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ACCESIBILIDAD UNIVERSAL Y DISEÑO PARA TODOS

El artículo 9.2 de la Constitución Española establece que corresponde a los


poderes públicos promover las condiciones para que la libertad e igualdad de
los individuos sean efectivas; en este contexto, el artículo 49 contiene un
mandato para que dichos poderes públicos realicen una política de integración
de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos y los amparen para disfrute
de los derechos reconocidos en el Título I. La adopción de un Sistema de
Gestión de la Accesibilidad Total garantiza, además, a todas las personas, con
independencia de su edad o discapacidad, las mismas posibilidades de acceso
a cualquier parte del entorno construido y al uso y disfrute de los servicios en
ellos prestados, con la mayor autonomía posible en su utilización.
Cuando hablamos de poderes públicos, entendemos de forma innata al
ejecutivo y al legislativo, dejando a un lado al poder judicial. El artículo 24 de la
citada Carta Magna establece, de forma inequívoca, el principio del derecho de
defensa universal, basado en dos pilares humanos fundamentales, a saber, el
juez predeterminado por la ley y la asistencia letrada.
La cultura inquisitiva, tic autoritario del proceso penal, nos lleva a un deterioro
de las garantías procesales, pues el proceso penal es parecido a un espacio de
guerra donde se sobre entienden las palabras “enemigo” y “armas”. Con más
precisión, acotando el tema de la exposición, el Juicio Oral tiene en el banquillo
un carácter simbólico escenográfico, además del símbolo inquisitivo, donde se
separa al acusado del abogado, su defensa, y la prueba se realiza a sus
espaldas, hay un componente mediático de linchamiento previo al juicio; en
general hay un aislamiento entre el acusado y sus elementos o medios de
defensa.
Una fase de interrogatorios agresiva del acusado por la parte acusadora puede
llevar a un discapacitado psicológico, a no entender esta parte esencial del
proceso, generar dudas y confusión en su declaración y provocar en el algún
proceso psicótico debido a su discapacidad o enfermedad mental (crisis de
ansiedad, obcecación, delirio persecutorio , ,) y la consabida ruptura del
principio de “igualdad de armas” y de la ruptura efectiva de un juicio
contradictorio; y un mal entendido “sano saber y entender” del juzgador puede
interpretar comportamientos anómalos, incongruencias declarativas o gestos
bruscos como prueba de culpabilidad del acusado, por no estar informado
adecuadamente de las características de la enfermedad o discapacidad
concretas del acusado (por ejemplo de un informe pericial previo a la fase oral)
y por último, pero no menos importante, la defensa debe estar debidamente
formada respecto de las peculiaridades que este tipo de discapacidades
suponen, a veces tan invisibles, para el hombre medio, que no supone ni
siquiera una imprudencia profesional la falta de su previsión (a diferencia de
discapacidades más evidentes), con el consecuente perjuicio de la defensa del
derecho de defensa.

FUENTES:
- Manuales de Derecho
- Constitución Española

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