Está en la página 1de 9

El Propósito de la Vida

Dedicado a la memoria de mi suegro, Rabino Hirsch Chitrik, A”H, en ocasión de su primer Iortzait, este
sábado.
La pregunta más importante que uno puede, sin duda, hacerse es: ¿Para qué existo? ¿Cuál es el propósito
de mi existencia?
Antes que nada hay que aclarar que estas preguntas las puede hacer solamente el que cree en un creador,
ya que si no hay creador y el mundo es el resultado de un accidente cósmico y el nacimiento es el resultado
de un accidente biológico, ¿cómo puede pensar que hay siquiera un propósito? Sólo puede pensar en un
propósito el que cree en un Creador ya que implica que hay una razón por la cual ha creado el mundo en
general y al individuo en particular.
Es por eso que la respuesta a esa pregunta se puede encontrar únicamente en las propias palabras del
Creador. Cualquier otra respuesta sería basada puramente en la especulación.
Veamos qué dice la Torá al respecto.
La Torá nos dice que D-os nos dio Sus preceptos para que vivamos por medio de ellos (Levítico, 18:5). O
sea, el objetivo es que vivamos y la manera más plena de vivir es cumpliendo con los preceptos Divinos.
Para entender esto hay que entender primero el concepto de “vida”. ¿Qué define si algo vive o no?
Cuatro Niveles de Vida
De hecho encontramos cuatro niveles de vida: 1) mineral; 2) vegetal; 3) animal; 4) ser humano. La “vida”
mineral consiste en simplemente existir. La vida vegetal se manifiesta en el crecimiento. La vida animal se
define por el movimiento. La vida humana se define por el autodominio. Si el hombre sigue sus instintos sin
controlarse, consideramos que está viviendo como un animal. Si está en coma, decimos que está en un
estado vegetal. Vida humana es cuando uno vive y actúa de acuerdo a sus convicciones y no simplemente
de acuerdo a sus instintos.
Dentro de la categoría de vida humana, hay una manera específica de vivir que empezó con nuestro
patriarca, Avraham. Lo que destacó a Avraham de otros monoteístas que lo antecedieron es que dedicó su
vida a difundir el conocimiento de la existencia de D-os. O sea, no se conformó con saber que D-os existe y
creer en Él, sino que dedicó toda su vida a la difusión del conocimiento de D-os y la fe en Él . Estuvo al
servicio entero de su Creador. Esa dedicación y abnegación total a D-os fue transmitida por herencia a sus
descendientes. Esa es la definición de vida judía: vivir totalmente al servicio de D-os.
¿Cómo es una vida dedicada al servicio de D-os? ¿Hay que pasar todo el tiempo en la sinagoga estudiando
Torá y rezando? ¿Hay que ignorar al mundo moderno y vivir en el pasado?
El que tiene estas dudas es porque no entiende el concepto judío de servir a D-os. Para el judaísmo servir a
D-os no implica apartarse del mundo material y natural, sino todo lo contrario: descubrir dentro del
mundo material su potencial y propósito Divino. Después de todo, el mundo material no es una
contradicción a D-os; es una creación Divina y puede y debe ser utilizado para servirLo.
De hecho, servir a D-os por medio de la ocupación con el mundo material es posible que uno logre una
conexión con D-os más profunda que la obtenida por medio del estudio de la Torá y la plegaria.

Veamos por qué.


La Experiencias de Isajar y Zevulun
Entre las bendiciones con las cuales Moisés bendijo a las doce tribus de Israel antes de fallecer,
encontramos la siguiente: “Alégrate, Zevulún, con tus salidas e Isajar en tus tiendas” (Deut., 33:18). La
tribu de Zevulun se dedicaba a viajar por comercio mientras que la tribu de Isajar se dedicaba al estudio y
enseñanza de la Torá. Hay que entender, entonces, ¿por qué nombró a Zevulun antes de Isajar? Además,
Zevulun era menor que Isajar. Tanto por las edades de sus progenitores como por sus ocupaciones, ¿no
había que bendecir a la tribu de Isajar antes que a la tribu de Zevulun?
Una explicación es que si bien Isajar, que se dedicaba todo el día al estudio de la palabra de D-os,
escuchaba la voz Divina más que Isajar, fue Isajar, dedicado al comercio, quien veía la mano de D-os
constantemente. Veía como el éxito material no dependía de la astucia de uno, sino de la bendición de D-os.
Hay muchas oportunidades para servir a D-os por medio del comercio. Trabajar con honestidad, separar
el diezmo de las ganancias para fines caritativos, prestar dinero al que necesita y cerrar el negocio en
Shabat, son algunos ejemplos de cómo servir a D-os por medio de la actividad comercial.
Así que la dedicación a D-os no excluye la diversidad de actividades humanas, sino que las incluye a todas.
Es por medio de cada actividad profesional y comercial que uno puede encontrar la manera de utilizarla
para servir a D-os.
Misiones Específicas
Ahora, bien. ¿Cómo sabe uno cuál es su misión de vida específica?
Hay varias maneras para darse cuenta.
Para empezar, siendo que no hay casualidad sino causalidad, el hecho que uno se encuentre en una
situación determinada ya es una señal que tiene algo para hacer ahí. Claro está que tiene que recurrir a la
Torá para saber qué es lo que D-os quiere de uno en una situación así.
Cuando uno tiene varias oportunidades para hacer el bien, ¿cómo hace para elegir? Extrañamente, la
respuesta es que lo que le resulta más difícil es seguramente lo que más importa que haga. Debido a la
importancia de la tarea es que uno encuentra tanta resistencia para hacerla.
Cuanto más importante es lo que uno debe hacer, tanta más resistencia encontrará. Inversamente, al ver la
resistencia que uno siente, puede darse cuenta de eso mismo que es realmente importante que haga la
tarea.
Adán y Eva
Encontramos esa idea también al principio de la historia. Cuando D-os les prohibió a Adán y Eva comer del
Árbol de Conocimiento, no aguantaron y trasgredieron. ¿Era tan difícil aguantarse y no comer de un árbol
específico? ¡Tenían a todo el mundo para disfrutar! Si hubiesen aguantado, hubiesen llevado al mundo a su
perfección y se hubiese iniciado la era mesiánica, según el plan Divino inicial. Fue debido a la gran
importancia de cumplir con el mandato que encontraron tanta dificultad en cumplirlo hasta que
finalmente sucumbieron.
Y aquí estamos, cumpliendo nuestra misión de vida según el “Plan B” Divino. El perfeccionamiento del
mundo depende ahora de nosotros.

El Propósito de la Vida
¿Para qué existo? ¿Cuál es el propósito de mi existencia?
Por Eliezer Shemtov

La pregunta más importante que uno puede, sin duda, hacerse es: ¿Para qué existo? ¿Cuál es el propósito

de mi existencia?

Antes que nada hay que aclarar que estas preguntas las puede hacer solamente el que cree en un creador,

ya que si no hay creador y el mundo es el resultado de un accidente cósmico y el nacimiento es el resultado

de un accidente biológico, ¿cómo puede pensar que hay siquiera un propósito? Sólo puede pensar en un

propósito el que cree en un Creador ya que implica que hay una razón por la cual ha creado el mundo en

general y al individuo en particular.

Es por eso que la respuesta a esa pregunta se puede encontrar únicamente en las propias palabras del

Creador. Cualquier otra respuesta sería basada puramente en la especulación.

Veamos qué dice la Torá al respecto.

La Torá nos dice que D-os nos dio Sus preceptos para que vivamos por medio de ellos (Levítico, 18:5). O

sea, el objetivo es que vivamos y la manera más plena de vivir es cumpliendo con los preceptos Divinos.

Para entender esto hay que entender primero el concepto de “vida”. ¿Qué define si algo vive o no?
Cuatro Niveles de Vida

De hecho encontramos cuatro niveles de vida: 1) mineral; 2) vegetal; 3) animal; 4) ser humano. La “vida”

mineral consiste en simplemente existir. La vida vegetal se manifiesta en el crecimiento. La vida animal se

define por el movimiento. La vida humana se define por el autodominio. Si el hombre sigue sus instintos sin

controlarse, consideramos que está viviendo como un animal. Si está en coma, decimos que está en un
estado vegetal. Vida humana es cuando uno vive y actúa de acuerdo a sus convicciones y no simplemente

de acuerdo a sus instintos.

Dentro de la categoría de vida humana, hay una manera específica de vivir que empezó con nuestro

patriarca, Avraham. Lo que destacó a Avraham de otros monoteístas que lo antecedieron es que dedicó su

vida a difundir el conocimiento de la existencia de D-os. O sea, no se conformó con saber que D-os existe y

creer en Él, sino que dedicó toda su vida a la difusión del conocimiento de D-os y la fe en Él . Estuvo al

servicio entero de su Creador. Esa dedicación y abnegación total a D-os fue transmitida por herencia a sus

descendientes. Esa es la definición de vida judía: vivir totalmente al servicio de D-os.

¿Cómo es una vida dedicada al servicio de D-os? ¿Hay que pasar todo el tiempo en la sinagoga estudiando

Torá y rezando? ¿Hay que ignorar al mundo moderno y vivir en el pasado?

El que tiene estas dudas es porque no entiende el concepto judío de servir a D-os. Para el judaísmo servir a

D-os no implica apartarse del mundo material y natural, sino todo lo contrario: descubrir dentro del mundo

material su potencial y propósito Divino. Después de todo, el mundo material no es una contradicción a D-os;

es una creación Divina y puede y debe ser utilizado para servirLo.

De hecho, servir a D-os por medio de la ocupación con el mundo material es posible que uno logre una

conexión con D-os más profunda que la obtenida por medio del estudio de la Torá y la plegaria.

Veamos por qué.


La Experiencias de Isajar y Zevulun

Entre las bendiciones con las cuales Moisés bendijo a las doce tribus de Israel antes de fallecer,

encontramos la siguiente: “Alégrate, Zevulún, con tus salidas e Isajar en tus tiendas” (Deut., 33:18). La tribu

de Zevulun se dedicaba a viajar por comercio mientras que la tribu de Isajar se dedicaba al estudio y

enseñanza de la Torá. Hay que entender, entonces, ¿por qué nombró a Zevulun antes de Isajar? Además,

Zevulun era menor que Isajar. Tanto por las edades de sus progenitores como por sus ocupaciones, ¿no

había que bendecir a la tribu de Isajar antes que a la tribu de Zevulun?

Una explicación es que si bien Isajar, que se dedicaba todo el día al estudio de la palabra de D-os,

escuchaba la voz Divina más que Isajar, fue Isajar, dedicado al comercio, quien veía la mano de D-os

constantemente. Veía como el éxito material no dependía de la astucia de uno, sino de la bendición de D-os.
Hay muchas oportunidades para servir a D-os por medio del comercio. Trabajar con honestidad, separar el

diezmo de las ganancias para fines caritativos, prestar dinero al que necesita y cerrar el negocio en Shabat,

son algunos ejemplos de cómo servir a D-os por medio de la actividad comercial.

Así que la dedicación a D-os no excluye la diversidad de actividades humanas, sino que las incluye a todas.

Es por medio de cada actividad profesional y comercial que uno puede encontrar la manera de utilizarla para

servir a D-os.
Misiones Específicas

Ahora, bien. ¿Cómo sabe uno cuál es su misión de vida específica?

Hay varias maneras para darse cuenta.

Para empezar, siendo que no hay casualidad sino causalidad, el hecho que uno se encuentre en una

situación determinada ya es una señal que tiene algo para hacer ahí. Claro está que tiene que recurrir a la

Torá para saber qué es lo que D-os quiere de uno en una situación así.

Cuando uno tiene varias oportunidades para hacer el bien, ¿cómo hace para elegir? Extrañamente, la

respuesta es que lo que le resulta más difícil es seguramente lo que más importa que haga. Debido a la

importancia de la tarea es que uno encuentra tanta resistencia para hacerla.

Cuanto más importante es lo que uno debe hacer, tanta más resistencia encontrará. Inversamente, al ver la

resistencia que uno siente, puede darse cuenta de eso mismo que es realmente importante que haga la

tarea.
Adán y Eva

Encontramos esa idea también al principio de la historia. Cuando D-os les prohibió a Adán y Eva comer del

Árbol de Conocimiento, no aguantaron y trasgredieron. ¿Era tan difícil aguantarse y no comer de un árbol

específico? ¡Tenían a todo el mundo para disfrutar! Si hubiesen aguantado, hubiesen llevado al mundo a su

perfección y se hubiese iniciado la era mesiánica, según el plan Divino inicial. Fue debido a la gran

importancia de cumplir con el mandato que encontraron tanta dificultad en cumplirlo hasta que finalmente

sucumbieron.

Y aquí estamos, cumpliendo nuestra misión de vida según el “Plan B” Divino. El perfeccionamiento del

mundo depende ahora de nosotros.

El Proposito de la Vida
Extraido de Luz Infinita

No tiene sentido comenzar de manera pequeña.

La gran pregunta debe ser formulada inmediatamente: ¿cuál es el propósito de la vida? Sin esa respuesta,
no podemos dar el primer paso firme en el camino espiritual. Sin la respuesta, sólo tropezamos con la
esperanza de estar en la dirección correcta.

Para vivir una existencia significativa, construir, aprender, educar, curar…, debemos comprender el objetivo
de la existencia, el propósito de la vida. Caso contrario, ¿cómo podemos saber si lo que estamos haciendo
contribuye al progreso o al retroceso del mundo? ¿Cómo sabemos si lo que estamos haciendo construye o
destruye?

Imagina que vienes de alguna tierra primitiva, llegas a un país civilizado y te hospedas en la casa de un
amigo. Cuando llega el momento de lavar la ropa, preguntas donde se encuentra el río más cercano y tu
amigo te responde: “en este país no se lava la ropa en el río, sino en una gran máquina, que tiene una rueda
adentro y una puerta metálica”. En el fondo de la casa encuentras una gran máquina, que tiene una rueda
adentro y una puerta de metal, y tiras allí adentro toda tu ropa sucia. En el momento que intentas descubrir
cómo colocar agua dentro de la máquina —porque al final de cuentas aún en aquel loco país civilizado se
necesita de agua para lavar— ves una manguera. Tú sabes para qué sirve una manguera, por eso la
conectas a una canilla y comienzas a llenar la máquina con agua, muy orgulloso de ti mismo por haber
descubierto el funcionamiento de esa “cosa extraña”.

Entonces viene tu amigo corriendo, gritando, porque esa máquina, que tiene una rueda y una puerta
metálica, no es una máquina de lavar, sino un un auto. Y tú estás destruyendo su tapizado.
¿No es un absurdo? Sin embargo, todos los días las personas operan la “máquina de la vida” sin saber si ella
es un auto o un lavarropas. Si no sabemos la función de un objeto, no podemos saber si lo estamos
utilizando correctamente. Del mismo modo, si no sabemos para qué sirve la vida, no podemos saber si lo que
hacemos nos ayuda o nos perturba.

Por lo tanto, primero debemos responder a la pregunta “¿Cuál es el propósito de la vida?” Y ya que
la Cabalá y la Torá son nuestras guías en este viaje espiritual, naturalmente es en ellas que buscaremos la
respuesta.
Más aún, hay una cuestión importante a considerar: tanto la Cabalá como la Torá reconocen la existencia de
Dios. Por eso, antes que nada, debemos abordar esa concepción y su significado. Muchas veces sorprendo
a mis alumnos cuando les digo que a pesar de ser Rabino, no creo en “Dios”. No creo en Dios,
pero llamo Dios a aquello en que creo.
Es muy difícil colocar en palabras mi creencia en la existencia de Dios, pero, a veces se puede captar esa
creencia en una vivencia. Por la noche, cuando entro en el cuarto de mi bebé, por ejemplo, miro ese rostro
repleto de dulzura y de paz, y me quedo observando su respiración, su pequeño pecho latiendo hacia arriba y
hacia abajo… Observo los deditos que alcanzan y rascan la orejita… Tengo ganas de tomarlo en mis brazos
y abrazarlo, y siento que el cuarto se inunda de una presencia cálida. Es más que una experiencia, es un
encuentro. En ese momento, la expresión más natural y espontánea de lo que creo, de lo que sé, es: “¡Que
regalo increíble! Gracias, Dios!”.
A pesar de eso, siento cierta decepción cuando digo la palabra “Dios”. Utilizar la palabra “Dios” para describir
la presencia que acabé de sentir es totalmente inadecuado. La palabra “Dios” es tan pequeña y ha sido tan
maltratada a lo largo de la historia, que parece no “caber” en aquella vivencia.

Lo mismo ocurre cuando camino por un bosque, y los rayos del sol naciente “se afinan” para pasar entre las
ramas y las hojas de las copas de los árboles. Veo la luz iluminando las gotas brillantes de rocío, oigo los
pájaros y siento la necesidad de corresponder a ese magnífico regalo de la naturaleza. Quiero proteger
aquello que es tan frágil y tan precioso; me siento conmovido y digo: “¿Qué puedo hacer Dios?”

Pero nuevamente dudo. En este contexto, la palabra “Dios” hasta parece un tanto simplista. La presencia que
acabé de sentir es mayor que aquella palabra, es mayor que cualquier palabra que conozco; y aún así,
quiero expresarla de alguna forma, describirla de algún modo.

El famoso filósofo George Hegel dijo una vez que “la tarea de la filosofía es describir aquello que es”. Cuando
trato sobre este asunto en mis seminarios en el instituto Isralight, a veces pido a los participantes que cierren
los ojos. Después, entrego a cada persona un objeto desconocido y pido que lo describan. El objetivo de ese
ejercicio es experimentar la diferencia entre “aquello que es”, en ese caso el objeto, y nuestra descripción de
él. Cuando tomas un objeto sabes que ese objeto es, pero no sabes qué es. Todo lo que puedes hacer es
describir lo que sientes en las manos de la mejor manera posible.
La búsqueda de la verdad es la tentativa de encontrar las mejores palabras para describir nuestra
experiencia de aquello que “Es”. Cuando abrazo a mi hijo o cuando me siento abrazado por el sol, sé lo que
sé por medio de aquellas experiencias, y las experiencias van más allá de las palabras. Por eso, digo que no
creo en Dios, Dios es sólo una palabra. Creo en lo que “Es”. Creo en la Realidad que experimento.

Por eso, considero la noción de “Dios” brindada por la Torá mucho más satisfactoria. Generalmente, la
palabra hebrea de la Torá referida a “Dios” es el Tetragrama impronunciable I-H-V-H, derivado de las
palabras hebreas para “fue, es, será”. La Cabalá llama a la abreviatura I-H-V-H “Infinito-Creador”. El
tetragrama I-H-V-H sugiere la Presencia infinita, la Realidad suprema, el Origen de toda la existencia.
Aún así, la mayoría de las personas piensa que Dios es un ser, como tú y yo, pero Todopoderoso y sin
cuerpo, y que, como nosotros, existe en este mundo. Pero la Torá y la Cabalá nos enseñan que Dios no es
un ser que existe en la realidad. Dios es la realidad. Nosotros existimos en la Realidad, nosotros existimos
“dentro” de Dios. Para encontrar a Dios, tienes que preguntarte “¿Dónde estoy yo?” y no “¿Dónde está
Dios?”. Dios no está en ningún lugar específico. Dios es el lugar y es todos los
lugares. Nosotros vivimos en Dios.
DIOS TIRANO

Creo que los ateos tienen una ventaja para entender un concepto tan indefinible porque se acercan a la
espiritualidad con la mente abierta. Para ellos, no hay nociones preconcebidas de Dios: un viejo tirano con la
barba blanca y suelta, parecido a Zeus, sentado allí en la cima, en un gran trono, infligiendo dolor y
sufrimiento a los simples mortales siempre que cometen alguna transgresión. Esta idea, cuando es arraigada
desde la infancia, es casi imposible de eliminar.
Una de mis alumnas, a quien llamaré Susan, me contó una historia sobre su infancia, en la cual, enseguida,
creó un concepto de Dios que la asustó toda su vida. “Debo haber hecho algo muy malo”, decía ella, “pero no
logró recordar exactamente qué. Recuerdo más nítidamente a mi madre corriendo detrás de mí por la casa,
gritando: “¡Dios te va a castigar! Dios te va a castigar!” Corrí hacia el baño y me encerré allí. Mi madre aún
gritaba: “¡Dios te va a castigar!” Y desde adentro del baño grité: “No me va a castigar. Él no me va a agarrar
dentro del baño”. Ella se puso aún más furiosa: “¡Estás equivocada. Dios está en todo lugar, incluso en el
baño!”

En la actualidad, Susan se “balancea” entre la negación absoluta de la existencia de Dios (¿A quién le
gustaría creer en un Dios que persigue a las personas, hasta en el baño?) y el intento, gobernado por la
culpa, de calmar la furia de Él por medio del comportamiento ultra- religioso. Su imagen de Dios me hace
recordar a un dibujo animado llamado Bambi encuentra a Godzilla.
Como reacción a este tipo de imagen, muchas personas se volcaron hacia el concepto New Age (Movimiento
Nueva Era) de Dios: “La Fuerza”. El problema de este concepto es que sugiere algo parecido con lo que se
ve en la película Guerra De Las Estrellas (o De Las Galaxias): Una energía cósmica fluctuando oscilante por
el espacio y que no influye en nuestras vidas de ninguna manera más personal. “La Fuerza” es algo tan
distante, tan más allá, tan por encima, que no se puede llegar acercarse a ella. Imagina que estás
conversando con la Fuerza Poderosa que mueve el universo. Ante esa gran Fuerza te sientes nada. “¿A esa
Fuerza le importa de mí? ¿Acaso el mecanismo que proporciona energía a las cámaras de combustión
nuclear de las estrellas puede llenar de ternura y amor el cuarto de mi bebe?” No es posible tener un
encuentro con una fuerza en el espacio. No se puede llegar lo suficientemente cerca de ella para que exista
una relación.
Por otro lado, la relación entre I-H-V-H y la humanidad es descripta, en la Torá y en la Cabalá, como cercana,
personal e intensa, una experiencia profunda y mística que no puede ser captada, sino solamente descripta.

El propósito de tu vida
Así como la Reina Ester, nosotros también podemos canalizar nuestro dolor hacia la grandeza.

por Sara Debbie Gutfreund


F a c e b o o k 678GmailTwitterMás...289

Quizás fuiste creado sólo para este momento. Para la elección que puedes hacer en este instante.

Quizás esta sea la razón de todo tu sufrimiento. Quizás esta sea tu oportunidad para redimir todo tu dolor.

En el Libro de Ester, Mordejai le suplica a Ester que arriesgue su vida y se presente ante el Rey para salvar
al pueblo judío. Ella se resiste. Él le dice que quizás fue precisamente para este momento que Dios la puso
en el palacio. Si no actúas y hablas, Dios encontrará otra manera de salvar al pueblo judío, pero tú y la casa
de tu padre se perderán para siempre.

¿Por qué le dijo Mordejai a Ester que la casa de su padre se perdería para siempre? Quizás ella perdería una
oportunidad, pero ¿qué tiene que ver la memoria y la pérdida de sus padres? *

Ester era huérfana y soportó el dolor de no tener padres. Dios la puso en el palacio porque la profundidad de
su sufrimiento era también la fuente del potencial para su máxima grandeza. Quizás sólo para ese momento,
para esa oportunidad de ponerse de pie y hablar por su nación, Ester atravesó todo el dolor y el sufrimiento.
Allí estaba su oportunidad para redimir todo lo que había perdido, utilizándolo para salvar al pueblo judío.

Si daba un paso atrás y huía del desafío, ¿para qué todo el sufrimiento? La oportunidad de Ester para
transformar su propio dolor se perdería. La memoria de sus padres y la muerte de ellos parecerían en vano, a
menos que tuviera el coraje para ponerse de pie y llenarlas de sentido. A menos que pudiera avanzar y decir:
quizás sea para este momento que crecí huérfana y viví con tanto dolor. Quizás para este momento Dios me
ha estado esperando. Para que tome todos mis desafíos, todo mi trauma, todo mi sufrimiento, y los use para
encontrar mi voz, para hablar, para vivir, para dar, para canalizar mi dolor hacia la grandeza.

El dolor mismo no es lo más importante, sino lo que elegimos hacer con él.

Todos hemos sufrido pérdidas en la vida. Cada uno de nosotros ha atravesado su propio dolor y sufrimiento
en algún momento de la travesía. Pero, el dolor mismo no es lo más importante, sino lo que elegimos hacer
con él. ¿Me pondré de pie cuando reciba la oportunidad para hablar, no sólo por mí, sino por todos los que
no pueden encontrar su voz, por quienes no pueden encontrar su camino hacia el palacio? ¿O me daré por
vencida y adormeceré el dolor? ¿Trataré de olvidar el pasado en lugar de transformarlo? ¿Permitiré que
prevalezca la oscuridad?

Quizás sólo para ese momento fuimos creados. Quizás fue sólo por ese momento que tuvimos que vivir todo
lo que hemos vivido. Para hacer esa elección crucial de actuar y ponernos a la altura del desafío.

Una madre que tiene varios hijos con necesidades especiales dijo que, a menudo, las personas le dicen que
sus hijos fueron regalos, que Dios la eligió junto a su marido porque son muy especiales. “No es cierto”, dice,
“mi marido y yo no somos especiales. Nuestros hijos son regalos sólo porque elegimos verlos así, porque
elegimos transformar nuestros desafíos en oportunidades. No somos diferentes a otros padres. Nos volvimos
especiales a causa de nuestras elecciones, por el tipo de padres que nos esforzamos mucho para llegar a
ser”.

Estas personas se pusieron de pie en lugar de moverse a un costado. Transformaron su dolor en bondad, su
debilidad en fortaleza, su desilusión en generosidad.

Brian Tracy, orador motivacional y aclamado autor, dijo en una ocasión: “Descubrí que toda persona exitosa
con la que hablé tuvo un punto de inflexión en su vida, y que ese punto de inflexión fue cuando tomó una
decisión clara e inequívoca de no continuar nunca más viviendo como lo hacía. Algunas personas tomaron
esa decisión a los 15, otras a los 50. La mayoría no la toma nunca”.

Hay oportunidades en que debemos tomar el dolor y la dificultad de nuestro pasado y transformarlos en
puntos de inflexión. Ya sea ayudando a otros que atraviesan lo que nosotros atravesamos o decidiendo dar
un paso adelante, utilizando el dolor mismo para para hacernos más fuertes. Es la elección de amar
proactivamente en lugar de por defecto, de elevar nuestras circunstancias en lugar de permitir que nos
limiten.

Depende de cada uno de nosotros convertir nuestra oscuridad en luz. Quizás sólo para ese momento de
oscuridad fuiste creado, para ver el regalo dentro del dolor. Ponte de pie y tómalo, antes de que se vaya.

* Oí esta idea de Rav Zejaria Wallerstein, basado en una idea de Rav Shimshon Pincus.

También podría gustarte