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PERSONAS

CRISTIÁN BOETSCH GILLET


Facultad de Derecho UC PERSONAS
Cristián Boetsch Gillet
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Los siguientes apuntes, cuyo exclusivo objeto es facilitar el estudio del ramo Personas por
parte de los alumnos, han sido elaborados en base a extractos de diversos tratados y
manuales de estudio, a los cuales se han adicionado comentarios.

De los tratados y manuales empleados se deben destacar los siguientes:

1. ALESSANDRI R., Arturo; SOMARRIVA U., Manuel y VODANOVIC H., Antonio,


Tratado de Derecho Civil. Partes Preliminar y General, Tomo I, Primera Edición,
Editorial Jurídica de Chile, 1998.

2. CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Tomos I y II,
1930.

3. CORRAL TALCIANI, Hernán, Desaparición de Personas y Presunción de Muerte en el


Derecho Civil Chileno, Primera Edición, Editorial Jurídica de Chile, 2008.

4. FIGUEROA YÁÑEZ, Gonzalo, Derecho Civil de la Persona, Primera Edición, Editorial


Jurídica de Chile, 2007.

5. LYON PUELMA, Alberto, Personas Naturales, Tercera Edición Ampliada, Ediciones


Universidad Católica de Chile, 2007.

6. LYON PUELMA, Alberto, Personas Jurídicas, Primera Edición, Ediciones Universidad


Católica de Chile, 2003.

7. ORREGO ACUÑA, Juan Andrés, Apuntes.

8. UGARTE GODOY, JOSÉ JOAQUÍN, El Derecho de la Vida, Primera Edición, Editorial


Jurídica de Chile, 2006.

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TEMARIO

I.
SUJETOS DE DERECHO

1. NOCIÓN DE LA PERSONALIDAD.
2. SUSTRATO DE LA PERSONALIDAD.
(i) El Hombre.
(ii) Asociaciones Humanas.
(iii) El Patrimonio.

II.
LAS PERSONAS NATURALES

A.
INICIO Y FIN DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONA NATURAL

1. CONCEPTO DE PERSONA NATURAL.


2. INICIO DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONA NATURAL.
2.1. Condiciones o requisitos de la personalidad natural (Existencia Legal).
2.2. Doctrinas de la vitalidad y de la viabilidad.
2.3. Existencia Natural.
a) Protección de la vida del que está por nacer.
b) Protección de los derechos del que está por nacer.
2.4. Época de la concepción.
3. FIN DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONALIDAD NATURAL.
3.1. Conceptos Generales.
3.2. Muerte Natural o Real.
(i) Generalidades.
(ii) Cuándo se produce la muerte real.
(iii) Prueba de la muerte real.
(iv) Los Comurientes.
3.3. Muerte Presunta.
(i) Concepto.
(ii) Objeto.
(iii) Elementos.
(iv) Día presuntivo de la muerte.
(v) Procedimiento.
(vi) Períodos de la muerte presunta.
(vii) Rescisión del decreto de posesión definitiva.
(viii) Inscripciones en el Registro Civil y en el Conservador de Bienes Raíces relacionadas
con la muerte presunta.
(ix) Leyes Especiales
3.4. Comprobación Judicial de la Muerte.

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B.
ATRIBUTOS DE LA PERSONALIDAD

B.1
GENERALIDADES

B.2
CAPACIDAD DE GOCE

1. LA CAPACIDAD DE GOCE.
2. INCAPACIDADES DE GOCE ESPECIALES O PARTICULARES.
3. LA CAPACIDAD DE EJERCICIO.

B.3
NACIONALIDAD

1 DEFINICIÓN.
2. IGUALDAD DE LOS CHILENOS Y EXTRANJEROS ANTE EL DERECHO CIVIL.
3. ADQUISICIÓN Y PÉRDIDA DE LA NACIONALIDAD.
3.1. Quienes son chilenos
3.2. Pérdida de la nacionalidad chilena
4. NACIONALIDAD Y CIUDADANÍA.

B.4
EL NOMBRE

1. CONCEPTO.
2. CARACTERÍSTICAS DEL NOMBRE CIVIL.
3. CAMBIO DE NOMBRE.
3.1. El cambio de nombre por vía principal o directa.
3.2. Otras modificaciones.
3.3. Procedimiento.
4. NOMBRE Y DERECHO AL NOMBRE.
5. EL SOBRENOMBRE.
6. EL SEUDÓNIMO.

B.5
ESTADO CIVIL

1. DEFINICIÓN.
2. CARACTERÍSTICAS.
3. EFECTOS DEL ESTADO CIVIL.
4. FUENTES DEL ESTADO CIVIL.
5. SENTENCIAS EN MATERIA DE ESTADO CIVIL.
6. PRUEBA DEL ESTADO CIVIL.
6.1. Medios de prueba principales. Las partidas del Registro Civil.
6.2. Medios de prueba supletorios.

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B.6
DOMICILIO

1. CONCEPTO.
2. NIVELES DE VINCULACIÓN JURÍDICA DE UNA PERSONA CON UN LUGAR.
3. PRESUNCIONES DE DOMICILIO.
3.1. Presunciones negativas.
3.2. Presunciones positivas.
4. CLASES DE DOMICILIO.
4.1. Domicilio político y civil.
4.2. Domicilio general y domicilio especial.
4.3. Domicilio legal, convencional y real.
5. PLURALIDAD DE DOMICILIOS.
6. Importancia del domicilio.

B.7
PATRIMONIO

1. CONCEPTO.
2. UTILIDAD DEL CONCEPTO DE PATRIMONIO.
3. TEORÍAS SOBRE EL PATRIMONIO.
3.1. Doctrina clásica o subjetiva.
3.2. Doctrina objetiva, moderna o materialista.

C.
DERECHOS DE LA PERSONALIDAD

C.1
PARTE GENERAL

1. CONCEPTO.
2. OBJETO DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
3. NATURALEZA JURÍDICA DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
4. CARACTERES DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
5. PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.
6. LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD CON RELACIÓN A LAS PERSONAS JURÍDICAS.
7. INDEMNIZACIÓN DEL DAÑO MORAL POR VULNERACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA
PERSONALIDAD.

C.2
PARTE ESPECIAL

1. DERECHO A LA VIDA Y A LA PROTECCIÓN DE LA PROPIA INTEGRIDAD FÍSICA.


1.1. Concepto.
1.2. Actos de disposición sobre el propio cuerpo.
1.3. Disposición del propio cadáver.
2. DERECHO AL HONOR.
3. DERECHO A LA INTIMIDAD.
4. INVIOLABILIDAD DE LAS COMUNICACIONES Y PAPELES PRIVADOS.
5. DERECHO A LA IMAGEN.
6. LA INVIOLABILIDAD DEL HOGAR.

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III.
LAS PERSONAS JURIDICAS

A.
PARTE GENERAL

1. CONCEPTO.
2. REGULACIÓN DE LAS PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO.
3. NATURALEZA DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.
3.1. Teoría de la ficción legal.
3.2. Teoría de la realidad.
3.3. Teoría de Ferrara.
3.4. Teoría normativa de Kelsen.
3.5. Teoría de los patrimonios de afectación.
3.6. Nuestra legislación.
4. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PERSONALIDAD JURÍDICA: EL PRINCIPIO DE LA RADICAL
SEPARACIÓN ENTRE LA ENTIDAD Y MIEMBROS.
4.1. Primer elemento: imputación de actos, derechos y responsabilidades.
4.2. Segundo elemento: aplicación de las normas jurídicas con independencia del sustrato
personal de las entidades morales.
5. DEL ABUSO DE LA PERSONA JURÍDICA.
6. ATRIBUTOS DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.
6.1. Capacidad.
6.2. Nombre.
6.3. Domicilio.
6.4. Nacionalidad.
6.5. Patrimonio.
7. DERECHOS DE LA PERSONALIDAD DE LOS ENTES JURÍDICOS.
8. RESPONSABILIDAD DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.
8.1. Responsabilidad penal.
8.2. Responsabilidad civil.

B.
PARTE ESPECIAL

B.1
CLASIFICACIONES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS

B.2
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PÚBLICO

1. LA NACIÓN Y EL FISCO.
2. LAS MUNICIPALIDADES.
3. IGLESIAS Y COMUNIDADES RELIGIOSAS.
4. ESTABLECIMIENTOS QUE SE COSTEAN CON FONDOS DEL ERARIO.

B.3
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO SIN FINES DE LUCRO: CORPORACIONES Y FUNDACIONES

1. ASPECTOS GENERALES.

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1.1. Regulación.
1.2. Del Derecho de Asociación.
1.3. Personalidad jurídica de las asociaciones.
1.4. Uniones o federaciones.
1.5. Del Registro Nacional de Personas Jurídicas sin Fines de Lucro.
1.6. Corporaciones (o Asociaciones) y Fundaciones.
2. LAS CORPORACIONES.
2.1. Constitución.
2.2. Normas por las que se gobiernan las corporaciones.
2.3. La voluntad.
2.4. Capacidad, patrimonio y utilidades.
2.5. Dirección y Administración.
2.6. Fiscalización
2.7. Disolución.
2.8. Destino de los bienes después de extinguida la corporación.
3. LAS FUNDACIONES.
3.1. Acto fundacional.
3.2. Disolución.

B.4
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO CON FINES DE LUCRO: LA SOCIEDAD

1. ASPECTOS GENERALES.
2. CARACTERES DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.
3. LA SOCIEDAD ES UNA PERSONA JURÍDICA DISTINTA DE LOS SOCIOS.
4. ELEMENTOS DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.
4.1. Aporte de los socios.
4.2. Participación en las utilidades.
4.3. Contribución a las pérdidas.
4.4. Intención de formar sociedad.
5. SOCIEDAD DE HECHO.
6. DIFERENTES ESPECIES DE SOCIEDAD.
6.1. Sociedades civiles y comerciales.
6.2. Sociedades colectivas, en comandita, anónimas, por acciones y de responsabilidad limitada.
7. ADMINISTRACIÓN DE LA SOCIEDAD COLECTIVA.
7.1. A quien compete la administración.
7.2. Caso en que la administración se confía a uno o varios administradores.
7.3. Designación del administrador en el pacto social.
7.4. Consecuencias de la renuncia o remoción del administrador.
7.5. Nombramiento del administrador por acto posterior al contrato de sociedad.
7.6. Caso en que no se haya designado administrador.
7.7. Formas de la administración.
7.8. Facultades de los administradores.
7.7. Efectos de los actos del administrador.
7.8. Obligación de rendir cuenta.
7.9. Administración por todos los socios.
8. OBLIGACIONES DE LOS SOCIOS.
8.1. Obligaciones de los socios para con la sociedad.
8.2. Obligaciones de la sociedad para con los socios.
8.3. Obligaciones de los socios para con terceros.
9. INCORPORACIÓN DE UN TERCERO A LA SOCIEDAD.
10. DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD.

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10.1. Causales de disolución.


10.2. Efectos de la disolución de la sociedad.
10.3. Efectos de la disolución respecto de terceros.

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I.
SUJETOS DE DERECHO

1. NOCIÓN DE LA PERSONALIDAD.

Etimológicamente, la palabra persona se empleaba en el lenguaje teatral antiguo para


designar la máscara que cubría la cabeza del actor.

En lenguaje corriente, la palabra persona sugiere de manera inmediata y directa al hombre


de carne y hueso, al ser humano. Sin embargo, desde el punto de vista jurídico, el concepto
es diverso.

En efecto, según la concepción clásica, todo derecho compete a un sujeto llamado persona.
Así, la idea de la personalidad es una categoría jurídica necesaria para dar una base a los
derechos y obligaciones; en este sentido, desde los tiempos de Justiniano se indicaba que
"toda ley se ha establecido por causa de las personas".

Por ende, desde un punto de vista jurídico, persona es todo ser capaz de tener derechos y
obligaciones. Sinónimo de persona es la expresión sujeto de derecho, que son todos los seres
que, conforme al ordenamiento legal, están dotados de capacidad jurídica, llamada
también capacidad de goce, o sea, aptitud para ser titular de derechos y obligaciones.

En razón de lo anterior, desde el punto de vista jurídico, persona y hombre continúan


siendo conceptos sustancialmente diferentes. La palabra hombre da cuenta de una
realidad biológica; en cambio, el concepto de persona da cuenta de una abstracción
jurídica que expresa solamente el centro de convergencia de un conjunto de derechos y
obligaciones.

En este contexto, cabe recordar que por largo tiempo hubo una clase de hombres a los que
se les negaba la calidad de sujetos de derecho: los esclavos. Es más, en Chile, hasta el año
1943, la personalidad podía perderse por la muerte civil, conforme lo indicaba el hoy
derogado art. 95 del Código Civil, que establecía que "Termina también la personalidad,
relativamente a los derechos de propiedad, por la muerte civil, que es la profesión
solemne, efectuada conforme a las leyes, en instituto monástico, reconocido por la Iglesia
Católica".

En nuestros días, todo individuo de la especie humana, por el solo hecho de serlo, es persona,
no siendo necesario que esté dotado de plena voluntad y conciencia. Por tanto, los niños y
dementes, no obstante carecer de voluntad consciente, poseen personalidad, es decir,

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aptitud para tener derechos y obligaciones. Pero esto es así no por la naturaleza del
hombre, sino porque el derecho así lo dispone.

Por otra parte, es perfectamente posible y en nada afecta al derecho desde un punto de
vista técnico que éste le reconozca personalidad, esto es, la posibilidad de ser titular de
derechos y deberes, a otras entidades distintas del hombre, lo que da lugar a la noción de
personas jurídicas.

Finalmente, y aunque resulte obvio, cabe indicar que los animales no están dotados de
personalidad y por ende no son sujetos de derechos y obligaciones. La circunstancia de
que se castiguen los actos de maltrato o crueldad con animales (art. 291 bis del Código
Penal) no puede interpretarse como una concesión de derechos a su favor. Pero, por su
parte, los hombres tampoco tienen derecho a hacer sufrir a las bestias. La protección que a
éstas dispensa la ley tiene por fundamento el interés social que existe en reprimir toda
manifestación que hiera los sentimientos humanitarios. Menos se concibe aún a los
animales como sujetos de obligaciones. Cuando causan un daño, la ley establece la
responsabilidad del dueño o de la persona que se sirve del animal ajeno (art. 2326 del
Código Civil).

2. SUSTRATO DE LA PERSONALIDAD.

Expuesto lo anterior, a continuación se analizarán los distintos sustratos a los que el


derecho o la doctrina le atribuyen o sugieren atribuirle personalidad, esto es, la calidad de
sujetos de derecho.

(i) El Hombre.

En primer lugar, sujeto de derecho es el ser humano, y lo es como el más inmediato y


único portador originario de derechos subjetivos. La personalidad es un atributo del
hombre en cualquier condición que éste se encuentre: enfermo, loco, ajusticiado, anciano,
infante, etc. Como se indicó, los hombres no son los únicos sujetos de derecho.

(ii) Asociaciones Humanas.

En segundo lugar, la ley también eleva a la categoría de sujeto de derecho a las


asociaciones o colectividades de individuos. Se originan cuando un fin social, destinado a
satisfacer necesidades más o menos permanentes, no puede alcanzarse por un individuo,
haciéndose necesario el concurso de diversas personas, que forman entes de cierta
complejidad, para conseguir el fin social perseguido. A estos entes se les reconoce una
individualidad distinta de las personas que los integran.

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Es necesario advertir que no necesariamente toda asociación de individuos goza de


personalidad jurídica. Sólo lo hacen aquellas creadas bajo la forma que el derecho positivo
considera para atribuir tal beneficio.

(iii) El Patrimonio.

El patrimonio es un concepto que designa solamente a un conjunto de bienes vinculados al


pago de un conjunto de obligaciones. Existen numerosas teorías sobre el patrimonio, entre
las que destaca la de Bonelli, quien considera que el patrimonio es sustrato de la
personalidad jurídica de derecho privado; así, lo que tienen en común las personas
naturales y los distintos tipos de personas jurídicas es el concepto patrimonio, lo que hace
pensar que el único sustrato verdaderamente importante de la personalidad es éste. Con
esta tesis se puede explicar como las fundaciones de beneficencia pública, que no son
asociaciones y no tienen miembros, igualmente están dotadas de personalidad,
precisamente por tener un patrimonio que le sirve de sustrato.

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II.
LAS PERSONAS NATURALES

A.
INICIO Y FIN DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONA NATURAL

1. CONCEPTO DE PERSONA NATURAL.

En conformidad al artículo 55 del Código Civil, son personas físicas o naturales “todos los
individuos de la especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición”
(art. 55).

“Individuo de la especie humana” es todo hijo de mujer, rechazando con ello la doctrina
romana y del derecho español antiguo que no atribuía personalidad a los deformes
(monstruos) porque se pensaba que eran hijos de mujeres con animales, cosa que
biológicamente es un absurdo.

Con la expresión “estirpe” se hace referencia a la raíz y tronco de una familia o linaje (por
linaje se entiende la ascendencia o descendencia de cualquier familia).

Finalmente, el término “condición” se refiere tanto a la calidad del nacimiento, cuanto a la


posición que los hombres ocupan en la sociedad por razón de abolengos, riquezas, clase,
cargos, etc.

2. INICIO DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONA NATURAL.

2.1. Condiciones o requisitos de la personalidad natural (Existencia Legal).

El art. 74 del Código Civil dispone: “La existencia legal de toda persona principia al nacer,
esto es, al separarse completamente de su madre. La criatura que muere en el vientre
materno, o que perece antes de estar completamente separada de su madre, o que no haya
sobrevivido a la separación un momento siquiera, se reputará no haber existido jamás”.

Por ende, la personalidad natural se inicia con el nacimiento, y para que el nacimiento
constituya un principio de existencia legal se requieren tres condiciones:

(i) La separación del niño respecto de su madre, sea que el desprendimiento del feto
del claustro materno se obtenga natural o artificialmente por medios quirúrgicos, pues la
ley al respecto no distingue.

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(ii) La separación debe ser completa. Esto significa, en opinión de algunos, que ningún
vínculo haya entre la madre y el hijo, ni siquiera el del cordón umbilical. Pero en el parecer
de otros, para que haya separación completa, basta que la criatura salga toda del seno
materno, sin que importe que el cordón umbilical esté cortado o no.

(iii) La criatura debe sobrevivir a la separación un momento siquiera. Hay casos


dudosos sobre si la criatura vivió o no; para resolverlos se recurre a ciertas pericias
médicas que, generalmente, tienden a establecer si la criatura, respiró o no, pues la
respiración es un signo vital por excelencia.

Como es claro, y por lo demás lo señala de forma expresa el art. 74 antes citado, el mismo
se refiere a la existencia legal y no a la existencia natural, a la que nos referiremos más
adelante.

2.2. Doctrinas de la vitalidad y de la viabilidad.

Nuestro Código no plantea ninguna exigencia posterior al nacimiento, para conceder la


personalidad. La duración de la vida le es indiferente, en cuanto al reconocimiento de la
personalidad se refiere. Con ello, se recepciona la llamada doctrina de la vitalidad.

Otras legislaciones, en cambio, acogen la doctrina de la viabilidad, que exige a la criatura


aptitud para continuar viviendo por un determinado lapso. En tal sentido, el art. 30 del CC
español establece: "Para los efectos civiles, sólo se reputará nacido el feto que tuviere
figura humana y viviere 24 horas enteramente desprendido del seno materno". Se critica
esta doctrina, por cuanto es enteramente arbitrario e injustificado designar cierto plazo. La
tendencia moderna se inclina por la doctrina de la vitalidad.

La determinación de si la criatura vivió o no siquiera un instante es de gran importancia,


sobre todo en materia de donaciones y herencias. Ejemplo: la donación que se hace al
primer niño que nazca en Año Nuevo en la ciudad.

2.3. Existencia Natural.

No obstante que la existencia legal sólo comienza con el nacimiento, existe una realidad,
cual es la de la criatura ya concebida, realidad que no ha podido ser ignorada por el
Derecho.

La existencia natural comienza con la concepción y se extiende hasta el nacimiento,


momento que marca el comienzo de la existencia legal (art. 74º).

La ley —y en especial la Constitución Política— toma en cuenta la existencia natural con el


propósito de proteger la vida y los derechos del que está por nacer. En este sentido, en

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sentencia de fecha 18 de abril de 2008 el Tribunal Constitucional —mediante la cual se


resolvió el denominado “caso de la píldora del día después”— que “la protección
constitucional de las personas se inicia desde el momento mismo de la concepción” (considerando
cuadragésimo noveno) ya que “si al momento de la concepción surge un individuo que cuenta
con toda la información genética necesaria para su desarrollo, constituyéndose en un ser distinto y
distinguible completamente de su padre y de su madre –como ha sido afirmado en estos autos-, es
posible afirmar que estamos frente a una persona en cuanto sujeto de derecho. La singularidad que
posee el embrión, desde la concepción, permite observarlo ya como un ser único e irrepetible que se
hace acreedor, desde ese mismo momento, a la protección del derecho y que no podría simplemente
ser subsumido en otra entidad, ni menos manipulado, sin afectar la dignidad sustancial de la que ya
goza en cuanto persona” (considerando quincuagésimo).

a) Protección de la vida del que está por nacer.

En conformidad al art. 19 Nº 1 de la Constitución, la ley protege la vida del nasciturus, o


sea, del que está por nacer.

Por su parte, el artículo 75 del Código Civil dispone que el juez está en la obligación de
adoptar, a petición de cualquiera persona o de oficio, todas las medidas que parezcan
necesarias para proteger la existencia del no nacido, cuando se crea que peligra. En ese
entendido, deberá postergarse todo castigo que la ley imponga a la madre, que pudiere
poner en peligro la vida o la salud de la criatura que lleva en su vientre.

En razón de lo anterior, el ordenamiento jurídico prohíbe y sanciona toda maniobra


destinada a impedir que nazca la criatura concebida. El Código Penal fija las penas del
delito de aborto (arts. 342 a 345). Asimismo, el denominado aborto terapéutico tampoco
está permitido (Código Sanitario, art. 119, texto establecido por la ley N° 18.826, de 15 de
septiembre de 1989). En relación a este último, en los últimos años se han presentado tanto
por diputados como senadores diversos proyectos de leu destinados a reincorporar el
aborto terapéutico a nuestro ordenamiento jurídico.

En este punto, resulta interesante considerar el criterio sentado por el Tribunal


Constitucional en el ya mencionado fallo del año 2008. En él, se hizo referencia al principio
“pro homine” o “favor libertatis” (conforme al cual siempre debe prevalecer la norma más
favorable a la persona humana) en el siguiente sentido: “la existencia de una norma
reglamentaria que contiene disposiciones que pueden llevar a afectar la protección del
derecho a la vida de la persona que está por nacer y que la Constitución buscó cautelar
especialmente, la vulnera porque la sola duda razonable, reflejada en las posiciones
encontradas de los expertos del mundo de la ciencia, de que la aplicación de esas normas
reglamentarias pueda llegar a afectar el derecho a la vida del nasciturus, obliga al juez
constitucional a aplicar el principio “favor persona” o “pro homine” en forma consecuente
con el deber impuesto al Estado por la Carta Fundamental de estar al “servicio de la

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persona humana” y de limitar el ejercicio de la soberanía en función del respeto irrestricto


del derecho más esencial derivado de la propia naturaleza humana de la que el nasciturus
participa en plenitud” (considerando sexagésimo noveno).

Por otra parte, el artículo 2, inciso 3, de la Ley 14.908 sobre Abandono de Familia y Pago
de Pensiones Alimenticias, dispone que la madre podrá solicitar alimentos para el hijo que
está por nacer.

b) Protección de los derechos del que está por nacer.

El art. 77 dispone que “Los derechos que se deferirían a la criatura que está en el vientre
materno, si hubiese nacido y viviese, estarán suspensos hasta que el nacimiento se efectúe.
Y si el nacimiento constituye un principio de existencia, entrará el recién nacido en el goce
de dichos derechos, como si hubiese existido al tiempo en que se defirieron. En el caso del
artículo 74, inciso 2º, pasarán estos derechos a otras personas, como si la criatura no
hubiese jamás existido.

Por ende, para determinar la suerte final de estos derechos, se debe distinguir:

(i) Si se verifica el nacimiento: entra el recién nacido en el goce de los derechos, como
si hubiere existido al tiempo en que se defirieron (en que fueron concedidos). En el mismo
sentido, el art. 962º. A su vez, los arts. 485 y siguientes establecen normas relativas a los
derechos eventuales del que está por nacer, cuando se nombra un curador, a falta de padre
o madre.

(ii) Si la criatura muere en el vientre materno o perece antes de estar completamente


separada de su madre o no sobrevive a la separación un momento siquiera: pasan los
derechos a otras personas, como si la criatura jamás hubiese existido.

Se discute en la doctrina acerca de la naturaleza jurídica de los derechos concedidos a la


criatura que está por nacer. ALESSANDRI y CLARO SOLAR estiman que se trata de derechos
sujetos a condición suspensiva. La condición consistirá en que la criatura nazca con vida.
GALECIO habla de derechos eventuales, mientras que SOMARRIVA se refiere a un derecho
especial. Finalmente, hay quienes sostienen que se trata de la vinculación de un bien a un
titular futuro, sin que quepa considerar a la criatura como sujeto de derechos subjetivos,
encontrándose éstos, mientras la criatura no nace, sin pertenecer o sin estar vinculados a
nadie (LYON).

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2.4. Época de la concepción.

Determinar la época de la concepción es de trascendental importancia, atendido que es


necesario estar concebido para que los derechos eventuales del que está por nacer
permanezcan en suspenso hasta el nacimiento.

Atendido que la concepción no es un hecho ostensible que pueda probarse de una manera
categórica, la ley ha preferido establecer una presunción de derecho que determina, a partir
de un hecho conocido, como lo es el nacimiento, la época de la concepción.

El art. 76 establece que “De la época del nacimiento se colige la de la concepción, según la
regla siguiente: Se presume de derecho que la concepción ha precedido al nacimiento no
menos que ciento ochenta días cabales, y no más que trescientos, contados hacia atrás,
desde la medianoche en que principie el día del nacimiento” (art. 76).

El plazo se cuenta hacia atrás, desde la medianoche en que principia el día del nacimiento
(o sea, desde las 0 horas del día respectivo). Normalmente, el nacimiento se produce entre
los 270 y 285 días posteriores a la concepción, y por ello la ley pone como plazo máximo
300 días. También presume la ley el tiempo mínimo de gestación en 180 días. Se ha
criticado sin embargo la presunción citada, porque la experiencia médica demuestra que
hay casos de gestación de más de 300 y de menos de 180 días.

3. FIN DE LA EXISTENCIA DE LA PERSONALIDAD NATURAL.

3.1. Conceptos Generales.

Tal como el nacimiento determina el comienzo de la existencia legal de una persona, la


muerte implica el fin de la existencia de la misma, la cual puede ser natural o presunta.

El fin de la persona natural, su muerte, produce importantes consecuencias jurídicas:


transmisión de los bienes del fallecido a sus herederos; disolución del matrimonio por la
muerte de uno de los cónyuges; extinción de los derechos intransmisibles, como el de
pedir alimentos, los derechos de usufructo, uso o habitación; término de ciertos contratos
por la muerte de uno de los contratantes (sociedad, mandato, comodato); extinción de la
oferta de celebrar contrato por la muerte del proponente; extinción de algunas acciones
civiles, como la de nulidad de matrimonio, acción de divorcio; etc.

3.2. Muerte Natural o Real.

(i) Generalidades.

El art. 78 del Código Civil dispone: “La persona termina en la muerte natural”.

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La muerte es la terminación de las funciones vitales del individuo. En este sentido, un fallo
del Tribunal Constitucional de fecha 13 de agosto de 1995 resolvió lo siguiente: “Que
examinados los informes científicos antes señalados y los indicados en lo expositivo se
llega a la conclusión de que la abolición total e irreversible de todas las funciones
encefálicas constituye la muerte real, definitiva, unívoca e inequívoca del ser humano.”

(ii) Cuándo se produce la muerte real.

Este tema se liga con lo que algunos autores denominan “muerte clínica”. Se entiende por
tal un estado en que se conservan algunas funciones vitales, especialmente vegetativas,
que se mantienen, por lo general, en forma artificial, pero, no obstante ellas, el individuo
ha perdido toda conciencia o proceso intelectual.

Como observa LYON, nuestro ordenamiento jurídico no señala de una manera general en
qué momento se produce la muerte real de una persona. Sin embargo, conforme a lo
dispuesto en el art. 11 de la Ley N° 19.451, para los efectos de la extracción de órganos a las
personas en estado de muerte, se debe concluir que esta se produce cuando se haya
comprobado la abolición total e irreversible de todas las funciones encefálicas, lo que se
acreditará con la certeza diagnóstica de la causa del mal, según parámetros clínicos
corroborados por las pruebas o exámenes calificados, y cuando, al menos, ser presenten
las siguientes condiciones: (1) Ningún movimiento voluntario observado durante una
hora; (2) Apnea luego de tres minutos de desconexión de ventilador, y (3) Ausencia de
reflejos troncoencefálicos.

El mismo autor observa que si bien tales condiciones solo son aplicables para los efectos de
utilizar el cuerpo humano en estado de muerte para los fines de trasplantes de órganos, en
todo caso pareciere razonable sostener que cuando se reúnen las condiciones antes
descritas, se ha producido la muerte real de una persona, pues es el ordenamiento jurídico
el que señala que dicha circunstancia se ha producido, al menos para los efectos
mencionados.

(iii) Prueba de la muerte real.

Dado que la muerte es un hecho jurídico de la naturaleza de gran trascendencia jurídica, la


ley ha tomado diversas medidas tendientes a acreditar, en todo momento, la efectividad
de la muerte. Tales normas se encuentran en el Código Sanitario, en el Reglamento del
Registro Civil y en el Código Civil. Entre estas medidas, certificación del médico que
asistió al difunto, inscripción del deceso en el Libro de Defunciones del Registro Civil,
prohibición de sepultar el cadáver sin previa autorización del oficial del Registro Civil de
la comuna en que haya ocurrido la defunción, etc.

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(iv) Los Comurientes.

El determinar con precisión el momento en que una persona muere, puede tener gran
importancia jurídica sobre todo en materia sucesoria.

Al respecto nuestro Código Civil, siguiendo la pauta del Derecho Romano, establece que
“si por haber perecido dos o más personas en un mismo acontecimiento, como en un
naufragio, incendio, ruina o batalla, o por otra causa cualquiera, no pudiere saberse el
orden en que han ocurrido sus fallecimientos, se procederá en todo caso como si dichas
personas hubiesen perecido en un mismo momento, y ninguna de ellas hubiese
sobrevivido a las otras” (art. 79).

La presunción de los comurientes es legal y puede, por lo tanto, destruirse probando por
cualquiera de los medios que admite la ley, que cierta persona falleció antes o después que
la otra u otras.

3.3. Muerte Presunta.

(i) Concepto.

Además de la muerte natural, y atendido que en ciertos casos no es posible comprobar la


verdadera muerte, pues no se puede encontrar el cadáver, la ley establece una presunción
legal del fallecimiento que se declara judicialmente y que facilita u otorga a los interesados
un medio para probar la muerte de una persona que ha desparecido. El Código la trata
bajo el título “De la presunción de muerte por desaparecimiento”, en los arts. 80 al 94.

Se define a la muerte presunta como aquella que se declara judicialmente respecto de un


individuo que ha desaparecido y de quien se ignora si vive o no, habiendo transcurrido un
plazo más o menos extenso desde la fecha de las últimas noticias que se tuvieron de su
existencia, concurriendo las demás formalidades legales.

(ii) Objeto.

El objeto de la muerte presunta es resguardar diversos intereses.

La ley considera:

a) El interés de la persona que ha desaparecido;

b) El interés de los terceros, principalmente de aquellos que tengan derechos


eventuales en la sucesión del desaparecido; y

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c) El interés general de la sociedad de que no haya bienes y derechos abandonados, lo


que atenta contra el principio de la libre circulación de la riqueza.

El principal objeto de la declaración de muerte presunta es definir la suerte de los bienes


que constituían el patrimonio dejado por el desaparecido o de aquellos bienes que
pudieran corresponderle en las sucesiones abiertas durante su ausencia.

(iii) Elementos.

a) Se trata de una presunción.

Es una presunción en virtud de la cual, de un hecho conocido, a saber, la ausencia


prolongada y sin noticias, se concluye uno desconocido, esto es, el fallecimiento.

La presunción es de carácter simplemente legal, por cuanto admite prueba en contrario, sea
por el reaparecimiento del individuo (art. 93) o bien por la prueba tangible de que el
fallecimiento sucedió en otra fecha distinta.

Cabe eso si recordar que la presunción, para existir, requiere de una sentencia judicial que
la declare.

b) Se debe ignorar el paradero.

Es indispensable para el desenvolvimiento de esta institución que se ignore absolutamente


el paradero del desaparecido y que se compruebe que se ha hecho lo posible para
averiguarlo (art. 81 Nº 1).

c) Debe transcurrir un plazo.

El plazo puede ser más o menos extenso desde la fecha de las últimas noticias, y variará
dependiendo del caso:

c.1. Casos Ordinarios

Esta primera hipótesis denominada por la doctrina “supuesto ordinario” está contemplada
en los números 1 y del art. 81, que preceptúan: “1º La presunción de muerte debe
declararse por el juez del último domicilio que el desaparecido haya tenido en Chile,
justificándose previamente que se ignora el paradero del desaparecido, que se han hecho
las posibles diligencias para averiguarlo, y que desde la fecha de las últimas noticias que
se tuvieron de su existencia, han transcurrido a lo menos cinco años”; “Con todo, si
después que una persona recibió una herida grave en la guerra, o le sobrevino otro
peligro semejante, no se ha sabido más de ella, y han transcurrido desde entonces cinco

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años y practicándose la justificación y citaciones prevenidas en los números precedentes,


fijará el juez como día presuntivo de la muerte el de la acción de guerra o peligro, o, no
siendo enteramente determinado ese día, adoptará un término medio entre el principio y
el fin de la época en que pudo ocurrir el suceso, y concederá inmediatamente la posesión
definitiva de los bienes del desaparecido”.

En esta hipótesis el plazo es de cinco años, contados desde la fecha de las últimas noticias
que se tienen de la persona (Nº 1) o de la fecha de le herida sufrida en la guerra o del
peligro que acaeció (Nº 7).

c.2. Caso Extraordinario Genérico.

Esta segunda hipótesis está contemplada en el Nº 9 del art. 81, que dispone: “Después de
seis meses de ocurrido un sismo o catástrofe que provoque o haya podido provocar la
muerte de numerosas personas en determinadas poblaciones o regiones, cualquiera que
tenga interés en ello podrá pedir la declaración de muerte presunta de los desaparecidos
que habitaban en esas poblaciones o regiones […] El juez fijará, como día presuntivo de la
muerte el del sismo, catástrofe o fenómeno natural y concederá inmediatamente la
posesión definitiva de los bienes de los desaparecidos, pero será de rigor oír al Defensor
de Ausentes”.

En esta hipótesis el plazo es de seis meses, contado desde el día en que ocurrió el sismo o
catástrofe. Tal plazo fue establecido en virtud de las modificaciones dispuestas por la Ley
Nº 20.577 de 8 de febrero de 2012, pues previo a ello el plazo era de un año.

c.3. Caso Extraordinario Específico.

Esta tercera hipótesis está contemplada en el Nº 8 del art. 81, que dispone: “Se reputará
perdida toda nave o aeronave que no apareciere a los tres meses de la fecha de las últimas
noticias que de ella se tuvieron. Expirado este plazo, cualquiera que tenga interés en ello
podrá provocar la declaración de presunción de muerte de los que se encontraban en la
nave o aeronave. El juez fijará el día presuntivo de la muerte en conformidad al número
que precede, y concederá inmediatamente la posesión definitiva de los bienes de los
desaparecidos. Si se encontrare la nave o aeronave náufraga o perdida, o sus restos, se
aplicarán las mismas normas del inciso anterior, siempre que no pudieren ubicarse los
cuerpos de todos o algunos de sus ocupantes, o identificarse los restos de los que fueren
hallados. Si durante la navegación o aeronavegación cayere al mar o a tierra un tripulante
o viajero y desapareciere sin encontrarse sus restos, el juez procederá en la forma señalada
en los incisos anteriores; pero deberá haber constancia en autos de que en el sumario
instruido por las autoridades marítimas o aéreas ha quedado fehacientemente demostrada
la desaparición de esas personas y la imposibilidad de que estén vivas”.

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En este caso, el plazo es de tres meses contados desde el día de las últimas noticias que se
tuvieron de la existencia de la nave o aeronave. Tal plazo fue establecido en virtud de las
modificaciones dispuestas por la Ley Nº 20.577 de 8 de febrero de 2012, pues previo a ello
el plazo era de seis meses.

d) Deben cumplirse las formalidades legales.

Para que el juez pueda dictar la sentencia que declara presuntivamente muerta a una
persona, es menester que se cumplan previamente las siguientes formalidades procesales:

d.1. Rendición de pruebas (art. 81 Nº 1).

En primer término es menester que los interesados justifiquen el paradero del


desaparecido y que se han hecho las posibles diligencias para averiguarlo, para lo cual
cabe la información sumaria de testigos.

d.2. Citación del desaparecido (art. 81 Nº 2).

Entre las pruebas destinadas a justificar el desaparecimiento es de rigor la citación del


ausente que debe repetirse hasta por tres veces en el periódico oficial, corriendo más de
dos meses entre cada dos citaciones.

Sin embargo, en el llamado “caso extraordinario específico” (pérdida o naufragio de una


nave o aeronave) no es necesario el cumplimiento de este requisito.

Por su parte, en el “caso extraordinario genérico” (sismo o catástrofe) la citación del


desaparecido se efectúa de diversa manera. Al efecto, el inciso segundo del Nº 9 del art. 81
dispone: “En este caso, la citación de los desaparecidos se hará mediante un aviso
publicado por una vez en el Diario Oficial correspondiente a los días primero o quince, o
al día siguiente hábil, si no se ha publicado en las fechas indicadas, y por dos veces en un
diario de la comuna o de la capital de la provincia o de la capital de la región, si en aquélla
no lo hubiere, corriendo no menos de quince días entre estas dos publicaciones. El juez
podrá ordenar que por un mismo aviso se cite a dos o más desaparecidos”.

d.3. Intervención del Defensor de Ausentes (art. 81 Nº 4).

Para proceder a la declaración y en todos los trámites judiciales posteriores debe ser oído
el Defensor de Ausentes. A petición de éste o de cualquiera persona que tenga interés en
ello, o de oficio, puede exigir el juez además de las pruebas que se le presentaren del
desaparecimiento, si no las estimare satisfactorias, las otras que según las circunstancias
convengan.

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d.4. Inserción de Sentencias en el Diario Oficial (art. 81 Nº 5).

Todas las sentencias, tanto definitivas como interlocutorias, se insertarán en el periódico


oficial.

d.5. Transcurso de un plazo mínimo desde la citación (art. 81 Nº 3).

La declaración puede ser provocada por cualquiera persona que tenga interés en ella, con
tal que hayan transcurrido tres meses al menos desde la última citación.

Este requisito no rige en el caso extraordinario específico.

d.6. Inscripción de la Sentencia en el Registro Civil (art. 5 Nº 5 de la Ley sobre Registro


Civil).

Finalmente, toda sentencia en que se declare presuntivamente muerto a alguien, es


menester que se inscriba en el libro de Defunciones que lleve el Registro Civil.

(iv) Día presuntivo de la muerte.

De este día pueden depender los derechos de diversas personas, por ejemplo, los
herederos. La ley, para evitar arbitrariedades, ha señalado distintas reglas, según el caso
concreto de que se trata.

a) Caso ordinario común del art. 81 Nº 1. Se ha de fijar como día presuntivo de la muerte
el último del primer bienio contado desde la fecha de las últimas noticias (art. 81 N° 6°).

b) Caso ordinario común del art. 81 Nº 7 (herida grave u otro peligro semejante). Cuando el
desaparecido recibió una herida grave en la guerra o le sobrevino otro peligro semejante el
juez fijará como día presuntivo de la muerte el de la acción de guerra o peligro o, no
siendo enteramente determinado ese día, un término medio entre el principio y el fin de la
época en que pudo ocurrir el suceso.

c) Caso extraordinario específico (pérdida de nave o aeronave). El juez fijará como día
presuntivo de la muerte el de la pérdida de la nave o aeronave, y no siendo enteramente
determinado ese día, adoptará un término medio entre el principio y el fin de la época en
que se pudo ocurrir el suceso. Igual cosa sucederá cuando durante una navegación o
aeronavegación cayera al mar o tierra un tripulante o viajero sin encontrarse sus restos
(art. 81 Nº 8).

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d) Caso extraordinario genérico (sismo o catástrofe). Cuando el desaparecimiento ha


coincidido con un sismo, catástrofe o fenómeno natural, será la fecha de tal evento la que
el juez fijará como día presuntivo de la muerte (art. 81 Nº 9).

(v) Procedimiento.

a) Juez competente. El del último domicilio que el desaparecido haya tenido en Chile.

b) Legitimación activa. La declaración podrá ser provocada por cualquiera persona


que tenga interés en ella, con tal que hayan transcurrido tres meses al menos desde la
última citación. El interés debe ser patrimonial y estar subordinado a la muerte del
desaparecido. Los primeros interesados son los herederos, y le siguen los nudos
propietarios, fideicomisarios, legatarios, y en general todos aquellos que tuvieren derechos
subordinados a la muerte del causante.

c) Quien se puede oponer. En general puede oponerse todo aquel que tenga interés en
ello y especialmente el defensor de ausentes. La oposición de terceros puede referirse a
que el peticionario carece de interés para solicitar la declaración; a que el desaparecido se
encuentra vivo; o a que las últimas noticias se produjeron en otra fecha.

(vi) Períodos de la muerte presunta.

En la muerte presunta se distinguen en general tres períodos: el de mera ausencia; el de


posesión provisoria de los bienes del desaparecido; el de posesión definitiva de dichos
bienes. Cabe hacer presente que el período de posesión provisoria no está siempre
presente.

a) Período de mera ausencia.

a.1. Extensión.

El período de mera ausencia, al término del cual se declara la muerte presunta, comienza
con la fecha de las últimas noticias del desaparecido y dura hasta el día en que se decreta
la posesión provisoria o definitiva de sus bienes, que por regla general es de 5 años, y
excepcionalmente puede ser de 1 año (en caso de sismo o catástrofe) o 6 meses (en caso de
pérdida de una nave o aeronave).

a.2. Finalidad esencial.

En este primer período, predominando las posibilidades de vida y de regreso del


desaparecido, las medidas adoptadas tienden exclusivamente a preservar sus derechos y

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su patrimonio, garantizándole su integridad. Entre los derechos de los presuntos


herederos y el interés del ausente, prevalece el último.

a.3. Personas que administran los bienes del desaparecido.

Según el art. 83, durante el período de mera ausencia deben cuidar los intereses del
desaparecido sus apoderados o representantes legales. Si el ausente no hubiere dejado
representante legal o mandatario general, o el mandato hubiere terminado, procede el
nombramiento de curador de bienes, de acuerdo a los arts. 473 a 491.

a.4 Término del período de mera ausencia.

Este período expira: (i) Por el decreto de posesión provisoria; (ii) Por el decreto de
posesión definitiva, cuando el anterior no tiene cabida; (iii) Cuando el ausente reaparece; y
(iv) Cuando existe certeza acerca de la fecha de la muerte real del desaparecido.

En los dos últimos casos, no sólo termina el período de mera ausencia, sino todo el proceso
de la muerte presunta, pues se desvirtúa la presunción en que se basaba. Si el ausente
reaparece, recobra la administración de sus bienes; y si se logra probar la fecha exacta de la
muerte real, corresponde aplicar las reglas de ésta y no las reglas de la muerte presunta.

b) Período de posesión provisoria.

b.1. Extensión.

Comienza el período con el decreto del juez que concede la posesión provisoria y termina
con el decreto que otorga la posesión definitiva de los bienes del desaparecido.

b.2. Finalidad esencial.

En este período, no prevaleciendo la posibilidad del regreso del ausente y


contrapesándose ésta con la probabilidad de la muerte, la ley busca conciliar los derechos
del desaparecido con los de aquellos a quienes pasarían los bienes del ausente, si hubiera
realmente fallecido.

b.3. Fecha en que se dicta el decreto de posesión provisoria.

Transcurridos 5 años desde la fecha de las últimas noticias del desaparecido, el juez
concederá la posesión provisoria de sus bienes (art. 81 Nº 6).

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b.4. Quienes pueden solicitar el decreto de posesión provisoria.

Sólo pueden hacerlo los herederos presuntivos del desaparecido, entendiéndose por tales
los testamentarios o legítimos (legitimarios) que lo eran a la fecha de la muerte presunta
(artículos 84 y 85).

Herederos testamentarios son los instituidos en el testamento otorgado por el


desaparecido; herederos legítimos o abintestato, los establecidos por la ley.

Si no se presentan herederos, el juez, a instancia de cualquier interesado o de oficio,


declarará yacente la herencia y le nombrará curador (art. 1240).

La ley sólo concede la posesión provisoria de los bienes a los herederos, no a los legatarios.
Estos, al igual que los nudos propietarios y los fideicomisarios de bienes usufructuados o
poseídos fiduciariamente por el desaparecido y, en general, todos aquellos que tengan
derechos subordinados a la muerte del desaparecido, no podrán hacerlos valer sino
después de decretada la posesión definitiva (art. 91).

b.5. Patrimonio cuya posesión provisoria se confiere a los herederos presuntivos.

Comprenderá la totalidad de los bienes, derechos y acciones del desaparecido, cuales eran
a la fecha de la muerte presunta (art. 85, 2º). En cuanto a la naturaleza del derecho de los
herederos presuntivos, algunos estiman que estaríamos ante un caso de usufructo legal.
Con todo, otros han señalado que los poseedores provisorios no tendrían un usufructo,
sino la propiedad sujeta a condición resolutoria (que consistiría en que el desaparecido
reaparezca o se establezca su muerte efectiva).

b.6. Efectos del decreto de posesión provisoria:

(1) Se disuelve la sociedad conyugal o el régimen de participación en los gananciales,


si los hubiere con el desaparecido (arts. 84, 1764 Nº 2 y 1792-27 Nº 2). El régimen
patrimonial del matrimonio debe entenderse disuelto el día fijado por el juez como
presuntivo de muerte.

(2) Se procede a la apertura y publicación del testamento, si el desaparecido hubiere


dejado alguno (art. 84, 1º).

(3) Opera la emancipación legal de los hijos que se hallaban bajo patria potestad del
padre o de la madre desaparecidos, salvo que corresponda ejercitar la patria potestad al
otro de los padres. Si fuere éste el desaparecido y ejercía la patria potestad, se produce la
emancipación de los hijos (art. 270 número 2).

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(4) Se da la posesión provisoria de los bienes del desaparecido a los herederos


presuntivos; no habiéndolos, se procede a declarar yacente la herencia.

(5) Marca el inicio del cómputo del plazo de 180 días o de un año, para que los
herederos y demás personas actualmente interesadas, provoquen el juicio de impugnación
de paternidad de un hijo atribuido al desaparecido (artículos 212 y 213).

b.7. Obligaciones de los poseedores provisorios.

Recaen sobre los herederos presuntivos ciertas obligaciones encaminadas a garantizar los
intereses del desaparecido. Son tales:

(1) Formar inventario solemne o revisar o rectificar con igual solemnidad el que exista
(art. 86). Inventario solemne es aquél que se hace, previo decreto judicial, por el
funcionario competente y con los requisitos que las leyes expresan (art. 858 del CPC).

(2) Constituir caución de conservación y restitución de los bienes del desaparecido


(art. 89). El art. 46 define lo que se entiende por caución. Sólo otorgando la garantía, los
poseedores provisorios se harán dueños de los frutos que produzcan los bienes del
desaparecido (cabe indicar que los intereses a los que alude el art. 89 junto con los frutos,
no son sino frutos civiles).

b.8. Venta o hipoteca de los bienes del desaparecido por los poseedores provisorios (art. 88).

Debemos distinguir según se trate de bienes muebles e inmuebles.

(1) Bienes muebles: pueden ser vendidos siempre que: (i) El juez lo creyere
conveniente; (ii) Sea oído el defensor de ausentes; y (iii) La venta se efectúe en pública
subasta.

(2) Bienes inmuebles: pueden venderse o hipotecarse, pero en este caso el legislador
toma mayores precauciones, exigiendo: (i) Que la venta o hipoteca obedezcan a causa
necesaria o utilidad evidente. Hay causa necesaria, por ejemplo, en el caso de una parcela
que no produjese ni siquiera lo necesario para solventar los gastos de administración y el
pago de las contribuciones; existiría utilidad evidente, por ejemplo, si se vendiese un
inmueble paga pagar una deuda del desaparecido, por cuyo motivo los acreedores
hubieren obtenido el embargo de dicho inmueble Como se observa, la ley sólo permite la
venta. Por ende, los herederos presuntivos no podrán, por ejemplo, donar los bienes del
ausente; (ii) Que la causa necesaria o la utilidad evidente sean calificadas o declaradas por
el juez, con conocimiento de causa. Es decir, que debe resolver atendiendo a las pruebas
que se le han hecho valer; (iii) Que sea oído el defensor de ausentes; (iv) Que la venta se
efectúe en pública subasta.

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Si se omite cualquiera de los requisitos indicados al venderse y enajenarse un bien mueble


o inmueble del desaparecido, tal venta y enajenación (o hipoteca, en su caso) adolecerá de
nulidad relativa. En efecto, estando establecida en favor del ausente, para el caso de
reaparecer sólo él puede alegarla. La acción de nulidad prescribirá en 4 años, contados
desde el reaparecimiento del desaparecido.

b.9. Término del período de posesión provisoria (art. 90).

Puede terminar:

(1) Con el decreto de posesión definitiva;

(2) Con la reaparición del ausente; y

(3) Si se tuvieran noticias que motivaren la distribución de los bienes del desaparecido,
según las reglas generales (esto alude a la muerte real del desaparecido, debiendo
aplicarse por ende las normas de la sucesión por causa de muerte).

Obvio es que en estos dos últimos casos no sólo termina el período de posesión provisoria,
sino todo el proceso de la muerte presunta.

b.10. Casos en los cuales no habrá período de posesión provisoria.

El período de la posesión provisoria de los bienes del desaparecido no existirá en los


siguientes casos:

(1) Cuando el desaparecido recibió una herida grave en la guerra o le sucedió otro
peligro semejante (art. 81 Nº 7).

(2) En caso de pérdida de una nave o aeronave (art. 81 Nº 8).

(3) En caso de sismo o catástrofe (art. 81 Nº 9).

(4) Si cumplidos cinco años desde la fecha de las últimas noticias, se pruebe que han
transcurrido setenta desde el nacimiento del desaparecido (art. 82 primera parte).

En estas situaciones se concede de inmediato la posesión definitiva de los bienes del


desaparecido.

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c) Período de posesión definitiva.

c.1. Inicio.

Se inicia con el decreto del juez que concede la posesión definitiva de los bienes del
desaparecido. Dicho decreto se inscribirá en el Conservador de Bienes Raíces que
corresponda al último domicilio que el desaparecido haya tenido en Chile. Si el decreto no
se inscribe, será inoponible a terceros (art. 52 Nº 4 del Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces).
c.2. Finalidad esencial.

El último período de la muerte presunta es aquél en el cual las probabilidades de muerte


del desaparecido prevalecen sobre las probabilidades de vida, de modo que puede
conferirse a los presuntos herederos pleno derecho de uso, goce y disposición sobre los
bienes del ausente, como si en realidad éste hubiera muerto.

c.3. Casos en que tiene lugar.

La regla general es que este período tiene lugar transcurridos 10 años desde la fecha de las
últimas noticias, cualquiera que fuese, a la expiración de esos 10 años, la edad del
desaparecido, si viviese (art. 82, segunda parte). En este caso, antecederán al decreto de
posesión definitiva el período de mera ausencia (5 años a lo menos) y el de posesión
provisoria (otros 5 años).

Excepcionalmente, tendrá lugar:

(1) Cuando cumplidos 5 años desde la fecha de las últimas noticias, se probare que
han transcurrido 70 o más desde que nació el desaparecido (art. 82, primera parte). En este
caso, no hay período de posesión provisoria.

(2) Inmediatamente después de transcurridos 5 años desde la fecha de la batalla o


peligro en que se encontró la persona desaparecida sin haberse sabido más de su
existencia (art. 81 Nº 7). En este caso, tampoco hay período de posesión provisoria.

(3) Después de 3 meses contados desde la fecha de las últimas noticias que se tuvieren
de la nave o aeronave reputada perdida y en la cual se encontraba la persona desaparecida
(art. 81 Nº 8). También se pasa directamente al período de posesión definitiva. Tal plazo
fue establecido en virtud de las modificaciones dispuestas por la Ley Nº 20.577 de 8 de
febrero de 2012, pues previo a ello el plazo era de seis meses.

(4) Después de seis meses de ocurrido un sismo o catástrofe (art. 81 Nº 9). También se
omite el período de posesión provisoria.

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c.4 Personas que pueden pedir el decreto de posesión definitiva.

Los poseedores provisorios y todos los indicados en el art. 91, es decir, en general, los que
tengan derechos subordinados a la muerte del desaparecido.

c.5. Efectos del decreto de posesión definitiva.

(1) De conformidad con el art. 42 número 2 de la Ley de Matrimonio Civil, se disuelve


también el matrimonio a consecuencia de la declaración de muerte presunta.

No basta sin embargo con la sola declaración de muerte presunta para que opere la
disolución del matrimonio; se requiere, además, conforme a lo dispuesto en el artículo 43
de la Ley de Matrimonio Civil:

- Que hayan transcurrido cinco años desde las últimas noticias y setenta años desde
el nacimiento del desaparecido (en relación con el artículo 82 del Código Civil, que
establece que en este caso, se concederá directamente la posesión definitiva de los
bienes del desaparecido);

- Que hayan transcurrido cinco años desde que una persona recibió una herida grave
en la guerra, o le sobrevino otro peligro semejante, y no se ha sabido más de ella
(en relación al artículo 81 número 7 del Código Civil, caso en el cual también se
concederá de inmediato la posesión definitiva de los bienes del desaparecido);

- Que hayan transcurrido diez años desde la fecha de las últimas noticias, fijada en la
sentencia que declara la presunción de muerte, cualquiera que fuese la edad del
desaparecido si viviere (ahora, la disposición concuerda con la del artículo 82 del
Código Civil, que dispone que también se concederá la posesión definitiva de los
bienes del desaparecido, una vez transcurridos diez años desde la fecha de las
últimas noticias);

- Que haya transcurrido un año, desde el día presuntivo de la muerte, en el caso de


la pérdida de una nave o aeronave que no apareciere dentro de tres meses (artículo
81 número 8 del Código Civil);

- Que haya transcurrido un año, desde el día presuntivo de la muerte, en el caso de


un sismo o catástrofe (artículo 81 número 9 del Código Civil).

Del tenor de los artículos 42 y 43 de la Ley de Matrimonio Civil, se deduce que la


disolución del matrimonio opera ipso iure, cuando, declarada la muerte presunta,
transcurren los plazos de uno, cinco y diez años, sin que sea necesario que se dicte el

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decreto de posesión definitiva o que se dicte otra resolución judicial que declare la
disolución del matrimonio. El Servicio de Registro Civil e Identificación, por ende, a
solicitud del interesado, deberá practicar la pertinente subinscripción, dejando constancia
que terminó el matrimonio, si al presentar la solicitud, se prueba que han transcurrido los
plazos legales.

(2) Ejercicio de los derechos subordinados a la muerte del desaparecido (art. 91).

(3) Apertura de la sucesión del desaparecido, conforme a las reglas generales, si no


antecedió posesión provisoria (art. 90, 3º).

(4) Cancelación o alzamiento de las cauciones y cesación de las restricciones para


vender e hipotecar (art. 90, incisos 1 y 2).

(5) Partición de bienes, de conformidad a las reglas generales.

(6) Finalmente, se producirán todos los demás efectos de la posesión provisoria, en el


caso en que ésta no hubiera operado.

(vii) Rescisión del decreto de posesión definitiva.

a) Concepto.

Atendido que la declaración de muerte por desaparecimiento es en muchos aspecto una


presunción legal que por tanto admite prueba en contrario, la ley admite precisamente que
se pruebe que no son efectivos los hechos presumidos, con lo cual se dejan sin efecto todas
las resoluciones judiciales que se dictaron al efecto, y especialmente el decreto de posesión
definitiva de los bienes del desaparecido.

Cierta parte de la doctrina señala que el Código erradamente emplea el término


“rescisión”, es decir, a la nulidad relativa, lo que supondría un vicio de tal naturaleza que
permitiría la anulación del decreto; pero no hay tal nulidad, sino causales de revocación
del decreto.

Si bien es efectivo que con esta rescisión no hay nulidad absoluta, como en muchos otros
casos el Código no emplea tal palabra como sinónimo de la referida sanción, sino que para
significar que en tal caso se produce una ineficacia.

b) Causales.

La ley permite pedir la rescisión del decreto de posesión definitiva en tres casos:

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(1) Si se tuvieren noticias exactas de la existencia del desaparecido;

(2) Si se tuvieren noticias exactas de la muerte real del desaparecido; y

(3) Si el presunto muerto reaparece.

c) Personas a favor de las cuales puede rescindirse el decreto (art. 93):

(1) El desaparecido;

(2) Los legitimarios habidos durante el desaparecimiento (el art. 1182 señala quienes
son legitimarios del causante; el art. 93 se refiere obviamente a los descendientes);

(3) El cónyuge del ausente por matrimonio contraído en la época del


desaparecimiento.

d) Plazo para pedir la rescisión del decreto (art. 94).

(1) El desaparecido puede pedirla en cualquier tiempo;

(2) Los demás interesados no pueden pedirla sino dentro de los respectivos plazos de
prescripción contados desde la fecha de la verdadera muerte (se refiere la ley a la
prescripción de la acción de petición de herencia -arts. 2512, 704 y 1269-, lo que equivale a
decir que adquirido el derecho real de herencia por prescripción, podrá enervarse la acción
de “rescisión” del decreto de posesión definitiva).

e) Efectos de la rescisión.

Sólo aprovechan a las personas que obtuvieron la dictación del decreto de revocación.

Se recobran los bienes del desaparecido, en el estado en que se encuentren, y todos los
actos de disposición (incluyendo las hipotecas y demás derechos reales) realizados en el
tiempo intermedio, valen (art. 94, regla cuarta).

Dado que los poseedores definitivos gozan de los bienes como dueños, no responden ni de
la culpa lata. Por ello, pueden devolver los bienes sensiblemente deteriorados, sin
responsabilidad, a menos que se les pruebe dolo (art. 94, regla quinta). Así, los poseedores
definitivos no están obligados a devolver el precio que hubieren percibido por la venta de
los bienes del desaparecido.

Para toda restitución, los demandados serán considerados como poseedores de buena fe, a
menos de prueba en contrario (art. 94, regla quinta). A consecuencia de esta presunción

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legal, los herederos no responden de los deterioros de los bienes y tienen derecho al
reembolso de las mejoras necesarias y útiles conforme lo disponen los arts. 904 y
siguientes, sobre las Prestaciones Mutuas (las mejoras son necesarias cuando deben
hacerse para la conservación de la cosa; son útiles aquellas que aumentan el valor
comercial de la cosa).

La última regla del art. 94 establece que el haber sabido y ocultado la verdadera muerte
del desaparecido, o su existencia, constituye mala fe. En cuanto a los frutos producidos
por los bienes del desaparecido, los poseedores definitivos, lo mismo que los provisorios,
no están obligados a restituirlos, salvo que estén de mala fe.

La sentencia que rescinde la declaración de muerte presunta, debe subinscribirse, al


margen de la partida correspondiente.

(viii) Inscripciones en el Registro Civil y en el Conservador de Bienes Raíces


relacionadas con la muerte presunta.

Las sentencias ejecutoriadas que declaran la muerte presunta deben inscribirse en el libro
de defunciones del Registro Civil, en la comuna correspondiente al tribunal que hizo la
declaración (ley N° 4.808, art. 5°, N° 5°). Si la sentencia no se inscribe, no puede hacerse
valer en juicio (ley N° 4.808, art. 8°).

El decreto que confiere la posesión definitiva de los bienes del desaparecido debe
inscribirse en el Registro del Conservador de Bienes Raíces (Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces, art. 52, N° 4). La inscripción se hace en el Conservador de
Bienes Raíces correspondiente a la comuna del último domicilio que el desaparecido haya
tenido en Chile, o sea, la comuna en que se decretó la muerte presunta. Si el decreto no se
inscribe, es inoponible frente a terceros.

(ix) Leyes Especiales.

Por último, cabe tener en cuenta que a raíz de ciertos sucesos extraordinarios se han
dictado en nuestro país leyes especiales destinadas a acortar los plazos que el Código Civil
establece respecto de los trámites relativos a la muerte presunta.

Es el caso de la Ley Nº 20.436, publicada en el Diario Oficial de 23 de abril de 2010, la que


fue dictada a fin de modificar los plazos en materia de actuaciones judiciales y declaración
de muerte presunta en las zonas afectadas por el terremoto de 27 de febrero de 2010. En lo
que interesa, esta ley dispuso que transcurridos noventa días desde el 27 de febrero de
2010, cualquiera que tenga interés podrá pedir la declaración de muerte presunta de los
desaparecidos con ocasión de la catástrofe ocurrida en esa fecha, que se encontraban en las

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Regiones de Valparaíso, Libertador Bernardo O'Higgins, del Maule y del Biobío, debiendo
el juez fijar dicha fecha como día presuntivo de la muerte.

3.4. Comprobación judicial de la muerte.

La ya mencionada Ley Nº 20.577 de 8 de febrero de 2012, incorporó al Código Civil nuevos


artículos 95 a 97, relativos a la comprobación judicial de la muerte, regulación que busca
alivianar la prueba de la muerte.

Al efecto, se dispone que toda vez que la desaparición de una persona se hubiere
producido en circunstancias tales que la muerte pueda ser tenida como cierta, aun cuando
su cadáver no fuere hallado, el juez del último domicilio que el difunto haya tenido en Chile,
a solicitud de cualquiera que tenga interés en ello, podrá tener por comprobada su muerte
para efectos civiles y disponer la inscripción de la resolución correspondiente en el
Servicio de Registro Civil e Identificación. Igual regla se aplicará en los casos en que no
fuere posible la identificación del cadáver (art. 95).

Un extracto de la resolución que tenga por comprobada la muerte del desaparecido deberá
publicarse en el Diario Oficial dentro del plazo de sesenta días, contado desde que ésta
estuviere firme y ejecutoriada. Dicho extracto deberá contener, al menos, los antecedentes
indispensables para su identificación y la fecha de muerte que el juez haya fijado (art. 96).

La resolución a que se refiere el artículo 95 podrá dejarse sin efecto conforme a lo


dispuesto en las normas sobre la rescisión del decreto de posesión definitiva.

B.
ATRIBUTOS DE LA PERSONALIDAD

B.1
GENERALIDADES

La teoría clásica llama atributos de la personalidad a ciertos elementos necesariamente


vinculados a toda persona e indispensables para el desenvolvimiento de ella como sujeto
de derechos. Los atributos de la personalidad son calidades que corresponden a todo ser
humano sólo en virtud de ser tal.

Los atributos de la personalidad, al mismo tiempo, una serie de ventajas o prerrogativas y


un conjunto de deberes y obligaciones. Se trata de derechos extrapatrimoniales, sin un
significado económico directo.

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Estos atributos, que se refieren tanto a las personas naturales como a las jurídicas (con
algunas salvedades), son principalmente:
(i) Capacidad de goce,
(ii) Nacionalidad,
(iii) Nombre,
(iv) Estado civil (del cual carecen las personas jurídicas),
(v) Domicilio,
(vi) Patrimonio.

B.2
CAPACIDAD DE GOCE

1. LA CAPACIDAD DE GOCE.

La capacidad de goce, llamada también capacidad jurídica, es la aptitud para ser sujeto de
derechos y obligaciones.

Se adquiere desde el nacimiento y de ella están dotados todos los seres humanos, sin
excepción. No ocurría lo mismo en la antigüedad en que había hombres que no eran
personas, que no eran sujetos de derecho sino objetos de los mismos, como una cosa: los
esclavos.

De este modo, el concepto de personalidad se confunde con el concepto de capacidad de


goce. Ser persona, en realidad, es tener capacidad de goce; todo individuo susceptible de
ser sujeto de derecho, es persona. Por eso, no existen seres humanos desprovistos en
absoluto de la capacidad de goce. Privar a un ser humano de la capacidad para adquirir
todo derecho, sería dejar de considerarlo persona.

Dentro de nuestra legislación, sólo hay incapacidades de goce especiales, esto es,
referentes a uno o más derechos determinados, pero jamás una incapacidad de goce
absoluta.

En cambio, es posible que ciertos individuos estén totalmente desprovistos de capacidad


de ejercicio, lo que no infringe los principios anteriores, pues ésta capacidad no constituye
un atributo de la personalidad.

2. INCAPACIDADES DE GOCE ESPECIALES O PARTICULARES.

La ley contempla algunas incapacidades de goce, respecto de determinados derechos,


denominadas incapacidades particulares, consistentes en la prohibición que la ley ha

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impuesto a ciertas personas para ejecutar o celebrar algunos actos o contratos (por
ejemplo, arts. 402, 412, 961-965-1065, 1796 a 1800).

Como se dijo, nunca estas incapacidades podrán ser absolutas o generales. Son
incapacidades de goce, porque impiden adquirir derechos. Alude a ellas, genéricamente, el
último inciso del artículo 1447.

3. LA CAPACIDAD DE EJERCICIO.

Debe distinguirse la capacidad de goce de la capacidad de ejercicio, llamada también


capacidad de obrar. Consiste en la idoneidad del sujeto para ejercitar por sí solo, con su
propia voluntad, los derechos subjetivos y contraer obligaciones.

En relación a la capacidad de ejercicio debemos distinguir entre capaces e incapaces. No


hay persona que no tenga capacidad de goce, pero las hay que no tienen capacidad de
ejercicio.

El artículo 1447 del Código señala los casos de incapacidad y establece dos tipos de ella: la
incapacidad absoluta y la incapacidad relativa.

Los incapaces absolutos no pueden actuar nunca personalmente en la vida jurídica;


pueden actuar sólo representados. Los incapaces relativos, además de actuar
representados, pueden actuar también personalmente si son debidamente autorizados.

El art. 1447 establece que son absolutamente incapaces los dementes, los impúberes y los
sordos o sordomudos que no pueden darse a entender claramente.

Son relativamente incapaces los menores adultos y los disipadores que se hallen bajo
interdicción de administrar lo suyo.

B.3
NACIONALIDAD

1 DEFINICIÓN.

La nacionalidad es el vínculo jurídico que une a una persona con el Estado y que origina
derechos y obligaciones recíprocas.

El Estado tiene diversos deberes para con sus nacionales, entre ellos otorgar el amparo
legal (comprendiendo el derecho a la vida, a la integridad física y psíquica, a la libertad,
etc.), garantizar el desarrollo de la personalidad (asegurando al menos la educación básica

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y fomentando la educación media, técnica y superior y la cultura en general), conferir


derechos políticos, garantizar la igual repartición de los impuestos, prestar amparo
diplomático a los chilenos en el extranjero, etc.
Los particulares, por su parte, tienen deberes correlativos, entre ellos fundamentalmente el
respeto a la institucionalidad y legalidad vigentes, cumplir con el servicio militar, pagar
los impuestos, defender al país en caso de guerra, etc. (art. 22 de la Constitución Política).

2. IGUALDAD DE LOS CHILENOS Y EXTRANJEROS ANTE EL DERECHO


CIVIL.

El art. 55 señala que las personas se dividen en chilenos y extranjeros. El art. 56 dispone
que son chilenos los que la Constitución declara tales. Los demás son extranjeros.

El art. 57 consagra el principio de igualdad entre chilenos y extranjeros en cuanto a la


adquisición y goce de los derechos civiles. De igual forma, el artículo 997 ratifica que no
hay diferencias entre chilenos y extranjeros, en lo concerniente a las sucesiones intestadas
abiertas en nuestro país.

Estas disposiciones están directamente relacionadas con los arts. 14 y 16, que consagran el
principio de la territorialidad. Como contrapartida al sometimiento a la ley chilena, que
imponen a los extranjeros los arts. 14 y 16, se les otorgan las franquicias de los arts. 57 y
997.

Sin embargo, existen algunas excepciones a la regla de la igualdad, fundadas más bien en
el domicilio que en la nacionalidad, vale decir, que afectan al extranjero transeúnte.

Tales excepciones son:

a) Dentro del mar territorial (definido en el art. 593), sólo pueden realizar faenas de
pesca los chilenos y los extranjeros domiciliados: art. 611, en relación a la Ley número
4.601 y a la Ley número 18.892, Ley General de Pesca y Acuicultura. El art. 17 de la última,
establece que para solicitar autorización de pesca, el solicitante, de ser persona natural,
deberá ser chileno o extranjero que disponga de permanencia definitiva; si el solicitante
fuere una persona jurídica, deberá estar legalmente constituida en Chile. Originalmente,
esta prohibición pretendía evitar el contrabando.

b) Los que carecen de domicilio en Chile, no pueden desempeñarse como albaceas


(arts. 1272, 497 número 6 y 1270).

c) No pueden ser testigos en un testamento solemne otorgado en Chile, los


extranjeros no domiciliados en el país: art. 1012 Nº 10.

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d) Caso de extraterritorialidad establecido en el art. 15 Nº 2: la norma sólo se refiere al


cónyuge y parientes chilenos.

e) Caso del art. 998: sólo se refiere a los chilenos.

f) Prohibición de adquirir el dominio de bienes raíces ubicados en ciertas provincias o


regiones limítrofes, para aquellos extranjeros en cuyos países rija prohibición análoga para
los chilenos.

g) Las personas naturales o jurídicas extranjeras, no pueden celebrar contratos de


arrendamiento sobre predios rústicos, cuando éstos se ubican en zonas fronterizas
(artículo 3º del Decreto Ley número 993, que regula el arrendamiento de predios rústicos).

h) No pueden ser testigos, para los efectos de una inscripción en los libros del
Registro Civil, los extranjeros que no tienen domicilio en Chile: art. 16 de la Ley de
Registro Civil.

3. ADQUISICIÓN Y PÉRDIDA DE LA NACIONALIDAD.

3.1. Quienes son chilenos:

El art. 10 de la Constitución establece que son chilenos:

(i) Los nacidos en el territorio nacional.

(ii) Los hijos de padre o madre chilenos nacidos en el extranjero, hallándose cualquiera
de éstos en actual servicio de la República.

(iii) Los hijos de padre o madre chilenos, nacidos en territorio extranjero, por el solo
hecho de avecindarse por más de un año en Chile.

(iv) Los extranjeros que obtuvieren carta de nacionalización.

(v) Los que obtuvieren la nacionalidad por gracia.

La nacionalidad puede ser “adquirida” (por el Ius Solis o el Ius Sanguinis) o “derivada”.

3.2. Pérdida de la nacionalidad chilena

El art. 11 de la Constitución Política señala que se pierde la nacionalidad en los siguientes


casos:

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(i) Por nacionalización en país extranjero.

(ii) Por prestar servicios durante una guerra exterior a enemigos de Chile o a sus
aliados (en este caso, la nacionalidad se perderá dictando un Decreto Supremo).

(iii) Por sentencia judicial.

(iv) Por cancelación de la carta de nacionalización.

(v) Por ley que revoque la nacionalización concedida por gracia.

Los que pierdan la nacionalidad chilena, sólo podrán ser rehabilitados por ley.

El art. 12 de la Constitución establece un recurso ante la Corte Suprema, que debe


interponerse en el plazo de 30 días. La Corte Suprema conoce del recurso como jurado (es
decir, en conciencia) y en pleno.

4. NACIONALIDAD Y CIUDADANÍA.

No debe confundirse la nacionalidad y la ciudadanía. Esta última, consagrada en los arts.


13 y 14 de la Constitución, se refiere al derecho a elegir y a ser elegido.

B.4
EL NOMBRE

1. CONCEPTO.

Se entiende por tal las palabras que sirven para distinguir legalmente a una persona de las
demás. Es la designación que sirve para individualizar a las personas, gráfica y
verbalmente, tanto en la sociedad como en su familia de origen.

El nombre de las personas está constituido por dos elementos: (i) el pronombre, nombre
propio o de pila, que individualiza a una persona dentro del grupo familiar; y (ii) el o los
apellidos, o nombre patronímico o de familia, que señala a los que pertenecen a un grupo
familiar determinado.

El nombre propio, individual o de pila lo determina la persona que requiere la inscripción


del nacido en el Registro Civil, que por lo general es el padre o madre de éste. El apellido,
llamado también nombre patronímico o de familia, ha de ser el del padre seguido del de la
madre (Ley N° 4.808, sobre Registro Civil, art. 31 N° 3°; Reglamento Orgánico del Servicio
del Registro Civil e Identificación, D.F.L. N° 2.128, de 1930, arts. 123 y 126).

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Esta no es una costumbre universal; en otras partes, especialmente en Europa y en los


países sajones, el patronímico está compuesto exclusivamente por el apellido del padre. El
apellido de soltera de la madre sólo se usa, a veces, para una mayor singularización, como
un segundo nombre entre éste y el patronímico. De esto resulta que el apellido paterno es
siempre el último del nombre total, y que la costumbre nuestra de usar ambos apellidos
produce la confusión de hacer creer que el apellido materno es el paterno.

Lo anterior tiene atingencia con los efectos del matrimonio en relación con el patronímico
de la mujer. En otros países la mujer al casarse pierde su patronímico y pasa a tener el
apellido del marido. En Chile la mujer al casarse conserva su patronímico y suele agregar
el apellido del marido, precedido de la preposición “de”, es una simple costumbre
desprovista de valor legal.

Pueden darse a una persona, todos los nombres propios que se quiera, y su elección, en
Chile, es enteramente libre; no hay necesidad de atribuirle un nombre de santo o nombre
ya en uso; es posible designar a la criatura con un nombre inventado o con cualquier otro.

Sin embargo, esta libertad tiene límites. No puede imponerse al nacido un nombre
extravagante, ridículo, impropio de personas, equívoco respecto del sexo o contrario al
buen lenguaje. Si el Oficial del Registro Civil, en cumplimiento de lo señalado, se opone a
la inscripción de un nombre y el que lo solicita insiste en ello, el Oficial debe enviar de
inmediato los antecedentes al Juez de Letras, quien resuelve en el menor plazo posible, sin
forma de juicio, pero con audiencia de las partes, si el nombre propuesto está
comprendido o no en la prohibición. (Ley del Registro Civil, art. 31, incisos 2º y 3º).

2. CARACTERÍSTICAS DEL NOMBRE CIVIL.

a) No es comerciable.

b) No es susceptible de una cesión entre vivos ni transmisible por causa de muerte.

c) Es inembargable.

d) Es imprescriptible: no se pierde por no usarlo ni se gana por su uso.

e) Es irrenunciable.

f) Es, por regla general, permanente.

g) Es uno e indivisible: de ahí que las sentencias que se dictan en materia de nombre,
produzcan efectos absolutos y no relativos.

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3. CAMBIO DE NOMBRE.

El nombre no tiene un carácter inmutable. Definitivo en principio, puede modificarse sin


embargo en el curso de la existencia de una persona. El cambio puede producirse por vía
principal o consecuencial.

El cambio por vía principal o directa está constituido por el procedimiento que tiende
única y exclusivamente a obtener la mutación del nombre.

El cambio por vía consecuencial o indirecta es el que se produce como consecuencia del
cambio de una determinada situación jurídica. Por ejemplo, el hijo de filiación no
matrimonial reconocido sólo por la madre y que después adquiere la filiación matrimonial
por el matrimonio posterior de sus padres, pasando a llevar el apellido paterno y el
materno, en lugar sólo del último.

3.1. El cambio de nombre por vía principal o directa.

Está reglamentado en la Ley Nº 17.344, la que dispone que cualquiera persona puede
solicitar, por una sola vez, que se la autorice para cambiar sus nombres o apellidos o
ambos a la vez, en los siguientes casos:

a) Cuando unos u otros sean ridículos, risibles o la menoscaben moral o


materialmente;

b) Cuando el solicitante haya sido conocido durante más de 5 años, por motivos
plausibles, con nombres o apellidos o ambos, diferentes de los propios; y

c) En los casos de filiación no matrimonial o en que no se encuentre determinada la


filiación, para agregar un apellido cuando la persona hubiere sido inscrita con uno solo o
para cambiar uno de los que hubieran impuesto al nacido, cuando fueren iguales. En este
caso, se trata de que no se haga manifiesta una filiación no matrimonial o indeterminada.

3.2. Otras modificaciones.

La ley contempla otras situaciones que también habilitan para introducir cambios en el
nombre civil:

a) Supresión de nombres propios cuando se cuenta con más de uno: en los casos en
que una persona haya sido conocida durante más de 5 años, con uno o más de los nombres
propios que figuran en su partida de nacimiento, el titular podrá solicitar que se suprima

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en la inscripción de nacimiento, en la de su matrimonio y en las de nacimiento de sus


descendientes menores de edad, en su caso, el o los nombres que no hubiere usado.

b) Traducción o cambio de nombres o apellidos que no sean de origen español: el


interesado puede solicitar autorización para traducirlos al idioma castellano. Podrá
solicitar, además, autorización para cambiarlos si la pronunciación o escrituración de los
mismos es manifiestamente difícil en un medio de habla castellana.

c) Peticiones entabladas por los menores de edad: si carecen de representante legal o


si teniéndolo éste estuviere impedido por cualquier causa o se negare a autorizar al menor
el cambio o supresión de los nombres o apellidos, el juez resolverá, con audiencia del
menor (oyéndolo), a petición de cualquier consanguíneo de éste o del Defensor de
Menores y aún de oficio.

3.3. Procedimiento.

Será juez competente para conocer de las gestiones a que se refiere la Ley Nº 17.344, el del
domicilio del peticionario. La solicitud deberá publicarse en extracto en el Diario Oficial de
los días 1 o 15 de cada mes o del día siguiente hábil si dicho Diario no apareciere en las
fechas indicadas. El extracto, contendrá necesariamente la individualización del solicitante
y la indicación de los nombres y apellidos que éste pretenda usar en reemplazo de los
propios.

Dentro del término de 30 días, contados desde la fecha de la publicación, cualquier


interesado podrá oponerse a la solicitud, acompañando los antecedentes para ello. El juez
procederá sin forma de juicio, apreciando la prueba en conciencia.

Si no hubiere oposición, el tribunal procederá con conocimiento de causa, previa


información sumaria de testigos. En todo caso, siempre debe oírse a la Dirección General
del Registro Civil e Identificación.

No se autorizará el cambio de nombre o de apellido o la supresión de uno o más nombres


propios, si del respectivo extracto de filiación que como parte de su informe remitirá la
citada Dirección, apareciere que el solicitante se encuentra actualmente procesado o ha
sido condenado por crimen o simple delito que merezca pena aflictiva, a menos que en
este último caso hubieren transcurrido más de 10 años contados desde la fecha en que
quedó ejecutoriada la sentencia de condena y se encuentre cumplida la pena.

La sentencia que autorice el cambio de nombres o apellidos, o de ambos a la vez, o la


supresión de nombres propios, ordenará extender la nueva inscripción.

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Una vez modificada la partida de nacimiento, el beneficiado sólo podrá usar, en todas sus
actuaciones, su nuevo nombre propio o apellido. El uso malicioso de los primitivos
nombres o apellidos y la utilización fraudulenta del nuevo nombre o apellido para
eximirse del cumplimiento de obligaciones contraídas con anterioridad al cambio de ellos,
serán sancionados con la pena de presidio menor en su grado mínimo.

El cambio de apellido no podrá hacerse extensivo a los padres del solicitante y no alterará
la filiación; pero alcanzará a sus descendientes sujetos a patria potestad, y también a los
demás descendientes que consientan en ello.

Si el solicitante es casado o tiene descendientes menores de edad, deberá pedir también, en


el mismo acto en que solicite el cambio de su apellido, la modificación pertinente de su
partida de matrimonio y de las partidas de nacimiento de sus hijos.

4. NOMBRE Y DERECHO AL NOMBRE.

El nombre no es lo mismo que el derecho al nombre, pues éste último es un derecho de la


personalidad que intenta proteger el interés de la persona individual en una característica
que hace posible distinguir sus relaciones sociales de las de los demás.

Doctrinariamente se sostiene que el derecho al nombre confiere a su titular la facultad de


usar el nombre que le corresponde y vedar su uso indebido.

En este sentido, el art. 1 de la Ley 17.344 establece que “Toda persona tiene derecho a usar
los nombres y apellidos con que haya sido individualizada en su respectiva inscripción de
nacimiento”.

El titular del derecho al nombre que se ve obstaculizado en su uso, no necesita probar que
tal obstáculo le causa daño para obtener que éste le sea removido.

De la misma manera, nuestra legislación autoriza al titular del nombre para vedar a los
demás el uso indebido del mismo. El uso es legítimo, cuando el nombre se adquiere por
medios lícitos, ya por vía principal (cambio de nombre) ya por vía consecuencial. Así lo
comprueba el art. 214 del Código penal, que establece que incurre en un delito aquel que
usurpa el nombre de otro. A la pena se debe sumar indemnización de perjuicios, si como
consecuencia de la usurpación se ocasiona daño a la fama o intereses de la persona cuyo
nombre se usurpó.

El derecho al nombre está protegido, y un uso fraudulento del mismo acarrea la


imposición de penas y eventualmente responsabilidad civil.

Diversos preceptos del Código Penal (además del art. 214) se preocupan de la materia:

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- Art. 193: comete delito el empleado público que, abusando de su oficio, cometiere
falsedad contrahaciendo o fingiendo letra, firma o rúbrica.

- Art. 197: se refiere a toda persona que, con perjuicio de tercero, cometiere en
instrumento privado alguna de las falsedades antes indicadas.

- Art. 468: se refiere al que defraudare a otro usando de nombre fingido.

5. EL SOBRENOMBRE.

El sobrenombre o apodo carece de todo valor jurídico, no forma parte de la designación


legal de la persona. Para identificar a ciertos delincuentes, más conocidos por sus
sobrenombres en el mundo del hampa, puede tener importancia sin embargo, y por ello, el
art. 321 del Código de Procedimiento Penal disponía que en la primera declaración se le
preguntará al inculpado, entre otras cosas, su apodo, si lo tuviere.

6. EL SEUDÓNIMO.

El seudónimo es un nombre imaginario que voluntariamente adopta una persona para


esconder o caracterizar su verdadera personalidad en una actividad determinada.
Corrientemente el seudónimo es usado en las labores literarias.

Muchas veces el renombre de la persona en la actividad en que utiliza el seudónimo hace


que éste desplace al verdadero nombre y que llegue a ser conocida exclusivamente por él
(Pablo Neruda, p. ej.).

Aunque a diferencia del nombre el seudónimo no es impuesto sino voluntario, sirve


también para un proceso de identificación de la persona.

El Código Civil no reglamenta ni se refiere al seudónimo. Distinto es el caso con la Ley N°


17.336 sobre Propiedad Intelectual. Dicha ley en la letra e) de su art. 5° denomina obra
seudónima “aquella en que el autor se oculta bajo un seudónimo que no lo identifica...”;
por su parte el art. 8° dice que “se presume que es autor de la obra la persona que figure
como tal en el ejemplar que se registra, o aquella a quien, según la respectiva inscripción,
pertenezca el seudónimo con que la obra es dada a la publicidad”; y el N° 5 del art. 14 da
al autor el derecho de exigir que se respete su voluntad de mantener la obra anónima o
seudónima.

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B.5
ESTADO CIVIL

1. DEFINICIÓN.

El artículo 304 define el estado civil como "la calidad de un individuo, en cuanto le
habilita para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones civiles".

Esta definición es criticada por su vaguedad. En efecto, decir que es una calidad que
habilita a un individuo para ejercer ciertos derechos o contraer ciertas obligaciones,
podría ser también una definición de capacidad o de nacionalidad. Por otra parte, no hace
ninguna referencia a las características clásicas del estado civil.

CLARO SOLAR lo define diciendo que es "la posición o calidad permanente del individuo
en razón de la cual goza de ciertos derechos o se halla sometido a ciertas obligaciones" y
para SOMARRIVA "es el lugar permanente de una persona dentro de la sociedad, que
depende principalmente de sus relaciones de familia y que la habilitan para ejercitar
ciertos derechos y contraer ciertas obligaciones civiles".

2. CARACTERÍSTICAS.

(i) Es un atributo de las personas naturales. Por ello no puede faltar. Las personas
jurídicas no tienen estado civil.

(ii) Es uno e indivisible, lo que significa que no se puede tener simultáneamente más
de un estado civil derivado de una misma fuente. No se puede ser a la vez soltero y
casado, etc.

(iii) Es incomerciable. La jurisprudencia reiteradamente ha dicho que "el estado civil


mismo es incomerciable; pero no lo son los derechos puramente pecuniarios que de él
emanan: de éstos pueden disponer libremente las partes aún en el caso de que el estado
civil al cual los intereses patrimoniales están subordinados sea materia de controversia"
(T. 9, sec. 1º 493; T. 23, sec. 1º pág. 669).

(iv) Es irrenunciable. Con todo, es posible renunciar a ciertos efectos patrimoniales del
estado civil.

(v) No se puede transigir sobre él (art. 2450). Con todo, es posible transigir ciertos
efectos patrimoniales del estado civil.

(vi) Es imprescriptible (art. 2498).

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(vii) Los juicios sobre estado civil no pueden someterse a árbitros (art. 230 del Código
Orgánico de Tribunales, en relación con el artículo 357 Nº 4 del mismo Código).

(viii) Es permanente. Ello quiere decir que no se pierde mientras no se adquiera otro que
lo sustituya.

3. EFECTOS DEL ESTADO CIVIL.

Los efectos que produce el estado civil, son los derechos y obligaciones que de él derivan.
Estos efectos son de orden público, los señala la ley, sin que juegue en esta materia el
principio de la autonomía de la voluntad. Así, por ejemplo, del estado civil de casado,
derivan una serie de derechos y obligaciones entre los cónyuges (fidelidad, ayuda mutua,
socorro, etc.); lo mismo del estado civil de padre (autoridad paterna, patria potestad,
alimentos, derechos hereditarios, etc.).

4. FUENTES DEL ESTADO CIVIL.

Las fuentes del estado civil, son:

a) La ley, por ejemplo, el estado civil de hijo lo tiene aquel cuya filiación se haya
determinado en conformidad a las reglas previstas por el Título VII del Libro I del Código
Civil (art. 33).

b) La voluntad de las partes. Así ocurre con el estado civil de casados.

c) La ocurrencia de un hecho, por ejemplo, la muerte de uno de los cónyuges hace


adquirir al otro el estado civil de viudo; y

d) La sentencia judicial, como ocurre por ejemplo, con la sentencia que declara a una
persona hijo de otra.

5. SENTENCIAS EN MATERIA DE ESTADO CIVIL.

La regla general es que las sentencias judiciales sólo produzcan efectos entre las partes
que han litigado (art. 3º, inc. 2º). Esta regla sufre una importante excepción en el caso de
sentencias que declaran verdadera o falsa la paternidad o maternidad del hijo, pues el
artículo 315 tienen efecto erga monees, al señalar que “el fallo judicial pronunciado en
conformidad con lo dispuesto en el Título VIII que declara verdadera o falsa la paternidad
o maternidad del hijo, no sólo vale respecto de las personas que han intervenido en el
juicio, sino respecto de todos, relativamente a los efectos que dicha paternidad o
maternidad acarrea”.

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Esta excepción tiene el alcance que la misma norma señala: rige exclusivamente para los
juicios de reclamación e impugnación de paternidad o maternidad. Así aparece del
artículo 315 que hace referencia al Título VIII, que se refiere a las acciones de filiación.

El artículo 316 indica los requisitos que deben cumplirse para que los fallos a que se
refiere el artículo 315, produzcan estos efectos absolutos. Dice la norma que es necesario:

(i) Que hayan pasado en autoridad de cosa juzgada.

Respecto al primer requisito, es necesario hacer presente que en conformidad al art. 320
siempre el verdadero padre, madre o hijo tienen derecho a alegar la filiación, y no se les
puede oponer prescripción ni fallo alguno.

(ii) Que se hayan pronunciado contra legítimo contradictor.

Respecto a la segunda exigencia -legítimo contradictor- el artículo 317 señala que "en la
cuestión de paternidad es el padre contra el hijo, o el hijo contra el padre, y en la cuestión
de maternidad el hijo contra la madre o la madre contra el hijo" (inc. 1º). “Son también
legítimos contradictores los herederos del padre o madre fallecidos en contra de quienes
el hijo podrá dirigir o continuar la acción y, también los herederos del hijo fallecido
cuando éstos se hagan cargo de la acción iniciada por aquel o decidan entablarla” (inc. 2º).

Este inciso segundo del artículo 317 debe concordarse con los artículos 206, 207, 213 y 216
que establecen los casos en que los herederos del padre o madre pueden entablar las
acciones de reclamación o de impugnación de paternidad o maternidad o ser
demandados en su calidad de herederos del padre o madre, respecto de esas mismas
acciones.

En relación con este punto, el artículo 318 establece que “El fallo pronunciado a favor o en
contra de cualquiera de los herederos aprovecha o perjudica a los coherederos que citados
no comparecieren".

(iii) Que no haya habido colusión en el juicio.

Respecto al requisito de que no haya habido colusión, el artículo 319 indica que "la prueba
de colusión en el juicio no es admisible sino dentro de los cinco años subsiguientes a la
sentencia". La “colusión” es un fraude en virtud del cual se acuerda iniciar un juicio.

6. PRUEBA DEL ESTADO CIVIL.

La prueba del estado civil, está sometida a reglas especiales que el Código establece en el
Título XVII del Libro I, artículos 304 y siguientes, que deben aplicarse con preferencia a

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las contenidas en el Título XXI del Libro IV "De la Prueba de las Obligaciones".

Existen a) medios de prueba principales, constituidos por las partidas (art. 305); y b) a
falta de partidas, se admite una prueba supletoria, distinguiéndose entre la prueba del
matrimonio (art. 309 inc. 1º) y la prueba de la filiación (art. 309 inc. 2º).

6.1. Medios de prueba principales. Las partidas del Registro Civil.

a. Concepto.

El artículo 305, en su inciso 1º señala que "el estado civil de casado, separado
judicialmente, divorciado o viudo, y de padre, madre o hijo se acreditará frente a terceros
y se probará por las respectivas partidas de matrimonio, de muerte, de nacimiento o
bautismo” (inc. 1º).

Esta disposición emplea las formas verbales “acreditará” y “probará”. Con ello quiere
significar que las partidas cumplen una doble función: servir de prueba de la filiación en
juicio; y servir de medio de acreditar una filiación determinada ante cualquier
requerimiento del quehacer jurídico.

El inciso 2º del artículo 305 dice “El estado civil de padre, madre o hijo se acreditará o
probará también por la correspondiente inscripción o subinscripción del acto de
reconocimiento o del fallo judicial que determine la filiación”.

El inciso 1º regula la prueba de la filiación matrimonial, y el inciso 2º la de la filiación no


matrimonial.

b. El Servicio del Registro Civil e Identificación.

En relación con la prueba de las partidas del registro civil, se hace necesario explicar que
en Chile existe un servicio público denominado “Registro Civil e Identificación” que,
como su nombre lo indica, tiene por función principal, llevar un registro de los principales
hechos constitutivos del estado civil de una persona. Tal servicio fue creado por una ley
de 17 de julio de 1884 que comenzó a regir el 1º de enero de 1885. Con anterioridad, esta
materia estaba entregada a las Parroquias. La Ley de Registro Civil fue reemplazada por
la Nº 4.808 de 10 de febrero de 1930 que, con algunas modificaciones, es la que rige hoy
día.

De acuerdo al artículo 2º de la Ley 4.808, "El Registro Civil se llevará por duplicado y se
dividirá en tres libros, que se denominarán: 1º De los nacimientos; 2º De los matrimonios;
y 3º De las defunciones".

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Si existe un servicio público creado para llevar el registro del estado civil, resulta
absolutamente lógico, que los hechos asentados en tales registros constituyan el medio
idóneo de prueba del estado civil. Sin embargo, la ley no se puede desentender de que
pudieren no haberse realizado las inscripciones o simplemente haberse extraviado los
registros. Por ello tuvo que permitir la existencia de otros medios supletorios.

Las "Partidas" son las inscripciones practicadas en los registros.

De manera que si se quiere probar el estado civil de casado, por ejemplo, se deberá
acompañar una copia de la inscripción del matrimonio. Sin embargo, la ley permite que se
pueda probar con certificados que expidan los Oficiales del Registro Civil y que ellos
tienen la obligación de otorgar (art. 84 Nº 3º de la Ley 4.808). Estos certificados y las copias
de las inscripciones o subinscripciones que otorgan los Oficiales del Registro Civil, tienen
el carácter de instrumentos públicos y surtirán los efectos de las partidas de que hablan
los artículos 305, 306, 307, 308 del Código Civil (art. 24 de la Ley 4.808).

c. Estado civil que puede probarse con las partidas.

De acuerdo con el artículo 305, se podrá probar con las partidas el estado civil de casado,
separado judicialmente, divorciado o viudo y de padre, madre o hijo. Se prueba el estado
civil de casado, con el certificado o copia de la inscripción de matrimonio; se prueba el
estado civil de viudo, con el certificado de matrimonio y el certificado de defunción del
cónyuge difunto; se prueba el estado civil de separado judicialmente o de divorciado con
el certificado de matrimonio (pues las sentencias que declaran la separación judicial o el
divorcio deben subinscribirse, artículos 32 y 59 de la Ley 19.947, respectivamente), se
prueba el estado civil de hijo matrimonial por las respectivas partidas (o certificados) de
nacimiento y, en el caso del hijo no matrimonial, por la partida (o certificado) de
nacimiento donde conste la subinscripción del reconocimiento o del fallo que determine
la filiación.

Con la combinación de distintas partidas, se pueden probar otros parentescos. Así por
ejemplo, la condición de hermano se probará con la partida (o certificado) de matrimonio
de los padres y las partidas (o certificados) de nacimiento de los hijos.

d. Las partidas sirven también para probar la edad y la muerte de una persona.

Así lo establece el artículo 305 inciso final. En cuanto a la prueba de la edad de una
persona, a falta de partida de nacimiento, la establece el tribunal oyendo el dictamen de
facultativos o de otras personas idóneas. Así lo dice el artículo 314, norma que señala
además que a falta de partidas, se le debe atribuir una edad media entre la mayor y la
menor que parecieren compatibles con el desarrollo y aspecto físico del individuo.

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Esta normativa se aplica cuando sea necesario calificar la edad de un individuo para la
ejecución de actos o ejercicio de cargos que requieran cierta edad, y no fuere posible
hacerlo por documentos o declaraciones que fijen la época del nacimiento.

e. Impugnación de las partidas.

Las partidas del Registro Civil, como instrumentos públicos que son, constituyen plena
prueba sobre los hechos de que dan constancia. Para destruir su valor probatorio es
menester impugnarlas. Y ellas se impugnan: a) por falta de autenticidad; b) por nulidad;
c) por falsedad en las declaraciones; y d) por falta de identidad.

(i) Impugnación por falta de autenticidad

De acuerdo al artículo 306, las partidas se presumen auténticas, cuando están en la forma
debida. Ello significa, entonces -contrario sensu-, que pueden impugnarse si no son
auténticas, si se han falsificado.

(ii) Impugnación por nulidad

No está expresamente contemplada en la ley esta forma de impugnación, pero ella es


lógica, desde que se trata de instrumentos públicos que deben cumplir ciertos requisitos
cuya omisión acarrea su nulidad. Así por ejemplo, si practicó la inscripción un funcionario
incompetente.

(iii) Impugnación por falsedad en las declaraciones

Trata de esta impugnación el artículo 308: "Los antedichos documentos atestiguan la


declaración hecha por los contrayentes de matrimonio, por los padres, padrinos u otras
personas en los respectivos casos, pero no garantizan la veracidad de esta declaración en
ninguna de sus partes" (inc. 1º) "Podrán, pues impugnarse, haciendo constar que fue falsa
la declaración en el punto de que se trata" (inc. 2º).

Es lógico que la partida no puede hacer fe de lo que las partes declaren, por tratarse de un
hecho que al Oficial Civil no le consta. Pero, por otra parte, se presume que las partes
dicen la verdad. Por eso, sus declaraciones se presumen verídicas, sin perjuicio de que
esta presunción pueda destruirse probando que no era cierto lo que en ellas se dijo.
Incumbe el onus probandi al que alega la falsedad, porque él invoca una situación
anormal (que las partes mintieron).

Esta causal de impugnación es la que se empleaba en los juicios de nulidad de matrimonio


por incompetencia del Oficial del Registro Civil.

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(iv) Impugnación por falta de identidad

Esta forma de impugnación está contemplada en el artículo 307: "Podrán rechazarse los
antedichos documentos, aun cuando conste su autenticidad y pureza, probando la no
identidad personal, esto es, el hecho de no ser una misma la persona a que el documento
se refiere y la persona a quien se pretenda aplicar".

6.2. Medios de prueba supletorios.

Respecto a los medios de prueba supletorios, es necesario hacer una distinción entre: a)
prueba del estado civil de casado; y b) prueba de la filiación.

a. Prueba supletoria del matrimonio.

La regula el artículo 309 inc. 1º. La falta de la partida de matrimonio podrá suplirse a) por
otros documentos auténticos, b) por declaraciones de testigos que hayan presenciado la
celebración del matrimonio y, c) en defecto de estas pruebas, por la notoria posesión del
estado civil”.

(i) Prueba del estado civil de casado por la posesión notoria

Se entiende por poseer un estado civil, su goce público, sin protesta ni reclamo de nadie.
Tres elementos constituyen la posesión notoria de un estado civil: el nombre, el trato y la
fama.

Sólo se pueden probar por este medio el estado civil de casado (art. 309 inc. 1º).

La posesión notoria del estado de matrimonio -dice el artículo 310- consiste


principalmente en haberse tratado los supuestos cónyuges como marido y mujer en sus
relaciones domésticas y sociales (nombre y trato); y en haber sido la mujer recibida en ese
carácter por los deudos y amigos de su marido, y por el vencindario de su domicilio en
general (fama).

- Requisitos de la posesión notoria para que sirva de prueba de estado civil de


casado

De acuerdo a los artículos, 310 al 313, los requisitos son los siguientes:

1. La posesión tiene que ser pública, no clandestina (art. 310);


2. Debe ser continua (art. 312);
3. Debe haber durado 10 años continuos a lo menos (art. 312);
4. Debe haberse probado en la forma indicada en el artículo 313.

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- Prueba de la posesión notoria

El artículo 313 establece que "la posesión notoria del estado de matrimonio se probará por
un conjunto de testimonios fidedignos, que la establezcan de un modo irrefragable;
particularmente en el caso de no explicarse y probarse satisfactoriamente la falta de la
respectiva partida, o la pérdida o extravío del libro o registro, en que debiera encontrarse".

b. Prueba supletoria de la filiación.

El artículo 309 en su inciso 2º trata de la prueba supletoria de la filiación. Dice este inciso:
“La filiación, a falta de partida o subinscripción, sólo podrá acreditarse o probarse por los
instrumentos auténticos mediante los cuales se haya determinado legalmente. A falta de
éstos, el estado de padre, madre o hijo deberá probarse en el correspondiente juicio de
filiación en la forma y con los medios previstos en el Titulo VIII”.

De manera que a falta de partida o subinscripción, la filiación -matrimonial o no


matrimonial- sólo podrá probarse por los instrumentos auténticos mediante los cuales se
haya determinado, v. gr. puede probar el estado civil de hijo con los documentos que
señale el artículo 187 (acta extendida ante cualquier oficial del registro civil, escritura
pública o testamento en que se haya verificado el reconocimiento). A falta de estos
instrumentos auténticos el estado civil de padre, madre o hijo sólo podrá probarse en el
correspondiente juicio de filiación, en la forma y con los medios previstos en el Título VIII
del Libro Primero del Código Civil (art. 309 inc. 2º, parte final).

B.6
DOMICILIO

1. CONCEPTO.

Así como la nacionalidad determina el Estado al que un individuo pertenece y el estado


civil la familia a la cual una persona se encuentra ligada, el domicilio precisa el lugar en
que el individuo se considera siempre presente, aunque momentáneamente no lo esté,
para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones.

En el lenguaje vulgar, se llama domicilio la morada o habitación de una persona.


Jurídicamente, el domicilio tiene un sentido diferente. Se define, en términos generales,
como el asiento legal de una persona. Se trata en consecuencia de un concepto jurídico, no
de un concepto de hecho.

El Código Civil lo define en los siguientes términos: “el domicilio consiste en la residencia,
acompañada, real o presuntivamente, del ánimo de permanecer en ella” (art. 59, inc. 1°). Por ende,

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el domicilio está compuesto por dos elementos: uno objetivo, la residencia, y otro
subjetivo, el ánimo de permanecer en ella.

2. NIVELES DE VINCULACIÓN JURÍDICA DE UNA PERSONA CON UN


LUGAR.

La doctrina distingue tres niveles, respecto a la permanencia de una persona en un lugar:


habitación o morada; residencia; y domicilio.

2.1. La habitación o morada es el lugar en que accidentalmente está una persona, en el


cual pernocta o tiene alojamiento. Es la relación más tenue o débil entre una persona y un
lugar determinado (por ejemplo, los pasajeros de un hotel). Prácticamente no tiene
trascendencia para el derecho, salvo en cuanto las leyes obligan a todos los habitantes de la
República, sean nacionales o extranjeros, domiciliados o transeúntes (art. 14).

2.2. La residencia es el lugar en que habitualmente se encuentra una persona. Se refiere


a la sede estable de una persona, aunque no sea perpetua ni continua. No es transitoria u
ocasional, como la morada o habitación. La residencia tiene importantes efectos jurídicos:

a) Hace las veces de domicilio civil, respecto de las personas que no lo tuvieren en
otra parte: art. 68.

b) La residencia y el domicilio es la misma para los obispos, curas y otros eclesiásticos


(art. 66).

2.3. Finalmente, el domicilio es un concepto jurídico y no de hecho como los dos


anteriores. Es una abstracción legal, que considera a una persona presente en el lugar en
que tiene el asiento principal de sus negocios o donde ejerce habitualmente su profesión u
oficio, aunque en el hecho así no ocurra permanentemente (art. 62). Así, en el domicilio
existe la intención de la persona de tener el lugar de su residencia como asiento de su vida
social y jurídica.

La residencia y el domicilio pueden ser uno mismo. Así por ejemplo, si un abogado que
vive y ejerce en Santiago pero que durante el mes de febrero se traslada a Villarrica, tiene
durante 11 meses su domicilio y residencia en Santiago y durante febrero su residencia en
Villarrica, conservando su domicilio en Santiago. Y si al trasladarse a Villarrica pernocta
en Temuco, habrá tenido su morada o habitación en esa ciudad.

Por ser lo más corriente que residencia y domicilio coincidan, el artículo 62 del Código
Civil dispone: “El lugar donde un individuo está de asiento, o donde ejerce habitualmente
su profesión u oficio, determina su domicilio civil o vecindad”.

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3. PRESUNCIONES DE DOMICILIO.

Como se indicó, dos son los elementos del domicilio: uno material, físico: la residencia; el
otro, subjetivo, psicológico, mental: el ánimo de permanecer en la residencia.

El primer elemento del domicilio, la residencia, por ser de orden físico o material, es fácil
de ser conocido. Nada cuesta percatarse del lugar en que está radicada la persona; pero no
sucede lo mismo con el segundo elemento, el ánimo de permanecer, de continuar radicado
en dicho lugar, que depende de la voluntad del sujeto

Este ánimo no puede ser conocido sino por manifestaciones externas que lo revelen o
supongan. Es de dos clases: real y presunto.

Ánimo real es el que tiene una existencia cierta y efectiva, y lo hay cuando la persona tiene
la intención verdadera y positiva de permanecer en el lugar constitutivo de su domicilio,
sea que lo hubiere expresado o no de una manera inequívoca.

Ánimo presunto es el que se establece por presunciones, deducidas de hechos o


circunstancias señalados por la ley. Estas presunciones son negativas o positivas. Por las
primeras se concluye que no hay ánimo de permanecer en un lugar dado; lo contrario
sucede con las presunciones positivas, o sea, que hay ánimo de permanecer en un lugar y,
por ende, tener éste como domicilio.

Todas las presunciones anteriores son simplemente legales y no de derecho, y en


consecuencia, pueden destruirse probando lo contrario de lo que suponen.

3.1. Presunciones negativas.

A estas presunciones se refiere el Código Civil cuando dice: “No se presume el ánimo de
permanecer ni se adquiere, consiguientemente, domicilio civil en un lugar, por el sólo
hecho de habitar el individuo por algún tiempo casa propia o ajena en él, si se tiene en otra
parte su hogar doméstico o por otras circunstancias aparece que la residencia es
accidental, como la del viajero, o la del que ejerce una comisión temporal, o la del que se
ocupa en algún tráfico ambulante” (art. 63).

También alude a las presunciones negativas el Código cuando declara: “El domicilio civil
no se muda por el hecho de residir el individuo largo tiempo en otra parte, voluntaria o
forzadamente, conservando su familia y el asiento principal de sus negocios en el
domicilio anterior. Así, confinado por decreto judicial a un paraje determinado, o
desterrado de la misma manera fuera de la República, retendrá el domicilio anterior,
mientras conserve en él su familia y el principal asiento de sus negocios” (art. 65).

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3.2. Presunciones positivas.

El Código Civil considera presunciones positivas al manifestar que “se presume desde
luego el ánimo de permanecer y avecindarse en un lugar, por el hecho de abrir en él
tienda, botica, fábrica, taller, posada, escuela u otro establecimiento durable, para
administrarlo en persona; por el hecho de aceptar en dicho lugar un cargo concejil, o un
empleo fijo de los que regularmente se confieren por largo tiempo; y por otras
circunstancias análogas” (art. 64).

4. CLASES DE DOMICILIO.

4.1. Domicilio político y civil (art. 59, inc. 2°).

a) El domicilio político es relativo al territorio del Estado en general. El que lo tiene o


adquiere es o se hace miembro de la sociedad chilena, aunque conserve la calidad de
extranjero. La constitución y efectos del domicilio político pertenecen al Derecho
Internacional (art. 60), porque se trata de determinar el domicilio de una persona entre dos
naciones distintas, a la inversa del domicilio civil, que se refiere a partes determinadas de
un mismo Estado.

Con relación al domicilio político, según lo tengan o no, las personas (sean chilenas o
extranjeras) se dividen en domiciliadas y transeúntes (art. 58).

Esta distinción tiene importancia para determinar los derechos y obligaciones que puedan
afectar a unos y otros.

b) El domicilio civil, que se llama también vecindad, es relativo a una parte


determinada del territorio del Estado. Como la base de la división territorial de Chile es la
comuna, con ésta se relaciona la idea de domicilio civil.

El lugar donde un individuo está de asiento, o donde ejerce habitualmente su profesión u


oficio, determina su domicilio civil o vecindad (art. 62).

4.2. Domicilio general y domicilio especial.

a) Domicilio general es el normal de una persona para todas sus relaciones jurídicas.

b) El domicilio especial se refiere sólo a ciertas relaciones determinadas. Así el art.


2350 establece un domicilio especial para la fianza. Para los efectos procesales todo
litigante deberá, en su primera gestión judicial, designar un domicilio conocido dentro de
los límites urbanos en que funcione el tribunal respectivo (art. 49 del Código de
Procedimiento Civil). Pero generalmente el domicilio especial tiene carácter convencional.

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Así el establecido en un contrato se aplica a los actos judiciales o extrajudiciales a que diere
lugar.

4.3. Domicilio legal, convencional y real.

a) El domicilio legal es impuesto por la ley a determinadas personas. Esto puede


provenir de su situación de dependencia respecto de otras, o bien, del cargo que
desempeñan.

Sólo existen los domicilios legales manifiestamente establecidos por la ley y no cabe
extenderlos por analogía a otras situaciones, siendo por ende de interpretación restrictiva.
La determinación del domicilio legal de una persona es una cuestión de derecho, no de
hecho.

- Casos de domicilio legal, derivados de una relación de dependencia:

(1) Los menores: debemos distinguir entre hijos de filiación determinada e


indeterminada, y en el primer caso, se puede tratar de una filiación matrimonial o
no matrimonial, y en ésta, de reconocimiento voluntario y forzado. Conforme al
artículo 203, cuando la filiación haya sido determinada judicialmente contra la
oposición del padre o madre, aquél o ésta quedará privado de la patria potestad.
Dispone por su parte el art. 72 del CC. que el que vive bajo patria potestad sigue el
domicilio paterno o materno. La disposición se refiere a los hijos de filiación
determinada, salvo, según se indicó, si el reconocimiento fue forzado. A los padres
está confiada la gestión de los intereses del menor, y por esta razón, el domicilio
sólo subsistirá mientras el hijo se mantenga bajo patria potestad.
En cuanto a los hijos de filiación indeterminada, o de filiación determinada con
oposición del padre o madre, seguirán el domicilio del tutor o curador que se les
nombre (artículo 248 del Código Civil).

(2) Los interdictos: las personas a quienes se priva legalmente de la administración de


sus bienes, siguen el domicilio de sus curadores. Pueden declararse en interdicción
los dementes, los sordos o sordomudos que no pueden darse a entender claramente
y los pródigos.

(3) Los criados y dependientes (art. 73): tendrán el domicilio de sus empleadores o
patrones, siempre que se cumplan las siguientes condiciones: (i) Que trabajen
habitualmente en la casa de su empleador o patrón, y no en forma intermitente; (iii)
Que residan en la misma casa del empleador o patrón; (ii) que no tengan un
domicilio derivado de la patria potestad o de la guarda, porque las disposiciones
relativas a estos domicilios se aplican con preferencia. En consecuencia, el hijo no

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emancipado tiene el domicilio de su padre o madre, aunque resida en la casa de la


persona a quien sirve o para quien trabaja.

- Casos de domicilio legal, derivados del cargo que se desempeña:

(1) El del art. 66, respecto de los eclesiásticos (hoy injustificado, atendida la separación
de la Iglesia y el Estado).

(2) El del art. 311 del COT.: los jueces están obligados a residir constantemente en la
ciudad o población donde tenga asiento el tribunal en que deban prestar sus
servicios. Sin embargo, las cortes de apelaciones podrán, en casos calificados,
autorizar transitoriamente a los jueces de su jurisdicción para que residan en un
lugar distinto del asiento del tribunal. Cabe señalar que no es este propiamente un
caso de domicilio legal, porque la ley sólo impone la residencia, y si bien se les
aplicaría a los jueces la presunción del artículo 64, se podría destruir la presunción.

b) El domicilio convencional está establecido por el Código Civil en el art. 69 que dice:
“Se podrá en un contrato establecer de común acuerdo un domicilio civil especial para los
actos judiciales o extrajudiciales a que diere lugar el mismo contrato”.

Este domicilio especial, que puede ser ficticio o llegar a serlo, es, sin embargo,
unilateralmente inmutable mientras dure la convención; ello porque ha pasado a formar
parte del contenido y, por lo tanto, de la ley del contrato (arts. 1545 y 1546).

El domicilio convencional es limitado tanto en la materia como en el tiempo. Es limitado


en la materia porque sólo se aplica a los efectos a que diere lugar el contrato; esto mismo
hace que deba interpretarse y aplicarse restrictivamente. Es limitado en cuanto al tiempo,
porque sólo durará mientras tenga efecto el contrato.

c) El domicilio real, llamado también de hecho o voluntario, es la norma general y el


que resulta de la definición del art. 59.

Es real, porque en él se encuentra efectivamente el asiento jurídico de una persona; se


denomina también “de hecho”, para distinguirlo del domicilio legal o de derecho.

Para que se origine un nuevo domicilio real, es necesario: (i) La residencia de una persona
en un lugar distinto del anterior; (ii) La intención de permanecer o establecerse en el lugar
de la nueva residencia.

Para determinar si hay o no cambio de domicilio, habrá que atender, en primer lugar, a las
presunciones positivas y negativas antes señaladas. Cabe precisar en todo caso que no
siempre un cambio de domicilio produce efectos jurídicos: por ejemplo, art. 1589; en un

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litigio, el nuevo domicilio de una de las partes no surtirá efectos, si no es informado en los
autos (art. 49 del CPC).

5. PLURALIDAD DE DOMICILIOS.

Nuestro ordenamiento jurídico, en contra de la teoría según la cual una persona no puede
tener sino un domicilio, se pronuncia por la pluralidad del mismo. El Código Civil
preceptúa que “cuando concurran en varias secciones territoriales, con respecto a un
mismo individuo, circunstancias constitutivas de domicilio civil, se entenderá que en
todas ellas lo tiene; pero si se trata de cosas que dicen relación especial a una de dichas
secciones exclusivamente, ella sola será para tales casos el domicilio civil del individuo”
(art. 67).

Corrobora la anterior disposición el Código Orgánico de Tribunales al decir que “Si el


demandado tuviere su domicilio en dos o más lugares, podrá el demandante entablar su
acción ante el juez de cualquiera de ellos” (art. 140).

6. IMPORTANCIA DEL DOMICILIO.

El domicilio tiene gran trascendencia en el campo del Derecho.

a) La sucesión en los bienes de una persona se abre en su último domicilio (art. 955,
inc. 1°).

b) El juez competente para declarar la presunción de muerte es el del último domicilio


que el desaparecido haya tenido en Chile (art. 81).

c) Los artículos 1587 a 1589 del Código Civil señalan el lugar donde debe efectuarse el
pago. Si no hay un lugar establecido convencionalmente las obligaciones de especie o
cuerpo cierto se pagarán en el lugar en que dicho cuerpo existía al tiempo de constituirse
la obligación, y las obligaciones de género deben pagarse en el domicilio del deudor. Por
lo tanto, el domicilio sirve aquí para saber dónde debe ejercer su derecho el acreedor y
dónde debe el deudor cumplir sus obligaciones.

d) En general, es juez competente para conocer de una demanda civil o para


intervenir en un acto no contencioso, el del domicilio del demandado o interesado,
respectivamente (C. Orgánico de Tribunales, art. 134).

e) En materia de juicios, es necesario consignar el domicilio en los escritos de


demanda y de contestación a ésta (C. de Procedimiento Civil, art. 254, N°s. 2° y 3°, 309 N°
2°); en la lista de testigos que presenten las partes, debe indicarse el domicilio de ellos (C.
de Procedimiento Civil, art. 320, inc. 2°).

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B.7
PATRIMONIO

1. CONCEPTO.

En un sentido vulgar, se le define como un conjunto de bienes.

JOSSERAND dice que es “el conjunto de valores pecuniarios, positivos o negativos,


pertenecientes a una misma persona, figurando unos en el activo y otros en el pasivo”.

PLANIOL expresa que el patrimonio “es el conjunto de derechos y obligaciones de una


persona, apreciables en dinero”.

Podría decirse, en términos más contemporáneos, que es la aptitud para llegar a ser el
centro de relaciones jurídicas pecuniarias.

En consecuencia, en el patrimonio no sólo entran los derechos, los bienes, los créditos sino
también las deudas. Cuando estas últimas, en un momento dado, son más que las
relaciones activas, se dice que el patrimonio tiene un pasivo mayor que el activo.

En el patrimonio sólo entran los derechos que pueden apreciarse económicamente; los que
no admiten semejante estimación quedan fuera, y por eso se llaman extrapatrimoniales.
Tienen este carácter, por ejemplo, los derechos políticos, los derechos de la personalidad
(derecho a la vida, al honor), los derechos de familia.

El patrimonio es algo distinto de los bienes que lo integran o componen en un momento


dado de su existencia. En efecto, abarca no sólo los bienes presentes de su titular, sino
también los futuros, es decir, los que adquiera después. Así lo revela nítidamente la norma
según la cual el acreedor puede perseguir la ejecución de su derecho sobre todos los bienes
raíces o muebles del deudor, sean presentes o futuros, exceptuándose solamente los que la
ley declara inembargables (art. 2465). De esta manera -explican los autores- el patrimonio
es un continente, una bolsa que puede estar vacía, o incluso tener un contenido negativo,
como sucede cuando existen más deudas que bienes. Lo que interesa es el continente, no el
contenido.

2. UTILIDAD DEL CONCEPTO DE PATRIMONIO.

El patrimonio, en razón de las funciones que desempeña, sirve para explicar varios
mecanismos y figuras jurídicas, entre ellos, principalmente, la sucesión hereditaria y la
garantía general de los acreedores.

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El patrimonio permite comprender cabalmente cómo a la muerte de una persona todo el


conjunto de sus derechos y obligaciones transmisibles pasa unitariamente a los herederos
en el estado en que se encuentre.

Adicionalmente, el concepto de patrimonio explica el llamado derecho de prenda general o


garantía genérica de los acreedores, según la cual todos los bienes raíces o muebles del
deudor, sean presentes o futuros, exceptuándose solamente los no embargables, pueden
servir para que sobre ellos persiga el acreedor la ejecución de su crédito no satisfecho (art.
2465).

3. TEORÍAS SOBRE EL PATRIMONIO.

Para explicar las características y naturaleza jurídica del patrimonio, se han formulado dos
doctrinas: la clásica o subjetiva y la moderna u objetiva.

3.1. Doctrina clásica o subjetiva.

Esta doctrina fue formulada en el seno del derecho francés, en especial por AUBRY y RAU.

Según esta doctrina, el patrimonio tiene las siguientes características:

(i) Responde a una noción esencialmente pecuniaria: comprende todos los bienes,
derechos y obligaciones de una persona, apreciables en dinero. Los bienes y derechos
configuran su activo y las obligaciones o deudas, su pasivo. El patrimonio sólo se justifica
para adscribir ciertos bienes al pago de ciertas obligaciones. Según esta doctrina, quedan
fuera del patrimonio los derechos que no son susceptibles de ser avaluados en dinero, que
carecen de un carácter pecuniario y que se denominan por ende “extramatrimoniales”
(derechos de familia, derechos de la personalidad, los derechos públicos), pues estos
derechos no están afectos al cumplimiento de las obligaciones del titular; lo que no obsta a
que éstos derechos puedan devenir en patrimoniales, en caso de ser infringidos por un
tercero en perjuicio del titular, originando eventualmente acción de indemnización de
perjuicios.

(ii) Es una universalidad jurídica: el patrimonio constituye un todo, de naturaleza


jurídica independiente de los elementos que lo componen. El continente (el patrimonio) es
diferente al contenido (los bienes, derechos y obligaciones). Las modificaciones que se
produzcan en el patrimonio (ingreso y salida de bienes, asunción o extinción de
obligaciones) no alteran su carácter de universalidad jurídica. Así, si una persona deja de
tener bienes, el patrimonio subsiste. Esto explica que el recién nacido que usualmente
carece en absoluto de bienes, sea titular de un patrimonio. El patrimonio universalidad
jurídica, es una noción abstracta, intelectual, metafísica.

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Los acreedores, por su parte, tienen un derecho de prenda general sobre el patrimonio del
deudor; vale decir, tienen el derecho de dirigirse sobre todos los bienes del deudor,
presentes o futuros, salvo los inembargables, en el evento que éste no cumpliere la
obligación oportunamente (art. 2465). Los bienes futuros también responderán por las
deudas contraídas antes de su ingreso al patrimonio, pues tales bienes reemplazan o
subrogan a los bienes que han salido del patrimonio.

Al fallecer una persona, sus herederos adquieren su patrimonio por el modo de adquirir
llamado sucesión por causa de muerte. Se transmite el patrimonio en cuanto
universalidad, independientemente de los elementos que lo componen.

(iii) El patrimonio es un atributo de la personalidad: es una emanación de la


personalidad, no se concibe una persona sin patrimonio. De esta característica se
desprenden las siguientes consecuencias:

- Sólo las personas pueden tener patrimonio (lo que no acontece en la doctrina
objetiva del patrimonio).

- Toda persona tiene necesariamente un patrimonio.

- Toda persona no tiene sino un patrimonio. El patrimonio es indivisible, no puede


ser fraccionado en dos o más partes, cada una con activos y pasivos propios e
independientes entre sí. Y no puede dividirse, porque la personalidad de un individuo no
puede ser dividida en partes o fracciones.

- El patrimonio es inseparable de la persona: mientras viva, no podrá enajenarlo


como un todo, pues la enajenación del patrimonio importaría la enajenación de una parte
de la personalidad, lo que no puede aceptarse; lo anterior, sin perjuicio de que una
persona enajene la totalidad de sus bienes individualmente considerados (art. 1811). Pero
en este caso, no hay enajenación del patrimonio, sino de bienes determinados.

La noción clásica o subjetiva de patrimonio ha sido objeto de críticas. Se dice que estando
fundado en una concepción puramente teórica -el vínculo que existiría entre la
personalidad y el patrimonio- la noción clásica de patrimonio aparece como demasiado
estrecha y como un obstáculo muy serio para el desenvolvimiento de las relaciones
jurídicas. Por de pronto, cabe señalar que la existencia de masas de bienes, dotadas de vida
propia, independientes del patrimonio general o personal, denominados patrimonios
separados o especiales, no pueden ser explicadas por la teoría clásica. Por otra parte, se
agrega que con frecuencia sería deseable que un comerciante pudiera afectar a su empresa
sólo una determinada masa de bienes, a fin de preservar, para la seguridad de su familia,
una parte de su capital contra los riesgos de la quiebra.

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3.2. Doctrina objetiva, moderna o materialista.

Esta doctrina desvincula a la personalidad del patrimonio. Considera al patrimonio como


una entidad independiente de la persona, formado por un conjunto de bienes que
presentan un valor económico y que están afectados a un destino o finalidad común.

La doctrina objetiva está sustentada por autores alemanes (BRINZ, BEKKER).

Se critica a la doctrina objetiva, señalando que todo bien, derecho u obligación, debe tener
un titular, y ese titular no puede ser otro que la persona. Las cosas, carecen de voluntad
propia.

Conforme a la doctrina objetiva, el patrimonio tiene las siguientes características:

(i) Se concibe el patrimonio desvinculado de una persona, como un patrimonio de


afectación, sin un titular.

(ii) Una persona puede tener varios patrimonios, según afecte bienes diversos al
cumplimiento de finalidades distintas (por ejemplo, un patrimonio familiar, otro
profesional y otro comercial; el patrimonio reservado de la mujer; el patrimonio
profesional o industrial del menor). Se trata de los llamados “patrimonios fraccionados”,
es decir aquellos que tienen como destino un fin especial, en contraposición al patrimonio
general del hombre que se encuentra al servicio de los fines más genéricos de su titular.
Distinguimos así entre el patrimonio general de una persona, que persigue un fin
principal, y sus patrimonios fraccionados, que persiguen fines secundarios. En los
patrimonios fraccionados, opera una limitación de la responsabilidad. Cada fracción está
sometida a un régimen jurídico diferente y las gestiones realizadas en cada uno de ellos
sólo obligan o comprometen los bienes de aquella parte o fracción, sin que sea lícito
comprometer los bienes de la otra.

(iii) El patrimonio tiene una realidad material: los bienes, derechos u obligaciones,
tienen una realidad material o fáctica. Para la doctrina moderna, el patrimonio no es una
abstracción, sino algo tangible, corpóreo.

Los Patrimonios de Afectación constituyen una derivación o consecuencia de la doctrina


moderna. Progresivamente, han tenido recepción en nuestra legislación. Así, por ejemplo,
tratándose de los “Fondos de Inversión”, regulados por la Ley número 18.815. En el marco
de la misma, de define el Fondo de Inversión como “un patrimonio integrado por aportes
de personas naturales y jurídicas para su inversión en los valores y bienes que esta ley
permita, que administra una sociedad anónima por cuenta y riesgo de los aportantes”.

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Otra reciente manifestación de los patrimonios de afectación, en su variante de


“patrimonios fraccionados”, es la empresa individual de responsabilidad limitada,
recientemente creada por la Ley número 19.857, publicada en el Diario Oficial del 11 de
febrero de 2003. Conforme a esta ley, se autoriza a toda persona natural el establecimiento
de empresas individuales de responsabilidad limitada, consideradas como personas
jurídicas con patrimonio propio distinto al del titular, siempre comerciales y sometidas al
Código de Comercio cualquiera que sea su objeto; podrán realizar toda clase de
operaciones civiles y comerciales, excepto las reservadas por la ley a las sociedades
anónimas (artículo 2º). La empresa individual de responsabilidad limitada responderá
exclusivamente por las obligaciones contraídas dentro de su giro, con todos sus bienes. El
titular de la empresa responderá con su patrimonio del pago efectivo del aporte que se
hubiere comprometido a realizar en conformidad a la escritura de constitución y sus
modificaciones.

C.
DERECHOS DE LA PERSONALIDAD

C.1
PARTE GENERAL

1. CONCEPTO.

Los derechos primordiales o de la personalidad son aquellos que tienen por fin defender
intereses humanos ligados a la esencia de la personalidad. También se dice que son
aquellos derechos que toda persona, en la calidad de sujeto jurídico, lleva
inseparablemente desde su origen y que no tienen otro presupuesto que la existencia de la
persona.

2. OBJETO DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.

Al respecto existen varias doctrinas:

a) La primera y más antigua sostiene que el objeto de estos derechos es la persona


misma, puesto que la integridad física, la libertad, el honor, etc., no son más que elementos
constitutivos de la persona humana.

Esta posición se ha criticado por autores que consideran que, constituyendo la vida, la
integridad física, el honor, etc., elementos esenciales de la persona humana, representan o
son el sujeto mismo de toda prerrogativa y, lógicamente, no pueden ser al mismo tiempo
objeto de ella.

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b) Una segunda posición sostiene que, si bien el objeto de estos derechos no es la


persona misma como unidad, lo son sus diversos aspectos, esto es,, los bienes jurídicos
como la vida y la libertad que representan atributos físicos y morales del hombre, todos
los cuales, si bien pueden considerarse como que lo son, elementos que integran una
misma unidad que materialmente resulta indisoluble, nada impide que intelectivamente
puedan separarse de ella y ser aprehendidos en cada uno de estos derechos
personalísimos, de modo independiente, como el punto de referencia de la prerrogativa
jurídica del titular; esto es, como ese algo concreto, necesario, sobre el cual pueda él
ejercerla.

c) Una tercera postura afirma que el objeto de estos derechos no debe ser buscado en
la persona o partes de ella, sino que en los demás conciudadanos que deban respetar la
personalidad del individuo.

d) Finalmente, hay posiciones que niegan la existencia de derechos o poderes sobre la


propia persona, prefiriendo conceptualizarlos como derechos sobre los atributos o
manifestaciones de la personalidad o sobre los modos de ser físicos o morales del hombre.

3. NATURALEZA JURÍDICA DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.

Respecto de su naturaleza, y aún aceptando la facultad o poder jurídico sobre la propia


persona, se discute si estos poderes son o pueden ser considerados como derechos
subjetivos.

a) Una minoría sostiene que estos derechos no son verdaderos derechos subjetivos,
pues la personalidad no puede ser objeto de derechos, porque ella, al contrario, es sujeto
de todo derecho; esto no varía porque se diferencia la personalidad de sus diversos
elementos (vida, integridad, honor, etc.) pues se trata siempre, en definitiva, de la
protección de la personalidad misma, única e indivisible.

En otras palabras, los llamados derechos de la personalidad no pueden configurarse como


verdaderos derechos subjetivos, porque todo derecho subjetivo entraña como elementos
distintos el sujeto y el objeto del mismo y en los derechos de la personalidad aparecen
confundidos, como un solo ente.

Por ello, estos derechos serían bienes personales tutelados por el derecho objetivo, sin que
de esa protección pueda inferirse el establecimiento de verdaderos derechos objetivos.

b) Sin embargo, la mayoría de los juristas considera que nos encontramos en


presencia de verdaderos derechos subjetivos, aunque, como hemos visto discrepan sobre
cual es el objeto de los mismos. Al respecto, se manifiesta que el objeto de los derechos de

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la personalidad es un ente distinto de la persona, aunque tiene carácter personal: la vida,


el honor, la integridad física.

4. CARACTERES DE LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.

De acuerdo con la escuela de Derecho Natural, los derechos de la personalidad derivan de


la propia naturaleza humana y son preexistentes a su reconocimiento por el Estado.
Seguramente ése es su fundamento natural, pero su efectividad emana del reconocimiento
de éste.

Como caracteres de los derechos de la personalidad se mencionan los siguientes.

(i) Son originarios o innatos, pues se adquieren con el nacimiento y no hay, en el fondo,
un medio propiamente legal de adquisición de los mismos.

(ii) Son generales, porque todas las personas, por el simple hecho de serlo, se
constituyen en sus titulares.

(iii) Son absolutos o de exclusión, porque su respeto puede imponerse a todos los demás
sujetos.

(iv) Son extrapatrimoniales, es decir, en sí mismos no son valuables en dinero. Por


ejemplo, nadie puede decir que el derecho a la vida admite una estimación pecuniaria.
Cuestión distinta es que el daño surgido como consecuencia de la violación de un derecho
de la personalidad sea indemnizable en dinero. Pero en este caso no se valúa ese derecho
sino el daño que provoca la infracción. Cuando un automovilista culpablemente da muerte
a un peatón y es condenado a indemnizar a los hijos del difunto, no se valora la vida de
éste, sino el perjuicio que la privación de ella trae para sus hijos. Tal perjuicio puede ser
material y moral.

(v) Los derechos de la personalidad son indisponibles. Esto quiere decir que no pueden
renunciarse, cederse, transmitirse ni transigirse. La indisponibilidad no es sino una
consecuencia del carácter esencial y necesario de los derechos en referencia.

(vi) Son imprescriptibles, o sea, no se pierden por el no uso, y duran toda la vida del
titular.

5. PROTECCIÓN CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS DE LA


PERSONALIDAD.

Muchas Constituciones Políticas dan cabida en sus textos a varios derechos de la


personalidad. De esta manera se pueden hacer valer contra los poderes públicos del

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Estado que pretendan avasallarlos, y no sólo contra los particulares que pretendan
desconocerlos a otros particulares. La Constitución chilena de 1980 asegura el derecho a la
vida, a la integridad física de la persona; el derecho al respeto de la vida privada y pública
y a la honra de la persona y su familia; el derecho a la inviolabilidad del hogar y de toda
forma de comunicación privada; el derecho a la libertad de trabajo y el derecho a su libre
elección, y el derecho de propiedad intelectual, artística e industrial (art. 19).

Los derechos recién mencionados y otros que taxativamente señala la Constitución pueden
defenderse, entre otros medios, por el llamado recurso de protección (art. 20).
Jurídicamente, no se trata de un recurso, sino de "una acción cautelar de ciertos derechos
fundamentales frente a los menoscabos que pueden experimentar como consecuencia de
actos u omisiones ilegales o arbitrarios de las autoridades o los particulares".

Esta acción se tramita a través de un procedimiento breve para restablecer prontamente el


imperio del derecho afectado, sin perjuicio de que se discuta ante la justicia ordinaria, en
forma lata, la cuestión surgida. Es competente para conocer de la acción la Corte de
Apelaciones respectiva (Constitución, arto 20).032-a)

6. LOS DERECHOS DE LA PERSONALIDAD CON RELACIÓN A LAS


PERSONAS JURÍDICAS.

Las personas jurídicas, como una corporación o una fundación, al igual que las personas
físicas, también tienen derechos de la personalidad, pero -claro está- sólo los compatibles
con su naturaleza incorpórea, como el derecho al nombre, al honor, pero no a la
inviolabilidad física, que es inconcebible respecto de seres que no se tocan.

7. INDEMNIZACIÓN DEL DAÑO MORAL POR VULNERACIÓN DE LOS


DERECHOS DE LA PERSONALIDAD.

De forma prácticamente unánime, los autores afirman que la violación de los derechos de
la personalidad otorga al damnificado la facultad de demandar el cese del hecho
perturbatorio y las sanciones penales que puedan corresponder al autor de éste.

Adicionalmente, y para quienes sostienen que los derechos de la personalidad son


derechos subjetivos, afirman que la lesión de un derecho de la personalidad dará siempre
a la obligación de indemnizar el daño producido a la víctima en una parte esencial de su
propia personalidad, daño que por regla general será de carácter moral o extrapatrimonial,
sin perjuicio de que eventualmente también se haya producido un daño material o
patrimonial.

Aunque algunos derechos de la personalidad no estén específicamente amparados por la


ley positiva, si su violación importa un daño para la persona, ésta puede demandar

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indemnización de perjuicios, porque, de acuerdo con nuestro Código Civil, por regla
general todo daño que pueda imputarse a dolo o culpa de otra persona, debe ser reparado
por ésta (artículos 2314 y 2329). La indemnización ha de pagarse, por lo general, en dinero,
salvo que expresamente la ley no admita esta forma de indemnización.

En lo que toca al concepto del daño moral, recientemente la Corte Suprema ha señalado
que “la jurisprudencia reiterada de esta corte de casación expresa que el daño moral es la
lesión efectuada culpable o dolosamente, que significa molestias en la seguridad personal
del afectado, en el goce de sus bienes o en un agravio a sus afecciones legítimas, de un
derecho subjetivo de carácter inmaterial e inherente a la persona e imputable a otra. Daño
que sin duda no es de naturaleza propiamente económica y no implica, por lo tanto, un
deterioro o menoscabo real en el patrimonio de la misma, susceptible de prueba y
determinación directa; sino que posee una naturaleza eminentemente subjetiva.”
(Sentencia de fecha 7 de agosto de 2007, recurso de casación en el fondo Rol Nº 2821-2007,
considerando 14º).

Sobre la materia, se ha discutido si en el juicio correspondiente es o no necesario probar el


daño moral. Para algunos, tienen aplicación las reglas generales, que imponen al
demandante acreditar todos los presupuestos de la responsabilidad, entre ellos el daño,
sin importar si es de carácter moral o patrimonial. En cambio, otros sostienen que la
existencia del dolor por la violación de estos derechos de la personalidad se presume de
derecho.

Asimismo se ha debatido acerca de los criterios para determinar el monto


indemnizatorio. Al respecto, buena parte de nuestra jurisprudencia ha sostenido que los
jueces están facultados para apreciar discrecionalmente el daño moral sufrido por la
víctima.

En cambio, ciertos autores afirman que ello es errado, pues no puede haber
discrecionalidad en la materia, sino que necesariamente se debe atender a ciertos
parámetros, entre los que destacan el valor que el Estado le asigna en forma directa o
indirecta, las circunstancias personales de la víctima, la entidad e importancia del derecho
lesionado, la naturaleza e intensidad de la acción que vulnera el derecho (culpa o dolo),
etc.

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C.2
PARTE ESPECIAL

1. DERECHO A LA VIDA Y A LA PROTECCIÓN DE LA PROPIA INTEGRIDAD


FÍSICA.

1.1. Concepto.

Este derecho se actúa a través de las normas penales que castigan el homicidio y las
lesiones personales, la ayuda e instigación al suicidio. Además, la legítima defensa es una
causa de justificación de los males que el agredido pueda causar al agresor.

La Constitución Política asegura a todas las personas el derecho a la vida y a la integridad


física y psíquica. La ley protege la vida del que está por nacer (art. 19, N° 1°). Y esto hoy lo
hace sin restricciones. En efecto, el Código Sanitario decía que "sólo con fines terapéuticos
podrá interrumpirse el embarazo. Para proceder a esta intervención se requerirá la opinión
documentada de dos médicos cirujanos" (art. 119). Pero la Ley N° 18.826, de 15 de
septiembre de 1989, ordenó reemplazar el citado texto por el siguiente: "'No podrá
ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea provocar el aborto". Los autores de esta ley
estimaron que, dados los avances de la ciencia, en nuestros días, para salvar la vida de la
madre (fin a que tendía el llamado aborto terapéutico), no es necesario recurrir a esa
intervención.

El que sufre un atentado contra su integridad física o psíquica, tiene el derecho de


demandar el cese de ese hecho, la sanción penal que merezca y la indemnización del daño
material y moral experimentado (Constitución, art. 20; C. Civil, arts. 2314 y 2329).

1.2. Actos de disposición sobre el propio cuerpo.

La ley autoriza a las personas que, en vida, donen órganos, tejidos o partes de su cuerpo
para el injerto o trasplante en otras personas. La enajenación debe ser, pues, totalmente a
título gratuito, con fines terapéuticos y realizada con una serie de requisitos exigidos en
vista de la trascendencia del acto. Todos esos requisitos se encuentran minuciosamente
establecidos en la Ley N° 19.451, sobre Trasplante y Donación de Órganos, publicada en el
Diario Oficial de 10 de abril de 1996. Declara esta ley que las extracciones y trasplantes de
órganos sólo podrán realizarse en hospitales y clínicas que acrediten cumplir con las
condiciones y requisitos prescritos por las normas vigentes.

Toda persona plenamente capaz puede disponer de su cuerpo o de partes de él, con el
objeto de que sea utilizado para trasplantes de órganos con fines terapéuticos. Para los
efectos indicados, el donante ha de manifestar su voluntad mediante una declaración
firmada ante notario. Asimismo, al momento de obtener o renovar la cédula nacional de

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identidad, toda persona con plena capacidad legal debe ser consultada por el funcionario
del Servicio de Registro Civil e Identificación encargado de dicho trámite, en el sentido de
si dona sus órganos para ser utilizados con fines de trasplante una vez muerta, haciéndole
presente que es una decisión voluntaria y, por lo tanto, es libre de contestar afirmativa o
negativamente. Igualmente, al momento de obtener o renovar la licencia de conducir
vehículos motorizados, los requirentes deben ser consultados por el médico del gabinete
psicotécnico de la municipalidad, en el sentido si donan sus órganos con fines de
trasplante después de su muerte, haciéndoles presente que es una decisión voluntaria, y,
por lo tanto, son libres de contestar afirmativa o negativamente.

Además, la voluntad de donar puede expresarse al tiempo de internarse en un


establecimiento hospitalario, cumpliéndose las formalidades señaladas en la ley y en el
reglamento de la misma (Ley N° 19.451, arts. 8° y 9°).

La revocación del consentimiento para el trasplante puede expresarse en cualquiera de las


formas establecidas, con las formalidades que indique el reglamento (misma ley, art. 9°,
inciso final).

Se puede efectuar trasplante de órgano de personas en estado de muerte que, en vida, no


hayan expresado su autorización para ello en los términos señalados por la ley, así como
de las personas menores de edad o legalmente incapaces, siempre que ello sea autorizado
por su cónyuge o, en subsidio, por su representante legal. A falta de ambos, la
autorización debe otorgarse por los parientes que la ley en referencia señala (art. 10).

Cuando una persona hubiere muerto a consecuencia de un delito o por atropellamiento de


vehículo en la vía pública o cuando su muerte hubiere dado lugar a un proceso penal, es
necesaria la autorización del Director del Servicio Médico Legal o del médico en quien éste
haya delegado esta atribución, para destinar el cadáver a las finalidades de trasplante de
órganos, además del cumplimiento de los otros requisitos (ley citada, art. 12, inciso 1°).

Las disminuciones transitorias de la propia integridad física pueden llevarse a cabo sin
restricciones e incluso a título lucrativo. Así, hay ventas de sangre para transfusiones.

Se subentiende que no caben disposiciones del propio cuerpo cuando contrarían las leyes,
el orden público o las buenas costumbres. De ahí que no se podría exigir a una mujer el
cumplimiento de un contrato que la obliga a desempeñarse como meretriz.

Las partes ya separadas del cuerpo, desde el momento mismo de la separación, pasan a ser
bienes autónomos y nada obsta a su libre disposición. Así, un diente extraído puede
venderse. No son pocos los casos en que la "muela del juicio" de una artista célebre se
remata con fines benéficos. La venta de cabelleras femeninas es masiva en algunos
pueblos.

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1.3. Disposición del propio cadáver.

Toda persona legalmente capaz tiene derecho a disponer de su cadáver o de partes de él


con el objeto de que sea utilizado en investigaciones científicas, para la docencia
universitaria, para la elaboración de productos terapéuticos o en la realización de injertos.
También -como vimos- puede utilizado para trasplante de órganos con fines terapéuticos.
El donante debe manifestar su voluntad por escrito, pudiendo ser revocada en la misma
forma, todo ello de acuerdo con las solemnidades que señala el reglamento (C. Sanitario,
art. 146).

2. DERECHO AL HONOR.

En la integridad moral de los individuos tiene capital importancia el derecho al honor que
en el campo penal, es protegido con la sanción de los delitos de calumnia e injuria (C.
Penal, arts. 412 y 416). La calumnia es la imputación de un delito determinado pero falso y
que puede actualmente perseguirse de oficio. Injuria es toda expresión proferida o acción
ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona.

Generalmente, todos los delitos penales, además de la sanción de este carácter que se
impone al autor, dan lugar a una indemnización pecuniaria a favor de la víctima, no sólo
por los daños materiales sufridos por ella, sino también por los daños puramente morales
(aflicciones, penas, mortificaciones).

Sin embargo, por excepción, dispone el Código Civil que "las imputaciones injuriosas
contra el honor o el crédito de una persona no dan derecho para demandar una
indemnización pecuniaria, a menos de probarse daño emergente o lucro cesante, que
pueda apreciarse en dinero" (art. 2331). De manera que si las imputaciones injuriosas no
traen un menoscabo patrimonial, no podría reclamarse una indemnización en dinero,
aunque la víctima haya sufrido grandes pesares a causa de dichos ataques a su honor o su
crédito.

Con todo, la mencionada disposición fue declarada inaplicable por inconstitucionalidad


por el Tribunal Constitucional en sentencia de fecha 10 de junio de 2008, en la que resolvió
que “el efecto natural de la aplicación del precepto legal impugnado en estos autos -
artículo 2.331 del Código Civil- es, precisamente, privar a los atentados contra el derecho a
la honra que no constituyan delitos específicos, de la protección de la ley, pues, mientras
las lesiones a otros derechos igualmente no constitutivas de delitos dan lugar a
indemnización por todos los daños patrimoniales y morales causados, de acuerdo a la
regla general del artículo 2.329 del Código Civil, las imputaciones injuriosas contra el
honor o el crédito de una persona no dan derecho a la indemnización del daño moral, que
es naturalmente el producido por esta clase de atentados y, ordinariamente, el único”; lo
cual era inconstitucional, entre otros motivos, porque el art. 19 Nº 26 de la Constitución

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prohíbe que una ley (como el Código Civil) pueda limitar un derecho constitucional, como
el establecido en el art. 19 Nº 4 de la Carta Fundamental (derecho a la honra).

La Ley Nº 19.733 sobre Libertades de Opinión e Información y Ejercicio del Periodismo, de


4 de junio de 2001, (sucesora de la Ley N° 16.643 sobre Abusos de Publicidad), establece
penas corporales severas para los delitos de calumnia e injuria cometidos por cualquier
medio de comunicación social (artículo 29), y además declara que en tal caso habrá
derecho a la indemnización del daño emergente, lucro cesante y daño moral (art. 40 inc.
2º).

3. DERECHO A LA INTIMIDAD.

Es un principio que nadie puede interferir en la vida íntima de una persona, como
tampoco divulgarla, a menos que ella lo consienta o la ley lo autorice. La Constitución
asegura el respeto a la vida privada y pública de las personas (art. 19, N° 4°).

El problema surge cuando se trata de conciliar la libertad de imprenta y de difusión de


noticias por los medios de comunicación social (diarios, revistas, televisión, radios, etc.),
con el derecho de cada uno a que terceros no se entrometan en la propia vida privada. La
solución exige determinar el límite entre el legítimo ejercicio del derecho de crónica y de
crítica, por una parte, y la indebida invasión de la esfera ajena, por otra. Para esto ha de
tenerse en cuenta el interés y la concreta voluntad del particular y el interés de la
colectividad de conocer y valuar o ponderar hechos y personas que adquieren importancia
pública. La aplicación práctica de esta pauta es elástica e importa una cuestión de tacto que
los tribunales, en caso de conflicto, han de resolver considerando las circunstancias de la
especie.

La ley, por cuestiones judiciales o de policía, autoriza a funcionarios competentes para


intervenir en la vida privada de las personas en la medida que sea necesario para los fines
que se persiguen.

El Código Penal castiga expresamente al que, en recintos particulares o lugares que no


sean de libre acceso al público, sin autorización del afectado y por cualquier medio, capte,
intercepte, grabe o reproduzca conversaciones o comunicaciones de carácter privado;
sustraiga, fotografíe, fotocopie o reproduzca documentos o instrumentos de carácter
privado; o capte, grabe, filme o fotografíe imágenes o hechos de carácter privado que se
produzcan, realicen, ocurran o existan en recintos particulares o lugares que no sean de
libre acceso al público. Igualmente se castiga al que difunda las conversaciones,
comunicaciones, documentos instrumentos, imágenes y hechos antes referidos. La pena es
mayor en caso de ser una misma la persona que los haya obtenido y divulgado. Todo lo
dicho no es aplicable a aquellas personas que, en virtud de ley o de autorización judicial,

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estén o sean autorizadas para ejecutar las acciones descritas (artículo 161-A, agregado por
la Ley N° 19.423, de 20 de noviembre de 1995).

4. INVIOLABILIDAD DE LAS COMUNICACIONES Y PAPELES PRIVADOS.

La Constitución garantiza la inviolabilidad de toda forma de comunicación privada (art.


19, N° 5°). La garantía se extiende, pues, a toda forma de comunicación privada; en
consecuencia, abarca la epistolar, la telegráfica, la telefónica, etc.

El Código Penal castiga al que abriere o registrare la correspondencia o los papeles de otro
sin su voluntad. La pena es mayor si el intruso divulga o se aprovecha de los secretos que
aquéllos contienen (art. 146, inciso 1º).

La anterior disposición punitiva no es aplicable entre cónyuges, ni a los padres,


guardadores o quienes hagan sus veces, en cuanto a los papeles o cartas de sus hijos o
menores que se hallen bajo su dependencia. Tampoco es aplicable a aquellas personas a
quienes por leyes o reglamentos especiales se les autoriza instruirse de la correspondencia
ajena (C. Penal, art. 146, incisos 2º y 3º).

Basta que el individuo abra la correspondencia o registre los papeles ajenos para que
cometa el delito de que se habla; no es necesario que se imponga o aproveche del
contenido, caso este último en que la pena es mayor.

5. DERECHO A LA IMAGEN.

La doctrina universal y el Derecho comparado revelan que hay dos tendencias respecto al
derecho que tiene una persona sobre su imagen. De acuerdo con una de ellas, el derecho
existe plenamente; según la otra, ese derecho no existe y la persona de cuya imagen se han
aprovechado otros sólo puede reclamar si se la perjudica en su prestigio moral.

En Chile, la imagen no está regulada, aunque hay disposiciones aisladas que se refieren a
fotografías y retratos.

Algunos han deducido del artículo 34 de la Ley N° 17.336, de 2 de octubre de 1970, sobre
propiedad intelectual, que la legislación chilena no reconoce un verdadero derecho a la
imagen. Ese artículo prescribe que "corresponde al fotógrafo el derecho exclusivo de
exponer, publicar y vender sus fotografías, a excepción de las realizadas en virtud de un
contrato, caso en el cual dicho derecho corresponde al que ha encargado la obra..."

La verdad es que la disposición transcrita habla del derecho del fotógrafo para exponer y
comercial "sus" fotografías, pero de ahí no podemos inferir que está autorizado para

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fotografiar a quien se le ocurra y menos que la persona fotografiada no tiene derecho a su


propia imagen.

Consagra el derecho a la imagen la Ley sobre Privilegios Industriales y Protección de los


Derechos de Propiedad Industrial, Ley N° 19.039, de 25 de enero de 1991; dispone ella que
"no puede registrarse como marca comercial el retrato de una persona cualquiera, salvo el
caso de consentimiento expreso dado por ella, o por sus herederos si hubiere fallecido..."
(art. 20, letra c).

Un caso jurisprudencial se refirió a la publicación por los diarios de fotografías de


personas. La Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia de 1º de agosto de 1989,
declaró que no puede tacharse de ilegal ni arbitraria la publicación por un diario de la
fotografía de una mujer con un traje llamado “tanga” mientras jugaba en la playa de un
balneario porque las empresas periodísticas, conforme a la legislación, adquieren el
derecho a publicar en sus diarios las fotografías realizadas por el personal que tiene sujeto
a contrato de trabajo (Ley Nº 17.336, sobre propiedad intelectual, art. 24, letra e) del Nº 1,
en relación con el art. 34, inc. 1º, de la misma ley).

VODANOVIC cree que la sola razón de que los diarios adquieren el derecho de publicar las
obras del personal que le presta sus servicios, no justifica la legalidad de las fotografías
tomadas a terceros en determinadas circunstancias; dicha legalidad, con relación a las
personas fotografiadas, depende precisamente de tales circunstancias y de la forma e
intencionalidad de la publicación. No hay duda de que si se quiere resaltar la concurrencia
de numerosas personas a una playa, la fotografía que muestre al grupo, no merecerá
reparos; pero si del grupo se aísla con singular relieve a una persona y se destacan sus
ropas minúsculas, el asunto puede ser menoscabador para esa persona. Y no ha de
olvidarse que lo que en el ambiente de playa tiene una ponderación, adquiere otra distinta
en el llamativo cuadro de un periódico.

La misma sentencia citada afirma que los hechos que se realizan en lugares públicos y
abiertos no pueden calificarse como parte de la vida privada de las personas. En
consecuencia, si una dama concurre a un balneario marino con un traje de baño llamado
"tanga" y algún diario le toma una fotografía y la destaca en sus páginas, ella no puede
entablar un recurso de protección fundado en la norma de la Constitución que asegura a
todas las personas el respeto y protección de su vida privada y pública y de su honra y la
de su familia (artículo 19, número 4°). El solo hecho de concurrir a uno de esos lugares
demuestra que la propia persona que lo hace estima no moverse en la esfera de su vida
privada y la fotografía cuestionada no cabe mirarla como atentatoria a su honra, a la buena
opinión y respetabilidad que pueda merecer a conocidos.

En la especie, el abogado defensor de la dama opinó en forma diferente. Sostuvo que había
violación de la vida privada de ella porque una cosa es concurrir a la playa con uno de los

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trajes adecuados a la ocasión y otra cosa muy distinta es reproducir esa imagen con toda
publicidad en un diario, sobre todo si éste se caracteriza por insertar algunas líneas más o
menos picarescas. Cada cuestión ha de juzgarse y resolverse atendiendo a su "contexto".

6. LA INVIOLABILIDAD DEL HOGAR.

Asociada por contraste a la libertad de locomoción, de trasladarse de un lugar a otro -dice


el civilista francés Jean CARBONNIER-, existe una libertad de encerrarse en lo suyo (chez -
soi). La fortaleza del individuo es su casa, su hogar, término que debe comprender, según
el autor citado, no sólo la residencia estable de una persona sino también su morada
transitoria. La Constitución asegura una inviolabilidad del hogar, el cual sólo puede
allanarse en los casos y formas determinados por la ley (art. 19, N° 5°). Esto quiere decir,
en términos simples, que nadie puede entrar en la casa en que reside o mora una persona
contra la voluntad de ésta, ni efectuar ahí una medida judicial o una pesquisa, salvo los
casos previstos por la ley.

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III.
LAS PERSONAS JURÍDICAS

A.
PARTE GENERAL

1. CONCEPTO.

El sistema jurídico ha debido reconocer, junto a la existencia de las personas naturales, la


existencia de otros entes denominados personas jurídicas, de modo de hacer mas fluidas
las relaciones jurídicas.

Las personas naturales deben unirse a otras para progresar, aspirar al bien común. Puede
ocurrir que un conjunto de personas formen un todo orgánico, que comienza a demostrar
su propia individualidad, diferente de la de cada uno de sus integrantes. Se formará así un
nuevo ente, capaz de contraer derechos y obligaciones, denominado persona jurídica.

Como personas, poseen los atributos de la personalidad, salvo, como es obvio, el Estado
Civil.

SAVIGNY define a las personas jurídicas como seres creados artificialmente, capaces de
poseer bienes, de tener patrimonio. RUGGIERO la define como una colectividad
disciplinada de personas y bienes que tienen finalidad estable, permanente y a quien la
autoridad le ha reconocido capacidad en materias de derechos patrimoniales.

El artículo 545 del Código Civil indica que “Se llama persona jurídica una persona ficticia,
capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser representada judicial y
extrajudicialmente. Las personas jurídicas son de dos especies: corporaciones y
fundaciones de beneficencia pública. Las corporaciones de derecho privado se llaman
también asociaciones. Hay personas jurídicas que participan de uno y otro carácter”.

Tomando en cuenta sus elementos, también se la define como entes colectivos integrados
por personas y bienes adscritos a una personalidad común y a los que se les reconoce una
personalidad jurídica distinta de las personas naturales que las integran.

Por su parte, la jurisprudencia ha indicado que las personas jurídicas son ciertas
colectividades jurídicamente organizadas de hombres o de bienes, que el Estado reconoce
y la ley las eleva a la categoría de sujetos de derecho (R.D.J., t. 79, sección 4, p. 188).

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2. REGULACIÓN DE LAS PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO.

Las personas jurídicas de derecho privado se encuentran reguladas en diversas leyes:

(i) En el Código Civil:

- En los artículos 545 al 564 (modificados por la Ley Nº 20.500 del año 2011), en los
que sólo se regulan las personas jurídicas de derecho privado que no persiguen fines de
lucro, esto es, las corporaciones o asociaciones y fundaciones.

- En los artículos 2053 al 2115, respecto de las sociedades.

- En el apéndice del Código Civil, el Decreto Supremo N° 110 de 1979, que contiene
el Reglamento sobre concesión de personalidad jurídica a corporaciones y fundaciones.
Buena parte de las normas de este Reglamento (en particular las relativas a la concesión de
personalidad jurídica) se encuentran derogadas por las disposiciones de la Ley Nº 20.500
de 2011.

(ii) En el Código de Comercio:

- Artículos 348 y siguientes acerca de la sociedad.

- En el apéndice del mismo, Ley número 3.918 sobre Sociedades de Responsabilidad


Limitada y también la Ley número 18.046 sobre las Sociedades Anónimas y su Reglamento
aprobado por el Decreto Supremo N° 587 del Ministerio de Hacienda.

(iii) El Código del Trabajo, específicamente cuando se alude a las organizaciones


sindicales.

(iv) Las Leyes Especiales:

- La Ley Nº 20.500 sobre Asociaciones y Participación Ciudadana en la Gestión


Pública, publicada en el Diario oficial con fecha 16 de febrero de 2011.

- Los Decretos Leyes 2.757 y 3.163, relativos a las Asociaciones Gremiales;

- La Ley número 19.499 sobre saneamiento de vicios formales que afecten a las
sociedades; y

- La Ley número 19.857, sobre empresas individuales de responsabilidad limitada.

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3. NATURALEZA DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.

Sobre la materia existen múltiples posturas doctrinales, entre las que caben destacar las
siguientes:

3.1. Teoría de la ficción legal.

Para esta teoría, cuyo principal autor es SAVIGNY, el único sujeto real de derechos es el
hombre; pero no puede desconocerse la necesidad de proteger eficazmente a ciertas
agrupaciones de intereses colectivos en los que se concentran relaciones jurídicas. Con el
fin de conciliar esta necesidad con la idea de que sólo el hombre es un sujeto real de
derechos, el ordenamiento jurídico finge que a aquella agrupación de intereses colectivos
corresponde una persona. Esta es, pues, una persona ficticia creada por el ordenamiento
jurídico positivo para atribuirle derechos y deberes. Así, la ley modifica el principio
natural de que sólo el hombre puede ser sujeto de derechos y le atribuye personalidad,
esto es, capacidad de goce, a entes artificiales, ideales o ficticios.

La gran crítica a esta teoría esta dada por el hecho que ve un mero artificio ahí donde
existe una realidad concreta, y de ello desprende consecuencias prácticas muy poco
convenientes. Asimismo, se indica que no es efectivo que el hombre es el único sujeto de
derechos por ser el único con voluntad, pues con ello se negaría la personalidad de niños y
locos.

Adicionalmente, resulta desastroso sostener que las personas jurídicas, al ser una ficción
legal, sólo pueden ser creadas por el legislador, pues en él recaería el arbitrio ilimitado de
concesión o denegación de la personalidad y podría suprimir las corporaciones
reconocidas

3.2. Teoría de la realidad.

Las teorías opuestas a las de la ficción afirman que la persona jurídica es una realidad: no
son entes ficticios, sino poderosas individualidades sociales, se trata de organismos
sociales, es una realidad objetiva.

Dentro de las teorías de la realidad, la más acogida por la doctrina es la llamada


organicista, que sostiene que la persona jurídica es un ente dotado de voluntad propia, de
órganos propios dispuestos de modo que a ellos se asignan diversas funciones, a
semejanza de lo que ocurre con las personas físicas. En síntesis, la teoría organicista
concibe a la persona jurídica como un ente real, semejante a la persona física, orgánico,
unitario y, como tal, dotado de vida natural.

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3.3. Teoría de FERRARA.

Para FERRARA, la naturaleza de la persona es una cualidad abstracta e ideal proporcionada


por la capacidad de goce y no resultante de la individualidad corporal y psíquica; por
ende, el concepto de persona no coincide y es más amplio que el del hombre, y por
consiguiente nada obsta a que haya personas que no sean hombres, como precisamente lo
son las personas jurídicas.

El mismo autor agrega que persona es una categoría jurídica que por sí no implica
ninguna condición de corporalidad o espiritualidad en el investido; el ser punto de
reunión de derechos subjetivos basta formalmente para que haya un sujeto, y la cualidad
de ser tal, forma la personalidad. Por tanto, personalidad es sinónimo de capacidad
jurídica, de subjetividad de derechos y obligaciones, de receptividad de los efectos del
orden jurídico y es una situación jurídica, un status, no un derecho.

3.4. Teoría normativa de KELSEN.

De acuerdo con su teoría pura del Derecho, KELSEN llega a la conclusión de que la noción
de persona, para el Derecho, no es una realidad o un hecho, sino una categoría jurídica, un
producto del Derecho y que por sí no implica necesariamente ninguna condición de
corporalidad o espiritualidad en quien la recibe.

KELSEN parte de la idea que toda norma jurídica tiene un destinatario, sea un individuo o
una colectividad, y todo destinatario de la norma es un sujeto de derecho y, en
consecuencia, persona. La circunstancia de que la norma atribuya a alguien un derecho o
un deber, constituye a ese alguien en persona, sin que importe que ese alguien sea un
individuo o una colectividad. El que por lo general la norma atribuya los derechos o
facultades a los seres humanos no quiere decir que el concepto jurídico de persona debe
coincidir con el concepto filosófico de hombre (ente humano racional), especialmente si se
considera que al mismo ser humano el derecho no lo toma en cuenta en su actuación
íntegra y total, sino en el obrar jurídicamente relevante.

3.5. Teoría de los patrimonios de afectación.

Elaborada por los alemanes BRINZ y BEKKER, esta teoría postula que los derechos y las
obligaciones no tienen necesariamente por base a las personas. Existirían patrimonios sin
dueño, basados en la afectación a un fin único de todos los bienes que forman parte de
ellos. Por ende, se suprime el sujeto (que normalmente no puede faltar) y lo sustituyen por
la finalidad. Conciben la persona jurídica como un patrimonio o conjunto de relaciones
jurídicas que se mantienen unidas por su finalidad unitaria.

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3.6. Nuestra legislación.

Parte de la doctrina nacional sostiene que el Código siguió la teoría de la ficción, atendido
que: (i) así aparecería en una nota del proyecto de 1853, que daría cuenta que BELLO siguió
a SAVIGNY; y (ii) adicionalmente, el art. 545 establece que “se llama persona jurídica una
persona ficticia, capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles y de ser
representada judicial y extrajudicialmente” (art. 545, inc. 1°).

Sin embargo, lo cierto es que el Código se apartó de la teoría de la ficción en muchas


consecuencias. Por de pronto, considera a que personas jurídicas son capaces de voluntad
propia, circunstancia que es rechazada por SAVIGNY; en efecto, el art. 550 establece
expresamente que “la voluntad de la mayoría de la asamblea, que es la reunión legal de
los miembros de la corporación, es la voluntad de la corporación”. En cuanto a la
responsabilidad civil de la persona jurídica por los delitos o cuasidelitos civiles o
criminales cometidos por sus representantes, el art. 58 del Código Procesal Penal (ex art. 39
del Código de Procedimiento Penal) también se aparta de la teoría de la ficción, atendido
que hace responsable a la persona jurídica por los daños que provoquen los delitos y
cuasidelitos cometidos por su representante, siempre que obraren dentro de la esfera de
sus atribuciones.

Aún más, con fecha 2 de diciembre de 2009, fue publicada en el Diario Oficial la Ley N°
20.393, que “establece la responsabilidad penal de las personas jurídicas en los delitos de
lavado de activos, financiamiento del terrorismo y delitos de cohecho que indica”.

4. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PERSONALIDAD JURÍDICA: EL


PRINCIPIO DE LA RADICAL SEPARACIÓN ENTRE LA ENTIDAD Y
MIEMBROS.

El ordenamiento jurídico considera a ciertos entes colectivos como verdaderos sujetos de


derecho y por ello los ha dotado de una capacidad general, nacida de una parificación de
la concedida al hombre de carne y hueso; pudiendo celebrar actos jurídicos en lugar de sus
miembros; adquirir propiedades y otros derechos, demandar y ser demandados, sin que
los afecte el cambio que pudiere sobrevenir en la composición de su sustrato.

Lo anterior significa que los deberes, responsabilidades y derechos subjetivos le son


imputados o conferidos de manera colectiva; y no, como sucede habitualmente, de manera
individual. La persona jurídica así formada se convierte, entonces, en un punto de
imputación.

Pero, para que lo anterior se pueda realizar, es menester discurrir siempre sobre la base
del principio de la radical separación entre la entidad y sus miembros individualmente
considerados, esto es, sobre la base de que son personas distintas.

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Este principio, que es el punto de partida de toda la teoría de las personas jurídicas, se
encuentra consagrado en el inciso segundo del art. 2053 del Código Civil, que establece:
“La sociedad forma una persona jurídica, distinta de los socios individualmente
considerados”; y en el art. 549 del mismo cuerpo legal, que expresa: “Lo que pertenece a
una corporación, no pertenece ni en todo ni en parte a ninguno de los individuos que la
componen; y recíprocamente, las deudas de una corporación no dan a nadie derecho a
demandarlas, en todo o parte, a ninguno de los individuos que componen la corporación,
ni dan acción sobre los bienes propios de ellos, sino sobre los bienes de la corporación”.

El principio de la radical separación entre entidad y miembros se compone de dos


elementos: el primero consiste en la imputación al ente colectivo de actos, derechos y
responsabilidades, y el segundo consiste en la aplicación de las normas jurídicas con
independencia del sustrato personal de las entidades morales.

4.1. Primer elemento: imputación de actos, derechos y responsabilidades.

Este elemento significa que ciertos hechos, intereses y responsabilidades que en el fondo
pertenecen o pueden serle atribuidos a determinados individuos no aparecen, desde el
punto de vista del derecho, como emanados, pertenecientes o atribuidos a ellos sino como
de un tercero que no son ellos, ni conjunta ni individualmente considerados.

La imputación es entonces doblemente compleja, pues, por una parte, se imputan al ente
ciertos derechos y ciertos deberes que de no existir no podrían sino atribuírseles a los
miembros o integrantes de la persona jurídica; y por otra parte, se le imputan como
propios del ente colectivo, los hechos queridos, deseados o cumplidos por un cierto
número de individuos que tienen una personalidad distinta de dicho ente colectivo.

4.2. Segundo elemento: aplicación de las normas jurídicas con independencia del
sustrato personal de las entidades morales.

Este elemento significa que todas las normas del orden jurídico se aplican a las personas
morales, y se les aplican con absoluta prescindencia de lo que constituya su sustrato
personal, exclusivamente sobre la base de los datos y características propias de la persona
jurídica.

Por regla general, los supuestos de las normas jurídicas toman como base el hombre de
carne y hueso, y no a su personalidad natural, que es un concepto elaborado por el
derecho. Por ende, debe determinarse si tales normas jurídicas pueden resultar igualmente
útiles a las personas morales.

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Pero no se trata sólo de aplicar las normas jurídicas a las personas morales sino que,
además, de aplicarlas recurriendo a los datos y características que proporciona su propia
individualidad, sin tener que recurrir a ninguna conexión con las peculiaridades de sus
miembros o integrantes.

Como es claro, este segundo elemento puede derivar en los siguientes problemas de
aplicación de normas:

(i) En primer término, puede suceder que la norma está elaborada bajo los supuestos
de requisitos o cualidades humanas (vgr., normas sobre la nacionalidad). Sin embargo, la
sola circunstancia de que una norma se halle enlazada con atributos humanos no es
suficiente para excluir su aplicación a las personas jurídicas, sino que tal exclusión sólo
tendrá lugar cuando la finalidad de la norma no pueda conciliarse con la finalidad del ente
moral en el sistema legal (vgr., una sociedad no puede adoptar a un menor).

(ii) El segundo problema está dado por aquellas normas que están elaboradas bajo el
supuesto de que existe diversidad de los sujetos interesados en la relación jurídica que la
norma regula (vgr. el art. 1707 previene que las escrituras privadas hechas por los
contratantes para alterar lo pactado en una escritura pública, no producirán efectos contra
terceros; pero puede suceder que el tercero sea una persona jurídica cuyos socios
corresponden a una de las partes del contrato). La doctrina sostiene que para resolver este
conflicto será necesario penetrar el velo corporativo en busca de la diversidad prevista en
la norma, pues de lo contrario se desvirtúa la finalidad de la norma.

5. DEL ABUSO DE LA PERSONA JURÍDICA.

La utilización abusiva de la estructura formal de la persona jurídica, basada en una radical


separación entra la entidad y sus miembros, plantea la necesidad de indagar bajo qué
circunstancias puede prescindirse de esa estructura formal para penetrar hasta su mismo
sustrato y alcanzar así a las personas que se han encubierto tras el velo corporativo para
obtener resultados que el derecho les prohíbe obtener como personas naturales.

La doctrina indica que existe un abuso de la estructura formal de la persona jurídica


cuando, bajo la apariencia de un acto ajustado a derecho, se persiguen fines ilícitos.

En general, la causal que legitima la desestimación de la estructura formal de la persona


jurídica está constituida por un atentado contra la buena fe, entendiendo que lo hay en tres
casos específicos:

a) Burla a la ley, lo cual tiene lugar cuando se utiliza la figura de la persona jurídica a
fin de que los individuos a quines la norma se dirige se ocultan tras aquella a fin de
sustraerse de un mandato legal.

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b) Burla o lesión del contrato, lo cual tiene lugar, por ejemplo, cuando A y B se
obligan frente a C a no realizar determinado acto, pero resulta que el mismo acto lo realiza
la sociedad X, cuyos socios son A y B.

c) Otros daños causados con deslealtad a terceros, en los cuales mediante la


utilización de la estructura de la persona jurídica se impide la aplicación de una ley que los
debería regular.

Los tres casos analizados son hipótesis de fraude a la ley, pues en todos ellos se obtiene un
resultado práctico consistente en sustraerse a la fuerza coactiva del derecho. Debe notarse
que el acto jurídico fraudulento no es en absoluto un negocio simulado, sino que es serio y
se quiere realmente; es más, se quiere tal como se ha realizado, con todas las consecuencias
que corresponden a la forma jurídica elegida, pues representa la única forma de obtener el
fin práctico que la ley prohíbe.

En los casos de abuso uso fraudulento de la persona jurídica, debe desplazarse la forma de
la persona jurídica destruyendo los velos que impiden la aplicación del espíritu de la ley o
del contrato.

6. ATRIBUTOS DE LAS PERSONAS JURIDICAS.

Como es claro, las personas jurídicas carecen de estado civil, y por ende los atributos de
ellas se reducen a la capacidad, el nombre, el domicilio, la nacionalidad y el patrimonio.

6.1. Capacidad.

Está expresamente reconocida a la persona jurídica, pues el Código Civil declara que es
capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles (art. 545). Pero por su naturaleza
propia, esta capacidad está restringida a los derechos patrimoniales; los derechos de
familia son sólo compatibles con la persona natural.

6.2. Nombre.

Al igual que con las personas naturales, el nombre es para las personas jurídicas un
elemento esencial de la personalidad, porque supone su individualización.

Para efectos de determinar el nombre de las personas jurídicas, es necesario analizar la


naturaleza de las mismas. En efecto:

- Generalmente la fundación lleva el nombre de su fundador y la corporación el


objeto que persigue (Arts. 4 Nº 1 y 31 letra a) del Reglamento).

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- En la sociedad colectiva comercial la razón social es la formula enunciativa de los


nombres de todos los socios o de alguno de ellos, con la agregación de la palabra “y
compañía” (art. 365 C. Com.).

- En la sociedad de responsabilidad limitada la razón social podrá contener el


nombre de uno o más socios, o una referencia al objeto de la sociedad, debiendo en todo
caso terminar con la palabra “limitada” (art. 4 de la Ley Nº 3.918).

- En las sociedades anónimas el nombre de la sociedad debe incluir las palabras


“sociedad anónima” o la abreviatura “S.A.” (art. 8 Ley 18.046).

6.3. Domicilio.

Las normas del Código Civil que regulan el domicilio de las personas físicas resultan
igualmente útiles para las personas jurídicas.

Sobre la materia, el art. 142 del C.O.T. establece que “cuando el demandado sea una
persona jurídica, se reputará por domicilio, para objeto de fijar la competencia del juez, el
lugar donde tenga su asiento la respectiva corporación o fundación. Y si la persona
jurídica tuviere establecimientos, comisiones u oficinas que la representen en diversos
lugares, como sucede con las sociedades comerciales, deberá ser demandada ante el juez
del lugar donde exista el establecimiento, comisión u oficina que celebró el contrato o que
intervino en el hecho que da origen al juicio”.

6.4. Nacionalidad.

Diversos sistemas se han propuesto para determinar la nacionalidad de una corporación o


fundación, en los cuales se considera el país en que se constituyen y conforme a cuya
legislación obtienen la personalidad jurídica; el país en que se encuentra su sede social; o
se indica que la nacionalidad sería la misma de las personas que controlan sus decisiones
(teoría del control).

Sobre la materia, el Código de Derecho Internacional Privado (Código de Bustamante)


establece las siguientes reglas:

- Art. 16. La nacionalidad de origen de las Corporaciones y de las Fundaciones se


determinará por la ley del Estado que las autorice o apruebe.

- Art. 17. La nacionalidad de origen de las asociaciones será la del país en que se
constituyan, y en él deben registrarse o inscribirse si exigiere ese requisito la legislación
local.

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- Art. 18. Las sociedades civiles, mercantiles o industriales que no sean anónimas,
tendrán la nacionalidad que establezca el contrato social y, en su caso, la del lugar donde
radicare habitualmente su gerencia o dirección principal.

- Art. 19. Para las sociedades anónimas se determinará la nacionalidad por el


contrato social y en su caso por la ley del lugar en que se reúna normalmente la junta
general de accionistas y, en su defecto, por la del lugar en que se radique su principal
Junta o Consejo directivo o administrativo

6.5. Patrimonio.

Las personas jurídicas, como sujetos de derecho, tienen un patrimonio, propio e


independiente del de sus miembros o administradores, que les permite sufragar la actividad
necesaria para alcanzar los fines que justifican su existencia.

Dicha separación e independencia patrimonial la consagra nuestro Código Civil. De


acuerdo con sus disposiciones, lo que pertenece a una corporación, no pertenece ni en todo
ni en parte a ninguno de los individuos que la componen; lo que pertenece a la fundación
no pertenece ni en todo ni en parte al fundador, beneficiarios o administradores (arts. 549
y 563).

Por consiguiente, los bienes de la corporación son de su propiedad exclusiva, y no de


todos sus miembros en conjunto o de cada uno de ellos cuotativamente. De aquí que, una
vez disuelta la corporación, los asociados no tienen derecho a dividirse los bienes de ella.

Recíprocamente, las deudas de una corporación no dan a nadie derecho para


demandarlas, en todo o parte, a ninguno de los individuos que componen la corporación,
ni dan acción sobre los bienes propios de ellos, sino sobre los bienes de la corporación (art.
549). Lo mismo rige, en cuanto a las fundaciones, respecto a sus administradores (art. 563).

7. DERECHOS DE LA PERSONALIDAD DE LOS ENTES JURÍDICOS.

En general, y atendido que en el artículo 19 de la Constitución se asegura a “todas las


personas” ciertos derechos, la doctrina indica que, salvo aquellos que se refieren
exclusivamente al ser humano (vgr, integridad física), las personas jurídicas son titulares
de de los derechos de la personalidad que reconoce la Carta Fundamental.

Lo anterior es de gran relevancia en materia indemnizatoria, pues de ello se sigue que las
personas jurídicas también pueden sufrir daños morales que deberán ser resarcidos, lo que
en general tiene lugar cuando se lesiona su honor, imagen, prestigio, crédito y confianza.
Así lo ha entendido la jurisprudencia a partir del año 1992.

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8. RESPONSABILIDAD DE LAS PERSONAS JURÍDICAS.

8.1. Responsabilidad penal.

(i) Regla General

La norma general en el derecho chileno es el principio societas delinquere non potest,


conforme al cual las personas jurídicas carecen de capacidad y responsabilidad penal,
correspondiendo ésta a las personas físicas que han obrado en nombre de la jurídica. El
art. 58 del Código Procesal Penal (ex art. 39 del Código de Procedimiento Penal) dice: “La
acción penal, fuere pública o privada, no puede entablarse sino contra las personas
responsables del delito. La responsabilidad penal sólo puede hacerse efectiva en las
personas naturales. Por las personas jurídicas responden los que hubieren intervenido en
el acto punible, sin perjuicio de la responsabilidad civil que las afectare”. Esta misma
disposición deja en claro que las personas jurídicas son susceptibles de responsabilidad
civil, de indemnizar los daños que sus órganos o representantes causen.

(ii) Excepción

Sin embargo, y con ocasión de la invitación que la OCDE (Organización para la


Cooperación y el Desarrollo Económicos) realizó a Chile a integrarse a la Organización, se
comienza a discutir una ley de responsabilidad penal de las personas jurídicas respecto de
ciertos delitos, por ser ello una de las obligaciones y recomendaciones contenidas en los
instrumentos OCDE.

Fruto de lo anterior, el 2 de diciembre de 2009 se dicta la Ley Nº 20.393, que establece la


responsabilidad penal de las personas jurídicas sólo respecto de ciertos y determinados
delitos, constituyendo así una excepción al principio general societas delinquere non potest.

De conformidad a la Ley Nº 20.393, las personas jurídicas únicamente responden


penalmente de los siguientes delitos: (i) Lavado de Activos (artículo 27 de la Ley N°
19.913); (ii) Financiamiento del Terrorismo (artículo 8 de la Ley N° 18.314); (iii) Figura
básica de cohecho del particular (artículo 250 del Código Penal); y (iv) Cohecho de
funcionario público extranjero (Artículo 251 bis del Código Penal).

El art. 3 de la Ley N° 20.393 establece que los requisitos para que una persona jurídica
responda por los delitos antes indicados son tres, a saber:
 Que el delito haya sido cometido por personas pertenecientes a un determinado
círculo que la propia ley define.
 Que los delitos se hayan cometido directa e inmediatamente en interés de la
persona jurídica o para su provecho.

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 Que la comisión del delito sea consecuencia del incumplimiento, parte de la


entidad, de sus deberes de dirección y supervisión.

Por su parte, el art. 18 Ley N° 20.393 establece que la transformación, fusión, absorción,
división o disolución de común acuerdo o voluntaria de la persona jurídica responsable de
uno o más de los delitos, se transmitirá a la o las personas jurídicas resultantes, si las
hubiere, o sus socios, según sea el caso.

En fin, el art. 19 Ley N° 20.393 dispone que se extingue la responsabilidad penal por las
mismas causales previstas en el art. 93 del Código Penal, salvo la prevista en el N°1.

8.2. Responsabilidad civil.

La responsabilidad civil extracontractual está formalmente reconocida en la citada


disposición del Código Procesal Penal, que se pone en el caso de que el hecho ilícito que
engendra responsabilidad sea al mismo tiempo penal y civil: en el primer carácter afecta al
individuo que obró y él irá a la cárcel si ésta es la sanción del caso, y la persona jurídica
soportará la indemnización de perjuicios a que haya lugar.

Por lo que atañe a la responsabilidad contractual, el Código Civil dispone que los actos del
representante de la corporación o fundación, en cuanto no excedan de los límites del
ministerio que se les ha confiado, son actos de la corporación o fundación; en cuanto
excedan de estos límites, sólo obligan personalmente al representante (arts. 552 y 563). En
el primer caso, pues, la responsabilidad es de la persona jurídica.

B.
PARTE ESPECIAL

B.1
CLASIFICACIONES DE LAS PERSONAS JURÍDICAS

Las personas jurídicas se clasifican en personas de Derecho Publico y Derecho Privado.

a) Son personas de Derecho Público: el Estado, la Nación, el Fisco, las


Municipalidades, las Iglesias, las Comunidades Religiosas y Establecimientos que se
costean con fondos del erario.

b) Las personas jurídicas de Derecho Privado, se clasifican en Personas Jurídicas sin


fines de lucro y con fines de lucro.

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b.1) Las personas jurídicas sin fines de lucro se clasifican en Corporaciones y


Fundaciones.

b.2) Las personas jurídicas con fines de lucro son las sociedades. Estas pueden ser:

- civiles o comerciales, según sea la naturaleza del objeto social;

- de personas o de capital según sea la importancia que se le asigna a la persona de


los socios o al capital aportado por estos; y

- en colectivas, en comanditas (simples o por acciones), anónimas y de


responsabilidad limitada, según la organización interna y las modalidades de su relación
con terceros.

Nuestra jurisprudencia ha adoptado diversos criterios de distinción entre personas


jurídicas de derecho privado y derecho público:

(i) Iniciativa para la creación del ente: las personas jurídicas de derecho público obtienen
su existencia en virtud de resoluciones de la autoridad, mientras que las de derecho
privado emanan directamente de la iniciativa de los particulares.

(ii) Potestad Publica: las personas jurídicas de derecho público están dotadas de
potestades públicas, vale decir, gozan de imperio, en virtud del cual pueden dictar normas
de carácter obligatorio.

(iii) Naturaleza del fin: las personas jurídicas de derecho público tienen por objeto servir
fines públicos, mientras que las de derecho privado cumplen con los objetivos señalados
por los asociados o fundadores o persiguen la obtención del lucro.

(iv) Fuente de Recursos: en el caso de las personas jurídicas de derecho público


provienen por lo general de todos los habitantes de la nación; en cambio, en las de derecho
privado, provienen de aportes, donaciones, cuotas sociales, etc.

B.2
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PÚBLICO

Las disposiciones de los artículos 545 y siguientes del Código Civil no se aplican, como se
indica en él artículo 547, a las personas jurídicas de derecho público, en cuanto a la
organización y administración de las mismas. En tales aspectos, se rigen por la
Constitución, leyes administrativas y reglamentos de los servicios públicos. Lo anterior, no
supone sin embargo, que tales personas jurídicas queden por completo excluidas del

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Código Civil: por ejemplo, rige el artículo 2497, respecto de la prescripción. Por lo demás,
debemos tener presente que el Fisco, en sus relaciones contractuales con los particulares,
queda sujeto a las normas del Derecho Civil como cualquier otro contratante.

Cabe señalar que la enumeración del artículo 547 no es taxativa o limitativa, sino
meramente ejemplar, y por lo demás no podía ser de otra forma, pues las personas
jurídicas de derecho público no son tales por mencionarlas el Código Civil, sino por
disponerlo así normas de derecho público.

El Código Civil menciona las siguientes:

1. LA NACION Y EL FISCO.

Debemos entender que al aludir a la Nación se refiere la ley al Estado, como lo prueba una
nota de Andrés BELLO. El Estado representa la organización política, jurídica y económica
de la sociedad y de la sociedad nacional y constituye la fuente de todo el derecho (salvo la
costumbre); por ello es la persona jurídica por excelencia y se fija a sí misma las
condiciones para el desarrollo de su actividad y aquellas para el desarrollo de toda
actividad pública o privada.

Cuando el Estado interviene como titular de potestades públicas, mantiene su


denominación, y cuando interviene como titular de derechos subjetivos privados, se le
denomina Fisco.

2. LAS MUNICIPALIDADES.

Son corporaciones autónomas de derecho público con personalidad jurídica y patrimonio


propio y cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la comunidad local y asegurar su
participación en el progreso económico, social y cultural de las respectivas comunas (Ley
número 18.695, Orgánica Constitucional de Municipalidades).

3. IGLESIAS Y COMUNIDADES RELIGIOSAS.

A pesar de que el Código Civil habla en forma general y sin distinguir el tipo de culto de
que se trata, debe concluirse que se refiere exclusivamente a la Iglesia Católica, Apostólica
y Romana, por una razón muy simple: era la única que podía existir, conforme ala
Constitución de 1833, vigente a la promulgación del Código Civil en 1857.

Por “iglesias” se entienden las distintas subdivisiones de la Iglesia Católica a las que el
Derecho Canónico reconoce personalidad, entre ellas: Iglesia Catedral, Iglesia Parroquial,
etc.

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Por “comunidad religiosa”, se alude a las órdenes y congregaciones, y asimismo a las


corporaciones y fundaciones constituidas al amparo del Derecho Canónico.

La parte final del inciso 2 del artículo 547, establece expresamente que las personas
jurídicas de derecho público se rigen por leyes y reglamentos especiales.

Aplicando esta norma a la Iglesia Católica y a las comunidades religiosas, se concluye que
las leyes y reglamentos especiales que las rigen son sus constituciones y leyes canónicas
(así ha fallado la jurisprudencia).

4. ESTABLECIMIENTOS QUE SE COSTEAN CON FONDOS DEL ERARIO.

Sin embargo, del artículo 547 no debe desprenderse que todo establecimiento que se costea
con fondos del erario es una persona jurídica de derecho público. Las hay que carecen de
personalidad jurídica; por otra parte, hay instituciones privadas que reciben auxilio
fiscales o municipales y no por ello tienen personalidad jurídica de derecho público. En
realidad, son personas jurídicas de derecho público los “establecimientos públicos”. Estos
son ramas de los servicios generales del Estado o municipios, que se han desprendido del
conjunto para erigirse en órganos dotados de vida propia.

B.3
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO SIN FINES DE LUCRO:
CORPORACIONES Y FUNDACIONES

1. ASPECTOS GENERALES.

1.1. Regulación.

La regulación de las personas jurídicas de Derecho Privado sin fines de lucro ha sufrido
importantes modificaciones en el último tiempo. En efecto, por largo tiempo la materia fue
esencialmente regida por lo dispuesto en el Título XXXIII del Libro Primero del Código
Civil en conjunto al Reglamento sobre Concesión de Personalidad Jurídica, aprobado por
Decreto Supremo Nº 110 de 20 de marzo de 1979.

Tal regulación fue sustantivamente modificada en virtud de la Ley Nº 20.500 de 16 de


febrero de 2011, sobre Asociaciones y participación ciudadana en la gestión pública. Como
lo dice su nombre, esta ley encuentra su origen y finalidad principal en la idea de
incorporar la participación ciudadana en la gestión pública, lo que derivó en las
modificaciones de las normas que el Código Civil establecía respecto de las personas
jurídicas sin fines de lucro.

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Así, la Ley Nº 20.500 regula el derecho de asociación, el voluntariado, organizaciones de


interés público, fondo de fortalecimiento de estas organizaciones, participación ciudadana
en la gestión pública y juntas de vecinos, temas cuyo análisis detallado va más allá del
ámbito del Derecho Civil, y que por lo mismo deben ser analizados en el contexto del
Derecho Administrativo, sin perjuicio de lo que se dirá a continuación.

1.2. Del Derecho de Asociación.

Concretando la garantía constitucional consagrada en el art. 19 Nº 15 de la Constitución


Política, el art. 1 de la Ley Nº 20.500 establece que todas las personas tienen derecho a
asociarse libremente para la consecución de fines lícitos. La norma agrega que este derecho
comprende la facultad de crear asociaciones que expresen la diversidad de intereses
sociales e identidades culturales.

Se prohíben las asociaciones contrarias a la moral, al orden público y a la seguridad del


Estado. Asimismo se dispone que las asociaciones no podrán realizar actos contrarios a la
dignidad y valor de la persona, al régimen de Derecho y al bienestar general de la
sociedad democrática.

Por su parte, y en concordancia con lo dispuesto en el art. 1º de la Constitución Política, el


art. 2 de la Ley Nº 20.500 establece que es deber del Estado promover y apoyar las
iniciativas asociativas de la sociedad civil. Los órganos de la Administración del Estado
garantizarán la plena autonomía de las asociaciones y no podrán adoptar medidas que
interfieran en su vida interna. El Estado, en sus programas, planes y acciones, deberá
contemplar el fomento de las asociaciones, garantizando criterios técnicos objetivos y de
plena transparencia en los procedimientos de asignación de recursos.

A su turno, y reforzando la garantía de la libre asociación, el art. 3 de la Ley nº 20.500


dispone que nadie puede ser obligado a constituir una asociación, ni a integrarse o a
permanecer en ella. La afiliación es libre, personal y voluntaria. Ni la ley ni autoridad
pública alguna podrán exigir la afiliación a una determinada asociación, como requisito
para desarrollar una actividad o trabajo, ni la desafiliación para permanecer en éstos.

1.3. Personalidad jurídica de las asociaciones.

De conformidad al artículo 5 de la Ley Nº 20.550, las asociaciones se constituirán y


adquirirán personalidad jurídica conforme al Título XXXIII del Libro I del Código Civil,
sin perjuicio de lo que dispongan leyes especiales.

Sin perjuicio de lo anterior, el artículo 7 del mismo cuerpo legal dispone que podrán
constituirse libremente agrupaciones que no gocen de personalidad jurídica. Sin perjuicio

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de lo dispuesto en el inciso final del artículo 549 del Código Civil, en procura de los fines
de tales agrupaciones podrán actuar otras personas, jurídicas o naturales, quienes
responderán ante terceros de las obligaciones contraídas en interés de los fines de la
agrupación.

1.4. Uniones o federaciones.

El artículo 6 de la Ley Nº 20.500 establece que las asociaciones podrán constituir uniones o
federaciones, cumpliendo los requisitos que dispongan sus estatutos y aquellos que la ley
exige para la constitución de las asociaciones. En las mismas condiciones, las federaciones
podrán constituir confederaciones.

1.5. Del Registro Nacional de Personas Jurídicas sin Fines de Lucro.

De acuerdo al artículo 8 de la Ley Nº 20.500, existirá un Registro Nacional de Personas


Jurídicas sin Fines de Lucro, a cargo del Servicio del Registro Civil e Identificación. De
este modo, es dicho organismo el que pasa a ser el encargado de la materia, dejando así de
serlo el Ministerio de Justicia.

El artículo 9 de la misma ley agrega que en el Registro se inscribirán los antecedentes


relativos a la constitución, modificación y disolución o extinción de, entre otras
asociaciones, las asociaciones y fundaciones constituidas conforme a lo dispuesto en el
Título XXXIII del Libro I del Código Civil.

1.6. Corporaciones (o Asociaciones) y Fundaciones.

Las personas jurídicas de derecho privado sin fines de lucro se dividen en corporaciones
(también denominadas “asociaciones” de conformidad al art. 545) y fundaciones,
clasificación del autor alemán HEISE que la propuso en 1807 y posteriormente la adoptó
SAVIGNY.

La doctrina señala que la Corporación es la unión estable de un conjunto de personas que


pretenden fines ideales y no lucrativos; mientras que la Fundación se compone de una
masa o conjunto de bienes destinados por la voluntad del fundador o fundadores a un fin
determinado de interés general.

En términos muy similares, el actual inciso tercero del art. 545 señala que “Una asociación
se forma por una reunión de personas en torno a objetivos de interés común a los
asociados. Una fundación, mediante la afectación de bienes a un fin determinado de interés
general.”

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De este modo, la diferencia fundamental entre corporaciones y fundaciones no está


entonces en sus fines, que pueden ser similares, sino que reside en que las primeras tienen
como elemento básico un conjunto de personas, mientras que en las fundaciones el
elemento básico es la existencia de un patrimonio o conjunto de bienes destinados a la
obtención de un fin.

Lo anterior implica que tratándose de las Corporaciones es fundamental la existencia de


las personas y no de bienes, mientras que en las fundaciones, lo importante es que se
disponga de bienes requiriéndose un número mínimo de personas necesario para su
administración.

Las corporaciones tienen asociados y el fin común perseguido puede incluso beneficiarlos,
como acontece con una corporación deportiva y de recreación, que beneficia a sus
asociados exclusivamente. En cambio, las fundaciones tienen destinatarios, es decir,
aquellos beneficiarios señalados por el fundador, y que son ajenos, usualmente, a los
integrantes de la fundación.

Los artículos 548 al 561, son generales para las corporaciones y fundaciones, mientras que
los artículos 562 y 564 se refieren a las fundaciones. El análisis de los mismos se realizará
en los siguientes apartados.

2. LAS CORPORACIONES.

2.1. Constitución.

El Código Civil preceptúa que “no son personas jurídicas las fundaciones o corporaciones
que no se hayan establecido en virtud de una ley, o que no se hayan constituido conforme
a las reglas de este título” (art. 546). Previo a la entrada en vigencia de la Ley Nº 20.500, las
corporaciones podían constituirse mediante aprobación del Presidente de la República
(siendo la tramitación reglada en el Reglamento sobre Concesión de Personalidad
Jurídica), lo que fue eliminado del ordenamiento jurídico.

Los actuales artículos 548 y 548-1 a 548-4 reglan en particular la materia en los siguientes
términos:

a) Acto constitutivo. El acto por el cual se constituyan las asociaciones o fundaciones


constará en escritura pública o privada suscrita ante notario, oficial del Registro Civil o
funcionario municipal autorizado por el alcalde.

b) Depósito y análisis por parte del secretario municipal del acto constitutivo. Copia
del acto constitutivo, autorizada por el ministro de fe o funcionario ante el cual fue
otorgado, deberá depositarse en la secretaría municipal del domicilio de la persona

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jurídica en formación, dentro del plazo de treinta días contado desde su otorgamiento.
Este plazo no regirá para las fundaciones que se constituyan conforme a disposiciones
testamentarias.

Dentro de los treinta días siguientes a la fecha del depósito, el secretario municipal podrá
objetar fundadamente la constitución de la asociación o fundación, si no se hubiere
cumplido los requisitos que la ley o el reglamento señalen. No se podrán objetar las
cláusulas de los estatutos que reproduzcan los modelos aprobados por el Ministerio de
Justicia. La objeción se notificará al solicitante por carta certificada. Si al vencimiento de
este plazo el secretario municipal no hubiere notificado observación alguna, se entenderá
por el solo ministerio de la ley que no objeta la constitución de la organización, y se
procederá de conformidad al inciso quinto.

Sin perjuicio de las reclamaciones administrativas y judiciales procedentes, la persona


jurídica en formación deberá subsanar las observaciones formuladas, dentro del plazo de
treinta días, contado desde su notificación. Los nuevos antecedentes se depositarán en la
secretaría municipal, procediéndose conforme al antes indicado. El órgano directivo de la
persona jurídica en formación se entenderá facultado para introducir en los estatutos las
modificaciones que se requieran para estos efectos.

c) Inscripción en el Registro. Si el secretario municipal no tuviere objeciones a la


constitución, o vencido el plazo para formularlas, de oficio y dentro de quinto día, el
secretario municipal archivará copia de los antecedentes de la persona jurídica y los
remitirá al Servicio de Registro Civil e Identificación para su inscripción en el Registro
Nacional de Personas Jurídicas sin Fines de Lucro, a menos que el interesado solicitare
formalmente hacer la inscripción de manera directa.

La asociación o fundación gozará de personalidad jurídica a partir de esta inscripción.

d) Contenido del acto constitutivo. De conformidad al art. 548-1, en el acto


constitutivo se debe:
i. Individualizar a quienes comparezcan otorgándolo,
ii. Expresar la voluntad de constituir una persona jurídica
iii. Aprobar los estatutos de la persona jurídica
iv. Designar las autoridades inicialmente encargadas de dirigirla.

2.2. Normas por las que se gobiernan las corporaciones.

Dichas normas son las que establecen las leyes y los estatutos.

Estatutos es el conjunto de reglas que rigen la organización, funcionamiento y disolución o


extinción de la corporación, establecida por sus miembros.

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El artículo 548-2 dispone que los estatutos de las personas jurídicas deberán contener lo
siguiente:

i. El nombre y domicilio de la persona jurídica. De conformidad al art. 548-3 el


nombre de las personas jurídicas deberá hacer referencia a su naturaleza, objeto o
finalidad. El nombre no podrá coincidir o tener similitud susceptible de provocar
confusión con ninguna otra persona jurídica u organización vigente, sea pública o privada,
ni con personas naturales, salvo con el consentimiento expreso del interesado o sus
sucesores, o hubieren transcurrido veinte años desde su muerte.

ii. La duración, cuando no se la constituya por tiempo indefinido;

iii. La indicación de los fines a que está destinada;

iv. Los bienes que forman su patrimonio inicial, si los hubiere, y la forma en que
se aporten;

v. Las disposiciones que establezcan sus órganos de administración, cómo serán


integrados y las atribuciones que les correspondan, y

vi. Las disposiciones relativas a la reforma de estatutos y a la extinción de la


persona jurídica, indicándose la institución sin fines de lucro a la cual pasarán sus bienes
en este último evento.

vii. Los estatutos de toda asociación deberán determinar los derechos y


obligaciones de los asociados, las condiciones de incorporación y la forma y motivos de exclusión.

Por su parte, el artículo 548-4, incorporado por la Ley Nº 20.500, establece una acción de
perjuicios en los siguientes términos: “Todos aquellos a quienes los estatutos de la
corporación irrogaren perjuicio podrán recurrir a la justicia, en procedimiento breve y
sumario, para que éstos se corrijan o se repare toda lesión o perjuicio que de la aplicación
de dichos estatutos les haya resultado o pueda resultarles”.

Lo cierto es que esta disposición encierra una serie de interrogantes que en definitiva
pueden hacerla inaplicable. Desde luego, no es claro cuando un estatuto, en sí, podría
afectar a tercero, desde que se trata de un acto corporativo que le es totalmente inoponible.
Asimismo, resulta difícil imaginar las hipótesis en las que el sólo estatuto, en cuanto tal (o
por su sólo otorgamiento) puede causar perjuicios a terceros, a menos que el mismo
contenga, por ejemplo, denostaciones a una persona que le ocasionen un daño moral. Sin
embargo, ello resulta bastante improbable de que acontezca en la práctica, pues la ley

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establece una revisión por parte del secretario municipal del acto constitutivo que contiene
la aprobación de los estatutos.

Pareciera ser que la parte final de la norma intenta solucionar lo anterior por la vía de
afirmar que la acción puede ser intentada por la “aplicación” de los estatutos, es decir, por
la ejecución práctica de los mismos. Sin embargo, acto seguido se agrega que también
puede ejercerse la acción por la aplicación que “pueda resultar” de los estatutos,
estableciendo una suerte de acción por daño contingente, similar a la que consagra el art.
2333 del Código Civil.

En fin, el art. 548-4 no sólo consagra una acción de reparación de perjuicios propiamente
tal, sino que también de una acción de “corrección” de los mismos.

2.3. La voluntad.

Los socios de una corporación expresan directamente sus voluntades en asambleas


generales, que pueden ser ordinarias o extraordinarias. Los estatutos determinan el objeto
de unas y otras.

Las Asambleas Generales Ordinarias se celebran una vez al año, y las extraordinarias
tienen lugar cada vez que lo exigen las necesidades de la corporación (art. 550), y en ellas
sólo pueden tomarse acuerdos relacionados con los negocios indicados en los avisos de
citación. Hay materias que sólo pueden tratarse en las asambleas de una u otra clase.

Usualmente, los estatutos señalan las reglas que deben seguirse para que se forme la
voluntad de una corporación. Pero el Código Civil enuncia una regla general supletoria al
decir que “la mayoría de los miembros de una corporación, que tengan según sus estatutos
voto deliberativo, será considerada como una asamblea o reunión legal de la corporación
entera. La voluntad de la mayoría de la sala es la voluntad de la corporación” (art. 550).
Los estatutos de la corporación pueden prescribir modificaciones sobre los quórum
señalados (art. 550, inc. final).

2.4. Capacidad, patrimonio y utilidades.

El artículo 556 dispone en su inciso primero que las asociaciones y fundaciones podrán
adquirir, conservar y enajenar toda clase de bienes, a título gratuito u oneroso, por actos
entre vivos o por causa de muerte. En relación a la materia, el art. 557-2 establece que las
asociaciones y fundaciones podrán realizar actividades económicas que se relacionen con
sus fines. Asimismo, podrán invertir sus recursos de la manera que decidan sus órganos
de administración. Las rentas que se perciban de esas actividades sólo deberán destinarse
a los fines de la asociación o fundación o a incrementar su patrimonio.

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Por su parte, el art. 556, inciso 2º, establece que el patrimonio de una asociación se
integrará, además, por los aportes ordinarios o extraordinarios que la asamblea imponga a
sus asociados, con arreglo a los estatutos.

El art. 557-1 señala que las personas jurídicas regidas estarán obligadas a llevar
contabilidad de conformidad con los principios de contabilidad de aceptación general.
Deberán además confeccionar anualmente una memoria explicativa de sus actividades y
un balance aprobado por la asamblea o, en las fundaciones, por el directorio. Las personas
jurídicas cuyo patrimonio o cuyos ingresos totales anuales superen los límites definidos
por resolución del Ministro de Justicia, deberán someter su contabilidad, balance general y
estados financieros al examen de auditores externos independientes designados por la
asamblea de asociados o por el directorio de la fundación de entre aquellos inscritos en el
Registro de Auditores Externos de la Superintendencia de Valores y Seguros.

El inciso final del art. 556 dispone que las rentas, utilidades, beneficios o excedentes de la
asociación no podrán distribuirse entre los asociados ni aún en caso de disolución.

2.5. Dirección y Administración.

De conformidad al art. 551, la dirección y administración de una asociación recaerá en un


directorio de al menos tres miembros, cuyo mandato podrá extenderse hasta por cinco
años.

No podrán integrar el directorio personas que hayan sido condenadas a pena aflictiva. El
director que durante el desempeño del cargo fuere condenado por crimen o simple delito,
o incurriere en cualquier otro impedimento o causa de inhabilidad o incompatibilidad
establecida por la ley o los estatutos, cesará en sus funciones, debiendo el directorio
nombrar a un reemplazante que durará en sus funciones el tiempo que reste para
completar el período del director reemplazado.

El presidente del directorio lo será también de la asociación, la representará judicial y


extrajudicialmente y tendrá las demás atribuciones que los estatutos señalen.

El directorio sesionará con la mayoría absoluta de sus miembros y sus acuerdos se


adoptarán por la mayoría absoluta de los asistentes, decidiendo en caso de empate el voto
del que presida. Por su parte, el art. 557-3 agrega que de las deliberaciones y acuerdos del
directorio y, en su caso, de las asambleas se dejará constancia en un libro o registro que
asegure la fidelidad de las actas. Las asociaciones y fundaciones deberán mantener
permanentemente actualizados registros de sus asociados, directores y demás autoridades
que prevean sus estatutos.

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El directorio rendirá cuenta ante la asamblea de la inversión de los fondos y de la marcha


de la asociación durante el período en que ejerza sus funciones. Cualquiera de los
asociados podrá pedir información acerca de las cuentas de la asociación, así como de sus
actividades y programas.

De acuerdo al artículo 551-1, los directores ejercerán su cargo gratuitamente, pero tendrán
derecho a ser reembolsados de los gastos, autorizados por el directorio, que justificaren
haber efectuado en el ejercicio de su función. Sin embargo, y salvo que los estatutos
dispusieren lo contrario, el directorio podrá fijar una retribución adecuada a aquellos
directores que presten a la organización servicios distintos de sus funciones como
directores. De toda remuneración o retribución que reciban los directores, o las personas
naturales o jurídicas que les son relacionadas por parentesco o convivencia, o por interés o
propiedad, deberá darse cuenta detallada a la asamblea o, tratándose de fundaciones, al
directorio. La regla anterior se aplicará respecto de todo asociado a quien la asociación
encomiende alguna función remunerada.

El art. 551-2 establece que en el ejercicio de sus funciones los directores responderán
solidariamente hasta de la culpa leve por los perjuicios que causaren a la asociación. El
director que quiera salvar su responsabilidad por algún acto o acuerdo del directorio,
deberá hacer constar su oposición, debiendo darse cuenta de ello en la próxima asamblea.

Para que los actos de los que obran por la persona jurídica afecten a ésta, necesario es que
se desempeñen en el ejercicio de su cargo y dentro de sus atribuciones. Así lo expresa el
Código Civil al decir que “los actos del representante de la corporación, en cuanto no
excedan de los límites del ministerio que se les ha confiado, son actos de la corporación; en
cuanto excedan de estos límites, sólo obligan personalmente al representante” (art. 552).

2.6. Fiscalización.

De acuerdo al art. 557, corresponderá al Ministerio de Justicia la fiscalización de las


asociaciones y fundaciones. En ejercicio de esta potestad podrá requerir a sus
representantes que presenten para su examen las actas de las asambleas y de las sesiones
de directorio, las cuentas y memorias aprobadas, libros de contabilidad, de inventarios y
de remuneraciones, así como cualquier otra información respecto del desarrollo de sus
actividades.

El Ministerio de Justicia podrá ordenar a las corporaciones y fundaciones que subsanen las
irregularidades que comprobare o que se persigan las responsabilidades pertinentes, sin
perjuicio de requerir del juez las medidas que fueren necesarias para proteger de manera
urgente y provisional los intereses de la persona jurídica o de terceros.

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El incumplimiento de las instrucciones impartidas por el Ministerio de Justicia se mirará


como infracción grave a los estatutos.

2.7. Disolución.

De conformidad al art. 559, las asociaciones se disolverán:

a) Por el vencimiento del plazo de su duración, si lo hubiera;

b) Por acuerdo de la asamblea general extraordinaria, cumpliendo los requisitos


formales establecidos en el artículo 558;

c) Por sentencia judicial ejecutoriada, en caso de: (1) estar prohibida por la
Constitución o la ley o infringir gravemente sus estatutos, o; (2) haberse realizado
íntegramente su fin o hacerse imposible su realización, y

La sentencia a que se refiere la letra c) precedente sólo podrá dictarse en juicio incoado a
requerimiento del Consejo de Defensa del Estado, en procedimiento breve y sumario, el
que ejercerá la acción previa petición fundada del Ministerio de Justicia. En el caso a que
se refiere el número 2 de la letra c) precedente, podrá también dictarse en juicio
promovido por la institución llamada a recibir los bienes de la asociación o fundación en
caso de extinguirse.

d) Por las demás causas previstas en los estatutos y en las leyes.

2.8. Destino de los bienes después de extinguida la corporación.

El Código Civil establece que disuelta una corporación, debe disponerse de sus
propiedades en la forma que para este caso hubieren prescrito sus estatutos (art. 561).

Puede que en los estatutos nada se diga sobre el destino de los bienes después de
extinguida la persona jurídica. En este caso las propiedades de la corporación o fundación
pasan a dominio del Estado, con la obligación de emplearlas en objetos análogos a los de la
institución. Toca al Presidente de la República señalarlos (C. Civil, artículos citados).

En relación a este último precepto, en el ya citado fallo de 1992 la Corte Suprema resolvió
que el artículo 561 del Código Civil es contrario y quebranta el derecho de propiedad,
atendido que conforme al mismo las propiedades de la corporación disuelta pasarán a
propiedad del Estado, quien deberá emplearlos en objetos análogos a los de la institución;
empero, ese precepto no contempla, ni existe una ley, general o especial, que autorice la
expropiación por causa de utilidad pública o de interés nacional, calificada por el
legislador, como exige la predicha garantía constitucional

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Sin embargo, en el referido fallo de 1997 la misma Corte resolvió que no contraría a la
Constitución el artículo 561 del Código Civil atendido que los bienes de la corporación no
pertenecen a las personas naturales que fueron asociados en dicha corporación de manera
que no pueden reclamar derecho alguno sobre ellos y mal puede haber entonces algún
tipo de confiscación para ellos o para la persona jurídica extinta como pretende el recurso.
De esta forma no lesiona la garantía constitucional amparada por el artículo 19 Nº 24 de la
Constitución que ampara el derecho de propiedad.

3. LAS FUNDACIONES.

Las disposiciones citadas para las Corporaciones se aplican también en general a las
Fundaciones (artículo 563).

3.1. Acto fundacional.

Lo fundamental para la creación de una fundación es la existencia de un fundador que


afecte o destine un conjunto de bienes a un objeto social.

Distintas formas puede adoptar el acto fundacional:

a) Por una asignación testamentaria, dejando un legado para tal efecto (artículo 963,
inciso 2);

b) Por una asignación modal, contenida también en un testamento (artículo 1089);

c) Por una donación modal, lo que supone un contrato de donación en el cual se


impone al donatario una carga o modo;

d) Por una declaración unilateral de voluntad del fundador.

Los estatutos de toda fundación deberán precisar, además, los bienes o derechos que
aporte el fundador a su patrimonio, así como las reglas básicas para la aplicación de los
recursos al cumplimiento de los fines fundacionales y para la determinación de los
beneficiarios.

3.2. Disolución.

El artículo 564 contempla una causal espacial de disolución para las fundaciones, cuando
desaparecen los bienes afectados a la finalidad social.

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B.4
PERSONAS JURÍDICAS DE DERECHO PRIVADO CON FINES DE LUCRO:
LA SOCIEDAD

1. ASPECTOS GENERALES.

Tratan de la sociedad el Título XXVIII del Código Civil, el Código de Comercio (Título VII
del Libro II), y diversas leyes especiales.

El art. 2053 del Código Civil define a la sociedad en los siguientes términos: “La sociedad o
compañía es un contrato en que dos o más personas estipulan poner algo en común con la
mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan”.

El Código Civil establece ciertas normas básicas generales, aplicables a toda especie de
sociedad y reglamenta, en especial, un tipo determinado: la sociedad colectiva civil.

Las sociedades colectivas mercantiles se rigen por las disposiciones del Código de
Comercio; les son igualmente aplicables las normas del Código Civil, particularmente las
que rigen las causas de su disolución (art. 407 del C. de C.).

Las sociedades anónimas se encuentran regidas por la Ley Nº 18.046 de 22 de octubre de


1981.

Las sociedades de responsabilidad limitada se rigen por la Ley Nº 3.918, de 14 de marzo de


1923, y, en lo no previsto en ella y en el pacto social, les son aplicables las reglas
establecidas para las sociedades colectivas (art. 4º de la Ley Nº 3.918).

2. CARACTERES DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.

a) Por regla general la sociedad es un contrato consensual, que se perfecciona por el


solo consentimiento de las partes.

Los socios se obligan a “poner algo en común”, esto es, a efectuar un aporte. No es
menester para que la sociedad se perfeccione la entrega del aporte porque, en tal caso, la
sociedad revestiría los caracteres de contrato real.

La entrega del aporte es el cumplimiento de la obligación fundamental que los socios


contraen de poner en común los bienes que deben integrar el capital de la sociedad.

Sin embargo, son solemnes las sociedades anónimas, las sociedades de responsabilidad
limitada y las sociedades colectivas comerciales que se constituyen por escritura pública,

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cuyo extracto se ha de inscribir en el Registro de Comercio y publicarse en el Diario


Oficial.

b) La sociedad es un contrato intuito personae, esto es, la consideración de la persona


de los socios es determinante de su celebración.

La comunidad de intereses que genera el contrato de sociedad supone una recíproca


confianza entre los socios que encuentra diversas manifestaciones.

Por este motivo, por ejemplo, la sociedad termina normalmente por la muerte de uno de
los socios y está vedado a éstos incorporar a un tercero a la sociedad sin el consentimiento
de los restantes socios.

Este carácter no es común a toda clase de sociedades. En las sociedades anónimas la


persona de los socios es indiferente; son sociedades de capital. Como lógica consecuencia,
la muerte de un socio no disuelve la sociedad y éstos pueden ceder a quien les plazca su
interés en la compañía.

3. LA SOCIEDAD ES UNA PERSONA JURÍDICA DISTINTA DE LOS SOCIOS.

El art. 2053, inc. 2º, declara enfáticamente: “La sociedad forma una persona jurídica
distinta de los socios individualmente considerados”. De ello se siguen las siguientes
consecuencias:

a) Como consecuencia de la personalidad jurídica, las sociedades tienen un


patrimonio propio, distinto del patrimonio personal de los socios.

Los bienes que los socios aportan a la sociedad dejan de pertenecerles y pasan a ser del
dominio social. Por este motivo los acreedores personales de los socios no pueden hacer
efectivos sus créditos en el patrimonio de la sociedad (art. 2096).

Durante la vigencia de la sociedad, los socios tienen sólo un crédito contra la sociedad
para reclamar su parte en los beneficios de los negocios sociales.

b) La sociedad tiene una voluntad propia, que es, normalmente, la de la mayoría de


los socios.

El art. 2054 establece: “En las deliberaciones de los socios que tengan derecho a votar,
decidirá la mayoría de votos, computada según el contrato, y si en éste nada se hubiere
estatuido sobre ello, decidirá la mayoría numérica de los socios. Exceptúanse los casos en
que la ley o el contrato exigen unanimidad, o conceden a cualquiera de los socios el
derecho de oponerse a los otros”.

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Toda modificación sustancial del contrato debe ser acordada unánimemente, salvo que el
contrato mismo estatuya otra cosa (art. 2054, inc. 3º).

c) La sociedad tiene un nombre propio o razón social.

No reglamenta el Código Civil el nombre de las sociedades.

En cambio, el Código de Comercio previene que, en las sociedades colectivas comerciales,


la razón social se forma con la enunciación del nombre de todos los socios o de alguno de
ellos, con la agregación de las palabras “y compañía” (art. 365 del C. de Comercio).

En las sociedades de responsabilidad limitada la razón social se forma con el nombre de


uno o más de los socios o una referencia al objeto social, para terminar con la palabra
“limitada” (art. 4º de la Ley Nº 3.918).

4. ELEMENTOS DEL CONTRATO DE SOCIEDAD.

Además de los requisitos o condiciones generales que son propios de todo contrato, la
sociedad debe reunir los siguientes que son característicos:

4.1. Aporte de los socios.

a) Necesidad de un aporte

Por definición la sociedad es un contrato en que los socios convienen “poner algo en
común” con el propósito de compartir los beneficios (art. 2053). El art. 2055 dispone que
“no hay sociedad, si cada uno de los socios no pone alguna cosa en común”.

La necesidad de efectuar un aporte resulta de que la sociedad, para llevar a cabo sus fines,
debe contar con un patrimonio propio que permita realizarlos.

El conjunto de los aportes debe formar un fondo común, destinado a explotarse con miras
a un mutuo beneficio.

b) Objeto del aporte

El aporte de los socios puede consistir en dinero u otros bienes raíces o muebles, en una
industria, servicio o trabajo apreciable en dinero (art. 2055, inc. 1º).

De este modo, el aporte puede consistir en bienes de la más variada índole y aún en una
industria, trabajo o servicio.

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No es menester que los aportes sean el mismo valor ni de la misma naturaleza. Importa
sólo que los socios efectúen un aporte. Una participación en las utilidades a quien no pone
algo en común entraña una donación, sometida a las reglas de la donación entre vivos.

c) Requisitos del aporte

El aporte de los socios debe reunir los siguientes caracteres:

c.1) Los aportes que los socios se comprometen a efectuar deben ser susceptibles de
estimación pecuniaria, apreciables en dinero.

El art. 352 Nº 4 del Código de Comercio establece que la escritura de sociedad deberá
expresar el capital que aporta cada socio y el valor que se asigne a los aportes que
consistan en muebles o en inmuebles, y la forma en que debe hacerse el justiprecio de los
mismos aportes en caso de que no se les haya asignado valor alguno.

c.2) El aporte, además, debe verificarse a título singular.

“Se prohíbe toda sociedad a título universal, sea de bienes presentes y venideros, o de
unos u otros” (art. 2056, inc. 1º). “Se prohíbe, asimismo, toda sociedad de ganancias a
título universal, excepto entre cónyuges” (art. 2056, inc. 2º)

Sociedad universal de bienes presentes o futuros es aquella en que los socios estipulan
poner en común la totalidad de su patrimonio actual o venidero. Sociedad a título
universal de ganancias es aquella en que los socios se comprometen a compartir la
totalidad de los beneficios que obtengan en sus respectivas actividades.

Solamente tolera el legislador una sociedad a título universal de ganancias entre cónyuges;
pero la sociedad conyugal, en verdad, sólo tiene de sociedad el nombre.

El Código Civil francés admite y reglamenta las sociedades a título universal de ganancias
y de bienes presentes.

4.2. Participación en las utilidades.

a) Todos los socios deben participar en los beneficios

La sociedad persigue un fin de lucro con el objeto de repartir el provecho entre los
asociados. La persecución de esta finalidad es la esencia de la sociedad.

El art. 2055 declara que “tampoco hay sociedad sin participación de beneficios”.

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Todos los socios deben participar en los beneficios. No hay sociedad si se conviene en
atribuir todos los beneficios a algunos socios con exclusión de otros.

b) Los beneficios deben ser estimables en dinero

El beneficio que los socios obtengan, del mismo modo que sus aportes, deben ser de
carácter pecuniario; no se considera beneficio el de índole solamente moral.

El art. 2055, inc. 3º, previene: “No se entiende por beneficio el puramente moral, no
apreciable en dinero”.

c) El derecho del socio supone que la sociedad obtenga utilidades

El derecho de los socios de participar en los beneficios supone que la sociedad obtenga
utilidades.

Una remuneración fija, que debe pagarse independientemente del resultado de los
negocios sociales, no importa una participación en los beneficios. Importa una
remuneración del capital, industria o trabajo y quien la recibe no debe ser considerado
como socio.

El art. 2086 establece categóricamente: “Si por el acto constitutivo de la sociedad se


asegura a una persona que ofrece su industria una cantidad fija que deba pagársele aun
cuando la sociedad se halle en pérdida, se mirará esta cantidad como el precio de su
industria, y el que la ejerce no será considerado como socio”.

Si al que aporta su industria se le asigna una cuota del eventual beneficio que la sociedad
obtenga, nada podrá reclamar cuando la sociedad haya experimentado pérdidas, aun
cuando la cuota asignada se le haya reconocido como precio por su industria (art. 2086,
inc. 2º).

d) Forma en que se distribuyen los beneficios

La distribución de los beneficios puede hacerse en la forma que determinen las partes
contratantes o un tercero, y en su defecto, la hace la ley.

d.1) La distribución de los beneficios se hará, en primer término, como los socios hayan
acordado. El art. 2066 establece que “los contratantes pueden fijar las reglas que tuvieren
por convenientes para la división de ganancias y pérdidas”.

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d.2) La forma como debe efectuarse la distribución puede entregarse al arbitrio de un


tercero. El fallecimiento del tercero, u otra causa que le impida cumplir su cometido, trae
como consecuencia que la sociedad no llegue a formarse (art. 2067, inc. 3º).

La decisión del tercero no es susceptible de reclamo, a menos que lo resuelto “fuere


manifiestamente inicuo”; la reclamación no es admisible pasados tres meses desde que la
resolución del tercero fue conocida del reclamante, o si ha empezado a ponerse en
ejecución por él (art. 2067, inc. 1º).

La determinación de la forma como deben compartirse las utilidades no puede quedar


entregada al arbitrio de ninguno de los socios (art. 2067, inc. 2º).

d.3) La ley, en fin, en el silencio de las partes, establece que la participación en las
utilidades será proporcional al aporte.

El art. 2068 establece que “a falta de estipulación expresa, se entenderá que la división de
los beneficios debe ser a prorrata de los valores que cada socio haya puesto en el fondo
social”.

e) Participación del socio industrial

El socio industrial aporta su “industria, servicio o trabajo”. A falta de estipulación ¿cuál


será su participación en los beneficios?

Como resulta inaplicable la regla que hace la participación proporcional al aporte, no cabe
otra solución equitativa sino que la determinación que efectúe el juez.

En efecto, el art. 2069 dispone que “si uno de los socios contribuyere solamente con su
industria, servicio o trabajo, y no hubiere estipulación que determine su cuota en los
beneficios sociales, se fijará esta cuota en caso necesario por el juez”.

El Código de Comercio, en cambio, establece una regla diversa y manifiestamente injusta:


“el socio industrial llevará en las ganancias una cuota igual a la que corresponda al aporte
más módico” (art. 383 del C. de Comercio).

4.3. Contribución a las pérdidas.

a) Forma de la contribución

El propósito de obtener beneficios y de compartirlos puede frustrarse y resultar de las


operaciones sociales una pérdida que los socios deben igualmente compartir.

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Los socios contribuirán a las pérdidas en la forma prevista en el contrato. A falta de


estipulación debe hacerse la contribución de las pérdidas “a prorrata de la división de los
beneficios” (art. 2068).

En otras palabras, en defecto de estipulación, los socios deben concurrir a las pérdidas en
la misma forma en que participan de los beneficios, esto es, a prorrata de sus aportes.

En cuanto al socio industrial, el art. 2069 dispone que “si ninguna estipulación
determinare la cuota que le quepa en las pérdidas, se entenderá que no le cabe otra que la
de dicha industria, trabajo o servicio”.

El art. 383 del Código de Comercio, ocupándose de las sociedades mercantiles, declara que
el socio industrial no le cabe soportar parte alguna en las pérdidas.

b) Regla del art. 2070

La parte que a cada socio corresponde en los beneficios y en las pérdidas debe calcularse
“sobre el resultado definitivo de los negocios sociales”. Tal es la regla fundamental del art.
2070, inc. 2º.

De aquí se sigue una doble consecuencia:

b.1) Los negocios en que la sociedad sufre pérdidas deben compensarse con aquellos en
que reporta beneficios (art. 2070, inc. 2º).

b.2) La distribución de las utilidades y pérdidas no se entenderá ni respecto de la


gestión de cada socio, ni respecto de cada negocio en particular (art. 2070, inc. 1º).

El resultado definitivo de los negocios de la sociedad no puede conocerse sino cuando ésta
tenga fin. Pero es obvio que los socios, capitalistas o industriales, no se resignarán a
esperar, a menudo varios años para recibir los beneficios que persiguen. Generalmente,
por esto, en la práctica, se aplicarán las cuotas de beneficios o pérdidas a los resultados del
balance anual.

Puede resultar, como consecuencia de esta práctica, que el socio reciba en exceso sobre lo
que le corresponda en definitiva. En tal caso, el socio que reciba a cuenta mayor cantidad
de beneficios de los que le correspondan según el resultado definitivo de las operaciones,
devolverá el exceso.

“Sin embargo, los socios comanditarios no estarán obligados a colacionar los dividendos
que hayan recibido de buena fe y los accionistas de sociedades anónimas en caso alguno

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estarán obligados a devolver a la caja social las cantidades que hubieren percibido a título
de beneficio” (art. 2070, inc. 3º).

4.4. Intención de formar sociedad.

La doctrina señala un último elemento del contrato de sociedad: la affectio societatis. Las
partes deben contratar con el propósito de asociarse, con la intención de formar sociedad.

Este elemento diferencia al contrato de sociedad de otros contratos, por ejemplo, de un


contrato de trabajo en que la remuneración del empleado consista en una participación de
las utilidades.

5. SOCIEDAD DE HECHO.

La falta de los requisitos que son de la esencia de la sociedad trae como resultado que el
contrato no produzca efecto alguno o degenere en uno diverso del contrato de sociedad.

El art. 2057 prescribe que “si se formare de hecho una sociedad que no pueda subsistir
legalmente, ni como sociedad, ni como donación, ni como contrato alguno, cada socio
tendrá la facultad de pedir que se liquiden las operaciones anteriores y de sacar sus
aportes”.

Por su parte, el art. 2058 añade: “La nulidad del contrato de sociedad no perjudica a las
acciones que corresponden a terceros de buena fe contra todos y cada uno de los asociados
por las operaciones de la sociedad si existiere de hecho”

6. DIFERENTES ESPECIES DE SOCIEDAD.

6.1. Sociedades civiles y comerciales.

Atendiendo al objeto o fin de la sociedad, puede ser civil o comercial.

Para calificar las sociedades de civiles o mercantiles la ley atiende a la clase de negocios
para que ha sido constituida o, en otros términos, a la naturaleza de su giro.

“Son sociedades comerciales las que se forman para negocios que la ley califica de actos de
comercio. Las otras son sociedades civiles”. (art. 2059).

El Código de Comercio enumera largamente, en su art. 3º, los actos que se reputan
mercantiles.

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Puede estipularse que la sociedad civil por su naturaleza se sujete a las reglas de la
sociedad comercial (art. 2060).

6.2 Sociedades colectivas, en comandita, anónimas, por acciones y de


responsabilidad limitada.

El art. 2061 establece que la sociedad, sea civil o mercantil, puede ser colectiva, en
comandita o anónima.

La ley Nº 3.918, de 14 de marzo de 1923, estableció las sociedades de responsabilidad


limitada.

La clasificación atiende tanto a la forma de su administración como a la responsabilidad


que cabe a los socios frente a las obligaciones sociales.

(i) Sociedades colectivas.

Sociedad colectiva es aquella en que todos los socios administran por sí o por un
mandatario elegido de común acuerdo (art. 2061, inc. 2º).

La ley ha definido las sociedades colectivas por la forma que adopta su administración;
pero en verdad, tal definición no las caracteriza adecuadamente.

Las sociedades colectivas se caracterizan, además, por las circunstancias siguientes:

a) Los socios responden con sus bienes propios de las obligaciones sociales, en forma
ilimitada, pero proporcional a sus respectivos aportes.

b) La sociedad forma su nombre o razón social con el nombre de todos los socios o de
alguno de ellos y las palabras “y compañía” (En realidad, el Código Civil guarda silencio
acerca del nombre de las sociedades colectivas; el Código de Comercio, en su art. 365,
señala la norma apuntada).

De este modo, el nombre de la sociedad permite a los que con ella contratan enterarse de
que se trata de una sociedad colectiva.

(ii) Sociedades de responsabilidad limitada.

La ilimitada responsabilidad que impone a los socios la sociedad colectiva -proporcional a


los aportes en las sociedades civiles, y solidaria en las comerciales- importa un grave
riesgo.

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Los malos negocios de la sociedad ponen a los socios en peligro de perder no sólo los
bienes que pusieron en común, sino de comprometer seriamente su propio patrimonio. La
sociedad de responsabilidad limitada, como su nombre lo indica, pone un límite a la
responsabilidad de los socios.

La sociedad se rige, en general, por las mismas reglas que la sociedad colectiva, con las
siguientes salvedades:

a) La responsabilidad de los socios se limita al monto de sus aportes o de la suma que


a más de éstos se indique. La escritura de sociedad debe contener una expresa declaración
en tal sentido.

b) El contrato es solemne. Debe constituirse por escritura pública, cuyo extracto debe
inscribirse en el Registro de Comercio del domicilio social y publicarse en el Diario Oficial.

c) La razón social debe contener el nombre de uno o más de los socios o una
referencia al objeto de la sociedad, para terminar con la palabra “limitada”. La omisión de
esta palabra hace responsables solidariamente a los socios de las operaciones sociales.

(iii) Sociedades anónimas.

La sociedad anónima tiene, entre nosotros, una extraordinaria importancia. Prácticamente


todos los negocios de alguna envergadura se explotan por sociedades de esta clase.

Permite la sociedad anónima reunir grandes capitales y sustancialmente se caracteriza


porque es una sociedad de capitales más bien que de personas.

El Código las define: “Sociedad anónima es aquella formada por la reunión de un fondo
común, suministrado por accionistas responsables sólo por sus respectivos aportes y
administrada por un directorio integrado por miembros esencialmente revocables” (art.
2061, inc. 4º. Igual definición está contenida en el art. 1º de la Ley Nº 18.046).

En líneas generales, las características de esta clase de sociedad son las siguientes:

a) La administración no corresponde a todos los socios, sino que está a cargo de


mandatarios revocables designados en la forma, por el tiempo y con las facultades que
prevén los estatutos.

Tales mandatarios, conocidos comúnmente con el nombre de directores, constituyen el


directorio o consejo de administración de la sociedad.

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b) La responsabilidad de los socios se limita al monto de sus aportes o acciones (art.


2097).

c) El nombre de la sociedad debe incluir las palabras “sociedad anónima” o las


iniciales “S.A.” (art. 8º de la Ley Nº 18.046).

d) La sociedad anónima es siempre solemne (art. 3º de la Ley Nº 18.046).

(iv) Sociedades en comandita.

La sociedad en comandita es aquella “en que uno o mas de los socios se obligan solamente
hasta concurrencia de sus aportes” (art. 2061, inc. 3º).

Sus características son:

a) La sociedad en comandita tiene dos clases de socios: socios gestores y socios


comanditarios. Los socios comanditarios no tienen ninguna injerencia en la administración
que corresponde exclusivamente a los socios gestores.

b) Los socios gestores son responsables de la misma manera que los socios colectivos
y en sus relaciones entre si y con terceros se aplican las reglas de las sociedades colectivas
(art. 2063). Los socios comanditarios responden hasta la concurrencia de sus aportes (art.
2097).

c) La razón social se forma con el nombre de los socios gestores únicamente. El art.
2062 establece: “Se prohíbe a los socios comanditarios incluir sus nombres en la firma o
razón social, y tomar parte en la administración”.

La contravención “les impondrá la misma responsabilidad que a los miembros de una


sociedad colectiva” (art. 2062, inc. 2º).

(v) Sociedades por acciones

La ley Nº 20.190 de 5 de junio de 2007 incorporó a nuestro ordenamiento jurídico las


sociedades por acciones o SpA, las que presentan una serie de características sumamente
innovadoras en materia societaria.

El artículo 424 del Código de Comercio las define como “una persona jurídica creada por
una o más personas mediante un acto de constitución perfeccionado de acuerdo con los
preceptos siguientes, cuya participación en el capital es representada por acciones”. El
inciso segundo de la misma disposición agrega que “La sociedad tendrá un estatuto social
en el cual se establecerán los derechos y obligaciones de los accionistas, el régimen de su

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administración y los demás pactos que, salvo lo dispuesto en este párrafo, podrán ser
establecidos libremente”.

Como se puede observar, una de las notas distintivas de las SpA es que admiten tener un
solo socio, siendo además característica la amplia libertad que se entrega para establecer
cualquier clase de pacto, salvo disposición legal contraria.

En líneas generales, las características de esta clase de sociedad son las siguientes:

a) La administración es determinada libremente por el o los accionistas. A falta de


estipulación, rigen las normas de las sociedades anónimas cerradas, y por ende la
administración corresponderá a un directorio.

b) La responsabilidad de los socios se limita al monto de sus aportes o acciones.

c) El nombre de la sociedad debe incluir las palabras “SpA”.

d) La sociedad anónima es siempre solemne (art. 425 del Código de Comercio).

7. ADMINISTRACIÓN DE LA SOCIEDAD COLECTIVA.

7.1. A quien compete la administración.

La sociedad colectiva se caracteriza porque la administración corresponde a todos los


socios, por si o por medio de mandatarios designados de común acuerdo (art. 2061, inc.
2º).

Por consiguiente, es menester distinguir dos situaciones diversas: a) los socios han
designado para la administración de la sociedad uno o varios administradores, y b) los
socios no han efectuado tal designación.

7.2. Caso en que la administración se confía a uno o varios administradores.

La designación de administradores puede efectuarse por una cláusula especial del


contrato de sociedad o por un acto posterior.

Tal es la regla del art. 2071, inc. 1º: “La administración de la sociedad colectiva puede
confiarse a uno o mas de los socios, sea por el contrato de sociedad, sea por acto posterior
unánimemente acordado”.

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7.3. Designación del administrador en el pacto social.

La designación del administrador en el pacto social hace razonablemente suponer que el


contrato se ha celebrado en consideración a que la administración estará confiada a
determinada persona.

El inc. 2º del art. 2071 establece que si la designación se ha hecho en el contrato mismo,
“las facultades administrativas del socio o socios forman parte de las condiciones
esenciales de la sociedades, a menos de expresarse otra cosa en el mismo contrato”.

Una doble consecuencia se sigue de que se repute como una condición esencial la
designación de administrador: no puede renunciar ni ser removido sino por causa
legitima.

a) Por de pronto, no es licito al socio administrador renunciar “sino por causa prevista
en el acto constitutivo, o unánimemente aceptada por los consocios” (art. 2072, inc.1º).

b) Además, no puede el socio administrador ser removido “sino en los casos previstos
o por causa grave”; debe tenerse por tal la que le haga indigno de confianza o incapaz de
administrar útilmente, esto es, su infidelidad o ineptitud (art. 2072, inc. 2º).

Cualquiera de los socios puede pedir la remoción del socio gestor, justificando la causa.

7.4. Consecuencias de la renuncia o remoción del administrador.

La renuncia o remoción del administrador como condición esencial que es del contrato,
pone fin a la sociedad. Así ocurre indefectiblemente cuando la remoción o renuncia tiene
lugar sin causa legítima (art. 2072, inc. 3º).

El art. 2073 prevé, sin embargo, las condiciones en que la sociedad puede continuar, a
pesar de la remoción o renuncia del administrador designado en el contrato.

a) En el caso de justa renuncia o justa remoción del administrador, podrá continuar la


sociedad “siempre que todos los socios convengan en ello y en la designación de un nuevo
administrador o en que la administración pertenezca en común a todos los socios” (art.
2073, inc. 1º).

b) Si hubiere varios administradores, podrá continuar la sociedad, “acordándose


unánimemente que ejerzan la administración los que restan” (art. 2073, inc. 2º).

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7.5. Nombramiento del administrador por acto posterior al contrato de sociedad.

Muy diversa es la situación del administrador designado por un acto posterior al pacto
social.

El nombramiento del administrador, en tal caso, no es condición esencial de la sociedad;


su renuncia o remoción no requiere expresión de causa y no influye en la existencia de la
sociedad.

El art. 2074 expresa: “La administración conferida por acto posterior al contrato de
sociedad puede renunciarse por el socio administrador y revocarse por la mayoría de los
consocios, según las reglas del mandato ordinario”.

Nótese que el nombramiento del administrador exige el acuerdo unánime de los socios,
mientras que la remoción requiere solamente la mayoría.

7.6. Caso en que no se haya designado administrador.

En el caso de que no se haya designado administrador, en el contrato mismo o en acto


posterior, la administración compete a todos los socios.

Tal es la lógica regla que establece el art. 2081: “Se entenderá que cada uno de ellos ha
recibido de los otros el poder de administrar”.

7.7. Formas de la administración.

La forma como se desenvuelve la administración depende de las personas a quienes se


encuentra encomendada.

La administración puede estar confiada: a) a un administrador; b) a varios


administradores, y c) a todos los socios.

a) Administración por un administrador.

El administrador goza de libertad e independencia para administrar los negocios sociales.

En su gestión no requiere consultar a sus consocios y, aun, puede actuar contra el parecer
de los demás. Si la voluntad unánime de los socios le ha investido del poder de
administrar, es natural que no puedan contradecirle en el desempeño de sus funciones.

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El art. 2075 dispone al respecto: “El socio a quien se ha conferido la administración por el
contrato de sociedad o por convención posterior, podrá obrar contra el parecer de los
otros”.

Deberá el socio administrador, sin embargo, sujetarse a las restricciones legales y a las que
se le hayan impuesto en el mandato respectivo.

Con todo, la mayoría de los socios podrá oponerse “a todo acto que no haya producido
efectos legales” (art. 2075, inc. 2º). En otros términos, la oposición de la mayoría de los
socios impedirá que el administrador lleve a cabo los actos en proyecto; pero la oposición
resulta ineficaz ante los actos consumados.

b) Administración por varios administradores.

Cuando la administración se confía a varios administradores, cada cual, indistinta y


separadamente, está investido de la facultad de administrar, a menos de estipularse que
han de obrar de consuno.

El art. 2076 previene: “Si la administración es conferida, por el contrato de sociedad o por
convención posterior, a dos o mas de los socios, cada uno de los administradores podrá
ejecutar por si solo cualquier acto administrativo, salvo que se haya ordenado otra cosa en
el titulo de su mandato”.

Si el título de su mandato prescribe que los administradores obrarán de consuno, no


podrán actuar separadamente “ni aún a pretexto de urgencia “(art. 2076, inc.2º).

7.8. Facultades de los administradores.

Las facultades de los administradores serán las que las partes hayan señalado; debe el
administrador ceñirse a los términos de su mandato.

A falta de estipulación que fije las atribuciones del administrador, “se entenderá que no le
es permitido contraer a nombre de la sociedad otras obligaciones, ni hacer otras
adquisiciones o enajenaciones, que las comprendidas en el giro ordinario de ella” (art.
2077).

El objeto de la sociedad determina las atribuciones del administrador, porque obviamente


debe entenderse que los socios han querido dotarle de todas aquellas facultades que sean
conducentes a la realización de los fines sociales.

Corresponde al administrador cuidar de la conservación, reparación y mejora de los bienes


que forman el capital de la sociedad, actos típicos de administración.

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En cambio, no le es lícito dar en prenda los bienes sociales, ni hipotecarios, ni alterar su


forma, aunque las alteraciones le parezcan convenientes (art. 2078, inc.1º).

Concordante con estas ideas, el art. 395 del Código de Comercio dispone: “Los
administradores delegados representan a la sociedad judicial y extrajudicialmente; pero si
no estuvieren investidos de un poder especial, no podrán vender ni hipotecar los bienes
inmuebles por su naturaleza o su destino, ni alterar su forma, ni transigir, ni comprometer
los negocios sociales de cualquiera naturaleza que fueren”.

Sin embargo, el art. 396 añade: “Las alteraciones en la forma de los inmuebles sociales que
el administrador hiciere a vista y paciencia de los socios, se entenderán autorizadas y
aprobadas por éstos para todos los efectos legales”.

Pero podrá ocurrir que los bienes sociales requieran alteraciones o transformaciones
urgentes. Podrá llevarlas a cabo, en tal caso, a condición de que sean “tan urgentes que no
le hayan dado tiempo para consultar a los consocios” (art. 2078, inc.2º).

7.7. Efectos de los actos del administrador.

El administrador, como se ha dicho, debe ceñirse a los términos de su mandato y, en su


defecto, a las normas legales.

Como es lógico, solamente los actos ejecutados por el administrador dentro de la órbita de
sus atribuciones obligan a la sociedad; los actos que ejecute excediéndose de sus facultades
obligan personalmente al administrador.

Tal es la regla del art. 2079: “En todo lo que obre dentro de los límites legales o por poder
especial de sus consocios, obligará a la sociedad; obrando de otra manera, él solo será
responsable”.

La disposición aplica, lisa y llanamente, las reglas generales del mandato.

7.8. Obligación de rendir cuenta.

Para que los socios excluidos de la administración tomen conocimiento de la marcha de los
negocios sociales, los administradores deben rendir cuenta de su gestión en la época
prefijada o, a lo menos, una vez al año.

El art. 2080 les impone esta obligación y la época en que deben cumplirla: “El
administrador es obligado a dar cuenta de su gestión en los períodos designados al efecto
por el acto que le ha conferido la administración, y, a falta de esta designación,
anualmente”.

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7.9. Administración por todos los socios.

La administración que, en caso de no haberse conferido a uno o más, corresponde a todos


los socios, está sujeta a las mismas reglas antes indicadas.

Los socios tendrán las facultades que se hayan mutuamente otorgado y, en su defecto, no
podrán contraer otras obligaciones, ni hacer otras adquisiciones o enajenaciones que las
que correspondan al giro ordinario de la sociedad.

Sin embargo, el art. 2081 consigna algunas reglas aplicables al caso en que la
administración corresponda a todos los socios:

a) Cualquiera de los socios tiene derecho a oponerse a los actos de los demás,
mientras esté pendiente su ejecución o no hayan producido efectos legales (art. 2081, Nº 1).

Cabe preguntarse si el derecho de veto de un socio es absoluto, de manera que el acto no


puede ejecutarse o si, por el contrario, prevalece el criterio de la mayoría.

Razones de orden práctico, por de pronto, aconsejan el segundo criterio que adopta el
Código de Comercio.

En efecto, el art. 389 prescribe que la oposición suspende provisoriamente la ejecución del
acto o contrato proyectado, hasta que la mayoría numérica de los socios califique su
conveniencia o inconveniencia. El art. 390 añade que el acuerdo de la mayoría obliga a la
minoría sólo cuando recae sobre actos de simple administración o sobre disposiciones
comprendidas en las operaciones designadas en el contrato social. Si no se produce
mayoría, los socios deberán abstenerse de ejecutar el acto en proyecto.

b) Cada socio podrá servirse para su uso personal de las cosas que forman el haber
social con tal que las emplee según su destino ordinario, y sin perjuicio de la sociedad y
del justo uso de los otros (art. 2081, Nº 2º).

c) Cada socio tiene derecho para obligar a los otros a que hagan con él las expensas
necesarias para la conservación de las cosas sociales (art. 2081, Nº 3º).

d) Ninguno de los socios podrá hacer innovaciones en los inmuebles que dependan
de la sociedad sin el consentimiento de los otros (art. 2081, Nº 4º).

No consulta la ley, esta vez, una excepción como la consignada en el inc. 2º del art. 2078,
que reputa agente oficioso al socio administrador que efectúa innovaciones o alteraciones
tan urgentes que no dan tiempo para consultar a los consocios.

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La disposición se refiere solamente a los inmuebles, mientras el art. 2078 prohíbe a los
socios administradores alterar la forma “de los objetos que forman el capital fijo de la
sociedad”.

8. OBLIGACIONES DE LOS SOCIOS.

Los párrafos 5º y 6º del Título XXVIII se denominan “De las obligaciones de los socios
entre sí” y “De las obligaciones de los socios respecto de terceros”.

No es exacta la denominación del párrafo 5º, puesto que no se refiere propiamente a


obligaciones entre los socios en que unos asuman el papel de acreedores y otros de
deudores.

Las obligaciones de que se ocupa el párrafo 5º son obligaciones de los socios para con la
sociedad y de la sociedad para con los socios.

De este modo hay que distinguir: a) obligaciones de los socios para con la sociedad; b)
obligaciones de la sociedad para con los socios, y c) obligaciones de los socios respecto de
terceros.

8.1. Obligaciones de los socios para con la sociedad.

Las obligaciones que el contrato impone a los socios para con la sociedad son tres:

a) Obligación de efectuar el aporte

a.1) El aporte es obligación esencial de la sociedad

En virtud del contrato de sociedad los socios estipulan poner algo en común, se obligan a
efectuar su aporte.

El carácter esencial de esta obligación aparece destacado nítidamente en el art. 2055: “no
hay sociedad, si cada uno de los socios no pone alguna cosa en común”.

Los aportes deben efectuarse en la forma y tiempo convenidos. El art. 2087 previene que “a
ningún socio podrá exigirse aporte más considerable que aquel a que se haya obligado”.

Si una mutación de las circunstancias determina que no pueda obtenerse el objeto de la


sociedad sin elevar el monto de los aportes, “el socio que no consienta en ello podrá
retirarse, y deberá hacerlo si sus consocios lo exigen” (art. 2087).

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La negativa del socio de elevar su aporte no puede ser causa de que se frustren los fines de
la sociedad.

a.2) Aportes en propiedad y en usufructo

El art. 2082 dispone: “Los aportes al fondo social pueden hacerse en propiedad o en
usufructo, En uno y otro caso los frutos pertenecen a la sociedad desde el momento del
aporte”.

Las consecuencias que derivan de la forma del aporte revisten considerable importancia.

El aporte es en propiedad cuando el socio se obliga a transferir a la sociedad el dominio de


los bienes aportados. La sociedad, en tal caso, es un título translaticio de dominio.

Verificada la tradición, conforme a las reglas generales, la sociedad se hace dueña de los
bienes aportados.

Para cumplir el aporte, los inmuebles aportados deberán inscribirse, a nombre de la


sociedad, en el Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces.

El aporte es un usufructo cuando el socio se obliga a otorgar a la sociedad solamente el


goce de los bienes aportados, esto es, un derecho de usufructo.

Las relaciones entre el socio que ha efectuado esta clase de aporte y la sociedad serán las
que median entre el nudo propietario y el usufructuario.

Sin embargo es menester tener presente que en el usufructo de cosas fungibles “el usuario
se hace dueño de ellas” (art. 789).

a.3) Riesgos de la cosa aportada.

El problema de los riesgos de la cosa aportada se plantea en términos diversos según la


forma del aporte:

i) “Si se aporta la propiedad, el peligro de la cosa pertenece a la sociedad según las


reglas generales, y la sociedad queda exenta de la obligación de restituirla en especie” (art.
2084, inc.1º).

La sociedad debe soportar los deterioros de la cosa aportada y la pérdida que experimente
por caso fortuito. El socio, entre tanto, no ve disminuidos sus derechos en la sociedad.

El riesgo, en suma, lo soporta la sociedad.

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ii) Cuando se aporta el usufructo, “la perdida o deterioro de la cosa, no imputables a


culpa de la sociedad, pertenecerán al socio que hace el aporte” (art. 2084, inc. 2º). Los
riesgos son de cargo del socio.

iii) Las reglas anteriores sufren importante excepción cuando el aporte constituye un
cuasiusufructo y el usufructuario, por consiguiente, se hace dueño de los bienes aportados.

Los riesgos son de cargo de la sociedad, en el sentido de que la perdida de las cosas
aportadas no la libera de la obligación de pagar al socio su valor.

El art. 2084, inc. 3º, expresa que si el aporte en usufructo “consiste en cosas fungibles, en
cosas que se deterioran por el uso, en cosas tasadas, o cuyo precio se ha fijado de común
acuerdo, en materiales de fabrica o artículos de venta pertenecientes al negocio o giro de la
sociedad, pertenecerá la propiedad a ésta con la obligación de restituir al socio su valor”.

El valor que la sociedad debe reintegrar al socio será, por regla general, el que las cosas
tenían al tiempo del aporte, salvo que las cosas se hayan aportado apreciadas, porque,
entonces, se deberá el valor de apreciación (art. 2084, inc. 4º).

a.4) Incumplimiento del aporte.

El art. 2083 prescribe: “El socio que aun por culpa leve ha retardado la entrega de lo que le
toca poner en común, resarcirá a la sociedad todos los perjuicios que le haya ocasionado el
retardo. Comprende esta disposición al socio que retarda el servicio industrial en que
consiste su aporte”.

Y el art. 2101 dice: “Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a su promesa de
poner en común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato, los otros
tendrán derecho para dar la sociedad por disuelta”.

El Código de Comercio, en su art. 379, por su parte establece: “El retardo en la entrega del
aporte, sea cual fuere la causa que lo produzca, autoriza a los asociados para excluir de la
sociedad al socio moroso o proceder ejecutivamente contra su persona y bienes para
compelerle al cumplimiento de su obligación. En uno y otro caso el socio moroso
responderá de los daños y perjuicios que la tardanza ocasionare a la sociedad”.

b) Obligación de saneamiento.

El socio que aporta un cuerpo cierto debe una garantía a la sociedad, sea que el aporte se
verifique en propiedad o en usufructo.

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De cualquier modo que el aporte se realice, el socio debe asegurar a la sociedad la posesión
y el goce pacifico de la cosa aportada.

El art. 2085 dispone al respecto: “El que aporta un cuerpo cierto en propiedad o usufructo,
es obligado, en caso de evicción, al pleno saneamiento de todo perjuicio”.

La posición del socio frente a la sociedad se asemeja a la del vendedor frente al comprador.

c) Obligación de cuidar los intereses sociales.

Los socios deben velar por los intereses de la sociedad, como un buen padre de familia.

En resumen, en el cumplimiento de esta obligación, los socios deben anteponer los


intereses de la sociedad a su interés personal.

Tiene esta obligación diversas aplicaciones.

c.1) Indemnización de los perjuicios causados a la sociedad.

Por de pronto, “todo socio es responsable de los perjuicios que aun por culpa leve haya
causado a la sociedad” (art. 2093).

Añade el art. 2093 que les está vedado a los socios compensar estos perjuicios con los
provechos que su industria haya procurado a la sociedad. La razón es obvia: el socio es
deudor de la sociedad por los perjuicios que le haya causado, pero la sociedad no es
deudora del socio por el provecho que le haya proporcionado la actividad de éste.

No cabe la compensación porque el socio y la sociedad no son recíprocamente deudores.

c.2) El producto de la actividad de los socios cede en exclusivo provecho social.

El art. 2091 consagra otra importante aplicación del principio general: “Los productos de
las diversas gestiones de los socios en el interés común pertenecen a la sociedad; y el socio
cuya gestión ha sido lucrativa, no por eso tendrá derecho a mayor beneficio en el producto
de ella”.

Tiene el socio obligación de velar por el interés social; por lo mismo, la sociedad y no el
socio se beneficia con la actividad que este despliegue.

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c.3) Caso del socio que es acreedor de un deudor de la sociedad.

Una tercera aplicación del principio consigna el art. 2092. Establece la disposición: “Si un
socio que administra es acreedor de una persona que es al mismo tiempo deudora de la
sociedad, y si ambas deudas fueren exigibles, las cantidades que reciba en pago se
imputarán a los dos créditos a prorrata, sin embargo de cualquiera otra imputación que
haya hecho en la carta de pago perjudicando a la sociedad”.

Por ejemplo: A debe a un socio $ 50.000, $ 100.000 a la sociedad y paga $30.000 al primero.
La suma pagada debe prorratearse y corresponderán a la sociedad y al socio $20.000 y $
10.000 respectivamente, puesto que el crédito social alcanza al doble que el crédito del
socio.

La solución es aplicable aunque el socio, en el recibo que otorgue, haya imputado el pago a
su propio crédito.

Tal imputación es improcedente porque sacrifica el interés de la sociedad al interés del


socio.

Pero, a la inversa, el socio puede sacrificar su interés en aras del interés de la sociedad. Por
este motivo, el art. 2092, en su inc. 2º agrega: “Y si en la carta de pago la imputación no
fuere en perjuicio de la sociedad, sino del socio acreedor, se estará a la carta de pago”.

Pero estas reglas deben entenderse sin perjuicio de la facultad del deudor de hacer la
imputación del pago (art. 2092, inc. 3º). En otros términos, el deudor podrá imputar el
pago a la deuda que elija.

c.4) Caso del socio que recibe íntegra su cuota de un crédito social, permaneciendo
impagos sus consocios.

El art. 2090 establece una última aplicación del principio: “Si un socio hubiere recibido su
cuota de un crédito social, y sus consocios no pudieren después obtener sus respectivas
cuotas del mismo crédito, por insolvencia del deudor o por otro motivo, deberá el primero
comunicar a los segundos lo que haya recibido, aunque no exceda a su cuota y aunque en
la carta de pago la haya imputado a ella”.

Más exactamente, la disposición debió decir que el socio debe integrar al fondo común lo
que reciba en pago para, de este modo, compartirlo con sus consocios.

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8.2. Obligaciones de la sociedad para con los socios.

El producto de la actividad de los socios pertenece a la sociedad. Como justa


contrapartida, son de cargo de la sociedad los gastos.

i) Por este motivo, “cada socio tendrá derecho a que la sociedad le reembolse las
sumas que él hubiere adelantado con conocimiento de ella, por las obligaciones que para
los negocios sociales hubiere contraído legítimamente y de buena fe” (art. 2089, inc. 1º)

ii) Asimismo, tiene el socio derecho a que la sociedad “le resarza los perjuicios que los
peligros inseparables de su gestión le hayan ocasionado” (art. 2089, inc. 1º, parte final)

Los socios deben concurrir al pago de estas indemnizaciones a prorrata de su interés en la


sociedad y la parte de los insolventes se dividirá igualmente a prorrata entre todos (art.
2089, inc. 2º).

8.3. Obligaciones de los socios para con terceros.

a) Obligación a las deudas.

El problema de la obligación a las deudas se traduce en averiguar en quién recaen las


consecuencias de los actos ejecutados por los socios o, en otros términos, a quién puede
demandarse el cumplimiento de las obligaciones por ellos contraídas.

Una distinción es indispensable; es preciso distinguir si el socio ha obrado personalmente


o en nombre de la sociedad.

a.1) Contratos que el socio celebra a su propio nombre.

El socio que contrata a su propio nombre se obliga personalmente ante terceros y no obliga
a la sociedad. La sociedad no queda obligada ni aun en el caso de que reporte beneficio del
acto que el socio ejecuta a nombre propio.

El art. 2094 prescribe: “El socio que contrata a su propio nombre y no en el de la sociedad,
no la obliga respecto de terceros, ni aun en razón del beneficio que ella reporta del
contrato”.

Aunque no puede accionar directamente contra la sociedad, el acreedor “podrá sólo


intentar contra la sociedad las acciones del socio deudor” (art. 2094, inc.1º).

Se trata de un caso más de ejercicio de la acción oblicua o subrogatoria. El acreedor, para


satisfacerse de su crédito, puede intentar acciones de su deudor contra la sociedad.

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a.2) Contratos que el socio celebra a nombre de la sociedad.

Para que el socio se entienda que obra en nombre de la sociedad es preciso que lo declare
expresamente o que resulte de un modo inequívoco de las circunstancias del contrato. De
otro modo se entiende que actúa en su propio nombre.

En caso de duda debe considerarse que el socio contrata en su nombre privado (art. 2094,
inc. 2º).

Para precisar los efectos del acto ejecutado por el socio, en nombre de la sociedad, es
menester averiguar si ha obrado con poder bastante.

i) El socio que actúa invocando el nombre de la sociedad y con un poder suficiente,


obliga a la sociedad. El socio, personalmente, no contrae ninguna obligación, es un simple
intermediario.

ii) Si el socio contrata en nombre de la sociedad, pero sin poder bastante, “no la obliga
a terceros sino en subsidio, y hasta concurrencia del beneficio que ella hubiere reportado
del negocio” (art. 2094, inc. 3º).

En otros términos, las obligaciones recaen sobre el socio; la sociedad sólo se obliga
subsidiariamente y su obligación queda limitada al monto del beneficio que reciba.

Las reglas del art. 2094 son aplicables aunque haya un socio exclusivamente encargado de
la administración (art. 2094, inc. 4º).

b) Efectos de las obligaciones contraídas con terceros.

El contrato válidamente celebrado por los socios obliga a la sociedad.

Todos los bienes sociales, raíces o muebles, presentes o futuros, con la excepción de los
inembargables, quedan afectos al cumplimiento de estas obligaciones.

Pero, además del patrimonio social, los socios comprometen su propio patrimonio. Es de
la esencia de la sociedad colectiva que los socios respondan con sus bienes personales de
las obligaciones de la sociedad.

c) Forma en que los socios responden por las deudas sociales.

Los socios responden de las deudas sociales a prorrata de su interés en la sociedad,

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El inc. 1º del art. 2095 dispone: “Si la sociedad colectiva es obligada frente a terceros, la
totalidad de la deuda se dividirá entre los socios a prorrata de su interés social, y la cuota
del socio insolvente gravará a los otros”.

La responsabilidad de los socios es, pues, ilimitada; no queda circunstanciada a sus


aportes. Pero dicha responsabilidad no es solidaria, salvo estipulación en contrario.

El art. 2095, inc. 2º, establece que “no se entenderá que los socios son obligados
solidariamente o de otra manera que a prorrata de su interés social, sino cuando así se
exprese en el título de la obligación, y ésta se haya contraído por todos los socios o con
poder especial de ellos”.

En las sociedades colectivas comerciales la regla es diferente; los socios son ilimitada y
solidariamente responsables de todas las obligaciones legalmente contraídas bajo la razón
social y les está vedado todo pacto que tienda a abolir dicha responsabilidad solidaria (art.
370 del C. de Comercio).

Diversa es la responsabilidad de los socios en otros tipos o clases de sociedad.

i) En las sociedades anónimas, los socios “solo son responsables por sus respectivos
aportes” (art. 2061, inc. 4º, del C. Civil).

ii) En las sociedades en comandita, la responsabilidad de los socios gestores es la


misma que incumbe a los socios colectivos; los socios comanditarios “se obligan solamente
hasta concurrencia de sus aportes” (art. 2061, inc. 3º).

iii) En las sociedades de responsabilidad limitada los socios responden hasta


concurrencia de sus aportes “o de la suma a que más de éstos se indique” (art. 2º de la Ley
Nº 3.918).

d) Situación de los acreedores de los socios.

Los acreedores de la sociedad, como se ha dicho, pueden perseguir los bienes sociales y los
bienes de los socios que, a prorrata de sus aportes, responden ilimitadamente de las
deudas sociales.

En cambio, no es lícito a los acreedores personales de los socios perseguir sus créditos en el
patrimonio de la sociedad. El art. 2096 establece, como norma general, que “los acreedores
de un socio no tienen acción sobre los bienes sociales”.

Contiene la disposición legal una aparente excepción al principio; los acreedores de los
socios podrán perseguir los bienes sociales por hipoteca, constituida con anterioridad a la

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sociedad, o por hipoteca posterior, cuando el aporte no conste por inscripción en el


competente Registro.

Las excepciones son sólo aparentes. Si el socio aportó a la sociedad bienes hipotecados, la
responsabilidad de la sociedad proviene de su condición de poseedora de tales bienes y
del carácter real del derecho de hipoteca.

Cuando la hipoteca se constituye con posterioridad a la sociedad, pero el aporte no se ha


inscrito en el Registro de Propiedades del Conservador, el socio ha conservado el dominio
al tiempo de hipotecar el inmueble y, en virtud de la inscripción posterior, la sociedad
adquirirá el inmueble con el gravamen.

En suma, no hay una excepción a la regla de que los acreedores personales de los socios no
tienen acción sobre los bienes sociales, sino la aplicación de una lógica y necesaria
consecuencia del carácter real del derecho de hipoteca.

e) Derechos de los acreedores personales de los socios.

Los acreedores personales de los socios solamente tienen derecho para perseguir los bienes
del socio deudor.

En relación con la sociedad, solamente gozan de los derechos que les acuerda el art. 2096.

i) Pueden los acreedores del socio “intentar contra la sociedad las acciones indirecta y
subsidiaria que se les conceden por art. 2094” (art. 2096, inc. 2º).

De este modo, para lograr el pago de sus créditos, los acreedores podrán ejercer las
acciones que al socio corresponden contra la sociedad como son, por ejemplo, que se le
reembolse los anticipos que hubiere hecho o se le indemnicen los perjuicios que su gestión
le haya ocasionado (art. 2089).

ii) Podrán igualmente los acreedores personales del socio embargarle “las
asignaciones que se hagan a su deudor por cuenta de los beneficios sociales o de sus
aportes o acciones” (art. 2096, inc. 3º)

En otros términos, los acreedores podrán hacer efectivo su crédito en los beneficios que el
socio obtenga en la sociedad. Tales beneficios son de propiedad del socio deudor.

El art. 380 del Código de Comercio permite a los acreedores solicitar la retención de la
parte de interés que corresponda al socio en la sociedad “para percibirla al tiempo de la
división social”.

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De este modo, mientras la sociedad subsiste, no pueden los acreedores realizar para
pagarse el interés del socio en la sociedad; ello importaría la introducción en la sociedad
de una persona extraña.

Su derecho puede hacerse efectivo solamente cuando expira la sociedad; el acreedor, en tal
caso, cobrará su crédito sobre lo que toque el socio deudor en la liquidación de la sociedad.

El art. 380 del Código de Comercio consagra otra regla importante: los acreedores
personales no podrán concurrir en la quiebra de la sociedad con los acreedores sociales;
“pero tendrán derecho para perseguir la parte que le corresponda a su deuda en el residuo
de la masa concursada”.

En otros términos, pagados los acreedores de la sociedad, los acreedores de los socios
podrán hacer efectivos sus créditos en los bienes que resten.

9. INCORPORACIÓN DE UN TERCERO A LA SOCIEDAD.

La sociedad es un contrato intuito personae y descansa sobre la base de la reciproca


confianza de los socios.

Consecuente con este principio, el art. 2088 establece que “ningún socio, aun ejerciendo las
más amplia facultades administrativas, pueden incorporar a un tercero en la sociedad sin
el consentimiento de sus consocios”.

La incorporación de un nuevo socio no es viable sino con el asentimiento unánime de los


asociados.
La regla es sólo aplicable a las sociedades de personas. No rige para las sociedades
anónimas.

Pero no requiere el socio consentimiento de los otros para asociar a un tercero en la parte
que a él le corresponde en la sociedad. En tal caso, se formará entre el socio y el tercero
una nueva sociedad, “una sociedad particular” relativa a la parte del socio antiguo en la
primera sociedad (art. 2088).

10. DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD.

10.1. Causales de disolución.

El párrafo 7º del Titulo XXVIII se ocupa de la disolución de la sociedad. Contempla el


Código numerosas causales de disolución:

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(i) Expiración del plazo o cumplimiento de la condición prefijados.

“La sociedad se disuelve por la expiración del plazo o por el evento de la condición que se
ha prefijado para que tenga fin” (art. 2098, inc. 1º).

a) El vencimiento del plazo o el cumplimiento de la condición resolutoria ponen fin


ipso jure a la sociedad.

Pueden los socios, sin embargo, acordar la prorroga del plazo e impedir, de esta manera, la
disolución de la sociedad.

La prórroga debe ser consentida por los socios unánimemente.

b) Deben observarse “las mismas formalidades que para la constitución primitiva”


(art. 2098, inc. 2º).

La sociedad colectiva civil es un contrato consensual; pero las partes pueden haber
observado en su constitución ciertas formalidades que consistirán, regularmente, en el
otorgamiento de un instrumento que constate sus estipulaciones. En tal caso, la prórroga
debe sujetarse a las mismas formalidades.

El art. 350 del Código de Comercio somete a las mismas solemnidades requeridas para la
constitución de la sociedad la prórroga del plazo y, en general, toda modificación del
contrato. Pero no será menester cumplir con dichas solemnidades “cuando se trate de la
simple prórroga de la sociedad que deba producirse de acuerdo con las estipulaciones que
existan al respecto en el contrato social”. Así ocurre en virtud de la cláusula llamada de
prorroga automática.
En tal caso, la sociedad se entenderá prorrogada, conforme a las estipulaciones de los
socios, a menos que uno o varios de ellos expresen su intención de ponerle fin en el plazo
estipulado, mediante una declaración hacha por escritura publica y de la cual deberá
tomarse nota al margen de la inscripción de la sociedad en el Registro de Comercio, antes
de la fecha fijada para la disolución.

c) La prórroga debe acordarse antes del vencimiento del plazo estipulado.

Vencido el plazo, la sociedad queda irrevocablemente disuelta; la voluntad de las partes es


incapaz de revivirla.

Solamente seria posible a los socios constituir una nueva sociedad, en las mismas
condiciones que la antigua.

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Los codeudores de la sociedad no serán responsables de los actos ejecutados durante la


prórroga, “si no hubieren accedido a ésta” (art. 2098, inc. 3º).

(ii) Término del negocio.

Puesto que se ha conseguido la finalidad que las partes perseguían y se ha realizado el


propósito que tuvieron en vista al asociarse, la sociedad carece en lo sucesivo de razón de
ser.

Es lógico, pues, que el art. 2099 disponga: “La sociedad se disuelve por la finalización del
negocio para que fue contraída”.

Pero la regla es aplicable plenamente sólo a condición de que no se haya fijado plazo. Si se
ha fijado un plazo para la duración de la sociedad, vencido el plazo la sociedad se
disuelve, aunque no se haya cumplido el objeto o finalizado el negocio (art. 2099, inc. 2º).

(iii) Insolvencia de la sociedad.

Producida la insolvencia de la sociedad, no puede satisfacer sus obligaciones ni llevar a


cabo adecuadamente el objeto social.

Por este doble motivo, la sociedad se disuelve por la insolvencia sobreviniente (art. 2100,
inc. 1º).

(iv) Pérdida total de los bienes sociales.

Se disuelve la sociedad, asimismo, “por la extinción de la cosa o cosas que forman su


objeto total” (art. 2100, inc. 1º).

La total pérdida de los bienes que forman el objeto de la sociedad impide por completo la
realización de sus fines; frustrado por esta causa el propósito que llevo a los socios a
contratar, la sociedad se disuelve.

La pérdida parcial de la cosa o cosas que constituyen su objeto no pone fin a la sociedad;
pero los socios podrán pedir su disolución “si con la parte que resta no pudiere continuar
útilmente” (art. 2100, inc. 2º).

Concordante con esta norma, el art. 2102 expresa que si un socio ha aportado una cosa en
propiedad, “subsiste la sociedad aunque esta cosa perezca, a menos que sin ella no pueda
continuar útilmente” (art. 2102, inc. 1º).

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En cambio, la pérdida de la cosa aportada en usufructo disuelve la sociedad, “a menos que


el socio aportante la reponga a satisfacción de los consocios, o que éstos determinen
continuar la sociedad sin ella” (art. 2102, inc. 2º).

(v) Incumplimiento de la obligación de efectuar el aporte prometido.

La infracción de la obligación que los socios contraen de poner en común los bienes que
constituyen el patrimonio de la sociedad, conforme a las reglas generales, faculta a los
demás para pedir la resolución del contrato.

El art. 2101 consagra este derecho: “Si cualquiera de los socios falta por su hecho o culpa a
su promesa de poner en común las cosas o la industria a que se ha obligado en el contrato,
los otros tendrán derecho para dar la sociedad por disuelta”.

(vi) Muerte de uno de los socios.

La sociedad es de aquellos contratos que, por excepción, terminan con la muerte de una de
las partes contratantes.

La mutua confianza, la reciproca estimación y afecto son las bases en que la sociedad
descansa; la consideración de las personas, en suma, es dominante.

El heredero del socio es, a menudo, un extraño para los restantes socios. Sucede el
heredero en el patrimonio de su causante, pero no en las cualidades que han movido a los
socios a ligarse por los vínculos del contrato de sociedad.

Tales consideraciones justifican que la sociedad colectiva, que es una sociedad de


personas, se disuelva por la muerte de uno de los socios.

La muerte de un socio, sin embargo, no pone inmediato término a la sociedad. En otras


palabras, la sociedad no se disuelve en la fecha misma del fallecimiento, sino en el
momento en que es conocido de los socios.

Pese al fallecimiento de un socio, se entiende continuar la sociedad, “mientras los socios


administradores no reciban noticia de la muerte” (art. 2103, inc. 2º).

Después de recibida esta noticia, las operaciones iniciadas por el socio difunto, que no
supongan una aptitud particular suya, deberán llevarse a cabo (art. 2103, inc. 3º).

La regla general tiene excepciones. La muerte de un socio no produce la disolución de la


sociedad “cuando por disposición de la ley o por el acto constitutivo haya de continuar
entre los socios sobrevivientes con los herederos del difunto o sin ellos” (art. 2103, inc. 1º).

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En consecuencia, las excepciones son dos:

a) Cuando por disposición de la ley deba la sociedad continuar con los herederos del
socio difunto.

La ley presume la intención de los socios de continuar la sociedad con los herederos en
aquellas que se forman para el arrendamiento de un inmueble, o para el laboreo de minas
y en las anónimas (art. 2104).

b) Cuando por acuerdo de los socios, al constituirse la sociedad, se convino que


continuaría con los herederos del difunto o sólo con los socios sobrevivientes.

- Efectos de la estipulación de continuar la sociedad con exclusión de los herederos del socio
difunto.

La estipulación de que continuara la sociedad, pero sólo entre los socios sobrevivientes,
impide la disolución de la sociedad; esta continúa con la obligación de pagar a los
herederos el haber que correspondía a su causante.

Los herederos tienen derecho a reclamar lo que tocaba al socio difunto, según el estado de
los negocios sociales al tiempo de saberse la muerte; no les cabe ninguna participación en
las utilidades o perdidas posteriores “sino en cuanto fueren consecuencia de las
operaciones que al tiempo de saberse la muerte estaban ya iniciadas” (art. 2105, inc. 1º).

Habitualmente se estipula que el haber de los herederos del socio premuerto se


determinara de acuerdo con los resultados del último balance de los negocios sociales.

- Efectos de la estipulación de que continué la sociedad con los herederos del socio difunto.
La estipulación de que continuará la sociedad con los herederos del socio fallecido, en
principio, da derecho a todos los herederos para incorporarse a la sociedad.

Se excluye solamente a aquellos herederos que por su edad u otra causa hayan sido
expresamente excluidos (art. 2105, inc. 2º).

Los herederos incapaces “concurrirán a los actos sociales por medio de sus representantes
legales o por medio de quien tenga la administración de sus bienes” (art. 2105, inc. 3º).

(vii) Incapacidad sobreviniente de un socio.

Expira la sociedad por la incapacidad sobreviniente, por ejemplo, si uno de los socios es
declarado en interdicción por demencia.

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Pero la sociedad puede continuar con el incapaz; ejercerá sus derechos en la sociedad su
curador (art. 2106, inc. 2º).

(viii) Insolvencia sobreviniente de un socio.

La insolvencia sobreviniente, del mismo modo que la incapacidad, pone fin a la sociedad.

Pero podrá continuar la sociedad con el socio insolvente y, en tal caso, los acreedores
ejercerán sus derechos en las operaciones sociales (art. 2106, inc. 2º).

(ix) Acuerdo unánime de los socios.

La común voluntad de los socios que dio vida a la sociedad puede ponerle término.

El art. 2107 dispone: “La sociedad podrá expirar en cualquier tiempo por el
consentimiento unánime de los socios”.

(x) Renuncia de cualquiera de los socios.

El art. 2108 establece que “la sociedad puede expirar, también, por la renuncia de uno de
los socios”.

La renuncia de un socio pone fin a la sociedad, sin que sea menester expresar causa,
cuando la sociedad tiene una duración ilimitada. Por el contrario, si la sociedad se ha
pactado por cierto tiempo o para la realización de un determinado negocio, no es
admisible la renuncia sino por causa justificada.

a) Cuando la sociedad se ha pactado por un tiempo fijo o para un negocio de


duración limitada, no será lícito a los socios renunciar sino por alguna de las dos
siguientes causas: 1) en virtud de autorización conferida en el contrato, y 2) por causa
grave.

El art. 2108 establece, en efecto, que “no tendrá efecto la renuncia, si por el contrato de
sociedad no se hubiere dado la facultad de hacerla, o si no hubiere grave motivo”.

Son motivos graves, que justifican la renuncia, la inejecución de las obligaciones de otro
socio, la pérdida de un administrador inteligente que no puede reemplazarse entre los
socios, la enfermedad habitual del renunciante que le inhabilite para las funciones sociales,
el mal estado de sus negocios por circunstancias imprevistas, u otros de igual importancia
(art. 2108, inc. 2º).

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b) Si la sociedad se pacta por tiempo ilimitado, se entiende que dura toda la vida de
los socios, pero éstos tienen la facultad de renunciar (art. 2065).

La renuncia no importa solo el retiro del socio renunciante; trae consigo la completa
disolución de la sociedad.

La renuncia de uno de los socios pone término a la sociedad siempre que concurran los
siguientes requisitos:

i) Que se notifique a los socios.

El art. 2109, inc. 1º, previene: “La renuncia de un socio no produce efecto alguno sino en
virtud de su notificación a todos los otros”.

Sin embargo, cuando la administración de la sociedad se ha confiado a uno o varios de los


socios, “la notificación al socio o socios que exclusivamente administran se entenderá
hacha a todos” (art. 2109, inc. 2º).

Los socios que no han sido notificados pueden, a su elección, aceptar la renuncia o dar por
subsistente la sociedad en el tiempo intermedio, según mejor les convenga (art. 2109, inc.
3º).

ii) Que se haga la renuncia de buena fe.

Renuncia de mala fe el socio que lo hace “por apropiarse de una ganancia que debía
pertenecer a la sociedad” (art. 2111, inc. 1º).

Los demás socios, en tal caso, podrán obligar al renunciante a partir con ellos las utilidades
del negocio o a soportar exclusivamente las pérdidas.

Asimismo, podrá excluírsele de toda participación en los beneficios sociales y obligársele a


soportar su cuota en las pérdidas (art. 2111, inc. 2º).

iii) Que la renuncia no sea intempestiva (art. 2110).

Se entiende que renuncia intempestivamente el socio que lo hace “cuando su separación es


perjudicial a los intereses sociales” (art. 2112, inc. 1º). Debe el socio aguardar para retirarse
el momento oportuno (art. 2112, inc. 2º).

Cuando la renuncia es intempestiva, continuara la sociedad “hasta la terminación de los


negocios pendientes, en que fuere necesaria la cooperación del renunciante” (art. 2112, inc.
1º).

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Los efectos de la renuncia intempestiva son los mismos señalados para la renuncia de mala
fe (art. 2112, inc. 3º).

- Retiro de hecho de un socio

Puede ser que el socio no formule una renuncia sino que, de hecho, se retire de la
sociedad.

El art. 2113 establece que las reglas que rigen la renuncia son aplicables “al socio que de
hecho se retira de la sociedad sin renunciar”.

10.2. Efectos de la disolución de la sociedad.

Disuelta la sociedad, es menester proceder a su liquidación, esto es, “a la división de los


objetos que componen su haber” (art. 2115, inc. 1º).

Las normas que el Código señala para la partición de los bienes hereditarios son aplicables
a la liquidación de la sociedad.

Tal es la regla del art. 2115, inc. 2º: “Las reglas relativas a la partición de los bienes
hereditarios y a las obligaciones entre los coherederos, se aplican a la división del caudal
social y a las obligaciones entre los miembros de la sociedad disuelta, salvo en cuanto se
opongan a las disposiciones de este titulo”.

10.3. Efectos de la disolución respecto de terceros.

La disolución de la sociedad no es oponible a terceros sino en los siguientes casos:

a) Cuando la sociedad ha expirado por la llegada del plazo prefijado para la duración
del contrato;

b) Cuando se ha dado noticia de la disolución por medio de tres avisos publicados en


un periódico del departamento, o de la capital de la provincia, si en aquel no lo hubiere, y

c) Cuando se pruebe que el tercero ha tenido oportuna noticia de la disolución por


cualesquier medios (art. 2114).

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CUADRO SINÓPTICO DE SOCIEDADES

SOCIEDAD CONSTITUCIÓN RESPONSABILIDAD DE RAZÓN ADMINISTRACIÓN


LOS SOCIOS SOCIAL
COLECTIVA CIVIL Consensual Ilimitada en proporción Nombre de Establecida por los
de aportes prometidos o uno o más socios
entregados y cuota del socios más “y
insolvente grava a la de compañía”
los demás
COLECTIVA Escritura pública e Ilimitada y solidaria Nombre de Establecida por los
COMERCIAL inscripción de uno o más socios
extracto socios más “y
compañía”
RESPONSABILIDAD Escritura pública, Limitada al monto de los Nombre de Establecida por los
LIMITADA inscripción de aportes prometidos o uno o más socios
extracto y entregados o a una suma socios o
publicación en el superior referencia al
D.O. objeto más
“Limitada”
COMANDITA Consensual Gestores iguales Igual a Establecida por los
SIMPLE CIVIL colectivos civiles. colectivas socios, pero sin los
Comanditarios: limitada sólo con comanditarios
a monto de los aportes nombres de
prometidos o entregados gestores
COMANDITA Escritura pública e Gestores iguales Igual a Establecida por los
SIMPLE inscripción de colectivos comerciales. colectivas socios, pero sin los
COMERCIAL extracto Comanditarios: limitada sólo con comanditarios
a monto de los aportes nombres de
prometidos o entregados gestores
COMANDITA POR Escritura pública e Gestor: indefinida y Nombre de Establecida por los
ACCIONES inscripción de solidaria. uno o más socios, pero sin los
extracto Comanditarios: limitada gestores más comanditarios
a monto de los aportes CPA
prometidos o entregados
ANÓNIMA Escritura pública, Limitada al monto de Incluir Directorio
inscripción de sus aportes o acciones “Sociedad
extracto y Anónima” o
publicación en el “S.A.”
D.O.
POR ACCIONES Escritura pública o Limitada al monto de Incluir “SpA” Establecida por los
instrumento privado sus aportes o acciones socios
protocolizado,
inscripción de
extracto y
publicación en el
D.O.

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