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recuerdo
hablando en el mitin belicista del Frontón Buenos Aires, aquí a la vuelta en la calle Córdoba,
donde yo
también hacía el “idiota” ante la vibración democrática y culterana que los oradores
administraban en
dosis para adultos), los socialistas, los radicales “galeritas”, todos los que eran alguien de
derecha a
izquierda, con la sola excepción de unos pocos como Manuel Gálvez, el General Uriburu,
Belisario
Roldán a la derecha, del Valle Ibarlucea a la izquierda, todos vistos como desertores por los
status
económico y social. La existencia de un nuevo país para el que las fórmulas del liberalismo
estaban
balbuceo de una tentativa para manejarse por modos propios y hacia fines propios. La
presencia del
había caído con la ausencia de las viejas multitudes federales. La realidad llevó a Yrigoyen a
hacerse el
aferraban al viejo contenido ideológico e Yrigoyen marchaba con los tiempos. No interesa
saber cuáles fueron los móviles del caudillo, si una simple especulación electoral como
querían sus adversarios con el socorrido mote de demagógico, o una adecuación de su
pensamiento al país que tenía adelante. Lo cierto es que significaba un avance progresista que
A Yrigoyen le sucede Alvear. Este ha disentido con Irigoyen en política internacional. Ausente
del país durante largos años, no conoce las transformaciones que éste ha experimentado en su
por motivos distintos a los que han llevado al radicalismo a los peones del interior, a los
obreros de
Buenos Aires y a la clase media que asciende. El radicalismo que rodea a Yrigoyen, de
“gringuitos”
se siente altivamente impulso de su juventud romántica, rica en audacias que chocaban con
los
prejuicios de su clase y que ha demostrado en los actos decisivos de su propia vida íntima.
Mario y los
Gracos, Alcibíades, lo seducen más que Sila, pero es ajeno por completo a lo que ya caracteriza
al
radicalismo como yrigoyenismo, en la medida en que éste expresa la sociedad del momento de
su
victoria, mejor que la sociedad de los años de las revoluciones fracasadas. Su radicalismo no ha
recibido
conducir una nueva realidad de que tomaba conciencia, a medida que definía su carácter
social la fuerza política con que gobernaba, Alvear estaba absorbido por el drama de la
Europa en guerra, sin poder percibir a la distancia los factores que los distanciaban cada vez
más de su antiguo jefe, que lo hacía presidente, y cuyas motivaciones no podía interpretar.
Desde que apareció como candidato la vieja clase comenzó a rodearlo, tras las avanzadas de
impulso renovador que había significado Yrigoyen quedó atrás. Así gran parte de las
industrias que estaban en sus comienzos cayeron o limitaron su producción. Dice Ricardo
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Ortiz refiriéndose a ese momento: "En cuanto las circunstancias adversas dejan de actuar, la
"Se abre la aduana a los aceites de España e Italia, a los tejidos británicos, a la manufactura
elementos necesarios para la industria nacional que producen esas maquinarias. Los
industriales se
Esta marcha hacia atrás en el proceso económico interno no produjo sin embargo el impacto
social que hubiera provocado en otras circunstancias. Alvear, que fue toda su vida un feliz
heredero en
lo particular, lo fue también como gobernante: heredó aquel momento próspero de la primera
postguerra
en que la producción agropecuaria tuvo factores climáticos tan favorables como los de
mercado,
y que constituiría el último momento próspero de la economía tradicional. Su gobierno tuvo,
en
gordas similar al proceso expansivo de principios de siglo, que contó, además, con el desarrollo
interno
tradicional no produjo el impacto social que el país percibiría después de 1930, cuando la
detención del
Esto no impidió que la clase media y las clases populares tuvieran clara conciencia de
elección de Hipólito Yrigoyen desbaratando el "contubernio" de los "galeritas" con las fuerzas
gran depresión mundial que castigó aun más violentamente que a las metrópolis a los países
más vigorosa que la del viejo caudillo en declinación y una política económica más recia que