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ESPECIALIZACIONES
CONTENIDO
INTRODUCCION...................................................................................................................... 2
EDUCACION EN VALORES.................................................................................................... 4
MODELO DEPORTIVO........................................................................................................... 8
COMPETICIÓN, CONSECUENCIAS................................................................................... 12
CONCLUSIONES.................................................................................................................... 35
EVALUACIÓN......................................................................................................................... 38
INTRODUCCION
No es que no lo sea, sino que olvidamos con facilidad otros aspectos (o quizaó no los
vemos) que no son tan positivos para el ninñ o y la ninñ a, y que estaó n estrechamente
vinculados al deporte y a su desarrollo como personas.
El deporte como vehíóculo transmisor de valores sociales, como algo bueno para
la educacioó n de los ninñ os. Es bueno que se glorifique al mismo y que se le
considere como un elemento importantíósimo en la formacioó n infantil, que se le
deó connotaciones de factor de beneficio social, que se le potencie desde los
organismos, que la sociedad en definitiva, lo entienda como algo establecido y sin
posibilidad de cambio.
Pero, tambieó n es bueno que se escuchen otras voces que ven al deporte escolar
desde otra perspectiva. Desde un punto de vista inconformista. No conforme con
la situacioó n actual del deporte escolar y no conforme con el concepto actual que
tiene la sociedad del mismo
Esta exposicioó n trata de enfocar de manera praó ctica ese enfoque educativo que
se le pretende dar al deporte, pero que muchas veces no se entiende como llevarlo
a la praó ctica en nuestras labores como docentes. Ante todo, pretende ser un
instrumento uó til para educadores, entrenadores y monitores deportivos. Donde
sean capaces de reflexionar sobre el auteó ntico valor del deporte como creador y
formador de personas, con unos valores sociales y personales acordes para la
convivencia pacíófica y armoó nica. De esta forma, ayudar a la formacioó n educacional
de los seres humanos para su futura vida adulta.
EDUCACION EN VALORES
Valores.
“el hombre, si no quiere dejar de ser hombre, debe alimentar valores, recuperar
los perdidos o avizorar otros nuevos, debe buscar en los mismos haó bitos de la
sociedad cuanto de aprovechable y valorizado pueda sacar de ellos”. Cagigal, ¡Oh
deporte!
Estaó claro, de que uno de lo mayores problemas a los que se enfrenta cualquier
persona que trabaja con chavales en actividades deportivas, no son soó lo los
componentes teoó rico-praó cticos, sino ademaó s, aquellos elementos referidos a una
educacioó n en actitudes. Considerando al discente como una persona total, global,
y no un abigarrado de conocimientos, hace que se reoriente su tradicional sentido
de la informacioó n atenuaó ndolo, en beneficio de aquel que todos consideramos
como fiel reflejo de la naturaleza humana: la formacioó n integral. El docente se
convierte en educador, esto supone asumir una serie de responsabilidades en
cuanto a su educacioó n de valores se refiere, aunque sea una responsabilidad
compartida. Partiendo de esta premisa llegamos a este punto:
El deporte, puede ser considerado en los albores del siglo XX I como universal
cultural. La praó ctica de alguna de sus manifestaciones, como es el caso del deporte
escolar, aparece por lo general asociada a valores y actitudes como la cooperacioó n,
el diaó logo, el respeto, la responsabilidad, la sinceridad o la creatividad. Este es
argumento suficiente para que la praó ctica deportiva goce de presencia destacable
en muchas de las actividades que se desarrollan con el objetivo de contribuir al
proceso educativo de los joó venes.
Distinguimos seguó n autores, acepciones diferentes que sin duda alguna, nos
ayudaraó n a comprender y entender el significado auteó ntico del concepto valor.
Los valores, aluden a cualidades objetivas que tienen las cosas, son juicios de
deseabilidad o de rechazo que se atribuyen a los hechos y objetos, son principios o
criterios que definen lo que es bueno o malo, por lo que acaban influyendo
poderosamente en la conducta de los miembros del grupo social. (Garcíóa
Ferrando,
1996). Kuluckholn, (1951) define los valores como concepciones o criterios de lo
deseable, y que proveen la base para seleccionar entre alternativas de
pensamientos, sentimientos y acciones.
La mayoríóa de los autores coinciden en que las actitudes y los valores son
adquiridos a traveó s de los procesos de socializacioó n, y denotan la identificacioó n
con las normas sociales y el marco cultural de una comunidad determinada. En
concreto, la cultura, la sociedad y la personalidad son los principales
antecedentes de los valores, siendo las actitudes y la conducta los consecuentes
maó s relevantes.
Desde casi todos los aó mbitos se reconoce que las actividades deportivas son un
excelente medio para fomentar determinados valores sociales y
personales, especialmente en nuestra juventud.
Dicho de otro modo, es el medio fundamental del que podemos valernos como
docentes, para provocar verdaderas y palpables transformaciones en nuestros
alumnos. Esta perspectiva del deporte como medio educativo, destaca por las
siguientes caracteríósticas:
En este sentido, podemos afirmar que los valores impregnan, tanto implíócita
como explíócitamente, el acto de ensenñ ar. La educacioó n implica transmitir algo
valioso. De hecho, “el deporte refleja los valores culturales baó sicos del marco
cultural en el que se desarrolla y por tanto actuó a como ritual cultural o
´transmisor de cultura`” (Blanchard y Cheska, 1986:37). Se podríóa decir que es
imposible concebir una educacioó n libre de valores. Algunos valores son maó s
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Por lo descrito hasta ahora, podemos afirmar que la praó ctica de un modelo de
deporte escolar educativo y formativo, puede favorecer el proceso educativo
de los ninñ os en edad escolar y no quedar relegado, como en la actualidad, a una
actividad secundaria.
Para que esto sea posible, es imprescindible que los entrenadores del deporte
escolar se encuentren estrechamente vinculados al aó mbito educativo y de manera
especíófica, a los maestros y profesores de educacioó n fíósica.
MODELO DEPORTIVO
Cruz i Feliu, J. (1997) afirma que la situacioó n del deporte infantil merece una
reflexioó n críótica, pues ciertos valores educativos de dicha praó ctica han entrado en
crisis en algunas competiciones, debido a la emulacioó n con el deporte
profesional. Por ejemplo, Roberts (1980) argumentoó que los ninñ os no son lo
bastante maduros para entender totalmente el proceso de competicioó n hasta
los 10 o 12 anñ os; todavíóa en algunos deportes, por ejemplo los patinadores
sobre hielo, gimnastas y nadadores, los ninñ os pueden entonces ya estar en el
grupo de edad de competiciones regulares.
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Por otro lado, no hay preocupacioó n por aquellos que abandonan la praó ctica
deportiva por su falta de capacidad, maduracioó n o decisioó n del entrenador.
Es importante recalcar que si un individuo ha tenido una formacioó n deportiva
desde la infancia y ha desarrollado, por poco tiempo que sea, una actividad
deportiva regular, habraó adquirido seguramente un haó bito deportivo que lo llevaraó
a seguir practicando, aunque sea de forma esporaó dica y discontinua durante el
resto de su vida.
La buó squeda del resultado, es decir, enfocar todas las acciones hacia el objetivo
final, sin incidir en el proceso y los procedimientos empleados para su
consecucioó n acarrea unos efectos negativos que normalmente se plasman en este
tipo de acciones:
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irrealizables, y con los que los ninñ os y las ninñ as no se sentíóan identificados o no
estaban motivados.
Debemos tener en cuenta ante todo, que la gran preocupacioó n de todo educador,
es llegar a conocer los medios y procedimientos maó s adecuados para
transmitir a nuestros alumnos un espíóritu de igualdad, de justicia, de
tolerancia y de realizacioó n personal. Todo educador debe ser consciente, a veces
por encima de los propios contenidos que imparte, que es su responsabilidad
inculcar valores y actitudes, y no optar por una neutralidad obsoleta y caduca,
abandera de la libertad sin juicio.
En no pocas ocasiones, los teó cnicos del deporte escolar poseen un escaso nivel
de formacioó n, especialmente en aspectos pedagoó gicos, ya que no se les exige
ninguó n tipo de titulacioó n para dirigir la competicioó n escolar. Se apoyan en meó todos
directivos y transmiten una informacioó n teó cnica que procede soó lo del entrenador
mediante comunicaciones autoritarias. Su metodologíóa de trabajo tradicional
reproduce lo visto en sus entrenadores anteriores: basada en modelos de
entrenamiento dirigidos a mecanizar y repetir movimientos con una ríógida
disciplina, dando prioridad al cumplimiento de los objetivos finalistas sobre el
proceso y sobre el desarrollo personal del escolar. En estos casos, la falta de
educacioó n en valores, en la praó ctica del deporte infantil es responsabilidad de
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algunos hombres, que fuera del aó mbito deportivo, tampoco sabríóan vivir en
armoníóa, en democracia y con el beneficio de la paz.
Una de las tareas a abordar en este contexto, es el anaó lisis del conjunto de
influencias ambientales que reciben nuestros joó venes actualmente, en unos casos
se trata de la opinioó n puó blica, en otros de los medios de comunicacioó n, o de los
grupos de presioó n, y de manera maó s inmediata al propio ambiente escolar y
familiar.
COMPETICIÓN, CONSECUENCIAS.
Midiel Bonet, psicoó logo deportivo, dijo que el deporte proporciona placer, y que
eó ste se practica de una manera proporcional al placer fíósico. Muchos deportistas
“se apagan” ya que su satisfaccioó n y diversioó n estaó soó lo en un objetivo: ganar.
Pero hay un concepto que estas determinadas personas no entienden, y es que lo
más importante no es ganar, sino participar, divertirse, sentirse bien con uno
mismo, etc. La competicioó n debe ser un medio y no un fin en síó mismo.
eó xito a cualquier precio. El deporte queda al servicio del maó ximo beneficio a toda
costa. No se trata de rechazar el deporte escolar. Sino de los meó todos que se
utilizan y del mimetismo con el deporte de competicioó n: “el deporte escolar
debe dar prioridad a los aspectos lúdicos y no a los aspectos competitivos”.
Programas cada vez maó s severos y menos motivantes, presiones de toda íóndole y
la falta de iniciativa personal de los practicantes se traduce en un conflicto de
intereses. La juventud se aleja irremediablemente de los valores intríónsecos que
transmite la actividad deportiva. Desde este punto de vista, es fundamental
tener en cuenta la funcioó n del entrenador como responsable y experto educativo,
y no soó lamente como transmisor de teó cnicas y taó cticas, asíó como las actividades a
utilizar en el proceso de ensenñ anza-aprendizaje. Se debe apostar por la funcioó n
educativa del Deporte Escolar entendiendo que esta actividad puede, todavíóa,
situarse al margen de la obsesioó n competitiva.
Hay teoríóas que tratan de relacionar de forma especíófica los valores con distintas
etapas de la madurez de la persona, y sostienen que ciertos valores llegan a
convertirse en prioridades en diferentes etapas de madurez.
VALORES A DESARROLLAR
Los valores son “aquello” que se manifiesta a traveó s de la conducta, reflejaó ndose
tambieó n a traveó s de las palabras. Los valores son prioridades significativas que
reflejan el mundo interno y se manifiestan en la conducta externa.
Sabemos que el deporte, desde un punto de vista moral, no es soó lo una situacioó n
motriz que estaó regulada por un reglamento y que depende de una institucioó n, es
mucho maó s. No implica solamente una serie de participantes, unos contra otros. La
ensenñ anza del deporte no es uó nicamente el aprendizaje de las teó cnicas, taó cticas,
etc... Esto seríóa empobrecer demasiado lo que eó ste significa. Podríóamos indicar
que el valor educativo del deporte y la actividad fíósica radica, principalmente, en
que a traveó s de eó stos el ninñ o llega a construirse las nociones espaciales,
temporales y corporales por la interaccioó n de eó l con los demaó s a traveó s de las
relaciones loó gicas que establece por el uso de estrategias cognitivas y
utilizaó ndolas, a su vez, como medio de analogíóa para establecer su nivel de
desarrollo, destreza, etc... con los que le rodean y asíó definir sus propias
posibilidades y tomar las consecuentes decisiones para el futuro.
(B.O.C.1993:1949)
Los valores que son maó s vaó lidos e interesantes de transmitir son aquellos que,
sin llegar a ser coyunturales, proporcionan un sustento como medio para
conseguir nuestro fin uó ltimo: el desarrollo global e integral, de los ninñ os como
personas que son. Aunque se pueda establecer un abigarrado compendio de
valores sin establecer un criterio claro, no distinguiendo cuaó les son
susceptibles de ser considerados como propios del deporte y cuaó les abordables
desde cualquier otro aó mbito de la formacioó n. Se deben destacar o diferenciar los
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intríónsecos al deporte por un lado, y los extríónsecos al mismo por otro. Dicho de
otro modo, cuaó les son propios y susceptibles de ser adquiridos por el deporte
y cuaó les son los adjudicados por la subjetividad cultural del hombre.
Entre los valores que podríóan definirse como intríónsecos a la actividad deportiva,
por ser aquellos que el sujeto “experimenta” a la realizacioó n de la misma y
porque soó lo el deporte los transmite en síó mismo, son tres seguó n Seirul.lo
(1995:64-69): el agoníóstico, el luó dico y el hedoníóstico. El agoníóstico ha dado lugar
a malas interpretaciones y de no tener mucho cuidado en su utilizacioó n es muy
faó cil tergiversar cuaó l es, o debe ser, el verdadero sentido en el que se debe
entender y utilizar. Se entiende que este valor promueve una apologíóa por
“aplastar” al contrario, y desvirtuó a otros como la solidaridad, el companñ erismo, la
ayuda mutua, el altruismo, etc... En parte es verdad, porque en el deporte actual lo
que importa es el resultado inmediato (los nuó meros). Esta claro que practicamos
deporte por su valor competitivo, es precisamente su comportamiento agoníóstico
lo que nos atrae del mismo. No obstante, “competir es una conducta humana
que, por síó misma, no debe ser considerada como buena o mala, es el uso y
orientacioó n de la misma, la que le puede dar uno u otro caraó cter”
(Hernaó ndez, 1989:79) lo que implica que es totalmente apropiado ensenñ ar a
competir; siempre como un medio para auto superarnos, de mejorar respecto a
nosotros mismos y nunca violando los derechos de los demaó s en beneficio propio.
Debemos reconocer que el conflicto de la competicioó n debe estar orientada a
superar un objetivo y no a los antagonistas. Atenuar esta concepcioó n es una labor
difíócil, teniendo en cuenta que no trabajamos en un lugar aislado de todo contexto,
no estamos en una “burbuja de aire” inmune a las influencias de la sociedad; estaó
la familia, la escuela, los amigos del barrio, los medios de comunicacioó n, etc...
Otro valor reconocible es el luó dico, comuó nmente asociado al juego. Este es el
agravante, asíó podríóamos llamarlo, ya que el deporte siempre se haya considerado
desde una perspectiva agoníóstica, desvalorizando de eó l su componente luó dico,
que dicho sea de paso es uno de los principales motivos que impulsan a practicar
deporte. No se trata de ganar, se trata de pasarlo bien de una forma maó s o menos
organizada. A pesar de ser uno la antíótesis del otro, se necesitan los dos, el uno del
otro. El factor luó dico, es lo que nos sirve como un inestimable recurso para
favorecer los aprendizajes de los alumnos. Se trata, en definitiva, de aprender a
jugar y de aprender jugando.
Es de destacar un uó ltimo valor, que quizaó s pase desapercibido, pero del que no
podemos quedarnos sin mencionar. El valor higieó nico, eó ste ademaó s de favorecer la
formacioó n de actitudes de respeto y cuidado hacia el propio cuerpo, se estaó
considerando en el curríóculo como que “la actividad fíósica favorece la
conservacioó n y mejora de la propia salud y estado fíósico, asíó como que previene
determinadas enfermedades y disfunciones” (B.O.V., 1993:1948). Este seríóa por
asíó decirlo, uno de los valores maó s elementales presentes en la actividad fíósica
desde los comienzos de la humanidad.
Debemos tener en cuenta ante todo, que la actividad fíósica y el deporte, por síó
mismos, no son generadores de valores sociales y personales; síó son en cambio,
excelentes terrenos de promocioó n y desarrollo de tales valores. Dependiendo
siempre del uso acertado o no, que de la actividad fíósica se haga, se promocionaraó n
valores loables para la persona y su colectividad o por el contrario detestables
para síó misma y su contexto social, es necesario entonces: comprometerse,
empenñ arse en el hecho de educar y promocionar los valores sociales y personales
cuando se practican dichas actividades.
Sin cenñ irnos demasiado a teoríóas, podemos diferenciar dos claras tendencias
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Reflejar cuales son los valores ideales a trabajar en escolares, teniendo en cuenta
la edad cronoloó gica, es una labor que no resulta tan faó cil a priori. Teniendo en
cuenta que el deporte educativo debe permitir el desarrollo de las aptitudes
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La situacioó n actual del conocimiento sobre las hipoó tesis de las fases sensibles
determina que auó n son discutidas y controvertidas, pero la aplicacioó n de las
mismas ha demostrado una experiencia praó ctica muy importante en el aó mbito del
entrenamiento infantil. El estudio de las fases sensibles se considera como una
contribucioó n al mejoramiento de la eficiencia y la calidad del entrenamiento en
edades escolares.
Varios estudios establecen que es maó s faó cil influir sobre las distintas funciones y
capacidades cuando estaó n en proceso de maduracioó n, que cuando ya han
madurado.
Del mismo modo, la utilizacioó n de los procesos metodoloó gicos ha de servirnos
para explotar los principios de las fases sensibles, teniendo en cuenta la
individualidad de los procesos de desarrollo, lo que nos obliga a evitar cenñ irnos
exclusivamente, al punto de vista cronoloó gico. Ya que deberemos tener en cuenta
la maduracioó n bioloó gica con sus precocidades y retrasos.
En esta divisioó n propuesta por etapas, que de ninguna manera pretende ser
concluyente, se propugnan sugerencias que resultaraó n uó tiles y serviraó n de guíóa
para los educadores a la hora de la praó ctica educativa. Los valores para ser
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Los docentes deben procurar crear en estas edades una atmoó sfera de tolerancia
que facilite la comprensioó n de la igualdad entre geó neros. Se deberaó intentar ser
creativos a la hora de proporcionar actividades cooperativas maó s que
competitivas, sin que ello lleve a la eliminacioó n absoluta de la pugna por alcanzar
un objetivo.
Generalmente, a los ninñ os que no les atrae el deporte es porque les ha ido mal.
Para incentivarlos, es recomendable buscar actividades colectivas, donde les
ensenñ en a jugar sin tener que rendir de manera individual. La praó ctica de juegos
cooperativos, promueve la participacioó n y el disfrute de todos, crean un clima
agradable de clase que facilita un mayor contacto interpersonal, y favorece el
descubrimiento de las cualidades del otro.
Como educador, lo maó s importante que puede hacerse para motivar a un alumno
es participar activamente con eó l. Los ninñ os que observan que sus profesores
practican deporte lo toman como ejemplo.
¿Cómo hacerlo?
Hay que elegir actividades que garanticen una experiencia positiva temprana, y
fomentar diferentes actividades para lograr una amplia base.
A juicio de la psiquiatra Recart, la presencia de uno de los padres, ojalaó del mismo
sexo, es clave. “Que la actividad fíósica se transforme en un momento grato, de
encuentro, donde esteó n juntos, conversen y el deporte pase a ser un agregado.
Bajo ninguna circunstancia se los debe obligar porque lo uó nico que se logra es el
rechazo”. Es conveniente jugar juntos y al asistir a partidos de alguó n deporte,
cuidar ante todo, no alegrarse de la derrota del equipo adversario, para que el
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La psicoó loga Karen Moenne recomienda que los padres tengan un papel activo
en el fomento de la actividad deportiva. Para ello recomienda:
-Comentar que tener eó xito no es lo mismo que ganar, y que fracasar no es lo mismo
que perder. De este modo se le ensenñ araó que tolere sus frustraciones cuando las
cosas no le resultan como hubiese deseado.
Es esencial y crucial el papel de los padres en esta labor, ya que ellos seraó n en todo
momento un modelo a imitar, los docentes como coparticipes y directores de la
actividad deportiva deberemos tener en cuenta estos aspectos:
- Debemos escuchar con atencioó n cuando nos hable sobre ello. Se sentiraó n
recompensados cuando se deó importancia a las cosas que hacen bien.
- Deberemos alabar sin reservas las pequenñ as mejoras en un punto deó bil.
Se debe hacer un esfuerzo por evitar establecer diferencias entre los maó s capaces
y los menos capaces. Para ello es de vital importancia el recoger en las normas la
obligacioó n de participacioó n de todos, ya que la sensacioó n de exclusioó n que puede
vivir el ninñ o puede contribuir de forma decisiva a generar problemas de
autoestima y de relaciones con el resto del grupo. El deporte se convertiraó en un
correcto medio de socializacioó n cuando pueda ser practicado por todos los ninñ os
y ninñ as que asíó lo deseen, y no sean excluidos por razones de aptitud fíósica ni
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motriz.
En todo este proceso, es importante destacar la obediencia que deben mostrar los
alumnos hacia los docentes y teó cnicos del deporte escolar, para que no los situó en a
eó stos como responsables de una actividad secundaria, al margen de la funcioó n
docente unida a la ensenñ anza obligatoria.
A la edad de 11-12 anñ os, esto es en la categoríóa alevíón, se produce un auge en las
actividades de competicioó n formativo-recreativas. Es en este preciso instante
donde el ninñ o empieza a valorar de un forma maó s intensa la importancia de los
resultados, la presioó n de la competicioó n, las recompensas, los halagos, las falsas
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Los docentes deberíóamos, en este momento, prestar atencioó n y ayuda sobre todo
a los maó s pequenñ os, a resolver la cotidiana contradiccioó n entre la competicioó n y la
cooperacioó n, ensenñ aó ndoles el respeto a los demaó s y a las reglas, es lo que da
sentido al juego y proporciona satisfaccioó n. Aunque signifique dejar de lado toda
una tradicioó n, es en este momento donde urge centrar los esfuerzos en la
formacioó n de personas dentro de una sociedad que cada vez maó s, le va dando la
espalda a esos valores que garantizan la equidad y armoníóa en las relaciones. La
ensenñ anza centrada en el aprendizaje de habilidades deberíóa perder la relevancia.
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No esta demaó s reforzar el eó xito. El elogio verbal sincero y espontaneo puede ser
muy uó til en la motivacioó n de los participantes. Las recompensas materiales
tambieó n pueden hacer hincapieó en la asistencia satisfactoria y en la participacioó n
continuada.
Deberemos convertir los fracasos en victoria, ensenñ ando a trabajar para mejorar
la proó xima vez. La derrota no es ninguna cataó strofe y, por supuesto, no es
sinoó nimo de fracaso personal, en este aspecto es la familia la que debe ensenñ ar
que lo valioso es el esfuerzo maó s que los trofeos y las medallas.
Si nos quedamos soó lo con los resultados, la gran mayoríóa de las personas tendríóa
que estar frustrada o abandonar el deporte si no destaca. Lo importante es la auto-
evaluacioó n, recalca el psiquiatra Recart. “Siempre va a haber uno maó s bajo, maó s
alto, maó s gordo o maó s flaco. Lo adecuado es que los profesores o los padres hagan
evaluaciones diferenciadas, midiendo los progresos en relacioó n a ellos mismos.
Que el ninñ o se deó cuenta de que lo que no podíóa hacer al principio, lo consiguioó
maó s adelante.”
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Es necesario apoyarles a que establezcan por síó mismo objetivos realistas, a que
ganen en confianza y seguridad. Y sobre todo, les dejaremos que determinen
sus propios niveles de participacioó n.
Nunca se deben permitir las trampas, por muy insignificantes que parezcan.
Que sean capaces de proponer ejercicios o acciones teó cnicas diversas para
llevarlas a la praó ctica, de esta forma se sentiraó n importantes a la vez que veraó n
valorado su esfuerzo creativo. Experimentaraó n el rol de dirigente o se veraó n en el
papel de entrenadores.
En esta edad la actividad fíósica tiene ademaó s un rol “socializador”, ya que todos los
deportes poseen normas, reglas, rutinas, por lo que es una manera entretenida de
introducir al ninñ o en el mundo reglado. Aprender reglas tiene un sentido, ayuda a
fomentar valores esenciales como lealtad, companñ erismo, perseverancia y
solidaridad, que a la postre se convierten en pilares de la integracioó n de las
personas en la vida adulta. El doctor Espina es tajante en este sentido: “un ninñ o
que no hace deporte estaó condenado a tener menor autoestima, a aislarse de lo
social y tener maó s enfermedades que el resto de las personas”.
Para que las estrategias aplicadas con el objeto de propiciar el desarrollo de los
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valores sociales sean verdaderamente efectivas, eó stas deberaó n ir acompanñ adas por
un accionar acorde del docente. En este sentido el docente deberaó ser el primero
que sirva como ejemplo de prosocialidad a sus alumnos. Al respecto, es necesario
actuar con coherencia en todo momento, los alumnos necesitan un coó digo de
conducta al cual atenderse, coó digo que debe guardar cierta permanencia,
debiendo informar a los alumnos de los posibles cambios.
A la edad de 13-14 anñ os, categoríóa infantil, entre las diferentes actividades destaca
la competicioó n bien de caraó cter formativo-recreativa o con un fin de
rendimiento. Se produce una clara segregacioó n en funcioó n del rendimiento. A esta
edad valores sociales como la competitividad, lucha por la igualdad,
companñ erismo, preocupacioó n por los demaó s cobran importancia, ya que la
influencia de la vida adulta y del mundo real cogen una especial relevancia. La
clasificacioó n personal en funcioó n del rendimiento, la competitividad, puede
producir a nivel personal frustraciones y decepciones provocando la huida del
deporte, actitudes que se deben evitar con un adecuado entendimiento y
aceptacioó n de las condiciones personales.
Una complicacioó n anñ adida a estas alturas, es que los joó venes se dan cuenta de
que las reglas de un juego no son absolutas; ellas son efectivas en cuanto que son
interpretadas consistentemente e imparcialmente por diferentes aó rbitros y
directivos. El acuerdo entre jugadores no es jugar a un conjunto de reglas, pero si
es jugar al conjunto de reglas interpretadas por un aó rbitro en particular, a fin
de ganar un partido. Por lo tanto, no es suficiente para manipular las reglas
constitutivas, pero es necesario ser consciente de las idiosincrasias del arbitraje y
adoptar las estrategias que los ajuste.
No nos equivocaríóamos al mencionar que los joó venes, tratan cada vez maó s de jugar
bien y de ganar, a la vez que se interesan menos por el juego limpio. Ante estas
condiciones, los entrenadores tienen una importante responsabilidad. Ellos
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deben decidir si fomentar a los jugadores a jugar con las reglas o jugar con el
arbitraje. En los deportes profesionales no hay pregunta, jugar con el arbitraje y
adoptar estrategias que son esencialmente instrumentos para ganar.
Similarmente, cuando el eó xito competitivo es el mayor valor en el deporte de
los ninñ os, loó gicamente se llega a la misma conclusioó n. Por lo tanto, los valores
del entrenamiento llegan a tener suma y relativa importancia en el eó xito
competitivo y el valor educacional deberíóa ser examinado.
Desde una educacioó n moral debemos desarrollar entre los joó venes los valores
democraó ticos de: tolerancia, respeto a las minoríóas, equidad, justicia
social y solidaridad, como principios esenciales de toda moral. Para ello, se les
debe dotar de conocimientos tipo procedimental y actitudinal, que les ayuden a
fomentar criterios morales propios, derivados de la razoó n y el diaó logo, no
sometidos a presiones o exigencias externas. Este planteamiento llevado al
deporte escolar, exige un modelo de ensenñ anza participativa, basado en el trabajo
grupal colaborativo, donde se desarrolle el diaó logo y comunicacioó n verbal y
corporal, fomentando el intercambio y la necesidad de llegar a un mejor
conocimiento de los problemas antes de tomar decisiones, como ejemplo de
participacioó n en una sociedad democraó tica, atendiendo a los valores y normas
sociales, asíó como potenciando una praó ctica maó s autoó noma entre los participantes.
Respecto a la organizacioó n grupal, estudios realizados (Guzmaó n & Prieto)
demuestran que el 60% de los alumnos prefieren trabajar en grupos de 4-6
alumnos, en cambio en parejas el 20%. Entre las ventajas maó s destacables
apreciadas por ellos mismos, es que les resulta divertido, ademaó s de fomentar el
companñ erismo. Las desventajas maó s destacables, son la dificultad que entranñ a
ponerse de acuerdo y el poco trabajo realizado por la acumulacioó n de las bromas.
Parece que en estas afirmaciones, los ninñ os entienden que el avance es míónimo
en el trabajo, ya que invierten tiempo en alcanzar acuerdos sobre las tareas
propuestas y desde el punto de vista del producto final (trabajo elaborado)
suponen una peó rdida de tiempo los procesos de intercambio de informacioó n, de
tomas de decisioó n, de reflexioó n sobre lo que hacen, de evaluar las decisiones,....,
posiblemente esto vaya vinculado a una visioó n de la educacioó n arraigada en el
alumnado, en el que el producto final tenga una mayor relevancia en detrimento
de aspectos sobre el proceso de elaboracioó n (propuestas, discusiones, acuerdos).
interaccioó n vital, a traveó s de experiencias, luó dicas o no, con ellos. Debemos
entender que nos hacemos personas autoó nomas con los otros, con aquellos que
con formas diferentes de entender la vida contribuyen a formar mejor nuestro
criterio y a optar por un modelo de vida y de felicidad, fruto no soó lo de nuestro
particular e independiente punto de vista, sino del sano juego de interaccioó n con
los demaó s, con sus percepciones de la realidad y con sus maneras de entender la
felicidad.
Para llevarlo a cabo, habríóa que dejar mayor capacidad para la toma de
decisiones a los participantes, haciendo que sean ellos, los responsables de poner
las normas y reglas de los juegos, asíó como de cuidar por su cumplimiento,
evitando que dicha labor sea exclusiva de unos jueces como personas ajenas a la
dinaó mica del juego. Esta labor de educacioó n en el respeto a las normas, debe estar
presente desde etapas maó s tempranas, pero a esta edad, seríóa conveniente que
intervinieran de forma activa en el disenñ o de ellas. El trabajo en pequenñ os grupos
mediante el estilo de microensenñ anza nos permitiraó mejorar valores y actitudes
relacionadas con la cooperacioó n, el respeto mutuo y la tolerancia, con lo que la
modificacioó n del estilo de ensenñ anza utilizado en nuestras clases pueda favorecer
el desarrollo de ciertos valores. Diríóa del mismo modo, que la praó ctica deportiva
debe ir precedida de un proceso de disenñ o y planificacioó n, intentando mantener
controles diarios, mediante el logro de objetivos intermedios del trabajo a
desarrollar a traveó s de planillas, fichas o actividades en el cual es conveniente que
participe el alumnado. En esta fase es posible activar habilidades en el/la
alumno/a, como por ejemplo, diagnoó stico de la situacioó n, priorizacioó n de
objetivos, debate sobre posibles taó cticas y buó squeda de consenso sobre formas de
actuacioó n y estrategias. Asíó, podremos incidir de manera motivadora en el
desarrollo de las capacidades de argumentacioó n, diaó logo, consenso, aceptacioó n de
compromisos y autorregulacioó n, de la conducta para cumplir con los mismos.
Cuando los joó venes en estas edades se orientan hacia la competicioó n y perciben
que su capacidad es alta, se centran en el esfuerzo, se esfuerzan ante los
fallos y persisten largo tiempo en el empenñ o. Sin embargo, Dweck ha
argumentado que los comportamientos adaptados de los individuos que estaó n
orientados hacia la competicioó n son muy fraó giles frente al fracaso o dificultad.
Una capacidad baó sica de todo ser humano y fuente de resolucioó n de conflictos
sociales, que requiere tambieó n de un aprendizaje, es el diaó logo. Para el diaó logo
efectivo y que contribuya a la mejora de la educacioó n integral de las personas es
necesario una pauta fundamental, la serenidad, el sosiego y la tolerancia.
Desgraciadamente, no siempre es eó ste el ambiente que rodea a una competicioó n
deportiva en categoríóas, por ejemplo en infantiles. La “obsesioó n competitiva” que
existe provoca efectos contrarios a los mencionados como son la excitacioó n, el
apasionamiento o la alteracioó n. Debemos dar a entender a los alumnos la
importancia del juego, la diversioó n. El ganar o perder no es maó s que la
consecuencia. Hay que aceptar y asumir que el ganar o perder no es maó s que un
lance del juego, aunque a todos nos agrade el sabor de la victoria y nos amargue el
fracaso, ante la derrota o la superacioó n del rival, el control de nuestros impulsos
es una labor a desarrollar.
Existe un consejo en el juego que es de aplicacioó n al deporte: “¿Has tenido una
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perdida? Olvíódalo enseguida. ¿Has tenido una victoria? Olvíódalo todavíóa maó s
deprisa. No dejes que el ego y la codicia te impidan pensar con claridad y trabajar
duramente.”
Las trampas o el juego sucio no son maó s que el reflejo de esa obsesioó n competitiva
que nos impulsa a hacer lo que sea para ganar. Hay que hacer entender a los
alumnos que probablemente sin justicia son falsas otras voluntades como las de
ser tolerante. Es imprescindible ensenñ ar a los joó venes deportistas a respetar las
normas o reglamentos de forma justa y ecuaó nime. En la edad escolar, donde el
entrenador se constituye en aó rbitro de situaciones problemaó ticas, la existencia
de tareas en las que sean los propios alumnos los que tengan que conocer y
hacer cumplir las normas del juego son elementos con una riqueza educativa
intríónseca.
Aunque las actividades escritas normalmente no son utilizadas, para que la fase
de familiarizacioó n resulte efectiva, creo que seríóa recomendable una introduccioó n
progresiva de ellas.
Una de las praó cticas maó s motivantes con joó venes de esta edad, es la de acompanñ ar
las sesiones de entrenamiento con muó sica. A parte de acompanñ ar la actividad
de una manera agradable, esta muó sica crea una identificacioó n, un estilo, sirve de
estíómulo y ayuda a convertir al grupo en maó s homogeó neo, estimulando su
capacidad socializadora, a la vez de tener una mayor compenetracioó n entre los
companñ eros.
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En la categoríóa cadete 15-16 anñ os, parece razonable abrir un proceso de anaó lisis,
ya que en esta edad críótica, se empieza a abandonar la praó ctica deportiva debida
especialmente a la finalizacioó n de la escolarizacioó n obligatoria. Entre las razones
maó s importantes y frecuentes, que esgrimen los joó venes para dejar el deporte son:
• El conflicto de intereses.
• El caraó cter demasiado serio de los entrenamientos.
• El sentimiento de no progresar.
• Las relaciones conflictivas con el entrenador.
• No soportar la presioó n.
• El lugar preponderante de la competicioó n.
Es preciso hacer notar que este uó ltimo factor, seguó n los resultados del estudio
socioloó gico del profesor Garcíóa Ferrando sobre las aficiones deportivas de los
escolares, soó lo el 7% de los encuestados contestoó que su motivo de praó ctica
deportiva era la necesidad de competir.
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Para evitar la huida del deporte, deberemos, a nivel personal trabajar valores
como el mantenimiento o mejora de la salud. Que sean ellos, los joó venes, los que
tomen conciencia de que la praó ctica deportiva, es una herramienta fundamental en
el autodominio, autoconocimiento y equilibrio personal.
Es por tanto, una labor interesante promocionar los toó picos de salud desde un
punto de vista mental. Aplicar recursos y estrategias de intervencioó n a corto plazo
que mantengan los niveles de actividad y aó nimo. Se debe reconsiderar el concepto
salud puó blica en el marco educativo. El deporte se debe entender como un aspecto
maó s de la vida. Se juega, se gana o se pierde. Se debe entender como una actividad
divertida y de mejora fíósica, no merece la pena obsesionarse con la victoria. El
deporte entendido como valor a desarrollar, permite tener un efecto preventivo
relevante en esta sociedad.
Tambieó n es una edad adecuada para trabajar entre los escolares actitudes
positivas, responsables y críóticas hacia la publicidad que invita al consumo de
material deportivo y de praó cticas que se ponen de moda en las que se exige un alto
precio.
Como alternativa a ese discurso comercialista se puede favorecer: la utilizacioó n de
material de desecho construido por ellos mismos, recuperando juegos y
tradiciones populares que les ayuden a adquirir un conocimiento de sus raíóces
maó s ancestrales, fomentando actividades de conocimiento y respeto al entorno. De
este modo, ayudar a crear una conciencia críótica que favorezca una discusioó n
razonada sobre temas generados por la sociedad de consumo: publicidad,
deporte espectaó culo frente a deporte praó ctica, el negocio de las grandes
multinacionales de material deportivo, etc...
CONCLUSIONES
Centraó ndonos en el deporte escolar, podemos afirmar que hoy en díóa, el deporte
escolar se ha transformado en una expresioó n de la buó squeda de resultados,
generaó ndose un clima negativo para la formacioó n ciudadana de los ninñ @s, ya que
en los entrenamientos y torneos se reproducen acciones propias del deporte
de alto rendimiento, en detrimento de la produccioó n de aprendizajes
significativos subjetivos y sociales. Se puede afirmar que los supuestos que
subyacen a las actitudes y que se valoran significativamente son: vencer al
oponente, importa maó s el fin que los medios. Estos se encuentran distanciados de
otros tales como: solidaridad o el respeto mutuo en el marco de un orden social
justo y fraterno. Los entrenadores o educadores normalmente no fomentan una
actitud investigativa en los alumnos, sino que la actitud que se fomenta es la de
imitar. Se obliga al alumno a imitar exactamente el modelo teó cnico. El rol del
entrenador es percibido por el alumno como un instructor y transmisor de
conocimientos maó s que como un educador.
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He intentado recoger, en este breve trabajo, valores que considero oó ptimos para
la formacioó n integral del alumn@, tomando como punto de referencia el
desarrollo global. Para formarlos como seres humanos, y no como maó quinas
elaboradas de movimientos estereotipados o reproducciones sin sentido en donde
la espontaneidad, la creatividad, la libre expresioó n son un tenue reflejo de ese gran
valor que es la condicioó n humana. Se debe “educar en sentido amplio, educar para
que los alumnos y alumnas se conviertan en ciudadanos capaces de alcanzar un
sentido de realizacioó n personal” (Gutieó rrez, 1996).
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EVALUACIÓN
NOMBRE Y APELLIDOS:
CÓDIGO:
5. DE SUS CONCLUSIONES
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