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Germán Carvajal A.
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estadístico como en cuanto tiene que ver con sus modalidades. Tanto
la estadística como las maneras de ocurrir permiten pensar en un
abrumador fenómeno social que, por sus características actuales,
lejos de considerarse como una maligna desviación intencional del
alma de los individuos, debe tomarse como síntoma de crisis, y por
tanto ha de explicarse en términos de teoría social. En este sentido,
podemos dar la razón, en cierta forma, a las explicaciones
institucionalistas que fundamentan la corrupción en el
resquebrajamiento del poder coercitivo de la institución, pero el
institucionalismo lo que hace es poner como causa lo que en realidad
es un efecto, o sea, un síntoma. Para proceder, pues, con un ensayo
de tal explicación haremos lo siguiente: hemos de definir la
corrupción de un modo distinto al concepto clásico, para con ello
darle una configuración diferente al fenómeno; de allí proponer una
explicación, es decir, proponer su relación con otro objeto distinto.
líneas del mapa y el mapa mismo, no tienen existencia fuera del papel
y la mente de los individuos, pero hacen posible la delimitación
territorial, los tratados y la ubicación en el espacio. Así mismo, el
carácter imaginario del bien público consiste en que es el horizonte
del desarrollo del Estado territorial, no existe como realidad en la
masa crítica de intereses privados que conforman las relaciones de
producción, sino que es la meta del aparato técnico, meta nunca
plenamente realizada sino que ha de ser constantemente impostada como
trasfondo ideal contra el cual se mide la eficacia del aparato
técnico en estabilizar la masa crítica de intereses privados. El
estado es un mediador entre una masa real de intereses privados y una
meta imaginaria llamada interés público, la cual es la expresión de
los ideales de la clase que detenta el poder en el aparato del
Estado. Es por eso que las filosofías políticas de la modernidad, por
lo menos desde el siglo XVII hasta el XIX, conceptualizaron el Estado
o como una elaboración ética surgida del pacto y la enajenación del
derecho natural, o como un reino de la eticidad en el cual el interés
particular se concilia con el interés general.
II