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2. El producto transnacional
Los 1700 millones de personas que formamos la clase consumidora sólo suponemos el
25% de la población mundial. Sin embargo, hacemos el 86% del total de los gastos en
consumo privado y generamos la mayor parte de las basuras y de la contaminación.
Eso sí, los productos que compramos los 1700 millones de consumidores, implican
materias primas, recursos enegéticos y mano de obra que provienen de multitud de
países. El 25% de la población somos, ante todo, consumidores y consumidoras de
productos globales.
« Los constructores de marcas son los nuevos productores primarios de la así llamada
economía del conocimiento.
Según esta lógica, las empresas no deben emplear sus limitados recursos en fábricas que
exijan mantenimiento físico, ni en máquinas que se estropeen, ni en empleados que con
seguridad han de envejecer y morir, sino que deben concentrar los recursos en los
ladrillos y el cemento virtuales que se emplean para construir las marcas; esto es, en el
patrocinio, en los envases, en la expansión y en la publicidad [...]
Así pues, la producción actual de muchos de los bienes que compramos está
deslocalizada. ¿Qué ocurre, por ejemplo, con una camiseta de algodón?
EUROPA. En una tienda cualquiera de marca una camiseta de algodón puede costarnos
unos 17 euros. Casi un 20% del precio dedica la marca a la publicidad. Pero aún así el
negocio es muy rentable: Los productores recibirán sólo 0,7 euros por la camiseta (*
IDEAS, Informe sobre textil, 2006)
Las fábricas de buena parte de los objetos que compramos están localizadas en lugares
muy especiales. ¿Qué requisitos reunen? Veámoslo en este texto de Naomi Klein:
« Las zonas de procesamiento de exportaciones no son espacios por donde transitan los
artículos sino donde se fabrican, y donde además no se pagan gravámenes de
importación y exportación, y a menudo tampoco por los ingresos ni la propiedad [...]
Hay 52 zonas económicas sólo en Filipinas, que emplean a 459 mil personas en un lugar
donde en 1986 sólo se contabilizaban 23 mil trabajadores, y hasta 1994, 229 mil. La
zona económica mayor es China, donde los cálculos más conservadores estiman que
hay 18 millones de personas que trabajan en 124 zonas de procesamiento de
exportaciones. La Organización Internacional del Trabajo dice que hay al menos 850 de
estas zonas en todo el mundo, pero que la cifra probable alcanza más bien las mil, que
se extienden a 70 países y emplean alrededor de 27 millones de obreros [...]
Independientemente del país donde se hallen las zonas de procesamiento de
exportaciones, las condiciones de los trabajadores tienen una soprendente similitud: la
jornada laboral es larga; hasta catorce horas en Sri Lanka, doce en Indonesia, dieciséis
en China del Sur y doce en Filipinas. La gran mayoría del personal se compone de
mujeres, siempre jóvenes y que siempre trabajan para subcontratistas de Corea, Taiwan
o Hong Kong. Los contratistas reciben pedidos de empresas de EEUU, Gran Bretaña,
Japón, Alemania o Canadá. La gestión del personal es de corte militar, los supervisores
son a menudo arbitrarios, los sueldos están por debajo del nivel de supervivencia y el
trabajo es poco cualificado y tedioso. Estos reductos de industria pura se ocultan tras un
manto de transitoriedad: los contratos van y vienen sin aviso previo; los trabajadores
son predominantemente inmigrantes, alejados de sus lugares natales y con pocas
relaciones con las ciudades o las provincias donde se hallan las zonas; el trabajo mismo
es a corto plazo y a menudo no se renueva [...]
En las zonas reina el miedo. Los gobiernos temen perder sus fábricas extranjeras, las
fábricas temen perder sus marcas clientes, y los obreros sus inseguros trabajos. Estas
fábricas no están constuidas sobre la tierra, sino en el aire. »
INDIA. El mercado mundial de materias primas como el algodón ha hecho de los países
del Sur productores intensivos, cada vez más dependientes de los monocultivos y la
ingeniería transgénica. Los países del Norte subvencionan su producción, así que los del
Sur intentan ser competitivos con trabajo a destajo. Sólo en los Estados indios de
Gujarat y Karnataka, unos 117.000 menores de 15 años trabajan en las plantaciones
algodoneras.
Las condiciones laborales no sólo son precarias, también son peligrosas: aunque el
cultivo de algodón ocupa tan sólo el 5% de la tierra agrícola en la India, supone el 55%
de todos los plaguicidas usados en el país. La OMS asegura que entre medio millón y 2
millones de personas en el mundo son víctimas de pesticidas e insecticidas*.
A pesar de todo, los precios finales del algodón los terminan decidiendo los países del
norte y sus mercados de valores.
Es cierto que algunos productos se venden en casi cualquier rincón del planeta, pero el
acceso a la educación, a la sanidad, a servicios públicos de calidad no se ha globalizado.
Antes bien, todo parece indicar que en este orden cada área del mundo hace un papel
complementario. En algunos lugares del planeta se sobrevive con lo mínimo, en otros se
produce en condiciones cercanas a la esclavitud, en otros, se consumen estos productos
de forma caprichosa y despilfarradora.
Y para que todo esto funcione, se cuenta con la inestimable ayuda de tratados
internacionales, acuerdos biletarales, y organizaciones reguladoras mundiales que
permiten que el libre mercado mundial sea de todo menos "libre".
En este escenario global intervienen multitud de agentes, desde los gobiernos de cada
país a las multinacionales. Y como base de funcionamiento, el paradigma económico
neoliberal: liberalización de mercados, liberalización de la mano de obra, liberalización
de los movimientos de capitales financieros.
Estas reglas del juego se han demostrado claramente incapaces de redistribuir los
recursos del planeta de forma justa.
Es difícil hacer políticas que mejoren la calidad de vida de buena parte de la población
cuando las reglas favorecen a los mismos de siempre. Lee este relato:
Así pues, el resultado de todo esto son las crecientes desigualdades en nuestro planeta:
Mientras que hoy sufren hambre más personas en los países en desarrollo (820
millones) que en 1996 (FAO, 2006), el número de obesos ya llega a los 300 millones y
el de las personas con sobrepeso a los 1000 millones (Organización Mundial de la
Salud).
Un ciudadano de Estados Unidos consume ciento cincuenta veces más energía que un
nigeriano (Worldwatch) y se calcula que las 500 personas más ricas del mundo superan
juntas en ingresos a los 416 millones de personas más pobres.
HABRÍA:
57 asiáticos
21 americanos
14 europeos
8 africanos
52 serían mujeres,
48 hombres
30 serían blancos y
70 no serían blancos
30 serían cristianos y
70 no cristianos
89 serían heterosexuales y
11 homosexuales
50 sufrirían de malnutrición
1 persona estaría a punto de morir
1 bebé estaría a punto de nacer