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La gestión económica de Alan

García: 1985-1990
Saturday, 20 de May de 2006 site admin

A pocos días de la segunda vuelta, las críticas hacia el candidato Alan García se
centran, sobre todo, en el manejo económico de su gobierno anterior. Tomando
como base una investigación del periodista británico John Crabtree, ofrecemos aquí
un repaso de la gestión económica de Alan García.

28 de julio de 1985: Alan García asume la presidencia del Perú con apenas 36 años de
edad. Ha ganado en primer vuelta, obteniendo el 53 % de votos válidos (presione acá
para ver los detalles). Pero no solo eso. Su partido, el APRA, tiene mayoría absoluta
tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados (presione acá para detalles).

La herencia de Belaúnde

Por otro lado, García y el APRA tienen dos problemas serios por enfrentar: La
agrupación terrorista Sendero Luminoso había ido ganando terreno desde su
primera incursión, en 1980.

Además, el gobierno de Belaúnde dejó al país en una profunda crisis económica. Las
inversiones habían caído de 21,2 % del Producto Bruto Interno (PBI), en 1982, a 12,2
% en 1985. En 1982, la economía peruana no creció y, en 1983, el crecimiento fue
negativo: -12,2 %. Si, en 1980, el ingreso per cápita era de 1,232 dólares por peruano,
en 1985 llegaba tan sólo a 1,050 dólares (págs. 54-55). El desastre económico del
gobierno de Belaúnde se debió, principalmente, a una caída de precios de productos
que Perú exportaba (cobre, plata, plomo, café).

Desde 1982, el gobierno de Belaúnde se había sometido a un “programa de ajuste”


del Fondo Monetario Internacional (FMI). Según el FMI, el principal problema del
Perú era el déficit fiscal. El déficit se debía a que el Perú gastaba más en lo que
importaba que lo que ganaba con sus exportaciones. La relación entre
importaciones y exportaciones se llama “balanza comercial” (hoy por hoy, con el
alto precio del cobre y otras exportaciones, el Perú tiene una balanza comercial
“positiva”).

Para contrarrestar el déficit fiscal, el FMI obligó al gobierno de Belaúnde a reducir el


presupuesto del Estado, a incrementar las tarifas públicas y a devaluar la moneda
nacional, el sol (pág. 51). La devaluación frena las importaciones: Cuanto menos vale
la moneda, más hay que gastar para importar un producto x.

Las medidas del FMI, llamadas ortodoxas, ocasionaron una fuerte recesión
(contracción de la demanda) que repercutió en el bolsillo de los ciudadanos. Ya
hemos visto que el ingreso per cápita cayó significativamente: 14,8 % para ser
exactos. El aumento de tarifas públicas e impuestos empobreció aún más a los
ciudadanos. Esto constituyó un círculo vicioso que terminó empobreciendo también
al Estado: El ciudadano que es pobre consume menos y cuanto menos consume,
menos impuestos paga. En 1984, el gobierno de Belaúnde entró en mora con el pago
de la deuda externa (pág. 53).

El programa heterodoxo (1985-1987)

El 28 de julio de 1985, Alan García tuvo dos opciones: Continuar con el


programa ortodoxo del FMI o probar una receta distinta, heterodoxa. En vista de la
debacle de los úlitmos años, se esperaba un cambio de curso. Pero éste terminó
siendo tan radical como aquel propuesto por la izquierda. En efecto, los
lineamientos principales de García correspondían a los planteamientos económicos
de Izquierda Unida (pág. 61).

En su discurso a la nación, García atacó al FMI. De ahora en adelante, anunció


García, el pago de la deuda externa se limitaría al valor equivalente al 10 % de las
exportaciones peruanas.

Pero, además de introducir una nueva moneda (el inti reemplazó al devaluado sol),
la principal medida económica consistió en la congelación de precios básicos,
sueldos y la tasa de cambio relativa al dólar. Por ejemplo, el precio de la gasolina se
elevó, de golpe, en 25 % para luego congelarlo a ese nivel. La idea era anticipar la
inflación venidera y, a largo plazo, darle al consumidor más poder adquisitivo.

Evitando de esta manera el alza de precios, los consumidores tienen más dinero
para gastar en otras cosas y, por ende, contribuyen a la reactivación económica en
otros sectores. La estrategia sigue siendo aplicada hoy en día. Un ejemplo es
Argentina que, en su afán por bajar la inflación (que bordeó los 12 % en el 2005) y
reactivar la economía, ha pactado precios fijos con los suministradores de productos
básicos (la carne es el ejemplo más conocido).

Según escribe Crabtree, la posición heterodoxa de García se basaba en dos


convicciones relacionas entre sí: (1) Para poder pagar la deuda sería necesario
reactivar la economía. En esta línea, la reducción de importaciones sugerida por el
FMI sería contraproducente, pues la producción industrial peruana depende, en
gran medida, de máquinas y materias primas importadas. El pago de la deuda
externa también sería contraproducente, pues implica la exportación de capitales
necesarios para la reactivación económica:

Debido a que la renegociación de la deuda dependía de la aceptación de políticas


impuestas por el FMI, y debido a que estas políticas solían ser recesionarias, la única
alternativa era no negociar sino limitar el pago de estas deudas. Lo que se ahorraba
en el pago de la deuda se aprovecharía para financiar importaciones (pág. 59).

La segunda convicción (2): Mientras que el FMI pensaba que la inflación en el Perú
se debía a un exceso de demanda estimulado por un Estado que gastaba por encima
de sus posibilidades, Alan García y su equipo de economistas consideraban que había
suficiente potencial dentro de la economía peruana para aumentar la oferta de
forma significativa. En otras palabras: El FMI pensaba que el Estado intentaba cubrir
el déficit fiscal emitiendo dinero más allá de la oferta y así generaba inflación.

¿Cómo se origina la inflación? Un ejemplo

Recurramos a un ejemplo simple para entender mejor el problema de la inflación:


Rosa tiene 100 naranjas y Javier 100 manzanas. A Rosa le provoca comer una
manzana mientras que Javier prefiere comer una naranja. Para ambos, lo más
simple sería recurrir al trueque e intercambiar una manzana por una naranja.

Pero también pueden inventar una moneda, por ejemplo, en forma de una piedra.
Para fijar un número, supongamos que tanto Rosa como Javier reciben 100 piedras
cada uno. Rosa le vende una naranja a Javier a cambio de una piedra. Luego, Rosa le
compra una manzana a Javier a cambio, también, de una piedra. La piedra tiene,
pues, el mismo valor que una naranja o una manzana. El precio de una naranja es de
una piedra. El precio de la manzana también.

Supongamos, ahora, que Rosa decide organizar una fiesta para muchos amigos y
hacer una gran torta de manzana. Para ello necesita diez manzanas. Pero como
prefiere no gastar las 100 piedritas que le quedan, sale al bosque y recolecta diez
piedritas adicionales. Acto seguido, compra las diez manzanas a cambio de diez
piedritas. Entre Rosa y Javier siguen habiendo 100 naranjas y 100 manzanas
(consideremos que tanto Rosa como Javier aún no se comieron sus frutas). Pero
ahora, el dinero que circula entre los dos ya no son 200 piedritas, sino 210.

Dado que el dinero sólo tiene valor si hay algo que comprar y que, en nuestro
ejemplo, lo único que se puede comprar son 100 naranjas y 100 manzanas (teniendo
todas el mismo valor), el precio de cada manzana y de cada naranja sube, de una
piedrita, a una piedrita y cinco céntimos (1,05 x 200 = 210).

Por esa misma razón, el Estado que aumenta la circulación de dinero sin que haya
un aumento de oferta origina que los precios suban y que, por ello, el valor del
dinero baje.

Reactivando la economía

Volvamos a 1985: Alan García creía que la inflación no se debía a una falta de oferta,
sino más bien a que el Estado se había visto obligado a subir el precio de bienes y
servicios básicos (en especial el de la gasolina) para pagar la deuda:

La existencia de un gran exceso de capacidad instalada en la industria peruana era


en sí indicativo de que la demanda no era el problema. El Perú había sufrido en 1983
la peor recesión que se recordara, pero la inflación, en vez de caer, se había
acelerado (pág. 59).

A través de la reactivación de la economía nacional se esperaba salir de círculo


vicioso heredado por Belaúnde y entrar a un círculo virtuoso: A más crecimiento
económico, más recaudaciones tributarias. A más recaudaciones tributarias, más
posibilidades de cubrir el déficit fiscal.

El Perú no estaba solo con este experimento heterodoxo. Casi al mismo tiempo,
Argentina había implementado el Plan Austral, parecido en mucho aspectos al
modelo peruano. Pero Argentina, a diferencia de Perú y Brasil con su Plan Cruzado de
1986, sí consultó previamente al FMI.

Primeros resultados de la política heterodoxa

En un comienzo, las medidas adoptadas dieron resultados positivos. Ya en setiembre


de 1985, la inflación bajó a 3,5 % (comparado con 12,5 % en abril del mismo año).
Hacia el segundo trimestre de 1986, la economía dio señales de clara recuperación.
Los sectores que dependían de la demanda interna (manufactura, construcción,
agricultura) crecieron, no así los sectores dedicados a la exportación (minería,
pesca). En 1986, la economía creció 10 %. Fue el mayor crecimiento desde los años 50
(pág. 63).

Pero también surgieron problemas que irían agravándose con el pasar del tiempo: A
pesar de la reactivación económica, el Estado casi no percibía mayores ingresos:

Aunque en 1985 el déficit del sector público sólo había sido del 2,7 % del PBI, el nivel
más bajo desde 1979, en 1986 una vez más llegó al 5,1 % . Esto no se debió a un
aumento del gasto. De hecho, a pesar de su fama de ser una administración
despilfarradora y populista, el gasto total (corrientes e inversiones) del sector
público cayó del 49 % del PBI, en 1985, al 29 %, en 1986. Sin embargo, los ingresos
corrientes totales también cayeron, del 46 % del PBI, en 1985, hasta 33 %, en 1986.

Otro problema consistía en que, después del gran crecimiento de 1986, la capacidad
productiva de la modesta industria nacional estaba llegando a sus límites. Hacían
falta inversiones para instalar nuevas capacidades y así continuar con la
reactivación. Para ello, era necesario recurrir a inversiones y préstamos extranjeros.

El tercer problema, según Crabtree, era que la balanza comercial volvió a ser
negativa hacia fines de 1986. Con la reactivación económica y el alza de sueldos, el
Perú volvió a incrementar sus importaciones mientras que las exportaciones
seguían siendo bajas. En diciembre de 1986, las reservas internacionales del Perú
llegaban a 870 millones dólares comparados con 1,400 millones en marzo del mismo
año. Esta falta de liquidez se debió, también, a que el Estado pagó a sus deudores
bastante más que ese 10 % que García había anunciado, con bombos y platillos, el 28
de julio de 1985.

Finalmente, la poca confianza de la ciudadanía en el modelo económico de García


condujo a que, hacia fines de 1986, muchos cambiaron sus intis por dólares
temiendo – y, al mismo tiempo, originando – una devaluación del inti. Ya hemos
visto que el paquete de medidas adoptadas por García incluía el congelamiento del
tipo de cambio inti-dólar. Pero tal congelamiento tendía a ser artificial en tanto la
demanda real de intis iba perdiendo cada vez más terreno frente al dólar. Este
cambio se vio reflejada en la tasa de cambio libre, aquella de los cambistas de la
calle, paralela al cambio oficial:

A fines de agosto de 1985, después de la devaluación inicial de 12 %, la tasa de


cambio libre se había estabilizado en casi 17 intis por dólar. Solamente llegó a
superar los 18 intis 14 meses después, en octubre de 1986, cerrando el año en 20
intis por dólar. Hasta octubre de 1986, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo
varió entre 24,5 y 27 %. Sin embargo, ante el temor de un crisis en la balanza de
pagos, junto con la pérdida de reservas a finales de 1986, el diferencial empezó a
crecer. A fines de 1986, llegó a 43 %. En la primera mitad de 1987, el dólar paralelo se
disparó de 20 a 40 intis y el diferencial con la tasa oficial superó el 100 %. Por lo
tanto, se hizo evidente que el Banco Central ya no podía controlar el mercado del
dólar, y con las reservas haciéndose más y más escasas, adquirir dólares fue de
primordial importancia para el sector privado. Rápidamente el aumento del valor
del dólar estaba escapando de todo control (67-68).

1987: Obviando las señales de alarma

En 1987, el peligro de una crisis en la balanza de pagos y en las reservas


internacionales era evidente. Sin embargo, Alan García y el APRA siguieron
confiando en un crecimiento económico rápido hasta 1988. Al mismo tiempo,
tuvieron que aceptar la devaluación del inti, la subida de sueldos y de precios (68,
188).

En líneas generales, la política económica del APRA empezó a caer en


contradicciones. Por un lado, Alan García buscaba el contacto directo con los
empresarios importantes (llamados los doce apóstoles) con el fin de pesuadirlos a
invertir en el desarrollo de la capacidad productiva. Por otro lado y en su necesidad
de aumentar los ingresos del Estado, el APRA obligó, a comienzos de 1987, a las
empresas a prestarle dinero al Estado.

En concreto, las empresas fueron forzadas a comprarle al Estado bonos


obligatorios por un valor que llegaba hasta el 30 % de las utilidades brutas que las
empresas habían obtenido en 1986 (69). Con esta medida, el gobierno provocó
airadas reacciones en el sector empresarial. Al poco tiempo, algunas empresas
fueron exoneradas del pago obligatorio y finalmente el programa fue cancelado.

Este tipo de marchas y contramarchas, de reacciones sobre hechos ya consumados,


de pasividad frente a los peligros venideros contribuyeron a la percepción de que
Alan García y su equipo estaban improvisando y, sobre todo, perdiendo el control.
La situación se agudizó con la renuncia, en junio de 1987, del Ministro de Economía
Luis Alva Castro. Según Crabtree, Alva Castro renunció por rivalidades políticas con
Alan García. Lo cierto es que la renuncia no pudo venir en peor momento.

La estatización de la banca: El punto de quiebre

Para Alan García, la renuncia de Alva Castro fue vista como una oportunidad de
ganar aún mayor protagonismo. Fue en estas circunstancias que, según Crabtree,
García empezó a idear su “más audaz medida”, la misma que sería el punto de
quiebre de su gobierno: La estatización de la banca privada (69). Pero la estatización
no fue la única razón de la debacle:

Aun sin el intento de estatización, alguna que otra crisis económica habría, casi con
certeza, surgido. Y tampoco fue el único factor que explica la erosión de la
popularidad inicial del gobierno. La curva de aprobación popular de García
demuestra que, a pesar de una ligera caída antes de mediados de 1987, el nivel de
aprobación se desplomó en 1988 -entre mayo y octubre-, cuando el peso entero de
las medidas económicas del shock cayó sobre la población (187-188).

Pero volvamos, por el momento, al intento de estatizar la banca privada: La medida


fue anunciada el 28 de julio de 1987 en el tradicional mensaje a la nación. García
explicó su medida con las desigualdades sociales y económicas en el Perú. Ya en
1982 había publicado un libro, El futuro diferente, en el que criticaba a los bancos
privados por excluir del sistema de créditos a los sectores informales, campesinos
así como las pequeñas y medianas empresas (PYMES). Según García, era necesario
“democratizar” el crédito y, dado que el sector privado no estaba dispuesto a asumir
esa tarea, el Estado debía tomar las riendas (190-191).

Pero, según Crabtree, García también tuvo otros motivos: El primero habría sido
netamente político, pues García estaba preocupado por la ligera caída en su nivel de
aprobación y, con una medida tan radical, buscaba volver a ganar la confianza de los
sectores populares. Además, su relación con el sector empresarial se había
deteriorado considerablemente. García le reprochaba a ese sector el poco
entusiasmo por invertir en el Perú y su preferencia por guardar los dólares en
cuentas extranjeras y seguras (190-191).

También esta medida resultó ser improvisada. Nadie sabía, por ejemplo, si la
estatización incluiría a las sucursales de bancos extranjeros en el Perú o a los bancos
privados regionales. Pero el mayor error de García fue, según escribe Crabtree, creer
que se ganaría el apoyo popular con esa medida. La respuesta no fue más que
“tibia”. Además, García subestimó la capacidad de respuesta de la derecha así como
la oposición de la izquierda en el Congreso:

Cuando llegó el momento de votar en el Congreso, el esfuerzo de los senadores


apristas para atenuar la medida fue notable. Mientras tanto, no se había llegado a
ningún acuerdo previo con Izquierda Unida (…). Estos se inclinaban a mirar con
suspicacia la iniciativa de García, creyendo que su objetivo principal era serrucharle
el piso a la izquierda. (…) Iba a volverse una larga batalla que empezó en el Congreso
y siguió en los tribunales, donde la propuesta inicial de García fue paulatinamente
reducida a una medida sin eficacia que finalmente resultó abandonada (192-193).

La respuesta política de la derecha al intento de estatización fue la creación


del Movimiento Libertad con Mario Vargas Llosa a la cabeza. En 1988, el Movimiento
Libertad se unió con el Acción Popular y el Partido Popular Cristiano en el Frente
Democrático (FREDEMO) con miras a las elecciones de 1990.
1988 y 1989: Sin novedades en el frente

Al finalizar el año 1987, la crisis ya era evidente: La inflación empezó a galopar


(114,5 % en diciembre del 1987), la producción – y, por consiguiente, la reactivación
económica – se había estancado y la balanza de pagos tuvo, en 1987, un saldo
negativo de 521 millones de dólares, el hueco más grande desde 1981.
Consecuentemente, las reservas internacionales siguieron decayendo. A falta de
dólares, el Banco Central se vio atado de manos en el control de la tasa de cambio
(una demanda creciente de dólares se puede contrarrestar poniendo en circulación
los dólares ahorrados).

Ya hemos visto que el Estado no recaudó más impuestos a pesar del crecimiento
económico de 1986. Esa ineficacia tributaria, sumada a la inflación, contribuyó a
agravar la situación en 1987 y 1988. Además, las empresas estatales como
Electroperú empezaron a hacer pérdidas mucho mayores que en los años previos.
Los hechos estaban dejando al Estado con cada vez menos margen de acción,
convirtiéndolo en observador pasivo del desastre económico.

Obligado por las circunstancias a un cambio de rumbo, el gobierno recurrió, a fines


de 1987, al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM) en busca
de préstamos. El experimento heterodoxo había llegado a su fin. En octubre de 1987,
el gobierno procedió a devaluar el inti en 24 %. Los llamados paquetazos siguieron
dándose, de forma periódica, hasta setiembre de 1988, llevando a una gran recesión
económica. Pero García seguía sin aceptar la necesidad de una línea clara:

El proceso de toma de decisiones durante este período demostró una falta de


coordinación y una pérdida de dirección. Mientras algunos miembros eminentes del
equipo económico empezaron a aceptar -a regañadientes- la necesidad de un
retorno a la ortodoxia como requisito para conseguir nuevos flujos de dólares,
García se resistió a pagar el precio político. El resultado fue una serie de medidas
tibias y términos medios (202).

El equipo económico de García -presidido por Gustavo Saberbein- intentaba


persuadir a García de la necesidad de un shock ortodoxo: Déficit cero a través de
aumentos fuertísimos de impuestos y tarifas y la eliminación de subsidios. Pero
García, temiendo el costo político de tal decisión, sólo accedió a un camino medio
sin resolver el problema de fondo: Un Estado en bancarrota (déficit fiscal) y una
economía que importaba más de lo que exportaba (déficit comercial).

Los resultados están en la memoria colectiva de todos los peruanos: Inflación a


niveles astronómicos, escasez de alimentos y otros productos básicos y el derrumbe
de la aprobación de Alan García. Fue recién hacia fines de 1988 que García se
convenció de la necesidad de una “guerra frontal” contra la crisis económica. El
nuevo Ministro de Economía y Finanzas, Abel Salinas, tuvo la ingrata tarea de
anunciar, ahora sí, el shock económico, el seis de setiembre de 1988.

El plan, denominado Plan Cero, contribuyó a generar una inflación aún mucho
mayor, sobre todo en relación con los productos importadas. Así, por ejemplo, el
precio de los productos farmaceúticos subió 600 % y el de la gasolina 400 %. Además,
se eliminó el sistema del control de precios con excepción de 42 productos básicos
(208).

Las esperanzas del APRA estaban ahora cifradas en el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional. Si bien hubo conversaciones, el Perú no llegó a recibir
préstamos. Ello se debió, también, a que el Perú aún adeudaba 600 millones de
dólares al FMI y 400 millones al Banco Mundial.

A partir de setiembre de 1988, la inflación se convirtió en lo que los economistas


denominan hiperinflación. Ese mes, los precios subieron 114 %. Fue el mes con
mayor inflación en el gobierno de García y, probablemente, en la historia del Perú. Y
el shock parecía llegar muy tarde. En todo caso, no pudo controlar la inflación.

Un largo paro en la industria minera contribuyó a que las exportaciones cayeran


aún más agravando así el déficit comercial. Las reservas internacionales, por su
parte, se aproximaban a cero.

El 22 de noviembre de 1988, García lanzo otro “paquete” con medidas muy similares.
Al mismo tiempo, Abel Salinas presentó su renuncia por discrepancias con García.

El aumento del desempleo y la caída drástica de ingresos fue el costo social del
desastre económico provocando el surgimiento de un sector informal de
proporciones nunca antes vistas. Además, el Estado en bancarrota ya no pudo
cumplir con sus obligaciones en materia de asistencia social, educación, salud y
administración de justicia.

Los años 1989 y 1990 pueden ser narrados de forma breve, pues no se produjeron
cambios sustanciales. La economía se recuperó levemente y las reservas
internacionales también. Las importaciones se contrajeron y las exportaciones
subieron, sobre todo por el aumento de precio de los productos mineros en el
mercado internacional.

Bajo el nuevo Ministro de Economía, César Vásquez Bazán, la inflación cayó, pero no
de forma sustancial. La tasa anual de inflación fue de 2000 % en 1989. Los últimos
meses de 1989 fueron usados en gastar las magras reservas internacionales para
reactivar en algo la economía en vista de las prontas elecciones. Así, en marzo de
1990, las reservas internacionales eran de apenas 190 millones de dólares.

De 1990 al 2006

A pesar del desastre económico, en las elecciones de 1990 el APRA obtuvo un


resultado notable: Si bien su candidato, Luis Alva Castro, quedó relegado al tercer
lugar, logró un respetable 22 % de votos válidos (consulte nuestra base de datos para
mayor información).
Pero el gobierno de Fujimori con sus diatribas contra los “partidos tradicionales”
sumados al exilio de García se encargarían de restarle protagonismo al APRA
durante toda la década de los 90. Los candidatos del APRA tuvieron votaciones
mínimas. En las presidenciales de 1995, Mercedes Cabanillas obtiene 4 %. En las
elecciones del 2000, Abel Salinas apenas 1 %.

Lo paradójico de esta historia: Es recién con el regreso de Alan García, en la


elecciones del 2001, que el APRA vuelve a ganar protagonismo. Y hoy, a dos semanas
de la segunda vuelta, García está muy cerca de volver a ser electo presidente del
Perú.

Es cierto que los tiempos han cambiado y que, hoy por hoy, Alan García apuesta por
el libre comercio y las exportaciones en vez de darle al Estado el rol protagonista en
la economía.

Pero quizá el principal problema de la gestión de Alan García no haya sido


su heterodoxia económica (Brasil y Argentina también lo hicieron y al comienzo dio
buenos resultados), sino la improvisación, la falta de reflejos y la ceguera con la que
estas medidas fueron adoptadas.

¿Una eventual segunda presidencia de García será diferente? Solo queda esperar que
sí.

BCR, Tasa de Interés,


Tipo de Cambio e
Inflación.
Patricio Quintanilla
Director General de Ovis Consulting

 Enviar a un amigo

Una vez más el Banco Central de Reserva del Perú (BCR) se


encuentra en una disyuntiva: ¿doy medidas para atenuar la
inflación o para apoyar el crecimiento económico? El pasado
jueves 11, el BCR aumentó la Tasa de Interés de Referencia en
25 puntos básicos, pasando de 4.00% a 4.25%. Es la cuarta suba
consecutiva.
La Teoría
La Tasa de Interés de Referencia es un instrumento que utiliza
la Autoridad Monetaria de los países con la finalidad de reducir
la inflación o reactivar la economía; lamentablemente estos dos
objetivos son excluyentes.
*Un aumento en la tasa de interés desincentiva la inversión,
porque el aumento en el precio del dinero requiere de proyectos
de mayor rentabilidad, lo que no siempre es posible,
especialmente en situación de desaceleración económica.
Desde el punto de vista de las familias, se incentiva el ahorro
por mayor rendimiento de los depósitos y consecuentemente se
reduce el consumo; además, en la economía actual, un
componente importante del consumo de las familias son las
compras a crédito, específicamente con “dinero plástico”
(tarjetas), cuyas cuotas se incrementan al subir la tasa de
interés.
Tanto la inversión de las empresas como el consumo de las
familias son componentes de la demanda global; al disminuir
ambos, las presiones inflacionarias se reducen.
El crecimiento económico, medido por el comportamiento del
Producto Bruto Interno (PBI), depende de la producción
nacional, que obviamente está condicionada, o por lo menos
influenciada, por la demanda de las familias y la capacidad de
producción de las empresas; estas dos variables se afectan con
el aumento de la tasa de interés.
Sustento del BCR
En el Programa Monetario de Febrero, el BCR indica que la
“inflación ha sido afectada por factores temporales de oferta…”,
lo que justifica el aumento en la tasa de interés; además
menciona que la inflación está por encima del “rango meta”, que
está fijando entre 1% y 3% anual; la inflación interanual al mes
de diciembre fue 4.4% y a enero de 4.6%.
El BCR considera que la “actividad económica local se viene
recuperando”. El último viernes el instituto emisor ha estimado
que en el mes de enero el crecimiento del PBI fue de 4%, lo
mismo que se espera para el primer trimestre de este año.
El Tipo de Cambio
En lo que va del año, el precio del dólar ha pasado de 3.414 al
inicio a 3.507 al cierre del viernes, lo que equivale a un
incremento de 2.72% en 45 días. Este aumento se explica por
dos razones: la expectativa de aumento de la Tasa de Interés de
Referencia en Estados Unidos, abonado por las declaraciones
de la Sra. Janet Yelle, Presidenta del FED, y por la disminución
de los flujos de divisas provenientes de las exportaciones.
El precio de la moneda norteamericana es un factor que influye
decididamente en la inflación, tanto por el impacto en los
precios de algunos alimentos, como en las tarifas eléctricas,
que han tenido un elevado, llegando a 19% en el año 2015.
Conclusión
Estamos en un proceso de inflación con desaceleración, lo cual
difiere con la teoría económica clásica. En la década de los
años setenta del siglo pasado, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) acuñó un término para esta situación: “estanflación”;
ahora estamos en esa situación.
El FED esperó ocho años para subir su tasa de interés, hasta
estar seguro que la economía de Estados Unidos estaba en
recuperación. El BCR ha priorizado atacar la inflación, confiando
en la recuperación de la actividad económica. Esperemos que
esté en lo cierto. ♣

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