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Helena era hija de Zeus y de Leda. Fue esposa del rey Menelao de Esparta,
aunque Paris decidió raptarla, con lo que se desencadenó la Guerra de Troya.
El matrimonio fue feliz al principio, con una hija llamada Hermione. Después
apareció París, hijo del rey de Troya, y durante una visita a Esparta provocó el
deseo de Helena gracias a la intervención de Afrodita. Cuando Menelao hubo de
partir hacia Creta para asistir al entierro de su abuelo, Paris vio la oportunidad
de raptarla y huir hacia Troya con varios de los tesoros del rey. Una vez allí, se
casó con Helena sin la aprobación popular. El príncipe Héctor en particular
reprobó la actitud de su hermano hacia las mujeres y se opuso al matrimonio.
Durante toda la guerra Helena fue maldecida por ambos bandos, por el problema
que había causado.
Ella misma tenía una sensación extraña sobre lo que estaba sucediendo. En el
palacio de Príamo se dedicaba a tejer tapices en los que representaba escenas
de la guerra; a veces echaba de menos a Menelao y a su hija, a los que había
abandonado. Se llamaba a sí misma «vergüenza» y deseaba haber acabado con
su vida antes de haberse dejado seducir por Paris.
En aquel momento su amor por Paris se había enfriado. Cuando Afrodita le pidió
que cuidase de él tras una humillante derrota con Menelao, empezó a discutir
con la diosa. Helena se negó a compartir su lecho con Paris y Afrodita la
amenazó con poner a los griegos y a los troyanos en contra suya: «¡Así te espera
un horrible destino!». Helena accedió entonces a ir al dormitorio de Paris, donde
le lanzó todo tipo de reproches. Pero ni siquiera esto pudo apagar el deseo del
príncipe por ella.
Tiempo después, Paris murió con un flecha lanzada por el griego Filoctetes. De
esta manera, Helena se convirtió en esposa de su hermano Deifobo.
Tras la caída de Troya, Menelao regresó a casa después de vagar por diversos
lugares durante un tiempo. Se había reconciliado con Helena y la pareja vivía en
paz como si nada hubiese ocurrido. Cuando Telémaco, hijo de Odiseo, les buscó
en Esparta para saber sobre el destino de su padre, Helena quedó sorprendida
por el gran parecido entre el padre y el hijo. Ella aún conservaba su belleza,
«similar a la de Artemisa», y mezcló una pócima estimulante que vertió en el vino
del joven mientras le contaba cómo había ayudado a su padre durante su misión
en Troya. Fue así como Menelao comprobó la otra faceta de su carácter y
recordó cómo, tras haber introducido el caballo de madera en la ciudad, Helena
y su marido Deifobo habían intentado que los griegos se introdujesen en él
llamándoles por su nombre mientras imitaban las voces de su esposas.