Desde el s.XVIII ha habido muchos intentos de clasificación de los cuentos. Todas las
clasificaciones son arriesgadas, porque son pocos los cuentos que se ajustan a un tipo en
exclusiva.
Sin embargo, aquí tienes una, en la que los cuentos se agrupan según el autor, el tema, los
personajes y el destinatario.
Por encima de todas las clasificaciones, la primera no admite discusión. Es la que distingue
entre cuentos populares o tradicionales y cuentos literarios.
Los cuentos tradicionales son los de autor desconocido y se transmiten por vía oral. Esta
característica hace que existan diferentes versiones sobre el mismo tema.
Los cuentos literarios son obra de un autor y se transmiten por medio de la escritura.
En su origen, los cuentos eran relatos anónimos y populares que se explicaban en casa, junto
al fuego... Cuentos para mayores o para pequeños. Eran historias orales que han llegado
hasta nosotros de la mano de los compiladores que las reunieron en los libros, como el
PANCHATANTRA hindú (s. VI d.C) o LAS MIL Y UNA NOCHES, libro árabe que reúne relatos
como Aladino, Alí Babá o Simbad.
En Europa también hubo quien se dedicó a recopilar cuentos populares. En España, Don Juan
Manuel lo hizo en El Conde Lucanor; en Italia, Boccaccio en El Decamerón; en Inglaterra,
Chaucer en Los cuentos de Canterbury. Todos en el siglo XIV.
Con el paso de los siglos esta costumbre siguió viva. En el s.XIX, algunos escritores, como los
hermanos Grimm reunieron los cuentos en varios volúmenes.
Vladimir Propp fue un erudito ruso que dedicó una parte de sus estudios al análisis de los
cuentos tradicionales. Leyó y comparó muchos de ellos y el resultado fue un libro (Morfología
del cuento) en el que explicó las características comunes a todos ellos.
1. Los personajes de los cuentos realizan acciones parecidas: salir de casa, superar
pruebas... y son esquemáticos:
Agresor (malvado): bruja, madrastra, ogro, dragón...
Donante (personaje mágico)): el hada, el duende...
Los héroes: el príncipe, la princesa...
4. Abundan las repeticiones y las escenas simétricas: (el soplido del lobo en el cuento
de los cerditos)
La situación inicial
Empiezan los cuentos con los indicadores de tiempo y lugar (Érase una vez, había...)
Las pruebas
El personaje principal deber superar una serie de obstáculos. En este bloque entran en
juego las preguntas.
Las ayudas
El personaje principal recibe la ayuda real o mágica de otros personajes. Con ellas
consigue superar las pruebas.
El desenlace
LA OCA DE ORO
Érase una vez un hombre que tenía tres hijos, el más pequeño de los cuales se
llamaba Tontillo y era menospreciado y escarnecido y dado de lado a cada
oportunidad. En cierta ocasión el mayor se disponía a ir al bosque a cortar leña, y
antes de que se fuera le dio la madre una espléndida y exquisita tortilla y una botella
de vino, para que no padeciese hambre ni sed. Al llegar al bosque le salió al paso un
lúgubre y viejo hombrecillo, que le dio los buenos días y le dijo:
- Dame un trozo de la tortilla que llevas en tu cesta y déjame beber un trago de tu vino;
tengo tanta hambre y estoy tan sediento...
Mas el juicioso hijo respondió:
- Si te doy mi tortilla y mi vino, no tendré nada para mí. ¡Lárgate y sigue tu camino!
Y dejando al hombrecillo plantado, prosiguió su marcha.
Pues bien cuando se puso a cortar un árbol, no transcurrió mucho tiempo sin que diera
un hachazo en falso y la herramienta volase hacia su brazo; de tal forma que tuvo que
regresar al hogar y hacerse vendar. Pero esto provenía del lúgubre hombrecillo.
Luego fue el segundo hijo al bosque, y la madre le dio, al igual que al mayor, una
tortilla y una botella de vino. A él también le salió al paso el lúgubre hombrecillo y le
pidió un trozo de tortilla y un trago de vino. Pero el hijo mediano también habló con
gran discreción:
- Lo que te dé a ti tendré que quitármelo a mí mismo. ¡Lárgate de ahí!
Y dejó al hombrecillo plantado y prosiguió su marcha. No le faltó el castigo: no había
hecho más que dar un par de hachazos en el árbol, cuando se dio uno en la pierna; y
tan fuerte, que hubo de ser llevado a casa.
Entonces dijo Tontillo:
- Padre, déjame ir a cortar leña.
A lo que el padre respondió:
- Tus hermanos no han salido bien parados en ello; déjate de esas cosas, de las que tú
no entiendes.
Pero Tontillo rogó y suplicó tanto tiempo, que el padre dijo al fin:
- Pues ve, ya escarmentarás cuando te hieras.
La madre le dio una tortilla, que había sido hecha con agua, y sobre las cenizas; a lo
que añadió una botella de cerveza agria.
Cuando llegó al bosque, le salió al paso, igualmente el viejo y lúgubre hombrecillo,
quien le dijo:
- Dame un pedazo de tu tortilla y un trago de tu botella; tengo tanta hambre y tanta
sed...
- Pero -respondió Tontillo- sólo tengo una tortilla hecha sobre las cenizas y cerveza
agria; si te parece bien, sentémonos y comamos.
Entonces se sentaron, y cuando el hijo menor sacó la cenicienta tortilla, ésta se había
convertido en una exquisita tortilla a la francesa; y la cerveza agria era un delicado
vino. Y así comieron y bebieron; y después habló el hombrecillo:
- Porque tienes un buen corazón y repartes gustoso lo que es tuyo, quiero hacerte
feliz. Allí hay un viejo árbol, córtalo y encontrarás algo en las raíces.
Y a continuación se despidió el hombrecillo.
Tontillo se acercó al árbol y lo derribó; al caer éste, vio en las raíces una oca que tenía
las plumas de oro puro. La sacó, la cogió y se fue a una posada, donde pensaba pasar
la noche. Pero el posadero tenía tres hijas que vieron la oca, sintieron curiosidad por
saber qué clase de pájaro maravilloso era, y quisieron tener una de sus plumas de oro.
La mayor pensó: "Ya se presentará una oportunidad para que pueda arrancar una
pluma". Y en un momento en que Tontillo había salido de la casa cogió la oca por las
alas, pero los dedos y la mano se le quedaron pegados a ellas. Al poco rato entró la
segunda, sin otro pensamiento que el de llevarse una pluma de oro; pero apenas
había tocado a su hermana cuando se quedó pegada a ella. Finalmente, llegó también
la tercera con la misma intención; entonces gritaron las otras:
- ¡No te acerques, por el amor de Dios, no te acerques!
Pero no entendió por qué no habría de acercarse; pensó: "Ahí están ellas, yo también
puedo estar ahí." Y se acercó de un salto, y en cuanto hubo tocado a sus hermanas,
se quedó pegada a ellas. De esta suerte tuvieron que pasar la noche con la oca.
A la mañana siguiente cogió Tontillo a la oca en sus brazos, se fue, y no se preocupó
por las tres hermanas prendidas a ella. Ellas tenían que andar siempre siguiéndole de
un lado para otro, por donde se le antojara ir. En medio del campo se le acercó el cura,
y, al ver la procesión, dijo:
- ¿No os avergonzáis, chicas indecentes? Por qué seguís a este joven mozo por el
campo? ¿Está eso bien hecho?
Y al hablar tomó a la menor de la mano, se quedó igualmente pegado y tuvo él mismo
que caminar detrás. Al poco rato vino el sacristán y vio al señor cura siguiendo los
pasos a tres mozas. Y entonces se asombró y gritó:
-¡Eh!, señor cura, ¿a dónde va con tanta prisa? No olvide que hoy tenemos bautizo.
Y se le acercó corriendo, lo cogió por la manga y se quedó también pegado. Y cuando
los cinco iban trotando así, uno detrás del otro, llegaron dos campesinos del campo
con sus azadas. Pero no habían hecho más que tocar al sacristán cuando se quedaron
pegados, y eran entonces siete los que seguían a Tontillo con su oca.
Llegó después a una ciudad, donde gobernaba un rey que tenía una hija tan seria que
nadie podía hacerla reír. Por ello había el rey proclamado una ley, según la cual habría
de casarse con ella quien pudiera hacerla reír. Tontillo, cuando esto oyó, fue con su
oca y su séquito a presentarse ante la hija del rey, y cuando ésta vio a las siete
personas caminando siempre una detrás de otra, comenzó a reír con gran estruendo, y
no quería parar nunca. Entonces la pidió Tontillo como prometida, pero al rey no le
gustó el yerno, puso toda clase de pegas y dijo que éste tendría que traerle antes un
hombre que pudiese beber toda una bodega llena de vino. Tontillo pensó en el lúgubre
hombrecillo; quizá pudiera muy bien ayudarlo; se fue al bosque, y en el sitio donde
había cortado el árbol vio a un hombre sentado, de rostro compungido. Tontillo le
preguntó por lo que tanto le afligía. Y respondió a esto:
- Tengo tanta sed, y no puedo calmarla. No soporto el agua fría. He vaciado, en verdad
un tonel de vino, pero ¿qué es una gota sobre una piedra en ascuas?
- En eso puedo ayudarte -dijo Tontillo-. Vente conmigo, tú has de saciarte.
Lo condujo entonces a la bodega del rey, y el hombre se abalanzó sobre los grandes
toneles, bebió y bebió, hasta que su cuerpo amenazaba con reventar, pero antes de
que transcurriese un día se había bebido toda la bodega.
Tontillo exigió nuevamente a su prometida, pero el rey se enfadó de que un mal rapaz,
a quien todos llamaban Tontillo, hubiese de llevarse a su hija, y puso nuevas
condiciones: tendría que encontrar primero a un hombre que pudiera comerse toda
una montaña de pan. Tontillo no lo pensó mucho, sino que se fue inmediatamente al
bosque; allí estaba sentado en el mismo sitio un hombre que se apretaba fuertemente
el cuerpo con un cinturón; tenía un quejumbroso rostro y dijo:
- Me he comido todo un horno lleno de pan rallado; pero, ¿de qué sirve eso si se tiene
tanta hambre como yo? Mi estómago sigue estando vacío, y he de apretarme bien el
cinturón para no morir de hambre.
Tontillo se alegró de esto y dijo:
- Prepárate y vente conmigo, comerás hasta hartarte.
Lo condujo a la corte del rey, quien había hecho traer toda la harina de su reino para
cocer con ella una inmensa montaña. Pero el hombre del bosque se colocó frente a
ella, comenzó a comer y a comer, y en un día había desaparecido toda la montaña.
Tontillo exigió por tercera vez a su prometida, pero el rey buscó de nuevo un pretexto y
pidió un barco que pudiera viajar por tierra y por mar.
- Tan pronto como vengas navegando en él -dijo-, tendrás a mi hija por esposa.
Tontillo se fue directamente al bosque; allí estaba sentado el viejo y lúgubre
hombrecillo al que había dado su tortilla, que dijo:
- He bebido y comido por ti, y también quiero darte el barco; todo lo hago porque fuiste
compasivo y bondadoso conmigo.
Entonces le dio el barco que podía ir por tierra y por mar, y cuando el rey lo vio no
pudo negarle por más tiempo a su hija. La boda fue celebrada. Después de la muerte
del rey, heredó Tontillo el reino y vivió feliz mucho tiempo con su esposa.
A buen seguro que conoces el cuento de Caperucita Roja. Como se trata de un cuento popular,
probablemente habrás oído diversas versiones.
Y ahora dos nuevas versiones. ¿qué tendrán de diferente...?
CUÉNTAME UN CUENTO
Este es el título de una canción de Celtas Cortos.
Lee la letra y escucha la canción.
A continuación, señala los elementos del cuento tradicional que aparecen: tema, personajes,
elementos repetidos...
Cuéntame un cuento
y veras que contento
me voy a la cama
y tengo lindos sueños.
Pues resulta que era un rey
que tenía tres hijas
las metió en tres botijas
y las tapo con pez
y las pobres princesitas
lloraban desconsoladas
y su padre les gritaba
que por favor se callaran.
Las princesas se escaparon
por un hueco que existía
que las llevo hasta la vía
del tren que va para Italia
y en Italia se perdieron
y llegaron a Jamaica
se pusieron hasta el culo
de bailar reggae en la playa.
Bailando en la playa estaban
cuando apareció su padre
con la vara de avellano
en la mano amenazando
fue tras ellas como pudo y
tropezó con la botella
que tenía genio dentro
que tenía genio fuera
les concedió tres deseos
y ahora felices estamos
y colorín colorado
este cuento se ha acabado.
Y resulta que este rey
que tenia tres hijas
las metió en tres botijas
y las tapo con pez.
Cuéntame un cuento
la enanita junta globos
la que vuela por los aires
la que nos seduce a todos.
Cuéntame un cuento
el del ratoncito Pérez
que te deja cinco duros
cuando se te cae un diente
Cuéntame un cuento
que ya creo que estoy soñando
cuéntame un cuento
con música voy viajando.
Cuéntame un cuento
que todavía no es tarde
cuéntame un cuento
que la noche esta que arde.
LA BELLA DURMIENTE
La Bella Durmiente no es una invención de Walt Disney, sino que se trata de un cuento popular
del que circulan muchas versiones.
Ésta que viene a continuación es una más, pero ¿qué tiene de diferente...?
En medio de un claro, el caballero ve el cuerpo de la muchacha, que duerme sobre una litera
hecha con ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores. Desmonta rápidamente y se
arrodilla a su lado. Le coge una mano. Está fría. Tiene el rostro blanco como el de una muerta. Y
los labios finos y amoratados. Consciente de su papel en la historia, el caballero la besa con
dulzura. De inmediato la muchacha abre los ojos, unos ojos grandes, almendrados y oscuros, y
lo mira: con una mirada de sorpresa que enseguida (una vez ha meditado quién es y dónde está y
por qué está allí y quién será ese hombre que tiene al lado y que, supone, acaba de besarla) se
tiñe de ternura. Los labios van perdiendo el tono morado y, una vez recobrado el rojo de la vida,
se abren en una sonrisa. Tiene unos dientes bellísimos. El caballero no lamenta nada tener que
casarse con ella, como estipula la tradición. Es más: ya se ve casado, siempre junto a ella,
compartiéndolo todo, teniendo un primer hijo, luego una nena y por fin otro niño. Vivirán una
vida feliz y envejecerán juntos.
Las mejillas de la muchacha han perdido la blancura de la muerte y ya son rosadas, sensuales,
para morderlas. Él se incorpora y le alarga las manos, las dos, para que se coja a ellas y pueda
levantarse. Y entonces, mientras (sin dejar de mirarlo a los ojos, enamorado) la muchacha (débil
por todo el tiempo que ha pasado acostada) se incorpora gracias a la fuerza de los brazos
masculinos, el caballero se da cuenta de que (unos 20 o 30 metros más allá, antes de que el claro
dé paso al bosque) hay otra muchacha dormida, tan bella como la que acaba de despertar,
igualmente acostada en una litera de ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores.
Quim Monzó
UN SUEÑO
En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la
única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de
madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en
caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular
escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie
podrá leer lo que los prisioneros escriben. J.L. BORGES, La cifra
EL CUENTO DEL GALLO CAPÓN
Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda
clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y
horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento delgallo
capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el
cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido
que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando
contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si
querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador
decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara
el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido
que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así
sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras. GABRIEL
GARCÍA MÁRQUEZ, Cien años de soledad
LA VIDA EN COMÚN
Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo,
esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro,
madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que
amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra,
suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela,
abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada
quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.
AUGUSTO MONTERROSO, Cuentos
Abrió una puerta que le llevó a una puerta más pequeña; la abrió y le llevó a una puerta más
pequeña, y así fue abriendo puertas hasta llegar a una puerta diminuta como una gatera por la
que se metió para encontrarse con una puerta pequeña que le llevó a una puerta más grande y
así siguió recorriendo un corredor infinito de puertas hasta que finalmente llegó a una pared. Al
otro lado se oía una sucesión de portazos.
JUAN ANTONIO MASOLIVER RÓDENAS, en Grandes minicuentos fantásticos