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Historia de la economía:

Las teorías económicas siempre se relacionan con la práctica económica, aunque


no siempre de una manera directa. El estudio de las relaciones entre las
condiciones de vida y la producción teórica del ser humano, puede ser una guía
útil para comprender cada teoría en particular.
Muchas ideas del pasado tenían sus raíces en estructuras institucionales, en las
relaciones entre grupos económicos diferentes y en los intereses opuestos de
éstos. Ahora Bien, las ideas a las que dieron vida no han muerto en la medida en
que todavía existen estructuras y relaciones iguales o similares. Aún viven entre
nosotros las opiniones de Aristóteles sobre las diferentes clases de Trabajo
humano, las censuras de, los escolásticos de la Edad Media a la usura, las teorías
mercantilistas sobre el Comercio Exterior, las nociones fisiocráticas sobre la
agricultura, la teoría de la Renta de Ricardo y las conclusiones prácticas de ella
derivadas, y, en fin, la rebeldía de los románticos alemanes contra el Liberalismo
económico. Todo esto ha venido a formar parte del Fondo de ideas de donde han
sacado su alimento intelectual las generaciones sucesivas y es el principal
alimento de la Historia de la Economía.
El principio base de los temas expuestos en esta sección de la web se basa en
que el proceso por el cual se forman las ideas es susceptible de análisis científico
y una exposición general de la evolución del pensamiento económico como
introducción a la teoría puede facilitar tener una perspectiva adecuada para este
análisis.
La primera revolución económica:

Los restos de los homínidos más antiguos conocidos hasta la fecha se remontan a
dos millones de años. Estos homínidos vivían agrupados en pequeñas hordas de
cazadores - recolectores nómadas. Hasta hace tan solo 10 000 los hombres
dependieron para su mantenimiento de la caza y la recolección de frutos salvajes,
y hubieron de aprovechar abrigos naturales para protegerse de la intemperie.
Hacia el año 80 000 a.C. tuvo lugar la primera revolución económica de la Historia
de la Humanidad: el descubrimiento de la agricultura. En el descubrimiento de la
agricultura posiblemente influyeron una serie de cambios climáticos que obligarían
a una sedentarización de esos grupos de cazadores recolectores nómadas.

Las consecuencias de esta revolución fueron importantísimas. A partir de


entonces, los hombres fueron capaces de producir alimentos en la proporción que
requiriese el crecimiento de la población. La población comenzó a crecer de forma
notable. El aumento de la producción de alimentos permitiría la especialización de
determinados individuos en actividades artesanales. La agricultura permitió
acumular excedentes que harían posible el desarrollo de intercambios
comerciales. Las sociedades humanas fueron alcanzando una complejidad
creciente y surgieron diversas organizaciones políticas, dando a este término una
gran amplitud.

Configuración del mundo antiguo:

El proceso de difusión de la agricultura fue muy lento. La agricultura hizo posible


en surgimiento de una serie de grandes civilizaciones en el Próximo Oriente y el
valle del Nilo:

Egipto y Mesopotamia:

Si la mayor contribución de Egipto al progreso económico consistió en la


organización de la agricultura y en la instauración de una complicada vigilancia de
la vida económica, la gran aportación de Mesopotamia fue el desenvolvimiento de
la agricultura comercial a gran escala, así como la aportación de la técnica y el
equipo necesarios a dicha actividad. No puede dejar de citarse el Código de
Hammurabi, que promulgado alrededor del segundo milenio a.C., y es un valioso
documento para conocer la organización y vida del Imperio Babilónico.

Los fenicios:

La actividad comercial de los fenicios estuvo relacionada con el desarrollo de la


metalurgia. El desarrollo de estas técnicas generó en el Próximo Oriente una
importante demanda de metales. Para acceder a estos metales, los fenicios
organizaron un sistema de intercambios por el cual transportaban hacia Occidente
tejidos de telas finas y de lana, trabajos en bronce, artículos de lujo, esclavos, etc.,
que intercambiaban por metales.

Grecia arcaica:

La propiedad privada se presenta ante nosotros sin que se pueda impugnar por
completo la existencia de propiedad familiar y de propiedades colectivas. La
industria, muy activa y ya bastante hábil, parece que solamente trabajaba para las
necesidades locales e inmediatas. El comercio se hallaba también muy poco
desarrollado. Solamente se realizaban algunos intercambios de región a región o
de ciudad a ciudad, dentro de los límites de Grecia.

Periodo helenístico (Grecia):

En el siglo VII, las ciudades griegas iniciaron un proceso de colonización en el


Mediterráneo. Fundaron numerosas colonias en el Mediterráneo oriental y central.
Esta expansión fue un hecho histórico de gran importancia, cuya acción sobre la
economía griega y sobre toda la economía mediterránea tuvo bastante
trascendencia. Por su actividad y por su trabajo, los griegos formaron las
condiciones económicas de muchos países, entraron en contacto directo con
algunos de los Estados de Oriente, con regiones productoras de mercancías y de
materias primas y esas relaciones modificaron incluso su propia economía.
Auge del mundo romano:

El crecimiento económico de Roma bajo la república tuvo lugar desde el año 509
al 27 a.C. entre las fases de expansión destaca la conquista de Italia y el
vencimiento de Roma en las guerras púnicas , ya no tiene rivales en occidente y
se adueña de extensos territorios , a la vez que su autoridad se hace in discutible.
En menos de cinco siglos, la economía del Lacio había cedido plaza a un inmenso
territorio. Al final de la república, la economía romanase encontró dominada por
los progresos y la influencia de la riqueza mobiliaria; evolución que se debió en
menor grado al desarrollo de la industria propiamente dicha, que a los éxitos de la
política exterior del Estado y a las consecutivas victorias de Roma.

Durante los siglos que inmediatamente han precedido a la era cristiana, de la


guerra es donde han nacido en Roma los grandes capitales, porque las repetidas
victorias de las legiones han tenido como resultados inmediatos y lejanos
acumular inmensas riquezas. La economía antigua entra en la última fase de su
desarrollo.

Los dos primeros siglos del Imperio fueron de prosperidad para la agricultura.
Gracias a las relaciones entre las provincias se conocieron nuevos cultivos,
efectuándose obras de drenaje. Los emperadores se apropiaron de tierras de
príncipes vencidos y los ricos romanos continuaron constituyendo nuevos
latifundios. Continúo, por otro lado, aumentando la tierra dedicada a los pastos.
Dentro de los cultivos, el trigo, el olivo y la viña reinaban en todo el Mediterráneo.
En la mayor parte de los países, la población rural no ocupaba todas las tierras
cultivables y grandes extensiones se dejaban para el ganado. Por lo que se refiere
a la industria, la gran actividad que cobró la construcción en Italia y en otras
provincias y países que ocuparon. Generalmente, las grandes obras las
emprendía el Estado, que solía emplear condenados o esclavos. Se empleaban
también muchos obreros en las minas y en la industria de la metalurgia. La
industria textil y de la confección alcanzó gran variedad, que constituyó fuente
importante de actividad de algunas regiones y países. La forma ordinaria de
producción era artesanal. La industria conoció un periodo de gran prosperidad en
el conjunto del mundo romano.

La extensión de los transportes permitieron a los comerciantes ofrecer mercancías


muy lejos de su lugar de fabricación; y el crecimiento de la demanda estimuló la
producción. Sin embargo, el esfuerzo fue muy desigual entre las provincias. Nunca
el comercio había conocido una expansión semejante. Todo el Mediterráneo
constituía un gran mercado común. De todas las provincias llegaban hasta Roma
productos alimenticios y materias primas, aunque no todos se consumían en Italia.

Si las principales corrientes convergían hacia Roma, no por ello las provincias
dejaban de ejercer comercio con otras, favorecidas por la extensión de la red
comercial, la unidad de la moneda y el derecho y, sobre todo la paz. Por otro lado,
el comercio con Oriente era muy intenso. Como consecuencia de todo ello, la
balanza comercial del Imperio era deficitaria.

La crisis del siglo III:

En el año 180, el advenimiento de Cómodo señala el principio de un largo periodo


de desórdenes, que sumieron al Imperio en la anarquía y que coincidieron con los
primeros ataques en las fronteras. Se trata de la crisis del siglo III. La crisis del
siglo III se aceleró y agravó gracias a los grandes desórdenes que tuvieron lugar a
partir de la muerte de Cómodo (192). El imperio atravesó un periodo de guerras,
revoluciones e invasiones. Los emperadores se sucedían con una rapidez
inusitada y estaban a merced de un ejército que se había constituido en árbitro de
los poderes y las ambiciones. Como consecuencia de todo ello, la población sufrió
mucho. Aparecieron el hambre y la peste. Un clima de inseguridad sustituyó a la
paz que había prevalecido en los siglos anteriores. Las violencias y los pillajes de
las tropas o de los bárbaros impedían toda explotación regular de las tierras,
talleres y minas. La disminución de compra de la moneda y la subida vertiginosa
de los precios fueron los aspectos más espectaculares de la crisis, y mientras que
la masa de la población era cada vez más pobre, otros se lanzaban a la
especulación y al acaparamiento de grandes fortunas.

Se intentó vincular de una forma progresiva a los trabajadores a la tierra, no


permitiendo que la abandonaran. En las ciudades, que en parte se vieron privadas
de las salidas de sus productos por paralización de los medios de transporte, la
regresión afectó a la cantidad y calidad de las fabricaciones. Los problemas
monetarios jugaron un papel importante en la crisis del siglo III. la política de
devaluaciones seguida por los distintos emperadores para resolver el problema del
déficit de la Hacienda agravó los efectos que la anarquía había producido sobre la
economía del Imperio. Caracalla, en el año 215, hizo una reforma monetaria,
introduciendo el antoninianus, pero pronto las anarquías de los 235 al 268
inutilizaron todo el esfuerzo. El siguiente intento fue el de Aureliano, que intentó
también poner fin a todos los desórdenes. Impuestos y confiscaciones le
proporcionaron los recursos necesarios para intentar una restauración de la
moneda pero sus esfuerzos no permitieron superar una situación desastrosa.

Con objeto de vencer la creciente parálisis de las producciones y de los


intercambios, el gobierno no cesó de extender sus intervenciones en los sectores
donde las actividades indispensables estaban en declive o desaparecían. Se
aumentó el impuesto sobre las sucesiones, se abolieron las exenciones de ciertos
privilegios, se invitó a los ciudadanos a que, ante grandes acontecimientos
imperiales, manifestaran su alegría con una contribución sobres sus rentas.

Intentos de reforma y disolución del Estado:

En el transcurso de la crisis, la anarquía política y las invasiones habían acabado


de paralizar las producciones y los intercambios. Ante todo, era el Estado el que
tenía que restaurarse para poder reactivar la economía. Por otro lado, las
distancias entre las fronteras de Oriente y Occidente eran demasiado grandes
para que se pudiera atender a todos los peligros desde un solo puesto de mando.

Primero Diocleciano y después Constantino hicieron prueba de la misma energía


para reactivar las estructuras de la economía. Se restauró la moneda, se
reformaron los impuestos, se reorganizo toda la sociedad en una jerarquía rígida,
se dotó a la población agrícola de un nuevo estatuto, los trabajadores industriales
fueron incluidos en la collegia. Los poderes públicos emprendieron una obra de
reglamentación y de control para reanimar y desarrollar las actividades
económicas. En consecuencia, parece que tenía que renacer la prosperidad,
aunque en realidad el estatismo se tenía que revelar imponente para levantar a la
economía romana. En realidad, la historia del Bajo Imperio tenía que ser la de una
lenta agonía. Diocleciano realizó una reforma monetaria que consistió
principalmente en el restablecimiento de especies de buena aleación y buen peso.
Al tiempo que intentaba restablecer la Hacienda.

Aunque se hubiese restablecido el orden, las piezas de oro y plata no eran


suficientes para reactivar los intercambios, ya que era imprescindible restablecer
las comunicaciones. Prácticamente no existía el comercio libre. Todo el sector de
la distribución estaba en reglamento y bajo el control de la administración. La
importación de productos de lujo estaba reservada al gobierno, y no se podía
exportar hierro, bronce, vino, aceite y otros alimentos. A través de todas estas
medidas, el Estado esperaba remediar la insuficiencia de la producción y el alza
de los precios, pero precisamente las medias tuvieron un efecto contrario. A pesar
de todo ello, los negocios no volvieron a lograr el volumen de antes y, además,
conocieron una suerte desigual en Oriente que en Occidente. Sin embargo, la gran
ruta marítima de Alejandría a Narbona continuó uniendo Oriente con Occidente, y
los comerciantes sirios se esforzaron en que dicha actividad continuara hasta la
invasión de los árabes.

Transformaciones de los grandes dominios durante el Bajo Imperio:

La transformación de la economía durante el Bajo Imperio no solo alcanzó la


estructura de la propiedad, sino también a las personas que trabajan en ella.
Después de las conquistas, el número de esclavos había disminuido
notablemente, por lo que muchos de los trabajadores de los campos eran hombres
libres. El Estado procuró que la producción del campo no disminuyera, y así se
establecieron los colonos en los grandes dominios. La creciente impotencia de los
poderes para cumplir con sus obligaciones y hacer respetar las leyes y las
prerrogativas del Estado, alentaba a los grandes propietarios a erigirse en jefes
políticos de sus esclavos y de sus colonos, a administrarles justicia y escoger
entre estos mismos a los soldados armándolos para la defensa de sus dominios.

La incapacidad de los hombres que ocupaban el poder, el mal reclutamiento de los


componentes del ejército, los defectos de una administración demasiado pesada
que pretendía regentarlo todo, con la inmensa extensión que poseía el Imperio, la
pérdida de las libertades y de las autonomías municipales, las diferencias
excesivamente acusadas entre riqueza y privilegios de las clases sociales , la
inhabilidad para perpetuar un campesinadote mediana propiedad, las dificultades
de la Hacienda y la evasión cada vez mayor del pago de las contribuciones. Todas
estas desfavorables condiciones no fueron neutralizadas por la organización
económica. Y, así, todas ellas contribuyeron a la decadencia y caída del Imperio.

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