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Historia
Se considera que el primer trabajo escrito sobre mineralogía fue realizado por el
filósofo griego Theofrastus (372-287 a.n.e.), titulado Pery Lyton del que se
conserva una parte considerable, y otra obra de él mismo titulada Tratado de los
metales que se perdió. Cuatrocientos años después, Plinio registró el
pensamiento mineralógico de su tiempo. Durante los siguientes siglos, pocos
trabajos sobre minerales fueron publicados, los cuales contenían erudición y
consejos con poca información verídica.
El surgimiento de la Mineralogía como ciencia, bien puede ser señalado por la
obra del físico alemán Georgius Agricola quien en 1556 publicó De Re Metallica,
obra en la cual manifiesta las prácticas mineras y metalúrgicas de aquel tiempo
e incluye el primer informe verdadero de minerales. Posteriormente, en 1669,
Nicolas Steno hace un gran aporte a la Cristalografía, la “Ley de la constancia
de los ángulos interfaciales”, propuesta a partir del estudio de cristales de cuarzo,
en donde independientemente del origen, tamaño u hábito cristalino, los ángulos
entre caras correspondientes son constantes.
Más de un siglo pasó antes de que la siguiente contribución fuera hecha. En
1780 Carangeot inventó un dispositivo para medir los ángulos interfaciales de los
cristales, esto es, el goniómetro de contacto. Romé de L´isle, en 1783, hizo
mediciones angulares sobre diferentes cristales, confirmando de ésta manera la
ley de la constancia de los ángulos interfaciales. En el siguiente año, 1784, René
J. Haüy demostró que los cristales son construidos por apilamiento y sin
interrupción de pequeños bloques idénticos, a los cuales él llamó moléculas
integrales, término que subsiste casi en su sentido original en las celdas unitarias
de la Cristalografía moderna. Posteriormente este físico francés, en 1801
desarrolla la teoría de los índices racionales para las caras de los cristales.