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Las constituciones de ayer y hoy: ¿Un estudio desde las antípodas?

Bryan Andrés Mosquera Romero


América Latina III

Para gran parte del continente americano el siglo XIX significó mirar hacia sus adentros.
No había de otra: la desestabilidad europea, el cambio de valores y la forma en que se iba
estrechando el mundo hizo mella en un territorio que de nuevo continente poco o nada
conservaba, y con ello, sus habitantes debieron ponerse a la tarea de dar codazos, levantar
la voz y gritar ante viejos poderes que ellos estaban acá y que podían gobernarse. Pero no
todo fue viento en popa. En un principio, la comodidad colonial los hizo ser soterrados, por
no decir prudentes. Ante la ilegalidad del monarca puesto por Napoleón, vieron la
oportunidad de hacer una prueba. Comenzaron a emerger constituciones de los rincones
menos esperados y con nombres tan remotos que solo podían ser propios de América. Era
un intento sin precedentes, donde no se desconocía la justificación divina del mandato regio
del monarca. La fórmula de los americanos era simple: si el monarca no era legítimo, la
soberanía recaía en ellos. Nace, por decir un ejemplo, la constitución de Cundinamarca en
1811, donde se le jura fidelidad al rey, siempre y cuando venga él, atraviese el mar, viaje en
lomo de mula y suba 2600 metros sobre el nivel del mar con el único propósito de jurar
sobre la constitución. El Rey, por supuesto, vino en forma de espada y arcabuces. Pero
luego de haber saboreado las nuevas posibilidades, los americanos, unos cuantos
americanos enseñados en el ala más liberal de Europa, decidieron que ya era momento de
hacer un gobierno propio e independiente, lejos del abrigo monárquico. Y con ello, empieza
el desafío.

La experiencia constitucional, como se expuso anteriormente, ya tenía trecho en el


continente. Pero existen diferencias entre plantearse un modelo aún dependiente, interino,
mientras tanto, y una forma de gobernar con autonomía y soberanía propia. Ganada la
guerra, el desafío era construir gobierno y garantizar el orden. Nacen entonces las
constituciones republicanas, permeando la vida social con cuatro conceptos que se
esbozarán a continuación: República, Soberanía, Representación y Ciudadanía. Todas,
claro, a la luz de tres constituciones del cono sur.

Se necesitaba una forma de gobierno que justificara la lejanía del monarca. Un equilibrio,
donde no existieran privilegios, se les enseñara a cantar igualdad y libertad al unísono y, de
paso, evitar la concentración de los poderes. La república sonaba perfecta. La constitución
de Bolivia de 1826 nos acompaña en esto: “Bolivia es y será para siempre, independiente
de toda dominación extranjera y no puede ser patrimonio de ninguna persona, ni familia”1,
reza el principio de la constitución, mostrando su claro objetivo de alejarse del pasado
colonial, al menos en la formalidad. Etimológicamente, la republica, la res pública, la cosa
pública, guarda su significado en el acceso y el conocimiento de que el gobierno y las
decisiones deben de tomarse a partir del pueblo. Se ponen de acuerdo la constitución de
Colombia y Argentina; la primera, es un poco más explícita al decir “libre e independiente
de la monarquía española”2, tal vez por la fogosidad del libertador en su propia cuna. La de
Argentina, sin embargo, presenta un quiebre y es el punto neurálgico del concepto de
república. La forma de gobierno que adquieren estas tres constituciones trabajadas no
refieren a una modelo homogéneo, pues, como se sabe, lejos estaban de querer otro tipo de
determinación que no fuera la de sus propios intereses. Por eso, el término república,
aunque guarda cierto grado de igualdad entre las tres, no se refiere a un modelo restringido
con acepciones claras: querían a la republica por ser opuesto a la monarquía, y punto. Así
nace una republica distinta, como la federalista de Argentina, que se declara republicana,
igual que sus hermanas colombiana y boliviana, pero busca su propia forma de gobierno,
que sirva a sus intereses.

Las constituciones, a pesar de ciertos distanciamientos procedimentales, guardan una


sincronía de espíritu, y para ello necesitan un concepto intangible, que justifique el sistema
de las leyes, que vaya por encima de los poderes y que, a su vez, sostenga la existencia de
la nación: La Soberanía. Al inicio de los tiempos modernos, antes de que el Estado Nación
llegara con pasos de gigante, la soberanía recaía en el monarca, como único depositario,

1
Constitución política de Bolivia. 1826.
2
Constitución política de Colombia. 1821.
porque, como siempre hacen saber, Dios solo hay uno 3 . Cuando llega la cumbre de la
modernidad, la religión se desplaza al ámbito privado, y con ello el culto y el acto
confesionario queda confinado de puertas para dentro. Sin embargo, la soberanía, antes
endosada al monarca por justificación divina, queda sin quien la administre gracias a la
secularización del Estado y al desplazamiento de los asuntos divinos a otro ámbito. El
pueblo nace como concepto y queda bendecido por la soberanía. “La soberanía emana del
pueblo”4, reza la constitución de Bolivia, igual que la de Colombia dice que reside en la
Nación, entendiendo este concepto desde las luces de la revolución francesa: la comunión
de los tres Estados, es decir, la totalidad de los ciudadanos; el pueblo, sin más.

A la par que América se mira hacia sus adentros, cada territorio convoca, también, un
llamado a su interior. Empiezan a nacer palabras como Boliviano, Argentino, Colombiano,
y para saldar de tajo dilemas identitarios, pues la patria sería un invento posterior, se
resuelve la cuestión con la ciudadanía. Son ciudadanos bolivianos y colombianos los
nacidos en cada territorio republicano y que demuestren, según determine la constitución,
ascendencia clara y, de ser extranjeros, que tengan vecindad del territorio o posean carta de
naturaleza. En el caso argentino la cosa dista un poco, pero no demasiado. Los argentinos
no se pierden en estos embelecos: van al fondo de la ciudadanía hacedora de deberes y
derechos dentro de un territorio determinado. Así, las tres constituciones, tienen puntos en
común cuando hablan del pacto social, o de contrato social, si se prefiere. El pacto social
versa sobre algo elemental: los seres humanos, de naturaleza igual, necesitan depositar en
un ente superior sus fuerzas para evitar que “el hombre sea lobo para el hombre”5. De modo
que, ese ente superior, es el Estado Nación. Ese es el contrato: mantener el orden y
satisfacer las necesidades de los ciudadanos, los cuales han renunciado a sus fuerzas en aras
de un objeto común. De ahí se desprende el entramado moderno de la política, y por
consiguiente, la necesidad de tener ciudadanos a quienes gobernar, no súbditos a dominar,
desiguales entre sí. Se puede ver, por ejemplo, que en la constitución de Bolivia el derecho
de la ciudadanía se pierde cuando existe traición a la causa pública, es decir, cuando los
intereses del individuo están por encima del bien común. En cuanto a los deberes, en

3
Juan Bodín. “Los seis libros de la república”. 1590
4
Constitución de Bolivia. 1826.
5
Thomas Hobbes. El Leviatán. 1651
Colombia, es evidente el sometimiento a la constitución, como un condicionante para vivir
siendo colombiano. La Argentina, por su parte, enfatiza: “todo ciudadano está obligado a
armarse en defensa de la Patria y de esta Constitución” 6 ; cuando de defensa a la cosa
pública, al haber hecho el pacto de ciudadanía, se debe estar a la altura del momento, y
defender lo acordado.

El proyecto político que se estaba gestando en el continente necesitaba respaldar los


intereses de quienes motivaron el cambio. Para eso, qué mejor que la representación. Es el
ejercicio del poder electoral, como sustento de la política republicana, lo que produce los
líderes y reafirma la ganancia de las élites. Sostiene la constitución de Colombia, por
ejemplo, una relación multipropósito y amañada en la forma en que se es sufragante. El
peso de tu bolcillo es directamente proporcional a tu ejercicio representativo; para
parroquial, necesitas cien pesos; para senador cuatro mil. La representación, además,
sugiere un cambio en la percepción de las políticas en las tres constituciones: se hace con
voto ciudadano; en Bolivia, por ejemplo, reside en el colegio electoral, y así se va
desprendiendo hasta alcanzar la jefatura ejecutiva; en Colombia, empieza en las parroquias
según cada provincias y departamentos, a partir de la importancia territorial; en Argentina,
la federal, la libertad acciona en cada parte del territorio, siempre y cuando responda al
interés común de la nación.

Habiendo considerado transversalmente cada constitución a partir de aspectos conceptuales,


aterrizarlas un poco en sus diferencias y partes operativas servirá, si no para ejemplificarlas,
para ponerlas en un ámbito más terrenal y pragmático. Utilizaré la libertad de prensa, la
cuestión extranjera y la separación Iglesia Estado, porque estos tres aspectos sugieren una
tensión entre la transición de la sociedad colonial a un mundo impuesto de modernidad
política.

La libertad de prensa y el ejercicio periodístico tienen su seno en la modernidad. La libre


circulación del conocimiento, el interés por lo público y el ejercicio crítico de la ciudadanía
son logros tan recientes que gracias a la buena pluma de cualquier época podemos conocer

6
Constitución de Argentina. 1853.
su situación. La prensa se encarga de juzgar al poder, de incomodarlo. Además de informar
a la ciudadanía: es un derecho constitucional, tan natural e importante como el derecho
natural a la vida. Por eso, comienza a regir en las constituciones republicanas, aunque sin
reparos muy profundos. La constitución de Bolivia no habla de prensa, habla de imprenta,
es decir, su parte primigenia. “Todos pueden comunicar sus pensamientos de palabra o por
escrito, y publicarlos por medio de la imprenta, sin previa censura pero bajo la
responsabilidad que la ley determine”7. No ahonda, por su parte, qué prejuicios traería tal
ley. La constitución de Colombia también hace guiño a esa ambigua consideración. “Todos
los colombianos tienen derecho a escribir, imprimir y publicar libremente sus
pensamientos… sin necesidad de examen, revisión o censura alguna… pero los que abusen
de esta preciosa facultad sufrirán castigos”8. La prensa y el conocimiento, deben estar lo
más lejanos del poder. Que se subordinen significaría la perdida de la conciencia, principio
básico de los valores modernos; volverían los estamentos, pero la sangre derramada no
hallaría su cauce al revés, y las perdidas serían lamentables. Un ejemplo de la prensa como
fuente oficial es la Argentina. En varias acepciones de la constitución tratan a la prensa,
más que un estamento libre de poder, como una distribuidora de las elecciones: algo
panfletario, ni tan emocionante como el pasquín. La prensa es solo considerada como una
recolecta de actas9. Adiós a su principio de informar y criticar, de opinar y debatir sobre la
situación pública.

La relación Iglesia Estado sufre, por momentos, la misma ambigüedad que la prensa. En un
principio, tal vez como artilugio de unidad, los Estados se declaran por la gracia de Dios.
En las tres constituciones, en el preludio de su andamiaje procedimental, todo descansa y es
beneplácito de la voluntad de Dios. Tan así, que se declara una religión de Estado, tanto en
la boliviana como en la colombiana. La Argentina suele maniobrar en términos más
permisivos la religión: hace jurar al presidente frente a Dios, pero poco o nada le interesa la
confesión de sus ciudadanos. Se puede decir, entonces, que la religión se instrumentaliza,
es decir, se ha puesto de cabeza la estructura feudal: ya no es la religión quien
instrumentaliza el Estado, todo lo contrario, es el Estado quien utiliza la religión para lograr

7
Constitución de Bolivia. 1826.
8
Constitución de Colombia.1821.
9
Constitución de Argentina. 1853.
la unidad que requiere toda Nación. Veamos otro ejemplo. Las parroquias, en el caso
colombiano, son el primer estamento donde se inicia el caudal de las elecciones: es en sus
cumbres religiosas, en sus recintos confesionales, donde se ejercen las votaciones. Además,
recordemos que, para acercarse a los archivos de nacimiento de este siglo, en otrora no
existía un registro civil, sino el certificado de bautizo. El Estado, entonces, muy al estilo
Maquiavélico, debe ser pragmático: aprovechar la fortuna sin miedo a traicionar la
ambigüedad de los ideales. Como bien lo enseñaron los aguerridos conquistadores, no se
puede construir desde cero: hay que utilizar el terreno, ir avanzando sobre el camino ya
trazado.

Argentina, contrario a las otras dos repúblicas, tiene un trato diferenciado con los
extranjeros. Dice en su artículo 20 que “los extranjeros gozan en el territorio de la
confederación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer industria,
comercio, profesión; poseer bienes raíces.. ejercer libremente su culto. No están obligados a
admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias”10. Ninguna de las
otras dos constituciones tiene esta libertad, más que desinteresada, generadora de cimientos
para la inversión extranjera: ninguna nación como la Argentina para preocuparse por su
economía y saltarse todos los vericuetos sociales y confesionales que, a final del día,
impiden soltar la tradición del pasado y pensarse como república.

Proyectar las constituciones, en la pantalla del actual siglo, generaría un espacio


indeterminado de manchas que impedirían la buena resolución del ejercicio. Supongamos:
ejecuto un disquete en una suerte de dvd. Por consiguiente, la ambición del punto será
reconsiderada desde los aportes territoriales y de las comunidades, y la libertad de prensa
como ejercicio democrático.

Las constituciones son un juego de fuerzas políticas. ¿Qué son en términos políticos las
constituciones?. Podrían definirse, en un primer momento y a partir de los hechos, como la
reunión de todas las fuerzas políticas de un país, donde ninguna tiene hegemonía sobre la
otra y, debido a esto, se ven en la necesidad de crear una nueva hoja de ruta que regule los

10
Constitución de Argentina. 1851.
intereses. En el caso colombiano, por ejemplo, surge luego del despilfarro de plomo y
reformas que sufrió la anquilosada constitución del 86, que no aguantaba el peso de cinco
guerrillas, la producción en masa de cocaína, el surgimiento de nuevas libertades y
derechos humanos y la necesidad de regular el excesivo presidencialismo. La Argentina,
producto de un dictadura, el batazo fue tan profundo que no les quedó fuerzas para discutir
que era necesario un cambio. Y la de Bolivia, con un presidente declarado y reconocido
como indígena, se jugó a su suerte y reivindicó a la gran población indígena y hasta ahora
ninguneada del territorio. Esto es, lo que yo llamo, el relato común: la puesta en marcha de
reformas pendientes por parte de cada Estado.

En un primer momento, podemos hablar de la importancia de la autonomía territorial, con


un énfasis mejor puesto en la Boliviana. Existe una diferencia abismal entre el intento de
Colombia y el ejemplar de Bolivia por poner en consideración las comunidades. La
primera, se declara multicultural y pluriétnica; la segunda, es vehemente en el trato
intercultural. De multicultural a intercultural existen implicaciones semánticas a tener en
cuenta. Yo puedo considerar, digamos, a los pueblos indígenas, versando en la constitución
que hay un Estado multicultural; esto es considerarlas, pero no trabajar junto con ellas. Por
su parte, y como lo muestran los estudios de Boaventura de Soussa Santos y de Catherin
Walsh: la interculturalidad, en los noventa, comienza a ser un proyecto político 11 , de-
colonial, que deja de lado los discursos académicos y pone en relieve la necesaria
interacción, la “ecología de saberes” 12 , entre todos los conocimientos epistémicos que
existen en un territorio. No es el políticamente correcto trato diferenciado. Es, mejor, el
políticamente acertado dialogo entre saberes. Aterricemos el ejemplo.

Las Zonas de Reserva Campesina, los resguardos indígenas y los consejos comunitarios de
los negros son elementos territoriales ganados en la constitución de 1991. El primero, fruto
de la lucha campesina de los colonos y respuesta retardada a la autonomía territorial que
tanto reivindicaron en todo el siglo. Los resguardos, por su parte, además de la
consolidación de sus resguardos, ganaron la consulta previa, un mecanismo de defensa

11
Catherin Walsh. Interculturalidad, Estado, Sociedad. Ecuador: ABYAYALA Editores. 2009.
12
Boaventura de Sousa Santos. Refundación del Estado en América Latina: Perspectiva desde la
epistemología del sur. México: Siglo XXI Editores. 2010.
cuando se atenta con el territorio ancestral. Los consejos comunitarios son un tipo de
organización que busca entretejer una identidad que las negritudes han visto socavadas por
el excesivo olvido y la denigrante guerra que azota sus territorios. Pues bien, son triunfos,
hay que reconocerlo. Pero hoy día la mayoría de las ZNRC, constitucionales, son el único
freno para el latifundio y el acaparamiento de tierras, pues priorizan la autonomía
territorial y el necesario ejercicio del poder al interior de sus territorios cuando se ven en
medio del fuego cruzado. Y a pesar de ser un derecho, la mayoría existen por vías de hecho,
es decir, declaradas, pues la excesiva burocracia y el poco interés de una reforma agraria
integral frena este modelo que va en contravía de la economía nacional, exportadora, que
busca proletarizar al campesinado 13 . Con todo, los pueblos indígenas, también, se ven
contrariados ante los intereses del Estado, pues alega este último que el desarrollo del país
depende, en su mayoría, del subsuelo y los minerales. No existe un diálogo, solo unos
artificios procedimentales y jurídicos que empantanan la resolución de los conflictos.

La constitución boliviana busca la interculturalidad. Además de enunciar todas las lenguas


como un acto simbólico y de respeto, resta importancia a los intereses económicos globales,
donde todo queda relegado a la libre determinación de los pueblos. Esto es, construir en la
diversidad.

La libertad de prensa, más que un asunto constitucional, tiene su razón de ser en las
condiciones democráticas del siglo. Fue en el siglo XX donde la prensa tal y como la
conocemos empezó su despliegue. Pasó de circular como opiniones diversas, sin algún tipo
de raciocinio de excluyente sentimentalismo, a la puesta en escena de un arte, el mejor
oficio del mundo, diría Camus. Pasó inadvertida, hasta ser capaz de enjuiciar presidentes,
como en el caso Norteamericano, con el caso de los archivos que publica el Washington
Post y pone en la quiebra moral a la presidencia y su papel en Vietnam. O en el caso
Colombiano, con el reportaje de Relato de un Naufrago, que hizo de García Márquez el
periodista más odiado por el régimen de Rojas Pinilla al develar la verdadera situación de

13
Alfredo Molano Bravo, De nuevo la zonas de reserva campesina, El Espectador, 15 de diciembre de 2012,
sección opinión, Ver: https://www.elespectador.com/opinion/de-nuevo-zonas-de-reserva-campesina
las exportaciones ilegales que salían de Colombia. Fue escalando, hasta que se recrudeció y
su oficio tocó altas esferas, o cumbres empolvadas, a decir verdad. Las denuncias vinieron
de la mano con el asesinato y, en la constitución del 91, se hizo necesaria la regulación y la
defensa de la libertad de prensa. A pesar de que se resuelven cosas de carácter judicial,
como denuncias por triturar el buen nombre de alguien -emblemáticos casos como los de
Alfredo Molano14 o Daniel Coronel-, aún siguen sin justicia el asesinato de Don Guillermo
Cano15, declarado crimen de lesa humanidad, en compromiso con el Estado, o el de Jaime
Garzón, símbolo de una generación. Según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP),
en el 2015 se registraron 59 casos de amenazas, en el 2016, 90, y en el 2017 la cifra llegó a
129. Hoy día, la tendencia crece, a tal punto que el año pasado se consiguió la cifra más alta
en la última década. Y en tiempos de paz.

Coda:
Las constituciones no deben ser el primer recurso ante una crisis. Necesitan tiempo,
acomodarse, hacer que su espíritu impregne la sociedad que quiere velar. Durante los
últimos 10 años de mi vida he escuchado la necesidad de una constituyente, de lado y lado.
Luego de este ejercicio, surgen preguntas sobre la pertinencia del ejercicio constitucional
en la lectura de la moral social vigente. ¿Qué tan acertado es una constitución moderna y
libertaria ante una sociedad aún anquilosada?, ¿Debe ser, entonces, la constitución un
manual de moral y no la solución a los dilemas morales?, ¿Va primero el reconocimiento
como sociedad y luego la consolidación de la constitución?, ¿Si no sabemos qué tipo de
sociedad somos, es menester dejar correr los ríos procedimentales y jurídicos a expensas de
unos cuantos representantes?, lo resumo: ¿Qué va primero, el huevo o la gallina, el saber
qué sociedad somos o la constitución que nos regirá? Todo gira en torno a la prudencia del
tiempo y a la pretensión de la política.

14
Justicia y Paz, Amenaza a la libertad de expresión, Justicia y paz, 20 de mayo de 2008, Ver:
https://www.justiciaypazcolombia.com/amenaza-a-la-libertad-de-expresion/

15
El Espectador, Portazo del sistema americano al caso Guillermo Cano, El Espectador, 9 de febrero
de 2019, sección Judicial, Ver: https://www.elespectador.com/noticias/judicial/portazo-del-sistema-
americano-al-caso-guillermo-cano-articulo-838649

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