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FAVIO GUZMAN ARIZA DICE:

“Ha de suponerse que solo estas actividades de los profesionales

jurídicos, que involucran, todas, cierto riesgo de blanqueo de

capitales, quedan sujetas a la Ley, y que, por tanto, las actividades

profesionales no señaladas —por ejemplo, los litigios— no entran

en el ámbito de la norma. Sin embargo, se podría interpretar que

la lista no es limitativa como pareciera ser a primera vista en razón

de que el párrafo del mismo artículo 33 establece que el Comité

Nacional Contra el Lavado de Activos, órgano responsable del

funcionamiento del sistema de prevención, detección, control y

combate del lavado de activos, podrá incluir como sujetos obligados

a otras personas que realicen actividades no incluidas en

la Ley, de donde cabría deducir, por aquello de que quien puede

lo más puede lo menos, que el Comité también podrá expandir

las actividades que convertirían al profesional jurídico en sujeto

obligado”

“Como colofón a la obligación de información que pesa sobre

los profesionales jurídicos, el artículo 57 de la Ley estipula que las

leyes sobre el secreto profesional no constituyen en esta materia un

impedimento a su cumplimiento. Esta exención al deber del secreto

profesional ha sido objeto de controversia en varios países por

infringir la relación básica de confianza que debe existir entre abogado

y cliente. En Canadá, por ejemplo, los abogados lograron, primero,

suspender la aplicación de esta disposición, y luego, la modificación

de la legislación”.
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http://tusolcaribe.net/2018/02/ley-lavado-activos-afecta-secreto-profesional-del-abogado/

Fundación Justicia y Transparencia (FJT)

En el caso de los abogados y su inclusión en la categoría de sujetos obligados no financiero,


resulta contraproducente frente a las responsabilidades y deberes que estos asumen con sus
clientes, puesto que la columna vertebral del derecho de defensa de un imputado, es
precisamente esa garantía y obligación incluso deontológica, que tiene que observar el
abogado durante todo el proceso, en suma, transgredir o limitar el sagrado secreto profesional
del abogado, equivale a la quiebra y violación al derecho constitucional de defensa.

De los unos 65 mil abogados, que en la actualidad se encuentran inscritos y registrados en el


Colegio de Abogados de la República Dominicana, solo apenas entre unos 25 y 35 mil estarían
ejerciendo, más de un 90% de manera informal, sin lugar a dudas ni remotamente preparado
para asumir la carga que supone convertirse en un informante bajo un riguroso esquema de
confidencialidad, de los negocios de sus clientes con las autoridades, este nuevo enfoque
rompería la mística y filosofía de trabajo que une a los abogados con su clientes, perdiéndose
la confianza y quebrándose la relación de trabajo.

El pasado viernes 26 de enero, el presidente del notariado mexicano, José Antonio Manzanero,
denunció en el periódico El Universal de México que, como consecuencia de su labor, los
notarios han sufrido muertes, amenazas y secuestros, principalmente en Tamaulipas, Guerrero
y Michoacán, donde también por efectos de su ley antilavado, tienen responsabilidades
similares a las nuestra, de informar sobre la ocurrencia de presuntas operaciones sospechosas.
De ahí que los abogados notarios mexicanos están abandonando la profesión y pidiendo la
protección de las autoridades, al sentirse acosados por el crimen organizado, quienes les
acusan de delatarlos sobre sus actividades, precisamente en el marco del cumplimiento de la
ley.

Un espejo en el que deberíamos vernos, se nos ha convertido en investigadores y persecutores


del lavado de activos, sin que tengamos la debida protección, ni la logística para ello,
convirtiendo sin lugar a dudas en el país, el ejercicio profesional del derecho y reiteramos en
riesgoso y hasta peligroso.

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http://onyourworstday.com/ltimas-noticias/2016/2/1/confidencialidad-vs-privilegio-de-
abogado-cliente

. Confidencialidad vs. Privilegio de Abogado-Cliente

Tanto la Confidencialidad como el privilegioentre abogado-cliente tienen que ver con


información que el abogado debe mantener privada. El propósito de estas normas es proteger
la capacidad del cliente de confiar libremente en su abogado, pero los dos conceptos no
significan lo mismo. Hay varias diferencias críticas entre las normas y en cuanto a su
aplicabilidad y excepciones, y alcance de la información que cubren.

El principio de confidencialidad se refiere a que el abogado no debe revelar información


relacionada con la representación. Una violación de estas normas de ética puede llevar a
sanciones disciplinarias. Por otro lado, el privilegio entre abogado-cliente aplica en
procedimientos en los cuales un abogado puede ser llamado como testigo, o que de alguna
manera se le requiera que muestre evidencia concerniente a cliente.

El privilegio abogado-cliente únicamente protege la esencia de la comunicación que el cliente y


el abogado han tenido y sólo incluye la información que se dio para propósitos de la
representación legal. La información subyacente no está protegidasi es que está disponible a
través de otra fuente. Por lo tanto, no se puede poner una “capa” probatoriade protección
sobre la información simplemente porque se le ha confiado a un abogado. Incluido dentro del
privilegio entre abogado-cliente está algo a lo que se le llama producto de trabajo. La Doctrina
de Producto de Trabajo específicamente protege las notas del abogado, sus observaciones,
ideas e investigación del proceso de descubrimiento de pruebas.

Por otro lado, la obligación ética de la confidencialidad entre cliente-abogado es bastante


extensa en cuanto a que parte de la información está protegida. No aplica únicamente a lo que
un cliente le comunique en confidencia a su abogado, sino también a toda la información
relacionada con la representación sin importar si se obtuvo a través del cliente o de otra
fuente.

Información Confidencial debe permanecer confidencial durante la representación, y a partir


de ahí, aun después de la muerte del cliente. Junto con el principio básico de mantener la
privacidad de la información del cliente un precepto clave para mantener la confidencialidad
de manera ética es que la información no se use para perjuicio del cliente, sino no para su
beneficio. Aun información que se obtenga después de quela representación del cliente haya
concluido se debe mantener confidencial. Sin embargo, una vez que la información se vuelve
del conocimiento general, no sólo conocida por algunos, pierde la protección de
confidencialidad de abogado.

En general, lo que usted le dice a su abogado se queda entre usted y su abogado. El lado
contrario, o el estado, no pueden obtener está información legalmente por parte de su
abogado y usarla en su contra, a menos que usted le haya dicho a alguien más. En ese caso ¡La
suerte está echada!

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https://elnuevodiario.com.do/nueva-ley-lavados-mantiene-secreto-profesional-del-abogado/

John Garrido

El secreto profesional del abogado en nuestra legislación debe entenderse como el deber que
tienen los abogados frente a su cliente de no revelar a terceros los hechos que han conocido
en el ejercicio de su profesión. Este secreto se extiende cuando el abogado ha dejado de
prestar su servicio conformen a los artículos 15 y 18 del Código de Ética del Profesional del
Derecho.

El código procesal también mantiene y protege el secreto profesional del abogado en varios de
sus artículos y establece que su revelación constituye un delito a instancia privada (art. 31). En
cambio el (art. 187) ordena que no pueden ser objeto de secuestro las comunicaciones entre el
imputado y su abogado defensor. El (art. 197) dispone el deber de abstención para quienes
según la ley deban guardar secreto y agrega dicho texto que el abogado no puede negarse a
prestar su testimonio cuando sean liberadas por el interesado del deber de guardar. En caso
de ser citados deben comparecer y explicar sobre las razones de su abstención.

En el ámbito internacional se incorporó el abogado como sujeto obligado en el llamado Grupo


de Acción Financiera sobre lavado de activos -GAFI- cuyo propósito es promover, desarrollar y
coordinar políticas tendientes a luchar contra el blanqueo de capitales en el mundo. El GAFI
elaboro Cuarenta Recomendaciones las cuales se aprobaron en el año 1991 y luego de los
ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001 tuvieron algunas actualizaciones. La de
octubre de 2002 que incluyó una colección de recomendaciones Especiales sobre
Financiamiento del Terrorismo, y otra del 20 de Junio de 2003. En esta última se aprobó para
ese entonces la nueva recomendación número 12 referida a la obligación que deberán tener
los abogados de cumplir con ciertos requisitos propios del principio de “conoce a tu cliente”.

La recomendación número 22 se le exige a los profesionales, entre ellos el abogado, que lleve
a cabo procedimientos de debida diligencia respecto del cliente, tales como la identificación y
verificación de la identidad de sus clientes, cuando participe en representación de su cliente en
las transacciones indicadas en la Recomendación 22, a saber: (i) operaciones para el cliente
vinculadas a la compraventa de bienes inmuebles; (ii) la administración de dinero, valores y
otros activos del cliente; (iii) administración de cuentas bancarias, de ahorro o valores; (iv)
organización de aportes para la creación, operación o administración de compañías; (v) o en la
creación, operación o administración de personas jurídicas o estructuras jurídicas, y compra
venta de entidades comerciales, ect. Estas actividades son las misma adoptada por el artículo
33 de la ley 155-17 contra el lavado de activos y financiamiento de terrorismo

Finalmente, la Recomendación 23 viene a exigir a los abogados, notarios, otros profesionales


jurídicos independientes y contadores que actúan como profesionales jurídicos
independientes, no tienen que reportar transacciones sospechosas si la información relevante
se obtuvo en circunstancias en las que éstos están sujetos al secreto profesional o el privilegio
profesional legal.
La ley 155-17 contra el Lavado de Activos y Financiamiento de Terrorismo, así como las
Recomendaciones del llamado Grupo de Acción Financiera sobre lavado de activos -GAFI-
protegen el secreto profesional del abogado el cual esta reforzado por el Código Procesal
Penal y Código de Ética del Profesional del Derecho.

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https://www.elobservador.com.uy/el-lavado-activos-los-abogados-y-el-tacto-rectal-n1005356

El lavado de activos, los abogados y el "tacto rectal"

Una tomografía computada" o "un tacto rectal". Cualquiera de esos dos procedimientos se
asemejan a lo que deberá hacerle un abogado a un cliente cuando lo consulta sobre el origen
del dinero que utiliza para un negocio, opinó el penalista y criminólogo Germán Aller durante
un seminario internacional de derecho penal, que tuvo como foco al lavado de activos y el
proyecto de ley que se propone combatir ese delito.

Aller se refería a la obligación que dispone la iniciativa legal de que los abogados sean "sujetos
obligados" de presentar un reporte de operación sospechosa (ROS) de lavado de dinero. "Los
abogados tenemos una larga historia de ser perseguidos y hoy lo somos, en plena democracia.
Se nos pide traicionar al cliente. El abogado que recibe en su despacho al cliente que le habla
de que tiene un dinero y que no sabe de dónde viene, tendrá que hacerle prácticamente una
tomografía computada, por no decir un tacto rectal, para saber de dónde proviene. Es como
una especie de garante raro antijurídico, que no hay catedrático que pueda justificar
técnicamente", dijo en el seminario, del que también participaron jueces, fiscales y el
presidente de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), Ricardo Pérez Manrique.

Todos los expositores coincidieron en que el proyecto de ley, elaborado por la Secretaría
Antilavado y legisladores, viola la Constitución y "violenta garantías".

Pérez Manrique manifestó en su intervención que "esta situación en la cual el profesional es


colocado como una suerte de funcionario público al que se le obliga a denunciar determinadas
operaciones, pone en juego la real esencia del derecho de defensa".

"La pregunta es si el Estado, en su afán o en su preocupación de reprimir este tipo de delito,


está en condiciones de pasar por encima de determinadas garantías", agregó.

“Esta cuestión del lavado de activos tiene una fuerte impronta de una presión a nivel
internacional, intereses que no son propiamente los del país”

“El secreto profesional es un elemento esencial en el derecho macro del acceso a la Justicia. Si
tengo que asesorar a una persona como abogado a los efectos de preservar su libertad,
indudablemente la necesidad de un relacionamiento sin velos entre el profesional y el
defendido es imprescindible”

Ricardo Pérez Manrique, presidente de la SCJ

“El proyecto de ley es autoritario en plena democracia. Lo que importa es que no sea ley, por
lo menos no es estos términos. Acá no es un problema de ideología políticas, es un problema
de concepción de Estado”

“Este proyecto que tenemos entre manos no solo violenta al secreto profesional. El secreto no
es un derecho del abogado, es una pesada mochila que cargamos todos los abogados”

Germán Aller, penalista y criminólogo

“No podemos en aras de decir que atrapamos a esta persona violentar las garantías que tanto
nos han costado”

“Se dieron cuenta de que la palabrita abogado no estaba y dijeron vamos a establecer esa
obligación”

Blanca Riero, jueza penal

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http://laley.pe/not/3223/-ldquo-obligar-a-los-abogados-a-reportar-operaciones-sospechosas-
no-tendria-ninguna-utilidad-rdquo-/

CARLOS CARO, ESPECIALISTA EN DERECHO PENAL ECONÓMICO, Perú

Yo creo que es muy complicado incorporar a los abogados como sujetos obligados. En primer
lugar, aplicar una iniciativa así violaría el derecho de defensa y la confidencialidad propios del
ejercicio de la profesión.

Para reportar una operación sospechosa, esta debe haberse realizado o debe haberse
pretendido realizar. Si la operación se ha realizado y el abogado ha participado en ella,
entonces el sujeto obligado se estaría incriminando y reportando a sí mismo. Eso es auto-
denunciarse. En países como España, donde los abogados sí son obligados desde el 2010, no se
han generado consecuencias exitosas ni eficacia.

¿Qué ocurre en otro supuesto, cuando al abogado no le interesa asumir el caso planteado por
su cliente? ¿Tendría el abogado que reportar una operación que se ha intentado realizar y no
perjudicó a nadie porque no llegó a realizarse? Desde el punto de vista práctico es bien difícil
que suceda. Hay una limitación no solo de orden jurídico, sino en el sentido fáctico, pues se
trataría de situaciones poco posibles.
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La prevención del lavado de activos y el

ejercicio profesional en el mundo globalizado *

Por Ezequiel Cabuli y Griselda J. Jatib

https://www.colegio-escribanos.org.ar/biblioteca/cgi-bin/ESCRI/ARTICULOS/48676.pdf

VIII. Profesionales: la obligación de informar

Las recomendaciones del GAFI y de otras instituciones sobre operaciones

financieras y otras actividades han apuntado a las profesiones liberales que

“tienen como ejecutores actores e integrantes de profesiones jurídicas independientes,

entre otros, a los abogados, notarios y contadores”. Si bien coincidimos

en que en una gran parte de las “actividades u operaciones” que se mencionan

en el anexo de la recomendación número 9 de la GAFI intervienen los

citados profesionales, ello no explica que, además de incluirlos, se les exijan

idénticas obligaciones que a las instituciones financieras.

Fue también receptado este principio por la Directiva europea 2001/97,

modificatoria de la Directiva 91/308, que vehiculizó los sucesivos informes del

Consejo Europeo y ampliaron el ámbito de los sujetos obligados, al incluir

también a los auditores contables externos, asesores fiscales y agentes de la

propiedad inmobiliaria, incluso a comerciantes de bienes de valor suntuario,

etcétera.

IX. La resistencia de los abogados europeos

Finalmente, la tercera Directiva sobre Blanqueo de Capitales de septiembre

de 2005, a la cual nos referimos, y que fue aprobada por el Consejo de la UE,

es la que más resistencia ha generado en los abogados europeos, quienes manifestaron

“que por cuanto en lo que atañe a esta profesión, consideran que la

misma se encuentra regulada y muy liberalizada, por lo que no se debe interferir


en su funcionamiento”; así lo ha sostenido la Conferencia de Presidentes

de las Abogacías Europeas, quienes firmaron una carta de intención, donde

formulan su desacuerdo con la Directiva.

En julio de 2005 los Colegios de Abogados belgas obtuvieron la aprobación

del Tribunal Constitucional Belga para que éste planteara una cuestión prejudicial

ante el TJCE de la UE, para que se pronuncie sobre la ley belga que

transpone a la legislación nacional de este país la Directiva de Blanqueo de Capitales

del año 2001, donde se establece la obligación de denunciar que tienen

los abogados, y si la misma es compatible con el art. 6 del Convenio Europeo

de Derechos Humanos (derecho a un juicio justo); el TJCE deberá expedirse

en un plazo de 18 a 24 meses.

Asimismo, los Colegios de Abogados de España y Francia han realizado peticiones

al Parlamento Europeo sobre las exigencias de la última Directiva, pidiendo

su posposición antes de su transposición a las legislaciones respectivas.

X. El secreto profesional

La documentación archivada en una notaría o en un estudio jurídico o contable

es una prueba contundente para la pesquisa del trayecto seguido por el

dinero ilícito, aunque no siempre se puede establecer el origen del mismo porque

el lavado recorre una ruta sinuosa y compleja, que dificulta la identificación

por parte del notario, por resultar ajeno a sus “operaciones de ejercicio”,

en tanto también es cierto que éste no debe transformarse en un “gendarme financiero”,

según la acertada frase del notario español Juan Álvarez Salas.

La cuestión ha suscitado numerosas polémicas en cuanto al alcance que las

legislaciones de no sólo nuestro país, sino de Europa, le han dado, donde las

sanciones recaen, además de sobre los notarios, también sobre los abogados,

contadores y otros operadores, en su deber de información, frente a una operación

sospechosa.
Lejos estuvo la reciente reforma en nuestro país (ley 26087) de contemplar

tales aspectos y, por el contrario, estableció que los sujetos del artículo 20 de la

ley 25246, en los que se incluyen profesionales, no podrán oponer a la UIF los

compromisos de confidencialidad ni el secreto profesional.

¿Implica esto una falta de ética de los profesionales para con sus

clientes?

Recientemente en España, según una nota aparecida en el diario ABC, se

establecía que “los notarios serían obligados a notificar por escrito al Banco de

España frente a cualquier operación sospechosa”. La preocupación en particular

es por la relación contractual que se establece entre el profesional y su

cliente, y la posibilidad de violar el código ético y la confiabilidad establecida

entre ambos. Esta dificultad se da principalmente en la apreciación, por parte

del profesional del derecho, del “delito grave” y su evaluación, que puede llegar

a hacer, sin violar los principios mencionados ni incurrir en delito por una

confusa aplicación de la norma de protección. Es por ello que la misma deberá

ser clara en su contenido para no generar pautas que den lugar a una violación

a los más altos preceptos del deber profesional.

Es difícil imaginar que alguien acuda a su profesional de confianza sin tener

la seguridad de que lo que le cuente no saldrá nunca de su despacho.


XI. El dictado de normas de protección en la Argentina.

La obligación de informar

En sintonía con los estándares promocionados internacionalmente, la Argentina

sancionó, en mayo de 2000, la ley 25246 de encubrimiento y lavado de

activos de origen delictivo, asumiendo el compromiso de estructurar un sistema

preventivo a los efectos de impedir el lavado de dinero.

Un año después se reglamentó esta ley mediante dos decretos, en los cuales

se destaca la importancia de que tanto el Estado como la sociedad deben

adoptar medidas que permitan enfrentar semejante fenómeno, estableciendo


cuáles serán las “operaciones sospechosas” y quiénes tendrán el deber de informarlas.

Además, se creó la Unidad de Información Financiera, organismo

encargado del tratamiento y análisis de tales operaciones.

Entre estos “hechos” u “operaciones sospechosas” se destacan ciertas actividades

realizadas ante escribanos, contadores, despachantes de Aduana y martilleros,

entre otros operadores, en ejercicio habitual de su profesión, que por

su magnitud y características se aparten de las prácticas usuales del mercado,

y se establece un sistema de sanciones por su incumplimiento.


Siguiendo al escribano Pelosi 3

, coincidimos en que estas normas violan el

“principio de legalidad, en tanto obligan al escribano a denunciar operaciones

consideradas sospechosas, basadas en criterios difusos, ello agregado a la delegabilidad

de la potestad punitiva del Estado, y la transferencia de la misma a

una repartición sin facultades legislativas como la UIF, donde la transforman

lisa y llanamente en normas violatorias de nuestra Constitución”.

Ante estos hechos tan graves, el Colegio de Escribanos de la Ciudad de

Buenos Aires y el Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires hicieron

sendas presentaciones ante la justicia federal para que se declare la inconstitucionalidad

de la ley 25246 y la resolución de la UIF 10/2004.

Entendemos y concordamos con la presentación del Colegio de Escribanos

de la Provincia de Buenos Aires en que la reglamentación de la ley viola garantías

constitucionales enunciadas en el art. 18 de nuestra Constitución, que

respalda y fundamenta, estableciendo a su vez la doctrina nacional e internacional

la exclusión de la defensa por mano propia y su reemplazo por el debido

proceso judicial.

Asimismo, se destaca que “la simple lectura de la resolución número

10/2004 advierte que se ha delegado en los escribanos públicos facultades de

investigación de probables ilícitos de naturaleza penal compleja con un evidente


criterio subjetivo [...] el ejercicio de actividades de investigación y de

instrucción, de por sí ajenas a su formación profesional, han obligado a su

aplicación con criterio subjetivo, condicionando las mismas, conforme a su

resultado, a graves sanciones”: esto resulta de por sí esclarecedor.

La ley 23187 (Adla, XLI-C, 2006), que rige el ejercicio de la abogacía en la

Capital Federal, impone a los abogados el deber de “observar con fidelidad el

secreto profesional”. Por su parte, el Tribunal de Disciplina del Colegio Público

de Abogados ha dicho: “Que el deber de reserva constituye un derecho, pero

primordialmente un deber del abogado y su violación hiere a la sociedad

entera, porque quita a los profesionales en los que la sociedad se apoya, su

principal sustento, que es la confianza.

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Acerca de la Justificación o no de la inclusión del abogado como sujeto obligado a colaborar en


la prevención de lavado de activos y el riesgo de imputación penal culposo

Posted on 25 Noviembre, 2012 by Ana Cecilia Hurtado Huailla

http://www.cedpe.com/blogs/Delitos_empresariales_y_derecho_procesal/?p=10

II. Ejercicio de la profesión de abogado, el Secreto profesional y el derecho de defensa

1. Ejercicio de la profesión de abogado

La profesión del abogado, en la práctica se ejerce, no solo a través de la asesoría jurídica en


temas litigiosos, sino a través de la consultoría y el asesoramiento para la realización de actos
o negocios jurídicos. Es decir, los abogados también pueden (y habitualmente lo hacen)
realizar actuaciones materiales (gestiones, actos, negocios jurídicos) en nombre, por cuenta o
en interés de sus clientes, y de conformidad con las instrucciones recibidas de ellos, lo que
puede llevarse a cabo con o sin poderes de representación.
Por tanto en la práctica y con exclusividad legal[14], el abogado puede realizar labores de
asesoramiento o consultorías en asuntos litigiosos; y por otro lado, no existiendo prohibición
alguna, también puede realizar asesoramiento o consultorías en asuntos de gestión y
administración, en ese último campo, el abogado puede facilitar a los clientes la constitución o
compra de sociedades, actuar como administrador de una sociedad del cliente, o gestionar el
rendimiento de sus bienes, así también existen despachos que actúan como intermediadores o
gestores de negocios ajenos; y finalmente puede realizar ambas actividades en conjunto, e
indistintamente en cualquiera de dichas actividades puede darse modalidades de Blanqueo.

Ahora bien, una vez delimitada a groso modo, la actuación profesional del abogado y habiendo
determinado que existirían dos ámbitos de actuación del abogado, pasaremos a analizar en
cuál de los ámbitos de actuación, se encontraría justificada la incorporación del abogado como
sujeto obligado de colaborar con la prevención y detección de blanqueo de capitales.

2. Secreto profesional y del derecho de defensa

En el ámbito del asesoramiento legal en procesos litigiosos, el abogado tiene la exclusividad y


única legitimidad en el ejercicio del derecho de defensa, lo que implica que a efectos de
ejercerla debidamente, debe tener total conocimiento de los hechos y actuaciones realizados
por su cliente o en los que se encontraría inmersos sus clientes, información que le es brindada
en un ámbito de confianza, por tal razón resulta justificado y necesario que se encuentra
protegida con el deber que se le impone al abogado de guardar secreto de aquellos hechos o
actuaciones derivados de dicha asesoría.

De esta forma, el secreto profesional debe entenderse como la obligación legal que tiene
ciertas profesiones de mantener en secreto la información que han recibido de sus clientes; es
una forma de asegurar y no revelar una información que se ha obtenido a través de una
relación de confianza, siendo este último su fundamento.

En el Perú, el deber de guardar en secreto profesional tiene protección constitucional, así en el


artículo 2, se establece que: Toda persona tiene derecho a: “18. A mantener reserva sobre sus
convicciones políticas, filosóficas, religiosas o de cualquiera otra índole, así como a guardar el
secreto profesional”. Sin embargo, no nos da una delimitación, de cual es el ámbito de
aplicación de este deber de reserva del secreto profesional.

Inclusive la protección del secreto profesional se encuentra consignado en el código penal


Peruano, regulándose en el artículo 165, el delito de Violación del secreto profesional
señalando: “El que, teniendo información por razón de su estado, oficio, empleo, profesión o
ministerio, de secretos cuya publicación pueda causar daño, los revela sin consentimiento del
interesado, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor de dos años y con sesenta
a ciento veinte días-multa”. El tipo penal parece ser que solo se refiere a todo tipo de
información obtenida en razón de su profesión, empleo o cargo, no diferencia los ámbitos en
que puede desarrollar la profesión el abogado, ni las circunstancias en que se ha obtenido
dicha información. Asimismo, a nivel procesal, en el artículo 165[15] del Código Procesal Penal
se establece que podrán abstenerse de prestar testimonio los abogados, salvo cuando sean
liberados del secreto.

De esta forma, es contundente y justificada, la premisa de excluir al abogado del ámbito de los
deberes de los sujetos obligados a prevenir y detectar operaciones de Blanqueo, cuando los
abogados ejerzan la actividad de asesoramiento litigioso y en virtud de dicha actividad hayan
tomado conocimiento de indicios de actividades de blanqueo. En los asuntos de carácter
litigioso, su fundamento es el ejercicio del derecho de defensa con todas las garantías y para
que el abogado pueda desarrollar correctamente su función resulta también imprescindible
que el cliente comunique a su defensor la totalidad de los hechos y el cliente no contará toda
la verdad, si el cliente no confía plenamente en que el abogado guardará la información que le
proporciona con total confidencialidad.[16]

Sin embargo, respecto de las actuaciones que los abogados realicen en desarrollo de actos de
gestión material de intereses de los clientes, es discutible si están cubiertas por el deber del
secreto profesional o no.

Al respecto se pueden advertir dos posturas, por un lado una que sustenta que todas las
actuaciones del abogado se encuentran protegidas por el secreto profesional, es decir, tanto
las actuaciones del abogado en el ámbito del asesoramiento en el litigio como en el ámbito del
asesoramiento en gestión y administración. Esta postura, por un lado tiene un sustento
normativo, y en la relación de confianza.

El sustento normativo de esta postura, en el Perú se vería reflejado en el hecho que el deber
del guardar el secreto profesional tiene protección constitucional, desarrollada
específicamente en lo que se refiere al asesoramiento litigioso del abogado, en el artículo 288
de la Ley Orgánica, estableciendo que es deber del abogado patrocinante: “guardar el secreto
profesional”. Por otro lado en el código penal, la sanción por la violación de secreto
profesional, pareciera que abarca toda aquella información que pueda causar daño al cliente y
cualquier información obtenida en el contexto de cualquier tipo de asesoramiento, no
haciéndose distinción alguna a que ámbito o campo del ejercicio de la profesión se haya
obtenido la información prohibida de revelar.
El caso de España, la ley orgánica del poder judicial y el código penal[17], desde sus respectivas
regulaciones del secreto profesional y del delito de revelación de secretos, obligan al abogado
a guardar reserva de todos los datos o informaciones que reciban de sus clientes.

La segunda postura, denominada tesis negativa, referida a que sólo las actuaciones que los
abogados realizan en el ámbito del asesoramiento litigioso se encuentran protegidas por el
secreto profesional, se sustenta, en que la ley orgánica del poder judicial de ambos países,
impone a los abogados el deber de guardar aquella información obtenida en el secreto
profesional en relación con las actividades de asesoramiento en litigios judiciales, pues es ahí
donde se vulneraría el derecho de defensa y se crearía un grave perjuicio. En España se
fundamenta en que la expresión cualquiera de las modalidades de su actuación profesional,
empleada en el artículo 542.3 de la ley Orgánica del Poder Judicial, debe interpretarse de
conformidad con los ámbitos del ejercicio que se definen previamente en el apartado 1 de ese
mismo precepto[18]. Es decir, restringe el ámbito de aplicación del secreto profesional,
reservándolo solo para los casos en que el abogado preste asesoramiento en procesos
litigiosos, contrario a lo establecido en el código penal, que lo prevé de forma general.

La importancia de distinguir sobre que ámbitos resulta o no aplicable el secreto profesional


sobre la información que reciban los abogados de su cliente, cobra mayor relevancia, en el
caso, que aquel abogado Español que como producto del asesoramiento brindado en el campo
de la administración y gestión, toma conocimiento sobre actividades que podrían calificarse
como blanqueo de capitales de su cliente y que esté obligado a comunicar. En dicho caso, el
abogado Español en cumplimiento de la ley 10/2010 como sujeto obligado, tiene el deber de
delatar a su cliente e informar a SEPBLAC, dado que en la medida que no lo haga podría verse
incurso el delito de blanqueo de capitales, en su modalidad culposa o dolosa, según sea el
caso, sin perjuicio de las sanciones administrativas; y, en virtud de lo previsto en el artículo 199
del Código penal, si devela información obtenida como producto del referido asesoramiento,
podría verse incurso en una investigación por el delito de violación del secreto profesional
dado que el tipo penal no solo protege la información obtenida por el abogado en
asesoramiento de casos litigiosos, sino en general.

La solución sobre esta tensión de deberes, se podría hallar en el artículo 20.7 del Código penal
español, sobre las eximentes de ejercicio legítimo de un deber previsto en la ley 10/2010, que
podría ser aplicable al caso a efectos de evitar la responsabilidad penal por la violación del
secreto profesional, sin embargo, también existe la posibilidad de poder invocarse la misma
eximente para evitar la eventual responsabilidad por blanqueo capitales, bajo el sustento de
que existe el deber de guardar el secreto profesional y que por dicha razón no se cumplió con
el deber de comunicar.
Sobre ello, Esteban Mestre señala que las actuaciones de realización material de actos o
negocios jurídicos en nombre de los clientes no suponen plasmación de ningún derecho
fundamental, sino de otros actos de configuración legal, por lo que en su desarrollo no puede
invocarse ninguna causa de justificación, del artículo 20.7 del Código penal, para eludir la
aplicación de las normas de prevención y represión de blanqueo de capitales[19].

Por otro lado, también se sostiene, que la solución a efectos de esta tensión entre deber de
comunicar y deber de mantener el secreto profesional, se vería superado, si solo se le hubiera
impuesto al abogado el deber de abstención, y solo en ese caso, el incumplimiento debería
acarrear responsabilidad penal. Pues exigir a particulares, en concreto a profesionales liberales
sin medios para ello, que lleven a cabo verdaderas actividades policiales ajenas totalmente a
su profesión, constituye la atribución de una suerte de rol social que en realidad no les
corresponde, y no nos estamos refiriendo a aquellos supuestos límite en los cuales, por existir
la incriminación del delito de blanqueo en su modalidad imprudente, la pretendida infracción
del deber de cuidado por parte del letrado puede acabar siendo deducida, precisamente, por
el incumplimiento de tales –exacerbados–deberes[20].

Finalmente, soy de opinión de que en la medida que la actividad de gestión y administración


que ejerce el abogado, no implica poner en riesgo el derecho de defensa que requiere una
persona sometido a un litigio procesal, se encontraría justificado dotarle de deberes
obligatorios de colaboración al abogado a efectos de la detección y prevención de lavado de
activos, puesto que si resulta necesario que la Abogacía se adapte a las modernas exigencias a
fin de prestar el servicio que la sociedad de hoy requiere, debe hacerse, pero sin renunciar a
principios fundamentales de su esencia.

IV. Conclusiones

En principio comparto con Sánchez – Gómez Vera-Trelles, quien sostiene que el traspaso
masivo a los ciudadanos particulares de dichos deberes propios del Estado y de sus
funcionarios con formación para ello (Fiscalía, Policía, servicios específicos de prevención del
blanqueo, etc.), sin más justificación para ello que la propia incapacidad estatal para la
persecución del delito, resulta perjudicial, impropio de un Estado de Derecho, ahoga ámbitos
de actuación libre que debieran quedar garantizados por la Constitución y no soluciona el
problema del blanqueo.

Sin embargo, ante la realidad y el avance de la criminalidad, soy de opinión de que en la


medida que la actividad de gestión y administración que ejerce el abogado, no implica poner
en riesgo el derecho de defensa que requiere una persona sometido a un litigio procesal, se
encontraría justificado dotarle de deberes obligatorios de colaboración al abogado a efectos
de la detección y prevención de lavado de activos, puesto que, si resulta necesario que la
Abogacía se adapte a las modernas exigencias a fin de prestar el servicio que la sociedad de
hoy requiere, debe hacerse, pero sin renunciar a principios fundamentales de su esencia.

**

http://www.elperuano.com.pe/noticia-el-abogado-y-lavado-activos-41442.aspx

El abogado y el lavado de activos

Liliana Calderón, sobre proyecto ley lavado de activos en Perú

“Lamentablemente, esta iniciativa se presenta como poco eficaz y problemática. Esta


propuesta no solo no contribuirá de manera significativa a combatir los delitos de
defraudación tributaria y lavado de activos sino que sobre todo atenta contra el derecho de
defensa y secreto profesional. Los abogados, por nuestra profesión per se, tenemos el deber
de confidencialidad con nuestros clientes, lo que nos impide revelar la información que
recibamos de estos. Incluso podría darse el supuesto que un abogado estuviese involucrado en
una maniobra defraudatoria o de lavado de activos, en cuyo caso brindar información al
respecto implicaría incriminarse a sí mismo, lo cual atentaría contra el derecho fundamental a
la no autoincriminación”.

**

http://www.durrieu.com.ar/articulo_2004_07_01.html

El abogado frente al lavado de dinero.

¿Debe el abogado ser incluido como sujeto obligado de informar operaciones sospechosas a la
Unidad de Información Financiera?

El combate del lavado de activos provenientes del ilícito, tuvo un nuevo impulso en la década
del 80', principalmente por iniciativa de los Estados Unidos de Norteamérica, quien llevó la
cuestión a los organismos multilaterales. [2] Así es como se logró conformar en la década del
'90 una serie de recomendaciones universales luego suscriptas por casi la totalidad de los
países occidentales, y que constantemente se van actualizando a los requerimientos de los
tiempos de hoy.

Tanto creció la preocupación universal por combatir este complejo delito, que actualmente, y
más aún luego de los acontecimientos ocurridos en Nueva York el 11 de Septiembre de 2001,
cualquier país que no tenga incorporada dentro de su legislación sanciones penales y de tipo
penal administrativo [3] que prevengan y repriman este delito, tendrán un motivo más para
alejarse de su inserción en el mundo civilizado.
Nuestro país, en el año 1989 también se sumó a esta postura mediante la incorporación del
artículo 25 de la ley 23.737, que penalizó el lavado de activos provenientes del narcotráfico.

Es así que en Mayo del 2000 [4], luego de un extenso debate parlamentario, se puso en
vigencia la nueva ley de lavado de activos que lleva el número 25.246, titulada “Encubrimiento
y Lavado de Activos de Origen Delictivo”.

I. Incorporación de los abogados como sujetos obligados a informar, en las “40


Recomendaciones” de la GAFI, y reciente proyecto de ley.

A fin de combatir efectivamente el creciente delito [5], en el plano internacional se conformó


el denominado “Grupo de Acción Financiera sobre lavado de activos” (FATF-GAFI) [6]. El GAFI
nació con el fin de promover, desarrollar y coordinar políticas tendientes a luchar contra el
blanqueo de capitales en el mundo. Su puntapié inicial fue la realización de sus “Cuarenta
Recomendaciones” aprobadas en el año 1991, que luego de los ataques terroristas del 11 de
Septiembre de 2001 tuvo dos actualizaciones. La de octubre de 2002 que incluyó una colección
de recomendaciones Especiales sobre Financiamiento del Terrorismo, y otra del 20 de Junio de
2003, que será a la que nos referiremos a continuación con especial énfasis. [7]

En esta última actualización la GAFI aprobó la nueva recomendación número 12 referida a la


obligación que deberán tener los abogados [8] de cumplir con ciertos requisitos propios del
principio de “conoce a tu cliente” (“know your custom”).

En las recomendaciones número 5°, 6° y 8° a 11° se le exige a los profesionales, entre ellos el
abogado, que lleve a cabo procedimientos de debida diligencia respecto del cliente, tales como
la identificación y verificación de la identidad de sus clientes, cuando participe en
representación de su cliente en las transacciones indicadas en la Recomendación 12 (d), a
saber: (i) operaciones para el cliente vinculadas a la compraventa de bienes inmuebles; (ii) la
administración de dinero, valores y otros activos del cliente; (iii) administración de cuentas
bancarias, de ahorro o valores; (iv) organización de aportes para la creación, operación o
administración de compañías; (v) o en la creación, operación o administración de personas
jurídicas o estructuras jurídicas, y compra venta de entidades comerciales.

Por otra parte, la Recomendación 16° viene a exigir a los abogados a “... que reporten
operaciones sospechosas, cuando, por cuenta o en representación de un cliente, participen en
una operación en relación con las actividades descriptas en la Recomendación 12 (d)”, es decir
en las operaciones detalladas en el párrafo anterior.
A fin de preservar el secreto profesional en los casos que corresponda, al final de la
Recomendación 16 se indica textualmente que “No se requiere que los abogados (...), que
actúen como profesionales independientes, reporten sus sospechas si la información relevante
ha sido obtenida en circunstancias en las que se encontraban sujetas al privilegio del secreto
profesional o secreto legal.”.

Los recientes agregados a las tradicionales “Cuarenta Recomendaciones”, fueron motivo de


que en nuestro país surjan proyectos de ley tendientes a acomodar nuestro ordenamiento
jurídico a tales requerimientos.

En este sentido, el proyecto con mayor relevancia presentado en el Congreso sugiere, tal como
lo indica la Recomendación 16° anteriormente citada, incluir a los abogados como sujetos
obligados a informar a la Unidad de Información Financiera (“UIF”) las “operaciones
sospechosas” que advirtieran de la relación profesional que tuvieran con sus clientes.

Textualmente, se sugiere agregar como inciso 21 del artículo 20 de la Ley 25.246, a los “...
abogados cuando asesoren o ejecuten operaciones para sus clientes concernientes al manejo
de dinero, valores negociables, compraventa de bienes raíces u otros activos del cliente,
manejo de cuentas bancarias, organización de aportes para la creación o administración de
personajes jurídicos o compraventa de entidades comerciales.” [9]

Recordemos que en su artículo 20, la Ley enumera los sujetos obligados a informar a la UIF, en
una larga lista de 18 incisos, entre los que se encuentran otros profesionales como los
contadores (inc. 17) o los escribanos públicos (inc. 12), y organismos públicos como el Banco
Central, la Comisión Nacional de Valores, Administración Federal de Ingresos Públicos, e
Inspección General de Justicia, entre otros. (inc. 15)

II. Planteo de situación:

Esta realidad ha producido un interesante debate entre los que consideran que se afectarían
principios constitucionales como el de inviolabilidad de la defensa en juicio (art. 18 de la C.N.),
si se obligara al abogado a informar a la UIF actividades sospechosas que conoció producto de
la relación profesional con su cliente; y los que creen, por otro lado, que el derecho de la
ciudadanía por conocer esta información a fin de prevenir casos de lavado de activos, justifica
que el derecho al secreto profesional se restrinja.
La cuestión es medir el correcto y justo alcance que se le debe otorgar al principio del secreto
profesional. Para un mejor entendimiento, hemos denominado en tres posturas, las diversas
corrientes de pensamientos que existen en el mundo:

• Postura amplia: La posición que denominaremos como la más amplia considera que el
secreto profesional se trata de un principio casi absoluto y esencial para el ejercicio de la
profesión, es decir que sólo en casos puntuales puede ceder. Algunas de las excepciones a la
regla podrán ser: (i) cuando el propio cliente es el que libera a su abogado de tal obligación
[10]; (ii) si se tratare de su propia defensa, (iii) o bien, cuando la actuación del abogado, en su
afán por asesorar o ayudar a su cliente, interfiere en el normal funcionamiento de la
administración de justicia, lo que sucede cuando el letrado no se limita a asistir
profesionalmente a su cliente, sino que se excede interviniendo en el hecho objeto del
proceso, a fin de alterarlo a favor de su defendido. Este supuesto no sólo no puede quedar
nunca abarcado dentro del derecho de defensa en juicio, sino que muy por el contrario podrá
ser constitutivo del delito de lavado de activos [11].

• Postura intermedia: otros creen que la exigencia sobre el profesional deberá prevalecer,
únicamente en dos supuestos: (i) el abogado se encuentra asesorando a su cliente en el curso
de la determinación de la posición legal, y siempre que no se extralimite en tal función; (ii) o
bien cuando se encuentra defendiendo, o representando a su cliente en algún procedimiento
judicial, administrativo, de arbitraje o mediación, o con relación a los mismos.

Pareciera que la postura de la GAFI es ésta, debido a que en las “Notas Interpretativas” de sus
“Cuarenta Recomendaciones” se indican que, si bien corresponde a cada jurisdicción
determinar las cuestiones que deberían considerarse como privilegio profesional, legal o
secreto profesional, normalmente estaría cubierta la información obtenida del cliente, o a
través de aquel, sólo en los dos supuestos enumerados anteriormente.

• Postura restrictiva: Por último, se encuentran los que consideran que el privilegio y deber del
profesional sólo podrá ceder en los casos donde el abogado se encuentre formalmente
actuando en defensa en juicio. Considerando entonces que el derecho de la comunidad por
conocer actos irregulares que podrían conformar el delito de lavado de dinero, debe
prevalecer en todos los casos, salvo, repetimos, cuando el abogado es convocado a defender a
su cliente en un proceso judicial.

Este amplio debate se produce, como dijimos, en el mundo entero, existiendo legislaciones
que contemplan en mayor o menor medida las posturas anteriormente señaladas.

III. Legislación comparada:


Es interesante analizar, aunque sea rápidamente, que disponen en este sentido las
legislaciones de otros países, y en definitiva como han resuelto el dilema que se nos presenta.
[12]

Canada: A raíz de un reciente planteo de la Federación de Colegios de Abogados de la


República de Canadá y otras colegiaturas locales, se declaró inconstitucional la norma dictada
por el Congreso de este país, que obligaba a los abogados a denunciar las operaciones
sospechosas de lavado de dinero. Sin embargo, cabe destacarse que se mantuvieron, es decir
no fueron tachadas de inconstitucional, otras obligaciones que deberá respetar el letrado,
vinculadas al deber de “know your custom” ; persistiendo la obligación del letrado de
identificar quien es su cliente, e informar -en caso de que le fuera requerido por juez
competente- la identidad del mismo y exhibir documentos respaldatorios.

*México: si bien al igual que en nuestro país existen proyectos tendientes a modificar esta
cuestión, por el momento las obligaciones de informar no alcanzan a los abogados. Al igual
que en nuestro país, si existe obligación para otros profesionales como los notarios y
contadores.

*Estados Unidos de Norteamérica: Las normas que reprimen el delito de lavado de dinero,
tales como la “USA Patriot Act”, o bien el “Bank Secrecy Act”, no incluyen a los abogados como
sujetos obligados a informar operaciones sospechosas.

Chile: si bien la cuestión no está muy clara, ya que existe una contraposición entre normas de
fondo, la jurisprudencia ha entendido que el abogado no tiene obligación –en principio- de
informar, estando protegida la información que le aporte el cliente por el secreto profesional.
No se indica con claridad en la norma las cuestiones que deberían considerarse como privilegio
profesional.

Colombia: No están alcanzados los abogados a informar, aunque existe un proyecto de ley
para modificar tal cuestión.

Austria: los abogados están obligados a informar inmediatamente al Ministerio del Interior de
cualquier operación que sospechen pueda tener por objeto el lavado de activos o la
financiación del terrorismo.
Bélgica: Están obligados a informar y las leyes sobre el lavado de dinero les son aplicables
cuando asistan a clientes en la preparación y ejecución de actividades financieras (incluye la
compra o venta de compañías y otros activos).

Dinamarca: También les son aplicables aquí las disposiciones sobre el lavado de dinero y la
obligación de informar. Sin embargo, los abogados están exentos de tal obligación cuando
representen a clientes, antes, durante o después de un juicio.

Francia: La situación es similar a la de Bélgica. Los abogados están incluidos entre las personas
obligadas a informar sobre operaciones sospechosas, pero están excluidos de dicha obligación
cuando la información la hayan recibido en el ejercicio profesional en actividades relativas a
consultas legales o en el ejercicio de actividades en el interés del cliente, o cuando tales
actividades estén relacionadas con un procedimiento legal.

España: los abogados mantienen la obligación del secreto profesional cuando la información la
obtuvieron de su cliente en la actividad profesional por determinar su posición legal o cuando
la obtengan en ocasión de defender o representar al cliente en procedimientos judiciales o
administrativos o con relación a ellos, incluyendo el asesoramiento para evitar un proceso
judicial en contra de su cliente, independientemente si se obtuvo tal información antes,
durante o después de iniciados los procedimientos.

IV. El marco normativo necesario para analizar la cuestión:

La ley 25.246 de “Lavado de Activos de Origen Delictivo”, indica en su artículo 20° último
párrafo, que los sujetos obligados, no podrán invocar las disposiciones legales referentes al
secreto profesional, ni los compromisos de confidencialidad establecidos por la ley o por
contrato, cuando el requerimiento de información sea formulado por un juez competente [13].

Sin embargo, por otro lado debe destacarse que el artículo 156 del Código Penal establece
textualmente que “será reprimido con multa de mil quinientos a noventa mil pesos e
inhabilitación especial, en su caso, por seis meses a tres años, el que teniendo noticias, por
razón de su estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un secreto cuya divulgación pueda
causar daño, lo revelare sin justa causa.”

Además, el artículo 22° de la ley 25.246 crea un delito donde se penaliza con prisión de seis
meses a tres años al funcionario público o tercera persona (podrá ser un abogado) que
revelare información secreta fuera del ámbito de la Unidad de Información Financiera. [14]
Es decir, si se incluyera a los abogados como sujetos obligados a informar operaciones
sospechosas, entonces se les estará pidiendo que violen el deber que existe sobre ellos de
guardar el secreto profesional. En consecuencia, se podría decir también que la disposición del
artículo 20° de la ley 25.246 referida a la imposibilidad de invocar tal privilegio, estaría
incluyendo la “justa causa” a la que se refiere el artículo 156 al final de su texto.

En este mismo sentido, si prospera la iniciativa tal como fue planteada por el diputado
Arguello, se podrá acusar al abogado que conservara la confidencialidad de los secretos que le
fueron confiados oportunamente por su cliente, del delito de violación de secretos del artículo
22° de la ley 25.246, o bien del estipulado en el artículo 156 del Código Penal.

Nótese además, que en el proyecto de ley del referido diputado, no se incluyó lo dispuesto en
la Recomendación 16 de la GAFI, referente a los casos en que el profesional no deberá
reportar si la información fue obtenida en circunstancias en las que se encontraban sujetas al
privilegio del secreto profesional o secreto legal.

A fin de completar aún más el marco normativo que debe tenerse en consideración para luego
analizar esta cuestión, y estar facultados para tomar posición, deben incluirse algunas normas
que regulan la práctica profesional de los abogados.

La ley 23.187 que rige el ejercicio de la abogacía en la Capital Federal, impone a los abogados
el deber de “observar con fidelidad el secreto profesional” (art. 6, inc. f). Agrega el art. 7, inc.
c), que son derechos específicos de los abogados: guardar el secreto profesional, y en el inciso
e), reconoce la inviolabilidad del estudio profesional en resguardo de la garantía constitucional
de la defensa en juicio.

Por su parte, el Código de Ética de la Provincia de Buenos Aires, en su regla 11° establece, en
su segundo apartado, que la obligación de guardar secreto es absoluta, diciendo que el
abogado no debe admitir que se le exima de ella por ninguna autoridad. Es más, se indica que
el abogado tiene derecho de oponer a los jueces el secreto profesional, ante el requerimiento
de información que se pueda requerir de aquellos.

En este mismo sentido, el artículo 16 del Código de Ética Profesional del Abogado de la
Federación Argentina de Colegios de Abogados establece que el secreto profesional constituye
a su vez un deber y un derecho del abogado. Es hacia los clientes un deber de cuyo
cumplimiento ni ellos mismos pueden eximirlo; y es un derecho del abogado hacia los jueces,
pues no podría escuchar el letrado expresiones confidenciales si supiese que podía ser
obligado a revelarlas.

Es decir, a simple vista nos encontramos ante normas que se contraponen entre sí. Esto es, se
enfrentan por un lado el interés social tendiente a conocer por medio de la Unidad de
Información Financiera que un tercero se encuentra realizando operaciones tendientes a
blanquear divisas, y por otro lado el interés, también social, de resguardar el secreto que un
cliente le confía a su abogado a fin de que lo asesore o ejerza su defensa.

En definitiva la pregunta que debemos responder en nuestro análisis es: ¿Cuál es el derecho
social que deberá prevalecer?.

V. Análisis jurídico de la situación:

Adelantando nuestro opinión, podemos afirmar que la norma que se intenta incluir en nuestra
legislación fruto de la interpretación de las recientes modificaciones a las “40
Recomendaciones” deberá ser tachada de inconstitucional, [15] ya que no vemos razón para
que el interés de la sociedad de conocer operaciones sospechosas que puedan conformar el
delito de blanqueo de capitales, pueda encontrarse por encima del derecho que también tiene
la sociedad en que las confidencias que se le delegan a un profesional no deban ser divulgadas.

Esta claro que si bien no existen derechos absolutos (conforme el artículo 14 de la Constitución
Nacional), cuando las leyes reglamentan el ejercicio de tales derechos, se crean muchas veces
dilemas como el que se nos presenta, que son superados por fallos o leyes posteriores, que
terminan por salvaguardar sólo algunos de los derechos en disputa, en detrimento de otros,
según la importancia institucional de cada uno de ellos.

En nuestro caso, el derecho que debería ser salvaguardado, según nuestro análisis, es el que
considera al abogado como al sacerdote; ambos reciben en ejercicio de su actividad
confidencias, que deben ser consideradas como un depósito inviolable. La confianza que sólo
su profesión le atrae, sería una detestable emboscada si pudiera abusar de ella en perjuicio de
su cliente; el secreto es, por tanto, la primera ley de su profesión; si la infringe, prevarica. [16]

Esta misma idea tiene Adolfo Parry, que señala en su libro “ética de la abogacía”, que “la
obligación del secreto ha sido establecida en un interés general; su violación no hiere
solamente a la persona que ha confiado el secreto, hiere a la sociedad entera, porque quita a
profesionales en las que la sociedad se apoya, la confianza que les debe rodear.” Incluso llega a
agregar el citado autor que “El nombre mismo del cliente que ha concurrido a su estudio, debe
quedar en secreto”. [17]

Por su parte, el Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados ha dicho que “el deber
de reserva constituye un derecho pero primordialmente un deber del abogado, y su violación
hiere a la sociedad entera porque quita, a los profesionales en las que la sociedad se apoya, la
confianza.”. [18]

En este mismo sentido, se expidió Angel Ossorio en su libro “El alma de la toga”, al decir en
concreto que: “El abogado debe guardar el secreto a todo trance, cueste lo que cueste.”. [19]

Cabe también hacer un comentario a los casos de legislación comparada analizados


anteriormente. En algunos países como Bélgica o Dinamarca, se obliga al abogado a informar,
siempre y cuando el letrado no este actuando en defensa en juicio, es decir se contempla la
tesitura que hemos denominado como restrictiva.

Es así que se realiza una diferenciación entre el abogado que tan sólo interviene en
representación de su cliente en operaciones comerciales (supuestos enumerados en la
Recomendación 12 (d) de la GAFI), del que se encuentra interviniendo como abogado de su
cliente en un proceso judicial.

En términos generales se observa que todos los países occidentales contemplan una
protección mayor, o casi absoluta, del secreto profesional cuando se refiere a casos de defensa
en juicio; mientras que se presentan disidencias cuando se trata de casos donde el abogado
interviene representando a su cliente tan sólo en transacciones comerciales. En estos últimos
casos, nos referimos a supuestos donde el cliente no formula al abogado una consulta antes,
durante o después de una defensa en juicio, es donde se presentan los mayores
inconvenientes de interpretación. Están quienes de todos modos consideran que estos casos
están protegidos por el secreto profesional (postura amplia), y los que creen que ante estos
supuestos es legítimo que el abogado ceda en beneficio de la sociedad tal información
(postura intermedia y restringida).

Con relación a este último comentario, si se observa con detalle el artículo 17 de la ley 25.246,
se verá que el profesional matriculado cuya actividad esté regulada por el Consejo Profesional
de Ciencias Económicas (como los contadores) serán sujetos obligados a informar, “...excepto
cuando actúen en defensa en juicio.”.
La raíz de este último agregado se debe a que en los proyectos antecesores a la promulgación
de la ley 25.246 el legislador ya había contemplado incorporar al abogado como sujeto
obligado -junto a los contadores- en este artículo. Eso sí, con la salvedad de cuando actuara en
defensa en juicio.

Finalmente, por similares razones a las que exponemos en este trabajo, el legislador creyó
conveniente alejar al letrado de tal responsabilidad e incluir sólo a los matriculados en Ciencias
Económicas, quedando quizás por error la frase en cuestión.

Por estos motivos, no entendemos la razón de volver a resucitar un debate que se encontraba
correctamente archivado. Es cierto que las 40 Recomendaciones sugieren tal incorporación,
pero también es cierto que paradójicamente se tratan sólo de recomendaciones, que además
indican parámetros generales que luego cada país miembro deberá adaptar a su normativa
interna. Este comentario es más allá de que, tal como lo indicamos anteriormente, en el
proyecto de ley del diputado Arguello, se recogen las Recomendaciones pero en forma parcial,
ya que no se incluyó la Recomendación 16 “in fine” que rechaza la obligación del abogado a
reportar cuando la información esté protegida por el secreto profesional.

Entre otras perturbaciones que plantea la propuesta, por lo menos tal como fue planteada en
el proyecto de ley citado anteriormente, se encuentra la grave afectación a la confianza entre
el cliente y abogado. Concretamente existe el peligro de que los abogados nunca lleguen a
conocer importantes detalles de los casos ante el temor constante de padecer el cliente de
otras intromisiones (registros, intervenciones telefónicas, entre otras medidas que la UIF
podrá requerir al Ministerio Público, y este último al Juez competente).

VI. Desde el punto de vista práctico: ¿Es necesaria tal modificación?

Más allá del análisis jurídico, habrá que ver si esta inclusión realmente podrá colaborar con el
espíritu de la norma que trata de la prevención de casos vinculados al lavado de activos
provenientes de un ilícito.

Las propias recomendaciones de la GAFI sugieren que el abogado deberá informar las
operaciones sospechosas sólo cuando intervenga asesorando o representando a su cliente en
alguna de las transacciones descriptas en la Recomendación 12 d), es decir, en la compraventa
de bienes inmuebles; administración de los activos del cliente; o en la creación o compra venta
de entidades comerciales. En este mismo sentido, se orienta el consecuente proyecto de ley.
Cabe destacarse entonces, que la misma información que proyectan debería informar el
letrado, perfectamente puede ser acompañada por muchos de los actuales sujetos obligados,
sin ponerse en velo los alcances del secreto profesional que rige la actividad del abogado.

Además de los abogados, se proyecta también la incorporación de los agentes inmobiliarios y


administradores de fideicomisos financieros. los nombrados también podrán aportar
información similar o idéntica a la que pueda tener acceso el letrado, y que no se encuentre
cubierta por el privilegio profesional.

Los organismos de la Administración Pública tales como la Administración Federal de Ingresos


Públicos, la Inspección General de Justicia y la Comisión Nacional de Valores, entre otros
sujetos públicos obligados actualmente a informar por el artículo 15 de la Ley, perfectamente
pueden aportar la información que se quiere reporten los abogados.

Es decir, no se observa ni siquiera la necesidad práctica en la inclusión del abogado como uno
más de los tantos sujetos forzados a reportar operaciones sospechosas a la UIF.

VII. Conclusión:

Creemos que la formula más efectiva a fin de detener el constante crecimiento del delito bajo
análisis, no es sólo con modificaciones a la ley [20] -menos aún como en este caso donde la
sugerida incorporación pueda válidamente ser tachada de inconstitucional- sino también
haciendo efectivo el cumplimiento de las normas dictadas, por medio de la instrumentación
eficaz de investigaciones penales que den con los casos de lavado.

Habría que ver si la verdadera intención del legislador es la de combatir de un modo más
efectivo este complejo delito, o por el contrario de intentar tan sólo conformar a los
organismos de crédito internacionales. Sea la respuesta que fuera, todos sabemos que aún a
nuestro país le queda un largo camino por recorrer en la lucha contra este flagelo.

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