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EL CONSENTIMIENTO INFORMADO EN PSICOLOGÍA, UNA REFLEXIÓN PERSONAL

Gerardo A. Hernández M.1


Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense

El Consentimiento Informado2 es un deber del profesional de la psicología, y un derecho del


usuario de sus servicios profesionales y del participante en sus investigaciones. Es obligación del
profesional de la psicología informar a su usuario, y asegurarse de que éste entienda acerca de los
procedimientos, las técnicas y estrategias que seguirá en sus actividades de evaluación,
investigación o intervención psicológica, en su respectiva área de ejercicio profesional. Esta
obligación emana de lo dispuesto en el parágrafo único del artículo 1º de la Ley 1090 de 2006, el
cual señala que la psicología es una profesión privilegiadamente de la salud3 , y del ordinal i del
artículo 36 de la misma norma que señala como obligación del psicólogo “No practicar
intervenciones sin consentimiento autorizado del usuario, o en casos de menores de edad o
dependientes, del consentimiento del acudiente”. Por otro lado, en la recién sancionada Ley 1616
de 2013, por medio de la cual se expide la Ley de Salud Mental, señala en el artículo 6º, numerales
13 y 14, el derecho que tiene todo usuario de servicios de salud metal, a exigir que sea tenido en
cuenta el consentimiento informado para recibir el tratamiento, y a no ser sometido a ensayos
clínicos ni tratamientos experimentales sin su consentimiento informado.

El derecho del usuario a ser informado sobre los distintos tópicos de los tratamientos,
evaluaciones e investigaciones en las que participa es una de las consecuencias del
reconocimiento que el conjunto de las naciones ha hecho a la dignidad humana del usuario de los
sistemas de salud4. Este reconocimiento obliga a que los proveedores de servicios asistenciales y
de salud dejen de ver al ser humano como un objeto manipulable, sin voluntad y sin capacidad
para decidir sobre su propio cuerpo y bienestar. Por el contrario, al usuario de los servicios de
salud se le asume como una persona digna a quien se le deberá informar lo que se hará con ella y
las consecuencias del accionar sanitario. Esto implica informar sobre los resultados previsibles y
los efectos colaterales adversos que se pudieran presentar, así como las distintas posibles
alternativas a la propuesta.

1
Psicólogo y abogado, Magister en Derecho Penal y Criminología, Vicepresidente Junta Directiva de la Asociación Latinoamericana de
Psicología Jurídica y Forense, Secretario del Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de Psicología y Asesor Jurídico del Colegio
Colombiano de Psicólogos.
2
Las reflexiones acá expresadas sólo comprometen la posición dogmática de su autor y no son la posición oficial del Colegio
Colombiano de Psicólogos ni las del Tribunal Nacional Deontológico de Psicología
3
El parágrafo único del artículo 1º de la Ley 1090 de 2006, señala: “Por lo anterior y teniendo en cuenta: La definición de salud por
parte de OMS; en la que se subraya la naturaleza biopsicosocial del individuo, que el bienestar y la prevención son parte esencial del
sistema de valores que conduce a la sanidad física y mental, que la Psicología estudia el comportamiento en general de la persona sana
o enferma. Se concluye que, independientemente del área en que se desempeña en el ejercicio tanto público como privado, pertenece
privilegiadamente al ámbito de la salud, motivo por el cual se considera al psicólogo también como un profesional de la salud”.
4
El Preámbulo de la declaración Universal de los Derechos Humanos señala, entre otras cosas: “Considerando que la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana” Y más adelante dice: “Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta
su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de
hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más
amplio de la libertad”
El artículo 3º numeral 2 de la Carta Europea de Derechos Humanos 2000, señala “en el marco de la medicina y la biología se respetarán
en particular: el consentimiento libre e informado de la persona de que se trate, de acuerdo con las modalidades establecidas en la ley”.
Relevancia del Consentimiento

Con la promulgación de la Constitución de 1991, Colombia entró en una era de constitucionalismo


sociológico donde las realidades sociales priman sobre las normas pétreas. En efecto, con la nueva
constitución, Colombia pasó de un Estado de Derecho a un Estado Social de Derecho. Esta nueva
denominación implica una concepción distinta en las relaciones entre el Estado y la sociedad,
donde las normas dan paso a la realidad social, sin desconocer los postulados constitucionales que
son los que le dan al ciudadano la seguridad jurídica necesaria para una vida en paz y en armonía
con el postulado máximo de las sociedades enmarcadas dentro de las concepciones sociales de
derecho: la dignidad humana. Así lo expresó la Corte Constitucional en Sentencia C – 449 de 1992:

“La concepción clásica del Estado de Derecho no desaparece sino que viene a armonizarse
con la condición social del mismo, al encontrar en la dignidad de la persona el punto de
fusión. Así, a la seguridad jurídica que proporciona la legalidad se le aúna la efectividad de
los derechos humanos que se desprende del concepto de lo social. El respeto por los
derechos humanos, de un lado, y el acatamiento de unos principios rectores de la
actuación estatal, por otro lado, constituyen las consecuencias prácticas de la filosofía del
Estado social de derecho.”

El nuevo Estado Social de Derecho se fundamenta en el reconocimiento a la dignidad humana y en


el respeto a los derechos humanos (Hernández, 2010). En la Constitución de 1991 no solamente se
incorporan los derechos humanos de la Declaración de Derechos Humanos de 1948, sino varios
derechos económicos y sociales. Además, en el nuevo Estado colombiano, se concibe al ser
humano como único e irrepetible (Corte Constitucional, 1999).

La dignidad del ser humano implica otra serie de consideraciones, algunas de las cuales son
elevadas al rango de derechos fundamentales, tales como la intimidad, el buen nombre, el libre
desarrollo de la personalidad, el derecho de petición de información, entre otras, todas ellas en
relación directa con el Consentimiento Informado. Cuando en la práctica profesional no se tiene
en cuenta la opinión de las personas, si no que a éstas se les instrumentaliza, se está atentando en
contra su dignidad y, por ende, en contra de lo postulado en el Estado Social de Derecho.

En épocas pretéritas, tanto en el tratamiento como en la investigación en salud y el


comportamiento, el ser humano fue considerado como un objeto susceptible de manipulación con
fines experimentales, desconociéndole sus posibilidades como ser humano. Esta condición llegó a
uno de sus puntos más altos en la primera mitad del siglo XX, cuando después de la Segunda
Guerra Mundial el mundo presenció cómo bajo el régimen nazi y en nombre de la ciencia, muchos
seres humanos habían sido sometidos a procedimientos de extremo dolor y degradación humana
en sofisticados diseños experimentales. Esta situación posibilitó la promulgación de la primera
norma internacionalmente aceptada, el Código de Núremberg, para la investigación con humanos,
en cuya esencia se encuentra el Consentimiento Informado (Hernández, 2011).
En Colombia, la Corte Constitucional en sendas sentencias ha permitido todo un desarrollo
jurisprudencial sobre la materia del consentimiento5. En Sentencia C – 574 de 2011, dice:

“En cuanto al ‘Consentimiento Informado’ la Corte Constitucional ha establecido una


extensa línea jurisprudencial sobre la definición y las características del Consentimiento
Informado, cuando se refiere a tratamientos que tienen que ver con la salud del paciente.
El grado de especialización del concepto de “Consentimiento Informado” que tutela los
principios de la dignidad humana, de autonomía, de libre desarrollo de la personalidad, de
la libertad individual –mandato pro libertate-, de pluralismo, de salud, y de la integridad de
la persona humana, ha dado lugar a que la Corte Constitucional establezca a través de la
solución de casos concretos subreglas a este derecho (sic).”

En ese sentido, y teniendo en cuenta que uno de los principios que rigen la actividad del psicólogo
es el de la autonomía, tal como lo dispone el artículo 13 de la Ley 1090 de 2006, es su deber hacer
uso del Consentimiento Informado en todas las especialidades de la psicología básica y aplicada.
Por otro lado, el principio de la autonomía está estrechamente ligado con el de la dignidad
humana, pilar fundamental del ejercicio ético en cualquier actividad, incluyendo el de la
psicología, que reafirma la necesidad de utilizar todos los mecanismos éticos y legales en la
actividad del psicólogo, que posibiliten el ejercicio de los derechos y deberes de sus usuarios6 .

La relación que se establece entre psicólogo y usuario es profesional y también jurídica,


enmarcada dentro de las obligaciones y los contratos. En efecto, si una persona o institución
contrata los servicios profesionales del psicólogo, espera de éste un servicio y al psicólogo le nace
la obligación de prestar un buen servicio7.

El Consentimiento Informado, definición, alcances y contenido

El Consentimiento Informado es el documento legal que tanto el profesional de la psicología como


su usuario deben firmar como condición previa a cualquier intervención, ya sea de tratamiento,
evaluación o investigación. Este documento consta de dos partes: en la primera se incluye la
información que el profesional le debe dar al usuario sobre los procedimientos, su justificación y
consecuencias, y la segunda incluye el consentimiento, que es el permiso dado por el usuario al
profesional para que éste pueda proceder.

5
Se invita al lector a consultar, entre otras, las sentencias: T-760 de 2008, T-216 de 2008, T-653 de 2008, T-560 A de 2007, T-866 de
2006, T-1019 de 2006, T-866 de 2006, T-1019 de 2006, T-1229 de 2005, T-762 de 2004, T-1021 de 2003, T-850 de 2002, T-823 de 2002,
SU- 337 de 1999, C-616 de 1997, C-309 de 1997, C-221 de 1994, T-401 de 1994, T-493 de 1993.
6
El primer inciso del artículo 13 de la Ley 1090 de 2006 señala: “El presente Código Deontológico y Bioético, está destinado a servir
como regla de conducta profesional en el ejercicio de la psicología en cualquiera de sus modalidades, proporcionando principios
generales que ayuden a tomar decisiones informadas en la mayor parte de las situaciones con las cuales se enfrenta el profesional de la
Psicología, fundamentado en los principios de beneficencia, no-maleficencia, autonomía, justicia, veracidad, solidaridad, lealtad y
fidelidad, además de las contempladas en la presente ley.”
7
Es recomendable que el psicólogo en su práctica profesional comunique de manera clara las condiciones de la prestación de sus
servicios, entre ellas el monto económico o de contraprestación que se recibirá por el servicio, cuando éste es oneroso y no voluntario.
Todos los psicólogos deben firmar, junto con su consultante o sus representantes legales, el
Consentimiento Informado. Como se mencionó anteriormente, el artículo 36, numeral i, de la Ley
1090 así lo estipula.

La información suministrada al usuario

La información, primer elemento del Consentimiento Informado, que el psicólogo debe entregar al
usuario cuando éste va a ser sujeto de una intervención o evaluación psicológica, o cuando va
participar en una investigación, debe tener unas condiciones mínimas que cumplan dos funciones:
primera, respetar los derechos fundamentales de la persona al hacerla sujeto activo mediante la
información que requiere sobre los procedimientos que se van a utilizar, las posibles alternativas y
sus efectos colaterales, si los hubiere. Segunda, blindar al psicólogo ante posibles demandas por
supuesta mala praxis.

La información básica deberá contener la ausencia o las limitaciones a la confidencialidad; hay


ausencia de confidencialidad en los procesos diagnósticos cuyo propósito sea describir las
características comportamentales del evaluado con fines judiciales, laborales o académicos. En
estos casos se hará saber al evaluado y se dejará explícita su autorización para que la información
sea suministrada a quien corresponda8. Igualmente, le debe informar al usuario de las limitaciones
a la confidencialidad, tal como lo dispone el artículo 2º, numeral 5º de la Ley 1090 de 2006, y si no
está de acuerdo con las limitaciones a la confidencialidad, el profesional deberá evaluar si
continúa o no con la atención. Si acepta continuar con la atención del usuario, no podrá, bajo
ningún motivo, levantar la reserva de la información9 .

Esta primera información, que deberá ser explicada al usuario, determina si el usuario quiere o no
continuar con el proceso de evaluación, investigación o tratamiento con el psicólogo.

En procesos de evaluación en ambientes forenses, en el consentimiento informado se debe


advertir, y consignar de manera clara y explícita, que el evaluado tiene derecho a no auto
incriminarse, a no denunciar ni a incriminar a sus familiares hasta el cuarto grado de
consanguinidad, primero civil y segundo de afinidad. Tratándose de menores de edad, a los
representantes legales se les debe hacer esta declaración y solicitarle al menor si desea o no ser
sometido a la evaluación, cuando de ella se pueda desprender la incriminación a sus ascendientes
o descendientes hasta en el mismo grado de los adultos. Así lo recuerda el Tribunal Superior de
Bogotá en pronunciamiento de segunda instancia, del 19 de septiembre de 2012, bajo el radicado
110016000017200705093 01.

Otro contenido del Consentimiento Informado es el motivo de la intervención, las pruebas que se
utilizarán, el tiempo estimado de la evaluación o del tratamiento y el destinatario de la
información, si aplica. Se informará explícitamente la necesidad de ser sincero en la información

8
Sin embargo, esta autorización por parte del consultante no es una patente de corso para que el psicólogo haga púbica la
información. El psicólogo suministrará la información a quien se la solicitó y no estaría autorizado a revelarla a cualquiera que se la
solicite. Y tratándose de una actuación judicial, será ventilada al público sólo bajo la conveniencia y la dinámica procesal.
9
El Tribunal Nacional Deontológico y Bioético de Psicología ya se pronunció sobre ese tema mediante Doctrina No. 2 de 2012
que proporcione. Al momento de contestar pruebas psicológicas, en aquéllas donde aplique, se le
hará saber que tienen indicadores de sinceridad que pueden invalidar la información y ser tomado
de manera negativa por parte del destinatario de la información.

La información del Consentimiento Informado suministrada al usuario debe ser clara, precisa,
coherente, conducente, pertinente y útil, dada en términos de fácil comprensión por el usuario,
dependiendo de sus condiciones socioculturales y académicas. Debe incluir todos los detalles
necesarios, aún con el riesgo de alarmar o asustar al usuario, en cuyo caso, el psicólogo deberá
estar en disposición de aclarar con miras a disminuir las inquietudes del consultante, pero sin caer
en falsos argumentos.

Es necesario aclarar en el documento del consentimiento que los resultados esperados


dependerán de la participación activa y del cumplimiento del consultante con lo necesario en el
plan de trabajo convenido con el psicólogo. A su vez éste aclarará que pondrá a disposición del
usuario todo su saber y los medios idóneos, pertinentes y conducentes para el logro de los
resultados esperados.

El Consentimiento

El consentimiento es la expresión clara, precisa, autónoma y libre que da el usuario de haber


comprendido y de aceptar el proceder del psicólogo, luego de ser enterado de los pormenores de
la evaluación, intervención o investigación psicológica. Implica que el usuario le da permiso al
psicólogo para actuar conforme a lo que ha sido descrito. Se supone un acto mediante el cual
dicho permiso está alejado de cualquier tipo de presión, engaño o vicio que pueda afectar la
voluntad, o de alguna forma de nulidad por incapacidad de quien dispensa el permiso.

Cabe señalar que sólo quien esté en capacidad de disponer de sí, podrá dar su Consentimiento. No
podrá disponer de sí quien no tenga la capacidad legal para hacerlo. Para el Código de Infancia y
Adolescencia, el Consentimiento es un acto jurídico similar a cualquier otra obligación legal, al
tenor de lo dispuesto en el artículo 1502 del Código Civil que prescribe:

“Requisitos para obligarse. Para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad, es necesario:
A. Que sea legalmente capaz.
B. Que consienta en dicho acto o declaración y su consentimiento no adolezca de vicio.
C. Que recaiga sobre un objeto lícito.
D. Que tenga una causa lícita.
La capacidad legal de una persona consiste en poderse obligar por sí misma, sin el
ministerio o la autorización de otra.”

Es legalmente capaz de dar su consentimiento toda persona natural, mayor de edad, que goce
totalmente de sus facultades mentales y que lo haga bajo su propia responsabilidad y autonomía,
libre de presiones, chantajes o situaciones similares. Al contrario, no podrá dar su consentimiento
quien no sea mayor de edad o que siéndolo, no goce de su plena capacidad mental. En ese
sentido, la Corte Constitucional, en Sentencia C – 264 de 1996, señaló:
“La bioética constata un acuerdo sobre algunos puntos esenciales relativos al tratamiento
y al ejercicio médico. En cuanto a lo primero, se considera que todo tratamiento, aun el
más elemental, debe hacerse con el consentimiento del paciente. Existen, sin embargo,
tres casos en los cuales se presenta una excepción a esta regla: 1) cuando el estado mental
del paciente no es normal; 2) cuando el paciente se encuentra en estado de inconsciencia
y 3) cuando el paciente es menor de edad.”

Las dos primeras excepciones a la regla no presentan mayor dificultad; sin embargo, tratándose de
menores de edad sí la hay, teniéndose en cuenta que bajo el rótulo de menores de edad se ubican
a todas las persona menores de 18 años con distinto grado de desarrollo cognitivo. Los menores
de edad, por ser parte de la población más vulnerable en términos de la violación de sus derechos,
han recibido particular atención al punto que merecen una mención especial en la Constitución
Nacional, en su artículo 42 que lista los derechos de los niños y niñas, los cuales, la misma
Constitución ha rotulado como fundamentales. Por otro lado, los y las adolescentes también
reciben mención especial en el artículo 43 de la misma superioridad normativa. Lo anterior señala
dos cosas: a) que en Colombia, como Estado Social de Derecho, los niños, niñas y adolescentes
reciben atención especial, siendo los derechos de los niños prevalentes sobre los demás derechos,
y b) la misma Carta Fundamental hace una diferencia entre niños y adolescentes.

La ley colombiana señala, a partir de la edad, lo que sería un menor de edad, siendo esta minoría
establecida por debajo de los 18 años. En ese sentido, un menor de edad es todo aquel ser
humano que no ha logrado habilitación de edad, siendo ésta fijada a los 18 años. Sin embargo, y
de manera arbitraría, la ley ha señalado unas sub categorías dentro de la categoría general de
menor de edad. En efecto, el artículo 34 del Código Civil, modificado por la Sentencia C-534 de
2005 de la Corte Constitucional, señala que:

“Llámese infante o niño, todo el que no ha cumplido siete años; impúber, el que no ha
cumplido catorce años, adulto, el que ha dejado de ser impúber; mayor de edad, o
simplemente mayor, el que ha cumplido dieciocho años, y menor de edad, o simplemente
menor, el que no ha llegado a cumplirlos.”

Nótese que el Código Civil explicita cuatro sub categorías en cuanto a la minoría de edad: 1)
infante o niño, al menor de siete años; 2) impúber, al mayor de siete pero menor de 14 años; 3)
adulto, el que ha dejado de ser impúber, es decir, mayor de 14 años, pero menor de 18 años; 4)
simplemente menor de edad al que no ha cumplido los 18 años. En esta taxonomía no aparece el
concepto de adolescente, que sí trae el artículo 43 Superior, y parece que lo subroga por el de
adulto. En ejercicio sistemático interpretativo de la norma de menor categoría, se debe leer en
lugar de adulto, adolescente. Así lo interpreta la Ley de Infancia y Adolescencia al señalar, en su
artículo 3º que son niños y niñas los menores de 12 años, y adolescentes los mayores de 12 y
menores de 18 años. Sin embargo, se presenta una diferencia de dos años entre el artículo 3º de la
Ley de Infancia y el 34 del Código Civil, pero debido al carácter específico de la Ley de Infancia, se
debe tomar esta taxonomía como la prevalente.
La discusión en cuanto a la minoría de edad y sus subcategorías es de suma importancia en el
marco de la juridicidad nacional, ya que de estos conceptos se desprende el de capacidad, el cual
está ligado al de responsabilidad y al del ejercicio de la voluntad. A la luz del artículo 1502 del
Código Civil y de la jurisprudencia antes señalada, un menor de edad no puede dar su
consentimiento. Para dilucidar el interrogante se deberá analizar el concepto de capacidad legal:
la capacidad que tiene toda persona para comprometer su voluntad.

La capacidad legal

La capacidad legal está consagrada en el Código Civil y demás normas relacionadas, en especial la
Ley 1306 de 2009, que prescribe que la capacidad de las personas se supone, mientras que la
incapacidad legal debe ser decretada por un juez civil en el curso de una actuación judicial. Así lo
dispone el artículo 1503 del Código Civil al señalar que “Toda persona es legalmente capaz,
excepto aquéllas que la ley declara incapaces”. La capacidad legal de una persona es la disposición
que tiene ésta de poderse obligar por sí misma, sin el ministerio o la autorización de otra, al tenor
del artículo 1502 del mismo código.

Una persona puede ser declarada incapaz si cumple con los requisitos que la misma ley dispone
para ello. La ley distingue entre incapaces absolutos e incapaces relativos. En efecto, el artículo
1504 del Código Civil señala que “son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y
sordomudos, y que sus actos no producen ni aún obligaciones naturales, y no admiten caución”. Y
más adelante señala:

“Son también incapaces los menores adultos que no han obtenido habilitación de edad y
los disipadores que se hallen bajo interdicción. Pero la incapacidad de estas personas no es
absoluta y sus actos pueden tener valor en ciertas circunstancias y bajo ciertos respectos
determinados por las leyes (artículo 1504 del Código Civil).”

La importancia de la capacidad legal de las personas radica en que el Consentimiento Informado


sólo puede ser firmado por una persona capaz para que sea válido. Se recuerda el ya transcrito
artículo 1502 del Código Civil que señala que para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad, es necesario que sea legalmente capaz.

En consecuencia, pueden firmar el Consentimiento Informado las personas con capacidad jurídica.
Y si la ley dice que “son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y sordomudos” y
son relativamente incapaces“[…] los menores adultos que no han obtenido habilitación de edad y
los disipadores […]”, se concluye que, desde el punto de vista legal, ningún menor de edad puede
firmar por sí mismo el Consentimiento Informado. Para que un menor de edad pueda participar en
una relación psicólogo–usuario o investigador–participante, la firma del consentimiento se hará
por intermedio de su representante legal, tal como lo señala el artículo 36, ordinal i de la Ley 1090
de 2006 y la jurisprudencia antes citada.

Sin embargo, ya se señaló que la ley distingue entre dos tipos de menores referidas a las
incapacidades, a) los impúberes y b) los menores adultos. La ley no define quienes son impúberes
y quienes menores adultos, lo que hace la ley es distinguirlos a partir de la edad cronológica, tal
como ya se dijo. Los menores de 14 años son absolutamente incapaces para efectos de la firma del
Consentimiento Informado por sí mismos. Para que estos menores puedan participar en una
relación psicólogo–usuario o investigador–participante, lo tienen que hacer por intermedio de su
representante legal, que en la mayoría de los casos son sus padres o, en su defecto, los que el juez
señale.

En cuanto a los menores de edad que la ley llama menores adultos, son incapaces relativos, al
tenor del mismo artículo 34 del Código Civil. Menor adulto es el que no ha cumplido los 18 años,
es decir, tiene la edad comprendida entre los 14 y 18 años, clasificado como adolescente. Estos
menores de edad pueden firmar el Consentimiento pero, con el acompañamiento de sus
representantes legales, de acuerdo con el ya citado artículo 34 del Código Civil.

Sin embargo, la taxonomía a aplicar sería la del artículo 3º de la Ley 1098 de 2006, es decir, los
menores de 12 años no podrán dar su consentimiento, y los mayores de 12, pero menores de 18,
lo harán asistidos por su representante legal. Aplicar lo dispuesto en el artículo 34 del Código Civil
o en el 3º de la Ley 1098 de 2006 depende del interés superior del niño o adolescente. En una
situación se aplicará una u otra norma dependiendo de la que más favorezca al niño o
adolescente.

En consecuencia, desde el punto de vista de la capacidad legal, surgen tres tipos de


Consentimiento Informado; a) el Consentimiento Informado propiamente dicho que puede ser
firmado por una persona mayor de edad a quien se le presume su capacidad legal; b) el
Consentimiento Informado asistido, que lo puede firmar un menor de edad cuya edad está entre
los 12 ó 14 y los 18, dependiendo de lo que más le favorezca, pero debe estar asistido mediante la
firma de sus padres o representantes; es asistido porque a pesar de tener capacidad, ésta es
limitada por ser menor de edad, y c) el Consentimiento Informado legal que sólo lo puede dar el
representante legal del menor de 12 ó 14 años, que en la mayoría de los casos son sus padres, o
en ausencia de éstos, los que el juez o la ley haya designado para tal efecto.

El Consentimiento Informado en la investigación científica

La investigación científica con humanos está reglamentada por la Resolución 08430 de 1993 del
Ministerio de Salud. En esta norma se señalan todos los requisitos que se deben seguir en la
investigación científica y tiene como base el respeto del principio de la dignidad humana antes
citado.

El Consentimiento Informado para ser parte como sujeto en una investigación debe seguir los
mismos principios y procedimientos ya señalados. Adicionalmente, al tratarse de menores de
edad, esta resolución determina que, además de lo dispuesto en cuanto a la capacidad legal, se
debe determinar y tener en cuenta el grado de madurez psicológica del menor de edad, según lo
disponen sus artículos 25 y 26.
Las disposiciones de la Resolución 08430 de 1993 del Ministerio de Salud están en armonía con la
Ley 1090 de 2006. En efecto, el artículo 52 de esta última norma señala que en los casos de
menores de edad y personas incapacitadas, el consentimiento respectivo deberá firmarlo el
representante legal del participante. Por otro lado, el artículo 50 de la ley ídem prescribe que los
profesionales de la psicología al planear o llevar a cabo investigaciones científicas, deberán
basarse en principios éticos de respeto y dignidad, lo mismo que salvaguardar el bienestar y los
derechos de los participantes. Por lo tanto, una investigación que no se rija por los principios
éticos, tales como el no engaño y el libre consentimiento, como derecho de los participantes,
podría constituirse en una falta ética del profesional de la psicología.

La representación legal de los menores de edad y la patria potestad

La representación legal de los hijos menores de edad está relacionada con la patria potestad, la
cual ejercen los dos padres. El artículo 62 del Código Civil es enfático al señalar que las personas
incapaces de celebrar negocios serán representadas por los padres, quienes ejercerán
conjuntamente la patria potestad sobre sus hijos menores de 18 años. A falta de uno de los
padres, la patria potestad la ejercerá el otro padre. La patria potestad como derecho y como
obligación sólo la pierde uno o los dos padres mediante sentencia judicial. No basta con que un
padre no vele por sus hijos o no responda por ellos para efectos del ejercicio de sus deberes y
derechos sobre los hijos.

En consecuencia, el Consentimiento Informado será firmado por los dos padres, es decir, no podrá
ser firmado sólo por uno de ellos con desconocimiento del otro, aun en situaciones judiciales
donde se presenten intereses encontrados por parte de los padres. En casos donde los padres
tengan intereses antagónicos, y se requiera que los menores de edad sean sometidos a
tratamiento o evaluación psicológica, se tendrá que tener el consentimiento de los dos padres. Sin
embargo, se puede presentar la situación en que alguno de ellos, o los dos, no den su
consentimiento para la intervención psicológica, en cuyo caso se deberá recurrir al defensor de
familia, o en su ausencia, al comisario o juez de familia o al ministerio público.

Bajo ninguna circunstancia el psicólogo podrá desconocer el derecho que tienen los padres de ser
los representantes legales del menor. Si se llegare a presentar la situación en que sea perentoria la
intervención o evaluación psicológica y no se cuente con la aquiescencia de los dos padres o de
alguno de ellos, se tendrá que poner en conocimiento del defensor de familia o de las autoridades
competentes para que, después de los debidos análisis jurídicos, se llegue a la toma de decisión
que más convenga a los intereses del menor. Sin embargo, esa toma de decisión no le compete al
psicólogo, sino a las autoridades jurisdiccionales.

En ambientes judiciales se presentan casos en que uno de los padres da su consentimiento para
que se hagan evaluaciones a los menores de edad, evaluaciones cuyos resultados pueden ser
utilizados en contra del otro padre. En situaciones así, los resultados de esas evaluaciones podrán
ser tachados de ilegales a la luz de lo dispuesto en el artículo 29 de la Constitución Nacional que
señala que es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso. El
psicólogo, bajo estas circunstancias, deberá negarse a practicar las evaluaciones solicitadas si no
cuenta con el consentimiento de los dos padres, y obedeciendo al interés superior del niño,
deberá poner en conocimiento de la autoridad competente dicha situación.

Bibliografía

Corte Constitucional (1992). Sentencia C- 449. Relatoría: Bogotá

Corte Constitucional (1996). Sentencia C- 264. Relatoría: Bogotá

Corte Constitucional (1999). Sentencia C- 449. Relatoría: Bogotá

Corte Constitucional (2011). Sentencia C- 574. Relatoría: Bogotá

Hernández, G. (2010). Los derechos humanos, una responsabilidad de la Psicología Jurídica. En


Diversitas: Perspectivas en Psicología. v.6 n.2. Universidad Santo Tomás: Bogotá

Hernández, G. (2011). Principios normativos en la investigación científica con humanos y animales.


Disponible en: http://gerardoahernandezm.blogspot.com/

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