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Los siguientes apuntes, cuyo exclusivo objeto es facilitar el estudio del ramo Personas por
parte de los alumnos, han sido elaborados en base a extractos de diversos tratados y
manuales de estudio, a los cuales se han adicionado comentarios.
2. CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Tomos I y II,
1930.
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TEMARIO
I.
SUJETOS DE DERECHO
1. NOCIÓN DE LA PERSONALIDAD.
2. SUSTRATO DE LA PERSONALIDAD.
(i) El Hombre.
(ii) Asociaciones Humanas.
(iii) El Patrimonio.
II.
LAS PERSONAS NATURALES
A.
INICIO Y FIN DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONA NATURAL
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B.
ATRIBUTOS DE LA PERSONALIDAD
B.1
GENERALIDADES
B.2
CAPACIDAD DE GOCE
1. LA CAPACIDAD DE GOCE.
2. INCAPACIDADES DE GOCE ESPECIALES O PARTICULARES.
3. LA CAPACIDAD DE EJERCICIO.
B.3
NACIONALIDAD
1 DEFINICIÓN.
2. IGUALDAD DE LOS CHILENOS Y EXTRANJEROS ANTE EL DERECHO CIVIL.
3. ADQUISICIÓN Y PÉRDIDA DE LA NACIONALIDAD.
3.1. Quienes son chilenos
3.2. Pérdida de la nacionalidad chilena
4. NACIONALIDAD Y CIUDADANÍA.
B.4
EL NOMBRE
1. CONCEPTO.
2. CARACTERÍSTICAS DEL NOMBRE CIVIL.
3. CAMBIO DE NOMBRE.
3.1. El cambio de nombre por vía principal o directa.
3.2. Otras modificaciones.
3.3. Procedimiento.
4. NOMBRE Y DERECHO AL NOMBRE.
5. EL SOBRENOMBRE.
6. EL SEUDÓNIMO.
B.5
ESTADO CIVIL
1. DEFINICIÓN.
2. CARACTERÍSTICAS.
3. EFECTOS DEL ESTADO CIVIL.
4. FUENTES DEL ESTADO CIVIL.
5. SENTENCIAS EN MATERIA DE ESTADO CIVIL.
6. PRUEBA DEL ESTADO CIVIL.
6.1. Medios de prueba principales. Las partidas del Registro Civil.
6.2. Medios de prueba supletorios.
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B.6
DOMICILIO
1. CONCEPTO.
2. NIVELES DE VINCULACIÓN JURÍDICA DE UNA PERSONA CON UN LUGAR.
3. PRESUNCIONES DE DOMICILIO.
3.1. Presunciones negativas.
3.2. Presunciones positivas.
4. CLASES DE DOMICILIO.
4.1. Domicilio político y civil.
4.2. Domicilio general y domicilio especial.
4.3. Domicilio legal, convencional y real.
5. PLURALIDAD DE DOMICILIOS.
6. Importancia del domicilio.
B.7
PATRIMONIO
1. CONCEPTO.
2. UTILIDAD DEL CONCEPTO DE PATRIMONIO.
3. TEORÍAS SOBRE EL PATRIMONIO.
3.1. Doctrina clásica o subjetiva.
3.2. Doctrina objetiva, moderna o materialista.
C.
DERECHOS DE LA PERSONALIDAD
C.1
PARTE GENERAL
1. CONCEPTO.
2. OBJETO DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
3. NATURALEZA JURÍDICA DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
4. CARACTERES DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
5. PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
6. LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD CON RELACIÓN A LAS PERSONAS JURÍDICAS.
7. INDEMNIZACIÓN DEL DAÑO MORAL POR VULNERACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA
PERSONALIDAD.
C.2
PARTE ESPECIAL
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III.
LAS PERSONAS JURIDICAS
A.
PARTE GENERAL
1. CONCEPTO.
2. REGULACIÓN DE LAS PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO.
3. NATURALEZA DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.
3.1. Teoría de la ficción legal.
3.2. Teoría de la realidad.
3.3. Teoría de Ferrara.
3.4. Teoría normativa de Kelsen.
3.5. Teoría de los patrimonios de afectación.
3.6. Nuestra legislación.
4. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PERSONALIDAD JURÍDICA: EL PRINCIPIO DE LA RADICAL
SEPARACIÓN ENTRE LA ENTIDAD Y MIEMBROS.
4.1. Primer elemento: imputación de actos, derechos y responsabilidades.
4.2. Segundo elemento: aplicación de las normas jurídicas con independencia del sustrato
personal de las entidades morales.
5. DEL ABUSO DE LA PERSONA JURÍDICA.
6. ATRIBUTOS DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.
6.1. Capacidad.
6.2. Nombre.
6.3. Domicilio.
6.4. Nacionalidad.
6.5. Patrimonio.
7. DERECHOS DE LA PERSONALIDAD DE LOS ENTES JURÍDICOS.
8. RESPONSABILIDAD DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.
8.1. Responsabilidad penal.
8.2. Responsabilidad civil.
B.
PARTE ESPECIAL
B.1
CLASIFICACIONES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS
B.2
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PÚBLICO
1. LA NACIÓN Y EL FISCO.
2. LAS MUNICIPALIDADES.
3. IGLESIAS Y COMUNIDADES RELIGIOSAS.
4. ESTABLECIMIENTOS QUE SE COSTEAN CON FONDOS DEL ERARIO.
B.3
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO SIN FINES DE LUCRO: CORPORACIONES Y FUNDACIONES
1. ASPECTOS GENERALES.
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1.1. Regulación.
1.2. Del Derecho de Asociación.
1.3. Personalidad jurídica de las asociaciones.
1.4. Uniones o federaciones.
1.5. Del Registro Nacional de Personas Jurídicas sin Fines de Lucro.
1.6. Corporaciones (o Asociaciones) y Fundaciones.
2. LAS CORPORACIONES.
2.1. Constitución.
2.2. Normas por las que se gobiernan las corporaciones.
2.3. La voluntad.
2.4. Capacidad, patrimonio y utilidades.
2.5. Dirección y Administración.
2.6. Fiscalización
2.7. Disolución.
2.8. Destino de los bienes después de extinguida la corporación.
3. LAS FUNDACIONES.
3.1. Acto fundacional.
3.2. Disolución.
B.4
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO CON FINES DE LUCRO: LA SOCIEDAD
1. ASPECTOS GENERALES.
2. CARACTERES DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.
3. LA SOCIEDAD ES UNA PERSONA JURÍDICA DISTINTA DE LOS SOCIOS.
4. ELEMENTOS DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.
4.1. Aporte de los socios.
4.2. Participación en las utilidades.
4.3. Contribución a las pérdidas.
4.4. Intención de formar sociedad.
5. SOCIEDAD DE HECHO.
6. DIFERENTES ESPECIES DE SOCIEDAD.
6.1. Sociedades civiles y comerciales.
6.2. Sociedades colectivas, en comandita, anónimas, por acciones y de responsabilidad limitada.
7. ADMINISTRACIÓN DE LA SOCIEDAD COLECTIVA.
7.1. A quien compete la administración.
7.2. Caso en que la administración se confía a uno o varios administradores.
7.3. Designación del administrador en el pacto social.
7.4. Consecuencias de la renuncia o remoción del administrador.
7.5. Nombramiento del administrador por acto posterior al contrato de sociedad.
7.6. Caso en que no se haya designado administrador.
7.7. Formas de la administración.
7.8. Facultades de los administradores.
7.7. Efectos de los actos del administrador.
7.8. Obligación de rendir cuenta.
7.9. Administración por todos los socios.
8. OBLIGACIONES DE LOS SOCIOS.
8.1. Obligaciones de los socios para con la sociedad.
8.2. Obligaciones de la sociedad para con los socios.
8.3. Obligaciones de los socios para con terceros.
9. INCORPORACIÓN DE UN TERCERO A LA SOCIEDAD.
10. DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD.
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I.
SUJETOS DE DERECHO
1. NOCIÓN DE LA PERSONALIDAD.
En efecto, según la concepción clásica, todo derecho compete a un sujeto llamado persona.
Así, la idea de la personalidad es una categoría jurídica necesaria para dar una base a los
derechos y obligaciones; en este sentido, desde los tiempos de Justiniano se indicaba que
"toda ley se ha establecido por causa de las personas".
Por ende, desde un punto de vista jurídico, persona es todo ser capaz de tener derechos y
obligaciones. Sinónimo de persona es la expresión sujeto de derecho, que son todos los seres
que, conforme al ordenamiento legal, están dotados de capacidad jurídica, llamada
también capacidad de goce, o sea, aptitud para ser titular de derechos y obligaciones.
En este contexto, cabe recordar que por largo tiempo hubo una clase de hombres a los que
se les negaba la calidad de sujetos de derecho: los esclavos. Es más, en Chile, hasta el año
1943, la personalidad podía perderse por la muerte civil, conforme lo indicaba el hoy
derogado art. 95 del Código Civil, que establecía que "Termina también la personalidad,
relativamente a los derechos de propiedad, por la muerte civil, que es la profesión
solemne, efectuada conforme a las leyes, en instituto monástico, reconocido por la Iglesia
Católica".
En nuestros días, todo individuo de la especie humana, por el solo hecho de serlo, es persona,
no siendo necesario que esté dotado de plena voluntad y conciencia. Por tanto, los niños y
dementes, no obstante carecer de voluntad consciente, poseen personalidad, es decir,
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aptitud para tener derechos y obligaciones. Pero esto es así no por la naturaleza del
hombre, sino porque el derecho así lo dispone.
Por otra parte, es perfectamente posible y en nada afecta al derecho desde un punto de
vista técnico que éste le reconozca personalidad, esto es, la posibilidad de ser titular de
derechos y deberes, a otras entidades distintas del hombre, lo que da lugar a la noción de
personas jurídicas.
Finalmente, y aunque resulte obvio, cabe indicar que los animales no están dotados de
personalidad y por ende no son sujetos de derechos y obligaciones. La circunstancia de
que se castiguen los actos de maltrato o crueldad con animales (art. 291 bis del Código
Penal) no puede interpretarse como una concesión de derechos a su favor. Pero, por su
parte, los hombres tampoco tienen derecho a hacer sufrir a las bestias. La protección que a
éstas dispensa la ley tiene por fundamento el interés social que existe en reprimir toda
manifestación que hiera los sentimientos humanitarios. Menos se concibe aún a los
animales como sujetos de obligaciones. Cuando causan un daño, la ley establece la
responsabilidad del dueño o de la persona que se sirve del animal ajeno (art. 2326 del
Código Civil).
2. SUSTRATO DE LA PERSONALIDAD.
(i) El Hombre.
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(iii) El Patrimonio.
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II.
LAS PERSONAS NATURALES
A.
INICIO Y FIN DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONA NATURAL
En conformidad al artículo 55 del Código Civil, son personas físicas o naturales “todos los
individuos de la especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición”
(art. 55).
“Individuo de la especie humana” es todo hijo de mujer, rechazando con ello la doctrina
romana y del derecho español antiguo que no atribuía personalidad a los deformes
(monstruos) porque se pensaba que eran hijos de mujeres con animales, cosa que
biológicamente es un absurdo.
Con la expresión “estirpe” se hace referencia a la raíz y tronco de una familia o linaje (por
linaje se entiende la ascendencia o descendencia de cualquier familia).
El art. 74 del Código Civil dispone: “La existencia legal de toda persona principia al nacer,
esto es, al separarse completamente de su madre. La criatura que muere en el vientre
materno, o que perece antes de estar completamente separada de su madre, o que no haya
sobrevivido a la separación un momento siquiera, se reputará no haber existido jamás”.
Por ende, la personalidad natural se inicia con el nacimiento, y para que el nacimiento
constituya un principio de existencia legal se requieren tres condiciones:
(i) La separación del niño respecto de su madre, sea que el desprendimiento del feto
del claustro materno se obtenga natural o artificialmente por medios quirúrgicos, pues la
ley al respecto no distingue.
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(ii) La separación debe ser completa. Esto significa, en opinión de algunos, que ningún
vínculo haya entre la madre y el hijo, ni siquiera el del cordón umbilical. Pero en el parecer
de otros, para que haya separación completa, basta que la criatura salga toda del seno
materno, sin que importe que el cordón umbilical esté cortado o no.
Como es claro, y por lo demás lo señala de forma expresa el art. 74 antes citado, el mismo
se refiere a la existencia legal y no a la existencia natural, a la que nos referiremos más
adelante.
No obstante que la existencia legal sólo comienza con el nacimiento, existe una realidad,
cual es la de la criatura ya concebida, realidad que no ha podido ser ignorada por el
Derecho.
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Por su parte, el artículo 75 del Código Civil dispone que el juez está en la obligación de
adoptar, a petición de cualquiera persona o de oficio, todas las medidas que parezcan
necesarias para proteger la existencia del no nacido, cuando se crea que peligra. En ese
entendido, deberá postergarse todo castigo que la ley imponga a la madre, que pudiere
poner en peligro la vida o la salud de la criatura que lleva en su vientre.
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Por otra parte, el artículo 2, inciso 3, de la Ley 14.908 sobre Abandono de Familia y Pago
de Pensiones Alimenticias, dispone que la madre podrá solicitar alimentos para el hijo que
está por nacer.
El art. 77 dispone que “Los derechos que se deferirían a la criatura que está en el vientre
materno, si hubiese nacido y viviese, estarán suspensos hasta que el nacimiento se efectúe.
Y si el nacimiento constituye un principio de existencia, entrará el recién nacido en el goce
de dichos derechos, como si hubiese existido al tiempo en que se defirieron. En el caso del
artículo 74, inciso 2º, pasarán estos derechos a otras personas, como si la criatura no
hubiese jamás existido.
Por ende, para determinar la suerte final de estos derechos, se debe distinguir:
(i) Si se verifica el nacimiento: entra el recién nacido en el goce de los derechos, como
si hubiere existido al tiempo en que se defirieron (en que fueron concedidos). En el mismo
sentido, el art. 962º. A su vez, los arts. 485 y siguientes establecen normas relativas a los
derechos eventuales del que está por nacer, cuando se nombra un curador, a falta de padre
o madre.
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Atendido que la concepción no es un hecho ostensible que pueda probarse de una manera
categórica, la ley ha preferido establecer una presunción de derecho que determina, a partir
de un hecho conocido, como lo es el nacimiento, la época de la concepción.
El art. 76 establece que “De la época del nacimiento se colige la de la concepción, según la
regla siguiente: Se presume de derecho que la concepción ha precedido al nacimiento no
menos que ciento ochenta días cabales, y no más que trescientos, contados hacia atrás,
desde la medianoche en que principie el día del nacimiento” (art. 76).
El plazo se cuenta hacia atrás, desde la medianoche en que principia el día del nacimiento
(o sea, desde las 0 horas del día respectivo). Normalmente, el nacimiento se produce entre
los 270 y 285 días posteriores a la concepción, y por ello la ley pone como plazo máximo
300 días. También presume la ley el tiempo mínimo de gestación en 180 días. Se ha
criticado sin embargo la presunción citada, porque la experiencia médica demuestra que
hay casos de gestación de más de 300 y de menos de 180 días.
(i) Generalidades.
El art. 78 del Código Civil dispone: “La persona termina en la muerte natural”.
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La muerte es la terminación de las funciones vitales del individuo. En este sentido, un fallo
del Tribunal Constitucional de fecha 13 de agosto de 1995 resolvió lo siguiente: “Que
examinados los informes científicos antes señalados y los indicados en lo expositivo se
llega a la conclusión de que la abolición total e irreversible de todas las funciones
encefálicas constituye la muerte real, definitiva, unívoca e inequívoca del ser humano.”
Este tema se liga con lo que algunos autores denominan “muerte clínica”. Se entiende por
tal un estado en que se conservan algunas funciones vitales, especialmente vegetativas,
que se mantienen, por lo general, en forma artificial, pero, no obstante ellas, el individuo
ha perdido toda conciencia o proceso intelectual.
Como observa LYON, nuestro ordenamiento jurídico no señala de una manera general en
qué momento se produce la muerte real de una persona. Sin embargo, conforme a lo
dispuesto en el art. 11 de la Ley N° 19.451, para los efectos de la extracción de órganos a las
personas en estado de muerte, se debe concluir que esta se produce cuando se haya
comprobado la abolición total e irreversible de todas las funciones encefálicas, lo que se
acreditará con la certeza diagnóstica de la causa del mal, según parámetros clínicos
corroborados por las pruebas o exámenes calificados, y cuando, al menos, ser presenten
las siguientes condiciones: (1) Ningún movimiento voluntario observado durante una
hora; (2) Apnea luego de tres minutos de desconexión de ventilador, y (3) Ausencia de
reflejos troncoencefálicos.
El mismo autor observa que si bien tales condiciones solo son aplicables para los efectos de
utilizar el cuerpo humano en estado de muerte para los fines de trasplantes de órganos, en
todo caso pareciere razonable sostener que cuando se reúnen las condiciones antes
descritas, se ha producido la muerte real de una persona, pues es el ordenamiento jurídico
el que señala que dicha circunstancia se ha producido, al menos para los efectos
mencionados.
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El determinar con precisión el momento en que una persona muere, puede tener gran
importancia jurídica sobre todo en materia sucesoria.
Al respecto nuestro Código Civil, siguiendo la pauta del Derecho Romano, establece que
“si por haber perecido dos o más personas en un mismo acontecimiento, como en un
naufragio, incendio, ruina o batalla, o por otra causa cualquiera, no pudiere saberse el
orden en que han ocurrido sus fallecimientos, se procederá en todo caso como si dichas
personas hubiesen perecido en un mismo momento, y ninguna de ellas hubiese
sobrevivido a las otras” (art. 79).
La presunción de los comurientes es legal y puede, por lo tanto, destruirse probando por
cualquiera de los medios que admite la ley, que cierta persona falleció antes o después que
la otra u otras.
(i) Concepto.
(ii) Objeto.
La ley considera:
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(iii) Elementos.
La presunción es de carácter simplemente legal, por cuanto admite prueba en contrario, sea
por el reaparecimiento del individuo (art. 93) o bien por la prueba tangible de que el
fallecimiento sucedió en otra fecha distinta.
Cabe eso si recordar que la presunción, para existir, requiere de una sentencia judicial que
la declare.
El plazo puede ser más o menos extenso desde la fecha de las últimas noticias, y variará
dependiendo del caso:
Esta primera hipótesis denominada por la doctrina “supuesto ordinario” está contemplada
en los números 1 y del art. 81, que preceptúan: “1º La presunción de muerte debe
declararse por el juez del último domicilio que el desaparecido haya tenido en Chile,
justificándose previamente que se ignora el paradero del desaparecido, que se han hecho
las posibles diligencias para averiguarlo, y que desde la fecha de las últimas noticias que
se tuvieron de su existencia, han transcurrido a lo menos cinco años”; “Con todo, si
después que una persona recibió una herida grave en la guerra, o le sobrevino otro
peligro semejante, no se ha sabido más de ella, y han transcurrido desde entonces cinco
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En esta hipótesis el plazo es de cinco años, contados desde la fecha de las últimas noticias
que se tienen de la persona (Nº 1) o de la fecha de le herida sufrida en la guerra o del
peligro que acaeció (Nº 7).
Esta segunda hipótesis está contemplada en el Nº 9 del art. 81, que dispone: “Después de
seis meses de ocurrido un sismo o catástrofe que provoque o haya podido provocar la
muerte de numerosas personas en determinadas poblaciones o regiones, cualquiera que
tenga interés en ello podrá pedir la declaración de muerte presunta de los desaparecidos
que habitaban en esas poblaciones o regiones […] El juez fijará, como día presuntivo de la
muerte el del sismo, catástrofe o fenómeno natural y concederá inmediatamente la
posesión definitiva de los bienes de los desaparecidos, pero será de rigor oír al Defensor
de Ausentes”.
En esta hipótesis el plazo es de seis meses, contado desde el día en que ocurrió el sismo o
catástrofe. Tal plazo fue establecido en virtud de las modificaciones dispuestas por la Ley
Nº 20.577 de 8 de febrero de 2012, pues previo a ello el plazo era de un año.
Esta tercera hipótesis está contemplada en el Nº 8 del art. 81, que dispone: “Se reputará
perdida toda nave o aeronave que no apareciere a los tres meses de la fecha de las últimas
noticias que de ella se tuvieron. Expirado este plazo, cualquiera que tenga interés en ello
podrá provocar la declaración de presunción de muerte de los que se encontraban en la
nave o aeronave. El juez fijará el día presuntivo de la muerte en conformidad al número
que precede, y concederá inmediatamente la posesión definitiva de los bienes de los
desaparecidos. Si se encontrare la nave o aeronave náufraga o perdida, o sus restos, se
aplicarán las mismas normas del inciso anterior, siempre que no pudieren ubicarse los
cuerpos de todos o algunos de sus ocupantes, o identificarse los restos de los que fueren
hallados. Si durante la navegación o aeronavegación cayere al mar o a tierra un tripulante
o viajero y desapareciere sin encontrarse sus restos, el juez procederá en la forma señalada
en los incisos anteriores; pero deberá haber constancia en autos de que en el sumario
instruido por las autoridades marítimas o aéreas ha quedado fehacientemente demostrada
la desaparición de esas personas y la imposibilidad de que estén vivas”.
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En este caso, el plazo es de tres meses contados desde el día de las últimas noticias que se
tuvieron de la existencia de la nave o aeronave. Tal plazo fue establecido en virtud de las
modificaciones dispuestas por la Ley Nº 20.577 de 8 de febrero de 2012, pues previo a ello
el plazo era de seis meses.
Para que el juez pueda dictar la sentencia que declara presuntivamente muerta a una
persona, es menester que se cumplan previamente las siguientes formalidades procesales:
Para proceder a la declaración y en todos los trámites judiciales posteriores debe ser oído
el Defensor de Ausentes. A petición de éste o de cualquiera persona que tenga interés en
ello, o de oficio, puede exigir el juez además de las pruebas que se le presentaren del
desaparecimiento, si no las estimare satisfactorias, las otras que según las circunstancias
convengan.
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La declaración puede ser provocada por cualquiera persona que tenga interés en ella, con
tal que hayan transcurrido tres meses al menos desde la última citación.
De este día pueden depender los derechos de diversas personas, por ejemplo, los
herederos. La ley, para evitar arbitrariedades, ha señalado distintas reglas, según el caso
concreto de que se trata.
a) Caso ordinario común del art. 81 Nº 1. Se ha de fijar como día presuntivo de la muerte
el último del primer bienio contado desde la fecha de las últimas noticias (art. 81 N° 6°).
b) Caso ordinario común del art. 81 Nº 7 (herida grave u otro peligro semejante). Cuando el
desaparecido recibió una herida grave en la guerra o le sobrevino otro peligro semejante el
juez fijará como día presuntivo de la muerte el de la acción de guerra o peligro o, no
siendo enteramente determinado ese día, un término medio entre el principio y el fin de la
época en que pudo ocurrir el suceso.
c) Caso extraordinario específico (pérdida de nave o aeronave). El juez fijará como día
presuntivo de la muerte el de la pérdida de la nave o aeronave, y no siendo enteramente
determinado ese día, adoptará un término medio entre el principio y el fin de la época en
que se pudo ocurrir el suceso. Igual cosa sucederá cuando durante una navegación o
aeronavegación cayera al mar o tierra un tripulante o viajero sin encontrarse sus restos
(art. 81 Nº 8).
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(v) Procedimiento.
a) Juez competente. El del último domicilio que el desaparecido haya tenido en Chile.
c) Quien se puede oponer. En general puede oponerse todo aquel que tenga interés en
ello y especialmente el defensor de ausentes. La oposición de terceros puede referirse a
que el peticionario carece de interés para solicitar la declaración; a que el desaparecido se
encuentra vivo; o a que las últimas noticias se produjeron en otra fecha.
a.1. Extensión.
El período de mera ausencia, al término del cual se declara la muerte presunta, comienza
con la fecha de las últimas noticias del desaparecido y dura hasta el día en que se decreta
la posesión provisoria o definitiva de sus bienes, que por regla general es de 5 años, y
excepcionalmente puede ser de 1 año (en caso de sismo o catástrofe) o 6 meses (en caso de
pérdida de una nave o aeronave).
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Según el art. 83, durante el período de mera ausencia deben cuidar los intereses del
desaparecido sus apoderados o representantes legales. Si el ausente no hubiere dejado
representante legal o mandatario general, o el mandato hubiere terminado, procede el
nombramiento de curador de bienes, de acuerdo a los arts. 473 a 491.
Este período expira: (i) Por el decreto de posesión provisoria; (ii) Por el decreto de
posesión definitiva, cuando el anterior no tiene cabida; (iii) Cuando el ausente reaparece; y
(iv) Cuando existe certeza acerca de la fecha de la muerte real del desaparecido.
En los dos últimos casos, no sólo termina el período de mera ausencia, sino todo el proceso
de la muerte presunta, pues se desvirtúa la presunción en que se basaba. Si el ausente
reaparece, recobra la administración de sus bienes; y si se logra probar la fecha exacta de la
muerte real, corresponde aplicar las reglas de ésta y no las reglas de la muerte presunta.
b.1. Extensión.
Comienza el período con el decreto del juez que concede la posesión provisoria y termina
con el decreto que otorga la posesión definitiva de los bienes del desaparecido.
Transcurridos 5 años desde la fecha de las últimas noticias del desaparecido, el juez
concederá la posesión provisoria de sus bienes (art. 81 Nº 6).
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Sólo pueden hacerlo los herederos presuntivos del desaparecido, entendiéndose por tales
los testamentarios o legítimos (legitimarios) que lo eran a la fecha de la muerte presunta
(artículos 84 y 85).
La ley sólo concede la posesión provisoria de los bienes a los herederos, no a los legatarios.
Estos, al igual que los nudos propietarios y los fideicomisarios de bienes usufructuados o
poseídos fiduciariamente por el desaparecido y, en general, todos aquellos que tengan
derechos subordinados a la muerte del desaparecido, no podrán hacerlos valer sino
después de decretada la posesión definitiva (art. 91).
Comprenderá la totalidad de los bienes, derechos y acciones del desaparecido, cuales eran
a la fecha de la muerte presunta (art. 85, 2º). En cuanto a la naturaleza del derecho de los
herederos presuntivos, algunos estiman que estaríamos ante un caso de usufructo legal.
Con todo, otros han señalado que los poseedores provisorios no tendrían un usufructo,
sino la propiedad sujeta a condición resolutoria (que consistiría en que el desaparecido
reaparezca o se establezca su muerte efectiva).
(3) Opera la emancipación legal de los hijos que se hallaban bajo patria potestad del
padre o de la madre desaparecidos, salvo que corresponda ejercitar la patria potestad al
otro de los padres. Si fuere éste el desaparecido y ejercía la patria potestad, se produce la
emancipación de los hijos (art. 270 número 2).
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(5) Marca el inicio del cómputo del plazo de 180 días o de un año, para que los
herederos y demás personas actualmente interesadas, provoquen el juicio de impugnación
de paternidad de un hijo atribuido al desaparecido (artículos 212 y 213).
Recaen sobre los herederos presuntivos ciertas obligaciones encaminadas a garantizar los
intereses del desaparecido. Son tales:
(1) Formar inventario solemne o revisar o rectificar con igual solemnidad el que exista
(art. 86). Inventario solemne es aquél que se hace, previo decreto judicial, por el
funcionario competente y con los requisitos que las leyes expresan (art. 858 del CPC).
b.8. Venta o hipoteca de los bienes del desaparecido por los poseedores provisorios (art. 88).
(1) Bienes muebles: pueden ser vendidos siempre que: (i) El juez lo creyere
conveniente; (ii) Sea oído el defensor de ausentes; y (iii) La venta se efectúe en pública
subasta.
(2) Bienes inmuebles: pueden venderse o hipotecarse, pero en este caso el legislador
toma mayores precauciones, exigiendo: (i) Que la venta o hipoteca obedezcan a causa
necesaria o utilidad evidente. Hay causa necesaria, por ejemplo, en el caso de una parcela
que no produjese ni siquiera lo necesario para solventar los gastos de administración y el
pago de las contribuciones; existiría utilidad evidente, por ejemplo, si se vendiese un
inmueble paga pagar una deuda del desaparecido, por cuyo motivo los acreedores
hubieren obtenido el embargo de dicho inmueble Como se observa, la ley sólo permite la
venta. Por ende, los herederos presuntivos no podrán, por ejemplo, donar los bienes del
ausente; (ii) Que la causa necesaria o la utilidad evidente sean calificadas o declaradas por
el juez, con conocimiento de causa. Es decir, que debe resolver atendiendo a las pruebas
que se le han hecho valer; (iii) Que sea oído el defensor de ausentes; (iv) Que la venta se
efectúe en pública subasta.
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Puede terminar:
(3) Si se tuvieran noticias que motivaren la distribución de los bienes del desaparecido,
según las reglas generales (esto alude a la muerte real del desaparecido, debiendo
aplicarse por ende las normas de la sucesión por causa de muerte).
Obvio es que en estos dos últimos casos no sólo termina el período de posesión provisoria,
sino todo el proceso de la muerte presunta.
(1) Cuando el desaparecido recibió una herida grave en la guerra o le sucedió otro
peligro semejante (art. 81 Nº 7).
(4) Si cumplidos cinco años desde la fecha de las últimas noticias, se pruebe que han
transcurrido setenta desde el nacimiento del desaparecido (art. 82 primera parte).
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c.1. Inicio.
Se inicia con el decreto del juez que concede la posesión definitiva de los bienes del
desaparecido. Dicho decreto se inscribirá en el Conservador de Bienes Raíces que
corresponda al último domicilio que el desaparecido haya tenido en Chile. Si el decreto no
se inscribe, será inoponible a terceros (art. 52 Nº 4 del Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces).
c.2. Finalidad esencial.
La regla general es que este período tiene lugar transcurridos 10 años desde la fecha de las
últimas noticias, cualquiera que fuese, a la expiración de esos 10 años, la edad del
desaparecido, si viviese (art. 82, segunda parte). En este caso, antecederán al decreto de
posesión definitiva el período de mera ausencia (5 años a lo menos) y el de posesión
provisoria (otros 5 años).
(1) Cuando cumplidos 5 años desde la fecha de las últimas noticias, se probare que
han transcurrido 70 o más desde que nació el desaparecido (art. 82, primera parte). En este
caso, no hay período de posesión provisoria.
(3) Después de 3 meses contados desde la fecha de las últimas noticias que se tuvieren
de la nave o aeronave reputada perdida y en la cual se encontraba la persona desaparecida
(art. 81 Nº 8). También se pasa directamente al período de posesión definitiva. Tal plazo
fue establecido en virtud de las modificaciones dispuestas por la Ley Nº 20.577 de 8 de
febrero de 2012, pues previo a ello el plazo era de seis meses.
(4) Después de seis meses de ocurrido un sismo o catástrofe (art. 81 Nº 9). También se
omite el período de posesión provisoria.
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Los poseedores provisorios y todos los indicados en el art. 91, es decir, en general, los que
tengan derechos subordinados a la muerte del desaparecido.
No basta sin embargo con la sola declaración de muerte presunta para que opere la
disolución del matrimonio; se requiere, además, conforme a lo dispuesto en el artículo 43
de la Ley de Matrimonio Civil:
- Que hayan transcurrido cinco años desde las últimas noticias y setenta años desde
el nacimiento del desaparecido (en relación con el artículo 82 del Código Civil, que
establece que en este caso, se concederá directamente la posesión definitiva de los
bienes del desaparecido);
- Que hayan transcurrido cinco años desde que una persona recibió una herida grave
en la guerra, o le sobrevino otro peligro semejante, y no se ha sabido más de ella
(en relación al artículo 81 número 7 del Código Civil, caso en el cual también se
concederá de inmediato la posesión definitiva de los bienes del desaparecido);
- Que hayan transcurrido diez años desde la fecha de las últimas noticias, fijada en la
sentencia que declara la presunción de muerte, cualquiera que fuese la edad del
desaparecido si viviere (ahora, la disposición concuerda con la del artículo 82 del
Código Civil, que dispone que también se concederá la posesión definitiva de los
bienes del desaparecido, una vez transcurridos diez años desde la fecha de las
últimas noticias);
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decreto de posesión definitiva o que se dicte otra resolución judicial que declare la
disolución del matrimonio. El Servicio de Registro Civil e Identificación, por ende, a
solicitud del interesado, deberá practicar la pertinente subinscripción, dejando constancia
que terminó el matrimonio, si al presentar la solicitud, se prueba que han transcurrido los
plazos legales.
(2) Ejercicio de los derechos subordinados a la muerte del desaparecido (art. 91).
a) Concepto.
Si bien es efectivo que con esta rescisión no hay nulidad absoluta, como en muchos otros
casos el Código no emplea tal palabra como sinónimo de la referida sanción, sino que para
significar que en tal caso se produce una ineficacia.
b) Causales.
La ley permite pedir la rescisión del decreto de posesión definitiva en tres casos:
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(1) El desaparecido;
(2) Los legitimarios habidos durante el desaparecimiento (el art. 1182 señala quienes
son legitimarios del causante; el art. 93 se refiere obviamente a los descendientes);
(2) Los demás interesados no pueden pedirla sino dentro de los respectivos plazos de
prescripción contados desde la fecha de la verdadera muerte (se refiere la ley a la
prescripción de la acción de petición de herencia -arts. 2512, 704 y 1269-, lo que equivale a
decir que adquirido el derecho real de herencia por prescripción, podrá enervarse la acción
de “rescisión” del decreto de posesión definitiva).
e) Efectos de la rescisión.
Sólo aprovechan a las personas que obtuvieron la dictación del decreto de revocación.
Se recobran los bienes del desaparecido, en el estado en que se encuentren, y todos los
actos de disposición (incluyendo las hipotecas y demás derechos reales) realizados en el
tiempo intermedio, valen (art. 94, regla cuarta).
Dado que los poseedores definitivos gozan de los bienes como dueños, no responden ni de
la culpa lata. Por ello, pueden devolver los bienes sensiblemente deteriorados, sin
responsabilidad, a menos que se les pruebe dolo (art. 94, regla quinta). Así, los poseedores
definitivos no están obligados a devolver el precio que hubieren percibido por la venta de
los bienes del desaparecido.
Para toda restitución, los demandados serán considerados como poseedores de buena fe, a
menos de prueba en contrario (art. 94, regla quinta). A consecuencia de esta presunción
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legal, los herederos no responden de los deterioros de los bienes y tienen derecho al
reembolso de las mejoras necesarias y útiles conforme lo disponen los arts. 904 y
siguientes, sobre las Prestaciones Mutuas (las mejoras son necesarias cuando deben
hacerse para la conservación de la cosa; son útiles aquellas que aumentan el valor
comercial de la cosa).
La última regla del art. 94 establece que el haber sabido y ocultado la verdadera muerte
del desaparecido, o su existencia, constituye mala fe. En cuanto a los frutos producidos
por los bienes del desaparecido, los poseedores definitivos, lo mismo que los provisorios,
no están obligados a restituirlos, salvo que estén de mala fe.
Las sentencias ejecutoriadas que declaran la muerte presunta deben inscribirse en el libro
de defunciones del Registro Civil, en la comuna correspondiente al tribunal que hizo la
declaración (ley N° 4.808, art. 5°, N° 5°). Si la sentencia no se inscribe, no puede hacerse
valer en juicio (ley N° 4.808, art. 8°).
El decreto que confiere la posesión definitiva de los bienes del desaparecido debe
inscribirse en el Registro del Conservador de Bienes Raíces (Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces, art. 52, N° 4). La inscripción se hace en el Conservador de
Bienes Raíces correspondiente a la comuna del último domicilio que el desaparecido haya
tenido en Chile, o sea, la comuna en que se decretó la muerte presunta. Si el decreto no se
inscribe, es inoponible frente a terceros.
Por último, cabe tener en cuenta que a raíz de ciertos sucesos extraordinarios se han
dictado en nuestro país leyes especiales destinadas a acortar los plazos que el Código Civil
establece respecto de los trámites relativos a la muerte presunta.
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Regiones de Valparaíso, Libertador Bernardo O'Higgins, del Maule y del Biobío, debiendo
el juez fijar dicha fecha como día presuntivo de la muerte.
Al efecto, se dispone que toda vez que la desaparición de una persona se hubiere
producido en circunstancias tales que la muerte pueda ser tenida como cierta, aun cuando
su cadáver no fuere hallado, el juez del último domicilio que el difunto haya tenido en Chile,
a solicitud de cualquiera que tenga interés en ello, podrá tener por comprobada su muerte
para efectos civiles y disponer la inscripción de la resolución correspondiente en el
Servicio de Registro Civil e Identificación. Igual regla se aplicará en los casos en que no
fuere posible la identificación del cadáver (art. 95).
Un extracto de la resolución que tenga por comprobada la muerte del desaparecido deberá
publicarse en el Diario Oficial dentro del plazo de sesenta días, contado desde que ésta
estuviere firme y ejecutoriada. Dicho extracto deberá contener, al menos, los antecedentes
indispensables para su identificación y la fecha de muerte que el juez haya fijado (art. 96).
B.
ATRIBUTOS DE LA PERSONALIDAD
B.1
GENERALIDADES
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Estos atributos, que se refieren tanto a las personas naturales como a las jurídicas (con
algunas salvedades), son principalmente:
(i) Capacidad de goce,
(ii) Nacionalidad,
(iii) Nombre,
(iv) Estado civil (del cual carecen las personas jurídicas),
(v) Domicilio,
(vi) Patrimonio.
B.2
CAPACIDAD DE GOCE
1. LA CAPACIDAD DE GOCE.
La capacidad de goce, llamada también capacidad jurídica, es la aptitud para ser sujeto de
derechos y obligaciones.
Se adquiere desde el nacimiento y de ella están dotados todos los seres humanos, sin
excepción. No ocurría lo mismo en la antigüedad en que había hombres que no eran
personas, que no eran sujetos de derecho sino objetos de los mismos, como una cosa: los
esclavos.
Dentro de nuestra legislación, sólo hay incapacidades de goce especiales, esto es,
referentes a uno o más derechos determinados, pero jamás una incapacidad de goce
absoluta.
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impuesto a ciertas personas para ejecutar o celebrar algunos actos o contratos (por
ejemplo, arts. 402, 412, 961-965-1065, 1796 a 1800).
Como se dijo, nunca estas incapacidades podrán ser absolutas o generales. Son
incapacidades de goce, porque impiden adquirir derechos. Alude a ellas, genéricamente, el
último inciso del artículo 1447.
3. LA CAPACIDAD DE EJERCICIO.
El artículo 1447 del Código señala los casos de incapacidad y establece dos tipos de ella: la
incapacidad absoluta y la incapacidad relativa.
El art. 1447 establece que son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y los
sordos o sordomudos que no pueden darse a entender claramente.
Son relativamente incapaces los menores adultos y los disipadores que se hallen bajo
interdicción de administrar lo suyo.
B.3
NACIONALIDAD
1 DEFINICIÓN.
La nacionalidad es el vínculo jurídico que une a una persona con el Estado y que origina
derechos y obligaciones recíprocas.
El Estado tiene diversos deberes para con sus nacionales, entre ellos otorgar el amparo
legal (comprendiendo el derecho a la vida, a la integridad física y psíquica, a la libertad,
etc.), garantizar el desarrollo de la personalidad (asegurando al menos la educación básica
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El art. 55 señala que las personas se dividen en chilenos y extranjeros. El art. 56 dispone
que son chilenos los que la Constitución declara tales. Los demás son extranjeros.
Estas disposiciones están directamente relacionadas con los arts. 14 y 16, que consagran el
principio de la territorialidad. Como contrapartida al sometimiento a la ley chilena, que
imponen a los extranjeros los arts. 14 y 16, se les otorgan las franquicias de los arts. 57 y
997.
Sin embargo, existen algunas excepciones a la regla de la igualdad, fundadas más bien en
el domicilio que en la nacionalidad, vale decir, que afectan al extranjero transeúnte.
a) Dentro del mar territorial (definido en el art. 593), sólo pueden realizar faenas de
pesca los chilenos y los extranjeros domiciliados: art. 611, en relación a la Ley número
4.601 y a la Ley número 18.892, Ley General de Pesca y Acuicultura. El art. 17 de la última,
establece que para solicitar autorización de pesca, el solicitante, de ser persona natural,
deberá ser chileno o extranjero que disponga de permanencia definitiva; si el solicitante
fuere una persona jurídica, deberá estar legalmente constituida en Chile. Originalmente,
esta prohibición pretendía evitar el contrabando.
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h) No pueden ser testigos, para los efectos de una inscripción en los libros del
Registro Civil, los extranjeros que no tienen domicilio en Chile: art. 16 de la Ley de
Registro Civil.
(ii) Los hijos de padre o madre chilenos nacidos en el extranjero, hallándose cualquiera
de éstos en actual servicio de la República.
(iii) Los hijos de padre o madre chilenos, nacidos en territorio extranjero, por el solo
hecho de avecindarse por más de un año en Chile.
La nacionalidad puede ser “adquirida” (por el Ius Solis o el Ius Sanguinis) o “derivada”.
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(ii) Por prestar servicios durante una guerra exterior a enemigos de Chile o a sus
aliados (en este caso, la nacionalidad se perderá dictando un Decreto Supremo).
Los que pierdan la nacionalidad chilena, sólo podrán ser rehabilitados por ley.
4. NACIONALIDAD Y CIUDADANÍA.
B.4
EL NOMBRE
1. CONCEPTO.
Se entiende por tal las palabras que sirven para distinguir legalmente a una persona de las
demás. Es la designación que sirve para individualizar a las personas, gráfica y
verbalmente, tanto en la sociedad como en su familia de origen.
El nombre de las personas está constituido por dos elementos: (i) el pronombre, nombre
propio o de pila, que individualiza a una persona dentro del grupo familiar; y (ii) el o los
apellidos, o nombre patronímico o de familia, que señala a los que pertenecen a un grupo
familiar determinado.
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Lo anterior tiene atingencia con los efectos del matrimonio en relación con el patronímico
de la mujer. En otros países la mujer al casarse pierde su patronímico y pasa a tener el
apellido del marido. En Chile la mujer al casarse conserva su patronímico y suele agregar
el apellido del marido, precedido de la preposición “de”, es una simple costumbre
desprovista de valor legal.
Pueden darse a una persona, todos los nombres propios que se quiera, y su elección, en
Chile, es enteramente libre; no hay necesidad de atribuirle un nombre de santo o nombre
ya en uso; es posible designar a la criatura con un nombre inventado o con cualquier otro.
Sin embargo, esta libertad tiene límites. No puede imponerse al nacido un nombre
extravagante, ridículo, impropio de personas, equívoco respecto del sexo o contrario al
buen lenguaje. Si el Oficial del Registro Civil, en cumplimiento de lo señalado, se opone a
la inscripción de un nombre y el que lo solicita insiste en ello, el Oficial debe enviar de
inmediato los antecedentes al Juez de Letras, quien resuelve en el menor plazo posible, sin
forma de juicio, pero con audiencia de las partes, si el nombre propuesto está
comprendido o no en la prohibición. (Ley del Registro Civil, art. 31, incisos 2º y 3º).
a) No es comerciable.
c) Es inembargable.
e) Es irrenunciable.
g) Es uno e indivisible: de ahí que las sentencias que se dictan en materia de nombre,
produzcan efectos absolutos y no relativos.
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3. CAMBIO DE NOMBRE.
El cambio por vía principal o directa está constituido por el procedimiento que tiende
única y exclusivamente a obtener la mutación del nombre.
El cambio por vía consecuencial o indirecta es el que se produce como consecuencia del
cambio de una determinada situación jurídica. Por ejemplo, el hijo de filiación no
matrimonial reconocido sólo por la madre y que después adquiere la filiación matrimonial
por el matrimonio posterior de sus padres, pasando a llevar el apellido paterno y el
materno, en lugar sólo del último.
Está reglamentado en la Ley Nº 17.344, la que dispone que cualquiera persona puede
solicitar, por una sola vez, que se la autorice para cambiar sus nombres o apellidos o
ambos a la vez, en los siguientes casos:
b) Cuando el solicitante haya sido conocido durante más de 5 años, por motivos
plausibles, con nombres o apellidos o ambos, diferentes de los propios; y
La ley contempla otras situaciones que también habilitan para introducir cambios en el
nombre civil:
a) Supresión de nombres propios cuando se cuenta con más de uno: en los casos en
que una persona haya sido conocida durante más de 5 años, con uno o más de los nombres
propios que figuran en su partida de nacimiento, el titular podrá solicitar que se suprima
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3.3. Procedimiento.
Será juez competente para conocer de las gestiones a que se refiere la Ley Nº 17.344, el del
domicilio del peticionario. La solicitud deberá publicarse en extracto en el Diario Oficial de
los días 1 o 15 de cada mes o del día siguiente hábil si dicho Diario no apareciere en las
fechas indicadas. El extracto, contendrá necesariamente la individualización del solicitante
y la indicación de los nombres y apellidos que éste pretenda usar en reemplazo de los
propios.
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Una vez modificada la partida de nacimiento, el beneficiado sólo podrá usar, en todas sus
actuaciones, su nuevo nombre propio o apellido. El uso malicioso de los primitivos
nombres o apellidos y la utilización fraudulenta del nuevo nombre o apellido para
eximirse del cumplimiento de obligaciones contraídas con anterioridad al cambio de ellos,
serán sancionados con la pena de presidio menor en su grado mínimo.
El cambio de apellido no podrá hacerse extensivo a los padres del solicitante y no alterará
la filiación; pero alcanzará a sus descendientes sujetos a patria potestad, y también a los
demás descendientes que consientan en ello.
En este sentido, el art. 1 de la Ley 17.344 establece que “Toda persona tiene derecho a usar
los nombres y apellidos con que haya sido individualizada en su respectiva inscripción de
nacimiento”.
El titular del derecho al nombre que se ve obstaculizado en su uso, no necesita probar que
tal obstáculo le causa daño para obtener que éste le sea removido.
De la misma manera, nuestra legislación autoriza al titular del nombre para vedar a los
demás el uso indebido del mismo. El uso es legítimo, cuando el nombre se adquiere por
medios lícitos, ya por vía principal (cambio de nombre) ya por vía consecuencial. Así lo
comprueba el art. 214 del Código penal, que establece que incurre en un delito aquel que
usurpa el nombre de otro. A la pena se debe sumar indemnización de perjuicios, si como
consecuencia de la usurpación se ocasiona daño a la fama o intereses de la persona cuyo
nombre se usurpó.
Diversos preceptos del Código Penal (además del art. 214) se preocupan de la materia:
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- Art. 193: comete delito el empleado público que, abusando de su oficio, cometiere
falsedad contrahaciendo o fingiendo letra, firma o rúbrica.
- Art. 197: se refiere a toda persona que, con perjuicio de tercero, cometiere en
instrumento privado alguna de las falsedades antes indicadas.
5. EL SOBRENOMBRE.
6. EL SEUDÓNIMO.
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B.5
ESTADO CIVIL
1. DEFINICIÓN.
El artículo 304 define el estado civil como "la calidad de un individuo, en cuanto le
habilita para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones civiles".
Esta definición es criticada por su vaguedad. En efecto, decir que es una calidad que
habilita a un individuo para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones,
podría ser también una definición de capacidad o de nacionalidad. Por otra parte, no hace
ninguna referencia a las características clásicas del estado civil.
CLARO SOLAR lo define diciendo que es "la posición o calidad permanente del individuo
en razón de la cual goza de ciertos derechos o se halla sometido a ciertas obligaciones" y
para SOMARRIVA "es el lugar permanente de una persona dentro de la sociedad, que
depende principalmente de sus relaciones de familia y que la habilitan para ejercitar
ciertos derechos y contraer ciertas obligaciones civiles".
2. CARACTERÍSTICAS.
(i) Es un atributo de las personas naturales. Por ello no puede faltar. Las personas
jurídicas no tienen estado civil.
(ii) Es uno e indivisible, lo que significa que no se puede tener simultáneamente más
de un estado civil derivado de una misma fuente. No se puede ser a la vez soltero y
casado, etc.
(iv) Es irrenunciable. Con todo, es posible renunciar a ciertos efectos patrimoniales del
estado civil.
(v) No se puede transigir sobre él (art. 2450). Con todo, es posible transigir ciertos
efectos patrimoniales del estado civil.
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(vii) Los juicios sobre estado civil no pueden someterse a árbitros (art. 230 del Código
Orgánico de Tribunales, en relación con el artículo 357 Nº 4 del mismo Código).
(viii) Es permanente. Ello quiere decir que no se pierde mientras no se adquiera otro que
lo sustituya.
Los efectos que produce el estado civil, son los derechos y obligaciones que de él derivan.
Estos efectos son de orden público, los señala la ley, sin que juegue en esta materia el
principio de la autonomía de la voluntad. Así, por ejemplo, del estado civil de casado,
derivan una serie de derechos y obligaciones entre los cónyuges (fidelidad, ayuda mutua,
socorro, etc.); lo mismo del estado civil de padre (autoridad paterna, patria potestad,
alimentos, derechos hereditarios, etc.).
a) La ley, por ejemplo, el estado civil de hijo lo tiene aquel cuya filiación se haya
determinado en conformidad a las reglas previstas por el Título VII del Libro I del Código
Civil (art. 33).
d) La sentencia judicial, como ocurre por ejemplo, con la sentencia que declara a una
persona hijo de otra.
La regla general es que las sentencias judiciales sólo produzcan efectos entre las partes
que han litigado (art. 3º, inc. 2º). Esta regla sufre una importante excepción en el caso de
sentencias que declaran verdadera o falsa la paternidad o maternidad del hijo, pues el
artículo 315 tienen efecto erga monees, al señalar que “el fallo judicial pronunciado en
conformidad con lo dispuesto en el Título VIII que declara verdadera o falsa la paternidad
o maternidad del hijo, no sólo vale respecto de las personas que han intervenido en el
juicio, sino respecto de todos, relativamente a los efectos que dicha paternidad o
maternidad acarrea”.
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Esta excepción tiene el alcance que la misma norma señala: rige exclusivamente para los
juicios de reclamación e impugnación de paternidad o maternidad. Así aparece del
artículo 315 que hace referencia al Título VIII, que se refiere a las acciones de filiación.
El artículo 316 indica los requisitos que deben cumplirse para que los fallos a que se
refiere el artículo 315, produzcan estos efectos absolutos. Dice la norma que es necesario:
Respecto al primer requisito, es necesario hacer presente que en conformidad al art. 320
siempre el verdadero padre, madre o hijo tienen derecho a alegar la filiación, y no se les
puede oponer prescripción ni fallo alguno.
Respecto a la segunda exigencia -legítimo contradictor- el artículo 317 señala que "en la
cuestión de paternidad es el padre contra el hijo, o el hijo contra el padre, y en la cuestión
de maternidad el hijo contra la madre o la madre contra el hijo" (inc. 1º). “Son también
legítimos contradictores los herederos del padre o madre fallecidos en contra de quienes
el hijo podrá dirigir o continuar la acción y, también los herederos del hijo fallecido
cuando éstos se hagan cargo de la acción iniciada por aquel o decidan entablarla” (inc. 2º).
Este inciso segundo del artículo 317 debe concordarse con los artículos 206, 207, 213 y 216
que establecen los casos en que los herederos del padre o madre pueden entablar las
acciones de reclamación o de impugnación de paternidad o maternidad o ser
demandados en su calidad de herederos del padre o madre, respecto de esas mismas
acciones.
En relación con este punto, el artículo 318 establece que “El fallo pronunciado a favor o en
contra de cualquiera de los herederos aprovecha o perjudica a los coherederos que citados
no comparecieren".
Respecto al requisito de que no haya habido colusión, el artículo 319 indica que "la prueba
de colusión en el juicio no es admisible sino dentro de los cinco años subsiguientes a la
sentencia". La “colusión” es un fraude en virtud del cual se acuerda iniciar un juicio.
La prueba del estado civil, está sometida a reglas especiales que el Código establece en el
Título XVII del Libro I, artículos 304 y siguientes, que deben aplicarse con preferencia a
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las contenidas en el Título XXI del Libro IV "De la Prueba de las Obligaciones".
Existen a) medios de prueba principales, constituidos por las partidas (art. 305); y b) a
falta de partidas, se admite una prueba supletoria, distinguiéndose entre la prueba del
matrimonio (art. 309 inc. 1º) y la prueba de la filiación (art. 309 inc. 2º).
a. Concepto.
El artículo 305, en su inciso 1º señala que "el estado civil de casado, separado
judicialmente, divorciado o viudo, y de padre, madre o hijo se acreditará frente a terceros
y se probará por las respectivas partidas de matrimonio, de muerte, de nacimiento o
bautismo” (inc. 1º).
Esta disposición emplea las formas verbales “acreditará” y “probará”. Con ello quiere
significar que las partidas cumplen una doble función: servir de prueba de la filiación en
juicio; y servir de medio de acreditar una filiación determinada ante cualquier
requerimiento del quehacer jurídico.
El inciso 2º del artículo 305 dice “El estado civil de padre, madre o hijo se acreditará o
probará también por la correspondiente inscripción o subinscripción del acto de
reconocimiento o del fallo judicial que determine la filiación”.
En relación con la prueba de las partidas del registro civil, se hace necesario explicar que
en Chile existe un servicio público denominado “Registro Civil e Identificación” que,
como su nombre lo indica, tiene por función principal, llevar un registro de los principales
hechos constitutivos del estado civil de una persona. Tal servicio fue creado por una ley
de 17 de julio de 1884 que comenzó a regir el 1º de enero de 1885. Con anterioridad, esta
materia estaba entregada a las Parroquias. La Ley de Registro Civil fue reemplazada por
la Nº 4.808 de 10 de febrero de 1930 que, con algunas modificaciones, es la que rige hoy
día.
De acuerdo al artículo 2º de la Ley 4.808, "El Registro Civil se llevará por duplicado y se
dividirá en tres libros, que se denominarán: 1º De los nacimientos; 2º De los matrimonios;
y 3º De las defunciones".
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Si existe un servicio público creado para llevar el registro del estado civil, resulta
absolutamente lógico, que los hechos asentados en tales registros constituyan el medio
idóneo de prueba del estado civil. Sin embargo, la ley no se puede desentender de que
pudieren no haberse realizado las inscripciones o simplemente haberse extraviado los
registros. Por ello tuvo que permitir la existencia de otros medios supletorios.
De manera que si se quiere probar el estado civil de casado, por ejemplo, se deberá
acompañar una copia de la inscripción del matrimonio. Sin embargo, la ley permite que se
pueda probar con certificados que expidan los Oficiales del Registro Civil y que ellos
tienen la obligación de otorgar (art. 84 Nº 3º de la Ley 4.808). Estos certificados y las copias
de las inscripciones o subinscripciones que otorgan los Oficiales del Registro Civil, tienen
el carácter de instrumentos públicos y surtirán los efectos de las partidas de que hablan
los artículos 305, 306, 307, 308 del Código Civil (art. 24 de la Ley 4.808).
De acuerdo con el artículo 305, se podrá probar con las partidas el estado civil de casado,
separado judicialmente, divorciado o viudo y de padre, madre o hijo. Se prueba el estado
civil de casado, con el certificado o copia de la inscripción de matrimonio; se prueba el
estado civil de viudo, con el certificado de matrimonio y el certificado de defunción del
cónyuge difunto; se prueba el estado civil de separado judicialmente o de divorciado con
el certificado de matrimonio (pues las sentencias que declaran la separación judicial o el
divorcio deben subinscribirse, artículos 32 y 59 de la Ley 19.947, respectivamente), se
prueba el estado civil de hijo matrimonial por las respectivas partidas (o certificados) de
nacimiento y, en el caso del hijo no matrimonial, por la partida (o certificado) de
nacimiento donde conste la subinscripción del reconocimiento o del fallo que determine
la filiación.
Con la combinación de distintas partidas, se pueden probar otros parentescos. Así por
ejemplo, la condición de hermano se probará con la partida (o certificado) de matrimonio
de los padres y las partidas (o certificados) de nacimiento de los hijos.
d. Las partidas sirven también para probar la edad y la muerte de una persona.
Así lo establece el artículo 305 inciso final. En cuanto a la prueba de la edad de una
persona, a falta de partida de nacimiento, la establece el tribunal oyendo el dictamen de
facultativos o de otras personas idóneas. Así lo dice el artículo 314, norma que señala
además que a falta de partidas, se le debe atribuir una edad media entre la mayor y la
menor que parecieren compatibles con el desarrollo y aspecto físico del individuo.
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Esta normativa se aplica cuando sea necesario calificar la edad de un individuo para la
ejecución de actos o ejercicio de cargos que requieran cierta edad, y no fuere posible
hacerlo por documentos o declaraciones que fijen la época del nacimiento.
Las partidas del Registro Civil, como instrumentos públicos que son, constituyen plena
prueba sobre los hechos de que dan constancia. Para destruir su valor probatorio es
menester impugnarlas. Y ellas se impugnan: a) por falta de autenticidad; b) por nulidad;
c) por falsedad en las declaraciones; y d) por falta de identidad.
De acuerdo al artículo 306, las partidas se presumen auténticas, cuando están en la forma
debida. Ello significa, entonces -contrario sensu-, que pueden impugnarse si no son
auténticas, si se han falsificado.
Es lógico que la partida no puede hacer fe de lo que las partes declaren, por tratarse de un
hecho que al Oficial Civil no le consta. Pero, por otra parte, se presume que las partes
dicen la verdad. Por eso, sus declaraciones se presumen verídicas, sin perjuicio de que
esta presunción pueda destruirse probando que no era cierto lo que en ellas se dijo.
Incumbe el onus probandi al que alega la falsedad, porque él invoca una situación
anormal (que las partes mintieron).
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Esta forma de impugnación está contemplada en el artículo 307: "Podrán rechazarse los
antedichos documentos, aun cuando conste su autenticidad y pureza, probando la no
identidad personal, esto es, el hecho de no ser una misma la persona a que el documento
se refiere y la persona a quien se pretenda aplicar".
Respecto a los medios de prueba supletorios, es necesario hacer una distinción entre: a)
prueba del estado civil de casado; y b) prueba de la filiación.
La regula el artículo 309 inc. 1º. La falta de la partida de matrimonio podrá suplirse a) por
otros documentos auténticos, b) por declaraciones de testigos que hayan presenciado la
celebración del matrimonio y, c) en defecto de estas pruebas, por la notoria posesión del
estado civil”.
Se entiende por poseer un estado civil, su goce público, sin protesta ni reclamo de nadie.
Tres elementos constituyen la posesión notoria de un estado civil: el nombre, el trato y la
fama.
Sólo se pueden probar por este medio el estado civil de casado (art. 309 inc. 1º).
De acuerdo a los artículos, 310 al 313, los requisitos son los siguientes:
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El artículo 313 establece que "la posesión notoria del estado de matrimonio se probará por
un conjunto de testimonios fidedignos, que la establezcan de un modo irrefragable;
particularmente en el caso de no explicarse y probarse satisfactoriamente la falta de la
respectiva partida, o la pérdida o extravío del libro o registro, en que debiera encontrarse".
El artículo 309 en su inciso 2º trata de la prueba supletoria de la filiación. Dice este inciso:
“La filiación, a falta de partida o subinscripción, sólo podrá acreditarse o probarse por los
instrumentos auténticos mediante los cuales se haya determinado legalmente. A falta de
éstos, el estado de padre, madre o hijo deberá probarse en el correspondiente juicio de
filiación en la forma y con los medios previstos en el Titulo VIII”.
B.6
DOMICILIO
1. CONCEPTO.
El Código Civil lo define en los siguientes términos: “el domicilio consiste en la residencia,
acompañada, real o presuntivamente, del ánimo de permanecer en ella” (art. 59, inc. 1°). Por ende,
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el domicilio está compuesto por dos elementos: uno objetivo, la residencia, y otro
subjetivo, el ánimo de permanecer en ella.
a) Hace las veces de domicilio civil, respecto de las personas que no lo tuvieren en
otra parte: art. 68.
La residencia y el domicilio pueden ser uno mismo. Así por ejemplo, si un abogado que
vive y ejerce en Santiago pero que durante el mes de febrero se traslada a Villarrica, tiene
durante 11 meses su domicilio y residencia en Santiago y durante febrero su residencia en
Villarrica, conservando su domicilio en Santiago. Y si al trasladarse a Villarrica pernocta
en Temuco, habrá tenido su morada o habitación en esa ciudad.
Por ser lo más corriente que residencia y domicilio coincidan, el artículo 62 del Código
Civil dispone: “El lugar donde un individuo está de asiento, o donde ejerce habitualmente
su profesión u oficio, determina su domicilio civil o vecindad”.
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3. PRESUNCIONES DE DOMICILIO.
Como se indicó, dos son los elementos del domicilio: uno material, físico: la residencia; el
otro, subjetivo, psicológico, mental: el ánimo de permanecer en la residencia.
El primer elemento del domicilio, la residencia, por ser de orden físico o material, es fácil
de ser conocido. Nada cuesta percatarse del lugar en que está radicada la persona; pero no
sucede lo mismo con el segundo elemento, el ánimo de permanecer, de continuar radicado
en dicho lugar, que depende de la voluntad del sujeto
Este ánimo no puede ser conocido sino por manifestaciones externas que lo revelen o
supongan. Es de dos clases: real y presunto.
Ánimo real es el que tiene una existencia cierta y efectiva, y lo hay cuando la persona tiene
la intención verdadera y positiva de permanecer en el lugar constitutivo de su domicilio,
sea que lo hubiere expresado o no de una manera inequívoca.
A estas presunciones se refiere el Código Civil cuando dice: “No se presume el ánimo de
permanecer ni se adquiere, consiguientemente, domicilio civil en un lugar, por el sólo
hecho de habitar el individuo por algún tiempo casa propia o ajena en él, si se tiene en otra
parte su hogar doméstico o por otras circunstancias aparece que la residencia es
accidental, como la del viajero, o la del que ejerce una comisión temporal, o la del que se
ocupa en algún tráfico ambulante” (art. 63).
También alude a las presunciones negativas el Código cuando declara: “El domicilio civil
no se muda por el hecho de residir el individuo largo tiempo en otra parte, voluntaria o
forzadamente, conservando su familia y el asiento principal de sus negocios en el
domicilio anterior. Así, confinado por decreto judicial a un paraje determinado, o
desterrado de la misma manera fuera de la República, retendrá el domicilio anterior,
mientras conserve en él su familia y el principal asiento de sus negocios” (art. 65).
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El Código Civil considera presunciones positivas al manifestar que “se presume desde
luego el ánimo de permanecer y avecindarse en un lugar, por el hecho de abrir en él
tienda, botica, fábrica, taller, posada, escuela u otro establecimiento durable, para
administrarlo en persona; por el hecho de aceptar en dicho lugar un cargo concejil, o un
empleo fijo de los que regularmente se confieren por largo tiempo; y por otras
circunstancias análogas” (art. 64).
4. CLASES DE DOMICILIO.
Con relación al domicilio político, según lo tengan o no, las personas (sean chilenas o
extranjeras) se dividen en domiciliadas y transeúntes (art. 58).
Esta distinción tiene importancia para determinar los derechos y obligaciones que puedan
afectar a unos y otros.
a) Domicilio general es el normal de una persona para todas sus relaciones jurídicas.
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Así el establecido en un contrato se aplica a los actos judiciales o extrajudiciales a que diere
lugar.
Sólo existen los domicilios legales manifiestamente establecidos por la ley y no cabe
extenderlos por analogía a otras situaciones, siendo por ende de interpretación restrictiva.
La determinación del domicilio legal de una persona es una cuestión de derecho, no de
hecho.
(3) Los criados y dependientes (art. 73): tendrán el domicilio de sus empleadores o
patrones, siempre que se cumplan las siguientes condiciones: (i) Que trabajen
habitualmente en la casa de su empleador o patrón, y no en forma intermitente; (iii)
Que residan en la misma casa del empleador o patrón; (ii) que no tengan un
domicilio derivado de la patria potestad o de la guarda, porque las disposiciones
relativas a estos domicilios se aplican con preferencia. En consecuencia, el hijo no
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(1) El del art. 66, respecto de los eclesiásticos (hoy injustificado, atendida la separación
de la Iglesia y el Estado).
(2) El del art. 311 del COT.: los jueces están obligados a residir constantemente en la
ciudad o población donde tenga asiento el tribunal en que deban prestar sus
servicios. Sin embargo, las cortes de apelaciones podrán, en casos calificados,
autorizar transitoriamente a los jueces de su jurisdicción para que residan en un
lugar distinto del asiento del tribunal. Cabe señalar que no es este propiamente un
caso de domicilio legal, porque la ley sólo impone la residencia, y si bien se les
aplicaría a los jueces la presunción del artículo 64, se podría destruir la presunción.
b) El domicilio convencional está establecido por el Código Civil en el art. 69 que dice:
“Se podrá en un contrato establecer de común acuerdo un domicilio civil especial para los
actos judiciales o extrajudiciales a que diere lugar el mismo contrato”.
Este domicilio especial, que puede ser ficticio o llegar a serlo, es, sin embargo,
unilateralmente inmutable mientras dure la convención; ello porque ha pasado a formar
parte del contenido y, por lo tanto, de la ley del contrato (arts. 1545 y 1546).
Para que se origine un nuevo domicilio real, es necesario: (i) La residencia de una persona
en un lugar distinto del anterior; (ii) La intención de permanecer o establecerse en el lugar
de la nueva residencia.
Para determinar si hay o no cambio de domicilio, habrá que atender, en primer lugar, a las
presunciones positivas y negativas antes señaladas. Cabe precisar en todo caso que no
siempre un cambio de domicilio produce efectos jurídicos: por ejemplo, art. 1589; en un
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litigio, el nuevo domicilio de una de las partes no surtirá efectos, si no es informado en los
autos (art. 49 del CPC).
5. PLURALIDAD DE DOMICILIOS.
Nuestro ordenamiento jurídico, en contra de la teoría según la cual una persona no puede
tener sino un domicilio, se pronuncia por la pluralidad del mismo. El Código Civil
preceptúa que “cuando concurran en varias secciones territoriales, con respecto a un
mismo individuo, circunstancias constitutivas de domicilio civil, se entenderá que en
todas ellas lo tiene; pero si se trata de cosas que dicen relación especial a una de dichas
secciones exclusivamente, ella sola será para tales casos el domicilio civil del individuo”
(art. 67).
a) La sucesión en los bienes de una persona se abre en su último domicilio (art. 955,
inc. 1°).
c) Los artículos 1587 a 1589 del Código Civil señalan el lugar donde debe efectuarse el
pago. Si no hay un lugar establecido convencionalmente las obligaciones de especie o
cuerpo cierto se pagarán en el lugar en que dicho cuerpo existía al tiempo de constituirse
la obligación, y las obligaciones de género deben pagarse en el domicilio del deudor. Por
lo tanto, el domicilio sirve aquí para saber dónde debe ejercer su derecho el acreedor y
dónde debe el deudor cumplir sus obligaciones.
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B.7
PATRIMONIO
1. CONCEPTO.
Podría decirse, en términos más contemporáneos, que es la aptitud para llegar a ser el
centro de relaciones jurídicas pecuniarias.
En consecuencia, en el patrimonio no sólo entran los derechos, los bienes, los créditos sino
también las deudas. Cuando estas últimas, en un momento dado, son más que las
relaciones activas, se dice que el patrimonio tiene un pasivo mayor que el activo.
En el patrimonio sólo entran los derechos que pueden apreciarse económicamente; los que
no admiten semejante estimación quedan fuera, y por eso se llaman extrapatrimoniales.
Tienen este carácter, por ejemplo, los derechos políticos, los derechos de la personalidad
(derecho a la vida, al honor), los derechos de familia.
El patrimonio, en razón de las funciones que desempeña, sirve para explicar varios
mecanismos y figuras jurídicas, entre ellos, principalmente, la sucesión hereditaria y la
garantía general de los acreedores.
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Para explicar las características y naturaleza jurídica del patrimonio, se han formulado dos
doctrinas: la clásica o subjetiva y la moderna u objetiva.
Esta doctrina fue formulada en el seno del derecho francés, en especial por AUBRY y RAU.
(i) Responde a una noción esencialmente pecuniaria: comprende todos los bienes,
derechos y obligaciones de una persona, apreciables en dinero. Los bienes y derechos
configuran su activo y las obligaciones o deudas, su pasivo. El patrimonio sólo se justifica
para adscribir ciertos bienes al pago de ciertas obligaciones. Según esta doctrina, quedan
fuera del patrimonio los derechos que no son susceptibles de ser avaluados en dinero, que
carecen de un carácter pecuniario y que se denominan por ende “extramatrimoniales”
(derechos de familia, derechos de la personalidad, los derechos públicos), pues estos
derechos no están afectos al cumplimiento de las obligaciones del titular; lo que no obsta a
que éstos derechos puedan devenir en patrimoniales, en caso de ser infringidos por un
tercero en perjuicio del titular, originando eventualmente acción de indemnización de
perjuicios.
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Los acreedores, por su parte, tienen un derecho de prenda general sobre el patrimonio del
deudor; vale decir, tienen el derecho de dirigirse sobre todos los bienes del deudor,
presentes o futuros, salvo los inembargables, en el evento que éste no cumpliere la
obligación oportunamente (art. 2465). Los bienes futuros también responderán por las
deudas contraídas antes de su ingreso al patrimonio, pues tales bienes reemplazan o
subrogan a los bienes que han salido del patrimonio.
Al fallecer una persona, sus herederos adquieren su patrimonio por el modo de adquirir
llamado sucesión por causa de muerte. Se transmite el patrimonio en cuanto
universalidad, independientemente de los elementos que lo componen.
- Sólo las personas pueden tener patrimonio (lo que no acontece en la doctrina
objetiva del patrimonio).
La noción clásica o subjetiva de patrimonio ha sido objeto de críticas. Se dice que estando
fundado en una concepción puramente teórica -el vínculo que existiría entre la
personalidad y el patrimonio- la noción clásica de patrimonio aparece como demasiado
estrecha y como un obstáculo muy serio para el desenvolvimiento de las relaciones
jurídicas. Por de pronto, cabe señalar que la existencia de masas de bienes, dotadas de vida
propia, independientes del patrimonio general o personal, denominados patrimonios
separados o especiales, no pueden ser explicadas por la teoría clásica. Por otra parte, se
agrega que con frecuencia sería deseable que un comerciante pudiera afectar a su empresa
sólo una determinada masa de bienes, a fin de preservar, para la seguridad de su familia,
una parte de su capital contra los riesgos de la quiebra.
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Se critica a la doctrina objetiva, señalando que todo bien, derecho u obligación, debe tener
un titular, y ese titular no puede ser otro que la persona. Las cosas, carecen de voluntad
propia.
(ii) Una persona puede tener varios patrimonios, según afecte bienes diversos al
cumplimiento de finalidades distintas (por ejemplo, un patrimonio familiar, otro
profesional y otro comercial; el patrimonio reservado de la mujer; el patrimonio
profesional o industrial del menor). Se trata de los llamados “patrimonios fraccionados”,
es decir aquellos que tienen como destino un fin especial, en contraposición al patrimonio
general del hombre que se encuentra al servicio de los fines más genéricos de su titular.
Distinguimos así entre el patrimonio general de una persona, que persigue un fin
principal, y sus patrimonios fraccionados, que persiguen fines secundarios. En los
patrimonios fraccionados, opera una limitación de la responsabilidad. Cada fracción está
sometida a un régimen jurídico diferente y las gestiones realizadas en cada uno de ellos
sólo obligan o comprometen los bienes de aquella parte o fracción, sin que sea lícito
comprometer los bienes de la otra.
(iii) El patrimonio tiene una realidad material: los bienes, derechos u obligaciones,
tienen una realidad material o fáctica. Para la doctrina moderna, el patrimonio no es una
abstracción, sino algo tangible, corpóreo.
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C.
DERECHOS DE LA PERSONALIDAD
C.1
PARTE GENERAL
1. CONCEPTO.
Los derechos primordiales o de la personalidad son aquellos que tienen por fin defender
intereses humanos ligados a la esencia de la personalidad. También se dice que son
aquellos derechos que toda persona, en la calidad de sujeto jurídico, lleva
inseparablemente desde su origen y que no tienen otro presupuesto que la existencia de la
persona.
Esta posición se ha criticado por autores que consideran que, constituyendo la vida, la
integridad física, el honor, etc., elementos esenciales de la persona humana, representan o
son el sujeto mismo de toda prerrogativa y, lógicamente, no pueden ser al mismo tiempo
objeto de ella.
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c) Una tercera postura afirma que el objeto de estos derechos no debe ser buscado en
la persona o partes de ella, sino que en los demás conciudadanos que deban respetar la
personalidad del individuo.
a) Una minoría sostiene que estos derechos no son verdaderos derechos subjetivos,
pues la personalidad no puede ser objeto de derechos, porque ella, al contrario, es sujeto
de todo derecho; esto no varía porque se diferencia la personalidad de sus diversos
elementos (vida, integridad, honor, etc.) pues se trata siempre, en definitiva, de la
protección de la personalidad misma, única e indivisible.
Por ello, estos derechos serían bienes personales tutelados por el derecho objetivo, sin que
de esa protección pueda inferirse el establecimiento de verdaderos derechos objetivos.
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(i) Son originarios o innatos, pues se adquieren con el nacimiento y no hay, en el fondo,
un medio propiamente legal de adquisición de los mismos.
(ii) Son generales, porque todas las personas, por el simple hecho de serlo, se
constituyen en sus titulares.
(iii) Son absolutos o de exclusión, porque su respeto puede imponerse a todos los demás
sujetos.
(v) Los derechos de la personalidad son indisponibles. Esto quiere decir que no pueden
renunciarse, cederse, transmitirse ni transigirse. La indisponibilidad no es sino una
consecuencia del carácter esencial y necesario de los derechos en referencia.
(vi) Son imprescriptibles, o sea, no se pierden por el no uso, y duran toda la vida del
titular.
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Estado que pretendan avasallarlos, y no sólo contra los particulares que pretendan
desconocerlos a otros particulares. La Constitución chilena de 1980 asegura el derecho a la
vida, a la integridad física de la persona; el derecho al respeto de la vida privada y pública
y a la honra de la persona y su familia; el derecho a la inviolabilidad del hogar y de toda
forma de comunicación privada; el derecho a la libertad de trabajo y el derecho a su libre
elección, y el derecho de propiedad intelectual, artística e industrial (art. 19).
Los derechos recién mencionados y otros que taxativamente señala la Constitución pueden
defenderse, entre otros medios, por el llamado recurso de protección (art. 20).
Jurídicamente, no se trata de un recurso, sino de "una acción cautelar de ciertos derechos
fundamentales frente a los menoscabos que pueden experimentar como consecuencia de
actos u omisiones ilegales o arbitrarios de las autoridades o los particulares".
Las personas jurídicas, como una corporación o una fundación, al igual que las personas
físicas, también tienen derechos de la personalidad, pero -claro está- sólo los compatibles
con su naturaleza incorpórea, como el derecho al nombre, al honor, pero no a la
inviolabilidad física, que es inconcebible respecto de seres que no se tocan.
De forma prácticamente unánime, los autores afirman que la violación de los derechos de
la personalidad otorga al damnificado la facultad de demandar el cese del hecho
perturbatorio y las sanciones penales que puedan corresponder al autor de éste.
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indemnización de perjuicios, porque, de acuerdo con nuestro Código Civil, por regla
general todo daño que pueda imputarse a dolo o culpa de otra persona, debe ser reparado
por ésta (artículos 2314 y 2329). La indemnización ha de pagarse, por lo general, en dinero,
salvo que expresamente la ley no admita esta forma de indemnización.
En lo que toca al concepto del daño moral, recientemente la Corte Suprema ha señalado
que “la jurisprudencia reiterada de esta corte de casación expresa que el daño moral es la
lesión efectuada culpable o dolosamente, que significa molestias en la seguridad personal
del afectado, en el goce de sus bienes o en un agravio a sus afecciones legítimas, de un
derecho subjetivo de carácter inmaterial e inherente a la persona e imputable a otra. Daño
que sin duda no es de naturaleza propiamente económica y no implica, por lo tanto, un
deterioro o menoscabo real en el patrimonio de la misma, susceptible de prueba y
determinación directa; sino que posee una naturaleza eminentemente subjetiva.”
(Sentencia de fecha 7 de agosto de 2007, recurso de casación en el fondo Rol Nº 2821-2007,
considerando 14º).
En cambio, ciertos autores afirman que ello es errado, pues no puede haber
discrecionalidad en la materia, sino que necesariamente se debe atender a ciertos
parámetros, entre los que destacan el valor que el Estado le asigna en forma directa o
indirecta, las circunstancias personales de la víctima, la entidad e importancia del derecho
lesionado, la naturaleza e intensidad de la acción que vulnera el derecho (culpa o dolo),
etc.
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C.2
PARTE ESPECIAL
1.1. Concepto.
Este derecho se actúa a través de las normas penales que castigan el homicidio y las
lesiones personales, la ayuda e instigación al suicidio. Además, la legítima defensa es una
causa de justificación de los males que el agredido pueda causar al agresor.
La ley autoriza a las personas que, en vida, donen órganos, tejidos o partes de su cuerpo
para el injerto o trasplante en otras personas. La enajenación debe ser, pues, totalmente a
título gratuito, con fines terapéuticos y realizada con una serie de requisitos exigidos en
vista de la trascendencia del acto. Todos esos requisitos se encuentran minuciosamente
establecidos en la Ley N° 19.451, sobre Trasplante y Donación de Órganos, publicada en el
Diario Oficial de 10 de abril de 1996. Declara esta ley que las extracciones y trasplantes de
órganos sólo podrán realizarse en hospitales y clínicas que acrediten cumplir con las
condiciones y requisitos prescritos por las normas vigentes.
Toda persona plenamente capaz puede disponer de su cuerpo o de partes de él, con el
objeto de que sea utilizado para trasplantes de órganos con fines terapéuticos. Para los
efectos indicados, el donante ha de manifestar su voluntad mediante una declaración
firmada ante notario. Asimismo, al momento de obtener o renovar la cédula nacional de
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identidad, toda persona con plena capacidad legal debe ser consultada por el funcionario
del Servicio de Registro Civil e Identificación encargado de dicho trámite, en el sentido de
si dona sus órganos para ser utilizados con fines de trasplante una vez muerta, haciéndole
presente que es una decisión voluntaria y, por lo tanto, es libre de contestar afirmativa o
negativamente. Igualmente, al momento de obtener o renovar la licencia de conducir
vehículos motorizados, los requirentes deben ser consultados por el médico del gabinete
psicotécnico de la municipalidad, en el sentido si donan sus órganos con fines de
trasplante después de su muerte, haciéndoles presente que es una decisión voluntaria, y,
por lo tanto, son libres de contestar afirmativa o negativamente.
Las disminuciones transitorias de la propia integridad física pueden llevarse a cabo sin
restricciones e incluso a título lucrativo. Así, hay ventas de sangre para transfusiones.
Se subentiende que no caben disposiciones del propio cuerpo cuando contrarían las leyes,
el orden público o las buenas costumbres. De ahí que no se podría exigir a una mujer el
cumplimiento de un contrato que la obliga a desempeñarse como meretriz.
Las partes ya separadas del cuerpo, desde el momento mismo de la separación, pasan a ser
bienes autónomos y nada obsta a su libre disposición. Así, un diente extraído puede
venderse. No son pocos los casos en que la "muela del juicio" de una artista célebre se
remata con fines benéficos. La venta de cabelleras femeninas es masiva en algunos
pueblos.
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2. DERECHO AL HONOR.
En la integridad moral de los individuos tiene capital importancia el derecho al honor que
en el campo penal, es protegido con la sanción de los delitos de calumnia e injuria (C.
Penal, arts. 412 y 416). La calumnia es la imputación de un delito determinado pero falso y
que puede actualmente perseguirse de oficio. Injuria es toda expresión proferida o acción
ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona.
Generalmente, todos los delitos penales, además de la sanción de este carácter que se
impone al autor, dan lugar a una indemnización pecuniaria a favor de la víctima, no sólo
por los daños materiales sufridos por ella, sino también por los daños puramente morales
(aflicciones, penas, mortificaciones).
Sin embargo, por excepción, dispone el Código Civil que "las imputaciones injuriosas
contra el honor o el crédito de una persona no dan derecho para demandar una
indemnización pecuniaria, a menos de probarse daño emergente o lucro cesante, que
pueda apreciarse en dinero" (art. 2331). De manera que si las imputaciones injuriosas no
traen un menoscabo patrimonial, no podría reclamarse una indemnización en dinero,
aunque la víctima haya sufrido grandes pesares a causa de dichos ataques a su honor o su
crédito.
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prohíbe que una ley (como el Código Civil) pueda limitar un derecho constitucional, como
el establecido en el art. 19 Nº 4 de la Carta Fundamental (derecho a la honra).
3. DERECHO A LA INTIMIDAD.
Es un principio que nadie puede interferir en la vida íntima de una persona, como
tampoco divulgarla, a menos que ella lo consienta o la ley lo autorice. La Constitución
asegura el respeto a la vida privada y pública de las personas (art. 19, N° 4°).
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estén o sean autorizadas para ejecutar las acciones descritas (artículo 161-A, agregado por
la Ley N° 19.423, de 20 de noviembre de 1995).
El Código Penal castiga al que abriere o registrare la correspondencia o los papeles de otro
sin su voluntad. La pena es mayor si el intruso divulga o se aprovecha de los secretos que
aquéllos contienen (art. 146, inciso 1º).
Basta que el individuo abra la correspondencia o registre los papeles ajenos para que
cometa el delito de que se habla; no es necesario que se imponga o aproveche del
contenido, caso este último en que la pena es mayor.
5. DERECHO A LA IMAGEN.
La doctrina universal y el Derecho comparado revelan que hay dos tendencias respecto al
derecho que tiene una persona sobre su imagen. De acuerdo con una de ellas, el derecho
existe plenamente; según la otra, ese derecho no existe y la persona de cuya imagen se han
aprovechado otros sólo puede reclamar si se la perjudica en su prestigio moral.
En Chile, la imagen no está regulada, aunque hay disposiciones aisladas que se refieren a
fotografías y retratos.
Algunos han deducido del artículo 34 de la Ley N° 17.336, de 2 de octubre de 1970, sobre
propiedad intelectual, que la legislación chilena no reconoce un verdadero derecho a la
imagen. Ese artículo prescribe que "corresponde al fotógrafo el derecho exclusivo de
exponer, publicar y vender sus fotografías, a excepción de las realizadas en virtud de un
contrato, caso en el cual dicho derecho corresponde al que ha encargado la obra..."
La verdad es que la disposición transcrita habla del derecho del fotógrafo para exponer y
comercial "sus" fotografías, pero de ahí no podemos inferir que está autorizado para
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VODANOVIC cree que la sola razón de que los diarios adquieren el derecho de publicar las
obras del personal que le presta sus servicios, no justifica la legalidad de las fotografías
tomadas a terceros en determinadas circunstancias; dicha legalidad, con relación a las
personas fotografiadas, depende precisamente de tales circunstancias y de la forma e
intencionalidad de la publicación. No hay duda de que si se quiere resaltar la concurrencia
de numerosas personas a una playa, la fotografía que muestre al grupo, no merecerá
reparos; pero si del grupo se aísla con singular relieve a una persona y se destacan sus
ropas minúsculas, el asunto puede ser menoscabador para esa persona. Y no ha de
olvidarse que lo que en el ambiente de playa tiene una ponderación, adquiere otra distinta
en el llamativo cuadro de un periódico.
La misma sentencia citada afirma que los hechos que se realizan en lugares públicos y
abiertos no pueden calificarse como parte de la vida privada de las personas. En
consecuencia, si una dama concurre a un balneario marino con un traje de baño llamado
"tanga" y algún diario le toma una fotografía y la destaca en sus páginas, ella no puede
entablar un recurso de protección fundado en la norma de la Constitución que asegura a
todas las personas el respeto y protección de su vida privada y pública y de su honra y la
de su familia (artículo 19, número 4°). El solo hecho de concurrir a uno de esos lugares
demuestra que la propia persona que lo hace estima no moverse en la esfera de su vida
privada y la fotografía cuestionada no cabe mirarla como atentatoria a su honra, a la buena
opinión y respetabilidad que pueda merecer a conocidos.
En la especie, el abogado defensor de la dama opinó en forma diferente. Sostuvo que había
violación de la vida privada de ella porque una cosa es concurrir a la playa con uno de los
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trajes adecuados a la ocasión y otra cosa muy distinta es reproducir esa imagen con toda
publicidad en un diario, sobre todo si éste se caracteriza por insertar algunas líneas más o
menos picarescas. Cada cuestión ha de juzgarse y resolverse atendiendo a su "contexto".
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III.
LAS PERSONAS JURÍDICAS
A.
PARTE GENERAL
1. CONCEPTO.
Las personas naturales deben unirse a otras para progresar, aspirar al bien común. Puede
ocurrir que un conjunto de personas formen un todo orgánico, que comienza a demostrar
su propia individualidad, diferente de la de cada uno de sus integrantes. Se formará así un
nuevo ente, capaz de contraer derechos y obligaciones, denominado persona jurídica.
Como personas, poseen los atributos de la personalidad, salvo, como es obvio, el Estado
Civil.
SAVIGNY define a las personas jurídicas como seres creados artificialmente, capaces de
poseer bienes, de tener patrimonio. RUGGIERO la define como una colectividad
disciplinada de personas y bienes que tienen finalidad estable, permanente y a quien la
autoridad le ha reconocido capacidad en materias de derechos patrimoniales.
El artículo 545 del Código Civil indica que “Se llama persona jurídica una persona ficticia,
capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser representada judicial y
extrajudicialmente. Las personas jurídicas son de dos especies: corporaciones y
fundaciones de beneficencia pública. Las corporaciones de derecho privado se llaman
también asociaciones. Hay personas jurídicas que participan de uno y otro carácter”.
Tomando en cuenta sus elementos, también se la define como entes colectivos integrados
por personas y bienes adscritos a una personalidad común y a los que se les reconoce una
personalidad jurídica distinta de las personas naturales que las integran.
Por su parte, la jurisprudencia ha indicado que las personas jurídicas son ciertas
colectividades jurídicamente organizadas de hombres o de bienes, que el Estado reconoce
y la ley las eleva a la categoría de sujetos de derecho (R.D.J., t. 79, sección 4, p. 188).
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- En los artículos 545 al 564 (modificados por la Ley Nº 20.500 del año 2011), en los
que sólo se regulan las personas jurídicas de derecho privado que no persiguen fines de
lucro, esto es, las corporaciones o asociaciones y fundaciones.
- En el apéndice del Código Civil, el Decreto Supremo N° 110 de 1979, que contiene
el Reglamento sobre concesión de personalidad jurídica a corporaciones y fundaciones.
Buena parte de las normas de este Reglamento (en particular las relativas a la concesión de
personalidad jurídica) se encuentran derogadas por las disposiciones de la Ley Nº 20.500
de 2011.
- La Ley número 19.499 sobre saneamiento de vicios formales que afecten a las
sociedades; y
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Sobre la materia existen múltiples posturas doctrinales, entre las que caben destacar las
siguientes:
Para esta teoría, cuyo principal autor es SAVIGNY, el único sujeto real de derechos es el
hombre; pero no puede desconocerse la necesidad de proteger eficazmente a ciertas
agrupaciones de intereses colectivos en los que se concentran relaciones jurídicas. Con el
fin de conciliar esta necesidad con la idea de que sólo el hombre es un sujeto real de
derechos, el ordenamiento jurídico finge que a aquella agrupación de intereses colectivos
corresponde una persona. Esta es, pues, una persona ficticia creada por el ordenamiento
jurídico positivo para atribuirle derechos y deberes. Así, la ley modifica el principio
natural de que sólo el hombre puede ser sujeto de derechos y le atribuye personalidad,
esto es, capacidad de goce, a entes artificiales, ideales o ficticios.
La gran crítica a esta teoría esta dada por el hecho que ve un mero artificio ahí donde
existe una realidad concreta, y de ello desprende consecuencias prácticas muy poco
convenientes. Asimismo, se indica que no es efectivo que el hombre es el único sujeto de
derechos por ser el único con voluntad, pues con ello se negaría la personalidad de niños y
locos.
Adicionalmente, resulta desastroso sostener que las personas jurídicas, al ser una ficción
legal, sólo pueden ser creadas por el legislador, pues en él recaería el arbitrio ilimitado de
concesión o denegación de la personalidad y podría suprimir las corporaciones
reconocidas
Las teorías opuestas a las de la ficción afirman que la persona jurídica es una realidad: no
son entes ficticios, sino poderosas individualidades sociales, se trata de organismos
sociales, es una realidad objetiva.
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El mismo autor agrega que persona es una categoría jurídica que por sí no implica
ninguna condición de corporalidad o espiritualidad en el investido; el ser punto de
reunión de derechos subjetivos basta formalmente para que haya un sujeto, y la cualidad
de ser tal, forma la personalidad. Por tanto, personalidad es sinónimo de capacidad
jurídica, de subjetividad de derechos y obligaciones, de receptividad de los efectos del
orden jurídico y es una situación jurídica, un status, no un derecho.
De acuerdo con su teoría pura del Derecho, KELSEN llega a la conclusión de que la noción
de persona, para el Derecho, no es una realidad o un hecho, sino una categoría jurídica, un
producto del Derecho y que por sí no implica necesariamente ninguna condición de
corporalidad o espiritualidad en quien la recibe.
KELSEN parte de la idea que toda norma jurídica tiene un destinatario, sea un individuo o
una colectividad, y todo destinatario de la norma es un sujeto de derecho y, en
consecuencia, persona. La circunstancia de que la norma atribuya a alguien un derecho o
un deber, constituye a ese alguien en persona, sin que importe que ese alguien sea un
individuo o una colectividad. El que por lo general la norma atribuya los derechos o
facultades a los seres humanos no quiere decir que el concepto jurídico de persona debe
coincidir con el concepto filosófico de hombre (ente humano racional), especialmente si se
considera que al mismo ser humano el derecho no lo toma en cuenta en su actuación
íntegra y total, sino en el obrar jurídicamente relevante.
Elaborada por los alemanes BRINZ y BEKKER, esta teoría postula que los derechos y las
obligaciones no tienen necesariamente por base a las personas. Existirían patrimonios sin
dueño, basados en la afectación a un fin único de todos los bienes que forman parte de
ellos. Por ende, se suprime el sujeto (que normalmente no puede faltar) y lo sustituyen por
la finalidad. Conciben la persona jurídica como un patrimonio o conjunto de relaciones
jurídicas que se mantienen unidas por su finalidad unitaria.
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Parte de la doctrina nacional sostiene que el Código siguió la teoría de la ficción, atendido
que: (i) así aparecería en una nota del proyecto de 1853, que daría cuenta que BELLO siguió
a SAVIGNY; y (ii) adicionalmente, el art. 545 establece que “se llama persona jurídica una
persona ficticia, capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles y de ser
representada judicial y extrajudicialmente” (art. 545, inc. 1°).
Aún más, con fecha 2 de diciembre de 2009, fue publicada en el Diario Oficial la Ley N°
20.393, que “establece la responsabilidad penal de las personas jurídicas en los delitos de
lavado de activos, financiamiento del terrorismo y delitos de cohecho que indica”.
Pero, para que lo anterior se pueda realizar, es menester discurrir siempre sobre la base
del principio de la radical separación entre la entidad y sus miembros individualmente
considerados, esto es, sobre la base de que son personas distintas.
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Este principio, que es el punto de partida de toda la teoría de las personas jurídicas, se
encuentra consagrado en el inciso segundo del art. 2053 del Código Civil, que establece:
“La sociedad forma una persona jurídica, distinta de los socios individualmente
considerados”; y en el art. 549 del mismo cuerpo legal, que expresa: “Lo que pertenece a
una corporación, no pertenece ni en todo ni en parte a ninguno de los individuos que la
componen; y recíprocamente, las deudas de una corporación no dan a nadie derecho a
demandarlas, en todo o parte, a ninguno de los individuos que componen la corporación,
ni dan acción sobre los bienes propios de ellos, sino sobre los bienes de la corporación”.
Este elemento significa que ciertos hechos, intereses y responsabilidades que en el fondo
pertenecen o pueden serle atribuidos a determinados individuos no aparecen, desde el
punto de vista del derecho, como emanados, pertenecientes o atribuidos a ellos sino como
de un tercero que no son ellos, ni conjunta ni individualmente considerados.
La imputación es entonces doblemente compleja, pues, por una parte, se imputan al ente
ciertos derechos y ciertos deberes que de no existir no podrían sino atribuírseles a los
miembros o integrantes de la persona jurídica; y por otra parte, se le imputan como
propios del ente colectivo, los hechos queridos, deseados o cumplidos por un cierto
número de individuos que tienen una personalidad distinta de dicho ente colectivo.
4.2. Segundo elemento: aplicación de las normas jurídicas con independencia del
sustrato personal de las entidades morales.
Este elemento significa que todas las normas del orden jurídico se aplican a las personas
morales, y se les aplican con absoluta prescindencia de lo que constituya su sustrato
personal, exclusivamente sobre la base de los datos y características propias de la persona
jurídica.
Por regla general, los supuestos de las normas jurídicas toman como base el hombre de
carne y hueso, y no a su personalidad natural, que es un concepto elaborado por el
derecho. Por ende, debe determinarse si tales normas jurídicas pueden resultar igualmente
útiles a las personas morales.
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Pero no se trata sólo de aplicar las normas jurídicas a las personas morales sino que,
además, de aplicarlas recurriendo a los datos y características que proporciona su propia
individualidad, sin tener que recurrir a ninguna conexión con las peculiaridades de sus
miembros o integrantes.
Como es claro, este segundo elemento puede derivar en los siguientes problemas de
aplicación de normas:
(i) En primer término, puede suceder que la norma está elaborada bajo los supuestos
de requisitos o cualidades humanas (vgr., normas sobre la nacionalidad). Sin embargo, la
sola circunstancia de que una norma se halle enlazada con atributos humanos no es
suficiente para excluir su aplicación a las personas jurídicas, sino que tal exclusión sólo
tendrá lugar cuando la finalidad de la norma no pueda conciliarse con la finalidad del ente
moral en el sistema legal (vgr., una sociedad no puede adoptar a un menor).
(ii) El segundo problema está dado por aquellas normas que están elaboradas bajo el
supuesto de que existe diversidad de los sujetos interesados en la relación jurídica que la
norma regula (vgr. el art. 1707 previene que las escrituras privadas hechas por los
contratantes para alterar lo pactado en una escritura pública, no producirán efectos contra
terceros; pero puede suceder que el tercero sea una persona jurídica cuyos socios
corresponden a una de las partes del contrato). La doctrina sostiene que para resolver este
conflicto será necesario penetrar el velo corporativo en busca de la diversidad prevista en
la norma, pues de lo contrario se desvirtúa la finalidad de la norma.
a) Burla a la ley, lo cual tiene lugar cuando se utiliza la figura de la persona jurídica a
fin de que los individuos a quines la norma se dirige se ocultan tras aquella a fin de
sustraerse de un mandato legal.
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b) Burla o lesión del contrato, lo cual tiene lugar, por ejemplo, cuando A y B se
obligan frente a C a no realizar determinado acto, pero resulta que el mismo acto lo realiza
la sociedad X, cuyos socios son A y B.
Los tres casos analizados son hipótesis de fraude a la ley, pues en todos ellos se obtiene un
resultado práctico consistente en sustraerse a la fuerza coactiva del derecho. Debe notarse
que el acto jurídico fraudulento no es en absoluto un negocio simulado, sino que es serio y
se quiere realmente; es más, se quiere tal como se ha realizado, con todas las consecuencias
que corresponden a la forma jurídica elegida, pues representa la única forma de obtener el
fin práctico que la ley prohíbe.
En los casos de abuso uso fraudulento de la persona jurídica, debe desplazarse la forma de
la persona jurídica destruyendo los velos que impiden la aplicación del espíritu de la ley o
del contrato.
Como es claro, las personas jurídicas carecen de estado civil, y por ende los atributos de
ellas se reducen a la capacidad, el nombre, el domicilio, la nacionalidad y el patrimonio.
6.1. Capacidad.
Está expresamente reconocida a la persona jurídica, pues el Código Civil declara que es
capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles (art. 545). Pero por su naturaleza
propia, esta capacidad está restringida a los derechos patrimoniales; los derechos de
familia son sólo compatibles con la persona natural.
6.2. Nombre.
Al igual que con las personas naturales, el nombre es para las personas jurídicas un
elemento esencial de la personalidad, porque supone su individualización.
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6.3. Domicilio.
Las normas del Código Civil que regulan el domicilio de las personas físicas resultan
igualmente útiles para las personas jurídicas.
Sobre la materia, el art. 142 del C.O.T. establece que “cuando el demandado sea una
persona jurídica, se reputará por domicilio, para objeto de fijar la competencia del juez, el
lugar donde tenga su asiento la respectiva corporación o fundación. Y si la persona
jurídica tuviere establecimientos, comisiones u oficinas que la representen en diversos
lugares, como sucede con las sociedades comerciales, deberá ser demandada ante el juez
del lugar donde exista el establecimiento, comisión u oficina que celebró el contrato o que
intervino en el hecho que da origen al juicio”.
6.4. Nacionalidad.
- Art. 17. La nacionalidad de origen de las asociaciones será la del país en que se
constituyan, y en él deben registrarse o inscribirse si exigiere ese requisito la legislación
local.
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- Art. 18. Las sociedades civiles, mercantiles o industriales que no sean anónimas,
tendrán la nacionalidad que establezca el contrato social y, en su caso, la del lugar donde
radicare habitualmente su gerencia o dirección principal.
6.5. Patrimonio.
Lo anterior es de gran relevancia en materia indemnizatoria, pues de ello se sigue que las
personas jurídicas también pueden sufrir daños morales que deberán ser resarcidos, lo que
en general tiene lugar cuando se lesiona su honor, imagen, prestigio, crédito y confianza.
Así lo ha entendido la jurisprudencia a partir del año 1992.
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(ii) Excepción
El art. 3 de la Ley N° 20.393 establece que los requisitos para que una persona jurídica
responda por los delitos antes indicados son tres, a saber:
Que el delito haya sido cometido por personas pertenecientes a un determinado
círculo que la propia ley define.
Que los delitos se hayan cometido directa e inmediatamente en interés de la
persona jurídica o para su provecho.
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Por su parte, el art. 18 Ley N° 20.393 establece que la transformación, fusión, absorción,
división o disolución de común acuerdo o voluntaria de la persona jurídica responsable de
uno o más de los delitos, se transmitirá a la o las personas jurídicas resultantes, si las
hubiere, o sus socios, según sea el caso.
En fin, el art. 19 Ley N° 20.393 dispone que se extingue la responsabilidad penal por las
mismas causales previstas en el art. 93 del Código Penal, salvo la prevista en el N°1.
Por lo que atañe a la responsabilidad contractual, el Código Civil dispone que los actos del
representante de la corporación o fundación, en cuanto no excedan de los límites del
ministerio que se les ha confiado, son actos de la corporación o fundación; en cuanto
excedan de estos límites, sólo obligan personalmente al representante (arts. 552 y 563). En
el primer caso, pues, la responsabilidad es de la persona jurídica.
B.
PARTE ESPECIAL
B.1
CLASIFICACIONES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS
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b.2) Las personas jurídicas con fines de lucro son las sociedades. Estas pueden ser:
(i) Iniciativa para la creación del ente: las personas jurídicas de derecho público obtienen
su existencia en virtud de resoluciones de la autoridad, mientras que las de derecho
privado emanan directamente de la iniciativa de los particulares.
(ii) Potestad Publica: las personas jurídicas de derecho público están dotadas de
potestades públicas, vale decir, gozan de imperio, en virtud del cual pueden dictar normas
de carácter obligatorio.
(iii) Naturaleza del fin: las personas jurídicas de derecho público tienen por objeto servir
fines públicos, mientras que las de derecho privado cumplen con los objetivos señalados
por los asociados o fundadores o persiguen la obtención del lucro.
B.2
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PÚBLICO
Las disposiciones de los artículos 545 y siguientes del Código Civil no se aplican, como se
indica en él artículo 547, a las personas jurídicas de derecho público, en cuanto a la
organización y administración de las mismas. En tales aspectos, se rigen por la
Constitución, leyes administrativas y reglamentos de los servicios públicos. Lo anterior, no
supone sin embargo, que tales personas jurídicas queden por completo excluidas del
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Código Civil: por ejemplo, rige el artículo 2497, respecto de la prescripción. Por lo demás,
debemos tener presente que el Fisco, en sus relaciones contractuales con los particulares,
queda sujeto a las normas del Derecho Civil como cualquier otro contratante.
Cabe señalar que la enumeración del artículo 547 no es taxativa o limitativa, sino
meramente ejemplar, y por lo demás no podía ser de otra forma, pues las personas
jurídicas de derecho público no son tales por mencionarlas el Código Civil, sino por
disponerlo así normas de derecho público.
1. LA NACION Y EL FISCO.
Debemos entender que al aludir a la Nación se refiere la ley al Estado, como lo prueba una
nota de Andrés BELLO. El Estado representa la organización política, jurídica y económica
de la sociedad y de la sociedad nacional y constituye la fuente de todo el derecho (salvo la
costumbre); por ello es la persona jurídica por excelencia y se fija a sí misma las
condiciones para el desarrollo de su actividad y aquellas para el desarrollo de toda
actividad pública o privada.
2. LAS MUNICIPALIDADES.
A pesar de que el Código Civil habla en forma general y sin distinguir el tipo de culto de
que se trata, debe concluirse que se refiere exclusivamente a la Iglesia Católica, Apostólica
y Romana, por una razón muy simple: era la única que podía existir, conforme ala
Constitución de 1833, vigente a la promulgación del Código Civil en 1857.
Por “iglesias” se entienden las distintas subdivisiones de la Iglesia Católica a las que el
Derecho Canónico reconoce personalidad, entre ellas: Iglesia Catedral, Iglesia Parroquial,
etc.
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La parte final del inciso 2 del artículo 547, establece expresamente que las personas
jurídicas de derecho público se rigen por leyes y reglamentos especiales.
Aplicando esta norma a la Iglesia Católica y a las comunidades religiosas, se concluye que
las leyes y reglamentos especiales que las rigen son sus constituciones y leyes canónicas
(así ha fallado la jurisprudencia).
Sin embargo, del artículo 547 no debe desprenderse que todo establecimiento que se costea
con fondos del erario es una persona jurídica de derecho público. Las hay que carecen de
personalidad jurídica; por otra parte, hay instituciones privadas que reciben auxilio
fiscales o municipales y no por ello tienen personalidad jurídica de derecho público. En
realidad, son personas jurídicas de derecho público los “establecimientos públicos”. Estos
son ramas de los servicios generales del Estado o municipios, que se han desprendido del
conjunto para erigirse en órganos dotados de vida propia.
B.3
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO SIN FINES DE LUCRO:
CORPORACIONES Y FUNDACIONES
1. ASPECTOS GENERALES.
1.1. Regulación.
La regulación de las personas jurídicas de Derecho Privado sin fines de lucro ha sufrido
importantes modificaciones en el último tiempo. En efecto, por largo tiempo la materia fue
esencialmente regida por lo dispuesto en el Título XXXIII del Libro Primero del Código
Civil en conjunto al Reglamento sobre Concesión de Personalidad Jurídica, aprobado por
Decreto Supremo Nº 110 de 20 de marzo de 1979.
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Sin perjuicio de lo anterior, el artículo 7 del mismo cuerpo legal dispone que podrán
constituirse libremente agrupaciones que no gocen de personalidad jurídica. Sin perjuicio
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de lo dispuesto en el inciso final del artículo 549 del Código Civil, en procura de los fines
de tales agrupaciones podrán actuar otras personas, jurídicas o naturales, quienes
responderán ante terceros de las obligaciones contraídas en interés de los fines de la
agrupación.
El artículo 6 de la Ley Nº 20.500 establece que las asociaciones podrán constituir uniones o
federaciones, cumpliendo los requisitos que dispongan sus estatutos y aquellos que la ley
exige para la constitución de las asociaciones. En las mismas condiciones, las federaciones
podrán constituir confederaciones.
Las personas jurídicas de derecho privado sin fines de lucro se dividen en corporaciones
(también denominadas “asociaciones” de conformidad al art. 545) y fundaciones,
clasificación del autor alemán HEISE que la propuso en 1807 y posteriormente la adoptó
SAVIGNY.
En términos muy similares, el actual inciso tercero del art. 545 señala que “Una asociación
se forma por una reunión de personas en torno a objetivos de interés común a los
asociados. Una fundación, mediante la afectación de bienes a un fin determinado de interés
general.”
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Las corporaciones tienen asociados y el fin común perseguido puede incluso beneficiarlos,
como acontece con una corporación deportiva y de recreación, que beneficia a sus
asociados exclusivamente. En cambio, las fundaciones tienen destinatarios, es decir,
aquellos beneficiarios señalados por el fundador, y que son ajenos, usualmente, a los
integrantes de la fundación.
Los artículos 548 al 561, son generales para las corporaciones y fundaciones, mientras que
los artículos 562 y 564 se refieren a las fundaciones. El análisis de los mismos se realizará
en los siguientes apartados.
2. LAS CORPORACIONES.
2.1. Constitución.
El Código Civil preceptúa que “no son personas jurídicas las fundaciones o corporaciones
que no se hayan establecido en virtud de una ley, o que no se hayan constituido conforme
a las reglas de este título” (art. 546). Previo a la entrada en vigencia de la Ley Nº 20.500, las
corporaciones podían constituirse mediante aprobación del Presidente de la República
(siendo la tramitación reglada en el Reglamento sobre Concesión de Personalidad
Jurídica), lo que fue eliminado del ordenamiento jurídico.
Los actuales artículos 548 y 548-1 a 548-4 reglan en particular la materia en los siguientes
términos:
b) Depósito y análisis por parte del secretario municipal del acto constitutivo. Copia
del acto constitutivo, autorizada por el ministro de fe o funcionario ante el cual fue
otorgado, deberá depositarse en la secretaría municipal del domicilio de la persona
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jurídica en formación, dentro del plazo de treinta días contado desde su otorgamiento.
Este plazo no regirá para las fundaciones que se constituyan conforme a disposiciones
testamentarias.
Dentro de los treinta días siguientes a la fecha del depósito, el secretario municipal podrá
objetar fundadamente la constitución de la asociación o fundación, si no se hubiere
cumplido los requisitos que la ley o el reglamento señalen. No se podrán objetar las
cláusulas de los estatutos que reproduzcan los modelos aprobados por el Ministerio de
Justicia. La objeción se notificará al solicitante por carta certificada. Si al vencimiento de
este plazo el secretario municipal no hubiere notificado observación alguna, se entenderá
por el solo ministerio de la ley que no objeta la constitución de la organización, y se
procederá de conformidad al inciso quinto.
Dichas normas son las que establecen las leyes y los estatutos.
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El artículo 548-2 dispone que los estatutos de las personas jurídicas deberán contener lo
siguiente:
iv. Los bienes que forman su patrimonio inicial, si los hubiere, y la forma en que
se aporten;
Por su parte, el artículo 548-4, incorporado por la Ley Nº 20.500, establece una acción de
perjuicios en los siguientes términos: “Todos aquellos a quienes los estatutos de la
corporación irrogaren perjuicio podrán recurrir a la justicia, en procedimiento breve y
sumario, para que éstos se corrijan o se repare toda lesión o perjuicio que de la aplicación
de dichos estatutos les haya resultado o pueda resultarles”.
Lo cierto es que esta disposición encierra una serie de interrogantes que en definitiva
pueden hacerla inaplicable. Desde luego, no es claro cuando un estatuto, en sí, podría
afectar a tercero, desde que se trata de un acto corporativo que le es totalmente inoponible.
Asimismo, resulta difícil imaginar las hipótesis en las que el sólo estatuto, en cuanto tal (o
por su sólo otorgamiento) puede causar perjuicios a terceros, a menos que el mismo
contenga, por ejemplo, denostaciones a una persona que le ocasionen un daño moral. Sin
embargo, ello resulta bastante improbable de que acontezca en la práctica, pues la ley
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establece una revisión por parte del secretario municipal del acto constitutivo que contiene
la aprobación de los estatutos.
Pareciera ser que la parte final de la norma intenta solucionar lo anterior por la vía de
afirmar que la acción puede ser intentada por la “aplicación” de los estatutos, es decir, por
la ejecución práctica de los mismos. Sin embargo, acto seguido se agrega que también
puede ejercerse la acción por la aplicación que “pueda resultar” de los estatutos,
estableciendo una suerte de acción por daño contingente, similar a la que consagra el art.
2333 del Código Civil.
En fin, el art. 548-4 no sólo consagra una acción de reparación de perjuicios propiamente
tal, sino que también de una acción de “corrección” de los mismos.
2.3. La voluntad.
Las Asambleas Generales Ordinarias se celebran una vez al año, y las extraordinarias
tienen lugar cada vez que lo exigen las necesidades de la corporación (art. 550), y en ellas
sólo pueden tomarse acuerdos relacionados con los negocios indicados en los avisos de
citación. Hay materias que sólo pueden tratarse en las asambleas de una u otra clase.
Usualmente, los estatutos señalan las reglas que deben seguirse para que se forme la
voluntad de una corporación. Pero el Código Civil enuncia una regla general supletoria al
decir que “la mayoría de los miembros de una corporación, que tengan según sus estatutos
voto deliberativo, será considerada como una asamblea o reunión legal de la corporación
entera. La voluntad de la mayoría de la sala es la voluntad de la corporación” (art. 550).
Los estatutos de la corporación pueden prescribir modificaciones sobre los quórum
señalados (art. 550, inc. final).
El artículo 556 dispone en su inciso primero que las asociaciones y fundaciones podrán
adquirir, conservar y enajenar toda clase de bienes, a título gratuito u oneroso, por actos
entre vivos o por causa de muerte. En relación a la materia, el art. 557-2 establece que las
asociaciones y fundaciones podrán realizar actividades económicas que se relacionen con
sus fines. Asimismo, podrán invertir sus recursos de la manera que decidan sus órganos
de administración. Las rentas que se perciban de esas actividades sólo deberán destinarse
a los fines de la asociación o fundación o a incrementar su patrimonio.
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Por su parte, el art. 556, inciso 2º, establece que el patrimonio de una asociación se
integrará, además, por los aportes ordinarios o extraordinarios que la asamblea imponga a
sus asociados, con arreglo a los estatutos.
El art. 557-1 señala que las personas jurídicas regidas estarán obligadas a llevar
contabilidad de conformidad con los principios de contabilidad de aceptación general.
Deberán además confeccionar anualmente una memoria explicativa de sus actividades y
un balance aprobado por la asamblea o, en las fundaciones, por el directorio. Las personas
jurídicas cuyo patrimonio o cuyos ingresos totales anuales superen los límites definidos
por resolución del Ministro de Justicia, deberán someter su contabilidad, balance general y
estados financieros al examen de auditores externos independientes designados por la
asamblea de asociados o por el directorio de la fundación de entre aquellos inscritos en el
Registro de Auditores Externos de la Superintendencia de Valores y Seguros.
El inciso final del art. 556 dispone que las rentas, utilidades, beneficios o excedentes de la
asociación no podrán distribuirse entre los asociados ni aún en caso de disolución.
No podrán integrar el directorio personas que hayan sido condenadas a pena aflictiva. El
director que durante el desempeño del cargo fuere condenado por crimen o simple delito,
o incurriere en cualquier otro impedimento o causa de inhabilidad o incompatibilidad
establecida por la ley o los estatutos, cesará en sus funciones, debiendo el directorio
nombrar a un reemplazante que durará en sus funciones el tiempo que reste para
completar el período del director reemplazado.
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De acuerdo al artículo 551-1, los directores ejercerán su cargo gratuitamente, pero tendrán
derecho a ser reembolsados de los gastos, autorizados por el directorio, que justificaren
haber efectuado en el ejercicio de su función. Sin embargo, y salvo que los estatutos
dispusieren lo contrario, el directorio podrá fijar una retribución adecuada a aquellos
directores que presten a la organización servicios distintos de sus funciones como
directores. De toda remuneración o retribución que reciban los directores, o las personas
naturales o jurídicas que les son relacionadas por parentesco o convivencia, o por interés o
propiedad, deberá darse cuenta detallada a la asamblea o, tratándose de fundaciones, al
directorio. La regla anterior se aplicará respecto de todo asociado a quien la asociación
encomiende alguna función remunerada.
El art. 551-2 establece que en el ejercicio de sus funciones los directores responderán
solidariamente hasta de la culpa leve por los perjuicios que causaren a la asociación. El
director que quiera salvar su responsabilidad por algún acto o acuerdo del directorio,
deberá hacer constar su oposición, debiendo darse cuenta de ello en la próxima asamblea.
Para que los actos de los que obran por la persona jurídica afecten a ésta, necesario es que
se desempeñen en el ejercicio de su cargo y dentro de sus atribuciones. Así lo expresa el
Código Civil al decir que “los actos del representante de la corporación, en cuanto no
excedan de los límites del ministerio que se les ha confiado, son actos de la corporación; en
cuanto excedan de estos límites, sólo obligan personalmente al representante” (art. 552).
2.6. Fiscalización.
El Ministerio de Justicia podrá ordenar a las corporaciones y fundaciones que subsanen las
irregularidades que comprobare o que se persigan las responsabilidades pertinentes, sin
perjuicio de requerir del juez las medidas que fueren necesarias para proteger de manera
urgente y provisional los intereses de la persona jurídica o de terceros.
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2.7. Disolución.
c) Por sentencia judicial ejecutoriada, en caso de: (1) estar prohibida por la
Constitución o la ley o infringir gravemente sus estatutos, o; (2) haberse realizado
íntegramente su fin o hacerse imposible su realización, y
La sentencia a que se refiere la letra c) precedente sólo podrá dictarse en juicio incoado a
requerimiento del Consejo de Defensa del Estado, en procedimiento breve y sumario, el
que ejercerá la acción previa petición fundada del Ministerio de Justicia. En el caso a que
se refiere el número 2 de la letra c) precedente, podrá también dictarse en juicio
promovido por la institución llamada a recibir los bienes de la asociación o fundación en
caso de extinguirse.
El Código Civil establece que disuelta una corporación, debe disponerse de sus
propiedades en la forma que para este caso hubieren prescrito sus estatutos (art. 561).
Puede que en los estatutos nada se diga sobre el destino de los bienes después de
extinguida la persona jurídica. En este caso las propiedades de la corporación o fundación
pasan a dominio del Estado, con la obligación de emplearlas en objetos análogos a los de la
institución. Toca al Presidente de la República señalarlos (C. Civil, artículos citados).
En relación a este último precepto, en el ya citado fallo de 1992 la Corte Suprema resolvió
que el artículo 561 del Código Civil es contrario y quebranta el derecho de propiedad,
atendido que conforme al mismo las propiedades de la corporación disuelta pasarán a
propiedad del Estado, quien deberá emplearlos en objetos análogos a los de la institución;
empero, ese precepto no contempla, ni existe una ley, general o especial, que autorice la
expropiación por causa de utilidad pública o de interés nacional, calificada por el
legislador, como exige la predicha garantía constitucional
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Sin embargo, en el referido fallo de 1997 la misma Corte resolvió que no contraría a la
Constitución el artículo 561 del Código Civil atendido que los bienes de la corporación no
pertenecen a las personas naturales que fueron asociados en dicha corporación de manera
que no pueden reclamar derecho alguno sobre ellos y mal puede haber entonces algún
tipo de confiscación para ellos o para la persona jurídica extinta como pretende el recurso.
De esta forma no lesiona la garantía constitucional amparada por el artículo 19 Nº 24 de la
Constitución que ampara el derecho de propiedad.
3. LAS FUNDACIONES.
Las disposiciones citadas para las Corporaciones se aplican también en general a las
Fundaciones (artículo 563).
a) Por una asignación testamentaria, dejando un legado para tal efecto (artículo 963,
inciso 2);
Los estatutos de toda fundación deberán precisar, además, los bienes o derechos que
aporte el fundador a su patrimonio, así como las reglas básicas para la aplicación de los
recursos al cumplimiento de los fines fundacionales y para la determinación de los
beneficiarios.
3.2. Disolución.
El artículo 564 contempla una causal espacial de disolución para las fundaciones, cuando
desaparecen los bienes afectados a la finalidad social.
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B.4
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO CON FINES DE LUCRO:
LA SOCIEDAD
1. ASPECTOS GENERALES.
Tratan de la sociedad el Título XXVIII del Código Civil, el Código de Comercio (Título VII
del Libro II), y diversas leyes especiales.
El art. 2053 del Código Civil define a la sociedad en los siguientes términos: “La sociedad o
compañía es un contrato en que dos o más personas estipulan poner algo en común con la
mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan”.
El Código Civil establece ciertas normas básicas generales, aplicables a toda especie de
sociedad y reglamenta, en especial, un tipo determinado: la sociedad colectiva civil.
Las sociedades colectivas mercantiles se rigen por las disposiciones del Código de
Comercio; les son igualmente aplicables las normas del Código Civil, particularmente las
que rigen las causas de su disolución (art. 407 del C. de C.).
Los socios se obligan a “poner algo en común”, esto es, a efectuar un aporte. No es
menester para que la sociedad se perfeccione la entrega del aporte porque, en tal caso, la
sociedad revestiría los caracteres de contrato real.
Sin embargo, son solemnes las sociedades anónimas, las sociedades de responsabilidad
limitada y las sociedades colectivas comerciales que se constituyen por escritura pública,
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Por este motivo, por ejemplo, la sociedad termina normalmente por la muerte de uno de
los socios y está vedado a éstos incorporar a un tercero a la sociedad sin el consentimiento
de los restantes socios.
El art. 2053, inc. 2º, declara enfáticamente: “La sociedad forma una persona jurídica
distinta de los socios individualmente considerados”. De ello se siguen las siguientes
consecuencias:
Los bienes que los socios aportan a la sociedad dejan de pertenecerles y pasan a ser del
dominio social. Por este motivo los acreedores personales de los socios no pueden hacer
efectivos sus créditos en el patrimonio de la sociedad (art. 2096).
Durante la vigencia de la sociedad, los socios tienen sólo un crédito contra la sociedad
para reclamar su parte en los beneficios de los negocios sociales.
El art. 2054 establece: “En las deliberaciones de los socios que tengan derecho a votar,
decidirá la mayoría de votos, computada según el contrato, y si en éste nada se hubiere
estatuido sobre ello, decidirá la mayoría numérica de los socios. Exceptúanse los casos en
que la ley o el contrato exigen unanimidad, o conceden a cualquiera de los socios el
derecho de oponerse a los otros”.
Toda modificación sustancial del contrato debe ser acordada unánimemente, salvo que el
contrato mismo estatuya otra cosa (art. 2054, inc. 3º).
Además de los requisitos o condiciones generales que son propios de todo contrato, la
sociedad debe reunir los siguientes que son característicos:
a) Necesidad de un aporte
Por definición la sociedad es un contrato en que los socios convienen “poner algo en
común” con el propósito de compartir los beneficios (art. 2053). El art. 2055 dispone que
“no hay sociedad, si cada uno de los socios no pone alguna cosa en común”.
La necesidad de efectuar un aporte resulta de que la sociedad, para llevar a cabo sus fines,
debe contar con un patrimonio propio que permita realizarlos.
El conjunto de los aportes debe formar un fondo común, destinado a explotarse con miras
a un mutuo beneficio.
El aporte de los socios puede consistir en dinero u otros bienes raíces o muebles, en una
industria, servicio o trabajo apreciable en dinero (art. 2055, inc. 1º).
De este modo, el aporte puede consistir en bienes de la más variada índole y aún en una
industria, trabajo o servicio.
No es menester que los aportes sean el mismo valor ni de la misma naturaleza. Importa
sólo que los socios efectúen un aporte. Una participación en las utilidades a quien no pone
algo en común entraña una donación, sometida a las reglas de la donación entre vivos.
c.1) Los aportes que los socios se comprometen a efectuar deben ser susceptibles de
estimación pecuniaria, apreciables en dinero.
El art. 352 Nº 4 del Código de Comercio establece que la escritura de sociedad deberá
expresar el capital que aporta cada socio y el valor que se asigne a los aportes que
consistan en muebles o en inmuebles, y la forma en que debe hacerse el justiprecio de los
mismos aportes en caso de que no se les haya asignado valor alguno.
“Se prohíbe toda sociedad a título universal, sea de bienes presentes y venideros, o de
unos u otros” (art. 2056, inc. 1º). “Se prohíbe, asimismo, toda sociedad de ganancias a
título universal, excepto entre cónyuges” (art. 2056, inc. 2º)
Sociedad universal de bienes presentes o futuros es aquella en que los socios estipulan
poner en común la totalidad de su patrimonio actual o venidero. Sociedad a título
universal de ganancias es aquella en que los socios se comprometen a compartir la
totalidad de los beneficios que obtengan en sus respectivas actividades.
Solamente tolera el legislador una sociedad a título universal de ganancias entre cónyuges;
pero la sociedad conyugal, en verdad, sólo tiene de sociedad el nombre.
El Código Civil francés admite y reglamenta las sociedades a título universal de ganancias
y de bienes presentes.
La sociedad persigue un fin de lucro con el objeto de repartir el provecho entre los
asociados. La persecución de esta finalidad es la esencia de la sociedad.
El art. 2055 declara que “tampoco hay sociedad sin participación de beneficios”.
Todos los socios deben participar en los beneficios. No hay sociedad si se conviene en
atribuir todos los beneficios a algunos socios con exclusión de otros.
El beneficio que los socios obtengan, del mismo modo que sus aportes, deben ser de
carácter pecuniario; no se considera beneficio el de índole solamente moral.
El art. 2055, inc. 3º, previene: “No se entiende por beneficio el puramente moral, no
apreciable en dinero”.
El derecho de los socios de participar en los beneficios supone que la sociedad obtenga
utilidades.
Una remuneración fija, que debe pagarse independientemente del resultado de los
negocios sociales, no importa una participación en los beneficios. Importa una
remuneración del capital, industria o trabajo y quien la recibe no debe ser considerado
como socio.
Si al que aporta su industria se le asigna una cuota del eventual beneficio que la sociedad
obtenga, nada podrá reclamar cuando la sociedad haya experimentado pérdidas, aun
cuando la cuota asignada se le haya reconocido como precio por su industria (art. 2086,
inc. 2º).
La distribución de los beneficios puede hacerse en la forma que determinen las partes
contratantes o un tercero, y en su defecto, la hace la ley.
d.1) La distribución de los beneficios se hará, en primer término, como los socios hayan
acordado. El art. 2066 establece que “los contratantes pueden fijar las reglas que tuvieren
por convenientes para la división de ganancias y pérdidas”.
d.3) La ley, en fin, en el silencio de las partes, establece que la participación en las
utilidades será proporcional al aporte.
El art. 2068 establece que “a falta de estipulación expresa, se entenderá que la división de
los beneficios debe ser a prorrata de los valores que cada socio haya puesto en el fondo
social”.
Como resulta inaplicable la regla que hace la participación proporcional al aporte, no cabe
otra solución equitativa sino que la determinación que efectúe el juez.
En efecto, el art. 2069 dispone que “si uno de los socios contribuyere solamente con su
industria, servicio o trabajo, y no hubiere estipulación que determine su cuota en los
beneficios sociales, se fijará esta cuota en caso necesario por el juez”.
a) Forma de la contribución
En otras palabras, en defecto de estipulación, los socios deben concurrir a las pérdidas en
la misma forma en que participan de los beneficios, esto es, a prorrata de sus aportes.
En cuanto al socio industrial, el art. 2069 dispone que “si ninguna estipulación
determinare la cuota que le quepa en las pérdidas, se entenderá que no le cabe otra que la
de dicha industria, trabajo o servicio”.
El art. 383 del Código de Comercio, ocupándose de las sociedades mercantiles, declara que
el socio industrial no le cabe soportar parte alguna en las pérdidas.
La parte que a cada socio corresponde en los beneficios y en las pérdidas debe calcularse
“sobre el resultado definitivo de los negocios sociales”. Tal es la regla fundamental del art.
2070, inc. 2º.
b.1) Los negocios en que la sociedad sufre pérdidas deben compensarse con aquellos en
que reporta beneficios (art. 2070, inc. 2º).
El resultado definitivo de los negocios de la sociedad no puede conocerse sino cuando ésta
tenga fin. Pero es obvio que los socios, capitalistas o industriales, no se resignarán a
esperar, a menudo varios años para recibir los beneficios que persiguen. Generalmente,
por esto, en la práctica, se aplicarán las cuotas de beneficios o pérdidas a los resultados del
balance anual.
Puede resultar, como consecuencia de esta práctica, que el socio reciba en exceso sobre lo
que le corresponda en definitiva. En tal caso, el socio que reciba a cuenta mayor cantidad
de beneficios de los que le correspondan según el resultado definitivo de las operaciones,
devolverá el exceso.
“Sin embargo, los socios comanditarios no estarán obligados a colacionar los dividendos
que hayan recibido de buena fe y los accionistas de sociedades anónimas en caso alguno
estarán obligados a devolver a la caja social las cantidades que hubieren percibido a título
de beneficio” (art. 2070, inc. 3º).
La doctrina señala un último elemento del contrato de sociedad: la affectio societatis. Las
partes deben contratar con el propósito de asociarse, con la intención de formar sociedad.
5. SOCIEDAD DE HECHO.
La falta de los requisitos que son de la esencia de la sociedad trae como resultado que el
contrato no produzca efecto alguno o degenere en uno diverso del contrato de sociedad.
El art. 2057 prescribe que “si se formare de hecho una sociedad que no pueda subsistir
legalmente, ni como sociedad, ni como donación, ni como contrato alguno, cada socio
tendrá la facultad de pedir que se liquiden las operaciones anteriores y de sacar sus
aportes”.
Por su parte, el art. 2058 añade: “La nulidad del contrato de sociedad no perjudica a las
acciones que corresponden a terceros de buena fe contra todos y cada uno de los asociados
por las operaciones de la sociedad si existiere de hecho”
Para calificar las sociedades de civiles o mercantiles la ley atiende a la clase de negocios
para que ha sido constituida o, en otros términos, a la naturaleza de su giro.
“Son sociedades comerciales las que se forman para negocios que la ley califica de actos de
comercio. Las otras son sociedades civiles”. (art. 2059).
El Código de Comercio enumera largamente, en su art. 3º, los actos que se reputan
mercantiles.
Puede estipularse que la sociedad civil por su naturaleza se sujete a las reglas de la
sociedad comercial (art. 2060).
El art. 2061 establece que la sociedad, sea civil o mercantil, puede ser colectiva, en
comandita o anónima.
Sociedad colectiva es aquella en que todos los socios administran por sí o por un
mandatario elegido de común acuerdo (art. 2061, inc. 2º).
La ley ha definido las sociedades colectivas por la forma que adopta su administración;
pero en verdad, tal definición no las caracteriza adecuadamente.
a) Los socios responden con sus bienes propios de las obligaciones sociales, en forma
ilimitada, pero proporcional a sus respectivos aportes.
b) La sociedad forma su nombre o razón social con el nombre de todos los socios o de
alguno de ellos y las palabras “y compañía” (En realidad, el Código Civil guarda silencio
acerca del nombre de las sociedades colectivas; el Código de Comercio, en su art. 365,
señala la norma apuntada).
De este modo, el nombre de la sociedad permite a los que con ella contratan enterarse de
que se trata de una sociedad colectiva.
Los malos negocios de la sociedad ponen a los socios en peligro de perder no sólo los
bienes que pusieron en común, sino de comprometer seriamente su propio patrimonio. La
sociedad de responsabilidad limitada, como su nombre lo indica, pone un límite a la
responsabilidad de los socios.
La sociedad se rige, en general, por las mismas reglas que la sociedad colectiva, con las
siguientes salvedades:
b) El contrato es solemne. Debe constituirse por escritura pública, cuyo extracto debe
inscribirse en el Registro de Comercio del domicilio social y publicarse en el Diario Oficial.
c) La razón social debe contener el nombre de uno o más de los socios o una
referencia al objeto de la sociedad, para terminar con la palabra “limitada”. La omisión de
esta palabra hace responsables solidariamente a los socios de las operaciones sociales.
El Código las define: “Sociedad anónima es aquella formada por la reunión de un fondo
común, suministrado por accionistas responsables sólo por sus respectivos aportes y
administrada por un directorio integrado por miembros esencialmente revocables” (art.
2061, inc. 4º. Igual definición está contenida en el art. 1º de la Ley Nº 18.046).
En líneas generales, las características de esta clase de sociedad son las siguientes:
La sociedad en comandita es aquella “en que uno o mas de los socios se obligan solamente
hasta concurrencia de sus aportes” (art. 2061, inc. 3º).
b) Los socios gestores son responsables de la misma manera que los socios colectivos
y en sus relaciones entre si y con terceros se aplican las reglas de las sociedades colectivas
(art. 2063). Los socios comanditarios responden hasta la concurrencia de sus aportes (art.
2097).
c) La razón social se forma con el nombre de los socios gestores únicamente. El art.
2062 establece: “Se prohíbe a los socios comanditarios incluir sus nombres en la firma o
razón social, y tomar parte en la administración”.
El artículo 424 del Código de Comercio las define como “una persona jurídica creada por
una o más personas mediante un acto de constitución perfeccionado de acuerdo con los
preceptos siguientes, cuya participación en el capital es representada por acciones”. El
inciso segundo de la misma disposición agrega que “La sociedad tendrá un estatuto social
en el cual se establecerán los derechos y obligaciones de los accionistas, el régimen de su
administración y los demás pactos que, salvo lo dispuesto en este párrafo, podrán ser
establecidos libremente”.
Como se puede observar, una de las notas distintivas de las SpA es que admiten tener un
solo socio, siendo además característica la amplia libertad que se entrega para establecer
cualquier clase de pacto, salvo disposición legal contraria.
En líneas generales, las características de esta clase de sociedad son las siguientes:
Por consiguiente, es menester distinguir dos situaciones diversas: a) los socios han
designado para la administración de la sociedad uno o varios administradores, y b) los
socios no han efectuado tal designación.
Tal es la regla del art. 2071, inc. 1º: “La administración de la sociedad colectiva puede
confiarse a uno o mas de los socios, sea por el contrato de sociedad, sea por acto posterior
unánimemente acordado”.
El inc. 2º del art. 2071 establece que si la designación se ha hecho en el contrato mismo,
“las facultades administrativas del socio o socios forman parte de las condiciones
esenciales de la sociedades, a menos de expresarse otra cosa en el mismo contrato”.
Una doble consecuencia se sigue de que se repute como una condición esencial la
designación de administrador: no puede renunciar ni ser removido sino por causa
legitima.
a) Por de pronto, no es licito al socio administrador renunciar “sino por causa prevista
en el acto constitutivo, o unánimemente aceptada por los consocios” (art. 2072, inc.1º).
b) Además, no puede el socio administrador ser removido “sino en los casos previstos
o por causa grave”; debe tenerse por tal la que le haga indigno de confianza o incapaz de
administrar útilmente, esto es, su infidelidad o ineptitud (art. 2072, inc. 2º).
Cualquiera de los socios puede pedir la remoción del socio gestor, justificando la causa.
La renuncia o remoción del administrador como condición esencial que es del contrato,
pone fin a la sociedad. Así ocurre indefectiblemente cuando la remoción o renuncia tiene
lugar sin causa legítima (art. 2072, inc. 3º).
El art. 2073 prevé, sin embargo, las condiciones en que la sociedad puede continuar, a
pesar de la remoción o renuncia del administrador designado en el contrato.
Muy diversa es la situación del administrador designado por un acto posterior al pacto
social.
El art. 2074 expresa: “La administración conferida por acto posterior al contrato de
sociedad puede renunciarse por el socio administrador y revocarse por la mayoría de los
consocios, según las reglas del mandato ordinario”.
Nótese que el nombramiento del administrador exige el acuerdo unánime de los socios,
mientras que la remoción requiere solamente la mayoría.
Tal es la lógica regla que establece el art. 2081: “Se entenderá que cada uno de ellos ha
recibido de los otros el poder de administrar”.
En su gestión no requiere consultar a sus consocios y, aun, puede actuar contra el parecer
de los demás. Si la voluntad unánime de los socios le ha investido del poder de
administrar, es natural que no puedan contradecirle en el desempeño de sus funciones.
El art. 2075 dispone al respecto: “El socio a quien se ha conferido la administración por el
contrato de sociedad o por convención posterior, podrá obrar contra el parecer de los
otros”.
Deberá el socio administrador, sin embargo, sujetarse a las restricciones legales y a las que
se le hayan impuesto en el mandato respectivo.
Con todo, la mayoría de los socios podrá oponerse “a todo acto que no haya producido
efectos legales” (art. 2075, inc. 2º). En otros términos, la oposición de la mayoría de los
socios impedirá que el administrador lleve a cabo los actos en proyecto; pero la oposición
resulta ineficaz ante los actos consumados.
El art. 2076 previene: “Si la administración es conferida, por el contrato de sociedad o por
convención posterior, a dos o mas de los socios, cada uno de los administradores podrá
ejecutar por si solo cualquier acto administrativo, salvo que se haya ordenado otra cosa en
el titulo de su mandato”.
Las facultades de los administradores serán las que las partes hayan señalado; debe el
administrador ceñirse a los términos de su mandato.
A falta de estipulación que fije las atribuciones del administrador, “se entenderá que no le
es permitido contraer a nombre de la sociedad otras obligaciones, ni hacer otras
adquisiciones o enajenaciones, que las comprendidas en el giro ordinario de ella” (art.
2077).
Concordante con estas ideas, el art. 395 del Código de Comercio dispone: “Los
administradores delegados representan a la sociedad judicial y extrajudicialmente; pero si
no estuvieren investidos de un poder especial, no podrán vender ni hipotecar los bienes
inmuebles por su naturaleza o su destino, ni alterar su forma, ni transigir, ni comprometer
los negocios sociales de cualquiera naturaleza que fueren”.
Sin embargo, el art. 396 añade: “Las alteraciones en la forma de los inmuebles sociales que
el administrador hiciere a vista y paciencia de los socios, se entenderán autorizadas y
aprobadas por éstos para todos los efectos legales”.
Pero podrá ocurrir que los bienes sociales requieran alteraciones o transformaciones
urgentes. Podrá llevarlas a cabo, en tal caso, a condición de que sean “tan urgentes que no
le hayan dado tiempo para consultar a los consocios” (art. 2078, inc.2º).
Como es lógico, solamente los actos ejecutados por el administrador dentro de la órbita de
sus atribuciones obligan a la sociedad; los actos que ejecute excediéndose de sus facultades
obligan personalmente al administrador.
Tal es la regla del art. 2079: “En todo lo que obre dentro de los límites legales o por poder
especial de sus consocios, obligará a la sociedad; obrando de otra manera, él solo será
responsable”.
Para que los socios excluidos de la administración tomen conocimiento de la marcha de los
negocios sociales, los administradores deben rendir cuenta de su gestión en la época
prefijada o, a lo menos, una vez al año.
El art. 2080 les impone esta obligación y la época en que deben cumplirla: “El
administrador es obligado a dar cuenta de su gestión en los períodos designados al efecto
por el acto que le ha conferido la administración, y, a falta de esta designación,
anualmente”.
Los socios tendrán las facultades que se hayan mutuamente otorgado y, en su defecto, no
podrán contraer otras obligaciones, ni hacer otras adquisiciones o enajenaciones que las
que correspondan al giro ordinario de la sociedad.
Sin embargo, el art. 2081 consigna algunas reglas aplicables al caso en que la
administración corresponda a todos los socios:
a) Cualquiera de los socios tiene derecho a oponerse a los actos de los demás,
mientras esté pendiente su ejecución o no hayan producido efectos legales (art. 2081, Nº 1).
Razones de orden práctico, por de pronto, aconsejan el segundo criterio que adopta el
Código de Comercio.
En efecto, el art. 389 prescribe que la oposición suspende provisoriamente la ejecución del
acto o contrato proyectado, hasta que la mayoría numérica de los socios califique su
conveniencia o inconveniencia. El art. 390 añade que el acuerdo de la mayoría obliga a la
minoría sólo cuando recae sobre actos de simple administración o sobre disposiciones
comprendidas en las operaciones designadas en el contrato social. Si no se produce
mayoría, los socios deberán abstenerse de ejecutar el acto en proyecto.
b) Cada socio podrá servirse para su uso personal de las cosas que forman el haber
social con tal que las emplee según su destino ordinario, y sin perjuicio de la sociedad y
del justo uso de los otros (art. 2081, Nº 2º).
c) Cada socio tiene derecho para obligar a los otros a que hagan con él las expensas
necesarias para la conservación de las cosas sociales (art. 2081, Nº 3º).
d) Ninguno de los socios podrá hacer innovaciones en los inmuebles que dependan
de la sociedad sin el consentimiento de los otros (art. 2081, Nº 4º).
No consulta la ley, esta vez, una excepción como la consignada en el inc. 2º del art. 2078,
que reputa agente oficioso al socio administrador que efectúa innovaciones o alteraciones
tan urgentes que no dan tiempo para consultar a los consocios.
La disposición se refiere solamente a los inmuebles, mientras el art. 2078 prohíbe a los
socios administradores alterar la forma “de los objetos que forman el capital fijo de la
sociedad”.
Los párrafos 5º y 6º del Título XXVIII se denominan “De las obligaciones de los socios
entre sí” y “De las obligaciones de los socios respecto de terceros”.
Las obligaciones de que se ocupa el párrafo 5º son obligaciones de los socios para con la
sociedad y de la sociedad para con los socios.
De este modo hay que distinguir: a) obligaciones de los socios para con la sociedad; b)
obligaciones de la sociedad para con los socios, y c) obligaciones de los socios respecto de
terceros.
Las obligaciones que el contrato impone a los socios para con la sociedad son tres:
En virtud del contrato de sociedad los socios estipulan poner algo en común, se obligan a
efectuar su aporte.
El carácter esencial de esta obligación aparece destacado nítidamente en el art. 2055: “no
hay sociedad, si cada uno de los socios no pone alguna cosa en común”.
Los aportes deben efectuarse en la forma y tiempo convenidos. El art. 2087 previene que “a
ningún socio podrá exigirse aporte más considerable que aquel a que se haya obligado”.
La negativa del socio de elevar su aporte no puede ser causa de que se frustren los fines de
la sociedad.
El art. 2082 dispone: “Los aportes al fondo social pueden hacerse en propiedad o en
usufructo, En uno y otro caso los frutos pertenecen a la sociedad desde el momento del
aporte”.
Las consecuencias que derivan de la forma del aporte revisten considerable importancia.
Verificada la tradición, conforme a las reglas generales, la sociedad se hace dueña de los
bienes aportados.
Las relaciones entre el socio que ha efectuado esta clase de aporte y la sociedad serán las
que median entre el nudo propietario y el usufructuario.
Sin embargo es menester tener presente que en el usufructo de cosas fungibles “el usuario
se hace dueño de ellas” (art. 789).
La sociedad debe soportar los deterioros de la cosa aportada y la pérdida que experimente
por caso fortuito. El socio, entre tanto, no ve disminuidos sus derechos en la sociedad.
iii) Las reglas anteriores sufren importante excepción cuando el aporte constituye un
cuasiusufructo y el usufructuario, por consiguiente, se hace dueño de los bienes aportados.
Los riesgos son de cargo de la sociedad, en el sentido de que la perdida de las cosas
aportadas no la libera de la obligación de pagar al socio su valor.
El art. 2084, inc. 3º, expresa que si el aporte en usufructo “consiste en cosas fungibles, en
cosas que se deterioran por el uso, en cosas tasadas, o cuyo precio se ha fijado de común
acuerdo, en materiales de fabrica o artículos de venta pertenecientes al negocio o giro de la
sociedad, pertenecerá la propiedad a ésta con la obligación de restituir al socio su valor”.
El valor que la sociedad debe reintegrar al socio será, por regla general, el que las cosas
tenían al tiempo del aporte, salvo que las cosas se hayan aportado apreciadas, porque,
entonces, se deberá el valor de apreciación (art. 2084, inc. 4º).
El art. 2083 prescribe: “El socio que aun por culpa leve ha retardado la entrega de lo que le
toca poner en común, resarcirá a la sociedad todos los perjuicios que le haya ocasionado el
retardo. Comprende esta disposición al socio que retarda el servicio industrial en que
consiste su aporte”.
Y el art. 2101 dice: “Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa de
poner en común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato, los otros
tendrán derecho para dar la sociedad por disuelta”.
El Código de Comercio, en su art. 379, por su parte establece: “El retardo en la entrega del
aporte, sea cual fuere la causa que lo produzca, autoriza a los asociados para excluir de la
sociedad al socio moroso o proceder ejecutivamente contra su persona y bienes para
compelerle al cumplimiento de su obligación. En uno y otro caso el socio moroso
responderá de los daños y perjuicios que la tardanza ocasionare a la sociedad”.
b) Obligación de saneamiento.
El socio que aporta un cuerpo cierto debe una garantía a la sociedad, sea que el aporte se
verifique en propiedad o en usufructo.
De cualquier modo que el aporte se realice, el socio debe asegurar a la sociedad la posesión
y el goce pacifico de la cosa aportada.
El art. 2085 dispone al respecto: “El que aporta un cuerpo cierto en propiedad o usufructo,
es obligado, en caso de evicción, al pleno saneamiento de todo perjuicio”.
La posición del socio frente a la sociedad se asemeja a la del vendedor frente al comprador.
Los socios deben velar por los intereses de la sociedad, como un buen padre de familia.
Por de pronto, “todo socio es responsable de los perjuicios que aun por culpa leve haya
causado a la sociedad” (art. 2093).
Añade el art. 2093 que les está vedado a los socios compensar estos perjuicios con los
provechos que su industria haya procurado a la sociedad. La razón es obvia: el socio es
deudor de la sociedad por los perjuicios que le haya causado, pero la sociedad no es
deudora del socio por el provecho que le haya proporcionado la actividad de éste.
El art. 2091 consagra otra importante aplicación del principio general: “Los productos de
las diversas gestiones de los socios en el interés común pertenecen a la sociedad; y el socio
cuya gestión ha sido lucrativa, no por eso tendrá derecho a mayor beneficio en el producto
de ella”.
Tiene el socio obligación de velar por el interés social; por lo mismo, la sociedad y no el
socio se beneficia con la actividad que este despliegue.
Una tercera aplicación del principio consigna el art. 2092. Establece la disposición: “Si un
socio que administra es acreedor de una persona que es al mismo tiempo deudora de la
sociedad, y si ambas deudas fueren exigibles, las cantidades que reciba en pago se
imputarán a los dos créditos a prorrata, sin embargo de cualquiera otra imputación que
haya hecho en la carta de pago perjudicando a la sociedad”.
Por ejemplo: A debe a un socio $ 50.000, $ 100.000 a la sociedad y paga $30.000 al primero.
La suma pagada debe prorratearse y corresponderán a la sociedad y al socio $20.000 y $
10.000 respectivamente, puesto que el crédito social alcanza al doble que el crédito del
socio.
La solución es aplicable aunque el socio, en el recibo que otorgue, haya imputado el pago a
su propio crédito.
Pero, a la inversa, el socio puede sacrificar su interés en aras del interés de la sociedad. Por
este motivo, el art. 2092, en su inc. 2º agrega: “Y si en la carta de pago la imputación no
fuere en perjuicio de la sociedad, sino del socio acreedor, se estará a la carta de pago”.
Pero estas reglas deben entenderse sin perjuicio de la facultad del deudor de hacer la
imputación del pago (art. 2092, inc. 3º). En otros términos, el deudor podrá imputar el
pago a la deuda que elija.
c.4) Caso del socio que recibe íntegra su cuota de un crédito social, permaneciendo
impagos sus consocios.
El art. 2090 establece una última aplicación del principio: “Si un socio hubiere recibido su
cuota de un crédito social, y sus consocios no pudieren después obtener sus respectivas
cuotas del mismo crédito, por insolvencia del deudor o por otro motivo, deberá el primero
comunicar a los segundos lo que haya recibido, aunque no exceda a su cuota y aunque en
la carta de pago la haya imputado a ella”.
Más exactamente, la disposición debió decir que el socio debe integrar al fondo común lo
que reciba en pago para, de este modo, compartirlo con sus consocios.
i) Por este motivo, “cada socio tendrá derecho a que la sociedad le reembolse las
sumas que él hubiere adelantado con conocimiento de ella, por las obligaciones que para
los negocios sociales hubiere contraído legítimamente y de buena fe” (art. 2089, inc. 1º)
ii) Asimismo, tiene el socio derecho a que la sociedad “le resarza los perjuicios que los
peligros inseparables de su gestión le hayan ocasionado” (art. 2089, inc. 1º, parte final)
El socio que contrata a su propio nombre se obliga personalmente ante terceros y no obliga
a la sociedad. La sociedad no queda obligada ni aun en el caso de que reporte beneficio del
acto que el socio ejecuta a nombre propio.
El art. 2094 prescribe: “El socio que contrata a su propio nombre y no en el de la sociedad,
no la obliga respecto de terceros, ni aun en razón del beneficio que ella reporta del
contrato”.
Para que el socio se entienda que obra en nombre de la sociedad es preciso que lo declare
expresamente o que resulte de un modo inequívoco de las circunstancias del contrato. De
otro modo se entiende que actúa en su propio nombre.
En caso de duda debe considerarse que el socio contrata en su nombre privado (art. 2094,
inc. 2º).
Para precisar los efectos del acto ejecutado por el socio, en nombre de la sociedad, es
menester averiguar si ha obrado con poder bastante.
ii) Si el socio contrata en nombre de la sociedad, pero sin poder bastante, “no la obliga
a terceros sino en subsidio, y hasta concurrencia del beneficio que ella hubiere reportado
del negocio” (art. 2094, inc. 3º).
En otros términos, las obligaciones recaen sobre el socio; la sociedad sólo se obliga
subsidiariamente y su obligación queda limitada al monto del beneficio que reciba.
Las reglas del art. 2094 son aplicables aunque haya un socio exclusivamente encargado de
la administración (art. 2094, inc. 4º).
Todos los bienes sociales, raíces o muebles, presentes o futuros, con la excepción de los
inembargables, quedan afectos al cumplimiento de estas obligaciones.
Pero, además del patrimonio social, los socios comprometen su propio patrimonio. Es de
la esencia de la sociedad colectiva que los socios respondan con sus bienes personales de
las obligaciones de la sociedad.
El inc. 1º del art. 2095 dispone: “Si la sociedad colectiva es obligada frente a terceros, la
totalidad de la deuda se dividirá entre los socios a prorrata de su interés social, y la cuota
del socio insolvente gravará a los otros”.
El art. 2095, inc. 2º, establece que “no se entenderá que los socios son obligados
solidariamente o de otra manera que a prorrata de su interés social, sino cuando así se
exprese en el título de la obligación, y ésta se haya contraído por todos los socios o con
poder especial de ellos”.
En las sociedades colectivas comerciales la regla es diferente; los socios son ilimitada y
solidariamente responsables de todas las obligaciones legalmente contraídas bajo la razón
social y les está vedado todo pacto que tienda a abolir dicha responsabilidad solidaria (art.
370 del C. de Comercio).
i) En las sociedades anónimas, los socios “solo son responsables por sus respectivos
aportes” (art. 2061, inc. 4º, del C. Civil).
Los acreedores de la sociedad, como se ha dicho, pueden perseguir los bienes sociales y los
bienes de los socios que, a prorrata de sus aportes, responden ilimitadamente de las
deudas sociales.
En cambio, no es lícito a los acreedores personales de los socios perseguir sus créditos en el
patrimonio de la sociedad. El art. 2096 establece, como norma general, que “los acreedores
de un socio no tienen acción sobre los bienes sociales”.
Contiene la disposición legal una aparente excepción al principio; los acreedores de los
socios podrán perseguir los bienes sociales por hipoteca, constituida con anterioridad a la
Las excepciones son sólo aparentes. Si el socio aportó a la sociedad bienes hipotecados, la
responsabilidad de la sociedad proviene de su condición de poseedora de tales bienes y
del carácter real del derecho de hipoteca.
En suma, no hay una excepción a la regla de que los acreedores personales de los socios no
tienen acción sobre los bienes sociales, sino la aplicación de una lógica y necesaria
consecuencia del carácter real del derecho de hipoteca.
Los acreedores personales de los socios solamente tienen derecho para perseguir los bienes
del socio deudor.
En relación con la sociedad, solamente gozan de los derechos que les acuerda el art. 2096.
i) Pueden los acreedores del socio “intentar contra la sociedad las acciones indirecta y
subsidiaria que se les conceden por art. 2094” (art. 2096, inc. 2º).
De este modo, para lograr el pago de sus créditos, los acreedores podrán ejercer las
acciones que al socio corresponden contra la sociedad como son, por ejemplo, que se le
reembolse los anticipos que hubiere hecho o se le indemnicen los perjuicios que su gestión
le haya ocasionado (art. 2089).
ii) Podrán igualmente los acreedores personales del socio embargarle “las
asignaciones que se hagan a su deudor por cuenta de los beneficios sociales o de sus
aportes o acciones” (art. 2096, inc. 3º)
En otros términos, los acreedores podrán hacer efectivo su crédito en los beneficios que el
socio obtenga en la sociedad. Tales beneficios son de propiedad del socio deudor.
El art. 380 del Código de Comercio permite a los acreedores solicitar la retención de la
parte de interés que corresponda al socio en la sociedad “para percibirla al tiempo de la
división social”.
De este modo, mientras la sociedad subsiste, no pueden los acreedores realizar para
pagarse el interés del socio en la sociedad; ello importaría la introducción en la sociedad
de una persona extraña.
Su derecho puede hacerse efectivo solamente cuando expira la sociedad; el acreedor, en tal
caso, cobrará su crédito sobre lo que toque el socio deudor en la liquidación de la sociedad.
El art. 380 del Código de Comercio consagra otra regla importante: los acreedores
personales no podrán concurrir en la quiebra de la sociedad con los acreedores sociales;
“pero tendrán derecho para perseguir la parte que le corresponda a su deuda en el residuo
de la masa concursada”.
En otros términos, pagados los acreedores de la sociedad, los acreedores de los socios
podrán hacer efectivos sus créditos en los bienes que resten.
Consecuente con este principio, el art. 2088 establece que “ningún socio, aun ejerciendo las
más amplia facultades administrativas, pueden incorporar a un tercero en la sociedad sin
el consentimiento de sus consocios”.
Pero no requiere el socio consentimiento de los otros para asociar a un tercero en la parte
que a él le corresponde en la sociedad. En tal caso, se formará entre el socio y el tercero
una nueva sociedad, “una sociedad particular” relativa a la parte del socio antiguo en la
primera sociedad (art. 2088).
“La sociedad se disuelve por la expiración del plazo o por el evento de la condición que se
ha prefijado para que tenga fin” (art. 2098, inc. 1º).
Pueden los socios, sin embargo, acordar la prorroga del plazo e impedir, de esta manera, la
disolución de la sociedad.
La sociedad colectiva civil es un contrato consensual; pero las partes pueden haber
observado en su constitución ciertas formalidades que consistirán, regularmente, en el
otorgamiento de un instrumento que constate sus estipulaciones. En tal caso, la prórroga
debe sujetarse a las mismas formalidades.
El art. 350 del Código de Comercio somete a las mismas solemnidades requeridas para la
constitución de la sociedad la prórroga del plazo y, en general, toda modificación del
contrato. Pero no será menester cumplir con dichas solemnidades “cuando se trate de la
simple prórroga de la sociedad que deba producirse de acuerdo con las estipulaciones que
existan al respecto en el contrato social”. Así ocurre en virtud de la cláusula llamada de
prorroga automática.
En tal caso, la sociedad se entenderá prorrogada, conforme a las estipulaciones de los
socios, a menos que uno o varios de ellos expresen su intención de ponerle fin en el plazo
estipulado, mediante una declaración hacha por escritura publica y de la cual deberá
tomarse nota al margen de la inscripción de la sociedad en el Registro de Comercio, antes
de la fecha fijada para la disolución.
Solamente seria posible a los socios constituir una nueva sociedad, en las mismas
condiciones que la antigua.
Es lógico, pues, que el art. 2099 disponga: “La sociedad se disuelve por la finalización del
negocio para que fue contraída”.
Pero la regla es aplicable plenamente sólo a condición de que no se haya fijado plazo. Si se
ha fijado un plazo para la duración de la sociedad, vencido el plazo la sociedad se
disuelve, aunque no se haya cumplido el objeto o finalizado el negocio (art. 2099, inc. 2º).
Por este doble motivo, la sociedad se disuelve por la insolvencia sobreviniente (art. 2100,
inc. 1º).
La total pérdida de los bienes que forman el objeto de la sociedad impide por completo la
realización de sus fines; frustrado por esta causa el propósito que llevo a los socios a
contratar, la sociedad se disuelve.
La pérdida parcial de la cosa o cosas que constituyen su objeto no pone fin a la sociedad;
pero los socios podrán pedir su disolución “si con la parte que resta no pudiere continuar
útilmente” (art. 2100, inc. 2º).
Concordante con esta norma, el art. 2102 expresa que si un socio ha aportado una cosa en
propiedad, “subsiste la sociedad aunque esta cosa perezca, a menos que sin ella no pueda
continuar útilmente” (art. 2102, inc. 1º).
La infracción de la obligación que los socios contraen de poner en común los bienes que
constituyen el patrimonio de la sociedad, conforme a las reglas generales, faculta a los
demás para pedir la resolución del contrato.
El art. 2101 consagra este derecho: “Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a
su promesa de poner en común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato,
los otros tendrán derecho para dar la sociedad por disuelta”.
La sociedad es de aquellos contratos que, por excepción, terminan con la muerte de una de
las partes contratantes.
La mutua confianza, la reciproca estimación y afecto son las bases en que la sociedad
descansa; la consideración de las personas, en suma, es dominante.
El heredero del socio es, a menudo, un extraño para los restantes socios. Sucede el
heredero en el patrimonio de su causante, pero no en las cualidades que han movido a los
socios a ligarse por los vínculos del contrato de sociedad.
Después de recibida esta noticia, las operaciones iniciadas por el socio difunto, que no
supongan una aptitud particular suya, deberán llevarse a cabo (art. 2103, inc. 3º).
a) Cuando por disposición de la ley deba la sociedad continuar con los herederos del
socio difunto.
La ley presume la intención de los socios de continuar la sociedad con los herederos en
aquellas que se forman para el arrendamiento de un inmueble, o para el laboreo de minas
y en las anónimas (art. 2104).
- Efectos de la estipulación de continuar la sociedad con exclusión de los herederos del socio
difunto.
La estipulación de que continuara la sociedad, pero sólo entre los socios sobrevivientes,
impide la disolución de la sociedad; esta continúa con la obligación de pagar a los
herederos el haber que correspondía a su causante.
Los herederos tienen derecho a reclamar lo que tocaba al socio difunto, según el estado de
los negocios sociales al tiempo de saberse la muerte; no les cabe ninguna participación en
las utilidades o perdidas posteriores “sino en cuanto fueren consecuencia de las
operaciones que al tiempo de saberse la muerte estaban ya iniciadas” (art. 2105, inc. 1º).
- Efectos de la estipulación de que continué la sociedad con los herederos del socio difunto.
La estipulación de que continuará la sociedad con los herederos del socio fallecido, en
principio, da derecho a todos los herederos para incorporarse a la sociedad.
Se excluye solamente a aquellos herederos que por su edad u otra causa hayan sido
expresamente excluidos (art. 2105, inc. 2º).
Los herederos incapaces “concurrirán a los actos sociales por medio de sus representantes
legales o por medio de quien tenga la administración de sus bienes” (art. 2105, inc. 3º).
Expira la sociedad por la incapacidad sobreviniente, por ejemplo, si uno de los socios es
declarado en interdicción por demencia.
Pero la sociedad puede continuar con el incapaz; ejercerá sus derechos en la sociedad su
curador (art. 2106, inc. 2º).
La insolvencia sobreviniente, del mismo modo que la incapacidad, pone fin a la sociedad.
Pero podrá continuar la sociedad con el socio insolvente y, en tal caso, los acreedores
ejercerán sus derechos en las operaciones sociales (art. 2106, inc. 2º).
La común voluntad de los socios que dio vida a la sociedad puede ponerle término.
El art. 2107 dispone: “La sociedad podrá expirar en cualquier tiempo por el
consentimiento unánime de los socios”.
El art. 2108 establece que “la sociedad puede expirar, también, por la renuncia de uno de
los socios”.
La renuncia de un socio pone fin a la sociedad, sin que sea menester expresar causa,
cuando la sociedad tiene una duración ilimitada. Por el contrario, si la sociedad se ha
pactado por cierto tiempo o para la realización de un determinado negocio, no es
admisible la renuncia sino por causa justificada.
El art. 2108 establece, en efecto, que “no tendrá efecto la renuncia, si por el contrato de
sociedad no se hubiere dado la facultad de hacerla, o si no hubiere grave motivo”.
Son motivos graves, que justifican la renuncia, la inejecución de las obligaciones de otro
socio, la pérdida de un administrador inteligente que no puede reemplazarse entre los
socios, la enfermedad habitual del renunciante que le inhabilite para las funciones sociales,
el mal estado de sus negocios por circunstancias imprevistas, u otros de igual importancia
(art. 2108, inc. 2º).
b) Si la sociedad se pacta por tiempo ilimitado, se entiende que dura toda la vida de
los socios, pero éstos tienen la facultad de renunciar (art. 2065).
La renuncia no importa solo el retiro del socio renunciante; trae consigo la completa
disolución de la sociedad.
La renuncia de uno de los socios pone término a la sociedad siempre que concurran los
siguientes requisitos:
El art. 2109, inc. 1º, previene: “La renuncia de un socio no produce efecto alguno sino en
virtud de su notificación a todos los otros”.
Los socios que no han sido notificados pueden, a su elección, aceptar la renuncia o dar por
subsistente la sociedad en el tiempo intermedio, según mejor les convenga (art. 2109, inc.
3º).
Renuncia de mala fe el socio que lo hace “por apropiarse de una ganancia que debía
pertenecer a la sociedad” (art. 2111, inc. 1º).
Los demás socios, en tal caso, podrán obligar al renunciante a partir con ellos las utilidades
del negocio o a soportar exclusivamente las pérdidas.
Los efectos de la renuncia intempestiva son los mismos señalados para la renuncia de mala
fe (art. 2112, inc. 3º).
Puede ser que el socio no formule una renuncia sino que, de hecho, se retire de la
sociedad.
El art. 2113 establece que las reglas que rigen la renuncia son aplicables “al socio que de
hecho se retira de la sociedad sin renunciar”.
Las normas que el Código señala para la partición de los bienes hereditarios son aplicables
a la liquidación de la sociedad.
Tal es la regla del art. 2115, inc. 2º: “Las reglas relativas a la partición de los bienes
hereditarios y a las obligaciones entre los coherederos, se aplican a la división del caudal
social y a las obligaciones entre los miembros de la sociedad disuelta, salvo en cuanto se
opongan a las disposiciones de este titulo”.
a) Cuando la sociedad ha expirado por la llegada del plazo prefijado para la duración
del contrato;