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Cuando Hitler robó el conejo rosa

Cuando Hitler TÍTULO ORIGINAL:


WHEN HITLER STOLE PINK RABBIT

D.R. © Del
texto:

robó el conejo JUDITH


KERR
1971,
JUDITH

rosa KERR de
esta
edición:
1978, Ediciones Alfaguara, S. A.
Judith Kerr 1986, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A.
1992, Santularia, S. A.
Traducción de Mana Luisa Balseiro Ilustraciones de Judith Kerr Elfo, 32. 28027 Madrid Teléfono 322 45 00
• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. de Ediciones Beazley, 3860.
1437 Buenos Aires
• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767.
Col. Del Valle, México, D.F. C.P. 03100I.S.B.N.: 84-204-4791-9

Depósito legal: M. 19.505-1995 España • Argentina • Colombia • Chile • México E.E.U.U. •


Primera edición: marzo 1978 Perú • Portugal • Puerto Rico • Venezuela
Vigésima octava reimpresión: julio 1995 www.alfaguarainfantil.com.mx Diseño de la colección:
Una editorial del grupo Santillana que edita en:
JOSE CRESPO, ROSA MARIN, JESÚS SANZ Printed in Spain
Impreso sobre papel reciclado de Papelera Echezarreta, S. A. Todos los derechos reservados.
Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en Las dos niñas llevaban abrigos gruesos y gorros de lana
parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de para tener abrigadas las orejas, y Anna llevaba además una
recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico. electrónico, magnético,
bufanda. Anna tenía nueve años, pero era bajita para su
electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso edad, y los extremos de la bufanda le colgaban casi hasta
previo por escrito de la editorial las rodillas. También le tapaba la boca y la nariz, de modo
A mis padres, Julia y Alfred Kerr que lo único que se le veía eran sus ojos verdes y un
mechón de pelo oscuro. Se había apresurado porque quería
comprar unos lápices de colores en la papelería y ya era
casi la hora de comer; pero iba tan sin aliento que se alegró
de que Elsbeth se detuviera a mirar un gran cartel rojo.
— Es otro retrato de ese señor — dijo Elsbeth — . Mí
hermana la pequeña vio uno ayer y se creyó que era Charlie
Chaplin.
Anna contempló la mirada fija y la expresión severa. Luego
dijo:
Capítulo 1 — No se parece en nada a Charlie Chaplin, como no sea en
el bigote.
Leyeron el nombre que había debajo de la fotografía.
Adolf Hitler.
—Quiere que todo el mundo le vote en las elecciones, y
Anna volvía del colegio con Elsbeth, una niña de su clase. entonces les parará los pies a los judíos —dijo Elsbeth—.
Aquel invierno había nevado mucho en Berlín. La nieve no ¿Tú crees que le parará los pies a Rachel Lowenstein?
se había derretido; los barrenderos la habían apilado en el
—A Rachel Lowenstein no la puede parar nadie —respondió
borde de las aceras, y allí había permanecido semanas y
Anna—. Es capitana de su clase. A lo mejor me para los
semanas, en tristes montones que se iban poniendo grises.
pies a mí. Yo también soy judía.
Ahora, en febrero, empezaba a deshacerse, y había charcos
—¡Tú no!
por todas partes. Anna y Elsbeth, calzadas con botas de
—¡Claro que sí! Mi padre nos estuvo hablando de eso la
cordones, se los iban saltando.
semana pasada. Dijo que éramos judíos, y que, pasara lo
que pasara, mi hermano y yo no debíamos olvidarlo nunca.
—Pero vosotros no vais a una iglesia especial los sábados, el alma a los pies cuando vio que era Fraulein Lambeck, que
como Rachel Lowenstein. vivía cerca de su casa. Fraulein Lambeck estaba poniendo
—Eso es porque no somos religiosos. No vamos a ninguna cara de oveja y diciendo: «¡Tiempos terribles, tiempos
iglesia. terribles!» Cada vez que decía «tiempos terribles» meneaba
—Pues a mí me gustaría que mi padre no fuera religioso — la cabeza, y le bailoteaban los pendientes.
dijo Elsbeth—. Nosotros tenemos que ir todos los domingos, El hombre de la papelería dijo: «1931 ya fue malo, 1932 fue
y a mí me dan calambres de estar sentada. peor, pero, fíjese en lo que le digo, 1933 será peor que
Elsbeth miró a Anna con curiosidad. ninguno». Luego vio a Anna y Elsbeth y preguntó: «¿En qué
—Yo creí que los judíos tenían que tener la nariz ganchuda, puedo servirles, pequeñas?»
pero tú la tienes normal. ¿Tu hermano tiene la nariz Anna estaba a punto de decirle que quería comprar unos
ganchuda? lápices de colores cuando Fraulein Lambeck la descubrió.
—No —dijo Anna—. La única persona que hay en casa con —¡Si es Anna! —exclamó Fraulein Lambeck—. ¿Cómo
la nariz ganchuda es Bertha, la criada, y se le quedó así estás, Anna? ¿Y cómo está tu papá?
porque se la rompió al caerse del tranvía. ¡Qué hombre tan maravilloso! Yo leo todo lo que escribe.
Elsbeth empezaba a impacientarse. Tengo todos sus libros y siempre le oigo por la radio. Pero
—Pues entonces —dijo—, si por fuera sois como todo el esta semana no ha escrito nada en el periódico..., espero
mundo y no vais a una iglesia especial, ¿cómo sabéis que que no sea porque esté enfermo. Estará dando conferencias
sois judíos? ¿Cómo podéis estar seguros? por ahí fuera.
Hubo una pausa. ¡Ay, nos hace mucha falta en estos tiempos terribles!
—Supongo... —empezó Anna—, supongo que será porque Anna esperó a que fraulein Lambeck acabase, y luego dijo:
mi padre y mi madre lo son, y supongo que sus padres y sus —Tiene la gripe.
madres también lo serían. A mí nunca se me había ocurrido Eso dio lugar a otro alboroto. Cualquiera habría pensado
pensarlo, hasta que papá empezó a hablar de eso la que la persona más próxima y querida de fraulein Lambeck
semana pasada. se hallaba a las puertas de la muerte. Fraulein Lambeck
— ¡Pues es una tontería! —dijo Elsbeth—. ¡Todo son sacudió la cabeza hasta que sus pendientes repiquetearon,
tonterías, lo de Adolf Hitler, lo de que la gente sea judía y sugirió remedios, recomendó médicos: no dejó de hablar
todo lo demás! —echó a correr, y Anna la siguió. hasta que Anna le hubo prometido que le transmitiría a su
No se pararon hasta llegar a la papelería. Allí había alguien padre sus mejores deseos de pronta curación. Luego, ya
hablando con el hombre del mostrador, y a Anna se le cayó desde la puerta, se volvió y dijo:
—No le digas que los mejores deseos de fraulein Lambeck, —No sé. Pero casi nunca se oye de una misma familia
Anna: ¡dile que de una admiradora! donde haya habido dos personas famosas. Eso me pone
Y por fin desapareció. triste a veces.
Anna no tardó nada en comprar sus lápices. Luego ella y Y Anna suspiró.
Elsbeth se quedaron paradas delante de la papelería, en Estaban ya junto a la verja pintada de blanco de la casa de
medio del viento frío. Allí era donde normalmente se Anna. Elsbeth intentaba febrilmente pensar en algo por lo
separaban, pero Elsbeth remoloneó. Hacía mucho tiempo que ella pudiera ser famosa, cuando Heimpi, que las había
que quería hacerle a Anna una pregunta, y aquél parecía visto por la ventana, abrió la puerta de entrada.
buen momento. —¡Dios mío! —exclamó Elsbeth—, ¡hoy llego tarde a comer!
—Anna —dijo Elsbeth—, ¿es bonito tener un padre famoso? Y salió corriendo calle arriba.
—Cuando te encuentras a alguien como fraulein Lambeck, —Tú y esa Elsbeth —gruñó Heimpi mientras Anna se metía
no —repuso Anna, poniendo rumbo a casa distraídamente en casa—. ¡Se os va a caer la lengua de tanto moverla!
mientras Elsbeth la seguía, igual de distraídamente. Heimpi se llamaba en realidad fraulein Hempel, y había
—No, pero ¿aparte de fraulein Lambeck? cuidado de Anna y de su hermano Max desde que nacieron.
—Yo creo que es muy bonito. Entre otras cosas porque Ahora que ya eran mayores se ocupaba de las tareas de la
papá trabaja en casa, así que le vemos mucho. Y a veces casa mientras ellos estaban en el colegio, pero le gustaba
nos dan entradas gratis para el teatro Y una vez nos mimarlos cuando volvían.
entrevistaron para un periódico, y nos preguntaron qué libros —Vamos a quitarte todo esto —dijo, desenrollando la
nos gustaban, y mi hermano dijo que Zane Grey, ¡y al día bufanda—. Pareces un paquete mal atado. Mientras Heimpi
siguiente le mandaron una colección entera de regalo! le quitaba cosas de encima, Anna oyó que en el cuarto de
—Ojalá mi padre fuera famoso —dijo Elsbeth—. Pero no estar sonaba el piano. De modo que mamá estaba en casa.
creo que llegue a serlo nunca, porque trabaja en Correos, y —¿Seguro que no traes los pies mojados? —preguntó
no es el tipo de cosa que le hace a uno famoso. Heimpi—. Entonces, date prisa y ve a lavarte las manos. Ya
—Si tu padre no llega a ser famoso, a lo mejor tú sí. Una de casi está lista la comida.
las desventajas de tener un padre famoso es que casi nunca Anna subió la escalera alfombrada. Entraba el sol por la
llega a serlo uno mismo. ventana, y afuera, en el jardín, se veían todavía algunas
—¿Por qué no? manchas de nieve. De la cocina subía olor a pollo. Daba
gusto volver a casa del colegio.
Cuando abrió la puerta del cuarto de baño hubo un revuelo —No te preocupes, Heimpi te lo arregla —dijo Anna—. ¿Me
dentro, y Anna se encontró frente a su hermano Max, que dejan ver la insignia?
bajo su pelo rubio tenía la cara colorada como un tomate y Era una chapa pequeña de esmalte rojo, con una cruz negra
escondía algo tras de sí. con los brazos doblados.
—¿Qué pasa? —preguntó Anna, aun antes de descubrir la —Se llama una esvástica —dijo Gunther—. Todos los nazis
presencia de Gunther, el amigo de Max, que parecía las tienen.
igualmente azarado. —¿Qué vais a hacer con ella? Max y Gunther se miraron.
—¡Ah, si eres tú! —dijo Max, y Gunther dijo, riendo: —¿Tú la quieres? —preguntó Max. Gunther negó con la
—¡Creíamos que era una persona mayor! cabeza.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó Anna. —Se supone que no debo tratarme para nada con los nazis.
—Es una insignia. Hoy hemos tenido una pelea fenomenal Mi madre tiene miedo de que me partan la cabeza.
en el colegio: los nazis contra los socis. —No pelean limpio —asintió Max—. Usan palos, piedras y
—¿Y quiénes son los nazis y los socis? de todo.
—A tu edad ya deberías saberlo —dijo Max, que acababa de Dio la vuelta a la insignia, con repugnancia creciente:
cumplir los doce años—. Los nazis son los que van a votar a —Pues yo desde luego no la quiero.
Hitler en las elecciones. Los socis somos los que vamos a —¡Tírala por el baño! —dijo Gunther.
votar en contra. Y así lo hicieron. La primera vez que tiraron de la cadena no
—Pero si a ustedes no los dejan votar —dijo Anna—. ¡Son se fue para abajo, pero a la segunda, justo en el momento
demasiado pequeños! en que sonaba el timbre para ir a comer, desapareció muy
—Pues nuestros padres... —dijo Max enfadado—. Es lo satisfactoriamente.
mismo. Aún se oía el piano cuando bajaron, pero dejó de sonar
—De todos modos, les hemos ganado —dijo Gunther—. ¡Si mientras Heimpi les llenaba los platos, y al momento
hubieras visto como corrían! Entre Max y yo agarramos a siguiente se abrió la puerta y entró mamá. —¡Hola, niños!
uno y le quitamos la insignia. Pero no sé qué va a decir mi ¡Hola, Gunther! —exclamó—. ¿Qué tal el colegio?
madre cuando vea los pantalones. Todos empezaron a contarle cosas inmediatamente, y la
Y al decirlo bajó la vista, compungido, hacia un gran hoyo de habitación se llenó de pronto de barullo y risas. La madre de
la tela gastada. El padre de Gunther estaba sin trabajo, y en Anna se sabía los nombres de todos los profesores, y
su casa no tenían dinero para comprar ropa nueva. siempre se acordaba de lo que los niños le habían dicho.
Por eso, cuando Max y Gunther le contaron cómo el Anna se comió su postre tranquilamente. Max y Gunther
profesor de geografía se había puesto hecho una furia, dijo: repitieron dos veces, y mamá seguía sin volver. Era extraño,
—¡No me extraña, después de cómo le tratasteis la semana porque el pastel de manzana le gustaba especialmente.
pasada! Bertha entró a quitar la mesa y Heimpi se llevó a los chicos
Y cuando Anna le contó que se había leído en clase su para ver lo de los pantalones de Gunther.
redacción, comentó: —Esto no tiene arreglo —dijo—. Si te los coso se te volverán
—Esto es maravilloso... porque fraulein Schmidt casi nunca a abrir en cuanto que respires.
lee nada en voz alta, ¿no es cierto? Cuando escuchaba, Pero tengo unos de Max que se le quedaron pequeños, y
miraba a quien estuviese hablando con absoluta atención. que te van a venir que ni pintados. Anna se quedó en el
Cuando hablaba ponía en ello toda su energía. Todo parecía comedor sin saber qué hacer. Durante un rato estuvo
hacerlo el doble de bien que los demás: hasta sus ojos eran ayudando a Bertha a retirar los platos sucios, metiéndolos
los más azules que Anna había visto. en la antecocina por el ventanillo que daba al comedor.
Estaban empezando el postre, que era pastel de manzana, Luego quitaron las migas de la mesa con un cepillito y un
cuando entró Bertha, la muchacha, para decirle a mamá que recogedor. Después, mientras doblaban el mantel, se
llamaban por teléfono, y que si debía molestar a papá. acordó de fraulein Lambeck y su recado. Esperó a que
—¡Vaya unas horas de llamar! —exclamó mamá, y corrió la Bertha tuviese bien cogido el mantel, y subió corriendo a la
silla para atrás con tanta fuerza que Heimpi tuvo que echarle habitación de papá. Dentro se le oía hablar con mamá.
mano para que no se volcara—. ¡Que ninguno se atreva a —Papá —dijo Anna, abriendo la puerta—, me encontré con
comerse mi parte! fraulein Lambeck...
Y salió a toda prisa. —¡Ahora no, luego! —exclamó mamá-—. ¡Estamos
Todo pareció quedar muy silencioso después que salió hablando!
mamá, aunque Anna oyó sus pasos apresurados hacia el Estaba sentada en el borde de la cama de papá. Papá
teléfono y, un poco después, todavía mas apresurados estaba recostado sobre las almohadas, un poco pálido. Los
escaleras arriba, hacia el cuarto de papá. Anna rompió el dos tenían gesto preocupado.
silencio para preguntar: —Pero papá, es que me dijo que te dijera... Mamá se enfadó
—¿Cómo está papá? mucho.
—Mejor —contestó Heimpi—. Le ha bajado un poco la —¡Por lo que más quieras, Anna! —gritó—. ¡No nos interesa
temperatura. oírlo ahora! ¡Márchate!
—Vuelve dentro de un rato —dijo papá con más suavidad. —¿Puedo ir antes a enseñarle esto a papá? —preguntó
Anna cerró la puerta. ¡Pues vaya! No es que en ningún Anna, rellenando el último trocito de mar azul. Heimpi
momento hubiera tenido muchas ganas de dar el absurdo asintió.
recado de fraulein Lambeck, pero se sintió maltratada. Esta vez Anna llamó a la puerta y esperó hasta que papá
No había nadie en el cuarto de jugar. Afuera se oían voces: dijo «Adelante». Su cuarto tenía un aspecto extraño, porque
probablemente Max y Gunther estarían jugando en el jardín, sólo estaba encendida la lámpara de la mesilla, y papá y su
pero a Anna no le apetecía ir con ellos. Su mochila colgaba cama formaban una isla de luz entre las sombras. Apenas
de la silla. Desempaquetó sus lápices nuevos y los sacó se veía un escritorio, con la máquina de escribir y la
todos de la caja. Había un rosa bonito y un naranja que montaña de papeles que, como siempre, habían desbordado
estaba bastante bien, pero los azules eran los mejores. la mesa hasta caer al suelo. Como papá escribía a menudo
Había tres tonos diferentes de azul, todos muy luminosos, y hasta muy tarde y no quería molestar a mamá tenía su cama
un malva. De repente, a Anna se le ocurrió una idea. en su cuarto de trabajo.
Últimamente había estado haciendo una serie de poemas Papá no tenía aspecto de estar mejor. Estaba sentado en la
ilustrados que habían sido muy admirados, lo mismo en cama sin hacer nada, mirando fijamente al frente y con una
casa que en el colegio. Uno de ellos había sido sobre un especie de rigidez en su rostro delgado, pero al ver a Anna
incendio, otro sobre un terremoto y otro sobre un hombre sonrió. Ella le enseñó el poema y él lo leyó dos veces de
que se moría, en medio de horribles sufrimientos, tras ser cabo a rabo y dijo que era muy bonito, y elogió también la
maldecido por un vagabundo. ¿Por qué no intentar ahora un ilustración. Luego Anna le contó lo de fraulein Lambeck, y
naufragio? Había toda clase de palabras que rimaban con los dos se rieron. Viéndole ya con un aspecto más normal,
«mar», y para la ilustración podía usar los tres lápices Anna le preguntó:
azules nuevos. Cogió papel y empezó. —¿Papá, de verdad te gusta el poema? Papá dijo que sí.
Pronto estuvo tan enfrascada en lo que estaba haciendo que —¿No te parece que debería ser más alegre?
no notó cómo el temprano anochecer de invierno se iba —Bueno —contestó papá—, un naufragio no puede ser
colando en la habitación, y se sobresaltó cuando Heimpi demasiado alegre.
entró y encendió la luz. —Mi profesora, fraulein Schmidt, dice que debería escribir
—He hecho pasteles —dijo Heimpi—. ¿Me quieres ayudar a sobre temas más alegres: sobre la primavera o las flores,
ponerles la cobertura? por ejemplo.
—¿Y tú quieres escribir sobre la primavera y las flores?
—No —dijo Anna tristemente—. Ahora mismo parece como vieja de Max que le valía, de modo que Gunther se fue a su
si no me salieran más que desastres. casa cargado con un buen paquete.
Papá esbozó una pequeña sonrisa, y dijo que quizá fuese El resto de la tarde lo pasaron jugando. Max y Anna habían
porque estaba a tono con los tiempos. recibido en Navidad una caja de juegos, y todavía no se les
—Entonces —preguntó Anna con emoción—, ¿tú crees que había pasado el entusiasmo por ellos. Había juegos de
está bien escribir sobre desastres? damas, ajedrez, parchís, oca, dominó y seis juegos de
Papá se puso serio inmediatamente. cartas diferentes, todos metidos en un solo estuche muy
—¡Claro que sí! —respondió—. Si tú quieres escribir sobre bonito. Si se cansaba uno de un juego, se podía jugar a otro.
desastres, eso es lo que tienes que hacer. Lo que no se Heimpi fue a sentarse con ellos en el cuarto de jugar
puede hacer es pretender escribir sobre lo que quieren los mientras remendaba calcetines, y hasta jugó con ellos al
demás. La única manera de escribir algo bueno es intentar parchís.
que le guste a uno mismo. Pareció que había llegado muy pronto la hora de acostarse.
A Anna le animó tanto oír eso que ya iba a preguntarle a A la mañana siguiente, antes de ir al colegio, Anna entró
papá si él creía que ella podría ser famosa algún día, pero corriendo en el cuarto de papá para verle. El escritorio
en aquel momento sonó el teléfono que había junto a la estaba ordenado. La cama estaba hecha.
cama, sorprendiéndolos a los dos. Papá no estaba.
La expresión tensa volvió al rostro de papá mientras
levantaba el auricular, y era extraño, pensó Anna, que hasta
su voz sonase distinta. Le oyó decir: «Sí..., sí...», y algo
acerca de Praga, y luego se cansó de escuchar. Pero la
conversación acabó en seguida.
—Hale, vete corriendo —dijo papá. Alzó los brazos como
para darle un gran abrazo, y luego los dejó caer otra vez,
diciendo:
—Será mejor que no te pegue la gripe.
Anna ayudó a Heimpi a recubrir los pasteles, y luego se los
comieron entre Max, Gunther y ella, todos menos tres que
Heimpi metió en una bolsa de papel para que Gunther se los
llevara a su madre. Además había encontrado más ropa
—¡No pasa nada! —dijo Heimpi—. ¡No pasa nada! Tu padre
ha salido de viaje.
—¿De viaje? —Anna no lo podía creer—. Pero si está
enfermo... si tiene fiebre...
—Sí, pero ha decidido marcharse de todos modos —dijo
Heimpi con firmeza—.Tu madre os lo iba a explicar todo
cuando volvierais del colegio. Ahora supongo que habrá que
decíroslo ya, y fraulein Schmidt te puede esperar sentada,
—¿Qué pasa? ¿No vamos al colegio? —Max apareció en el
descansillo, muy esperanzado.
Entonces mamá salió de su habitación. Estaba todavía en
bata, y parecía cansada.
—No hay necesidad de armar un alboroto —dijo—. Es que
os tengo que decir un par de cosas. Heimpi, ¿nos trae un
poco de café? Y los niños supongo que no se negarán a
tomar algo más de desayuno.
Una vez instalados todos en la antecocina de Heimpi, con
café y bollos delante, Anna se sintió mucho mejor, e incluso
capaz de calcular que no llegaría a la clase de geografía,
Capítulo 2 que le resultaba particularmente antipática.
—Es muy sencillo —dijo mamá—. Papá piensa que
Hitler y los nazis podrían ganar las elecciones. Si eso
Lo primero que se le ocurrió a Anna era tan espantoso que ocurriera, a él no le gustaría vivir en Alemania mientras
le cortó la respiración. Papá se había puesto peor por la estuvieran en el poder, y a ninguno de nosotros
noche. Se lo habían llevado al hospital. Tal vez... Anna salió tampoco. —¿Porque somos judíos? —preguntó Anna.
corriendo a ciegas de la habitación, y de repente alguien la —No sólo porque seamos judíos. Papá piensa que en ese
sujetó: era Heimpi. caso ya no se le permitiría a nadie decir lo que pensara, y él
no podría escribir. A los nazis no les gusta que se les lleve la
contraria —mamá bebió un poco de café, y se le animó más
la cara—. Por supuesto, puede ser que no suceda nada de —Heimpi también.
eso, y si sucediera probablemente no duraría mucho tiempo: Aquello sonaba la mar de emocionante. Anna estaba
quizá unos seis meses o así. Pero de momento no lo empezando a imaginárselo: una casa en las montañas...
sabemos. cabras... ¿o eran vacas?..., cuando mamá dijo:
—Pero, ¿por qué se ha ido papá tan de repente? —preguntó —Hay una cosa más.
Max. Se había puesto muy seria.
—Porque ayer le llamaron por teléfono y le avisaron de que —Esto es lo más importante de todo —dijo mamá—, y en
tal vez le quitaran el pasaporte. Así que yo le hice un maletín esto necesitamos que nos ayudéis. Papá no quiere que
y cogió el tren nocturno a Praga..., que es la manera más nadie sepa que se ha ido de Alemania. De modo que no se
rápida de salir de Alemania. lo debéis decir a nadie. Si alguien os pregunta por él, tenéis
—¿Quién podría quitarle el pasaporte? que decir que sigue en cama con la gripe.
—La policía. Hay bastantes nazis en la policía. —¿Yo ni siquiera se lo puedo decir a Gunther?
—¿Y quién le llamó para avisarle? Mamá sonrió por primera —preguntó Max.
vez. —No. Ni a Gunther, ni a Elsbeth, ni a nadie.
—Otro policía. Uno al que papá no había visto nunca..., pero —Bueno —dijo Max—. Pero no va a resultar fácil. Siempre
que había leídos sus libros y le habían gustado. nos están preguntando por él.
Anna y Max tardaron cierto tiempo en digerir todo aquello. —¿Por qué no se lo podemos decir a nadie?
Luego Max preguntó: —preguntó Anna—. ¿Por qué no quiere papá que nadie lo
—¿Pero ahora qué va a pasar? sepa?
—Bueno —dijo mamá—, sólo faltan unos diez días para las —Mirad —dijo mamá—, os lo he explicado todo lo mejor que
elecciones. O bien los nazis las pierden, en cuyo caso papá puedo. Pero todavía sois pequeños..., no podéis entenderlo
volverá..., o bien las ganan, en cuyo caso iremos nosotros a todo. Papá cree que los nazis podrían... causarnos alguna
reunimos con él. molestia si supieran que se ha marchado. Por eso no quiere
—¿En Praga? —preguntó Max. que habléis de ello. ¿Vais a hacer lo que os pide o no?
—No, probablemente en Suiza. Allí hablan alemán..., papá Anna dijo que sí, que claro que lo haría.
podrá escribir. Lo más probable sería que alquilásemos una Luego Heimpi les mandó a los dos al colegio. Anna iba
casa pequeña y nos quedásemos allí hasta que todo esto se preocupada pensando qué iba a decir si alguien le
hubiera despejado. preguntaba por qué llegaba tarde, pero Max le dijo:
—¿Heimpi también? —preguntó Anna.
—Diles que mamá se durmió: ¡además, es verdad! colegio... Y continuó—: Supongo que en Suiza iríamos al
Pero no pareció que nadie se interesara mucho por el colegio.
asunto. En la clase de gimnasia hicieron salto de altura, y —Claro —dijo Anna—. Yo creo que sería muy divertido.
Anna fue quien saltó más alto de toda su clase. Eso la puso Casi le daba vergüenza confesarlo, pero cuanto más
tan contenta que durante el resto de la mañana casi se le pensaba en ello más le apetecía ir. Estar en un país extraño,
olvidó que papá estaba en Praga. donde todo sería diferente: vivir en una casa diferente, ir a
Cuando llegó la hora de irse a casa se le vino todo a la un colegio diferente con niñas diferentes; sentía unas ganas
memoria, y salió con la esperanza de que Elsbeth no le enormes de experimentar todo aquello, y, aunque sabía que
hiciera preguntas comprometedoras; pero Elsbeth iba no estaba bien, no pudo evitar una sonrisa.
pensando en cosas más importantes. Su tía iba a salir con —Sólo sería por seis meses —dijo, como excusándose—, y
ella aquella tarde para comprarle un yoyo. ¿De qué clase estaríamos todos juntos.
creía Anna que debía elegirlo? ¿Y de qué color? En general Los días siguientes transcurrieron con bastante normalidad.
funcionaban mejor los de madera, pero Elsbeth había visto Mamá recibió carta de papá: estaba cómodamente instalado
uno color naranja que, aunque era de lata, le había parecido en un hotel de Praga y se encontraba mucho mejor. Estas
tan bonito que estaba tentada de decidirse por él. Anna sólo noticias les alegraron a todos.
tuvo que decir «sí» o «no», y, cuando llegó a casa a comer, Varias personas preguntaron por él, pero se dieron por
el día no parecía tan extraordinario como aquella mañana satisfechas cuando los niños dijeron que tenía la gripe.
había esperado que fuera. Ni Anna ni Max tenían que hacer Había tanta, que no era sorprendente. El tiempo seguía
deberes, y hacía demasiado frío para salir, de modo que por siendo muy frío, y todos los charcos que se habían formado
la tarde se sentaron sobre el radiador del cuarto de jugar y con el deshielo se volvieron a helar, pero no nevaba más.
estuvieron mirando por la ventana. El viento hacía retemblar Al fin, por la tarde del domingo anterior a las elecciones, el
las contraventanas y arrastraba grandes masas de nubes cielo se puso muy oscuro y se abrió de repente para dar
sobre el cielo. paso a una masa de blanco flotante en ráfagas y remolinos.
—Podría nevar más —dijo Max. Anna y Max estaban jugando con los niños Kentner, que
—Max —dijo Anna—, ¿te hace ilusión que vayamos a vivían en la acera de enfrente. Se pararon a mirar cómo
Suiza? caía la nieve.
—No sé —contestó Max. Echaría de menos tantas cosas: — ¡Si hubiera empezado un poco antes! —dijo Max—. Para
Gunther... la pandilla con la que jugaba al fútbol... el cuando esté lo bastante alta para ir en trineo, ya habrá
anochecido.
A las cinco, cuando Anna y Max se iban a casa, había Fue sin querer, pero de pronto Anna se encontró dando
acabado de nevar. Peter y Marianne Kentner les saltitos y diciendo: «¡Oh, por favor, por favor...!» Peter dijo:
acompañaron a la puerta. Por toda la calle se extendía la —Bueno..., el más pequeño primero.
nieve, espesa, seca y crujiente, y la luna brillaba sobre ella. Eso se refería a ella, porque Marianne tenía diez años.
—¿Por qué no vamos con los trineos a deslizamos a la luz Anna se sentó en el trineo, se agarró a la cuerda del
de la luna? —dijo Peter. timón, respiró hondo y arrancó. El trineo empezó a
—¿Tú crees que nos dejarían? moverse, bastante despacio, por la ladera abajo. —
—Nosotros ya lo hemos hecho antes —dijo Peter, que tenía ¡Venga! —gritaron los chicos detrás de ella—. ¡Dale otro
catorce años—. Ve a preguntarle a tu madre. empujón!
Mamá dijo que podían ir, a condición de que no se Pero ella no se lo dio. Sin quitar los pies de los patines, dejó
separaran y estuvieran de vuelta a las siete. que el trineo cogiera velocidad poco a poco. En torno a él se
Se pusieron la ropa de más abrigo y emprendieron la alzaba la nieve pulverizada. Los árboles pasaban a los
marcha. lados, despacio al principio, luego cada vez más deprisa. La
Sólo había un paseo de un cuarto de hora hasta el luz de la luna brincaba alrededor, hasta que a Anna le
Grunewald, donde una ladera con árboles formaba una pista pareció ir volando a través de una masa de plata. Luego el
ideal hasta un lago helado. Muchas otras veces se habían trineo tropezó con el escalón que había al final de la cuesta,
deslizado por allí en trineo, pero siempre de día, con el aire pasó como una exhalación por encima de él y aterrizó en
lleno de los gritos de otros niños. Ahora sólo se oía el una mancha de luna sobre el lago helado. Fue precioso.
gemido del viento en los árboles, el crujido de la nieve fresca Los demás bajaron detrás de ella, dando voces y gritos.
bajo sus pies, y el suave roce de los trineos detrás de ellos. Bajaron la cuesta de cabeza y boca abajo, dándoles la nieve
Arriba el cielo estaba oscuro, pero el suelo, a la luz de la directamente en la cara. Bajaron con los pies delante y boca
luna, tenía un brillo azul, y las sombras de los árboles lo arriba, con las copas negras de los abetos precipitándose
surcaban como franjas negras. sobre ellos. Se apiñaron todos juntos en un solo trineo y
En lo alto de la cuesta se detuvieron y miraron hacia abajo. bajaron tan deprisa que casi acabaron en mitad del lago.
No había estado nadie antes que ellos. El sendero de nieve Después de cada descenso volvían a subir la cuesta,
reluciente se extendía, perfecto y sin huellas, hasta la orilla jadeando y arrastrando los trineos tras ellos. A pesar del frío,
misma del lago. se cocían dentro de sus abrigos.
—¿Quién baja el primero? —preguntó Max. Entonces empezó a nevar otra vez. Al principio casi no se
dieron cuenta, pero después se levantó viento y les sopló
nieve a la cara. De pronto Max se detuvo cuando ya había más que fraulein Lambeck, enfundada en una especie de
arrastrado su trineo hasta la mitad de la cuesta, y dijo: capa peluda y con una carta en la mano.
—¿Qué hora es? ¿No deberíamos volver ya? —¡Anna! —exclamó fraulein Lambeck—. ¡Mira que
Nadie tenía reloj, y de repente cayeron en la cuenta de que encontrarte en la oscuridad de la noche! Iba al buzón, pero
no tenían ni idea de cuánto tiempo llevaban allí. Tal vez no esperaba encontrarme con nadie. ¿Y cómo está tu papá?
fuera ya muy tarde y sus padres les estuvieran esperando —Está con gripe —contestó
en casa. Anna automáticamente.
—Andando —dijo Peter—. Será mejor que nos demos prisa. fraulein Lambeck se paró en
Se quitó los guantes y los sacudió uno contra otro para seco.
hacer caer los grumos de nieve. Tenía —¿Todavía tiene la gripe, Anna? Hace ya una semana que
las manos rojas de frío. También Anna las tenía así, y por me dijiste que estaba con gripe.
primera vez se fijó en que tenía los pies congelados. —Sí —dijo Anna.
A la vuelta hacía un frío terrible. Se les colaba el viento a —¿Y sigue en la cama? ¿Todavía tiene fiebre?
través de la ropa húmeda, y con la luna oculta detrás de las —Sí —dijo Anna.
nubes el camino aparecía oscuro delante de ellos. Anna se — ¡Ay, pobre! —y fraulein Lambeck puso una mano sobre el
alegró cuando salieron de los árboles y cogieron la hombro de Anna—. ¿Le están haciendo de todo? ¿Viene el
carretera. En seguida hubo farolas, casas con las ventanas médico a verle?
iluminadas, tiendas. Ya casi estaban en casa. —Sí —dijo Anna.
Un reloj que vieron iluminado les indicó la hora: después de —¿Y qué dice el médico?
todo, no eran aún las siete. Exhalaron suspiros de alivio y —Dice... no sé —contestó Anna. Fraulein Lambeck se
frenaron el paso. Max y Peter empezaron a hablar de fútbol. inclinó con gesto confidencial y la miró a la cara.
Marianne ató juntos dos trineos y se adelantó a la carrera —Dime, Anna —dijo—: ¿cuánta fiebre tiene tu papá?
por la calle vacía, dejando sobre la nieve una red de huellas —¡No lo sé! —gritó Anna, y la voz no le salió como había
entrecruzadas. Anna se quedó rezagada porque le dolían querido, sino como una especie de gritito—. ¡Lo siento, pero
sus pies fríos. Vio a los chicos pararse delante de su casa, me tengo que ir a casa!
charlando todavía y esperándola, y ya iba a alcanzarles Y echó a correr todo lo deprisa que pudo hacia Max y la
cuando oyó chirriar una verja. Algo se movió a su lado, y de puerta abierta.
repente una figura informe se perfiló cerca de ella. Por un
instante Anna se asustó mucho, pero luego vio que no era
—¿Qué te pasa? —le dijo Heimpi en el vestíbulo—. ¿Te han domingo.
disparado por un cañón? —¿El domingo? —dijo Max—. Pero entonces falta sólo una
Anna vio a mamá por la puerta entornada del salón. semana. Ese es el día de las elecciones. ¡Yo creía que
—¡Mamá! —gritó—, ¡no me gusta tener que mentirle a todo íbamos a esperar a ver quién las ganaba!
el mundo sobre papá! ¡Es horrible! —Tu padre ha decidido que es mejor no esperar —el tío
¿Por qué tenemos que hacerlo? ¡No quiero! Julius sonrió a mamá—. De veras, creo que se está
Entonces vio que mamá no estaba sola. Al otro extremo de tomando todo esto demasiado en serio.
la habitación estaba el tío Julius (que en realidad no era tío, —¿Por qué? —preguntó Max—. ¿Qué es lo que le
sino un viejo amigo de papá), sentado en un sillón. preocupa?
—Cálmate —dijo mamá muy secamente—. A ninguno nos Mamá suspiró.
gusta mentir sobre papá, pero ahora mismo es necesario. —Desde que papá se enteró de que pensaban quitarle el
¡No os pediría que lo hicierais si no lo fuera! pasaporte, le preocupa que intenten quitarnos los nuestros:
—La pilló fraulein Lambeck —dijo Max, que había entrado entonces no podríamos salir de Alemania.
detrás de Anna—. ¿Conoces a fraulein Lambeck? Es —Pero, ¿por qué iban a hacerlo? —preguntó Max—. Si los
temible. ¡No hay manera de contestar a sus preguntas, ni nazis no nos tienen simpatía, lo lógico es que se alegren de
siquiera diciendo la verdad! perdernos de vista.
—Pobre Anna —dijo el tío Julius con su vocecilla aguda. Era —Exactamente —dijo el tío Julius, y volvió a sonreír a
un hombre delgado y de modales suaves, y todos le tenían mamá—. Tu marido es un hombre maravilloso, dotado de
mucho cariño—. Vuestro padre me encargó que os dijera una imaginación maravillosa, pero en este asunto,
que os echa mucho de menos a los dos y os envía muchos francamente, creo que ha perdido la cabeza. En fin, pasaréis
abrazos. unas vacaciones estupendas en Suiza, y cuando dentro de
—¿Es que le has unas semanas volváis a Berlín nos iremos todos juntos al
visto? —preguntó zoo —el tío Julius era naturalista y se pasaba la vida yendo
Anna. —El tío al zoo—. Avisadme si puedo echar una mano en los
Julius acaba de preparativos. Volveré a veros, por supuesto.
volver de Praga — Besó la mano de mamá y se marchó.
dijo —¿De veras nos vamos el domingo? —preguntó Anna.
mamá—. Papá está muy bien, y quiere que nos reunamos
con él en Zurich, en Suiza, el
—El sábado —dijo mamá—. Hay mucho camino de aquí a
Suiza. Tendremos que parar en Stuttgart para pasar la
noche.
— ¡Entonces esta es nuestra última semana de colegio! —
dijo Max.
Parecía increíble.

Capítulo 3

Después de aquello todo se sucedió muy deprisa, como en


una película acelerada. Heimpi se pasaba todo el día
seleccionando y empaquetando cosas. Mamá estaba casi
siempre fuera o al teléfono, ocupándose del contrato de la
casa o del almacenamiento de los muebles una vez que se
hubieran marchado. Cada día, cuando los niños volvían del Luego regresaban a casa para encontrarse con las
colegio, la casa parecía más vacía. habitaciones cada vez más vacías, los cajones de madera y
Un día llegó el tío Julius cuando estaban ayudando a mamá las maletas, la interminable selección de posesiones. Lo
a empaquetar libros. Miró los estantes vacíos y sonrió: más difícil fue decidir qué juguetes se llevaban.
—¡Los volveréis a colocar todos, ya veréis! Naturalmente quisieron llevarse la caja de juegos, pero era
Aquella noche, el sonido de coches de bomberos despertó a demasiado grande. Al final sólo hubo sitio para unos cuantos
los niños. No uno ni dos, sino cerca de una docena pasaron libros y uno de los animales de trapo de Anna. ¿Cuál
a toda marcha por la avenida que había al extremo de la escoger, el Conejo Rosa que había sido su compañero de
calle, haciendo sonar sus campanas. Cuando se asomaron toda la vida o un perro de lanas de reciente adquisición?
a la ventana, vieron que sobre el centro de Berlín el cielo Parecía una pena dejar el perro cuando casi no había tenido
estaba de un color naranja brillante. A la mañana siguiente tiempo de jugar con él, y Heimpi se lo metió en la maleta.
todo el mundo hablaba del fuego que había destruido el Max cogió su balón de fútbol. Mamá dijo que siempre
edificio del Reichstag, donde se reunía el Parlamento podrían hacer que les enviaran más cosas a Suiza, si se
alemán. Los nazis decían que lo habían incendiado los veía que tuvieran que quedarse allí mucho tiempo.
revolucionarios, y que los nazis eran los únicos que podían Cuando se acabaron las clases del viernes, Anna se acercó
acabar con aquel tipo de cosas, de modo que todo el mundo a su profesora y le dijo en voz baja:
debía votarles en las elecciones. Pero mamá oyó que —Mañana no vengo al colegio. Nos vamos a Suiza.
habían sido los propios nazis los autores del incendio. Fraulein Schmidt no pareció sorprenderse ni la mitad de lo
Cuando el tío Julius fue a visitarles aquella tarde, fue la que Anna había esperado; se limitó a asentir con la cabeza
primera vez que no le dijo nada a mamá sobre estar de y dijo: —Sí..., sí..., les deseo mucha suerte.
vuelta en Berlín en pocas semanas. Tampoco Elsbeth demostró mucho interés. Sólo dijo que le
Los últimos días que Anna y Max pasaron en el colegio gustaría irse ella también a Suiza, pero que eso no era
fueron muy extraños. Como todavía no se les permitía decir probable porque su padre trabajaba en Correos.
a nadie que se marchaban, durante las horas de clase se les A quien costó más trabajo dejar fue a Gunther. Max se lo
olvidaba todo el rato. Anna se entusiasmó cuando le dieron trajo a comer cuando volvieron juntos del colegio por última
un papel en la función del colegio, y hasta después no se vez, aunque sólo había emparedados, porque Heimpi no
acordó de que no lo haría. Max aceptó una invitación a una había tenido tiempo de guisar. Después jugaron al
fiesta de cumpleaños a la que no podría asistir. escondite, un poco desganadamente, entre los cajones de
embalaje. No fue muy divertido por lo tristes que estaban
Max y Gunther, y Anna tenía que esforzarse por dominar su según pasaban por ellas, gritando: «¡Adiós, dormitorio de
excitación. Quería a Gunther y sentía tener que dejarle, pero Papá..., adiós, descansillo..., adiós, escalera...!»
lo único que podía pensar era: «Mañana a estas horas —No os excitéis —dijo mamá cuando pasaron por su lado.
estaremos en el tren..., el domingo a estas horas estaremos —¡Adiós, recibidor..., adiós, cuarto de estar...!
en Suiza..., ¿y el lunes a estas horas...?» Se les estaba acabando demasiado pronto, así que Max
Por fin Gunther se fue a casa. Mientras hacía paquetes, gritó: «¡Adiós, piano..., adiós, sofá...!», y Anna siguió su
Heimpi había apartado un montón de ropa para su madre, y ejemplo: «¡Adiós, cortinas..., adiós mesa del comedor...,
Max fue con él para ayudarle a llevarlo. Cuando volvió adiós, ventanillo de la antecocina...!»
parecía más animado. Decirle adiós a Gunther era lo que le En el momento en que gritaba «Adiós, ventanillo de la
había dado más miedo: ya estaba hecho, por lo menos. antecocina», sus dos puertecitas se abrieron, y apareció la
A la mañana siguiente, Anna y Max estuvieron listos mucho cabeza de Heimpi mirándola desde la antecocina. De
antes de la hora de salida. Heimpi comprobó que llevaban repente algo se encogió en el estómago de Anna. Aquello
las uñas limpias, que iban provistos de pañuelos (dos para era exactamente lo que Heimpi había hecho muchas veces
Anna, porque estaba un poquito resfriada) y que sus para entretenerla cuando era pequeña. Jugaban a un juego
calcetines iban debidamente sujetos con ligas. llamado «mirar por el ventanillo», y a Anna le encantaba.
—Sabe Dios cómo os vais a poner en cuanto que estéis ¿Cómo era posible que de pronto se marchara? Sin querer
solos —refunfuñó. se le llenaron los ojos de lágrimas, y gritó, como una tonta:
—Pero si tú volverás a estar con nosotros dentro de quince «¡Ay, Heimpi, yo no quiero dejaros a ti y el ventanillo!»
días —dijo Anna. —Pues no me lo puedo meter en la maleta —dijo Heimpi,
—Un cuello puede coger mucha porquería en quince días — entrando en el comedor.
dijo Heimpi con aire tenebroso. —¿Seguro que vas a venir a Suiza?
Luego no hubo más que hacer hasta que llegase el taxi. —No sé qué iba a hacer si no —dijo Heimpi—. Tu mamá me
—Vamos a dar una vuelta a la casa por última vez —dijo ha dado el billete y lo tengo ya en el bolso.
Max. —Heimpi —dijo Max—, si de pronto te dieras cuenta de que
Empezaron por el piso de arriba y fueron bajando. Casi nada te queda mucho sitio en la maleta (sólo si pasara eso, que
tenía su aspecto de siempre. Todas las cosas pequeñas conste), ¿te podrías llevar la caja de juegos?
habían sido empaquetadas. Algunas alfombras habían sido —Si pasara esto..., si pasara lo otro... —dijo Heimpi—. Si mi
enrolladas, y por todas partes había periódicos y cajones de abuela tuviera ruedas, sería un autobús y todos iríamos en
embalaje. Fueron señalando cada una de las habitaciones ella de paseo.
Eso era lo que decía siempre. gris que pasaba veloz, hasta que empezó a llover. Entonces
Entonces sonó el timbre anunciando la llegada del taxi, y ya contemplaron cómo llegaban las gotas estrellándose y
no hubo tiempo para nada mas. Anna abrazó a Heimpi. lentamente se escurrían por el cristal abajo, pero al cabo de
Mamá dijo: «No se le olvide que el lunes vienen a recoger el un rato se les hizo aburrido. ¿Ahora qué? Anna miró a
piano», y también ella le dio un abrazo. Max no encontraba mamá por el rabillo del ojo.
sus guantes, pero resultó que durante todo el rato los había Heimpi solía llevar manzanas o algún dulce.
tenido en el bolsillo. Bertha se echó a llorar, y el hombre que Mamá iba arrellanada en el asiento. Tenía la boca fruncida,
cuidaba el jardín apareció de repente y les deseó a todos un y miraba fijamente la calva del señor de enfrente, sin verle.
buen viaje. En el regazo tenía el bolso grande con la figura de un
En el momento justo en que el taxi iba a arrancar, una figura camello que se había traído de un viaje con papá. Lo tenía
pequeñita se acercó corriendo con algo en la mano. Era cogido muy fuerte: Anna supuso que porque dentro iban los
Gunther. Le dio un paquete a Max por la ventanilla y dijo billetes y los pasaportes. Lo llevaba tan apretado que uno de
algo sobre su madre, que no pudieron entender porque el sus dedos se clavaba precisamente en la cara del camello.
taxi se había puesto en marcha. Max le gritó adiós y Gunther —Mamá —dijo Anna—, estás aplastando el camello.
les despidió con la mano. Luego el taxi subió la calle. Anna —¿Cómo dices? —dijo mamá. Luego se dio cuenta de lo
pudo ver aún la casa, y a Heimpi y Gunther diciendo adiós... que Anna quería decir y dejó de apretar el bolso. Con gran
Veía todavía un poquito de la casa... Arriba de la calle alivio de Anna, la cara del camello reapareció, con su mismo
pasaron junto a los niños Kentner que iban al colegio. Iban aire bobo y optimista de siempre.
hablando y no miraron... Aún se veía un trocito pequeño de —¿Te aburres? —preguntó mamá—. Vamos a atravesar
la casa entre los árboles... Luego el taxi dobló la esquina y toda Alemania, cosa que vosotros no habéis hecho nunca.
todo desapareció. Ojalá deje pronto de llover para que lo podáis ver todo.
Era extraño viajar en tren con mamá y sin Heimpi. Anna iba Luego les habló de los huertos del sur de Alemania:
un poco preocupada por si se mareaba. Se había mareado kilómetros y kilómetros de huertos. —Si hubiéramos
mucho en los trenes cuando era pequeña, e incluso ahora, hecho este viaje un poco más adelantado el año —dijo—,
que ya más o menos se le había pasado, Heimpi llevaba los habríais visto todos en flor.
siempre una bolsa de papel por si acaso. ¿Tendría mamá —A lo mejor ya han florecido algunos —dijo Anna.
una bolsa de papel? Pero mamá pensaba que era aún demasiado pronto, y el
El tren iba lleno, y Anna y Max se alegraron de tener señor calvo dijo lo mismo. Luego comentaron lo bonito que
asientos de ventanilla. Los dos fueron mirando el paisaje era, y a Anna le entraron ganas de verlo.
—Si ahora no hay flores —dijo—, ¿las veremos otra vez? que meter tres bolitas diminutas en la boca del monstruo.
Mamá tardó en contestar. Luego dijo: Era muy difícil hacerlo en el tren.
—Eso espero. El otro regalo era un libro para los dos, de parte de la madre
La lluvia no cesó, y pasaron un gran rato jugando a juegos de Gunther. Se titulaba Llegaron a ser grandes, y la madre
de adivinar, en los que mamá resultó ser muy experta. de Gunther había escrito en él: «Gracias por todas esas
Aunque no veían gran cosa del país, oían el cambio de las cosas tan estupendas. Para que leáis en el viaje.» El libro
voces de la gente cada vez que el tren se detenía. Algunas contaba los primeros años de varias personas que luego
eran casi incomprensibles, y a Max se le ocurrió la idea de habían sido famosas, y Anna, que sentía un interés personal
hacer preguntas innecesarias, como «¿Es esto Leipzig?», o por el tema; lo hojeó al principio con avidez. Pero estaba
«¿Qué hora es?», sólo por oír las respuestas con acentos escrito de una manera tan aburrida, y el tono general era tan
raros. decididamente edificante, que poco a poco se desanimó.
Almorzaron en el coche restaurante. Era muy elegante y Toda la gente famosa lo había pasado fatal. Uno tenía un
había un menú para elegir, y Anna tomó salchichas de padre borracho. Otro tartamudeaba. Otro había tenido que
Francfort y ensalada de patata, que era su plato favorito. No lavar centenares de botellas sucias. Todos habían tenido lo
se sentía nada mareada. que se llama una infancia difícil. Estaba claro que había que
Por la tarde ella y Max se recorrieron el tren de un extremo a tenerla si se quería llegar a ser famoso. Amodorrada en su
otro, y luego estuvieron en el pasillo. Llovía más fuerte que rincón y enjugándose la nariz con sus dos pañuelos
antes y anocheció muy pronto. Aunque los huertos hubieran empapados, Anna deseó que llegasen a Stuttgart y que un
estado en flor, no habrían podido verlo. Durante un rato se día, en el futuro muy lejano, ella se hiciera famosa. Pero
entretuvieron viendo pasar la oscuridad a través de sus conforme el tren iba traqueteando a través de Alemania en
imágenes reflejadas en el cristal. Luego a Anna le empezó a la oscuridad, ella iba pensando:
doler la cabeza y a moquearle la nariz, como si quisiera «infancia difícil... infancia difícil... infancia difícil...»
ponerse a tono con la lluvia de afuera. Se refugió otra vez en
su asiento y deseó llegar a Stuttgart. —¿Por qué no miras el
libro de Gunther? —dijo-mamá.
En el paquete de Gunther habían encontrado dos regalos.
Uno, de Gunther para Max, era un juego de habilidad,
consistente en una cajita transparente con la figura de un
monstruo con la boca abierta pintada sobre el fondo. Había
estación de Stuttgart, mientras mamá salía a coger un taxi.
Seguía lloviendo: la lluvia tamborileaba sobre el tejado de la
estación y caía como una cortina reluciente entre ellos y la
plaza oscura que se abría delante. Hacía frío. Por fin volvió
mamá.
—¡Vaya sitio! —exclamó—. Hay como una especie de
huelga..., algo relacionado con las elecciones..., y no hay
taxis. Pero, ¿veis aquel letrero azul de allí? Al otro lado de
la plaza se veía un brillo azulado entre la lluvia.
—Esto es un hotel —dijo mamá—. Cogeremos sólo lo que
nos haga falta para la noche y echaremos una carrera hasta
allí.
Después de dejar la mayor parte del equipaje depositada en
la consigna, atravesaron la plaza mal iluminada. El maletín
que Anna llevaba no hacía más que golpearla en las
piernas, y llovía tan fuerte que apenas se veía nada. Una
vez resbaló y pisó en un charco hondo, de modo que se le
encharcaron los dos pies. Pero por fin llegaron bajo techado.
Mamá pidió habitaciones, y luego Max y ella se fueron a
comer algo. Anna estaba tan cansada que se fue derecha a
Capítulo 4 la cama.
Por la mañana se levantaron cuando todavía estaba oscuro.
«Pronto veremos a papá», dijo Anna mientras desayunaban
De pronto notó que la sacudían suavemente. Debía en el comedor sombrío. Nadie más se había levantado aún,
haberse quedado dormida. Mamá estaba diciendo: «Dentro y el camarero, con cara de sueño, les sirvió a golpes los
de unos minutos estaremos en Stuttgart.» bollos revenidos y el café, como si de ese modo quisiera
hacerles ver lo mucho que le estaban fastidiando. Mamá
Soñolienta, Anna se puso el abrigo, y pronto ella y Max
esperó a que hubiese vuelto a la cocina, y entonces dijo:
estuvieron sentados sobre el equipaje a la entrada de la
—Antes de llegar a Zurich y ver a papá tenemos que cruzar señora con una cesta. Anna oyó una especie de pataleo en
la frontera entre Alemania y Suiza. el interior de la cesta, como si dentro hubiera algún animal.
—¿Tenemos que bajarnos del tren? —preguntó Max. Miró a Max por ver si también él lo había oído, pero su
—No —dijo mamá—. Nos quedaremos en el hermano seguía malhumorado y estaba mirando por la
compartimiento: vendrá un hombre a mirarnos los ventanilla con el ceño fruncido.
pasaportes, lo mismo que el revisor. Pero —y miró a los dos Anna empezó también a ponerse de mal humor y a recordar
niños por turno— esto es muy importante: cuando vengan a que le dolía la cabeza y que sus botas todavía estaban
mirarnos los pasaportes no quiero que ninguno de vosotros mojadas de la lluvia de la noche anterior.
diga nada. ¿Entendido? Ni una palabra. —¿Cuándo llegamos a la frontera? —preguntó.
—¿Por qué no? —preguntó Anna. —No lo sé —dijo mamá—. Todavía falta un rato.
—Porque si no, el hombre dirá: «Qué niña tan horrible y Anna observó que otra vez estaba estrujando la cara del
parlanchina, me parece que le voy a quitar el pasaporte» — camello.
dijo Max, que siempre se levantaba de mal humor cuando —¿Como una hora? —preguntó.
no había dormido lo suficiente. —Siempre estás haciendo preguntas —dijo Max, aunque la
—¡Mamá! —clamó Anna—. ¿No será verdad..., quiero decir, cosa no iba con él—. ¿Por qué no te callas?
que nos puedan quitar los pasaportes? —¿Por qué no te callas tú? —contestó Anna.
—No..., no, no lo creo —dijo mamá—. Pero por si acaso..., Se sintió amargamente ofendida, y trató de pensar algo
el nombre de papá es tan conocido..., no nos interesa llamar hiriente que decirle. Por fin exclamó—:
la atención de ninguna manera. De modo que cuando venga ¡Me gustaría tener una hermana!
el hombre,.., ni pío. ¡Acordaos: ni una sola palabra! —¡Y a mí no tener ninguna! —dijo Max.
Anna prometió acordarse. — ¡Mamá...! —gimió Anna.
Por fin había dejado de llover, y fue muy fácil cruzar otra vez — ¡Bueno, por lo que más queráis, ya está bien! —gritó
la plaza hasta la estación. El cielo empezaba entonces a mamá—. ¿No tenemos ya bastantes complicaciones?
aclararse, y Anna vio que había carteles de las elecciones Seguía apretando el bolso del camello, y cada dos por tres
por todas partes. Había dos o tres personas a la puerta de miraba dentro para ver si los pasaportes seguían estando
un sitio donde ponía «Colegio Electoral», esperando a que allí.
abrieran. Anna se preguntó si irían a votar, y a quién. Anna se rebulló en su asiento, fastidiada. Todo el mundo era
El tren estaba casi vacío, y tuvieron un compartimiento para horrible. La señora de la cesta había sacado un gran trozo
ellos solos hasta que en la estación siguiente se subió una
de pan con un pedazo de jamón y se lo estaba comiendo. hombre examinó los pasaportes. Luego miró a mamá para
Nadie dijo nada durante largo rato. Luego el tren empezó a ir ver si era la misma persona que aparecía en la fotografía, y
más despacio. después a Max y después a Anna. Luego sacó el sello. Pero
—Perdone —dijo mamá—: ¿estamos llegando a la frontera entonces se acordó de algo y volvió a mirar los pasaportes...
Suiza? Por fin los selló y se los devolvió a mamá.
La señora de la cesta siguió masticando y meneó la cabeza. —Buen viaje —dijo según abría la puerta del
—¿Lo ves? —dijo Anna a Max—. ¡También mamá hace compartimiento.
preguntas! No había pasado nada, pensó Anna. Max la había asustado
Max ni siquiera se molestó en replicar, sino que puso los para nada.
ojos en blanco. A Anna le dieron ganas de darle una patada, —¡Lo ves...! —exclamó, pero mamá le lanzó tal mirada que
pero mamá se había dado cuenta. se calló.
El tren se paró y volvió a arrancar, volvió a pararse y volvió a El inspector de pasaportes cerró la puerta tras de sí.
arrancar. Cada vez que hacía eso mamá preguntaba si era —Todavía estamos en Alemania —dijo mamá.
ya la frontera, y la señora de la cesta meneaba la cabeza. Anna sintió que se estaba poniendo colorada. Mamá volvió a
Por fin, cuando el tren volvió a pararse a la vista de un grupo meter los pasaportes en el bolso. Hubo un silencio. Anna oía
de edificios, la señora de la cesta dijo: «Me parece que ya a lo que fuera que se movía dentro de la cesta, a la señora
estamos llegando.» masticando otro trozo de pan con jamón, las puertas que se
Esperaron en silencio mientras el tren estuvo parado en la abrían y se cerraban a lo largo del tren, cada vez más lejos.
estación. Anna oía voces y las puertas de otros El silencio pareció interminable.
compartimientos abriéndose y cerrándose. Luego, ruido de Luego el tren se puso en marcha, rodó unos cientos de
pasos por el pasillo. Luego la puerta de su compartimiento metros y se volvió a parar. Más abrir y cerrar de puertas,
se abrió y entró el inspector de pasaportes. Llevaba un esta vez más deprisa. Voces que decían: «Aduana... ¿tienen
uniforme parecido al de los revisores y tenía grandes bigotes algo que declarar?» Otro hombre distinto entró en el
de color castaño. compartimiento. Mamá y la señora dijeron las dos que no
Miró el pasaporte de la señora de la cesta, asintió con la tenían nada que declarar, y él hizo una señal con tiza sobre
cabeza, lo selló con un sello pequeño de goma y se lo todos los bultos, incluida la cesta de la señora. Otra espera,
devolvió. Luego se volvió a mamá. Mamá le entregó los después un toque de silbato y por fin volvieron a arrancar.
pasaportes y sonrió; pero la mano con que sujetaba el bolso Esta vez el tren cogió velocidad y siguió traqueteando con
estaba sometiendo al camello a horribles contorsiones. El regularidad a través de la campiña.
Al cabo de un largo rato, Anna preguntó: —¡Miaau! —chilló Anna.
—¿Estamos ya en Suiza? — ¡Niños, niños! —dijo mamá, pero no sirvió de nada: no
—Creo que sí. No estoy segura —dijo mamá. La señora podían dejar de reír. Siguieron riéndose de todo lo que
de la cesta dejó de masticar. —Así es —dijo veían, sin parar hasta llegar a Zurich. Mamá se excusó ante
apaciblemente—, esto es Suiza. Estamos en Suiza ya..., la señora, pero ella dijo que no importaba, que estaba bien
este es mi país. Era maravilloso. que los niños estuviesen de buen humor. Cada vez que ya
—¡Suiza! —exclamo Anna—. ¡Estamos de verdad en Suiza! parecían aquietarse, bastaba con que Max dijera: «¿Qué es
—¡Ya era hora! —dijo Max, y sonrió de oreja a oreja. un morrongo?», y Anna chillaba: «¡Miaau!», y vuelta a
Mamá dejó el bolso del camello sobre el asiento vacío que empezar. Todavía se estaban riendo cuando, ya en el andén
tenía al lado, y sonrió y volvió a sonreír. de Zurich, buscaron a papá.
—¡Bueno! —dijo—. ¡Bueno! Pronto estaremos con papá. Anna fue quien le vio primero. Estaba al lado de un puesto
De repente Anna se sintió muy tonta y atolondrada. Quería de periódicos. Tenía la cara muy pálida y buscaba con la
hacer o decir algo extraordinario y divertido, pero no se le mirada entre la multitud que se apiñaba alrededor del tren.
ocurría nada; de modo que se volvió a la señora suiza y dijo: — ¡Papá! —gritó Anna—. ¡Papá!
«Perdone, pero ¿qué es lo que lleva usted en esa cesta?» El se volvió y los vio. Y entonces papá, que siempre era tan
—Es mi morrongo —dijo la señora con su dulce voz de serio, que nunca hacía nada con prisas, de pronto echó a
pueblo. correr hacia ellos. Abrazó a mamá y la estrechó contra sí;
Sin saber por qué, aquello era terriblemente divertido. Anna, luego abrazó a Anna y Max. Los abrazaba y los volvía a
conteniendo la risa, lanzó una mirada a Max y vio que abrazar a todos, y no quería soltarlos.
también él estaba casi retorciéndose. —No os veía —dijo—. Tuve miedo...
—¿Qué es... qué es un morrongo? —preguntó al tiempo que —Ya sé —dijo mamá.
la señora echaba hacia atrás la tapa de la cesta, y antes de
que nadie pudiera responder se oyó un «Miaaau» y por la
abertura asomó la cabeza de un feo gato negro.
Entonces Anna y Max ya no pudieron contenerse, y
explotaron de risa.
—¡Te ha contestado! —jadeó Max—. Tú dijiste «Qué es un
morrongo», y él dijo...
Capítulo 5 nunca había estado en un
funicular, y tuvo que repartir su
atención entre la emoción de la
experiencia y el escrutinio ansioso
Papá había reservado del cable en busca de señales de
habitaciones en el mejor hotel de desgaste. Desde la cima del monte
Zurich. Tenía una puerta giratoria, se veía Zurich allá abajo, apiñado a
gruesas alfombras y montones de un extremo de un enorme lago
dorados por todas partes. Como azul. El lago era tan grande que la
todavía no eran más que las diez ciudad parecía pequeña en
de la mañana, desayunaron otra comparación, y el lado mas lejano
vez mientras charlaban sobre todo estaba oculto por montañas. Había
lo que había pasado desde que barcos de vapor, que desde
papá salió de Berlín. aquella altura parecían de juguete,
Al principio parecía como si y que iban recorriendo el borde del
tuvieran cosas interminables que lago, parándose en cada uno de
contarle, pero al rato descubrieron los pueblecitos que había
que también era muy agradable desperdigados por las orillas y
estar juntos sin decir nada. dirigiéndose luego al siguiente.
Mientras Anna y Max se Brillaba el sol y le daba a todo un
atiborraban de dos clases aspecto muy atractivo.
diferentes de croissant y cuatro de —¿Puede ir cualquiera en esos
mermelada, mamá y papá se barcos? —preguntó Max. Era
sonreían el uno al otro. Cada poco justamente lo que Anna iba a
tiempo se acordaban de algo, y preguntar.
papá decía: «¿Has podido traerte —¿Te gustaría ir? —dijo papá—.
los libros?», o mamá decía: Pues irás..., esta tarde.
«llamaron del periódico, y querrían El almuerzo fue espléndido, en un
un artículo tuyo esta semana, si es restaurante con una cristalera que
posible». daba al lago, pero Anna no fue
Pero después volvían a caer en un capaz de comer gran cosa. Se
silencio apacible y sonriente. notaba la cabeza embotada,
Por fin Max se bebió el último probablemente, pensó, por
sorbo de su chocolate caliente, haberse levantado tan temprano, y
se limpió de los labios las últimas aunque la nariz ya no le destilaba,
migas de croissant y preguntó: le dolía la garganta.
«¿Qué vamos a hacer ahora?» —¿Te encuentras bien? —
Pero nadie había pensado en preguntó mamá un poco alarmada.
eso. —¡Sí, sí! —respondió Anna,
Tras un instante, papá dijo: pensando en la excursión en barco
«Vamos a ver cómo es Zurich.» de por la tarde. De todos modos,
Decidieron ir lo primero de todo a la estaba segura de que era sólo
cima de un monte que se alzaba cansancio.
sobre la ciudad. El monte era tan Al lado del restaurante había una
empinado que había que ir en tienda donde vendían postales, y
funicular, una especie de ascensor Anna compró una y se la mandó a
sobre ruedas que subía derecho
por una pendiente alarmante. Anna
Heimpi, mientras Max le mandaba cansada, y volvió a notar la cabeza
otra a Gunther. embotada. Se alegró de volver a la
—Estoy pensando cómo irán las habitación del hotel que compartía
elecciones —dijo mamá—. ¿Tú con Max. Todavía no tenía hambre,
crees de verdad que los alemanes y a mamá le pareció verla tan
le van a votar a Hitler? cansada que la metió en la cama
—Me temo que sí —dijo papá. directamente. Tan pronto como
—O no —dijo Max—. Muchos apoyó la cabeza en la almohada, la
chicos de mi colegio estaban en cama entera pareció elevarse y
contra de él. A lo mejor mañana salir flotando en la oscuridad, con
nos encontramos con que casi un ruido de chug-chug que podría
nadie le ha votado, y entonces haber sido un barco, o un tren, o
podríamos volvernos todos a casa, un sonido que salía de su propia
como dijo el tío Julius. cabeza.
—Es posible —dijo papá, pero La primera impresión de Anna
Anna se dio cuenta de que en cuando abrió los ojos por la
realidad no lo creía. La excursión mañana fue que en la habitación
en barco por la tarde fue un gran había demasiada luz. Los volvió a
éxito. Anna y Max se quedaron en cerrar rápidamente y se quedó muy
cubierta a pesar del viento frío, quieta, tratando de concentrarse.
contemplando el tráfico del lago. Había un murmullo de voces al otro
Aparte de los barcos de vapor, extremo de la habitación, y también
había motoras particulares y hasta una especie de crujido de algo que
unas cuantas barcas de remos. no fue capaz de identificar. Debía
Su vapor iba haciendo chug-chug ser muy tarde, y todos los demás
de un pueblecito a otro, por una estarían ya levantados.
de las orillas del lago. Todos los Volvió a abrir los ojos
pueblos eran muy bonitos, con cautelosamente, y esta vez la luz
sus casitas relucientes rodeadas subió y bajó y acabó por
de bosques y colinas. Cada vez reorganizarse en forma de la
que el vapor se acercaba a un habitación que conocía, con Max,
embarcadero, tocaba fuerte la todavía en pijama, sentado en la
sirena para que todos los del otra cama y mamá y papá de pie,
pueblo supieran que llegaba, y cerca de él. Papá tenía un
mucha gente embarcaba y periódico, y de eso procedían los
desembarcaba en cada sitio. Al crujidos. Estaban hablando en voz
cabo de una hora baja porque creían que ella seguía
aproximadamente, cruzó de durmiendo. Entonces la habitación
pronto el lago hasta un pueblecito dio otro vuelco y ella volvió a cerrar
de la otra orilla y luego regresó al los ojos, y le pareció que iba
mismo punto de Zurich de donde flotando a alguna parte mientras
había salido. las voces continuaban.
Caminando de vuelta al hotel entre Alguien estaba diciendo: «...de
el ruido de los coches, los modo que tienen mayoría...» Luego
autobuses y los tranvías con su esa voz se fue apagando, y otra
estruendo metálico, Anna se dio (¿o era la misma?) dijo: «...votos
cuenta de que estaba muy suficientes para hacer lo que
quiera...», y luego Heimpi...», pero estaba demasiado
inequívocamente Max, con mucha cansada para acordarse de lo
tristeza: «...así que no volveremos demás, y cuando volvió a mirar
a Alemania... así que no estaba allí otra vez el hombre de la
volveremos a Alemania... así que barbita, y no le gustó porque
no volveremos a Alemania...» ¿De estaba disgustando a mamá
verdad lo había dicho tres veces? diciendo «complicaciones» una y
Anna abrió los ojos con gran otra vez. El hombre le había hecho
esfuerzo y dijo: «¡Mamá!» Al algo en el cuello y por eso se le
momento una de las figuras se había hinchado y le dolía, y ahora
apartó del grupo y vino hacia ella, y se lo estaba palpando. Anna le
de repente apareció la cara de dijo: «¡No haga eso!», muy fuerte,
mamá muy cerca de la suya. Anna pero él no hizo caso y pretendió
dijo: «¡mamá!» otra vez, y de golpe obligarla a beber una cosa horrible.
y porrazo estaba llorando por lo Anna iba a apartar el vaso, pero
mucho que le dolía la garganta. entonces vio que no era el hombre
Después todo se difuminó. Mamá y de la barba sino mamá, y en sus
papá estaban junto a su cama ojos azules había una mirada tan
mirando un termómetro. Papá tenía terrible y decidida que pensó que
el abrigo puesto. Debía haber no merecía la pena resistirse.
salido especialmente a comprar el Después el mundo se aquietó un
termómetro. Alguien dijo: poco. Empezó a comprender que
«Cuarenta», pero no podía ser de había estado enferma
su temperatura de lo que estaban durante cierto tiempo, que había
hablando, porque no recordaba tenido fiebre alta y que si se
que se la hubieran tomado. encontraba tan mal era porque
A la siguiente vez que abrió los tenía los ganglios del cuello
ojos había un hombre con barbita enormemente hinchados y blancos.
mirándola. Dijo: «Bueno, señorita», —Tenemos que bajar la fiebre —
y sonrió, y mientras sonreía sus dijo el médico de la barba.
pies se alzaron del suelo y voló Después mamá dijo:...
hasta posarse encima del armario, —Te voy a poner una cosa en el
donde se transformó en un pájaro y cuello para que se te mejore.
estuvo graznando «Gripe» hasta Anna vio que de una palangana
que mamá le hizo salir por la salía vapor.
ventana. —¡Está demasiado caliente! —
Luego de pronto era de noche y gritó—. ¡No lo quiero!
Anna le pidió a Max que le llevara —No te lo voy a poner demasiado
un poco de agua, pero Max no caliente —dijo mamá.
estaba, era mamá quien estaba en —¡No quiero! —chilló Anna—. ¡Tú
la otra cama. Anna dijo: «¿Por qué no sabes cuidarme! ¿Dónde está
estas durmiendo en la cama de Heimpi? ¡Heimpi no me pondría
Max?» Mamá contestó: «Porque vapor caliente en el cuello!
estás enferma», y Anna se alegró —¡No digas tonterías! —dijo
mucho, porque si estaba enferma mamá, y de repente se estaba
eso quería decir que Heimpi apretando una compresa
vendría a cuidarla. Dijo: «Dile a humeante de algodón contra su
propio cuello—. Venga —dijo—, si Se despertaba encontrándose
no está demasiado caliente para bastante normal, pero a la hora de
mí no va a estarlo para ti —y lo comer estaba mareada y por la
apretó contra el cuello de Anna y tardé ya todo se había vuelto
rápidamente le puso un vendaje confuso y vago. Tenía ideas
alrededor. extrañísimas. Le asustaba el papel
Estaba terriblemente caliente, pero de las paredes y no soportaba
se podía soportar. estar sola. Una vez, cuando mamá
—¿No era tan horrible, no? —dijo la dejó para bajar a cenar, creyó
mamá. que la habitación se estaba
Anna estaba tan enfadada que no haciendo progresivamente más
contestó, y la habitación empezaba pequeña, y gritó porque creyó que
otra vez a dar vueltas, pero acabaría aplastándola. Después de
mientras caía flotando en el sopor aquello, mamá cenaba en una
pudo oír todavía la voz de mamá, bandeja en la habitación. El médico
que decía: «¡Le voy a bajar esa dijo: «No puede seguir así mucho
fiebre aunque me cueste a mí la tiempo.» Una tarde, Anna estaba
vida!» tumbada mirando las cortinas.
Después de aquello debió Mamá las acababa de correr
quedarse amodorrada o dormida, porque estaba anocheciendo, y
porque de pronto tenía otra vez Anna estaba tratando de ver qué
el cuello fresco y mamá se lo formas habían hecho los pliegues.
estaba destapando. —¿Y tú La tarde anterior habían hecho una
cómo estás, cerdo gordo? —dijo forma de avestruz, y según le iba
mamá. subiendo la fiebre Anna había visto
—¿Cerdo gordo? —dijo Anna el avestruz con más y más
débilmente. Mamá tocó con mucho claridad, hasta que por fin pudo
cuidado uno de los ganglios hacerla andar por toda la
hinchados de Anna. habitación. Esta vez pensaba que
—Este es cerdo gordo —dijo—. Es quizá podría haber un elefante.
el peor de toda la cuadrilla. El de al De pronto oyó un cuchicheo al otro
lado no es tan malo..., se llama extremo de la habitación. Giró la
cerdo flaco. Y éste se llama cerdo cabeza con dificultad. Allí estaba
rosado, y éste es cochinito, y papá, sentado con mamá, y
éste..., ¿cómo le llamamos a éste? estaban mirando una carta juntos.
—Fraulein Lambeck —dijo Anna, y No oía lo que mamá estaba
se echó a reír. Estaba tan débil que diciendo, pero por el tono de voz
la risa más bien pareció un comprendió que estaba nerviosa y
cacareo, pero mamá se puso muy disgustada. Entonces papá doblo
contenta de todos modos. la carta y puso su mano sobre la
Mamá siguió poniéndole los de mamá, y Anna pensó que no
fomentos calientes, y no era tardaría en marcharse, pero no se
demasiado malo porque siempre marchó: se quedó allí sentado, con
había chistes sobre cerdo gordo y la mano de mamá en la suya. Anna
cerdo flaco y fraulein Lambeck, los estuvo mirando un rato hasta
pero aunque Anna tenía el cuello que se le cansaron los ojos y los
mejor su fiebre seguía siendo alta. cerró. Los susurros se habían
hecho más tranquilos e iguales. No habitación, pero una vez sentada,
se sabía por qué, pero era un al calor del sol que entraba por la
sonido sedante, y al rato Anna se ventana, se sentía muy contenta.
durmió escuchándolo. Afuera el cielo estaba azul, y veía
Cuando se despertó supo en que la gente que pasaba por la
seguida que había estado calle no llevaba abrigo. En la acera
durmiendo mucho tiempo. Había de enfrente había una señora con
además alguna otra cosa rara, pero un puesto de tulipanes, y en la
no pudo averiguar qué. La esquina un castaño estaba lleno de
habitación estaba en penumbra, hojas. Era primavera. Se
con una sola luz encendida sobre asombraba de ver lo mucho que
la mesa donde mamá solía había cambiado todo durante su
sentarse, y Anna pensó que se le enfermedad. También la gente de
habría olvidado apagarla cuando la calle parecía satisfecha con el
se fue a la cama. Pero mamá no se tiempo primaveral, y muchos
había ido a la cama. Seguía allí compraban flores en el puesto. La
sentada con papá, igual que señora que vendía tulipanes era
estaban cuando Anna se durmió. morena y regordeta, y se parecía
Papá todavía tenía cogida la mano un poco a Heimpi.
de mamá con una de las suyas y la De pronto Anna se acordó de una
carta doblada en la otra. cosa. Heimpi iba a reunirse con
—Hola mamá. Hola, papá —dijo ellos dos semanas después de su
Anna—, Qué rara me siento. salida de Alemania. Ya debía
Mamá y papá se acercaron haber pasado más de un mes.
inmediatamente a su cama y ¿Por qué no había venido?
mamá le puso una mano sobre la Iba a preguntárselo a mamá, pero
frente. Luego le metió el llegó antes Max.
termómetro en la boca. Cuando lo —Max —dijo Anna—, ¿por qué no
volvió a sacar, pareció que no ha venido Heimpi?
podía creer lo que veía. Pareció como si Max se quedara
— ¡Es normal! —dijo—. ¡Por cortado.
primera vez en cuatro semanas es —¿Quieres volverte a la cama? —
normal! preguntó.
—Eso es lo único que importa — —No —repuso Anna.
dijo papá, y arrugó la carta. —Bueno —dijo Max—, no sé si
Después de aquello, Anna se debo decírtelo, pero han pasado
repuso muy deprisa. Cerdo gordo, muchas cosas mientras estabas
cerdo flaco, fraulein Lambeck y los mala.
demás se fueron desinflando poco —¿Qué cosas? —preguntó Anna.
a poco, y el cuello dejó de dolerle. —Ya sabes que Hitler ganó las
Empezó a comer otra vez, y a leer. elecciones —dijo Max—. Pues en
Max venía a jugar a las canas con seguida acaparó todo el gobierno,
ella cuando no iba a algún sitio con y pasa exactamente lo que decía
papá, y pronto la dejaron papá: que a nadie se le deja decir
levantarse un ratito y sentarse en ni una palabra en contra de él. Si lo
un sillón. Mamá tenía que ayudarla hacen los meten en la cárcel.
a dar aquellos pocos pasos por la
—¿Y Heimpi ha dicho algo en siniestra. ¿Quieres volverte ahora
contra de Hitler? —preguntó Anna, a la cama?
que ya veía a Heimpi en una —Creo que sí —repuso Anna. Se
mazmorra. sentía un poco débil, y Max la
—No, mujer —dijo Max—. Pero ayudó a cruzar la habitación. Ya
papá sí lo hacía, y sigue metida cómodamente en la cama,
haciéndolo. Y, por supuesto, nadie dijo—: Max, eso de... confiscación
en Alemania puede publicar nada de la propiedad, o como se llame...
de lo que papá escribe. De modo ¿es que los nazis se lo han llevado
que no puede ganar dinero, y no todo..., hasta nuestras cosas?
tenemos para pagar a Heimpi. Max asintió con la cabeza.
—Ya —dijo Anna, y tras un Anna trató de imaginárselo. Se
momento añadió—: Entonces, habían llevado el piano..., las
¿somos pobres? cortinas de flores del comedor...,
—Yo creo que sí, un poco — su cama..., todos sus juguetes,
respondió Max—. Sólo que papá entre ellos el Conejo Rosa de
va a intentar escribir para algunos trapo. Por un momento le
periódicos suizos; entonces entristeció mucho acordarse del
volveremos a estar bien. Conejo Rosa. Tenía ojos negros
Se levantó como para irse, y Anna bordados (los suyos de cristal se le
dijo rápidamente: habían caído hacía años), y una
—Yo no creo que a Heimpi le costumbre encantadora de
importara lo del dinero. Si derrumbarse sobre las patas. Su
tuviéramos una casita, seguro que peluche, aunque ya no fuera muy
querría venir y cuidarnos de todas rosa, era blando y amoroso.
maneras, aunque no le pudiéramos ¿Cómo se le habría ocurrido
pagar mucho. llevarse en su lugar aquel perro
—Sí, bueno, esa es otra —dijo lanudo, que no tenía ninguna
Max, y vaciló antes de añadir—: No gracia? Había sido una terrible
podemos alquilar una casa porque equivocación, y ahora ya no podría
no tenemos muebles. arreglarlo nunca.
—Pero... —dijo Anna. —Siempre he pensado que
—Los nazis han apoderado de todo deberíamos habernos traído la caja
—dijo Max—. Eso se llama de juegos —dijo Max—. Seguro
confiscación de la propiedad. Papá que ahora mismo Hitler está
recibió una carta la semana jugando a la oca.
pasada —Max sonrió—. Ha sido — ¡Y acunando mi Conejo Rosa!
como una de esas comedias —dijo Anna, y se echó a reír. Pero
horribles en las que todo el rato a sus ojos habían asomado
está llegando gente con malas algunas lágrimas y le estaban
noticias. Y encima tú, a punto de corriendo por las mejillas, todo a la
estirar la pata... vez.
—¡Yo no iba a estirar la pata! —dijo —Bueno, tenemos suerte de estar
Anna. aquí de todas maneras —dijo Max.
—Hombre, yo ya sabía que no — —¿Por qué dices eso? —preguntó
dijo Max—, pero ese médico suizo Anna. Max apartó la vista para
tiene una imaginación muy
mirar por la ventana con gran compartían una habitación y Anna
concentración. y Max otra, con lo que todavía salía
—Papá recibió noticias de Heimpi más barato.
—dijo con estudiada indiferencia—. En el piso bajo había un comedor
Los nazis fueron a recoger grande y confortable, decorado con
nuestros pasaportes al otro día de astas de ciervo y trocitos de
las elecciones. edelweiss. Pero cuando hizo mejor
tiempo aparecieron mesas y sillas
en el jardín, y Frau Zwirn servía
todas las comidas debajo de los
castaños, al borde del agua. A
Anna le parecía muy bonito.
En los fines de semana venían
músicos del pueblo, y a menudo
estaban tocando hasta altas horas
de la noche. Se escuchaba la
música y se contemplaba el
centelleo del agua entre las hojas y
los barcos de vapor que pasaban.
Cuando anochecía, Herr Zwirn
daba a un interruptor y se
encendían lucecitas en los árboles,
de modo que aún se podía ver lo
que se estaba comiendo. Los
barcos encendían faroles de
colores para hacerse ver por las
otras embarcaciones. Algunos eran
color ámbar, pero los más bonitos
eran de un azul oscuro y brillante,
Capítulo 6 tirando a malva. Cada vez que
Anna veía una de aquellas luces
azules mágicas sobre el cielo azul
Tan pronto como Anna estuvo lo más oscuro, y reflejadas más
bastante fuerte, se marcharon de débilmente en el lago, sentía como
aquel hotel tan caro. Papá y si le hubieran hecho un pequeño
Max habían encontrado un hostal regalo.
en uno de los pueblecitos del lago. Los Zwirn tenían tres niños que
Se llamaba Gasthof Zwirn, porque iban descalzos, y como Anna ya no
era propiedad de un tal Herr Zwirn, sentía sus piernas como si fueran
y estaba muy cerca del de trapo, ella y Max iban con ellos
embarcadero, con un patio a explorar el campo de alrededor.
empedrado y un jardín que bajaba Había bosques y arroyos y
hasta el lago. La gente solía ir allí a cascadas, carreteras bordeadas de
comer y beber, pero Herr Zwirn manzanos y flores silvestres por
tenía también unas cuantas todas partes. A veces mamá
habitaciones para alquilar, y eran prefería ir con ellos a quedarse
muy baratas. Mamá y papá sola en el hostal. Papá iba a Zurich
casi todos los días para hablar con llegaran al patio de la escuela una
los directores de los periódicos profesora hizo sonar una campana,
suizos. y hubo unas prisas locas de todos
Como casi todos los del pueblo, los por ponerse los zapatos. Era
niños Zwirn hablaban un dialecto norma de la escuela que fueran
suizo que a Anna y Max les calzados, pero la mayoría de los
costaba trabajo entender al niños lo dejaban para el último
principio. Pero en seguida lo minuto.
aprendieron, y el mayor, Franz, El profesor de Anna se llama Herr
enseñó a Max a pescar (sólo que Graupe. Era muy viejo, con una
Max nunca pescaba nada), barba gris amarillenta, y todo el
mientras su hermana Vreneli mundo le tenía mucho respeto.
enseñaba a Anna la versión local Herr Graupe asignó un sitio a Anna
de la rayuela. al lado de una niña rubia muy
En aquella atmósfera agradable no alegre que se llamaba Roesli, y
tardó Anna en recobrar sus mientras Anna se dirigía hacia su
fuerzas, y un día mamá anunció pupitre por el pasillo central del
que ya era hora de que ella y Max aula se oyó un cuchicheo de
empezaran a ir otra vez al colegio. asombro general.
Max iría al Instituto Masculino de —¿Qué pasa? —susurró Anna tan
Zurich. Viajaría en tren, que no era pronto como herr Graupe volvió la
tan agradable como el vapor pero espalda.
sí mucho más rápido. Anna iría a la —Que has venido por el pasillo
escuela del pueblo con los niños central —contestó Roesli, también
Zwirn, y como ella y Vreneli eran en voz baja—. Sólo los chicos
casi de la misma edad estarían entran por el pasillo central.
juntas en clase. —¿Y por dónde entran las niñas?
—Tú serás mi mejor amiga —dijo —Por los lados.
Vreneli. Vreneli tenía unas trenzas Parecía un reparto extraño, pero
muy largas, muy delgadas, de color herr Graupe había empezado a
ratón, y un gesto siempre poner sumas en la pizarra y no
preocupado. Anna no estaba había tiempo de pensar en ello.
absolutamente segura de querer Las sumas eran muy fáciles y Anna
ser su mejor amiga, pero pensó las tuvo hechas en seguida.
que parecería una desagradecida Luego echó una ojeada por el aula.
si lo decía. Los niños se sentaban en dos filas
Un lunes por la mañana partieron a un lado, las niñas al otro. Era
juntas, Vreneli descalza y llevando muy distinto del colegio de Anna en
los zapatos en la mano. Ya cerca Berlín, donde todos estaban
de la escuela se encontraron con mezclados. Cuando herr Graupe
otros niños, y casi todos llevaban pidió los libros, Vreneli se levantó
también los zapatos en la mano. para recoger los de las niñas,
Vreneli presentó a Anna a algunas mientras un niño grandote y
de las niñas, pero los niños pelirrojo recogía los de los niños. El
permanecieron al otro lado de la pelirrojo atravesó el aula por el
carretera, mirándolas sin decir pasillo central y Vreneli la rodeó
nada. Poco después de que por el lateral hasta que ambos se
encontraron, cada uno cargado con —¡Dios nos libre! —dijo mamá, e
una pila de libros, delante de la inmediatamente se le escapó un
mesa de herr Graupe. Aun allí punto.
tuvieron cuidado de no mirarse, Mamá estaba aprendiendo a tejer.
pero Anna se dio cuenta de que No lo había hecho nunca, pero
Vreneli se había puesto un poquito Anna necesitaba un jersey nuevo y
colorada. mamá quería ahorrar. Había
Durante el recreo los niños jugaron comprado lana y agujas y frau
al fútbol y estuvieron haciendo el Zwirn le estaba enseñando, pero
indio a un lado del patio, mientras no se le daba demasiado bien.
las niñas jugaban a la rayuela o se Mientras que frau Zwirn movía las
sentaban tranquilamente a cotillear agujas ágilmente con los dedos,
en el otro. Pero aunque las niñas mamá movía todo el brazo desde
fingían no hacer caso de los niños, el hombro. Cada vez que metía la
se pasaban mucho rato mirándoles aguja en la lana era como un
con los párpados cuidadosamente ataque; cada vez que la sacaba,
semicerrados, y, cuando Vreneli y tiraba tanto del punto que casi lo
Anna se fueron a casa a comer, rompía. En consecuencia, el jersey
Vreneli estaba tan interesada en iba creciendo muy despacio y más
las cosas raras que iba haciendo el parecía tela de abrigo que punto de
pelirrojo por el otro lado de la media. —Nunca he visto cosa igual
carretera que casi se choca contra —dijo frau Zwirn, asombrada,
un árbol. Por la tarde volvieron cuando vio cómo iba—, pero
para estar una hora cantando, y quedará bonito y muy abrigador
con eso se acabaron las clases por cuando esté terminado.
aquel día. Un domingo por la mañana, poco
—¿Te ha gustado? —le preguntó después de que Anna y Max
mamá a Anna cuando ésta regresó empezaran a ir al colegio, vieron
a las tres. una figura conocida bajarse del
—Es muy interesante —dijo vapor y aproximarse por el
Anna—. Pero es raro: los niños y embarcadero: era el tío Julius.
las niñas ni siquiera se hablan Anna le encontró más delgado que
entre sí, y no sé si voy a aprender antes, y era maravilloso y al mismo
mucho. tiempo sorprendente verle: como si
Herr Graupe se había equivocado un poquito de su casa de Berlín
varias veces al corregir las sumas, hubiera aparecido de repente al
y su ortografía tampoco era borde del lago.
demasiado perfecta. — Julius! —exclamó papá
—Bueno, eso no importaría encantado al verle—. ¿Qué haces
demasiado —dijo mamá—. No te aquí?
vendrá mal un poco de descanso El tío Julius le dirigió una sonrisa
después de haber estado enferma. un poco burlona y dijo:
—Me gusta lo que se canta —dijo —Bueno, oficialmente no estoy
Anna— Todos saben cantar aquí siquiera. ¿Sabes que hoy día
haciendo gorgoritos al estilo tirolés, se considera muy imprudente
y me van a enseñar a hacerlo a mí incluso el visitarte?
también.
Había asistido a un que había trabajado para papá no
congreso de naturalistas en querían tomarla. Pero en conjunto
Italia, y había salido de allí su trabajo nuevo no estaba mal. La
con un día de antelación casa seguía vacía; todavía no la
para acercarse a verles había comprado nadie.
camino de Berlín. —Es un Era extraño, pensó Anna, que el tío
honor que agradezco —dijo Julius pudiera ir a echarle un
papá. vistazo siempre que quisiera.
—No cabe duda de que los nazis Podía bajar la calle desde la
son tontos papelería de la esquina y pararse
—continuó el tío Julius—. ¿Cómo delante de la verja pintada de
vas a ser tú enemigo de Alemania? blanco. Las contraventanas
Ya sabrás que han quemado todos estarían cerradas, pero, si tenían
tus libros. una llave, el tío Julius podría entrar
—Estuve en muy buena compañía por la puerta de la calle al recibidor
—dijo papá. oscuro, subir la escalera hasta el
—¿Qué libros? —preguntó Anna—. cuarto de juguetes, o pasar al
Yo creí que los nazis sólo se salón, o por el pasillo a la
habían llevado nuestras cosas..., antecocina de Heimpi... Anna lo
no sabía que las hubieran recordaba todo con absoluta
quemado. claridad, y mentalmente recorrió la
—Estos que decimos no eran los casa de arriba abajo mientras el tío
libros que tenía tu padre —dijo el Julius seguía hablando con mamá
tío Julius—. Eran los libros que ha y papá.
escrito. Los nazis encendieron —¿Cómo te van las cosas? —
hogueras por todo el país y preguntó el tío Julius—. ¿Puedes
quemaron allí todos los ejemplares escribir aquí? Papá levantó una
que pudieron encontrar. ceja.
—Junto con las obras de varios —Para escribir no tengo
otros autores distinguidos —dijo dificultades —dijo—, pero sí para
papá—, tales como Einstein, que me lo publiquen.
Freud, H. G. Wells... —¡Pero eso es imposible! —dijo el
El tío Julius sacudió la cabeza, tío Julius.
como asombrado ante la locura de —Desgraciadamente, no —dijo
todo aquello. papá—. Parece ser que los suizos
—Gracias a Dios que no seguiste están tan preocupados por
mi consejo mantener su neutralidad que les
—dijo—. Gracias a Dios que asusta publicar algo de un antinazi
salisteis a tiempo. ¡Pero está claro declarado como yo.
—añadió— que Alemania no El tío Julius pareció disgustarse
puede continuar mucho tiempo en mucho.
esta situación! —¿Estáis bien? —preguntó—.
Después de almorzar, en el jardín, Quiero decir... ¿económicamente ?
les dio las noticias. Heimpi se —Nos las arreglamos —dijo
había colocado con otra familia. Le papá—. De todos modos, estoy
había resultado difícil, porque tratando de hacerles cambiar de
cuando la gente se enteraba de opinión.
Luego se pusieron a hablar de sus cuenta a mi pobre abuela! —
amigos comunes. Parecía como si Julius, tú no entiendes... —dijo
estuvieran repasando una larga papá.
lista de nombres. Uno había sido —La situación tiene que cambiar
detenido por los nazis. Otro se por fuerza —dijo el tío Julius, y ya
había escapado y se iba a venía el barco echando vapor
América. Otra persona había hacia ellos—. ¡Adiós, muchacho!
pactado (Anna se preguntó qué Abrazó a papá y a mamá y a los
querría decir aquello de «pactar») y dos niños. Según iba por la
había escrito un artículo alabando pasarela, se volvió un momento.
al nuevo régimen. La lista seguía, —Además —dijo—, ¡los monos del
interminable. Todas las zoo me echarían de menos!
conversaciones de mayores eran
así últimamente, pensó Anna,
mientras las olitas lamían la orilla
del lago y las abejas zumbaban en
los castaños.
Por la tarde le enseñaron el lugar al
tío Julius. Anna y Max le llevaron a
los bosques, y le interesó mucho el
descubrimiento de una clase
especial de sapo que no había
visto nunca. Luego se fueron todos
a remar en el lago en una barca de
alquiler. Después cenaron juntos, y
al cabo llegó la hora de que el tío
Julius se despidiera.
—Echo de menos nuestras visitas
al zoo —dijo mientras le daba un
beso a Anna.
—¡Yo también! —contestó Anna—.
Lo que más me gustaba eran los
monos.
—Te mandaré una postal de uno
—dijo el tío Julius.
Fueron juntos hasta el
embarcadero. Mientras esperaban
el barco, papá dijo de pronto: Capítulo 7
—Julius..., no vuelvas. Quédate
aquí con nosotros. No estarás
seguro en Alemania. —¿Quién..., Cada vez le gustaba mas a Anna
yo? —dijo el tío Julius con su
ir a la escuela del pueblo. Se hizo
vocecilla aguda—. ¿Quién va a
amiga de otras niñas además de
pensar en mí? A mí sólo me
Vreneli, y sobre todo de Roesli,
interesan los animales. Yo no me
que se sentaba a su lado en clase
meto en política. ¡Ni siquiera soy
y era un poco menos sosa que las
judío, a menos que se tenga en
demás. Las lecciones eran tan
fáciles que no le costaba ningún De repente Anna no pudo aguantar
esfuerzo sobresalir, y aunque herr más, y sin pensar en lo que hacía
Graupe no era muy buen profesor se levantó de donde estaba
de las materias más corrientes, sentada con las niñas y se acercó
como cantor era extraordinario. En a los niños.
general, lo que más le gustaba a —Mira —le dijo al pelirrojo—:
Anna de la escuela era que fuese tienes que tener las piernas tiesas,
tan distinta de su antiguo colegio. así —y dio una voltereta lateral
Lo sentía por Max, que parecía para enseñarle. Todos los demás
estar haciendo en el Instituto de niños dejaron de dar volteretas y
Zurich cosas muy parecidas a las se pararon a mirar, sonriendo
que hacía en Berlín. burlonamente. El pelirrojo vaciló.
Sólo una cosa le molestaba, y era —Si es muy fácil —dijo Anna—. Te
que echaba de menos jugar con saldría si te acordaras de lo de las
chicos. En Berlín, Max y ella piernas.
jugaban casi siempre con un grupo El pelirrojo parecía todavía
mixto de niños y niñas, y lo mismo indeciso, pero los otros niños le
pasaba en el colegio. Aquí la gritaron: «¡Venga, inténtalo!»
interminable rayuela de las niñas Volvió a intentarlo y le salió un
empezaba a resultarle aburrida, y a poco mejor. Anna le hizo otra
veces, en el recreo, miraba con demostración, y esta vez él captó
envidia los juegos y acrobacias de la idea y dio una voltereta lateral
los niños, mucho más perfecta, justo en el momento en
emocionantes. Un día ni siquiera que sonaba la campana señalando
había nadie jugando a la rayuela. el final del recreo.
Los niños estaban haciendo Anna volvió a su grupo. Todos los
volteretas laterales, y todas las niños la miraron marchar
niñas, sentadas, les contemplaban sonrientes, pero casi todas las
disimuladamente por el rabillo del niñas parecían estar mirando a otro
ojo. Hasta Roesli, que se había lado. Vreneli parecía francamente
cortado en una rodilla, estaba enfadada, y sólo Roesli le dirigió
sentada con las demás. Vreneli una breve sonrisa.
estaba particularmente interesada, Después del recreo había historia,
porque el niño grandote pelirrojo y herr Graupe decidió hablarles de
estaba intentando dar la voltereta los hombres de las cavernas. Dijo
lateral y los otros querían que habían vivido hacía millones
enseñarle, pero él siempre se caía de años.
de lado. Mataban animales salvajes y se los
—¿Quieres jugar a la rayuela? — comían, y con sus pieles se hacían
preguntó Anna a Vreneli, pero la ropa. Luego aprendieron a
Vreneli se negó con la cabeza, encender fuego y a hacer
completamente absorta. Era una herramientas sencillas, y poco a
situación realmente tonta, sobre poco se fueron civilizando. Eso era
todo porque a Anna le encantaba el progreso, dijo herr Graupe, y
dar volteretas laterales, y no daba entre otras cosas se había debido
la impresión de que al pelirrojo le a la acción de los vendedores
salieran demasiado bien. ambulantes que iban por las
cavernas cambiando objetos útiles d
por otros. i
—¿Qué clase de objetos útiles? — j
preguntó uno de los niños. o
Herr Graupe le miró indignado A
desde arriba de su barba. Toda n
clase de cosas podían resultarles n
útiles a los hombres de las a
cavernas, explicó; cosas como .
cuentas y lanas de colores, e —
imperdibles para unir entre sí las ¡
pieles. A Anna le sorprendió mucho C
aquello de los vendedores l
ambulantes y los imperdibles. a
Sintió muchas ganas de r
preguntarle a herr Graupe si o
estaba seguro de aquello, pero q
pensó que a lo mejor era más u
prudente no hacerlo. De todos e
modos, sonó la campana antes de s
que tuviera ocasión. í
Todavía estaba dándole vueltas a lo !
de los hombres de las cavernas —
cuando volvían a casa para d
almorzar, de modo que hasta que i
llevaban andada ya casi la mitad del j
camino no se dio cuenta de que o
Vreneli no le hablaba. V
—¿Qué te pasa, Vreneli? — r
preguntó. Vreneli sacudió sus e
delgadas trenzas y no dijo nada. n
—¿Qué te pasa? —volvió a e
preguntar Anna. Vreneli no la miró. l
—¡Ya lo sabes! —respondió—. ¡Lo i
sabes perfectamente! .
— —¡No, de verdad que no! —insistió
N Anna—. Dímelo, por favor.
o Pero Vreneli no quería. Durante el
, resto del camino siguió sin dirigir a
n Anna una sola mirada, con gesto
o orgulloso y los ojos fijos en la
s lejanía. Sólo cuando llegaron al
é hostal y ya a punto de separarse la
n miró un instante, y Anna se
a sorprendió al ver que no sólo
d estaba enfadada, sino casi
a llorando.

—¡Además —gritó Vreneli Vreneli le recordó que tenía que
volviendo la cabeza mientras se darse prisa si no quería volver a
alejaba corriendo—, además todos casa sola. De modo que dijo:
te hemos visto las bragas! «Hasta mañana», y salió corriendo.
Durante la comida con mamá y No había ni rastro de Vreneli en el
papá, Anna estuvo tan callada que patio. Anna se esperó un poco, por
mamá se dio cuenta. si acaso estaba en el patio, pero no
—¿Te ha pasado algo de particular apareció. Los únicos presentes en
en el colegio? —preguntó. el patio eran el pelirrojo y sus
Anna reflexionó. Dos cosas le amigos, que también parecían
habían pasado de particular. Una estar esperando a alguien. Debía
era la extraña conducta de Vreneli, ser que Vreneli se había marchado
y la otra la explicación de herr pronto a propósito para no ir con
Graupe sobre los hombres de las ella. Anna siguió esperando un
cavernas. Decidió que lo de Vreneli poco más, pero al fin tuvo que
era demasiado complicado para reconocer que era inútil y se puso
explicarlo, y en vez de eso dijo: en marcha sola. El pelirrojo y sus
«Mamá, ¿es verdad que los amigos decidieron marcharse
hombres de las cavernas se exactamente en el mismo
sujetaban las pieles con momento.
imperdibles?» Esto desató una Se tardaba menos de diez minutos
avalancha de risas, preguntas y en volver al Gasthof Zwirn, y Anna
explicaciones que duró hasta el conocía bien el camino. Fuera ya
final de la comida, y entonces fue de la verja de la escuela torció a la
hora de volver a la escuela. Vreneli derecha y empezó a bajar por la
ya se había marchado, y Anna, carretera. Pasados unos
sintiéndose un poco abandonada, momentos se dio cuenta de que el
se fue sola. pelirrojo y sus amigos también
La lección de la tarde fue otra vez habían torcido a la derecha al salir
de canto, con muchos gorgoritos de la escuela. La carretera llevaba
que la divirtieron, y cuando acabó a un sendero de grava empinado
se encontró de pronto frente a que desembocaba en otra
frente con el niño pelirrojo. carretera, y ésta a su vez, después
—¡Hola, Anna! —dijo de algunas vueltas y revueltas,
atrevidamente. Algunos de sus llevaba al hostal.
amigos que estaban con él se Cuando bajaba por el sendero de
rieron, y antes de que Anna grava fue cuando Anna empezó a
pudiera contestar todos habían preguntarse si no pasaba algo raro.
dado media vuelta y salido del La capa de grava era gruesa y muy
aula. suelta, y con cada pisada sus pies
—¿Por qué ha dicho eso? — hacían un crujido sonoro. Al poco
preguntó Anna. Roesli sonrió. tiempo notó detrás de sí unos
—Me parece que vas a tener crujidos similares, más
escolta —dijo, y añadió—: ¡Pobre amortiguados. Los escuchó un
Vreneli! momento, y después se volvió a
Anna habría querido preguntarle mirar por encima del hombro. Eran
qué quería decir, pero la alusión a otra vez el pelirrojo y sus amigos.
Con los zapatos colgándoles de las Anna volvió la espalda y escapó.
manos, iban pisando la grava con Camino abajo siguieron cayendo a
los pies descalzos, sin que su alrededor trocitos de grava,
aparentemente les molestase lo acribillándole la espalda y las
afilado de las piedrecillas. La piernas. «¡An-na, An-na, An-na!»
ojeada rápida de Anna bastó para Venían pisándole los talones. Anna
mostrarle que todos la miraban. corría resbalándose y torciéndose
Apretó el paso, y las pisadas de los pies entre las piedras. Si
detrás se aceleraron también. pudiera llegar hasta la carretera,
Entonces una piedrecilla pasó por lo menos no le tirarían más
rebotando a su lado. Estaba aún grava. ¡Ya estaba allí, pisando el
preguntándose de dónde había simpático asfalto liso y duro!
salido cuando otra piedrecilla le dio «¡Anna, An-na!» Estaban ganando
en una pierna. Se volvió terreno. Ahora que ya no se
rápidamente, a tiempo de ver cómo paraban a recoger grava iban más
el pelirrojo cogía un trocito de deprisa.
grava y se lo tiraba. De repente un objeto grande pasó
—¿Qué estás haciendo? —gritó volando junto a ella. ¡Un zapato!
Anna—. ¡ Estate quieto! ¡Le estaban tirando zapatos! Por lo
Pero él no hizo más que sonreír menos tendrían que pararse a
burlonamente y le tiró otro trocito. recogerlos. Dobló un recodo y vio
Entonces sus amigos empezaron a el Gasthof Zwirn al final de la
hacer lo mismo. Casi ninguna de carretera. El último tramo era
las piedrecitas llegaba a darle y las cuesta abajo, y casi lo bajó de
que le daban eran demasiado cabeza, haciendo un esfuerzo final
pequeñas para hacerle daño, pero hasta el patio del hostal.
era espantoso de todos modos. «¡An-na, An-na!» Los niños
Entonces vio que un niño menudito pisándole los talones, una lluvia de
con las piernas torcidas, apenas zapatos por todas partes... ¡Y allí,
mayor que ella, cogía todo un como un milagro, como un ángel
puñado de grava. vengador, estaba mamá! Salió del
—¡No se te ocurra tirarme eso! — hostal como un torpedo, agarró al
chilló Anna tan furiosa que pelirrojo y le dio un bofetón. A otro
automáticamente el niño de las le dio con su propio zapato. Se
piernas torcidas dio un paso atrás. lanzó en medio del grupo y los
Arrojó la grava hacia ella, pero de dispersó. Y todo eso sin dejar de
modo que cayese a poca distancia. gritar: «¿Por qué hacéis esto?
Anna le lanzó una mirada ¿Qué os pasa?» Eso mismo era lo
furibunda. Los niños se quedaron que a Anna le habría gustado
quietos, mirándola. De pronto el saber.
pelirrojo dio un paso adelante y Luego vio que mamá había
gritó algo. Los otros lo repitieron atrapado al niño de las piernas
como en una especie de cántico: torcidas y le estaba sacudiendo.
«¡An-na, An-na!», cantaron a coro. Todos los demás habían huido.
Entonces el pelirrojo tiró otro trocito —¿Por qué la perseguíais? —le
de grava y le dio en todo el preguntaba mamá—. ¿Por qué le
hombro. Aquello era demasiado. tirabais cosas? ¿Qué había hecho?
Ceñudo, el niño de las piernas ninguno de los niños se atrevió
torcidas no decía nada. siquiera a mirarla. Hasta el pelirrojo
—¡No pienso soltarte! —dijo miraba cuidadosamente hacia otro
mamá—. ¡No pienso soltarte hasta lado. De modo que Vreneli la
que me digas por qué lo habéis perdonó y volvieron a ser amigas
hecho! como antes. Anna hasta logró
El niño de las piernas torcidas miró convencerla de que diera una
a mamá indefenso. Luego se voltereta lateral, a escondidas en
sonrojó y farfulló algo. un rincón a espaldas del hostal.
—¿Qué? —dijo mamá. Pero en público, en la escuela, las
Entonces el niño de las piernas dos se dedicaron estrictamente a la
torcidas se desesperó. rayuela.
—¡Porque la queremos! —dijo con
toda la fuerza de sus pulmones—.
¡Lo hemos hecho porque la
queremos!
Mamá se quedó tan sorprendida
que le soltó, y él atravesó el patio
como un rayo y escapó por la
carretera abajo.
—¿Porque te quieren? —dijo
mamá. Ni ella ni Anna lo
entendieron. Pero cuando, más
tarde, consultaron a Max, él no
pareció sorprenderse mucho.
—Es lo que hacen aquí —dijo—.
Cuando están enamorados de
alguien le tiran cosas. —¡Pero,
cielo santo, es que eran seis! —
dijo mamá—. ¡Deben tener otras
maneras de expresar su amor!
Max se encogió de hombros.
—Es lo que hacen —dijo, y
añadió—: En realidad, Anna se
debería sentir halagada.
Unos cuantos días después Anna Capítulo 8
le vio en el pueblo, tirándole
manzanas verdes a Roesli.
Max tenía una gran capacidad de Para el día en que Anna debía
adaptación.
celebrar su décimo aniversario, la
Anna no estaba muy segura de si ir
Sociedad Literaria de Zurich invitó
a la escuela al día siguiente. «¿Y si
a papá a una excursión, y cuando
siguen enamorados de mí? —
él mencionó el cumpleaños de su
decía—. Yo no quiero que me
hija invitaron a toda la familia.
sigan tirando cosas.» Pero no tenía
Mamá estaba encantada.
por qué preocuparse: mamá les
—Qué suerte que sea
había aterrado de tal manera, que
precisamente el día de tu
cumpleaños —dijo—. Será una ver la cara que ponía—. De todos
bonita manera de celebrarlo. modos, ya eres muy mayor para
Pero Anna no pensaba lo mismo, y que te preocupen mucho los
preguntó: regalos.
—¿Por qué no puedo dar una Pero no le había dicho eso a Max
fiesta como siempre? cuando él cumplió los diez años. Y
Mamá pareció quedarse no era un cumpleaños cualquiera:
desconcertada. era su primer cumpleaños de dos
—Pero es que nuestra situación cifras.
no es la misma de siempre — A medida que pasaba el día se fue
dijo—. No estamos en casa. Anna sintiendo cada vez peor. La
ya lo sabía, pero seguía pensando excursión no fue lo que se dice un
que su cumpleaños debería ser éxito. El día era estupendo, pero
algo especial para ella, no en el barco llegó a hacer mucho
simplemente una excursión a la calor, y todos los miembros de la
que fueran todos los demás. No sociedad literaria hablaban como
dijo nada. Fraulein Lambeck. Uno de ellos
—Mira —dijo mamá—, será muy incluso llamaba a papá «querido
bonito. Van a alquilar un barco, maestro». Era un hombre joven y
sólo para los de la excursión. gordo con muchos dientecillos en
Vamos a ir casi hasta el otro punta, y justo cuando Anna y papá
extremo del lago y comeremos en estaban empezando una
una isla; ¡y no volveremos hasta conversación les interrumpió.
tarde! —He sentido mucho lo de su
Pero a Anna no le convencía el artículo, querido maestro —dijo el
plan. hombre joven y gordo.
Su estado de ánimo no mejoró —Yo también —repuso papá—.
cuando llegó el día y vio los Esta es mi hija Anna, que cumple
regalos. Recibió una tarjeta del tío hoy diez años.
Julius, unos lápices de colores de —Feliz cumpleaños —dijo el
Max, y un estuchito de lápices y hombre joven, e inmediatamente
una cabra de madera de mamá y se dirigió otra vez a papá. Qué
papá. Eso fue todo. La cabra era lástima que no hubiera podido
muy bonita, pero cuando Max publicar el artículo de papá, porque
cumplió los diez años le habían era espléndido. A él le había
regalado una bicicleta nueva. La gustado enormemente. Pero el
tarjeta del tío Julius tenía una querido maestro tenía opiniones
fotografía de un mono, y por detrás tan fuertes..., la política del
él había escrito con su letra periódico..., la actitud del
cuidadosa: «Feliz cumpleaños, y gobierno..., el querido maestro ya
que tengas muchos todavía más comprendía. ..
felices.» Ojalá acertara en lo de los —Lo comprendo perfectamente —
futuros, pensó Anna, porque desde dijo papá, pero el hombre joven y
luego éste no parecía muy gordo siguió adelante. Eran
prometedor. tiempos tan difíciles, dijo. Aquello
—Vas a tener un cumpleaños un de que los nazis hubieran
poco raro este año —dijo mamá al quemado los libros de papá...
debía haber sido terrible para él. Heimpi habría hecho una tarta de
El sabía lo que papá debía haber cumpleaños con fresas. Habría
sufrido, porque precisamente a él habido una fiesta con veinte niños
le acababan de publicar su primer por lo menos, y cada uno de ellos
libro y se lo podía imaginar... ¿Por le habría llevado un regalo. A esa
casualidad había visto el querido hora habrían estado todos jugando
maestro el primer libro del hombre en el jardín. Luego habría habido
joven? ¿No? Entonces el hombre una merienda, y velitas todo
joven se lo explicaría todo... alrededor de la tarta... Se lo
Siguió hablando y hablando, imaginaba con tanta claridad que
subiendo y bajando sus casi no se dio cuenta cuando por
dientecillos, y papá era demasiado fin acabaron los discursos.
educado para dejarle con la Mamá apareció a su lado.
palabra en la boca. Al fin Anna ya —Ahora volveremos al barco —
no lo pudo aguantar más y se dijo. Luego susurró—: Han sido
alejó. También la comida fue una unos discursos aburridísimos,
desilusión. Se componía ¿verdad? —con sonrisa de
principalmente de bocadillos con conspirador. Pero Anna no sonrió.
rellenos de persona mayor. Las Mamá no tenía de qué quejarse:
barritas de pan eran duras y un ¡al fin y al cabo no era su
poco correosas, por lo que Anna cumpleaños!
pensó que sólo el hombre joven y Una vez de vuelta en el barco,
gordo podría masticarlas bien. Anna encontró un sitio junto a la
Para beber había gaseosa, que borda y se quedó allí sola, mirando
Anna aborrecía y a Max, en al agua. Ya estaba, pensó mientras
cambio, le gustaba. Esa suerte que el barco regresaba a Zurich. Había
tenía Max. Se había llevado la sido su cumpleaños, su décimo
caña, y con sentarse a pescar a la cumpleaños, y en todo aquel día
orilla de la isla se dio por satisfecho no había habido nada agradable.
(no es que cogiera nada; pero Cruzó los brazos sobre la
empleaba trocitos de pan correoso barandilla y apoyó la cabeza en
como cebo, y no era sorprendente ellos, fingiendo que miraba el
que a los peces tampoco les panorama para que nadie viera lo
gustase). triste que estaba. Por debajo de
Anna no tenía nada que hacer. No ella pasaba corriendo el agua, la
había otros niños con quienes brisa cálida le volaba el pelo, y lo
jugar, y después de comer fue único que era capaz de pensar era
todavía peor porque hubo que le habían estropeado su
discursos. Mamá no le había dicho cumpleaños y que ya nada saldría
lo de los discursos. Debería bien.
haberla avisado. Pareció que Al rato sintió una mano sobre su
duraban horas, y Anna los tuvo que hombro. Era papá. ¿Se habría
soportar allí sentada con el calor dado cuenta de lo desilusionada
que hacía, pensando en lo que que estaba? Pero papá nunca se
habría estado haciendo si no daba cuenta de esas cosas: estaba
hubieran tenido que irse de Berlín. demasiado ensimismado en sus
propios pensamientos.
— ó
D .
e —Sí —dijo Anna.
m —Por cierto —continuó papá—,
o que no creo que tengas diez años
d todavía. Naciste a las seis de la
o tarde. Todavía faltan veinte
q minutos.
u —¿De verdad? —preguntó Anna.
e Sin saber por qué, el hecho de no
y tener todavía diez años le hizo
a sentirse mejor.
t —Sí —dijo papá—, y a mí no me
e parece que haya pasado tanto
n tiempo. Claro que entonces no
g sabíamos que íbamos a pasar tu
o décimo cumpleaños a bordo de un
u barco en el lago de Zurich, como
n refugiados de Hitler.
a —¿Un refugiado es una
h persona que ha tenido que
i irse de su casa? —
j preguntó Anna. —Es una
a persona que se refugia en
d otro país —dijo papá.
e —Me parece que todavía no me he
d acostumbrado a ser refugiada —
i dijo Anna.
e —Es una sensación rara —dijo
z papá—. Vives en un país durante
a toda tu vida, hasta que un día unos
ñ sinvergüenzas toman el poder en
o ese país y te encuentras solo en un
s sitio extraño, sin nada.
— Parecía tan animado al decir esto,
d que Anna preguntó:
i —¿A ti no te importa?
j —En cierto modo —dijo papá—.
o Pero lo encuentro muy interesante.
, El sol declinaba en el cielo. Cada
y poco rato desaparecía detrás de la
s cima de una montaña, y entonces
o el lago se oscurecía y todo lo que
n había en el barco parecía
r deslucirse y aplanarse.
i
Luego reaparecía en un hueco —Diez años exactamente —y la
entre dos picos y el mundo volvía a abrazó—. ¡Feliz, feliz cumpleaños,
ser dorado rosáceo. y que cumplas muchos más! Y
—A saber dónde estaremos justo en el momento en que lo
cuando cumplas los once años — decía se encendieron las luces del
dijo papá—, y los doce. barco. Sólo había unas cuantas
—¿No estaremos aquí? bombillas blancas alrededor de las
—No creo —respondió papá—. Si barandillas, que dejaban la cubierta
los suizos se niegan a publicar casi tan a oscuras como antes,
nada de lo que escribo por miedo a pero en la cabina se hizo de pronto
disgustar a los nazis del otro lado un resplandor amarillo y en la popa
de la frontera, lo mismo podíamos se encendió un farol de color azul
vivir en otro país. ¿A ti a dónde te brillante tirando a malva.
gustaría ir? —¡Qué bonito! —exclamó Anna, y
—No sé —repuso Anna. de repente, sin saber cómo,
—Yo creo que en Francia se dejaron de importarle su
estaría muy bien —dijo papá, y lo cumpleaños y los regalos. Parecía
estuvo pensando un momento—. estupendo y emocionante ser
¿Tú conoces París? —preguntó. refugiado, no tener casa y no saber
Hasta que Anna pasó a ser dónde iba uno a vivir. Tal vez, si no
refugiada el único sitio a donde había más remedio, eso pudiera
había ido era la playa, pero estaba incluso contar como una infancia
acostumbrada a que a papá le difícil como las del libro de
interesasen tanto sus propios Gunther, y ella acabaría siendo
pensamientos que se le olvidaba famosa.
con quién estaba hablando. Anna Mientras el barco se aproximaba a
sacudió la cabeza. Zurich, Anna se apretó contra papá
—Es una ciudad muy bonita —dijo y los dos contemplaron la luz azul
papá—. Seguro que te gustaría. del farol del barco, que se
—¿Iríamos a un colegio francés? arrastraba sobre las aguas oscuras
—Supongo que sí. Y aprenderíais que iban dejando atrás.
francés. O quizá —continuó— —Creo que me puede llegar a
podríamos vivir en Inglaterra: gustar mucho ser refugiada —dijo
también es muy bonito. Pero un Anna.
poco húmedo —y miró a Anna
pensativo—. No, me parece que
probaremos en París primero.
El sol ya había desaparecido
completamente, y anochecía. Casi
no se veía el agua que el barco iba
cruzando velozmente, como no
fuera por la espuma que
centelleaba blanca en la poca luz
que quedaba.
—¿Tengo diez años ya? —
preguntó Anna. Papá miró el reloj.
Capítulo 9 los niños Zwirn habían empezado a
tomarle el pelo. «¿Otra vez estás
bañando gusanos?», le
preguntaban al pasar junto a él, y
Transcurrió el verano, y llegó el Max les lanzaba una mirada
final de curso. El último día hubo furibunda, sin poder replicarles por
una fiesta en la escuela, con un miedo a asustar a algún pez que
discurso de herr Graupe, una fuera a picar en ese momento.
exposición de labores de las niñas, Cuando Max no estaba pescando,
una exhibición de gimnasia de los él y Anna y los tres niños Zwirn
niños y mucho cantar a la tirolesa nadaban en el lago y jugaban
por parte de todos. A media tarde todos juntos o se iban de paseo
se les dio a cada uno una por el bosque. Max se llevaba bien
salchicha y un pedazo de pan, y con Franz, y Anna le había cogido
volvieron a sus casas dando un mucho cariño a Vreneli. Trudi sólo
paseo por el pueblo, comiendo y tenía seis años, pero iba siempre
riendo y haciendo planes para el detrás de ellos hicieran lo que
día siguiente. Las vacaciones de hicieran. A veces se les unía
verano habían comenzado. Roesli, y un día incluso fue con
Max no acabó hasta uno o dos días ellos el niño pelirrojo, que tuvo
después. En el Instituto de Zurich buen cuidado de ignorar a Anna y
no terminaba el curso con Vreneli y se limitó a hablar de
canciones y salchichas, sino con fútbol con Max.
calificaciones. Max volvió a casa Una mañana, cuando Anna y Max
con la lista de comentarios de bajaron, encontraron a los niños
siempre: «No se esfuerza.» «No Zwirn jugando con un niño y una
pone interés», y Anna y él tuvieron niña a quienes no habían visto
que soportar la acostumbrada nunca. Eran alemanes,
comida seria mientras mamá y aproximadamente de sus mismas
papá los leían. Mamá se quedó edades, y estaban de vacaciones
particularmente defraudada, con sus padres en el hostal.
porque, aunque en Alemania —¿De qué parte de Alemania sois?
estaba habituada a que Max no se —preguntó Max.
esforzara y no pusiera interés, por —De Munich —dijo el niño.
alguna razón había esperado que —Nosotros vivíamos en Berlín —
en Suiza fuera diferente: porque dijo Anna.
Max era listo, lo que pasaba era —¡Caramba! —dijo el niño—.
que no estudiaba. Pero la única ¡Berlín debe ser estupendo!
diferencia era que, mientras que en Jugaron todos juntos a tula. Antes
Alemania Max había desatendido no había sido nunca muy divertido
sus estudios para jugar al fútbol, en porque sólo eran cuatro (Trudi no
Suiza los había desatendido para contaba porque corría muy
pescar, y los resultados eran muy despacio y siempre lloraba cuando
semejantes. la cogían). Pero los niños
Era asombroso, pensaba Anna, alemanes eran los dos muy
que siguiera yendo a pescar rápidos, y por primera vez el juego
aunque nunca cogía nada. Hasta fue verdaderamente emocionante.
Vreneli acababa de coger al niño Se adelantó de un salto y les abrió
alemán, y él había cogido a Anna, la puerta.
de manera que ahora le tocaba a Pero aquel gesto no pareció
Anna coger a alguien, y se fue agradarle nada a la señora
detrás de la niña alemana. Dieron alemana. «¡Gudrun! ¡Siegfried!»,
vueltas y vueltas por el patio del dijo, y rápidamente empujó adentro
hostal, cambiando de dirección y a los niños. Luego, con cara agria y
saltando por encima de las cosas, apartándose lo más posible de
hasta que, cuando ya Anna creía Anna, se escurrió ella por la puerta.
que iba a atraparla, de pronto se Le costó trabajo porque casi se le
interpuso entre ellas una señora atascan los paquetes, pero al fin
alta y delgada con gesto pasó y desapareció. Ni siquiera le
desagradable. La señora apareció había dado las gracias, pensó
tan de repente, de no se sabía Anna: ¡ella sí que era maleducada!
dónde, que a Anna le costó trabajo Al día siguiente Anna y Max habían
pararse y casi se choca con ella. quedado en ir al bosque con los
—Perdone —dijo, pero la señora niños Zwirn, y al otro llovió, y al
no contestó. tercero mamá se los llevó a Zurich
—¡Siegfried! —chilló con voz para comprarles calcetines, así que
aguda—. ¡Gudrun! ¡Os he dicho no vieron a los niños alemanes.
que no jugarais con estos niños! Pero a la siguiente mañana,
Agarró a la niña alemana y se la cuando Anna y Max salieron al
llevó. El niño las siguió, pero patio después de desayunar, allí
cuando su madre no le miraba hizo estaban otra vez jugando con los
un gesto raro a Anna y movió las Zwirn. Anna corrió hacia ellos.
manos como excusándose. Luego —¿Jugamos a tula? —dijo.
los tres desaparecieron en el —No —dijo Vreneli, poniéndose un
interior del hostal. poco colorada—. Y de todos
—Qué enfadada estaba esa señora modos tú no puedes jugar. Anna se
—dijo Vreneli. quedó tan sorprendida que por un
—A lo mejor cree que somos momento no supo qué decir.
maleducados —dijo Anna. ¿Estaría otra vez Vreneli
Intentaron seguir jugando a tula sin disgustada por el niño pelirrojo?
los niños alemanes, pero no resultó Pero hacía siglos que no le veía.
bien y acabó en desastre como —¿Por qué no puede jugar Anna?
siempre, con Trudi llorando porque —preguntó Max.
la habían cogido. Franz estaba tan azarado como su
Anna no volvió a ver a los niños hermana.
alemanes hasta última hora de la —Y tú tampoco —dijo, señalando a
tarde. Debían haber estado de los niños alemanes—. Dicen que
compras en Zurich, porque cada no les dejan jugar con vosotros.
uno de ellos venía con un paquete Estaba claro que a los niños
y su madre traía varios más alemanes no sólo les habían
grandes. Cuando iban a entrar en prohibido jugar, sino hasta hablar
el hostal, Anna vio ante sí la con ellos, porque parecía como si
ocasión de demostrar que no era el niño quisiera decir algo, pero al
una maleducada.
fin sólo puso su extraño gesto de b
excusa y se encogió de hombros. í
Anna y Max se miraron. Nunca se a
habían encontrado en aquella o
situación. Entonces Trudi, que c
había estado escuchando, se puso u
de repente a cantar: «¡Anna y Max r
no pueden jugar! ¡Anna y r
Max no pueden jugar!» i
—¡Cállate! —dijo Franz—. ¡Vamos! d
Y él y Vreneli salieron corriendo o
hacia el lago, seguidos por los —
niños alemanes. Por un instante, Q
Trudi se quedó desconcertada. u
Luego cantó su último y desafiante é
«¡Anna y Max no pueden jugar!», y e
se fue trotando detrás de los otros x
con sus piernas cortas. t
Anna y Max se quedaron allí solos. r
—¿Por qué no les dejan jugar con a
nosotros? ñ
—preguntó Anna, pero Max o
tampoco lo sabía. No —
pudieron hacer otra cosa d
que volver al comedor, i
donde papá y mamá j
estaban todavía acabando o
de desayunar. —Creí que m
os ibais a jugar con Franz y a
Vreneli —dijo mamá. m
M á
a .
x —A lo mejor tú podías hablar con
e la madre
x —dijo Anna. Acababa de ver a la
p señora alemana, que estaba
l sentada en una mesa de un rincón
i con un señor que debía ser su
c marido.
ó —Desde luego que lo haré —dijo
l mamá.
o En ese momento la señora
q alemana y su marido se levantaban
u para irse del comedor, y mamá
e salió a interceptarlos. Se
h encontraron demasiado lejos para
a que Anna oyera lo que decían,
pero mamá sólo había pronunciado alemanes no pueden jugar con
unas palabras cuando la señora nosotros.
alemana le contestó algo que hizo —Pues Vreneli y Franz tendrían
que mamá se pusiera colorada de que decidir quiénes son sus
indignación. La señora alemana amigos —respondió papá—. La
dijo algo más e hizo como si fuera neutralidad suiza está muy bien,
a marcharse, pero mamá la cogió pero se corre el riesgo de llevarla
de un brazo. demasiado lejos. Se levantó de la
—¡Ah no, no se acabó! —gritó mesa.
mamá con una voz que retumbó —Voy a decirle unas palabras a su
por todo el comedor—. ¡Con esto padre.
no se ha acabado nada! Papá volvió al poco rato. Le
Con eso dio media vuelta y se había dicho a herr Zwirn que sus
volvió a la mesa, mientras la hijos tendrían que escoger entre
señora alemana y su marido salían jugar con Anna y Max o con los
con gesto despectivo. huéspedes alemanes. No podían
—Te han oído en todo el comedor jugar con todos. Papá había
—dijo papá enfadado mientras pedido que lo decidieran sin
mamá se sentaba. Papá detestaba prisas, pero que le dieran una
hacer escenas en público. contestación aquella noche. —
—¡Mejor! —dijo mamá tan Me figuro que se quedarán con
sonoramente que papá susurró nosotros —dijo Max—. Al fin y al
«Chisst» y le hizo señal con las cabo, nosotros seguiremos
manos de que se calmara. El tratar estando aquí mucho después de
de hablar bajo no sirvió sino para que esos otros niños se hayan
indignar todavía más a mamá, y ido.
casi no podía articular las palabras. Pero fue difícil saber qué hacer
—Son nazis —dijo por fin—. ¡Les durante el resto del día. Max se
han prohibido a sus hijos que bajó al lago con su caña de pescar,
jueguen con los nuestros porque sus gusanos y sus pedacitos de
los niños son judíos! —su voz iba pan. Anna no podía sujetarse a
subiendo de volumen, de pura nada. Por fin decidió escribir un
indignación—. ¡Y tú quieres que poema sobre una avalancha que
hable bajo! —gritó de tal modo que cubría una ciudad entera, pero no
a una señora mayor que aún le salió demasiado bien. Cuando
estaba acabando de desayunar llegó a la ilustración, le aburría
casi se le derrama el café del tanto la idea de hacerla toda
susto. blanca que desistió. Max, como de
Papá apretó la boca. costumbre, no cogió ningún pez, y
—Ni por un momento se me a media tarde estaban los dos tan
ocurriría que Anna y Max jugasen lánguidos que mamá les dio medio
con hijos de nazis —dijo—, así que franco para que se compraran
no pasa nada. chocolate, a pesar de que
—Pero, ¿y Vreneli y Franz? — anteriormente les había dicho que
preguntó Max—. Eso quiere decir era demasiado caro.
que si juegan con los niños De vuelta de la confitería vieron a
Vreneli y Franz que hablaban con
cara seria a la puerta del hostal y junto a su mesa como si no los
pasaron de largo, mirando al frente viera.
para hacerse los distraídos. La familia entera se marchó a la
Después de aquello se sintieron mañana siguiente.
peor que nunca. —Me temo que le hemos hecho
Luego Max volvió a su pesca y perder unos clientes a herr Zwirn
Anna decidió ir a bañarse, por —dijo papá.
salvar así algo del día. Estuvo Mamá estaba triunfante.
flotando boca arriba, cosa que —Pues es una pena —dijo Anna—.
acababa de aprender a hacer, pero Estoy segura de que a ese niño le
ni siquiera eso le puso de buen éramos simpáticos. Max sacudió la
humor. Todo parecía absurdo. cabeza.
¿Por qué no podían jugar todos —Al final ya no —dijo—. Después
juntos, ella y Max y los Zwirn y los del sermón que les echó su madre,
niños alemanes? ¿Por qué todo ya no.
aquel lío de decisiones y de hacer Era verdad, pensó Anna. Se
bandos? De pronto hubo un preguntó qué estaría pensando
chapuzón a su lado: era Vreneli. ahora el niño alemán, qué le habría
Llevaba las largas y delgadas dicho su madre de ella y de Max y
trenzas atadas en un moño sobre cómo sería cuando fuera mayor.
la cabeza para no mojarlas, y su
cara estaba más sonrojada y
preocupada que nunca.
—Siento lo de esta mañana —dijo
Vreneli sin respiración—. Hemos
decidido que preferimos jugar con
vosotros, aunque así no podamos
jugar con Siegfried y Gudrun.
Entonces apareció Franz en la
orilla.
—¡Hola, Max! —gritó—. ¿Disfrutan
del baño los gusanos?
—En este mismo momento habría
cogido un pez gordo —dijo Max—,
si tú no me lo hubieras asustado.
Pero se puso muy contento de
todos modos.
En la cena de aquella noche Anna
vio a los niños alemanes por última
vez. Estaban sentados en el
comedor con sus padres, muy Capítulo 10
tiesos. Su madre les hablaba en
voz baja y con insistencia, y ni
siquiera el niño se volvió una sola
vez para mirar a Anna o Max. Al
Justo antes de que acabaran las
vacaciones de verano, papá se fue
final de la comida pasó de largo
a París. Eran ya tantos los
refugiados alemanes que vivían
allí, que habían fundado un Omamá la sujetaba con fuerza y la
periódico propio. Se llamaba el apretó un poquito más. Anna
Diario Parisino, y algunos de los recordó que Omamá siempre hacía
artículos que papá había escrito en eso.
Zurich habían salido en él. Ahora el —¡Cuánto tiempo sin veros! —
director quería que escribiera para exclamó Omamá—. ¡Ese horrible
el periódico con más regularidad. Hitler...!
Papá pensaba que si aquello salía Sus ojos, que eran azules como los
bien se podrían ir todos a vivir a de mamá pero mucho más claros,
París. se llenaron de lágrimas, y sus
Al día siguiente de irse papá llegó barbillas, que eran dos, temblaron
Omamá. Era la abuela de los levemente. Costaba trabajo
niños, y venía a visitarles desde el entender qué estaba diciendo
sur de Francia. exactamente, por el escándalo que
—Qué divertido —dijo Anna—: armaba Pumpel. Sólo unas
Omamá podría cruzarse con papá cuantas frases, como «arrancarnos
en el tren. ¡Podrían decirse adiós! de nuestros hogares» y «deshacer
—Pero no lo harían —dijo Max—. familias», sobresalían por encima
No se llevan bien. de los ladridos frenéticos.
—¿Por qué no? —preguntó Anna. —¿Qué le pasa a Pumpel? —
Era verdad, ahora que lo pensaba, preguntó Anna.
que Omamá sólo iba a verlos —¡Ay Pumpel, pobrecito Pumpel!
cuando papá estaba fuera. ¡Miradle! —exclamó Omamá.
—Uno de esos asuntos de familia Anna ya le había estado mirando.
—dijo Max, con un tono de voz Pumpel se estaba comportando de
irritante que quería ser de persona una manera muy extraña. Tenía el
mayor—. Ella no quería que mamá trasero marrón levantado en punta
y papá se casaran. en el aire, y continuamente
—¡Pues ya no tiene remedio! —dijo aplastaba la cabeza sobre sus
Anna riendo. patas delanteras como si estuviera
Anna estaba afuera jugando con haciendo una reverencia. Entre
Vreneli cuando llegó Omamá, pero reverencia y reverencia dirigía una
en seguida supo que había llegado mirada implorante a algo que había
por los ladridos histéricos que encima del lavabo de Omamá.
salían de una ventana abierta del Como Pumpel era igual de
hostal. Omamá no iba a ninguna rechoncho que Omamá, toda
parte sin Pumpel, su perro aquella operación le resultaba muy
salchicha. Anna siguió la dirección difícil.
de los ladridos y encontró a —¿Qué quiere? —preguntó Anna.
Omamá con mamá. —Está pidiendo —dijo Omamá—.
—¡Anna querida! —exclamó ¡Qué gracioso! Está pidiendo esa
Omamá—. ¡Qué alegría me da bombilla. ¡Pero Pumpel, cariñito
verte! mío, si no te la puedo dar!
Y apretó a Anna contra su pecho Anna miró. Sobre el lavabo había
robusto. Pasados unos instantes, una bombilla redonda
Anna pensó que ya estaba bien de absolutamente vulgar, pintada de
abrazo y quiso escurrirse, pero blanco. Parecía un tanto
extravagante que alguien se pelota expiró con un suspiro.
encaprichara con ella, ni siquiera Pumpel se levantó, rascó el suelo
Pumpel. dos veces con las patas traseras y
—¿Por qué la quiere? —preguntó se retiró debajo de la cama.
Anna. —Verdaderamente, es un perro
—Por supuesto que él no se da horrible —dijo Anna más tarde a
cuenta de que es una bombilla — Max—. No sé cómo Omamá le
explicó Omamá pacientemente—. aguanta.
Cree que es una pelota de tenis y —Ojalá tuviéramos nosotros el
quiere que se la tire. dinero de la pelota —dijo Max—.
Pumpel, intuyendo que por fin Así podríamos ir a la verbena. Iba
estaban tomando en serio sus a haber una verbena en el pueblo,
necesidades, volvió a sus un acontecimiento anual que tenía
reverencias y ladridos con muy emocionados a los niños de la
redoblado vigor. Anna se echó a localidad. Franz y Vreneli llevaban
reír. meses ahorrando. Pero,
—Pobre Pumpel —dijo, y trató de extrañamente, Anna y Max no se
acariciarle, pero él inmediatamente habían enterado hasta hacía poco,
le tiró un bocado hacia la mano con y como no tenían ahorros no veían
sus dientes amarillos. Anna la manera de ir. Con los fondos de
retiró rápidamente. uno y otro combinados no les daría
—Podríamos desenroscar la más que para una vuelta en los
bombilla —dijo mamá, pero estaba caballitos: y eso, dijo Anna, sería
pegada al casquillo y no había peor que no ir.
manera de moverla. Por un momento se le había
—Quizá, si tuviéramos una pelota ocurrido pedirle dinero a mamá.
de tenis de verdad... —dijo Fue después de su primer día de
Omamá, al tiempo que buscaba su vuelta a la escuela, en que nadie
monedero—. Anna, querida, ¿te había hablado de otra cosa que de
importaría bajar? Creo que todavía la verbena y de cuánto dinero se
están abiertas las tiendas. —Las tendrían que gastar. Pero Max le
pelotas de tenis son muy caras — había recordado que mamá estaba
dijo Anna. Una vez había querido intentando hacer economías. Si se
comprar una con su dinero de la iban a vivir a París, necesitarían
semana, pero no había tenido ni hasta el último céntimo para el
para empezar. traslado. Entre tanto Pumpel,
—No importa —dijo Omamá—. No aunque nadie habría podido decir
puedo dejarle así al pobre de él que fuera un perro simpático,
Pumpel..., se va a agotar. Pero hacía la vida mucho más
cuando Anna volvió Pumpel había interesante. Carecía del más
perdido todo interés por el asunto. mínimo sentido común. Hasta
Estaba tendido en el suelo Omamá, que ya estaba
rugiendo, y cuando Anna le puso la acostumbrada a su modo de ser,
pelota cautelosamente entre las estaba sorprendida. Cuando le
patas él la recibió con una mirada subió a un barco, él se fue derecho
de absoluta repugnancia y hundió a la borda y sólo a costa de
en ella los dientes sin vacilar. La grandes esfuerzos se pudo impedir
que se arrojara al agua. A la vez Anna ya sabía que no podían, pero
siguiente que Omamá quiso ir a era tan tentador... Faltaba sólo una
Zurich intentó llevarle en el tren, semana para la verbena.
pero él se negó a subir. Sin Unos cuanto días antes de que
embargo, tan pronto como el tren Omamá tuviera que volver al sur
salió de la estación, dejándoles a de Francia, Pumpel desapareció.
Omamá y a él en el andén, Pumpel Se había escapado de su
rompió la correa y salió en habitación por la mañana
persecución del tren, ladrando temprano, y ella no le había dado
como un loco, por toda la vía hasta importancia. A menudo se iba a dar
el pueblo siguiente. Un niño lo trajo una vuelta junto al lago, y solía
una hora más tarde, agotado, y volver muy deprisa por su propia
tuvo que estar descansado el resto voluntad. Pero cuando llegó la hora
del día. del desayuno todavía no había
—¿Tú crees que le pasará algo en regresado, y Omamá empezó a
la vista? —preguntó Omamá! preguntar si alguien le había visto.
—Tonterías, mamá —dijo mamá, —¿En qué lío se habrá metido esta
que entre la posibilidad de irse a vez? —dijo herr Zwirn. No tenía
París y la falta de dinero creía simpatía por Pumpel, que
tener preocupaciones más molestaba a sus otros clientes,
importantes—. ¡Además, aun en el mordisqueaba los muebles y por
caso de que le pasara algo no le dos veces había querido morder a
podrías poner gafas! Trudi.
Era una pena, porque Omamá, a —A veces se comporta como un
pesar de sus tonterías con Pumpel, cachorrito —dijo Omamá
era en realidad muy cariñosa. Ella tiernamente, a pesar de que
también era refugiada, pero su Pumpel tenía nueve años.
marido no era famoso como papá. —Más bien será que está en su
Habían podido sacar todos sus segunda infancia —dijo herr Zwirn.
bienes de Alemania, y ahora vivían Los niños le buscaron sin mucho
cómodamente en el Mediterráneo. entusiasmo, pero ya casi era hora
A diferencia de mamá, Omamá no de ir al colegio y estaban seguros
tenía que hacer economías, y a de que antes o después
menudo organizaba pequeños aparecería, probablemente
convites que mamá normalmente acompañado de alguna víctima
no habría podido pagar. indignada a quien habría mordido o
—¿Y no podríamos pedirle a cuya propiedad habría destruido.
Omamá un poco de dinero para la Vreneli vino a recoger a Anna y las
verbena? —preguntó Anna un día, dos se dirigieron a la escuela, y a
después de que Omamá les llevara Anna se le olvidó en seguida lo del
a todos relámpagos de chocolate perro. Cuando regresaron a la hora
de la confitería del pueblo. Max la de comer, Trudi las recibió con aire
miró con horror. de gran importancia.
—¡Anna! ¡No podemos hacer eso! —Han encontrado al perro de tu
—dijo secamente. abuela —dijo—. Se ha ahogado.
—¡Qué tontería! —dijo Vreneli—.
Te lo estás inventando.
—No me lo estoy inventando —dijo Aquello fue demasiado para
Trudi muy ofendida—. Es verdad..., Omamá, y para gran asombro de
papá lo encontró en el lago. Y yo lo los niños prorrumpió en llanto y
he visto y está completamente herr Zwirn se la tuvo que llevar.
muerto. Una de las cosas por las El resto del día fue bastante
que vi que estaba muerto es que melancólico. En realidad, a nadie le
no intentó morderme. importaba el pobre Pumpel excepto
Mamá confirmó la historia de Trudi. a Omamá, pero todos, en atención
Habían encontrado a Pumpel al pie a ella, se sintieron obligados a no
de un muro bajo, a la orilla del mostrarse demasiado alegres.
lago. No hubo manera de saber Después de cenar, Max se marchó
cómo había llegado hasta allí, si se a hacer sus deberes mientras Anna
habría tirado desde arriba en un y mamá se quedaban a hacer
ataque de locura o habría compañía a Omamá.
confundido uno de los cantos Apenas había dicho una palabra en
rodados que había en el agua con todo el día, pero ahora de repente
una pelota de tenis. Herr Zwirn no podía parar de hablar. Habló y
sugirió que podía haber sido un habló sobre Pumpel y todas las
suicidio. cosas que solía hacer. ¿Con qué
—Yo he oído de perros que lo valor iba a volver al sur de Francia
hacen —dijo—, cuando ya no valen sin él? ¡Le había hecho tanta
para sí mismos ni para nadie. La compañía en el tren! Tenía incluso
pobre Omamá se llevó un disgusto su billete de vuelta, que obligó a
horroroso. No bajó a almorzar, ni inspeccionar a mamá y Anna. Todo
apareció, silenciosa y con los ojos ello era culpa de los nazis,
enrojecidos, hasta el funeral de exclamó. Si Pumpel no hubiera
Pumpel por la tarde. Herr Zwirn tenido que salir de Alemania, no se
cavó una pequeña fosa para él en habría ahogado en el lago de
una esquina del jardín. Omamá le Zurich. Aquel horrible Hitler...
había envuelto en un chal viejo, y Después mamá orientó poco a
todos los niños estuvieron poco la conversación hacia la
presentes mientras ella le habitual lista de personas que se
depositaba en su última morada. habían ido a vivir a distintos países
Luego, bajo la dirección de o se habían quedado, y Anna se
Omamá, cada uno de ellos le echó puso a leer, pero el libro no era
encima una paletada de tierra. Herr demasiado interesante y
Zwirn echó ágilmente mucha más y continuamente se filtraban hasta
luego la aplastó y le dio forma ella trocitos de la conversación.
haciendo un montículo bajo. — Uno había conseguido un trabajo
Ahora la decoración —dijo herr de cine en Inglaterra. Otro que
Zwirn, y Omamá, llorosa, puso antes era rico estaba pasando
encima una maceta grande con un ahora muchos apuros en América,
crisantemo. y su mujer tenía que trabajar de
Trudi la contempló con aprobación. asistenta. A un famoso catedrático
—¡Ahora ya su perrito no se podrá le habían detenido y enviado a un
salir! —dijo con evidente campo de concentración. (¿Campo
satisfacción. de concentración? Entonces Anna
recordó que era una cárcel Tras un momento la conversación
especial para la gente que estaba se reanudó. Esta vez mamá estaba
contra Hitler.) Los nazis le habían hablando, en voz bastante alta, no
encadenado a una perrera. Vaya de los campos de concentración
tontería, pensó Anna, mientras sino del frío que había hecho
Omamá, que parecía ver alguna últimamente.
relación entre aquello y la muerte —¿Te lo pasas bien con tu libro,
de Pumpel, seguía hablando cada querida? —dijo Omamá.
vez más excitada. La perrera —Sí, gracias —replicó Anna, y
estaba junto a la entrada del consiguió que su voz sonara del
campo de concentración, y cada todo normal. En cuanto pudo se
vez que alguien entraba o salía el levantó y se fue a la cama. Quería
catedrático famoso tenía que decirle a Max lo que había oído,
ladrar. Para comer le daban sobras pero no tuvo valor para hablar de
en un platillo de perro y no le ello. Era mejor no pensarlo
dejaban que las tocase con las siquiera. En el futuro procuraría no
manos. pensar nunca en Alemania.
Anna notó de pronto que se A la mañana siguiente Omamá hizo
mareaba. sus maletas. No tenía ánimos para
Por la noche el catedrático famoso permanecer allí los últimos días,
tenía que dormir en la perrera. La ahora que ya no tenía a Pumpel.
cadena era muy corta, por lo que Pero una cosa buena salió de su
nunca se podía poner de pie. Al visita. Justo antes de marcharse
cabo de dos meses —¡dos les dio a Anna y Max un sobre. Por
meses...!, pensó Anna—, el fuera había escrito: «Regalo de
catedrático famoso se había vuelto Pumpel», y cuando lo abrieron
loco. Seguía encadenado a la vieron que contenía algo más de
perrera y teniendo que ladrar, pero once francos suizos.
ya no se daba cuenta de lo que —Quiero que empleéis ese dinero
hacía. en lo que más os guste —dijo
De repente fue como si un muro Omamá.
negro se hubiera alzado ante los —¿De qué es? —preguntó Max,
ojos de Anna. No podía respirar. emocionado ante tanta
Agarró fuertemente el libro que generosidad.
tenía delante, haciendo que leía. —Es el billete de vuelta de Pumpel
Habría querido no haber oído lo al sur de Francia —dijo Omamá
que Omamá había dicho, con lágrimas en los ojos—.
quitárselo de encima, vomitar. Pedí que me lo reembolsaran.
Mamá debió notar algo, porque Así que, al final, Anna y Max
hubo un súbito silencio y Anna tuvieron dinero suficiente para ir a
sintió que mamá estaba mirandola. la verbena.
Fijó la vista intensamente en su
libro y volvió la página adrede
como si estuviera enfrascada en la
lectura. No quería que mamá, y
menos aún Omamá, le hablasen.
estaba claro que eso era lo que
pensaba que debían hacer.
—¡Qué bien! —dijo Anna.
—Todavía no hay nada decidido —
dijo mamá—. Puede ser que
también haya posibilidades en
Londres.
—Pero Inglaterra es muy húmeda
—dijo Anna. Mamá se enfadó.
—No digas tonterías —dijo—. Tú
no sabes nada de eso.
Lo malo era que mamá no hablaba
mucho francés. Mientras papá
Capítulo 11 aprendía francés con su institutriz
francesa, mamá había aprendido
inglés con una institutriz inglesa. La
institutriz inglesa era tan simpática
Como papá volvía de París un que mamá siempre había deseado
domingo, Anna y Max fueron a conocer su país de origen.
esperarle a Zurich con mamá. Era —Hablaremos sobre ello —dijo
un día fresco y luminoso de papá. Después les estuvo
primeros de octubre, y cuando contando sobre la gente que había
volvían con él en el barco vieron visto: viejos conocidos de Berlín
nieve nueva en las montañas. que habían sido escritores, actores
Papá venía muy contento de su o científicos famosos y que ahora
estancia en París. Aunque se tenían que luchar para ganarse la
había alojado en un hotelito vida en Francia.
mugriento para ahorrar, había —Una mañana me encontré con
comido cosas deliciosas y bebido aquel actor... ¿te acuerdas de
mucho buen vino. Todas esas Blumenthal? —dijo papá, y mamá
cosas eran baratas en Francia. El supo en seguida a quién se
director del Diario Parisino había refería—. Pues ha puesto una
estado muy amable, y papá había pastelería. Su mujer hace los
hablado también con los directores pasteles y él está en el mostrador.
de varios periódicos franceses. Me lo encontré sirviendo pastel de
También éstos habían dicho que manzana a un cliente especial —y
querían que escribiese para ellos. papá sonrió—. La última vez que le
—¿En francés? —preguntó Anna. había visto, era el invitado de
—Naturalmente —dijo papá. Había honor en un banquete de la Opera
tenido una institutriz francesa de Berlín.
cuando era pequeño, y hablaba el También había conocido a un
francés igual de bien que el periodista francés y su mujer, que
alemán. le habían invitado varias veces a
—Entonces, ¿nos vamos a ir todos su casa.
a vivir a París? —preguntó Max. —Son una gente encantadora —
—Antes tenemos que hablarlo dijo papá—, y tienen una hija de la
mamá y yo —repuso papá. Pero edad de Anna. Si nos vamos a vivir
a París, seguro que te caen muy supieran que todo iba bien, y
bien. —Sí —dijo mamá, pero no mamá y papá harían lo mismo.
parecía muy convencida. Mamá les encargó que se
Durante la semana siguiente y la acordaran de lavarse el cuello y
otra, mamá y papá hablaron de ponerse calcetines limpios. Papá
París. Papá pensaba que allí tenía algo más serio que decirles,
podría trabajar, y que sería un sitio —Acordaos de que cuando mamá
agradable para vivir. A mamá, que y yo estemos en París vosotros
apenas lo conocía, le preocupaban seréis los únicos representantes de
toda clase de consideraciones la familia en Suiza —dijo—. Es una
prácticas, tales como la educación gran responsabilidad.
de los niños y la clase de vivienda —¿Por qué? —preguntó Anna—.
que podrían encontrar, cosas en ¿Qué tenemos que hacer?
las que papá no había pensado Una vez, estando en el zoo de
mucho. Al final llegaron a la Berlín con el tío Julius, había visto
conclusión de que mamá debía un animalito con aspecto de ratón,
volver a París con papá para ver la y en su jaula había un cartel que
situación directamente. Al fin y al decía que era el único
cabo, era una decisión muy representante de su especie en
importante la que iban a tomar. Alemania. Esperaba que no fuera
—¿Y nosotros? —preguntó Max. nadie a mirarles a ella y a Max.
El y Anna estaban sentados sobre Pero no era nada de eso lo que
la cama de la habitación de sus había querido decir papá.
padres, a donde habían sido —Hay judíos dispersos por todo el
convocados para la discusión. mundo —explicó—, y los nazis
Mamá ocupaba la única silla, y están diciendo mentiras horribles
papá, con aire de duende elegante, sobre ellos. De modo que es muy
estaba encaramado a una maleta importante que la gente como
puesta de pie. Se estaba un poco nosotros demuestre que eso no es
apretujado, pero había más verdad.
intimidad que en el piso de abajo. —¿Y cómo podemos demostrarlo?
—Yo creo que ya sois mayorcitos —preguntó Max.
para cuidar de vosotros mismos —Siendo mejores que los demás
durante unas cuantas semanas — —dijo papá—. Por ejemplo, los
dijo mamá. nazis dicen que los judíos no son
—¿Quieres decir que nos honrados. De manera que no basta
quedemos aquí solos? — con que seamos igual de honrados
preguntó Anna. Parecía increíble. que los demás, tenemos que serlo
—¿Por qué no? —dijo mamá—. más.
Frau Zwirn os echará un vistazo: (Anna en seguida se acordó,
se ocupará de que tengáis la arrepentida, de la última vez que
ropa limpia y de que os acostéis había comprado un lápiz en Berlín.
a vuestra hora. Yo creo que el El hombre de la papelería le había
resto lo podéis hacer vosotros. Y cobrado de menos, pero ella no
así quedó decidido. Anna y Max había señalado el error. ¿Y si los
enviarían una postal a sus nazis se hubieran enterado?)
padres cada dos días, para que
—Tenemos que ser más Y fue tan divertido que la llamaran
trabajadores que los demás — «hombrecito», que era lo que la
continuó papá— para demostrar gente a veces llamaba a Max, que
que no somos holgazanes, más Anna se echó a reír.
generosos para demostrar que no Después de aquello mejoró el
somos tacaños, más amables para panorama. Frau Zwirn había
demostrar que no somos groseros. preparado su comida favorita, y en
Max asintió con la cabeza. cierto modo fue estupendo que
—Puede parecer que es mucho Max y ella comieran en una mesa
pedir —añadió papá—, pero yo del comedor para ellos solos.
creo que merece la pena, porque Luego Vreneli pasó a recogerla
los judíos son personas para ir a la clase de la tarde, y
estupendas, y está muy bien ser acabada la escuela ella y Max
judío. Y cuando mamá y yo jugaron con los tres niños Zwirn,
volvamos, estoy seguro de que como siempre. La hora de
estaremos muy orgullosos de cómo acostarse, que Anna había temido
nos habéis representado en Suiza. que fuese lo peor, resultó en
Qué curioso, pensó Anna. realidad muy agradable, porque
Normalmente le daba muchísima herr Zwirn fue a su habitación y les
rabia que le dijeran que tenía que estuvo contando historias
ser mejor de lo normal, pero esta divertidas de algunas de las
vez no le importaba. Hasta personas que iban al hostal. Al día
entonces no se había dado cuenta siguiente, ella y Max pudieron
de que ser judío fuera tan escribir una postal muy alegre a
importante. En secreto hizo el mamá y papá, y a la mañana del
propósito de lavarse de verdad el segundo día llegó una para ellos
cuello con jabón todos los días desde París.
mientras mamá estuviese fuera, Después el tiempo transcurrió muy
para que por lo menos los nazis no deprisa. Las postales eran una
pudieran decir que los judíos gran ayuda. Todos los días
llevaban el cuello sucio. escribían a mamá y papá o
Sin embargo, cuando llegó el día recibían noticias de ellos, y así era
de que mamá y papá se fueran a como si no estuvieran tan lejos. El
París no se sintió nada importante, domingo, Anna y Max y los tres
más bien se sintió pequeña y niños Zwirn fueron al bosque a
desamparada. Consiguió no llorar recoger castañas dulces. Volvieron
mientras veía cómo su tren salía con grandes canastos llenos, y
de la estación del pueblo, pero Frau Zwirn las asó en el horno.
cuando ella y Max volvieron Luego todos se las comieron para
caminando despacio hasta el cenar en la cocina de los Zwirn,
hostal sintió claramente que era untadas de mucha mantequilla.
demasiado pequeña para que sus Estaban deliciosas.
padres la dejaran en un país Al final de la segunda semana
mientras se iban a otro, después de la marcha de mamá y
—Vamos, hombrecito —dijo Max papá, herr Graupe llevó a la clase
de repente— ¡anímate! de Anna de excursión a las
montañas. Pasaron la noche allá
arriba en una ladera, durmiendo deseando que mamá y papá no
sobre paja en una cabaña de estuvieran en París, para poderles
troncos, y por la mañana herr contar su aventura. Pero quizá
Graupe les hizo levantarse antes hubiera pronto noticias de su
de que amaneciera. Les llevó por regreso. Mamá había prometido
un sendero estrecho que subía por que sólo se quedarían tres
la montaña, y de pronto Anna se semanas como máximo, y ya
dio cuenta de que el suelo que habían pasado un poco más de
pisaba se había vuelto frío y dos. No volvieron al hostal hasta el
húmedo. Era nieve. anochecer. Max la estaba
—¡Mira, Vreneli! —exclamó, y, esperando para escribir la postal
mientras la miraban, la nieve, que del día, y, a pesar de lo cansada
había sido vagamente gris en la que estaba, Anna consiguió meter
oscuridad, se volvió de repente en ella muchas cosas sobre su
más clara y sonrosada. Ocurrió excursión. Después, y aunque no
muy deprisa, y pronto una luz eran más que las siete, se fue a la
rosácea se extendió por toda la cama.
montaña. Según subía al piso de arriba se
Anna miró a Vreneli. Su jersey se encontró a Franz y Vreneli
había vuelto malva, su cara estaba cuchicheando en el pasillo. Al verla
colorada y hasta sus trenzas color se callaron.
ratón tenían un resplandor —¿Qué estabais diciendo? —
anaranjado. Los otros niños preguntó Anna. Había oído el
estaban igualmente transformados. nombre de su padre y algo sobre
Hasta la barba de herr Graupe se los nazis.
había vuelto color de rosa. Y detrás —Nada —dijo Vreneli.
de ellos había una enorme —Sí que estabais hablando —dijo
extensión de nieve color rosa Anna—. Os he oído.
fuerte y cielo del mismo color, —Papá ha dicho que no te lo
ligeramente más pálido. Poco a dijéramos —dijo Vreneli
poco el rosa se fue desvaneciendo compungida.
y la luz se hizo más intensa, el —Para que no te disgustaras —dijo
mundo rosáceo que se abría detrás Franz—. Pero venía escrito en el
de Vreneli y los demás se dividió periódico. Los nazis han puesto
en cielo azul y nieve blanca precio a la cabeza de tu papá.
deslumbrante, y fue totalmente de —¿Precio? —preguntó Anna sin
día. comprender.
—Habéis visto el amanecer en las —Sí —dijo Franz—. Mil marcos
montañas azules: la vista más alemanes. Papá dice que eso
hermosa del mundo —dijo herr demuestra lo importante que debe
Graupe, como si hubiera sido él el ser tu papá. Había una foto de él y
causante de todo. Luego les hizo todo.
volver a bajar. ¿Cómo se podían poner mil
Fue una larga caminata, y Anna ya marcos a la cabeza de una
estaba cansada mucho antes de persona? Qué tontería. Decidió
llegar abajo. Durante el viaje de preguntarle a Max cuando subiera
vuelta en tren se adormiló,
a acostarse, pero se durmió mucho Y tal vez fueran sólo tonterías,
antes. pensó Anna, con un súbito alivio de
En mitad de la noche se despertó. su angustia. Tal vez por la mañana
Fue muy de repente, como si algo lo viera todo como uno de aquellos
se le hubiera encendido dentro de absurdos terrores nocturnos que la
la cabeza, e inmediatamente se asustaban cuando era más
encontró despierta del todo. Y, pequeña: como aquellas veces que
como si durante toda la noche no pensaba que la casa se había
hubiera estado pensando en otra incendiado, o que se le había
cosa, de pronto entendió con parado el corazón. Por la mañana
terrible claridad cómo se ponen mil habría la postal acostumbrada de
marcos a la cabeza de alguien. mamá y papá, y todo estaría bien.
Vio mentalmente una habitación. Sí, pero aquello no eran
Era una habitación de aspecto imaginaciones suyas: había salido
extraño, porque era en Francia, y en el periódico... Su pensamiento
el techo, en vez de ser continuo, daba vueltas y vueltas. Tan pronto
era una masa de vigas estaba haciendo complicados
entrecruzadas. En los huecos que planes para levantarse, tomar un
quedaban entre las vigas había tren a París y avisar a papá, como
algo que se movía. Estaba oscuro, pensando en lo ridículo que
pero entonces la puerta se abría y parecería si daba la casualidad de
se encendía la luz. Papá venía a que frau Zwirn la encontrase. AI
acostarse. Dio unos cuantos pasos final debió quedarse dormida,
hacia el centro de la habitación — porque de pronto era de día y Max
Anna quería gritarle: «¡No!»—, y estaba ya a medio vestir. Ella se
entonces empezó un diluvio de quedó en la cama un momento,
monedas, que se derramaban notándose muy cansada y dejando
desde el techo sobre la cabeza de que todos sus pensamientos de la
papá. El se puso a gritar, pero las noche anterior volvieran
monedas seguían cayendo hasta deslizándose hasta ella. Después
enterrarle por completo. de todo, ahora por la mañana
De modo que era aquello lo que resultaban un tanto irreales.
herr Zwirn no había querido que —¿Max? —dijo tentativamente.
supiese. Era aquello lo que los Max tenía un libro de texto abierto
nazis iban a hacerle a papá. O tal sobre la mesa y lo estaba mirando
vez, puesto que venía en el mientras se ponía los calcetines y
periódico, lo habían hecho ya. los zapatos.
Anna se quedó inmóvil, —Perdona —dijo Max—, pero hoy
horrorizada. Oía a Max, en la otra tengo examen de latín y no he
cama, respirar suavemente y con repasado.
regularidad, ¿le despertaba? Pero Y volvió a su libro, mascullando
a Max le sentaba muy mal que le verbos y tiempos. De todos modos
despertasen por la noche; daba lo mismo, pensó Anna.
probablemente no haría más que Estaba segura de que no pasaba
enfadarse y decir que todo eran nada.
tonterías. Pero en el desayuno no hubo
postal de mamá y papá.
—¿Por qué crees tú que no habrá Nada —dijo Anna, pero al mismo
llegado? —preguntó Anna a Max. tiempo que lo decía notó como una
—Retraso del correo —dijo Max pequeña explosión que le subía del
indistintamente a través de un estómago hacia la garganta, y de
bocado de pan—. ¡Adiós! —y salió pronto se encontró sollozando:
corriendo para coger el tren. «Papá... papá...», y Max estaba
—Seguro que llega esta tarde — sentado en su cama y le daba
dijo herr Zwirn. palmaditas en un brazo.
Pero en la escuela Anna estuvo —¡Pero mira que eres tonta! —dijo,
todo el tiempo preocupada, y se cuando Anna le hubo explicado sus
pasó el rato mordiendo el lápiz en temores—. ¿Tú no sabes lo que
lugar de escribir una descripción quiere decir poner precio a la
del amanecer en las montañas. cabeza de alguien?
—¿Qué te pasa? —dijo herr —No... ¿no es lo que yo pensaba?
Graupe, porque Anna solía escribir —dijo Anna.
las mejores redacciones de la —No —replicó Max—. No es ni
clase—. Era hermoso. ¡Una parecido. Poner precio a la cabeza
experiencia así debería haberte de una persona significa ofrecer
inspirado! una recompensa a quien capture a
Y se alejó, personalmente ofendido esa persona.
por la falta de respuesta de Anna a —¡Pues ya está! —gimió Anna—.
«su» amanecer. Aún no había ¡Los nazis quieren coger a papá!
postal cuando Anna volvió de la —Bueno sí, en cierto modo —dijo
escuela, y no la hubo tampoco en Max—. Pero a herr Zwirn no le
el último correo de las siete. Era la parece muy grave... al fin y al cabo,
primera vez que mamá y papá no no es mucho lo que pueden hacer
habían escrito. Anna consiguió mientras papá no esté en
soportar la cena pensando Alemania.
fríamente en retrasos postales, —Entonces, ¿tú crees que no le
pero una vez en la cama y con la habrá pasado nada?
luz apagada todos los terrores de —Claro que no le ha pasado nada.
la noche anterior volvieron a Por la mañana tendremos una
inundarla con tal fuerza que sintió postal.
como si casi la ahogaran. Quiso —Pero, ¿y si mandan a alguien a
recordar que era judía y no debía Francia a por él..., a un
asustarse, porque si no los nazis secuestrador o algo así?
dirían que todos los judíos eran —Entonces papá contaría con
cobardes, pero no le sirvió de todos los efectivos de la policía
nada. Seguía viendo la habitación francesa para protegerle —y Max
del techo extraño y la horrible lluvia adoptó un acento supuestamente
de monedas cayendo sobre la francés—. «Mágchese, pog favog.
cabeza de papá. Aunque cerró los No está permitido secuestgag a la
ojos y hundió la cara en la gente en Francia. ¿Quiegue que
almohada, lo seguía viendo. le cogtemos la cabeza en la
Debía haber hecho algún ruido en guillotina?» Lo escenificaba tan
la cama, porque de repente Max bien que Anna no pudo por menos
preguntó: «¿Qué te pasa?» —
de reírse, y el propio Max se Capítulo 12
sorprendió de su éxito.
—Ahora duérmete —dijo, y Anna
estaba tan cansada que en
seguida lo hizo. Frau Zwirn hizo las maletas de los
Por la mañana, en vez de postal niños. Se despidieron de sus
recibieron una larga carta. Mamá y amigos y de sus profesores, y
papá habían decidido que vivieran pronto estuvo todo dispuesto para
todos juntos en París, y papá iba a su partida de Suiza, camino de una
ir a recogerles. vida nueva en Francia. Pero no era
—Papá —dijo Anna cuando se le nada parecido a cuando se
pasó la primera emoción de verle marcharon de Berlín, porque al
sano y salvo—. Papá, me disgusté Gasthof Zwirn podrían volver y ver
un poco cuando me enteré de lo a todo el mundo siempre que
del precio de tu cabeza. quisieran, y herr Zwirn les había
—¡Yo también! —dijo papá—. Y no invitado ya para el verano
un poco, sino un mucho. siguiente.
—¿De veras? —preguntó Anna, Iban a vivir en un piso amueblado,
sorprendida. Siempre había creído que mamá estaba preparando a
que papá era muy valiente. —¡Es toda prisa. Max quiso saber cómo
que es un precio tan bajo! — era el piso. Papá lo pensó un
explicó papá—. Con mil marcos no momento. Saliendo al balcón, dijo
se va a ninguna parte en estos por fin, se veían la torre Eiffel y el
tiempos. Yo creo que valgo mucho Arco del Triunfo al mismo tiempo,
mas, ¿no te parece? dos monumentos famosos de
—Sí —dijo Anna, ya más tranquila. París. Aparte de eso, papá no
—Ningún secuestrador que se parecía acordarse de mucho más.
precie aceptaría esa miseria —dijo Era una pena, pensaron los niños,
papá, y sacudió la cabeza con que a veces fuera tan despistado
tristeza—. ¡Estoy por escribir a para las cosas prácticas. Pero
Hitler para quejarme! aquello de que el piso tuviera un
balcón sonaba muy elegante.
El viaje a París duró un día entero,
y estuvieron a punto de no llegar.
Hasta Basilea no hubo problemas,
pero allí tuvieron que cambiar de
tren, porque Basilea está en la
frontera entre Suiza, Francia y
Alemania. Debido a algún retraso
que había habido en la línea
llegaron muy tarde, y sólo les
quedaban unos minutos para coger
el tren de París.
—Tendremos que darnos mucha
prisa —dijo papá según entraba el
tren en la estación.
Afortunadamente, había un mozo
allí mismo. Agarró en seguida el quedaron allí parados, en mitad de
equipaje y lo arrojó sobre la un montón de equipaje, mirando
carretilla. cómo el tren salía de la estación
—¡Al tren de París, deprisa! —gritó echando humo.
papá, y el mozo se puso a galopar, — ¡Le dije claramente que al tren
con todos los demás corriendo de París! —dijo papá, volviéndose
detrás de él. A Anna le costó al mozo. Pero no había ni rastro de
trabajo no perderle de vista, por él: se había esfumado.
todas las vueltas y revueltas que —Si nos hubiéramos subido a ese
iba dando entre las multitudes de tren —dijo Anna—, ¿nos
gente, y Max y papá estaban ya habríamos podido bajar antes de
ayudándole a subir el equipaje al llegar a Alemania?
otro tren cuando ella les alcanzó. —Posiblemente —respondió
Anna se detuvo un instante para papá—. Si hubiéramos sabido que
recuperar el aliento. El tren debía no era el nuestro —y le puso un
estar a punto de salir, porque por brazo alrededor de los hombros—.
todas las ventanillas había gente Menos mal que te has dado cuenta
asomada, diciendo adiós a los antes de que subiéramos.
amigos que estaban en el anden. Tardaron cierto tiempo en
Justamente al lado de Anna, un encontrar otro mozo, y papá
chico joven pareció casi caerse al convencido de que habían perdido
darle a su novia un apasionado el enlace con París, pero al final lo
abrazo de despedida. —¡Ya está cogieron con tiempo de sobra: su
bien! —dijo la chica, y le dio un hora de salida había sido retrasada
empujoncito para volver a meterlo de acuerdo con el retraso de la
en el tren. Al enderezarse él, la línea suiza. Era extraño que el
parte baja de la ventana quedó al primer mozo no hubiera estado
descubierto. Allí había un cartel enterado de eso.
impreso, que decía STUTTGART. Cuando ya estaban sentados en el
—¡Papá! —chilló Anna—. ¡Este compartimento, esperando que el
tren no es! ¡Este va a Alemania! tren francés se pusiera en marcha,
—¡Dios santo! —exclamó papá—. Max dijo de pronto:
¡Saca el equipaje, rápido! —¿Papá, tú crees que ese mozo
Entre él y Max volvieron a sacar las nos llevó a propósito al tren que no
maletas tan aprisa como pudieron. era?
En eso sonó el silbato del tren. —No sé —dijo papá—. Pudo ser
—¡No importa! —vociferó papá, y sencillamente un error.
tiró de Max para afuera, aunque en —Yo no creo que fuera un error —
el tren quedaba todavía una dijo Max—. Yo creo que pretendía
maleta. ganarse los mil marcos. Pensaron
—¡Esa maleta es nuestra! —gritó en ello un instante, y en lo que
Max—. ¡Por favor, denos nuestra habría pasado si hubieran vuelto a
maleta! —y, justo cuando el vagón Alemania. Luego sonó el silbato y
empezaba a moverse, el chico de el tren se puso en marcha con un
la novia tuvo la amabilidad de tirón brusco.
tirársela al andén. La maleta cayó —Bueno —dijo papá—, pues si ese
a los pies de Anna, y los tres se mozo pretendía realmente ganarse
los mil marcos, ha hecho un mal desconocidos y anuncios eléctricos
negocio. ¡Ni siquiera tuve tiempo de colores salían de la oscuridad y
de darle una propina! —sonrió y se desaparecían otra vez.
acomodó en su asiento—. Y dentro —¡Ahí está la torre Eiffel! —gritó
de pocos minutos, gracias a Anna, Max, pero Anna volvió la cabeza
estaremos, no en Alemania, sino demasiado tarde y no la vio.
en Francia. Y gracias a Max hasta Luego rodearon un enorme
tendremos todo el equipaje —alzó espacio abierto, con un arco
las manos fingiendo admiración—. iluminado con focos en el medio.
¡Puf! ¡Qué hijos tan listos tengo! Por todos lados había coches,
Llegaron a París ya de noche, y casi todos tocando la bocina. —
muy cansados. Anna ya había Ese es el Arco del Triunfo —dijo
notado algo distinto en el tren al papá—. Ya estamos llegando.
salir de Basilea; se oían más voces Se metieron por una avenida más
hablando deprisa en francés, de tranquila y después por una
una manera cortante e callecita estrecha, y al fin el taxi se
incomprensible. También los olores paró muy de repente, con un
que salían del coche restaurante chirriar de frenos. Habían llegado.
eran distintos. Pero en el andén de Hacía frío. Anna y Max esperaron
París se quedó aturdida. delante de una casa alta mientras
Por todas partes se veía rodeada papá pagaba al taxista. Luego
de gente gritando, saludándose, abrió la puerta de la casa y les hizo
hablando, riendo. Movían los labios entrar en el portal, donde una
rápidamente, acompañándose de señora estaba sentada, medio
toda clase de gestos. Se encogían dormida, dentro de una especie de
de hombros, se abrazaban y jaula con el frente de cristal. Nada
agitaban las manos para subrayar más ver a papá, la señora se
lo que estaban diciendo, pero Anna espabiló. Salió en seguida por lo
no entendía una palabra. Por un que resultó ser una puerta de una
instante, en medio de la poca luz y jaula y le estrechó la mano,
del ruido y el vapor que salía hablando en francés muy deprisa.
flotando de la máquina, se sintió Después, y sin dejar de hablar, les
totalmente perdida. Pero en estrechó la mano a Max y Anna,
seguida papá les hizo entrar en un que, incapaces de comprender,
taxi, y arremetieron por las calles tuvieron que limitar su respuesta a
llenas de gente. una débil sonrisa.
Había luces por todas partes, y —Esta señora es la portera —dijo
gente paseando por aceras papá—. Ella cuida de la casa.
anchas, bebiendo y comiendo en El taxista entró con el equipaje y la
cafés con cristaleras, leyendo portera le ayudó a meter parte de
periódicos, mirando los él por una puerta estrecha que
escaparates. A Anna ya se le había luego sostuvo abierta para Anna y
olvidado que una ciudad grande Max. Los niños casi no podían
era así. Le asombraba la altura de creer lo que veían sus ojos.
los edificios, y el ruido. Conforme el —¡Papá! —dijo Max—. ¡No nos
taxi iba abriéndose paso entre el habías dicho que había ascensor!
tráfico, coches y autobuses
—¡Esto es elegantísimo! —dijo —¡Ay, Grete...! —exclamó mamá, y
Anna. Eso le hizo reír a papá. explicó—: Esta es Grete, que es
—Yo no diría tanto —dijo. Pero austriaca. Está en París para
Anna y Max sí lo pensaban, a aprender francés, y me va a echar
pesar de los horribles crujidos y una mano en la casa cuando no
gemidos del ascensor mientras esté estudiando.
subía lentamente hasta el último Grete estrechó la mano tristemente
piso. Por fin se detuvo con un ruido a Anna y Max.
seco y un estremecimiento, y antes —¿Habla usted mucho francés? —
incluso de que hubieran salido preguntó Max.
todos se abrió una puerta de par —No —dijo Grete—. Es un idioma
en par, y allí estaba mamá. muy difícil. Hay personas que no
Anna y Max corrieron hacia ella, y llegan a aprenderlo nunca —luego
todo fue confusión mientras ella les se volvió a mamá—. Bueno, yo me
abrazaba y los dos intentaban voy a la cama.
contarle todo lo que había pasado —Pero Grete... —dijo mamá.
desde la última vez que la habían —Le he prometido a mi madre que
visto. Papá entró con las maletas y bajo ninguna circunstancia dejaría
besó a mamá, y luego la portera de dormir lo que debo —dijo
llevó el resto del equipaje, con lo Grete—. He dejado la cocina
que de pronto el minúsculo apagada. Buenas noches a todos.
recibidor estaba lleno de maletas y Y se fue.
nadie se podía revolver. —¡Hay que ver, esta chica no sirve
—Pasad al comedor —dijo mamá. para nada!
El comedor no era mucho mayor, —dijo mamá—. Da igual, estará
pero estaba puesta la mesa para bien que nuestra primera comida
cenar y tenía un aspecto alegre y juntos en París la hagamos
acogedor. —¿Dónde cuelgo el nosotros solos. Os voy a enseñar
abrigo? —gritó papá desde el vuestra habitación, y luego os
recibidor. podéis ir instalando mientras yo frío
—Hay una percha detrás de la otras patatas.
puerta —le respondió mamá, en La habitación de los niños estaba
mitad de una ruidosa descripción pintada de un color amarillo
de Max de cómo casi se suben al bastante feo, y había colchas
tren que no era. Luego se oyó un amarillas en las dos camas. En el
estrépito como de alguien rincón había un armario de
cayéndose sobre algo. Anna oyó la madera. Había también cortinas
voz amable de papá diciendo amarillas, una lámpara amarilla y
«Buenas noches», y el leve olor a dos sillas: nada más. De todos
quemado que había notado desde modos no habría habido espacio
que llegaron se intensificó de para más muebles, porque, al igual
pronto. que el comedor, la habitación era
Una pequeña figura de melancólico muy pequeña.
aspecto apareció en la puerta. —¿Qué se ve por la ventana? —
—Sus patatas fritas se han preguntó Max.
quemado todas .—anunció con Anna miró. No era una calle, como
evidente satisfacción. había esperado que fuese, sino un
patio interior con paredes y Hasta el balcón, que en boca de
ventanas todo alrededor. Era como papá había parecido tan elegante,
un pozo. Un sonido metálico muy era poco más que un saliente
abajo la hizo suponer que abajo del rodeado de una barandilla de
todo debía haber cubos de basura, hierro forjado. Aparte del comedor
pero desde aquella altura no se que ya habían visto, sólo quedaba
veía. Por arriba sólo había los el cuartito diminuto donde dormía
perfiles irregulares de los tejados y Grete, un cuarto de baño todavía
el cielo, Era muy distinto del más diminuto y una cocinita
Gasthof Zwirn y de su casa de cuadrada donde encontraron a
Berlín. mamá y papá.
Sacaron los pijamas y los cepillos Mamá, acalorada y nerviosa,
de dientes y decidieron cuál de las estaba batiendo algo en un
camas amarillas ocuparía cada cacharro hondo. Papá estaba
uno, y luego salieron a explorar el apoyado contra la ventana. Tenía
resto del piso. Al lado de su cara de estar molesto y enfadado,
habitación estaba la de papá. y al entrar los niños le oyeron
Tenía una cama, un armario y una decir: «No me digas que todo esto
mesa con su máquina de escribir, y es necesario.» La cocina estaba
daba a la calle. Desde la habitación llena de humo.
de papá una puerta interior daba —¡Claro que es necesario! —dijo
acceso a lo que parecía ser un mamá—. ¿Qué van a comer los
pequeño cuarto de estar, pero niños si no?
había algunas prendas de vestir de —Queso y un vaso de vino —dijo
mamá por en medio. papá, y los niños se echaron a reír
—¿Será ésta la habitación de mientras mamá exclamaba:
mamá? —preguntó Anna. «¡Oh, eres un desastre para las
—No puede ser..., no hay cama — cosas prácticas!».
dijo Max. Solamente había un sofá, —No sabía que supieras cocinar —
una mesita y dos sillones. dijo Anna. Jamás había visto a
Max miró el sofá más de cerca. mamá en la cocina. —Estará a
—Es uno de esos especiales — punto dentro de cinco minutos —
dijo—. Mira —y levantó el asiento. dijo mamá, batiendo a todo batir—.
En un hueco de debajo había ¡Ay, mis patatas...! —se le iban a
sábanas, mantas y almohadas—. quemar otra vez, pero llegó justo a
Mamá puede dormir aquí por la tiempo—. Estoy haciendo patatas
noche y luego convertir la fritas y huevos revueltos..., pensé
habitación en cuarto de estar que os gustaría.
durante el día. —Estupendo —dijo Max.
—¡Qué bien pensado! —dijo —Ahora, dónde está el plato... y la
Anna—. Así se puede utilizar la sal... ¡ay!
habitación el doble. —gritó mamá—, ¡tengo que hacer
Desde luego era importante otra sartén de patatas! —miró
aprovechar al máximo el espacio implorante a papá—. Cariño, ¿me
de aquel piso, por lo poco que pasas el escurridor?
había. —¿Qué es el escurridor? —
preguntó papá. Cuando la cena
llegó a la mesa había pasado casi veía un trozo de cielo ventoso
una hora, y Anna estaba tan sobre los tejados. Olía a guiso, y
cansada que ya ni le importaba se oía un sonido metálico que al
comer o no. Pero no quiso decirlo, principio Anna no supo identificar,
en vista de lo mucho que mamá se hasta que se dio cuenta de que era
había esforzado. Max y ella se papá escribiendo en el cuarto de al
comieron la cena rápidamente y lado, la cama de Max estaba vacía;
muertos de sueño, y al momento debía haberse levantado sin hacer
se metieron de cabeza en la cama. ruido mientras ella dormía todavía.
A través de las delgadas paredes Se levantó y salió al recibidor sin
del piso oían murmullo de voces y molestarse en vestirse. Mamá y
entrechocar de platos. Grete debían haber estado muy
Mamá y papá debían estar atareadas, porque ya no había
quitando la mesa. nada del equipaje y por la puerta
—Sabes, es curioso —dijo Anna abierta vio que la cama de mamá
justo antes de dormirse—. estaba otra vez convertida en sofá.
Recuerdo que cuando vivíamos en En eso apareció mamá,
Berlín Heimpi solía hacernos procedente del comedor.
patatas fritas con huevo revuelto. —Hola, cariño —dijo—. Ven a
Decía siempre que era rápido y desayunar algo, aunque ya casi es
fácil de hacer. la hora de comer.
—Será que mamá necesita más Max estaba ya sentado a la mesa
práctica —dijo Max. del comedor, bebiendo café con
leche y arrancando pedazos de
una barra de pan increíblemente
larga y estrecha.
—Eso se llama una baguette —
explicó mamá—, que quiere decir
«palito».
Y eso era exactamente lo que
parecía. Anna probó un poco y lo
encontró delicioso. También el café
estaba bueno. Sobre la mesa
había un hule rojo que daba un
aspecto muy bonito a las tazas y
los platos, y la habitación estaba
caliente a pesar del tempestuoso
día de noviembre que hacía afuera.
—Aquí se está bien —dijo Anna—.
En el Gasthof Zwirn no habríamos
podido desayunar en pijama.
Capítulo 13 —Es un poco pequeño —dijo
mamá—, pero nos las
apañaremos.
Cuando Anna se despertó por la Max se estiró y bostezó.
mañana, ya era pleno día. Por un —Está bien tener casa propia —
hueco de las cortinas amarillas dijo.
Había otra cosa más que estaba un anillo luminoso que rodeaba el
muy bien, pensó Anna, pero al propio Arco del Triunfo. A lo lejos
principio no pudo dar con lo que se veían vagas siluetas de cúpulas
era. Veía a mamá echando café en y torres de iglesia, y un puntito
la taza, y a Max inclinándose hacia centelleante que era la punta de la
atrás sobre la silla, como se le torre Eiffel.
había dicho cien veces que no —¿Verdad que es bonito? —dijo
hiciera. A través de la delgada papá—. ¿Verdad que es una
pared oía la máquina de escribir de ciudad hermosa?
papá. Entonces cayó en la cuenta. Anna le miró. Había perdido un
—A mí no me importa en realidad botón del abrigo y se le colaba
dónde estemos —dijo—, con tal de dentro el viento, pero no parecía
que estemos todos juntos. Por la darse cuenta. —Preciosa —dijo
tarde papá se los llevó de paseo. Anna.
Entraron en el Metro, que tenía un Daba gusto volver al calorcito de
olor particular; papá dijo que era casa, y esta vez Grete había
una mezcla de ajo y cigarrillos ayudado a mamá a hacer la cena y
franceses, pero Anna lo encontró en seguida estuvo preparada.
agradable. Vieron la torre Eiffel —¿Habéis aprendido ya algo
(pero no subieron porque costaba de francés?
demasiado dinero), y el sitio donde —preguntó mamá.
estaba enterrado Napoleón, y al —Por supuesto que no —dijo Grete
final el Arco del Triunfo, que estaba antes de que ninguno pudiese
muy cerca de casa. Ya se hacía responder—. Se tarda meses. Pero
tarde, pero Max observó que se resultó que Anna y Max habían
podía subir y era muy barato, cogido bastantes palabras, sólo de
probablemente porque no era tan escuchar a papá y a otras
alto como la torre Eiffel ni mucho personas. Sabían decir «oui»,
menos, conque subieron. «non», «merci», «au revoir» y
Nadie más quería subir a lo alto del «bonsoir Madame», y Max estaba
Arco del Triunfo en aquella tarde particularmente orgulloso de
fría y oscura: el ascensor estaba haberse aprendido «trois billets s'il
vacío. Cuando Anna salió a la vous plaît», que era lo que papá
superficie, la recibió una ráfaga de había dicho al sacar los billetes del
viento helado y gotas de lluvia, y se metro.
preguntó si habría sido buena idea —Bueno, pues en seguida sabréis
el ir allí. Entonces miró hacia abajo. mucho más
Era como si estuviera en el centro —dijo mamá—. He dispuesto que
de una enorme estrella venga una señora a daros clase de
resplandeciente. Sus rayos se francés, y empezáis mañana por la
extendían en todas direcciones, y tarde.
cada uno era una avenida La señora se llamaba
bordeada de luces. Mirando con mademoiselle Martel. A la mañana
mayor atención vio otras luces que siguiente, Anna y Max trataron de
eran coches y autobuses que reunir todo lo que les haría falta
circulaban por las avenidas, e para la clase. Papá les prestó un
inmediatamente debajo formaban diccionario antiguo de francés y
mamá les buscó papel para añadió: «S'il vous plaît.» El
escribir. Lo único que no tenía hombre volvió a sonreír, rebuscó
nadie eran lápices. en una caja de cartón detrás del
—Tendréis que ir a comprarlos — mostrador y sacó un bonito lápiz
dijo mamá—. Hay una tienda en la rojo que entregó a Anna.
esquina. A ella le sorprendió tanto el éxito
—¡Pero si no sabemos francés! — que se le olvidó decir «Merci», y se
exclamó Anna. quedó parada con el lápiz en la
—No pasa nada por eso —dijo mano. ¡Era muy fácil!
mamá—. Llevaos el diccionario. Os Entonces Max dijo: «Un crayon»,
daré un franco a cada uno y os porque él necesitaba otro.
quedáis con la vuelta. —Oui, oui —dijo el hombre,
—¿Cómo se dice lápiz en francés? sonriendo y asintiendo con la
—preguntó Max. cabeza y señalando al lápiz que
—Un crayon —dijo mamá. Su voz Anna tenía en la mano. Estaba de
no resultaba tan francesa como la acuerdo con Max en que aquello
de papá, pero mamá sabía era un lápiz.
muchísimas palabras—. Hale, daos —Non! —dijo Max—. Un crayon! —
prisa. y buscó una manera de
Después del viaje en ascensor explicarlo—. Un crayon —repitió,
solos —y le tocó a Anna darle al señalándose a sí mismo—, un
botón—, Anna se sentía muy crayon!
animada para acometer la A Anna se le escapó la risa, porque
empresa, y ni siquiera desfalleció parecía como si Max se estuviera
al descubrir que la tienda era presentando.
bastante elegante y vendía más —¡Aah! —dijo el hombre. Sacó otro
material de oficina que artículos de lápiz de la caja y se lo dio a Max,
papelería. Con el diccionario con una leve inclinación de cabeza.
debajo del brazo, franqueó la —Merci —dijo Max, muy aliviado.
puerta por delante de Max y dijo Le dio al hombre los dos francos y
con voz muy sonora: «Bonsoir esperó que él le diera la vuelta.
Madame!» Pasado cierto tiempo, pareció que
El dueño de la tienda puso no iba a haber vuelta ninguna.
cara de asombro, y Max le Anna se sintió muy defraudada;
dio un codazo a Anna. —No habría estado bien tener un poco
es una Madame..., es un de dinero.
Monsieur —susurró—. Y me —Vamos a preguntarle si tiene
parece que bonsoir significa otros lápices —susurró—. Podrían
«Buenas tardes». ser más baratos.
— ¡Ah! —dijo Anna. —¡No sabemos decirlo! —dijo Max.
Pero al dueño de la tienda no —Bueno, pero podemos intentarlo
pareció importarle; sonrió y dijo —dijo Anna, que a veces era muy
algo en francés que ellos no testaruda—. Mira a ver cómo se
entendieron. Le devolvieron la dice «otro» en francés.
sonrisa. Max buscó en el diccionario
Seguidamente, Anna dijo, mientras el hombre le contemplaba
esperanzada: «Un crayon», y Max
con curiosidad. Por fin lo encontró: —Tenemos veinte céntimos cada
«Es 'autre'», dijo. uno —dijo Anna—. ¡Fíjate lo que
Anna sonrió feliz y alargó su lápiz podremos comprar con eso!
al vendedor: «Un autre crayon?» —No creo que mucho —dijo Max.
— Oui, oui —dijo el hombre tras un —De todos modos, es mejor que
momento de vacilación; y le dio nada —dijo Anna. Quería mostrarle
otro lápiz de la misma caja, con lo su agradecimiento al vendedor, de
cual Anna se encontró con dos. modo que al salir de la tienda le
—Non —dijo Anna, devolviéndole sonrió otra vez y dijo: «Bonsoir
uno de los lápices. La sonrisa del Madame!» Por la tarde llegó
vendedor se estaba empezando a mademoiselle Martel, una francesa
congelar—. Un autre crayon... — de moño caído y canoso, vestida
puso un gesto e hizo una forma con un pulcro traje gris. Había sido
con los dedos como para sugerir maestra y sabía un poco de
algo infinitamente pequeño e alemán, cosa que hasta entonces
insignificante. no parecía haberle interesado
El hombre la miró sin pestañear, mucho a nadie. Pero ahora París
por ver si iba a decir algo más. estaba de pronto atestado de
Luego se encogió de hombros y refugiados que habían huido de
dijo algo incomprensible. Hitler, todos ellos deseosos de
— ¡Venga, vámonos! —dijo Max, saber francés, y ella no paraba de
colorado de vergüenza. dar clases. Tal vez, pensó Anna,
— ¡No! —dijo Anna—. ¡Dame el fuera esa la razón de la perpetua
diccionario! —volvió las páginas expresión de sorpresa que había
febrilmente. Por fin lo encontró. siempre en su rostro un poco
Barato: bon-marché. ajado.
—Un bon-marché crayon! —gritó Era muy buena profesora. Desde el
triunfalmente, con gran sobresalto primer momento les hablaba casi
de dos señoras que estaban todo el tiempo en francés,
examinando una máquina de recurriendo al lenguaje por señas y
escribir—. Un bon-marché crayon, a la mímica cuando no entendían.
s'il vous plaît «Le nez>, decía, apuntando a su
El hombre parecía muy cansado. nariz bien empolvada, «la main»,
Buscó otra caja de cartón y sacó apuntando a su mano, y «les
de ella un lápiz azul más fino. Se lo doigts», meneando los dedos.
dio a Anna, que asintió con la Luego les escribía las palabras y
cabeza y le devolvió el rojo. ellos practicaban deletreándolas y
Entonces él le dio veinte céntimos pronunciándolas hasta que las
de vuelta. Luego mira a Max con aprendían. De cuando en cuando
expresión interrogante. se producían errores de
—Oui! —dijo Anna muy excitada—. interpretación, como una vez que
Un autre bon-marché crayon! —y dijo «les cheveux» apuntando a su
se repitió el mismo procedimiento cabello. Max creyó que cheveux
con el lápiz de Max. quería decir «moño», y estalló de
—Merci —dijo Max. risa vergonzosa cuando ella le
El hombre se limitó a asentir con la pidió que señalara su propio
cabeza. Parecía estar exhausto. cheveux.
Los días que no iba a darles clase huevos, azúcar, fresas, langosta,
hacían deberes. Al principio sólo helado, tomates, harina...
tenían que aprender palabras —¡Cómo iban a comer harina! —
nuevas, pero al cabo de muy poco protestó Anna.
tiempo mademoiselle Martel exigió —¿Tú qué sabes lo que comían?
que escribieran historias breves en —dijo Max—. Además, no estoy
francés. seguro de que esa palabra quiera
¿Cómo iban a hacerlo?, preguntó decir harina. Lo miré todo según lo
Anna. No sabían lo suficiente. iba haciendo, pero se me ha
Mademoiselle Martel golpeó el olvidado.
diccionario con un dedo. «le —¿Todo esto es una lista de lo que
dictionnaire», dijo firmemente. comieron? —preguntó Anna,
Aquello resultó ser una lucha apuntando a la hoja sembrada de
terrible. Tenían que buscar comas.
prácticamente todas las palabras, y —Sí —contestó Max.
Anna tardó casi una mañana —¿Y esto último qué es? —había
entera en escribir media hoja. sólo una frase al final que no tenía
Luego, cuando se lo enseñó a comas.
mademoiselle Martel en la clase —Eso es lo mejor —dijo Max muy
siguiente, casi todo estaba mal. ufano—. Me parece que quiere
—No te preocupes, saldrá —dijo decir: «y luego todos reventaron».
mademoiselle Martel, haciendo una Mademoiselle Martel leyó la
de sus infrecuentes incursiones en redacción de Max sin pestañear, y
el alemán. Y «no te preocupes, dijo que se veía que había
saldrá» fue lo que Max le dijo ampliado su vocabulario. Pero no
burlonamente a Anna al día pareció igual de satisfecha cuando,
siguiente, cuando pasada más de como deberes para el día
una hora aún estaba luchando por siguiente, Max hizo una redacción
poner por escrito cierto aburrido casi idéntica a la primera. Esta
incidente entre un perro y un gato. empezaba: «Una vez hubo una
—¿Y tú qué? Tú tampoco has boda», y la comida que comían los
hecho lo tuyo todavía —dijo Anna invitados era diferente, pero la
enfadada. historia acababa con todo el
—Sí que lo he hecho —dijo Max—. mundo reventando como antes.
Una hoja y un poco más. Mademoiselle Martel frunció el
—No me lo creo. entrecejo y tamborileó con los
— ¡Compruébalo! dedos sobre el diccionario. Luego
Era verdad. Había escrito más de le dijo a Max muy firmemente que
una hoja, y todo parecía francés. la próxima vez tenía que escribir
—¿Qué dice? —preguntó Anna algo distinto.
desconfiadamente. A la mañana siguiente los niños
Max se puso a traducir con gesto estaban sentados a la mesa del
grandilocuente. comedor, con los libros repartidos,
—Una vez un niño celebraba su como siempre, por encima del hule
cumpleaños. Fue mucha gente. rojo. Anna estaba batallando con la
Hubo una gran fiesta. Comieron historia de un hombre que tenía un
pescado, carne, mantequilla, pan, caballo y un gato. El hombre quería
al gato y el gato quería al caballo y Mademoiselle Martel guardó
el caballo quería al hombre, pero silencio durante unos instantes.
no quería al gato... Era un tostón Luego dirigió a Max una mirada
estar haciendo aquello, cuando en dura y prolongada y dijo:
alemán se podrían haber escrito «Jovencito, esto tiene que
tantas cosas interesantes. cambiar.»
Max no estaba escribiendo nada; Cuando al final de la clase entró
no hacía más que mirar al vacío. mamá, como hacía a menudo, para
Cuando entró Grete y les dijo que preguntar cómo iban los niños,
quitaran las cosas porque tenía mademoiselle Martel pronunció un
que poner la mesa, su hoja de pequeño discurso. Dijo que ya
papel estaba todavía en blanco. llevaba tres semanas dándoles
—¡Pero si no son más que las clase, y que habían hecho grandes
doce! —protestó Anna. progresos; pero había llegado el
—Luego no tendré tiempo de momento en que aprenderían más
hacerlo —dijo Grete, estando con otros niños y oyendo
malhumorada como de hablar sólo en francés a su
costumbre. —Bueno, pero es que alrededor.
no podemos trabajar en ningún Mamá asintió. Se veía que había
otro sitio..., no hay más mesa que estado pensando lo mismo.
ésta — dijo Max, y consiguieron —Ya estamos casi en Navidad —
convencerla, no sin dificultad, de dijo—. Podría usted darles un par
que les dejara estar un rato más. de clases más de aquí a las
—¿Qué vas a hacer? —preguntó vacaciones, y después que
Anna—. Esta tarde pensábamos empiecen a ir al colegio.
salir. Hasta Max trabajó con ahínco
Max pareció llegar a una decisión. durante el tiempo que quedaba. La
—Pásame el diccionario —dijo. perspectiva de ir a un colegio en
Mientras pasaba las hojas donde no se hablara otra cosa que
ágilmente (los dos iban ya teniendo francés era un tanto pavorosa.
mucha práctica en eso), Anna le En seguida se les echó encima la
oyó murmurar «funeral» para sí. Navidad. Grete se fue unos
Cuando mademoiselle Martel fue a cuantos días antes, a pasar las
darles la clase siguiente, leyó la vacaciones en su casa de Austria,
redacción de Max en silencio. Max y, como mamá tenía mucho que
había hecho todo lo posible por hacer en la cocina, la casa se puso
introducir alguna variedad en su un poco polvorienta. Pero se
tema básico. Los asistentes al estaba tan bien sin la presencia
funeral de su historia, sin duda gruñona de Grete que a nadie le
arrastrados por el dolor, comían importó. Anna esperaba con ilusión
papel, pimienta, pingüinos, la Navidad, y al mismo tiempo le
pistachos y peras además de otros daba miedo. La esperaba con
alimentos menos exóticos, y, tras ilusión porque la Navidad siempre
su remate habitual de cómo todos hacía ilusión, pero también tenía
habían reventado al final, Max un miedo horrible de que la hiciera
había añadido las palabras: «Así acordarse de Berlín y de cómo
que hubo muchos más funerales.» solía ser antes, cómo había sido el
año anterior. —¿Tú crees que estrenar. Eran de piel gruesa
tendremos árbol? —le preguntó a marrón con hebillas doradas, y
Max. En Berlín siempre habían Anna se encontraba muy elegante
tenido un árbol grande en el con ellos. Recibió también un
recibidor, y uno de los encantos de sacapuntas con estuchito y unos
la Navidad estaba precisamente en calcetines rojos tejidos a mano de
reconocer las bolas de cristal de parte de frau Zwirn, y cuando ya
muchos colores, los pájaros con creía haber visto todos sus regalos
colas de pluma y las trompetas que encontró uno más, un paquetito
se podían tocar de verdad, cuando muy pequeño enviado por el tío
cada año reaparecían para Julius.
decorarlo. Anna lo abrió cuidadosamente y
—No me parece a mí que los soltó una exclamación de deleite.
franceses sean muy aficionados a —¡Qué bonito! —exclamó—. ¿Qué
los árboles de Navidad —dijo Max. es?
Pero mamá consiguió uno de todos Rodeada de papel de seda había
modos. Cuando el día de una cadenita de plata, de la que
Nochebuena papá llamó a los pendían figuritas de animales.
niños a la hora de la merienda para Había un león, un caballo, un
dar comienzo a las celebraciones y gato, un pájaro, un elefante y,
ellos entraron corriendo en el naturalmente, un mono. —Es
comedor, fue lo primero que Anna una pulsera de colgantes —
vio. Era sólo un arbolito, como de dijo mamá, poniéndosela
medio metro de alto, y en lugar de alrededor de la muñeca—.
adornos de cristal mamá le había ¡Qué detalle de Julius!
colgado espumillón y los había —Viene también una carta —dijo
cubierto de velitas. Pero estaba tan Max, alargándosela. Anna la leyó
bonito, todo reluciente de verde y en voz alta.
plata sobre el hule rojo de la mesa, «Querida Anna», decía, «espero
que Anna supo desde ese que este regalito sirva para
momento que la Navidad estaría recordarte nuestras muchas visitas
muy bien. al zoo de Berlín. No es igual de
Los regalos eran modestos en divertido ir sin vosotros. Te ruego
comparación con los de años que des recuerdos míos a tu
anteriores, pero, quizá porque a querida tía Alicia, que espero esté
todos les hacían mucha falta, les bien. Dile que me acuerdo mucho
gustaron lo mismo. Para Anna de ella, y de su buen consejo, que
hubo una caja de pinturas nueva, y quizá debería haber seguido. Con
para Max una pluma estilográfica. mi cariño para todos vosotros, tío
Omamá había mandado dinero, y Julius». —¿Qué quiere decir? —
mamá le había comprado a Anna preguntó Anna—. Nosotros no
zapatos nuevos con su parte. Anna tenemos ninguna tía Alicia. Papá
se los había tenido que probar en cogió la carta.
la tienda, de modo que no era —Creo que se refiere a mí —dijo—
sorpresa, pero mamá los había . Me llama tía Alicia porque es
escondido inmediatamente para frecuente que los nazis abran las
que llegaran a Navidad sin
cartas, y él podría verse en apuros el armario dejaran de dar vueltas y
si supieran que me escribe. vueltas.
—¿Qué consejo le diste? — Había sido una bonita
preguntó Max. Nochebuena, pensó. Y pronto iría
—Que saliera de Alemania —dijo al colegio y sabría de verdad cómo
papá, y añadió para sí: «Pobre era vivir en Francia.
Julius.»
— ¡Le escribiré dándole las gracias
—exclamó Anna—, y le pintaré un
cuadro con la caja de pinturas
nueva!
—Sí —dijo papá—, y dile que
muchos recuerdos de parte de tía
Alicia.
De pronto mamá lanzó un grito que
ya les era a todos muy familiar.
—¡Mi pollo! —exclamó, y corrió a la
cocina. Pero no se había quemado,
y pronto tuvieron ante sí una
verdadera cena de Nochebuena,
toda guisada por mamá. Además
del pollo había patatas asadas y
zanahorias, y pastel de manzana
con nata para después. Mamá se
estaba haciendo muy buena
cocinera. Incluso había hecho
galletas de jengibre, porque sin
ellas la Navidad no sería Navidad
para un alemán. Les pasaba algo
Capítulo 14
raro, se habían esponjado en vez
de quedar duras y crujientes, pero
estaban muy ricas de todas Anna no empezó a ir al colegio tan
maneras. pronto como había esperado.
Al final de la comida papá sirvió Mamá había arreglado que
vino a todos y brindaron. Max entrara en un lycée para
—¡Por nuestra nueva vida en chicos a primeros de enero (en
Francia! —dijo, y todos repitieron: Francia se llamaba lycée al
«Por nuestra nueva vida en instituto de enseñanza media),
Francia.» pero había muy pocos lycées para
Mamá no llegó a probar el vino niñas en París y todos estaban
porque decía que no le sabía más llenos, con largas listas de espera.
que a tinta, pero a Anna le gustó y —No podemos pagar un colegio
se bebió todo un vaso. Se sentía la privado —dijo mamá—, y no creo
cabeza cargada cuando por fin se que fuera buena idea mandarte a
fue a la cama, y tuvo que cerrar los una école communale.
ojos para que la lámpara amarilla y —¿Por qué no? —preguntó Anna.
—Porque son para niños que útil. El hecho de que por debajo
tienen que dejar de ir al colegio sólo asomaran unos centímetros
muy pronto, y no creo que la de falda no importaba demasiado.
enseñanza sea tan buena como en —Bueno, si estás segura de que
los otros sitios —explicó mamá—. no vas a pasar frío iremos al
Por ejemplo, no te enseñarían mercado —dijo mamá—. Allí está
latín. todo más barato.
—Yo no necesito aprender latín — El mercado resultó estar bastante
dijo Anna—. Ya tendré bastante lejos, y Anna llevó la bolsa de red
con aprender francés. ¡Lo que de mamá mientras andaban por
quiero es ir al colegio! diversas callejuelas tortuosas,
Pero mamá dijo: «No hay prisa. hasta que por fin salieron a una
Dame un poco de tiempo para calle ancha muy concurrida, con
buscar.» tiendas y puestos a los lados. En
Así que Max fue al colegio y Anna los puestos se vendía de todo,
se quedó en casa. El colegio de desde verdura hasta lencería, y
Max estaba casi al otro extremo de mamá se empeñó en
París; tenía que coger el Metro por inspeccionarlos todos antes de
la mañana muy temprano y no comprar nada, para así estar
volvía a casa hasta después de las segura de sacar el mayor partido
cinco. Mamá lo había elegido, a posible a su dinero.
pesar de lo lejos que estaba, Lo mismo los dueños de las
porque allí los chicos jugaban al tiendas que los de los puestos
fútbol dos veces por semana. En voceaban sus mercancías y las
casi ningún colegio francés había enseñaban en alto para que se
tiempo para jugar, sólo para vieran, y a veces a Anna y mamá
estudiar. les costaba trabajo avanzar,
El primer día, la casa parecía triste porque les ponían delante cebollas
y vacía sin Max. Por la mañana y zanahorias muy frotadas y
Anna fue a la compra con mamá. relucientes para que las
Hacía un tiempo luminoso y frío, y admirasen. Había tiendas
Anna había crecido tanto en el especializadas en sólo unos
último año que entre el borde de cuantos productos. En una no
sus medias de punto y el bajo del vendían más que queso, y debía
abrigo de invierno quedaba un haber por lo menos treinta clases
buen espacio. Mamá miró sus diferentes de quesos, todos
piernas con piel de gallina y envueltos cuidadosamente en
suspiró. muselina y expuestos sobre una
—No sé qué vamos a hacer con tu mesa de caballete.
ropa —dijo. De repente, cuando mamá se
—Voy bien —dijo Anna—. Llevo el disponía a comprar una lombarda,
jersey que me hiciste. Anna oyó que una extraña voz
Debido a la curiosa manera de tejer francesa se dirigía a ellas. Era una
de mamá, el jersey había salido tan señora con abrigo verde que
grande, grueso y apretado que no llevaba una bolsa llena hasta arriba
había frío que pudiese atravesarlo, de sus compras y estaba sonriendo
y resultaba ser una prenda muy a Anna con una expresión muy
amigable en sus ojos castaños. Ahora madame Fernand le había
Mamá, todavía pensando en la pedido que la llamase por teléfono
lombarda, tardó un poco en si necesitaba ayuda o consejo
reconocerla. Luego exclamó: «, sobre cualquier cosa. Su marido
¡Madame Fernand!» con agrado, y iba a estar fuera unas semanas,
las tres se dieron la mano. pero tan pronto como regresara
Madame Fernand no hablaba quería que mamá y papá fueron a
alemán, pero mamá y ella hablaron cenar con ellos. A mamá pareció
entre sí en francés. Anna se agradarle mucho el proyecto. «Son
dio cuenta de que, aunque la voz muy buena gente», dijo, «y sería
de mamá no resultaba todavía muy estupendo tener algunos amigos
francesa, hablaba con mayor en París».
fluidez que cuando llegaron a Acabaron de hacer la compra y la
París. Luego madame Fernand llevaron a casa. Anna dijo «Bonjour
preguntó a Anna si ella hablaba Madame» a la portera, con la
francés, pronunciando las palabras esperanza de que advirtiese su
muy despacio y claramente para perfecto acento francés, y en el
que Anna la entendiera. ascensor fue parloteando
—Un poco —respondió Anna, y alegremente con mamá. Pero al
madame Fernand aplaudió y entrar en casa se acordó de que
exclamó: «¡Muy bien!», y le dijo Max estaba en el colegio, y de
que tenía un acento francés pronto el día volvió a parecer triste.
perfecto. Ayudó a mamá a desempaquetar
Mamá tenía todavía en la mano la las cosas, pero después de eso no
lombarda que había estado a punto se le ocurrió nada más que hacer.
de comprar, y madame Fernand se Grete estaba lavando en el cuarto
la quitó amablemente y la volvió a de baño, y por un instante Anna
poner en el puesto. Luego, consideró la posibilidad de ir a
volviendo una esquina, condujo a charlar con ella. Pero Grete había
mamá a otro puesto que antes se vuelto de sus vacaciones en
les debía haber pasado, y que Austria más gruñona que nunca.
tenía lombardas mucho mejores Todo lo de Francia le parecía
por menos dinero. Animada por detestable. El idioma era imposible,
madame Fernand, mamá compró la gente era sucia, la comida era
no sólo una lombarda sino muchas demasiado fuerte: con nada estaba
otras verduras y fruta, y antes de a gusto. Además, durante su
despedirse de ellas madame estancia en su casa, su madre
Fernand le regaló a Anna un había obtenido de ella varias
plátano, «para que le diera fuerzas promesas mas. Aparte de dormir
para la vuelta a casa», según siempre lo debido, Grete había
tradujo mamá. prometido a su madre tener
Tanto a mamá como a Anna les cuidado con su espalda, lo cual
alegró mucho el encuentro. Mamá quería decir fregar los suelos muy
había conocido a madame Fernand despacio y sin llegar a los rincones,
y a su marido periodista la primera y no forzar demasiado sus
vez que fue a París con papá, y los muñecas. También le había
dos le habían caído muy bien. prometido comer bien siempre,
descansar cuando estuviera una palabra de lo que dicen.
cansada y no coger frío nunca. Estuvo silencioso y taciturno
A Grete le preocupaba mucho durante el resto de la tarde. Sólo
mantener todas aquellas después de cenar le dijo de
promesas, que constantemente se repente a mamá: «Tengo que
veían amenazadas por las tener una cartera francesa como
peticiones de mamá y del resto de Dios manda.» Y le pegó una
la familia, y que salían a relucir en patada a la bolsa alemana que
su conversación casi tan a menudo solía llevar sujeto a la espalda.
como sus quejas contra todo lo «Si voy con esto parezco incluso
francés. diferente de todos los demás.»
Anna no se sintió con fuerzas para Anna sabía que las carteras eran
aguantarla en aquel momento, y caras, y dijo sin pensar: «¡Pero si
volviendo a la cocina preguntó a tienes el cabás nuevo del año
mamá: «¿Qué hago?» pasado!»
—Podías leer un poco en francés —¿Y a ti qué te importa? —gritó
—dijo mamá. Max—. ¡Tú no sabes nada de
Mademoiselle Martel le había estas cosas, aquí sentada todo el
dejado un libro de historias para día!
que lo leyera, y Anna se sentó en —¡Yo no tengo la culpa de no ir al
el comedor y estuvo batallando con colegio! —gritó a su vez Anna—. Si
él un buen rato. Pero el libro no voy es porque mamá no
estaba escrito para niños mucho encuentra uno para mí.
más pequeños, y era deprimente — ¡Pues hasta que vayas, cállate!
tener que estar afanándose tanto, —exclamó Max, y después de eso
sin soltar el diccionario, para al no se volvieron a hablar, a pesar
final descubrir que Pierre le había de que mamá, con gran sorpresa
tirado un palo a su hermanita y que de Anna, le prometió a Max
su madre le había llamado malo. comprarle la cartera. Qué pena,
Fue un alivio cuando llegó la hora pensó Anna. Durante todo el día
de comer. Anna ayudó a poner la había estado esperando que Max
mesa y a quitarla después. Luego volviese a casa, y ahora se habían
estuvo pintando, pero aun así el peleado. Decidió que al día
tiempo pasó terriblemente siguiente sería distinto, pero al
despacio, hasta que por fin, ya bien final pasó lo mismo.
pasadas las cinco, sonó el timbre Max volvió a casa tan cansado e
anunciando el regreso de Max. irritable que al poco rato tuvieron
Anna salió corriendo a abrirle, pero otra pelea.
se encontró con que mamá ya Para acabar de arreglar las cosas,
estaba en la puerta. el tiempo se puso lluvioso y Anna
—Bueno, ¿cómo te ha ido? — se resfrió y no podía salir. Empezó
exclamó mamá. a sentirse encerrada en el piso día
—Muy bien —dijo Max, pero venía tras día, y cuando llegaba la tarde
pálido y con cara de cansancio. ella y Max estaban de tan mal
—¿Es divertido? —preguntó Anna. humor que apenas eran capaces
—¿Y yo qué sé? —dijo de hablar con tranquilidad. A Max
malhumorado—. No entiendo ni le parecía injusto que él tuviera que
apechar con tantas dificultades en poder hacer nada, llamando a
el colegio mientras Anna se mamá. Pero aun después de que
quedaba en casa, y Anna veía que mamá le explicara lo de las
Max estaba haciendo enormes pesadillas y que papá le dijera que
avances en aquel mundo nuevo en no se inquietase, ella se siguió
el que tendrían que vivir y tenía angustiando igual. Era horrible
miedo de no poder alcanzarle. tener que estar en la cama oyendo
—¡Si yo pudiera ir al colegio..., a a papá y sabiendo que le estaban
cualquiera! —le dijo Anna a mamá. ocurriendo cosas espantosas en
—No puedes ir a cualquiera — sueños.
respondió mamá enfadada. Había Una noche, después de irse a la
mirado en varios colegios, pero cama, Anna deseó muy fuerte que
ninguno de ellos servía. Hasta le papá dejara de tener pesadillas.
había preguntado a madame —Por favor, por favor —susurró,
Fernand. Fueron unos días muy porque aunque no creía en Dios
deprimentes. exactamente, siempre esperaba
También papá estaba cansado. que hubiera alguien capaz de
Había estado trabajando mucho y arreglar aquel tipo de cosas—. ¡Por
se le había contagiado el resfriado favor, que tenga yo las pesadillas
de Anna, y ahora volvía a tener en lugar de papá!
pesadillas. Mamá dijo que ya las Luego se quedó muy quieta,
había tenido antes, pero en el esperando dormirse, pero no pasó
Gasthof Zwirn los niños no se nada.
habían enterado. Siempre soñaba Max se arrebujó la cara en la
lo mismo: que intentaba salir de almohada, suspiró dos veces e
Alemania y los nazis le detenían inmediatamente se durmió. Pero,
en la frontera, y entonces se cuando ya parecía que habían
despertaba gritando. Max tenía el pasado horas, Anna seguía allí,
sueño tan pesado que las mirando al techo oscuro y
pesadillas de papá no le completamente despierta. Empezó
despertaban, aunque papá dormía a ponerse de muy mal humor.
en el cuarto de al lado, pero Anna ¿Cómo iba a tener pesadillas si ni
siempre le oía y le daba siquiera se dormía? Había
muchísima pena. Si papá se intentado hacer cuentas
hubiese despertado de repente mentalmente y pensar en toda
con un solo grito no habría sido clase de cosas aburridas, pero no
tan desagradable; pero las había servido de nada. ¿Serviría
pesadillas siempre le empezaban de algo levantarse a beber agua?
despacio, e iba exhalando Pero se estaba tan bien en la cama
gemidos y haciendo ruidos que renunció a hacerlo.
atemorizadores, como gruñidos, Sin embargo, al final sí que se
hasta que por fin explotaba en un debía haber levantado, porque de
chillido. repente se encontró en el recibidor.
La primera vez, Anna pensó que Ya no tenía sed, así que se le
papá estaba enfermo. Entró ocurrió bajar en el ascensor para
corriendo en su habitación y se ver qué aspecto tenía la calle en
quedó al lado de su cama sin mitad de la noche. Para su
sorpresa, se encontró a la portera ¿Cómo iba a contar las patas de
dormida en una hamaca cruzada Pumpel? Era como un ciempiés:
delante de la puerta de la calle, y tenía patas por todas partes, que
tuvo que empujarla a un lado para se movían en grandes oleadas a
salir. cada lado de su largo cuerpo.
Entonces la puerta se cerró tras —Una, dos, tres... —empezó Anna
ella —ojalá no se hubiera apresuradamente, pero era inútil:
despertado la portera—, y estaba Pumpel seguía avanzando hacia
en la calle. ella, y ya veía sus horribles dientes
Había un gran silencio, y un afilados. Tendría que calcular a
curioso resplandor marrón sobre ojo.
todas las cosas, que no había visto —¡Noventa y siete! —gritó, pero
antes. Dos hombres pasaron a Pumpel siguió acercándose, y en
toda prisa, transportando un árbol ese momento recordó que, como
de Navidad. estaban en París, se suponía que
—Mejor vamos adentro —dijo uno tendría que contar en francés.
de ellos—. ¡Ya viene! ¿Cómo se decía noventa y siete en
—¿Qué es lo que viene? — francés? El pánico la había dejado
preguntó Anna, pero los hombres la mente en blanco.
doblaron la esquina y —Quatre-vingt... —balbució, ya con
desaparecieron, y al mismo tiempo Pumpel casi encima...— Quatre-
ella oyó como un golpeteo vingt dix-sept! —gritó triunfante, y
procedente de la dirección se encontró sentada tiesa en la
opuesta. El resplandor marrón se cama.
hizo más fuerte, y entonces una Todo estaba en silencio, y al otro
criatura enorme y larga asomó por lado de la habitación oyó a Max
el extremo de la calle. A pesar de respirando pacíficamente. Le latía
ser tan enorme tenía un aire con fuerza el corazón, y sentía el
conocido, y de pronto Anna se dio pecho tan oprimido que casi no se
cuenta de que era Pumpel, que podía mover. Pero todo estaba
había crecido hasta alcanzar bien. Estaba a salvo. Sólo había
proporciones gigantescas. El sido un sueño.
golpeteo lo producían sus patas, y Al otro lado del patio alguien tenía
miró a Anna con sus ojillos todavía una luz encendida, que
despectivos y se lamió los labios. formaba un pálido rectángulo
—¡No, no! —gritó Anna. dorado sobre las cortinas. Sobre
Trató de echar a correr, pero el aire una silla Anna veía la vaga silueta
se había vuelto como de plomo y de su ropa preparada para el día
no pudo moverse. Pumpel empezó siguiente. Del cuarto de papá no
a avanzar hacia ella. llegaba ningún sonido. Se tumbó,
Hubo un torbellino de ruedas y un reconfortada por la familiaridad de
policía pasó como una flecha todo, hasta que se tranquilizó y le
montado en bicicleta, con la capa entró sueño. Y entonces, con una
ondeando tras él. repentina sensación de triunfo, se
—¡Cuéntale las patas! —gritó al acordó. ¡Había tenido una
pasar junto a Anna—. ¡Es tu única pesadilla! ¡Había tenido una
salvación! pesadilla, y papá no! ¡A lo mejor su
petición había tenido efecto! Se árboles. En el momento en que
acurrucó feliz, y lo siguiente de que mamá colgaba, Anna se echó a
tuvo conciencia fue que era por la llorar.
mañana y Max se estaba vistiendo. Mamá aclaró el asunto
—¿Tuviste malos sueños anoche? rápidamente, como de costumbre.
—preguntó a papá durante el Max no debía meterse con Anna —
desayuno. y de todos modos llamarla parásito
—En absoluto —dijo papá—. Ya se era una majadería—, y Anna debía
me han debido pasar. recoger sus cosas y hacer sitio
Anna no le dijo nunca nada a para que Max hiciera los deberes.
nadie, pero siempre pensó que Luego añadió:
había sido ella la que había curado —En cualquier caso, si Max te ha
a papá de sus pesadillas. Y, cosa llamado parásito sólo porque él va
curiosa, a partir de aquel día ni ella al colegio y tú no, eso se va a
ni papá volvieron a tenerlas. acabar en seguida.
Unos cuantos días después, Anna Anna, que estaba guardando sus
y Max tuvieron una pelea peor de lápices de colores en el estuche,
lo normal. Cuando Max había se quedó parada.
vuelto a casa por la tarde, se había —¿Por qué? —preguntó.
encontrado con las cosas de —Estaba hablando con madame
dibujar de Anna repartidas por toda Fernand —dijo mamá—. Dice que
la mesa del comedor, y no tenía la han informado de una pequeña
sitio para hacer los deberes. école communale muy buena que
—¡Quita de aquí todas estas no está demasiado lejos de aquí.
porquerías! —gritó. Así que, con un poco de suerte,
Y Anna gritó también: podrás empezar a ir la semana que
—¡No son porquerías! ¡Sólo porque viene.
tú vas al colegio, ya te crees que
eres el único importante de la casa!
Mamá estaba hablando por
teléfono y les hizo señas por la
puerta de que no gritasen. —
Pues sí que importo mucho más
que tú —susurró Max furioso—.
¡Tú te pasas todo el día sentada
sin hacer nada!
—¡No es verdad! —susurró Anna—
. Dibujo y pongo la mesa...
—¡Dibujo y pongo la mesa! —Max
le hizo burla de una manera
particularmente odiosa—. ¡Lo único
que eres es un parásito!
Aquello fue demasiado para Anna.
No estaba segura de lo que era un
parásito, pero tenía la vaga
impresión de que era algo
asqueroso que salía sobre los
Capítulo 15 que Anna aprendiese francés en
seguida. Luego mamá dijo:
«Vendré por ti a las cuatro», y
Anna oyó su taconeo escaleras
Al lunes siguiente, Anna se puso abajo mientras ella se quedaba en
en marcha con mamá camino de la el despacho de la directora.
école communale. Anna llevaba su La directora le dirigió una sonrisa, y
cartera, y una caja de cartón con Anna se la devolvió. Pero era difícil
emparedados para el almuerzo. estar sonriendo a alguien sin
Debajo del abrigo de invierno hablar, y tras unos instantes
llevaba puesto un baby negro de empezó a notarse la cara
tablas que mamá le había acartonada. También la directora
comprado por indicación de la debió sentir lo mismo, porque de
directora del colegio. Iba muy pronto dejó de sonreír.
orgullosa de aquel baby, y Tamborileaba con los dedos sobre
pensando que era una suerte que su mesa y parecía estar a la
el abrigo fuera demasiado corto escucha de algo, pero no pasaba
para taparlo del todo, porque así lo nada, y justamente cuando Anna
podía lucir. empezaba a preguntarse si irían a
Fueron en el Metro, pero aunque la pasarse así todo el día llamaron a
distancia era corta tuvieron que la puerta.
cambiar de tren dos veces. La directora dijo «entrez!», y
«La próxima vez intentaremos venir apareció una niña morena de
andando», dijo mamá. «Además, aproximadamente la edad de
así gastaremos menos.» El colegio Anna. La directora exclamó algo,
estaba al lado de los Campos que Anna pensó que
Elíseos, una ancha avenida muy probablemente querría decir «¡por
bonita con tiendas y cafés fin!», y a continuación soltó una
llamativos, y fue una sorpresa parrafada larga e iracunda. Luego
encontrar la verja anticuada donde se volvió a Anna y le dijo que la
ponía Ecole de Filles a la vuelta de otra niña se llamaba Colette, y
toda aquella elegancia. El edificio después algo que podía significar,
era oscuro, y se veía que llevaba o quizá no, que Colette iba a
allí mucho tiempo. Cruzaron el encargarse de ella. Luego dijo algo
patio vacío, y oyeron cantar en una más y Colette se dirigió a la puerta.
de las aulas. Ya habían empezado Anna, sin saber si debía seguirla o
las clases. Al subir junto a mamá no, se quedó donde estaba.
las escaleras de piedra para —Allez! Allez! —exclamó la
presentarse a la directora, Anna se directora, haciéndole gestos con
preguntó cómo resultaría todo las manos como si estuviera
aquello. espantando a una mosca, y Colette
La directora era alta y enérgica. cogió a Anna de la mano y la sacó
Estrechó la mano de Anna, y le de la habitación.
explicó algo a mamá en francés, Tan pronto como la puerta se cerró
que mamá tradujo. Lamentaba que tras ellas, Colette se volvió a
no hubiera nadie en el colegio que hacerle una mueca y dijo:
hablara alemán, pero esperaba
«Ouf!» A Anna le alegró ver que rostro arrugado y muy amigable,
también a ella le resultaba un poco rodeado de cabellos negros
pesada la directora. Esperaba que rizados.
no todas las profesoras fueran —Bonjour, Anna —dijo el rostro
como ella. Luego siguió a Colette muy despacio y claramente, para
por un pasillo y a través de varias que Anna lo entendiera—. Yo soy
puertas. Al pasar junto a una de las tu profesora. Me llamo madame
aulas oyó murmullo de voces Socrate. —Bonjour, madame —
hablando en francés. Otras dijo Anna en voz baja.
estaban en silencio: sería que los — ¡Muy bien! —exclamó madame
niños estaban escribiendo o Socrate. Señaló con una mano
haciendo cuentas. Llegaron a un hacia las filas de pupitres, y
ropero y Colette le enseñó dónde añadió, con la misma lentitud y
podía colgar el abrigo, dio claridad que antes—: Estas niñas
muestras de admiración ante su están en tu misma clase —y algo
cartera alemana y señaló que el de «amigas».
baby negro de Anna era Anna apartó los ojos de madame
exactamente igual que el suyo, Socrate y se arriesgó a lanzar una
todo en francés muy rápido rápida mirada de reojo. Las niñas
completado con señas. Anna no ya no la miraban fijamente, sino
entendió ninguna de las palabras, que la sonreían, y se sintió mucho
pero se imaginó lo que Colette mejor. Entonces Colette la llevó a
quería decir. un pupitre al lado del suyo,
Luego Colette la hizo pasar por madame Socrate dijo algo y las
otra puerta y Anna se encontró en niñas —todas menos Anna— se
un aula grande llena de pupitres. pusieron otra vez a recitar al
Había por lo menos cuarenta unísono.
niñas, pensó. Todas llevaban Sentada en su sitio, Anna escuchó
babys negros, y esto, combinado el sonido que zumbaba a su
con la leve penumbra del aula, alrededor. Se preguntó qué
daba a toda la escena un aspecto estarían recitando. Era extraño
como de duelo. Las niñas habían tener una clase en el colegio sin
estado recitando algo al unísono, saber siquiera de qué trataba. Al
pero al entrar Anna con Colette escuchar detectó algunos números
todas se callaron y se la quedaron en medio del zumbido. ¿Sería una
mirando. Anna también las miró, tabla de multiplicar? No, porque
pero estaba empezando a sentirse había muy pocos números. Echó
muy pequeña, y de pronto la asaltó una ojeada al libro que Colette
una violenta duda de que aquel tenía sobre el pupitre. En la
colegio le fuera a gustar. Con la cubierta había un dibujo de un rey
cartera y la caja de los con una corona. Entonces cayó en
emparedados bien agarradas, la cuenta, justo en el momento en
intentó poner cara de indiferencia. que madame Socrate daba una
Entonces sintió una mano sobre su palmada para poner fin al recitado.
hombro. Un ligero olor a perfume ¡Era historia! ¡Los números eran
con sólo una pizca de ajo la fechas, y había sido una lección de
envolvió, y delante de sí vio un historia! Sin saber por qué, ese
descubrimiento la puso muy Luego jugaron a un juego de
contenta. cantar. Con los brazos
Ahora las niñas estaban sacando entrelazados, cantaban y se
cuadernos de sus pupitres, y a inclinaban hacia adelante, hacia
Anna se le dio uno sin estrenar. La atrás y de lado al compás de la
clase siguiente era de dictado. canción. Al principio parecía un
Anna reconoció la palabra porque juego muy suave, pero luego se iba
una o dos veces mademoiselle haciendo cada vez más deprisa,
Martel les había dictado algunas hasta que por fin se armaron tal lío
palabras sencillas a ella y a Max. que se cayeron todas en montón,
Pero esto era muy distinto. Había riendo y sin aliento. La primera vez
frases largas, y Anna no tenía ni Anna se quedó fuera mirando, pero
idea de lo que quería decir ninguna a la segunda Colette la cogió de la
de ellas. No sabía dónde acababa mano y la llevó al extremo de la
una frase y empezaba otra, ni fila. Anna pasó su brazo por el de
siquiera dónde acababa una Françoise —o tal vez fuera
palabra y empezaba otra. Parecía Micheline— y se esforzó en seguir
inútil embarcarse en ello, pero aún los pasos. Cuando se equivocaba,
parecería peor si se estaba sin todo el mundo se reía, pero con
escribir nada. De modo que hizo lo simpatía. Cuando lo hacía bien, les
que pudo por traducir los sonidos encantaba. Cada vez estaba más
incomprensibles en letras acalorada y excitada, y de resultas
ordenadas en grupos que de sus equivocaciones el juego
parecieran verosímiles. Cuando acabó en un barullo todavía mayor
llevaba cubierta casi una hoja por que el de antes. A Colette le dio
este extraño procedimiento, el tanta risa que tuvo que sentarse, y
dictado acabó, se recogieron los Anna también se reía. De repente
cuadernos, sonó un timbre y fue la pensó en la cantidad de tiempo
hora del recreo. que hacía que no jugaba con otros
Anna se puso el abrigo y siguió a niños. Era estupendo estar otra vez
Colette al patio, un espacio en un colegio. Cuando acabó el
rectangular pavimentado y rodeado recreo hasta había llegado a cantar
de verjas que ya se estaba la letra de la canción, aunque no
llenando de niñas. Hacía un día tenía ni idea de lo que quería decir.
frío, y las niñas corrían y brincaban Cuando volvieron al aula, madame
para entrar en calor. En cuanto que Socrate había cubierto de cuentas
Anna apareció con Colette, toda la pizarra, y Anna se animó:
muchas se apiñaron alrededor de por lo menos para eso no tenía que
ellas y Colette las fue presentando: saber francés. Estuvo haciendo
Claudine, Marcelle, Micheline, cuentas hasta que sonó el timbre,
Françoise, Madeleine... Era indicando el final de las clases de
imposible aprenderse todos los la mañana.
nombres, pero todas sonreían y le El almuerzo se tomaba en una
tendían la mano a Anna, y ella se cocinita caliente, bajo la
sintió muy agradecida por su supervisión de una señora muy
cordialidad. grandota llamada Clothilde. Casi
todas las niñas vivían lo bastante
cerca como para ir a comer a sus dijo. Anna las tenía casi todas bien.
casas, y aparte de un niñito de Luego señaló el dictado. «Muy
unos tres años que parecía ser hijo mal», dijo, pero al decirlo puso una
de Clothilde sólo se quedaba otra cara tan divertida que a Anna no le
niña, mucho más pequeña que importó. Anna miró el cuaderno. Su
Anna. dictado había desaparecido bajo
Anna se comió sus emparedados, un mar de tinta roja. Casi todas las
pero la otra niña llevaba carne, palabras estaban mal. Madame
verduras y un postre de leche, todo Socrate había tenido que
lo cual lo calentó Clothilde reescribirlo todo. Al pie de la
alegremente en la cocina. Parecía página había escrito en rojo: «142
una comida mucho más apetecible faltas», y madame Socrate señaló
que la suya, y lo mismo pensó el número con gesto de asombro y
Clothilde, que hizo una mueca al estupor, como si fuera un récord: y
ver los emparedados como si probablemente debía serlo. Luego
fueran veneno, diciendo: «¡No sonrió, le dio a Anna unas
bueno! ¡No bueno!», y dio a palmaditas en la espalda y le
entender a Anna, con muchos mandó que copiara la versión
gestos hacia la cocina, que la corregida. Anna lo hizo con mucha
próxima vez debía llevar una atención, y, aunque seguía
comida de verdad. —Oui —dijo entendiendo muy poco de lo que
Anna, y hasta se atrevió a añadir había escrito, resultaba agradable
un «demain». que quería decir tener algo en el cuaderno que no
«mañana», y Clothilde asintió con estuviera todo tachado.
su cara redonda y sonrió Por la tarde había dibujo, y Anna
satisfecha. dibujó un gato que fue muy
Cuando estaban llegando al final admirado. Se lo regaló a Colette
de aquel intercambio de ideas, que por ser tan amable con ella, y
les había llevado cierto tiempo, se Colette le explicó con su
abrió la puerta y entró madame acostumbrada mezcla de francés
Socrate. rápido y gestos, que lo colgaría en
—Ah, estás hablando en francés — la pared de su cuarto.
dijo con su voz pausada y clara—. Cuando mamá pasó a recogerla a
Eso está bien. las cuatro, Anna estaba muy
El niñito de Clothilde corrió hacia animada.
ella. —¿Cómo te ha ido en el colegio?
—¡Yo sé hablar en francés! —gritó. —preguntó mamá, y Anna dijo:
—Sí, pero tú no sabes hablar en «Estupendamente.» Hasta llegar
alemán —dijo madame Socrate, y a casa no se dio cuenta de lo
le rascó la barriguita, con gran cansada que estaba, pero
regocijo por parte de él. aquella tarde, por primera vez en
Luego la profesora indicó a Anna varias semanas, ella y Max no se
que la siguiera. Volvieron al aula, y pelearon. Fue agotador tener que
madame Socrate se sentó con ella volver al colegio al día siguiente y
en un pupitre. Extendió ante las al otro, pero al tercero era jueves:
dos las tareas de la mañana, y le los jueves no hay colegio en
señaló las cuentas. —¡Muy bien! —
Francia, y ella y Max tuvieron pequeños, y les habían doblado el
todo el día libre. borde para arriba para dejarlos
—¿Qué vamos a hacer? — todavía más cortos. Por dentro
preguntó Max. del cuello de la chaqueta llevaba
—Podemos ir con el dinero de la un pañuelo puesto para que se le
semana a Prisunic —dijo Anna. viera bien, y además se había
Prisunic era un almacén que mamá cambiado de peinado.
y ella habían descubierto en una —Pareces exactamente un chico
de sus expediciones de compras. francés —dijo Anna.
Allí todo era muy barato; en La cara de Max se iluminó un
realidad, no había nada que momento. Luego dijo:
costase más de diez francos. —Pero no sé hablar como si lo
Había juguetes, cosas para la fuera.
casa, objetos de papelería y hasta — ¡Cómo ibas a saber, en tan poco
algunas cosas de vestir. Anna y tiempo! —dijo Anna—. Supongo
Max pasaron una hora feliz que antes o después los dos
averiguando las distintas cosas hablaremos francés correctamente.
que podían comprar con lo que Max siguió dando zancadas muy
llevaban, desde una pastilla de serio. Por fin dijo:
jabón hasta un calcetín, y por fin —¡Pues por lo que a mí
salieron con dos trompos. Por la respecta, te aseguro que va a
tarde estuvieron jugando con ellos ser más bien antes que
en una placita que había cerca de después! Lo dijo con tal
casa, hasta que anocheció. energía, que hasta Anna, que
—¿Te gusta tu colegio? —preguntó le conocía bien, se sorprendió
Max de sopetón cuando volvían. al ver la cara de decisión que
—Sí —dijo Anna—. Todo el mundo había puesto.
es muy simpático, y no les molesta
si no entiendo lo que dicen. ¿Por
qué lo preguntas? ¿Es que a ti no
te gusta el tuyo?
—Sí que me gusta —dijo Max—.
También a mí me tratan bien, y
hasta estoy empezando a entender
el francés.
Siguieron caminando un poco en
silencio, y luego Max estalló de
pronto:
—¡Pero hay una cosa que me da
muchísima rabia!
—¿Cuál? —preguntó Anna.
—Pues... ¿a ti no? —contestó
Max—. Quiero decir... el ser tan
diferente de todo el mundo. —No
—dijo Anna. Entonces miró a
Max. Llevaba unos pantalones
cortos que se le habían quedado
Capítulo 16 madame Fernand se hacía toda su
ropa y la de su hija. Había
retapizado un sofá y le había
hecho un bonito batín a su marido.
Habían transcurrido unas Hasta le había hecho un pijama
semanas desde que Anna porque él no encontraba en las
empezara a ir al colegio cuando, tiendas el color que quería.
un jueves por la tarde, fue con —Y lo hace todo con tal facilidad —
mamá a ver a la tía abuela Sarah. dijo mamá, para quien coser un
La tía abuela Sarah era hermana botón era una operación de
de Omamá pero se había casado envergadura—, como si no fuera
con un francés, ya fallecido, y trabajo.
llevaba treinta años viviendo en Madame Fernand se había ofrecido
París. Mamá, que no la había visto también para colaborar en el
desde que era pequeña, se puso vestuario de Anna, pero a mamá le
su mejor ropa para la ocasión. había parecido que eso sería un
Parecía muy joven y guapa con su abuso. Ahora, sin embargo, viendo
abrigo bueno y su sombrero azul a Anna salirse del abrigo en todas
con velo, y, según iban andando direcciones, cambió de opinión.
por la avenida Foch hasta donde —Se lo diré —dijo—. Si me
vivía la tía, varias personas se enseñara a hacerlo, tal vez me las
volvieron a mirarla. pudiera arreglar yo sola. Para
Anna también se había puesto lo entonces ya habían llegado a su
mejor que tenía. Llevaba el jersey destino. La tía abuela Sarah vivía
que le había hecho mamá, los en una casa grande apartada de la
zapatos y los calcetines nuevos y avenida. Para llegar al edificio
la pulsera del tío Julius, pero la tuvieron que cruzar un patio con
falda y el abrigo le quedaban árboles, y el portero que les indicó
horriblemente cortos. Mamá qué piso era iba vestido de
suspiró, como siempre, al verla con uniforme con botones y trencillas
las cosas de salir. —Le tendré que dorados. El ascensor de casa de la
pedir a madame Fernand que haga tía era todo de cristales y las elevó
algo con tu abrigo —dijo—. Si rápidamente sin ninguno de los
sigues creciendo, va a llegar un crujidos y estremecimientos a que
momento en que no te tape ni las Anna estaba acostumbrada. Una
bragas. doncella con delantal blanco con
—¿Qué podría hacer madame volantes y cofia les abrió la puerta.
Fernand? —preguntó Anna. —Le diré a la señora que han
—No sé..., unirle un poco de tela venido ustedes —dijo la doncella, y
alrededor del bajo, o algo así —dijo mamá se sentó en una sillita de
mamá—. ¡Ojalá supiera yo hacer terciopelo mientras la doncella
esas cosas, como ella! entraba en lo que debía ser el
Mamá y papá habían ido a comer salón. Al abrir la puerta se oyó un
con los Fernand la semana zumbido de voces, y mamá puso
anterior, y mamá había vuelto cara de preocupación y dijo:
rebosante de admiración. Además «Espero que no hayamos venido
de ser una excelente cocinera, en mal momento...» Pero casi al
instante la puerta se volvió a abrir y Anna sintió que se estaba
la tía abuela Sarah salió corriendo poniendo colorada.
a recibirlas. Era una señora —Un momento —dijo la tía, y de
anciana y obesa, pero se movía repente, no se sabía de dónde,
con paso tan ligero que por un sacó un objeto en forma de
momento Anna se preguntó si trompeta que debía llevar sobre
podría pararse al llegar a ellas. sí—. Ya está —dijo, poniéndose el
—¡Nu! —exclamó la tía, rodeando extremo delgado, no en la boca,
a mamá con sus sólidos brazos—. como Anna casi había esperado,
¡Conque por fin habéis venido! sino en la oreja—. Repítelo ahora,
Hacía tantísimo tiempo que no te hija mía..., muy alto..., a mi
veía... y con todo lo que está trompetilla.
pasando en Alemania. Pero tú Anna intentó desesperadamente
estás a salvo y bien y eso es lo inventar algo que pudiera decir en
único que importa. lugar de lo otro y que tuviera
Se dejó caer sobre otra silla sentido, pero tenía la mente en
tapizada de terciopelo, blanco. No había escapatoria.
desbordándose por todos los —¡Dice mamá —chilló a la
lados, y se volvió a Anna: trompetilla— que si sigo creciendo
—¿Sabes que la última vez que vi llegará un momento en que el
a tu mamá no era más que una abrigo no me tape ni las bragas!
niña? Y ahora es ella quien tiene Cuando apartó la cara notó que se
una niña. ¿Cómo te llamas? había puesto como un tomate.
—Anna —dijo Anna. La tía abuela Sarah pareció
—Hannah..., qué bonito. Es un sorprendida por un instante. Luego
nombre judío —dijo la tía. su cara se arrugó, y emitió un
—No, Anna —dijo Anna. sonido que estaba a medio camino
—Ah, Anna. También es un entre un jadeo y una risita.
nombre bonito. Tienes que —¡Tienes mucha razón! —
perdonarme —dijo la tía, exclamó, y sus ojos negros
inclinándose peligrosamente hacia bailotearon—. ¡Tu mamá tiene
ella desde su sillita—, es que soy mucha razón! Pero ¿cómo lo va a
un poco sorda —su mirada abarcó impedir, eh? —y añadió,
a Anna por primera vez, y puso dirigiéndose a mamá—: ¡Qué hija
cara de asombro—. ¡Pero hija! — tan graciosa tienes..., qué graciosa
exclamó—. ¡Qué piernas tan largas y qué simpática! —y levantándose
tienes! ¿No tienes frío? de la silla con sorprendente
—No —respondió Anna—. Pero agilidad, dijo—: Ahora vais a pasar
mamá dice que si sigo creciendo a tomar el té. Hay aquí algunas
llegará un momento en que el ancianitas que estaban jugando al
abrigo no me tape ni las bragas. bridge, pero en seguida me las
Apenas habían salido las palabras quito de encima —y, emprendiendo
de su boca cuando deseó no un ligero galope, las precedió al
haberlas dicho. No era el tipo de salón.
cosa que se debía decir a una tía Lo primero que llamó la atención a
abuela casi desconocida. Anna de las ancianitas de la tía
—¿Cómo? —dijo la tía. abuela Sarah fue que todas ellas
parecían mucho más jóvenes que —Hace muchos años que no veo a
la tía. Eran como una docena, mi sobrina —vociferó—, y tenía
todas elegantemente vestidas y grandes deseos de charlar con
con sombreros complicados. ella.
Habían acabado ya de jugar al Ante esto las señoras se bebieron
bridge —Anna vio las mesitas de apresuradamente el té y
juego apartadas junto a la pared—, empezaron a despedirse. Al
y ahora estaban tomando té y estrecharle la mano a la tía
sirviéndose pastitas que la doncella dejaban caer algo de dinero en una
iba pasando en una bandeja de caja que ella les acercaba, y la tía
plata. les daba las gracias. Anna se
—Vienen todos los jueves — preguntó cuántos niños
susurró la tía en alemán—. Las necesitados tendría la tía Sarah.
pobrecillas no tienen otra cosa que Luego la doncella acompañaba a
hacer. Pero son todas muy ricas, y las señoras hasta la puerta, y por
me dan dinero para mis niños fin desaparecieron todas.
necesitados. Se estaba a gusto sin ellas, pero
A Anna, aún no totalmente Anna observó con pesar que la
repuesta de su sorpresa ante las bandeja de plata de las pastitas
ancianitas de la tía abuela Sarah, había desaparecido junto con las
le resultó todavía más difícil señoras, y que la doncella estaba
imaginársela con niños recogiendo las tazas vacías y
necesitados —o con niños de llevándoselas. A la tía abuela
cualquier clase— pero no tuvo Sarah se le debía haber olvidado
tiempo de reflexionar sobre el su promesa de merienda. Estaba
problema, porque en ese momento sentada en el sofá al lado de
mamá y ella estaban siendo mamá, hablándole de sus niños
presentadas a grandes voces. necesitados. Al final resultó que no
—Mi sobrina y su hija, que han eran suyos de verdad, sino una
venido de Alemania —vociferó la obra de caridad para la cual estaba
tía abuela Sarah en francés, pero recogiendo dinero, y Anna, que por
con fuerte acento alemán—. ¡Di un instante se había imaginado a la
bongsur! —susurro a Anna. tía rodeada de un montón de
—Bonjour —dijo Anna. criaturas harapientas, se sintió
La tía alzó las manos muy defraudada. Se revolvió inquieta en
admirada. su asiento, y la tía debió notarlo,
—¡Fíjense en la niña! —gritó—. porque inmediatamente interrumpió
¡Sólo hace unas semanas que está lo que estaba diciendo.
en París y ya habla francés mejor —Esa niña se aburre y tiene
que yo! hambre —gritó, y añadió,
Anna se vio en apuros para dirigiéndose a la doncella—: ¿Se
mantener esa impresión cuando han ido todas las señoras?
una de las señoras intentó La doncella replicó que sí.
mantener una conversación con —¡Pues entonces —gritó la tía—
ella, pero no tuvo que hacer ya puede usted traer la merienda
nuevos esfuerzos, porque la voz de de verdad!
la tía volvió a sonar atronadora.
Momentos después, la doncella otra habitación, que parecía estar
regresó tambaleándose bajo el totalmente llena de cajas de cartón.
peso de una bandeja cargada de —Mira —dijo—. Todo esto me han
pasteles. Debía haberlos de cinco dado para mis niños necesitados.
o seis clases, además de un Las cajas estaban llenas de cortes
surtido de emparedados y pastas. de tela de todos los colores y
Había también una tetera de té grosores.
reciente, chocolate y nata. —Una de mis ancianitas está
—A mí me gustan los pasteles — casada con un fabricante de tejidos
explicó la tía abuela Sarah en —explicó la tía—. Así que él es
respuesta a la expresión de muy rico y me da todos los finales
asombro de mamá—, pero a esas de tela que no quiere. Ahora a mí
ancianitas no se les pueden se me ocurre una idea: ¿por qué
ofrecer, están demasiado no se lleva la niña algunos retales?
preocupadas por sus regímenes. Al fin y al cabo son para los niños
Por eso me pareció mejor que necesitados, y ella está tan
merendásemos después que se necesitada como la mayoría. —No,
hubieran ido. no —dijo mamá—, yo no puedo
Mientras hablaba puso en un plato aceptar. ..
una buena porción de flan de — ¡Oh, siempre tan orgullosa! —
manzana, lo cubrió de nata y se lo dijo la tía—. La niña necesita ropa
pasó a Anna. «La niña tiene que nueva. ¿Por qué decir que no?
comer», dijo. Revolvió en una de las cajas y tiró
Durante la merienda la tía abuela de un tejido de lana grueso, de un
Sarah le estuvo haciendo bonito tono verde.
preguntas a mamá sobre el trabajo —Lo justo para un abrigo —dijo—,
de papá y el piso que ocupaban, y y luego necesita un vestido, y quizá
a veces mamá tenía que repetir una falda...
sus respuestas a la trompetilla. En un abrir y cerrar de ojos había
Mamá hablaba de todo muy hecho un montón de telas sobre la
alegremente, pero la tía no hacía cama, y cuando mamá intentó
más que menear la cabeza y decir: negarse por segunda vez se limitó
«¡Tener que vivir así..., un hombre a exclamar: «¡Qué tontería!
tan distinguido...!» Conocía todos ¿Quieres que la policía te detenga
los libros de papá y compraba el a la niña por ir enseñando las
Diario Parisino sólo por leer sus bragas?»
artículos. De vez en cuando miraba Ante esto mamá, que de todos
a Anna, diciendo: «¡Y la niña..., tan modos no había puesto mucha
delgadita!», y le servía más energía en sus protestas, tuvo que
pasteles. echarse a reír y ceder. La doncella
Por fin, cuando ya nadie fue capaz recibió instrucciones de
de comer más, la tía abuela Sarah empaquetarlo todo, y cuando llegó
se levantó de detrás de la mesita la hora de marcharse mamá y
de té e inició su trote Anna cargaron cada una con un
acostumbrado hacia la puerta, paquetón.
haciendo seña a mamá y Anna de —¡Muchas, muchísimas gracias! —
que la siguieran. Las condujo a gritó Anna a la trompetilla de la
tía—. ¡Tenía muchas ganas de Oh, ¿por qué tienes que ser
tener un abrigo verde! siempre tan retorcido? —gritó
—¡Que lo luzcas mucho! —gritó la mamá—. ¡Es mi tía, y quiso
tía abuela Sarah. regalarle a Anna unas telas..., y
Salieron, y mientras caminaban en eso es todo!
la oscuridad de vuelta a casa —De verdad, papá, yo no creo que
mamá y Anna fueron hablando la tía haya querido molestarte —
todo el rato de los diferentes cortes intervino Anna. Se sentía muy
de tela y lo que se podría hacer desgraciada, y casi deseaba no
con ellos. En cuanto llegaron a haber visto nunca las telas.
casa mamá telefoneó a madame —Es un regalo de un pariente para
Fernand, que se alegró mucho y Anna —dijo mamá.
dijo que se lo llevaran todo el —No —dijo papá—. Es un regalo
jueves siguiente para organizar de un pariente que hace obras de
una gran sesión de confección. caridad... obras de caridad para
— ¡Qué ilusión! —exclamó Anna—. niños necesitados.
¡Qué ganas tengo de decírselo a —¡Muy bien, pues lo
papá! —y justo en ese momento devolveremos, si es eso lo que
entraba papá. Anna le contó, muy quieres! —gritó mamá—. Pero,
emocionada, todo lo que había ¿me quieres decir qué va a
pasado—. Y me van a hacer un ponerse la niña? ¿Sabes a qué
vestido y un abrigo —explicó precios está la ropa de niños en las
atropelladamente—, y la tía abuela tiendas?
nos lo ha dado porque era para ¡Mírala..., tú mírala!
niños necesitados y dijo que yo Papá miró a Anna y Anna miró a
estaba tan necesitada como la papá. Quería la ropa nueva, pero
mayoría, y merendamos muy bien no quería que papá se disgustara
y... tanto. Tiró de su falda para que
Se interrumpió al ver la expresión pareciera más larga.
que había en el rostro de papá. —Papá... —dijo.
—¿Qué significa todo esto? — —Sí que pareces un poco
preguntó papá a mamá. necesitada —dijo papá. Tenía cara
—Es como te ha dicho Anna —dijo de estar muy cansado.
mamá, y había algo de cauteloso —No importa —dijo Anna.
en su voz—. La tía Sarah tenía un —Sí —dijo papá—. Sí que importa
montón de telas que le habían —y manoseó el contenido de los
dado, y se empeñó en regalarle paquetes—. ¿Es ésta la tela? Anna
unas cuantas a Anna. asintió con la cabeza.
—Pero se las habían dado para —Pues nada, aprovecha para que
niños necesitados —dijo papá. te hagan algo de ropa nueva —dijo
—Bueno, eso no es más que un papá—. Algo que te abrigue.
nombre —dijo mamá—. Ella se Y salió de la habitación.
ocupa de varias obras de caridad. Después de acostarse aquella
.., es muy buena persona... noche, Anna y Max estuvieron
—¿Caridad? —dijo papá—. ¡Pero hablando, ya con la luz apagada.
nosotros no podemos aceptar
caridades para nuestros hijos! —
—Yo no sabía que fuéramos
necesitados —dijo Anna—. ¿Por
qué lo somos?
—Papá no gana mucho —dijo
Max—. El Diario Parisino no puede
pagarle mucho por sus artículos, y
los franceses tienen sus propios
escritores.
—En Alemania le pagaban muy
bien.
—Sí.
Durante un ratito estuvieron en
silencio. Luego Anna dijo:
—Tiene gracia, ¿verdad?
—¿El qué?
—Que pensábamos estar de
vuelta en Berlín en menos de
seis meses. Ya llevamos fuera
más de un año. —Ya lo sé —dijo
Max.
De repente, y sin saber por qué,
Anna recordó su casa de antes con
tanta vividez que era casi como si
Capítulo 17
la estuviera viendo. Recordó lo que
se sentía al subir las escaleras, y la
mancha que tenía la alfombra en el La sesión de costura en casa de
descansillo donde una vez se le los Fernand fue un gran éxito.
había caído un poco de tinta, y Madame Fernand era tan simpática
cómo se veía el peral del jardín como Anna la recordaba, y cortó
desde las ventanas. Las cortinas tan bien las telas de la tía abuela
del cuarto de juguetes eran azules, Sarah que hubo bastante para
y había una mesa pintada de unos pantalones cortos grises para
blanco para escribir o dibujar Max, además de un abrigo, un
encima, y Bertha, la doncella, lo vestido y una falda para Anna.
limpiaba todo todos los días y Cuando mamá se ofreció a ayudar
había muchos juguetes... Pero no con la costura, madame Fernand la
servía de nada pensar en ello, de miró y se echó a reír.
modo que cerró los ojos y se —Usted se pone a tocar el piano —
durmió. dijo—. Yo me las arreglo sola.
—Pero si hasta he traído cosas de
coser —dijo mamá. Metió la mano
en el bolso y sacó un carrete viejo
de hilo blanco de algodón y una
aguja.
—Querida —dijo madame Fernand
muy amablemente—, yo no
pondría en sus manos ni el que Anna y Max tenían en
dobladillo de un pañuelo. Alemania.
De modo que mamá estuvo Por encima del pelo blanco del
tocando el piano en un extremo del gato, la mirada de Max se cruzó
agradable salón de los Fernand con la de Anna.
mientras madame Fernand cosía —¿Me dejas que la vea? —
en el otro, y Anna y Max se fueron preguntó Max, y casi antes de que
a jugar con la niña de la casa, Francine asintiera ya la había
Francine. abierto. Se pasó mucho rato
Max había tenido grandes reservas inspeccionando el contenido,
hacia Francine antes de ir. manoseando los dados, las piezas
—¡Yo no quiero jugar con una niña! de ajedrez, las diferentes clases de
—había dicho, e incluso había cartas.
afirmado no poder ir porque tenía —Nosotros teníamos una caja de
que hacer deberes. juegos como ésta —dijo al fin—.
—¡Es la primera vez que te tomas Pero la nuestra tenía también
tan en serio los deberes! —dijo dominó.
mamá enfadada; pero eso no era A Francine no pareció agradarle
del todo justo, porque últimamente, mucho ver menospreciada su caja
empeñado en aprender francés lo de juegos.
antes posible, Max atendía mucho —¿Y qué fue de la vuestra? —
más a sus estudios. Max se sintió preguntó.
profundamente ofendido y fue todo —Tuvimos que dejarla en
el rato con una cara muy larga, Alemania —dijo Max, y añadió
hasta que llegaron a casa de los con tristeza—: Supongo que
Fernand y Francine les abrió la ahora jugará con ella Hitler.
puerta. Entonces su gesto de mal Francine se echó a reír.
genio desapareció al instante. —Bueno, pues tendréis que usar
Francine era una niña muy guapa, ésta en su lugar —dijo—. Como yo
con pelo largo como miel y grandes no tengo hermanos, no suelo tener
ojos grises. con quien jugar.
—Tú debes ser Francine —dijo Toda la tarde estuvieron jugando al
Max, y añadió mintiendo, pero en parchís y a la oca. Era agradable,
un francés sorprendentemente porque el gato blanco siguió
correcto—: ¡Tenía muchas ganas tumbado en el regazo de Anna y
de conocerte! para jugar casi no hacía falta
Francine tenía muchos juguetes, y hablar en francés. El gato parecía
un gato blanco muy grande. El gato tan a gusto oyendo tirar los dados
tomó posesión de Anna por encima de su cabeza, y no
inmediatamente, y se sentó en su quiso bajarse ni siquiera cuando
regazo mientras Francine buscaba madame Fernand llamó a Anna
algo en el armario de los juguetes. para probarle las cosas. De
Por fin lo encontró. merienda se comió un trozo de
—Esto es lo que me regalaron por bollo glaseado que Anna le dio, y
mi cumpleaños —dijo, y sacó una después volvió a subírsele encima
caja de juegos muy parecida a la y le sonrió a través de sus largos
pelos blancos. Cuando llegó la
hora de marcharse, la siguió hasta aspecto inteligente, y a menudo,
la puerta de la calle. mientras los niños estaban jugando
—Qué gato más bonito —dijo en el comedor de casa, Anna oía
mamá al verle. su voz profunda y la de papá en el
Anna quiso contarle cómo había dormitorio convertido en cuarto de
estado tumbado en su regazo estar de al lado. Parecía como si
mientras jugaban al parchís, pero tuvieran infinitos temas de
pensó que sería de mala conversación, y a veces Anna les
educación hablar en alemán oía reírse con ganas a los dos.
delante de madame Fernand, que Esto siempre la alegraba, porque
no lo entendía. De modo que, con no se le había olvidado la horrible
muchas vacilaciones, lo explicó en cara de cansancio que papá había
francés. puesto cuando lo de las telas.
—Pero si me habías dicho que Desde entonces, Anna había
Anna hablaba muy poco francés observado que aquella expresión
—dijo madame Fernand. Mamá se volvía de vez en cuando,
puso muy contenta. —Está generalmente cuando mamá
empezando —dijo. hablaba de dinero. Estando
—¡Empezando! —exclamó monsieur Fernand, no aparecía
madame Fernand—. Es la primera nunca.
vez que veo a dos niños aprender Pronto estuvieron terminadas las
un idioma tan deprisa. A veces nuevas prendas, y resultaron ser
Max parece casi francés, y en las más bonitas que Anna había
cuanto a Anna..., ¡hace un par de tenido. El primer día que se las
meses apenas sabía decir puso fue a enseñárselas a la tía
palabras, y ahora lo entiende todo! abuela Sarah, y llevó consigo un
No era del todo verdad. Aún había poema que había compuesto
muchísimas cosas que Anna no especialmente en señal de gratitud.
entendía, pero de todas formas le El poema describía todas las
hizo mucha ilusión oír aquello. Los prendas detalladamente, y
progresos de Max la habían acababa con los versos:
impresionado tanto que casi no se «Y así yo voy felizmente vestida
había dado cuenta de lo mucho con todas estas telas que me dio la
que ella misma había avanzado. tía Sarah.»
Madame Fernand quería que —Qué maravilla, hija —dijo la tía
volvieran todos al domingo cuando lo leyó—. ¡Si todavía vas a
siguiente para hacerle a Anna las ser escritora como tu padre!
últimas pruebas, pero mamá dijo Pareció gustarle muchísimo.
que no, que la próxima vez tenían Anna también estaba contenta,
que ir todos los Fernand a su casa; porque de alguna manera era
y así empezó una serie de visitas como si el poema dejara bien claro
que las dos familias encontraban que el regalo de las telas no había
tan agradables que pronto se sido una obra de caridad; y
hicieron costumbre fija. también porque, por primera vez,
Papá disfrutaba especialmente de había conseguido escribir un
la compañía de monsieur Fernand. poema que no hablara de
Era un hombre grandote de desastres.
los camareros de chaquetilla
blanca, sirviendo bebidas a los
clientes.
El primero de mayo se llamaba día
del muguete; en todas las esquinas
aparecieron cestos rebosantes de
ramilletes verdes y blancos de esa
planta y por todas partes
resonaban los gritos de los
vendedores. Aquella mañana papá
tenía una cita a primera hora, y
acompañó a Anna durante parte de
Capítulo 18 su recorrido hasta el colegio. Se
detuvo a comprar un periódico a un
viejo que los vendía en un kiosco.
En la primera plana había una
En abril llegó de pronto la fotografía de Hitler pronunciando
primavera, y aunque Anna quiso un discurso, pero el viejo dobló el
seguir llevando el bonito abrigo periódico por la mitad de modo que
verde que le había hecho madame no se le viera. Luego husmeó el
Fernand, pronto le resultó aire con cara de satisfacción y
demasiado grueso. sonrió, mostrando un solo diente.
Era una delicia ir andando al —¡Huele a primavera! —dijo.
colegio en aquellas mañanas Papá le devolvió la sonrisa, y Anna
claras y soleadas, y, al abrir los supo que estaba pensando en lo
parisinos sus ventanas para que bonito que era estar pasando
entrara el aire cálido, toda clase de aquella primavera en París. En la
olores interesantes se escapaban y esquina siguiente compraron un
se mezclaban con el aroma de poco de muguete para mamá, sin
primavera de las calles. Aparte del siquiera preguntar primero cuánto
acostumbrado tufo caliente a ajo costaba.
que salía del Metro, Anna se El edificio del colegio parecía
tropezaba de pronto con deliciosas oscuro y frío después de la
oleadas de olor a café, a pan luminosidad de afuera, pero Anna
recién hecho o a cebollas friéndose iba ilusionada todas las mañanas
para la comida. A medida que por ver a Colette, que se había
avanzaba la primavera se iban convertido en su mejor amiga, y a
abriendo puertas además de madame Socrate. Aunque la
ventanas, y al caminar por las jornada escolar le seguía
calles bañadas de sol se resultando larga y agotadora,
vislumbraban los interiores en empezaba a entender más de lo
penumbra de cafés y tiendas que que pasaba. Poco a poco las faltas
durante todo el invierno habían de sus dictados se habían reducido
sido invisibles. A todo el mundo le de centenares a cincuentenas.
apetecía tomar el sol, y el Madame Socrate seguía
pavimento de los Campos Elíseos ayudándola a la hora del almuerzo,
se convirtió en un mar de mesas y e incluso era ya capaz de
sillas entre las cuales revoloteaban
responder a alguna pregunta en casas iban al Bois de Boulogne,
clase. que era un parque grande
En casa mamá estaba llegando a relativamente cercano, y allí los
ser una cocinera realmente buena, niños jugaban a la pelota sobre la
ayudada por los consejos de hierba. Un par de veces monsieur
madame Fernand, y papá decía Fernand tomó prestado el
que nunca en su vida había comido automóvil de un amigo y les llevó a
tan bien. Los niños se habían todos de excursión al campo. Con
aficionado a toda clase de guisos gran alegría de Anna, el gato
que antes ni siquiera conocían de también iba con ellos en aquellas
nombre, y a beber una mezcla de ocasiones. No parecía molestarle
vino y agua con las comidas, como que le llevaran atado con collar y
los niños franceses. Hasta la obesa correa, y, mientras Francine
Clothilde, en la cocina del colegio, parloteaba con Max, Anna se hacía
daba su visto bueno a los platos cargo de él muy ufana, sujetando
que llevaba Anna para recalentar. la correa cuando el animal quería
—Tu mamá sabe hacer cosas trepar por un árbol o una farola y
buenas —decía, y mamá se puso siguiéndole con la correa en alto
muy orgullosa cuando Anna se lo cuando en vez de caminar por el
contó. suelo decidía ir por el borde de
Sólo Grete seguía estando alguna verja.
malhumorada y descontenta. En julio hizo mucho calor, mucho
Sirviera mamá lo que sirviera, más que en Berlín. En el piso no
Grete siempre lo comparaba parecía correr nada de aire, a
desfavorablemente con alguna pesar de que mamá tenía siempre
versión austriaca del mismo plato, todas las ventanas abiertas. Sobre
y si era algo que no había en todo en el cuarto de los niños la
Austria no lo juzgaba digno de ser atmósfera era asfixiante, y en el
comido. Tenía una resistencia patio a donde daba parecía que
asombrosa frente a todo lo francés, hiciera aún más calor que dentro
y no parecía hacer ningún progreso de casa. Costaba trabajo dormir
en su dominio del idioma, a pesar por las noches, y en el colegio
de que todos los días iba a clase. nadie era capaz de concentrarse.
Como las promesas que había Hasta madame Socrate estaba
hecho a su madre, seguían cansada, y su cabello negro perdió
impidiéndole ser de mucha utilidad sus ondas y se puso lacio con el
a mamá, todo el mundo, incluida la calor. Todo el mundo tenía ganas
propia Grete, esperaba con ilusión de que acabase el curso.
su marcha definitiva a Austria. El día catorce de julio era fiesta, no
—Y cuanto antes mejor —decía sólo en los colegios sino en toda
madame Fernand, que había Francia. Era el aniversario de la
tenido ocasión de observar de Revolución Francesa, y había
cerca a Grete, porque las dos banderas por todas partes y fuegos
familias seguían pasando casi artificiales por la noche. Anna y
todos los domingos juntas. Max fueron a verlos con sus
Conforme se iba acercando el padres y los Fernand. Tomaron el
verano, en lugar de reunirse en sus Metro, que iba abarrotado de gente
alegre, y mezclados con una sentaron en una mesa del exterior,
multitud de parisinos subieron por sobre la acera, y ordenó la cena.
una larga escalinata hasta una —¡Caracoles para los niños, que
iglesia que había en un alto. Desde no los han probado nunca! —dijo.
arriba se veía todo París, y cuando Max se quedó mirando su ración
los fuegos artificiales empezaron a horrorizado y no fue capaz de
explotar sobre el cielo azul oscuro tocarlos. Pero Anna, animada por
todo el mundo se puso a dar gritos Francine, probó uno y descubrió
y vítores. Al acabar el espectáculo, que sabía como una seta muy
alguien empezó a cantar la deliciosa. Francine y ella acabaron
Marsellesa; otras voces se le comiéndose los caracoles de Max
unieron, y en seguida toda aquella además de los suyos. Al final de la
multitud enorme estuvo cantando a comida, cuando estaban tomando
coro en el aire caliente de la noche. bocaditos de crema, llegó un viejo
—¡Vamos, niños! —gritó monsieur con una banqueta y un acordeón.
Fernand, y Anna y Max también se Se sentó y empezó a tocar, y en
unieron. A Anna le gustó mucho seguida algunas personas se
cómo sonaba, sobre todo una parte levantaron de las mesas y se
sorprendentemente lenta que pusieron a bailar en la calle. Un
había a la mitad, y le dio pena que marinero de aspecto simpático
terminase. apareció al lado de mamá y la
La multitud empezó a derramarse invitó a bailar. Mamá al principio se
por la escalinata, y mamá dijo: «¡Y quedó sorprendida, pero aceptó, y
ahora, a la cama!» —Pero mujer, Anna la estuvo siguiendo con la
no se les puede mandar ahora a la mirada mientras daba vueltas y
cama. ¡Es el catorce de julio! — vueltas, todavía con cara de
exclamó monsieur Fernand. Mamá asombro pero divertida. Luego
protestó señalando que era tarde, monsieur Fernand bailó con
pero los Fernand no le hicieron Francine y Anna bailó con papá, y
caso y se echaron a reír. madame Fernand dijo que en ese
—¡Es el catorce de julio! —dijeron, momento no le apetecía bailar
como si eso lo explicara todo—. porque se dio cuenta de que a Max
¡La noche acaba de empezar! no le gustaría nada, y al rato
Mamá miró con expresión monsieur Fernand dijo: «Vamonos
dubitante las caras emocionadas a otro sitio.»
de los niños. Hacía ya más fresco, y Anna no se
—¿Pero qué...? —empezó. sentía nada cansada mientras
—Lo primero —dijo monsieur deambulaban por las calles llenas
Fernand—, vamos a comer. de gente. Por todos lados había
Anna tenía la impresión de haber acordeones y bailes, y de vez en
cenado ya, porque habían tomado cuando ellos se detenían y se
huevos duros antes de salir; pero unían a los grupos. En algunos
se veía que no era esa la clase de cafés daban vino gratis para
comida a que monsieur Fernand se celebrar la ocasión, y cuando les
refería. Les llevó a un restaurante apetecía descansar los mayores se
grande y animado, donde se paraban a tomar una copa y los
niños bebían cassis, que era zumo
de grosellas negras. Vieron el río trasnochadores como ellos y gente
brillando a la luz de la luna, y la que iba a trabajar, y cayeron en la
catedral de Nôtre Dame cama como troncos.
agazapada en el medio como un —En Alemania no teníamos nunca
gran animal. Fueron caminando catorce de julio —dijo Anna un
por la orilla y por debajo de los momento antes de dormirse.
puentes, y también allí se tocaba el —Por supuesto que no —
acordeón y se bailaba. Siguieron respondió Max—. ¡Tampoco
andando, andando, hasta que tuvimos Revolución Francesa!
Anna perdió todo sentido del —Ya lo sé —dijo Anna ofendida, y
tiempo y se limitó a seguir a añadió, justo en el instante en que
monsieur Fernand como sumida en el sueño la vencía—: ¡Pero ha
un aturdimiento feliz. estado muy bien!
De pronto Max Estaban ya muy cerca las
dijo: «¿Qué es vacaciones de verano. Estaban
esa luz tan pensando en qué emplearlas
rara que hay cuando llegó una carta de herr
en el cielo?» Zwirn invitando a toda la familia al
Era el Gasthof Zwirn; y se estaban
amanecer. preguntando de dónde sacarían el
Habían llegado para entonces al dinero para el viaje cuando papá
mercado principal de París, y a su recibió el encargo de escribir tres
alrededor pasaban los carros artículos para un periódico francés.
cargados de frutas y verduras, La cantidad que le pagaba ese
traqueteando sobre el empedrado. periódico era tan superior a sus
—¿Hay hambre? —preguntó honorarios normales del Diario
monsieur Fernand. Parisino, que el problema quedó
Era absurdo, porque ya habían resuelto.
cenado dos veces, pero todos A todos les hacía mucha ilusión la
estaban muertos de hambre. Allí perspectiva, y para colmo, el
no había música de acordeón: no último día del curso, Max llevó a
había más que gente casa buenas notas. Mamá y papá
preparándose para el trabajo del casi no podían creer lo que veían
día, y en un pequeño café una sus ojos. Ni un solo «No se
mujer servía tazones de sopa de esfuerza» o «No pone interés», al
cebolla humeante. Sentados en contrario, había cosas como
bancos de madera junto a la gente «inteligente» y «trabajador», y el
del mercado, se tomaron un tazón comentario del director al píe de la
grande cada uno, y rebañaron los hoja decía que Max había hecho
restos con pan. Cuando salieron notables progresos. Mamá se
era ya de día. puso tan contenta que
—Ahora sí pueden llevarse a los distraídamente dio una despedida
niños a la cama —dijo monsieur muy cariñosa a Grete, que por fin
Fernand—. Ya han visto el catorce regresaba a Austria. Todos se
de julio. alegraban tanto de perderla de
Tras una despedida soñolienta vista que se sintieron obligados a
volvieron a casa en el Metro, entre ser especialmente amables con
ella, y mamá hasta le regaló un Max, y Franz preguntó: «¿El
pañuelo para el cuello. —No sé si qué?», pero el propio Max no lo
en Austria se usan estas cosas — sabía.
dijo Grete melancólicamente Un día Anna estaba paseando por
cuando lo vio, pero se lo llevó de el pueblo con Vreneli y Roesli
todos modos. Y a continuación la cuando se encontraron a herr
familia emprendió viaje a Suiza. Graupe.
En el Gasthof Zwirn no había —¡Bienvenida otra vez a la
cambiado nada. Herr y Frau Zwirn hermosa Suiza! —exclamó herr
seguían siendo tan simpáticos y Graupe mientras le estrechaba la
cariñosos como siempre, y mano con entusiasmo, y en
después del calor de París la brisa seguida empezó a hacerle toda
del lago resultaba clase de preguntas acerca de los
maravillosamente fresca. Daba colegios franceses. Estaba
gusto volver a oír el conocido convencido de que no podía haber
dialecto germano-suizo y entender nada comparable a su escuela de
todo lo que decía la gente en vez pueblo, y Anna se sintió casi como
de sólo la mitad, y Franz y Vreneli excusándose al explicarle que todo
estaban muy dispuestos a lo de Francia le gustaba mucho.
reanudar su amistad interrumpida —¿De veras? —preguntaba herr
con Anna y Max. En seguida Graupe incrédulo, mientras ella le
Vreneli puso a Anna al tanto de describía las clases, y sus
todo lo relativo al niño pelirrojo, a almuerzos con Clothilde en la
quien por lo visto le había dado por cocina del colegio, y a madame
mirar a Vreneli de cierta manera, Socrate.
una manera «como simpática» Y entonces le pasó una cosa
según ella, que ella no era capaz extraña. Herr Graupe le estaba
de describir pero que al parecer no preguntando algo que ella no sabía
le disgustaba. Franz se llevó a Max sobre la edad en que se salía del
a pescar con la misma caña de colegio en Francia; pero, en lugar
siempre, y de decírselo en alemán, se
todos volvieron a jugar a los encontró de pronto encogiéndose
mismos juegos y a recorrer los de hombros y diciendo «Je ne sais
mismos senderos de los bosques pas» con su mejor acento parisino.
con los que tanto habían disfrutado Tan pronto como lo hubo dicho, se
el año anterior. Todo era quedó horrorizada. Sabía que herr
exactamente igual, y sin embargo Graupe pensaría que lo había
había algo en esa misma ausencia hecho para lucirse, pero no era
de cambios que hacía que Anna y verdad. Ni siquiera entendía de
Max se sintieran un poco dónde le podían haber salido las
forasteros. ¿Cómo era posible que palabras. Era como si por dentro
las vidas de los Zwirn hubieran tuviera algo pensado secretamente
seguido siendo tan semejantes, en francés; y eso era absurdo. Si
cuando las suyas se habían vuelto estando en París no había sido
tan distintas? nunca capaz de pensar en francés,
—Daba la impresión de que algo ¿por qué empezar ahora de
tenía que haber cambiado —dijo repente?
—Veo que ya nos estamos regreso a París les pareciera tanto
afrancesando mucho —dijo herr como volver a casa.
Graupe con gesto de
desaprobación cuando ambos se
hubieron recuperado de la
sorpresa que la respuesta de Anna
les había producido—. Bueno..., no
quiero entreteneros.
Y se alejó a paso ligero.
Tanto Vreneli como Roesli iban
extrañamente calladas cuando las
tres emprendieron el regreso.
—Supongo que ahora hablarás en
francés como si nada —dijo por fin
Vreneli.
—No —contestó Anna—. A Max se
le da mucho mejor.
—Yo sé decir Oui. Eso significa
«Sí», ¿verdad? —dijo Roesli—.
¿Hay montañas en Francia?
—Cerca de París, no —respondió
Anna. Vreneli la había estado
mirando pensativa. Al rato dijo:
—¿Sabes lo que te digo? Que
estás diferente.
—¡Qué va! —dijo Anna indignada.
—Sí que lo estás —dijo Vreneli—.
No sé qué te pasa, pero has
cambiado.
—¡Qué tontería! —exclamó Anna—
. ¡Yo no he cambiado en nada!
Pero sabía que Vreneli tenía razón,
y de repente, a pesar de que sólo
tenía once años, se sintió muy
vieja y triste.
El resto de las vacaciones
transcurrió felizmente. Los niños se
bañaban y jugaban con los Zwirn, y
aunque no fuera exactamente igual
que antes seguía siendo muy
agradable. «Al fin y al cabo», dijo
Max, «¿qué más daba sentirse un
poco extranjeros?» Cuando acabó
el verano les dio pena marcharse,
y la despedida de sus amigos fue
muy larga y cariñosa. Pero ni Anna
ni Max se habían figurado que el
Capítulo 19 Volvía del colegio a casa
arrastrando los pies, y luego no
hacía otra cosa que sentarse y
quedarse mirando los deberes en
Cuando Anna volvió al colegio, se lugar de ponerse a hacerlos. De
encontró con que la habían subido pronto se sentía muy desalentada.
de nivel. Seguía teniendo a Madame Socrate, preocupada por
madame Socrate de profesora, el examen que se avecinaba, ya no
pero de pronto las clases eran podía dedicarle tanto tiempo, y
mucho más difíciles. Esto se debía parecía que su rendimiento
a que su curso tenía que empeoraba en vez de mejorar.
prepararse para un examen Hiciera lo que hiciera, no era capaz
llamado certiftcat d'études, por el de reducir las faltas de los dictados
que todas las niñas menos Anna a menos de cuarenta; últimamente
tendrían que pasar al verano incluso habían vuelto a subir a
siguiente. cincuenta. En clase, aunque a
—A mí me dispensan porque no menudo sabía las respuestas,
soy francesa —dijo Anna a tardaba tanto en traducirlas
mamá—, y de todos modos no lo mentalmente al francés que por
podría aprobar. regla general llegaba tarde a
Pero tenía que trabajar lo mismo. darlas.
Se esperaba que las niñas de su Sentía que nunca sería capaz de
clase hicieran por lo menos una igualar a sus compañeras, y se
hora de deberes en casa todos los estaba cansando de intentarlo.
días, que se aprendieran de Un día, cuando estaba sentada
memoria páginas enteras de delante de los deberes, mamá
historia y geografía, que entró en la habitación.
escribieran composiciones y —¿Estás ya acabando? —
estudiaran gramática: y Anna tenía preguntó.
que hacerlo todo en un idioma que —Todavía no —dijo Anna, y mamá
todavía no comprendía se acercó a mirar el cuaderno.
completamente. Hasta la Eran deberes de aritmética, y todo
aritmética, que antes había sido su lo que Anna había escrito era la
gran recurso, le falló. En lugar de fecha y la palabra «Problemas» al
cuentas que no había que traducir, comienzo de la hoja. Con una regla
su curso hacía problemas: largos y había dibujado una especie de
complicados enredos en los que la cajita alrededor de «Problemas», y
gente cavaba zanjas y se luego había seguido con una línea
adelantaban unos a otros en trenes ondulada en tinta roja. Después
y llenaban depósitos de agua a una había decorado la línea ondulada
velocidad mientras la dejaban salir con puntitos y la había rodeado de
a otra: y todo eso lo tenía que otra en zigzag y más puntitos en
traducir al alemán antes de azul. Todo eso le había llevado
empezar siquiera a pensar en ello. casi una hora.
Conforme el tiempo se hizo más Al verlo, mamá explotó.
frío y los días mas oscuros, Anna —¡No me extraña que no sepas
empezó a sentirse muy cansada. hacer los deberes! —gritó—. ¡Lo
vas dejando y dejando, hasta que tuvo que agarrarla de un brazo
ya estás tan cansada que no le para que no se chocara con una
sacas ningún sentido! ¡A este paso señora.
no aprenderás nunca nada! La pescadería estaba bastante
Eso coincidía tan exactamente con lejos, en una calle muy iluminada y
lo que la propia Anna sentía, que al concurrida. Al lado había una
oírlo se echó a llorar. —¡Si lo confitería, con el escaparate lleno
intento! —sollozó—. Pero no de cremosas exquisiteces para
puedo. ¡Es demasiado difícil! ¡Lo llevar o para tomárselas en unas
intento una y otra vez, y no sirve de mesitas del interior. Anna y Max se
nada! habían extasiado a menudo
Y en otro estallido de llanto sus delante de aquella tienda, pero no
lágrimas fueron a caer sobre habían entrado nunca, porque era
«Problemas», de modo que el muy cara. Esta vez Anna no tuvo
papel se frunció y la línea ondulada ánimos ni siquiera para mirar, pero
se corrió y se mezcló con el zigzag. mamá se detuvo ante la pesada
—¡Claro que puedes! —dijo mamá, puerta de vidrio.
acercándose a coger el libro—. —Vamos a entrar —dijo, con gran
Mira, si me dejas que te ayude... sorpresa de Anna, y la condujo
Pero Anna gritó «¡No!» con adentro.
violencia y apartó el libro de un Las recibió una oleada de aire
manotazo que lo hizo salir cálido y un delicioso aroma de
despedido de la mesa y estrellarse pastas y chocolate.
contra el suelo. —Yo tomaré una taza de té, y tú te
—Bueno, es evidente que hoy no puedes tomar un pastel —dijo
estás en condiciones de hacer mamá—; luego hablaremos.
deberes —dijo mamá tras un —¿No es demasiado caro? —
momento de silencio, y se marchó preguntó Anna bajito.
de la habitación. —Para un pastel tenemos —dijo
Anna se estaba preguntando qué mamá—. Pero no cojas uno de
debería hacer cuando mamá volvió esos enormes, porque entonces a
a entrar con el abrigo puesto. lo mejor no nos queda bastante
—Tengo que comprar bacalao para para el bacalao.
la cena —dijo—. Vente conmigo y Anna eligió un pastel relleno de
así tomas un poco el aire. Bajaron puré de castañas y nata, y se
la calle juntas sin hablar. Hacía frío sentaron en una de las mesitas. —
y estaba oscuro, y Anna caminaba Mira —dijo mamá mientras Anna
al lado de mamá con las manos hundía el tenedor en el pastel—, yo
metidas en los bolsillos, sintiendo sé que el colegio te resulta difícil, y
un vacío por dentro. No servía para sé que te esfuerzas. Pero, ¿qué le
nada. Nunca sabría hablar francés vamos a hacer? Vivimos en
correctamente. Sería como Grete Francia, y tienes que aprender
que jamás había conseguido francés.
aprender, pero, a diferencia de —¡Es que me canso tanto! —dijo
Grete, no podía volver a su país. Anna—, y estoy empeorando en
Pensando en eso empezó otra vez vez de ir a mejor. A lo mejor soy
a hacer guiños y a sorber, y mamá
una de esas personas que no son Lo cierto es que el pastel estaba
capaces de aprender idiomas. riquísimo, y cuando se lo hubo
Mamá puso el grito en el cielo. tomado todo, hasta el último
—¡Eso es una tontería! —dijo—. ¡A lametón de puré de castañas, se
tu edad no pasa nada de eso! sentía ya mucho menos parecida a
Anna probó un poquito del pastel. Grete. Se quedaron sentadas un
Estaba delicioso. ratito más en la mesita, porque se
—¿Quieres un poco? —preguntó. estaba muy bien en aquel sitio.
Mamá negó con la cabeza. —Es agradable salir a tomar el té
—Hasta ahora has ido muy bien — con mi hija —dijo mamá al fin, y
dijo pasado un momento—. Todo sonrió.
el mundo me dice que tienes un Anna sonrió también.
acento francés perfecto, y la La cuenta subió más de lo que
verdad es que sabes muchísimo, habían pensado y al final no les
teniendo en cuenta que llevamos quedó bastante para el bacalao,
aquí menos de un año. pero mamá compró mejillones en
—Es que ahora parece como si ya su lugar y no importó. Por la
no pudiera avanzar más —dijo mañana le dio a Anna una nota
Anna. para madame Socrate explicando
—¡Pero avanzarás! —dijo mamá. lo de los deberes, y debió poner
Anna bajó los ojos al plato. algo más, porque madame Socrate
—Mira —prosiguió mamá—, estas le dijo a Anna que no se inquietara
cosas no suceden siempre como por los estudios, y también volvió a
se espera. Cuando yo estudiaba encontrar tiempo que dedicarle
música, a veces me pasaba durante la hora del almuerzo.
semanas enteras luchando con Después de aquello el trabajo del
algo sin adelantar ni un paso; hasta colegio no resultó ya tan duro.
que de repente, cuando ya había Cada vez que amenazaba con
perdido las esperanzas, se me agobiarla, Anna recordaba que si
aclaraba todo y me asombraba no de verdad le resultaba imposible no
haberlo visto antes. Tal vez a ti te tendría que seguir intentándolo
pase igual con el francés. siempre, y entonces solía descubrir
Anna no dijo nada. No lo creía muy que sí podía hacerlo.
probable. Hasta que, un día, el mundo entero
Entonces mamá pareció tomar una cambió.
decisión repentina. Era un lunes por la mañana, y
—Verás lo que vamos a hacer — Anna encontró a Colette junto a la
dijo—. Faltan sólo dos meses para verja del colegio.
Navidad. ¿Eres capaz de intentarlo —¿Qué hiciste el domingo? —le
otra vez? Si cuando llegue la gritó Colette; y en vez de traducir
Navidad de veras sigues pensando mentalmente la pregunta al
que no puedes, veremos qué se alemán, decidir la respuesta y
puede hacer. No sé qué, porque no luego traducir ésta al francés, Anna
tenemos dinero para pagar clases, respondió: «Fuimos a ver a
pero te prometo que pensaré algo. nuestros amigos.»
¿De acuerdo? Fue como si las palabras le
—De acuerdo —dijo Anna. vinieran de no se sabía dónde, en
perfecto francés, sin tenerlas que estabas paliducha y alicaída. Ahora
pensar. Fue tal su asombro, que se parece como si hubieras crecido
detuvo en seco y ni siquiera oyó la cinco centímetros y tienes un color
pregunta siguiente de Colette. estupendo. ¿Qué te ha pasado? —
—Decía —gritó Colette— que si Me parece que he aprendido a
sacasteis al gato. hablar en francés —dijo Anna.
—No, había demasiada
humedad —dijo Anna, de nuevo
en perfecto francés y sin
pensar. Era como un milagro,
que Anna no podía creer que
fuera a durar. Era como si de
repente hubiera descubierto que
podía volar, y de un momento a
otro esperase estrellarse otra
vez contra el suelo. El corazón
le latía más de lo normal
cuando entró en el aula, pero su
nuevo talento no desapareció.
En la primera clase contestó Capítulo 20
correctamente a cuatro preguntas,
por lo que madame Socrate la miró
sorprendida y dijo: «¡Muy bien!» En
el recreo estuvo charlando y riendo Aquella Navidad les sorprendió
con Colette, y durante el almuerzo con menos dinero aún que la
le explicó a Clothilde cómo guisaba anterior, pero fue más divertida por
mamá el hígado encebollado. Una los Fernand. En Francia la
o dos veces vaciló aún, y celebración principal no es el día
naturalmente cometía errores. Pero de Navidad sino la víspera de Año
durante casi todo el tiempo pudo Nuevo, cuando a todos los niños
hablar en francés lo mismo que se les deja estar levantados hasta
hablaba en alemán: medianoche, y hubo una cena
automáticamente y sin pensarlo. Al especial con intercambio de
final del día estaba casi mareada regalos en casa de los Fernand.
de excitación pero no cansada, y Anna había empleado parte de sus
cuando se despertó a la mañana ahorros en comprarle chocolate al
siguiente tuvo un momento de gato blanco, y después de cenar,
absoluto terror. ¿Y si su nueva en vez de jugar con Max y
habilidad se había esfumado lo Francine, se quedó en el cuarto de
mismo que había venido? Pero no estar para darle pedacitos de
tenía por qué alarmarse; al llegar al chocolate que iba poniéndole en el
colegio descubrió que hablaba con suelo. Mamá y madame Fernand
fluidez aún mayor que antes. estaban lavando los platos en la
Cuando acabó la semana, mamá la cocina, y papá y monsieur Fernand
miraba asombrada. estaban bebiendo coñac y,
—Jamás he visto a nadie cambiar arrellanados en dos sillones, se
tanto —dijo—. Hace unos días
entregaban a una de sus preguntado varias veces qué era,
conversaciones interminables. nadie se lo había sabido explicar.
Papá parecía muy interesado en lo Era algo que había ocurrido en
que estaban hablando, y Anna Francia, y significaba que había
estaba contenta porque desde menos dinero para todos y menos
aquella mañana, en que había puestos de trabajo, y había hecho
llegado una postal del tío Julius, que a algunos colegas de monsieur
había estado todo el día callado y Fernand les despidieran del
tristón. A lo largo del año habían periódico. Cada vez que monsieur
llegado postales del tío Julius a Fernand hablaba de la Depresión,
intervalos irregulares, y, aunque papá le recordaba que vivía en un
nunca había en ellas verdaderas país libre, y en esta ocasión, quizá
noticias, siempre estaban llenas de debido a lo del tío Julius, papá
cariño. A veces ponía chistes, y estaba más elocuente que de
siempre había mensajes para «tía costumbre.
Alicia», a los que papá respondía. Monsieur Fernand estuvo un rato
Esta tarjeta iba dirigida a Anna, discutiendo con él, y luego de
como de costumbre, pero no repente se echó a reír.
mencionaba en ella a la «tía Sobresaltado por el ruido, el gato
Alicia»; ni siquiera había felicitación abrió la boca y se le cayó un
de Año Nuevo. En lugar de eso, al pedacito de chocolate. Cuando
dorso de una fotografía de unos Anna alzó los ojos, monsieur
osos, el tío Julius no había escrito Fernand estaba rellenando la copa
más que: «Cuanto más veo a los de papá y dándole palmaditas en el
hombres, más amo a los hombro.
animales.» Ni siquiera había — ¡Tiene gracia —decía— que
firmado con sus iniciales, como usted se empeñe en señalar los
solía hacer, pero supieron que era aspectos más positivos de la
de él por su letra bonita y pulcra. situación, teniendo como tiene más
Papá la había leído sin decir quebraderos de cabeza que nadie!
palabra, y luego la había puesto Entonces mamá y madame
con las demás postales y cartas Fernand volvieron a la habitación y
del tío Julius, que guardaba pronto fue medianoche, y todos,
cuidadosamente en el cajón de su hasta los niños, brindaron por el
mesa. Apenas había hablado nuevo año.
durante el resto del día, y ahora —¡Feliz 1935! —exclamó monsieur
daba gusto verle tan animado Fernand, y todos repitieron: «¡Feliz
como monsieur Fernand. —Pero 1935!»
ustedes viven en un país libre — —Por nosotros y por todos
estaba diciendo—. ¡Eso es lo nuestros amigos —dijo papá en
único que importa! —Sí, pero... — voz baja, y Anna supo que estaba
dijo monsieur Fernand, y Anna se pensando en el tío Julius.
dio cuenta de que estaba otra vez En febrero mamá cogió la gripe, y
preocupado por la Depresión. justo cuando empezaba a ponerse
La Depresión era lo único capaz de mejor dio la mala suerte de que la
quitarle el buen humor a monsieur portera enfermara de una pierna.
Fernand, y aunque Anna había Desde que se fue Grete, mamá
hacía ella sola casi toda la montón de ropa para coser crecía
limpieza, pero la portera subía una sin parar. Como papá parecía
hora todas las mañanas para totalmente incapaz de comprender
ayudarla en lo más pesado. sus dificultades, mamá daba la
Ahora le quedó todo a mamá. impresión de pensar que él tenía la
Nunca le habían gustado las tareas culpa, y una tarde tuvieron una
de la casa; además, estaba discusión.
tristona, como se suele estar Mamá estaba intentando zurcir una
después de la gripe, y el peso de camiseta vieja de Anna, y
toda la limpieza, la cocina, la lamentándose bastante porque
colada, la plancha y la costura le para cuando acabara con eso la
resultaba agobiante. Anna y Max estaba esperando un montón de
se encargaban de algunas cosas, calcetines y fundas de almohada.
como hacer la compra y vaciar el Entonces intervino papá.
cubo de la basura, pero —No me vas a decir que eso que
lógicamente casi todo el trabajo estás haciendo no es innecesario
recaía sobre mamá, y ella no —dijo—. ¡No puede haber
paraba de lamentarse. verdadera necesidad de remendar
—Guisar no me importa —decía—, la ropa interior de los niños,
pero es el estar siempre lavando, cuando no la va a ver nadie!
planchando y remendando: Podía haberse imaginado, pensó
¡se tarda tanto y no se acaba Anna, que aquello desencadenaría
nunca! una explosión.
Papá no era ninguna ayuda. No —No tienes ni idea..., pero ni
tenía ni idea de lo que había que idea... —gritó mamá—, de todo el
hacer en una casa, y, cuando trabajo que tengo que hacer. ¡Me
mamá se quejó de lo que le mato a lavar, guisar, planchar y
cansaba planchar las sábanas, zurcir, y lo único que a ti se te
pareció quedarse verdaderamente ocurre es decir que no es
atónito. necesario!
—¿Pero por qué te molestas en —¡Sólo por lo mucho que te
hacer eso? —preguntó—. Si de quejas! —dijo papá—. Al fin y al
todos modos se vuelven a arrugar cabo, otras personas se las
al usarlas. arreglan. Mira madame Fernand.
—¡Oh, tú no entiendes nada! — Eso provocó otro estallido.
exclamó mamá. —¡A madame Fernand le encanta
Para colmo, Omamá proyectaba el trabajo de la casa! —vociferó
una visita a la tía abuela Sarah, y mamá—. Y además tiene asistenta
mamá quería que la casa estuviera todos los días y máquina de coser.
bonita para cuando fuese a verla. ¡Mira esto! —exclamó, agitando en
Pero mientras limpiaba las el aire una funda de almohada con
habitaciones —y las limpiaba con un desgarrón—. Esto ella lo podría
una ferocidad a la que nunca las coser en dos minutos, mientras
habían sometido ni Grete ni la que a mí me llevará por lo menos
portera— se acumulaba la ropa media hora. ¡Si eres capaz de
para lavar, y mientras preparaba compararme con ella, es que no
comidas buenas y baratas el
tienes ni idea de lo que estás Parecía absolutamente
hablando! horrorizada.
Papá se quedó cortado ante esa —Bueno, pues lo que se haga con
vehemencia. El quería a mamá, y una máquina de coser —dijo papá.
sentía muchísimo verla disgustada. Todos se quedaron mirando
—Sólo he querido decir —dijo— aquella cosa de encima de la
que, para una persona inteligente mesa. No parecía, pensó Anna,
como tú, debe haber maneras de capaz de hacer nada.
simplificar... —¿Cuánto te ha costado? —
—¡Entonces ve a preguntarle a preguntó mamá.
madame Fernand! —gritó mamá—. —Por eso no te preocupes —dijo
¡A mí lo único que me han papá—. Hoy me han pagado por
enseñado es a tocar el piano! —y aquel artículo extra que escribí
se fue dando un portazo. para el Diario Parisino.
Al día siguiente, cuando Anna —¡Pero si nos hacía falta ese
volvía del colegio, se encontró con dinero! —gritó—. ¿no te acuerdas?
papá en el ascensor. Llevaba una Hay que pagar el alquiler y la
caja grande de madera con un asa. cuenta del carnicero, y Anna
—¿Qué es eso? —preguntó Anna, necesita zapatos nuevos. Dijimos
y papá dijo: «Un regalo para que los compraríamos con el
mamá.» dinero del articulo!
Anna estaba ansiosa por saber lo Papá puso cara de aflicción.
que era y casi no podía esperar a Estaba claro que no se había
que lo abriesen, pero a mamá se le acordado de nada de eso, pero
cayó el alma a los pies cuando lo antes de que mamá pudiera decir
vio. nada más sonó el timbre y Anna
—No me digas que has salió a abrir. Era madame Fernand.
comprado... —empezó, mientras Con la emoción de la máquina de
papá levantaba la tapa y anunciaba coser, a todos se les había
orgulloso: «¡Una máquina de olvidado que iba a ir a tomar el té.
coser!» —¡Mire! —exclamaron mamá y
No se parecía en nada a la papá, pero en tonos de voz muy
máquina de coser de madame diferentes, cuando Anna la hizo
Fernand, pensó Anna. La de pasar al comedor.
madame Fernand era plateada, Madame Fernand contempló la
pero ésta era negra grisácea y máquina con expresión de
tenía una forma muy extraña. — incredulidad.
Por supuesto que no es nueva — —¿De dónde la han sacado? —
dijo papá—, y quizá haga falta preguntó—. ¡Debe haber sido del
limpiarla. Pero así podrás zurcir las arca de Noé!
almohadas y los calcetines, y hacer —¿Tan vieja es? —dijo papá.
la ropa de los niños sin preguntarle Madame Fernand inspeccionó la
a madame Fernand... máquina más de cerca.
—Yo no sé hacerles la ropa —dijo —¿La han comprado? —preguntó,
mamá—, y no se pueden zurcir aún estupefacta.
calcetines con una máquina de —¡Naturalmente! —dijo papá.
coser.
—Pero es que la placa de la En la tienda no vendían sólo
aguja... está rota máquinas de coser, como Anna se
—dijo madame Fernand—. Y todo había imaginado, sino toda clase
el eje está torcido para un lado..., de cosas diversas, desde sillas
como si se hubiera caído..., así que viejas y mesitas desvencijadas
esto no puede funcionar. hasta cuadros agrietados. Habían
Observó unas señales en relieve sacado algunas de aquellas cosas
que aparecían sobre un costado de a la calle, y un hombrecito mal
la máquina y las frotó con el vestido estaba muy atareado
pañuelo. Poco a poco fueron extendiendo una piel de tigre
saliendo unas cifras de debajo de medio pelada sobre una cómoda
la suciedad. Formaban una fecha: que había en el medio. Cuando vio
1896. Madame Fernand se volvió a a papá, sus ojos, que eran
guardar el pañuelo en el bolsillo. extrañamente claros, se
—Como antigüedad puede ser semicerraron.
interesante —Buenas tardes —dijo papá
—dijo firmemente—, pero como cortésmente, como siempre—. Hoy
máquina de coser hay que mismo le he comprado esta
devolverla a la tienda. máquina de coser, pero me temo
Papá todavía no podía creer que que no funcione.
su maravilloso regalo no sirviera —¿No? —dijo el hombre, pero no
para nada. pareció muy sorprendido.
—¿Está segura? —preguntó. —No —dijo papá—. Así que se la
—Segurísima —dijo madame he vuelto a traer.
Fernand—. Llévesela ahora mismo El hombre no dijo nada.
y dígales que le devuelvan el —Y le agradecería que tuviera la
dinero. bondad de devolverme el dinero.
—¿Y entonces yo podré tener —¡Ah, no! —dijo el hombre—. Eso
zapatos nuevos? —preguntó Anna. no puede ser. Un trato es un trato.
Sabía que no era el mejor —Pero la máquina no funciona —
momento para mencionarlo, pero dijo papá.
los viejos estaban muy usados, —Mire, señor —dijo el hombre,
aparte de que le hacían daño en el abandonando momentáneamente
dedo gordo, y hacía tiempo que la piel de tigre—. Usted vino y
tenía la ilusión de un par nuevo. compró una máquina de coser.
—Sí, sí —dijo mamá con Ahora ha cambiado de opinión y
impaciencia, pero papá titubeaba quiere que le devuelva el dinero.
aún. Bueno, pues yo no trabajo así. Un
—Espero que lo acepten —dijo— trato es un trato, y no hay más que
. El hombre que me la vendió no hablar.
parecía muy amable. —Yo iré —Estoy de acuerdo en que un trato
con usted —dijo madame es un trato —dijo papá—. Pero la
Fernand—. Quiero ver ese sitio máquina está rota.
donde venden máquinas de —¿Dónde?
coser de museo —y Anna fue Papá señaló vagamente.
también con ellos. El hombre no hizo ni caso.
—Cosillas averiadas —dijo—. No le —¡Por favor, señora! —volvió a
costará casi nada sustituirlas. Al fin exclamar el hombre, metiéndose la
y al cabo, no esperará usted que mano en el bolsillo—. ¡Todo por un
sea perfecta..., al precio que ha pequeño malentendido!
pagado por ella. Y apresuradamente le dio a papá
—No, claro que no —dijo papá—; unos billetes sacados de su cartera
pero, en vista de que no funciona, mugrienta.
¿no cree usted que debería —¿Es esa cantidad? —preguntó
quedarse con ella otra vez? —No madame Fernand severamente.
señor —dijo el hombre. —Así parece —dijo papá.
Papá parecía no saber qué otra —Entonces vamonos —dijo ella.
cosa decir, y Anna se veía ya Sólo habían dado unos pasos
despidiéndose de sus zapatos cuando el hombre de la tienda les
nuevos. Sabía que papá había sido alcanzó corriendo.
engañado, pero también sabía que «¿Qué pasaría ahora?», pensó
había actuado con su mejor Anna nerviosamente.
intención, y que no era la clase de El hombre señaló como
persona capaz de obligar al disculpándose.
vendedor a devolver el dinero. —Perdone usted, señor, si no le
Anna dio un suspiro; pero no había molesta —dijo.
contado con madame Fernand. Papá bajó la vista y descubrió que
—¡Oiga usted! —gritó madame todavía iba cargando con la
Fernand, tan fuerte que varios máquina de coser. Rápidamente la
transeúntes se volvieron a dejó en el suelo.
mirarla—. Ha vendido usted a este —Le ruego que me disculpe —
señor una ruina de máquina de dijo—. Habrá sido que estaba un
coser, dándole a entender que poco despistado.
funcionaba. Eso es un delito —Por supuesto, señor. Es muy
penado por la ley. Sepa usted que natural, señor —dijo el hombre sin
lo voy a poner en conocimiento de ninguna convicción.
la policía inmediatamente, y no me Cuando Anna se volvió a mirar un
cabe ninguna duda de que les momento después, estaba
interesará mucho toda la demás colocando melancólicamente la
chatarra que tiene usted aquí. máquina de coser encima de la piel
—¡Señora..., por favor! —exclamó de tigre.
el hombre, que ahora de pronto Acompañaron a madame Fernand
tenía los ojos muy abiertos. —¡No a la estación del Metro.
me va usted a decir que todo esto —Y a ver si no hacemos más
lo ha adquirido honradamente! — tonterías con máquinas de coser —
gritó madame dijo antes de separarse de ellos—.
Fernand, dándole un tirón Saben ustedes que pueden
despectivo a la piel de tigre—. ¡Su pedirme la mía siempre que
negocio no tiene nada de honrado! quieran. Y dile a tu madre —
Cuando la policía haya acabado añadió dirigiéndose a Anna— que
con usted, mi marido, que es mañana iré por ahí a echarle una
periodista, le denunciará a usted mano en la costura.
en su periódico...
Miró a papá con una especie de
admiración.
—Vaya pareja —dijo—. ¡No creo
que haya nadie con menos sentido
práctico que ustedes dos! Anna y
papá volvieron a casa andando.
Hacía frío, pero el cielo era de un
azul claro y luminoso, y aunque
todavía no había indicio alguno de
la primavera se notaba que no
estaba muy lejos. Aquella mañana
Anna había sacado un siete en el
dictado: sólo tres faltas. El dinero
de sus zapatos nuevos iba seguro
en el bolsillo de papá. Se sentía
muy feliz.
Capítulo 21 Anna y Max estallaron en una risa
incontrolable, pero mamá dijo:
«¡Eso son tonterías, madre!», muy
secamente y le mandó a Max que
Omamá llegó a casa de la tía fuera a limpiarse. «Lo cierto es que
abuela Sarah justo antes de los niños están estupendamente»,
Pascua, y fue a ver a mamá y los continuó, y, una vez que Max hubo
niños por la tarde del día siguiente. salido del comedor, añadió: «Max
Con ayuda de la portera, que ya está estudiando en serio por
estaba mejor de su pierna, mamá primera vez en su vida.»
había limpiado y arreglado la casa —¡Y yo me voy a presentar al
para que tuviera el mejor aspecto certificat d'études —dijo Anna. Esa
posible, pero no se podía disimular era su gran noticia: madame
que era muy pequeña y tenía Socrate había decidido, en vista de
pocos muebles. lo mucho que Anna había
—¿No podéis encontrar algo adelantado, que ya no había razón
mayor? —preguntó Omamá para que no se presentase al
mientras todos tomaban el té sobre examen en el verano, junto con el
el hule rojo del comedor. resto de su curso.
—Nos saldría más caro —dijo —¿El certificat d'études? —dijo
mamá, sirviéndole un poco más de Omamá—. ¿Eso es una especie
flan de manzana hecho en casa—. de diploma de la escuela
Apenas podemos pagar éste. elemental?
—¿Pero tu marido...? —Omamá —Es para los niños franceses de
parecía muy sorprendida. doce años —dijo mamá—, y la
—Es la Depresión, madre —dijo profesora de Anna está
mamá—. ¡Supongo que habrás sorprendida de que la niña se haya
leído algo...! Estando tantos puesto a su nivel tan deprisa.
escritores franceses sin trabajo, Pero Omamá meneó la cabeza.
ningún periódico francés va a —A mí todo eso me parece muy
encargar a un alemán que escriba raro —dijo, y miró a mamá con
para él, y el Diario Parisino no tristeza—. ¡Tan distinto de como te
puede pagar mucho. educaste tú!
—Sí, pero de todos modos... — Había llevado regalos para todos, y
Omamá paseó la vista por el durante el resto de su estancia en
cuartito, bastante groseramente, París organizó, como en Suiza,
pensó Anna, porque al fin y al cabo varias salidas con mamá y los
no estaba tan mal; y en ese mismo niños, con las que ellos disfrutaron
momento, Max, inclinándose para mucho y que normalmente no
atrás en la silla como de habrían podido hacer. Pero en
costumbre, aterrizó en el suelo realidad no entendía su nueva
echándose un plato de flan de vida.
manzana por encima. La frase «no es manera de criar a
—...no es manera de criar a los los niños», pasó a ser una especie
niños —acabó Omamá la frase, de lema en la familia. «No es
exactamente como si Max la manera de criar a los niños», decía
hubiera cristalizado para ella. Max con voz de reproche a mamá
cuando a ella se le había olvidado Lo más duro eran las grandes
hacerle los emparedados para el tajadas de francés, historia y
colegio, y Anna meneaba la geografía que había que aprender
cabeza y decía: «¡No es manera de memoria, pero Anna y Max
de criar a los niños!», cuando la habían descubierto una manera de
portera pillaba a Max bajando la salir airosos. Si estudiaban el
escalera por el pasamanos. pasaje señalado justo antes de
Después de una de las visitas de dormirse, a la mañana siguiente se
Omamá, papá, que generalmente lo sabían siempre. Por la tarde
lograba evitar encontrarse con ella, empezaba a desvanecerse, y al
preguntó a mamá: «¿Cómo ha segundo día se les había olvidado
estado tu madre?», y Anna oyó a completamente, pero se les
mamá responder: quedaba en la memoria durante el
«Muy amable y absolutamente tiempo que hacía falta.
carente de imaginación, como Una noche papá entró en su
siempre.» dormitorio cuando estaban
Cuando llegó el momento de su tomándose la lección el uno al otro.
regreso al sur de Francia, Omamá La de Anna trataba de Napoleón, y
abrazó cariñosamente a mamá y a papá la estuvo contemplando
los niños. boquiabierto mientras ella soltaba
—Y acuérdate —le dijo a mamá— la retahíla. Empezaba por
de que si te encuentras en apuros «Napoleón nació en Córcega», y
puedes mandarme a los niños. después venía una larga lista de
Anna y Max se miraron, y Anna fechas y batallas, hasta «murió en
hizo con los labios como si dijera: 1821».
«No es manera de criar a los —¡Qué manera tan curiosa de
niños», y aunque eso no estaba estudiar a Napoleón! —dijo papá—
bien después de toda la amabilidad . ¿Es eso todo lo que sabes de él?
de Omamá, los dos tuvieron que —¡Pero si lo he dicho todo! —dijo
hacer muecas horribles para no Anna un poco ofendida, y con
echarse a reír. mayor razón porque no se había
Pasadas las vacaciones de equivocado ni una sola vez.
Pascua, Anna se moría de Papá se echó a reír.
impaciencia por volver al colegio. —No, no lo has dicho todo —dijo, y
Todo lo del colegio le encantaba acomodándose sobre la cama de
desde que había aprendido a Anna empezó a hablarles de
hablar francés. De repente el Napoleón. Les habló de su infancia
trabajo escolar parecía muy fácil, y en Córcega con sus muchos
empezaba a gustarle escribir hermanos, de cómo sobresalía en
cuentos y redacciones en francés. el colegio y cómo llegó a oficial a
No se parecía en nada a escribir los quince años y a comandante en
en alemán: se podía hacer que las jefe de todo el ejército francés a los
palabras hicieran cosas muy veintiséis; y de cómo hizo a sus
distintas, y Anna lo encontraba hermanos y hermanas reyes y
extrañamente emocionante. reinas de los países que
Ni siquiera los deberes eran ya tan conquistaba, pero no logró nunca
pesados.
impresionar a su madre, que era colegio la tenía demasiado
una campesina italiana. absorbida como para prestar
—C'est bien pourvu que ça dure — mucha atención a lo que sucediera
decía ella con desdén cuando le en casa. El certificat d'études se
llevaban noticias de cada nuevo aparecía cada día más temible y
triunfo, que quería decir: «Bien más próximo, y Anna estaba
está mientras dure.» empeñada en aprobar; con sólo un
Luego les explicó cómo ese año y nueve meses de estar en
presentimiento de la madre se Francia, pensaba que sería
había cumplido, cómo la mitad del espléndido.
ejército francés quedó destruido en Al fin llegó el día, y a primera hora
la desastrosa campaña de Rusia, y de una mañana calurosa de julio
finalmente la muerte solitaria de madame Socrate llevó a sus niñas
Napoleón en la islita de Santa por las calles hasta un colegio
Elena. cercano. Tenían que ser
Anna y Max le escuchaban examinadas por profesoras
embobados. desconocidas, para que no hubiera
—Es igual que una película —dijo injusticias. Había que hacerlo todo
Max. en el mismo día, de modo que no
—Sí —dijo papá pensativo—. Igual había mucho tiempo para cada una
que una película. de las muchas materias que
Esta bien, pensaba Anna, que entraban en el examen: francés,
últimamente papá tuviera más aritmética, historia, geografía,
tiempo para hablar con ellos. Todo canto, costura, dibujo y gimnasia.
era porque, debido a la Depresión, Lo primero fue la aritmética, un
el Diario Parisino había reducido su examen escrito de una hora del
número de páginas y ya no podía que Anna salió pensando que lo
publicar tantos artículos suyos. había hecho bastante bien. Luego
Pero a mamá y papá no les hubo un dictado en francés, y un
parecía tan bien ni mucho menos, descanso de diez minutos.
y mamá, en particular, andaba —¿Qué tal lo has hecho? —
siempre preocupada por el dinero. preguntó Anna a Colette.
—¡No podemos seguir así! —la oyó —Bien —dijo Colette.
un día Anna decirle a papá—. Hasta allí, la cosa no había ido mal.
Siempre he pensado que Acabado el descanso les dieron
deberíamos habernos ido dos hojas de preguntas de historia
directamente a Inglaterra. y geografía, con media hora para
Pero papá no hizo más que cada una, y después... ¡el
encogerse de hombros y decir: «Ya desastre!
se arreglará.» —Como estamos un poco escasos
Poco después de aquello papá de tiempo —anunció la profesora
volvió a estar muy atareado, y encargada—, se ha decidido que
Anna le oía escribir a máquina por este año, en lugar de examinar a
la noche hasta muy tarde, conque las candidatas de costura y dibujo,
supuso que efectivamente «se y sumar ambas notas como en
había arreglado» y no pensó más años anteriores, se las examinará
en ello. De cualquier manera, el solamente de costura, y la nota
contará como una asignatura probabilidades de aprobar parecían
entera. muy escasas.
La costura era lo que peor le salía Se animó un poco, sin embargo,
a Anna. Jamás se acordaba de los cuando vio los temas de redacción
nombres de los diferentes puntos, que ponían por la tarde. Había tres
y, quizá por lo mal que se le daba a para elegir, y uno de ellos era «Un
mamá, no veía en todo ello más viaje». Anna decidió describir lo
que una manera lastimosa de que pensaba que debía haber sido
perder el tiempo. Ni siquiera el viaje de papá cuando se fue de
madame Socrate había sido capaz Berlín a Praga con fiebre alta, sin
de interesarla jamás por aquella saber si le detendrían o no en la
clase. Le había cortado un delantal frontera. Daban toda una hora para
para que ella lo cosiera, pero Anna hacerlo, y, conforme Anna iba
lo había llevado tan despacio que escribiendo, el viaje de papá se le
cuando lo acabó ya había crecido y representaba con mayor vividez.
no le servía. Tenía la impresión de saber
De ahí que el anuncio de la exactamente cómo debía haber
profesora la sumiera en un estado sido, lo que papá debía haber
de profundo pesimismo, que se vio pensado y cómo la fiebre le habría
confirmado cuando le dieron un hecho confundir continuamente lo
cuadrado de tela, aguja e hilo y que estaba pensando y lo que
unas cuantas instrucciones estaba sucediendo en realidad.
incomprensibles. Durante media Para cuando papá llegó a Praga,
hora estuvo improvisando lo que Anna había escrito casi cinco
pudo, rompiendo el hilo y hurgando hojas, y tuvo tiempo justo de
frenéticamente en nudos que leerlas para corregir la puntuación
aparecían como por arte de magia, y la ortografía antes de que se las
y al final entregó una muestra tan recogieran. Pensaba que era una
sobada y arrugada que hasta la de las mejores redacciones que
profesora encargada de recogerlo había escrito nunca, y si no fuera
se quedó atónita al verla. por la maldita costura podría estar
El almuerzo con Colette en el patio segura de haber aprobado.
del colegio fue bastante triste. Los únicos exámenes que
—Si te suspenden en una quedaban eran los de canto y
asignatura, ¿te suspenden gimnasia. La prueba de canto era
automáticamente en todo? — individual, pero como se echaba el
preguntó Anna mientras se comían tiempo encima fue muy breve.
sus emparedados, sentadas en un —Canta la Marsellesa —le ordenó
banco a la sombra. la profesora, pero a los pocos
—Me figuro que sí —dijo Colette—, compases la interrumpió—.
a menos que saques sobresaliente Muy bien..., ya vale. ¡La siguiente!
en otra..., entonces te compensa. Sólo quedaban diez minutos para
Anna repasó mentalmente los la gimnasia.
exámenes que había hecho ya. «¡Deprisa, deprisa!», gritaba la
Excepto el de costura, todos los profesora mientras las conducía en
había hecho bien, pero no como rebaño al patio y les mandaba
para sobresaliente. Sus extenderse. Había otra profesora
para ayudarla, y entre las dos satisfacción y con muchísimas
colocaron a las niñas en cuatro prisas por contárselo a mamá.
hileras largas con un par de metros —¿Quieres decir que por lo bien
de separación entre una y otra. que te tienes sobre una pierna no
—¡Atención! —gritó una de las importará que no sepas coser?
profesoras—. ¡Pónganse todas —dijo mamá—. ¡Vaya examen más
sobre la pierna derecha, con la chocante!
izquierda levantada hacia delante! —Ya lo sé —dijo Anna—, pero me
Todas lo hicieron excepto Colette, figuro que lo verdaderamente
que se quedó sobre la pierna importante será el francés, la
izquierda y tuvo que cambiarse aritmética y esas cosas, y creo que
disimuladamente. Anna estaba eso lo he hecho bastante bien.
muy derecha, con los brazos Mamá había hecho limonada, y se
extendidos para mantener el sentaron a bebería en el comedor
equilibrio y la pierna izquierda todo mientras Anna seguía parloteando.
lo alta que podía. Por el rabillo del —Tienen que darnos los resultados
ojo veía a algunas de las demás, y dentro de pocos días..., no puede
ninguna tenía la pierna tan ser mucho más tarde porque ya
levantada como ella. Las dos casi se está acabando el curso.
profesoras iban pasando por entre ¡Sería maravilloso que me
las hileras de niñas, algunas de las aprobasen..., con menos de dos
cuales estaban empezando a años que hace que estoy en
tambalearse y a perder el Francia!
equilibrio, y tomaban notas en un Mamá estaba mostrándose de
papel. Al llegar a Anna se acuerdo en que sería maravilloso
detuvieron. cuando sonó el timbre y apareció
—¡Muy bien! —dijo una de las Max, pálido y excitado.
profesoras. —¡Mamá! —dijo casi antes de
—Realmente excelente —dijo la entrar—. Tienes que venir el
otra—. ¿No te parece...? sábado a la entrega de premios. Si
—¡Ah, desde luego! —dijo la pensabas hacer otra cosa, tienes
primera, e hizo una señal en el que dejarlo. ¡Es muy importante!
papel. Mamá se alegró mucho.
—¡Ya está! ¡Pueden irse a casa! — —Entonces, ¿es que te han dado
gritaron al llegar al final de la fila, y el premio de latín? —preguntó.
Colette corrió a Anna y la abrazó. Pero Max negó con la cabeza.
—¡Lo has conseguido! ¡lo has —No —dijo, y pareció como si el
conseguido! resto de la frase se le atascara en
—exclamó—. ¡Te han puesto la garganta—. Me han dado..., —
sobresaliente en gimnasia, así que empezó, y al fin lo soltó—, ¡me han
ya no importa si te suspenden en dado el prix d'excellencel ¡Eso
costura! significa que me consideran el
—¿Tú crees? —dijo Anna, pero en mejor estudiante de la clase!
el fondo estaba segura de lo Lógicamente hubo muestras de
mismo. contento y felicitaciones por parte
Volvió a casa por las calles de todos. Hasta papá dejó de
calurosas desbordante de escribir a máquina para oír la gran
noticia, y a Anna le pareció tan
estupenda como a los demás. Pero
no pudo dejar de pensar que
habría preferido que llegase en
otro momento. ¡Había trabajado
tanto y se había hecho tantas
ilusiones por sacar el certificat
d'études! Después de lo de Max,
aun en el caso de que aprobara,
¿a quién le iba a impresionar? ¡Y
menos si su éxito había de deberse
en parte a su habilidad para
tenerse sobre una sola pierna!
Cuando se anunciaron los
resultados, no fue ni la mitad de
emocionante de lo que se había
imaginado. La habían aprobado, lo
mismo que a Colette y a casi todas
las niñas de la clase. Madame
Socrate entregó a cada una de las
aprobadas un sobre que contenía
un certificado con su nombre. Pero
cuando Anna abrió el suyo
encontró algo más: unidos al
certificado había dos billetes de
diez francos y una carta del alcalde
de París.
—¿Qué quiere decir esto? —
preguntó a madame Socrate.
La cara arrugada de madame
Socrate se frunció en una sonrisa
de satisfacción.
—El alcalde de París ha decidido
premiar las veinte mejores
redacciones escritas por los niños
que se presentaban al certificat
d'études —explicó—. Parece ser
que te han dado a ti uno de los
premios.
Cuando Anna se lo contó a papá,
él se puso tan contento como con
el prix d'excellence de Max. —Son
tus primeros honorarios
profesionales como escritora —
dijo—. Lo verdaderamente notable
es que los hayas ganado en una
lengua que no es la tuya.
Capítulo 22 —Ya lo sé —dijo Anna; pero
sonaba tan triste que añadió—: A
menos que alguien quiera comprar
el guión de papá.
Llegaron las vacaciones de El guión de cine de papá estaba
verano, y de pronto Anna se dio inspirado en una conversación con
cuenta de que nadie había dicho los niños acerca de Napoleón. No
nada de irse de veraneo. Hacía era sobre el propio Napoleón, sino
mucho calor. Bajo las suelas de los sobre su madre: cómo había
zapatos se sentía arder el asfalto, y sacado adelante a sus hijos sin
el sol parecía impregnar las calles tener dinero, cómo el triunfo de
y las casas, de modo que ni de Napoleón transformó las vidas de
noche se enfriaban. Los Fernand todos ellos y cómo ella, convertida
se habían ido a la costa nada más en una anciana ciega, acabó
acabar el curso, y de julio a agosto sobreviviendo a su hijo, muriendo
París se fue vaciando mucho después de la derrota final
gradualmente. La papelería de la de él. Era el primer guión de cine
esquina fue la primera tienda que que papá escribía, y había estado
puso el cartel de «Cerrado hasta trabajando en él cuando Anna
septiembre», pero varias otras no creía que las cosas se habían
tardaron en seguir su ejemplo. «arreglado» en el Diario Parisino.
Hasta el dueño de la tienda donde En vista de que el periódico estaba
papá había comprado la máquina ahora pasando por mayores
de coser echó los cierres y se dificultades que nunca, Anna tenía
marchó. Costaba trabajo saber qué puestas sus esperanzas en que
hacer durante los largos días de papá hiciese fortuna con la
calor. En casa se asfixiaba uno, y película, pero hasta el momento
hasta en la placita sombreada había habido pocos indicios de tal
donde Anna y Max solían jugar cosa.
hacía demasiado calor como para Dos productoras cinematográficas
hacer nada interesante. Botaban la a las que papá se lo había
pelota o jugaban un rato con los presentado lo habían devuelto con
trompos, pero en seguida se desoladora rapidez. Finalmente
cansaban y se derrumbaban sobre papá se lo había enviado a un
un asiento, a soñar con baños y director de cine húngaro que
bebidas frías. residía en Inglaterra, y esa
—¡Sería estupendo —dijo Anna— posibilidad parecía aún más
que ahora estuviéramos sentados remota, porque no se sabía con
a la orilla del lago de Zurich y certeza si el húngaro leía alemán.
pudiéramos darnos un chapuzón! Además, pensaba Anna, ¿por qué
Max tiró de su camisa para los ingleses, que habían sido los
despegársela del cuerpo. mayores enemigos de Napoleón,
—No es nada probable —dijo—. iban a tener más interés que los
Casi no tenemos dinero para pagar franceses en hacer una película
el alquiler, conque menos aún para sobre él? Pero por lo menos el
irnos. guión no había vuelto aún, de
modo que todavía había en ese momento hacia las
esperanzas. películas sobre Napoleón.
—Yo en el fondo no creo que nadie Mamá, que se había puesto muy
vaya a comprar esa película, ¿y nerviosa a la vista del sello inglés,
tú? —dijo Max—. Y no sé de dónde se llevó una gran desilusión. —
van a sacar el dinero papá y ¡Hace casi un mes que lo tiene y
mamá. todavía no lo ha leído! —
—Ya saldrá algo —dijo Anna, pero exclamó—. ¡Si estuviéramos en
por dentro estaba un poco Inglaterra, podríamos hacer algo!
asustada. Y si no salía nada ¿qué? —No sé qué —dijo papá; pero
A mamá nunca la habían visto tan últimamente «Si estuviéramos en
irritable. Se llevaba un berrinche Inglaterra» era el lema constante
por las cosas más tontas, como de mamá. No era solamente por la
cuándo a Anna se le rompió el simpática institutriz inglesa que
pasador del pelo. «¿No podías había tenido de pequeña, sino
haber tenido más cuidado?», había porque continuamente le llegaban
tronado mamá, y, al señalarle Anna noticias de otros refugiados que se
que el pasador sólo costaba treinta habían establecido en Inglaterra y
céntimos, había gritado: «¡Treinta habían encontrado trabajos
céntimos son treinta céntimos!», y interesantes. Odiaba a los
se había empeñado en pegar los periódicos franceses porque no le
dos trozos antes de comprar otro pedían a papá que escribiera para
nuevo. Un día les había dicho, de ellos, odiaba a las productoras
buenas a primeras: francesas por rechazar su película,
«¿Os gustaría pasar una y sobre todo odiaba estar siempre
temporada con Omamá?» tan apurada de dinero que hasta la
Max había contestado: «¡No compra de pequeños artículos de
mucho!», y todos se habían necesidad, como un tubo nuevo de
echado a reír, pero después ya no pasta de dientes, se convertía en
pareció tan gracioso. motivo de preocupación.
Por la noche, en el dormitorio Transcurridas unas dos semanas
oscuro y caluroso, Anna se desde la llegada de la carta de
angustiaba por lo que pasaría si la Inglaterra, la situación llegó a su
situación financiera de papá no punto más negro. La cosa empezó
mejoraba. ¿De veras les al averiarse la cama de mamá.
mandarían a Max y a ella con los Estaba recogiéndola después de
abuelos? desayunar, y una vez guardadas
A mediados de agosto llegó una las sábanas y almohadas iba a
carta de Inglaterra, firmada por la convertirla nuevamente en sofá,
secretaria del director de cine cuando de pronto se le atascó. El
húngaro. Decía que el director asiento colchón que debía
agradecería a papá el envío del deslizarse sobre la ropa de cama
guión y que tendría mucho gusto se negó a correr. Mamá llamó a
en leer cualquier cosa de un autor Max en su ayuda y los dos se
tan distinguido, pero que se sentía pusieron a empujar, pero sin
en el deber de advertir a papá de la resultado. El asiento seguía
general falta de interés que había tercamente extendido en mitad de
la habitación mientras mamá y Max —dijo papá—. Me temo que tendrá
se enjugaban el sudor del rostro, usted que esperar hasta mañana
pues hacía mucho calor. —ante lo cual en el rostro de la
—¡Oh, por qué siempre se tendrá portera apareció una expresión
que estar estropeando algo! —gritó particularmente desagradable.
mamá—. Habrá que decirle a la Mamá miró a papá angustiada.
portera que lo arregle. Anna, baja —Pero no lo entiendo —dijo
ahora mismo y dile que suba. rápidamente en alemán—. ¿No
No era aquélla una misión muy fuiste ayer al Diario Parisino? —
apetecible. Recientemente, para Naturalmente —dijo papá—, pero
ahorrar, mamá había puesto fin al me pidieron que esperara hasta
acuerdo según el cual la portera hoy por la mañana. Últimamente el
subía todos los días para ayudarla Diario Parisino atravesaba tales
en la limpieza, y ahora la portera dificultades que el director a veces
estaba siempre de muy mal humor. se veía en apuros para pagarle a
Pero afortunadamente Anna se la papá incluso los pocos artículos
encontró a la puerta del piso. que podía publicarle, y ahora
—Venía a traer el correo —dijo la precisamente le debía tres.
portera (era sólo una circular)—, y —No sé de qué están ustedes
por el alquiler. hablando entre sí —les
—Buenos días, señora —dijo papá, interrumpió la portera
cortésmente como siempre, al groseramente—, pero el alquiler
encontrársela en el vestíbulo, y, al hay que pagarlo hoy. No
verla entrar en su habitación detrás mañana, sino hoy. Tanto a
de Anna, mamá le dijo: «¿Quiere mamá como a papá les
usted echar un vistazo a esta sorprendió el tono con que lo
cama?» dijo.
La portera dio un empujón —Cobrará usted el alquiler —dijo
desganado a la cama. mamá, poniéndose colorada—.
—Será que la han estado hurgando ¡Ahora quiere usted hacer el favor
los niños de arreglar este trasto, porque en
—dijo, y a renglón seguido repitió— algún sitio tengo que dormir esta
: He venido por el alquiler. noche!
—Los niños no la han tocado —dijo —Encima, ¿no? —dijo la portera,
mamá de mal talante—, y ¿cómo sin mover ni un dedo—. ¡Para una
es eso del alquiler? No hay que gente que ni siquiera paga cuando
pagarlo hasta mañana. debe...!
—Hoy —dijo la portera. Papá se puso furioso.
—Pero hoy no estamos a uno de —¡No le voy a permitir que hable
septiembre. Por toda respuesta, la así a mi esposa! —dijo, pero la
portera apuntó en silencio a la portera no se inmutó.
fecha de un periódico que llevaba —¡No se dé usted tanta
en la mano. —Está bien —dijo importancia —dijo—, si no tiene de
mamá, y llamó a papá—: Es el qué!
alquiler. Entonces mamá perdió los
—No recordaba que había que estribos.
pagarlo hoy
— ¡Haga el favor de arreglar esta mamá y papá estaban muy juntos
cama! —gritó—. ¡Y si no sabe, al lado de la ventana, hablando.
lárguese! —Os agradará saber —les dijo
—¡Ja! —dijo la portera—. ¡Bien papá al verles entrar— que la
sabía Hitler lo que hacía al horrible portera ya tiene su alquiler.
deshacerse de gente como Cobré lo que me debían en el
ustedes! Diario Parisino.
—¡Fuera! —gritó papá, y la empujó —Pero tenemos que hablar —dijo
hacia la puerta. mamá. Esperaron mientras servía
Mientras salía, Anna la oyó decir: la comida.
«¡La culpa la tiene el gobierno, por —No podemos seguir así —dijo—.
haberles dejado entrar en el país!» Ya lo veis vosotros mismos. Es
Cuando volvieron junto a mamá la imposible que papá gane un sueldo
encontraron inmóvil, mirando la decente en este país. Así que él y
cama. Había en su rostro una yo pensamos que lo único que se
expresión que Anna no había visto puede hacer es ir a Inglaterra, a
nunca. Al entrar papá, mamá gritó: ver si allí podemos empezar una
«¡No podemos seguir así!», y le dio nueva vida.
a la cama un tremendo puntapié. —¿Cuándo nos iríamos? —
Algo debió desengancharse, preguntó Anna.
porque al instante el asiento salió —De momento sólo iríamos papá y
disparado sobre el somier y se yo —dijo mamá—. Max y tú os
cerró de golpe. Todos se echaron a quedaríais con Omamá y Opapá
reír menos mamá, que de pronto hasta que hayamos arreglado las
se quedó muy tranquila. cosas.
—Hoy es jueves —dijo con voz Max se entristeció pero asintió con
insólitamente calmada—, de modo la cabeza. Se veía que se lo
que habrá matinal infantil en el cine esperaba.
—buscó en su bolso y le dio dinero —Pero supongamos que tardáis
a Max—. Id los dos. mucho tiempo en arreglarlo —dijo
—¿Seguro? —preguntó Max. Cada Anna—. Entonces no os veríamos.
entrada de la matinal costaba un —No tenemos por qué tardar
franco, y desde hacía tiempo mucho tiempo —respondió mamá.
mamá decía que era demasiado —Pero Omamá... —dijo Anna—.
caro. Ya sé que es muy cariñosa, pero...
—Sí, sí —dijo mamá—. Daos prisa —no podía decir que Omamá no
o llegaréis con la película quería a papá, de modo que en vez
empezada. de eso le miró—. ¿Tú que
Había algo raro en todo aquello, piensas?
pero no era cosa de perderse una En el rostro de papá había aquella
ocasión así, conque Anna y Max se expresión de cansancio que Anna
fueron al cine y vieron tres aborrecía, pero dijo con mucha
películas de dibujos, un noticiario y firmeza:
un documental sobre pesca de —Allí estaréis bien atendidos. E
altura. Cuando volvieron todo iréis al colegio: así no se
estaba normal en casa. La comida interrumpirán vuestros estudios —
estaba en la mesa, y
sonrió—. Los dos los lleváis muy —¿De qué? —preguntó papá.
bien. —¡De llegar a sentirme refugiada
—No tenemos otro remedio — de verdad! —dijo Anna, y se echó
dijo mamá. Algo duro y triste se a llorar.
alzó en el interior de Anna. —
Entonces, ¿está decidido? —
preguntó—. ¿Ni siquiera queréis
saber qué nos parece? —Por
supuesto que sí —dijo mamá—;
pero, tal como están las cosas,
no hay muchas posibilidades de
elegir.
—Dinos qué te parece —dijo papá.
Anna se quedó mirando el hule
rojo.
—Es que yo creo que deberíamos
seguir estando juntos —dijo—. No
me importa exactamente dónde ni
cómo. No me importa que haya
dificultades, como el no tener
dinero, y no me importa lo de la
tonta de la portera esta mañana...,
mientras estemos los cuatro juntos.
—Pero, Anna —dijo mamá—, hay
muchísimos niños que tienen que
estar algún tiempo separados de
sus padres. Muchísimos niños
ingleses están en el colegio
internos.
—Ya lo sé —dijo Anna—, pero es
distinto si no se tiene hogar. Si no
se tiene hogar hay que estar con la
familia —miró los rostros apenados
de sus padres y explotó—. ¡Ya lo
sé! Ya sé que no hay otro remedio
y que sólo estoy poniendo las
cosas más difíciles. Pero hasta
ahora nunca me ha importado ser
refugiada. Al revés, me ha gustado
mucho. Creo que estos dos últimos
años, en que hemos sido
refugiados, han sido mucho
mejores que si nos hubiéramos
quedado en Alemania. Pero si
ahora nos mandáis lejos de
vosotros, me da mucho miedo...,
me da mucho miedo...
Capítulo 23 hombre de aspecto desastrado, y
tenía la voz triste.
—¡Papá! —chilló Anna al entrar los
dos en la casa—. ¡Traigo
Después Anna se sintió muy croissants para desayunar y hay
avergonzada de haber perdido el una carta y un señor que quiere
control de esa manera. Al fin y al verte!
cabo, desde el primer momento —¿Que quiere verme? ¿Ahora? —
había sabido que mamá y papá no dijo papá mientras salía de su
tenían otra alternativa que habitación, poniéndose la corbata.
enviarles a Max y a ella con los Hizo pasar al visitante al comedor,
abuelos. Su actuación no había y Anna entró tras ellos con la carta
servido más que para que a todos en la mano.
les sentara peor lo que de todos —¿Cómo está usted, herr,.. ?
modos tenía que suceder. ¿Por —Rosenfeld —dijo el hombre,
qué no se habría callado? Estuvo haciendo una pequeña
dándole vueltas en la cama, y a la inclinación—. He sido actor en
mañana siguiente se despertó Berlín, pero usted no me conoce.
temprano, convencida de que Sólo papeles pequeños,
debía hacer algo. Todavía le ¿comprende? —sonrió, mostrando
quedaba un poco de dinero del unos dientes amarillos y
premio: saldría y compraría desiguales, y añadió con aparente
croissants para el desayuno. incoherencia—: Tengo un sobrino
Por primera vez en varias semanas que trabaja en la industria de
corría un poco de brisa, y, al volver confitería.
de la panadería con los croissants —Papá... —dijo Anna mostrando la
calientitos metidos en una bolsa, carta, pero papá dijo: «¡Luego!»
Anna iba mucho más contenta. A herr Rosenfeld parecía costarle
Todo se arreglaría de alguna trabajo decir lo que había ido a
manera; todo saldría bien. decir. Sus ojos tristes no hacían
Había un hombre con fuerte acento más que vagar por la habitación
alemán hablando con la portera, y mientras iba tanteando una manera
al pasar Anna oyó que preguntaba de empezar tras otra y
por papá. desechándolas todas. Por fin se
—Suba usted conmigo —le dijo, sin metió la mano en el bolsillo y sacó
mirar siquiera a la portera, y ésta, un paquetito envuelto en papel
en silencio ofendido, le dio una marrón.
carta. Anna miró la carta y vio, con —Le he traído esto —dijo, y se lo
una súbita aceleración del pulso, entregó a papá. Papá lo
que traía sello de Inglaterra. desenvolvió. Era un reloj, un reloj
Durante todo el viaje en el viejo de plata de aspecto conocido.
ascensor no pensó en otra cosa —Julius! —exclamó papá.
que en lo que podría haber dentro Herr
de la carta, y ni se volvió a acordar Rosenfeld
del visitante de papá hasta que él asintió
le dirigió la palabra. —Tú debes ser tristemente:
Anna —dijo, y Anna asintió. Era un «Soy portador
de malas entonces todos los domingos. A
noticias.» El pesar de tener tan poco dinero, el
tío Julius tío Julius siempre se las apañaba
había muerto. para llevarles cacahuetes a los
Mientras mamá servía café a herr monos y restos de comida a los
Rosenfeld y él mordisqueaba otros animales, y herr Rosenfeld se
distraídamente uno de los había quedado asombrado al ver
croissants de Anna, les contó cómo cómo se abalanzaban a los
había muerto el tío Julius. Le barrotes de las jaulas cuando le
habían echado de su puesto de veían llegar.
conservador del Museo de Historia —No era sólo por la comida; era
Natural de Berlín, hacía casi un mas bien como una especie de
año. bondad suya, que los animales
—Pero, ¿por qué? —preguntó notaban.
mamá. Papá asintió nuevamente...
—Debe usted saberlo —dijo herr Durante el otoño, el tío Julius iba al
Rosenfeld—. Su abuela era judía. zoo incluso por las tardes, a la
A partir de entonces el tío Julius no salida del trabajo. Su vida entera
había podido trabajar como había llegado a estar centrada en
naturalista, pero se había colocado los animales. Había un mono que
de barrendero en una fábrica. Se le dejaba acariciarle a través de los
mudó de su piso a un cuarto barrotes...
barato, y era allí donde había Y entonces, justo en vísperas de
hecho amistad con herr Rosenfeld, Navidad, llegó el golpe. El tío Julius
que ocupaba el cuarto de al lado. A había recibido una carta oficial
pesar de sus dificultades, el tío anulando su permiso de entrada en
Julius estaba muy contento en el zoo. No se daba ninguna
aquella época. explicación. El hecho de haber
—Simplemente... aceptaba las tenido una abuela judía era
cosas, ¿verdad? —decía herr suficiente.
Rosenfeld—. Ya entonces pensaba A raíz de aquello el tío Julius había
yo venirme a París a estar con mi cambiado. No dormía, ni comía
sobrino, y yo le decía: «¡Véngase como es debido. Ya no hablaba
usted también..., hay sitio para los con herr Rosenfeld, sino que se
dos en la industria de confitería!» pasaba los domingos metido en su
Pero él no quería. Parecía cuarto, mirando a los gorriones del
convencido de que la situación de tejado de enfrente. Finalmente, a
Alemania tenía que cambiar. Papá altas horas de una noche de
asintió, acordándose del tío Julius primavera, había llamado a la
en Suiza. puerta de herr Rosenfeld y le había
Herr Rosenfeld y el tío Julius rogado que, cuando fuera a París,
habían tenido muchas le llevara una cosa a papá. Herr
conversaciones juntos, y el tío Rosenfeld le había explicado que
Julius le había hablado mucho de todavía tardaría cierto tiempo en
papá y su familia. Un par de veces irse, pero el tío Julius le había
herr Rosenfeld le había dicho: «No importa, se lo doy
acompañado al zoo, donde pasaba ahora», y herr Rosenfeld se había
quedado con el paquetito para portera y mandarla a paseo! —dijo
tranquilizarle. A la mañana Max.
siguiente habían encontrado al tío —¡No..., espera! —gritó mamá—.
Julius muerto, con un frasco de Pero, si nos vamos a Londres,
pastillas para dormir vacío a su habrá que decirlo en vuestros
lado. colegios. Y tenemos que
Herr Rosenfeld no había podido informarnos sobre hoteles. Y allí
salir de Alemania hasta pasados hará más frió..., necesitaréis ropa
varios meses, pero en seguida interior de lana.
había ido a ver a papá para De pronto parecía haber mil cosas
entregarle el paquete. de que hablar.
—Hay también una nota —dijo. Pero papá, gracias al cual pasaba
La letra era tan cuidadosa como todo, no quiso hablar de nada.
siempre. Mientras mamá y los niños
Decía simplemente: «Adiós. Os parloteaban y hacían proyectos, él
deseo mucha suerte», y estaba se quedó sentado muy quieto,
firmado: «Julius». ajeno a lo que se decía a su
Hasta mucho rato después de que alrededor. Tenía el reloj del tío
herr Rosenfeld se marchara no se Julius en la mano y lo acariciaba,
acordó Anna de la otra carta, la de muy suavemente, con un dedo.
Inglaterra, que todavía tenía en la
mano, y se la dio a papá. El la
abrió, la leyó en silencio y se la
pasó a mamá.
—¡Quieren comprarte el guión! —
exclamó mamá, y luego, como si
casi no lo pudiera creer—:
¡Mil libras...!
—¿Eso quiere decir que ya no
tendremos que irnos a vivir con
Omamá? —preguntó rápidamente
Max.
—¡Claro que no! —dijo mamá—.
Ya no hay necesidad de dejaros
aquí. ¡Podemos irnos a Inglaterra
todos juntos!
—¡Oh, papá! —exclamó Anna—.
¡Papá, es maravilloso!
—Sí —dijo papá—. Me alegro de
que vayamos a estar todos juntos.
—¡Pensar que van a filmar tu
guión! —mamá le había puesto Capítulo 24
una mano en el hombro. Entonces
se fijó en lo raído que tenía el
cuello de la chaqueta—. Resultaba extraño marcharse otra
Necesitarás una chaqueta nueva
vez a otro país.
—dijo. —¡Vamos a decírselo a la
—Justo cuando habíamos familiar, la habitación parecía vacía
aprendido a hablar francés bien — y pobre.
dijo Max. —No sé cómo hemos vivido aquí
No hubo ocasión de decir adiós a dos años —dijo mamá.
madame Socrate, porque estaba Anna pasó la mano por el hule rojo
todavía de vacaciones. Anna tuvo de la mesa.
que dejarle una nota en el colegio. —A mí me gustaba —dijo.
Pero fue con mamá a hacerle una Llegó el taxi. Papá y Max
visita de despedida a la tía abuela amontonaron el equipaje en el
Sarah, que les deseó suerte en su ascensor, y papá cerró la puerta
nueva vida en Inglaterra y se del piso tras ellos.
mostró entusiasmada ante las Cuando el tren salió de la estación,
noticias de la película de papá. Anna se asomó a la ventanilla con
—Por fin hay alguien que pague a papá y miró cómo París se alejaba
ese buen hombre —dijo—. Hace lentamente.
mucho tiempo que deberían —Volveremos —dijo papá.
haberlo hecho. —Ya lo sé —dijo Anna. Recordó lo
Los Fernand volvieron de la costa que había sentido cuando volvieron
justo a tiempo de que las dos al Gasthof Zwirn de veraneo, y
familias pasaran una última tarde añadió—: Pero no será igual... no
juntas. Papá se los llevó a todos a nos sentiremos en casa. ¿Tú crees
cenar fuera para celebrarlo, y se que llegaremos a sentirnos en casa
prometieron volverse a ver pronto. en algún sitio?
—Volveremos a Francia a menudo —Supongo que no —respondió
—dijo papá. Llevaba una chaqueta papá—. No como la gente que ha
nueva, y el aspecto de cansancio vivido en un mismo sitio durante
había desaparecido totalmente de toda su vida. Pero nos sentiremos
su rostro. un poquito en casa en muchos
—Y ustedes tienen que ir a sitios, y eso puede estar igual de
visitarnos a Londres —dijo mamá. bien.
—Iremos a ver la película —dijo Las galernas equinocciales habían
madame Fernand. empezado pronto aquel año, y,
No tardaron mucho en hacer el cuando el tren llegó a Dieppe cerca
equipaje. Cada vez que cambiaban de la hora del almuerzo, el mar
de sitio parecía haber menos cosas presentaba un aspecto temible y
que meter en las maletas, por las sombrío bajo el cielo gris. Habían
muchas que habían usado o tirado; elegido la travesía lenta de Dieppe
y una mañana gris, menos de dos a Newhaven porque era más
semanas después de la llegada de barata, a pesar de la fortuna recién
la carta de Inglaterra, todo estuvo encontrada de papá.
listo para la marcha. —No sabemos cuánto tiempo
Mamá y Anna se detuvieron en el tendrá que durarnos —dijo mamá.
comedorcito por última vez, Tan pronto como el barco salió del
esperando el taxi que les llevaría a puerto de Dieppe empezó a
la estación. Despojada del cabecear y dar bandazos, y la
batiburrillo de pequeños objetos de emoción que Anna había sentido
uso cotidiano que la habían hecho ante su primera travesía se
evaporó rápidamente. Max, mamá —¿Dónde estamos? —preguntó
y ella vieron cómo sus caras se mamá. Anna leyó el nombre que
iban poniendo cada vez más aparecía en un cartel iluminado.
pálidas y desencajadas, hasta que —En Bovril —dijo.
tuvieron que irse bajo cubierta y —No puede ser —dijo Max—. El
tumbarse. Sólo papá siguió tan último sitio donde hemos parado se
tranquilo. El mal tiempo hizo que llamaba Bovril.
se tardara seis horas en cruzar el Mamá, todavía pálida de la
Canal de la Mancha en lugar de las travesía, miró.
cuatro usuales, y mucho antes de —Es un anuncio —dijo—. Bovril es
desembarcar ya pensaba Anna una clase de comida inglesa. Me
que le daba igual cómo fuera parece que lo toman con la fruta en
Inglaterra, con tal de llegar. compota.
Cuando al fin llegaron, había tal El tren siguió arrastrándose por la
oscuridad que no se veía nada. El oscuridad, y a Anna le entró sueño.
tren correspondiente al barco había Había algo conocido en la
partido hacía tiempo, y un mozo de situación: su cansancio, el sonido
estación amable pero de las ruedas del tren, y la lluvia
incomprensible les acomodó en un tamborileando en los cristales.
tren lento con destino a Londres. Todo había ocurrido antes, hacía
Cuando el tren se ponía en marcha tiempo. Antes de que pudiese
vacilante, un puñado de gotas de recordar cuándo, se quedó
lluvia apareció en la ventana. dormida.
—Tiempo inglés —dijo papá, que Cuando se despertó el tren iba más
estaba muy animado porque él no deprisa, y por las ventanillas se
se había mareado. veían pasar luces rápidamente. Se
Anna iba acurrucada en su rincón asomó y vio calles mojadas y
del compartimento, viendo pasar farolas y casitas que parecían
el anónimo paisaje oscuro. todas iguales.
Realmente no se podía ver cómo —Ya estamos entrando en Londres
era nada. Al cabo de un rato se —dijo mamá.
cansó de mirar y echó una Las calles se hicieron más anchas
ojeada, para variar, a dos y los edificios más altos y más
hombres que iban enfrente de variados, y de pronto el sonido de
ella. Eran ingleses. En la rejilla las ruedas cambió y estaban
que había sobre sus cabezas atravesando un puente sobre un
había dos sombreros en forma río ancho.
de melón, de un tipo que pocas —¡El Támesis! —exclamó papá.
veces había visto antes, y los dos Estaba bordeado de luces por las
hombres iban sentados muy dos orillas, y Anna vio algunos
tiesos, leyendo periódicos. coches y un autobús rojo
Aunque habían subido juntos, no circulando por debajo de ellos.
hablaban entre sí. Los ingleses Luego el puente se acabó, el río
parecían ser gente muy callada. quedó atrás, y, como si sobre el
El tren aminoró la marcha y se tren hubieran echado un cajón, de
detuvo, por enésima vez, en una repente apareció a su alrededor la
pequeña estación mal iluminada. luminosidad de una estación con
andenes, mozos y mucha gente. enérgicamente en el andén—. Itla
Habían llegado. —repitió. Eso era lo que pensaba
Anna se bajó del tren y se quedó de él.
en el andén desapacible mientras Todos sonrieron, y el mozo estaba
esperaban al primo de mamá, Otto, empezando a hacer otra imitación
que iba a ir a recibirles. A su de Hitler con el pelo aplastado
alrededor los ingleses se sobre la frente cuando mamá
saludaban, sonriendo y charlando. apareció por un lado y papá y el
—¿Tú entiendes lo que dicen? — primo Otto aparecieron por el otro.
preguntó Anna. — ¡Bienvenidos a Inglaterra! —
—Ni palabra —contestó Max. exclamó el primo Otto, abrazando
—Ya verás como dentro de unos a mamá. Luego, al ver que mamá
meses lo entendemos —dijo Anna. tiritaba un poco, añadió en tono de
Papá había encontrado mozo, pero reproche—: En este país hay que
al primo Otto no se le veía por llevar siempre ropa interior de lana.
ninguna parte, de modo que mamá Anna le recordaba de Berlín como
y papá fueron a buscarle mientras un hombre bastante elegante, pero
los niños se quedaban con el ahora iba mal vestido, con un
equipaje. Hacía frío. abrigo arrugado. Le siguieron hacia
Anna se sentó sobre una maleta y la salida en lenta procesión. Por
el mozo le sonrió. todas partes había gente. La
—Français? —preguntó. Anna humedad era tan grande que
sacudió la cabeza. parecía como si del suelo saliese
—Deutsch? Anna asintió. vapor, y a Anna se le llenó la nariz
—Ah, deutsch —dijo el mozo, que del olor a goma de los
era un hombrecito regordete con la impermeables que llevaban casi
cara muy colorada—. todos los ingleses. Al final del
¿Itla? —añadió. andén había un pequeño atasco,
Anna y Max se miraron. No sabían pero nadie empujaba ni daba
lo que quería decir. codazos como era habitual en
—¡Itla! ¡Itla! —repitió el mozo; se Francia y Alemania: cada uno
colocó un dedo debajo de la nariz esperaba su turno. En medio del
como si fuera un bigote y levantó la aire brumoso resplandecía un
otra mano haciendo el saludo puesto de fruta con naranjas,
nazi—. ¿Itla? manzanas y plátanos amarillos, y
—¡Ah, Hitler! —exclamó Max. había un escaparate enteramente
—¿Aquí hay nazis? —preguntó lleno de caramelos y bombones.
Anna. Los ingleses debían ser muy ricos
—Espero que no —dijo Max. Los para poder comprar aquellas
dos sacudieron sus cabezas con cosas. Pasaron junto a un policía
vehemencia y pusieron gesto de inglés con un casco muy alto y otro
desaprobación. con una capa mojada.
—¡No! —dijeron—. ¡No Hitler! Eso Fuera de la estación la lluvia caía
pareció gustarle al mozo. como una cortina reluciente, y
—Itla... —empezó. Miró en torno Anna vio vagamente una especie
por ver si alguien le estaba de plaza. De nuevo tuvo la
mirando, y luego escupió sensación de que todo aquello
había sucedido antes. Ella había «Qué lástima» —pensó—. ¡A este
estado bajo la lluvia afuera de una paso, nunca seré famosa!»
estación, y hacía frío... Se acercó más a papá y metió la
—Esperadme aquí, que voy por un mano en el bolsillo de él para
taxi —dijo el primo Otto, y también calentársela.
aquello sonaba conocido. De Entonces volvió el primo Otto con
pronto todo se le juntó: su el taxi.
cansancio, la mala travesía y el — ¡Aprisa! —gritó—. ¡No puede
frío. Notó un gran vacío en la esperar!
cabeza, y la lluvia pareció rodearla Todos se apresuraron. Papá y el
por todas partes y el pasado y el primo Otto cogieron el equipaje, y
presente se confundieron, de modo el taxista lo arrojó dentro del taxi.
que por un instante no supo dónde Mamá se resbaló en el suelo
estaba. mojado y estuvo a punto de
—¿Estás bien? —le preguntó caerse, pero el primo Otto la
papá, agarrandola por un brazo al sujetó.
tambalearse ella un poco, y el —Los ingleses llevan todos suelas
primo Otto dijo con voz de goma —gritó, empujando la
preocupada: «Debe resultar muy última maleta.
difícil pasarse la infancia Luego todos se amontonaron en el
cambiando de un país a otro.» taxi. El primo Otto dio la dirección
Al oír esas palabras, algo se aclaró del hotel. Anna apretó la cara
en la mente de Anna. contra la ventanilla, y el taxi se
«Infancia difícil...», pensó. El puso en marcha.
pasado y el presente se disociaron.
Recordó el largo y cansado viaje
desde Berlín con mamá, cómo
llovía y cómo ella había leído el
libro de Gunther y deseado tener
una infancia difícil para poder llegar
a ser famosa algún día. ¿Sería que
su deseo se había hecho realidad?
A su vida desde que salió de
Alemania, ¿se le podría llamar
realmente una infancia difícil?
Pensó en el piso de París y en el
Gasthof Zwirn.
No, era absurdo. Algunas cosas
habían sido difíciles, pero siempre
había sido interesante, y a menudo
divertido: y mamá y papá y Max y
ella casi siempre habían estado
juntos. Mientras estuvieran juntos,
no podría tener nunca una infancia
difícil. Suspiró un poco al
abandonar sus esperanzas.

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