanda, probablemente se reiría de él. ―Tengo un cráter en la barbilla.
Ella se rió de él. ―Es un hoyuelo. ― Ella inclinó su cabeza, estudiándolo. ―¿Estás preocupado
por cómo se ve?
Vanda resopló.
Vanda negó con la cabeza. ―Bien es una gran subestimación. Eres absolutamente precioso.
Una semilla de esperanza estalló en el corazón de Ian. Tal vez la mujer adecuada podría
enamorarse de él. ―Tú… tú, ¿no estás sólo siendo amable?
―Bien. ― Ella ajustó el látigo alrededor de su cintura con una mirada de fastidio. ―Me
recordabas a mi hermano menor. Pero supongo que no puedo seguir tratándote como un
niño ya.
Ella sonrió. ―Estoy muy feliz por ti, Ian. Debes estar emocionado por haberte hecho mayor.
―¿Sí?
―Una mujer.
Su boca se torció. ―Bueno, eso es un comienzo. ― Sus ojos de repente se ampliaron. ―Oh,
Dios mío, ¿eres realmente virgen?
―¡No! Tengo casi 500 años de edad. ¿Qué diablos voy a estar esperando?
―No estoy… ―No lo podía negar. Por todos los santos, que estaba avergonzado. ―No es el
sexo, ya lo sabes. Es como que tuve que hacerlo. Es… es que nunca me sentí bien.
Vanda se puso seria. ―Todos hemos hecho cosas que lamentamos con el fin de sobrevivir.
―Esto fue más que lamentable. No me comporté con honor.― Nunca se lo había confesado a
nadie antes.
―¿Qué hiciste?
Él juntó su pelo que llegaba hasta los hombros en la espalda y ató la correa de cuero
alrededor. ―Después de que Angus me cambiara, me dijo que hacer para comer. A cambio de
sangre, debía dar placer a las damas y asegurarme de que estaban satisfechas.
Ian miró hacia otro lado, avergonzado. ―No estoy seguro ahora. Sólo tenía quince años, ya
sabes, por lo que, al principio, frecuentaba algunos burdeles para que pudiera aprender. Yo…
yo era un estudiante rápido.
―Fue horrible, una vez que dejé de ir a los burdeles. Tuve problemas para seducir a las damas
pues pensaban que era un niño. Tenía mucha hambre, así que recurrí al uso de control de la
mente para que me vieran mayor. Me dejó saciado, pero...
Ian juntó las manos. ―Sí. Las había engañado. Todas las relaciones que he tenido estaban
basadas en artimañas y engaño. Ya no tengo estómago para hacer eso de nuevo.
―Ya veo.
Él se incorporó. ―Ahora, por primera vez en mi vida, puedo ser honesto. Finalmente puedo
encontrar a la mujer ideal para mí.
Vanda sonrió. ―Entonces, has venido al lugar correcto. Con tu hermoso rostro, no tendrás
ningún problema con la suerte y conseguir alguien esta noche.
―No estoy en busca de una noche. He tenido siglos de una sola noche. Quiero encontrar a mi
verdadero amor. Quiero el mismo tipo de felicidad que Roman, Angus, y Jean-Luc.
―Tal vez te pueda ayudar. ― Vanda se alejó de la mesa. ―Estaba pensando en encontrar un
buen hombre para mí, por lo que me registré en un sitio online. ―Se sentó detrás de su
escritorio, agarró el ratón e hizo clic. ―Este es el nuevo lugar más caliente para solteros.
Ian se inclinó sobre el escritorio para que pudiera ver la pantalla del ordenador. Echó un
vistazo al sitio llamado Single in the City. Contaba con más de medio millón de clientes, todos
en las proximidades de Nueva York. ―Eso no me ayuda. Yo no quiero salir con una mortal.
―Te lo dije. Me niego a engañar a la mujer que estoy cortejando. Tendría que mentir a una
mortal hasta que supiera que es de confianza. Y luego, cuando le confiese mi verdadera
naturaleza, que no destruya su confianza en mí. No funcionará.
―No quiero mentir a la mujer a la que estoy cortejando. Entonces es mejor que sea una
Vampiresa. Entendería todo. Lo que he sido. Una mujer mortal no miraría "con buenos ojos‖
la forma en que utilicé a las mujeres en el pasado. Y no la culparía.
―Y debe ser una Vampiresa que sea honesta, inteligente, leal, y bonita.
―Ahora te estás severamente limitando a ti mismo. ― Vanda frunció el ceño ante la pantalla
del ordenador. ―Por suerte para ti, hay una manera de decir quién es una Vampiresa. ―Hizo
clic en su perfil. ―¿Ves esto?
―Todas las Vampiresas colocan estos Vs en sus perfiles,― explicó Vanda. ―Es nuestro código
secreto para que otro vampiro sepa lo que somos. Si alguien llama a una cita, y no tiene la V
en su perfil, simplemente se niega.
El corazón de Ian empezó a latir más rápido. No era así como había imaginado la caza de su
verdadero amor, pero era mucho mejor que nada. ―En realidad, podría funcionar.
―Por supuesto que funcionará. Tengo una cámara digital aquí. ― Vanda abrió un cajón.
―Hagamos la foto y completemos tu perfil. Llevará un par de horas.
―¿Horas?
―El perfil es muy amplio. Vas a tener que escribir un ensayo. ―Su rostro se iluminó. ―¡Ya
sé! Yo lo haré.
―Porque soy mujer, y sé lo que las mujeres quieren oír. ¡Esto es genial! ―Ella tomó una
pluma y el bloc de notas.
Su oferta era muy atractiva ya que Ian no tenía ni idea de lo que debía escribir en un
ensayo. ―Recuerda, es importante para mí que seas honesta.
―Por supuesto. Pero seamos realistas, Ian. No podemos decir que tienes 500 años de edad en
tu perfil.
―Seis pies con dos pulgadas. ― Frunció el ceño. ―Asegúrate de decir que quiero una mujer
honesta y leal. Inteligente y muy bonita.
―No hay problema. Ahora sonríe y muéstrame los hoyuelos. ―Levantó la cámara. ―Y no te
preocupes por nada. Te haré irresistible.
Capitulo 2
Ian se volvió y vio el brillo de la daga Higlander, en manos de un gran escocés en la puerta de
la cocina. — ¿Dougal?
— No, — sonrió Dougal envainando su arma debajo de un calcetín hasta las rodillas. —
Reconozco vuestros cuadros más que vuestra cara. No te esperábamos de nuevo hasta la
próxima semana.
— Estaba aburrido. — Solo era más exacto, aunque Ian no quería admitirlo. — ¿Cómo va
todo?
— No. Todavía tengo una semana más de vacaciones. Una semana más en la que podré
concentrarme en la búsqueda de la pareja perfecta.
Dougal inclinó la cabeza mientras estudiaba a Ian. — Había escuchado que habíais crecido,
pero es increíble verte tan diferente.
Dougal se dirigió a la puerta. — Será mejor que me dé una ducha antes de que salga el sol.
Ian levantó una silla que había sido derribada y se dio cuenta de que una de las patas estaba
rota. — Debió haber sido una gran pelea.
— Sí. Un poco vergonzoso para Phineas, sin embargo. — Dougal terminó su botella mientras
paseaba al dormitorio de al lado. La puerta del baño se cerró de golpe.
Ian entró en el dormitorio, esperando ver a Phineas McKinney, pero el joven vampiro negro
no estaba allí. El sonido del agua corriendo emanaba de los cuartos de baño, así que
probablemente estaba tomado una ducha como Dougal. A una gran cantidad de Vampiros les
gustaba estar limpios antes de sucumbir al sueño de muerte. Les ayudaba a sentirse menos
como muertos, un cuerpo podrido.
El dormitorio estaba casi vacío. Ian recordó un momento en el que había habido hasta diez
ataúdes en la sala, uno para que cada guardia vampiro durmiera dentro. La mayoría de los
vampiros habían desaparecido, se trasladaron al este de Europa a la caza de Casimir.
Los pisos de arriba se encontraban vacíos. En un tiempo con Roman, había diez damas que
eran parte de su harén y muchos Vampiros de visita. Había sido un lugar interesante. Pero
ahora todos se habían ido.
Ahora Roman vivía con su esposa mortal y su hijo en White Plains, con Connor como su
guardaespaldas. Los guardias Vampiros que vivían aquí en la casa de Roman, eran los
encargados de la seguridad en las industrias Romatech, que fabricaban la sangre sintética y la
cocina fusión. Connor era el jefe de seguridad allí, pero planeaba pasar el título a Ian, para
concentrarse únicamente en la seguridad de Roman y su familia.
Ian estaba encantado con su próxima promoción, pero le molestaba que llegara ahora, cuando
parecía más viejo. Había empezado a trabajar para MacKay Seguridad e Investigación en
1955, y nunca había pasado de segundo al mando. Sus mejores amigos habían tenido
dificultades para tratarlo como un adulto cuando lo veían como alguien de solo quince años.
Se quitó el jersey de punto por encima de la cabeza y lo tiró al cesto de la ropa sucia. Se paseó
por el ataúd en el que había dormido durante más de 50 años. La almohada y la manta se
jactaban del tartán rojo y verde MacPhie, igual que su falda escocesa. Se quitó la bolsa de piel
de la falda y el cuchillo del calcetín, depositándolos en el pequeño aparador de su ataúd. Se
quitó los zapatos y luego se detuvo con una repentina idea. Él había crecido cinco pulgadas.
Joder. Era más grande que su ataúd.
Subió a su interior y, por supuesto, sus pies se cernían al final. Solo había otro ataúd en el
dormitorio y pertenecía a Dougal. La cama doble era de Phineas. Las otras camas estaban
arriba.
Bueno, ¿por qué no? En pocas semanas Ian estaría a cargo tanto aquí como en
Romatech. Podía dormir en cualquier lugar que quisiera. Salió del dormitorio y subió las
escaleras.
Por lo general, tomaba una merienda antes de acostarse, pero esta noche estaba lleno de Bleer.
Vanda se había unido a él en el bar alrededor de las cuatro A.M. para anunciar que su perfil
estaba listo y publicado oficialmente en el servicio de citas de Single in the City.
Un tercer vaso de Bleer, había impulsado su confianza. Había hablado con unas cuantas
mujeres y habían acordado reunirse en el club mañana por la noche.
Cuando llegó a la planta baja, la alarma se activó. Se quedó inmóvil un momento, luego se dio
cuenta de lo que había sucedido. ¡Un intruso! Y maldita sea, su reacción fue demasiado
lenta. No debería haber bebido un cuarto vaso de Bleer.
Corrió a la sala. Vacía. Giró, se tropezó con sus pies y con el teclado de la puerta
principal. Apagó la alarma, por lo que podía oír. Atrapó un ligero ruido que venía de la
biblioteca. Entró fácilmente.
Una ráfaga de aire frío en la ventana agitaba las cortinas. La persona que había abierto esa
ventana, había activado la alarma, y esa persona aún estaba en la habitación.
Femenina. Mortal. El olor de su sangre se arremolinó en torno a él, acariciando su piel como
el toque de un amante. Ella tenía su sabor favorito— AB positivo.
Gracias a Dios Roman había inventado la sangre sintética en 1987, por lo que Ian y otros
vampiros ya no eran esclavos de su sed de sangre. Aún así, su cuerpo reaccionó con el mismo
instinto primitivo que le había gobernado desde su transformación en 1542. Sus encías se
estremecieron. Tenía bastantes años de experiencia para saber cómo controlarse a sí mismo,
pero estaba tomando un esfuerzo extra esta noche. El quinto vaso de Bleer había sido una
mala idea.
Estaba de espaldas a él mientras estudiaba los estantes de la pared del fondo. No había duda
de que estaba planeando robar los libros más raros de la colección de Roman. La biblioteca
contenía desde libros escritos a mano por los monjes medievales hasta las ediciones de
primera impresión del siglo XIX.
Ella no le había oído llegar, estaba en calcetines. Y no había oído la alarma, ya que estaba fija
en una frecuencia única en la que la escuchaban los Vampiros y los perros. Y ciertamente no
había sentido la reacción que ella provocaba en él.
Sintió la temperatura diez grados más arriba, a pesar del frío aire de Diciembre, que entraba a
través de la ventana abierta y sobre su camiseta blanca. La lámpara entre los dos sillones de
orejas tenía baja temperatura y emitía un brillo dorado a través de la sala, definiendo su
forma en un aura resplandeciente.
Ella hizo de un ladrón de guante blanco impresionante, totalmente vestida de negro ajustado
que moldeaba su cintura y suavemente sus caderas. Sus cabellos dorados colgaban de una
cola de caballo por la espalda. Los extremos se agitaban suavemente por sus hombros,
mientras movía la cabeza de lado a lado, explorando la estantería.
Ella dio un paso al lado, en silencio en sus calcetines negros. Debió haber dejado sus zapatos
fuera de la ventana, pensando que iría más tranquilamente sin ellos. Se fijó en sus tobillos
delgados y luego dejó que su mirada vagara a través de cabello dorado. Tendría que tener
cuidado en su captura. Al igual que cualquier Vampiro, se resistiría, y se veía un poco frágil.
Él se movió silenciosamente más allá de los sillones de orejas, hacia la ventana. Esta hizo un
sonido silbante cuando la cerró.
Cuando con un suspiro se volvió hacia él. Sus ojos se abrieron. Ojos verdes como las colinas
que rodeaban su casa en Escocia.
Una oleada de deseo lo dejó sin habla por un momento. Parecía un mudo. No había duda que
ella estaba muy ocupada contemplando una ruta de escape.
Él se movió lentamente hacia ella. — No puedes escapar por la ventana. Y no puedes llegar a
la puerta antes que yo.
— Soy yo quien va a hacer las preguntas, una vez que te haya detenido. — Podía escuchar su
corazón latir más rápido. Su rostro permaneció inexpresivo, con excepción de sus ojos. Que
brillaron con desafío. Eran hermosos.
Ella sacó un pesado libro de un estante cercano. —¿Ha venido aquí para poner a prueba mis
habilidades?
El libro pasó cerca de él y derribó la lámpara. La luz parpadeó y se apagó, con su visión
superior, podía ver su silueta oscura que se dirigía hacia la puerta.
Se acercó detrás de ella. Justo antes de que la atrapara, ella se giró y le conectó una patada en
el pecho. Se tambaleó hacia atrás. Maldita sea, era más fuerte de lo que imaginaba. Y había
sufrido demasiado para conseguir un pecho más amplio, más varonil.
Ella avanzó con una serie de puñetazos, patadas y bloqueó todos ellos. Con un movimiento
desesperado, dirigió una patada a la ingle. Maldita sea, había sufrido demasiado para
conseguir sus bolas más grandes y varoniles. Él saltó hacia atrás, pero sus pies quedaron
atrapados en el dobladillo de su falda escocesa. Sin su bolsa de piel, la falda escocesa había
revelado más allá de su cintura.
Su mirada revoloteó al sur y quedó pegada. Su boca se abrió. Sí, esos doce años de
crecimiento habían sido amables. Se abalanzó hacia adelante y la golpeó sobre la
alfombra. Ella lo golpeó, así que tomó sus muñecas y la sujetó contra el suelo.
Se retorció tratando de sacárselo con las rodillas. Con un gruñido, la bloqueó con su propia
rodilla. Luego, lentamente, se sentó encima de ella para tenerla quieta. Su cuerpo estaba
gloriosamente caliente, enrojecida por su sangre que latía con una fuerza de vida que hizo
temblar su cuerpo de deseo.
— Deja de moverte muchacha. — Su ingle más grande, más varonil, estaba reaccionando de
una manera aún más grande. — Ten piedad de mí.
— ¿Piedad? — Ella siguió retorciéndose debajo de él. — Soy yo quien está capturada.
Sus ojos se abrieron. No tenía ninguna duda de lo que ella estaba sintiendo.
— El sentimiento no es mutuo.
Él sonrió lentamente. — Has echado una larga mirada. Debe haberte gustado lo que viste.
— ¡Ja! Hizo una impresión tan pequeña en mí, que apenas lo puedo recordar.
Se rió entre dientes. Ella era rápida, tanto mental como físicamente.
— He tomado algunas. — Observó su mirada dudosa. — Esta bien, tal vez más que unas
cuantas, pero aún así he sido capaz de vencerte.
— ¿No qué?
Ella lo miró con los ojos abiertos. Él tuvo una sensación de hundimiento, ella pensaba que era
mortal. Ella quería que fuera mortal. Y eso significaba que sabía lo de los Vampiros.
Estudió su hermosa cara; los pómulos altos, la mandíbula delicada y seductores ojos
verdes. Algunos Vampiros afirmaban que los vampiros no tenían poder nada. Estaban
equivocados.
Sus miradas se cruzaron y se olvidó de respirar. Había algo oculto en las profundidades de
color verde. Soledad. Una herida que parecía demasiado grande para su corta edad. Por un
momento sintió como si estuviera viendo el reflejo de su propia alma.
Ella negó con la cabeza ligeramente, seguían atrapados por la mirada. O tal vez era él quien
estaba atrapado en ella.
Phineas le dio una mirada confusa. —¿Por qué estas golpeando a Toni?
Parpadeó y miró a la mujer que tenía clavada en el suelo. — ¿Eres…Toni? — ¿La nueva
guardia era una mujer?
— ¿Eres Ian? — La decepción parpadeó en sus ojos antes de que mirara a otro lado. — Eres
uno de ellos.
Eso dolió. Durante siglos había sido juzgado demasiado joven, y ahora después de todo el
dolor que había sufrido, aún era deficiente. Su mandíbula se movió y apretó los dientes. —
¿Tienes algo contra los Vampiros?
Sus ojos destellaron de ira. — Sí. Tiendo a ponerme realmente molesta cuando me atacan.
Ella se alejó de él y se sentó. — No estoy aquí para ser tu amiga. Soy tu protectora, eso es
todo.
Él la miró fijamente. ¿Connor había contratado a una mujer como guardia? Esto era inaudito
en el mundo vampiro. Una mujer mortal no tendría la fuerza necesaria… a menos que fuera
una cambia formas como Phil y Howard. — ¿Eres…— ¿Cómo iba a hacer la pregunta sobre
cambia formas si era un secreto? —¿Cambias un poco en cierta época del mes?
Ella le dirigió una mirada de incredulidad. — ¿Me estas preguntando si me da SPM3? ¿En
Serio?
Phineas levantó sus manos en señal de rendición. — No me hagas daño, dulzura. Eres un
pedazo hermoso y fuerte de mujer.
— Connor me dijo que había contratado a un Toni, — murmuró Ian. — Creí que serías un
hombre.
Ian frunció el ceño. — Era perfectamente lógico suponer que Toni era un hombre.
Ella levantó la barbilla. — ¿Es lógico atacar a las personas sin hablar con ellos primero?
— La abrí, — interrumpió ella. — Estaba muy cerrado, como una tumba aquí y tenía calor.
— Dulzura, estás tan caliente, que ardes. — Phineas hizo algunos silbidos.
Ian le lanzó una mirada de fastidio, luego continuó su explicación. —El sensor de la ventana
activó la alarma y cuando vine a investigar, te vi mirando los caros libros vestida como una
gata ladrona.
— Si, parecías Catwoman, caliente y sexy. — Phineas hizo garras en el aire. — ¡Miau! ¡Bufido!
— Phineas, — gruñó Ian. — Estoy tratando de tener una conversación aquí. — Se volvió
— ¡Él es mucho mejor que tú! — Sus ojos brillaban con furia. — Y no es problema mío que
seas un cerdo sexista. Puedo hacer este trabajo, con o sin SPM. Le gané a Phineas antes, y lo
hubiera hundido también, con más tiempo.
— Muchacha nunca me clavarías. —Se inclinó hacia ella. — Me gusta estar encima.
— ¡Basta Phineas! — Ian lo fulminó con la mirada. — Puedo ver por qué te asesinaron joven.
Una risa escapó de Toni pero rápidamente fue reemplazada por el ceño fruncido.
¿Tenía sentido del humor? Eso no era tan importante en el gran esquema de las cosas, pero de
repente Ian tenía el reto de hacerla reír de nuevo, o al menos lograr una sonrisa. Por desgracia
no pudo pensar en nada gracioso que decir.
Se puso de pie y ejecutó una galante reverencia. — Me disculpo por atacarte. Espero no
haberte hecho daño.
Ella lo miró con recelo. — No vas a decirle a Connor que me despida, ¿verdad? Realmente
puedo hacer este trabajo.
Una sensación de intranquilidad se asentó en sus entrañas. ¿Por qué una mujer mortal y
hermosa quería trabajar cuidando vampiros? — Te dejaré permanecer si respondes algunas
preguntas con honestidad.
Una mirada vigilante revoloteó sobre su cara, entonces ella sonrió y le cogió la mano. — Por
supuesto. ¿Qué quieres saber? — Ella se levantó con gracia sobre sus pies.
Su mano se apretó alrededor. La incertidumbre hizo que su intestino diera un vuelco. Él sabía
que no iba a ser totalmente sincera. Su sonrisa era forzada y los latidos de su corazón
acababan de acelerarse.
— Ningún trabajo es perfecto. — Ella cruzó los brazos sobre su pecho. — Ninguno de
vosotros despertará llorando o necesitará un cambio de pañal, por lo que es más fácil que
cualquier otro trabajo de niñera.
Mientras tanto Phineas estaba riéndose. — Si, cuídame, mamá caliente. Necesito un baño de
esponja. Y que me frotes aceite de bebé por todas partes. Me siento un poco irritado, si sabes
lo que quiero decir.
Su boca se torció.
¿Encontraba a Phineas divertido? Eso lo irritaba aún más. Ian se acercó a ella, apretando los
dientes. — No somos bebés. Somos experimentados guerreros.
¿Acaso dudaba de su valor? Ian se acercó. — Muchacha, no tienes ni idea de lo fuertes que
podemos ser.
— ¿Te han atacado? — Ian miró su cuello, pero no podía ver ninguna señal de mordisco por
encima del cuello alto de su traje negro. — ¿Es así como te enteraste de nosotros?
Sus cejas se levantaron. — ¿Estás preocupado por lo que podría hacer cuando estés
totalmente indefenso y en mis manos?
Él la agarró por los hombros. — ¿Eres una amenaza para nosotros? Podría borrar tu memoria
y empujarte por la puerta ahora mismo.
—¡No! — Su mirada ahora era de pánico. — Por favor. Yo… realmente necesito este trabajo.
Le prometí a Connor que nunca os haría daño a ninguno de vosotros. Pregúntale. Él me cree.
Phineas bostezó. — Sí. Me estoy quedando dormido. Buenas noches, dulce. — El extendió el
puño cerrado hacia Toni.
Ella respondió con una sonrisa y un choque de nudillos. — Nos vemos mañana, Dr. Phang.
Phineas sonrió y luego pasó hacia las escaleras. — Si, ese soy yo. Dr. Phang. Largo en el
diente y largo en el pene. — Descendió las escaleras hasta el sótano, su voz seguía a la deriva
hacia ellos. — Oh nena, yo tengo la cura.
Ian también podía sentir el tirón del sueño de muerte, pero como Vampiro más antiguo, era
capaz de resistirlo mejor que Phineas.
— Tal vez deberíamos empezar de nuevo. —Él le tendió la mano. — Soy Ian MacPhie.
Ella le dio una mirada cautelosa. — Toni Davis. — Se apoderó de su mano, rápidamente la
soltó, luego se dirigió a las escaleras.
Sus nudillos se pusieron blancos cuando de pronto se apoderó de la barandilla. Luego los
liberó y subió las escaleras. — Tengo entendido que vuestra noble naturaleza es nueva. Antes
de la sangre sintética, debiste haber atacado a las personas para obtener comida.
Ella llegó al rellano y se dio la vuelta para mirarlo. —¿Ha usado el control mental?
Él se estremeció. — No lo entiendes.
— Oh, creo que sí. El control de la mente hace que sea fácil para ti manipular a la gente. —
Sus ojos se estrecharon. — Pero ellos seguían siendo víctimas, y tú las estabas violando.
— Nunca nos han gustado los Malcontents. Esos hijos de puta son asesinos. Nosotros nunca
matamos por comida.
— Está bien. No son asesinos. Sois parásitos. — Ella se volvió para seguir subiendo las
escaleras.
Él la agarró del brazo para detenerla. — Si nos odias, ¿por qué has aceptado un trabajo para
protegernos?
Ella se apartó y comenzó a subir las escaleras. — No os odio. Y tengo mis razones.
— ¿Qué razones? — Tropezó en un escalón con sus nuevos pies de tamaño trece.
Ella miró hacia atrás. — ¿Por qué me sigues? ¿No tienes que ir al sótano y… morir?
— Pero he visto un ataúd allí. — Ella le lanzó una mirada irónica. — Se ve muy acogedor.
— Sobre mi cadáver. Oh, espera un minuto. Es tu cadáver. En unos cinco minutos. Así que
mejor date prisa. — Ella corrió el resto de las escaleras.
— Superé mi ataúd. Soy cinco pulgadas más alto que cuando estuve aquí.
Sus ojos se abrieron. — Connor dijo que habías crecido, pero no le creí. Pensé que los
vampiros estaban atrapados en la edad en la que murieron para siempre.
Plantó una mano en la pared a su lado y se inclinó. — Has visto debajo de mi falda escocesa.
Sabes que soy un hombre adulto.
Ella levantó la barbilla en señal de desafío, pero sus mejillas se tiñeron de un rosa pálido. —
Estoy intentando duramente borrar ese desafortunado incidente de mi memoria.
Él sonrió lentamente. — Hazme saber si tienes éxito.
— No. Mira, estoy tratando de hablar contigo ya que estimo que en unos tres minutos, caerás
muerto.
— ¿Tonatella? ¿Tonisha?
— No.
— ¿Toni Baloney?
— Yo también. — Dejó que su mirada vagara sobre ella. — Soy mortalmente serio.
Ella soltó un bufido. — Señor MacPhie, firmé un contrato hace dos noches y claramente no
me voy a involucrar con cualquier persona a la que este cuidando.
— Bueno, sí.
Dio un paso atrás. No dejaría que su rechazo le molestara. ¿Por qué iba a molestarle? — No
estaba iniciando nada serio. No necesitas preocuparte por si te molesto. Estoy buscando el
verdadero amor, pero sólo con una mujer Vampiro.
Ella soltó el pomo de la puerta y se volvió hacia él. — Entonces ¿crees que las mujeres
muertas son mejores que las vivas?
— ¿En serio? ¿Son las vivas demasiado calientes para que las manejes?
— De acuerdo. — Ella lo miró con recelo. — Es probable que utilice el control mental vampiro
sobre ellas.
Maldita sea, sabía exactamente donde clavar el cuchillo. — Sí, he usado el control mental. Y
les encantó. Hizo sus orgasmos más fuertes. — El arqueó una ceja. — ¿Te gustaría una
demostración?
Sus ojos hervían de ira. — Me gustaría que se fuera. Y se muera. — Ella abrió la puerta de su
dormitorio.
Él caminó más cerca. —¿Por qué haces guardia para nosotros? ¿Por qué pasas el día atrapada
en una casa llena de no muertos?
El sol estaba tocando el horizonte. Podía sentir el sueño de muerte tirando de él hacia el
olvido. Miró la escalera hasta el quinto piso, se concentró fuerte. En un instante estaba allí.
Tropezó en la oficina de Roman y cerró las puertas detrás de él. Las ventanas cubiertas de
aluminio, tenían la habitación a oscuras, pero no había ningún problema con su vista
superior. Cruzó desde la oficina hasta el dormitorio y se desplomó en la cama tamaño
rey. Por todos los santos esto era mejor que el estrecho ataúd. Se estiró disfrutando de la
comodidad. Su respiración lenta, como la muerte, el sueño se apoderó de él.
Un momento. Él negó con la cabeza. Todavía necesitaba saber de Toni. Se dio la vuelta hacia
la mesita de noche y cogió el teléfono inalámbrico. Su visión estaba borrosa cuando marcó el
número del móvil de Connor. Solo unos minutos más, era todo lo que necesitaba.
Ian estaba tendido sobre su espalda sosteniendo el teléfono en su oreja. — Háblame de Toni.
— Me encontré con ella en Central Park. — Connor se alejaba de nuevo. — El lunes por la
noche.
Y hoy era solamente miércoles por la mañana. Ian abrió la boca, pero las palabras no salieron.
Sus ojos parpadearon cerrándose.
No era de extrañar que odiara a los vampiros. Ian perdió el control del teléfono. ¿Estaba
pensando estacarlos a todos mientras dormían?
Toni repitió sus afirmaciones de la mañana cuando el agua caliente lavó su cuerpo y empañó
de vaho su alrededor. Ella solo necesitaba creer. Sí, cierto. En los últimos días, su vida había
comenzado a irse por el retrete.
Me merezco ser feliz. Suspiró ella. Su familia no creía en ella, así que ¿por qué debería ella?
Apagó el agua. Necesitaba endurecerse emocionalmente y no dejar que otra persona la
arrastrara —gente como Ian MacPhie.
¿Cómo podía un tipo muerto ser tan apuesto? Apartó la cortina de la ducha. ¿Por qué no
podía haber sido mortal? Por un breve y maravilloso momento, ella había pensado que él era
humano. Pero no. Borboteando el baño. Él era uno de ellos.
Salió de la ducha, regañándose a sí misma. No pienses en él. No tiene poder sobre ti. A menos...
A menos que usara el control mental vampiro. La piel desnuda de Toni picó con la piel de
gallina, y se estremeció a pesar del vapor caliente a su alrededor. Miró a las marcas de
mordisco que cubrían su pecho y torso.
Había luchado con esos tres vampiros. Había pensado que podría sobrevivir hasta que
tomaron su mente. Se había sentado allí en la sucia nieve, temblando e indefensa mientras sus
crueles pensamientos invadían su cabeza y la forzaban para remover su camisa. Su sujetador.
Un profundo escalofrío recorrió su cuerpo. Si Connor no hubiera llegado cuando lo había
hecho...
Parpadeó para alejar las lágrimas y agarró una toalla para secarse. Permanecía en control y
estaba enfocada.
Conseguiré mis metas. Tenía que conseguirlo. Sabrina contaba con ella. Ya Toni había
confirmado la existencia de los vampiros e invadido el campo de los chicos buenos.
¿Vampiros chicos buenos? ¿Quién creería eso? Pero Connor la había salvado, y juró que todos
los buenos Vampiros habían dejado de morder. Les había visto beber de botellas, pero aún
así, era difícil confiar completamente en ellos. Sin importar lo bien que esos Vampiros buenos
se portaran, ella aún podía sentir a las bestias acechando justo debajo de la superficie. Lo
había sentido incluso más fuerte con Ian, pero en lugar de repelerla, eso la había excitado.
¿Cuán idiota podía ser? Solo un completo estúpido retaría a una bestia que podía morder.
Ella le ignoraría.
Lograré algo significativo con mi vida. Eso ocurriría. Ella y Sabrina lo tenían todo planeado.
Toni paseó en el dormitorio mientras se secaba el pelo con la toalla. Su mirada deambuló
sobre las suaves y doradas paredes y el gran dosel de la cama colgando con tela brocada azul
y dorada que hacía juego con las cortinas y sofás. Los dos tocadores que flanqueaban la cama
parecían como antigüedades de Luis XVI.
Una cosa que se había negado a admitir: los Vampiros tenían un excelente gusto. Dougal
afirmaba que esta habitación perteneció una vez a una princesa Vampiro que fue miembro
del harén de Roman Draganesti. Aparentemente Roman había disuelto su harén cuando se
casó. Toni bufó. Que tipo tan genial. Tanto como ella podía decir, todos los hombres
Vampiros estaban a unos pocos siglos por detrás de sus opciones de mujeres. Ian MacPhie
seguramente lo estaba.
Me merezco ser amada. La última afirmación era la más dura de creer. Tiró la toalla al cesto de
la lavandería. Maldición, fue amada. La abuela la había amado.
Y ¿recuerdas lo que la ocurrió? La fallaste. Toni rápidamente aplastó la sucia voz interior que
seguía saboreando sus afirmaciones, diciéndola que no se merecía ser feliz, y que no se
merecía ser amada. Se lo merecía, maldición. Y no fallaría a Sabrina. Incluso si eso significaba
vivir en una casa llena de criaturas bebedoras de sangre.
Tiraría de sus contactos y vestiría su uniforme de guardia de pantalones caqui y camisa azul
marina. Connor la había dado las tallas pequeñas, pero aún así, las ropas de los hombres
colgaban en su marco como sacos sin forma. Obviamente Seguridad Mackay e
Investigaciones no estaba acostumbrado a contratar guardias mujeres. Dougal y Phineas
habían estado sorprendidos, pero la habían aceptado lo bastante fácil una vez la vieron
luchar.
Ian era más sospechoso, pero no le dejaría asustarla. Ella permanecería tranquila y fría. En
control. Nada iba a perturbarla.
Saltó cuando su móvil sonó condenando una y otra vez la música. Maldito. Carlos le había
dado un nuevo tono hacía una semana, pero la repentina explosión de ―Cum on Feel the Noize‖
por Quiet Riot siempre la asustaba.
El vocalista masculino gritó mientras ella buscaba a través de su bolsa de mano. Con
optimismo, era Sabrina llamando. Toni había ido al hospital la pasada noche para verla, pero
Sabrina había estado durmiendo tan pacíficamente, que Toni no había querido despertarla.
—¿Toni? —La voz brusca sonaba urgente. —¿Qué está pasando ahí?
Su mirada osciló a la mesilla de noche donde el reloj digital brillaba 7:26. —¿Algo está mal?
—Eso es lo que te estoy preguntando, —continuó Howard en un apuro. —Hice mis rondas de
la mañana aquí, y Connor tenía su móvil abierto en su oído. ¿Has hablado con él?
—No lo creo. El teléfono de Connor estaba conectado al teléfono de tu casa. Colgué e intenté
llamar, pero tu línea también estaba ocupada.
Toni miró el teléfono de su mesilla. Una luz indicaba que aún estaba en uso. Por supuesto. Ian
había dicho que él la comprobaría. —Debe ser Ian MacPhie.
—¿Ian? —Hubo una pausa durante la cual Toni pudo oír revolver papeles. —¿Estás segura?
Él no debe volver durante otra semana. Y su ataúd está vacío.
—Lo superó.
Ella arrugó su nariz. —Parece más viejo que eso, pero su comportamiento no es lo que
llamaría maduro.
Howard se rió. —Hizo una buena impresión, ¿verdad? Mira, no se ha mostrado en ninguno
de mis monitores, así que tendrás que encontrarle y asegurarte de que está bien.
—Estoy segura de que está bien. ¿Adónde iría? Está muerto. Eso corta su movilidad.
—Sí, pero somos responsables de estos chicos durante el día. No puedes proteger a un
cadáver si no sabes dónde está. Así que encuéntrale.
Toni gruñó en silencio. Había cinco pisos en esta casa, seis contando el sótano, más de ocho
dormitorios, y un montón de cuartos de baño y armarios. Llevaría toda la mañana buscar en
todo el lugar.
¿Diez minutos? Toni metió el teléfono en el bolsillo de los pantalones de hombre que llevaba
puestos, y aún descalza, corrió hacia el vestíbulo. Él no estaba convenientemente tumbado
muerto en el pasillo, así que tendría que cazarle.
Corrió bajando las escaleras hacia el primer piso. No esperaba verle allí, pero había cámaras
de vigilancia en el vestíbulo y la cocina, y sabía que Howard esperaba verla pasar en su
búsqueda.
Había sido contratada en un estado de prueba durante dos semanas, y Connor la había
avisado de que las cámaras en la casa estaban unidas a los monitores en White Plains. En
otras palabras, era vigilada constantemente para asegurarse que podía ser de confianza.
Como si alguna vez hubiera hecho daño a uno de los Vampiros.
Connor había enfatizado el hecho de que una vez tomara el voto para proteger a los
Vampiros, ese voto sería sagrado. El coste de la traición era severo y final. Si provocaba su ira,
no habría lugar para esconderse donde no pudieran encontrarla. Su cuerpo nunca sería
encontrado. Luego él había procedido a hablarle sobre el gran plan médico-dental, la alta
producción en las cuentas del mercado de dinero, y las oportunidades vacacionales que
Seguridad MacKay e Investigaciones ofrecía a sus empleados.
Bajo circunstancias normales, ella habría elegido la opción número uno: tener su recuerdo
borrado para poder volver a su vida normal. Pero las circunstancias no eran normales, así que
rechinó los dientes y tomó el voto.
Ian no fue encontrado en el primer piso, así que ella se dirigió a la sala de vigilancia en el
sótano. Su mirada osciló al sofá en la pared. No, allí tampoco. Miró a la cámara de vigilancia y
sacudió su cabeza.
Paró en la puerta del dormitorio. Era necesario comprobar esa habitación cuatro veces al día,
pero aún así le dio frío. Bueno, no la habitación, sino los cuerpos muertos dentro. Dio una
profunda respiración y entró.
Dougal estaba sobre su espalda en su ataúd, llevando una camisa para dormir pasada de
moda que llegaba a sus rodillas y se parecía un poco al camisón que ella solía llevar.
Phineas estaba estirado a través de la cama doble, sin llevar nada excepto los cortos
calzoncillos rojos. Toni miró a las fotos enmarcadas al lado de su mesilla. Una mujer anciana
y una niña y un niño, muy probablemente la tía y los jóvenes hermanos de los que había
hablado. Se preguntó si sabían que se había transformado en vampiro casi hacía dos años.
Miró fijamente dentro del cuarto de baño y se estremeció hacia las toallas y las ropas tiradas
en el suelo. Gracias a Dios no tenía que limpiar detrás de ellos. Había una sirvienta que
pertenecía a un Vampiro que entraba por la noche. Su mirada aterrizó en un montón de
revistas de chicas en una cesta. ¡Puaj! Que cerdos.
Corrió de vuelta a las escaleras hacia el primer piso, luego fue por otra ruta a la gran escalera.
No había cámaras de vigilancia en los cuatro pisos, así que al menos no tenía el incómodo
sentimiento de ser vigilada. Corrió pasando su dormitorio para comprobar los otros cinco
dormitorios en el segundo piso. Luego corrió a través de todos los dormitorios en el tercer
piso. Con el tiempo acabándose, maldijo a través de los dormitorios en el cuarto piso.
—No. —Ella estaba respirando pesadamente por toda la carrera. —He buscado en cada piso.
Excepto en el quinto.
—Compruébalo.
Ella parpadeó. Connor la había avisado de que no entrara en la oficina privada de Roman
Draganesti y en su dormitorio. Aparentemente el gran jefazo tenía algunas cosas allí.
Probablemente un esqueleto en el armario. —Pensaba que ese piso estaba fuera de los límites.
—Normalmente sí, pero no podemos pasar todo el día sin saber dónde está Ian. Así que ve a
mirar. —Howard colgó.
Ella metió el teléfono en su bolsillo y subió las escaleras. En el descansillo superior, descubrió
dos puertas que flanqueaban un cuadro al óleo de algunas ruinas. Intentó la puerta de la
derecha. Se abrió.
La habitación estaba totalmente a oscuras. Buscó a tientas a lo largo de la pared por el quicio
hasta que localizó un interruptor. Una solitaria bombilla se encendió, situada sobre el largo
escritorio. Las estanterías se situaban detrás de este y una silla de terciopelo rojo delante. Su
corazón se tambaleó al ver el ordenador en el escritorio. Podía ser la respuesta a sus plegarias.
4 "Cum on Feel the Noize" es una canción de rock originalmente lanzada por Slade en 1973
La gran sala se extendía de vuelta a las sombras. Toni podía distinguir las demás sillas, una
mesa, y una barra. En el borde más alejado de la sala, señaló el panel de madera oscura de un
conjunto de dobles puertas.
Cuando se acercó a las puertas dobles, oyó un pitido como un teléfono descolgado. Ella
empujó las puertas abiertas. La sombra de una enorme cama surgió ante ella con una sombra
oscura encima. Bordeó la cama por la derecha y buscó a tientas la lámpara de la mesilla. Una
débil luz, no más brillante que una luz de noche, se encendió.
Ahí estaba en el lado más alejado de la cama tamaño rey, tumbado encima de una cómoda
gamuza bronceada. Su cara estaba alejada de ella, así que todo lo que podía ver era su espeso
pelo negro y la cola de caballo que se acurrucaba encima de la almohada.
Algunos hombres podían aparecer afeminados con el pelo hasta los hombros y una camisa,
pero en Ian, el efecto era bastante opuesto. Había algo salvaje y tosco en él, como un guerrero
escocés que se negaba a ser civilizado. Solo su visión hacía que su latido se acelerase y los
pensamientos de rebelión aparecieran en su cabeza.
Toni bordeó la cama, pasando por sus enormes pies cubiertos con calcetines negros. Los
viejos cuentos de esposas sobre los hombres con grandes pies debían ser ciertos. Su mirada
volvió a su falda escocesa. Sus piernas estaban extendidas con la tela de la falda cayendo
ligeramente sobre ellas. Lo que había sido una sorpresa darse cuenta de que el tipo no llevaba
nada de ropa interior. Su cara se calentó, recordando la divertida inclinación de su boca y el
brillo en sus ojos. No te avergüences en absoluto. No, él no había parecido... audaz, como si
hubiera disfrutado de su inspección sorpresa.
Ella ladeó su cabeza, enfocada en el área oscura y ensombrecida entre sus muslos.
Lentamente, se inclinó hacia un lado.
Con un jadeo, ella se enderezó. ¿Qué pasaba en ella? El hombre estaba muerto, y ¿estaba
intentando levantar su falda? Gracias a Dios no había cámaras allí.
Abrió su teléfono. —Está bien, Howard. Tengo a Ian aquí. Está en la cama.
Él rió. —Me di cuenta de eso, menina. Así que, ¿quién es ese tipo en tu cama?
—Bueno, sí, algo así. —Toni empujó su pelo mojado detrás de sus orejas. —Mira, Carlos, no
puedo hablar ahora mismo. —Al sonido de su sugestiva risa, ella se enfurruñó. —No es lo
que estás pensando. El tipo está realmente... muerto ahora mismo.
Toni gruñó. Quizás era su herencia brasileña, pero su vecino de la puerta de al lado, Carlos
Panterra, tenía una mente de un camino. —Carlos, ¿todo está bien en el apartamento?
—Sí, por supuesto. Estaba alimentando a tu gato. Dice que os echa de menos a ti y a Sabrina.
Yo también.
—Lo sé. Volveremos pronto, espero. Ahora tengo que irme antes de que llame Howard.
—No es... no importa. Lo explicaré después. —Se movió hacia el lado de la cama.
—Ese nuevo tono que puse en tu teléfono, —continuó Carlos. —Ahora te estás balanceando a
la vez a los chicos grandes.
—Sí, cierto. Adiós, Carlos. —Toni cerró su teléfono y lo metió en su bolsillo. Era una
asquerosa vergüenza que fuera tan inepta para la tecnología moderna. No tenía ni idea de
cómo quitar el tono con el que Carlos la había maldito.
Hablando de teléfonos, había un pitido aún en la cama con Ian. Él obviamente lo había estado
sujetando cerca de su oído, pero ahora sus dedos estaban relajados, curvados ligeramente
donde descansaban en la almohada. El receptor debía haberse deslizado debajo de la
almohada, pero eso ahora estaba acurrucado en el recodo de su cuello y hombro. Su cabeza
estaba girada hacia ella, sus ojos cerrados.
Ella tuvo el asqueroso sentimiento de que sus ojos de repente podrían abrirse y mirarla con la
mirada en blanco de un zombi. Con un estremecimiento, apartó ese pensamiento. Alcanzó el
receptor, pero accidentalmente rozó su mano sobre sus dedos. Ella apartó su brazo.
Disparada, nunca había tocado a una persona muerta antes. Pero no se había sentido frío y
duro como había esperado.
Deslizó su mano entre sus dedos y su cuello y lentamente sacó el teléfono. Sus nudillos
rozaron la parte superior de su barbilla. Estaba áspera con el pelo. Ella se estremeció, dándose
cuenta de cuan cerca estaba de tocar su boca. Sus labios estaban ligeramente separados,
perfectamente formados.
Retrocedió, llevando el teléfono a su pecho. Su expresión era pacífica, tan diferente de las
intensas emociones que había visto antes. El espeso flequillo negro de sus pestañas lanzaban
una sombra en sus pálidas mejillas. Maravilloso. Un hombre no debería parecer tan dulce y
tosco al mismo tiempo.
Su mirada cayó en el hoyuelo de su barbilla. Había sido lo primero que había notado en él.
Todo el tiempo él había sido puntilloso con ella, ella había querido pincharlo con su dedo.
Levantó su mano, luego la volvió a bajar. ¿En qué estaba pensando? Él era uno de ellos.
Ella saltó. Por Dios, necesitaba conseguir un agarre. Levantó el receptor. —Está bien, Howard.
Le encontré.
Hubo una risita femenina. Definitivamente no era Howard, a menos que tuviera un secreto
que ella no conocía. —¿Hola?
Toni dudó. Si esta chica conocía a Ian, ¿no debería saber que él estaba muerto en este
momento? —No puede ponerse al teléfono ahora mismo. ¿Puede darle un mensaje?
—Bueno, eso creo. —La persona que llamaba rió otra vez.
Toni encontró un bolígrafo y una libreta de papel en el cajón de la mesilla. Esperó, pero hubo
silencio. —¿Hola? Necesitaré que me deje el mensaje.
Toni esperó mientras la persona que llamaba seguía en silencio, aparentemente intentando
pensar. ¿Ian actualmente conocía a esta chica? ¿No había dicho que estaba buscando a una
mujer Vampiro? Esta chica tenía que ser mortal porque era de día, y estaba consciente. —
¿Puede decirme su nombre?
—Aún no lo he hecho. Solo que le encontré en Single in the City. Es un servicio de citas,
¿sabes?
—Ya veo. — ¿Así era como Ian planeaba encontrar a su verdadero amor? No tenía sentido si
él estaba buscando solo mujeres Vampiro.
—Sí, solo vi su expediente, —continuó Mitzi. —Y su foto. ¡Y tuve que llamar porque está muy
caliente!
Mitzi recitó su número. —¿Puede decirle que quiero salir con él? Y él probablemente tendrá
suerte, ¡porque está muy caliente! —Ella rió, luego, menos mal colgó.
Al segundo de que Toni dejara el receptor, el teléfono sonó otra vez. Este tenía que ser
Howard. —¿Hola?
¿Otra mujer? Al menos no era Mitzi. —Ian no está disponible en este momento. ¿Podría dejar
un mensaje?
—Mi nombre es Lola. Acabo de leer el expediente de Ian en Single in the City, y debo decir,
que fue fascinante.
—Apuesto a que sí. —Toni miró al ordenador en la puerta de la oficina de al lado. Podría
necesitar echar una mirada a su expediente.
—Sí, —continuó Lola. —Especialmente me gustó la parte del castillo en Escocia de Ian, y
como había gastado algo de su vasta fortuna en renovarlo.
¿Vasta fortuna? Toni bufó, luego lo cubrió con una delicada tos. En serio dudaba de que Ian
tuviera una vasta fortuna cuando estaba trabajando como guardia de seguridad para
Industrias Romatech. ¿Realmente se rebajaría a decir mentiras por Internet para conseguir
citas? Era un hombre divino. ¿Por qué tendría que mentir por algo, a parte del pequeño
problema de estar muerto la mitad del tiempo?
—Ya ves, — Lola descendió su voz dramáticamente, —Era una princesa real en mi vida
anterior. Pertenezco a un castillo.
—Guau.
—También soy vegetariana, —anunció Lola. —Espero que Ian también lo sea. Es tan caliente.
—Cierto. Bueno, puedo decir con seguridad que no come carne.
Toni escribió el número debajo, luego miró a Ian. —Mentiroso. Dijiste que no querías citas
mortales.
Cum on feel the noize! Ella saltó. Ahora este tenía que ser Howard. O Sabrina. Sacó su móvil. —
¿Hola?
—Todo está bien. Ian está en el dormitorio del quinto piso. El teléfono estaba descolgado,
pero lo coloqué.
Toni parpadeó. —Probablemente llamó por mí. El concepto de una guardaespaldas femenina
era demasiado raro para él.
—Sí, un poco.
Ella hizo una mueca. Ian actualmente tenía razón para sospechar de ella. Tenía que esconder
la agenda, aunque seguramente no quería ningún daño para los Vampiros.
—¿Necesitas algo hoy? —Preguntó Howard. Se aseguraba de que las provisiones fueran
entregadas a la casa, así Toni no tendría que dejar sus cargos sin protección.
—Estoy bien por ahora, pero tengo un examen final el viernes en NYU 5. Necesitaré irme al
mediodía.
—Lo recuerdo. Hemos arreglado que vaya a la casa para que puedas ir.
—Se quedan en Romatech, así que los guardias pueden mantener un ojo en ellos. No te
preocupes. Lo tenemos cubierto.
—Genial. —Howard paró. —Ya sabes, probablemente puedes conseguir un trabajo mejor que
esto. Esto no es muy... intelectual.
—Sí, bueno, los Vampiros saben cuán importante es tener mortales en los que puedan confiar.
—Lo comprendo. —El teléfono en la mesilla sonó. —Oh Dios, espero que no sea ni Mitzi ni
Lola.
—Esas chicas que siguen llamando a Ian. Aparentemente se inscribió en un servicio de citas
online.
—Estás de broma.
—Eso quisiera. Te llamaré para el informe de las diez en punto. —Toni cerró su móvil y
respondió al teléfono de la casa. —¿Hola?
—Genial. Soy Destiny. —Dio su número de teléfono. —Ian es tan caliente. Ya sabes, estoy
totalmente sintetizada con las vibraciones armónicas del cosmos, así que puedo decir que Ian
y yo nos pertenecemos mutuamente.
—Ya veo. —Y su vasta fortuna no tenía nada que ver con eso. —¿Algún mensaje para Ian?
—Sí. Adoro dar paseos en la lluvia y sentarme en la playa para ver el amanecer.
—Genial. —Toni escribió Planes para matarte por combustión espontánea debajo de su nombre.
—Gracias por llamar.
Ella colgó y miró a Ian. —¿Te das cuenta de que mi mejor amiga está en el hospital, y en lugar
de ser capaz de llamarla, estoy pegada hablando con tus ridículas novias? —Su voz se levantó
hasta un grito, pero Ian solo se quedó tumbado allí, inconsciente.
—¿Por qué estás buscando a una mujer? ¿Por qué creería un vampiro en el amor verdadero?
¿Realmente crees que puedes ser fiel durante siglos? ¡Unos pocos años es demasiado pedir en
estos días!
Él no respondió.
Él no discutió.
Ella caminó a la oficina adyacente. No iba a la universidad solo para terminar como una
secretaria social para un cachondo y caliente vampiro. Es demasiado para su tercera
afirmación, Lograré algo significativo con mi vida.
Necesitaba hablar con Sabrina. Eso la calmaría. Abrió su móvil y marcó el hospital. —¿La
habitación de Sabrina Vanderwerth, por favor?
Toni se sentó en la silla de cuero negro detrás del escritorio y golpeó el ordenador. Quizás
podía encontrar algo útil en los expedientes del ordenador. Su búsqueda en la biblioteca no
había revelado nada. El teléfono en el escritorio sonó. Genial, otra mujer. Toni rápidamente
tomó su nombre y número, luego colgó después de que Britney expusiera diez razones por
las que Ian estaba caliente.
Mientras tanto, el operador del hospital volvió en su móvil. —Sabrina Vanderwerth ha sido
dada de alta.
Una astilla de alarma se arrastró por la columna de Toni. —Pero la vi la noche pasada.
¿Cuándo fue dada de alta?
—Espere, —comenzó Toni, pero el tono de marcaje señaló que había sido cortada.
Después de siete tonos, fue transferida al buzón de voz. —Bri, soy Toni. Acabo de oír que te
dieron el alta del hospital. Llámame. —Comprobó los mensajes de su teléfono. Nada de nada.
¿Dónde estaba Sabrina?
El teléfono del escritorio sonó otra vez. Esta vez era La Toya quien pensaba que Ian era
caliente. Luego Michelle, y luego Lauren. Aparentemente el tío bueno de Ian se estaba
convirtiendo en legendario.
—Esto es demasiado, —gruñó Toni. Usó el teléfono de la casa para llamar a su apartamento.
Quizás Sabrina había vuelto simplemente a casa, y estaba preocupada por nada.
El teléfono sonó hasta que respondió el contestador automático. —Bri, ¿estás ahí? Llámame,
estoy preocupada por ti.
Hubo una pausa, luego Carlos habló, su voz más profunda de lo habitual. —Toni, necesitas
decirme lo que está pasando.
—Lo haré, esta noche, cuando salga de trabajar. —Toni colgó, luego el teléfono
instantáneamente sonó.
—Oh sí, cariño. Vi su foto en Single in the City, y pensé que era tan...
—¿Caliente?
—Oh, totalmente. —Toni colgó, luego se frotó las sienes. —Esto no me puede estar pasando.
Estoy pegada a la Zona del Crepúsculo. —Se giró hacia el ordenador y tecleó en Mis
Documentos. Una caja de seguridad vino en la pantalla, preguntando por la contraseña.
—Maldición. —Si no fuera tan idiota con la tecnología, podría pasar esto, pero no tenía una
clave. Oh bueno, incluso si encontrara un documento donde un montón de Vampiros
confesaban ser reales, ¿actualmente probaría algo? Nadie podía escribir semejante tontería y
reclamar ser cierto.
Hablando de falsos reclamos, necesitaba comprobar el expediente de Ian en Single in the City.
Fue fácil encontrarlo. Estaba en la página principal en una lista de los diez más populares. Su
foto era genial, pero su expediente sonaba como un Don Juan con Viagra. Cuanto más leía,
más sentía que el vapor salía por sus orejas.
El teléfono sonó otra vez. Y otra vez. Y otra vez. La lista de nombres era ahora de treinta y
cuatro chicas y dos chicos que pensaban que Ian era más caliente que el magma líquido.
¿Cómo localizaría a Sabrina? ¿O estudiaría para su final?
El teléfono sonó otra vez. Ella lo levantó bruscamente. —Sí, ¡Ian está caliente! Pero tendrás
que esperar tu turno.
—Genial. —La chica explotó un chicle. —No me importa compartir. ¿Está en un grupo de
sexo?
Toni rechinó sus dientes. —Solo dame tu nombre y tu número. —Escribió la información y
golpeó el receptor. —¡No lo cogeré más!
Ella tanteó en el cajón del escritorio y encontró un gran permanente negro para marcar. Entró
en el dormitorio y miró a Ian. —¡Si suspendo mi final, será culpa tuya! — Estiró su camiseta
blanca a través de su pecho duro como una roca y musculoso, luego escribió en letras
mayúsculas CALIENTE, CALIENTE DELICIOSO Y VIRIL. Debajo escribió, Para un buen
tiempo, llama a Travis.
Luego bajó las escaleras hacia el primer piso, y se giró hacia el contestador. A los vampiros no
les gustaría, pero ella no tiraría a la mierda su último examen por la vida amorosa de Ian.
Cuando descendió al sótano, oyó el teléfono sonar otra vez. Los chicos en el sótano estaban
bien, así que llamaría a Howard para el informe de las diez en punto. Explicaría lo del
contestador, y él estaría de acuerdo.
Mientras se comía su almuerzo en la cocina, el teléfono sonó doce veces más. Aún estaba
sonando cuando subió las escaleras a su dormitorio. Desconectó el teléfono allí para poder
estudiar en paz. Comprobó a los chicos otra vez a la una y a las cuatro p.m. después de sus
informes de la tarde.
También llamó al hospital y habló con una enfermera de la planta donde Sabrina había
estado. La enfermera admitió que Sabrina se había ido con su familia, pero no dijo más que
eso. Tenía que ser la tía y el tío de Sabrina, desde que eran la única familia que Sabrina tenía.
Toni no podía recordar su apellido. La información estaría en el apartamento. Mientras tanto,
Sabrina no devolvió la llamada, así que Toni continuó preocupada por ella.
A las cuatro y quince, Toni se cambió el uniforme y descendió a la cocina para tomar un
aperitivo. Sería capaz de irse después de que los chicos se despertaran, lo cual sería en
cualquier minuto ahora. Afortunadamente, el sol se ocultaba antes en Diciembre.
—Buenas tardes. —Dougal paseó en la cocina, seguido por Phineas. Se dirigieron derechos a
la nevera a por algunas botellas de sangre.
La puerta de abrió de golpe, y Ian entró. Frunció el ceño a Toni y golpeó una mano contra su
camiseta marcada en negro. —¿Qué demonios es esto?
Capítulo 4
I an había olvidado lo bonita era—lo bastante bonita para codificar sus pensamientos
por un segundo. Pero no importaba lo brillante y dorado que fuera su pelo, ni cómo de rosa y
dulce se curvara su boca. O cómo su jersey verde hacía juego con el verde de sus ojos.
Cualquier guardia, que escribiera un graffiti en un Vampiro que estuviera durmiendo no era
un guardia en el que se podía confiar.
Phineas echó un vistazo y arrojó su desayuno por todo el mostrador de la cocina. Luego
empezó a reírse. Dougal, al menos, estaba tratando de ahogar su risa.
—No te preocupes, dulzura. Lo limpiaré.— Phineas cogió una esponja del fregadero de la
cocina. —Le conseguiste lo mejor.
—Yo no llamaría a esto lo mejor.— Ian frunció el ceño a Toni. Ella no había contestado a su
pregunta. Se había sentado en la mesa, jugando con una servilleta de papel, mientras que un
rubor rosa arrasaba sus mejillas. El olor a sangre apresurada encendió su hambre. Sus encías
se estremecieron. Su estómago dio punzadas. Se fue hacia la nevera, tomó una botella de
sangre sintética, y la engulló fría.
Sus mejillas crecieron a un rojo brillante. —No, por supuesto que no.
—¿Por qué tan enfadado, hermano?— Phineas limpió el mostrador. —Yo sería feliz si Toni
escribiera en mi camisa. Mierda, podría escribir sobre mí todo el día.
Dougal frunció el ceño. —La falda escocesa es una excelente tradición varonil, entre los
escoceses.
¿Le gustaba su falda escocesa? Ian siempre había considerado que el tartán MacPhie era uno
de los mejores. O tal vez a ella le había gustado lo que había debajo. Él se golpeó
mentalmente. Esta chica le distraía con demasiada facilidad. —No has contestado a mi
pregunta.— Se golpeó el pecho. —¿Por qué diablos hiciste esto?
Ella levantó la barbilla. —Admitiré ahora que fue un error, pero en ese momento, estaba muy
enfadada contigo.
—¿Enfadada?— Ian le dio una mirada de incredulidad. —¿Qué podría haber hecho para que
te enfadaras? Estuve muerto todo el día.
—Estabas vivo en Internet. La gente estaba mirando el Single in the City, y el teléfono no
paraba de sonar. Tengo mis propios problemas para hacer frente, así que...
—¿Me están llamando mujeres?— Ian la interrumpió. No lo podía creer. El plan de Vanda
estaba funcionando.
Toni le lanzó una mirada de fastidio. —¿No has visto los mensajes que te dejé escaleras
arriba? ¿En la mesilla de noche?
—No, estaba distraído con esto.— Apretó una mano contra su pecho. Quería seguir enfadado,
pero el pensamiento de mujeres que lo perseguían en realidad era increíble.
—¿Me están llamando mujeres?
Toni se quejó, y luego llevó su plato al fregadero. —Sí, señor Súper Ego. Cuarenta y tres
mujeres y dos hombres, para ser precisos. Y eso fue antes de las 10 a.m.
Ian murmuró algunas palabras en gaélico que hizo reír a Dougal. Su entusiasmo inicial fue
desapareciendo, ahora se daba cuenta de que todas las mujeres que habían llamado durante
el día eran mortales. Ninguna de ellas lo podría hacer.
—No te molestes.— Toni volvió a la mesa donde había dejado algo de ropa en la parte trasera
de una silla. Se enrolló el pañuelo verde al cuello. —Es probablemente que sea otra mujer
desesperada. El contestador automático los recoge desde esta mañana.
—¡Pero podría estar caliente!— Phineas levantó el receptor. —Hola,— dijo en una voz
profunda y sexy. —Usted ha llegado a la morada de lujo del Dr. Phang, el doctor amor. Dime
dónde te duele, cariño.
—Toni,— Dougal habló en voz baja. —Se supone que tenemos que contestar el teléfono
durante el día. No queremos que la gente piense que la casa está vacía.
Toni resopló. —Mira ¿ves a lo que me refiero? Es por eso que Howard accedió a dejarme usar
el contestador automático.
Ella no le hizo caso y salió de la cocina, dejando la puerta giratoria moviéndose a su paso.
—Maldita sea,— gruñó Ian. Se tomó el resto de su desayuno frío, y luego puso la botella en el
fregadero en su camino a la puerta de la cocina.
—Es una buen boxeadora, y tiene buenas razones para odiar a los Malcontents,— respondió
Dougal.
—Eso es alentador.— Ian se dirigió al vestíbulo y encontró a Toni en la puerta, golpeando los
botones del panel de seguridad. —No puedes salir.
—No veo por qué no. Estoy fuera de servicio.— Terminó el código para liberar la alarma,
luego agarró el pomo de la puerta.
—Estás exagerando.
Toni le dio una sonrisa sabihonda, entonces se acercó de nuevo a la puerta principal. —Es
mejor que te pongas a trabajar. Te va a llevar horas devolver todas esas llamadas.—
—Las eliminaré.
—¡Tu realidad! ¿Crees que eres demasiado bueno para los simples mortales?
Sus ojos se estrecharon. —Está bien. Vamos a atenernos a los hechos. Estas son personas
reales que llama con sentimientos reales. Sólo un patán pomposo les negaría la cortesía de
una respuesta.
Se acercó a ella. —No me sermones sobre la cortesía, no lo hagas cuando escribiste esta basura
sobre mí mientras yo dormía.
—¡Estaba enfadada!— Ella dio un paso hacia él, sus mejillas cada vez más sonrojadas. —Tuve
que soportar horas de personas gimiendo, ¡Oh, Ian es tan caliente! Tienes suerte de que sólo
escribiera en tu camiseta. ¡Casi vomité en ella!
Tenía problemas para concentrarse en sus palabras, porque su sangre rápida llegaba de lleno
a su nariz, y sus palpitaciones rápidas golpeaban su cabeza. Sólo al mirar se perdía en las
profundidades ardientes verdes de sus ojos haciendo que su audición se embotara. El olor de
su sangre en combinación con la fragancia de su pelo y piel, nunca había respirado un aire tan
dulce.
Ella dio un paso atrás. —¿Qué pasa? Tus ojos parecen un poco raros.
Se esforzó por pensar. ¿Por qué tener todas esas llamadas la hizo enfadar? Entonces, un
repentino pensamiento le golpeó. —Estabas celosa.
Se refirió a las palabras en el pecho. —No querías a otras mujeres diciendo que era atractivo.
—Nunca te llamaron atr... — Ella dio un respingo. —Me tengo que ir.— Se movió hacia la
puerta.
Agarró el pomo de la puerta. —Tengo cosas que hacer, lugares a donde ir.
Sus ojos brillaban de furia. —Tomé un juramento para proteger tu piel egoísta.
Ella arqueó una ceja. —Tal vez sólo seas tú el que no me gusta.
Su mirada se desvió por encima de su cara, y luego hacia abajo sobre su chaqueta hasta las
caderas y sus vaqueros ajustados. —Puedo decir cuando estás mintiendo, muchacha. Puedo
oír tu corazón acelerado y el olor de la sangre moviéndose a tu cara.
Sus mejillas se volvieron de color rosa. —No tengo que explicarme ante ti.
—Está bien. Entonces no tengo más remedio que investigar.— Sonó el teléfono,
distrayéndolo. —No te vayas,— le advirtió, y luego se dirigió hacia el teléfono.
Toni hizo un ruido frustrado detrás de él, y él miró hacia atrás. Con un gesto de impaciencia,
liberó el pelo de la bufanda que lo había inmovilizado. Las hebras doradas se desplomaron
alrededor de sus hombros. De alguna manera, se las arregló para hacer que un movimiento
simple la hiciera elegante y hermosa.
El contestador automático, y la voz de una mujer llenó el vestíbulo. —Ian, acabo de leer tu
perfil, y me encantaría conocerte. ¿Estás ahí? ¡Cógelo!
—No es tan simple.— Ian no podía decir si esta mujer era una vampiresa, y no era algo que
podía preguntar. Joder. Tendría que quedar efectivamente con todas las mujeres que llamaran
por la noche. En el momento en que él las viera, sabría si estaban vivas o muertas. Pero ¿y si
había cientos de ellas?
Se pasó una mano por el pelo. —Esto es demasiado. Tendré que dejar a Vanda hacer esto.
—Una amiga. Ella escribió mi perfil y me puso en el sitio de las citas. Sólo tenía la intención
de ayudar, pero...
—¿Qué?— Toni caminó hacia él. —¿No has escrito tu propio perfil?
Ian bajó el volumen para poder hablar con Toni. —Dejé que Vanda lo escribiera. Dijo que
sabía lo que las mujeres querían oír. Supongo que lo hace, ya que muchas están llamando.
Toni arrugó la nariz. —No es lo que yo querría oír. Nunca he leído tontería como esa en toda
mi vida.
—¿Has leído mi perfil?
Metió su cabello detrás de la oreja. —Tenía curiosidad. Es decir, cientos de mujeres llamaron.
Quería saber qué las había excitado tanto.
—Por supuesto. “Mi verdadero amor será como una princesa resplandeciente, iluminada por las
estrellas en mi castillo encantado de Highland. Y voy a ser su esclavo devoto de amor, atendiendo a
cada uno de sus deseos de vigilia hasta que esté inundada de olas de placer sensual. ¡Oh, el éxtasis! ¡El
éxtasis! ¡Las náuseas!— Toni señaló su boca como si quisiera inducir el vómito.
Ian hizo una mueca. La prosa de Vanda sonaba demasiado dramática, pero entonces la
reacción de Toni parecía un poco exagerada, también. —Es interesante que recuerdes las
líneas de memoria. Me siento halagado de que lo hayas estudiado con tanto cuidado.
Su boca se abrió, y luego se cerró de golpe. —Debes poner a Vanda a hacer algunas ediciones
serias. La forma en que está redactada ahora, no suena muy varonil ....
Él arqueó una ceja. ¿Le estaba retando de nuevo? —Le echaré un vistazo esta noche.
—No.— Se encogió de hombros. —Estoy seguro de que Vanda hizo un trabajo mejor de lo
que yo jamás podría.
Toni le dio una mirada sospechosa. —No es como si fueras modesto.— Sus ojos de repente se
ampliaron. —¡Oh Dios mío! ¿Estás nervioso por tener citas?
—¿Cómo puedes estar nervioso? ¿No has estado seduciendo a las mujeres durante años, así
podrías obtener su... sangre?
—Eso fue diferente. Estoy buscando a mi verdadero amor ahora, la mujer con la que voy a
casarme y a pasar el resto de mi vida con ella. No estoy realmente seguro de cómo encontrar
a la más adecuada. Hay muchas para elegir.
—Sí, es una ardua tarea.— Su mirada creció simpática. —Pero no debes preocuparte. Lo vas a
hacer muy bien. Sólo necesitas un poco de práctica. Lo hiciste muy bien anoche, cuando
coqueteaste conmigo.
— ¿Te gustó?
Sus ojos se endurecieron. —Yo no diría eso.
Sonrió. —Lo soy, en realidad. Esa es mi área de especialización.— Se dio cuenta de la mirada
cautelosa que de repente apareció en sus ojos. ¿Estaba preocupada por lo que podría
descubrir sobre ella? —Me dijiste que necesitaba más práctica. ¿Vas a dejar que practique
contigo?
—Sólo llevará algunos minutos.— Él hizo un gesto hacia la sala. —Lo agradecería muchísimo.
Podía ver las ruedas girando detrás de sus ojos verdes encantadores. ¿Tal vez si estaba bien y
de humor, se olvidaría de investigarla? Posibilidad remota. Ella era demasiado intrigante.
—Gracias.— Él esperó a que ella dejara caer su bolso en el sofá, y luego se quitó la chaqueta.
Cuando se sentó en el borde del cojín del sofá, se sentó a su lado.
Miró con recelo hacia él. —No estoy segura de que realmente lo necesites. Estás coqueteando
como en la noche.
—No me había dado cuenta de lo que estaba haciendo hasta que me lo has dicho. Debo haber
estado distraído por todas las otras emociones que estaba sintiendo. — Como sospecha. Y
lujuria.
—¡No!— ¿Qué la hizo tan delicada sobre eso? ¿Había alguien reducido su ego en el pasado?
—Toni, apenas te conozco, pero no puedo ver algo remotamente indigno en ti. Algún hombre
será bendecido y honrado de recibir tu amor.
—Sólo quise decir que no tenemos que preocuparnos de cómo nos sentimos el uno del otro.
Que no importa porque no podemos tener una relación. Va contra las reglas.
—De acuerdo.— Ella se inclinó hacia atrás y se cruzó de brazos. —Está bien. Ya que no
puedes ser afectado de ninguna manera, vamos a ver lo que puedes hacer. Intenta usar tu
mejor sex appeal, conmigo.
Ella se movió hacia él. —Me ves en un bar. Soy una sexy, dama Vampira con un magnífico
conjunto de colmillos.... Así que haces tu movimiento... — Ella lo miró, expectante.
Suave y encantador. Eso había funcionado para Jean-Luc. —Buenas noches, señorita. Tiene un
aspecto muy atrayente esta noche.
—Gracias.— Entrecerró los ojos. —Que buen tiempo que estamos teniendo.
—De hecho, Sra. Darcy. Me temo que las ovejas temblarán en el páramo.— Ella hizo una
mueca. —¿De qué siglo vienes?
Ella se burló. —No lo suficiente. Todavía estás por detrás de unos doscientos años.
No sabía de lo que estaba hablando. —Creo que el encanto nunca pasa de moda. Funcionó
para Jean-Luc.
—No lo conozco. Mira, tienes que sonar más moderno. Más cool. Inténtalo de nuevo.
Buscó en su mente las palabras adecuadas. —Yo, mamá caliente, ¿vamos a bajo?
Ella se echó a reír. —Ahora hablas como Phineas, excepto que acabas de decir, 'Vamos a las
dunas'. Oh Dios, el acento es tan divertido.
—Gracias.— Él le dirigió una mirada irónica. —Tal vez puedo pronunciar mal para tener los
afectos de una dama.
—Entonces has malinterpretado mis motivos. Abriría las puertas para mostrar respeto, sin
faltarle el respeto.
—Pero, ¿realmente respetas a las mujeres? ¿No hemos sido sólo la cena durante siglos?
Sus ojos se abrieron. —Vemos las cosas de manera muy diferente el uno del otro.
—Eso sólo lo hace más fascinante para mí.— Él miró a sus ojos y vio una mezcla de
emociones luchando una contra la otra. Era tan hermosa. Así que se decidió a ser duro y
ocultar sus heridas.
¿Se asustaría ella si supiera cuan atraído se sentía hacia ella? —Nunca te haría daño,
muchacha. Solo espero que lo sepas.
Ella se apartó de repente y miró hacia otro lado. —¿Estabas usando el control mental sobre
mí?
—No.
—Entonces, ¿por qué estoy...?— Ella le dio una mirada cautelosa. —No importa.
¿Sintió ella esa sensación, también? Este tirón extraño entre ellos. Estiró un brazo a lo largo de
la parte posterior del sofá. —Dime, Toni, cuando se trata de salir con una chica moderna,
¿sería correcto que la besara en la primera cita?
Ella puso su bolso en su regazo. —Un beso en la mejilla estaría bien. O un beso rápido cuando
vayas a decir adiós.
—Sólo me estaba refiriendo a un más profundo, y satisfactorio beso. Pero desde que tú tienes
prisa por meterte en mi cama...
—Creo que has tenido suficiente práctica.— Ella saltó sobre sus pies y se puso su abrigo.
—Gracias. Esto fue muy educativo.
—De acuerdo.— Ella colgó su bolso sobre su hombro. —Créeme, te irá bien con la cita.— Ella
se dirigió a la puerta principal.
¿Estaba celosa? —Las noches son largas. Te veré por la mañana antes del amanecer. Todavía
tenemos que hablar.
Ella sacudió la cabeza mientras cogía el pomo de la puerta. —No hay nada de qué hablar.
Sus ojos brillaban de furia. —¿Por qué no me dejas en paz?— Se fue, cerrando la puerta detrás
de ella.
Esa era una buena pregunta. Él tenía dos citas esta noche y un montón de llamadas
telefónicas que devolver. Pero por alguna razón, no podía sólo dejar salir a Toni. Llenaba sus
pensamientos. La deseaba, pero era más que lujuria. Ella era un misterio. Un misterio
hermoso e inteligente. Y era condenadamente divertido coquetear con ella.
Se teletransportó a la quinta planta para ducharse y cambiarse. Primero iría a ver a Connor a
Romatech y comenzaría su investigación. Había un par de horas para matar antes de reunirse
con sus citas en Horny Devils.
En el cuarto de baño, se quitó la camiseta, y luego miró las palabras que Toni había escrito.
¿Podría realmente estar celosa de que muchas mujeres lo desearan? ¿O simplemente quería
que estuviera celosa? Una cosa era segura. Estaba totalmente intrigado por esa hermosa mujer
guardia.
La Regla de oro de Angus MacKay se repetía en el fondo de su mente. Un guardia nunca debe
involucrarse románticamente con sus cargas. Ella estaba prohibida. Ella era mortal.
Ese simple acto había hecho maravillas para la motivación de todo el mundo. Los hombres se
habían ofrecido para cazar por él. Las mujeres se habían ofrecido a enrollarse con él. Todas
excepto una. La morenita, Nadia, le había mirado aterrada.
Así que, por supuesto, la había seleccionado. Él sonrió, recordando la hora brutal que había
pasado con ella. Cuando finalmente había dejado de escabullirse entre lágrimas, había
disfrutado la certeza de que su miedo hacia él había crecido. Ella todavía tenía algún espíritu,
sin embargo. Él la rompería muy pronto. Era un partido que había disfrutado muchas veces a
lo largo de los siglos.
Terminó escaneando la habitación. Estaba limpio, y se quedaría de esa manera ahora que
estaba a cargo. Los maestros del aquelarre anterior habían sido idiotas. Ivan Petrovsky había
terminado traicionado y asesinado por su propio aquelarre. Katya Miniskaya había hecho un
montón de dinero, sólo para despilfarrar todo en un patético intento de matar a un ex amante
que le había dado calabazas.
Ni Ivan ni Katya habían reconocido lo que era verdaderamente importante. Cuando Roman
Draganesti invadió este edificio durante el día para rescatar a uno de sus secuaces, Ivan había
aumentado simplemente el número de guardias de día. ¡Qué idiota! Draganesti había estado
despierto durante el día. Lo importante le había evadido completamente Ivan. Y a Katya.
Un vampiro que podía mantenerse despierto durante el día podría dominar el mundo. Todos
los vampiros tienen que inclinarse ante él por temor a ser asesinados durante su descanso
diario.
—¿Maestro?— Yuri llamó a la puerta. La puerta estaba abierta, pero tenía miedo de entrar
sin que Jedrek le diera permiso.
Bien. Estaban aprendiendo rápido. Jedrek se sentó detrás de su escritorio y dejó caer el
detector de errores en un cajón. —Entra.
—Muéstrame.
Yuri dispuso algunas fotos digitales en el escritorio. —Esto es Romatech y algunos de los
vampiros que allí trabajan.
Yuri tragó saliva. —No hemos sido capaces de encontrarla. Todavía,— agregó rápidamente
en respuesta a los reflejos de Jedrek.
Jedrek miró a través de ellos. Había un escocés con faldas y un joven negro con el uniforme
MacKay.
Yuri señaló la foto de un tercer hombre. —Este hombre llegó ayer por la noche. No estamos
seguros de quién es. No coincide con ninguna de nuestras fotos anteriores.
Jedrek estudió la imagen de un joven en una falda roja y verde. —Otro maldito Highlander.
Juro que MacKay tiene un suministro infinito de ellos.— Tomó la última foto de una mujer
joven y rubia. —¿Quién es esta? ¿Su puta?
Jedrek puso su imagen hacia abajo. —¿No fue la noche en que dejaste que Sashenka se
sacrificara?
—Connor Buchanan lo mató,— dijo Yuri rápidamente. —Teníamos todo bajo control hasta
que se levantó.
Jedrek frunció los puños. —Eran tres contra uno. Debisteis matar al condenado
escocés. ¿Qué dije acerca de la incompetencia?
Jedrek miró al hombre, permitiendo que el miedo de Yuri creciera a medida que los segundos
pasaban. Respiró hondo. Le encantaba el olor del miedo. —Tienes suerte de que el evento
sucediera antes de convertirme en maestro. Tengo hambre ahora. Tráeme un mortal.
Jedrek pasó un dedo sobre la cara de la chica de la foto. —Tráeme una rubia. Me han dicho
que es más divertido.
***
Después de un viaje en metro y un corto paseo por Washington Square, Toni llegó al
apartamento del segundo piso que compartida con Sabrina. Dejó caer su bolso y las llaves en
la mesa de café, luego se quitó la chaqueta y la tiró y su bufanda en el asiento para dos. El
gato de Sabrina, Vanderkitty, saltó del sillón y se enredó alrededor de las piernas de Toni.
—Oye, Van.— Toni frotó detrás de las orejas del gato atigrado de color naranja. —¿Has visto
a tu mamá?
Van le dio una mirada de fastidio, y luego marchó a la cocina para asumir una pose
majestuosa por su tazón de alimentos.
—No me vengas con eso. Sé que Carlos ha estado alimentándote.— Toni se asomó dentro del
dormitorio de Sabrina.
Parecía el mismo que el pasado domingo—los vaqueros en el suelo, los libros de texto que
estaban abiertos a través de la colcha de chenilla de color púrpura. Antes de salir la noche del
domingo, Sabrina había pasado la mayor parte del día estudiando para los finales de esa
semana— finales que se había perdido. Toni había visitado a todos los profesores de Bri el
lunes para explicar por qué Bri estaría ausente. Que iba a ausentarse de sus cinco clases.
Por lo cual era tan extraño para Bri saliera del hospital con su tía y su tío. Toni había oído tan
poco acerca de esta pareja en los últimos años, que ni siquiera podía recordar sus nombres
completos. Joe y Gwen esto o lo otro, que de vez en cuando se acordaban de enviar a Bri una
tarjeta de Navidad. ¿Por qué habían de repente desarrollado un interés por su sobrina?
Toni encontró un libro de direcciones de color rosa difuso y hojeó las páginas. Era triste ver
cómo algunos nombres estaban en el libro. Aún más triste cuántos nombres habían sido
tachados en los últimos años. Pobre Bri. Era muy difícil para ella encontrar a gente en la que
pudiera confiar.
Toni llevó la libreta de direcciones de nuevo a la sala de estar y se dejó caer en el asiento para
dos. Vanderkitty saltó a la parte de atrás de su asiento para encaramarse cerca de Toni.
—¿Echas de menos a tu mamá?— Toni interpretó el ronroneo fuerte como un sí. —Sí, yo
también.
Pasó a través de las páginas de la libreta de direcciones. —¡Ajá!— Bajo la Ps, se encontró con
el Dr. Joe Proctor y Gwen, que vivía en Westchester. Esos tenían que ser, aunque Toni no
había sabido que el tío Joe era médico.
Se echó sobre el brazo del sofá cerca del teléfono inalámbrico sobre la mesa y se dio cuenta
del parpadeo de la luz de mensajes. Cuatro mensajes. Tres eran de ella, ya que había llamado
tres veces. Tal vez la cuarta era de Bri.
Toni apretó el botón de reproducir y escuchó su voz crecer cada vez más preocupada con
cada mensaje. Finalmente el último mensaje.
De acuerdo. Toni dejó los mensajes. Luego marcó el número de los Proctors. ¿Qué tipo de
médico era él? ¿Un proctólogo? Su ronquido se vio interrumpido por una voz femenina con
acento hispano.
Una voz diferente se puso al teléfono. —Buenas noches. Soy Proctor Gwen.
Dímelo a mí. Toni había sobrevivido a un ataque de vampiros, también. —¿Está bien?
—Tal vez, pero usted no está calificada para hablar con ella correctamente.
Mi marido es un excelente psiquiatra, un experto en el tipo de psicosis severa que Sabrina
está sufriendo en este momento.
El estómago de Toni cayó como si se hubiese tragado un ladrillo de cemento. —Bri no es una
psicótica.
—¿Sra. Davis?— Una voz masculina brusca se puso al teléfono. —Soy el doctor Proctor, el tío
de Sabrina. Puedo asegurar que está recibiendo la mejor atención disponible.
El puño de Toni se apretó alrededor del receptor. —Mire, ella tiene veintitrés años. No puede
decidir a quién habla.
—No sería una influencia positiva sobre ella en este momento,— respondió con calma. —La
pobre niña cree que fue atacada por vampiros.
—Y teme que vuelvan a hacerle daño otra vez. Estamos dándole un ambiente seguro para su
recuperación.
—Eso está muy bien, pero todavía quiero hablar con ella.
—La última vez que habló con usted, le pidió que demostrara que sus atacantes eran
vampiros reales,— continuó el Dr. Proctor. —Y usted estuvo de acuerdo.
—Ella estaba tirada herida en una habitación de hospital. ¿Cómo podía decir que no?
—No puedo permitir que hable con cualquiera que la aliente en esos delirios paranoides.
Usted pone gravemente en peligro el progreso que hemos hecho.
Sorprendida, Toni saltó en su asiento, luego se volvió hacia el hombre que subía a través de la
ventana de la cocina.
—¡Carlos!— le regañó a su vecino de al lado. —¿Cuánto tiempo has estado ahí, escuchando?
—Suficiente.
—En ese caso, me refería a ti.— Colgó el teléfono. Ahora que lo pensaba, se alegraba de haber
sido espiada. Necesitaba un amigo en quien poder confiar, y con Sabrina fuera, Carlos era
todo lo que le quedaba.
No era la primera vez que se le aparecía así de repente. El hombre se movía con una gracia
tranquila, como con cautela. Ella asumió que había adquirido la habilidad de sus viajes a la
selva amazónica, donde una persona mejor no anunciaba su presencia. Con su pelo negro
hasta los hombros, suéter negro y pantalones de cuero negro, Carlos era apenas visible en el
rellano de la escalera de incendios a sus dos pisos compartidos.
Ella soltó un bufido. —¿Qué talento podría ser? ¿Aquel en el que bailas samba, con un tanga
de lentejuelas?
Parecía ofendido. —Uso mucho más que un tanga. Tengo una capa caliente de satén rosa y un
tocado con plumas de avestruz. Es enorme.— Guiñó un ojo. —Al igual que el resto de mi
cuerpo.
Toni se echó a reír. Carlos siempre volvía a Brasil por unos días en época de carnaval. Desde
que estaba trabajando en su maestría en antropología en la Universidad de Nueva York,
afirmaba que el viaje era educativo. Toni y Bri habían aprendido sin duda algunas cosas
nuevas de los videos que trajo de vuelta.
Bajó otra pierna sobre el alféizar y luego enderezó su cuerpo largo y esbelto. Él era una
preciosidad, pero más probable para vestir a Toni y a Sabrina que para citarse con ellas.
Vanderkitty saltó del asiento para dos, rebotó a través del piso de la cocina, y cayó en sus
brazos.
—Ella sabe quién es el que manda aquí. Hola, amor.— Frotó la cabeza del gato contra su
suave mejilla bronceada, y luego la puso en el linóleo. —Iba a venir a darle de comer cuando
te oí teniendo toda esa conversación susceptible en el teléfono.
—Esa era la tía de Sabrina y su tío. La tienen en su casa, y no me dejan hablar con
ella.
—Hum. Algunas personas son muy groseras.— Carlos abrió el armario debajo del fregadero
y quitó la bolsa de Van de croquetas. —Menina, me dijiste que me dirías lo que estaba
pasando.
—Sí, lo sé.— Pero, ¿cómo podía explicarse sin que sonara loco? —No sé por dónde empezar.
—Comienza con los bastardos que atacaron a Sabrina.— Carlos derramó croquetas en un
recipiente de Van. —Fue el domingo en la noche, ¿no?
—Sí. Ella fue al patinaje sobre hielo con Justin en Central Park. Tuvieron una discusión, y se
fue sola.
Carlos devolvió las croquetas al lavabo y cerró la puerta del armario. —Merda. Debería
haberme llamado.
—Emocionalmente, sí. Hizo un comentario acerca de cómo iban a gastar el dinero que ella va
a heredar.
—Pobre menina.— Carlos entró en la sala de estar y se sentó en el brazo del sillón.
—Había tres matones...— explicó Toni. —Bri terminó con rasguños y costillas rotas. Algunas
personas la encontraron, yacía inconsciente en la nieve, y llamaron al 911. La policía la
entrevistó en el hospital, pero pensaron que estaba delirante, ya sabes, por toda la hipotermia
y la pérdida de sangre. No creen su historia.
Carlos hizo un sonido de disgusto. —Fue atacada por supuesto. ¿Pensaban que ella misma se
había herido?
—No, pero pensaron que estaba imaginando los matones peor de lo que realmente eran.
—La golpearon y la dejaron por muerta. ¿Qué podría ser peor que eso?
Vampiros. Pero nadie había creído a Bri. Incluso Toni había pensado que su amiga había
confundido algunos monstruos imaginarios como respuesta al trauma que había sufrido. —
Bri estaba molesta cuando nadie la creía, así que me pidió que fuera al parque y encontrara a
los chicos que la atacaron.
Carlos se echó hacia atrás. —¿Estás loca, chica? Debiste pedirme que fuera contigo.
Estaba en lo cierto. Carlos era un experto en artes marciales. Cuando él había conocido a Toni
y a Bri hacía dos años, había insistido en que fueran a clases con él. —Me hubiera gustado.
Pero no creía que me fuera a suceder nada.
—Le creo ahora. El lunes por la noche, estaba sola en el parque, y los tres chicos... se
presentaron. Traté de luchar contra ellos, pero... — Toni había estado bien hasta que
empezaron a moverse con supervelocidad. Había sido su primer indicio de que los atacantes
no eran normales. Luego una ráfaga de aire frío se estrelló contra su cabeza, y
había invadido su mente. La memoria mandó un estremecimiento a correr por su espina
dorsal.
—Menina.— Carlos se sentó junto a ella en el asiento para dos. —¿Qué es lo que no me estás
diciendo?
Él le dio una mirada molesta. —Pasé parte de mi infancia en la selva amazónica. Pasé el
último verano en las selvas de Malasia. He visto cosas más raras de las que te puedas
imaginar.
Toni respiró hondo. No iba a hablar a nadie acerca de los vampiros, pero ¿cómo podía
explicar el dilema de Sabrina sin revelar su existencia? —Tengo tu palabra de que no vas a
repetir esto a nadie. Lo digo en serio. Estaré en grandes problemas si la verdad sale por mi
culpa.
—No. Querían sangre. Eran... vampiros.— Vio la cara de Carlos, medio asustada, él se reiría
de ella.
Se la quedó mirando fijamente durante unos segundos, y luego levantó sus oscuras cejas. —
¿En serio?
—¿Vampiros?
—Sí. Tienen colmillos desagradables, largos colmillos. Se pueden mover muy rápido, y lo
peor, pueden asumir el control de tu mente.
Carlos se pasó la mano por el pelo negro, apartándolo de su cara y revelando un pequeño
arete de oro en cada oreja. —Dios mío, menina, ¿cómo escapaste?
—¿Entonces me crees?
—Sí. Sé que no inventarías algo así.— Le tomó la mano en la suya. —Cuéntame todo.
Cerró los ojos brevemente. —Fue aterrador. Estaban dentro de mi cabeza, me ordenaban
hacer cosas en contra de mi voluntad. Mi mente estaba gritando que no, pero no podía parar.
—Entonces de la nada, ese gran hombre con una falda escocesa apareció, blandiendo una
espada, y gritando a los vampiros que me dejaran en paz.
—Eso es lo que yo pensaba. Apuñaló a uno de los vampiros con su espada, y se convirtió en
polvo. Los demás me dejaron en libertad, por lo que podía luchar contra ellos. Y fue entonces
cuando me di cuenta de que mi mente estaba libre. Así que me uní
en la lucha.
—¿Desvanecidos?
Carlos abrió la boca. —¡Merda! ¿A dónde fuiste?— Sus ojos se estrecharon. —¿Estás diciendo
que el escocés es un vampiro, también?
Carlos asintió con la cabeza. —He oído hablar de ese lugar. Está dirigido por el famoso
científico que inventó la sangre sintética.
—¿Vampiros buenos?
—Sí. Roman me hizo una transfusión de sangre. Entonces Camilo se ofreció a borrar la
memoria de todo. Realmente no quieren que la gente sepa que existen.
—Pero no podía permitir que me borrasen la memoria, porque necesitaba decirle a Sabrina
que ella tenía razón.
—Claro.
—Por suerte, había otra opción. Connor sabía que podía luchar, así que me ofreció un puesto
de trabajo, cuidando a los vampiros durante el día. Ves, están totalmente indefensos entonces.
Y están en necesidad desesperada de mortales en los que
puedan confiar.
—Así que ¿ahí es donde has estado durante el día?— Preguntó Carlos. —¿Estás protegiendo a
los vampiros?
—Sí. Hoy ha sido mi segundo día. Es un trabajo bastante fácil. Básicamente están muertos
durante el día, por lo que no hay mucho que hacer. Pero tengo que estar allí. Estaría en serios
problemas si los dejó sin vigilancia.
Carlos soltó un bufido. —Si están muertos, ¿cómo podían saber si los dejas?
—Tengo que llamar e informar a mi supervisor mortal, Howard. Y él me está mirando en los
monitores. Ha sido muy comprensivo. Me van a recoger el viernes. Y me han dejado utilizar
el contestador hoy, cuando cada mujer boba en la ciudad estaba llamándolo... a él.
—¿Él?
—Ah.— Las comisuras de la boca de Carlos se inclinaron hacia arriba. —¿Así que él es uno de
ellos?
—Es un vampiro, sí. Uno muy molesto.— De todos los vampiros, Ian era el único que
sospechaba que tenía una intención oculta. El hecho de que tenía razón sólo lo hacía más
agravante.
El hombre la estaba volviendo loca. Desde su ataque, tenía todas las razones para odiar a los
vampiros. Los condenados monstruos merecían ser odiados. Era como si la hubieran
despojado de su humanidad mediante su reducción nada más que a una
fuente de alimento. Y cuando se habían apoderado de su mente, había sentido que su alma
estaba siendo aplastada. Entonces, ¿cómo diablos podía encontrar a Ian tan atractivo?
Por un segundo, pensó que debía ser el control de su mente. Pero nunca había sentido el
golpe de aire frío en su frente. Tampoco había oído su voz en su cabeza. No, su atracción era
real. Loca, pero real.
Cualquier hombre sería bendecido y honrado de recibir su amor. Su corazón se había detenido casi
cuando había dicho eso. Fue la cosa más encantadora que nadie jamás le había dicho. Le hacía
sentirse atractiva y digna... Digna de ser amada.
La forma en que la había mirado, como si estuviera llegando profundamente dentro de ella, le
había hecho dolorosamente consciente de un vacío en su alma. Que era peligroso. Y hermoso.
Carlos sonrió. —No me refería a él. Aunque supongo que explica esa mirada blanda en tu
cara.
—¿Perdona?
Carlos se echó a reír. —Me refería a este nuevo trabajo tuyo. Te pagan para proteger a los
vampiros, ¿no?
—Pero al mismo tiempo, quieres demostrar que Sabrina está diciendo la verdad acerca de los
vampiros. Me parece que si se expone el secreto de los vampiros, eso será romper tu promesa
de protegerlos.
—Pensé en eso. Mira, si dejamos que un abogado o un psiquiatra conozca la verdad, entonces
están obligados por la confidencialidad del cliente. Así sabrán que Bri no está loca, pero al
mismo tiempo, no será capaz de exponer a los vampiros y hacerles daño.
—Ah.— Asintió con la cabeza Carlos. —Un plan complicado, pero bueno.
—El problema es encontrar la prueba real de su existencia. Pensé en tomar fotos de ellos en su
muerte, durante el sueño, pero tienen un aspecto totalmente normal.
—Exactamente. Bueno, Dougal se ve un poco muerto, porque duerme en un ataúd, pero aún
así, sólo sería como una foto de un hombre muerto. Y la gente muere todo el tiempo. Es
apenas revolucionario. Miré en su biblioteca...
—¿Tienen una biblioteca? ¿No están en una cripta oscura y sombría en algún lugar de un
cementerio?
—No, tienen una casa de lujo. Cinco pisos de antigüedades y obras de arte. No te puedes
creer en la cama con dosel en la que duermen.
—Oh Dios.— Carlos presionó una mano contra su pecho amplio. —Suena fabuloso. ¿Cuándo
puedo verlo?
Él se burló. —No apostaría por ello, amiga. Entonces, ¿cuál es la historia de Sabrina?
—Su tía y su tío la sacaron del hospital y la llevaron a su casa de Westchester. Él tío
Joe es psiquiatra, y dice que está sufriendo una psicosis grave. No me deja hablar con ella.
Los ojos de Carlos se abrieron como platos. —¡No tenía ni idea de que era tanto!
—Bueno, ella no lo va anunciando, por razones obvias. Sus padres no querían convertirla en
un bebé inútil con fondo fiduciario, por lo que se estipuló en su testamento que tenía que
graduarse en la universidad antes de que pudiera heredar la totalidad del importe. Ella ha
estado recibiendo una asignación anual desde que tenía catorce años.
—En la próxima primavera. Bueno, en realidad, va a ser más que eso porque se está
quedando atrás en este semestre.
Carlos se levantó y caminó por el suelo. —Ella podría estar en serios problemas.
—Esto es todo.— Toni le dio el libro de direcciones de color rosa difuso. —Su apellido es
Proctor.
Él arrancó la página, luego la dobló. —Voy a comprobarlos, sobre todo sus registros
financieros.
—Sin ánimo de ofender, amor, pero les tomó meses aprender a descargar el correo
electrónico.
Toni suspiró. Era cierto. Era totalmente inepta a la hora de la tecnología moderna. Había
vivido sus primeros trece años en la casa de su abuela en la Alabama rural, donde su único
teléfono tenía un dial giratorio y su única televisión cuatro canales y sin control remoto.
—No, eso te lo dejo a ti. Necesito algo menos fuerte... por favor.
—No hay problema.— Se metió el teléfono en el bolsillo. —¿Cuánto tiempo piensas quedarte
aquí?
—Alrededor de media hora. Tengo que llevar algo más de ropa conmigo.
Toni miró en la nevera por algo de beber, pero todo lo que había tenía cafeína. No era bueno
cuando tenía que estar dormida a las diez de la noche para que pudiera levantarse temprano
por la mañana. Se sirvió un vaso de agua helada, y luego se dirigió a su habitación para hacer
la maleta.
El lunes por la noche, después de haber sobrevivido al ataque y aceptado el empleo, había
estado metida en el asiento trasero de un sedán, y Dougal la había llevado aquí a recoger algo
de ropa. Había estado en estado de shock, sólo había agarrado un par de cosas de su
habitación, mientras que Dougal había esperado en la sala de estar. Entonces la había llevado
derecho a la casa, y ella había estado allí desde entonces.
Se dio cuenta ahora de que los vampiros no habían querido que estuviera sola con el
conocimiento que poseía. El hecho de que había podido salir esta noche debía significar que
habían decidido confiar en ella. ¿Cuánto tiempo tendría que vivir con ellos? Era difícil de
decir. ¿Cómo podría ayudar a Sabrina si ni siquiera podía hablarle?
Ella dio un salto. Por Dios, era demasiado bueno para acercarse sigilosamente a la gente. Dejó
caer el teléfono móvil en su maleta, junto a su caja de contactos diarios.
Toni sonrió y vació su cajón de ropa interior en la maleta. Había echado de menos a Carlos.
—Por cierto, hice una rápida búsqueda en los registros financieros del Dr. Proctor. Está en
deuda hasta sus codiciosos globos oculares. Ha estado viviendo por encima de sus
posibilidades.
Toni se quedó boquiabierta. —¿Te fuiste veinte minutos, y averiguaste todo eso?
Carlos se encogió de hombros y dejó la chaqueta en el armario. Luego se quedó sin aliento. —
Amiga, ¿no tienes a nadie que te dijera que nunca jamás uses rayas horizontales?— Sacó la
ofensiva camiseta. —Esto debería ser quemado.
—Hum.— Carlos fue a su cómoda para ver el resto de su ropa. —Ahora bien, esto está muy
bien. Debes tomar este.— Él sacó un picardía corto de satén rojo.
Toni estrelló su maleta cerrándola. —Tienes definitivamente una idea equivocada de él.
Los ojos color ámbar de Carlos brillaron. —¿Estás segura? Sólo tengo que hablar de él, y tus
mejillas florecen como una rosa roja.
—Eso es irritación, no atracción.— Toni sacó su maleta de la cama y la hizo rodar por la
habitación. —Me tengo que ir, Carlos. Cuida de Vanderkitty.
—Lo haré. Y veré qué más puedo encontrar de información sobre el tío de Sabrina.
—Gracias.— Toni se detuvo para darle un abrazo. —No sé qué haría sin ti.
—Déjalo, Carlos.— Ella dejó el apartamento con el sonido de su risita. Con suerte, Ian estaría
ocupado toda la noche persiguiendo mujeres Vampiros. Si tenía suerte, volvería de nuevo a la
casa y a su habitación sin tener que verle en absoluto.
Capitulo 6
Recordó la última vez que había tenido un sueño. Fue la víspera de la batalla de Solway Moss
en 1542. Había dormido a ratos la noche anterior a su primer combate, y soñó como se teñía
de rojo la superficie de un arroyo. Cayó en él, y este lo succionaba hacia el fondo, ahogándolo
en la sangre. La noche siguiente, se unió a las filas de los no muertos, cuando Angus lo
encontró moribundo en el campo de batalla.
Ian resopló. Por lo menos en los últimos 460 años, había mejorado considerablemente sus
habilidades de combate. Nunca había sido gravemente herido desde aquella fatídica noche. Y
ya no tenía pesadillas antes de la batalla. Ya no soñaba con nada.
Comenzó su investigación en Romatech después de que Connor le hablara sobre el ataque del
lunes. Connor había oído las voces de los Malcontents que controlaban mentalmente a Toni y
las había usado como faro para teletransportarse al lugar del crimen.
Cuando Ian examinó su expediente personal quedó sorprendido al saber que tenía un
apartamento en Greenwich Village. También por el grado de Bachiller en administración de
empresas y casi un master completo en sociología ¿Porque alguien tan inteligente tenía como
fin cuidar a los no muertos? ¿Estaba llevando a cabo un estudio?
Connor no creía que los utilizara para la investigación. Después de todo ella no podía saber
de su existencia antes del ataque de los Malcontent. Había pedido una verificación de
antecedentes y su único delito fue una multa de tráfico por exceso de velocidad. Como
Dougal, Connor había pedido a Ian no ahuyentarla. Hasta que Phil volviera de Texas, ellos
estaban necesitados de guardias durante el día.
Lo que Ian no había dicho era que estaba en mayor peligro acercándola que alejándola.
—No la molestes, —había ordenado Connor. —La muchacha necesita tiempo para
recuperarse.
Así que Ian había ido al Horny Devils para sus dos citas. Las mujeres habían sido
suficientemente agradables, pero su mente siempre volvía a Toni e inconscientemente a su
ficha personal y lo que ella le dijo.
Miró el reloj digital al lado de su cama. Las seis y media. Jueves por la mañana. ¿No debería
despertarse pronto? Se paseó por la habitación. Su mirada vagó de vuelta a ella, toda cómoda
y acogedora en su cama. Con su visión superior, todavía podía ver bien en el cuarto oscuro.
Era preciosa, la forma en que sus cabellos dorados se derramaban sobre la almohada, la forma
de sus delicadas manos cerca de su rostro.
Por todos los demonios. Se alejó. Tenía que dejar de pensar en ella de esa manera. Ya había
decidido que quería una mujer Vampiro que fuera honesta, inteligente, leal, y guapa. Toni no
era Vampiro. Y había serias dudas sobre su honestidad y lealtad.
Pero era muy inteligente y bonita. Por no hablar de intrigante. Parecía encender todos sus
sentidos a la vez, y era una sensación tan embriagadora, que se encontró buscando
cualquier excusa para estar con ella. Se detuvo. ¿Era por eso que sentía esa compulsión a la
investigación? Mentalmente repasó sus sospechas. No, sus preguntas eran de fiar. Era su
atracción por ella que estaba fuera de línea. Ella era un guardia. Estaba prohibida.
Ella jadeó y se cubrió con las mantas hasta la barbilla. Rápidamente miró a su alrededor y se
centró en él. — ¿Qué estás haciendo aquí?
— ¿Ahora? — Ella miró a su puerta, aún cerrada y bloqueada. — ¿Cómo llegaste aquí?
— Ese es mi trabajo.
Ella le dirigió una mirada de fastidio. — Tengo que ir al baño. Y tú tienes que desaparecer. —
Ella salió de la cama y movió una mano hacia él. — Hocus Pocus, desaparece.
Dio un paso atrás cuando ella se dirigió al cuarto de baño, y no pudo dejar de notar cómo sus
pechos se sacudían ligeramente por debajo de su camiseta roja. Sin sostén. Con su visión
superior, pudo detectar la ubicación exacta y la forma de sus pezones. Cuando ella le pasó, se
volvió a mirarla por detrás. Sus pantalones de pijama de color rojo con pequeños pingüinos
en blanco y negro. Se ajustaban perfectamente alrededor de sus caderas y la parte inferior
redondeada. Cuando se detuvo en la puerta del baño, rápidamente levantó su mirada para
que no lo pillara comiéndosela con los ojos.
Con un gemido, ella entró en el cuarto de baño, y luego le cerró la puerta en las narices. Se
paseó por la habitación. No quería preguntar a través de la puerta. Tenía que verle la cara
para saber si decía la verdad. Miró el reloj. No tenía mucho tiempo antes de que el sol alcanza
el horizonte.
Alzó la voz para que pudiera oírlo. — Quería agradecerte la sesión de práctica de anoche. Me
sentí más cómodo hablando con mis citas.
No hubo respuesta.
Se acercó a la puerta y escuchó encender el agua. — Las chicas con quien hablé eran muy
agradables. Disfrutaba de su compañía, pero... no estaba bien. Faltaba algo, algo... je ne sais
quoi.
— Química,— dijo, y murmuró una maldición. — Idiota. No hables con él, — se susurró.
Él sonrió. — Después de mis citas, he vuelto aquí para escuchar los mensajes telefónicos. Me
encontré con tres grabaciones donde las damas, decían que eran Vampiros. Así que las llamé
de vuelta dispuesto a cumplir esta noche.
No hubo respuesta.
Hubo un sonido de cepillado, seguido por algunos escupitajos. Pensó que estaba cepillándose
los dientes. — Te alegrará saber que llamé por teléfono a todos los mortales que llamaron
durante el día. Les dije que de veras lo sentía, pero que ya estaba cogido.
La puerta se abrió, y ella lo miró, sus hermosos ojos verdes desorbitados por la sorpresa. —
¿Los llamaste a todos?
— Bueno. Algunos de ellos no estaban en casa, así que les dejé un mensaje.
— Había cientos.
— Lo sé. Me llevó varias horas. — Se frotó la barbilla. — Me han dicho que soy un poco
grosero, arrogante, snob, así que estoy tratando de enmendar mi mala conducta.
Ella resopló. — Demasiado tarde. — Se encaminó a la cómoda y sacó ropa interior del cajón.
Azul y encaje, se fijó. — Dejé una nueva grabación en el contestador automático, así que
cualquier persona que llame hoy de día escuchará que ya no estoy disponible.
— Sí.— Él sintió un súbito tirón, como si una aspiradora succionara su energía. El sol debía
estar acercándose al horizonte. — Me gustaría discutir la solicitud de empleo.
— Lo rellené sinceramente. — Ella plantó una mano sobre su cadera. — Y me siento insultada
de que lo estés cuestionando.
Ella miró el reloj. — Estás fuera de tiempo, ¿eh? Y tengo que tomar mi ducha, así que vete.
Sintió otro tirón de su sueño mortal y se agarró a una pata de la cama para no caerse.
— Oh, sintiendo un poco de sueño, ¿verdad? ¿Es hora de las buenas noches?
Se armó de valor contra la debilidad. — Todavía tengo algo de tiempo. Responde a mis
preguntas, y me iré.
Abrió el armario y tiró de un polo de una percha. — A mi modo de ver, lo único que tengo
que hacer es evitarte un par de minutos más. — Ella tomó un par de pantalones y se volvió
hacia el cuarto de baño.
Él zumbó hacia delante y la tomó en sus brazos. Se quedó sin aliento. Inclinó la cabeza más
cerca de ella. — ¿Puedes evitarme ahora?
Agarró la ropa contra su pecho con una mano y le empujó con la otra. — No estoy hablando
contigo.
Tomó nota con gran satisfacción de que su empuje había sido débil. Ella no se opuso tanto
como pretendía. Su cuerpo estaba caliente y suave. Abrió sus manos a través de su espalda y
la atrajo hacia sí. —Podríamos encontrar otras maneras de pasar el tiempo.
Sus ojos brillaban de furia. — ¡Tú... eres un mentiroso! — Ella empujó más fuerte, y él la soltó.
— Dijiste que sólo querías mujeres Vampiro. — Dio un paso atrás y abrazó la ropa contra su
pecho. —¿Por qué debería decirte algo si no eres de confianza?
—¡Maldita sea, soy un hombre! ¿Esperas que no me dé cuenta de lo hermosa que eres?— Se
tambaleó sobre sus pies.
Ella le tendió una mano para sostenerlo, luego apartó el brazo antes de hacer contacto. —No
te atrevas a caerte muerto en mi dormitorio. ¿Cómo lo explicaría?
—Todavía soy un hombre, — susurró. — Y nunca te haría daño.— Con su última gota de
energía, se teletransportó hasta el quinto piso, se quitó el jersey, y se derrumbó sobre la cama.
Posponía sus respuestas para esta noche.
El sueño mortal se apoderó de él, le gustaría poder soñar con hermosas mujeres de cabellos
dorados y ojos verdes como un prado de la montaña en primavera.
***
Toni comenzó sus afirmaciones por la mañana en la ducha. Mientras enjabonaba sus brazos,
recordó que Ian la había agarrado y la atrajo hacia sí. Había estado demasiado aturdida como
para luchar contra él. Sí, sigue diciéndote eso.
Maldita sea, le había gustado estar en sus brazos. Estaba fuera de su mente. No pensaría en él
más. Se enjuagó y comenzó sus afirmaciones de nuevo.
Por Dios, ahora sus palabras se repetían en su cabeza. Pero, qué palabras tan bonitas. ¿Y qué
le había dicho antes? Que se sentiría bendecido y honrado de recibir su amor. Con un suspiro,
se giró hacia el agua. Había esperado toda su vida para escuchar a alguien decirle las palabras
adecuadas. Qué mala suerte que vinieran de un vampiro.
Se vistió, se puso sus lentillas, y se ató el cabello húmedo en una coleta. Se lo secaría después.
Por ahora, necesitaba hacer sus rondas y llamar para su primer informe. Fue al sótano para
asegurarse de que los vampiros estaban cómodamente en sus camas Vampiro. Dougal y
Phineas estaban bien. Hora de la larga caminata hacia arriba. De todas las plantas, Ian tenía
que escoger la de arriba. Por lo menos los cinco pisos eran buenos para el corazón.
Lo encontró en la cama tamaño rey, tendido con su falda escocesa, calcetines, camiseta blanca
y zapatos. Su suéter estaba en el suelo. Lo recogió, lo dobló y lo colocó junto a él en la cama.
Su rostro era pacífico, pero robusto con sombreado negro en la mandíbula por la barba.
Luchó contra el impulso de tocar con un dedo la mejilla y empujar el hoyuelo de la barbilla.
Se apartó de su cara y reparó en sus zapatos. No podía ser cómodo. Estaba sacando un zapato
cuando se dio cuenta de que había sido sólo ayer por la mañana cuando había tenido miedo
siquiera de tocarlo.
Echó un vistazo a su cara. Él se estaba convirtiendo en humano para ella. Y no sólo humano,
sino atractivo. Maldita sea. Dejó caer su segundo zapato en el suelo y salió de la habitación.
Tenía que dejar este trabajo tan pronto como le fuera posible. Sólo tenía que encontrar
pruebas de que los vampiros existían. Entonces podría empujar las pruebas en la cara del Dr.
Proctor y demandarle que soltara a Sabrina. Y ella estaría fuera de aquí. Nunca tendría que
volver a ver a Ian.
Una repentina ola de tristeza la pilló por sorpresa. Joder, ¿por qué no podía ser mortal? ¿Por
qué no podía haberse encontrado con él en la Universidad de Nueva York? Si se le hubiese
acercado allí con su rostro hermoso y el acento cadencioso, suave, se habría enamorado de él
en un segundo. Que Dios la ayudara, quería oírle decir más cosas hermosas sobre ella. Quería
saber si su pelo grueso y negro era como fieltro al pasarle los dedos.
¿Qué edad tenía exactamente? Había mencionado el siglo XVI. Era fascinante una vez
pensabas en todas las cosas que debía haber visto esos siglos. ¿Qué tipo de equipaje lleva
sobre sus hombros? ¿Qué lo mantuvo noche tras noche a través de los siglos? ¿De verdad
quería compartir su larga vida con una mujer especial?
Mientras escudriñaba las primeras páginas, su corazón comenzó a latir. Esto podría ser. Una
prueba positiva. Los anuncios estaban destinados claramente para el público Vampiro.
Persianas de aluminio y obturadores AS. ¡Bloquear la luz del sol que molesta y disfrutar de la
oscuridad!
Aeróbic y entrenamiento con pesas. ¿Tiene su cuerpo siglos de edad? ¡Manténgalo en buena
forma con nosotros!
Brooklyn Banco de Sangre. Atiende las necesidades de Vampiros. ¿Está cansado de la sangre
sintética y anhela lo real?
¡Ahí estaba!
Estaba tan emocionada, llamó a Carlos. — Se llama Las páginas Negras. ¡Es perfecto!
—No estoy seguro de que constituya una prueba, — dijo Carlos con un bostezo. —
Cualquiera puede imprimir eso con un equipo.
—Lo siento, menina. Estaré encantado de verlo. ¿Puede ser esta noche? Vamos a cenar a algún
lugar. Pedimos chino.
— Eso suena maravilloso. — Cambiaría su bolso de mano por uno más grande, para poder
meter el directorio telefónico de la casa. — ¿Has descubierto algo más sobre el tío de Sabrina?
— Todavía no. Tengo un final esta tarde y entregar un trabajo mañana. Pero voy a encontrar
tiempo.
— Bien. Buena suerte con tus cosas. — Toni colgó. Eran las ocho de la mañana, hora de su
primer informe. Después de que colgara el teléfono con Howard, el teléfono empezó a sonar
constantemente. Se sintió aliviada, Ian había grabado el mensaje nuevo, y no tuvo que hacer
frente a todas las chicas que pensaban que era caliente. Incluso si estaban en lo correcto.
A las cuatro y media de la tarde, estaba lista para irse. Había escondido Las Páginas Negras
en un bolso grande. En el momento en que Dougal y Phineas llegaron a la cocina, dijo adiós y
se dirigió a la puerta principal. Ian se materializó en el vestíbulo justo cuando estaba abriendo
la puerta.
— ¡Toni, espera! — Corrió hacia adelante y tropezó, casi cayendo sobre su cara. Se enderezó a
tiempo. — Joder.
Dudó antes de abrir la puerta. — ¿Estás bien?— Por Dios, el pobre hombre se había
ruborizado.
— Mis pies han crecido de un tamaño nueve a un trece en doce días,— murmuró. — Todavía
me estoy acostumbrando.
Sus pies no eran las únicas cosas que habían crecido. Toni se sonrojó cuando trató de anularlo
de su memoria. Estaba siendo superficial, se reprendió. El hombre debía haber sufrido
mientras crecía tan rápido. — Debió ser doloroso.
No, otra vez. Tal vez debería intentar una nueva táctica. — Me gustaría, pero ¿podemos
hacerlo más tarde? Ahora tengo que irme. Mi cita para cenar está esperando.
Empezó a decir que era sólo con un viejo amigo, pero ¿por qué poner al tipo en la miseria?
Parecía un poco celoso, y a ella le gustó. —No eres el único que tiene citas por aquí, ¿sabes?
Genial, semental. Regodéate en ello. —Diviértete. —No. Ella salió por la puerta.
Capitulo 7
Carlos se rió. —¿Sabes lo que es bueno, menina? Eres capaz de reírte de los
vampiros ahora.
Suspiró. Ya había decidido que cualquiera que leyera Las Páginas Negras
pensaría simplemente que es un libro de broma. —Estoy totalmente perpleja.
Quiero decir, suena fácil obtener pruebas, pero no lo es. Incluso si grabo a
alguien admitiendo que es un vampiro, la gente pensará que contraté a un
actor.
Se llevó un dedo a la boca para callar a Carlos. No había duda de que el Súper
Vampiro los estaba escuchando.
La boca de Carlos se curvó. —¿Él que con solo mencionarlo hace que tus ojos
se pongan vidriosos con una mirada de tómame soy tuya?
—¡Eso no es cierto!— Toni hizo una mueca cuando giró de nuevo hacia la
puerta. Corrió hacia Carlos y susurró en voz baja, —Vuelve a tu casa ahora.
Antes de que te mate.
—No se está volviendo más joven, amor,— murmuró Carlos. —Deja al pobre
hombre entrar.
—Voy a matarte.— Ella abrió la boca cuando se dio cuenta de que las Páginas
Negras estaban sobre la mesa de café. Las metió debajo del cojín del asiento
del sillón, y luego corrió hacia la puerta. Vanderkitty la siguió. Deslizó el
cerrojo y abrió la puerta.
—Ya era hora.— Ian entró, su falda escocesa oscilando alrededor de sus
rodillas. Su mirada revoloteó sobre Toni para descansar en Carlos. Con una
elevación de barbilla, Ian estaba juzgando al otro hombre con severidad. —
Creo que no nos conocemos. ¿Eres la cita de Toni?
Van bufó a Ian, luego saltó al regazo de Carlos. —Buen gatito.— Poco a poco,
acarició al gato.
Ian arqueó una ceja. —¿Quién eres y por qué estás aquí?
Toni se puso delante de él. —No es asunto tuyo lo que hago cuando estoy
fuera de servicio.
Ian bajó la voz. —Sí, pero cuando estás de servicio, no estoy de ánimo
hablador. Me dijiste que te gustaría hablar conmigo más tarde. Así que aquí
estoy. Esto es tarde.
Toni le frunció el ceño a Ian. —Pensé que tenías tres citas esta noche.
—No citas reales,— murmuró Ian. —Solo me reuniré con ellas en un club
nocturno.— Bajó la voz, —Para mí especie.
—Yo, creo que a ella no le gustaría,— insistió Ian, y Toni se dio cuenta de que
él no era capaz de explicar que se trataba de un club nocturno para vampiros.
—Toni adora los lugares con mucha acción.— Carlos le señaló con la mirada
y finalmente hizo clic.
¡Un lugar de reunión de vampiros! Puede ser el lugar perfecto para obtener
las pruebas que necesitaba. —¡Oh, sí! Me encantaría ir.
Ian asintió con la cabeza. —Connor me dijo lo infernal que fue el ataque. Lo
siento mucho.
Parecía realmente preocupado. —Eso ocurrió sólo hace unas noches. No has
tenido tiempo para recuperarte.—
Ella dio un respiró inestable. No, maldita sea, aún no lo había superado. Toda
esta conversación la ponía de los nervios. Y las marcas de mordiscos en el
pecho y torso estaban empezando a picar. —No sé cómo habría sobrevivido
si Connor no hubiera aparecido cuando lo hizo.
—Ahora entiendo por qué odias tanto el control mental. Connor me dijo
como te forzaron para llevar…
—¡Detente, por favor!— Ella no quería los recuerdos chocando sobre ella en
ese momento.
—Cierto.— O tal vez su negativa era un escudo para evitar sentirse tan
atraída por este tipo. Algo que ella jamás admitiría.
—Aún no estoy seguro. ¿Por qué no dejaste que Connor borrara tus
recuerdos? Te están causando dolor, muchacha.
Ella soltó un bufido. —Si todos mis malos recuerdos fueran borrados, no
quedaría mucho.
Toni pensaba volver. No, había tenido momentos felices. Los dulces
recuerdos de su abuela. Momentos de diversión con Sabrina. Momentos de
orgullo cuando ella había hecho bien la escuela.
—Mi madre no me quería.— Con una mueca de dolor, se presionó una mano
contra la boca. Maldita sea. ¿Cómo se le había escapado?
—Porque te causa dolor. Es el dolor que soportamos el que nos hace fuertes.
Eres muy valiente al no huir de él.
La mirada de Toni, se fijó una vez más en Ian, y ella sintió que su pulso
saltaba. Su piel se estremeció con la conciencia. Sus labios se secaron. Su
mente estaba difusa, y en todo lo que podía pensar era en acercarse a él.
Cuando dio un paso hacia ella, se preguntó si sentía la misma compulsión.
—Sé que los recuerdos te causan dolor, pero estoy contento de que los
mantengas.
Toni volvió a sus sentidos. Por Dios, ¿cuánto tiempo llevaban ella e Ian
mirándose el uno al otro? Él se movió hacia atrás y cruzó los brazos sobre su
pecho.
Carlos paseó por la sala y abrió la boca. —¿Qué estás haciendo, niña? ¡No te
has cambiado de ropa!
—¿Disculpa?
—¿Debes?— Carlos se quejó. —Si insistes.— Él tomó una blusa blanca sin
mangas de cuello. —Ahora necesitarás unas botas negras, más maquillaje, y
Dios no quieres usar esa cola de caballo.
—Sí, y tengo algo para ti.— Carlos sacó algo pequeño y metálico de su
bolsillo del pantalón. Y se lo puso a su chaleco. —Me enviará las imágenes a
mí.
Se veía como una cámara espía. —¿Estás seguro de que eres un estudiante de
antropología?
Ian escuchó mientras estaba sentado en el asiento de dos plazas, pero siempre
susurraban, sólo captó una o dos palabras. ¿Algo sobre nerviosas tribus de la
selva? ¿De qué demonios estaba hablando Carlos? ¿Y por qué tenía que ver a
Toni vestirse? ¿Qué tan significativo era para Toni? El hombre se había
presentado como sólo el vecino de al lado.
Un ligero ruido atrajo su atención. Carlos había salido del cuarto de Toni,
cerrando la puerta con un clic. Se inclinó y cerró los ojos, con el ceño fruncido.
Ian abrió la boca para preguntar si pasaba algo malo cuando de pronto Carlos
se enderezó.
Se llevó una mano contra su pecho. —Juro por todo lo que es sagrado, que si
llego a encontrar otra banda para el cabello en este apartamento, la voy a
cortar en pedazos con un cuchillo de carnicero.
Ian no estaba seguro de lo que era una banda para el cabello, pero sonaba
amenazador. —¿Toni está bien?
—Sí. Gracias a Dios estaba allí para salvarla. Te va a encantar el vestuario que
elegí. Y le di una nueva…
—Insistí en que usará más maquillaje.— Carlos hizo un gesto con la mano
para enfatizar sus palabras. —Pero es una belleza natural, que no lo necesita
en absoluto. ¿No odias eso?
—Ella es una buena chica.— El rostro sombrío de Carlos creció. —Estaré muy
molesto si le haces daño.
Ahora esto si lo comprendió. —Nunca le haría daño.— Ian se inclinó hacia
adelante, apoyando los codos sobre las rodillas. —¿Hace cuánto tiempo que
la conoces?
—¿Quién es Sabrina?
—Dios mío, dejé una quesadilla en el horno. Nos vemos luego, Ian.— Carlos
se dirigió a la cocina, se deslizó a través de la ventana de la cocina, luego la
cerró tras él.
—Sí,— dijo con voz ronca. Gracias a Dios el Horny Devils estaba lleno sobre
todo de mujeres. Pero incluso una vampiresa podría ser tentada por Toni. —
Será mejor que permanezcas cerca de mí.
Su mirada bajó hasta sus muslos largos y delgados. —Sí, delgadas y doradas,
besadas por el sol.
—¿Están bronceadas?— Ella enrolló su pañuelo alrededor del cuello. —
¿Cómo lograron eso? ¿Hola?
—La falda llama la atención de un hombre. Y he visto pañuelos que eran más
grandes.
Giró su bolso sobre su hombro. —Por lo menos, uso ropa interior debajo de
mi falda.
—Espero que sea buena, ya que todo el mundo está seguro de verla.
Ella paró en el vestíbulo y buscó las llaves en su bolso. —¿Dónde está ese
club?
—Cuán apropiado.— Cerró la puerta. —¿Vas a hacer clic con tus talones y
por arte de magia llevarnos ahí?
Se detuvo a mitad de camino por las escaleras con una mirada de asombro en
su rostro. —¿Realmente coleccionas coches caros? No me digas que las cosas
en tu perfil, son verdad.
Ella continuó bajando por las escaleras. —Cosas como tu castillo encantado
en las montañas.
—No es tan grande como el castillo de Angus. Lo describiría más como una
casa de campo grande.
—Oh. Cuan... bueno.— Con una mirada irritada, cruzó el vestíbulo hacía la
puerta de entrada, sus botas de tacón alto hacían clic en el suelo de mármol.
—Ya que ni siquiera escribes en tu perfil, estoy segura que todas esas cursis
promesas son falsas.
—Eso pasará.
Se mordió los labios y miró hacia otro lado. —¿En realidad tienes la intención
de casarte, entonces?
—Lo siento, pero algunas de las cosas en tu perfil no tienen sentido para mí.
Había cosas sobre ella que no tenían sentido, también. Y él todavía no sabía
su nombre completo. Ian rebuscó en su bolsa de piel las llaves del coche.
Había conducido hasta aquí uno de los coches de Roman, un Lexus negro.
Él sonrió. —En cuanto al dinero, tengo casi tanto como Roman o Angus. Ellos
tienen billones.— Apretó un botón en el teclado, luego abrió la puerta del
coche. —Yo sólo tengo unos pocos millones.
Ella le lanzó una mirada irónica. —Deberías estar avergonzado. ¿Qué has
estado haciendo todos estos siglos, perdiendo el tiempo?
Con una sonrisa, le hizo una seña hacia la puerta abierta. —¿No tenéis frío?
—Lo hice por varias décadas, pero se hizo aburrido.— Disfrutó de la vista
cuando ella separó sus piernas para entrar en el asiento delantero. Su
diminuta falda se subió peligrosamente alto. —Quería más emoción en mi
vida.
Condujo hasta la autopista del West Side, luego hacia el norte, dirigiéndose
hacia Hell‘s Kitchen. Cada vez que miraba a la derecha, su mirada gravitaba
hacia las piernas de ella. Delgadas y musculosas, que podrían exprimir a un
hombre apretando alrededor de su cintura. Él respiró profundamente cuando
ella se frotó las manos arriba y abajo de sus muslos.
—Gracias.— Ella se inclinó hacia el centro del coche para mover el control de
la temperatura.
—Si estos vampiros se casan con mortales, ¿cómo es que tienes tantos
prejuicios incluso para salir con ellos?
—Porque quiero ser honesto. Con un vampiro, no tengo que mentir acerca de
quién o qué soy. Quiero una relación basada en la honestidad.
Ella bajó la mirada a su regazo sobre sus manos apretadas. —Sin... secretos,
¿entonces?
Ella lo miró fijamente. —¿Quieres decir usar a las mujeres para la comida y el
sexo?
Apretó los dientes. —Ese es exactamente el tipo de juicio del que estoy
hablando. Admito que tomé sangre cuando lo necesitaba, pero nunca he
obligado a una mujer.
—No soy un violador.— Dio la vuelta hacia la Treinta y cuatro West. Por lo
menos sus acusaciones estaban haciendo un buen trabajo para acallar sus
deseos lujuriosos. —No te culpo por interrogarme desde que fuiste atacada
hace sólo un par de noches. Estoy seguro de que te ayudará a ser delicada.
—No. En mi caso, uso el control mental para convencer a las mujeres de que
soy mayor de lo que parezco.
—Mi maldita cara era un engaño, Toni, y no había forma de escapar. Hice
pensar a la gente que tenía quince años, cuando por dentro era todo un
hombre. Tuve que usar más engaños para hacer que las mujeres me miraran
de la manera que yo quería. No estoy orgulloso de todo ese engaño. Por eso
es tan importante ahora ser honesto. Otro vampiro lo entendería.
Se paró en un semáforo en rojo y la miró. —No quiero ser amado porque soy
un no muerto. No más de lo que tú quieres que te rechacen por ser mortal.
Ella miró hacia otro lado. —Yo…yo he sido demasiado dura contigo ....
En ese momento, sintió que podía mirar esos ojos verdes durante un siglo o
dos. Eran increíbles, en la forma que quemaban de ira, brillaban con humor, o
suavizaban con compasión. —Quiero ser amado, con honestidad y amor
verdadero, por quien soy. Y quiero amar a una mujer con todo mi corazón
para toda mi vida. Quiero el dolor por su mente, su cuerpo y por su
compañía.
Sus ojos se abrieron. —Oh.
Sí, juraría que lo hacía. Su corazón latía rápido. Su respiración era irregular.
Se acercó más.
E lla se tensó un poco, pero él no se dio por vencido. Ian movió su boca
Maldita sea, ¿qué estaba haciendo? En los últimos días, se había convencido
de que un pequeño coqueteo no haría daño a nadie. ¿Pero besos? No podía
seguir negándolo más. Estaba violando la regla de no relación, y Toni estaría
en problemas si la verdad salía a tono.
―¿Estás bien?
Se dio cuenta del ligero temblor antes de que ella apretara las manos
juntas. ―No debería haberte... besado. Lo siento.
Cerró los ojos brevemente. ―No vamos a pensar en ello. O hablar de ello. Eso
nunca sucedió.
Una ráfaga repentina de música estalló, llenando el tenso silencio. Toni le dio
una mirada confusa, a continuación, un vistazo alrededor del coche. El
estribillo musical se repitió, e Ian empezó a comprender las palabras cantadas
por una vocalista femenina.
Ian trató de escuchar, pero el aullido de una sirena de policía cercana hacía
imposible oír las palabras de Carlos.
―No sé de dónde sacaste esa idea. ― Toni hizo una mueca mientras miraba a
Ian. ―Nuestra asociación es puramente de negocios.
Estaban cerca de Horny Devils, por lo que Ian comenzó a buscar un lugar
para estacionar.
―Bueno, no. Asumimos que lo es, porque actúa como si lo fuera. ―Estaban
cerca.
Algo no andaba bien, Ian podía sentirlo. Algo más que el beso prohibido que
acababan de compartir. Y estaba más que convencido de que nunca Carlos
era más de lo que aparentaba.
―Sí. Un año como máximo. ―Ella le dio una mirada de preocupación. ―Eso
no es un problema, ¿verdad?
―Borrará todo de tu memoria. Será como si este año nunca hubiera sucedido.
Sus ojos se abrieron como platos. ―Eso es... demasiado. ― Ella presionó una
mano contra su pecho.
Ian sabía que debía impulsarla a que se marchara ahora, pues solo iba a
perder unos pocos días. Pero la idea de nunca volver a verla era muy
dolorosa. ―Tú… Deberías marcharte ahora y volver a tu vida normal.
Sus ojos brillaban con lágrimas. ―Mi vida no es muy normal. ― Ella parpadeó
y cuadró los hombros. ―Por lo tanto, ¿vamos o no a ese club?
―Vamos. ―El alivio le recorrió. No tenía que perderla por el momento. Pero
el alivio se transformó rápidamente en aprehensión. Algo estaba realmente
mal. Un mortal no tiraba un año con tanta facilidad. Ella estaba tramando
algo. Y él estaba condenadamente bien con ello.
***
No había sabido ni siquiera a sangre. Oh, maldita sea. ¿Podría perder un año
de su vida? Esto era demasiado para tomar todo a la vez. ¿Cómo podía
haberle besado? Empujó a un lado ese pensamiento y se concentró en la otra
cosa volviéndola loca con la pérdida de todo un maldito año de su vida.
Maldito sea ese Connor. Había pasado por alto esa parte. Debía de haber
descubierto que tenía que conservar el empleo para siempre. Pero ella y
Sabrina tenían planes. Grandes planes, maldita sea.
Había sido tan dulce y se disculpó después. ¿Por qué no podía ser
mortal? Podría enamorarse de él en un segundo si fuera mortal. Lo miró de
nuevo. ¿Podría enamorarse de él como un vampiro?
Él la llevó a un callejón oscuro. ―La entrada está oculta, por lo que los
mortales no pueden entrar.
Vio una puerta roja en la penumbra, con un enorme hombre de pie montando
guardia. Él asintió con la cabeza a Ian, luego abrió la puerta.
―Espera un minuto. ―El portero levantó la fuerte mano. Sus ojos pequeños y
brillantes se centraran en Toni, y su nariz olfateó. ―Ella no puede entrar
aquí. Es…
Reparó en unas vampiresas que estaban sentadas en las mesas y bebían algo
rojo en vasos de cristal. Sangre, sin duda, pero ¿una foto de ellas constituía
una prueba de la existencia de los vampiros? Podría verse como una imagen
de gente común bebiendo vino tinto.
―¿Puedo traerte algo de beber? ― Ian sonrió cuando ella hizo una
mueca. ―Tienen bebidas sin sangre.
―¿Qué fue eso? ― Toni giró para seguir sus movimientos, pero no estaba
segura de sí su cámara había captado todo.
―Lo son, pero después de unos Blisskys o Bleers, podrían estar borrachas y
no se comportan.
―Oh, genial. ― A medida que se dirigía hacia los baños, se dio cuenta de las
miradas astutas que le echaban, y el leve aleteo de las fosas nasales, con que
cada vampiresa cogía su olor. Se sintió como un aperitivo caminando.
―No me refería a este tocador, gel tonto, ―continuó la rubia vampiresa. ―Soy
una de las propietarias de este establecimiento, y no damos la bienvenida a tu
clase.
―Vine con Ian MacPhie. ― Toni miró a las vampiresas arrogantes. ―Soy su
guardia, lo que significa que puede dar patadas en culos de asno.
Pamela se rió. ―Ian nunca permitiría que una mujer lo custodiara. De hecho,
nunca ha necesitado protección en lo absoluto.
Hubo un gorjeo de la risa cuando las tres mujeres salieron del baño.
―¡No se lavaron las manos!― Llamó Toni detrás de ellas. Apretó los
dientes. ¿Cómo podía Ian preferirlas? Pero al menos el baño estaba vacío, y
tenía total privacidad. Se movió fuera del alcance de las cámaras y marcó a
Carlos.
Podría perder un año de su vida. El pensamiento seguía atormentándola. No
era justo, ¡caramba! Estos Vampiros habían vivido durante siglos, mientras
que su vida era demasiado corta. ¿Cómo iban a robarla un año?
―No, voy a ver el vídeo más tarde. Ahora mismo estoy de camino a
Westchester.
―No te preocupes. Nunca sabrán que estuve allí. Y terminé de revisar sus
registros financieros. Tío Joe tiene la mala costumbre de ir a Atlantic City.
―¿Cómo lo sabes?
―De acuerdo. ―Así que no había visto a Ian besándola. ―Carlos, cuando deje
de trabajar para ellos, me borrarán la memoria. ¡No me acordaré de nada!
Iba a perder más de un par de días. Iba a perder todos los recuerdos de Ian. Y
el beso. Por alguna extraña razón hizo que su corazón se apretara en su
pecho.
—Ahí va otro bailarín.— Saludó Cora Lee sus brazos en el aire. —¡Yuju,
Vanda! ¡Ian está aquí!
Cora Lee se rió, y luego murmuró, —Parece que tu deseo se hará realidad
ahora. Tienes seguro ir a la cama esta noche.
—¡Ian!— Llamó Pamela. —Tengo dos señoras que quieren conocerte.— Ella
hizo un gesto a las mujeres.
Vanda sonrió a Ian. —¿No es genial? ¡El perfil que escribí fue increíble! Todo
el mundo quiere una cita contigo.
—No puedo tener una cita con cincuenta mujeres en una noche.
Vanda lo puso sobre una mesa. —Vamos a dar a cada una cinco minutos.
—¿Tienes algo mejor que hacer?— Vanda miró la Coca-Cola Light. —¿Qué
pasa con la bebida mortal?
Los ojos de Vanda se abrieron como platos. —¿Ella? ¿Connor contrató a una
mujer?
Hace dos noches, Ian se había sentido igual de sorprendido, pero ahora
quería defenderla.
Vanda le dirigió una mirada dudosa. —Me imagino a una mujer alce
americano con una ceja, que está tomando esteroides.
—¡Hey, Ian!— Gritó una señora al otro lado del club. —¿Qué diablos ha
pasado con nuestra cita? Hablamos por teléfono la pasada noche. ¿No te
acuerdas?
Él se quejó. ¿Qué les diría a todas esas mujeres? —¿Por qué hay tantas?
—Eres el número uno en el perfil de Single in the City.— Vanda sonrió con
orgullo. —Todo el mundo ha oído hablar de ti.
Ian hizo una mueca. —Quería hablar contigo acerca de eso. Connor está
molesto de que figure la ubicación y el número de teléfono de la casa de la
ciudad de Roman.
—Ian está haciendo un poco de citas esta noche.— Vanda bajó su voz hasta
un susurro. —Está en busca de su amor verdadero.
Ian frunció el ceño. —Ya es bastante difícil ser encantador una vez, pero
¿cincuenta veces seguidas?
Gregori hizo una mueca. —Puedes tratar de sonreír. Conoces el amor de las
damas por un tipo con sentido del humor.
—Estoy condenado.
—Su belleza no tenía nada que ver con eso,— replicó Ian. —Es una excelente
luchadora y valiente y muy inteligente.
—Oh.— Los ojos de Gregori miraron a Ian con curiosidad. —Ya veo.
Ian sentía su calor hacia arriba. Tal vez había hablado un poquito fuerte. —En
realidad, te agradecería si pudieras mantener un ojo en ella mientras estoy
ocupado.
—Por supuesto. No hay problema, hermano
Toni miró la larga fila de chicas que se acercaban. —Pensé que sólo tenías tres
citas.
—Tengo unas pocas más ahora,— se quejó Ian mientras se movía a su lado.
—Me gustaría que conocieras a algunos amigos míos. Se trata de Vanda. Se
encarga de Horney Devils.
—Y escribe perfiles fascinantes,— añadió Toni con una sonrisa. Le tendió una
mano.
—Oh, eso es correcto.— Toni sonrió. —Vienen con Howard para ayudarme a
cuidar a los chicos mientras hago un final.
Ian tragó saliva. El trabajo era la palabra correcta para él. Coquetear con Toni
había sido divertido, pero la idea de encantar a todas estas mujeres parecía
una tarea sangrienta. —Necesito un trago primero.— Se sentó y tragó algo de
Bleer.
Gregori ofreció una silla en la mesa para que Toni pudiera sentarse. —¿A qué
universidad vas?
Sintiéndose olvidado y un poco sin educación, Ian se tragó más Bleer. Maldita
sea, debería haber apartado la silla para ella.
Gregori se inclinó hacia ella. —Hey, ¿está el viejo profesor Hudgins todavía
allí? Bajito y calvo, lleva una corbata de moño. Mira y habla como Elmer
Fudd: "Hoy estamos metidos sobre aguas nacionales en medio oeste con las tarjetas
de crédito".
Toni se echó a reír, y sonaba como música del cielo. Sin embargo, Ian estaba
al borde de una corriente de quejas y maldiciones. Las cincuenta mujeres
Vampiros estaban molestas. No había duda de que no les gustaba tener que
esperar mientras él hablaba con una mortal.
Toni finalmente dejó de reír y miró a Ian. —Gregori hace una gran
representación. Es realmente gracioso.
—Los nativos están cada vez más inquietos,— observó Toni. Ella miró hacia
la barra y de pronto saltó a sus pies, cuando dos mujeres se teletransportaron.
—¿Estás bien?— Preguntó Ian.
Ella se sentó de nuevo. —Creo que estoy un poco nerviosa ... de estar aquí.
6 Maestría de Administración
—Baila conmigo,— sugirió Gregori. —Le diré al DJ que vuelva al trabajo.—
Se dirigió hacia la pista de baile.
Toni hizo una mueca cuando la música fuerte, vibrante comenzó. —¡Oh Dios!
No. ¿Disco?
Ella miró por encima del hombro. —Está bien, entiendo tu punto. Iré a ...
bailar abajo.
Se puso de pie y alisó su falda diminuta. —Buena suerte con tus citas.
Aunque tengo que decir que estás perdiendo el tiempo.
Con la cabeza bien alta, pasó junto a las mujeres deslumbrantes, como un
ángel sin temor de las fuerzas oscuras a su alrededor. Pero ¿por qué cree que
sus citas eran una pérdida de tiempo? ¿Pensaba que era imposible para él
encontrar el amor?
—Pensé que podríamos hablar un poquito primero. Ya sabéis, ¿la calma antes
de una tormenta?
Ella se rió entre dientes, bajo y gutural. —No estoy viviendo, tonto, soy una
no muerta.
—Si necesito algo, lo tomo.— Ella le mordió en la oreja. —En este momento,
te necesito.
—¿Les robas?
Ella se echó hacia atrás con un impaciente bufido. —No es un robo cuando no
se dan cuenta de lo sucedido. Es muy fácil rodarles sus mentes. También,
tengo un apartamento grande, de hecho el administrador piensa que pago la
renta.
¿Por qué había asumido que todos los Vampiros eran como él? —Me temo
que no nos adaptaríamos bien.
Ian se limpió la cara con una servilleta de papel. Una menos, cuarenta y
nueve por recorrer. Tal vez Toni estaba en lo cierto, y estaba perdiendo su
tiempo. Echó un vistazo a la pista de baile. Gregori estaba moviendo sus
caderas y apuntando con un dedo hacia arriba y hacia abajo. Con una sonrisa,
Toni imitó su movimiento.
Una guapa rubia se deslizó hacia él. —Hola, ¿me recuerdas? Soy Rayo de
luna.
—Nací en 1950. Mi nombre era María. Aburrido, lo sé. Mis padres eran de
este modo cuadrados. Me escapé cuando tenía dieciséis años, para que
pudiera protestar contra la guerra. Realmente odio la guerra.
Este podría ser un mal momento para mencionar que era un guerrero. Ian se
dio cuenta de que Gregori estaba dando vueltas en círculos con Toni.
—Fui a San Francisco, por supuesto.— Rayo de Luna jugueteaba con las
cuentas alrededor del cuello. —Allá fue dónde pasó, ya sabes.
—Todo, hombre. El poder de las flores. Haz el amor y no la guerra. Soy como
totalmente opuesta a cualquier tipo de violencia.
—Así que ahí estaba yo, tropezando con ácido y disfrutando de una orgía en
perfecto estado, cuando ese hombre ¡sale de la nada y me muerde en el
cuello! Quiero decir, estaba como totalmente desanimada cuando me
desperté muerta.
Ian hizo un gesto a Cindy para presentarse. Ella se lanzó a un largo recuento
de su pasado de 200 años y los novios de trece años, mientras la atención de
Ian se deslizó de nuevo a la pista de baile. La música más lenta, y Gregori
tenía a Toni en sus brazos. Maldita sea, le había dicho a Gregori que la
vigilara, no que la destrozara.
Después de dos entrevistas más, Vanda paseó hacia él, sonriendo. —¡Lo hice!
Todo está listo.
—¿La barracuda?— Todo el mundo sabía que la periodista de vivir con los
muertos vivientes era viciosa. —¿Por qué va a venir aquí?
—Ian estará en vivo con los muertos vivientes,— se jactó Vanda. —Vendrán
mañana para hacer la entrevista.
—Red Digital Vampiro,— explicó Ian. —Lo tenemos en la casa. Pero no haré
el espectáculo.
—Por supuesto que sí,— susurró Vanda. —He estado trabajando en esto
durante horas. Todo está listo.
—¿Estás lista para volver a casa?— Preguntó Ian a Toni. —Te podría llevar.
Vanda lo agarró del brazo. —No vas a ninguna parte. Todas estas mujeres
están a la espera de su oportunidad de citarse contigo.
—Estaré bien.— Toni le dio una sonrisa tranquilizadora. —No puedo esperar
para verte en la TV.
Ian suspiró. Tal vez debería hacerlo. No quería decepcionar a Vanda o a Toni.
¿Y cuan malo podía ser? —Gregori, ¿puedo hablar contigo en privado?
Gregori le puso una mano sobre el hombro a Ian. —Amigo, puedes hacer
esto. Debías haber tenido a damas encantadas para obtener un litro de sangre
cada noche durante varios siglos.
Ian suspiró. —Nunca fui muy sofisticado al respecto. Nadie esperaba que lo
fuera. Parecía demasiado joven, a pesar de que me sentía viejo por dentro. Y
ahora me veo viejo en el exterior, pero por dentro me siento como un
muchacho verde. No sé qué decir.
—De acuerdo.
—Eso es. Y aquí hay otra buena. ―Tienes toda la razón. ¡Qué lista!‖ A las
mujeres les gusta ser felicitadas por su inteligencia.
—Está bien.— Ian repitió las líneas. —Gracias.— Volvió a la mesa con
Gregori. Vanda se había ido corriendo a su oficina.
Con un suspiro de resignación, Ian hizo un gesto para que la próxima cita se
presentara.
—Por favor, tome asiento.— Ian miraba hacia Gregori. Él cogía de cerca a
Toni. Lo cual era necesario cuando teletransportabas a un mortal, pero no lo
hacía más fácil de ver.
—Dios mío, cuando vi su foto en Internet, pensé que se veía muy sexy,—
comenzó Amy. —Pero, juro, que ¡te ves mejor en persona!
***
—No, sólo se parecía a un fallo de funcionamiento. Así que ¿es ésta tu lujosa
habitación la que estoy viendo ahora?
—Si no funcionó, tengo otra idea.— Toni abrió el armario al otro lado de la
cama. En el interior había una televisión que no se había molestado en
encender hasta el momento. —Los vampiros tienen su propia cadena de
televisión llamada DVN.
—Lo digo en serio. Ahora hay un vampiro que bate sus alas. Por debajo de
ella dice—DVN, las 24/7 porque siempre es de noche de alguna manera.
—No estoy de acuerdo. He salido con unos pocos hombres de las cavernas.—
Apagó el televisor y se preguntó cómo le iría a Ian. ¿Habría descubierto a su
princesa resplandeciente, iluminada por las estrellas? ¿Sería tan fabulosa, que
se había olvidado del beso que habían compartido?
—Merda,— murmuró Carlos. —No creo que las imágenes del club vayan a
ayudar. Cada vez que te giraste hacia un Vampiro teletransportandose, la
imagen se ve borrosa.
—Oh, dios.— Toni lanzó sus botas al armario. —¿Te dijo si Sabrina está bien?
—No estoy muy seguro, pero puedes estar segura de que tiene algo que ver
con el dinero que Bri podría heredar. Obtendré más información mañana.
Tengo una cita con María.
—Te llamaré mañana por la noche. Espero poder saber a qué hospital se
llevaron a Sabrina.
—Espero que sí. Gracias, Carlos.— Toni colgó. Pobre Bri. Si estaba atrapada
en un hospital psiquiátrico, tendría que ser rescatada de alguna manera.
Carlos ayudaría.
Toni respiró hondo. Había fallado a su abuela, y la culpa la había roído desde
entonces. No permitiría que Sabrina cayera.
***
Jedrek Janow descansaba en su silla con los pies apoyados sobre el escritorio
mientras miraba DVN. No podía creer la cantidad de información que se
lanzaba. El presentador de noticias había informado de que los vampiros aún
no tenían ni idea de dónde el malvado caudillo Casimir fue localizado. Jedrek
esperaba que Casimir estuviera viéndolo. Le encantaría esa parte de ser un
señor de la guerra malvado.
Jedrek resopló. ¿Por qué pagar a espías cuando podríamos aprender tanto de
forma gratuita? Por desgracia, ahora comenzaba un entupido programa de
ópera. Apagó el televisor y puso sus pies en el suelo. Tomó las fotos que Yuri
había traído la otra noche y pasó los dedos por ellas.
Por supuesto que lo hacía. Pero el primer paso para romper a una perra era el
aislamiento. Por lo que estaba haciendo que se sentara en la esquina toda la
noche. —¿Te dije que podías hablar?
Por supuesto que la tenía. Se había alimentado esa misma tarde, bebiendo
completamente de una mortal capturada aquí en la oficina, mientras que
Nadia había tenido que mirar. Y pasar hambre. —Le he dicho a Yuri que me
traiga otro aperitivo. Una rubia. Podría dejar que te alimentes en ese
momento.
—O
puerta.
h, Dios mío, —dijo Toni cuando miró por la mirilla de la
—¿Está Ian? —Dijo una de las mujeres. —Lo llamamos y salta el contestador.
Había una docena más de chicas en los lados de la acera. Con carteles en las
manos. ¡Escójame, Ian! ¡Ian tío bueno! Una chica tenía una tiara brillante en la
cabeza, y su cartel decía: Ian soy tu princesa brillante.
—Me parece bien, —dijo Toni girándose para ayudar a la mujer mayor que
estaba poniendo las bolsas en la mesa de la cocina. —Debes ser Radinka.
La joven rubia depositó sus bolsas sobre la mesa. —Hola, soy Shanna.
—Oí que te atacaron la otra noche, — dijo Shanna tocándole espalda. —Me
alegro de que estés a salvo ahora. ¿Estás bien?
—Sí. —Toni se sorprendió por lo dulce...y normal que era Shanna. ¿Quién
creería que era la esposa de un maestro poderoso del aquelarre? Junto a ella
estaba de pie un niño angelical.
La mujer más vieja rió entre dientes. —No es tan tímido una vez que conoce.
Gregori me dijo que te vio anoche. Le impresionó tu baile.
—Sí.— Los ojos de Radinka se estrecharon. —Pero no creo que sea adecuado
para ti.
—Ah. Eso está muy bien, —dijo Toni sin saber que contestar.
—No hace falta ser vidente para saber que un chico aburrido sería un
problema.
Radinka cogió una de las bolsas del suelo. —Trajimos algunos juguetes. —
Constantine registró la bolsa, cogió un gran libro ilustrado y se sentó en una
de las sillas de la cocina.
—Tío Connor dijo que eso estaba bien. Pero que era mejor aprender como
patear un...
—Aquí tienes cariño.— Shanna lo entregó uno, entonces metió las bolsas en la
nevera.
—Ah, eso está muy bien. —Debido a toda la confusión en su vida, Toni se
había olvidado que se acercaba Navidad.
Radinka colocó tres tazas y sus platillos en la mesa. —Vimos a las chicas de
fuera con los carteles. No puedo creer que se comporten de esa manera.
Radinka hizo ruido cuando colocó una bolsita de té en cada taza. —Gregori
me dijo que tiene una cita esta noche con Corky Courrant.
Shanna se rió. —Bien, parece que voy hacer algo de ejercicio. Ahora vuelvo,—
dijo saliendo de la cocina.
Toni estuvo tentada de ir con ella. Había visto a Ian sólo una vez esta
mañana, antes de las ocho cuando dio el informe. Había subido a las seis y
media de la mañana. Estaba desayunando en la cocina cuando llegaron
Phineas y Dougal para tomar algo antes de irse a descansar. Había esperado
ver a Ian, pero se había ido directamente al quinto piso sin esperarla.
¿Por qué no había querido hablar con ella? Estaba preocupada un poco
porque él realmente la echaría como una de esas cincuenta vampiresas que
había citado anoche.
Radinka entregó una taza de té a Howard. —Las tontas. ¿Todavía están allí?
—Claro.
Toni miró en los armarios para ver si encontraba una taza de plástico. Tendría
que darle un vaso de cristal. Lo puso delante de él y él bebió sin vacilación.
—Ah, lo siento. —La boca de Toni se abrió cuando el niño levitó hacia el
techo. —Ay Dios.
—Eso está bien. — Shanna se sentó enfrente de él. —Le hemos estado
enseñando a tener cuidado con lo de levitar. No es algo que deseamos que
cualquiera vea.
—Hay que tener cuidado, —concordó Shanna. —Mi padre es el director del
equipo de Operación de vigilancia de la CIA. Quieren eliminar a todos los
vampiros del planeta.
—Dímelo a mí. Afortunadamente, mi padre está loco con su nieto, así que
ignora a los Vampiros y se concentra en los Malcontents. Pero si averigua que
Tino ha heredado algunos genes excepcionales, podría ser un problema.
—Claro que sí, —dijo Radinka con los ojos brillantes por la emoción cuando
miró al niño pequeño.
Toni sintió una punzada diminuta de envidia. Que afortunado era este chico
por ser tan querido. Ella siempre había deseado el amor de su madre, pero
nunca lo había tenido. Su madre se había casado con el hombre de sus sueños
y había tenido dos niños más. Toni nunca había sido bienvenida allí. Su única
experiencia con el amor maternal había sido con su abuela y eso había
terminado bruscamente cuando tenía trece años. Cuando le había fallado.
¿Era como ellos? Esa era la pregunta que Constantine había hecho. Toni, de
repente, se dio cuenta de que había sido admitida como miembro del clan
familiar...una familia que cuidaba unos de otros y confiaban el uno en el otro.
Podría ser una parte de todo. Nunca rechazada otra vez. Nunca le harían
sentir como si no fuera suficientemente buena.
—Si estoy bien. —Miró el reloj sobre el lavavajillas. —Termino en una hora.
Miró al chico pequeño y él sonrió. Había tanta inteligencia en los ojos azules
brillantes que debería dar miedo en un niño tan pequeño, pero estaba muy
relajada para preocuparse. Constantine irradiaba bondad, entonces supo que
no había necesidad de tener miedo.
Retiró la mano y enfocó su atención en su libro ilustrado. Toni cogió sus cosas
y se despidió. Cuando iba hacia la estación de metro recordó la pregunta del
niño: ¿Es como nosotros? ¿A qué nivel estaba metida en este nuevo mundo?
¿Sería difícil dejarlo? No tan duro, si le limpiaban completamente la memoria.
¿Pero cómo podía olvidarse de Constantine y de los otros? ¿Cómo podría
olvidar a Ian?
Esa noche, Toni celebraba el fin de las clases en la universidad con un tazón
grande de helado triple de chocolate encima de un doble bizcocho de
chocolate y nueces, cuando Ian entró.
—Buenas noches.
Abrió la boca para hablar, pero cambió de opinión aparentemente. Fue hasta
la nevera y sacó una botella de sangre. Vaciló y entonces la volvió a meter en
la nevera.
—Ya comí. —Paseó por la cocina con su falda escocesa moviéndose sobre las
rodillas.
—Sí. —Se apoyó contra la encimera de la cocina y cruzó sus brazos sobre el
pecho.
¿Y qué tal el beso que habían compartido en el coche? Toni pensó en hablar
sobre ello, pero había sido ella quien había insistido en que no hablaran del
tema. Lo había llamado error. Miró a Ian. ¿Pensaría que era un error?
¿Pero qué pasaba esos momentos cuando sus ojos se encontraron, el mundo
entero se derritió? Toni podía haber jurado que algo sucedía entre ellos. Algo
como un imán intenso que los unía. ¿O se engañaba a si misma? Echó el tazón
al fregadero. Había perdido el apetito.
Sus ojos se encontraron con los suyos, el corazón latió un poco más fuerte.
Maldita sea, seguro que había oído eso. Retrocedió.
Él lo hizo.
—Tienes el pelo ondulado. —Pasó la mano sobre las ondas. El pelo era tan
suave como parecía.
—Cuando lo tuve corto, era rizado, — dijo. —Gracias por ayudarme. Yo...
quería estar bien para la cita, pero sin parecer vanidoso. — Sonrió.
—No pienso que seas vanidoso. Si magnifico, pero no vanidoso. —Le recogió
el pelo en una coleta.
Nunca se había fijado mucho en su pelo. Era mucho más bonito de lo que
creía. Se tomó su tiempo, colocó los mechones sedosos de sus sienes y
alrededor de las orejas.
—La falda escocesa está bien. Si… tienes que ser tú mismo. Quiero decir que
si a una mujer no le gustas como eres, entonces no te conviene.
Se quedó en silencio.
— Bien, ya terminé.
—Bueno. Maria me permitió entrar en la oficina del Dr. Proctor, encontré una
copia del testamento. Sabrina no puede heredar la mayoría de su fideicomiso
hasta que obtenga una titulación universitaria. Mientras tanto, su tía Gwen es
el fideicomisario.
Cuatro veces, durante el día, subió las escaleras para dar los informes. Se
quedó allí, mirándolo en su sueño mortal, en busca de respuestas que no
eran detectables en su hermoso rostro, en blanco.
—Algo por el estilo. —Puso su plato vacío en el fregadero. —¿Por qué no baja
Ian? ¿No tiene hambre?
—Sí. La cita no puede haber ido tan mal, —dijo Phineas bebiendo más de su
botella. Dougal frunció el ceño. —Gregori me dijo que fue mal.
Tenía que verlo. Ojalá, pudiera antes de quedar con Carlos. El pobre Ian.
¿Estaría escondido en su habitación por la vergüenza? —Ya sabes, esto es
como una bola de nieve fuera de control. Las mujeres llegaron hace unas dos
horas. Hay alrededor de veinte acampadas en la acera de enfrente.
—Ya está bien.— Toni cerró la puerta y miró a Phineas. —Debería darte
vergüenza. —Dougal se rió mientras conectaba la alarma.
—Yo voy a trabajar,— dijo Dougal a Phineas con una mirada de advertencia.
—No tardes más de quince minutos.
—Tenemos que ir a Shady Oaks. Saca tu bonito culo de la casa, chica, para
que podamos ir.
—Sí, pero... —Ella gimió para sus adentros. Estaba sucediendo otra vez.
Estaba ante una encrucijada.
—¡Buenas noches, amigos!— Un primer plano reveló un rostro con los ojos
muy maquillados y los labios de colágeno.—Soy Corky Courrant,
transmitiendo desde el club nocturno Horny Devils en Nueva York.
—Se le ve bien,—coincidió Toni. Más que bien. Ian estaba guapísimo con sus
ojos azules y pelo negro ondulado. Su jersey verde ceñido marcaba sus
hombros anchos y un pecho firme.
Toni jadeó. La cara de Ian palideció. Los ojos de Corky brillaron con placer
perverso. —No, esta noche tenemos la patética historia de un hombre solo,
desesperado, tan desesperado que trata de venderse a sí mismo en antena.
No, espera, es tan patético que tiene una amiga que lo vende en antena.
—Ah, aquí está su amiga Vanda Barkowski. Dime, ¿es cierto que Ian es
analfabeto y no pudo escribir su propio perfil?
—Sí. —Sonrió tímidamente Cora Lee. —Ian era uno de los guardias. Siempre
fue un niño muy dulce.
—Eso es porque tomó algo que lo envejeció, —explicó Cora Lee. —Durante
siglos, ha tenido el aspecto de un muchacho de quince años.
— Bien. —Cora Lee se mordió el labio inferior. —Me dijo por qué quería estar
así. Es para tener sexo.
La cámara enfocó de nuevo a Corky y a Ian, que estaba con el ceño fruncido.
Toni reconoció a Pamela, la mujer del baño. —Estoy con la Señora Pamela
Smythe Worthing, una de las propietarias de este establecimiento, —
comenzó. —Y conoce a Ian MacPhie desde 1955 cuando fue asignada a vigilar
a los miembros del harén de Roman Draganesti. Han dicho que él parecía un
adolescente, —dijo Corky.
—Así es, —coincidió Pamela. —Era demasiado joven para que nos interesara.
Personalmente, creo que Ian MacPhie es un virgen de quinientos años.
—Increíble, —dijo Corky. —Así que su perfil no es más que una estratagema
desesperada para conseguir sexo.
La cámara enfocó de nuevo a Corky y a Ian. Vanda puso las manos sobre la
mesa y se inclinó hacia Corky. —Eso es mentira. Ian está buscando a su
verdadero amor.
—¿La verdad?—Gritó Vanda. —La verdad es que eres una perra viciosa y
mentirosa.— Ella saltó sobre la mesa y agarró por el cuello a Corky.
— Lo siento mucho.
Vio los hoyuelos de Ian y Toni secretamente se alegró de que aún pudiera
hacerlo sonreír.
—Pero no fue culpa tuya. —Toni volvió a su sitio. —Puedes demostrar que
Corky estaba mintiendo. Podrías presentar a algunas de las mujeres vampiro
con las que te has acostado y...
—Bueno, está bien. Llamaré a esa perra y le diré que me he acostado contigo.
Ian hizo una mueca con la boca —¿Mentirías por mí, Toni?
No tendría que ser una mentira, la idea surgió en su mente. Ella se
estremeció, deseando poder hacer un rebobinado mental. Seguramente él no
estaba leyéndole la mente. Sus mejillas se encendieron cuando le miró
cautelosamente. Él la miraba fijamente. Un destello de color rojo surgió en
sus ojos antes de que él parpadeara y mirara hacia otro lado. Bebió un poco
más de sangre.
—Está bien.— Ella retrocedió hacia la puerta. —Eso sí, no dejes que esto te
desanime, ¿de acuerdo?
— Eso no es cierto. Has sido muy encantador y coqueto conmigo. Besas bien.
Él dejó la botella sobre la mesa. —No sé por qué, pero lo haces fácil. Pero eso
no importa ahora. Estoy con esa tontería de las citas.
—Un hombre debe ser honesto consigo mismo, Toni. No soy un galán, soy un
guerrero. Me lo dijiste la otra noche, estaba perdiendo mi tiempo.
—Pero yo...—Dijo ella con frustración. Y celos, ahora se daba cuenta. Había
odiado la idea de que él prefiriera a una mujer vampiro antes que a ella.
Ella parpadeó para contener las lágrimas. —No te atrevas a pensarlo Ian.—
Salió corriendo hacia la puerta.
Ian abrió las persianas de aluminio y miró desde la oficina del quinto piso.
Con su visión superior, contó veintidós mujeres en la acera, todas abrigadas
por el frío y con carteles. Una llevaba una tiara que brillaba con la luz de la
farola cercana.
El conductor saltó del Jaguar. Carlos. Agarró a una persona del grupo de
mujeres emocionadas y se la llevó de vuelta a su coche. Toni.
Con enfado, Ian se dio cuenta de que Carlos la había rescatado de la turba. El
Jaguar aceleró por la carretera. Más molesto, se dio cuenta de que prefería
pasar su tiempo libre con Carlos.
Con una respiración fuerte, aclaró su mente. Qué tonto era. Mentalmente,
sabía que una mujer vampira sería la compañera más adecuada para él. Sin
embargo, allí estaba él, excitado por una mortal. Y peor aún, una mortal que
estaba fuera de su alcance.
Dougal y Phineas sonrieron a Ian antes de centrarse en sus zapatos. Por todos
los demonios. Odiaba la pena aún más que la humillación.
—Será mejor que hagamos las rondas. —Dougal fue hacia la puerta. —
Vamos, Phineas.
—Tengo que irme. —Ian cruzó los brazos sobre su pecho. —Creo que quieres
decirme algo.
—Sí. —Ian sonrió, recordando la descripción de Toni sobre que chillaba como
una bestia.
—No las maté. — Ian se detuvo cuando vio la risa de Connor. El escocés
estaba jugando con él.—Te resulta divertido.
Ian sintió enrojecer su rostro. —Estoy tratando de arreglarlo. Les pedí los
nombres y números de teléfono a las mujeres de la calle. Estaban contentas
porque salí a saludarlas. Las pobres jovencitas se estaban congelando.
Connor negó con la cabeza. —Me imagino que están desesperadas por mi
amor.
Ian suspiró. ¿No todos necesitaban ser amados? Había sufrido doce días de
dolor tortuoso con la droga que le suministró Roman para poder parecer más
viejo y así encontrar el verdadero amor.
—Hay otro problema. ¿Vistes a Cora Lee anunciar al mundo entero vampiros
tu edad? Todo el mundo se preguntará cómo ha ocurrido.
—El medicamento podría ser utilizado como un arma, —dijo Ian terminando
la frase.
—Estoy seguro que los Malcontents se mueren por saber cómo lograr invadir
el cuartel general de Roman, durante el día y así rescatar a Laszlo. Harán
cualquier cosa para conseguir la droga. — Connor tamborileó los dedos sobre
la mesa. —Le diré a Roman que tenemos que esconder la droga o destruirla.
Y tenemos que aumentar la seguridad.
Se dio cuenta de que su pregunta había quedado sin respuesta, por lo que se
dio la vuelta para hacer frente a Carlos.
Él se había ido.
Se quedó boquiabierta cuando saltó del árbol y aterrizó con suavidad sobre
sus pies. —¿Cómo hiciste eso?
—La verdadera pregunta es por qué.— Caminó hacia ella. —Tenía que ver
sobre la pared. Hay un patio interno. Todos los edificios de los alrededores se
abren a él. Creo que los edificios con números en ellas son las salas donde los
pacientes se quedan. Los otros edificios parecían una cafetería, un gimnasio, y
una piscina de interior. Es un lugar elegante.
Podía ver el interior del vestíbulo a través de la gran placa de vidrio de las
ventanas. Parecía cálido y acogedor con sofás y sillones de cuero. Carlos tenía
razón acerca de que Shady Oaks era un lugar de lujo.
—El patio es accesible. Te estás olvidando del roble sombreado bien colocado.
—No tienes que hacerlo. Yo quiero, y espero que puedas distraer al guardia y
a la recepcionista en el vestíbulo. Al revisar vi la lista de pacientes en el
escritorio de la recepcionista. Si encuentras el nombre de Sabrina, estoy
seguro de que obtendrás el número de identificación. A ella no se le permite
hablar, incluso en el teléfono sin su número de identidad.
—De acuerdo.— Toni pisoteó el barro y la nieve de sus botas. —No estoy del
todo cómoda con este trabajo de espionaje. ¿Y por qué Carlos era tan bueno
en eso? —Entonces, ¿cómo los vamos a distraer?
Demasiado tarde una vez más. Carlos ya había despegado. Corrió alrededor
de la esquina del complejo, dirigido hacia su árbol favorito.
—¡Jesús! ¡Por Dios!— Toni marchó sobre el lugar para calentar sus pies. Le
daría unos minutos para empezar lo que él había planeado hacer. Ella exhaló,
dejando que el aire saliera corriendo con una nube de vapor de hielo, y luego
se dirigió hacia el vestíbulo. Hora del espectáculo. Las puertas automáticas
zumbaron detrás de ella, y tanto el guardia como la recepcionista la miraron.
Era mucho después de las horas de visita, así que estaba sola.
Toni se dio cuenta de que la mujer pensó que estaba hablando de sí misma,
por lo que siguió el juego. —Bueno, yo... es decir, mi amiga es adicta al sexo...
Mucho sexo. Todo el tiempo. Ella no puede conseguir suficiente.
—Por supuesto. Duermo con mis terapeutas. Y mis médicos, mis maestros, el
fontanero, el tipo de las palomas del tejado.— ¿Dónde diablos estaba Carlos?
—Ya sabe, es una enfermedad.
En ese momento, un rugido llenó el aire y sacudió las ventanas de cristal. Los
gritos desde el patio se intensificaron.
Él cambió su chaqueta a su otro brazo, y luego sacó las llaves del bolsillo del
pantalón. Con un clic en el teclado, las puertas se abrieron.
—Creo que sí.— Toni entornó los ojos cuando dos coches de policía corrieron
por delante de ellos con luces intermitentes. Miró por encima de su hombro y
los vio entrando en el aparcamiento del hospital. ¿Qué había causado que el
guardia llamara a la policía? Recordó a la mujer con la chaqueta cortada. Y las
palabras de la frenética mujer, —Un monstruo negro con los ojos brillantes.
***
Ian había escondió los seis viales del medicamento para permanecer
despierto en la caja de seguridad en el sótano de una sala de Romatech—
completamente encerrado en plata para que un vampiro no pudiera
teletransportarse dentro ni fuera. La sala de plata estaba equipada con su
propio suministro de aire y comida suficiente, agua embotellada y sangre
para mantener una vida mortal o Vampiro durante tres meses.
Desde que Ian todavía tenía algunos días de vacaciones, Connor no esperaba
que se quedara, por lo que se teletransportó de nuevo a la casa. En la oficina
del quinto piso, conectó el ordenador al dispositivo de rastreo del bolso de
mano de Toni. Se enfocó en su localización. ¿Shady Oaks Hospital
Psiquiátrico? ¿Por qué Carlos la llevaría allí? La luz empezó a parpadear.
Estaban en movimiento.
—La sala VIP,— dijo Vanda. —Desde que éramos un harén de damas,
pensamos que estaría bien que lo hiciéramos parecer un harén. La pantalla se
dobla para abrirse, para que los clientes VIP puedan mirar por encima de la
barandilla la siguiente actuación. Pero si quieren privacidad, cerramos la
pantalla.
—Por cierto, todas las chicas allí han estado preguntando por ti,— dijo
Vanda. —Te quieren conocer.
Vanda resopló. —En realidad, todas quieren el honor de ser quien tome tu
virginidad.
—Sangriento infierno,— murmuró. —¿No les has dicho que llegan como 500
años demasiado tarde?
—Lo he intentado, pero prefieren la versión de Corky. Sospecho que piensan
que ser la primera les hará famosas y darles un poco de tiempo en el
programa de Corky.
—Au. Así que es la fama y no yo lo que las atrae. ¿Hay una razón importante
para que me hayas llamado aquí?
—Me temo que sí.— Vanda se asomó a través de la pantalla. —Mira en el bar.
—Sí. Jedrek Janow.— Ian había visto por última vez al asesino Malcontent
asesinando en Ucrania la noche que se había ido de allí con Jean-Luc y los
otros para ayudar a rescatar a Angus y a Emma. Jedrek había estado allí con
Casimir, pero cuando los Malcontents comenzaron a perder la batalla, tanto
Jedrek como Casimir se teletransportaron, dejando a sus camaradas rusos
para ser vencidos.
Un indicio de dolor cruzó su cara. —Digamos que se llevaba muy bien con
los nazis. Es un asesino vicioso, y lo disfruta.
—Un Malcontent de cartel.— Ian miró a través de la pantalla. —Está
bebiendo Bleer para engañar a Cora Lee pensando que es un vampiro normal.
Ian aguzó el oído, pero no pudo oír la voz baja de Jedrek sobre el estruendo
de la música a todo volumen y el chillido de las mujeres. —Necesito saber lo
que está diciendo.
Se dirigió a una puerta parcialmente oculta detrás de una cortina de color rojo
puro. Ian la siguió por un tramo de escaleras a su oficina.
—Cariño, ¿me podrías conseguir otra Bleer? Este material es una pasada,
fantástico. Roman es un genio.
—No, estaba aquí cuando sucedió. Santa tierra, no me puedo imaginar por
qué alguien querría verse mayor.
Vanda se quedó sin aliento, y Ian negó con la cabeza para recordarle
permanecer en silencio. No había duda de que había captado el pleno peligro
de la situación. Si los Malcontents adquirían los medios para mantenerse
despiertos durante el día, podrían masacrar a los Vampiros indefensos en su
sueño mortal.
—Se ha ido.
—Iré a por el nombre del abogado de Angus,— se ofreció Ian. —Es el mejor
del mundo Vampiro. Pagaré por un acuerdo con ella. No puedo tenerte
sufriendo a mi cuenta.
—Pero yo soy la que la atacó.— Vanda arrastró una mano por el pelo de
punta. —Y ahora tenemos este lío con Jedrek Janow. No parará hasta que
sepa lo que te causó la edad. Y si pone sus manos en las drogas...
Vanda se llevó la mano a la frente. —Esto es todo culpa mía. Te hice muy
famoso, y ahora estás en peligro. Jedrek te caza. Él... él...
—Estaré bien.
Ian pensó que eran todas ellas, pero no quería menospreciar el ofrecimiento
de Vanda.
Ella cerró los ojos. —Quiero que seas feliz, Ian. Y estés a salvo.— Cuando ella
abrió los ojos, la ira brilló en ellos. —Así que ayúdame, si ese hijo de puta de
Jedrek te daña...
—Vanda, prométeme que no vas a hacer nada con Jedrek Janow. Déjamelo a
mí y a Connor.
Ella dejó escapar un suspiro. —Está bien, pero por favor ten cuidado. Él
quiere respuestas, y tú eres el que las tiene.
—Lo sé.— Ian se dio cuenta de que Jedrek podría estar cazándolo en este
momento. Y el primer lugar en el que haría la búsqueda sería la casa de
Roman. —Tengo que usar el ordenador.
—¡Ay! — Miró la contusión. Tenía un vivo tono morado que hacia juego con
las cicatrices rojas en el torso y los senos.
—¡Toni!
—Toni, ¿estás bien?— Ian golpeó la puerta. —¿Hay alguien que te está
haciendo daño? ¿Tengo que teletrasportarme dentro?
—Brillante, Sherlock.
—No puedo esperar más,— dijo Ian desde el pasillo. —Estamos en peligro
por un asesino Malcontent llamado Jedrek Janow. Es el nuevo maestro del
clan ruso estadounidense en Brooklyn, los hijos de puta que nos atacaron.
Jedrek quiere información sobre el medicamento que tomé para parecer más
viejo.
—Muy grave. Si ataca la casa, no vendrá solo, vendrá con otros Malcontents,
y todos aquí, incluidos tú, seremos atacados.
Un escalofrío le puso la piel de gallina. —¿Conocen esta casa? Pensé que era
un secreto. —Maldita sea, había pensado que estaba a salvo de ellos.
—La casa de Roman es un secreto, pero este lugar siempre ha sido conocido
en el mundo vampiro. Cada primavera, Roman ofrece una conferencia en
Romatech y los maestros de los aquelarres de todo el mundo asisten. Siempre
se alojan aquí y la compañía de Angus proporciona la seguridad.
¿Podría ser atacada de nuevo? Dios, no. Los recuerdos de esa noche
amenazaron con bloquearla. No, otra vez no. Una silueta apareció ante ella y
jadeó.
Puso sus manos sobre sus bragas y sujetador. ¡Maldita sea! Su ropa interior
no cubría mucho. Y podía ver sus heridas. Ella miró su cara y vio su
expresión pasar de sorpresa a horror.
—¡Fuera! — Ella se dio la vuelta. Maldita sea, ¿que era peor? ¿Ser pillada casi
desnuda o ver la reacción horrorizada de un hombre al verla?
Ella abrió la boca y los vaqueros se deslizaron hasta las rodillas. Se dio cuenta
de que miraba hacia abajo y ella se subió los pantalones. —¿Cómo lo sabes?
Ella saltó a un lado para mantener cierta distancia entre ellos. —¿Qué estás
haciendo?
Hizo una pausa con un puñado de sus bragas en la mano. —Me enfadé
cuando vi las mordeduras que esos hijos de puta te han hecho. No me
horroricé. Tu cuerpo es hermoso.
Dejó caer las bragas en su maleta. —Por favor, apúrate. Tenemos que irnos.
—¿A dónde vamos? —Ella corrió al baño, cogió su cepillo, cepillo de dientes,
bolsa de cosméticos y las lentes de contacto y luego lo metió todo en la
maleta.
—Te llevaré a Romatech. La seguridad es mucho más estricta allí. Así los
muchachos y yo podremos esperar a los bastardos por si vienen por aquí.
Estaría de acuerdo con eso en otras circunstancias. ¿Por qué arriesgar su vida
por una disputa de vampiros? Pero por la noche en la que los Malcontents la
atacaron, era personal. Por mucho que odiara verlos de nuevo, tenía que
hacerlo. Se puso sus botas. —Esta es mi lucha. No voy a temblar de miedo.
Haré mi trabajo.
Ian cerró la cremallera. —Cariño, has sido contratada como guardia de día.
Eso significa que tienes que luchar contra los posibles enemigos del día, es
decir, los mortales. Estás fuera de servicio por la noche por una razón. No
sobrevivirás en una pelea contra un vampiro.
— Un golpe de suerte.
—Mira, cariño. —Se dirigió hacia él. —Estoy bien. Estoy en plena forma.
¿Necesitas una demostración?
La rabia barrió a través de ella. Maldita sea, ¿no se les podía vencer? El
recuerdo de su ataque volvió y sintió horror. Sacudió la cabeza, tratando de
no recordarlo pero su mente se llenó de recuerdos reproduciendo todos los
detalles atroces. Un escalofrío casi la dobló.
—Toni, estás bien,— susurró Ian.
—¡No! — Luchó para contener las lágrimas, pero cuanto más se esforzaba,
más aumentaban sus emociones. Se liberó de Ian y se tambaleó hacia atrás. —
Yo... ¡odio a tu especie!
Su boca se cerró y el dolor se reflejó en sus ojos. —Por lo menos eres honesta.
Ella tocó con las manos su pecho lleno de cicatrices. —Me mordió como si
fuera comida. Como si no fuera un ser humano. Solo un pedazo de carne. —
Sus lágrimas rodaron por su cara y se secó las mejillas. —No podía luchar
contra ellos. Se apoderaron de mi mente y fue como si mi alma fuera
aplastada.
Él la abrazó. Ella se puso rígida, pero la abrazó con fuerza. —Yo nunca te
haría daño. Puedes confiar en mí.
Él pasó la mano por su espalda. —Espero encontrarme con esos hijos de puta
esta noche. Me encantara darles una lección por lo que te hicieron.
Contuvo el aliento cuando sus ojos se abrieron. —¿Qué les pasa a tus ojos?
Están rojos.
—No lo creo. —Ella estudió los iris de color rojo y brillante. —Ninguno de los
otros vampiros hace eso.
Él sonrió de forma irónica. —Toni, cuando mis ojos se vuelven de color rojo,
es porque estoy deseando algo desesperadamente.
—No te odio, Ian. No odio a ninguno de los Vampiros buenos. Tal vez lo hice
al principio, pero ahora...
Tan pronto como Ian estuvo seguro de que Toni se había terminado de
instalar en el cuarto de plata en Romatech, se teletransportó a la casa con
Dougal y Phineas.
Nadie cayó en la trampa. Ian se movió para entrar, pero Phineas lo agarró.
Dougal hizo una mueca. —Tienes razón pero el sonido es muy molesto.
—¿Listos?
Asintió con la cabeza a Ian. De repente aparecieron los tres en el vestíbulo. Un
rápido vistazo les indicó que los intrusos no estaban en el primer piso. Los
libros de las estanterías estaban en el suelo, la sala estaba toda revuelta.
Bajaron al sótano. El interior del ataúd de Phineas había sido rajado y el
exterior destrozado.
—Hay que revisar la oficina de Roman, —sugirió Ian. —Estoy seguro de que
no saben que él inventó la droga.
Ian atravesó con la espada la silla de oficina vacía. —Por todos los demonios.
—Justo el hombre que estaba buscando, —se burló Jedrek. —Stasio, Yuri,
cojan al del medio.
Los dos Malcontents se abalanzaron hacia Ian, pero Phineas y Dougal
saltaron delante preparados para el combate. Ian maldijo interiormente por
haber sido tratado como un indefenso cachorro. Se dirigió a Jedrek, pero el
cobarde desapareció una vez más.
Ian se volvió pero Jedrek le agarró del brazo por la espalda. Una sensación de
vértigo se apoderó de él y se dio cuenta de que Jedrek estaba tratando de
teletransportarse con él. Le cortó el brazo a Jedrek con la espada, el hombre
lanzó un grito de dolor justo antes de desaparecer por completo.
—¡Lo hice!— Phineas levantó su espada en el aire. —¿Viste eso? Soy una
máquina de matar.
Phineas levantó la mano para chocar los cinco con ambos. —Oh, sí, Dr. Phang
ataca de nuevo.
***
—Maldita sea.
Él sabía que estaba enfadada por tener que matar a la rubia. —Trae vendas.
Cúrame la herida.
—Eso es en cinco horas a partir de ahora, perra. Trae las vendas ahora.
Ella se fue. Todavía tenía mucho espíritu, pero lo quebraría pronto. —Tú.—
Miró al guardia. El nombre del tipo era Stanislav, pero a Jedrek no le gustaba
llamar a la gente por sus nombres. Podían pensar que de alguna manera los
apreciaba. —Dame tu camisa.
—¿Dónde está ese Phineas? Si hubiera tenido esta noche Nocturna, podría
haber paralizado a Ian MacPhie y traerlo.
Jedrek entrecerró los ojos. Había revisado la oficina cuando Katya era
maestro y luego otra vez cuando se había convertido en amo de la asamblea.
Alguien en el aquelarre había estado jugando en los dos lados.
—Mira las fotos de mi escritorio. Hay una foto de un vampiro negro que
trabajó para MacKay.
Stanislav miró las fotos, luego se detuvo. —Este es. Phineas McKinney.
Jedrek apretó los dientes. —Y cuando Phineas estuvo aquí, ¿le dijiste a donde
se había ido Katya?
Stanislav dio un paso atrás, su rostro estaba pálido. —Pensé que estaba de
nuestro lado. Él nos ayudó a hacer la Nocturna.
Él notó los moretones en sus brazos donde antes le había hundido los dedos.
—Me gusta hacerte daño.
—¿Qué pasa con la droga? —Preguntó Yuri. —¿Y con Ian MacPhie?
Rió entre dientes. —Todo el mundo está aquí para su sueño mortal. Hay
algunas habitaciones aquí en el sótano, todas con cámaras de vigilancia.
Howard, en la oficina de MacKay, vela por nosotros.
Toni miró la cámara en la esquina. La luz roja indicaba que estaba encendida.
—Hay un segundo turno para la seguridad del día, —continuó Ian. —Ellos
velan por los empleados mortales y el guardia del edificio. Me han dicho que
han estado ocupados durante el día. Hay mortales embotellando la sangre
sintética y trayéndola de los hospitales y los bancos de sangre.
—A los mortales no les está permitido bajar al sótano. Se necesita una tarjeta
para acceder a la escalera o para que el ascensor baje hasta aquí. Hay una en
la mesa para ti.
—¿Me he perdido algo mientras estaba durmiendo?
—Sí. Phineas mató a uno. Estaba muy orgulloso de sí mismo. Jedrek trató de
teletransportarse conmigo, pero le corté el brazo para liberarme.
—Está bien. Iré al baño primero. —Ella se fue hacia el baño. Luego salió y
cerró la puerta detrás de ella y ajustó los ojos a la oscuridad teñida de rojo.
Ian ya no estaba en la cocina. Se acercó a la cama y se detuvo. Allí estaba, al
otro lado, acostado encima del edredón, con su falda, una camiseta blanca y
sus medias hasta la rodilla.
—¿Qué estás haciendo?— Ella miró la habitación. Sólo había una cama. Tal
vez si juntaba los sillones, podía...
Ella soltó un bufido. —De acuerdo. Porque hay algo tan irresistible como un
cadáver.
¿De mí? El corazón de Toni se aceleró. ¿Soñaba con ella? Ella se acercó para
mirarlo. —¿Estás muerto?
Se deslizó bajo las sábanas y se tumbó boca arriba. Que Dios la ayudara,
quería acurrucarse junto a un cuerpo muerto. Esto estaba mal en muchos
niveles.
Se dio la vuelta, poniéndose de espaldas a él. Tan mal. Y, sin embargo, estaba
empezando a sentirse muy bien.
—Sí. —Toni se dirigió hacia el guardia, que registró su bolso, luego cacheó a
Carlos. Abrió la puerta.
—No están aquí por ti, Teddy,— gruñó Bradley. —Vuelve a la habitación.
—Está bien.— Teddy se pasó una mano por el pelo oscuro con canas, parecía
un zorrillo. Se arrastró por el pasillo.
—Por aquí.— Bradley les indicó la derecha. —Sabrina estará en la sala de las
mujeres. Mantenemos a los hombres y a las mujeres separados, excepto en las
comidas. Es mejor así ya que recibimos adictos al sexo ocasionalmente.
—Ya hemos llegado. —Bradley señaló un área abierta, entonces se dirigió por
el pasillo. Una enfermera estaba sentada detrás de un mostrador, vigilando a
los pacientes. En el centro de la sala blanca, había dos mesas, rodeadas de
sillas de plástico de color naranja. Más sillas de plástico se alineaban en las
tres paredes. Una televisión, colgada en un esquina mostraba una película de
dibujos animados, tenía el volumen bajo. El aire estaba cargado y caliente.
Sofocante.
Miró perpleja a dos mujeres de mediana edad sentadas contra la pared. Sus
manos temblaban y tenían la boca abierta, sus ojos parecían muertos. El
corazón de Toni se oprimió en su pecho.
Cuando Toni se acercó, se dio cuenta de que no era una revista lo que Sabrina
estaba mirando, era un libro para colorear. Pasaba las páginas, luego se
detenía en una página, en la que no se había pintado todavía. Sacó un lápiz
de color rosa roto de un recipiente de plástico y comenzó a colorear.
¿Esta era la destacada estudiante de la NYU que había estado en la lista del
decano en los últimos seis semestres? Toni cerró los ojos. No voy a llorar
delante de ella. Seré fuerte.
Bri se volvió hacia ellos, con el rostro blanco y luego parpadeó. —¡Toni!
¡Carlos! Vinisteis a verme.
—Por supuesto que sí.— Toni le dio un abrazo. —Hemos estado preocupados
por ti.
—Es para pacientes suicidas.—Cogió un lápiz de color verde del bote. —No
es que yo sea una suicida.
—Ponen a todos bajo vigilancia de suicidio cuando llegan aquí, —explicó Bri.
—Me sentí tan sola, —continuó Bri. —Tenía que comer sola y sentarme aquí
sola cuando los demás se iban al gimnasio.
—Teddy no está loco, —le susurró Bri. —Es una historia muy triste. Tuvo un
accidente de coche con su novia y ella murió. El conducía, por lo que se siente
culpable.
Toni asintió con la cabeza. —Es terrible sentir que has fallado a alguien que
amas.
—Tengo que admitir que voy a mejorar. Eso es lo que dice mi terapeuta. De
todos modos, mucha gente aquí está loca. —Sonrió Bri. —Incluso algunos de
los guardias. Ayer por la noche, me dijeron que había un gato negro gigante
corriendo por el patio.
Toni miró a Carlos, pero su rostro permaneció en blanco. Bri cogió un lápiz
morado del bote. —Tengo que pintar de púrpura el pelo de Jasmine. Se
llevaron los lápices negros porque eran demasiado deprimentes.
Toni ahogó el impulso de gritar. ¿Cómo puede alguien estar en este sitio y no
deprimirse? —Bri, hice lo que me pediste. Me fui a Central Park para ver si
los vampiros me veían y me atacaban.
Bri negó con la cabeza mientras ella pintaba. —Los vampiros no son reales.
—Tienes razón,— dijo Carlos rápidamente, luego miró a Toni para que no le
interrumpiera. —Debes decirle a tu tío que cometiste un error. Que
simplemente estabas traumatizada por el ataque. Pero que ya estás mejor y
así te dejaran salir de aquí.
Bri metió el lápiz morado en el bote. —Tío Joe quiere que me quede aquí
hasta que consigan la combinación correcta de medicamentos para mí. Puede
que lleve un par de semanas.
O para siempre, pensó Toni con ironía. Mientras el tío Joe estuviera a cargo
del futuro de Bri, no haría nada.
Toni había querido ayudar a Bri para probar la existencia de los vampiros,
pero hasta el momento, no había podido reunir ninguna prueba. Y ahora
dudaba que tío Joe aceptara ninguna prueba. Simplemente no le interesaba
que Bri saliera de este hospital.
Una sensación de pánico creció en Toni a medida que pasaban los minutos.
Carlos le hizo preguntas mundanas como que había cenado. A Toni le estaba
resultando difícil hasta respirar.
—Por supuesto. Quiero decir, lo intentaré. —Toni tenía miedo de que el tío
Joe negara su acceso una vez que viera su nombre en el libro de visitas.
—Lo sé, —respondió Carlos. —He estado tratando de pensar en un plan toda
la noche.
—Su tío nunca la liberará, —dijo Toni con pánico. —Vamos a tener que …
—Shhh, —le advirtió Carlos. Hizo un gesto a la encina y a una rama enorme
que se extendía sobre el muro. —Podría intentar subirla hasta ese árbol, pero
todavía queda el problema de sacarla de la sala. El maldito lugar está más
cerrado que el cinturón de castidad de una monja.
Ella agarró el brazo de Carlos. —No digas eso. Tiene que haber una manera.
Sólo necesitamos planear como evitar a los guardias y las puertas cerradas.
Oh, Dios mío, sé cómo hacerlo.
—Teletransportándola.
—Creo que sí. Espero que sí. —Él se había ofreció a ayudarla. Y cuanto más
pensaba en ello, más sabía que era la única manera.
Toni insistió a Carlos que la llevara a Romatech. Era de noche cuando
llegaron. El guardia de la puerta la reconoció y la saludó con la mano cuando
Carlos detuvo el coche en la puerta principal.
—Sé que quieres hablar con Ian a solas, pero mantenme informado. Esto
requerirá un poco de planificación.
—Está bien.— Ella se quitó el gorro de lana y se peinó el pelo. Quería estar
decente cuando hablara con Ian.
—Una vez que Bri esté fuera, necesitaremos un lugar seguro para que se
quede. No podemos llevarla a su apartamento.
— ¿Por qué no? —Toni se quitó las gafas y las metió en su bolso. Su vista era
un poco borrosa de lejos, pero estaría bien para una conversación de cerca. Se
miró en el espejo del coche para ver cómo estaba.
—Bueno, yo lo hice. —Toni hizo una mueca. —Pero tenía una fuerte
motivación. Estaba tratando de ayudar a Bri. —Sintió las lágrimas en sus ojos.
—Tenemos que sacarla de allí.
Carlos le dio unas palmaditas en el brazo. —Va a estar bien, menina.— Miró
por el espejo retrovisor. —¿Qué diablos es eso?
Toni miró por encima del hombro. El aparcamiento estaba bien iluminado y
vio a un hombre de baja estatura, muy abrigado, caminando hacia la puerta
principal de Romatech. Llevaba una bolsa grande de plástico negro al
hombro. —Lleva algo abultado.
—¿Él?— Carlos miró hacia atrás y luego desvió la mirada hacia el espejo. —Él
no aparece en el espejo. Todo lo que veo es una bolsa flotando en el aire.
— ¿En serio? — Toni bajó la visera del coche para mirar por el espejo.
Efectivamente, la bolsa de basura se estaba moviendo por su propia cuenta.
—Eso es muy raro. Debe ser un vampiro. —Estaban sentados en el coche y
observaron al hombre de baja estatura pasar por la puerta principal. —Me
pregunto que lleva en la bolsa, —murmuró Toni.
—Y lo sabes en una semana, Toni. ¿Cómo puedes estar segura de lo que son
capaces de...?
La puerta del otro lado del pasillo se abrió y Shanna salió. Se detuvo. —
¡Laszlo! Me alegro de verte.
—¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué pasa? —Dijo Toni hacia la puerta
cerrada.
—Toni, —dijo Shanna cogiéndola del brazo. —¿No has visto mi oficina
todavía? — Ella señaló hacia el consultorio dental.
—Tengo que darte cita, —continuó Shanna. —Todos los empleados MacKay
tienen dos exámenes gratis al año. Bueno, en realidad, no es gratis. Angus lo
paga. ¿Conoces a Angus?
Toni lo vio flotando a unos dos metros del suelo, en la habitación contigua a
la oficina de Shanna. Esto tenía que ser su habitación. La puerta estaba
cerrada parcialmente en la mitad inferior, la mitad superior estaba abierta y
Constantine había levitado para poder verlas en el pasillo.
—Está bien. — Shanna se apoyó sobre la puerta para abrazar a su hijo. —Te
veré más tarde, cariño. — Empezó a caminar por el pasillo, se detuvo cuando
Toni no se unió a ella. —¿No vienes?
—Lo siento, pero tengo que hablar con Ian.— Toni hizo un gesto hacia la
oficina de seguridad. —Howard es el único que está ahí en estos momentos.
Todos los chicos están en la capilla. Están preocupados por si los Malcontents
intentan algo esta noche.
— ¿Cómo qué?
Shanna suspiró. —Ellos hicieron estallar la capilla el verano pasado. Por
suerte, no había nadie dentro en ese momento.
—Sí. —Shanna miró hacia el cuarto de niños y bajó la voz. —Es por eso que
dejo a Tino aquí con Radinka. Por si acaso. Vamos. Tienes que conocer al
Padre Andrés. Es maravilloso.
Toni la siguió por el pasillo hacia el vestíbulo principal. —No sé si debo ir. No
soy católica.
Shanna sonrió. —Tampoco yo, pero estos viejos vampiros son tan
medievales, que es todo lo que saben. ¿Sabías que mi marido era un monje?
—Qué triste. —Toni hizo una mueca. Sin embargo, entendió porque su madre
mortal aún estaba viva. —¿Qué pasa con Connor y... Ian?
La habitación tenía dos largas mesas, cubiertas con manteles largos y blancos.
Era obvio que una era para vampiros y la otra para los mortales. La de los
mortales contaba con queso, bandeja de fiambres, verduras, ponche y un
plato de galletas de chocolate.
En la otra mesa había dos cubos grandes llenos de hielo y botellas de sangre.
El microondas estaba en el centro de la mesa, flanqueado por hileras de
vasos.
—Nos vemos más tarde.— Shanna acarició el brazo de Toni y luego salió
corriendo de la habitación.
Rió entre dientes, la agarró del codo. —Dicen que la confesión es buena para
el alma.
Oyó el sonido, a lo lejos, del canto de la capilla. Voces graves, masculinas. Los
vampiros estaban cantando un himno.
—¿Así que rezáis por la salvación?— Ella adivinó que tenía sentido. ¿Quién
necesita la redención más que un vampiro?
—Yo ruego por muchas cosas, Toni. —Deslizó su mano por su brazo, luego se
demoró en sus dedos. —Te ruego que confíes en mí y me cuentes toda la
verdad.
Esta noche había otro olor, que lo mantuvo lejos de los pensamientos santos.
Del tipo AB positivo. Su sabor favorito. Procedía de Toni, que estaba sentada
a su lado en la fila de atrás.
Ella se había quitado la chaqueta y la dobló sobre sus rodillas. Los puños
apretados juntos con tanta fuerza que sus nudillos brillaban blancos. ¿Lo que
había pasado haría que estuviera lo suficientemente desesperada como para
revelarle sus secretos?
La primera vez que se despertó se dio cuenta de que se había ido, había
revisado su dispositivo de rastreo en un ordenador. Había vuelto a ese
hospital psiquiátrico. Por el aspecto de sus manos apretadas y el rostro
pálido, algo en el hospital le había disgustado. ¿Estaba de alguna manera
relacionado con su trabajo como guardia?
—Conocen sus errores del pasado, sus errores,— dijo el padre Andrés. —
También deben saber esto, que siguen siendo hijos del Padre celestial, y su
Padre, les ama.— Un pequeño ruido proveniente de Toni sonó como un
quejido ahogado. —No creo que sean indignos del amor, porque Dios os ama.
Y no dejéis, podéis perdonaros a vosotros mismos
Ian se quedó mirando la puerta cerrada. Maldita sea el infierno. ¿Por qué
estaba tan enfadada? Él había visto a su archivo personal. Ella sólo tenía
veinticuatro años de edad. Su peor delito fue una maldita multa de tráfico.
Era un ángel en comparación con los vampiros de sangre en esta sala,
incluido él mismo.
—Chica, ¿qué podrías, posiblemente, haber hecho? Eres tan joven y tan...
inocente.
Se volvió hacia él, y él hizo una mueca al ver sus mejillas llenas de lágrimas.
—Yo… yo dejé que mi abuela muriera.
—No era mi intención que eso ocurriera.— Las lágrimas fluyendo por su
rostro.
Ian pudo ver que Toni había aprendido a ser fuerte e independiente a una
edad temprana.
—Pero sabía que había estado enferma la noche anterior. Sigo pensando en
que debería haberlo hecho de otra manera. Si hubiera llamado al 911 por la
mañana, podría haber vivido. Incluso mi madre me dijo que había hecho un
pésimo trabajo cuidando de ella. No me dejó vivir con ellos después de que la
abuela muriera. Me envió a un internado.
Ian hizo una mueca. —Chica, sin ofender, pero tu madre es un maldito culo.
Toni parpadeó.
—¡Eso es ridículo! Cualquier persona que te conoce sabe que nunca podrías
lastimar a alguien que amas.
Ella se sonó la nariz en la servilleta. —Creo que sí. Lo siento mucho. He sido
una ruina emocional, últimamente, y me sigo viendo en mi peor momento.
Ella le dirigió una mirada dudosa. —¿Con los ojos llorosos y la nariz roja?
Quería besar sus ojos llorosos y la nariz roja. —En realidad, me refería a tu
corazón compasivo.
Ella soltó un bufido. —No me siento muy compasiva. Estaba pensando que tu
madre era un maldito culo.
—Ya sabes, cuando te conocí, pensé que éramos totalmente diferentes. Vivos,
muertos. — Se señaló a sí misma, y luego a él. —Moderno, pasado de moda.
Inteligente, no tan inteligente.
—¿Perdona?
—Chica, no puede ser tan malo.— Le tocó la otra mejilla, por lo que su cara
fue acunada en sus manos. Podía oír el corazón acelerado. Se acercó más.
Ella no retrocedió.
Mantuvo su rostro y la besó suavemente una vez, dos veces. Se inclinó hacia
él, y su pasión se desató con un beso salvaje, devorador. Él la atrajo hacia sí,
con una mano en la parte posterior de su cuello, el otro en la cintura. Tiró de
ella tan cerca, que sus pies salieron de la tierra. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su cuello y le devolvió el besó.
Los besos cayeron por el cuello, luego le hizo cosquillas con la lengua en el
camino a la oreja. Ella se estremeció.
Le alisó las manos por la espalda, y luego le tomó la parte inferior y la apretó
suavemente. Volvía a su boca para besar más cuando oyó a alguien aclararse
la garganta.
Ian lanzó a Toni y dio un paso atrás. Ella lo miró, y luego a Connor, los ojos
muy abiertos.
No parecía muy tranquila. Corrió por el pasillo para ponerse al día con
Connor. A medio camino hacia el vestíbulo, Connor abrió una puerta a una
sala de conferencias. —Aquí será.
Ella le había besado. Había gemido con placer. Ella lo quería. Y él quería
gritar de alegría.
—¡No!— Ian caminó hacia él. —Estaba llorando cuando la encontré. Estaba
muy alterada, y yo me aproveché.
—¡Más que un poco!— Los ojos de Connor brillaron con el enfado. —No es
suficiente, ¿que cientos de mujeres se te estén lanzando? ¿Por qué quieres
seducir a la mujer que no puedes tener? ¿Es porque está prohibido?
Ian tomó una respiración profunda. Tenía que salir con algo rápido, o Connor
podría hacer que le borraran esta noche la memoria. —¿Qué pasa si los
Malcontents ya saben que está trabajando para nosotros? Si la despides y
borras su memoria, estaría totalmente indefensa ante un ataque.
Connor frunció el ceño. —Tienes un buen punto, pero está basado en una
suposición.
Ian apretó los dientes. Cuanto más le decía que no podría tener a Toni, más la
deseaba.
¿Qué le había pasado a Connor para hacerlo tan pesimista? Ian sabía que una
relación entre un mortal y vampiro rara vez funcionaba. Con el tiempo se
separan o el mortal accede a cambiar con él. Shanna había accedido a ser un
vampiro en el futuro. ¿De verdad quería involucrar a Toni en una relación en
la que tendría que chuparla y dejarla seca hasta que estuviera muerta, por lo
que él podría cambiarla?
***
—¿Qué pasa?— Preguntó Shanna.
Toni suspiró. Sabía que parecía un desastre. ¿Cómo Ian la había encontrado
atractiva? Llenó un plato con los cubitos de queso, palitos de zanahoria y
brócoli, y qué demonios, unas galletas de chocolate. —Estoy haciendo mi
personificación de Rudolph-el-reno-de-la-nariz roja.
Había sido el beso más espectacular de su vida. No uno de esos torpes como
los que había tenido en el pasado donde había pasado todo el beso
preguntándose si lo estaba haciendo bien, o deseando como el infierno que el
hombre supiera cómo hacerlo correctamente. No había habido un deseo o
preguntas. Simplemente había sido barrida en un aturdimiento glorioso por
la pura sensación. Era el tipo de beso que siempre había soñado.
E Ian era el héroe romántico que siempre había soñado. Fuerte, pero
vulnerable dulcemente. Una mezcla entrañable de orgullo e incertidumbre.
Lo suficientemente audaz para darle un beso y condenar las consecuencias.
Apasionante, noble, inteligente, sexy, perfecto en todos los sentidos. Excepto
uno. Era un vampiro.
—Me pregunto cómo... bueno, ¿Es difícil una relación con un vampiro?
—Tino y yo nos quedamos horas más tarde. Nos mantenemos hasta la una
más o menos de la mañana, por lo que podemos pasar tiempo con Roman.
Luego, dormimos hasta tarde por la mañana. Tomo citas como dentista de las
tres de la tarde hasta las nueve de la noche, para que pueda ver tanto a
mortales y a vampiros. Es un poco desafío, encajando en la familia y una
carrera, pero es así para todas las mujeres, así que no creo que mi situación
sea tan extraña.
Shanna asintió con la cabeza. —Fue una decisión difícil, y no una que tomé a
la ligera.— Ella frotó una mano sobre el bulto en su segundo hijo que estaba
creciendo. —He decidido cambiar con el tiempo, pero quería esperar a que
los niños estuvieran un poco más grandes.
Los ojos de Shanna brillaron de alegría. —Oh, ¡da miedo! No son monstruos,
ya sabes. Me doy cuenta de que podría llevar un tiempo que puedas ver eso.
Me tomó un tiempo. Bueno, sólo una semana.— Ella se rió. —Me enamoré de
Roman muy rápido.
Toni podía relacionarse con eso. Había algo muy especial en Ian. Él la había
intrigado desde el principio. Y ella se podía reconocer en él. Si él tenía que
llegar a cuatro afirmaciones mañana, ella se imaginaba que serían idénticas a
la suyas.
—Oh, Dios mío.— Shanna derramó el ponche mientras dejaba la taza. Ella
corrió hacia Radinka. -¿Qué pasó?
—Dougal, Phineas, id a ver…— Roman comenzó a dar la orden, pero los dos
guardias habían avanzado hacia la puerta.
—Me quedo con el ala este. Toma la oeste,— gritó Dougal a Phineas.
Shanna palideció. —No vayas solo. Esto podría ser una trampa.
Por primera vez, en realidad deseaba ser un vampiro para poder avanzar más
rápido y pelear mejor.
Se adelantó y pisó algo. Era la servilleta que había caído antes de besar a Ian.
Se inclinó para recogerlo y vio algo extraño. El mantel se había movido.
—Ella sólo suena molesta porque está muy asustada. Créeme, estará
encantada de saber que estás bien.
Los otros vampiros regresaron con Howard Barr y el Padre Andrew a la zaga.
Hubo gritos de alegría y palmadas en la espalda.
Ella sintió su calor crecer. ¿Iba a despedirla ahora? Echó un vistazo a Ian. La
pasión estalló en sus ojos, y luego se alejó.
—Tenía miedo de que estuvieras enfadada con él,— susurró Toni. —Lo he
encontrado escondido debajo de la mesa.— Hizo una seña con la cabeza hacia
la sala de recreo.
—¡Oh Dios mío!— Soltó Shanna hacia su hijo. —¿Cómo llegaste allí sin que
nadie te viera?
A Shanna le faltaba el aire, con el rostro muy pálido. —Oh Dios, esto es
terrible.
—¿Estás enfadada conmigo, mamá?— Preguntó Constantine.
—No, no.— Ella lo abrazó, y luego dio a su marido una mirada. —¿Puedes
enseñarle a controlar esto?
Ian miró a Connor, que estaba ocupado felicitando a Roman. —Sí, por ahora.
La decisión final se tomará en una semana.
Toni exhaló con alivio. Una semana sería suficiente tiempo para rescatar a
Sabrina. Entonces estaría bien si perdía su trabajo. Sin embargo, todavía temía
que su memoria fuese borrada. Carlos podía rellenar los hechos, pero no
podía decirle lo que había sentido cuando había vivido con los vampiros. Se
olvidaría de lo maravilloso que había sentido ser parte de su familia. Y se
olvidaría de Ian.
—Si pierdo este trabajo, puedo vivir con eso. Pero no quiero perder mi
memoria.
Ian frunció el ceño ante sus zapatos. —Haré lo que pueda por ti. Pero sería
mejor para nosotros no estar solos.
Toni tragó saliva. Él estaba dando marcha atrás. ¿Lo está haciendo para salvar
su trabajo? ¿O el beso no significaba mucho para él? Podría haber jurado que
había un montón de pasión.
Maldijo por lo bajo. —Nunca he mentido, Toni. Dije desde el principio que
quería un vampiro.
—Está bien. Pero aún necesito tu ayuda con algo realmente importante.
Cuando alguna vez encuentres tiempo en tu apretada agenda de citas,
házmelo saber.— Se marchó de la sala antes de que sucumbiera al impulso de
abofetear su hermoso rostro.
Capitulo 16
— Tienen un sacerdote mortal que realiza una misa para ellos el domingo por
la noche, — dijo Yuri.
Así que los dulces y pequeños idiota chupa botellas habían vuelto a ir a la
iglesia otra vez. Le dieron ganas de vomitar. — Espero que estén rezando por
su salvación. Lo necesitarán. — Echó un vistazo a la bolsa de lona de Yuri. —
Ten el RPG preparado.
— Escuché que los Vampiros tienen una fiesta después de la misa, — susurró
Nadia. Dan a conocer el Chocolood barato.
— Vacas estúpidas, — se quejó Jedrek. — ¿Dime, Nadia, alguna vez has visto
a un vampiro quemarse hasta la muerte?
— Contésteme.
Yuri dejó la RPG y tiró de una cadena larga de plata de su bolsa de lona. Se
envolvió los extremos alrededor de sus manos enguantadas fuertemente.
— Él sabe sus secretos. — Jedrek se dirigió a Nadia. — Habla con él, distráelo,
entonces Yuri puedes llevártelo.
Gregori quitó una bolsa negra llena de basura del maletero de su coche.
Estaba cantando para sí mismo, repitiendo dos palabras. Seguir con vida,
seguir con vida. Que apropiado.
Jedrek notó los guardias que venían por el aparcamiento. Lanzó a Gregori, y
el vampiro se desplomó hacia delante, sostenido por la cadena de plata
alrededor de su cuello. — Empújalo de vuelta al aparcamiento.
***
— ¿Qué? — Toni exploró los monitores, pero no podía ver bien sin sus
lentes de contacto.
— ¡Oh Dios mío! — Toni se lanzó sobre su chaqueta y llenó sus bolsillos con
una pistola Taser y algunas estacas de madera.
Su corazón se aceleró. Ya era hora de hacer frente a sus demonios. Corrió por
el pasillo.
Toni la agarró allí. — Mantente detrás de mí. — Ella se lanzó hacía la puerta
abierta y salió precipitadamente.
Toni jadeó, luego tosió cuando el humo invadió sus pulmones. Sus ojos
picaban cuando buscaba desesperadamente una falda escocesa roja y verde.
— ¡Ian!
— Lo siento, fui grosero contigo, — dijo él. — Realmente no quería salir con
nadie más.
Con una mueca de dolor, Ian se inclinó para recuperar su espada. — Tengo
que comprobar las tierras. Todavía podrían estar aquí.
Shanna corrió hacia Roman, que todavía sostenía a Constantine en sus brazos.
Con excepción de unos pocos rasguños, Roman parecía estar bien.
— ¿Estará bien? — Toni se dio cuenta de que Constantine había cerrado sus
ojos y se estaba quedando dormido en su hombro.
Roman frunció el ceño. — Muy bien. Pero primero quiero atender a los
heridos y tratar con la policía.
— Howard puede tratar con la policía. Nos vamos lo antes posible, — ordenó
Connor. Se dirigió hacía Ian. — Estás al cargo aquí.
Roman intercambió una mirada con Connor. — Ella tiene un buen punto.
Tendremos un pequeño ejército aquí.
¿Un centenar de trajes de Santa Claus? Se preguntó Toni. ¿Por qué un grupo
de Vampiros tiene disfraces de Santa? ¿Estaba de alguna manera relacionado
con lo que Ian había llamado el asunto secreto de Santa?
Radinka, salió del quirófano con una sonrisa. — Gregori va estar bien. Quiero
aprovechar, y ponerlo a dormir en la cama. — Ella tomó a Constantine
durmiendo en sus brazos y dejó la habitación.
Él se la llevó de la habitación.
Capitulo 17
Sonrió. —Siempre que esté vacío—. Abrió la puerta del baño de señoras. —
¿Hola?
—Romatech está bastante vacío el domingo por la noche. Sólo unas personas
vienen a reunirse. — Abrió un grifo de agua y se lavó las manos en el lavabo.
Ella se paró detrás de él. —No te proyectas en el espejo. Puedo verme como si
no estuvieras ahí. Es tan escalofriante.
—Aquí, déjame a mí.— Retiró algunas toallitas de papel y las dobló en una
almohadilla. Entonces tocó con cautela la frente.
— ¿Tus secretos?
—Sí.— Ian podía relacionarlo. Connor y Angus siempre habían sido como
hermanos mayores para él.
Toni tiró las toallitas de papel manchadas de sangre a la basura e hizo una
almohadilla fresca. Tocó ligeramente sus mejillas. —Sabrina y yo planeamos
un plan maestro para nuestro futuro, y hemos estado trabajando en él
durante años. ¿Sabes cómo algunas celebridades adoptan los niños de países
extranjeros?
—Sí.
—Planeamos hacer eso en una escala más grande. Abriremos un orfanato con
un ambiente verdaderamente adorable, como la familia que siempre
deseamos. Y rescataremos a los niños alrededor del mundo. He estado
estudiando negocios y sociología así que puedo abrir el orfanato, y Sabrina
conseguirá un master en educación así que puede abrir la escuela. Y Carlos ya
tiene a algunos huérfanos para nosotras.
Esto no era lo que Ian había esperado. Era una tarea inmensa. —Necesitará
mucho dinero.
Toni enjuagó con cuidado el mentón. —Los padres de Sabrina le dejaron una
herencia inmensa. Ochenta y cinco millones.
Ian cabeceó lentamente, aunque su mente estaba confundida. ¿Si Toni tenía
esos grandes planes, por qué estaba aquí, trabajando como guardia? Y
ciertamente no pensaba permanecer. Sería terriblemente egoísta por su parte
tratar de mantenerla aquí cuando tenía un plan tan noble para su futuro.
—Todo iba según lo planeado hasta el domingo pasado, — continuó Toni. —
Sabrina fue atacada en Central Park. Acabó en el hospital con las costillas
astilladas, contusiones, y…marcas de mordiscos.
—No, claro que no. Pero cualquier vampiro, bueno o malo, sabe que no hay
nada más importante que mantener nuestra existencia un secreto.
Toni gruñó cuando tiró las toallitas de papel sucias. Agarró más toallas
del dispensador. — Limpiemos las rodillas.
Comenzó a arrodillarse, pero Ian levitó hasta que las rodillas estuvieron en el
lavabo. —Será más fácil de esta manera.
—Sí.— Los ojos de Toni destellaron con ira. —Su tío desea su dinero, así que
se asegurará de que nunca sea soltada. Carlos y yo fuimos a verla esta noche,
y fue atroz.
Ian se bajó al suelo. — ¿Fuiste allí antes de Mass? — No era de extrañar que
sus emociones hubieran sido tan crudas.
Toni cabeceó. —No puedo fallarle como hice con mi abuela. Tengo que
conseguir sacarla de allí.
Él apretó su mano. —¿Y asumo que necesitas mi ayuda? ¿Por eso tomaste el
trabajo como mi guardia?
—Pensé que no sucedería nada, porque no creía que los vampiros fueran
reales. Pero...
Un frío vino sobre Ian. —¿Piensas demostrar nuestra existencia? —Le soltó la
mano. —Juraste que nunca nos expondrías.
Ella palideció. —Nunca pensé herir a nadie. Pensé que podría dar la prueba
al psiquiatra o al abogado y que la mantendrían en confidencia. Exactamente
como el Padre Andrew.
—Los Malcontents son una amenaza grave. ¡Tú no puedes exponernos sin
exponerte! Y somos los únicos capaces de derrotarlos. No puedo creer que
tomaras semejante riesgo con nuestras vidas.— Se alejó de ella.
—No comprendí al principio cuán agradables sois los Vampiros. Una vez que
conseguí conoceros, supe que no os podría hacer ningún daño.
—No sabía si podía fiarme de ti. Me llevó unos días conseguir conocerte.
Lo siguió. —Ian, debes saber que nunca podría hacer algo para herirte.
—Ian, lo siento.
No podía soportar ver su cara golpeada, así que se marchó hacia la sala de
espera. Shanna estaba lista para verlo. Se sentó sobre la mesa de operaciones,
pensando en cosas mientras Shanna quitaba los cristales de su cara y rodillas.
Cuando Shanna acabó, vagó por el vestíbulo. Toni había firmado un contrato,
jurando protegerlos. ¿Cómo podía haber planeado traicionarlos?
Pero no lo había hecho. ¿La tenía que culpar por sus intenciones antes de que
los hubiera conocido? Después de que los Malcontents la hubieran atacado,
quizás había pensado fácilmente que todos los vampiros eran malos y debían
ser expuestos.
Pero prácticamente le había decepcionado. Se había jurado que nada era más
importante en un compañero potencial que la honradez y la lealtad. ¿Por eso
le frustraba tanto? Veía a Toni como una compañera potencial. Dios sabía que
la deseaba. Dolía con deseo por ella. Pensaba en ella todo el tiempo. ¿Pero
podía fiarse de ella?
Ian se puso tenso. —Ella no se merece eso. Trata de proteger a su amiga que
corre peligro.
Las cejas de Vanda subieron. —¿La estas defendiendo ahora? Pensé que
estabas enfadado con ella.
¿Fuera de su vida? Una oleada de pánico barrió por él. ¿Cómo podría
soportar perderla? —¿Pero…qué hay de su amiga?
—Sí, sí, por el tío malo. Buuuu. Es una persona. Un mortal. Y Toni estaba lista
para exponernos a todo peligro por eso.
Ian frunció el ceño. —Bien, lo admito. Tengo interés en ella. No estaría tan
perturbado si no estuviera interesado.
—Hace una semana, me juraste que todo lo que deseabas era una Vampiresa.
Tengo una lista aquí mismo de veinte mujeres Vampiresas, todas examinadas
por mí y ansiosas de encontrarte. Las puedes empezar a ver esta noche.
Hace una semana, habría sonado maravilloso. Pero ahora Toni estaba en su
vida y todo había cambiado. —No quiero citarme con nadie más. Quita mi
perfil de Single in the City.
—Pero nunca lo hizo. Nunca hizo nada para dañarnos a ninguno.— Al final
era capaz de apreciar su aprieto. Quería ayudar a Sabrina porque la quería. Y
no lo había expuesto porque tenía interés en él. Lo había visto claramente en
su cara cuando le había estado buscado frenéticamente en el aparcamiento.
Tenía Su corazón estaba partido en dos.
Todo lo que tenía que hacer era ayudar en el rescate de su amiga. Entonces ya
no tendría que estar dividida en dos direcciones. Estaría libre de ir
enteramente a él.
Y eso es lo que deseaba más que nada. Deseaba que Toni estuviera libre para
adorarlo. Era eso lo que él deseaba.
El alivio barrió por ella. No podía estar enfadado con ella si había subido a la
cama, ¿no? Anoche había temido que su relación se hubiera terminado. Él
parecía muy trastornado.
Parecía perfectamente pacífico ahora. Yacía sobre su espalda, las manos sobre
su estómago.
Se volvió hacia él. Por primera vez desde que lo había conocido, no llevaba
una falda escocesa. Tenía puesto un pijama de franela, aunque todavía en una
tela escocesa roja y verde, que la hizo sonreír. Se había duchado de toda la
sangre y la mugre.
Se inclinó más cerca para examinar los cortes en su cara. Parecían estar mejor.
Levantó una de sus manos. Los cortes habían cerrado y las cicatrices se
desteñían. Con la puesta del sol regresaría a su estado magnífico habitual.
Salió de cama y fue al cuarto de baño. Allí encontró una nota grabada en el
espejo.
Toni,
Ian
Con una risa, ella apretó la nota contra el pecho. Ian lo comprendía. Podía
fiarse de él. Y Sabrina sería ayudada. Volvió corriendo al dormitorio. —
Gracias, Ian. Gracias.
Una emoción se disparó por ella. ¿Cómo no podía adorarlo? Era el más
estimado, el hombre más dulce y más atractivo que jamás había encontrado.
—¡Eso es genial! — Carlos bajó su voz. —¿Solo dime, menina, qué has hecho
para convencerlo?
—Carlos, debemos rescatar a Bri tan pronto como sea posible. ¿Crees que lo
podemos hacer esta noche?
—Sí.— Su voz creció más grave. —Prepararé algunos planes e iré a verte esta
tarde.
—No hay problema.— Ondeó los monitores. —Pasó poco. La seguridad del
día consiguió limpiar el lío del aparcamiento.
Toni miró los monitores que mostraban el aparcamiento. Una grúa se llevaba
el coche quemado. —¿Qué dijo la policía por lo de anoche?
Howard masticó una rosquilla. —Están utilizando a Romatech para ser
bombardeados. Le dije al oficial a cargo que somos el centro de un grupo de
psicofanáticos que están opuestos a la fabricación de la fibra sintética de
sangre. Cuál es más o menos la verdad, realmente.
Sí, no podías conseguir más psicópatas que los Malcontents. Toni escudriñó
los otros monitores. Uno mostró un dormitorio con varias camas gemelas.
Phineas y Dougal estaban extendidos en su sueño mortal. El cuarto de plata
estaba en otro monitor. Ah genial. ¿La había visto Howard
conmovedoramente tocando la cara de Ian? —¿No piensa la seguridad de día
que es extraño que estemos aquí dentro, mirando a personas muertas
durmiendo?
Y Jedrek había sido el que había tratado de capturar a Ian. Toni suspiró.
Dudó que hubieran visto lo último de él.
Howard deslizó un papel a través del escritorio. —Esta es la lista del material
que hay que hacer para la Pelota de Navidad. Shanna y Radinka están
trastornadas porque no estarán aquí para ayudar, pero les dije que no se
preocuparan.
Toni engulló el último pedazo de su rosquilla. La lista era una milla de larga.
—¿Y todo esto se tiene que hacer antes de mañana por la noche?
—Número uno, decorar el árbol grande de Navidad, — Toni leyó en voz alta
la lista. —No recuerdo haber visto un árbol.
Toni echó un vistazo a la lista. El número del artículo diez era confirmar la
banda. Un número de teléfono estaba al lado. —Seguiré y llamaré a la banda.
Howard rió entre dientes. —Espera hasta la noche. Vampiros de Alto Voltaje
no podrían encender una bombilla en este momento.
—Sí, tocan en todos los partidos grandes de los vampiros y bodas.— Howard
se paró y cojeó hacia la puerta. —Ven. Te mostraré la sala de baile.
Justo a la derecha del vestíbulo principal, había varios cuartos con divisiones
que podían ser dobladas como acordeones gigantes. Toni estaba sorprendida
por cuán grande era la sala de baile. La pared de atrás era en su mayor parte
ventanas que dejaban deslizarse a un jardín. Delante de las ventanas, Todd
Spencer supervisaba a un grupo de trabajadores que establecían una etapa.
Howard la presentó.
Toni echó una mirada alrededor del cuarto inmenso, con trabajadores
moviéndose. —¿Cuántas personas trabajan aquí durante el día?
Howard se movió hacia los monitores. —Están todavía muertos, pero deben
despertarse en unos veinte minutos.
—Carlos Panterra.
Toni se apuró a la puerta principal y dio un paso fuera sólo cuando Carlos
aparcaba su coche. Hacía fresco con el sol que bajaba, así que frotó sus brazos
cuando anduvo hacia el estacionamiento.
Él emergió de su coche, pareciéndose a un espía todo vestido de negro. Se
dirigió hacia el área ennegrecida rodeada con conos anaranjados. —¿Qué
sucedió ahí?
—Los míos son los tipos buenos que beben de botellas. Los malos son
llamados los Malcontents. Son los que me atacaron y a Sabrina. Odian a los
tipos para los que trabajo.
—Sí.— Por lo menos esperaba a que Ian estuviera de acuerdo en hacerlo esta
noche.
Carlos abrió una bolsa de lona. —Empaqueté algo de ropa y zapatos para
Sabrina. Y algo de cinta adhesiva, por si acaso.
—Bien.— Se preguntó una vez más si Carlos era más que un estudiante de
antropología.
Cerró el maletero y fue andado con ella a la puerta principal. —¿Estás segura
aquí?
—Creo que sí. Los Vampiros se sienten tan seguros que tienen un Gran Baile
de Navidad mañana por la noche.
—Peligro, — murmuró.
Capitulo 18
—C
nada malo.
arlos.— Toni se asomó por sus anchos hombros. — No hay
Howard de pronto se puso rígido y se volvió hacia ellos. Sus fosas nasales
flamearon mientras su mirada se fijaba en Carlos.
¿Qué demonios? Toni avanzó hacia adelante así podría ver a los dos hombres
desaparecer en la oficina de seguridad.
¿Howard era gay? A pesar de que podría haber jurado que su reacción el uno
hacia el otro había sido una de sospecha, no de atracción.
— Eso, también.— Carlos pasó una mano por el largo pelo negro. — Le
advertí a Howard que siempre he sido un vagabundo, pero dijo que tenían
clientes en todo el mundo que necesitaban protección, y podía desplazarme
de un lugar a otro.
Toni lo llevó por el pasillo hasta que vio una sala etiquetada Conferencias.
Echó un vistazo al interior y encendió la luz. — Esto servirá.
Toni se inclinó para estudiar el mapa. — Esto es muy bueno.— Carlos sería
un excelente empleado para MacKay Seguridad e Investigación.
— Menina, sé que he estado haciéndote bromas sobre Ian, pero me pregunto
si es prudente involucrarte con él. No me malinterpretes, es un buen tipo,
pero es un vampiro.
— Eso sería muy grosero, ¿no crees? Sólo utilizar a Ian por sus súper
habilidades y luego decirle adiós. ¿Y cómo me puedes decir que renuncie
cuando estás pensando en trabajar aquí?
— Tienes planes especiales con Sabrina. Yo no. Y la verdad del asunto es que
Ian no es tu tipo.
Ella puso las manos en las caderas. — Me sorprendes, Carlos. Esperaría que
tú, de todas las personas, fueras más comprensivo y tolerante.
— Soy tolerante con cualquier cosa que dos seres humanos quieran hacer el
uno con el otro, pero él no es exactamente humano.
— Muy bien, entonces.— Carlos le tocó el hombro. — Estoy muy feliz por ti.
— Ponle algo bonito,— le advirtió ella, luego lo dejó para buscar a Ian.
Tiró de su camisa polo azul marino y metió las manos debajo. — Te quiero.—
Revisó el pequeño cuarto de baño con los ojos rojos brillando. — Esto es… un
desafío.
— Ian.— Ella colocó sus manos en sus mejillas. — No tenemos tiempo justo
ahora. Y realmente no quiero un rapidito en el baño.
Ella sonrió. — Creo que eres muy romántico, pero Carlos está esperando
arriba, y tenemos trabajo que hacer.
— Vamos.— Cogió su abrigo y tomó el ascensor con Ian hasta el primer piso.
— Tendremos el salón de baile listo hoy para la gran fiesta.
Él asintió con la cabeza. — Phineas dijo que me enseñaría como bailar más
moderno, para que pudiera bailar contigo. Lo único que sé es cómo hacer el
minué, el vals y unos pocos bailes campestres.
— Si. Phineas dijo que necesitaba saber cómo hacer el estallido y el atascado.
— ¿Cómo es que hay tantos disfraces de Santa?— Ella hizo un gesto hacia la
puerta cerrada a través del consultorio dental. —¿Cuál es el asunto secreto de
Santa?
— Hola, Ian. Lindos pantalones. Adoro el cuero. Aquí está tu teléfono, Toni.
Carlos arqueó una ceja. — Entonces voy a tomar eso como un sí.
Toni reprimió una sonrisa. Esperaba que estos dos chicos no se metieran en
un juego de poder.
Ian asintió con la cabeza. — Puedo hacerlo.
— De acuerdo.
Ian le dirigió una mirada. — Has hecho un trabajo como este antes.
Toni le dio una mirada exasperada. — Ella podría estar dormida. O si está
despierta, podría gritar y dar la alarma. Si estoy ahí, puedo mantenerla
calmada.
— Y por ti.
— ¿Por qué?
— Ese es el roble al que Carlos subió.— Ella señaló con su mano libre. — El
patio está justo más allá de la pared.
Ella entrecerró los ojos para ver a través del patio con poca luz. — Sí.— No
hay duda de que podía ver mucho mejor que ella.
Toni se agachó junto a ella. — Bri, ¿puedes oírme?— Ella le tocó el hombro.
— No, nos vamos ahora mismo.— Toni se dio cuenta de que su amiga estaba
demasiado drogada para pensar con claridad. Encontró sus zapatillas al lado
de la cama y las empujó en sus pies.
— Esto está llevando mucho tiempo,— susurró Ian. — Sólo la agarraré y nos
vamos.
Bri miró a la puerta de atrás. — No podemos salir por ahí. Está cerrada con
llave.
Ian gimió.
Sabrina se sorprendió cuando Ian pasó un brazo por sus hombros. — ¿Que
estás…?
— Teddy, ¿estás fuera de la cama otra vez?— Una voz masculina resonó a lo
lejos.
Toni cogió a Teddy por los hombros. —No le digas que Sabrina escapó.
¿Entiendes?
Él parpadeó. — De acuerdo.
Toni exhaló con alivio. El escape de Sabrina era todavía un secreto. Se quedó
helada cuando escuchó un sonido. ¿Estaba Ian de regreso tan pronto? Su piel
se erizó mientras todos sus sentidos se pusieron en alerta. Algo estaba mal.
Los pasos se acercaron a su cama. Cerró los ojos.
Toni salió a toda prisa de la cama y fuera del cuerpo de Bradley. Él estaba
tumbado en la cama, inconsciente.
— Gracias, Teddy.
— Es una historia larga,— dijo Toni. — Pero Teddy me salvó de ser abusada
sexualmente.
Ian dio un paso hacia Bradley. — ¿Este hombre se estaba aprovechando de las
mujeres aquí?
— Hijo de puta.— Ian colocó una mano sobre la cabeza de Bradley. — Ahí
está. Dormirá hasta mañana. Dejad explicar su presencia aquí en la cama de
Sabrina.
— Ian.
Teddy frunció el ceño. — Tío, tienes que conseguir un nombre mejor que ese.
Y necesitas una capa.
Ian rió entre dientes. — ¿Cómo una capa de vampiro? Tengo una de esas en
alguna parte.
Teddy dio un paso atrás. — ¡No! Esta es la mejor cosa que me ha pasado en
mucho tiempo. Quiero recordarlo.
— Ian.— Toni le dio una mirada suplicante. Entendía cómo se sentía Teddy.
No quería perder su memoria, tampoco.
Ian vaciló. — Una vez que sepas nuestros secretos, no hay vuelta atrás.
— Genial.
Bradley había caído sobre la cama de costado. Ella tiró de su cuerpo para
alinearlo mejor con la cama.
Notó las pertenencias de Bri en los estantes abiertos. Dos juegos de ropa y
otra serie de pijamas. Se deslizó en la chaqueta de Bri, y luego vio algo de
ropa interior en el estante.
Toni abrió la puerta de pasajeros del Jaguar y miró dentro. Teddy estaba
aplastado en el pequeño asiento trasero con Sabrina. Ella apoyada contra él,
sus ojos caídos por la medicación.
— Bri, Carlos te va a llevar a un hotel donde puedes descansar,— le dijo Toni.
Bri parpadeó hacia ella. — Pensé que estaba en la cama. ¿Cómo llegué aquí?
— Vas a estar bien,— insistió Toni. — Sólo necesitas algo de descanso. Iré a
verte mañana.
Toni hizo una mueca. — Está bien. Iré con vosotros. Sólo un minuto.
Ian tocó su hombro. — Todo está bien. Ve con tu amiga. Me puedes llamar
más tarde, y me teletransportaré para llevarte a casa.
***
MacPhie.
— ¿Recuerdas a este?
— Veré que lo hagas.— Jedrek continuó girando, sin embargo, las fotos. Se
detuvo en la joven mortal con el pelo rubio. La había visto la noche anterior
después de que las bombas se hubieran desactivado. Había corrido a través
del estacionamiento, gritando el nombre de MacPhie. El terreno estaba lleno
de heridos, pero había ido directamente hacia MacPhie.
Toni hizo una doble toma. Las dos Rockettes por la escultura de hielo de reno
parecían hombres.
Se dirigió hacia la mesa con la comida real. Por lo que sabía, sólo los mortales
que sabían acerca de los vampiros habían sido invitados al baile. Los otros
empleados mortales en Romatech habían ido a una fiesta para ellos más
temprano por la tarde.
Recorrió la sala, en busca de Ian, pero todos los Santas parecían iguales.
Incluso llevaban relleno dentro de sus capas de sus abrigos de terciopelo rojo
para darles estómagos falsos. Bajo sus sombreros rojos, lucían espesas pelucas
blancas y barbas. La única salida de la norma eran unos pocos Santas
llevando espadas, en caso de que los Malcontents se presentaran sin
invitación. Incluso Toni tenía unas pocas estacas de madera, algunas en su
cinturón.
Se dio cuenta de que un Santa era diferente. Era cerca de un pie más bajo que
los otros, y jugueteaba con los botones negros de su chaqueta. Ese tenía que
ser Laszlo, el científico que había ayudado en la sala de operaciones y entregó
una bolsa de material misterioso a la sala.
En la mesa de mortales, había una señora Claus y una niña que estaban
tomando un aperitivo de queso y fruta.
— Por supuesto, cariño.— Heather miró con cariño a Tino, que estaba vestido
como un Santa en miniatura sin la barba.
Toni lanzó una uva en su boca. — Así que debe ser la que se casó con el
famoso diseñador de moda.
— ¿Ah, sí?
Heather sonrió. — No te preocupes, que todo fue bueno. Sólo quería decir
que Ian es un gran tipo, y espero que esto funcione para vosotros.
— ¿Desde cuándo el amor sigue las reglas?— Heather bajó su voz. — Ian
estaba en Texas, cuando tomó la droga para hacerse mayor. Estaba con tanto
dolor, que casi me mató mirar. Le rogué que se detuviera, pero ¿sabes lo que
dijo?
— ¿Qué?
Los ojos de Heather se humedecieron. — Dijo que todo el dolor valía la pena
si podía encontrar el verdadero amor.
El corazón de Toni se apretó en su pecho. — Voy a buscarlo. Discúlpame.—
Ella comenzó a atravesar el salón de baile.
Había llegado un poco tarde al baile porque había pasado demasiado tiempo
en la sala plateada, peleando con su cabello y maquillaje. Quería verse bien
para Ian.
Había tenido una larga noche, asegurándose que Sabrina estaba bien antes de
que Ian la hubiera teletransportado de vuelta a Romatech. Estaba tan
cansada, que se había ido directa a la cama. Hoy había llamado al hotel dos
veces. Carlos le había dicho que Bri estuvo durmiendo la mayor parte del
tiempo, y Teddy estaba viendo la televisión. Esperaba ver a Bri mañana, pero
por ahora, estaba ansiosa por ver a Ian.
Vagó hacia un grupo de Santas que estaban hablando entre sí. Se fijaron en
ella y sonrieron.
Zoltan hizo una reverencia. — Entonces esperemos que él sea digno de ti.
— Está bien.— Toni sonrió mientras dejaba a los tres hombres. Había algo
definitivamente atractivo en los hombres vampiros.
Phineas miró el traje de Toni. — Chica, ¿qué se supone que eres? Te ves como
el pequeño ho del Gigante Verde Feliz.
Ella se marchó, sintiéndose aún más ridícula en su traje. Tenía una pluma roja
en su tonto sombrero verde, y cascabeles en sus zapatillas verdes que hacían
ruido con cada paso. Si alguien más se burlaba de su vestuario, podría tener
que estacarlo en el olvido.
Una de ellas presionó una mano contra el pecho de Santa. Sus uñas estaban
pintadas de un rojo brillante. — ¡Oh Dios mío, mírate! ¡Estás todo crecido!
Scarlett se llevó la mano a su pecho. — Oh, Dios mío, ¿no es la cosa más
bonita?
Los labios pintados de rojo de Tootsie temblaban. — Son tan monos juntos.
Yo… yo no puedo evitarlo. ¡Voy a llorar!
Ella miró hacia atrás, y los dos hombres Rockettes todavía los estaban
mirando con lágrimas en los ojos. —Se parece mucho a ti.
Ella apoyó sus manos sobre sus hombros y emparejó sus pasos mientras él se
balanceaba de un lado a otro. — ¿Dónde los conociste?
— Lo digo en serio.— Ian sonrió y esto hizo que su barba blanca se contrajera.
— ¿Y qué se supone que eres?
— ¿Y qué quieres?
— Pero necesito saberlo. Estoy haciendo una lista. Y la verifiqué dos veces.
Ella se rió.
Lo miró a los ojos, y de repente sintió el calor subir unos pocos grados. —
Puede ser divertido ser un poco traviesa.
Un tinte rojo quemó los ojos de él. — Podríamos ir a un lugar privado. Nadie
se daría cuenta de un Santa menos en la habitación.
— No esa pregunta.— Ella deslizó sus manos por el pecho. —Podría hacer
que valiera la pena tu espera. Si tú respondes, me... quito algo.
— Por supuesto tienes que estar de acuerdo con los mismos términos. Si yo
respondo a una de tus preguntas, tienes que quitarte algo.
Buen Dios, ¿qué había acabado de aceptar? Quería algunas respuestas, pero
desnudarse por ellas era probable que se saliera de las manos.
Bueno. Sonrió para sus adentros. Lo quería. Él la quería. No podía negar ese
brillo rojo en sus ojos.
Se rió entre dientes. — Eres una chica exigente.— Bloqueó la puerta, y luego
la llevó a la habitación.
Era una sala de conferencias, notó ella, con una larga mesa rodeada por una
docena de sillas. Ian había dejado las luces apagadas, por lo que la única luz
venía de la señal de salida de color rojo sobre la puerta y las luces del
estacionamiento fuera de la gran placa de vidrio de la ventana.
Ella se echó hacia atrás, apoyando su peso sobre sus manos. — Sólo sé lo que
mi abuela me dijo, por lo que mi conocimiento de los hechos es un poco
limitado. Al parecer, mi madre tenía un deseo de casarse con un piloto de
carreras cuando tenía diecisiete años. Fue al Daytona 500 para encontrar a un
conductor y saltó sobre un tipo en un garaje. Ella estuvo un poco molesta al
descubrir después que él no era más que un mecánico, y aún más molesta
cuando descubrió que estaba embarazada.
— Daytona Lynn, en realidad. Es una cosa del Sur. Ahora desnúdate, Santa.
Dos artículos.
Él rodeó con los dedos su tobillo de nuevo. — Esas son dos preguntas.
¿Cómo podía discutir cuando se sentía tan bien? — Está bien. Haz tu
siguiente pregunta.
— ¿Tú quieres niños?— Ella sabía que la respuesta no sería fácil para él. Que
nunca podría tener hijos si se casaba con un vampiro.
— Esa es una grande. Tendrás que quitar cinco piezas de vestir por esa
respuesta.
— Cuatro.
Él sonrió. — De acuerdo.
¿Qué era lo que más quería? — Cada mañana, comienzo mi día con cuatro
afirmaciones. Creo que puedes decir que son lo que más quiero en la vida. O
en lo que más quiero creer. La primera es que merezco ser feliz.
— Sí, lo mereces.
Tiró la chaqueta sobre la mesa, junto con la pequeña almohada que había
disfrazado como un vientre. — Sigue.
— El número tres es que lograré algo significativo con mi vida.
— Eso es importante. Es por eso que lucho contra los Malcontents.— Se puso
de pie cuando ella tiró de su camiseta blanca.
Ella miró su pecho desnudo. El parche de pelo negro y rizado, los fuertes
pectorales, los abdominales. Sus pantalones de terciopelo rojo estaban atados
en sus caderas por un cordón blanco. Ella tomó el extremo del cordón de
color blanco en sus dedos y lo sacó suavemente.
— ¿Y la cuarta afirmación?
— Chica.— Él alisó su pelo. — Nunca he conocido a nadie más digno para ser
amado que tú.
Él la tomó en sus brazos y la besó. Ella le devolvió el beso con toda la pasión
que había crecido dentro de ella durante días. Inclinó su boca sobre la de ella
y la invadió con su lengua. Sus rodillas se debilitaron.
— Sí.— Arrojó su sostén a un lado. — Como tú, intento lograr mis metas.—
Ahuecó uno de sus pechos.
Sus pezones se endurecieron bajo la mirada de sus ojos rojos y brillantes.
Apretó los muslos.
— ¿Cuál es tu meta?
Él deslizó sus dedos por debajo de la cintura de sus medias rojas y poco a
poco tiró hacia abajo. — ¿Y no serás tímida acerca de conseguir todo el jugo
cuando te vengas en mi cara?
— Eso lo aprendí de ti.— Pasó las manos sobre sus bíceps, y luego sobre sus
hombros y en su pecho. — Eres el hombre más bello.
Él resopló. Con sus medias enrolladas a la mitad de sus muslos, la agarró por
la cintura y la puso sobre la mesa. Entonces agarró sus medias y terminó de
arrastrarlas por sus piernas.
— He estado deseando tocar tus piernas durante días.— Él las levantó y
apoyó sus tobillos sobre sus hombros. — Tan largas y doradas, bañadas por
el sol.— Deslizó sus manos por los muslos y volvió la cabeza para besar su
pantorrilla.
— Por favor.— Ella cayó de nuevo sobre la mesa. Pasó los pies por la parte
trasera de su cuello para tirar de él más cerca.
Él acarició con sus dedos su vientre, y ella se estremeció. — Por todos los
santos, puedo oler tu olor. Es tan dulce. No puede resistir probarte.
Sus ojos ardían rojos. Él arrastró sus dedos en sus rizos, y luego se inclinó
hacia adelante. — Quiero ver tu cara cuando te toque por primera vez.
Ella se centró en sus ojos rojos, se quedó boquiabierta cuando sus dedos se
deslizaron entre sus piernas. Se estremeció mientras la acariciaba con
suavidad, facilitando su camino entre sus pliegues sensibles. Vio un destello
de dientes blancos mientras él sonreía.
— ¿Qué es?— Ella luchó por sentarse. Su cuerpo era un montón de derretidas
terminaciones nerviosas agotadas.
Ella estaba inclinada para ponerse sus medias rojas. Su largo pelo rubio caía
hacia delante, parcialmente escondiendo su cara sonrojada. Se enderezó,
apartando el pelo cuando movió las medias sobre sus caderas. Por todos los
santos, nunca se había dado cuenta de que ponerse la ropa pudiera ser tan
sexy.
Él miró hacia la ventana mirando más allá del aparcamiento. Aún estaba
nevando, así que la visibilidad era mala. —Puedo oírles fuera. Phineas debe
haber estado haciendo las rondas.
—Quédate aquí, —repitió él. —Hay muchos Vampiros a los que cuidar en
cuestión.
Cuando entró en el bosque, la nieve caída se hizo más ligera como si los
copos de nieve estuvieran atrapados por el dosel sobre la cabeza. Visualizó
una docena de trajes de Santa en un claro. Estaban aún allí, cada uno tenía un
ligero polvo de nieve en su sombrero y hombros. Muchos de los Santas
habían formado un círculo alrededor de un par ocupados en un duelo.
Phineas y un Malcontent, vestido de negro. Se rodeaban mutuamente
despacio.
Dos Santas más tenían a un segundo Malcontent clavado contra un árbol con
sus espadas suspendidas para golpear su corazón.
—Si eres tan bueno y noble como reclamas ser, —dijo Yuri, —entonces nunca
matarás a un hombre desarmado.
—Stan hombre, vas a caer, —Phineas habló suavemente. —¿Por qué estás
haciendo esto? Siempre pensé que eras bastante decente. Eras el único ruso
con el que podía hablar.
—Ella es una puta, Stan. ¿No te has dado cuenta aún que estás en el lado
equivocado? Eres uno de los tipos malos.
Stanislav retrocedió.
—¿No querías hacerlo? —Preguntó Angus. —Eso es lo que te hace uno de los
nuestros, chaval. Matamos cuando tenemos que hacerlo, pero no con gusto.
—Sí, eso es cierto. —Connor habló desde el círculo. —Matas a uno, y dos más
se muestran a la siguiente noche.
—Me estoy congelando aquí fuera, —observó Roman. —Volvamos a la fiesta.
Robby se inclinó hacia él y susurró, —Será mejor que te laves su olor antes de
que Connor o Angus pillen tu tufillo. —Caminó para unirse a los otros Santa.
Corrió hacia las escaleras. Cuando oyó un replique detrás de él, miró hacia
atrás. El ascensor abrió sus puertas, y Toni salió.
—Toni. —Caminó hacia ella. Tanto como hizo ella cuando preguntó y se
quedó en la sala de reuniones.
Ella giró alrededor. —Ian. ¿Qué estás haciendo aquí abajo? Pensaba que
estabas con Phineas.
—Los Vampiros tienen un sentido del olfato muy bueno. Recibí un aviso
similar.
Ella caminó más cerca. —Ellos pueden oler que nosotros... ¿lo sabías?
Ella se estremeció. —No deberíamos hablar de eso. —Ella miró alrededor del
pasillo otra vez.
—Sí. Por eso no te he tomado en mis brazos. —Él dobló sus brazos sobre su
pecho. —Tomé una ducha fría, y no ayudó.
—Oh, Ian. —Ella suspiró. —No sé donde podemos ir. Todos los dormitorios
aquí tienen cámaras.
—Averiguaré algo. Será más fácil una vez Connor se lleve a Roman al
escondite. Y Jean-Luc tiene una casa en Texas, así que muchos de los
invitados se teletransportarán esta noche.
—Dila que le explicaré todo esta tarde cuando salga de trabajar, —dijo Tony.
—O lo intentaré.
—Hay otro problema, —continuó Carlos. —Las estaciones locales han
expuesto la foto de Bri en los telediarios. Dicen que ha sido secuestrada. No
me importa llevarla a alguna parte que pueda ser notada.
—Es un lugar genial para esconderse. Ningún mortal buscará allí. Y dudo
que ningún Vampiro llame a la policía para informar sobre ella. También es
un lugar realmente bueno para convencer a Bri de que los Vampiros son
reales.
—Vale, vale. Le pediré a Ian que me lleve allí esta noche. Nos reuniremos a
las cinco y media. —Ella colgó.
Temprano esa tarde UPS dejó una pequeña caja azul para ella de Tiffany‘s.
Con su corazón acelerado, Toni sacó el dorado colgante con forma de corazón
en una cadena de oro. Venía con una nota—Todo mi amor, Ian.
Cuando el sol se ocultó, corrió hacia la sala plateada para cambiarse de ropa.
—¡Gracias, gracias! —Sonrió hacia Ian cuando corrió al cuarto de baño para
cambiarse.
Cinco minutos después, Toni llegó con Ian al callejón fuera del Horny Devils.
Carlos ya estaba allí con Bri y Teddy. Él notó al gorila. —Ese tipo no nos
dejará pasar.
Bri le echó una mirada sospechosa a Ian. —¿Por qué estamos aquí? Quería ir
a casa.
—No podemos ir al apartamento, Bri. —dijo Toni. —Tu tío te buscaría allí.
Necesitamos esconderte aquí un rato.
Bri lanzó una mirada nerviosa hacia el enorme gorila. —¿Qué es este lugar?
—Es más que un club nocturno, —explicó Toni. —Vanda nos está esperando,
¿cierto?
—¡Lo sabía! —Teddy se inclinó hacia ella. —Él es de otro planeta. Es por eso
que tiene super poderes aquí.
Bri sacudió su cabeza. —No, estaba equivocada. Los vampiros no son reales.
Ian miró a Carlos. —¿Tú sabes la verdad entonces? —Él le dio a Tony una
mirada decepcionada. —Se supone que no debías decírselo a nadie.
Carlos intercambió una rápida mirada con Ian antes de girarse de vuelta a
Sabrina. —Menina, ¿recuerdas como fuiste atacada por algunos vampiros
viciosos?
—Me pediste que fuera a Central Park y les encontrara, —dijo Tony. —Esos
vampiros saltaron sobre mí.
—Sí. Fui atacada. Y podría haber muerto si un tipo con una espada no
hubiera venido y me hubiera salvado.
Ian gruñó.
—Les llámanos Malcontent, —explicó Ian. —Ellos nos llaman los Verdaderos.
—Ian es uno de los chicos buenos, —susurró de vuelta Toni. —He estado
trabajando para ellos desde que fui atacada.
—No. Quería encontrar una manera de probarte que tenías razón. Nunca
alucinaste, Bri. Tu tío te mantenía prisionera y te drogaba para poder
controlar tu dinero.
Era triste mirar. Toni podía ver a Bri figurándose todo paso a paso cuando las
emociones revolotearon a través de su cara. Incredulidad, luego sorpresa,
luego horror, luego enfado.
Ella le dio una mirada precavida a Ian. —Y los vampiros son reales. —Ella
cerró sus ojos y se estremeció.
Bri dejó que Toni la llevara dentro. Los brillantes destellos de luces y la
música alta les saludaron. Bri se quedó cerca de Toni, y su mirada revoloteó
nerviosamente. Toni notó el normal montón de escasas chicas vestidas
animando a la música, cerca del escenario.
Toni rió. —Es bueno que estés de vuelta. —Se unió a Ian en la oficina de
Vanda, y él arqueó una ceja hacia ella. Su cara se sonrojó. —Solo estaba
mirando.
—Gracias. —Vanda ajustó la fusta que usaba como cinturón. Abrió una
puerta que reveló una estrecha escalera. —Esta es la entrada trasera. Me
figuro que no quieres que todos vean que estáis ahí arriba.
Toni caminó a través de algunas hebras que colgaban de gotas y rozó la parte
de atrás de una cortina de gasa. —Que pena.
—Es perfecto. —Toni se paseó hacia la pantalla de madera tallada. Podía ver
el club debajo. —Gracias, Vanda.
Ella ajustó su cinturón con una mirada molesta. —Ian es un buen amigo.
Hago cualquier cosa por él.
Vanda le frunció el ceño. —Dijiste que todo lo que querías era a un vampiro.
Toni parpadeó. —Pero llegó esta tarde con una nota que decía, Todo mi amor.
—Ian... —Toni jadeó cuando él tiró el colgante sobre una mesa baja y lo
golpeó con su puño.
— Toni, llama a Dougal y a Phineas, para que puedan utilizar tu voz para
teletransportarse directamente a esta sala. Y diles que lleven armas extra. —
Cuando Ian hubo enviado un mensaje psíquico, simplemente los había
convocado a Horny Devils. Pero ahora no quería que accidentalmente se
teletransportaran en la confusión más adelante. Y no deseaba enviar otro
mensaje psíquico que Jedrek pudiera oír.
Ian miró la escena de abajo. Cerca de diez de las señoras vampiras se habían
congelado del miedo y no se teletransportaron a un lugar seguro. Stanislav y
Yuri usaron cuerdas de plata para enlazarlas como novillas asustadas,
mientras que Jedrek estaba en el escenario, sonriendo mientras la plata
quemaba su piel y les hacía gritar. Las mujeres fueron conducidas juntas, y
un Malcontent puso más cuerda de plata a su alrededor para mantenerlas
confinadas y que no pudieran teletransportarse lejos.
—No, gracias. —Ella desató el látigo de su cintura. —Me siento más cómoda
con este.
Toni devolvió la mirada. —Puedo manejar las cuerdas de plata para desatar a
los rehenes. Tú no puedes.
—Sí, Señor. —Con las manos enguantadas, Nadia había atado a una rehén
rubia a la barra en el escenario.
—Toni. —Ian la miró con severidad. —Tú no iras allí. —Cuando ella abrió la
boca para discutir, Ian continuó, —Esto no es una petición amistosa. Soy el
jefe. Harás lo que digo.
Jedrek salto hacia atrás, vio la sangre manando de su mano cortada, y gritó,
—¡Mata a la rubia, Nadia!
Ian echó un vistazo para a ver Cora Lee, aún atada al poste, retorciéndose y
llorando. Nadia estaba demasiado ocupada para evitar el látigo de Vanda
para seguir las órdenes de su amo.
—¡Maldita sea!— Ian giró alrededor para ver dónde se había teletransportado
el cobarde.
Bien, eso permitió que su agarre se deslizara. Ian saltó del escenario y caminó
hacia él. Dejó que se debilitara por la pérdida de sangre.
Jedrek apartó los ojos de Ian cuando se agachó y atrapó algunas servilletas de
papel de la barra. Apretó las servilletas contra de su mano ensangrentada.
—Es increíble lo mucho que pueden sangrar los pequeños cortes, —observó
Ian.
Por el rabillo del ojo, Ian se dio cuenta de que Toni se escapaba de la oficina
de Vanda. Maldita sea, ¡no! Tenía estacas de madera en su cintura y
cortadores de alambres en la mano. Permaneciendo agachada, se precipitó a
la parte posterior de los rehenes.
Ian lanzó su espada con toda su fuerza. Jedrek estaba al borde de la barra,
perdió el equilibrio, y luego desapareció.
—¡Maldita sea! —Ian giró alrededor. ¿Cómo podía luchar contra el cobarde
hijo de puta si seguía teletransportándose?
—¡No! —Vanda chascó su látigo contra él. Se enredó alrededor del brazo de
la espada.
—¡Perra! —Él agarró el látigo y tiró hacia él de Vanda. Soltó su látigo para
evitar que la tirara sobre su espada. —Debí haberte matado en Polonia.
Siempre te escondías en las cuevas como una rata.
Con un grito de ira, Vanda saltó sobre la espalda de Nadia. Las dos mujeres
se desplomaron en el escenario, cayeron luchando por la espada. Ian quería
ayudar, pero tenía que defenderse de un ataque de Jedrek.
Detrás de Jedrek, vio a Toni escondida en el escenario. Oh, claro que no.
Luchó furiosamente, tratando de mantener a Jedrek plenamente
comprometido. Toni pasó corriendo junto a ellos y cortó las cuerdas de plata
que sostenían a Cora Lee.
Cora Lee salió fuera del escenario, llorando. Mientras tanto, Nadia recuperó
su espada, y acechó a una Vanda desarmada.
Toni cogió la cuerda de plata que había atado a Cora Lee y atacó, lanzando
las cuerdas a la parte posterior de la cabeza de Nadia. Nadia lanzó un grito
de dolor. El aire olía a pelo quemado.
Ian saltó hacia atrás cuando la espada de Jedrek estuvo a punto de cortar su
estómago. Necesitaba prestar más atención. Se abalanzó sobre Jedrek, pero el
bastardo desaparecido una vez más.
—¡Maldita sea! —Ian giró a su alrededor, buscando a su oponente.
El alivio lo invadió cuando vio a Jedrek aparecer en la barra con Toni. Por lo
menos el hijo de puta no la había llevado a un lugar secreto para torturarla y
matarla. Ian saltó del escenario y corrió hacia ellos.
Su alivio duró poco. Jedrek tiró a Toni contra su pecho y apretó la espada en
su cuello. Ian se congeló.
Ian tragó la bilis que le subió a la garganta. Tenía que salvar a Toni, pero Dios
lo ayudara, no sabía cómo. En el segundo ataque, Jedrek le cortó la garganta.
¿Quería jugar para ganar tiempo? La desesperación había irritado a Ian, que
amenazaba con asfixiar su capacidad de pensar. No podía soportar perderla.
No podía soportar su fracaso. Dejó caer su espada, y esta resonó en el suelo
de cemento.
Un fuerte golpe sonó arriba. Todo el mundo miró hacia arriba cuando
llovieron pedazos de madera astillada. Y a través de la apertura de las grietas
de las persianas de madera, una pantera negra gigante saltó en el aire. Rugía,
y el sonido se hizo eco en el silencio atónito de la discoteca.
Cuando Jedrek se volvió hacia él, Ian se lanzó hacia adelante y apuñaló el
hombro derecho del Malcontent. Jedrek gritó y dejó caer la espada. Su agarre
sobre Toni se aflojó lo suficiente como para que fuera capaz de saltar justo
cuando la pantera se estrelló contra ellos. Sus enormes patas atraparon a
Jedrek por los hombros y lo derribó a él y Toni en la barra. Ian saltó a la
derecha cuando la pantera voló junto a él, cayó al suelo y rodó sobre sus pies.
Toni había aterrizado en la parte superior de Jedrek. Se zambulló a la
izquierda cuando la pantera se abalanzó. Jedrek chilló cuando las garras
afiladas destrozaron su camisa y le marcaron el pecho con rayas de sangre.
La pantera se volvió hacia él, gruñendo, y luego centró sus familiares ojos de
color ámbar en Toni. Cuando dio la vuelta a la cabeza, Ian señaló el brillo de
dos pernos de oro en sus orejas puntiagudas. Por supuesto. Debería haberlo
sabido. Pero nunca habría imaginado una pantera.
Ian oyó un ruido sordo y miró hacia atrás. Toni estaba tendida en el suelo,
desmayada. —Ay, muchacha.
Se puso en cuclillas a su lado y le apartó el pelo de la cara.
—¿Eso es Carlos? —Phineas bajó su espada y silbó entre dientes. —Hola,
gatito.
La pantera paseó hacia Toni en sus enormes patas. Ian se sintió aliviado al ver
sus garras, pero los dientes estaban muy afilados. Un pequeño contacto y
Toni sería una mujer pantera de por vida. ¿Era eso lo que Carlos quería?
La pantera batió su cola gruesa alrededor tan fuerte y rápido, que golpeó a
Ian sobre sus rodillas. Luego corrió hacia la oficina de Vanda. Toni había
dejado la puerta entreabierta, y el gato pasó a través.
—Pensé que olía como un cambiaformas, —dijo Dougal. —Pero supuse que
sería un lobo negro.
—Yo también. —Ian supuso que Carlos se dirigía de vuelta a la sala harén
para cambiar y vestirse. Cuando gritó Sabrina, sabía que la pantera había
llegado.
Vanda se encogió de hombros. —Es una larga historia. Solo saca a ese gato
fuera de aquí, ¿vale?
—¡No! — Cora lee se dirigió hacia Vanda. —Toni me liberó. Liberó a todos
los rehenes. Y evitó que esa terrible Nadia me matara, Vanda. Santa tierra,
nunca he visto a un mortal ser tan valiente.
Sí, había desobedecido una orden directa. Ian comprimió la ira creciente en su
interior. Ella le había desobedecido y condenadamente cerca de morir. Y
había estado impotente para salvarla. Si no hubiera sido por Carlos... su ira se
disparó. Maldita sea. Esa era la verdadera causa de su ira. Carlos la había
salvado. No él.
—Te desmayaste.
Ella luchó por sentarse. —Eso es una locura. Nunca me desmayo. —Ella miró
alrededor. —¿Los Malcontents?
—Se teletransportaron lejos, — explicó Ian. —No creo que volvamos a verlos
esta noche. Jedrek está en malas condiciones.
—Bueno, eh. —Ella miró hacia el biombo de madera destrozada. —No creía
en las criaturas de esa índole.
Con un suspiro, Vanda se pasó una mano por el pelo corto y puntiagudo. —
Todo el mundo se ha ido, así que cerraré por la noche. Sólo espero que los
clientes vuelvan, sino estamos en la ruina.
—Santa tierra, no te preocupes por eso, —dijo Cora Lee. —Este lugar será
notorio. Los meteremos en el interior.
—Espero que sí. —Vanda puso una silla volcada en posición vertical. —
Vamos a limpiar el lugar.
Cora Lee examinó la habitación, con el ceño fruncido. —Lady Pamela se tomó
la noche libre.
Ian agarró a Toni y la transportó a la sala VIP. Phineas llegó poco después de
ellos. Sabrina se quedó sin aliento ante su aparición repentina y se retiró de la
habitación.
Carlos estaba de vuelta en su forma humana y les dio una mirada nerviosa
mientras se abrochaba la camisa.
Él la abrazó. —Gracias, menina. Sabes que haría cualquier cosa por ti.
Ella le lanzó una mirada irónica. —Me pareció ver un bonito tatuaje.
Los dos se rieron. Ian sintió una mezcla de emoción, una punzada de celos y
una oleada de orgullo. Toni era muy generosa y tolerante. Había arriesgado
su vida para salvar a vampiros que ni siquiera conocía, y permanecía leal a
sus amigos sin importar lo que pasase.
—Eso no es nada, —sostuvo Sabrina. —¿Qué pasa con el pelo negro brotando
y las garras y el sonido de los huesos rotos y el cambio? —Ella se estremeció.
—Sí, eso fue bueno. —La cara de Teddy se iluminó con entusiasmo. —¿Tienes
nombre, amigo? ¿Cómo hombre pantera?
—No. —Carlos se sentó en una mesa baja para ponerse los calcetines y los
zapatos.
—Eso es verdad. —Cayó Carlos en sus zapatos. —Mi especie fue descubierta
por un explorador de tierras en el Amazonas. Envió a los cazadores para
destruirnos a todos. Están rastreando a mi gente y matándolos.
Toni se puso una mano en el pecho. —Carlos, lo siento mucho. Eso es terrible.
—Me las arreglé para salvar a algunos de los niños. Sus padres fueron
asesinados.
Los ojos color ámbar de Carlos brillaron. —Eso sería maravilloso, gracias.
—La mayoría de los que he conocido son lobos. —Ian se fue a la mesa de
avituallamiento para servirse una Bleer. —Por supuesto, Howard no lo es.
—¡Todos sois monstruos! —Sabrina fue hacia la escalera principal. —¡Me voy
de aquí!
—¡Bri, espera! —Le dijo Toni. —No te puedes ir, no tienes dinero. Ni ID.
—¿Cómo es eso culpa mía? — Sabrina les fulminó con la mirada. —Tú me
sacaste de mi habitación.
—No voy a ninguna parte contigo, —Las lágrimas caían por el rostro de
Sabrina.—Eres un animal.
Carlos se detuvo, y frunció el ceño. —Es por eso que nunca te dije mi secreto.
Vanderkitty me dijo que no podías manejar la verdad.
Sabrina miró a Carlos. —Dijiste que tenías huérfanos para nuestro orfanato,
pero son animales como tú.
Sabrina se secó las lágrimas de su rostro. —No puedo ponerlos con los niños
normales. Puede ser que los muerdan o... se los coman.
—¡Basta! — Ian se movido hacia Toni enviando un mensaje psíquico para que
Phineas llevara a Sabrina. —Señorita Vanderwerth, el miedo es el lamentable
resultado de la ignorancia.
—¡
habitación
Nos están manteniendo prisioneras! — Sabrina caminaba por la
de plata.
—Están manteniéndonos a salvo. —Toni abrió una lata de sopa de pollo con
fideos y la vertió en una cacerola. —Esta habitación está llena de plata, así
que no hay vampiros que pueda teletransportarse dentro.
Toni agitó la sopa, mientras se calentaba en la estufa. —Te será más fácil de
aceptar todo una vez que todos los medicamentos estén fuera de tu sistema.
—Tu tío fue el primero que te traicionó. —Toni apisonó la ira que había
estado chapoteando durante horas. En primer lugar Ian había intentado
mandar a su alrededor. Vanda la había tratado como un humilde gusano.
Carlos se había olvidado de alguna manera de decirle que era un
cambiaformas, incluso después de que le hubiera hablado sobre los vampiros.
Y Sabrina estaba actuando como si hubieran arruinado su vida en lugar de
rescatarla.
Toni apretó los dientes. —Estoy segura de que Carlos no puede dejar de
haber nacido un cambiaformas, no más de lo que podría dejar de haber
nacido un vergonzoso ilegítimo.
Sabrina bostezó. —Eso es todo, ¿no? Aceptas a todos estos bichos raros...
porque son marginados, y siempre te has sentido como una paria, también.
Toni empezó a discutir, pero se detuvo. Sabrina podía tener razón. Siempre
había sentido una empatía natural hacia cualquier persona que se sentía
indigna o no encajaba. El temor de Ian de no merecer el verdadero amor por
su pasado, le había conmovido profundamente. Se había determinado
demostrar que estaba equivocado. Y su deseo esta noche de saltar hacia el
peligro para rescatar a los vampiros, ¿seguía tratando de demostrar que era
digna?
—No puedo creer que estés trabajando para los no muertos, —se quejó Bri. —
Quiero decir, fuiste atacada por los vampiros, y después ¿trabajas para ellos?
Eso es una locura.
—Hay todo un mundo de diferencia entre los Malcontents que nos atacaron y
los vampiros con los que he estado trabajando. —Toni vertió la sopa en dos
cuencos y los llevó a la mesa.
—Se ven violentos para mí. —Sentada en la mesa, Sabrina bostezó. —Estoy
muy cansada.
—Has estado con medicamentos fuertes. — Toni puso dos cucharas sobre la
mesa.
Bri se frotó los ojos. —No puedo creer que viera a uno de mis mejores amigos
convertirse en una pantera.
—Vamos a tratar de volver a una vida normal tan pronto como sea posible.
Necesitarás tu ID. ¿Sabes dónde está tu bolso? ¿En Shady Oaks o en casa de
tu tío?
—Volveremos.
—Sí. Ian.
—Lo hice por ti. Quería encontrar una prueba de que existían, así podría
probar que no delirabas.
Los ojos de Bri se llenaron de lágrimas. —Lo siento. Aquí estoy, dándote un
momento difícil, cuando has sido una buena amiga. Siempre has estado ahí
para mí.
Las lágrimas quemaron los ojos de Toni. —Ten cuidado, o vamos a comenzar
a lloriquear.
Bri sorbió. —Me asusta que puedas estar con esas criaturas, no quiero
perderte.
—Pero no mucho más. ¿Puede una relación forjarse tan rápidamente para
toda una vida?
Toni enjuagó su plato, luego limpió la olla. Los comentarios de Bri picaban,
pero sabía que su amiga estaba preocupada realmente por ella. —No estoy
segura de cómo saldrán las cosas. —O si podía. —Pero sé que lo amo.
Ella se volvió y vio a Bri subir a la cama. La misma cama donde había visto a
Ian en su sueño mortal, donde había tocado el hoyuelo en su barbilla.
—Realmente lo amo.
—Fue un capítulo en tu vida, pero se acabó, —susurró Bri. —Al igual que el
infierno que he pasado la semana pasada. Es hora de seguir adelante.
Toni apagó las luces para que Bri pudiera dormir. Luego se desplomó en el
sillón. Un dolor sordo se extendió en su pecho. Aumentó más y más cuando
la realidad se hundió.
Un par de veces durante la última semana, se había sentido lanzada entre dos
mundos: su nuevo mundo con los vampiros y su viejo mundo con Bri.
Cuando Ian se había ofrecido a ayudarla a rescatar a Bri, se había sentido
eufórica, como si los dos mundos se conectaran y por fin pudiera tener ambas
cosas.
Se duchó y omitió sus afirmaciones por la mañana. Parecían una broma cruel
ahora. Sí, era digna de ser amada, pero no garantizaba que fuera a funcionar.
Se vistió con su uniforme y deslizó su teléfono móvil en un bolsillo del
pantalón. Hora para ir a ver al oso. Su supervisor.
Ella tomó el ascensor hasta el primer piso, y luego caminó por el pasillo. ¿Qué
tipo de oso era, de todos modos? ¿Un pequeño y agradable oso café Boo Boo
o un gran oso pardo? Una imagen revoloteó por su mente de Howard
cambiando a color amarillo brillante y suave con un sol en su panza. Soltó un
bufido. Bueno, ¿por qué no? Si los vampiros pueden ser reales, podría ser
Care Bears.
Noche y día. Dos mundos diferentes. ¿Podría posiblemente vivir en las dos
cosas?
—No hay problema. No te has perdido nada. —Howard se sentaba detrás del
escritorio, con el aspecto de su ser alegre de siempre. —No ha pasado mucho
hoy en día.
—He oído que las cosas se pusieron difíciles en Horny Devils ayer por la
noche. —Howard tomó una garra de oso de la caja.
—Sí, bastante espeluznante. —Hizo una mueca y se metió el donut en la boca
para no hablar.
Se echó a reír. —Te veo como el nuevo tono de timbre. ¿Cómo esta Sabrina?
Toni tragó saliva. —¿Así que creen que estoy implicada en su desaparición?
—Hmm.—Carlos hizo una pausa. —Yo podría llegar hasta allí y ver si la
muchacha me lo daría.
—Yo… espero, que Bri puede superar su miedo hacia mí, —dijo Carlos con
tristeza.
Ella lo miró con recelo. —¿Están esperando que caiga en eso otra vez?
Howard sonrió. —Esto es de fiar. Vi a Ian pedirlo en línea ayer por la noche.
Mi querida Daytona,
Ian
***
Según Howard, Carlos, y Teddy habían llegado hacía una hora y llenaron
solicitudes de empleo para Seguridad Mackay e Investigación. Carlos sería un
excelente protector cuando no estuviera ocupado rastreando a más de su
propia especie. En cuanto a Teddy, Ian tenía otros planes para él. Se detuvo
en la oficina de Shanna para recoger su carpeta, y luego se dirigió a la
cafetería.
Sabrina lo miró con curiosidad. —Está usando una falda escocesa, —le
susurró a Toni.
—Sí. —Sabrina hizo una mueca y se alejó, Ian se dio cuenta de que era mejor
cambiar de tema. Dio unos golpecitos en la carpeta que había traído de la
oficina de Shanna. —Esto es algo que Roman y Shanna han estado trabajando
desde que Constantine comenzó a levitar a la edad de tres meses.
—Sí, es la única manera en que podemos ser padres, —Ian miró a Toni,
preguntándose cómo se sentiría acerca de dar a luz a un niño.
Su mirada se encontró con él, y sus ojos se abrieron. ¿Sabía lo que estaba
pensando? ¿Sabía lo mucho que estaba enamorado de ella?
Toni estudió una imagen de la casa principal. —Es hermosa. —Pasó la foto a
Sabrina.
—Sí, pero esto no pretende ser una muestra de riqueza. Roman lo mantiene
en secreto. Shanna se dio cuenta de que él y hace algún tiempo, que los niños
necesitan un lugar seguro para ser educados y aprender sus habilidades
especiales.
—¿Qué pasa con los niños cambiantes? —Preguntó Carlos. —¿Se les dará la
bienvenida allí?
—Esto es genial. —Toni pasó otra foto de Sabrina. —No puedo esperar para
presentar a Constantine. Es tan inteligente y dulce. Y ya puede levitar y
teletransportarse.
—Mira esto. —Carlos señaló una foto de un lago. —Hay una isla aquí. Sería el
lugar perfecto para que mis hijos practicaran sus habilidades de pantera sin
poner en peligro a otros niños.
Toni se inclinó hacia delante para mirar. —Esa es una excelente idea.
—Conmigo también, —dijo Carlos. —Me gustaría llevar a mis huérfanos allí.
Ian dio a Toni una mirada inquisitiva.—¿Qué piensas tú?
—Creo que fue muy sabio por parte de Roman y Shanna planificar el futuro
de esta manera. No creo que Tino pudiera ser feliz en una escuela normal. —
Se giró hacia Sabrina. —Este sería un lugar interesante para correr, ¿no te
parece?
Sabrina lentamente apiló las fotos. —Es un lugar hermoso. Y una idea
interesante. — Dio a Toni una mirada de preocupación. —Pero este no era
nuestro plan. Queríamos ayudar a los niños que se quedaban sin hogar,
hambrientos y que sufren. Este Constantine tiene un padre millonario para
cuidar de él. ¿Qué pasa con los niños que no tienen a nadie? No podemos
darles la espalda sólo porque estos niños mutantes sean más interesantes.
Las mejillas de Toni se volvieron de color rosa. —No los llames mutantes, por
favor.
Un incómodo silencio cayó sobre ellos. Ian miró a Toni con cuidado, pero ella
evitó sus ojos. Su rubor enrojeció. ¿Estaba avergonzada de estar involucrada
con él?
Toni cerró los ojos con una expresión de dolor. Una punzada de pánico se
introdujo en el estómago de Ian. ¿Y si decidía abandonar por completo el
mundo de los vampiros? ¿Y si lo dejaba?
Agarró la pila de fotos. —Hay 300 hectáreas aquí. Podemos construir más
edificios. No hay necesidad de alejar a los niños.
Ella suspiró. —Pensaré en ello. Todavía tengo algo de tiempo para adaptarme
a todo.... —Ella miró con recelo a Carlos y a Ian. —Y todavía tengo un año de
escuela. Es decir, si puedo volver a la escuela sin que mi tío trate de
encerrarme.
Carlos cogió un salero y roció más sal en las patatas. —La policía vino hoy, en
busca de Bri, Teddy, y Toni. Tenemos que conseguir enderezar este lío antes
de que uno de nosotros sea detenido.
Ian lo consideró mientras apilaba las fotos a la carpeta. —¿Dónde vive este
tío?
— Westchester, —dijo Carlos mientras comía una patata. —He estado allí
antes. Creo que podría convencer a la sirvienta de que me traiga las cosas de
Bri.
Ian negó con la cabeza. —No, estas más segura aquí con Teddy. —Se puso de
pie. —Carlos, conduce a Toni a la casa del tío. Entonces llámame y me
teletrasporto allí para conocerlo. Tengo que ir a otro lugar primero.
—Dejé mi capa, en Escocia. Sin embargo, Roman tiene una capa de vampiro y
esmoquin en la casa. Tengo que ponerme el traje primero.
—No te preocupes, no voy a ser violento.— Ian sonrió. —Pero no creo que tu
tío disfrute de su encuentro con el Conde Drácula.
Capítulo 23
Más bien sexy. Toni pasó sus dedos por encima de su elegante esmoquin
negro. Su capa era de satén negro forrado en rojo, y su pelo negro rizado
dentro del cuello alto. ―Si estuviera haciendo una película de vampiros, te
contrataría en seguida.
Carlos se fue por las escaleras de atrás, mientras María acompañaba a Toni a
la biblioteca.
―Nunca la encontrará.
Toni se encaminó hacia él. ―Una vez que la policía investigue sus registros
financieros, estará muy claro. Que usted encarceló a Sabrina. Que envenenó
su mente. Que trató de robar toda su vida.
―No, no. ― Él movió una mano en el aire. ―No iba a mantenerla encerrada
para siempre. Sólo necesitaba un poco de dinero para pagar unas deudas de
juego.
―Y luego aparecerían más deudas de juego.
―Esos tipos son el menor de sus problemas. ¿Se ha preguntado cómo escapó
Bri?
―La encerraste porque dijo que los vampiros son reales. Pero sólo un
vampiro pudo haber ayudado en su fuga.
―Estás tan loca como ella. ―Los ojos de Proctor estaban encendidos. ―Os
encerraré a las dos arriba.
Proctor abrió la boca y dio un paso atrás. ―¿Qué? Esto... esto es algún tipo de
truco.
Toni hizo una mueca cuando su cabeza casi chocó en el techo. Por lo menos
Proctor parecía realmente aterrorizado cuando se encogió detrás del
escritorio. Ella sólo pensaba que Ian se veía muy lindo.
Con un silbido, Ian arrojó su capa por encima de sus anchos hombros. Toni se
tambaleó como si sus rodillas se debilitaran. Por Dios, estaba de lleno en el
modo de monstruo, y todo lo que podía pensar era en que Me muerda. Qué
extraño, pues el ataque de los Malcontentos la había dejado aterrorizada y
asqueada, mientras que la idea de que Ian la mordiera hizo que su
piel cosquilleara de anticipación.
Ian se volvió hacia ella, y una oleada de lujuria casi la tiró de sus pies. Ella
abrió la boca cuando el azul brillante de sus ojos se puso al rojo vivo. Oh
Dios, él sabía que estaba encendida.
Dio un paso atrás, levantando una mano hacia su garganta. Su corazón latía
con fuerza. Sus muslos apretados juntos con una necesidad repentina,
caliente. Que pena, no le extrañaba que las mujeres le hubieran ofrecido
sangre durante siglos.
―Está bajo mi control. ― Los ojos de Ian brillaban de un azul intenso, y Toni
se dio cuenta de que estaba utilizando el control mental. ―Eres humilde, y yo
soy tu amo.
―Tú eres humilde, y yo soy tu amo, ― le susurró Proctor, con los ojos muy
abiertos y vidriosos.
Toni reprimió una sonrisa. Ian no era muy bueno siendo un monstruo
maligno. Sin sorprenderse lo admiró.
―Sí, amo.
Ian saltó de la mesa para estar al lado del médico. ―No hables con nadie de
esta noche. Sé cómo te encontraré, Joseph Proctor.
―Sí, amo.
―Una cosa más. ― Ian se volvió hacia Proctor. ―Tratarás a tu criada con
respeto. ― Colocó su mano sobre la cabeza de Proctor, y el doctor cayó en un
profundo sueño.
―Será seguro durante el día, ―contestó Ian. ―Los Malcontentos estarán tan
muertos como nosotros. Y Howard pasará el día allí. Carlos, también.
Pero no lo vio más tarde. Después Carlos la llevó de regreso a Romatech, y les
dijeron a Sabrina y a Teddy la buena noticia, de inmediato Bri quiso ir a casa
para ver a Vanderkitty. Entonces, con todo el mundo en el apartamento de
Toni y
de Bri, pidierom comida china y celebraron.
Era las diez de la noche cuando Carlos y Toni llegaron a la casa de Roman
Draganesti en Alto East Side, y les llevó unos treinta minutos más que Carlos
inspeccionara y admirara cada habitación. Eligió el cuarto junto al de Toni
para él.
―Esto es perfecto para mí, menina. ―Deslizó la mano con admiración sobre la
madera de la cama de estribo de hierro forjado. ―Me encanta esta decoración
española.
―¿Qué pasó con ella? ― Carlos puso su maleta en la colcha de terciopelo rojo.
Toni trató de recordar lo que Dougal le había dicho sobre el ex harén, cuando
se había mudado hacía más de una semana. Había estado tan insultada por la
idea de un harén que se había desconectado de la mitad de lo que había
dicho.
―Mi habitación pertenecía a una chica medieval llamada Princesa Juana. Ella
y María Consuelo no estaban demasiado encantadas de ser co-propietarias de
Horny Devils, por lo que vendieron sus acciones a Vanda y se trasladaron a
Europa. Londres, creo.
―Bueno, los vampiros saben cuando pueden confiar en los mortales. ―No es
que Carlos fuera totalmente mortal. Carlos Panterra. Toni mentalmente se dio
una palmada en la frente. Debería haberlo sabido. Dio un respingo
cuando puso un artículo más en la cama. Buen duelo. Ese era el cortaúñas
más grande que jamás había visto.
―Es tan maravilloso, menina. Siempre he tenido que guardar mi... bueno, mi
secreto muy bien, ya sabes. Sin embargo, con este trabajo, soy libre de ser yo
mismo. De hecho, al ser un cambiaformas en realidad aumenta mi valor. Y he
encontrado una casa para mis huérfanos.
―Gracias a ti, Carlos. Siempre has sido un gran amigo. ―Ella se resistió al
impulso de acariciarlo detrás de las orejas. El tipo prácticamente
ronroneaba. ―Te dejaré para te que instales. Tenemos que levantarnos antes
de la salida del sol, ya sabes.
―Voy para abajo, ―gritó. Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Odiaba las
mañanas. Se precipitó a la ducha y se lanzó sobre su uniforme. Iba de prisa
por las escaleras, tirando su cola de caballo húmeda a través de una banda
para el cabello, cuando vio a Zoltan Czakvar y a Giacomo di Venezia,
también conocido como Jack, subiendo las escaleras.
―Sí. Estaremos en las habitaciones del cuarto piso, ―dijo Zoltan. Entre
bostezo y su acento húngaro, era difícil de entender.
―Molto bene. Ciao, bellissima. ―Jack puso en marcha otro tramo de escaleras.
Toni giró los ojos, y luego corrió por las escaleras. Con suerte, Ian estaría
todavía despierto. En el vestíbulo de entrada, encontró a Dougal y a Phineas
bajando al sótano.
―Ya se ha ido a la cama. ―Dougal cerró la puerta del sótano detrás de él.
¿Buñuelos, otra vez? Si seguía comiendo eso, quedaría tan grande como un
oso. Se dio cuenta de que Carlos se llevaba una cuchara de algo de un plato a
la boca. Se veía un poco más saludable. ―¿Qué estás comiendo? ¿Maullido
Mix?
Howard soltó un bufido de risa, mientras Carlos le dirigió una mirada suave.
Toni sonrió dulcemente. ―Me han dicho que tienen una nueva fórmula anti-
bola de pelo.
―Hmm, ¿Special K para gatitos? ¿Puedo tener un poco? ―Ella cogió un tazón
hondo.
―Sí. ―Howard terminó su taza de té. Con miel extra, sin duda. ―¿Qué dices,
Carlos? ¿Qué te parece una sesión de artes marciales? Quiero ver lo bien que
puedes luchar.
―De acuerdo. ― Howard y Carlos se dirigieron hacia las escaleras del sótano,
mientras Toni comenzó el largo ascenso hasta el quinto piso.
Toni miró dos veces el área por debajo de sus manos entrelazadas. Había un
bulto definido en su pijama. Se inclinó para ver mejor. Buen duelo, había
caído en su sueño mortal con una erección. Era… ¿Era posible estar tan
duro?
La cámara se movió.
—Shh.— Ian subió el volumen cuando Jedrek habló. —Como pueden ver,
hemos tomado DVN. Su programación regular ha sido cancelada por una
exhibición más interesante. Ian MacPhie, tienes veinte minutos para traerme
la droga para mantenerte despierto, o empiezo a ejecutar a las personas en la
televisión en vivo.
Toni se quedó aturdida y muda, mientras que todos los hombres comenzaron
a hablar al mismo tiempo. ¿Cuántos hombres tiene Jedrek? ¿Quién sabía la
disposición de DVN?
Gregori miró a la televisión. —Vi lo que sucedía. Pensé que debía advertir en
caso de que no lo supieras.
Toni corrió al escritorio. Reunió algunos papeles y plumas, entonces los dejó
caer en la mesa grande y cuadrada del centro.
Ian pasó una mano por su pelo mientras lo consideraba. —No queremos ser
teletransportados a una trampa, así que creo que debemos atacar desde
afuera.
Jedrek se mofó. —El mundo. Con la droga para permanecer despierto, puedo
gobernar el mundo de los vampiros.
—Por supuesto que sí. Ian MacPhie la tomó. Es por eso que envejeció. —
Jedrek se movió detrás de Corky y deslizó una mano alrededor de su cuello.
—Le tengo que dar las gracias, señora Courrant. Es usted quien llamó mi
atención.
La cámara se desvió hacia una pequeña morena que estaba al lado de Stone.
—Complace al maestro cuando mato a una rubia, — cuchicheó.
—¿Bonita? — Se bufó Corky. —Los hombres sólo te dicen eso para que
duermas con ellos.
—Eso no es verdad. Han sido cientos de hombre los que han dicho que soy
bonita.
—¿Y con cuántos de esos hombres que te lo han dicho has dormido? —
Enmarañó Corky.
—Por qué, yo digo...— Balbuceó Stone. —Eso parece algo tan poco requerido.
Debo encontrar algo interesante por mi mismo.
Stone parpadeó. —Leí las noticias.— Jedrek paseó hacia él. —¿Y?
Jedrek puso los ojos en blanco. —Este hombre aburre. No puedo ni presiento
ningún temor de parte de él. Permite que se vaya.
Stone pareció ligeramente sorprendido. —Debo decir que, eso es más bien
buenas noticias.
Jedrek fue delante de las dos rehenes rubias. —¿Ahora la pregunta es cuál de
vosotras será la primera en morir? O quizás Ian MacPhie venga a salvaros.
Jedrek sonrió. —Eso es. Mostradme vuestro miedo. Permitid que emane de
los poros así podremos ir de juerga con el olor.— Su mirada bajó a los
excesivamente abundantes senos de Corky. —Necesitaremos una estaca
excesivamente larga para esta.
Cuando los dos hombres mortales tomaron las espadas, las estacas, y los
puñales, Toni miró a Ian. ¿Tenía otros planes para ella, o trataba de omitirla
completamente? — ¿Ian?
—Comprendo. —No podía competir con ellos. Los vampiros siempre serían
superiores. Aún Howard y Carlos tenían capacidades que ella nunca
poseería.
—Bueno, tiene dos hombres y a una mujer en el estudio con él,— dijo
Howard. —Y en el último conteo, el aquelarre ruso estaba por debajo de una
docena.
—Entonces podría haber diez más aislados acerca del edificio,— concluyó
Carlos. Toni contó mentalmente sus números. Tres mortales y seis Vampiros.
Ian, Phineas, Dougal, Zoltan, Jack y Gregori.
—No, pero soy verdaderamente bueno con un cepillo de pelo. Ah, y sé donde
hay una entrada secreta. ¿Ayudará eso?
—Sí. Llevará a los mortales por la entrada secreta,— ordenó Ian. —Gregori,
ve con ellos. El resto de vosotros, ya sabéis qué hacer. Vamos.— Anduvo a
zancadas hacia el final del callejón.
Toni corrió para unírsele. —Ian, por favor no hagas esto. Debe haber una
manera mejor.
—He visto las opciones, Toni. Si atacamos, Jedrek matará a los rehenes. De
esta manera, pensará que ha ganado, y será más fácil de derrotar. — Le dio
un vistazo preocupado. —¿Si te suplico permanecer aquí en el callejón, harás
eso?
—Sí, sí, los vampiros son superior. Lo he oído antes. No soy suficientemente
buena.
Ian paró y tomó su mano. —Nadie es más valioso para mí que tú. No me
culpes por estar aterrorizado al mantener tu seguridad.
—Estaré bien. Confía en mí.— Besó su frente, entonces ladeó la pared del
callejón para entrar en el aparcamiento de DVN.
Toni dijo una oración silenciosa para él. Las lágrimas calientes picaron sus
ojos, pero parpadeó alejándolas. No había tiempo para eso ahora.
—Es una bolsa escocesa.— Ian la abrió y les mostró el frasco de líquido
verdoso. —Tengo que entregar esto personalmente.
El guardia verificó la bolsa de Ian. —No hay nada más. Vamos.— Abrió la
puerta y se movió para que Ian pudiera entrar.
Los guardias escudriñaron el aparcamiento, y sin ver nada, los dos entraron
al edificio para acompañar a Ian hacia Jedrek.
Gregori maldijo entre sí. —Su alarma se activó sola. Debe haber un
Malcontent en la oficina de seguridad, y marcó a nuestros chicos.
Toni recordó el plan que Ian había explicado en el callejón. Phineas y Dougal
iban supuestamente a tomar la oficina de seguridad lo más rápido posible.
Corrieron al lado del edificio. Stone movió una planta pesada para revelar
una trampa en el pavimento junto al edificio. Tiró de un anillo metálico para
levantar la puerta y reveló una escalera que dirigía hacia el sótano.
—Por aquí. — Stone los dirigió a través de una vasta despensa y subió una
estrecha escalera.
—Esto es.— Gregori paró en una puerta con un signo que se leía Sala de
mandos. Hojas chocando se podían oírse desde dentro. Gregori se lanzó
abriendo la puerta. Toni lo siguió para ver justo a tiempo a Zoltan cortar con
su espada a través del cuello de un Malcontent, entonces le ensartó por el
corazón. El vampiro giró para quitar el polvo del muerto.
—Estoy contento que este tipo está de nuestro lado,— murmuró Carlos.
Gregori maldijo. —Mira esto.— Indicando a la pared que estaba cubierta con
doce monitores.
Toni jadeó. Los doce monitores mostraban la misma escena, el estudio donde
se pasaban las Noticias de todas las noches. Ian había sido despojado de todo
lo que llevaba dejándole solo a su falda escocesa, y Nadia estaba deslizándole
casualmente una cuerda de plata alrededor del pecho descubierto. Los
verdugones rojos aparecieron en la piel de Ian, y el sonido que hacía hizo
retorcerse el estómago de Toni.
—Tenemos que conseguir salga de allí.— Toni sacó del puñal de su cinturón.
—Ya tienes la droga,— Ian habló rechinando los dientes. —Permite que los
rehenes se vayan.
Ian le miró.
Nadia deslizó alguna cuerda de plata alrededor del cuello de Ian y para
apretar. El cuello crepitó.
—Sí. Dejé a Dougal allí. Zoltan y Jack hacen un barrido final. Estamos casi
listos para movernos hacia Jedrek.
—Gracias a Dios.— Toni se movió hacia los monitores. —¿Habéis visto lo que
le hacen a Ian?
—Tengo una idea.— Gregori fue a la pared del rincón y cogió una cámara.
La encendió y miró los monitores. —¿Cómo consigo que aparezca esto ahí?
Stone les mostró qué interruptores debían utilizar. Entregó a Carlos los
auriculares y tomó uno pequeño para él mismo.
—Permitiré que sepas cuando estamos listos.— Gregori se dirigió hacia la
puerta. —Vamos, Stone.
Jedrek paseó a través del cuarto y paró en frente de Ian. —¿Llena de energía?
Eso suena bien.— Levantó el frasco a la boca y bebió el contenido por
completo.
Se mofó en la cara de Ian. —¿Te das cuenta de qué sucederá, MacPhie? El sol
subirá, y caerás en tu sueño mortal mientras me quedo despierto. Serás el
primero al que mate.
Jedrek se giró para mirar bruscamente a Ian, que miró fijamente hacia atrás.
—No importará. Lo mantendremos atado. No podrá defenderse.
Jedrek rechinó los dientes. —¿Tengo que decirte qué hacer? Sólo matadlos.
Stanislav palideció. —Son demasiado rápidos. Yo... no puedo encontrar a
ninguno de nuestros hombres.
La cara de Stone llenaba casi todos los monitores ahora, mientras Jedrek fue
relegado a un monitor en la fila inferior.
—¿Qué demonios pasa?— Mostró Jedrek al monitor del estudio. —¿Qué hace
Vanda Barkowski en la televisión nacional? ¿Cómo me robó mi lugar?
Jedrek giró alrededor para mirar con el ceño hacia el Malcontent. —¿Me han
cortado? ¡Este es mi espectáculo! — Sacó la pistola que estaba en su cinturón,
fue zumbando hacia Ian, y apretó el cañón del fusil contra la frente de Ian. —
¡Ponedme de vuelta ahora!
Jedrek miró por el monitor y se vio. —Eso me gusta más. ¡Stanislav, Yuri, id a
tomar de vuelta la sala de mandos ahora!
Carlos se colocó para atacar, y Toni saltó al lado. Oyó cuando Phineas gritó y
miró hacia donde estaba. ¡Ah no! Stanislav había logrado apuñalar a Phineas
en el hombro.
Una mancha se disparó por delante de ella, y ella se hizo girar, levantando su
puñal.
Con un tajo rápido, Jack casi cortó el brazo de Yuri. La sangre salpicó. Con un
chillido, Yuri se cayó al suelo. Jack se giró para quitar el polvo, entonces
persiguió a Nadia.
Jedrek paseó hacia ellos. —¿Qué haré con vosotros dos? ¿Os mataré ahora?
Giacomo, el famoso hijo de Casanova.— Paró frente a Zoltan. —Y el Maestro
más poderoso del Aquelarre de Europa del Este. Debo atarte a un farol y
permitir que te quemes al amanecer hasta la muerte.
Toni advirtió por el rabillo del ojo que Ian había cortado las cuerdas de plata
que estaban alrededor de su pecho y muñecas. Metió alguna cuerda en su
bolsa. Nadia estaba muy ocupada atando a los nuevos presos, y Jedrek estaba
muy ocupado incitándose el mismo para darse cuenta.
Tenía que ayudar a Ian. El pecho y las manos estaban cubiertos con
verdugones rojos. Dios la ayudara, no podía estar aquí impotente mientras
debía intentar salvar a todos. ¿Y cómo podía salvar a cualquiera si Jedrek
mantenía el control de la situación amenazando con matarla? Tenía que
luchar con esto. De algún modo, tenía que abrirse camino del control mental
que mantenía Jedrek.
Contaba con ella. Se enfocó duramente. Su amor por Ian tenía que ser más
fuerte que el poder de Jedrek.
La cara de Jedrek se volvió roja por la rabia. —¡Te mataré ahora! — Corrió
hacia Ian, levantando su espada en el aire.
Ian se lanzó al suelo para coger la espada de Jack, luego saltó de pies para
desviar la primera estocada de Jedrek.
La espada de Ian destelló tan rápidamente, qué era claro que Jedrek estaba en
desventaja. Con un golpecito de su muñeca, Ian envió la espada de Jedrek
dando vueltas por el aire.
Jedrek retrocedió.
Con la mano libre, Ian tiró una longitud de cuerda de plata de su bolsa. —No,
esta vez no podrás teletransportarte.— Dejó caer su espada y saltando deslizó
la cuerda de plata alrededor de Jedrek. Tiró al Malcontent contra su pecho.
La atacó con una onda de poder psíquico. Estás bajo mi control. ¡Deja caer esa
estaca ahora!
Los ojos de Jedrek se ampliaron. —¡No! ¡Me temerás! ¡Sentirás el poder del
temor!
Su mente estaba libre. Dejó caer la estaca, y cayó sobre la pila de polvo.
Ian tiró la cuerda de plata. —Toni.— Tiró de ella dentro de su abrazo. —Eres
asombrosa.
Se inclinó hacia él, cerrando los ojos aliviada. Jedrek estaba muerto.
El pánico agarró a Ian. Agarró a Toni en sus brazos, y el puñal sonó con
estrépito en el suelo. No debía ser muy profundo. Un buen signo. Pero perdía
mucha sangre.
—¡Estoy aquí! — Laszlo abrió la puerta para él. —Vi lo que sucedió en la
televisión. Ponla sobre la mesa.— Se apresuró al lavabo para lavarse las
manos.
Roman y Shanna corrieron a los lavabos para lavarse las manos. Connor
desapareció, entonces volvió con Radinka.
Laszlo encajó a presión un par de guantes quirúrgicos. —¿Te das cuenta de
que podrías haberla llevado a un hospital?
—Sí, por supuesto.— Ian no supo cómo ayudar. Quitó los zapatos de Toni y
los calcetines.
—¿Esta Toni muy mal herida? — Preguntó Constantine, con el labio inferior
temblando.
Radinka forzó una sonrisa. —Por supuesto que estará bien.— Se apuró a salir
del cuarto con el pequeño. —Esperaremos fuera.
Ian miró impotentemente como caída la sangre de Toni sobre la mesa. —Por
todos los santos, no puedo perderla.
Ian se giró hacia él. —La quiero, y no debí permitir que estuviera en la pelea.
Debería cuidar de ella, las reglas lo dicen.
Ian ondeó una mano desdeñosa. —Puedo aguantar eso. Curaré durante mi
sueño mortal.
Gimió. —Está bien.— Aguantó la picante medicina que ella le aplicó en las
quemaduras. Le servía por fallar al proteger a Toni. Había estado tan aliviado
por tenerla en sus brazos, que no había visto a Nadia acercándose a ellos.
—Es todo culpa mía.— Miró a Toni en la mesa de operaciones. Parecía tan
pálida. —No pude apartarla del camino lo bastante rápido.
—Lo vimos en la tele,— dijo Shanna. —Fue aterrorizante. Todo sucedió tan
rápidamente.
Laszlo cabeceó. —Nunca hemos tenido que reparar heridas internas. Los
vampiros siempre curan naturalmente por dentro.
—A causa de nuestra sangre de vampiro.— Roman miró a Laszlo. —Siempre
he tenido curiosidad sobre cuán bien nuestra sangre puede curar. ¿Y si le
damos una transfusión de sangre vampiro en vez de sangre sintética regular?
Shanna les dio a los dos hombres una mirada dudosa. —Queréis
experimentar en ella. ¿No sería más seguro llevarla a un hospital?
—Yo... no la forcé.
—¿Qué tan reciente? — Laszlo limpió el brazo de Toni e insertó una aguja.
—Aproximadamente hace nueve horas.— Cuando Ian recibió algunas
miradas confusas, explicó. —Tomé la droga para permanecer despierto, así
pudimos tener un tiempo solos.
Roman intercambió una mirada divertida con su esposa. —Bien, desde que tu
sangre viene de Toni, debe ser perfecto.
Treinta minutos más tarde, la herida de Toni continuaba curándose pero sus
signos vitales estaban todavía presentando problemas. La transfusión había
dejado a Ian débil y hambriento, así que descansó en la camilla mientras
bebía varias pintas de sangre sintética AB positivo, sólo en caso de que Toni
necesitara algunas más.
Ian dijo una oración silenciosa para Toni cuando resbaló de la camilla.
Connor le había traído un polo marino de la oficina de seguridad. Se lo puso
y se asomó por la puerta para ver quién estaba en la sala de espera.
—No es nada.— Phineas ondeó una mano desdeñosa. —Stan logró atizarme
un poco, eso es todo.
Ian observó que Carlos estaba sentado entre Sabrina y Teddy. Carlos los
debió haber llamado por lo de Toni.
—Pero Toni no tiene negocio intentando luchar con los vampiros malos,—
insistió Sabrina. Miró a Ian. —Juro, que si algo le sucede, demandaré tu culo.
Voy...
—Éstos son mis amigos,— dijo Constantine. —Estoy preocupado por Toni.
—Toni se pondrá bien,— dijo Ian al pequeño. Solo esperaba que fuera
verdad.
Los ojos de Sabrina se ampliaron con horror. —Ah Dios mío.— Se estremeció
cuando Tino tocó su brazo.
Constantine la miró con sus ojos azules abiertos de par en par. —Todo va
estar bien.
Ian recogió al chico en sus brazos. —A ella todavía le duele. ¿Crees que
podrías hacer que se sienta mejor?
—Lo intentaré.
—Por Dios. — Shanna lo tomó de Ian. —Pensé que estarías durmiendo ya.
Constantine bostezó cuando miró a Toni. —Será como yo.— Los párpados se
cerraron, y cayó dormido.
—Gracias, Tino.— Ian acarició con una mano los rizos rubios del pequeño.
—Estoy bien, creo.— Levantó una mano para frotarse los ojos. —Los ojos me
queman.
—Tenía tanto miedo de eso,— dijo Sabrina. —No se dieron cuenta de que
lleva lentes de contacto.— Manoseó en su bolso y sacó un espejo compacto.
Toni se incorporó.
—Cuidado.— Carlos cogió el dispositivo del control de la cama. —Permíteme
ajustar la cama para ti.— Con un ruido que tarareaba, el respaldo de la cama
subió para levantar su espalda.
—Son poco después de las cinco.— Sabrina tiró las lentes a la basura.
Toni lo miró. Luego a Carlos y a Sabrina. Luego alrededor del cuarto. —Ah
mi cielo.
—Mi vista. Es... es perfecta. Sin las lentes de contacto.— Entregó el espejo a
Sabrina y echó una mirada alrededor del cuarto una vez más. Su vista era
más que perfecta. Podía leer la letra pequeña en un cartel a través del cuarto
encima del lavabo. Describió el procedimiento apropiado para lavar las
manos.
La alarma se arrastró por ella. Debió haber dormido durante semanas para
poder haberse curado. —¿Cuánto tiempo he estado fuera? ¿Estuve en coma?
—Menina.— Carlos le tocó el brazo. —Fuiste herida anoche.
—Pasada… pero es que no tiene sentido.— Ella le estrechó las manos. —Dime
lo que sucedió.
Sabrina jadeó.
Exhaló con alivio. —Ah, menos mal. No es que tenga nada contra ellos. Soy
realmente aficionada a ellos, y adoro a Ian. Pero odiaría realmente morirme y
perderlo. Quiero decir, estoy contenta de estar todavía viva. Quiero
realmente comer.— Algo bueno, balbuceaba como una idiota. —Sólo estoy
algo confundida. ¿Cómo me curé tan rápido?
—Tengo vista perfecta.— Lo miró. Parecía un gran vaquero y con suéter azul
que hacía juego con sus ojos.
—Fue un accidente,— dijo Toni. —No quería hacerlo. Solo empujé un poco
y…
Ian cabeceó. —Pensamos que algo como esto quizás sucedería. Podrías haber
aumentando los sentidos y tus capacidades.
—Ah, Ian.— Estiró una mano hacia él, y él se deslizó por la cama para tomar
su mano y besarla. —¿Cómo estás? Tenías tantas quemaduras desagradables.
—Sí, tienes los sentidos más fuertes. Los lirios blancos son de parte mía, y las
rosas rojas son de Vanda.
—¿Vanda?
—¿No sabes cómo? — Tocó su cara. —Fue sencillo. Mi amor por ti es más
poderoso que su odio.
Ian tomó su mano y la besó. —Te quiero, Toni. Te admiro y te respeto. Sólo
de la manera que eres. No necesitas que la sangre vampiro corra por tus
venas para ser digna. Siempre has sido una super mujer.
Ian apretó su mano suavemente. —Tengo que decirte que tus nuevas
capacidades pueden no ser permanentes. Nuestros cuerpos se abastecen de
nuevo a sí mismos con el tiempo. Por supuesto, si quieres retener algún poder
de Vampiresa, estaré feliz de compartir mi sangre contigo.
Sabrina les había dado la información sobre esta familia. El padre había sido
herido en un accidente en la granja, y apenas estaban abandonados. Solo los
cuatro regalos, envueltos en periódico, debajo del árbol de Navidad.
Ian abrió su bolsa, y Toni le ayudó a remover varias cajas de calientes ropas
de invierno. Una bolsa de plástico contenía un pavo congelado. Luego
vinieron los juguetes—una consola, algunos libros, y una bonita muñeca para
la pequeña.
Con su bolsa vacía, Ian agarró a Toni para teletransportarse. Ella señaló el
tejado. Con una mirada irónica, él hizo lo que ella pidió.
—De vuelta a Romatech. Mi bolsa está vacía. —Tocó su nariz roja. —¿Estás
segura que quieres seguir viajando conmigo? Pareces medio congelada.
Él besó su ceja. —Soñé que estabas redonda con un niño. Nuestro niño.
—¿De verdad? —Ella se inclinó hacia atrás para mirarle. —¿Por qué no me lo
dijiste?
Ian se puso sobre una rodilla. —Daytona Lynn Davis, tú... —La nieve cambió
debajo de él, luego de repente un bloque de nieve se deslizó por el tejado,
llevándole con él.
Él fue volando por el borde del tejado y cayó sobre su espalda en un espeso
banco de nieve. —Uf.
Vio a Toni arrastrándose por el tejado como un surfero. Saltó por el borde y
aterrizó a su lado.
Ella rió. —Ser una Super mujer tiene sus ventajas. ¿Estás bien?
Él quitó su manopla para poder deslizar su anillo. —No sabía que más
conseguirte para Navidades.
FIN