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Federico Falco La hora de los monos emecé Federico Falco raal pie. Berto estuvo de acuerdo y firmé. La chi- ca lo saludé con un apretén de manos y un agen telo acompaiié hasta la puerta de la seccional. Ber- to crefa que iba preso, pero lo dejaron partir, Volvié a su casa en un taxi, El auto habia quedado en la playa de estacionamiento, rodeado de cintas, a la espera de que llegaran los judiciales. Su mujer no estaba en la casa. Berto prendié algunas luces, le dio de comer al gato y se acost6 a dormir. Al dia siguiente tenia turno con su psicdloga. Sentado en el sill6n amarillo, le conté lo sucedido. La psic6- loga escuché con paciencia e interés. Vestia un pantalén rojo, una blusa de seda negra con gran- des letras impresas de manera desordenada y lle- vaba el pelo tirante hacia atrs, recogido con una hebilla en forma de flor. Cuando Berto terminé de hablar la psicéloga le pregunt6 qué habia dicho la voz entre los arboles. ¢La voz proventa de la esfe- ra luminosa?, pregunté primero, Berto dijo que si. Bien, eso es importante gy qué dijo la voz?, pre- gunté después la psicdloga. Berto traté de recor- dar: Las palabras atin rebotaban en sus ofdos, pero no las podia atrapar. La voz roz6 nuevamente la yema de sus dedos y se evaporé como agua antes de que Berto pudiera entenderla. La bola de luz dorada se alejé repiqueteando por el bosque, has- ta hacerse cada vez mas pequefia y desaparecer tras los tiltimos troncos. El claro volvié a llenarse del sonar tranquilo del arroyo. Berto estaba solo en la hierba alta, muy verde. No sé, no recuerdo, no la pude retener, dijo Berto y se largé a Horar. Flores nuevas a Lilia Lardone Terminaba el verano. En el aire ya habfa olor a humo, pero todavia se veia limpio, con mucho sol Las mujeres barrian las veredas y quemaban las primeras hojas secas en las esquinas. Junto con las clases empezaban los cumpleafios de quince. Yo hacia poco que habia visto mi primer cadaver. Tolchi Pereno se tir6 abajo del tren porque esta- ba embarazada. Nos sentabamos en el mismo banco y en la Hora de geografia se largé a lorar sin que nadie le dijera nada. Blanquita Calzolari habia hecho pasar a Tano Buriolo a dar leccién y Tano trataba de explicar la historia de los meri- dianos y los paralelos, Se dice que los meridianos son lineas que di- viden al mundo por mitades, decfa Tano y Blan- quita Calzolari asentia. Se dice que las dos mitades son iguales y la If- nea que hace la divisi6n es una linea finita, fini- ta, que no se puede ver, decia Tano y Blanquita Calzolari asentta. Se dice que los paralelos son las mismas Iine- as pero puestas al revés. Se dice que si se cambia de hemisferio y se pasa arriba de un meridiano 0 un paralelo a uno le da un escalofrio por la es- 49 Federico Falco palda. Blanquita Calzolari levant6 la vis de pronto atentos. gQuién dice eso?, pregunto, Tano Buriolo replicé enseguida: Los sabios di- cen, No, esta mal, sentencié Blanquita Calzolari. Vuelva a su banco. Entonces Tolchi Pereno se lar- goa llorar. Blanquita la miré y le pregunt6 qué le pasaba. No me pasa nada, dijo Tolchi, Tengo nervios internos, eso nada més, dijo y empez6 a gritar y me tomé la mano a mi, que estaba a su lado y apo- y6 mi mano sobre su pecho. Senti, sentf, dijo. Sentf cémo se me revuelven los nervios por dentro. Yo noté el borde del corpifio abajo del puléver tejido y como termitas sobre el corazén de Tolchi. Me puse colorado. a, los ojos Vaya, tomese un vaso de agua y vuelva para acé, dijo Blanquita Calzolari. Tolchi me solté y se qued6 hipando en silen- cio, sentada en su banco. Nosotros la mirébamos. Se levanté y volvi6 al rato con los ojos rojos y la cara hinchada. A la tardecita se tiré abajo del tren. No pasaban muchos trenes por aca. Tolchi debe de haber esperado agachada al lado de las vias. hasta que vino uno y pudo tirarse. El maquinista Jura que no la vio. Estaba distrafdo, si no a los sui- cidas los espanta siempre con un pitazo de boci- na. A veces me pongo a pensar en Tolchi desean- do con fuerza que pase el tren, que pase el tren, que pase el tren, ya decidida a matarse. Primero no se supo que era ella. Tocé la sirena de los bom- 50 La hora de los monos eros, estabamos en el bar de Soda, jugando alos jueguitos. Salimos atrés de la autobomba. Antes de llegar nos frené el comisario, pero no le hici- mos caso y seguimos. El padre de los mellizos Tambu, que era bombero, nos conté que juntar a Tolchi habia sido, por lejos, lo peor que le tocé hacer en su vida. No se lo deseaba a nadie. Noso- tros habremos estado a unos diez metros, no nos dejaban ir mas alld. Igual vefamos. Al principio no se sabfa quién era pero al rato empezaron a decir que era Tolchi, que se habfa tirado porque estaba embarazada. Vinieron y nos preguntaron a nosotros, nosotros les dijimos que no sabfamos nada. Era verdad, no sabiamos nada. Pero no fal- 16 el que conté que esa tarde Tolchi se habfa lar- gado a llorar mientras Tano Buriolo explicaba los meridianos y los paralelos y que me hizo.tocarle las tetas, Chismosearon, que Tano era el padre 0 que el padre era yo. Al dia de hoy que lo dicen. Fue un martes. El miércoles vino Stella Maris de Mancini, vicedirectora en funciones. Nos dio una charla sobre el valor de la vida y la moral y la res- ponsabilidad de estar vivo. Lo escribié con tiza en el pizarrén: la responsabilidad de estar vivo. Mien- tras hablaba se transpiré debajo de los brazos y se manché la blusa. No le salfan las palabras. La habfan mandado del Ministerio, ella no querfa te- ner que explicarnos. Algunos intentaron dar asue- to el dfa del velorio, pero la Comisién de padres se opuso. Le tenfan miedo al efecto contagio, pen- saban que si se le daba mucha importancia a lo de Tolchi a nosotros nos iba a parecer lindo sui- cidarnos. As{ que no hubo asueto. Trajeron una st Federico Faleo psicopedagoga y dio una charla para los padres, en el colegio, de noche y dicen que fue mucha gen- te. Ena misma charla también hablo el cura Por- to. No supimos muy bien qué les dijeron pero a partir de entonces nos empezaron a tratar con més cuidado. Mi papa volvié de la charla y es- condié la escopeta de salir a cazar. La guardaba siempre en el ropero del galponcito y después de a charla desapareci6. ‘Me acuerdo de Martin Besone diciendo que era imposible que la hubieran juntado toda, que al fi- nal habjan tenido que limpiar las vias con una manguera y que los tiltimos pedacitos de Tolchi se quedaron entre las piedras de los durmientes y la fueron a lamer los galgos del barrio. Le dij mos que no hablara mas y se callé enseguida. La madre de Tolchi mandé.hacer una cruz de made- ray la puso a la orilla de las vias, justo en el lu- gar: Cada mes, para la fecha, le Ievaba flores. Después, Blanquita Calzolari se olvid6 de los me- ridianos y los paralelos y nos hizo hacer un traba- jo en grupo sobre los cinco continentes. A mi gru- po le tocé Africa. Teniamos que investigar sobre las tribus y las zonas del planeta donde todavia nunca el hombre habia puesto un pie. Fernandito Giraudo estaba suscripto ala Muy Interesante, sa- camos un montén de cosas de ahi y en otras men- timos. Yo me inventé una tribu de cazadores que una vez al afio salfan de la selva, caminaban mi- 82 La hora de los monos les de kil6metros, hasta llegar al borde de una ciu- dad. Entonces esperaban la noche y al abrigo de las sombras se introducfan levando un nifio ele- gido y lo dejaban como sacrificio en la playa de estacionamiento de un shopping. Me gustaba ima- ginarme a ese chico ahi, solo en el medio de los grandes edificios de acero y vidrio. Blanquita Cal- zolari se lo creyé, le interesé mucho el tema y nos puso un Super6 los objetivos. Estaba cansada ya, en esa época, Blanquita Calzolari-y fue la tinica, ademas de Stella Maris de Manccini, que hablo con nosotros sobre Tolchi. Un dia nos explicaba algo y se le despegé la dentadura postiza. No nos dio tiempo ni a reirnos, se sent6 en el escritorio, se la sacé, le agregé Corega y se la volvié a poner en un santiamén, Se agarré la cara con las dos manos y se refregé los ojos. Nunca he visto una mujer tan cansada. Tenfa edad para jubilarse pero de la Gobernacién no le Ilegaba la papeleta y le daba Jo mismo. Habian pasado quince o veinte dias de lo de Tolchi, no nos imaginamos que iba a salir con eso. Blanquita Calzolari se puso a ha- blar. Al principio parecfa que hablaba de cualquier cosa, que estaba ida. Nos conté del tiempo en que ella era una nena. Se levantaba a las cuatro de la mafiana para ir al potrero a buscar las vacas del ordefie. Tenia un hermano mas chico, sonambu- Jo. Lo encontré en Ja quinta y se asusté, crefa que el hermano era un 4nima en pena. Del susto, Blan- quita dio un grito y desperté al hermano, que que- dé trastornado para siempre. Tuvo que cuidarlo ella hasta que el hermano murié joven, de un fa- Mo al coraz6n. Pero nunca fue una carga. Ella lo 53 Federico Faleo queria, era su hermano, cémo iba a ser una car- ga. Cont6 de su papa alcohdlico que le pegaba a los animales. A ella le habfan regalado un perri- to, pero el padre le cruzé el lomo con un ltigo, el perro lo mordié y se escapé del campo. Se fue a vivir con los perros de un vecino, se hicieron sal- vajes, atacaban en manada y hubo que matarlos con la carabina. Conté de su casamiento. A los dos meses se dio cuenta de que no estaba enamo- rada de su esposo, sélo se habia casado para sa- carse a su familia de encima. Cont6 cémo le hu- biera gustado irse, viajar, ver el mundo y entender, pero la plata no le alcanzaba, as{ que tuvo que conformarse con estudiar para profesora de His- toria y Geografia, Que iba de lunes a viernes a Vi- lla Maria, al terciario y que a la matiana daba cla- ses en la escuela fiscal y que asi y todo tuvo tres chicos y los crié y salieron buenos chicos. Nos. conté del frio que hacia en la garita, a la orilla de la ruta, mientras esperaba el colectivo y de cuan- do se enamoré de un compaiiero del terciario, se juntaban en un hotel cerca de la Terminal de Vi- lla Maria, a la salida de clases. Ella segufa con su esposo, era un buen hombre, le daba lastima, pero un dfa su esposo se murié de una trombosis, por- que coma mucho salame y tenia dcido trio y co- lesterol malo. Blanquita pens6 que Dios era justo y que las cosas se habfan arreglado solas. Mien- tras velaban a su esposo, Blanquita fue a la tele- fonica, pidié una llamada y hablé con su compa- Hero y su compaiiero le dijo, ahi, asi, por teléfono, que él s6lo Ja queria para estar con ella en el hotel, frente a la Terminal, pero para otra cosa no. Asf 54 La hora de los monos es la vida, dijo Blanquita Calzolari, y sin embar- go ella no se habia tirado abajo de ningtin tren, de ninguno. En ese momento nos dimos cuenta de que hablaba de Tolchi Pereno. Después, aun- que todavia faltaba para el recreo, Blanquita Cal- zolari dijo que nos fuéramos, que la dejéramos sola, nos daba hora libre. Salimos al patio sin de- cir una palabra y ella se quedé sentada en el es- critorio, Yo la vi acomodarse el pelo y con un dedo asegurarse la dentadura en el paladar. Enseguida vinieron tiempos lindos. Tolchi nos unié més como grupo. Antes las chicas no nos mi- raban, andaban con los de cuarto, los de quinto, se hacian asados en la casa de Ezquino y no nos invitaban, ibarrellas només, con los més grandes Neto Paladizini se habia puesto de novio con Bel- ky Ezquino y el viejo Ezquino le daba plata para que se fuera de locas y que a Belky no se la tocara. Pero a Tolchi Pereno la gente decia que la habia- mos embarazado Tano Buriolo 0 yo. No importa- ba cual de los dos, alguno era. Y éramos nosotros los que habamos ido hasta las vias a ver el cada- ver, Los de cuarto y los de quinto no fueron. Y a nosotros nos hablé Stella Maris de Manccini y Blanquita Calzolari. Empezaron a mirarnos con otros ojos. Bichin Peirano todavia perfeccionaba su plan secreto de la hormona de las vacas y de pronto ya no hacia falta. Lo habfamos probado un par de veces. Bichin sabfa por el padre, que era veterinario y se la inyectaba a las vacas para que 35 Federico Faleo dieran el celo todas juntas. Nosotros le pusimos en el agua del mate a Carinita Plaza, mientras es- tudiébamos Lengua y Literatura en el verano, No le hizo efecto. Le salié un salpullido pero no se excit6. Bichin pens6 que nos quedamos cortos, pasaba eso. Agarramos a la Telesita Currido, que estaba vieja y no era linda, pero era medio tonta y cada vez que uno le pedia que nos mostrara las bombachas se abria el batén y nos las mostraba. Le dimos de tomar una botellita pura. La llevamos una obra en construccién, hicimos un cfrculo y empezamos a aplaudir: La Telesita nos mostré las bombachas un par de veces y se qued6 dormida. Dicen que al dia siguiente la encontraron frotan- dose contra el alambre tejido de un gallinero, nun- ca supimos si habia sido el preparado nuestro o locura noms. Después de Tolchi la hormona ya no nos hizo falta, Andébamos con algo tragico en- cima. Los de cuarto y los de quinto eso no lo te- nian. Tano Buriolo se acosté con Noemf Orozco, ellos fueron los primeros, en el play6n de gimna. sia, atras del colegio, debajo de las gradas. Pusie- ron unos cartones y las camperas, Noemi sangré mucho, manché los cartones, manché las cam- peras. Se asustaron pero siguieron, Ese dfa, en el Tecreo, todos hablamos de la sangre. Las chicas le preguntaban cémo se sentfa. Noem{ decfa que bien, no estaba mareada ni nada. Para sacar la sangre de la campera usamos agua oxigenada del botiquin de primeros auxilios, se la pedimos al Portero, Belkys me invité un dia a su casa y em- Pezamos a probar. Belkys se pensaba que yo co- nocfa cémo hacerlo, que yo habfa embarazado a 56 La hora de los monos Tolchi. Yo no sabfa pero no le dije nada, que ella pensara lo que quisiera. Belkys era ducha, me di cuenta enseguida. Ella me enseiié a mi. Fue la pri- mera que vi, me impresioné tanto pelo. No sabia que podita haber tanto, Blla me dijo que no fuera avo, c6mo me iba impresionar si era suavecito y me mostré. Esa vez yo no duré, me vine ense- guida. La proxima vez Belkys me dijo que fbamos bien, ella también estaba por llegar. En ese mo- mento me avisé. Me vengo, me cuchiches al ofdo pero yo igual me asusté porque como que se sa- Ji6 de sf. Se agarraba los hombros y se puso a llo- rar. Mucho. Yo pensé que le hacia mal, me quedé quieto. No pares, no pares, no sos vos, me dijo ella sin dejar de llorar. De a poco se fue calmando, se bajé y se acost6 a mi lado. Le pregunté si estaba bien. Ella me dijo que sf. Me cont6 que cuando era chica la habia agarrado un peon del campo y de acordarse lloraba. No era culpa mia, que no me diera preocupaci6n. Belkys. Llora siempre que acaba, porque recuerda al pedn. Pobre. A mi me impresion6 y por una semana no lo intentamos més. Pero seguimos. Atras de las puertas y en el cuartito de los mapas y en el laboratorio. Las pa- redes del laboratorio estaban forradas de cajas en- tomolégicas y en los armarios y arriba de los ar- marios habfa zorros y lechuzas embalsamados y garzas y un telgopor con un sapo seco abierto y clavado con alfileres y un esqueleto al que le ha- bian robado la quijada y una mano y un feto en formol. Abrimos el frasco, el feto flotaba y la pun- ta dela cabecita sobresalia como un fiitbol que se ha cafdo en una cisterna de agua. La tocamos con 37 Federico Falco el dedo. Aunque parecia blanda como la cabecita de un bebé, estaba dura porque el formol la ha- bia resecado Al mes, Belkys qued6 embarazada. Lo hablamos mucho y me prometié que no se iba a tirar abajo del tren. Yo le tenia confianza, pero el resto no, asi que la vigilaban y el padre fue y habl6 con el maquinista y le dijo que nunca més pasara distraf- do por el pueblo, porque era un peligro. El maqui- nista le prometié que iba a tener cuidado, Stella Maris de Manccini aclaré que no habia nada con- trala ley pero hablé de ser un mal ejemplo. A Bel- kys le pusieron amonestaciones y no cedieron con las faltas. Al final no la echaron ni se quedé libre. El consejo de padres dijo que habia que hacer algo pero no hicieron nada, Nos llevaron a hablar con el cura Porto, Dijo que no dejaba de ser un peca- do, pero que mejor conviviéramos porque casar- se tan jévenes era arruinarse la vida. Nos oblig6 aconfesarnos y nos absolvid, En esa época ya ha- bia empezado con la campaiia de recoleccién de fondos para construir la iglesia nueva y el padre de Belkys doné mucha plata. Un dfa vino una gria y un equipo de ingenieros y dinamitaron el cam- panario y la parte vieja de la iglesia. Fue una im- plosi6n, no una explosién. En la escuela nos ex- plicaron la diferencia. Nosotros fuimos a ver, cada uno por su lado, Belkys con las chicas del curso yyo con mis amigos. Se levant6 una nube de pol- vo y llovié guadal cuatro manzanas a la redonda. De lejos dicen que parecia una bomba atémica 58 La hora de los monos pero chiquitita. El polvo se asentaba y de a poco aparecié de nuevo el cielo entre los ladrillos y la mezcla reseca. Entonces empezaron a lover pa- pelitos, Planeaban en el viento, aterrizaban como si fueran hojas cuando a los Arboles los agarra el otofio. Pero eran papelitos amarillos, apenas do- blados, escritos. Mi pap corrié y manoteé algu- nos todavia en el aire. Los ley6 y se larg6 a reir. Los amigos de mi papa también cazaban papeli- tos en el aire. Se subjan a los escombros para al- canzarlos, se los intercambiaban entre ellos. La cara se les ponia gris del talco que cafa. Les so- bresalian los ojos, el borde de los ojos, bien rosa. Los papelitos eran de la época en que se constru y6 la iglesia, ellos tenfan siete u ocho aftos. A la hora de la siesta los albaiiiles se dormian y por dafiifiada, mi pap4 y sus amigos se metfan a la obra, levantabart los ladrillos frescos y entre el la- drillo y la mezcla escondfan mensajitos para Dios, cosas que le pedfan. Papd encontré algunos suyos y encontré de otros. Les reconocia las letras, los iba a buscar y les decia: éste debe de ser tuyo. Tres o cuatro eran de amigos que ya estaban muertos. Papé los quemé. Yo le pregunté qué decfan sus papelitos y no me quiso contar. Ala iglesia de Cabrera hubo que tirarla abajo por- que se hundia. Los cimientos estaban mal hechos, no soportaban el peso. Las baldosas se partieron, los z6calos se incrustaban en la tierra y en el te- cho se hicieron grietas que dejaban ver el cielo. Los rayos de sol entraban por las grietas, e ilu- 59 Federico Falco minaban adentro. De doce a una del mediodia el sol daba justo sobre el altar y parecia que bajaba un Angel. No habfa manera de salvarla. Por eso los del arzobispado decidieron demoler la iglesia y construir una nueva. El padre de Belkys nos presté una casita y nos fuimos a vivir juntos. Al tiempo me encontré con mi papd en misa. Me esperé a la salida. Tenemos que hablar, dijo. Salimos a dar vueltas en chata Papa dijo que yo ya estaba grande, que venia un hijo en camino, habia que darle de comer. Me propuso que a la tarde, después del colegio, fue- ra al negocio a trabajar con él. Me iba a dar un sueldo. Yo le dije que no sabia, porque no me gus- taba atender a la gente y no querfa ser ferretero para siempre. Pensalo, dijo papa, no tiene que ser ya mismo, todavia falta. Nos callamos y seguimos dando vueltas. Cada vez que vefamos un auto nuevo papa decia de quién era. Ese es de los Gugliermi, vendieron la cupé Fue- g0, la cambiaron por un Peugeot. Ese es de los Espina, es importado, cero kil6- metro, no se consiguen los repuestos. Se rompe y lo tienen que mandar al fondo, de gallinero Ese es de la viuda Laménica, lo compré con lo que le pagaron del seguro. Papa hablaba y yo, de pronto, caf en la cuen- ta de que se habia hecho viejo. Estaba canoso y el pelo que le asomaba por el cuello de la camisa 60 ern La hora de los monos también era gris. Me acordé de un fin de semana que nos fuimos a las sierras, a Santa Rosa. Es' bamos en el rio, frené un auto, bajé alguien de Cabrera y se acercé a mi papa: Le pregunté si ya sabia lo de Mustin Puchino. Papa le dijo que no. E] hombre nos conté que a Mustin le habia ex- plotado el tanque de solvente, se habia quemado el noventa por ciento del cuerpo y estaba en tera- pia intensiva, esperaban que se muriera. Carga- mos las reposeras en la chata, buscamos los bol- sos y partimos. Fue la primera vez que lo vi llorar: Papa manejaba y se le caian las lagrimas. Mustin era'sti mejor amigo. Habfa sido cajero del banco pero lo echaron y Mustin se puso a hacer experi- mentos para fabricar aceite de mani. Arm6 un la- boratorio. Lo instalé en el living de su casa. Tres © cuatro tanques pintados de plateado, unidos en- tre si por cafterfas. En algiin momento hizo algo mal. Murié a los dos dias. De él eran algunos de Jos papelitos que mi papa quemé cuando implo- sionaron la iglesia. Ahora que ya estoy grande ¢me vas a prestar a chata?, le pregunté entonces a papa. Ni se mosques. ‘No, ya te he dicho que no. Hasta que no ten- gas el carnet no te la presto, dijo. La podrfamos necesitar por alguna urgencia. Por Belkys, insist. Llamame por teléfono y voy a buscarlos, Al Tano el padre le presta el auto. Me importa tres pitos qué hacen los Buriolo, dijo papa y estacioné frente a casa. Me bajé sin saludar. 61 Federico Faleo El afio que empecé el secundario me hice amigo de Fata Buriolo, el primo de Tano. Fata era alto, grandote y los chicos decfan que era medio pelo- tude. Yo lo miraba y tan pelotudo no lo vefa. A Fata le iba mal en el colegio, no alcanzé los obje- tivos en casi todas las evaluaciones. En el curso empezaron a decir que el padre le habia tenido que ensefiar a hacerse la paja porque de tan re- tardado, solo no le salfa. Yo le fui a preguntar y é1 me dijo que no era cierto y por probar empeza- mos a tocarnos y ensayamos cémo era, para es- tar seguros cuando nos tuviéramos que ver con alguna de las chicas de verdad. Fata tenfa un pe- tro que se llamaba el Flecha y agarré la costum- bre de volcar y quedarse con la leche en la mano para llamar al Flecha y darsela de comer. El Fle- cha la comfa entusiasmado. Fata decfa que a un perro le dabas una golosina y no le gustaba tan- to. Yo intenté darle de comer a otros perros, pero venfan, me olian la mano y se iban. El Flecha no- més tenfa esos gustos. Con Fata estuvimos asf un tiempo. No le contamos a nadie porque nos da- bamos cuenta de que la gente no iba a entender. En la escuela haciamos como que no éramos tan amigos. Nos vefamos afuera, yo iba a su casa 0 él venia a la mia. En primer afio Fata fue mi mejor amigo. Después repitié de curso y él mismo em- pez6 a decir que era medio pelotudo, que el cole- gio no estaba hecho para él, que dejaba y se iba a trabajar al campo. Mi mamé me pidi6 que fuera a hablarle para convencerlo de seguir. A mi mama 62 La hora de los monos se lo habfa pedido la mamé de él. Fui y Fata me confes6 que de chico crefa que las palomas del ce- menterio eran Espiritus Santos y se iba a ca: las con la gomera, llenaba una bolsa de Espiritus Santos muertos y las tiraba en el patio del cura. Me hizo prometerle que nunca se lo iba a contar a nadie. Iba a ser nuestro secreto. Yo se lo juré. Pero no entiendo qué tiene que ver el, Espiritu Santo con dejar el secundaric No ves que siempre fui tonto, me respondié Fata. ¢Cémo voy a pensar que las palomas eran Espfritus Santos? Hay algo mal en mi cabeza, no me da para hacer el secundario, Fata se fue a trabajar al campo. El padre le com- pro una maquina cosechadora. Se iban a hacer la campafia al sur; rillaba'el dfa entero, dormfa solo en una casilla de cinc en el medio de los potreros y dejamos de vernos. Una tarde, Belkys no estaba y golpearon la puerta, Fuia abrir, era Fata. Lo hice pasar, lo invité si querfa un vino, un vermut, una Gancia. Me acepté el vino. Se sent, agarré el vaso con una sola mano y se lo vaci6. La otra mano le colgaba, se tuvo que ayudar para apoyarla en la mesa. Noté que la tenfa mala. Estaba gorda, mo- rada. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que se la habfa agarrado con una amoladora. Lo salva- ron pero le quedé medio asi noms, mucho no le servia, Entonces me pregunt6 si estaba solo en la casa. Yo le dije que si é! se largé a llorar. Al prin- cipio pensé que lloraba por la mano, hablaba y no Ie entendia las palabras, hasta que lo entendfy me 63 Federico Falco di cuenta de que lloraba por Belkys. Me decfa que cémo podia haberle hecho eso, engafiarlo con Belkys, que él estaba tan enamorado de mf y que no pasaba ni una noche sin que pensara en mi, solo en su casilla de cinc, en el medio de los po- treros. Le pedi disculpas, le serv{ un poco més de vino, poco porque lo noté medio picado. Cuando se tranquilizé, le dije que se fuera y que no vol- viera nunca més. Belkys estaba triste, me preocupaba. Le sali6 pan- za, se le hinchaban los talones, ibamos al médico y el médico le decfa que era normal. Se venfa su cumpleafios y no queria hacer festejo. Desde que tenfa uso de raz6n habia sofiado con eso, el cum- pleafios de quince. Nunca se hubiera imaginado que antes de cumplirlos yo la iba a dejar emba- razada. Desde los doce que tenia el vestido pen- sado y la decoracién del salén. Me mostré los di- bujos que habfa hecho en un cuaderno. El padre de Belkys iba a pedir prestada la cancha de bi: quet del Club Belgrano. En lugar de usar los ta- blones del club iban a alquilar mesas redondas en Villa Marfa, con manteles blancos. A las sillas las. iban a cubrir con tela blanca también. Para que no se corriera la tela habfa que atarles una cinta rosa en el respaldar. Belkys pensaba usar los aros de basquet como portamacetas y poner ahi dos helechos grandes, que cayeran y los disimularan. La pista de baile iba a ser al medio, con una bola de espejos alquilada y en las invitaciones se pedi- 64 La hora de los monos fa que los varones asistieran de saco y corbata. Primero serfa cena, para los parientes, los amigos del padre y los compromisos. A nosotros, los del curso, nos pensaba invitar después, a la hora del brindis y el baile. En la cena servirfan fiambre, con vitel toné, lengua a la vinagreta, salame y en- salada rusa; pollo al champignon de plato princi- pal y, de posire, helado. Bombén suizo o cassata. Para el brindis habria una mesa dulce, con tortas, tartas y bocaditos que iban a cocinar la madre y las tas de Belkys, Apagarian las luces y ella y su papé bailarian el vals en el medio de la pista, so- los, iluminados por un reflector. No bien termi- nara el vals, sus quince mejores amigas aparece- rfan por los costados, cada una con una rosa blanca en la mano. El disck jockey pondria en- tonces el tema quince primaveras tienes que cum- plir, quince flores nuevas que te harén feliz, y una por una sus amigas le entregarian las rosas. Belkys me contaba todo eso de noche. Apagabamos la luz y charlabamos. A veces lloraba. A veces se olvi- daba de que no lo iba a poder hacer, hablaba como si todavia hubiera que prepararlo, como si falta- ra un afto o més. Pero no faltaba nada. Llego el dia, Belkys no quiso ir a la escuela. Yo la entendi, se qued6 en casa, tirada en la cama. Ala tarde vi- nieron las més amigas y la consolaron un poco. De la Cooperativa mandaron un ramo de flores, porque el padre era el presidente de la asamblea. Los varones del curso se pusieron de acuerdo, cada uno colaboré y le compraron de regalo un sombrero de cuero rosa con tuly un par de guan- tes haciendo juego. Fernandito Giraudo fue el en- 65 Federico Falco cargado de juntar la plata y comprar el regalo. Te- na buen gusto y sabia lo que se usaba, porque lefa muchas revistas y estaba siempre al tanto. Vino a consultarlo antes conmigo, me dijo: sombrero con guantes, la altima moda. Era un regalo conve- niente, Belkys lo podia usar embarazada y una vez que naciera el chico, también lo podfa usar. A la noche nos tocaron el timbre. Le dieron el re- galo envuelto en mucho papel. Belkys agradeci y lo dejo a un costado. Yo los invité una Gancia con soda. La tomaron y se fueron enseguida, No estabamos acostumbrados. A los chicos no les sa- Ifa hablar de cosas de hombres delante de Belkys. {Cuando querés que use sombrero en este pue- blo de mierda!, dijo Belkys no bien se fueron. Guardé el sombrero y los guantes en el pla- card, nunca mas los vi. Yo le compré las botas te- janas. También estaban de moda, sabia que ella las queria, La pusieron-contenta y, aunque me dijo que no deberia haber gastado tanto porque teni- amos que ahorrar para el bebé, las us6 mucho tiempo para ir a Ja escuela. Como no querfa salir con la panza para no dar que hablar, las us6 tam- bién de entrecasa, Cada vez que una chica cumplia quince afios pe- dia misa y llevaba las ofrendas. Después de la misa se sacaba una foto sentada en una lomita de pas- to al frente de la Iglesia, al lado de la estatua de la Virgen, Para la foto llamaban a Rojito, que era el tinico fotégrafo y el tinico comunista del pue- blo. También iba la modista, para que el vestido 66 La hora de los monos saliera bien, y la peluquera, por si habia que re- tocar el peinado. Hecha la foto, venfa la fiesta. Pero el afio en que a nosotros nos tocaron los cumpleafios de quince fue el afio en que el cura Porto hizo demoler la iglesia. Guardaron la esta- tua de la Virgen en un depésito, al lado del San Roque y su perro y del Sagrado Coraz6n, todos tapados con nailon. Las misas se daban en el gal- p6n de la municipalidad. A nadie se le hubiera ocurrido ir a fotografiarse al frente del galpén. Como las chicas no tenian dénde sacarse la foto, la Comision de padres del colegio se puso de acuerdo y con fondos propios construyé un mo- numento en la esquina de la plaza. El cura Porto cedié la Virgen y la instalaron ahi. Era el monu- mento para las fotos de los quince. Sélo se usaba para eso. Belkys no habia hecho fiesta ni habia pedido misa, pero a mi me parecfa injusto que se quedara sin foto. Le pedi prestada la camara a mama. Esperamos que se hiciera bien de noche y nos fuimos a la plaza. La primera foto la desper- diciamos, me olvidé del flash. La segunda salié bien. Como hacia frio, Belkys se habia puesto la campera de invierno y casi no parece embaraza- da, Tiene una pollera larga, las botas tejanas y esta paradita al lado de la Virgen, en el medio del mo- numento. Cuando me mudé con Belkys papa agarré la cos- tumbre de pasar por casa a la salida de misa To caba bocina, sin bajarse y me invitaba a tomar un vino a la Sociedad Italiana. Desde siempre, papa 67 Federico Faleo va a misa los domingos a la mafiana. Segiin él, la misa del sabado no vale. Nunca se sienta. Se que- da parado, atrés y cada tanto sale a fumar un ci- garrillo. Cuando yo era chico, después de misa Papa se iba con su barra de amigos al bar El Mo- derno. Eran como siete u oché, discutfan, habla- ban gansadas. La cosecha, el clima, los precios, los autos nuevos y el toro campedn que habfan comprado los Aguirrezurreta en la Sociedad Ru- ral y que se quebré no bien lo bajaron del aco- plado. Golpeaban la mesa, se refan, le agregaban soda al vaso para estirarlo y si se quedaban sin mani le hacfan al mozo un gesto para que les tra- jera mas. De a poco, con los afios, se fueron rale- ando. Primero murié Mustin. Lo siguié Enrique Oncalvo, de cancer de préstata. Michelo Tiempi- ni, cancer de pulmén, se le fue a los huesos y la Uiltima semana grité como un chancho, hasta que el doctor Karakachoff se apiads de él y le metié morfina. Oscarcito Kunsel, que era cantor, de un infarto mientras dormfa, A Coquito Molinero los de la cooperativa lo trasladaron a la planta de Vi- cufla Mackena. Y Pancho Miranda se quedé cie- g0 por la diabetes, lo cuidaba la esposa y algunos domingos lo dejaba ir al bar pero la mayorfa no Jo dejaba. Al final en la barra eran tres, Jorgito Piazza, Osvaldo Fava y papa. Al bar El Moderno lo vendieron. Como estaba frente a la ruta pusie- ron ahf una estacién de servicio. La gente empe- 26 a ir al bar de la Terminal o al de la Sociedad Italiana, Papa también iba, pero menos, cada tan- to. A veces, se juntaban con Jorgito y Osvaldo, es- tacionaban la chata en la estacién de servicio y 68 La hora de los monos conversaban un rato entre los surtidores. Si no, _ pasaba por casa y me tocaba bocina. Vamos a tomar un vino, me invitaba desde la ventanilla. fbamos a la Sociedad Italiana y dabamos unas vueltas por el pueblo, Subiamos y bajébamos por el boulevard, pasébamos al frente de la casa que se estaba construyendo Tuti Ponti. Papa conocfa al sereno y lo saludaba. Un dia nos invité a pasar y ver la obra. Recorrimos el laberinto de ladrillos y andamios. . Para qué querré tantas piezas Tuti, si son él y la sefiora solos, dijo papa. En algo tiene que gastar la plata, le respondié el sereno. ‘Nos despedimos, papé le dio arranque a la cha- tay enfilé como para llevarme. Antes de llegar me pregunté si no la queria invitar a Belkys a almor- zar con ellos, mama habfa preparado pollo al hor- no. Como yo no habia avisado nada en casa le dije que ese dia no, pero que otro domingo cualquie- ra fbamos a ir. No dormfamos bien, Belkys se quejaba, daba vuel- tas en la cama, le dolfa la columna y no encon- traba posici6n. Llegé la primavera, se vino la se- gunda gran oleada de cumpleafios de quince. La mayorfa de las chicas del curso cumplian en sep- tiembre, no alcanzaban los fines de semana para armar fiestas. Bellys no queria ir y yo me tenia que quedar a acompafiarla. Los lunes, en el cole: 69 Federico Falco gio, los chicos me contaban. La fiesta de Noemi Orozco fue la més grande de todas. El padre era el gerente del banco, venian de afuera, de Rosa- rio, tenfan otras costumbres. Noemi era hija tni- a, asi que tiraron la casa por la ventana. Alqui- laron una arpa, la hicieron armar en la canchita de fitbol. La carpa era blanca y adentro la ador- naron con tules rosas y papel crepé lila. Noemi fue ala misa con un vestido mas o menos normal, con ese vestido se sacé la foto en el monumento de los cumpleafios de quince. Pero después se cambi6. A la fiesta fue con otra ropa, un jean blan- co que le transparentaba la bombacha y un cor- pifio rojo sin nada arriba. Del cuello le colgaba una cadena con una gran Have de hierro. Ala hora del vals, Noem{ bailé la primera mitad con el pa- dre, hizo parar la miisica, llam6 a Tano Buriolo, que ya era el novio oficial, y bailé con él la otra mitad. No pasaron las quince primaveras, pusie- ron otra miisica, de rock, porque a Noemi le gus- taba el rock. A las tres de la mafiana bajaron las. luces y entraron como veinte mozos con espadas de brochettes en alto. En la punta de cada espa- da habfa una manzana con alcohol de quemar, prendida fuego. Pusieron las espadas sobre una mesa, apagaron las manzanas y la gente iba y se servia un pedazo de carne directamente de las es- padas. A la hora de la torta, formaron un circulo y Noemf y Tano se besaron en el medio de la pis- ta, Noemi se sacé la cadena con la lave de hierro y la colgé del cuello de Tano. Al dia siguiente el pueblo hervia de comentarios. Las mujeres se es- candalizaron por lo del corpifio. La més de todas. 70 La hora de los monos era la madre de Tano Buriolo, que le prohibié a su hijo volver a poner un pie en la casa de los Orozco. Rojito habia colgado algunas fotos de la fiesta en la vidriera de su negocio. Los chicos sa- lian de la primaria, pasaban al frente y se ponian a mirar el corpitio rojo de Noemi Orozco. No fal- 16 el que le dibujé sobre el vidrio un pito de liquid paper. Rojito lo borré enseguida, pero igual se supo. Belkys pensaba que Noemf trataba de lamar la atencién y sumar puntos para el baile de los quin- ce. Entre navidad y afto nuevo, el club Belgrano organiza el baile. Las chicas que han cumplido quince durante el afio se presentan con sus mejo- res vestidos, desfilan del brazo de su papé, se bai- la el vals y se elige a Ja reina, La plata de las en- tradas y la cantina va para el hospital. De paso, se hace beneficio. A la reina la elige un jurado de hombres. Esté el intendente y el secretario de obras, publica, el cura Porto, el padre de Belkys, porque es el presidente de la asamblea de la Cooperativa agropecuaria, el peluquero Padilla, el doctor Ka- rakachoff y el padre de Noemt, por ser el gerente del banco. Si la cosecha ha sido buena, se invita a alguna personalidad del espectaculo para que lo presida. Gente de Cérdoba, algtin locutor de radio. Si no ha sido un buen afio, queda como esta y el presidente se elige por rotacién. La teoria de Belkys era que, con un poco de suerte, Noem¥ ibaa lograr que su pap4 fuera elegido presidente. El presiden- te tiene doble voto. Si a eso le sumaba la buena 1m Federico Falco imagen que habfa causado entre los hombres el corpifio rojo, el reinado seria para ella. Belkys me explicaba estas cosas a la noche, con la Iuz apaga- da. Yo a veces me entredormia, ella me daba un codazo y seguia con las confabulaciones y estrate- gias de Noemf Orozco. Para no aburrirme yo apo- yaba la cabeza sobre la panza de Belkys, Trataba de escuchar los latiditos del bebé, o si daba una pa- tada. Cada vez que me parecia que el bebé se ha- bfa movido, se lo decia a Belkys, jAh{ se movié!, le decia. A veces Belkys me respondia que sf, que se habfa movido, y a veces me respondia que no, que era ella no més, que tenfa gases. A veces se larga- baa llorar porque habia quedado embarazada y no se iba a poder presentar al baile. El padre de Tano Buriolo era mecénico, desde chi- co le gustaban los fierros. En una época tenfa una cupecita, la preparé para correr y le iba bien, pero en una carrera le hicieron trampa, se enojé y no quiso més. Desde los doce que le prestaba el auto a Tano, Mas que nada, Tano lo usaba los fines de semana. fbamos a bailar a Ruinas Disco, en Per- dices; 0 al Rancho, en Deheza. A veces Tano se po- nia medio en pedo y a la vuelta alguno manejaba en su lugar. Otras veces manejaba él. Cada vez que chocaba hacia lo mismo. Frenaba a alguien por la ruta, le pedfa que lo Ievara a su casa, le escribia una nota al padre diciéndole dénde habia queda- do el auto y desaparecfa por un par de dias. Se es- condfa en la casa de algtin amigo hasta que al pa- R La hora de los monos dre se le pasaba la bronca. Después volvfa. La vez que fbamos con él y nos dimos vuelta, Tano se fue ala casa de Pamela Caudana, porque ella estaba sola, la familia se habfa ido de vacaciones. Los del curso sabfamos que estaba ahi y lo ibamos a visi- tar en secreto. Todavia no entiendo cémo pudimos darnos vuelta. Eramos nueve arriba del Falcon del padre de Tano. Venfamos despacio. Tana estaba chupado y nosotros le decfamos: despacio Tano, despacio. Asi y todo nos dimos vuelta en la curva frente al campo de los Cavigliaso. Tonito Mazzu- co quedé arriba mio y me aplastaba. ¢Qué hago? ¢qué hago?, gritaba. No podfamos salir porque el auto tenfa las puertas trabadas. ¢Rompo la ventanilla?, pregunt6 Tonito. Desde adelante se escuché la voz de Tano: La rompés y te cago a patadas. Dale con la ma- nijita. 5 Tonito se puso a dar vuelta la manija hasta que €l vidrio subi6 y salimos. Tano paré un auto y nos dijo que lo esperdramos ahi, que él iba a pedir ayuda y ya volvia, pero nosotros sabfamos lo que planeaba. Fue a su casa, le dejé una nota al padre y se escondié en lo de Pamela Caudana. A noso- tros nos levanté Oscar Manfioti, que sala a cazar. Llegé el patrullero y no quedaba nadie. Estaba el Falcon solo, con las cuatro ruedas patas para arri- bay las ventanillas intactas. En octubre, Tano tuvo el accidente con el chico de los Insquieta y se vino a esconder a casa. Nos tocé el timbre a la madrugada. Eramos los tini- B Federico Falco cos que viviamos sin padres y con Belkys nos pa- recié bien alojarlo por unos dias. Le tiramos un colchén en el living y le explicamos cémo usar la canilla del bafio, que era mafiosa, se trababa. A las diez de la mafiana los del curso ya sabfan que estaba con nosotros. Pasaban de a poco, con dis- crecién, Tano no nos habfa contado bien cémo habia sido el accidente, pero cuando vinieron y dijeron que el chico de los Insquieta estaba inter- nado en la clinica, lo llevé a la pieza y le pedi que me explicara. Se sent6 en la punta de la cama grande, se agarraba la cabeza con la mano. ;Para qué lo habré levantado! jPara qué lo habré levan- tado!, decfa una y otra vez. El chico de los Ins- quieta no era amigo nuestro, iba a primero. Tano dice que salié temprano de bailar y se volvfa solo porque habian peleado con Noemi y estaba ofen- dido. Le dio marcha al auto. Mientras esperaba que calentara, pasé el chico de los Insquieta y le pregunts si iba para Cabrera. Tano le dijo que si yel chico de los Insquieta le pidié que lo llevara. Después, Tano muy bien no se acordaba. Venian por la ruta, no hablaban porque no tenfan con- fianza. Se debe de haber dormido. Atropell6 tres Arboles, cerca del basural. Hicieron dos trompos y terminaron en el zanjén, con el auto de costa- do. Tano se levanté enseguida, no tenfa nada, pero el chico de los Insquieta estaba lleno de sangre. Tano lo dejé ahi, paré un auto, se fue a su casa, le escribié una nota al padre y se vino a esconder con Belkys y conmigo. Le pregunté si lo del chi- co de los Insquieta podta ser grave. El me dijo que no sabia. Dijo que parecia dormido. 4 La hora de los monos Si no hubiera sido por la sangre y el tajo en la frente, parecia dormido, dijo. Vinieron los mellizos Tambu, su papa fue uno de los que sacé al chico de los Insquieta del auto. Coniaron que el padre de Tano lo andaba bus- cando para molerlo a palos, decfa que de ésta no zafaba, Los de primer aiio, los compajieros del chico de los Insquieta, se habian juntado frente a Ja clinica Mayo. Esperaban a ver si el doctor Ka- rakachoff decfa algo. Las chicas rezaban el rosa- rio sentadas‘en el tapialcito de la casa de al lado. Nosotros decidimos que a Tano teniamos que es- conderlo bien. Le avisamos a los del curso que ni se les ocurriera poner un pie en casa. No habia que llamar la atencién, Belkys sacé la reposera a la vereda y se sent6 al sol a leer revistas, como si no pasara nada, A Tano lo encerramos en el dor- mitorio, Si venia alguien podfa escaparse por la ventana. Y nos quedamos esperando, Como a las dos de la tarde llegé Noemf Oroz- coy se encerré con Tano en la pieza. Salié al rato, tenia la cara lena de lagrimas. Nos cont6 que el chico de los Insquieta estaba descerebrado. Era cuesti6n de horas. El viejo Insquieta andaba con un revélver, preguntaba por Tano. Los de prime- ro también lo querian hacer cagar. Belkys le dio un vaso de agua, la tranquilizé y le pregunt6 qué iba a hacer. Noemf dijo que su lugar estaba junto a Tano. Era el amor de su vida, en las buenas y en las malas, Se volvié al dormitorio y los escuch- bamos hablar y lorar. Los pasos de Tano iban de un lado a otro y el elstico de la cama hacia rui- do cada vez que se dejaba caer. Al rato pasé mi 18 Federico Falco papa con la chata, estacioné frente a casa y tocé bocina. Sali répido, no fuera cuesti6n de que qui- siera entrar. eViste lo que ha hecho ese amigo tuyo?, me dijo. Por eso no hay que darles los autos, son mo- cosos todavia. Arruinarle la vida a esa gente. Yo no sabfa qué contestar. Me apoyé en la puer- ta de la chata y no dije nada Dicen por ahf, siguié papa, que anda escond: do en una casa del pueblo, en la casa de algiin amigo. ¢No lo tendrds vos aca, no? Yo lo miré, No, papd, cémo se te ocurre, si la casa es chi- ca, dije. Claro, claro, eso pensaba yo, dénde lo va a te- ner sila casa es chica. Bueno, te dejo, dijo y le vol- vi6 a dar marcha a la chata. Saludos a Belkys. Chau, papa, chau, respondi yo y me volvi para adentro. Noemi estaba asomada a la puerta del dormitorio. Me pregunté qué habia dicho pap4 y yo le dije que nada. No habia novedades. Estuvimos toda la tarde los cuatro encerrados. Tano y Noemf en el dormitorio, Belkys y yo en la cocina, Belkys se puso a hacer una torta. No ha- blabamos, escuchaébamos a Tano y Noemi en la pieza. En un momento se acostaron. Yo puse la radio fuerte, para que tapara Se hizo de noche. Tocaron la puerta. Era Fata Bu- riolo. No lo vefa desde la vez que me dijo que es- taba enamorado de mi, Le abri apenas y no lo dejé pasar. 76 La hora de los monos @Mi primo esta acd?, pregunt6. Todavia tenia la mano mala y Je colgaba a un costado. Yo no le contesté. Abri, ya sé que esta aca, me dijo él. Nos sentamos los cinco alrededor de la mesa. Fata a la punta. Parecia mas grande que nosotros, més seguro. El chico de los Insquieta se murié, dijo. ¥ a Tano lo anda buscando su viejo, los Insquieta y ahora también la policia. En principio para to- marle declaraci6n, pero seguro que va preso como responsable, porque ademis lo dejé tirado, no le dio ayuda. Noemi se largé a lorar. Belkys le pasé un pa- Auelo y le sobs la espalda. Para ustedes es un peligro tenerlo aca escondi- do, siguié Fata. Ya lo sabe mucha gente, por aho- ra guardan el secreto pero no creo que pase la no- che sin que uno se quiebre. Te estén teniendo mucha bronca, Tano. El chico de los Insquieta era buen chico, jugaba bien al fitbol, prometia para astro. El mes que viene lo iban a probar en Cérdoba. Tano agaché la cabeza y reconocié que sf, que el chico de los Insquieta jugaba al ftitbol mejor que todos nosotros. La solucion es que te desaparezcas, dijo Fata. Yo tengo la casilla en un campo al sur, cerca del arroyo. Si te parece, en una hora te paso a buscar y te guardas ahf por unos dias. Después, capaz que tengas que agarrar para Buenos Aires, cam- biarte el nombre, irte donde nadie te conozca. Tano miraba firme el nerolite de la mesa. No- emf lloraba. Belkys se habfa olvidado del mate. 7 Federico Falco Los cuatro estuvimos de acuerdo en que la pro- puesta de Fata era lo mejor, Para mf no era un problema aguantarlo a Tano unos dias si lo bus- caba el padre o los Insquieta, pero con la policia era otra cosa. Tenia que pensar en mi hijo, en Belkys, no me podfa meter en problemas. Fata pasé con la chata bien tarde, como a las dos de la mafiana. Le presté a Tano una muda de ropa, para que no se fuera con lo puesto. En la pompa fine- bre ya organizaban el velorio. Al chico de los Ins- quieta lo habjan mandado a Villa Marfa para ha- cerle la autopsia, pero de un rato a otro estaba por volver. Noemf lloré como una loca antes de que Tano se subiera ala camioneta. Se la tuvimos que sacar de encima. Le agarraba el buzo, se le col- gaba de las piernas, no Jo dejaba ix. Fata se des- pidié desde leios. Tano, antes de irse, me dio un abrazo que todavia me duele, Nunca mas lo vol- via ver. En el pueblo dicen que de la culpa se tiré abajo de un tren, como Tolchi Pereno, pero es puro chusmerio. Hace poco, Fata me conté que esta viviendo en Florencio Varela, que abrié un negocio de autopartes, que, como el padre, tiene buena mano para los autos. Le va bien. Belkys Ilegaba al séptimo mes, ya hacfa mucho calor, era pleno noviembre. Nos peleébamos por cualquier cosa. Por el nombre del bebé, por la ropa sucia, por la comida, por la plata. Viviamos de lo que nos pasaba el padre de Belkys, No era mucho. Yo no quise irme a trabajar con papé a la 78 La hora de los monos ferreterfa. Cada tanto venta la madre de Belkys y nos cambiaba las cosas de lugar, daba vueltas, me retaba por haberle embarazado la hija. Un dfa pas6 por casa Noemi Orozco, queria verla a Belkys y justo Belkys no estaba. Habia ido con la madre a comprarse un pantalén nuevo, porque el viejo no le entraba mas. La invité con unos mates. No- emf me dijo que mate no, preferfa vino o, si tenia, whisky. Yo whisky no tomo, asi que no habfa en casa. Le ofreci Gancia y prefirié el vino. Se tomé dos vases sin hablar, sentada a la mesa, pasando las hojas de una revista Ser Padres Hoy que nos habia prestado la chica de la farmacia. gQuién fue e] que la embaraz6 a Tolchi?, me pregunté Noemi de pronto. ¢Fuiste vos o fue Tano? Le adiviné la intencién, quise cambiar de tema, llevarla para otro lado. Pero insistié. Tuve que de- cirle que yo no habja sido y que calculaba que Tano tampoco. Capaz que Tano si fue, me dijo ella. El nunca quiso decirme, por algo lo habré ocultado. Por ahf para que no supieras que éramos tan nabos, me parece que ninguno de los dos tuvo nada que ver. Yo siempre le preguntaba y Tano me decfa que entre Tolchi Pereno y yo, s¢ quedaba toda la vida conmigo. ¢Vos qué pensds? {Qué soy mas linda que Tolchi Le dije que sf, que claro, pero que por favor no le dijera a Belkys que le habia dicho eso, porque se me podia armar Ifo. Ella se sonrié. Me prome- 1i6 que no le iba a decir. 9 Federico Falco Si Tolchi no se hubiera tirado abajo del tren, hoy por lo menos habria un hijo de Tano en el pue- blo. Yo lo podria ir a ver, lo podria visitar, seria como una tia postiza. Para mf que no era de él, Je contesté. Vaya uno a saber en qué Ifos estaba metida Tolchi. Con no- sotros mucho trato no tenfa. No es facil, dijo Noemi. No es facil estar acd. Se me fue el novio, la gente sabe que me acosté con él, ningtin otro me va a querer agarrar: La ma- dre de Tano me da vuelta la cara. Dice que lo lle- vé por el mal camino. Lo peor es cruzarme con los Insquieta, no tengo ojos para mirarlos. Si yo esa noche no lo hubiera peleado a Tano, nada de esto habria pasado. ¢Sabés por qué peleamos? Le dije que no, que no sabia y que dejara de pensar en esas cosas, no valia la pena. Ella me miré. Por una tonterfa, me dijo y me pregunté si te- nfa més vino. Le dije que no tenfa ms, pero sola fue a la heladera, buscé la botella y se sirvié otro vaso. Ahora o me meto a monja o me hago puta, no me queda otra, dijo Noemt. Te podés ir para Rosario. Tenés parientes all4, pedis el pase y terminas el secundario. Hizo que no con la cabeza. Todavia me pare- ce verla. Estaba apoyada sobre la mesada de la cocina y ponfa mala cara, porque el vino era fuer- tey le picaba en la garganta. Yo lo que quiero no es irme, dijo. Yo lo que quiero es que vuelva Tano, ser la reina de los quin- ce, casarnos, tener una linda casa, tres hijos, dos 80 La hora de los monos varones y una nena. A los varones les ibamos a poner Alfonso y Miguel. A la nena no llegamos a” decidir si Elisa 0 Maria Elisa, o Juliana. A Tano le gustaba Juliana, pero a mino. ¢A qué hora vuel- ve Belkys? Ya debe de estar por llegar, hace rato que sa- 1i6. Than hasta la cooperativa a buscar pantalones y volvian. Entonces me voy, dijo Noemf y se levanté y se fue sin darme tiempo a nada. Yo la verdad que en ese momento lo pensé. La vi mal y lo pensé. Pero sabia que el maquinista ya estaba avisado para que mirara bien las vias, para que pasara despa- cio. Igual no fue esa tarde, fue dos dias después. Se colg6 de un arbol al fondo del patio. La madre habia viajado a Rfo Cuarto para hacerse unos es- tudios y el padre estaba en el banco. Noemf hizo como que salia para el colegio, volvié y se ahorcé con el guardapolvo puesto. A Belkys la afect6 mucho. Con Tolchi no habia sido lo mismo, porque solamente éramos com- pafieros. Pero Noemf era su mejor amiga. No qui- so iral velorio ni al entierro, para que la gente no la viera asi, hinchada por el embarazo y por el lanto. Yo sf fui. En el colegio volvieron a no dar asueto, Faltamos en grupo y fuimos todos juntos. El cura Porto no dijo discursos ni nada, bendijo el cajén y ley6 lo de siempre. En un primer mo- mento decfan que los padres se la iban a llevar para enterrarla en Rosario, pero al final la deja- ron acd. La Sociedad Italiana les presté un nicho 81 Federico Falco en su pante6n. Cuando volvi a casa Belkys me pre- gunt6 cémo habja estado. Yo le dije que bien, que habfa estado bien. Ella se largé a llorar y me dijo que.era un insensible, que cémo iba a decir que habia estado bien. Traté de explicarle que era solo una manera de decir pero no me entendié. Nos fuimos a dormir sin hablar. A las tres de la ma- fiana me despertaron los gritos. Belkys estaba en el bafio, tenia contracciones. Todavia faltaba, no estébamos ni siquiera en el octavo mes. No pue- de ser, le dije, pero ella me dijo que si, que era no- més. Corri a la casa de los Astronave, a la vuelta, a pedirles el teléfono y llamé al padre de Belkys, Vinieron enseguida y la Hevamos a la clinica. Los Astronave ya le habian avisado a Karakachoff, Ile- g6 en cinco minutos. Yo estaba como en un sue- fio y lo tinico que decfa es no puede ser, todavia falta, no puede ser, todavia falta, no puede ser, to- davia falta. Esperaba ena sala grande, en una de las sillas de cuerina. El padre de Belkys fumaba afuera y la madre estaba en el pasillo, asomada a ver qué pasaba. En el pueblo la gente dormia, lo tinico que se escuchaba eran los gritos de Belkys. Aparecié Karakachoff, se sacé los anteojos y los limpi6 con un paftuelo. Entonces me di cuenta de que se habia hecho silencio. Belkys no gritaba més. Karakachoff me llamé adentro. Belkys dor- mfa en una camilla, tapada con una sébana ver- de. La habfan sedado. Es una nena, me dijo Karakachoff, pero esta grave. Puede ser cualquier cosa, tanto como que si, como que no. Ahora hay que esperar. Ya fue un milagro que naciera. 82 La hora de los monos Alas dos horas me dejaron verla, Se parecia al feto en formol del laboratorio del colegio. Le fal- taba algo. Era chiquitita, cabezona. Estaba quie- ta, tena los ojos tapados con gasa. Belkys quiso ponerle Milagros Noemi. Yo estuve de acuerdo. Belkys se pasaba los dias al lado de la incubado- ra. Venfa su mamé para reemplazarla, venia mi mama para reemplazarla, pero ella no se queria ir. Karakachoff cada tanto me Ilamaba aparte y me iba contando cosas. Lo més probable era que no fuera una nena normal, algiin retraso iba a te- ner. No se podia saber bien qué. Habfa que espe- rar. Todo puede ser, tanto como que si, como no, me decfa Karakachoff, Me daba una palmada en la espalda y se iba. El cura Porto ya habia empe- zado la construccién de la iglesia nueva, asi que un dia ala siesta, mientras los albaailes dormian, me mett a la obra y le escribf un papelito a Dios. Lo dobié bien, levanté un ladrillo y lo incrusté en la mezcla fresca y me quedé ahf sin saber muy Dien qué hacer. Me fui antes de que me viera na- die, Al final Milagros Noemf duré una semana, no més. La enterramos en el panteén de la familia de Belkys. Después del entierro Belkys me dijo que se queria ir a dormir la siesta a la casa de su mama. A mi me parecié bien. Yo tampoco volvi a nuestra casa, me fui a Jo de mama y papé y me quedé a dormir ahi. Ella falt6 al colegio una se- mana entera. E] domingo yo embalé las cosas, se~ paré lo que nos habia comprado la madre de ella y lo que nos habia comprado mi mami. Fui a de- volverle la lave al padre de Belkys. Le pregunté si la podia ver, si podia hablar con ella y él me dijo 83 Federico Falco que mejor no, para qué. No insist{ porque estaba de acuerdo. Qué le iba a decir? Después nos ve- famos en el colegio y tampoco ahi hablabamos, aunque podria haber sido, en los recreos. Mi cumpleafios de quince cayé un dia martes. Amanecié lloviznando. Hacfa frio, por més que ya estabamos en diciembre. Los varones no hacfamos fiesta de quince. Se usaba organizar un asado con Jos amigos. Yo ni dije que era mi fecha. Algunos se acordaron y me felicitaron en la escuela. Ese dia pas6 como cualquier otro. Llovizn6 e hizo frfo, fue Ia tinica diferencia. Los de la municipalidad deja- ron las luces de la via blanca prendidas toda la tar- de porque con la Novizna no se veta nada. Era una llovizna tan fina que parecia niebla. Pero mojaba. Alamafiana, mamé ofrecié hacerme una torta. Le dije que no. Papa me sacé a dar vueltas y me dio un sobre. Adentro habfa plata, bastante. Comprate lo que quieras, dijo. Yo le di las gracias. A la noche, tarde, tocaron el timbre, Era Fata Buriolo, lo atendié mi mama, le conoct la voz. Mama vino a la pieza para avi- sarme que me buscaban, pero yo me hice el dor- mido, no me quise levantar. Fata se fue. No nos habfamos visto desde el velorio de Noemf. En el cementerio me quise arrimar a preguntarle por Tano, pero de lejos me hizo un gesto, como que hablabamos mis tarde. No convenia que nos vie- ran juntos. Cuando terminé el entierro ya no lo pude encontrar: Desaparecié entre la gente. La no- 84 La hora de los monos che de mi cumpleafios mam entré en mi habita- cién y me dio una caja forrada en papel de diario. El chico de los Buriolo te dejé esto, dijo. Adentro, entre bollos de papel, habia dos pa- lomitas de cerémica blanca. Eran un adorno para la mesa del living, yo ya las habia visto en la vi- driera del bazar de Constanzo. Al lado habia una carta doblada en cuatro, escrita a mano. Fata me contaba algunas cosas de Tano. Ya habfa salide para Buenos Aires. Lo Ilev6 un camionero escon- dido en un chasis vacio. Tenia un dato para con- seguirse un documento nuevo, cambiarse el nom- bre. Fata le habia prestado plata. También habia decidido no decirle nada de lo de Noemi y me pe- dia que, si por las dudas Tano se ponfa en con- tacto conmigo, tampoco se lo dijera. gPara qué contarle?, decia Fata, ya demasiadas preocupa- ciones tiene. Corel tiempo, Ja letra de Fata habia mejorado mucho. Ya no era tan desastrosa, se po- dia leer. Al final me pedfa que quemara la carta, as{ no quedaban rastros ni pruebas sobre el pa- radero de Tano. Después me deseaba feliz cum- pleaiios y me explicaba que las palomitas de ce- ramica eran un chiste. Para que el Espfritu Santo siempre esté contigo, puso entre comillas. A ver si de tanto en tanto las ves y te acordas de mi. Yo Ja carta la quemé, como él me haba pedido. Pensé bastante tiempo qué comprarme con la pla- ta que me regal6 papa. Al final me decidf. Queria un auto. Fui a la concesionaria de Petito, en la curva. Le pedi que me mostraran los usados. El 85 Federico Faleo més barato, le dije. Habfa una Renoleta que era linda. Si uno las cuida, las Renoletas son aguan- tadoras. Era de color verde. Estaba bien de cha- pa y de motor. Habfa que hacerle el tapizado. Y por ahf el cromado de los guardabarros, pero para un principio no hacfa falta. Pregunté el precio. Me faltaba la mitad. Pedile a tu papa, mird si el gringo no vaa aflo- jar, me dijo uno de los Petito, el mas chico. Fui a verla varias tardes. Me subfa a la Reno- leta, en el fondo del salén y me quedaba ahi. Los Petito no me decfan nada. Mal no le hacfa a na- die. Cada tanto me trafan un mate, pero sino me dejaban solo. Yo cerraba los ojos y me imaginaba dando vueltas por las calles del pueblo. A mis cos- tados desfilaban los negocios de la 9 de Julio, el club, el banco. Daba una vuelta a la plaza, aga- rraba por la Santa Fe y pasaba frente al molino viejo. Volvia por el boulevard. Subfa a la ruta fren- tea la floreria La Orquidea, iba despacio. Me fre- naba el seméforo de la Terminal de Omnibus. Se- guia, bordeaba los pinos del cementerio, cruzaba el puente del desagiie y la nube de humo de las quemazones del basural. Después era pura ruta y yo aceleraba y el pueblo iba quedando atrés. En- tonces abria los ojos y estaba de nuevo al fondo del salén de los Petito, entre los autos bien esta- cionados y pulidos y lo vefa al Petito mas chico plumerear el Chevy que tenfa al frente. Podria haberle pedido a papé la otra mitad. A lo mejor me lo daba. Pero no quise. 86 La hora de los monos Llegé fin de afio. Belkys seguia siendo una quin- ceafiera, no estaba mas embarazada, y se habfa puesto flaca de nuevo asi que el padre la anoté en el baile de los quince. Calculo que ella no queria y que la anotaron igual, como para tapar lo del embarazo 0 para que cambiara un poco de aire, saliera de la casa y terminara de recuperarse. Mi mama vino un dia a contarmelo, antes de que yo me levantara. Se sent6 en el borde dela cama. Me aleanz6 el café con leche. Tenfa un repasador en las manos y olor a lavandina. Ahora te lo puedo decir, me dijo. Esa chica no era para vos. Menos mal, menos mal. Te hubieras arruinado la vida, Dios sabe lo que hace, dijo mientras se levan- taba. Belkys entré al baile del brazo de su papa. Le habfan hecho el-vestido que queria. Qued6 igual al de la revista de modas que me habia mostrado mil veces. La misma tela, el mismo color. Dicen que fue una de las més aplaudidas. Salié reina. El padre era el presidente de la asamblea de la coo- perativa, estaba en el jurado, movié los hilos. Has- ta el cura Porto vot6 por ella. Rojito puso las fo- tos en la vidriera. Belkys sale sentada sobre un trono cubierto con flores de papel. Apenas sonrie. Alza el brazo, saluda. En la mano tiene el cetro dorado y la corona sobre el pelo lacio, largo, con algunos rulos. 87

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