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Clase
¿Permanencias vs cambios?
Introducción
Como hemos visto en la clase anterior, la educación media se constituyó-en sus orígenes- solo
para un determinado sector de la población. No obstante, debido a los cambios sociales,
culturales y económicos, este nivel inició un proceso de masificación que alcanzó la
obligatoriedad con la promulgación de la Ley de Educación Nacional en 2006.
Sin embargo, este nuevo escenario no implicó una modificación en el modo en que se organizó-
y organiza- la escuela. Es decir, aunque el contexto y los estudiantes cambiaron, el formato
escolar se ha conservado. Hablamos, en otras palabras, de la gramática escolar…Entendemos
que esta noción es importante para advertir los desafíos a los que se enfrentan los diversos
actores educativos que constituyen el nivel.
En consecuencia, el propósito central de esta clase es analizar cómo diferentes aspectos
constitutivos de la escuela han profundizado algunos problemas fundamentales a los que se
enfrenta el nivel secundario (fracaso, deserción escolar, repitencia...).
A su vez, nos proponemos reflexionar sobre las relaciones entre la singularidad de cada
institución y la configuración propuesta por la gramática y la cultura escolar; como eje para
comprender cómo interpelan estas situaciones a las prácticas de la enseñanza.
Para ello, además de plantear las principales conceptualizaciones, analizamos dos experiencias
desarrolladas en el nivel secundario. Focalizamos en algunas decisiones relevantes adoptadas
por la instituciones sobre el régimen académico (como espacio institucional de definición
curricular) en función de mejoras en las trayectorias educativas de todos los estudiantes.
Cuando pensamos en el formato escolar, solemos creer que la institución escolar siempre existió
de la manera en la que la conocemos. Más aún, considerar esta configuración como “algo
dado”, que no necesita revisión ni reformulación. Sin embargo, como hemos planteado líneas
arriba, el contexto actual nos exige repensarla.
Sobre ello, avanzaremos en estas clases…
Dominique Julia -uno de los primeros en utilizar esta expresión- conceptualiza la cultura escolar
como un conjunto de normas que definen los saberes a enseñar y los comportamientos a
inculcar, y un conjunto de prácticas que permiten la transmisión y la asimilación de dichos
saberes y la incorporación de estos comportamientos. Modos de pensar y obrar que - tal como
plantea el autor- se han difundido o han sido adoptados en otros ámbitos sociales de nuestra
“sociedad academizada” y constituyen una nueva religión con sus mitos y sus ritos. (Julia, 1995,
1996).
Esta primera conceptualización permite avanzar sobre los diversos sentidos con que se ha
utilizado la expresión. Mencionaremos entre ellos: la idea de “cultura escolar institucionalizada”
como “el conjunto de teorías y prácticas sedimentadas en el seno de la Institución escolar a lo
largo del tiempo” (Terrón y Mato, 1995). En otras palabras, esta noción puede ser entendida
como una forma de cultura sólo accesible por mediación de la escuela, una creación específica
de la institución educativa que da cuenta de saberes y conductas que nacen en su interior y
llevan las marcas características de dicha cultura.
En el marco de este campo, consideramos importante señalar que esta idea entra en discusión
con el concepto de transposición didáctica. Al respecto, diversos autores realizan importantes
cuestionamientos entre los cuales- y en función de esta clase- destacamos y resituamos los
siguientes: se cuestiona que lo que circula en la escuela sea una versión banalizada, licuada del
saber sabio construido en el ámbito científico (Chervel,1998) ; cómo el contraste/ oposición y
relaciones entre la cultura o saber empírico - práctico de los profesores transmitida a través de
la vida cotidiana escolar, entra en tensión con la cultura del conocimiento experto o científico
(Escolano, 1999 y 2000; Viñao, 2001); cómo las regularidades y las tradiciones que gobiernan
la práctica y organización de la enseñanza y el aprendizaje constituyen un producto histórico
(Viñao, 1996, 1998, 2001).
Si bien los diversos usos planteados dan cuenta de diferencias de enfoque y propósitos, coinciden
en algunos elementos (continuidad, estabilidad, sedimentación, relativa autonomía) que
posibilitan plantear que la cultura escolar estaría constituida por un conjunto de teorías, ideas,
principios, normas, pautas, rituales, inercias, hábitos y prácticas sedimentadas a lo largo del
tiempo; tradiciones, regularidades, reglas de juego no puestas en entredicho y compartidas por
sus actores en el seno de las instituciones educativas. En síntesis, sería algo que permanece y
dura, algo que las sucesivas reformas no logran sino arañar superficialmente, que sobrevive a
ellas (Viñao, 2002).
Como hemos detallado en la primera clase de este módulo, producto de la masificación del nivel
medio, han ingresado a la escuela adolescentes y jóvenes de sectores que hasta entonces
habían sido excluidos. Sin embargo, el aumento en la cobertura de la escolarización secundaria
no ha resuelto los problemas históricos del nivel. Tal como afirma Terigi (2008), la repitencia es
muy elevada y como resultado de la misma, el abandono/ deserción escolar también lo es. En
consecuencia, nos preguntamos si hay ciertos aspectos de la gramática escolar que inciden en
dichos problemas.
En tal sentido, retomando producciones de Baquero y otros (2009), podemos afirmar que las
particularidades del formato escolar en este nivel son difíciles de apropiar para los alumnos
porque implica una disrupción o modificación en su trayectoria escolar. En otras palabras, la
transición o pasaje del nivel primario al medio, conlleva cambios difíciles de afrontar por los
estudiantes. Entre ellos, podemos advertir que se espera “mayores niveles de autonomía y
también otros vinculados con la organización del trabajo escolar, con los niveles de exigencia y
con la inserción en un nuevo ámbito y en una nueva cultura institucional” (Rossano en Baquero
y Otros, 2009:297).
Además, si consideramos que el ingreso a la educación media implica, entre otras cuestiones:
adaptarse a nuevas rutinas, nuevos horarios y responsabilidades; nuevos vínculos pedagógicos-
con diferentes profesores-; ajustarse a regímenes de evaluación diferentes y más recurrentes;
dominar una multiplicidad de materiales de consulta, libros y fuentes de lectura y adecuarse a
“La escuela es un lugar y un tiempo, pero cada una de estas coordenadas ya no presentan el
mismo significado que antaño. Lugar y tiempo se han diversificado, se han roto, han dado
lugar a diferentes escenarios educativos y a distintos tiempos en los que «sucede» la
educación.
Por ello, estos centros deberán abrirse al entorno en el que están enclavados, lo que va a
suponerles cambios en la organización, cambios en los tiempos, cambios en los currículos,
cambios en su arquitectura, etc. Innovaciones en las que los protagonistas de estos escenarios
puedan encontrarse para interactuar entre sí y lograr, de forma real, formación, y esto solo se
consigue si se adecuan esos espacios y tiempos para el encuentro”(Corbella,2008:255)
Los problemas analizados en el apartado anterior, nos invitan a pensar en el lugar que les
compete a las Instituciones Educativas respecto a decisiones sobre cambios relevantes en el
formato escolar para reducir cierto carácter expulsivo propio de la Escuela Secundaria.
En este sentido, habría cambios e innovaciones a gestar desde la política educativa y otros a
operativizar desde las instituciones a partir de cada contexto singular. A estos últimos nos
referimos -sintéticamente - de acuerdo con algunos ejes ligados, fundamentalmente, a niveles
de decisiones curriculares institucionales.
Cabe destacar que coexiste una reciente visualización de algunas relaciones entre el régimen
académico y las trayectorias escolares, con un escaso desarrollo institucional que posibilite
promover este régimen como instrumento para operar cambios significativos. Cambios que
operen en las experiencias de nuestros estudiantes, en post de la concreción -desde la realidad-
de una escuela media para todos.
En este contexto, retomando a los autores citados- se han impulsado cambios que focalizan en
tres grandes componentes del régimen académico, a saber:
* Los referidos a la actividad académica de los estudiantes como las formas de cursada,
exámenes, evaluación- acreditación.
* Los referidos a las reglas institucionales y a los modos de sujeción de los estudiantes a
determinadas reglas (lo obligatorio, lo permitido y lo prohibido, sanciones frente a las
transgresiones de esas reglas).
Teniendo en cuenta estos componentes, consideramos que los cambios en las modalidades de
cursadas de las materias son los que resultan de mayor relevancia para favorecer mejoras de
las trayectorias escolares.
En el marco de este análisis, nos interesa destacar dos experiencias que podríamos decir que
dan cuenta del surgimiento de nuevas modalidades de escuela secundaria:
*El régimen de promoción (pensado por asignaturas o unidades curriculares). Lo que implica
que, durante el ciclo lectivo, el alumno pueda cursar y aprobar materias o unidades curriculares
de distintos años del plan de estudio. Se reconocen las materias que haya aprobado en sus
trayectorias anteriores en otras escuelas.
*Se organiza un sistema de apoyo escolar para los estudiantes que requieran acompañamiento
y orientación para el cursado de las asignaturas y unidades curriculares. Para ello, se designan
profesores, con tiempos rentados para actividades académicas complementarias a las clases.
En el marco de este recorrido, nos interesa resignificar para el nivel secundario el planteo de
Feldman (2002,2010) sobre la universalización de la escuela primaria por las leyes de
escolarización. Según este autor, el proceso de escolarización como principal formato educativo
surge para “abastecer las necesidades crecientes de educación en un marco de reestructuración
completa de las relaciones sociales, las formas de gobierno y los modos de producción”
(2010:22). En este proceso que marca la transición desde “organizaciones de aprendizaje” a
“organizaciones de enseñanza”, se consolidaron algunas condiciones tales como: agrupar a los
alumnos- según edad y competencia- y que sigan un curso prefijado; ordenamiento de horarios,
divisiones en clases y lecciones compartimentadas (Goodson, 1995). Posteriormente, el
curriculum1 resuelve los conocimientos que deben impartirse pero también establece a los
destinatarios de las distintas enseñanzas. Así el curriculum incluyó tanto “el principio de
designación”- qué debe ser enseñado- como el principio de “distribución diferenciada” de aquello
que debe ser enseñado. De algún modo el sistema habilitó -simultáneamente- “la producción
masiva y selectiva de aprendizaje”. Por tanto, un mismo dispositivo generó los efectos que antes
requerían variedad de formatos de transmisión.
Así y en relación al eje de esta clase, creemos que la estandarización del dispositivo escolar
favoreció la homogeneización y, a su vez, la exclusión de aquellos estudiantes que- por
fenómenos de fragmentación y diferenciación socioeconómica creciente- no se adecuan a este
formato único. De acuerdo al recorrido que hemos realizado, nos invitan a pensar en la necesidad
de gestar variedad de formatos según contextos singulares.
En ese sentido, consideramos que la acción docente puede gestar condiciones didácticas que
promuevan la generación de variedad de formatos en función la inclusión real de todos los
estudiantes y de mejoras en sus trayectorias educativas.
1
Curriculum como secuencia estructurada de conocimiento para la enseñanza registrada por primera vez por escrito en
Glasgow 1663 en el marco del movimiento reformista (Hamilton, 1999).
Bibliografía obligatoria
Baquero, R. y otros(2009)”Variaciones del régimen académico en
escuelas medias con población vulnerable. Un estudio de casos en el
área metropolitana de buenos aires”, REICE. Revista Electrónica
Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, vol.
7, núm. 4, 2009, pp. 292-319.
Referencias bibliográficas
Baquero, R. y otros (2009)”Variaciones del régimen
académico en escuelas medias con población vulnerable. Un
estudio de casos en el área metropolitana de buenos aires”,
REICE. Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad,
Eficacia y Cambio en Educación, vol. 7, núm. 4, 2009, pp.
292-319.
Chervel (1998) “La cultura scolaire. Une aproche
historique”. París, Belin, en Viñao, A., 2002.
Corbella, M.(2008) Reseña de “Las formas de lo escolar”,
Revista Iberoamericana de Educación. N.º 46.
Depaepe, M y Simon, F. (1995) “Is there any Place for the
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for the History of Everyday Educational Reality in- and
Outside Schools”, Paedagogica Historica, XXX, en Viñao,
2002.
Depaepe, M. (2000) “Order in progress. Everiday Education
practice in Primary Schools- Belgium, 1880-1970”, Leuven,
Leuven University Press. En Viñao, A. (2002)
Escolano, A. (1999) “Los profesores en la historia”. En J.
Magallanes & A Escolano (orgzs), Os Professores na
História. Porto, Sociedade Portuguesa de Ciencias da
Educacao.
Escolano, A. (2000) “Las culturas escolares el siglo.
Encuentros y desencuentros”, Revista de Educación,
monográfico sobre “La educación en España en el siglo XX”,
en Viñao, A., 2002.